En ausencia… nos queda la palabra.

 Ma. Alejandra de la Garza Walliser

Escribir, no puedo. Nadie puede. Es necesario decir: No se puede. Y se escribe.
M. Duras, Ecrire (1933)

…el decir en psicoanálisis, se revela en su escondite cuando después de haber podido desplegar lo dicho en el diván pasa a la di(cha)mensión del escrito y puede ser leído de otra manera. Lacan agrega: “es con las consecuencias del dicho como se juzga el decir. Pero lo que se hace con el dicho queda abierto…
Marcelo Pasternac. A propósito de una re-colección de ocurrencias con Jacques Lacan. Acheronta 9 (Julio l999).

Al escribir corro el riesgo de equivocarme, al hablar sobre un escrito doy oportunidad para que la verdad refugiada en la mentira sea atrapada en la equivocación…. Difícil el poner palabras, difícil encontrarlas. Pero también impensable no hacerlo, en un momento como éste.
Siempre en el horizonte imaginario está la posible muerte del analista o del analizante durante el proceso analítico. Tal es la ley de toda relación: que uno de los dos muera antes que el otro. Nadie puede prever el desenlace. Uno se va siempre antes que el otro.
Es así. La muerte del otro, no anuncia una ausencia, una desaparición. La muerte proclama cada vez el final del mundo en su totalidad, el final de todo mundo posible y cada vez el final del mundo como totalidad única, por lo tanto irremplazable y por lo tanto infinita. Final de un mundo que fue posible tres veces cada semana, trece años… Espacio de verdad y de un saber como sujeto del inconsciente, posible por el deseo del analista en acto.
Jacques Derrida tiene un libro cuyo título es precisamente “Cada vez única, el fin del mundo”, en el que se recopilan sus escritos de despedida frente a la muerte de aquellos que le fueron cercanos.
“Como si la repetición del final de un todo infinito siguiera siendo todavía posible: el final del mundo mismo, del único mundo que existe cada vez. Irreversiblemente. Esto es lo que quiere decir ‘el mundo’. Un significado que sólo le confiero a eso que llamamos muerte” (Derrida….p. 11).
Es el fin de un mundo para el que se fue y para los supervivientes que soportamos y atravesamos la imposible experiencia. Y sólo hablando de los muertos y en su nombre podemos conservarlos en vida, sólo están entre nosotros en la medida que están en nosotros.
En 1927 Freud es entrevistado por un periodista que le dice que el psicoanálisis complica la vida. Freud le contesta: El psicoanálisis simplifica la vida. El psicoanálisis aporta el hilo que saca al hombre del laberinto.
Interrumpida en el laberinto de mi deseo, en el regreso de mi encuentro con él y los minotauros… guiada por el hilo ariádnico de la transferencia , viendo la luz de la salida , de repente el corte abrupto… se detiene el paso, quedo suspendida a lo ausente, como si la gravedad se hubiera perdido, sin ese hilo que me guiaba. Hilo transferencia, soportada (con todo lo que ello implica) por la función del sujeto supuesto saber que desplegaba Marcelo Pasternac en tanto mi analista.
Algo se detiene… no puede marchar… solo flotar… Claro… como los cometas, esos de mi niñez que me encantaba hacer volar y sostener… jalar del carrete y al verlos volar, volar… El hilo era el punto de unión que desataba la fantasía y cuando se rompía… algo se perdía en la renovada esperanza de la repetición del próximo aniversario. Pero lo importante en esa aventura ritual del cumpleaños, era hacer el papalote con mi padre y sostener el carrete, con su ayuda.
Ahora se trata de la experiencia del análisis, de asumir los riesgos de los efectos de mi palabra, sostenida por la transferencia. Deseo sostenido por un analista en su función, como no había sido antes testigo en mis anteriores análisis. Ésta, en mi fantasía de inicio, era mi apuesta final, “con Marcelo Pasternac” haré la experiencia del fin de análisis y no sólo eso sino que podré leer a Lacan de otra manera. Lo segundo sigue su curso en un gerundio permanente, lo primero se frustró, se frustró y si se llega a dar ya no será como lo imaginaba.
Ahora la pérdida y la frustración amerita, yo amerito, un rito de amor y despedida. Rito necesario en tanto amante erómenos atravesando el puente para soltar y ocupar el lugar de erastés, de deseado a deseante. Me gustaría dar cuenta de mi experiencia con Marcelo Pasternac como analizante, en control y en sus talleres. Pero el vacío insiste cuando el objetivo se empeña en ser ese. Así que no puedo hacer otra cosa que ir hablando y escribiendo para indagar la travesía del puente de la impotencia a la imposibilidad. Imposibilidad frente a la muerte. Real imposible de asir. Sólo el vacío y la hendidura. Solo el desamparo, solo la imposibilidad.
Está el desacomodo, la transferencia flotando. Como papalote sin cordel. Transferencia sin asidero y sólo el cuerpo como soporte de un dolor hueco, de ausencia, La transferencia se queda sin soporte… y a la vez está el soporte de uno mismo, que se va reencontrando en medio del desplazamiento de la libido, en la sublimación, en la creación, en la misma práctica del psicoanálisis, en la escucha de los pacientes, o simplemente en ese pensar solitario asociativo en el que no dejan de resignificarse, los gestos, las escansiones (Lacan decía en Silicet no. 2-3, que “Es en el corte del goce que se produce el sujeto” y vaya que sí!), las palabras, los versos de tango, en la herdidumbre de una historia , mi historia que al soltar amarras ata cabos insólitos en el transcurrir de los significantes de mi discurso. Insights a posteriori resignificados que dan cuenta de un análisis y sobre todo de que en la función de sujeto saber, hubo un analista.

Cadena de significantes, mi rehistorizarme y sorprenderme en mis atolladeros contando con el analista que está ahí, como soporte de la transferencia en tanto está vivo. Hay ahí un cuerpo que sirve de soporte a ese sujeto supuesto saber que permite y posibilita que el analizante cumpla con su tarea: asociar libremente. “En el dispositivo hay un sujeto del inconsciente y un cuerpo”.
Pero qué pasa con el análisis del analizante cuando muere el analista?
Hay forma de proseguir su análisis con otro analista? El analista ausente puede ser sustituible en la transferencia?
Una vez más no puede darse una respuesta tipo receta en general. Tiene que tomarse en cuenta la especificidad de cada caso: del momento de ese análisis así como de la posibilidad de implicarse en una nueva transferencia. O como sucede frecuentemente la total imposibilidad de generar una nueva transferencia.
Cuando muere un analista el análisis se interrumpe. Deja de haber analista como tal y sucede algo extraño para uno como analizante: La persona del analista recobra en su muerte real su dimensión social, familiar. Literalmente con lo único que se encuentra el analizante es con el cadáver del que fue su analista. La función que le daba soporte se transforma en vacío. Hay un quiebre del dispositivo transferencial. Si en la partida analítica en curso, el analizante realizó una jugada a fondo, si efectuó allí toda una apuesta. ¿Tendrá recursos subjetivos que le hagan posible jugarse otra vez?
La muerte es una y definitiva, es un evento único como el fin de análisis. Pero entre ambos acontecimientos hay una diferencia, el primero marca el final del analista, pero en el fin de análisis al hablar del de-ser del analista apuntamos en algo a la muerte… pero ¿de qué muerte hablamos? Indudablemente se trata de otro tipo de muerte. Los movimientos al final de la partida en analista y analizante, cuando se trata de un fin de análisis, con el de-ser del lado del analista y la destitución subjetiva por parte del analizando. De-ser que implica, dar cuenta de la caída como soporte del objeto “a” del paciente, como destino ante el cual cada analista está advertido al iniciar cada análisis si es que se trata realmente de un psicoanálisis: el sentido del trayecto es precisamente “ser tirado a la basura”, ser “deshecho”… Tal es el movimiento que en el Seminario XIV (El Acto Psicoanalítico), plantea Lacan, como el necesario del lado del analista, para que el analizante pase de la ingenuidad inicial a estar advertido en el final de la partida, de la impotencia a la imposibilidad.
Queda en el vacío el movimiento del de-ser y se transforma en no –ser pero la destitución subjetiva está del lado del analizante, de su singular experiencia en la caída del analista.
Hubo un analista. ¿Qué me queda de ese análisis? Me costaba escribirlo y apareció en un sueño mientras preparaba esta intervención: “Yo estoy arreglando, ordenando poniendo cada cosa en su lugar. y le digo a Marcelo: el homenaje de cada día, al análisis que tuve con usted, es el de hacer día con día lo que creo y lo que quiero”.
La pasión por el psicoanálisis si la tenía antes de mi encuentro con Pasternac, después se intensificó y profundizó. Su estilo como analista en acto, me transmitió parafraseando a Bion que efectivamente “Es muy fácil dar la impresión de ser un psicoanalista pero es mucho más difícil serlo”.
Otro aspecto fundamental y en relación a la ética, es que no puede ser otra que la de la singularidad, como aquella que dirige nuestra escucha. Cito a Marcelo: “Yo pienso que hay una ética del psicoanálisis que es la ética de la opción por la singularidad, eso es lo ético. La Frase de Lacan cuando dice ¿qué debe saber el analista?: debe saber ignorar lo que sabe. Esa es la ética del analista” (Entrevista a Marcelo Pasternac por Michel Sauval. Acheronta No. 8).
Trabajar mi relación con mi deseo como analista era el meollo de los controles. Lo fundamental era trabajar cómo me posicionaba en la escucha. En el momento en que abandonaba los significantes del paciente y se ponían en juego mis significantes, pasaba al diván. Y en los talleres, sobresale su capacidad de transmisión y su vocación de ser el Más Uno. En esa preocupación creativa por preservar el psicoanálisis. Si lo que vemos en nuestro medio es que se hace cada vez menos psicoanálisis, nuestra responsabilidad es actuar conforme a nuestro deseo como analistas y no dejar de transmitir y posibilitar discursos y escritos… Cito a Marcelo:
“La resistencia al psicoanálisis en sus variadas formas, incluida la de su aparente aceptación masiva, implica constantemente la perspectiva de su desaparición, de su extinción como práctica, como experiencia” (Acheronta. No.9, op. cit.) Pasar por el psicoanálisis, convertirlo en el eje de la propia existencia, es asumir el derrumbe de las certidumbres del yo. Nada más alejado del modelo de una vida apacible.
Esto es lo que ubica al psicoanálisis como una práctica excéntrica, atópica, si se la piensa desde la perspectiva de los intereses sociales desubjetivados… no se trata de ofrecer la felicidad redondita y confortante… “sino en desvelar la fractura, la falla, la hendidura… en tanto seres hablantes, escindidos por el efecto del lenguaje, es decir por la estructura significante que excava el hueco en el corazón del sujeto, que construye imágenes en el sitio real de la alta indecible situada por ese efecto significante” (op.cit.).

UN DIA UN ANALISIS TERMINA, LLEGA A SU FIN O SE INTERRUMPE
Aquél que se autoriza a ocupar el lugar de analista para otro, lo hace en tanto ha sido analizante. Punto nodal para entender el llamado de Lacan a los analistas de librarse de un saber del analista, sobre el análisis, que jamás se reducirá ni al saber de la ciencia, ni al saber universitario. Su movimiento de pensar lo conduce más bien a una especie de puesta en abismo del saber directamente producido por los efectos del acto analítico. La única dirección de la cura es garantizar que el que llega con una demanda de análisis atraviese por esa experiencia tan sui generis que es el psicoanálisis y para lograr se trata de garantizar que el analizante cumpla su tarea: asociar libremente
El analista, al dar soporte a la transferencia como puesta en acto de la realidad del inconsciente, le propone al paciente dar confianza a lo que habla de fiarse a este decir ahí donde no hay forma de verificar, para retomar la etimología de fides que designa la confianza como la confianza puesta en el otro.
¿Qué es lo que sucede efectivamente en una cura? El analizante es invitado a hablar a este otro que es el psicoanalista. El encuadre y la regla fundamental de la asociación libre concurren a que el otro exista, con mucha consistencia. En la medida que se despliega la palabra del analizante, se irán desprendiendo cierto número de significantes de su historia, que darán cuerpo a un saber orientado por el fantasma inconsciente del sujeto.
El analizante hace la experiencia de la vacilación de su fantasma, y su analista pierde la consistencia para sólo revelarse como semblante. En la transferencia habrá algo más fundamental que la creencia o el sujeto supuesto saber en su punto de abismo conducido a tocar un punto, que tiene que ver con el agujero en lo real.
Pero ¿no es este momento del análisis que permite paradójicamente subjetivar la soledad radical que es su efecto más directo?
Tal experiencia no llega más que en pocas circunstancias de la existencia.
En el aprés coup, la caída del sujeto supuesto saber no se da sin una pizca de entusiasmo, necesario según Lacan para que haya de nuevo la posibilidad de un analista.
El psicoanalista sólo se autoriza por el mismo. Esta soledad, imposible de eludir, tiende a un punto real de la estructura. El sujeto supuesto saber no es siempre lo que se cree. No hay análisis sin esta ficción. Y Lacan agrega “no es todo mundo, ni nadie. No es todo sujeto, ni tampoco un sujeto nombrable. El es algún sujeto. Es el visitador de la tarde o mejor dicho el es de la naturaleza del signo trazado por una mano de ángel sobre la puerta. Más asegurado de existir, de no ser ontológico“ (Lacan, SEMINAIRE,15 ABRIL,1980).

Si el analista no es idéntico al sujeto supuesto saber, no puede menos que asegurar la función en cada cura, no sin haber soportado una dimensión de impostura en relación al saber que devenido el propio a lo largo de su propio análisis. Ahí está la capacidad del analista de habitar el semblante a fin de tomar en cuenta el real en cuestión para cada analizante en su propio análisis.
La experiencia de un análisis llevado a su término, un día termina. Experiencia, ella en su sentido etimológico Ex – periri, el atravesar un peligro. Experiencia también porque donde aparece la palabra – la memoria de un deslumbramiento o del más puro vértigo- es precisamente lo que no ha sucedido, no ha llegado, más allá del acontecimiento singular al cual esta palabra se relaciona. Hablar, hablar para tratar de creer por sí mismo en la realidad de lo que se vivió y de lo que una parte está muerta, más allá, abajo. Tratar de ligar dos pedazos de vida, dos pedazos de cuerpo que jamás serán los mismos. Un día, en la palabra dirigida al interlocutor silencioso, alguna cosa se puede inscribir en una historia.
Y la palabra se esfuerza en cumplir su tarea, esta tarea imposible y se afana en cruzar su posibilidad, hasta encontrarse con lo inaccesible y la nula posibilidad ya de dirigirse al otro… La palabra no colma, no alcanza y hay un agujero imposible de simbolizar. Lo real no es la realidad. Es lo imposible de simbolizar.
¿Por qué mi insistencia en el fin de análisis? ¿Por qué mi tozudo interés de revisar en Lacan sus modulaciones, sus matices entre el seminario del Acto Analítico , El síntoma y Aún? Se impone el goce, la responsabilidad de asumirlo de transformarlo de conformarlo creativamente como síntoma al final del análisis. Está mi deseo, mi pasión por saber, y todos los caminos me llevan a Roma. Ahora escribo y frente a la ausencia de Marcelo, a ese agujero en lo real que da fin a ese mundo de navegación o de pasaje juntos por la chimenea interrumpido… vuelvo al fin de análisis. Donde inicié sigo estando con mi pregunta suspendida para atravesar el peligro en la experiencia de buscar respuestas… para seguir preguntándome.
Me hubiera gustado tener la experiencia de fin de análisis con Marcelo Pasternac. Fue imposible. ¿Qué viene ahora? Seguir navegando.
En el horizonte de lo infinito. – ¡Abandonamos la tierra y subimos a bordo! Hemos roto el puente que trás de nosotros quedaba; más aún hemos roto la tierra que dejábamos atrás. ¡Bien! barquichuelo, ten cuidado. En torno tuyo no hay más que océano; cierto es que no siempre brama, que a veces su sábana se extiende como si fuera de seda y oro cual un ensueño de bondad. Pero vendrán horas en que tendrás que confesar que el infinito, y nada hay tan terrible como lo infinito. ¡Ay! ¡Pobre pájaro, te creíste libre y te estrellas contra los barrotes de la jaula! ¡Desgraciado de ti si te invade la nostalgia de la tierra, como si en ella hubiese más libertad, pues para ti no hay ya tierra!
Nietszche.F., La Gaya Ciencia. No. 124.

Tlalpan, Distrito Federal, a 15 de diciembre del 2011.