La especifidad del dispositivo analítico.

 Modesto Garrido

 Pourquoi, de ce que votre fille soit muette, Freud a-t-il su rendre compte ? C’est de la complicité que nous venons de dire, celle de l’hystérie à la science. Au reste la question n’est pas de la découverte de l’inconscient, qui dans le symbolique a sa matière préformée, mais de la création du dispositif dont le réel touche au réel, soit ce que j’ai articulé comme le discours analytique

 
Jacques Lacan[ii]
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En el fragmento que hemos utilizado como epígrafe, el Dr. Jacques Lacan parece insistir en una postura que es localizable en otros momentos de su enseñanza, la oportunidad de proponer que la verdadera genialidad del Dr. Freud no consistiría en la oportunidad del descubrimiento del inconsciente, sino en la invención del dispositivo analítico.
 
Frente a lo cual me parece pertinente preguntarnos: ¿En qué consiste la especificidad de dicho dispositivo?
Creemos que la cuestión sobre el dispositivo ha sido dejada de lado, no hay muchos autores que parecieran haberse sentido concernidos por la oportunidad de interrogar su especificidad, si es que la hay, de dicho dispositivo.
En autores vinculados a la internacional, el asunto parece resolverse más bien en términos de encuadre o de contrato, lo que nos parece no podría de forma alguna ser tomado como oportunidad de resolver la pregunta, en todo caso sería un abordaje que evade, quizá de manera no propositiva, por completo el punto.
Del lado de los autores lacanianos, son escasas las oportunidades de toparnos con referencias al asunto.
Una que nos gustaría mencionar es un texto en español de Jacques Alain Miller, publicado en el numero 7 de la revista «Virtualia» con el titulo de «El genio del psicoanálisis»[iii].
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En dicho texto, se propone que el dispositivo estaría implícitamente constituido a partir de los siguientes 4 conceptos:
 
1. La asociación libre, la invitación a decir todo lo que se quiera sin obedecer a otra regla más que ésa.
2. La interpretación, del lado del analista.
3. La transferencia.
4. La respuesta peculiar del analista a ese fenómeno, su neutralidad.
 
 
Por nuestra parte, consideramos que los cuatro puntos en cuestión, planteados tal cual, no logran cernir la especificidad del dispositivo analítico, contentándonos en señalar que ninguno de ellos podrían ser presentado como exclusivo de la experiencia clínica psicoanalítica. Y que sería necesario abordar a cada uno de ellos tratando de cernir su especificidad en la experiencia analítica.
Pero en todo caso nos parece que es posible abordar e interrogar aquello que constituye el dispositivo de una forma más primaria, planteando que nos parece localizable en la forma en que se establece en la experiencia misma la relación entre la palabra y la escucha puestas en juego. Inclusive, afirmamos que a partir de ello sería posible arrojar alguna luz sobre los cuatro conceptos antes mencionados.
Permitámonos hacer notar al menos, que a contrapelo de lo que quizá en una lectura apresurada podría suponerse frente a los cuatro conceptos mencionados, la función primordial de un analista no es interpretar, como pudiese quizá ser posible suponer frente al segundo punto planteado por Jacques Alain Miller, sino escuchar.
Es eso lo que el Dr. Jacques Lacan menciona desde los primeros párrafos de su «Función y Campo de la palabra y el lenguaje en psicoanálisis», al afirmar que toda palabra obtiene una respuesta, a condición de que haya una escucha.
A nuestros ojos, insistimos, es precisamente a través de la función de la escucha y de la palabra que podremos interrogar la especificidad del dispositivo analítico.
 
LACAN, LOS PRIMEROS AÑOS.
 
No parece para nada osado el plantear, que bien valdría la pena retornar a la lectura del Dr. Jacques Lacan, y ello desde sus primeros textos, inclusive aquellos que pudieran ser considerados de primera instancia no propiamente psicoanalíticos. Pensamos por el momento en tres de ellos:
«El problema del estilo y la concepción psiquiátrica de las formas paranoicas de la experiencia», publicado en 1933.
«Más allá del principio de realidad» de 1936.
Y «Acerca de la causalidad psíquica» de 1946.
Los tres textos fueron escritos y publicados en un período de poco más de 10 años y pueden ser considerados expresión de la forma en cómo Lacan, entonces un joven psiquiatra, se introduce en el campo psicoanalítico e intenta introducir dicho discurso frente a sus compañeros psiquiatras.
Es precisamente por ello que la forma en como interroga, e intenta presentar a su lector la especificidad del discurso analítico puede sernos muy útil.
Ya que no la interroga de la misma forma en los años por venir, entonces la interrogará desde el interior mismo del corpus teórico psicoanalítico, a través de un trabajo permanente sobre los conceptos del psicoanálisis, lo interesante en esos primeros textos, es que interroga a la experiencia clínica psicoanalítica subrayando aquello que hay de específico en la forma en cómo en psicoanálisis es abordada la palabra del paciente.
La concibe implicando un dispositivo simple pero con consecuencias.
En la cita al inicio de este texto, Lacan afirma que el dispositivo creado por Freud implica que lo real toque a lo real.
Afirmación que no podemos perder de vista en este texto pues de hecho es nuestra intención tratar de dar cuenta de sus implicaciones.
 
Regresemos a los textos mencionados, en ellos podemos encontrar un claro interés del Dr. Lacan respecto a la función que tiene la palabra del paciente en la experiencia analítica, algo que podemos claramente encontrar en el texto que generalmente se sitúa como fundador de la enseñanza lacaniana, nos referimos claro esta a «Función y campo de la palabra y el lenguaje en psicoanálisis». Es evidente que la función de la palabra se encuentra en el centro de su interés, pero no menos central es la función de la escucha.
Pero que se diga que la escucha tiene una función central en la experiencia analítica puede perfectamente ser tomado como un lugar común que no plantee ninguna interrogante, ningún interés. Creemos posible afirmar que para Lacan la función de la escucha, la especificidad de esa función en psicoanálisis no podría ser concebida siquiera, si no se interroga la función de la palabra.
De eso se trata en dichos textos, de un joven psiquiatra llamando la atención a sus colegas sobre lo absurdo que resulta el abordar a la locura, sin prestar atención a la palabra del paciente. Sin perder de vista que prestar atención a la palabra del paciente, insistimos, no implica solo oírlo, implica atender a las formas en que el paciente mismo enfrenta su palabra, a como él se vincula con ella, que dice él sobre ella, cómo y qué el paciente mismo lee en su palabra, aún cuando como en la psicosis no la reconoce como propia.
Es verdad que en esos textos el Dr. Lacan se refiere generalmente a textos producidos por paranoicos, pero es evidente que su referencia a los textos producidos por la paranoia no puede acotarse solo a los textos puestos en blanco y negro, es a la textualidad, implicada no solo en los textos, sino también en la palabra del paciente referida a lo que en ese momento Lacan llama «experiencia vivida», en donde es necesario localizar un ejercicio de lectura de parte del paciente.
 
 
La importancia de la palabra del paciente.
 
Planteemos de entrada y de forma sucinta, que es de ésto de lo que se trata, de prestar atención a la relación entre el paciente y su palabra, ojo, no hemos dicho la relación del analista con la palabra del paciente, sino la relación del paciente con su palabra, así, en: «el problema del estilo y la concepción psiquiátrica de las formas paranoicas de la experiencia» leemos:
 
«Se puede concebir a la experiencia vivida paranoica y a la concepción del mundo que ella engendra, como una sintaxis original»[iv]
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Esta sintaxis original, esta vinculada a una significación personal:
 
«en efecto, el campo de la percepción esta marcado en estos sujetos de un carácter inmanente e inminente de «significación personal»»[v]
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Ambas proposiciones implican la relación del paranoico a la lectura, aquello de lo cual se trata es de la lectura de sus propias producciones simbólicas, es esta relación de lectura, de interpretación de dichas producciones simbólicas en donde podemos suponer implicadas tanto la propuesta de sintaxis original, como la significación personal, y esto último, más allá de que el paranoico no reconozca a dichas producciones simbólicas como propias. Es esta significación personal lo que le interesa profundamente a Lacan, por completo a contrapelo respecto de la postura oficial de la psiquiatría, para la cual aquello que el psicótico pudiese decir sobre sí mismo, sobre la vivencia misma de la psicosis es, lo menos que podríamos decir, irrelevante.
 
 
 
«En última instancia nos preguntamos ¿en que se funda el ostracismo de principio con el cual el medico golpea el testimonio del enfermo, si no es en la reticencia a reconocer por vulgares sus propios prejuicios.»[vi]
 
 
 
Es aquí en donde el Dr. Lacan localiza la radical modificación que implica el dispositivo analítico, en el incuestionable valor que Freud otorga a aquello que el paciente mismo dice sobre sus síntomas, es decir a su palabra.
Así, en «Más allá del «Principio de realidad»», (Texto de más añeja publicación de entre todos aquellos que aparecen en los «Escritos», contemporáneo de la presentación en Marieban del «Estadio del espejo» que no fue publicado sino al año siguiente en 1937.)
En 1936, Lacan escribe:
 
 
 
 «El primer signo de esta actitud de sumisión a lo real en Freud, fue el reconocer que en tanto que la mayoría de los fenómenos psíquicos en el hombre están aparentemente vinculados a una función de relación social, no es posible excluir la vía que por ese hecho abre de ello el acceso más común: a saber el testimonio del sujeto mismo sobre estos fenómenos».[vii]
 
 
 
La sumisión de Freud a lo real esta planteada como sumisión al testimonio del sujeto mismo, sumisión a la palabra del paciente. Esta sumisión no podría ser entendida como aceptación incondicional de la veracidad de dicha palabra, no se trata de suponer en el paciente la imposibilidad de mentir.
No, se trata de reconocer en dicha palabra, inclusive si fuese mentirosa, la piedra basal del campo psicoanalítico mismo, tanto a nivel teórico como clínico.
 
La ocasión es quizá de traer a colación por ejemplo el texto del Dr. Freud llamado: «Sobre la psicogénesis de un caso de homosexualidad femenina», y que Lacan llama comúnmente «caso de la joven homosexual», para recordar que en dicho caso, Freud enfrentándose a la oportunidad de escuchar de la paciente el relato de sueños de contenido heterosexual, ni siquiera parece concebir la oportunidad de resolver el asunto proponiéndonos que la paciente miente, que ella ha inventado, mintiendo propositivamente, dichos sueños.
Relean el texto para descubrir que bien por el contrario, el relato de esos sueños lleva a Freud a cuestionar si es posible pensar en que el inconsciente puede mentir, es decir que en todo caso es la oportunidad de que Freud cuestione algún punto de sus proposiciones teóricas, pero en ningún momento aparece para él la oportunidad de resolverlo proponiéndonos que la paciente mienta.
Más nos valdría saber como analistas, que la oportunidad de que un paciente nos mienta propositivamente, no es menos la oportunidad de que algo en el campo de la verdad (la verdad, no la veracidad) sea denunciado, y por ahí denuncia al mismo tiempo de algo real que atañe a la estructura.
Tal es la forma en como concebimos la sumisión de Freud a lo real que Lacan nos propone. Y es en ello en donde situamos, ya lo hemos dicho, la piedra basal de eso que Lacan llama el dispositivo.
 
 
La relación entre el paciente y su palabra.
 
De tal forma que el dispositivo implicaría de entrada que en la experiencia analítica el paciente es colocado frente a su palabra. Y sin entrar en las sutilezas que implicaría el interrogarnos sobre la forma en que aquel que esta ahí, a guisa de analista, interviene en el asunto a través de la transferencia, afirmamos que en tanto que su función es hacer surgir el campo de la escucha, es a partir de ese escuchar que el analista llama la atención del paciente sobre su propia palabra, es decir convoca al paciente a que a su vez él mismo escuche lo que dice.
 
Podríamos proponer por ahora, que al hacer esto el analista coloca al paciente como sujeto cognoscente frente a un objeto cognoscible en particular, su propia palabra.
 
Y una vez planteado el asunto en estos términos, parece surgir la oportunidad de proponer que hemos cernido algo más del dispositivo analítico, lo que podría implicar que en tanto el paciente tomase a su propia palabra como objeto cognoscible, el análisis podría ser planteado como oportunidad de que el asunto pudiese ser resuelto a partir de una producción de saber, que llevase al paciente a un conocimiento de sí mismo. Pero nos resulta evidente de manera inmediata que el dispositivo no puede ser planteado en estos términos.
 
Es en relación a este punto que nos parece posible afirmar que el hecho de que el Dr. Lacan haya llegado al psicoanálisis partiendo de la psiquiatría, a través de la paranoia, fue la oportunidad de que se confrontara de manera contundente con la radicalidad misma del dispositivo analítico.
Pues si hemos subrayado a través de algunas citas la relevancia capital, que Lacan reconoce otorga a la palabra del paciente, la clínica freudiana, quizá el haber entrado a ella por la vía de la palabra del paranoico, le haya permitido no perder de vista que la importancia capital de la palabra del paciente no podría ser entendida como oportunidad de captura del sentido de dicha palabra ya que el objetivo de la clínica psicoanalítica no puede ser entendido como captura o generación de saber o de conocimiento.
Por el contrario, eso que confronta la psiquiatría como fenómeno del discurso paranoico, la oportunidad de que el paciente mismo se desconozca en sus producciones simbólicas, el Dr. Lacan lo reconoce como teniendo gran relevancia en la experiencia clínica psicoanalítica.
 
El que el paranoico no se reconozca en algunas de sus propias producciones simbólicas, llevo a Lacan a proponer a la psiquiatría la importancia de interesarse en la relación que el paranoico podía establecer con dichas producciones, tal y como lo plantea en «Acerca de la causalidad psíquica»:
 
 
 
 «¿Pero lo relevante no es más bien lo que hay ahí para que él (el paciente) conozca? ¿Y el asunto, el de saber aquello que él conoce ahí de él sin reconocerse?»[viii]
 
 
 
Pero si Lacan invitaba a los psiquiatras a interesarse en la relación entre el paranoico y su palabra, no menos intento insistentemente en llamar la atención de los analistas respecto a que en esta relación entre el paciente y su palabra en la clínica psicoanalítica, lo relevante no eran los momentos de «comprensión», sino los momentos en dónde el paciente se enfrentaba a su propia palabra sin ser capaz de capturarla inmediatamente en una hipotética comprensión. Ahí está desde 1953 su propuesta de palabra plena, la cual no podría ser entendida como momento de comprensión o captura de sentido, sino como momento de sorpresa y desconcierto, más adecuada a la fractura de la certidumbre que a la implantación de cualquier certeza del paciente.
Entendida en este sentido, la clínica psicoanalítica convoca a que el paciente enfrente a su propia palabra como oportunidad de fractura de su campo de saber, esto que Freud planteaba ya desde 1938 – 40, en «Compendio de psicoanálisis»:
 
 
 «Nuestro pacto lo concertamos, pues, con los neuróticos: plena sinceridad contra estricta discreción. Este trato impresiona como si sólo quisiéramos oficiar de confesores laicos; pero la diferencia es muy grande, pues no deseamos averiguar solamente lo que el enfermo sabe y oculta ante los demás, sino que también ha de contarnos lo que él mismo no sabe.»[ix]
 
 
 
Proposición que inmediatamente podríamos considerar excesiva: ¿Cómo podría un paciente decirnos aquello que él mismo no sabe?
Tal es la proposición de lo inconsciente, un saber articulado en cadenas de significantes, que en tanto formación del inconsciente: sueños, lapsus, actos fallidos, etc. articulan un saber sobre el cual el paciente no solo expresa no saber nada, sino que inclusive llega a no reconocerlo como propio. «Mi mamá no, Doctor» responde el paciente al cual el Dr. Freud le pregunta sobre la posible identidad de la figura femenina que aparece en su sueño.
Oportunidad de preguntarnos: ¿Quien sabe entonces que dicha figura femenina podría ser realmente la madre del soñante? ¿Freud? Habría que tener claro que no podría tratarse simplemente de la certeza que Freud pudiese haber tenido al respecto. ¿Cómo no ver en ello que es la palabra del paciente, esa que niega algo como parte de su saber: «Mi mamá no, doctor» la que de hecho implica ya una supuesta subjetividad a dicho saber?
 
Planteemos que si el dispositivo analítico implica la confrontación del paciente con su palabra, exacerba al mismo tiempo la distancia entre ellos, y demanda al paciente que sobre esa palabra que no puede ser capturada por completo en términos de sentido, saber o comprensión, hable, diga, es decir produzca nuevamente otra palabra.
Pero cuidado, la intención del dispositivo no es buscar que esta segunda palabra explique la primera. Inclusive si el análisis invita al paciente al juego fálico de las interpretaciones, este juego no puede ser entendido como búsqueda de un saber último que pudiese venir a explicar todo, sino por el contrario, como la oportunidad de que el paciente confronte el limite del campo del saber. Es decir que el dispositivo no busca la adecuación entre aquello que hemos llamado primera y segunda palabra, sino que como hemos dicho exacerba la fisura entre ellas.
Creando así un campo para el sujeto. Haciendo surgir ese campo que el Dr. Lacan llama «entre saber y verdad».
 
El sujeto.
 
Ahora sí, el sujeto, no el paciente.
El sujeto ahí sujetado entre esas dos palabras.
Entre el saber y la verdad dirá el Dr. Jacques Lacan. Es ahí a donde el dispositivo analítico, al exacerbar la distancia entre el paciente y su palabra (eso que hemos también presentado como entre dos palabras) convoca al sujeto.
Entre el saber y la verdad dice Lacan, ¿Por qué no apresurarnos a proponer que de lo que se trata es de convocar al sujeto al campo entre lo simbólico y lo imaginario? Lo real entonces. Pero al hacer esto, en un gesto de esquematismo absurdo, habríamos pasado por alto quizá lo más importante de la proposición lacaniana. Saber y verdad no pueden ser identificados respectivamente a simbólico e imaginario. Ambos son formas de anclaje, líneas de pesca o de captura, pero también de sostén del sujeto. Saber y verdad son los puntos de sujeción en lo simbólico y lo imaginario del sujeto.
 
Regresemos nuevamente al paciente frente a sus dos palabras, decíamos que el dispositivo coloca al paciente frente a su palabra y lo convoca a, sobre esta palabra, producir una segunda. ¿Podría resultar pertinente entre estas dos palabras realizar la partición entre saber y verdad? Es decir: ¿sería acaso posible reconocer a alguna de esas dos palabras como perteneciente al campo del saber y la otra a la verdad?
Dicha oportunidad implicaría que una de esas dos palabras fuese capaz de dar cuenta de la otra, es decir que fuese capaz de la captura del sentido total de la primera, lo que en el fondo sería resolver el asunto en términos de saber.
No, el campo de la verdad no podría ser identificado a alguna de las dos palabras, más bien surge, se hace presente en tanto que el saber implícito en cada una de las dos palabras que hemos supuesto, o la suma del saber de ambas, no alcanza para la captura total de su sentido. Mostrando así al saber en falta. Es en tanto que el juego interpretativo, juego fálico al que la clínica psicoanalítica convoca al paciente lo confronta con la imposible resolución en el campo del saber, que el sujeto enfrenta la ocasión de reconocer que sus enunciados jamás serán suficientes ni capaces de capturar su enunciación. Es así, frente al saber fracturado que el campo de la verdad se hace presente.
Creer que es posible cernir la enunciación en la captura del sentido, matiz o explicación que pudiese surgir a partir del dicho sobre el dicho, es no haberse percatado que el dispositivo no apunta a la captura del saber sino que intenta su fractura, es decir que intentar producir para el sujeto (nos referimos al dispositivo) la oportunidad de que al no poder resolverse en ninguno de sus dichos, confronte la contingencia de reconocerse en la enunciación.
Y entendámonos, hemos dicho «reconocerse en la enunciación» lo que no implica ninguna captura de saber o de sentido.
No se trata de despreciar aquí el campo del saber, haber hablado del análisis como juego fálico no es la oportunidad de devaluarlo, no negamos la importancia capital del significante en la experiencia clínica psicoanalítica, es sólo para el ser que habla, sólo para ese ser que esta atrapado por las redes del significante que el campo de la verdad puede surgir.
Sin la cadena de significantes ninguna verdad, lo que no quiere decir que la verdad sea capturable en cadenas de significantes, sino que la verdad tiene que ver con su fractura, con la inconsistencia del gran Otro.
 
La verdad y el saber.
 
«La verdad es aquello que falta al saber» nos enseña el Dr. Lacan El dispositivo al confrontar al sujeto a la imposibilidad de dar razón de sus enunciados a través de un nuevo enunciado, lo enfrenta a la verdad. Es decir que lo enfrenta a la inconsistencia del gran Otro.
Aparece así para el sujeto la contingencia de enfrentamiento a lo real de la estructura, es decir a la falla. Eso que Lacan escribe en la parte superior izquierda de su grafo: gran S de A barrada: S(A).
Es precisamente este espacio entre S(A) y s(A), el espacio en el cual el dispositivo convoca al sujeto. Oportunidad de que aparezca para él la contingencia, hemos dicho, de que su fantasma no se resuelva más en una hipotética localización del objeto en tanto satisfactor, sino que lo confronte como pura pérdida. La verdad aparece ahí no en su estatuto imaginario. Es decir como supuesta captura de alguna consistencia, sino como efecto de verdad, es decir como efecto de la detención, de la fractura de la cadena de significantes, es decir como la inconsistencia misma del gran Otro.
Es en ese sentido que remite a lo Real. Es en este sentido que el dispositivo vehiculiza el que el sujeto toque lo real.
Pero si la proposición del Dr. Jacques Lacan era que en el dispositivo lo real tocaba lo real, y lo que hemos intentado proponer hasta aquí es la oportunidad de que el sujeto confronte lo real, en tanto fractura del saber, haría falta aún tratar de abordar al sujeto mismo al interior del dispositivo en tanto presentificación de lo real. Lo cual podría de entrada parecer implicar una concepción del sujeto que nada tendría que ver con la enseñanza de Lacan. Pero es él mismo quien nos permite plantear a sujeto en esos términos, pues es tal cual nos lo presenta el Dr. Jacques Lacan en su texto “L’etourdit” (comúnmente traducido al Español como “El atolondradicho”) al afirmar que:
 
 
“aquello que concierne al discurso analítico, es el sujeto, que, como efecto de significación, es respuesta de lo real.”[x]
 
 
Y en el fondo, todo el recorrido que hemos presentado respecto a la concepción del Dr. Jacques Lacan de aquello que está en juego en la clínica psicoanalítica. Inclusive en la convocatoria a la psiquiatría a no desdeñar el testimonio del paciente, es a nuestros ojos acorde con una cierta forma de concebir eso que llamamos el dispositivo analítico.
Concepción que implica por un lado la confrontación con el gran otro en tanto barrado S(A), lo real en tanto fractura del saber, pero que implica también eso que Lacan intentaba cernir prácticamente desde los primeros momentos de su entrada al campo psicoanalítico en proposiciones como: “sintaxis original” o “significación personal”, pues creemos que aquello a lo cual apuntaban dichas proposiciones es precisamente a señalar la oportunidad de abordar al sujeto, en tanto efecto de significación, como respuesta de lo real.
Es necesario hacer el recorrido a lo largo de su enseñanza, de las diferentes formas y transformaciones del concepto de sujeto de la enunciación, para sostener que esta concepción del sujeto como respuesta de lo real del Dr. Jacques Lacan es construida y sostenida a lo largo de dicha enseñanza.
Así, si en los primeros años pareciera que Lacan se adecua a la lingüística o a los lingüistas al remitir al sujeto de la enunciación a la proposición de “shifter”, resulta claro el largo desarrollo que lo llevará a problematizar esta concepción de sujeto de enunciación, hasta las proposiciones que realizará sobre la “ética del bien decir”.
Ética que no podría ser entendida como oportunidad de proponernos un “buen objeto”, más bien tendríamos que abordarla como oportunidad de cernir el “decir” como el único bien, a entender quizá como pertenencia o atributo, del sujeto.
Pues es tal la forma en como el Dr. Jacques Lacan nos presenta al decir en su “atolondradicho” como oportunidad de decir NO al dicho, como oportunidad de fractura del deslizamiento de la cadena de significantes. Es con respecto a este decir entendido como oportunidad de un no a los dichos, que Lacan nos recuerda que desde 1956, había planteado al sujeto como respuesta de lo real.
Es decir que si el dispositivo es entendido como ocasión de confrontar al sujeto con la inconsistencia del gran Otro, la única respuesta tendría que surgir de lo imposible, de lo real.
Respuesta que, insistiremos, no implica la localización de una solución, de un saber que pudiese dar razón de aquello que el sujeto confronta de lo imposible, no, respuesta como la oportunidad de reconocerse responsable – en este sentido respuesta – de ese imposible.
El sujeto, respuesta de lo real. El sujeto ahí, confrontado a lo real, frente a la castración del otro, frente a lo real, él, respuesta de lo real.
 
 
 
Modesto Garrido Peña.
México D.F. diciembre 2011.

 


[i]¿Por qué Freud supo dar cuenta de que vuestra hija fuera muda? Se trata de la complicidad que acabamos de plantear, la de la histeria en la ciencia. Por lo demás, la cuestión no es el descubrimiento del inconsciente, que tiene en lo simbólico su materia formada con anterioridad, sino la creación del dispositivo cuyo real toca a lo real, o sea, lo que articulé como el discurso analítico.
[ii]Lacan, Jacques. “… ou pire” compte rendu du séminaire 1971 -1972, pp. 548. en “Autres écrits” Éditions du seuil, Paris, France 2001.
 
[iv]«On peut concevoir l’expérience vécue paranoïaque et la conception du monde qu’elle engendre, comme une syntaxe originale»
“Le problème du style et la conception psychiatrique des formes paranoïaques de l’expérience” Publicado en el número 1 de la revista “Minotaure” Éditions Albert Skira, Paris, 1933. Localizable en el archivo “Pas-tout Lacan”, de la Escuela lacaniana de psicoanálsis. http://www.ecole-lacanienne.net/bibliotheque.php?id=10
 
[v]«en effet, le champ de la perception est empreint chez ces sujets d’un caractère immanent et imminent de « signification personnelle »».
Ibidem.
 
[vi]«On se demande au reste sur quoi le médecin d’alors fonde l’ostracisme de principe dont le témoignage du malade est pour lui frappé, si ce n’est sur l’agacement d’y reconnaître pour vulgaires ses propres préjugés.»
Lacan, Jacques, “Au-delà du “Principe de réalité” en “Écrits” pp. 81, Éditions de seuil, Paris, 1966.
 
[vii]«Le premier signe de cette attitude de soumission au réel chez Freud fut de reconnaître qu’étant donné que le plus grand nombre des phénomènes psychiques chez l’homme se rapporte apparemment à une fonction de relation sociale, il n’y a pas lieu d’exclure la voie qui de ce fait y ouvre l’accès le plus commun : à savoir le témoignage du sujet même de ces phénomènes.»
Ibidem. pp. 81.
[viii]«Mais le remarquable n’est-il pas plutôt qu’il ait à en connaître ? et la question, de savoir ce qu’il connaît là de lui sans s’y reconnaître ?»
Lacan, Jacques, “Propos sur la causalité psychique” pp. 165 en Écrits. op cit.
[ix]Freud, Sigmund, “Compendio de psicoanálisis” Capítulo VI “La técnica psicoanalítica” pp. 3397, en “Obras completas” Editorial “Biblioteca Nueva” Madrid, España, 1973.
[x]“…ce que le discours analytique concerne, c’est le sujet, qui, comme effet de signification, est réponse du réel.”
Lacan, Jacques. “L’Étourdit” en “Autres Écrits” pp. 459, op cit.