Marcelo Pasternac y la transmisión del psicoanálisis[i]

 Luis Tamayo Pérez

 
La mort sucite l’endeuillé à lui sacrifier gracieusement un petit bout de soi; ainsi son deuil le rend-il désirant.
J. Allouch[ii]

En ocasiones aparecen en el mundo personas capaces de cambiar, a veces mucho, a veces poco, el curso de los acontecimientos. Para ello se requiere riqueza espiritual, compromiso y nobleza del alma. Desde mi punto de vista, el Dr. Marcelo Pasternac fue una de tales personas.

Llegado a México desde su natal Argentina, luego de haber realizado una brillante formación académica tanto en su patria como en París (se doctoró en esa nación como psiquiatra) y escapando de la guerra sucia que la dictadura militar estableció contra la ciudadanía argentina, el Dr. Pasternac, gracias al apoyo del Dr. Juan Carlos Plá (como muchos otros psicoanalistas sudamericanos), se estableció en México y muy pronto estableció vínculos con los representantes del ámbito “psi” de nuestra nación. Así, el Dr. Pasternac se incorporó al Círculo Psicoanalítico Mexicano, institución que lo cobijó algunos años hasta que conflictos internos lo obligaron a separarse y, en consecuencia, a formar parte de los fundadores, junto con Miguel Sosa, Hélida Peretti y Estela Maldonado, de l’école lacanienne de psychanalyse (elp).

En aquellos años (inicios de los 80), los cuatro integrantes de la elp organizaron seminarios de lectura de los seminarios de Lacan. Fue en tales años cuando conocí al Dr. Pasternac, es decir, cuando impartía su seminario de psicoanálisis en la clínica San Rafael (donde yo realizaba mi servicio social y muchos de mis amigos asistían a su seminario). Siguiendo su consejo, y después de haberle solicitado análisis, me incorporé al grupo de estudio del Dr. Miguel Sosa, con quién posteriormente supervisé.

Durante muchos años no sólo me habitué al diván el Dr. Pasternac sino que, asimismo, asistí a sus diversos espacios formativos y cárteles de establecimiento de seminarios de Lacan. En consecuencia, son muchos los elementos doctrinarios de los cuales puedo dar testimonio y entre ellos he elegido los siguientes:

  1. “El psicoanálisis es una flor delicada”. Esta es una de las frases que el Dr. Pasternac, durante algunos años, reiteraba cuando podía. La esgrimía cuando había que mostrar que el trabajo analítico presentaba una sutileza peculiar y que era muy sencillo perder el lugar del analista. La indicaba también cuando se trataba de mostrar que no cualquier cosa era psicoanálisis y que no cualquiera podía realizar dicha tarea, en resumen, que el psicoanálisis no era ni psicología ni psiquiatría ni filosofía ni análisis deconstructivo.
  2. La importancia de la asunción del propio deseo: el rigor y el compromiso. Algo que el Dr. Pasternac mostraba continuamente, y con el ejemplo, era el rigor y el compromiso con el propio deseo. Ello lo obligó a convertirse en un lector asiduo e incansable[iii] y en escritor profuso y crítico.[iv] Cuando decidía poner límite a una afirmación incorrecta —como las planteadas por Jacques Derrida en su Mal d’archive[v]— no se detenía hasta generar un texto que lo satisfaciese (y a sus lectores en consecuencia).[vi] Dicho rigor también se apreciaba cuando decidía emprender la tarea de establecer un seminario de Lacan, tarea ardua y complicada, que requiere de un conocimiento profundo no sólo de la lengua gala sino de la obra de Lacan. Era, quizás, en tales ocasiones cuando mejor se apreciaba el rigor y el compromiso con el cual había asumido su deseo de encaminarse por la vía del psicoanálisis.
  3. “La supervisión se realiza con el propio analista”. Otra ocasión de la que puedo dar testimonio respecto al cuidadoso trabajo del Dr. Pasternac fue la ocasión en la cual, en el curso del análisis, se decidió realizar la supervisión con el propio analista. En aquellos años ochenta, en los cuales se consideraba una grave falta realizar la supervisión con el propio analista (se “contaminaba la transferencia”, se decía), varios integrantes de la elp (entre ellos quien era mi supervisor, el Dr. Miguel Sosa, y el Dr. Pasternac) decidieron realizar un coloquio sobre el tema, en el cual fue revisada cuidosamente la cuestión y se mostró que, contrariamente a la opinión generalizada, la práctica lacaniana de supervisión con el propio analista podía presentar beneficios pues, al concentrar la transferencia en una sola figura, facilitaba la caída del Sujeto supuesto Saber hacia el fin del análisis. Tales afirmaciones, en mi caso al menos, no puedo sino reconocerlas como perfectamente válidas. Además, me pude percatar de que, con ello, se resolvía otro problema derivado de realizar la experiencia con dos personas distintas: en los años en los cuales tenía supervisor y analista diferentes ocurría que, cuando estaba con el supervisor y hablaba de un caso específico, invariablemente la reunión concluía que el momento en el que se apreciaba que mi incapacidad para leer o decir lo que era menester en la ocasión derivaba de elementos propios inanalizados, razón por la cual, el supervisor no podía sino interrumpir la reunión e indicarme que ese punto era algo que debía tratar en mi análisis… pero, una vez ahí, en mi siguiente sesión, simplemente… lo había olvidado. Recordaba que había algo importante que tenía que hablar, pero mi obnubilado inconsciente lo excluía de mi memoria. Este elemento particular, una vez que realicé la supervisión con mi propio analista, dejó de ocurrir simplemente porque cuando se llegaba a un elemento donde mi propia locura me impedía la escucha… pues simplemente pasaba al diván a analizarlo y, por ende, la posibilidad del olvido quedaba fuera del panorama.
  4. La generación del deseo en el juego de la transferencia. Del Dr. Pasternac también aprendí lo loco e impredecible que es el juego de la transferencia, la importancia de saber dejarse llevar por la palabra, intentando limitar al máximo los propios anhelos, confiando en lo que el Otro hace pensar, hace decir, hace hacer. El psicoanálisis es acto, es práctica y muy, muy poco, teoría. Y una práctica muy sutil, “una flor delicada”, como citaba hace poco. Ese cuidado, esa sutileza, era algo que, el Dr. Pasternac me enseñó a apreciar.
  5. La cuestión del método. A mediados de los 90’, en esos años en los cuales el seminario que se realizó en estas instalaciones comenzaba, el Dr. Pasternac me solicitó exponer el texto “Éclats de clinique” de Bernard Casanova.[vii] Esa indicación, que no se detuvo en la mera exposición del texto, me ha hecho encaminarme no sólo en la dirección del cuestionamiento de la psicopatología (una “inyección de psiquiatría” en el psicoanálisis que le hace perder, en múltiples ocasiones, el rumbo, tal como indica Casanova) sino en la dilucidación del método propio del psicoanálisis, uno que lo diferencia claramente de la ciencia y la filosofía.

Un psicoanalista no opera como el científico, es decir, como un sujeto de conocimiento que describe y experimenta con un objeto, ni tampoco como el filósofo quien, partiendo de la universalización de su posición, puede pretender conocer la totalidad gracias a la introspección. El psicoanálisis opera con un método donde el analizante es sujeto y objeto de una investigación que realiza ante un tercero, su psicoanalista. Este método se encuentra en la base de toda formación analítica y el impulso para darme cuenta de ello lo debo, de nuevo, al Dr. Pasternac.
 
Conclusión
Marcelo Pasternac fue un feacio de nuestro tiempo. Recordemos que los feacios fueron un pueblo mítico cuya escucha, según la Odisea homérica, permitió a Ulises, luego de múltiples pesares (la guerra de Troya, la errancia por las islas mediterráneas) recuperar su nombre y volver a su patria cubierto de parabienes (mayores, indica el texto, que los que obtuvo como botín de guerra), razón por la cual el vengativo Poseidón los condenó al exterminio.
Marcelo fue un feacio para muchos de nosotros, uno que nos ayudó a encontrar nuestro camino, escuchando, permitiendo, limitando, poniendo el ejemplo de la crítica rigurosa y el pensar preciso. Sirva este pequeño escrito como un reconocimiento y agradecimiento a su labor.
 
Cuernavaca, Morelos, 15 de diciembre de 2011

[i] Conferencia presentada en el Homenaje a Marcelo Pasternac realizado en el Campus Ciudad de México del Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de Monterrey, el 15 de diciembre del 2011.
[ii] La muerte suscita al deudo a sacrificarle graciosamente un pedacito de sí; así, el duelo lo hace deseante. Érotique du deuil dans le temps de la mort seche, Epel, Paris, 1995, p. 327.
[iii] ¿Qué otra cosa puede derivarse de la lectura de su ensayo: 1236 errores, erratas. Omisiones y discrepancias en los Escritos de Lacan en español (Epeele, México, 2000)?
[iv] Un claro ejemplo de ello es la magnífica digresión sobre el ensayo “De mauvaises bons mots” de Alain Chevrier (Nervure, 3.04.1988) presentado en la introducción a la traducción que realizó, en colaboración con su esposa Nora, del Hola… ¿Lacan? Claro que no de Jean Allouch (Epeele, México, 1998).
[v] Derrida, J. (1995), Mal d’archive, Galilee, Paris.
[vi] Pasternac, M. (2000), Lacan o Derrida, Epeele, México.
[vii] Littoral 42, Epel, Paris, 1995.