Jaime Gonzalez Martinez de Escobar

¿Se puede hacer música después de AUSCHWITZ? ¿Escribir poesía es un acto de barbarie después de Auschwitz, como dijera Teodoro Adorno? ¿El arte y la belleza son ajenos a las atrocidades humanas? ¿Es posible el psicoanálisis cuando el horror y la violencia se han normalizado hoy día?

Con estas preguntas enlazamos arte, poesía, música y psicoanálisis con el horror  y la violencia. 

Que el arte, la poesía y el psicoanálisis estén enlazados, lo sabemos desde Freud. No así la música, para la cual el fundador del psicoanálisis confiesa su resistencia y el mismo Lacan refiere que quizás valga la pena hablar de ello, pero… “más adelante”. Nunca lo hizo. Cosa que no deja de extrañarnos, pues es indudable que la música está ahí desde siempre en el ser humano, desde que nace, a ella recurre, muchas veces sin saberlo, el mismo sujeto -ese del inconsciente lacaniano, ese que concierne al psicoanálisis- cada vez que hace frente a un acontecimiento. Vemos por ejemplo, hoy día como frente a un acontecimiento como la pandemia y el encierro, se recurre y se comparte en las redes, el hacer música.

La gente canta, baila, desde el propio encierro o desde los balcones de su casa para el otro. Circuló un video muy conmovedor de un tenor cantando el Nesum Dorma de Turnadort de Puccini en el patio de un hospital para llevar alivio a los pacientes y estos emocionados le aplauden desde las ventanas de sus cuartos.

Vimos también una fotografía del periódico La Jornada; en donde los famosos Topos, rescatistas mexicanos, se emocionaron al rescatar a una anciana en Haití, quien después de siete dias atrapada y cubierta todavía de polvo no hacía otra cosa que; cantar.

La mujer que narra Esther Cohen en su libro Los Narradores de Auschwitz, sube al tren de los condenados, siempre cantando.

Un combatiente de la revuelta polaca Judía, escribió en su diario:

Los Judíos no lloraron, no gritaron, 

se enfrentaron a la muerte con dignidad. 

Entonces empezaron a cantar:

“¡Shma Israel!

EL PODER DE LA MUSICA

Este es el poder de la música que nos muestra; Monteverdi en su Ópera: Orfeo & Eurídice: “Hace felices a los tristes y tristes a los felices”. “Adormece y convence a los dioses”.

Al acompañar a Jasón y los argonautas en busca del vellocino de oro, Orfeo hace acompasar sus remos a un  ritmo tal que logran sobrevivir a la furia de Poseidón. Vence a las sirenas también. El arte apolíneo venciendo al dionisiaco, si nos ponemos muy Nietzchenianos.  

Continua la música: “A los pájaros los detiene en sus ramas” “Al rio calla,

y a la brisa somete”

Pero también sabemos era fiel acompañante de Hitler, quien gustaba de la música. Desde luego de la música alemana, principalmente de Beethoven y Wagner.

Goebbels el encargado de la propaganda Nazi, sabia del poder de la música sobre las masas, la centraba en las emociones y organizaba espectaculares paradas militares con marchas y cantos.

Himmler, jefe de la SS, constructor y supervisor de los campos de concentración en donde murieron más de 15 millones de civiles, disfrutaba de tocar el violín.

Heydrich, su subalterno, director de la Gestapo y de la Oficina de Seguridad del Reich, llevaba como segundo nombre Tristán, en honor del Tristán de Wagner, ya que su padre era compositor y cantante de ópera. Él mismo amante de la música.

La SS organizaba bandas en las ciudades y pueblos ocupados. Hemos visto en documentales y películas, su gusto por los cafés y cabarets musicales

Sabemos por relatos de sobrevivientes, que la música, ocupaba un lugar destacado en los centros de exterminio nazi y en los guetos. La música, nos dice Primo Levi, acompañaba los asesinatos masivos. La voz de Lager le llamaba: 

“Para aniquilarnos primero como hombres 

para luego matarnos más lentamente”

En los campos se escuchaba Schubert al piano después de llevar a cabo la matanza de cientos de judíos.

Quizás Elías Canetti, tenía razón al decir que: “Es la maldad de los hombres lo que los hace aficionados a la música”  Y agrega;  “(…) Un criminal sabría como consolarse si le dieran a oír la música adecuada. Mientras suena la música todos los valores y todos los juicios son distintos

El poder de la música, tiene un efecto similar al de la droga, lo mismo alivia el dolor, que incita a la violencia. Entonces parafraseando a Adorno: ¿hacer música después de Auschwitz también sería un acto de barbarie?

Tropicalizando el horror: ¿escuchar, componer o bailar al ritmo de los narcocorridos es un acto de barbarie? ¿Ya no se podría escribir poesía después de escuchar al “pozolero” narrar orgulloso como disuelve en sosa caustica a las víctimas de la guerra del narcotráfico para desaparecerlas?

¿O cuando sabemos de la vejación de los cuerpos de los niños para traficar con sus órganos? ¿O las muertes en Siria, o la de los migrantes desesperados por encontrar una vida digna fuera de sus países? Esa vida que dice Agamben que no es sino una vida nuda, una vida que alguien ha decidió que no merece ser vivida.

¿A qué se refiere Adorno, con esto que estamos nosotros extendiendo al arte, a la música y al psicoanálisis frente al horror, como un acto de barbarie ante estos acontecimientos? O formulando su pregunta tal y como se propago más popularmente:

¿Es posible escribir poesía después de Auschwitz?

Algo similar ocurrió en México con el poeta Javier Sicilia quien ante el asesinato de su hijo expreso que no volvería a escribir poesía. ¿Cabria interpretar este acto solamente como un acto de protesta ante la incapacidad del estado, de las naciones o, digámoslo, de la humanidad entera para detener la violencia? El mismo Sicilia lo expresa así.

«Cuando matan a mi hijo, entendí qué es Auschwitz. 

No es un asunto de números, es de intensidad.

Y México es Auschwitz: 60 mil muertos (En ese momento 2012, ahora se cuentan del 2006 al 2021 más de 350 000 y 72 000 desaparecidos), las decapitaciones, el lenguaje de los políticos, la degradación de la lengua… 

no me alcanza la lengua para poder seguir escribiendo poemas, son para mí la forma más sagrada. 

No tengo la altura de Celan; no tengo su talento y sí tengo una lengua envilecida con la que no me da para lo que tendría que escribir. 

¿Será entonces que la palabra no alcanza para dar cuenta del horror y que por ello no se puede escribir poesía? O siguiendo a Walter Benjamin, ¿será que la historia toda es un desastre, un acto de barbarie?

Nos dice Rodrigo Zuleta que el propio Adorno matizará la frase, después de leer los poemas de Celan,  diciendo que:

“(la poesía) debe ser de tal manera que con su sola existencia no se entregue en los brazos del cinismo”

Es importante resaltar este matiz que pone Adorno, para no caer en los lugares comunes como: “No hay palabras para explicar este horror”

 o “hay que ver hacia adelante”  o ante la realidad actual, decir simplemente: “ya todo en el mundo es Auschwitz”,  pues se corre el riesgo de que Auschwitz pase a ser solo un accidente de la historia y que la violencia que vivimos pase a normalizarse, como un hecho cotidiano de la vida.

Ciertamente Adorno muchas veces titubea e intenta matizar su frase y llega a decir que cualquier forma de poner en imágenes, aunque sean musicales, el sufrimiento de las victimas es una forma de traicionarlas y más aún si son interpretadas por aquellos que provocaron los horrores del Holocausto o incluso disfruten ellos como espectadores. En cierto modo se banalizaría el mal. 

Muchas personas se preguntan ¿Como se puede disfrutar de obras que surgen de la maldad y del sufrimiento? Por ejemplo, hablando del cine, y del Holocausto,  las películas como la de Roberto Bellinni de La Vida es Bella, o La Lista de Shindler de Spielberg, o La Decisión de Sophie, de Pakula, que representan el genocidio judío, y después ver como son galardonadas en medio de la frivolidad de una fiesta al estilo Hollywood.

Ciertamente existe una enorme responsabilidad de la palabra emitida frente a la violencia y el horror, lo mismo en la poesía, que en la música, que en el arte en general y no lo es menos, digámoslo ya, en la práctica psicoanalítica, ya sea pensando en  Auschwitz, intentando buscarle un sentido a lo ocurrido en el corazón mismo de la civilización europea, o en la experiencia Psicoanálitica; un sentido que apunta al corazón mismo del cuerpo humano, que lo sabemos es un cuerpo hecho de palabras.

O bien, su lugar lo ocupe el silencio como un mecanismo de resistencia y salud mental, evitando una segunda muerte. Un duelo imposible o interminable

De cualquier manera, lo peor sería considerar estos hechos como derivados de una psicopatología, de actos propiciados por unos locos, aislándolos de su responsabilidad; propia y de una responsabilidad que nos involucra a todos como sociedad. Caer en la trampa de una catarsis demasiado rápida y asumir el costo del olvido, desconociendo que el infierno está en la propia tierra, en la sociedad y en la condición humana.

Tal y como descubriera, para sorpresa y escándalo de la sociedad de su tiempo, Hanna Arendt; el hombre que tuvo a su cargo matar a mas de 15 millones de personas, no era un monstruo, ni un loco, sino un hombre como cualquiera. Un burócrata que solo cumplía órdenes superiores. Digámoslo brutalmente, Eichmann es un semejante, un hombre como uno. Es decir que uno mismo podría ser ese  “no monstruoso”. Ese monstruo que Woddy Allen, describe muy bien como el peor de todos: 

Aquel cuya mitad del cuerpo es la de un hombre

y su otra mitad… 

¡!también!!.

La psiquiatría después de varios estudios llega a la conclusión  que no había en Eichmann, nada fuera de lo normal. Eichmann cumplía con suma eficacia su trabajo.

Lo mismo sucede con los sicarios mexicanos cuyo trabajo de matar a cambio de un sueldo; “es como cualquier otra chamba”. 

Sin embargo, con Lacan, lo sabemos, esto no se queda únicamente ahí, detrás de ello siempre hay un goce.  Un plus, un plus de obediencia, de docilidad… un plus de goce. Es decir, que ni lo simbólico, intentando dar cuenta de una lógica burocrática, acompañada de la ciencia moderna, de la razón, de la eficacia, en donde solo se cumplen órdenes superiores; ni la pantalla encubridora en el registro de lo imaginario de hacerlo por el bien superior de la raza y en donde acabar con los judíos por un bien  superior, es tan solo “un daño colateral”. Un mal necesario.  Repito ni lo imaginario, ni lo simbólico que permiten al sujeto mantenerse a distancia de los horrores en los que participa, nos dice Ziseck, son suficientes para explicar el horror, sino que hay un plus de goce, un goce Otro, un goce oculto, que no alcanzan a cubrirse, ni por lo imaginario, ni por lo simbólico, sino que está en el registro de lo Real. Un goce que no se limita con acabar al otro, sino que… se puede orinar en la cabeza de una anciana judía, pegarle un tiro en la cabeza a un hijo frente a sus padres, o como lo mostraron las humillantes fotografías de Abu Ghraib en Irak por parte de la CIA, acabar con la dignidad humana. Aunque, sabemos todos, que ni los agentes estadounidenses, ni la judicial mexicana torturan, lo que ellos hacen, nos dicen,  es “obtener información”.

Al otro se le puede descabezar y colgar en los puentes del periférico 

o hacerlos pozole, o comérselos como se dice del “Lazca”; jefe de los “Z” 

o… acompañar a las victimas con música rumbo al horno crematorio, pues finalmente “los de la SS, eran gente civilizada y culta” y es solo que estaban obligados a hacer cosas desagradables, pero necesarias”.

O la contraparte, hacer, escuchar, música o poesía, cuando el dolor es insoportable, cuando se siente vergüenza de haber sobrevivido cuando el otro no pudo hacerlo. ¿es un hecho de barabrie?

Dice Javier Sicilia:

“Siento vergüenza de estar vivo”

“ La misma vergüenza que narran los sobrevivientes de Auschwitz”.

Primo Levi dice que no tiene culpa de vivir, sino vergüenza de haber sobrevivido a costa de los otros que sí murieron.

El hecho es que después de Auschwitz, se hizo poesía, y también se hizo música.

ARNOLD SHOENBERG, 

UN SUPERVIVIENTE DE VARSOVIA (1947)

Arnold Shoenberg, compuso en 1947 su obra: Un Superviviente de Varsovia, en donde narración y texto juegan un papel importantísimo al igual que su música dodecafónica, que no por serlo deja de emocionar e impactar a quien la escucha. No es sencilla, incluso en su estreno fue necesario repetirla.

Y se repitió porque alguien pregunto al terminar ¿que significa esta obra? El director en respuesta volvió a tocar la obra completa. 

Es decir, enfatizando precisamente, que no hay palabras, no hay razón, para dar sentido a una obra creativa que a su vez intenta expresar el dolor y el sufrimiento, menos si se trata de la música, pues esta encarna el espíritu absoluto.Nuevamente si tomamos a Nietzsche; significando esa unión entre el arte apolíneo; las palabras, la poesía y la narración, y la música, lo dionisiaco, lo inconmensurable, lo enloquecedor aquí llevado todavía a un extremo con la música dodecafónica, para dar origen a la tragedia entendida en toda su belleza y lo insoportable del horror humano.  

En esta obra se narra las dificultades de un sobreviviente para llevar a su memoria el horror de vivir en un gueto. Su voz surge desde las alcantarillas que bien a bien el mismo no recuerda ni como llego ahí, su recuerdo más vivido es aquel en que los prisioneros, al punto de formarse para ir a la cámara de gas, comenzaron a entonar una antigua oración el Shema Yisroel . El poder de la música surge “ya sea para dar esperanza en el más allá después de la muerte o sea para crear un espíritu de unidad”. Así abre la obra: 

No consigo recordar todo.
Debo haber estado inconsciente la mayor parte del tiempo.
Sólo recuerdo el grandioso momento
en que todos comenzaron a cantar como si hubiera estado planeado,
la antigua oración abandonada durante tantos años,
¡el credo olvidado!”

Schoenberg, advierte que esta obra: 

“Es para que los judíos jamás olviden lo que les hicieron”

“Para mí, el milagro que encierra esta historia es que toda esta gente que durante años habían olvidado que eran Judíos,

de repente, enfrentados a la muerte,

recordaron quienes eran”

También el recién fallecido Mikis Theodorakis, el de Zorba el Griego, puso música a unos poemas de Iakovs Kambanellis sobreviviente del campo de concentración de Mauthausen, considerada como la más bella música escrita sobre el Holocausto. Fundiendo Eros y Tanatos, cuenta una historia de amor: La balada de Mauthausen

“¿Si hay un Dios en el paraíso,

Dónde estaba, adormecido?

Oh, niños de Auschwitz, 

(…)oh, venid, decidme lo que ocurrió del amor (…)”,

Después de Auschwitz se hizo música, se hizo poesía…

Una fuga es lo que escribe Paul Celan… Fuga de Muerte. 

PAUL CELAN. FUGA DE MUERTE.

También traducida como Muerte en Fuga, haciendo clara e irónica referencia a la fuga musical a esa música barroca cuyo principal exponente es un  alemán: Juan Sebastian Bach.

Paul Celan;  sus padres murieron en campo de concentración y el estuvo recluido en un campo de trabajo en Moldavia. Escribe poesía después de Auschwitz, narra la vida en esos campos de concentración, recordando que la música y el baile eran parte del ritual macabro. 

“Grita ustedes caven más hondo en la tierra

los demás canten y toquen

(…)ustedes entierren las palas más hondo los demás sigan tocando para el baile”

Las tumbas las cavan los mismos judíos, lo que justificara quizás el silencio después de Auschwitz de muchos de ellos que estaban asignados no solo a esas tareas, sino a recoger los cadáveres, muchas veces de amigos o hasta de sus mismos familiares; guiarlos hacia los hornos, recoger sus ropas y clasificarlas. Comander se les llamaba.

«(…)silba a sus judíos caven una tumba en la tierra»

“Negra leche”, oxímoron racista, leche blanca de mujer rubia y blanca, convertida en oscuridad, leche negra que beben los prisioneros día y noche. 

«Negra leche del alba te bebemos de noche

te bebemos en la mañana y al mediodía 

te bebemos por la tarde bebemos y bebemos»

Cavan una tumba en el aire, que les ofrecerá finalmente un lugar más digno, más libre y menos estrecho que en las barracas

«(…)cavamos una tumba en los aires donde no hay opresión

Y sí, solo un poeta puede narrar el horror aunque su escrito sea un acto de barbarie, como dice Adorno. Ahí en donde la muerte es un Maestro Alemán… de ojo azul, un maestro que  hace sonar los violines, para que tengan una tumba en las nubes. Una música que se evoca ante el horror. Una música a la cual aunque Wagner insistiera que le es negada a los judíos, sabemos que no es así, y que es parte de su vida y que jugó un papel preponderante para mitigar el dolor en su encierro.

Una música, en contraparte, utilizada por el «Maestro alemán» emisario de un mensaje perverso: acompañar con música la muerte misma de sus víctimas, el «Maestro alemán», no quiere en su campo solo judíos tristes y muertos, “también quiere judíos que alegren el campo”… un “acto de humanidad” en todo su sentido. Propaganda perversa, que se abre al teatro, música, pintura y hasta prostíbulos en esos campos. 

Así Celan, crea una vertiente sarcástica a la vida en esos campos del horror; divertir y divertirse.  Lo cual es efectivamente un acto de barbarie.

PRIMO LEVI

SI ESTO ES UN HOMBRE

Primo Levi, hace otro tanto y no cuenta la muerte, sino la vida en los campos de concentración. Desde luego si es que se le puede llamar vida a lo que cuenta en su libro: “Si esto es un Hombre”:

“Imaginemos ahora un hombre a quien,

además de a sus personas amadas,

se le quitan la casa, las costumbres, las ropas, todo, 

literalmente todo lo que posee: 

será un hombre vacío, reducido al sufrimiento y la necesidad, falto de dignidad y de juicio, 

a quien lo ha perdido todo fácilmente le sucede

perderse a sí mismo;

hasta tal punto que se podrá decidir sin remordimiento su vida o su muerte prescindiendo de cualquier sentimiento de afinidad humana;

en el caso más afortunado, apoyándose meramente en la valoración de su utilidad.

Comprenderéis ahora el doble significado del término

«Campo de aniquilación», 

y veréis claramente lo que queremos decir con esta frase: 

yacer en el fondo.

Primo Levi, fue sobreviviente de Auschwitz,  pero sobrevivir no es condición para superar el dolor, sobrevivió para contar, pero no le fue suficiente: Él, Paul Celan, Amery y muchos otros, que escribieron después de Auschwitz terminaron suicidándose. Con su acto quizás conceden la razón a Adorno, que no es posible escribir poesía después de Auschwitz. O por el contrario; es llevar la poesía a su límite. Celan decía…

“(…) el poema muestra, 

y eso es indudable, 

una tendencia a enmudecer”

Eso llevado al extremo es el suicidio. Al silencio total, frente a la imposibilidad de significar lo indecible.  La Pulsión de Muerte se hace presente en lo Real. La poesía, la música y agreguemos el psicoanálisis, persiguen algo que esta mas allá de la palabra y de la representación. Que bordean el límite.

Eso de lo que no se puede hablar, no porque la censura pública o el pudor lo impida, sino por el hecho de ser sujetos del lenguaje. 

Así deconstruyen la realidad para mostrarnos lo real imposible y  desmaquillar el cataclismo y el horror subyacente creando algo nuevo en donde antes no había nada. Tan solo un vacio, un silencio.

Por ello el arte: hacer poesía, hacer música,  pasar por la experiencia psicoanalítica, es crear, no descubrir algo que fantasmagóricamente se piense que ha estado ahí, sino… CREAR ALGO NUEVO EN DONDE ANTES NO HABÍA NADA. Como el arquitecto que construye en el espacio vacío, 

como la música que irrumpe en el silencio, como la palabra que borda lo real, lo inconsciente en el análisis.

Ese gran vacío, que deja la muerte, el horror, la pérdida, que es vacio puro. Puro Real. ¿Es posible escribir lo Real?… ¡No¡ respondería Lacan, pero… lo Real es aquello que no deja de no escribirse. 

Es lo imposible de significarse, la repetición constante, quizás por ello el suicido, el silencio definitivo fue la apuesta de Celan, de Primo Levi, de Amery.

Y es que como sujetos del lenguaje no podemos más que hacer metáforas, para desesperación de Susan Sontag, y su libro La Metáfora de las Enfermedades, quien en sintonía con la pregunta de Adorno, nos invitaría a que se evite hacer metáfora de las enfermedades y enfrentar la enfermedad como tal.

Independientemente de que la enfermedad misma para el psicoanálisis es una metáfora, la invitación de Susan Sontag viene a cuento para que no se nos olvide precisamente la responsabilidad que evadimos con ciertas metáforas. 

Por ejemplo; al decir que estos acontecimientos, COVID incluido, son producto de la neurosis o de la locura, o son designio divino, pues eso no hace sino ocultar la responsabilidad subjetiva y la responsabilidad social, sea en la destrucción del plantea o en  la propia autodestrucción sin hacernos cargo de la pulsión de muerte freudiana.  

O, centrandonos en nuestro tema; cuando al mismo Primo Levi, le dicen que a él lo eligió la Providencia para sobrevivir y (poder) escribir su testimonio, eso le parece algo intolerable para sí mismo:

“Era algo monstruoso

(…) que (yo) pudiese estar vivo a costa de otro, 

que podría haber suplantado a alguien, 

es decir, en realidad haber matado a alguien”.

Y es que ciertamente goza, quien testimonia, goza quien recuerda, goza quien escucha, goza quien escribe, quien compone música, goza quien analiza. Goza de eso que, incluyendo al psicoanálisis, no se quiere saber. 

Pasión por la ignorancia dice Lacan. Del sinsentido como lo es Auschwitz.

LA RAZON

Quizás hay una pregunta anterior a la de si es posible hacer poesía después de Auschwitz y es esa otra pregunta que todo mundo se hace;

 ¿Cómo es posible que en el país más civilizado, más culto, más avanzado, haya sido en donde este horror se produjo? El país en donde la razón triunfó, con el iluminismo de sus más ilustres pensadores como Kant.

Es precisamente Adorno junto a Max Horkheimer, – también de la Escuela de Frankfurt, escribieron La Dialéctica del Iluminismo en 1947, exiliados ambos en California precisamente por ser judíos-  en quienes, nos dice el filosofo Jose Pablo Feinmann, podemos encontrar una respuesta interesante proponiendo que la razón, esa que se pensaba desde la Revolución Francesa que el hombre alcanzaría la plenitud, el progreso, la plenitud, la felicidad, que sería el camino de emancipación del hombre… esa es la que llevo a esta barbarie.

Por medio de la razón es que se había llegado a los horrores de los años 40´s con el holocausto y nazismo alemán.  Esa racionalización de la burguesía capitalista,. Es ese hecho racional, el que conduce a Auschwitz. El genocidio no como una carnicería, sino como un acto administrativo. Pero no ajeno al goce, agregaríamos nosotros.

Es decir Auschwitz, para Adorno y Horkheimer no es un hecho irracional, sino todo lo contrario es producto de la razón instrumental del hitlerismo, del dominio sobre los hombres y la naturaleza. Nuevamente eso que Hanna Arendt pone en evidencia con el caso Eichmann, en donde el asesinato de millones de judíos se vuelve un trabajo burocrático. 

Es la Razón la que gobierna sus actos. La razón instrumental; hacer las cosas científicamente y con eficacia, sin preguntarse el PORQUÉ, sino solamente el COMO hacerlo.

El fenómeno Auschwitz se vuelve un hecho racional, razonado eficaz y eficiente. Es decir, la maldad no está del lado de lo irracional sino de lo racional. Cuando la muerte de millones de individuos se vuelve precisamente una razón instrumental con el objetivo de “mejorar una raza”, por ejemplo, o para apoderarse de una plaza para cualquier Cartel de las drogas.

El uso de la razón, nos dicen los autores, es un uso que se le ha dado para someter al Otro sean a los hombres o a la naturaleza. 

Pero aquí lo importante, que el hombre es más que la razón. El Hombre también es locura, sensibilidad, erotismo, eso que para el arte, la poesía, la música y el psicoanálisis, ES UN ACTO DE CREACIÓN, NO DE RAZÓN.

Los autores toman el mito de Ulises en la Odisea, en donde el héroe se ve expuesto ni más ni menos que a aquello que escapa a la razón que es la música, en este caso al canto, al canto de las sirenas. El arte dionisiaco.

Ulises desea entregarse al mismo pero la razón, representada por las ataduras al mástil se lo impide. Escuchar esa música, ese canto es perder la razón, enloquecer. La lucha del hombre de la razón contra sus pulsiones, diría Freud.

Un superyó obsceno dirá Lacan que por un lado le prohíbe y por el otro lo incita a dar cauce a su deseo de escuchar el canto de las sirenas. El Hombre común, el hombre racional,  prefiere la seguridad cotidiana al riesgo de la locura, al acceso a un goce desbocado,  sin detenerse a pensar que ambas son parte de la condición humana.

Así se forma la sociedad racional burguesa, con la razón; esa que ata sus pulsiones de placer y su más allá que es el goce. Esta dominación por medio de la razón que sofoca los deseos, lleva su razón instrumental hasta los campos de exterminio de Auschwitz en donde son “racionalmente” exterminados millones de seres humanos”.

DIOS

Y sí… surge esa otra pregunta en el célebre relato de Wiesel, ante el ahorcamiento público de un niño como castigo ejemplar en Auschwitz :

¿Dónde está Dios?

El mismo Primo Levi, dice: 

“si existe Auschwitz, entonces no hay Dios”

Así se da un giro más a la pregunta adorniana: ¿Después de Auschwitz pensar en un Dios totalmente bueno es posible? Preguntas que ya escapan a esta presentación y solo agregaría, tomando a Dostoievski en Los Hermanos Karamazov :

“Si Dios no existe, todo está permitido”

A lo que Lacan, replicará, tomando en cuenta lo que demuestra la historia de la humanidad, que más bien:

“Si Dios existe entonces TODO está permitido”

Para muestra tenemos los crímenes que en su nombre se cometen a diario; sean por el islam, el cristianismo o el judaísmo.

Para finalizar no podemos terminar esta presentación sin poesía:

Ese es de Wolf Biermann (1936, 84 años), cantautor, poeta, disidente  y compositor. Alumno de Bertolt Brecht:

“Cuando mi padre ardió en Auschwitz 

no había ninguna campana de la muerte a la mano. 

Hasta la muerte ya estaba enferma de muerte 

y sobre el campo sólo se abovedaba una demente risa de cadáveres, 

la campana hecha del hedor de carne quemada. 

Sin embargo sigue habiendo poemas después de Auschwitz.

Hay incluso canciones divertidas.

Somos así. 

Nos hundimos por completo y volvemos a levantarnos.”

A lo que yo pregunto ¿“Humano, demasiado humano”? ¿”Compulsión a la repetición”? ¿“Lo que no cesa de no escribirse”?

Tomando la lógica modal de Aristóteles concluiríamos que escribir Auschwitz quizás sea IMPOSIBLE, pero hacer poesía, música y psicoanálisis, 

después de Auschwitz es NECESARIO.