El psicoanálisis: una “ciencia conjetural”

 Mario Alberto Domínguez Alquicira

 

Para poder entender la epistemología del psicoanálisis en su especificidad será necesario abordar los intentos —todos ellos infructuosos— hechos por ciertos autores para validar el psicoanálisis como ciencia desde los criterios de cientificidad provenientes del empirismo lógico. Ahora bien, acercarse al problema de la supuesta cientificidad del psicoanálisis implica fijar nuestra propia postura, misma que se sitúa más del lado de la epistemología crítica (cuya búsqueda se centra en las condiciones de emergencia de un nuevo saber) que de la epistemología policiaca (que le exige al saber psicoanalítico determinar si cumple o no con todos los criterios de cientificidad). Lo que debe pensarse es, pues, la forma de cientificidad específica del psicoanálisis como disciplina, esto es, su especificidad epistemológica.

No entendemos de ningún modo por epistemología la rama de la filosofía que estudia la investigación científica y el conocimiento científico[1]

 

 


Lo que está en juego aquí no es una epistemología relativa al método científico ni a la teoría del conocimiento. Para nosotros la epistemología es más bien la investigación acerca de las condiciones de posibilidad sobre las cuales se gesta y configura un saber. Conlleva, por tanto, la posibilidad de subvertir el dogmatismo, así como de mostrar los deslizamientos, las rupturas, los quiebres, los virajes, las discontinuidades. En resumen: es el modo en que se construye o se deconstruye un saber o una práctica.La tarea propia de una epistemología como esta es, en palabras de Assoun, la de “llevar a cabo un trabajo preciso de localización histórica que nos lleva a través de transiciones y rupturas, hasta la frontera en que la conformidad de los lenguajes desemboca en lo inédito del objeto”.[2]

Así pues, en tanto discurso desafiante vinculado con la crítica, el psicoanálisis adquiere una dimensión trágica que remite directamente a una problemática de la verdad, lo que además implica la producción inédita de un saber.El psicoanálisis emerge como un nuevo discurso que incluye otra concepción de la verdad. Verdad que reconoce en la locura una de sus presentaciones privilegiadas. Se trata aquí, en efecto, de una verdad que escapa a la conciencia, de una que arremete y molesta, y que por eso produce la imperiosa necesidad de deshacerse de ella. Verdad excluida, verdad maniatada, verdad extirpada, verdad acallada.

En la locura, como en el arte, la verdad irrumpe de manera explosiva. En ambos la verdad se revela, se abre abruptamente a aquellos que están dispuestos a enfrentarla. Pero, ¿en qué radica la verdad de la locura?

La experiencia de la locura no es sino otra de las manifestaciones de dicha verdad irruptiva, explosiva, horrorosa. Horrorosa para aquella humanidad que no está dispuesta a descifrar sus rasgos, a leer la razón de su sinrazón. Porque la locura constituye una escritura de aquellos elementos que la humanidad aún no entiende de sí misma, es un texto en busca de lector.

La verdad de la locura se puede leer desde dos puntos de vista. Desde el punto de vista general, la locura espeta a la humanidad todas sus verdades. Desde el particular, la locura cifra una verdad subjetiva.[3]
A dichos intentos de delimitación epistemológica del psicoanálisis desde los criterios de cientificidad del empirismo lógico (para los cuales el psicoanálisis no es ni será una ciencia) habrá que oponer entonces una posición como la nuestra, lo que implica por fuerza tener que responder negativamente a la pregunta acerca de si el psicoanálisis debe ser considerado una ciencia (pese a que en muchos casos mantenga su pretensión de llegar a ser ciencia). Así, salvando el prejuicio “cientificista” y positivista consistente en tratar de restringir la epistemología (también llamada “teoría del conocimiento”) al estudio de los conceptos científicos —por ver a la ciencia como la forma paradigmática de conocimiento—, nos adherimos al pensamiento de quienes afirman que no por ser la ciencia la más segura de las formas de conocimiento deba ser la única. Lo que equivale a decir que los conceptos epistémicos no se reducen al campo de la ciencia como tampoco la teoría del conocimiento puede limitarse a ella. Significa entonces que hay otras formas de generar conocimiento que no sea siguiendo más que los “mandamientos” del positivismo; más allá del blindaje científico hay otras formas de pensar, problematizar, interpretar, reflexionar, disertar que no son precisamente las que arrastran la herencia positivista.

No obstante, esa tendencia a colocar hipótesis científicas que avalen lo que en apariencia pudieran parecer simples explicaciones especulativas subsiste hasta nuestros días en el campo psicoanalítico mismo. Tales pretensiones cientificistas, cuyas intenciones son las de hacer ver las explicaciones psicodinámicas como hechos de observación establecidos y explicaciones causales, son de larga data. En su afán por legitimar y validar al psicoanálisis, hubo quienes se esforzaron por mostrar la existencia de un fundamento científico firme y se preocuparon por deslindar con precisión aquellos conocimientos que pueden ser considerados bien establecidos por el dominio científico de los que no lo son. Fue así como tuvo lugar un ciclo de conferencias organizado por el Instituto Tecnológico de California con el fin de contribuir en el esclarecimiento de la controversia sobre el estatuto científico del psicoanálisis para disminuir con ello la “hostilidad” de la que era víctima. El libro que recoge el texto de dichas conferencias, publicado originalmente en inglés en 1952, fue escogido por el doctor Ramón Parres y el Seminario de Problemas Científicos y Filosóficos de la UNAM (cuya colección era dirigida por Samuel Ramos y Eli de Gortari) para presentar el carácter científico del psicoanálisis en México y los otros países de habla hispana. La traducción al español (hecha por el propio Parres) fue publicada por la UNAM en 1960, llevando por título El psicoanálisis como ciencia.

En esta defensa de la Ciencia Psicoanalítica, los miembros de la Asociación Psicoanalítica Mexicana tuvieron una influencia decisiva. Para ellos, el psicoanálisis como un ángulo de la ciencia se vio amenazado o socavado por la intromisión de la ideología irracionalista encarnada por Erich Fromm, quien —desde la óptica del psicoanálisis científico— se opone intransigentemente a la evolución psicoanalítica, torciendo así el curso de sus investigaciones. A su entender, “los ‘psicólogos culturalistas’ pretenden refutar o ‘ampliar’ a Freud a nombre de una concepción desorbitada de la ‘cultura’ en la que la psicología queda completamente ahogada e irremediablemente perdida. En consecuencia, el Psicoanálisis sólo representa un aspecto, un ángulo, o, como Freud decía, ‘un trozo de ciencia’, justamente la que tiene en cuenta el desarrollo psicológico del hombre”.[4] En suma, para los ortodoxos, Fromm y sus epígonos “encuentran en el Psicoanálisis deformado un cómodo terreno para su gimnasia de tergiversaciones, consistente en tirar por la borda de la moral, la religión, el subjetivismo desorbitado y la mística, cuanto ha sido y es el mejor esfuerzo de la civilización que progresa”.[5]

En el seno de la misma Asociación, empero, quienes no aspiraban a ser “científicos” ni “metodológicos” —particularmente en el terreno de la técnica— eran tildados de “místicos” y “herejes”. En opinión de uno de los acusados de “misticismo”, por llevar a la palestra de la Asociación ideas no ortodoxas, en esta actitud influía la herencia de Freud mismo, en su necesidad de validar el psicoanálisis como ciencia. Para él, este era “un ejemplo más dentro de una corriente de pensamiento en que el psicoanálisis habría caído o estaría cayendo: el predominio de lo obsesivo sobre lo total, del medio sobre la finalidad. Como todo desarrollo obsesivo en la cultura, empezarían a notarse en él claras señales de intolerancia intelectual: lo que importa no es ya la mejor comprensión del ser humano, sino la adhesión a un sistema de pensamiento llámese positivismo u ortodoxia, lo que importa es la congruencia con la autoridad representada por tal o cual autor, o tal o cual doctrina”.[6] Este racionalismo positivista, que en Freud obedecía también al espíritu de su época, invade y paraliza parcialmente —según el disidente de la legión freudiana ortodoxa— al psicoanálisis mismo.

Pero no solamente afecta a los psicoanalistas; ciertos psiquiatras siguen manteniendo esta postura hasta nuestros días: “Que hace 100 años unas personas tuvieran explicaciones míticas, sobre las enfermedades mentales, se puede, con reservas, dispensar. Que esto siga siendo el equivalente a una actividad científica y más concretamente, que se siga comparando al psiquiatra o psicólogos, como sinónimo de psicoanalistas es hoy en día una aberración y un insulto. Se puede seguir siendo psicoanalista, si se pondera esta actividad, a un estado de técnica de conversación, equivalente al masaje, a la logoterapia, a formas de conversación ritualizadas, confesiones religiosas y ¡nada más por fortuna!”.[7]

Otro de los intentos por demostrar que el psicoanálisis sí es una ciencia y que no merece aparecer al lado de las pseudociencias fue el de Miguel Kolteniuk, quien para lograrlo se valió del filósofo de la ciencia Mario Bunge, por considerar que su método “establece con más rigor los requisitos que una disciplina debe cumplir para ser considerada científica”.[8] De igual modo, se apoya principalmente en David Rapaport (dejando prácticamente de lado el pensamiento de Freud), prominente figura de la Ego Psychology, para llevar adelante su investigación, con lo cual define claramente su postura: la de identificar y homologar al psicoanálisis con la corriente de la Ego Psychology (considerada como la línea ortodoxa del pensamiento freudiano). Ahora bien, dicha corriente del freudismo norteamericano no se mantuvo exenta de serios cuestionamientos, sobre todo en lo tocante al “punto de vista adaptativo”. Incluso Fromm señaló lo siguiente: “Ciertamente, hay en la teorización de los psicólogos del ego una gran cantidad de pensamientos sutiles y brillantes, pero no hacen mucho más que dar a la teoría psicoanalítica una nueva respetabilidad, especialmente a los ojos de la psicología académica y desde el punto de vista de los descubrimientos neurofisiológicos”.[9]

En el extremo, Rogelio Díaz-Guerrero (quien además de psiquiatra y neurólogo era doctor en filosofía y psicología) realizó denodados esfuerzos por reducir a términos operantes y científicos los criterios dinámicos fundamentales de Sigmund Freud.[10] Su interés estuvo centrado en demostrar la existencia de tales fenómenos a través de enfoques distintos al clínico tradicional, para lo cual diseñó una metodología para estudiarlos experimentalmente. Este anhelo de extraer conclusiones de la situación analítica para que sean verdaderas en el contexto de la psicología evolutiva o experimental obedece, según José Cueli, a una serie “de malentendidos acerca de lo que es el psicoanálisis, acerca de su ubicación dentro de las diferentes formas del conocimiento humano, acerca de sus criterios de validación y de la necesidad de definir sus metas y valores. Este problema espistemológico del psicoanálisis es el ejemplo de la mayor confusión posible”.[11] Tales equívocos sobre el psicoanálisis podrían despejarse si se tuviera claro que éste no es una parte de la psicología experimental o psicología objetiva. Al decir de este autor, “este curioso fenómeno nos introduce a uno de los mayores equívocos existentes en el pensamiento analítico, el de que los criterios analíticos de validación, que se quieren utilizar para un conocimiento, dependen de métodos utilizados en otras ciencias, excepto en psicoanálisis (experimentos de laboratorio, estadística, observación externa, etc.). Muchos analistas, en busca de rigor, utilizan el concepto de variable, como si la situación analítica fuera susceptible de una descripción en estos términos. Lo que obtienen con este tipo de descripción no es más que un fantasma de variables, porque el concepto mismo de variable fundamental en estadística es ajeno a la situación analítica”.[12] Se confunde así rigor metodológico con rigidez metodológica.

Síntoma de esta rigidez en el proceso de investigación es también la tendencia general y dominante —parecida más al análisis estadístico que al estudio de la psique— de seguir los criterios de la American Psychological Association (APA), por considerar que entre más cerca esté de los formalismos, un texto adquiere un carácter más “científico” y menos “literario”, por llamarlo de algún modo. Es así que un autor como Klimovsky arriba a la conclusión de que es posible considerar al psicoanálisis como una disciplina científica a partir de su adaptación a los pasos canónicos estipulados por el método científico.[13] Según este criterio, una guía de cientificidad debe posibilitar a los analistas la real construcción del conocimiento, evitando así la transformación del psicoanálisis en una aventura filosófica o literaria. Se olvida con facilidad que a Freud le fue concedido el “Premio Goethe” en 1930 y que entre sus máximas influencias se encontraban, además del poeta alemán, Shakespeare y Sófocles.

Este mismo debate (en torno a la cientificidad de una disciplina) se ha dado también en otros sistemas del pensamiento, de los cuales la psicología no ha sido la excepción. A los presupuestos que guían la construcción de su conocimiento, a saber: que todo comportamiento se puede predecir o inferir a partir de un conjunto de premisas, y que todo comportamiento es susceptible de ser interpretado, se han impuesto cuestionamientos que ponen en tela de juicio su presunta precisión y veracidad. Así, por ejemplo, hay quien establece que “la psicología, al igual que muchas otras disciplinas, es una ciencia de lo fragmentario en tanto que sus hallazgos sólo van configurando pedazos de verdad que duran sólo por un tiempo y luego se desvanecen”.[14] Una de esas disciplinas —o ciencias de lo fragmentario— sería precisamente el psicoanálisis, que “nunca va a dejar de ser una ciencia sui generis, posiblemente una ‘ciencia conjetural’, que sólo puede apoyarse en hipótesis despositivizadas, sobre ‘ficciones’ en cierto sentido.[15] Por eso es que todo intento de pensar el psicoanálisis “desde los criterios epistemológicos válidos para las ciencias de observación, […] conducirán inevitablemente a los mismos resultados, que no constituyen más que un punto muerto”.[16] Ante esto, lo que puede afirmarse es que “desde los criterios de cientificidad del empirismo lógico el psicoanálisis no es ni puede ser una ciencia”.[17]

Un hecho indiscutible fue el carácter escandaloso y revolucionario del psicoanálisis en la época de Freud en tanto cuestionaba el orden imperante, ponía de manifiesto las hipocresías y buscaba el esclarecimiento y la verdad en cuanto desenmascaramiento. Efectivamente, en el psicoanálisis hay algo esencialmente escandaloso, revolucionario, acientífico, si por ciencia se entiende la anquilosada ciencia positiva. En dicha ciencia, denominada natural, “los científicos se dicen neutros, objetivos, toda vez que indican que no se ‘relacionan con’ su objeto de estudio”.[18] El psicoanálisis nunca podrá ser considerado una ciencia —y mucho menos una ciencia natural— por la llamada “racionalidad científica» en la medida en que su objeto no es “objetivo” sino subjetivo. Esto es así aún a pesar de que ciertos divulgadores del psicoanálisis traten de mantener el equívoco de que el sujeto del análisis es un ser biológico, instintivo, que irá madurando y evolucionando progresivamente hasta alcanzar la plenitud genital. Del mismo modo que el psicoanálisis no es una ciencia natural, tampoco entraría en el terreno de las llamadas psicologías evolutivas. Se trata, pues, de una teoría no objetivista de la subjetividad.

 


[1]Cfr.Bunge, Mario, Epistemología. Curso de actualización, México, Siglo XXI, 2004; La ciencia, su método y su filosofía, Siglo XXI, Buenos Aires, 1969. Nos adherimos a una postura como la de Michel Foucault, que contrasta totalmente con la de un filósofo de la ciencia como lo es Bunge, por considerar más afín a nuestra línea de investigación su propuesta de delimitar “umbrales” en la historia de las formaciones discursivas. No es casual entonces que Foucault no sea ubicado en el campo de la epistemología ni de la filosofía de la ciencia sino en ese ambiguo lugar de la “arqueología del saber”.

[2]Assoun, Paul-Laurent, Introducción a la epistemología freudiana, México, Siglo XXI, p. 13 y 14.

[3]Tamayo, Luis, Del síntoma al acto. Reflexiones sobre los fundamentos del psicoanálisis, México, Universidad Autónoma de Querétaro, p. 67.

[4]Torres, Mauro, El irracionalismo en Erich Fromm. La posición científica del psicoanálisis, Pax, México, 1960, p. 18.

[5]Ibid., p. 12.

[6]Cardeña, Jaime, “¿Técnica o poesía en el psicoanálisis?”, en Palacios, Agustín, Ramírez, Santiago, Valner, Gregorio (coords.) Psicoanálisis. La técnica, Pax, México, 1963, p. 223.

[7]Salín-Pascual, Rafael J., La impostura perfecta: Sigmund Freud y la pseudo-ciencia llamada psicoanálisis, EDAMEX, México, 2007,p. 11. Thomas Szasz, uno de los más eminentes psiquiatras y filósofos de la psiquiatría contemporánea, dice algo muy parecido: “Psicoanálisis es el nombre comercial de un cierto tipo de conversación, tal como Coca Cola y Kentucky Fried Chicken son los nombres comerciales de un cierto tipo de refresco de cola y de pollo frito. Psicoanálisis es también el nombre de una colección de especulaciones acerca de la vida y las relaciones humanas expuestas por el inventor de ese nombre comercial”. (Cf. Herejías, p. 106).

[8]Kolteniuk Krauze, Miguel, En torno al carácter científico del psicoanálisis, Fondo de Cultura Económica, México, 1981, p. 11.

[9]Fromm, Erich, “La crisis actual en el psicoanálisis”, en Revista de Psicoanálisis, Psicoanálisis y Psicología, núm. 7, septiembre-diciembre de 1967, Fondo de Cultura Económica, México, p. 12.

[10]Cfr. Díaz-Guerrero, Rogelio, “Metodología para el estudio experimental de la represión”, en Estudios de psicología dinámica, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad Nacional Autónoma de México / Dirección General de Publicaciones, México, 1963, p. 164-197.

[11]Cueli, José, “El psicoanálisis hoy”, en Cueli, José y Lucy Reidl (editores) Corrientes psicológicas en México, Diógenes, México, 1983, p. 15.

[12]Ibid., p. 16.

[13]Klimovsky, G., “Acerca del carácter científico del psicoanálisis”, en Rev. de Psicoanálisis, 44(4), 1987, pp. 887-895.

[14]Soto Ramírez, Juan (5 de julio de 1999), “Psicología de lo borroso”, en La Jornada (Lunes en la Ciencia), p. II.

[15]Perrés, José, El nacimiento del psicoanálisis. Apuntes críticos para una delimitación epistemológica, UAM-Xochimilco / Plaza y Valdés, México, 1988, p. 71.

[16]Ibid., p. 72.

[17]Ibidem.

[18]Mendoza García, Jorge, “Epistemologías del corazón en la música de arrabal”, en Juan Soto Ramírez (Ed.), Psicologías inútiles, UAM-Iztapalapa / Miguel Ángel Porrúa, México, 2009, p. 73.