Verdad; tradición judeocristiana y Psicoanálisis

 Ricardo Blanco Beledo

El amor y la verdad se darán cita,
la paz y la justicia se besarán,
la verdad brotará de la tierra
y la justicia mirará desde el cielo.

Salmo 85 (84): 10-11

«Yo soy el camino, la verdad y la vida.»

Juan 14:6

Pilato le dijo:
- ¿Y qué es la verdad?
Después de hacer esta pregunta, Pilato salió otra vez…»

Juan 18:38

«Era necesario que fuera el Verbo mismo para que pudiera negar la evidencia hasta ese punto.»

Jacques Lacan, Seminario 17.

Introducción

Las reflexiones y discusiones a las que estamos habituados para considerar el tema de la verdad, en el mundo-campo académico filosófico y psicoanalítico es heredero en línea directa de los parámetros impuestos por el pensamiento grecolatino y su desarrollo en la cultura europea – influida por el peso de la cristiandad – hasta estos momentos. ¿Que sucedería si articuláramos la investigación psicoanalítica con otros parámetros de pensamiento para plantear el problema de la verdad?

 Somos deudores de ciertos planteamientos de base tales como «develamiento de aquello que estaba oculto» (alétheia), «adecuación del pensar al objeto pensado sea este conceptual o factual» (veritas), etc.

Flores (2001) esquematiza estas posiciones de la siguiente manera:

«Verdad semántica ( que corresponde a la hoy tan criticada verdad «especular» de la mal comprendida adequatio rei et intellectus), verdad pragmática (ya sea funcionalista o útil en el sentido del pragmatismo o del funcionalismo de Pierce, Dewey, o James, ya en el sentido de la praxis de los marxistas, ya finalmente en el sentido de la teoría concretizada en el instrumento de Bachelard) y la verdad sintáctica (o coherencial, o de la lógica y el sistema), habría que añadir la verdad consensual o social ( ya sea en el sentido marxista o en el de los usos comunitarios del lenguaje de Wittgenstein o en el de la acción comunicativa de Habermas»,

para demostrar que la palabra verdad no es un termino unívoco. Esta intervención se parecerá a la de André Caquot, en el Seminario XVII de Lacan. Aportar otro punto de vista, dejar alusiones, indicadores, para pensar desde otro lugar. 

Antiguo Testamento

Veamos ahora otra posibilidad. Por caminos totalmente ajenos a esta tradición europea, al menos hasta la necesaria traducción a la cultura griega cuando esta fue imperante, el pensamiento hebreo también ocupado en y por la verdad establece su sentido en torno a la experiencia de confiabilidad, fidelidad. Verdadero, verdad es aquello que es confiable – aman, emet – algo que se construye en la historia, en la contingencia y que da garantía de la palabra dada en una alianza, en un compromiso, en un vínculo interpersonal justo.

 El pensamiento griego, se plantea la pregunta por la verdad en términos de ser verdadero (ontos on) y a diferencia del pensamiento hebreo, no concibe la verdad como dimensión histórico-temporal; en Grecia se concibe la verdad, prescindiendo del tiempo y la historia, como existencia y ser determinado. La relación entre el ser y el conocimiento constituye el problema fundamental de la cuestión de la verdad para los griegos (Coenen, 1987); así en Aristóteles vemos que la tarea de la filosofía es avanzar a través de la apariencia encubridora hacia el verdadero ser de las cosas (Metafísica, 1003 a 21).

El termino griego alétheia se une a verbos de percepción (ver, oír, enterarse de, etc.) por eso la verdad se puede mostrar, enseñar, decir, descubrir. En cambio en el Antiguo Testamento se une a verbos de acción (poiein, hacer, construir). El contrario a alétheia es lo que se encubre u oculta (pseudos) la afirmación falsa que esconde el verdadero carácter de la cosa. Se puede decir que el concepto griego de verdad hace referencia a la realidad manifiesta de lo existente y válido, sean cosas, afirmaciones, virtudes humanas o atributos divinos.

En palabras de Bultmann R. [2] : «Este concepto de verdad surge, pues, sobre la base de una concepción del hombre, según la cual este no recibe su peculiaridad de lo histórico sino de los lóóogoi (logoi) inmutables e intemporales que constituyen su ser y el ser de todas las cosas.» En el Antiguo Testamento la verdad no es lo que se descubre del ser, sino lo que es firme, seguro, sólido, sostiene y lleva activamente. Referida a una afirmación, su ser verdadera (como adjetivo verbal, amen) remite a su confirmación solemne como segura y confiable en el presente y en el futuro. También expresa el descansar del hombre, lleno de confianza en una cosa, en un relato o en un derecho.

En este contexto Veterotestamentario emunah expresa lo firme, lo que se mantiene, pero no en el caso de un objeto sino la situación permanente del hombre o de Dios respecto a otras personas. En este sentido emunah, verdad, significa fidelidad, confianza, lealtad, conducta recta o sinceridad. Por su parte cuando se habla de la Verdad – emunah – de Yahvé, se designa con ello su lealtad a la Alianza que se manifiesta en su actividad en la historia humana; por esto es que se encuentran tan cercanas la verdad con la bondad – hesed – y la justicia – tsedaka -, fidelidad que se apoya en la palabra. La verdad, emunah, es por tanto la decisión y firmeza con la que Yahvé mantiene su palabra y hace que se cumpla lo anunciado por él en la historia. La verdad de Yahvé no se manifiesta por abstracción, a un nivel de abstracción (griegos) de la historia, se manifiesta siempre en la contingencia de los acontecimientos, en la historia humana es que se reconoce a un Dios fiel, se reconoce su Verdad. Eichrodt W. y Von Rad G. [3] expresan con gran claridad las notas diferenciales del concepto de justicia en el pensamiento del Antiguo Testamento y su diferencia con nuestro uso habitual del mismo; lo cual correlaciona de manera importante con nuestro tema actual de la verdad.

Para el pensamiento del Antiguo Testamento tampoco la justicia responde a un criterio formal o norma abstracta o absoluta; no es imparcialidad en la aplicación de la norma jurídica formal, por el contrario, este concepto corresponde a satisfacer los derechos que dimanan de circunstancias concretas muy determinadas. La justicia es, como la verdad un concepto relacional. Por mucho tiempo en occidente quiso leerse el término justicia en la tradición bíblica como si este se relacionara con una norma moral absoluta, fundada en la idea absoluta de justicia (perspectiva totalmente de origen griego).

El error de esos intérpretes consistió en no darse cuenta de que el pensamiento hebreo «no juzgaba la conducta según una norma abstracta, sino de acuerdo con la relación comunitaria del momento en la que el socio debe dar muestras de su lealtad [4] «; cada ser humano se mueve en variados contextos de relaciones comunitarias y cada una lleva en sí su propia ley. La misma justicia de de Dios no es una norma sino actos, actos salvíficos, en los cuales su justicia se revela como fidelidad a la alianza establecida con el pueblo. Los mandamientos no se refieren a una norma abstracta sino a acciones divinas en relación al bienestar del pueblo. «Israel no se consideraba relacionado con un mundo de valores ideales, sino con una actividad divina. [5] No hay referencia a algo que pertenece al mundo de las ideas, con respecto al cual se contrasta la conducta; en este caso estamos en lo relacional, acciones coherentes o contrarias a la relación comunitaria establecida con Dios, al pacto o alianza comprometida por ambas partes. 

Por cierto, que también los seres humanos en los que se puede confiar son calificados de «emet«, verdaderos, en tanto sean personas fieles y rectas. En todo caso, en el Antiguo Testamento no se encuentra «emet» unido a verbos de percepción sino a verbos que implican un obrar o experimentar. La verdad para el pensamiento hebreo no es sino que acontece. «Verdad es aquella conducta que cumple determinada esperanza o exigencia, la cual justifica una confianza dada.» [6] Es importante establecer que en esta concepción hebrea de la verdad no solamente se habla de emet en relación al presente sino también en relación al futuro como en el caso de los profetas; la verdad no es algo que se refiere a las cosas ocultas que se develan o descubren – griegos – , sino que verdad es aquello que va a ocurrir en el futuro.

En síntesis [7] ; para el Antiguo Testamento la verdad no es un concepto ontológico, sino de relación.

«Verdad no afirma de un ser-en-y-para-si, sino un estar-firme o seguro en cosas, objetos, personas o Yahvé mismo. La verdad no es abstracta, acontece más bien de modo contingente… algo que se realiza, que acontece… El Antiguo Testamento no conoce la cuestión epistemológica de los griegos: ¿qué es la verdad? En lugar de esto, implícitamente se pregunta por lo seguro que da estabilidad a la existencia»

Citando a Koch, Link [8] compara el pensar griego con el Antiguo Testamento: «Por lo que respecta a la cuestión de la verdad, aquí (en el pensamiento griego) domina la physis, la naturaleza siempre igual a si misma; allí (en el Antiguo Testamento), en cambio el fluir contingente de la historia; aquí el conocimiento absoluto, allí la acción basada en la confianza». 

 No obstante, el texto hebreo es vertido en griego, por la necesidad histórica de un pueblo en la diáspora y ya helenizado, en un momento en que muchas comunidades judías no hablaban el hebreo y sí el idioma del universo mediterráneo, el griego. En la traducción de los LXX , siglo III a.C., en la cual se utilizan preferentemente los términos alétheia y pístis, para referirse a emet y su variantes, se debilita en muchos casos la conexión entre verdad e historia, esencial para el pensamiento hebreo, y se priva del carácter relacional del concepto para trasformarlo en una dimensión absoluta de la divinidad. Al realizar esta traducción, usando los términos alétheia y pístis, la conexión lingüística entre verdad y confianza no puede mantenerse y por lo tanto, forzosamente se rompe. «Con ello la verdad queda objetivizada y la fe subjetivizada. [9] » 

De todos modos hay que hacer notar que por medio de esta misma traducción de los LXX se introduce en el lenguaje griego un planteamiento totalmente ajeno a él; «hacer verdad – alétheian poiein – algo desconocido en la tradición griega, ya que pasamos de los verbos perceptuales a los de acción. 

Nuevo Testamento

En el cristianismo la situación de nuestro tema es algo más compleja. Los textos que poseemos del Nuevo Testamento están escritos en griego y las palabras relativas a la verdad aparecen en 183 pasajes, en los cuales más de la mitad (103) utilizan el termino alétheia. A su vez es un tema que prácticamente no se toca en los sinópticos – solamente Lucas pone en boca de Jesús el tema una vez, 4; 25 – pero tiene importancia en Juan, en Pablo y en las cartas pastorales.

Pablo toma elementos tanto de la concepción griega de la verdad como de la hebrea, lo cual no resulta sorprendente en la medida en que su formación la realizó tanto en Tarso como en Jerusalén, y desde siempre participó de ambas culturas. Al uso lingüístico griego en Romanos 2:2 dice por ejemplo «de acuerdo con la verdad» (kata alétheian); no siendo demasiado numerosos los textos en que utiliza esta modalidad.

En lo referido al uso del concepto hebreo de la verdad como fidelidad o lealtad, así como en cuanto confirmación de lo dicho por los profetas o de que la verdad ha de ser realizada lo encontramos repetidas veces en Corintios y Gálatas.

El aporte paulino consiste en una tercera versión del sentido del término verdad en referencia a la relación de verdad y persona de Jesús-Cristo, mensaje-revelación de Dios en Jesús-Cristo. Bultmann en Romanos 1; 18-25 ha realizado un análisis de la verdad en Pablo como la realidad creadora de Dios (v.19) y una perspectiva en la cual no acepta la verdad como contemplación al modo griego, sino como acción de obediencia a la divinidad.

Por su parte en Juan, el concepto cristiano de verdad ha encontrado un lugar especial en la historia de esta tradición. Link [10] define la postura de Juan de la siguiente manera:

«En la concepción joanea de verdad se conservan el concepto griego de alétheia como realidad desvelada o patente del ser, y el concepto veterotestamentario de emet como firme seguridad, y ambos combinados para formar una nueva e inseparable unidad. Y el carácter inconfundible de esta peculiar concepción de verdad está en que Juan ya no sólo relaciona, como hiciera Pablo, el concepto de verdad con Cristo, sino que lo identifica con él».

La verdad tiene en Juan un carácter personal histórico y de acontecimiento; se descubre la realidad divina mediante un acontecimiento histórico «Yo soy el camino la verdad (manifestación-lealtad) y la vida» 14.6, «El amor y la verdad (lealtad) se hicieron realidad (egeneto) en Jesús-Cristo»1: 17.

Ante la pregunta platónica de Pilato «¿Qué es la verdad»18.38, la respuesta fue antedicha, pero no comprendida: en Jesús-Cristo la divinidad se ha pronunciado, la presencia histórica de Jesús tiene calidad de revelación, en él está presente la verdad divina, él es el lugar histórico de la verdad. Camino inverso al platónico, en vez de volatilizarse la verdad en un mundo de ideas invisibles, se concreta en la vida inmanente e histórica. Pilato preguntaba por un «que», la respuesta de la tradición cristiana es que estaba ante la verdad en persona; la palabra hecha carne. La verdad en esta tradición no se agota en un problema de proposiciones sino en un problema de sentido; más que un «qué» es la verdad se remite a «quien» es la verdad; a un vivir en la verdad como lealtad y firmeza en forma contingente e histórica. Por tanto el problema de la verdad pasa por una ética de veracidad, la vida en la verdad; que implicaría el seguimiento de ese hombre-dios en quien se realiza la verdad.

 ¿Que tiene de especial ese hombre-dios en quien se realiza la verdad? Parece ser ante todo en un no-saber, en la experiencia de la debilidad, en la búsqueda de hacer la voluntad de un Dios, verdad-lealtad-firmeza. Un Dios interesante; aunque todopoderoso y omnisapiente renuncia a su todo-poder y todo-saber para cumplir con su palabra dada; no puede obligar al hombre. Es más ni siquiera puede intervenir para apoyar la interpretación correcta de la Ley realizada por Rabbi Eleazar, como nos lo relató ayer el Dr. Levi: Cuenta el Talmud que en una discusión acerca de lo kosher de un horno, Rabbi Eleazar solicitó el testimonio de Dios para confirmar su correcta interpretación pero aunque el mismo Yahvé se hizo oír, los rabinos presentes no aceptaron su intervención porque entonces Yahvé faltaría a su palabra de dejar al hombre hacer esta tarea. La Palabra queda independizada del mismo Yahvé y es trabajo del ser humano analizarla.

Un hombre-dios en quien no encontramos ninguna enseñanza o doctrina novedosa. Todo lo que enseñó remite a profetas y rabinos, como Hilel, anteriores a él.

Un hombre-dios cuyos hechos extraordinarios -milagros- no satisfacen ni a los mismos creyentes teólogos-historiadores contemporáneos como Meier. 

Conclusión

En un encuentro entre el problema filosófico y el psicoanalítico en torno al tema de la verdad parece que la contrastación con la tradición judeocristiana, al menos, da para pensar. 

El psicoanálisis se ha visto ajeno, alienus, al discurso universitario acerca de estos temas por su misma estructura de operación y por su temática. Los intentos de acercamiento han academizado el discurso psicoanalítico o han puesto en dificultades al discurso académico. Lo específico del quehacer, de la constitución de un campo analítico ha escapado al trabajo epistemológico en filosofía y en los mejores casos hemos presenciado cercanías asintóticas. Hacer filosofía sobre o desde el psicoanálisis es tan impensable como tomar la filosofía como sujeto analítico.

En este trabajo solamente presentamos la posibilidad de otra línea de reflexión; desde ese amor a la verdad, que como decía Lacan en el Seminario XVII, se origina en la falta de ser de la verdad. Hoy agregamos que para la tradición judeocristiana la verdad no remite al ser sino al ex -sistir, al quien, no al qué. 

Para Lacan, también, referido al Saber el discurso acerca de la Verdad solamente se presenta como un semi-decir; en relación con la lealtad, la firmeza, la alianza interpersonal quizás sea posible solamente semi-discernir, a medias señalar diferencias; no es descifrable. Desde aquí la verdad esta más cercana a la falta, es también hermanita del goce, porque hasta el mismo Dios es el Padre y «El Padre es aquel que no sabe nada de la Verdad».

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[1] Dios Habla Hoy – La Biblia de Estudio, (Estados Unidos de América: Sociedades Bíblicas Unidas) 1998.

4 (Exegética, 153); citado por Link, H. G. «Verdad», en Coenen et alia. «Diccionario Teológico del Nuevo Testamento», 1987. 

[3] Eichrodt, pags. 219-228 y Von Rad, pags. 453-468

[4] Von Rad, pag. 454

[5] Idem pag. 458

[6] Cfr. Link H.G:, op. cit. pag. 334.

[7] Idem pag. 335.

[8] Ibídem  pag. 335.

[9] Ibídem pag. 336.

[10] Op. cit. Pg, 339.