El sujeto contracultural. Una mirada desde el psicoanálisis.

Abraham Martínez González

INTRODUCCION

El presente trabajo ofrece una lectura psicoanalítica al sujeto contracultural o rebelde, una manera distinta de ver los momentos subversivos del hombre. A pesar de que sobre el fenómeno de la contracultura se ha escrito bastante material, sobre todo después de los años sesentas, resulta interesante profundizar en el aspecto subjetivo que atañe a los movimientos comúnmente llamados rebeldes o transgresores, pero desde su primer y último protagonista: el sujeto. El psicoanálisis como herramienta de investigación subjetiva, ofrece la posibilidad de acercarse a la experiencia de la contracultura desde otros matices tal vez no tan abordados hasta ahora.

Cabe señalar que, en algunos sectores como la sociología o la propia psicología, el término de contracultura es desmentido o devaluado, al considerársele como un momento histórico que ocurrió a mediados del siglo pasado y que por tanto, no tiene razón de ser, mucho menos de analizarse. Sin embargo, lo que ofrecemos en este trabajo resulta interesante, en el sentido de darle una nueva interpretación a los sujetos que se atreven a reclamar, a negar o contradecir algo que en el mundo actual aparenta no estar de acuerdo a las promesas que hace la cultura. Aquí no se trata de sacar un concepto del baúl de las ideas modernistas y pintarlo con nuevos colores, lo que se logra es ver qué hay detrás de este concepto, de estos signos: rebeldía, transgresión, contracultura, subcultura, etcétera, para encontrar líneas confluyentes hacia la constitución del ser humano.

Palabras clave: sujeto, contracultura, malestar, ley, ominoso.

ABSTRATC

This text offers a psychoanalytic reading about the counterculture subject or rebellious, a different way of seeing the man’s subversive moments. Although about the phenomenon of the counterculture has been written material, especially after the sixties, it is interesting to delve into the subjective relation to the movement commonly called rebels or offenders, but since his first and last character: the subject. Psychoanalysis as subjective research tool offers the possibility of approaching the experience of the counterculture from other nuances perhaps not so far addressed.

It should be noted that in some areas such as sociology or psychology itself, the term counterculture is denied or devalued to be regarded as a historic moment that occurred in the middle of last century and therefore has no worth to be considered, much less analyzed. However, what we offer in this paper is interesting in the sense of giving a new interpretation to individuals who dare to protest, to deny or contradict something in the world that today appears not to agree into the promises that make the culture. This is not a concept out of the trunk of modernist ideas and painted with new colors, which is done here is to see what’s behind this concept, these signs: rebellion, transgression, counterculture, subculture, etc., to find lines converging towards the constitution of man.

Keywords: subject, counterculture, discomfort, law, ominous.

DESARROLLO

La contracultura es todo aquello que niega una parte o la totalidad de la realidad humana y que al hacerlo, imagina la posibilidad de otra realidad. En este sentido, los sujetos que se posicionan en el “discurso contracultural”, niegan esa realidad que presenta la cultura oficial o dominante, y con ello niegan su propia existencia; reniegan de una realidad que como dicen, “no está bien, algo le falta”; “se siente vacía”. José Agustín, escritor mexicano de amplia trayectoria en temas recurrentes a los personajes de las esquinas, los olvidados, los marginados, analiza en su obra La Contracultura en México, el concepto y los sujetos que conforman todo este mundo de contradicciones y críticas. En este libro define a la “contra” así:

La contracultura abarca toda una serie de movimientos y expresiones culturales, usualmente juveniles, colectivos que rebasan, rechazan, se marginan, se enfrentan o trascienden la cultura institucional. Por otra parte, por cultura institucional me refiero a la dominante, dirigida, heredada y con cambios para que nadie cambie, muchas veces irracional, generalmente enajenante, deshumanizante, que consolida el status quo y obstruye, si no es que destruye, las posibilidades de una expresión autentica entre los jóvenes, además de que aceita la opresión, la represión y la explotación por parte de los que ejercen el poder, naciones, corporaciones, centros financieros o individuos.[1]

El  origen de la contracultura se encuentra en el malestar de la cultura. Sigmund Freud, define un malestar constitutivo de la cultura, malestar derivado de la existencia de un límite, de la imposibilidad del orden simbólico de nombrar eso que por otra parte está en su núcleo: muerte, dolor de existir, goce.

¿Cómo definir todos aquellos actos ordinariamente llamados transgresiones, todas las violaciones de orden legal, los crímenes de la más diversa índole? Se puede decir que, mas allá de que su propósito sea el quebrantamiento del orden legal, vehiculizan el intento de acceder de un modo u otro a ese punto inefable del origen: como negatividad de esa negatividad inherente a la Ley adquieren entonces una dimensión de positividad- aún bajo su modo insolente, o tal vez precisamente por esto- en tanto pretensión de colmar ese vacío fundante.[2]

¿Actos transgresores e insolentes? En el párrafo anterior, se puede interpretar que la contracultura es el intento de quebrantar la Ley, con la “proposición” de que al lograrlo se puede llenar ese “vacío fundante”, en otras palabras se coincide en que, las expresiones contraculturales son intentos por calmar el malestar del sujeto y al mismo tiempo de las masas. La contracultura, con sus tribus urbanas, son las vías que la pulsión encuentra para poder aflorar. La Ley es el mediador universal, el conjunto de “reglas del juego” que gobiernan a una sociedad. En contraposición a ella, se presentarían aquellos actos que constituyen una violación a sus postulados, que llamamos comúnmente como “transgresiones”, contravenciones a la ley que afectan de un modo u otro, la normatividad social y pueden poner en riesgo la convivencia de los sujetos. Resultado de la transferencia de aquella transgresión que de niño dirigía el sujeto a las reglas de los padres, y que ahora tiene resonancia en su mundo social.

¿Existe un sujeto contracultural? Con lo explicado hasta ahora es evidente la imposibilidad en tal caso. Pero por un momento abandonémonos a la fantasía de que existe un sujeto de la contracultura. Imaginemos pues, un individuo que puede ser llamado contracultural o rebelde. ¿Un punk agresivo, un hippie, un escritor beat? ¿Un profesor que marcha por las calles de la ciudad? Pueden ser innumerables las personalidades-máscaras que adquiere la contracultura en sus sujetos, y definitivamente no podría cuantificarse una contracultura en mayor o menor medida, simplemente existe en cada sujeto y determinados momentos, como formas en que se manifiesta su sexualidad. Por eso se dice dentro de los movimientos contestatarios, que la contracultura ofrece la posibilidad de diversas formas de placer y así mismo de expresión.

El sujeto contracultural está inscrito en una temible condición para la cultura oficial o la sociedad en general: la transgresión de la Ley por medio de la expresión de su sexualidad. Así redefinimos al sujeto contracultural, como aquel que va más allá de las expresiones o conductas cotidianas; maneras que son vistas como contrarias a lo permitido, formas de ser y hasta de pensar excéntricas, que tienen un carácter indisoluble: el de ser disruptor para el mundo social. La contracultura y sus sujetos poseen una peculiaridad que los hacen ser diferentes: atrevimiento a ser disturbadores (alteración de la paz y de la concordia). De aquí se desprende la siguiente pregunta: ¿a quién puede considerársele como contracultural? La interrogación puede conducir nuevamente hacia un escenario de ilusionismo. ¿Quién es más contracultural, el rockero que viste de negro y trae el pelo largo, o el hacker que puede llegar a desarticular una institución financiera? ¿Quién fue más rebelde, el hippie que se paseaba desnudo frente a una cámara, o los provos holandeses con sus campañas de humor negro en contra del sistema? Qué pensar de un violador o un asesino, enfrente a un personaje como Alejandro Jorodowsky, ¿quién será más contracultural? 

La primera idea que adviene es que, entre más se esté en contra de la ley, mayor valor contracultural posee. Pero descubrimos que no es así. El sujeto contracultural, no surge a partir de formas de expresión violentas o destructoras únicamente. La propia noción de contracultura, nace de una conceptualización “positiva”, desde su popularización como término en los años sesentas con Theodore Roszak, y en general, los diversos autores que estudian al fenómeno. Esta palabra nace de la voluntad de acceder a mejores condiciones de vida. El sujeto contracultural no intenta destruir al mundo con sus vestimentas o pinturas, en su lugar, busca algunas veces mostrar a los demás las carencias o falacias de la vida, de la prefabricada por los medios de comunicación y por supuesto, por un sistema compuesto de sujetos que no tiene ojos para “los de abajo”. Este individuo, se conforma, a partir de una serie de situaciones adversas para su medio más próximo, y que le hacen “abrir los ojos” hacia nuevas alternativas para él y su mundo. De ahí que en su nacimiento, la contracultura aflore entre los círculos artísticos, como fue el caso en los cincuentas con los beatniks, quienes vieron tales incongruencias entre el sistema y la vida de la clase popular. Este tipo de sujeto, o mejor dicho, el momento contracultural o contestatario,  será determinado desde el punto de vista social, a partir de elementos identitarios observados como diferentes a lo entendido “normal”. En las palabras de Margarita Vázquez, se define lo siguiente:

La madre de la identidad es la diferencia, al observar en el otro su forma, y oponiéndola a la propia.[3]

En otras palabras, al conformarse como un ser diferente (en el atuendo, en la manera de expresarse, en la forma de reclamar, etcétera), diríamos que esa mayoría establecida como la identidad normativa y pacificada, es la que en primera instancia demarcará la diferencia hacia los sujetos rebeldes, o sea, los términos de anormales o rebeldes, de locos o de los raros, son palabras que se aplican desde una dirección vertical, desde los supuestos sujetos “normales” hacia los que no lo son. Las restricciones, las leyes han de querer ser aplicadas a los que parecen desear quebrar las reglas, pues en definitiva implica la posibilidad del rompimiento del contrato social, es decir, ante el sujeto contestatario surge la ansiedad de que la comunidad pueda romperse, pues este sujeto representa “la diferencia” a la cual la vida colectiva no tendría deseos de acceder.

La Ley es pues, la idea moral de la prohibición. Es el ¡no! hacia un niño cuando desea algo. Esta ley es también el conjunto de reglas que se establecen en una escuela, las normas que se van constituyendo en una sociedad, para lograr una ilusoria forma de vida armónica. Daniel Gerber aclara sobre el carácter universal de la Ley.

La Ley es el mediador universal, el conjunto de “reglas del juego” que gobiernan a una sociedad. En contraposición a ella se presentarían aquellos actos que constituyen una violación a sus postulados: es lo que se llama comúnmente como “transgresiones”, contravenciones a la ley que afectan de un modo u otro a la normatividad social y pueden poner en riesgo la convivencia de los sujetos.[4]

De esta idea se ha desprendido la constante apuesta de que la contracultura, sus manifestaciones y sujetos son sinónimo de transgresión. Entonces el sujeto contracultural, es aquel que se rebela, alza la voz ante alguna figura de autoridad, primero para denotar cierto malestar, segundo para hacer patente la necesidad de mayor satisfacción. Este sujeto se pone en contra de lo que establece la ley, porque ésta no puede cumplir su promesa de felicidad; es decir, el practicar la ley aún sigue siendo factor de malestar. Y esto pasa tanto individualmente como socialmente, puesto que si se revisa detenidamente una manifestación social, algún reclamo hacia el propio Estado y después lo comparamos con la rebeldía de un joven adolescente hacia sus padres, desde esta interpretación, se enfrenta la misma situación. Igual postura se tendría ante la futilidad de la promesa religiosa de inmortalidad, puesto que se establece como promesa y ley, donde el sujeto se mancomuna a una idea alcanzable sólo en términos invisibles. Ya decía Freud en El Malestar en la Cultura acerca de la religión y la consigna de amar al prójimo, cuando explica la verdad oculta de tal invitación: que el ser humano no es por naturaleza cariñoso, dentro de si alberga una porción de agresividad que es imposible no ver.

El sujeto contracultural, en su rebeldía y en ese preciso momento que se posiciona como tal, se manifiesta con esa porción agresiva, que seguramente es la que le sirve de fuerza para lograr ciertas situaciones que desestabilizan a la figura de autoridad de que se trate. Como en la descripción que hace Freud en Tótem y Tabú, sobre la unión de los hijos y su confabulación para dar muerte al padre, ¿no es acaso que la contracultura en este sentido de transgresión y muerte (simbólica) a la función de padre, se ha repetido constantemente en la humanidad? En muchos sentidos los libros, El Héroe de las Mil Caras de Joseph Campbell y La Contracultura A través de los Tiempos de Ken Goffman, coinciden en una repetición del mito del héroe, es decir, del sujeto que se aventura física o simbólicamente a la odisea de luchar en contra de una gran amo, un odiado rey, o en contra de un Estado, donde no sólo se trata de hacerle la contra a ese otro, sino de intentar des-tronarlo y en muchas de las veces suplantarlo ante la eventualidad de mayor satisfacción.

Otra manera de exponer al sujeto contracultural, es a partir de ser considerado como algo siniestro. Como aquel personaje que escapa a los estándares de normalidad, puesto que su conducta o su apariencia misma, devienen en algo que para la sociedad es inhumano en tanto es tan familiar que genera terror. Freud en un artículo publicado en 1919 titulado Lo Ominoso (ó lo Siniestro), expone que es aquello que causa terror porque es familiar para el sujeto, es decir, existe cierta particularidad en lo novedoso en tanto cotidiano y reprimido, que produce angustia en el sujeto, una vez que representa lo desconocido retornado en la superficie. Freud explica lo ominoso, como algo que estando destinado a permanecer en lo secreto, en lo oculto, ha salido a la luz.

.. y cuando alguien se diferencia de los demás por unos rasgos llamativos, en particular si son de naturaleza desagradable, se le atribuye una envidia de particular intensidad y la capacidad de trasportar en actos esa intensidad. Por tanto, se teme un propósito secreto de hacer daño, y por ciertos signos se supone que ese propósito posee también la fuerza de realizarse.[5]

Se descubre entonces una importante relación entre lo ominoso y las diferentes estéticas contraculturales. Si analizamos la vestimenta de algunas subculturas contraculturales, como bien puede ser la dark, podremos entender que en este movimiento se encuentra ese hálito de siniestro, frente a la cultura institucional. Cuando una persona se encuentra posicionada en la defensa de lo cultural, lo establecido por la ley, puede llegar a ver a los sujetos que visten de negro como personas oscuras, que secretamente expresan una forma de vida diferente a la suya, mas cuando esa diferencia radica en una apariencia de tipo mortuoria que como Freud expone a continuación, resulta ominoso.

A muchos seres humanos les parece ominoso en manera suprema lo que se relaciona de manera íntima con la muerte, con cadáveres y con el retorno de los muertos, con espíritus y aparecidos.[6]

Entonces el roquero y sus calaveras, o algunas tribus urbanas con sus tatuajes de referencia fúnebre, se tornan espantosos por su estética, porque traen a la vista algo tan familiar y de efecto tan angustiante como el concepto de la muerte. Así, el sujeto contracultural no es tan diferente para la sociedad, al contrario, su expresión oscura y que denota un supuesto peligro para los demás, ostenta la bandera de lo conocido, de lo mas cotidiano e innegable: la muerte, pero que se ha intentado mantener en el lado oscuro, o sea, en lo reprimido. Pero como ya Freud explicaba acerca del material reprimido psíquicamente, los fenómenos contestatarios analógicamente, buscan salir a la luz y provocar la sorpresa, sacudir lo establecido. La cultura no quiere dar cuenta de su faceta transgresora, pero eso que se oprime socialmente ha de buscar retornar nuevamente a la superficie para señalar que hay algo placentero, algo tan excitante que la cultura ha enviado a una parte olvidada (lo underground). En este sentido, lo rebelde viene a transgredir la imaginaria línea de la inmortalidad histórica en el sujeto, en tanto implica desmentir tal ensueño a cambio de la certeza de la muerte que ha de discurrir significativamente en el cambio que provocan los movimientos rebeldes o contraculturales. Cambios culturales que implican irrevocablemente la experiencia de una pérdida; de lo que ya estaba, del establishment.

Encontramos entonces, el gran valor y función de la contra, de lo rebelde propositito, de las estéticas diferentes, del arte innovador y escandaloso, de la transgresión a la ley, y que como Ken Goffman afirmara en su texto ya mencionado, estos movimientos humanos son básicos para la continuación de la cultura y con ello del hombre.

El sujeto contracultural, el darketo, el punk, el manifestante social, son ubicados regularmente como personajes “anormales”, los que no acatan las reglas, los que han traspasado las barreras límites. Por ejemplo en el darketo, existe una peculiaridad esencial: la de rescatar y valorar sentimientos como la tristeza y la nostalgia, sentimientos que son rechazados o evitados por la cultura en general, en ese afán de vivir una felicidad comunitaria. Entonces este tipo de sujeto contracultural, proyecta una imagen desestabilizadora a la del común social. Se vuelve una especie de demonio por ese signo ominoso. Además, es de comprender que, en el ejemplo de los góticos, tipos con vestimenta vampiresa, algunos con los rostros pintados de blanco, forjando la imagen de un muerto, ha de generarse angustia como hace alusión Freud en su ensayo sobre lo ominoso. Si a esto le agregamos, la prevalecencia del concepto de normalidad, tan exagerado en el mundo,  los sujetos contestatarios resultan temidos o etiquetados como seres oscuros, funestos y posiblemente hasta con aspectos mágicos. Lo ominoso se convierte en una cualidad inseparable de lo contracultural en este sentido de las estéticas oscuras.

Este personaje busca excluirse del malestar inmanente en la cultura, de ahí que es visto como rebelde, contrario, o hasta ominoso. Pero su prosecución por excluirse está muy lejos de llevarle al bienestar permanente o al Nirvana como creyeron los hippies, pues es constitutivo del ser humano, estar en constante choque pulsional; placer y displacer. Y cuando se consigue algo que se creyó originalmente como la respuesta a la insatisfacción, en otro momento ya es algo establecido, que puede convertirse en monótono e insatisfactorio, y entonces nuevamente surge el deseo por lo novedoso o el cambio.

El personaje contestatario, no es quien se ha demarcado a partir de las expresiones subculturales en contra únicamente, más allá de eso, es todo aquel individuo capaz de posicionarse en un momento dado enfrente de la ley, de su prohibición y promesa, y grita su demanda; o la pinta o la canta. Este sujeto, en esta perspectiva, es el que se rebela ante el patrón(la función paterna), porque le parece injusto el tener un trabajo que no logra satisfacciones en su vida. El rebelde, es el que en un momento abre los ojos hacia una situación de inconveniencia social y exclama que “¡eso no está bien!”. Es el que se agita ante sus padres a causa de querer ser libre. Y el que quiere ser diferente porque está aburrido de lo que ya existe, y se atreve a vestir estrafalario. En fin, los ejemplos son muchos y aplicables a diferentes contextos. Aunado a esto, se puede inferir que el sujeto es en algún momento apegado a lo culturalemente establecido como “normal” y en algún otro, está en contra, ya que su devenir pulsional lo colocará en algunos períodos como objeto de la función paterna y en otros intentará desprenderse de la misma, en el deseo de libertad  en su ser. Terminemos este escrito con un disconforme como Augusto Monterroso, quien en la siguiente fabula deja una interesante enseñanza al respecto de lo analizado.

En un lejano país existió hace muchos años una Oveja Negra. Fue fusilada. Un siglo después, el rebaño arrepentido le levantó una estatua ecuestre que quedó muy bien en el parque. Así, en lo sucesivo, cada vez que aparecían ovejas negras eran rápidamente pasadas por las armas para que las futuras generaciones de ovejas comunes y corrientes pudieran ejercitarse también en la escultura.[7]

CONCLUSIONES

El sujeto contracultural existe en nuestros días en tanto se presenta una lucha pulsional, entre el querer pertenecer a la comunidad y la cultura, y querer alejarse de éstas a causa de un deseo permanente por ser libre y buscar nuevas formas de placer. Las diferentes estéticas contestatarias hacen alusión implícitamente, a maneras diversas de experimentar el cuerpo, es decir, de experimentar la sexualidad, algo a lo que la cultura establecida parece rechazar una vez que esto implica la posibilidad de diferenciación y con ello de ruptura social. La ley en esta dimensión, recibe una doble vinculación con el hombre, por un lado resulta inseparable de su vida en tanto ser social, y por otro lado, se presenta como objeto de rechazo al saber que aun cumpliendo con ella, no se logra la felicidad o satisfacción que se ha prometido intrínsecamente en el contrato social.

A las manifestaciones contraculturales se les ha intentado acallar o remitir a meras formas de expresión juveniles, pero mas allá de esto encontramos que resultan ominosas para la cultura como ente social, pues representan lo conocido y familiar que se trató rechazar, y que inmanentemente consigue salir a la superficie; haciendo una analogía con el proceso de represión que explica Freud en el individuo. Las estéticas contraculturales tienen dos sentidos en tanto ominosas, por una parte, muestran la condición de muerte o de sentimientos no aceptados como  supuestos normales, y en otra dirección, estas expresiones contrarias coinciden en manifestar el lado oscuro del ser humano, aquel del que la cultura racionalizada e institucional no quiere saber, porque implica la fragilidad de lo colectivo.

Una expresión contestataria remite a la escena de rebeldía ante la función paterna, la de la prohibición o límite; de esta manera la contracultura no es un fenómeno temporal o contextual, en cambio si una situación que se repite en cada sujeto bajo determinadas circunstancias sociales o hasta psíquicas, y que repercuten invariablemente en su entorno, donde muchas de las veces coinciden con otras expresiones de este tipo, con otros sujetos confluyendo en alguna manifestación a gran escala, una marcha popular, una batalla bélica o un concierto masivo que permita gritar y bailar fuera de la ley, entre tantas otras formas de expresión contestataria.

BIBLIOGRAFIA

  • AGUSTIN, José. La Contracultura en México. 1ª Edición. México. Grijalbo. 1996
  • BAUDELAIRE, Charles. Cuadernos de un Disconforme. 1ª Edición. Argentina. Errepar S.A. 1999
  • CAMPBELL, Joseph. El Héroe de las Mil Caras. Décima reimpresión. México. FCE. 2006
  • FOUCAULT, M. 

                          –Los Anormales. 2ª Edición. México. FCE. 2002

  • FREUD, Sigmund. Obras Completas. 7ª Reimpresión. Argentina. Amorrortu. 2001

      -El Malestar en la Cultura (1930). Tomo XXI

      -Lo Ominoso (1919). Tomo XVII

      -Más Allá del Principio de Placer (1920). Tomo XVIII

      -Psicología de las Masas y Análisis del Yo (1921). Tomo XVIII.

      -Tótem y Tabú (1913). Tomo XIII.  

  • GERBER, Daniel. El Psicoanálisis en el Malestar en La Cultura. 1ª Edición. Argentina. Lazos. 2005
  • GOFFMAN, Ken. La Contracultura A través de los Tiempos. 1ª Edición. Estados Unidos. Taurus. 2004
  • MARTINEZ RENTERIA, Carlos. Cultura-Contracultura. 1ª Edición. México. Plaza and Janés 2000
  • ROSZAK, Theodore. El Nacimiento de una Contracultura. 3ª Reimpresión. España. Kairós. 1970
  • VAZQUEZ DIAZ, Margarita. Nuevas Identidades en la Ciudad de Morelia: Las Jóvenes en la Contracultura. 1ª impresión. México. 2002

[1] AGUSTIN, José. La Contracultura en México. P.129

[2] GERBER, Daniel. El Psicoanálisis en el Malestar en la Cultura.  P. 127

[3] VAZQUEZ DIAZ, Margarita. Nuevas Identidades en la Ciudad de Morelia: Las Jóvenes en la Contracultura. P.25

[4] GERBER, Daniel. Op. Cit. P. 122

[5] FREUD. S. Lo Ominoso. Tomo XVII. P. 220

[6] Ibidem. P. 241

[7] La Oveja Negra es una fábula escrita por Augusto Monterroso en 1969, que fue considerada a pesar de su corta extensión, como su obra maestra.