Psicoanálisis y análisis político en México.

 José Eduardo Tappan Merino

          I.- El psicoanalista Jorge Alemán presenta una crítica a los modelos y utopías que basan sus propuestas políticas en ideales totalizadores y unidimensionales, sustentados en la fantasía de que es posible generar una perspectiva integradora de los distintos ángulos de la condición humana, bajo una misma idea de progreso o bienestar. Muestra además el psicoanalista argentino lo fácil que es ejercer un apostolado y proselitismo de estas peligrosas inclinaciones por parte de distintos actores, luchadores sociales, políticos y académicos, ya que en esa fantasía de una ingeniería social en la que los supuestos especialistas en la técnica, la administración, lo sondeos de opinión, las estadísticas etc. pueden dirigir adecuadamente los destinos de una humanidad heterogénea, desigual, pluricultural, para arribar a «un mundo mejor».

            Estas formas de proceder alejan desde la perspectiva de Alemán a la política de lo que podríamos considerar su centro: la poesía. No es una mirada ingenua la de Alemán, todo lo contrario, ya que si buscamos rescatar a la política de las manos de los políticos, para regresarle a la política su condición de relación con lo público, con los ciudadanos, debemos luchar y proteger los beneficiosos sociales, recalcar que no son dádivas de los políticos para con su electorado; vemos lo corrupto de las instituciones y partidos que hacen que los políticos se regodean en sus investiduras con una auténtica desatención de los malestares sociales, sabemos que además lucran con ellos, para obtener beneficios económicos personales, además de perpetuarse en el poder, el dinero que puedan ganar es su más visible preocupación. Lo terrible de esta historia es que a los que consideramos buenos políticos son lo que se han convertido en administradores y burócratas confiables. Sin embargo, los políticos, en cada periodo electoral vuelven la mirada a los electores, a partir de campañas vacías en cuanto propuestas, repletas de demagogia, fotografías de los candidatos sonriendo, para que como productos en una sociedad de consumo puedan ganar el favor de los electores, no hay programas, únicamente promesas, también crean chismes sobre sus contrincantes, pero el pueblo se encuentra perpetuando este malestar al hacerse cómplice de ese juego del libre mercado que llamamos democracia.

            Pensar la política a la luz de la poesía nos permite atraer una vez más los sueños de la humanidad, las consideraciones sobre la justicia, dignidad, igualdad, fraternidad, solidaridad y paz a nuestras formas de vida. Los viejos ideales que contrastan con una programática cortoplacista y sin fondo, sabemos que no por difíciles o imposibles las metas del proceso civilizatorio pueden ser olvidadas o consideradas caducas. El núcleo de la propuesta de Alemán es reconducir a la política al universo de  la poesía,  idea que nace de la crítica a la mirada tradicionalista y eficientista de las maneras en que las luchas por el poder han encontrado sus cauces en las llamadas sociedades democráticas maduras, todo es cuestión de una crítica a las consideraciones del tipo: -así han sido las cosas y de esa manera deben continuar siéndolo-, sin discutir las bases en las que se soportan estas tradiciones y los intereses que hacen que se perpetúen. Podemos pensar que las cosas pueden ser diferentes si dirigimos nuestro análisis y crítica a esos usos y costumbres de la institucionalidad y administración de “la realpoitik”. Se trata de destrabar los mecanismos que impiden el diálogo libre, para permitir que las palabras, y con ellas las ideas, surjan y sean orientadas a partir de la poesía, poesía en su esencial sentido de creación. Es por lo tanto una propuesta crítica y busca restaurar para la palabra una dignidad que los políticos técnicos le han quitado.

            Se trata de llevar la discusión de los temas que nos atañen a todos los ciudadanos a la esfera de lo público, convertir el debate en un ejercicio cotidiano, sacar a la política de las arenas a las que los políticos la han confinado y llevar la luz a las discusiones sobre los problemas públicos en los distintos foros en que se realice. De ésta manera lo que conocemos como “la política” ha sido operada por ignorantes y técnicos que ahora gobiernen el mundo, bajo la idea de que ellos y las instituciones públicas son los que los acreditan, ya que aprenden haciendo las cosas. Tienen demasiado claro lo que suponen deben hacer, pero desconocen los modelos que usan para pensar y actuar lo político, como si se tratara de un tema sobre lo que no se puede decir más. Estas formas de hacer política son escleróticas y no les resta más que seguir lo que es una especie de inercia irreflexiva, debemos incluir al pensamiento crítico, reflexivo, creativo y propositivo como contra punto para discutir y en su caso denunciar a los políticos,  denunciar abiertamente las operaciones que conocemos como realpoitik, esas oscuras negociaciones que crean un conjunto de compromisos generalmente ilegales, pero suponiendo que así deben ser las cosas, como si se tratara de los usos y costumbres de las tradiciones democráticas, mientras que en realidad lo que hacen es aniquilar la parte saludable del sistema democrático. Debemos encontrar una prensa y una ciudadanía que audite, permanente la gestión de los diferentes órdenes de gobierno.

            ¿Quién es el responsable del actual estado de las cosas? Nosotros, todos los que con miedo nos hemos ido acomodando y no ejerciendo la crítica y la vigilancia de la dirección que han ido tomando las cosas, esta forma de no hacer las cosas, es nuestra manera de hacerlas, es decir, reflejan la idiosincrasia del pueblo, en este caso de los que asumimos la moral del rebaño, un síntoma que tiene el nombre del autoengaño. Las expresiones del malestar social son violentas y desarticuladas, con pocos o nulos alcances, más como una reacción inmediatista, que con un alcance mayor o perduradero. En general son capitalizados por grupos o líderes locales que capitalizan el descontento social en su favor. No existen análisis a profundidad de los problemas, no hay una honda reflexión, sino una respuesta pragmática y efectista.

            Todos de alguna manera hemos acordado algún tipo de servidumbre voluntaria, a ese paradigma político que hemos supuesto adecuado, como si se tratara de la inevitable consecuencia de un mecanismo de depuración histórica, que parte de lo bárbaro para arribar a lo civilizado, y que permite, sí seguimos bajo el mismo estado de las cosas, acceder a un sistema político mejor al que se tenía en el pasado y que finalmente resulte más justo. Por lo anterior es que pensamos que la democracia es el mejor de los sistemas, sin embargo, nuestra democracia es una partidocracia que simplemente, piensa que “la cosa pública” es un botín, y que votar implica elegir en el sistema de mercado electoral qué partido es el que nos va a robar, quiénes son menos voraces, quiénes son menos inescrupulosos o corruptos, quienes son menos rehenes de los poderes fácticos y los grupos de interés. A partir de todo esto, es que se opta y se elige entre un partido u otro, un político u otro, no el mejor, no el más hábil, sino que buscamos a aquel que consideramos el menos malo.

       Democracia no es equivalente a justicia o bienestar social, sino que es un asunto de relevos en los puestos públicos. Estar en sociedad es aceptar que así son las cosas, y que más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer, por lo que como nos recuerda Alemán, siguiendo la propuesta de Ètienne de La Boétie en el siglo XVI, que la servidumbre voluntaria es indispensable para estar en sociedad, imperativo que nos hace anhelar estar dentro del grupo, juntos pero no revueltos. Uno debe distinguirse en las escalas socialmente establecidas, para ello existe un mercado que establece las marcas que debemos usar. Sin embargo, esta mecánica de servidumbre legitima al amo y al sistema de dominación, nos recuerda Marx siguiendo a Hegel. Es el siervo quien hace al amo y no viceversa. El dominado es quien permite y elige las diferentes formas dominación.

                   La servidumbre voluntaria fue observada por Freud bajo la perspectiva del síntoma y después por Lacan, pero examinadas primero por Carlos Marx bajo el concepto de: valor, que lo llevó a crear una teoría del valor en su texto mayor: El capital. En él distingue el valor de uso, el valor de cambio, el valor agregado por el proceso de producción, pero la pregunta que subyace es: ¿qué hace que las personas valoren los objetos, los satisfactores? ¿qué es lo hace que le transfieran gran importancia a unos objetos y no a otros?. Podemos distinguir dos mecanismos: el agalmático, y el que constituye el fetichismo de la mercancía, ambas operaciones nos lleva a valorar más unos objetos que otros, que es el caso del dinero, ya que en realidad no es más que otra mercancía. Es evidente que influye la fuerza de estar dentro del grupo, que lleva a querer ser propietarios de productos que transfieren a su propietario reconocimiento del grupo, este reconocimiento es necesario como lo son los espejos para distinguirnos, sin ese reconocimiento nos convertimos en entes anónimos, confundidos con los otros y la angustia sobrevendría, y ese reconocimiento, al igual que Narciso,  nos lleva a ahogarnos en nuestra imagen.

                   Esa convivencia implica cierto tipo de servidumbre nos conduce a pensar que una obra de arte puede costar varios millones de dólares, gracias a que existe un mercado que le asigna ese precio, hay alguien que está dispuesto a pagar el precio propuesto por suponerle un valor, con lo que dentro de su comunidad es posible que se le suponga ese valor. Es una manera en que podemos apreciar la alienación que introduce códigos en nosotros, sistemas de clasificación, valores etc. y si los seguimos, sentimos que estamos en sociedad, que podemos escalar y obtener éxito o descender y ser fracasados. Éxito y fracaso están determinados primariamente por nuestros hábitos de consumo, reconocimiento que nos transfiere la comunidad de siervos, el rebaño excluye o incluye.

            Continuemos con la crítica de Alemán a la idea de igualdad, ya que más que igualdad debemos asumir la diferencia, el derecho a ser diferentes; los criterios de homogenización tienden a crear una servidumbre voluntaria, conlleva la inmovilidad y el estancamiento social, con la aceptación de lo heterogéneo sucede todo lo contrario, los estándares de vida cambian, lo que conforma a los consensos estrictamente existen a partir de sectores de grupos. Esta servidumbre voluntaria que en el extremo encontramos al adicto, (addictus, el esclavo) los que pasan de la servidumbre a la esclavitud. Las reglas sociales y sus instituciones buscan el sometimiento extremo, la dependencia a infinidad de necesidades creadas por la cultura, con la más acrítica actitud en una sociedad de consumo, a la que estorba cualquier tipo de reserva frente a la compra de bienes, y servicios, cualquier crítica.

            La perspectiva de mejorar la forma de vida de las sociedades está asociada a las ideas de democracia vinculada con a la teoría del desarrollo, en la que el bienestar social será efecto de la forma en que los países en vías de desarrollo puedan alcanzar sus metas y su desarrollo sostenido, pensar el desarrollo económico asociado al bienestar social, es como la zanahoria atada a un hilo sujeta frente a la nariz del caballo, para que suponga, pero sólo suponga que al final del camino encontrará la recompensa ambicionada, ideales útiles para el control de los pueblos o de los países tercermundistas, a quienes les hace suponer un bienestar en el futuro, hoy pueden estar mal pero con el esfuerzo de todos mañana estaremos mejor, mañana que nunca llega. Hacían coincidir autoritarismo y falta de democracia como un efecto del subdesarrollo. Lo cierto es que es un análisis que con criterios esquemáticos, la política queda subordinada al desarrollo económico, para lo cual se emplean criterios técnicos, al querer medir un país, por su producto interno bruto, por el desarrollo de su planta productiva y de transformación etc. La CEPAL (Comisión Económica Para América Latina y el Caribe), no agregó demasiado al calificarnos como países en vías de desarrollo, es un criterio igualmente economicista, que por generalizador perdía las especificidades, las cuales son exactamente donde gravitan las diferencias que no podían ayudar a entender. No son lastres como opinan muchos economistas, que consideran ingenuamente que los principales obstáculos para el desarrollo son esencialmente económicos. También hacen descansar la explicación sobre las situaciones políticas actuales por su condición ex-colonial, sin embargo es insuficiente para comprender las enormes diferencias existentes entre estos países con una historia de vasallaje y dominación colonial común. Entonces tenemos que ampliar los parámetros que empleamos para comprender las semejanzas y diferencias entre los países. Creo que podemos continuar nuestras pesquisas que llevan al debate a las maneras convencionales de enfrentar el análisis político siguiendo las propuestas de las perspectivas poéticas y psicoanalíticas.

Mostrar que los ideales de justicia, bienestar, educación, fraternidad, democracia, no están desafortunadamente implicados entre sí, como se pretende suponer.

Bibliografía

Alemán Jorge. Lacan, política en cuestión. Ed. Paidos