Borges y el misterio que oculta el ‘Deutsches Requiem’

 Osvaldo Hugo Cucagna

“… pero siempre sentí que ser poseedor de un
secreto me halagaba más que contarlo.”
(Jorge L. Borges en «Un Encuentro», cuento
incluido en El Informe de Brodie, 1970.)

En la Argentina poco se habla de este cuento de Borges, “Deutsches Requiem”; no así en las universidades norteamericanas y algunas europeas. Llama la atención que Ricardo Piglia, quien enseñó durante varios años en los EE.UU. y que se presentó por televisión a dar cuatro charlas sobre Borges, no lo mencionara. Sí lo hizo en la última de éstas, en la cual un invitado, Horacio González, director de la Biblioteca Nacional, habló del cuento, asombrado de que el personaje, un SS condenado por sus crímenes en un campo de concentración nazi, señalara su pasión por Schopenhauer, Shakespeare y Brahms.
Deutsches Requiem” se publicó por primera vez en febrero del ‘46 en la revista Sur. Posteriormente, en 1949, Borges lo incluyó en su libro El Aleph. Nunca lo incluyó en las selecciones que hizo, tanto en 1961 como en 1967.
Un estudio de Louis Annick –investigador francés de la universidad de Reims– lo ubica históricamente y permite verlo como el último escrito de Borges de una serie de trabajos sobre el nazismo y el antisemitismo, que aparecieron en Sur, y que rematan con este cuento publicado en una fecha histórica, donde para el autor estaba en juego la lucha entre la Democracia (Unión Democrática) que él apoyaba y el nazismo vernáculo, representado por el de Perón, según su visión de la historia del país. El triunfo de este último implicó un cambio fundamental en la vida de Borges, ya que decidió dejar su trabajo de bibliotecario en una Biblioteca Municipal – dónde le imponían nuevas condiciones humillantes – y dedicarse a dar conferencias, para poder sobrevivir. Creía que esta nueva ocupación le sería imposible, dada su tartamudez e inhibición, que lo atormentó desde su niñez.
Estela Canto, el gran amor de Borges desde el ‘44 al ‘52, amor no correspondido, como varios otros, habla de los ocultamientos de su enamorado, sobre todo en lo que respecta a su niñez. Por indicación de ella y gracias a su amigo Manuel Peyrou, recurre a un terapeuta, el doctor Miguel Cohen Miller, quien lo ayuda a superar la inhibición para hablar en público.
Citando a Michael Sadleir, Louis Annick habla del patetismo de la concepción de Borges sobre Literatura e Historia: el autor establece una relación, pero prioriza la ficción modelando la historia. Lo ficcional resulta así más veraz y verosímil que la historia verdadera. De allí sus juegos al transformar a héroes en traidores, a criminales en forjadores de una nueva ética. Su idealismo es acorde con su conservadorismo. Considera, desde el personaje central de “Deutches Requiem”, que ellos son derrotados, pero que eso no es importante porque inauguran una nueva era de violencia, que triunfará sobre el mundo. Borges, defensor a ultranza de Inglaterra, parece ignorar la violencia inaugurada por el capitalismo y el colonialismo. Los nazis impusieron esa violencia en Europa misma y eso los hacía distintos para las naciones dominantes europeas y norteamericanas. Profunda fantasía y limitada comprensión de la Historia.
En «Borges y Yo», donde aparece desdoblado, dice: “Poco a poco voy cediéndole todo, aunque me consta su perversa costumbre de falsear y magnificar”. Faltaría agregar: ocultar.
Uno de sus ocultamientos, precisamente, tiene relación con el “Deutches Requiem”. Las vicisitudes de este cuento serían inimaginables hasta para el propio autor. Desde unos nazis brasileños que lo publican a modo de apología de sus ideas, hasta admiradores del autor que al toparse con esta versión se horrorizan de que lo haya escrito.
Un filósofo y especialista en temas literarios, Víctor Farías, chileno, radicado muchos años en Alemania, donde fue discípulo de Martin Heidegger, hizo una prueba con este cuento. Lo tradujo al alemán y sin colocar el nombre del autor lo dio a leer a un grupo de investigadores del nazismo y de los SS en particular. Al concluir la lectura preguntaron quién era el SS que lo había escrito, porque ignoraban ese documento y querían saber del autor. Al responderles que era Borges, no podían creerlo y mucho menos en la fecha en que había sido escrito. No había entonces, y sobre todo para un extranjero, tanto conocimiento sobre el nazismo como para poder escribirlo.
Farías se ocupa de desentrañar el misterio. En 1982, cuatro años antes de morir, Borges va con María Kodama a Alemania y pide hablar con la única persona que él considera que vale la pena conocer en el país, Ernest Jünger. Ideólogo del nazismo, nunca afiliado al partido, respetado por los nazis, por su contribución ideológica, sobre todo por su texto Der Arbeiter (El Trabajador),cuya lectura llevó a Heidegger a afiliarse al Partido Nazi, y que pese a su independencia fue llamado a colaborar en la ocupación de Francia, como comandante de una división y previamente en el este europeo.
Jünger lo recibió a Borges con asombro y mucho más al enterarse de que durante sesenta años había leído todos sus libros, secreto hasta ese momento no develado, señalando particularmente que el primero: In Stalgewitter (traducido aquí por el ejército argentino, comandado por Uriburu, como “Bajo la Tormenta de acero”), “había sido para él como una explosión volcánica».
Víctor Farías supo de este encuentro por la prensa y le escribió a Jünger para confirmarlo. Este no sólo lo hizo, sino que, inclusive le entregó un dossier de la entrevista.
Farías publicó el contenido del dossier en la revista Araucaria, de Chile, revista del exilio chileno dirigida por Volodia Teitelboim, del PC chileno, revista bastante amplia, en 1984. La revista se publicaba primero en París y después en Madrid, desde 1977 hasta 1989-90. Posteriormente (en 1992) Farías se ocupa del ‘primer Borges’ en su libro La Metafísica del Arrabal, editado por Mario Muchnik, donde descubre un texto oculto de Borges: “El Tamaño de mi Esperanza” y publica también la entrevista con Jünger. Posteriormente María Kodama publica el libro, pero de la entrevista nunca habló.
En general se ha ignorado ese texto, incluidos quienes más a fondo analizaron el cuento.
Para los que hayan leído a Jünger, en “Deutches Requiem” encontrarán frases que parecen tomadas de él. Borges muchas veces reconoció que había “fusilado” otros textos, por ejemplo alguno de Giovanni Papini, pero de éste guardó silencio hasta 1982.
Como se verá, esto se ha publicado ya hace treinta años, pero sigue sin hablarse del tema.
No es nada nuevo: las denuncias, en 1987, del mismo Farías sobre el nazismo de Martin Heidegger y, posteriormente, en los ‘90 la ampliación de las mismas por Emmanuel Faye, fueron renegadas y se sigue insistiendo en que el nazismo de Heidegger fue un pecado de juventud, un “error metafísico”.
¿Se interesarán los psicoanalistas por este encuentro entre Jorge Luis Borges y Ernest Jünger, llamado el Borges alemán?
Borges siempre fue liberal, yrigoyenista en una primera época, conservador después, hasta afiliarse al partido. Siempre quiso la derrota de Hitler, pero su admiración por el coraje, que Jünger tuvo, como por los compadritos y tahures, era un elemento de gran seducción. Tenía sus límites ideológicos: cuando el coraje estaba representado por un marxista como el Che, no quería saber nada con él. Recordemos que Hitler pudo acceder al poder gracias a los conservadores que le brindaron su apoyo creyendo que iban a poder manejarlo.
Es conveniente una lectura o relectura del texto, a partir del conocimiento de este encuentro oculto.