Acotaciones sobre la noción de psicosis en el texto freudiano.

 Marco Antonio Macías Terríquez

Resumen
Se presenta una revisión del nominativo psicosis en el texto freudiano desde el grado de emparejamiento con los conceptos psiquiátricos de la época, la relatoría del “síntoma” psicótico en el caso y el constante ajuste teórico. Para tal fin se articulan los siguientes tópicos:
- Un ejercicio de deconstrucción de la noción de psicosis según se puede encontrar en los primeros textos de Freud y la consecuente traslación a algunos de los primeros historiales clínicos pertinentes.
- Una concatenación de la utilización en el texto freudiano de nominativos vinculados a la psicosis y sus características clínica en relación con las descripciones observacionales de otros clínicos desde la medicina mental (signos y síntomas).
- A la luz de esas elucidaciones se discute el “diagnóstico” de algunos historiales opinados generalmente como casos de psicosis; planteándose a la vez algunas implicaciones desde el momento de construcción teórico – doctrinario en la que tales informes se ubican.
El ensayo concluye con algunas notas para ubicar las coordenadas de la condición subjetiva (llamada neurosis o psicosis) desde la clínica psicoanalítica freudiana.
Palabras clave: texto freudiano, clínica psicoanalítica, psicosis, neurosis, diagnóstico.

Summary
A review of the nominative psychosis in the freudian text from the degree of matching with the psychiatric concepts of the time, the rapporteur of the «symptom» psychotic in the case and the theoretical constant adjustment. For this purpose, articulated the following topics:
- An exercise in deconstruction of the notion of psychosis as can be found in the earliest texts of Freud and subsequent translation into some of the first relevant medical records.
- A concatenation of the use of the nominative Freudian text linked to psychosis and clinical characteristics in relation to other clinical observational descriptions from mental medicine (signs and symptoms).
- In light of these elucidations discusses the «diagnosis» of some records opinion receivers generally cases of psychosis, while considering some implications from the theoretical point of construction – doctrine in which such reports are located.
The paper concludes with some notes to locate the coordinates of the subjective condition (called neurosis or psychosis) from the Freudian psychoanalytic clinic.
Keywords: freudian text, psychoanalytic clinic, psychosis, neurosis, diagnosis.

 

PRELUDIO

Las profesiones psi (Psiquiatría, Psicología, Psicopatología, Psicofarmacología, etcétera), en el afán de consolidar un conocimiento científico de un pretendido objeto de estudio común, procuran generar consensos sobre lo que, desde las últimas décadas del siglo XX, se ha determinado en llamar Trastornos mentales. Con el advenimiento de cambios en el orden epistémico en la ciencia (particularmente la influencia del Positivismo lógico), el aceleramiento en el conocimiento del campo de las neurociencias y la aparición de los psicofármacos, la Medicina mental inicia su carrera hacia la conceptuación de su objeto de intervención y operacioanalización de su práctica. Quizá el intento más ambicioso de esto es la periódica edición de manuales de diagnóstico; cuyo propósito es establecer un vocabulario universal y criterios comunes para determinar la anormalidad del comportamiento.

Esos manuales han sustituido a la literatura clínica que se desplegó durante el pasaje del siglo XIX al XX; llamada melancólicamente Psiquiatría clásica. A diferencia de los actuales textos estandarizados que se sustentan en las estadísticas y respaldados por organizaciones y operadores transnacionales (quienes sostienen la maquinaria del mercado de la salud mental); mucha de aquella literatura era elaborada por clínicos que ponían su nombre y su experiencia en el campo de la locura como garantes de su saber.[1] La disciplina de esa época tenía un problema a discernir: la cuestión del loco y la locura.

El Psicoanálisis nace inserto en la tradición del saber proveniente del caso. Pero vendrá a proponer una manera otra de relacionarse con el padecimiento subjetivo: dispone un Método que ubica al sufriente como sujeto y no como objeto de atención; de este dispositivo elabora un saber proveniente del sujeto mismo. El saber o Doctrina del Psicoanálisis tiene su matriz de ideas en el extenso texto freudiano. Una de las cuestiones de interés freudiano, como lo fuese de la psiquiatría clásica, ha sido la locura. Freud no fue ajeno al discurso y los significantes de su época; compartía las maneras vigentes de nombrar a la locura. No obstante compartir las palabras con otras disciplinas, el psicoanálisis freudiano habla de otra cosa.

Con la expansión en algunos países (particularmente los Estados Unidos) el Psicoanálisis sufrió una adaptación a políticas que son ajenas a lo que planteaba Freud. Las nociones doctrinales se forzaron hacia la conceptuación y la operacionalización del modelo Positivista lógico. Si la Medicina mental tornó hacia este sistema de estandarización de la intervención, el modelo resulta improcedente con el psicoanálisis freudiano (por ejemplo: siendo el análisis una práctica del caso por caso, resultaría un contrasentido el uso de manuales estandarizados para el diagnóstico o la aplicación de técnicas de intervención también normalizadas).

El cuerpo de conocimiento del Psicoanálisis es Doctrina y Teoría. La Doctrina es entendida como el producto de observaciones en la experiencia que formularon conjeturas; que a la vez llevaron a nuevas observaciones que las confirmaron “un proceso de experiencia susceptible de generalización”. La Teoría sería “el nivel explicativo de las fuerzas que mueven el aparato psíquico”; el ejercicio intelectual para tratar de explicar los eventos de la clínica. La Especulación sólo tiene lugar ante los huecos insoslayables del trabajo analítico con lo inconsciente.[2] Este cuerpo de saber es subjetivo; se origina de un campo distinto de los positivismos.

Si se toman en cuenta estos planteamientos resulta pertinente cuestionarse algunas situaciones al interior del Psicoanálisis que pueden ser tomadas como obvias. Pareciera que palabras como “inconsciente”, “mecanismo psíquico”, “pulsión”, “neurosis”, “psicosis”, etcétera tienen calidad de conceptos o definiciones; es decir que están determinadas en su significación. Otra “obviedad” supondría que respecto el desarrollo de la teoría, las últimas propuestas son las válidas; por tanto no hay necesidad de analizar los postulados anteriores. Acá se propone que lo obvio es sólo aparente; y que elementos como los mencionados, de tomarse sin crítica se convierten en axiomas; así el avance del saber se inmoviliza.

I LA NOCIÓN DE PSICOSIS EN FREUD

La Medicina mental de los siglos XIX y XX se debatió entre la etiología orgánica y la psíquica para determinar el origen de las afecciones mentales. El criterio psicopatológico versaba en términos de gravedad (nivel de anormalidad) y déficit (nivel de disfunción), a punto de considerar las afecciones mentales en una escala valorativa de funcionalidad; donde el déficit orgánico o psicosis estaría en la vecindad de las demencias (p. ej. la dementia praecox o esquizofrenia) y los padecimientos funcionales en un extremo llamado neurosis (histeria, obsesiones, neurastenia, etc.). Una llamativa excepción siempre ha sido la paranoia, pues no presenta la condición deficitaria; sin embargo también ha sido clásicamente considerada una forma de psicosis. La revisión a profundidad puede mostrar cómo, a pesar de la tal división, la etiología última versaba sobre un supuesto: la teoría de la degeneración.

Otra consideración es que la situación nosológica de las enfermedades mentales ha carecido de consenso. Baste mencionar el debate sobre si las psicosis se tratan de enfermedades o síndromes. Para muestra dos ejemplos sobre lo que se supone es la misma afectación: Emil Kraepelin consideraba a la Dementia praecox una enfermedad específica; entendiéndola como “psicosis endógena” (afección originada en el cuerpo en tanto constitucional) de la cual no se sabía su causa específica, pero que sería necesariamente orgánica. Eugene Bleuler proponía su noción Esquizofrenia como un síndrome; un conjunto de signos y síntomas de etiología concurrente, fenotípicamente tipificable.[3]

En el texto freudiano la alineación a algún sistema nosográfico o criterio etiológico de los muchos que la Psiquiatría del siglo XIX construyó para hacer distingos en la enfermedad mental no es precisable. Jaques Lacan indicó en su Seminario sobre las estructuras freudianas de las psicosis: “Freud no está absolutamente de acuerdo con su época”. Por ejemplo no compartía la polisemia de la palabra paranoia de la vieja psiquiatría germánica; tampoco la descripción generalizada de los franceses sobre la personalidad del paranoico como un tipo malvado, intolerante, orgulloso, etcétera. Para Lacan, Freud hace sólo una división nosográfica en el campo de las psicosis: la paranoia y la parafrenia.[4]

Se puede afirmar que el Psicoanálisis no está dentro de esa discusión médico-psicológica; que es un discurso alterno al paradigma válido de esa época.[5] Así es posible encontrar en alguna correspondencia con Wilhelm Fliess, que data de 1887, la referencia a una “psicosis de angustia” en un caso de neurastenia.[6] En una monografía de la misma época titulada Histeria se encuentra el deslinde del entendimiento psiquiátrico del término “psicosis”; pues al hablar sobre las complicaciones de la histeria (entiéndase histeria aguda, crisis de histeria o Locura histérica) menciona que en estas no se trata de una psicosis “en el sentido que le dan los psiquiatras”.[7] En el Prólogo al texto de Bernheim, que tradujo en 1888, asimila el dormir a las “psicosis” para ironizar a los detractores del hipnotismo.[8] En Tratamiento psíquico, al referirse a la posibilidad de inducir la visión de una imagen al hipnotizado, se lee el cotejo entre la percepción de imágenes durante el sueño y el alucinar.[9] En la Reseña a August Forel la equiparación del dormir al delirio aparece con mayor aseguramiento; en términos de una pérdida del “equilibrio psíquico”.[10] Es constatable en Estudios sobre la histeria casos que son nombrados como “psicosis histéricas”; en el contenido y en las notas a pie de página del caso Emmy von N., Freud intercala las nociones de delirio – delirium y llanamente le nombra a los estados de crisis de esta paciente “una psicosis aguda que se clasificaría como «confusión alucinatoria»”.[11]

El primer párrafo de Las neuropsicosis de defensa[12] es ambiguo al respecto de lo que se designa como psicosis o neurosis. Ahí Freud menciona la elaboración de un “ensayo explicativo” para los síntomas de las fobias y las representaciones obsesivas; entidades que sanciona como neurosis. Elucidación que funge como “aporte a la teoría de la histeria o, más bien, su modificación” por encontrar en éstas un mecanismo común. Líneas más adelante escribe: “…a raíz de ello descubrí que el modo de abordaje por mí intentado establece un enlace inteligible entre estas psicosis y las dos neurosis ya indicadas”. Las únicas tres entidades clínicas mencionadas en el parágrafo son la fobia, la obsesión (“las dos neurosis”) y la histeria; por lo que cuando dice “estas psicosis”, únicamente puede referirse a la histeria.[13] No obstante, en una comunicación personal con Fliess indica que hay cuatro tipos de neurosis “y muchas formas de ellas”; los tipos son: la histeria, la neurosis obsesiva, la paranoia y la “amencia alucinatoria aguda”.[14]

La neuropsicosis también se torna confusa respecto a la psiconeurosis. Dentro de la medicina mental el término psiconeurosis designó a las afecciones cuantitativamente más graves del amplio espectro de la neurosis.[15] En las publicaciones de Freud aparece por primera vez en un artículo de 1896 La herencia y la etiología en las neurosis; ahí agrupa a la histeria y la obsesión.[16] Otra temprana anotación del término está en una correspondencia con Fliess del 30 de mayo del mismo año; ahí se en ubica en el grupo a la paranoia.[17]

Otra noción de interés, rastreable desde 1913, es la parafrenia. Aunque también era usada por Kraepelin, en Freud aparece en el caso Schreber como una propuesta para reemplazar a la dementia praecox o esquizofrenia. La parafrenia de Freud sería una fusión entre la paranoia y la hebefrenia. Pero para 1914 la postula como categoría superior y engloba ahí a la dementia praecox y a la paranoia como formas clínicas diferenciadas; llamándolas también psiconeurosis; hasta su última mención en 1917.

Pareciera que en Freud las ideas de psicosis o de neurosis no consignan un sentido nosológico; quizá lo psicótico fuese un calificativo para el conjunto de síntomas agravados que se caracterizaran por la presencia de alucinaciones y delirios; situación que puede relacionarse a un apego a las concepciones psicofísicas de la enseñanza de su maestro de psiquiatría Theodor Meynert.

Es también ubicable en tempranas elaboraciones teóricas sobre la paranoia una ausencia del criterio nosológico que funja como eje diferencial.[18] Quizás es sólo un manejo laxo de vocablos como psicosis, neurosis, alienación o insania; tan en uso por aquél entonces. Lo que acaso logre afirmarse es que Freud comenzó a edificar la doctrina sin estar apegado a cualesquier base nosográfica establecida, en su carácter conceptual, de la que partían tanto sus detractores como algunos de sus discípulos.

Se puede considerar que el establecimiento de una constancia semiológica no es una característica del texto freudiano; que el establecimiento de una nosografía no era del interés de Freud, pues las nomenclaturas sólo fungían como meros referentes para discernir de una u otra afección; siendo que el criterio estaría en los derroteros del mecanismo de la defensa. En Estudios sobre la histeria se apela a la unidad clínica por sobre la variedad sintomatológica; entendimiento que fue seguido en el posterior análisis de otras neurosis.[19]

La intelección freudiana es de carácter clínico; no una taxonomía basada en la idea de las especies botánicas base de la clasificación kraepeliana (no se pierda de vista que Freud, en su momento, también estuvo en desacuerdo con la entidad nosográfica de Bleuler, al punto de proponer la aludida “parafrenia”[20]). El rechazo doctrinario de las taxonomías está de facto en lo freudiano; pues las categorizaciones basadas “en contornos precisos” (especies) eran para Freud un encajonamiento del orden de los hechos en “un sistema intelectual hecho de cabo a rabo” a la manera de las Geisteswissenchaften.[21] El problema del discernimiento clínico del Psicoanálisis no es exclusivamente de manejo de conceptos; implica a la Doctrina en su extensión y la singularidad del encuentro clínico, por tanto también cuestiones de Método.[22]

II COORDENADAS PARA PENSAR LA NOCIÓN FREUDIANA DE PSICOSIS

La doctrina psicoanalítica de las neurosis tiene como punto de partida la experiencia con la histérica; y de ahí la noción de la defensa: el sujeto se defiende del recuerdo intolerable (la representación hiperintensa). Ese recuerdo actúa desde un estrato distinto al de la consciencia; lo que pone en la palestra la propuesta de una mente escindida (Spaltung); compuesta de un estrato consciente y otro inconsciente.

Freud formula el postulado de lo escindido en términos de un mecanismo psíquico. En un documento de 1894 expresa: son formaciones de “grupos psíquicos separados”[23] que actúan bajo determinadas ordenanzas. La idea de “formación de grupos psíquicos” denota por una parte que los síntomas se constituyen en un determinable momento de la vida del sujeto (el síntoma no es de base degenerativa); y por otra, que el síntoma está ocasionado por vivencias. Téngase presente que en Freud la temporalidad donde sea ubicable el origen del síntoma respecto de la vivencia (Erlebniss) no remite a la realidad del hecho; sino a la forma en cómo el sujeto se relaciona con los acontecimientos.

Lo anterior ya involucra una enunciación referente al yo como particularidad de lo psíquico. Conforme avanzan los escritos freudianos las nociones de consciencia y yo van adquiriendo autonomía; hasta declararse cada uno en funciones determinadas. Este yo-consciencia de la década de 1890 no tendría aún esa especificación puntualizada cabalmente. Sin embargo, si se lee a esa instancia como lo que matiza la relación con la realidad, aquello que configura la vivencia; se esclarece el panorama del mecanismo psíquico freudiano: el mecanismo, por estar comandado por la vivencia subjetiva (Erlebniss), no implica una suerte de normatividad.[24] Por tanto la defensa –el postulado princeps de la clínica psicoanalítica– no puede ser entendida como una “conducta anormal”, ni como manifestación de “trastorno” o “déficit”; a la manera en que conceptúa la Psicopatología sus objetos de estudio. El mecanismo psíquico freudiano es una fórmula del acontecer subjetivo; no una (ir)regularidad del comportamiento. Lo inconsciente “reprimido” no es en sí neurótico o psicótico; la dilucidación de la condición subjetiva se encuentra en la vinculación al síntoma de cada sujeto.

Según lo dedujo da las neurosis, la defensa es un esfuerzo por olvidar; que sucede motivada por la presencia de representaciones hiperintensas inconciliables con la consciencia; y que el mecanismo se articula desde determinadas vivencias caracterizadas por fuertes afectos. El mecanismo en sí es el acto de no querer (no desear) estar en contacto con la vivencia; Freud le llama un esforzar al desalojo (Verdrängung) a la representación que no se aviene a la consciencia. En este sentido lo que se esfuerza al desalojo no es sólo el recuerdo; sino todo el conjunto de elementos que componen el vivenciar (representaciones y afectos):

“…las afectadas se acuerdan con toda la precisión deseable de sus empeños defensivos, de su propósito de «ahuyentar» {fortschieben, «empujar lejos»} la cosa, de no pensar en ella, de sofocarla”[25]

El tipo de neurosis se devela por el derrotero que la defensa hace tomar a la representación y su contenido. En el caso de la histeria se traspone (umsetzen) al cuerpo el afecto (la “suma de excitación”). La excitación ligada a la representación se convierte en excitación apuntalada en una parte del cuerpo que tenga una ligadura directa o indirecta con la vivencia originadora. La huella mnémica no desaparece; sino que se formará como “núcleo del grupo psíquico segundo”.[26] El mecanismo divorcia representación y afecto para que la regularidad del equilibrio psíquico no se perturbe.

III LA CUESTIÓN DESDE LA CLÍNICA DE LOS CASOS

Examen a la teorización sobre la psicosis en textos iniciales

Al final del texto Las neuropsicosis de defensa, Freud menciona que hay una modalidad de la defensa “más enérgica y exitosa”; consistente en la desestimación (verwerfen) por parte del yo de la representación inconciliable y su monto de afecto; comportándose aquél como si la representación no se hubiese presentado a la consciencia al requerírsele (“nunca hubiera comparecido”). Se indica: “Sólo que en el momento en que se ha conseguido esto, la persona se encuentra en una psicosis que no admite otra clasificación que «confusión alucinatoria»”.[27]

El caso que ilustra esta “modalidad de la defensa” es una mujer desengañada por la expectativa de una unión amorosa que no ocurrió; y que entra en un estado delusivo en el que alucina la presencia del hombre deseado. La clínica es análoga a los estados descritos por Meynert en su síndrome de amentia,[28] a los estados oniroides;[29] englobables en la antigua acepción de Locura histérica:

“Desde entonces, y por dos meses, vive un dichoso sueño cuyo contenido es: él está ahí, anda en derredor de ella, todo está como antes (antes de los desengaños de los que laboriosamente se defendía)”[30]

Su equiparación se justifica en las características clínicas. Viviendo en un espacio alucinado, como en un sueño, ella percibe la presencia del amado comoverdadera; objeto que en la realidad está ausente. No obstante el estado confusional, la paciente es accesible a la influencia de los demás:

“ella es dichosa en tanto no la molestan, y sólo rabia cuando un decreto de su entorno le impide hacer algo que ella con total consecuencia derivaba de su beatífico sueño”[31]

No menos importante: el sentido del delirio habría sido revelado por la paciente. Freud indica que la “psicosis” fue descubierta una década después “por medio del análisis hipnótico”. Si uno se atiene al procedimiento de aquel entonces (y es de suponer que fue el Método catártico el que se aplicó, pues el artículo está datado en 1894) debió ser la paciente misma quien le comunicó la situación a Freud.[32]

El intento de esclarecimiento del mecanismo de la “psicosis alucinatoria” se desglosa de la siguiente manera: “realzar aquella representación que estuvo amenazada por la ocasión a raíz de la cual sobrevino la enfermedad; cotejando con el caso: “realzar”, dar mayor intensidad a la representación amenazada –la expectativa de la unión con el hombre amado–. Así “el yo se ha defendido de la representación insoportable mediante el refugio en la psicosis”; lo no aceptado (excluido, desestimado,verwerfen) es el desengaño –que no se cumpla el deseo–. Esta modalidad de “defensa exitosamente lograda” queda sintetizada así:

“El yo se arranca de la representación insoportable, pero ésta se entrama de manera inseparable con un fragmento de la realidad objetiva, y en tanto el yo lleva a cabo esa operación, se desase también, total o parcialmente, de la realidad objetiva”[33]

Es decir que el yo (la consciencia) queda absorto por la hiperintensidad de la representación que él mismo esforzó al realce. Puesto que la capacidad de consciencia (el margen perceptual consciente) resulta rebosado por la representación intensificada; la percepción queda desbordada por los contenidos; dando lugar a la vividez alucinatoria. El estado de confusión alucinatoria se revela como un cumplimiento de deseo en estado onírico.

El lector del texto en análisis encuentra que, en el antepenúltimo párrafo, Freud indica una incompatibilidad de la confusión alucinatoria con la histeria; en el sentido de que durante el estado delirante no se presenta la afección neurótica. También aclara que una “psicosis de defensa” puede irrumpir “episódicamente” en una neurosis. Nótese que la “incompatibilidad” a la que se alude respecto la histeria y la confusión alucinatoria está referida a la “persistencia” de la primera; por tanto la segunda debe atender a una suerte de intermitencia (lo crónico versus lo agudo).[34] ¿No es acaso ésta la peculiaridad de las crisis histéricas; que sean justamente episódicas? Téngase en cuenta que Freud mismo nombraba uno de sus casos en Estudios sobre la histeria como “confusión alucinatoria”. Huelga referir al caso Anna O.; quien durante medio año habría vivido en accesos de estados oníricos. Pareciera que el criterio de la cronicidad no es lo decisivo para estos casos.[35]

Lo desestimado (Verwerfung) en el referido caso de confusión alucinatoria–amentia, como proceso, acontecería durante el episodio confusional; por tanto la representación excluida no estaría borrada absolutamente. Freud utiliza el “como si” en la fórmula; tan no es eliminado dicho elemento representacional que es recuperable después del acceso de crisis por el trabajo psíquico del propio paciente. Por otra parte, se menciona a esta variedad de la defensa como correspondiente a un tipo de “psicosis” (aquellas que tengan las características del caso en cuestión). Lo que hace pensar que en Freud no estarían descartadas otras modalidades de la defensa para otras formas de psicosis. Una consideración que planteo es que la elucidación de este texto es válida para los casos de confusión alucinatoria; lo que propongo sea leído como una forma de Locura histérica; y que será lícito trazar otras formulaciones para otros tipos de afecciones donde se presenten alucinaciones y delirios.[36]

No obstante, en un manuscrito de principios de 1895 dirigido a Fliess (contemporáneo a la publicación de Estudios sobre la histeria y con un año de posteridad a la redacción de Las neuropsicosis de defensa) hay una síntesis del funcionar de la defensa como mecanismo en distintas entidades clínicas. En la histeria:

“La representación inconciliable no es admitida en la asociación del yo. Su contenido se conserva desintegrado, falta en la conciencia, su afecto [es tramitado] por conversión a lo corporal – la única psiconeurosis[37]

Mientras que en las “psicosis histéricas” las “representaciones combatidas” son las que “cobran imperio”. Guiándose por las características clínicas, Freud conjetura que en este caso “las alucinaciones son hostiles [al] yo”.[38] Posiblemente tenía en mente las crisis donde la histérica escenifica ser objeto de una agresión sexual; como hubiese visto en las famosas (re)presentaciones de Charcot en la Salpêtrière. Un casillero titulado “Panorama” indica que “lo defendido” es el afecto y el contenido de representación. Las intersecciones revelan las siguientes características: en la histeria el afecto es “tramitado por conversión”; el contenido de representación “falta en la conciencia”; no hay alucinaciones; el resultado es una “Defensa lábil con buena ganancia”. En la “Psicosis histérica” el afecto y el contenido de representación “gobiernan la conciencia”; la alucinación es “hostil al yo”, “hostil a la defensa”; el resultado es una “Defensa malograda”.[39]

En este “Manuscrito H” se distinguen cuatro entidades clínicas: la histeria y la “psicosis histérica” (que es una forma de crisis de aquella); las otras son la obsesión (“Representaciones obsesivas”), la confusión alucinatoria y la paranoia. Indica de la confusión alucinatoria que las alucinaciones “son amistosas con el yo” y sirven a la defensa. La teoría causal que en este periodo estaba en elaboración sostendría la existencia de vivencias de fuerte carga afectiva.[40] El mecanismo se explica de esta manera:

“De [la] representación inconciliable integra –afecto y contenido– el yo se abstiene, lo cual sólo [es] posible a expensas de una suelta parcial del mundo exterior”[41]

En el casillero “Panorama” las confluencias revelan: el afecto y el contenido de representación están ausentes, cada uno “falta”; la alucinación es “amistosa para el yo y para la defensa”; el resultado es una “Defensa permanente con ganancia brillante”. Es análogo el mecanismo de la confusión con el de la paranoia en el revirar “del hecho combatido” que produce la proyección.[42] Al comparar los cruces de la “psicosis histérica” y de la confusión alucinatoria en el casillero se encuentra que son polaridades de la defensa.

El “Manuscrito K”, titulado por Freud: “Las neurosis de defensa (Un cuento de navidad)”; fue redactado prácticamente con un año de posteridad al “Manuscrito H” y dirigido a Fliess el 1º de enero de 1896.[43] Para ese entonces ya están localizados en la vida sexual los factores vivenciales que dan lugar a las representaciones inconciliables; y por tanto a la defensa:

“…la inclinación defensiva se vuelve nociva cuando se dirige contra representaciones que aun como recuerdos pueden desligar un displacer nuevo, que es el caso de las representaciones sexuales”[44]

Tiene también lugar la formulación de la libido como aquello que trasfonda el motivo de la defensa. La vida sexual aparece como “la única posibilidad” en que un recuerdo pueda tener secundariamente más intensidad que la misma vivencia; por ende que la hiperintensidad de las representaciones ligadas a la sexualidad sean las que desliguen recuerdo y vivencia, sólo se puede entender por tener éstas un carácter displacentero. Que la representación ligada a la vida sexual sea displacentera pareciera una contradicción al hecho de que la función sexual del organismo se caracteriza por ser placentera; sin embargo en la clínica es exactamente así; la vida sexual puede causar conflicto subjetivo:

“…vergüenza y moralidad son las fuerzas represoras y que el vecindario natural de los órganos sexuales infaliblemente despertará asco también con ocasión de la vivencia sexual. Si no existiera vergüenza alguna (…) no se gesta ninguna moral (…), si el asco es embotado por las condiciones de vida (…) no habrá ninguna represión, y por tanto, ninguna neurosis será la consecuencia de la estimulación sexual infantil”[45]

Luego entonces, la vida sexual debe estar comandada por un orden distinto al del resto de las funciones del organismo. Una cantidad de libido alta inhibe el asco y permite la realización del acto sexual. Sin embargo por sí misma la cantidad de libido (la pujanza del organismo) no lleva a su consunción en la conducta; sino que puede obligar a actuar contra la presión, de lo que el síntoma es la resulta. El sujeto neurótico se debate contra el deseo sexual intolerable. Si es un recuerdo (una representación), este debe ser de un momento donde la sexualidad aparezca signada por la prohibición. A Freud sus histéricas le revelaban el secreto de las experiencias eróticas con el otro; vivencia (Erlebniss) localizada en la infancia, enclavada en la proscripción.

En el caso de la histeria, la vivencia primaria habría de ser pasiva, de seducción; sin resistencia del yo a la tensión de la representación en un primer momento. Para el Freud de este momento la “represión” (esfuerzo de desalojo) y la formación de síntomas defensivos ocurren únicamente con posterioridad al advenimiento de la representación a la consciencia (el recuerdo). El avasallamiento del yo de la vivencia original se conjugaría con la defensa dando lugar a las crisis histéricas (“estallidos de ataques”); el ataque en sí, realización motriz, sería efecto del esfuerzo por sofocar la representación. Mientras dura la crisis histérica el sujeto no tiene noticia de la representación inconciliable.[46]

Propongo el siguiente expediente: situar el “avasallamiento del yo” en términos de abandono al placer o suma de excitación; la seducción en su forma de rapto erótico. Esa representación sexual sería lo inconciliable con el yo-consciencia y por tanto lo que origina la defensa; léase lo que esesforzado al desalojo. Si la crisis histérica es la expresión del “avasallamiento”, por ende es una expresión de placer corporal. Lo que lleva a la conclusión de que eso a lo que Freud llamase alucinaciones “hostiles al yo” tiene, en efecto, sentido de displacer para el yo; pero en su médula es una mostración de la experiencia del goce histérico.

Que Freud no reparase en lo anterior puede obedecer al manejo teórico-conceptual en el que, al momento de la redacción de estos textos, está instalado. Si las conjeturas expuestas se admiten, los síntomas del estado de confusión alucinatoria (de lo que Freud indica hay desestimación de la realidad y alucinaciones “amistosas con el yo”) son también expresión de cumplimiento de deseo. Además hay que considerar un punto capital: toda la pasada discusión está asentada en un cuerpo de ideas que aún no concebía el papel que juega la fantasía de la histérica en la conformación del síntoma.

El relato de un “Análisis de un caso de paranoia crónica” y su tratamiento ¿Clínica de Locura histérica?

La teorización sobre la paranoia que durante este periodo de la formulación de la doctrina en su mayor parte se encuentra en las comunicaciones con Fliess. A groso modo las proposiciones son: a) Hay un fracaso de la defensa “en el momento mismo del retorno de lo reprimido”. b) La representación hiperintensa se conserva; pero es proyectada al exterior. c) Vía la proyección, el yo prescinde del reproche; se defiende de la representación con “alucinaciones amistosas”; que son el afecto reprimido (el contenido de representación).

En el casillero del referido “Manuscrito H”, en la paranoia el afecto se conserva; el Contenido de representación es “conservado proyectado afuera”; la Alucinación es “hostil al yo – amistosa para la defensa”; el Resultado es una “Defensa permanente con ganancia”. Ahí la principal diferencia con las “psicosis histéricas” es la hostilidad de las alucinaciones hacia el yo; con la “confusión alucinatoria” hay analogía en que el combate al hecho (la representación y su contenido) se da por medio de la afirmación de su contrario[47] (en el caso citado de confusión alucinatoria de la mujer despechada, lo contrario a la ausencia fuese la presencia alucinada del hombre amado; en la paranoia sería el reproche proveniente del exterior –por ejemplo voces que acusan–, el yo se afrenta por considerarlo contrario a él).

Si se sostiene que la confusión alucinatoria (que por lo general se toma como psicosis) de la que Freud habla es una forma de Locura histérica (una neurosis en crisis) las primeras teorizaciones sobre la paranoia (condición clásicamente ubicada como psicosis) ameritan ser reflexionadas.

Es hasta la publicación del texto Nuevas puntualizaciones sobre las neuropsicosis de defensa, es decir en 1896, que Freud nombra a la paranoia como “psicosis de defensa” (anteriormente la refería como psiconeurosis o neuropsicosis); y que en nota a pie de página, agregada en 1924, enmienda el nombre de “paranoia crónica” con el de “dementia paranoides”.[48] El cambio no es inocuo; la nomenclatura “dementia paranoides” tal cual, aparece en los textos publicados sólo hasta 1911 en el caso Schreber.[49] Para esos años el intercambio con la escuela de Zúrich, particularmente con Jung, estaba en un punto álgido y conflictivo; el rótulo Dementia praecox de Kraepelin ya era discutido y relevado por la Esquizofrenia de Bleuler. Para 1913 la nomenclatura “Parafrenia” propuesta por Freud aparece escrita en segundo término al de Esquizofrenia; y desde 1914 ésta misma se hizo una referencia común en sus publicaciones.

Si se tiene en cuenta la subducción de múltiples formas de psicosis y neurosis –entre éstas a la misma paranoia– por la esquizofrenia (de lo que Freud no fue ajeno);[50] pero sobre todo los problemas de diagnóstico que el marco teórico-conceptual (en parte analizados hasta aquí) desde el que se movió durante buena parte de la década de 1890; hacen conjeturar que el cambio de diagnóstico obedece a factores externos a la clínica en sí.

En el texto del “caso de paranoia crónica”, Freud expone que la paranoia tendría por asiento igual mecanismo que la histeria y la obsesión:

“…aliento la conjetura de que también la paranoia –o grupos de casos pertenecientes a ella– es una psicosis de defensa, es decir que proviene (…) de la represión de recuerdos penosos, y que sus síntomas son determinados en su forma por el contenido de lo reprimido”[51]

Además el tratamiento del caso fue llevado con el Método catártico de Breuer bajo la misma premisa que había conducido el tratamiento con otros casos de neurosis: la existencia de “pensamientos inconscientes y recuerdos reprimidos” (representaciones) factibles de ser traídos a la consciencia.[52] Llama la atención la peculiar capacidad de la paciente para asociar sus síntomas actuales con eventos del pasado, que de éstos ella obtenga con prestancia la significación de sus variados padecimientos; así como la prontitud de la emergencia de recuerdos penosos de la infancia.[53] Atiéndase a ese texto y se encontrará que el trabajo de reconducción de lo inconsciente a lo consciente implica que el sujeto retorne a sí mismo lo proyectado.[54]

Una puntualización de Freud respecto a las voces en esta mujer es toral:

“Pasé entonces al análisis de las voces. Aquí era preciso explicar, ante todo, que un contenido tan indiferente como «Ahí va la señora P.», «Ahora busca vivienda», etc., pudiera ser sentido tan penoso por ella; y luego, los caminos por los cuales estas inocentes frases consiguieron singularizarse mediante un refuerzo alucinatorio. Estaba claro de antemano que estas «voces» no podían ser unos recuerdos reproducidos por vía alucinatoria, como las imágenes y sensaciones, sino que eran más bien unos pensamientos «dichos en voz alta»”[55]

Al explicar que en su paciente las voces como “pensamientos dichos en voz alta” no pueden ser entendidas como irrupción del lenguaje.[56] Vía la hipnosis, la paciente encontró el origen de las frases “en voz alta” que oía: eran fragmentos de lecturas que había hecho y asociado a cuestiones conflictivas de su vida íntima.[57] Algunas líneas dispersas en el historial apelan al despliegue de lo histérico en la relación analítica:

“…y la enferma corroboró enseguida esa expectativa, pues se comportó en el análisis como lo haría una histérica

(…)

”La conjetura de que aquí se trataba de una constelación infantil, como es tan frecuente en la etiología de la histeria, quedó corroborada por ulteriores progresos del análisis”

(…)

”…la sensación de órgano en el regazo «intervino en la conversación» {«mitsprechen»}, como es regular observarlo en el análisis de restos mnémicos histéricos[58]

En una epístola a Fliess de principios de 1897 (un año posterior a la publicación del caso), Freud escribe: “Sabes que he distinguido delirio de recuerdo y delirio de interpretación”. El delirio de recuerdo sería propiamente la forma del delirio histérico; el de interpretación corresponde al verdaderamente paranoico.[59] Desde Estudios sobre la histeria se puede localizar que las “cosas penosas”, aquello que despierta un sentimiento de culpa, son la base los delirios de orden histérico. El delirio del caso publicado admitiría ser ubicado en la primera categoría: se presenta estructurado por recuerdos penosos; de vergüenza y culpa. Sólo las alucinaciones (“pensamientos en voz alta”) eran interpretadas por la paciente; pero difícilmente con la información del texto se pueda apelar a una sistematización de las interpretaciones para apoyar una postura contraria.

Sobre el caso paradójico de paranoia

En 1915 (cuatro años después de la publicación del análisis del texto de Schreber y a diecinueve del caso de “paranoia crónica”) aparece el artículo Un caso de paranoia que contradice la teoría psicoanalítica. Sobre la argumentación de que aquel caso de 1896 sería del orden de la neurosis (Locura histérica), este documento servirá como otro punto de discusión para el discernimiento de la noción de psicosis en el texto freudiano.

Respecto a la cuestión “diagnóstica” vale la pena notar que en este escrito el asunto es nombrado como una neurosis. Llanamente se indica que la observación del caso puede ser paradigmática para muchas otras afecciones neuróticas.[60]

Sobre la formulación doctrinal y la teórica, en la fecha de este escrito la noción de Narcisismo ya se constituía como componente doctrinario y la teorización sobre la homosexualidad en la paranoia adquiría fuerza para Freud. Strachey en su Nota introductoria indica que el artículo “sirve como confirmación” a las tesis provenientes del caso Schreber, además que el documento “es una demostración práctica” en tanto advertencia a los diagnósticos apresurados.[61] Lo que también hay que resaltar es que para esta época el Método psicoanalítico está plenamente establecido.

Esos dos puntos (la cuestión teórica y lo referente al método) no son de menor importancia; pues en el caso “paranoia crónica-dementia paranoides” Freud se guiaba por la premisa del trauma infantil y la intervención clínica se habría dado con el procedimiento del Método catártico de Breuer. A diferencia de los anteriores casos, la teorización no versa en términos del modelo psicológico de la Representación (base de la Teoría del trauma); sino en la metapsicología del orden pulsional. Por otra parte, el documento de 1915 no es la situación de un tratamiento; sino de una valoración clínica acontecida durante dos entrevistas, a pedido de un abogado conocido de Freud.

Se trata de una señorita que pretende querellarse contra un varón con quien comenzaba una relación amorosa. Lo acusa de sostener un complot contra ella, pues después de prestarse a la seducción y encontrarse semidesnuda junto a él en una habitación, unos sujetos habrían tomado fotografías que, en esas circunstancias, evidentemente la comprometían y ponían en peligro su trabajo. El amante lo negó; pero para ella existe certeza de que tales son los hechos en base a situaciones evidentes.

El caso está construido desde el registro de algunos datos obtenidos de los diálogos de un par de encuentros y una valoración del estilo del relato. Esto último en particular interesa, ya que Freud verifica una condición paranoica en el sujeto desde el despliegue de su discurso que presenta una disposición delirante. El indicio clínico, lo que al psicoanalista le concierne del relato, no está en lo extraño o “alienado” (en términos de la valoración psicopatológica) del habla y los actos del sujeto; lo que la dama refiere es, al menos, posible. Para considerar este caso como paranoia, Freud localiza lo que en determinados puntos aparece como interpretaciones que la aludida concibe de ciertos eventos que, en el momento de hacérseles encadenar como sucesos lógicos de un hecho tienen relación con otros, en tanto necesariamente consecuentes.

La idea del complot se establece cuando, al salir del recinto, se encuentran con dos tipos que al verla “se secretearon algo”; uno de ellos trae un envoltorio, “como un cofrecillo” que “fácilmente podría ser una aparato fotográfico”. Esta apreciación del evento está marcada por una figuración (pues ella no miró la cámara –en realidad solo habría visto un envoltorio). Un componente de la conjetura es el sonido escuchado “como un latido o tictac” proveniente de un escritorio que intermediaba entre una gruesa cortina; después del encuentro con los sujetos, para ella ese sonido pudo ser el de una cámara fotográfica cuyo portador se escondiese tras la cortina. Cronológicamente, éste es el segundo encuentro de la pareja en el domicilio. Desde ese momento la certeza del complot se apodera de ella y actúa guiada por la misma.[62]

Lo que sigue del texto es el establecimiento de una orden  causal (“génesis”) que le permite a Freud sostener la teoría del componente homosexual en la paranoia por vía de una indagación donde encuentra un entramado concerniente a las vivencias, hasta el plano de las identificaciones arcaicas. La cuestión de la génesis de la condición para la paranoia es colocada en la identificación a lo materno primario. Identificación mediatizada en lo actual por un sujeto de intercambio en las trasferencias imaginarias: una señora en situación de superior en la empresa donde laborase; de la que Freud vislumbra la puesta del pareamiento a lo materno. Con esa dama se entabla la tercer figura constituyente del delirio: al día posterior del primer encuentro amoroso, observa que el amante sostiene una conversación con la señora en voz baja; de lo que “nació en ella de pronto la certeza de que le estaba contando la aventura de ayer”.

Ahora se puede reconstruir la historia en tiempos lógicos:

–       Primer encuentro en la habitación – incremento en la tensión libidinal – exigencia de desligue con la madre en pos de erotizar un objeto masculino.

o   Avisoramiento de la secrecía entre el amante y la patrona – conflicto con el Otro materno de la identificación.

–       Segundo encuentro en la habitación – tensión erótica

o   El tictac – ¿proyección (alucinación)? ¿interpretación de un fenómeno del imaginario?

o   Encuentro con los sujetos varones con un paquete (interpretación delirante de un real)

–       La puesta en marcha de la idea delirante o consecuencia lógica (convicción delirante) – odio al varón (“él me persigue”).

Es de notar que el establecimiento de la idea de persecución tiene retroactividad: el tictac por sí mismo no hizo suponer que se tratara de un aparato fotográfico; solo en combinación con el encuentro con aquellos sujetos esa escena adquiere valor de significado; lo que a la vez se liga a la previa impresión de que aquella mujer identificada a la madre se enteraba de los encuentros íntimos. Es una (re)elaboración en los tiempos lógicos y complementarios del sentido del Nachträglich freudiano: la querella de persecución tiene su origen en una figura materna con la cual la intensa vinculación libidinosa no permite la trasferencia a la actividad sexual-genital con un varón. Para Freud el amante es colocado (trasferido) a la posición paterna-masculina por su vinculación con la madre-patrona.

Para aclarar la condición de la formación delirante como psicótica según la doctrina de la regresión y lafijación,[63] Freud coloca el énfasis en el lugar que tiene la imago materna con respecto a la portadora del delirio: en este caso la imago es un Otro absoluto, “imagen materna del tiempo primordial”:

“El amor a la madre deviene el portavoz de todas las aspiraciones que, cumpliendo el papel de una “conciencia moral”, quieren hacer que la muchacha se vuela atrás en su primer paso por el nuevo camino, peligroso en muchos sentidos, hacia la satisfacción sexual normal, y aun logra perturbar la relación con el hombre”[64]

Identificación con el ideal del yo del progenitor;alienación a la madre:

“…en lugar de tomar a la madre como objeto de amor, se ha identificado con ella, ha devenido ella misma la madre. La posibilidad de esta regresión remite al origen narcisista de su elección homosexual de objeto y así, a la disposición preexistente en ella, a contraer una paranoia”[65]

En el meollo la dama se revela contra la imago materna fijada libidinalmente en lo inconsciente. El varón sólo funge como pantalla para lo verdaderamente repudiado. Ahí está la argumentación a favor de la tesis sobre la implicación homosexual en la paranoia.

Se puede postular una construcción del camino regresivo desde algunas tesis de Introducción del narcisismo (texto publicado el año previo) y documentos posteriores en casi una década, como El yo y el ello. En Introducción del narcicismo se plantean dos formas de elección de objeto: la de apuntalamiento y la narcisista. Supondríase que la dama del caso se ha identificado narcisistamente con el ideal del yo materno; no con la madre como un otro, el prójimo encarnado en una mujer.[66] Freud menciona: “ha devenido ella misma la madre”. La exigencia libidinosa actual despertada por el varón pone a prueba la posibilidad de elegir un objeto otro de amor; presentificación de la condición dada por la fijación y el advenimiento del proceso de la formación delirante como insurrección ante el advenimiento de ese Otro absoluto de lo materno:

“…la rebelión contra esa instancia censuradora se debe a que la persona, en correspondencia con el carácter fundamental de la enfermedad, quiere desasirse de todas esas influencias, comenzando por la de sus padres, y retirar de ellas su libido homosexual. Su conciencia moral se le enfrenta entonces en una figuración regresiva como una intromisión hostil de fuera[67]

La frase final remite a la fórmula expresada en el caso Schreber; el psicótico se topa con algo denegado (Verwerfung) que aparece en lo Real:

“No era correcto decir que la sensación interiormente sofocada es proyectada hacia afuera; más bien inteligimos que lo cancelado adentro retorna desde afuera” [68]

Esta fórmula es una corrección a las primeras teorizaciones sobre la paranoia expresadas a Fliess (de las que se han mencionado en parte en las notas y el cuerpo de texto del presente documento), que se asentaban en la estructura del pensamiento de la psicología representacional; por ende en la búsqueda de experiencias reales. Ahí planteaba que el mecanismo paranoico es la proyección: el yo proyecta en otro la representación intolerable, de lo cual ahora se afrenta.

La cuestión con la postulada identificación narcisista con el ideal del yo materno como “disposición preexistente” amerita otra acotación. En El yo y el ello se señala el tránsito por el narcisismo hacia la instauración del ideal del yo-superyó implica una primaria identificación con el padre (el “arquetipo paterno”) que ocurre tanto en el varoncito como en la niña. La madre, de principio, es un objeto investido libidinalmente. En particular la niña, en tanto se ve compelida a renunciar al padre como objeto de amor, se identifica a él. La madre es el primer objeto; el padre entra secundariamente como objeto. Pero a diferencia de la libidinización inherente a la madre, el padre no puede ser posesión de la pequeña, por lo que ella se aviene a fijarse al portador del objeto ausente en ella (momento en que la madre habría de reforzar la identificación primaria); lo que la resarce temporalmente de la falta hasta que inicie la búsqueda de eso que desea en otro varón; dando paso al posición femenina.[69]

Como ya se indicó, la formación delirante del caso acontece como efecto de un incremento del quantum libidinal (factor económico) que presentifica aquello repudiado anclado en lo inconsciente: el Otro de la identificación narcisista. La alienación al Otro materno plantea la no presencia del referente identificatorio paterno que permitiría la sublimación y el trámite tanto de las pulsiones de vida como las de muerte. De ésta última componentes como la rivalidad y la agresividad en el encuentro con el semejante sexuado, pueden tornarse en amor o identificación.[70] Siguiendo la formulación de la construcción, la figura del Otro originalmente ambivalente (consignatario del amor-odio arcaico), indiferenciado, se torna odiado por la ausencia de la Ley paterna que permita un orden dialéctico con lo Imaginario y lo Real:

“…la indagación analítica del proceso de la trasmudación paranoica nos familiariza con la posibilidad de un mecanismo diverso. Desde el comienzo ha existido una actitud ambivalente, y la mudanza acontece mediante un desplazamiento reactivo de la investidura, así: se sustrae energía a la moción erótica y se aporta energía a la moción hostil.” [71]

Como reflexión paralela, el caso de Freud recuerda una acotación que Jaques Lacan hiciese en su seminario Las estructuras freudianas de las psicosis sobre la presentación de una de sus pacientes en el hospital de Saint-Anne; el referenciado a partir de la transcripción a texto de dicho seminario como “VENGO DEL FIAMBRERO”. Hay una serie de analogías en ambas situaciones: Nótese que tanto Freud como Lacan arman el “caso” desde la entrevista; no en un tratamiento analítico. Ambos se guían por indicios que resultan claves para determinar la estructura delirante en el discurso. En los dos casos se trata de interpretaciones delirantes entramadas con hechos de lo real que atañen a los sujetos implicados. El que lo oído –en el caso de Lacan el “marrana”, en el de Freud el “tictac”– fuese una alucinación (Freud pone en entredicho que el sonido mencionado en realidad hubiese acontecido y apuesta porque fuese la proyección de una sensación genital). La situación en provenir de un mundo femenino aislado a la masculinidad, de identificaciones pareadas, y que sea justamente el encuentro con un varón lo que desencadene la psicosis.[72]

PARA CONCLUIR

Sobreviene un conflicto para la elucidación de la noción de psicosis en el texto freudiano desde lo arbitrario que resulta hacer una comparativa de los historiales clínicos. A diferencia del procedimiento de la medicina mental, que parte de una tipificación de la conducta anormal, en Freud esto resulta inaplicable. Como se ha expuesto, la ubicación clínica en el texto freudiano no depende del carácter del signo o del síntoma (sanción objetiva); sino de un peculiar estilo de vinculación al síntoma en cada caso (determinante subjetivo), que en las primeras elaboraciones aparece como la ubicación del “mecanismo” subyacente de la formación sintomática. La contrastación clínica con los criterios provenientes de algunos psiquiatras clásicos lleva a la revaloración de lo que generalmente se ha tomado como psicosis; emparejado al entendimiento semiológico de la medicina mental. Por otra parte se encontró que Freud mismo cambió su consideración diagnóstica en algún caso; lo que obedeció a circunstancias de los cambios teóricos, doctrinales y metodológicos, así como los intercambios con la disciplina psiquiátrica.

La noción de representación (Vorstellung), base en los primeros ordenamientos de Freud, cuando se utiliza para teorizar la clínica implica lagunas como las que aquí presento. Si por ejemplo se sigue la línea de pensamiento desde el Proyecto, con el postulado de un sistema de transmisión de quantums de energía (y que va a parar necesariamente en la noción de representación); la clínica del síntoma alucinatorio y delirante de la histeria es indiferenciable del psicótico. Etcheverry puntualiza distintos usos del vocablo verwerfen en la obra de Freud y no todas describen un enlace con el síntoma psicótico (como en la “desestimación de la realidad”); sino más bien como otra forma de trabajo psíquico.[73] Con esto queda una necesaria crítica los planteamientos teóricos arraigados al modelo psicológico de la representación (meollo del orden comprensivo); no así al doctrinario. Así ideas como Verwerfen o Verdrängung pueden adquirir nuevo valor como referentes clínicos.

Uno de los puntos que se establecieron es la ausencia de un interés nosológico y nosográfico desde los primeros textos freudianos. En los últimos escritos tampoco se advierte una conceptualización de términos. En Neurosis y psicosis, publicación de 1924, aparecen dos nociones en alusión a la psicosis: la amentia de Meynert y la esquizofrenia. Ahí plantea que lo común en la contracción de neurosis o psicosis es una frustración, y discute la “diferencia genética” entre las neurosis y las psicosis. De la primera indica que se trata de un conflicto entre el yo y su ello (Verdrängung, represión); respecto la segunda se presenta una perturbación entre los vínculos entre el yo y el mundo exterior (Verleugung, desmentida). Lo toral es que en el caso de la neurosis de trasferencia lo frustrado en un deseo o exigencia del ello que se vive como incumplible por parte del yo que está al servicio (es vasallo) del superyó y la realidad. Mientras que en la psicosis lo frustrado está en la realidad.[74]

Acaso la última mención a la amentia se encuentra en Esquema del psicoanálisis; donde señala las peculiares vivencias de los afectados que, al recuperarse de los momentos de crisis, indican un estado de expectación de los sucesos:

“uno se entera, por la comunicación de los enfermos tras su restablecimiento, de que en un rincón de su alma, según su propia expresión, se escondía en aquel tiempo una persona normal, la cual, como un observador no participante, dejaba pasearse frente a sí al espectro de la enfermedad”[75]

Esta particularidad es análoga al soñar y al recuerdo posterior al sueño; pues  en el sueño el yo del sujeto no desaparece, simplemente hace como si no se diera cuenta que está en un sueño y se deja llevar por éste para no despertar (experiencia similar a los estados de conciencia alterados por sustancias psicoactivas; como se referenció en notas a pie en supra). Parágrafo seguido plantea que aun sin la seguridad de suponer que esta vivencia ocurra en todos los casos de psicosis, él podría dar cuenta de fenómenos semejantes en “otras psicosis de trayectoria menos tormentosa”; si se supone que Freud se está refiriendo a su experiencia clínica, acaso hable de casos de Locura histérica.

Aun postulando un mismo mecanismo para las psicosis, es de notar que en la amentia se revela un parecido con el sueño normal; lo que no sucede en el caso de la esquizofrenia. Mientras en la amentia el delirio sustituye alucinatoriamente la realidad por la manifestación del deseo frustrado a la manera del sueño (recuérdese el caso de “confusión alucinatoria” de 1894); en la esquizofrenia el delirio es un “parche” para cubrir la desgarradura en el vínculo yo-mundo. Diferencia no menor después de las consideraciones vertidas en supra sobre la equivalencia clínica de los estados oníricos o Locura histérica a la amentia de Meynert. No menos importante: el modelo que utiliza Freud para pensar la clínica es la neurosis, particularmente la histeria; y la clave freudiana es la estructura de la formación del sueño. Y el sueño, por cierto, no es lo mismo que la psicosis. Aunque incompletas, de las cavilaciones de Esquema del psicoanálisis y La escisión del yo en el proceso defensivo[76]se puede colegir que el último postulado teórico sobre el mecanismo psicótico, la “escisión del yo” queda como elemento presente en las psicosis y otras formas clínicas “no-psicóticas” como el fetichismo. El elemento distintivo que queda es el cómo el yo se enfrenta a lo interno (pulsional) o externo (realidad): se trata de la presencia o ausencia del elemento tercero en las identificaciones originarias.

No obstante todas las dificultades enunciadas, queda alguna consideración que permite una mínima guía dentro de lo clínico para ubicar la condición subjetiva: la situación del sujeto respecto al lenguaje. Desde tiempos de la correspondencia con Fliess, Freud encontró que las difíciles historias del trauma sexual (que en los casos de crisis histérica son representados en accesos delirantes y alucinatorios) son poetizaciones,[77] el sujeto neurótico habla desde el significante; mientras que el sujeto psicótico hablaría desde el signo.

En Psicopatología de la vida cotidiana se encuentra una diferencia de principio entre la interpretación neurótica y la interpretación paranoica (psicótica): “el paranoico desestima, en su aplicación a las exteriorizaciones psíquicas de los demás, la categoría de lo contingente, de lo que no exige motivación, que el hombre normal considera una parte de sus propias operaciones psíquicas y actos fallidos. Todo cuanto nota en los otros es significativo, todo es interpretable”; mientras que el neurótico se cuestiona para sí, el paranoico (al igual que el supersticioso)

“proyecta hacia afuera una motivación que yo busco adentro; (…) él interpreta mediante un acaecer real el azar que yo reconduzco a un pensamiento. No obstante, lo oculto de él corresponde a lo inconciente mío, y es común a ambos la compulsión a no considerar el azar como azar, sino interpretarlo”[78]

La cuestión de ubicar en un sujeto la condición de psicosis o neurosis está en la estructura del discurso y la ubicación del estilo en que el sujeto está vinculado al síntoma; no en el síntoma mismo (tomar al síntoma como lo que define la psicosis es entenderlo como signo).

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Declaratoria:

Este artículo es inédito. No ha sido publicado en medio electrónico alguno. Si es aceptado por el Consejo Editorial de Carta Psicoanalítica el autor se compromete a no publicarlo en otro medio Web.

 


[1]La crítica de ese saber, sus procedimientos y consecuencias ha sido materia de muchos trabajos de investigación; a la cabeza de éstos Michael Foucault.

[2]Cf. Etcheverry, J.L. [1978] Sobre la versión castellana pp. 31 y ss.

[3]En este sentido el sistema del DSM está más emparentado a Bleuler que a Kraepelin. Además su ordenamiento para la designación diagnóstica es del orden comprensivo propuesto por Karl Jaspers.

[4]Cf. Lacan, J. [1955-1956] El Seminario 3 Las psicosis pp. 12-3 y 74.

[5]En el sentido que indica Thomas Kuhn como la urdimbre de pensamiento y prácticas vigentes en las disciplinas científicas.

[6]Cf. Freud, S. (1985) Cartas a Wilhelm Fließ Carta del 24 XI 87 (carta 1)p. 3.

[7]Cf. Freud, S. (1888b) Histeria p. 54.

[8]Cf. Freud, S. (1888 [1888-89]) Prologo a la traducción de H. Bernheim, De la suggestion p. 83.

[9]Cf. Freud, S. (1890a) Tratamiento psíquico (tratamiento del alma)p. 127.

[10]Cf. Freud, S. (1889) Reseña de August Forel, Der hypnotimus p. 102.

[11]Breuer, J. y Freud, S. (1893-1895) Estudios sobre la histeria p. 114. Breuer nombra en general a los accesos de alucinación y delirio en Anna O., englobables en el “estado segundo” de Charcot, como “psicosis histéricas” (cf. pp. 68 y 70). En una larga nota a pie de página, donde Freud anoticia del caso Cäcilie M., se diagnostica como “psicosis expiatoria histérica” (cf. pp. 88 y ss. n. 25). Ver también la sección “Sobre la psicoterapia de la histeria” p. ej. pp. 270-1.

[12]Freud, S. (1894a) Las neuropsicosis de defensa.

[13]Cf. ibid. p. 47.

[14]Cf. Freud, S. (1985) op. cit. “Manuscrito K” (anexo a lacarta 85) p. 170.

[15]El psiquiatra vienés e iniciador de la sexología Richard von Krafft-Ebing al compararlas con las vesanias las distinguió de éstas por un nivel de desarrollo y gravedad; pero indicó que en el cuadro psiconeurótico se pueden presentar delirios como episodios o transitoriamente. Paul Bercherie (1980) menciona que hay confusión entre traducciones de la expresión; pues el vocablo correcto al que se refieren los trabajos sobre el tema sería neuropsicosis (psicosis de la neurosis). Producto de este embrollo, en general la psiconeurosis o neuropsicosis se estableció como una “cuasipsicosis”. El error de traslado se habría establecido a partir de las traducciones del ya mencionado texto Las neuropsicosis de defensa (cf. Postel, J. “Las neurosis”; en Postel, J. y Quétel, C. (1994) Nueva historia de la psiquiatríap. 237 y Bercherie, P. [1983] Génesis de los conceptos freudianos p. 320). Para más detalles cf. Bercherie, P. (1980) Los fundamentos de la clínica pp. 91 y ss.

[16]Cf. Freud, S (1896) La herencia y la etiología de las neurosis p. 155.

[17]Cf. Freud, S. (1985) op cit. carta 98 p. 198. En una nota a pie de página del Proyecto, Strachey asocia la psiconeurosis a una expresión de Freud que aparece como “neurosis simple” e indica un aparente uso diverso al de otros textos (cf. Freud, S. [1950{1895}] Proyecto de psicología p. 395, n. 6).

[18]Cf. Freud, S. (1985) op cit. “Manuscrito H” pp. 107 y ss. Además la Carta del 1. en. 1896 (carta 85) donde cabalmente declara a Fliess que la paranoia “es una forma de neurosis de defensa” (p. 166); y el ya mencionado “Manuscrito K” pp. 175-6. Redunda el mencionar la noción de “neurosis narcisistas” que toma forma a partir de 1910.

[19]Cf. Breuer, J. y Freud, S. (1893-1895) op. cit. p. 199. Bercherie ve en esto una herencia del procedimiento de clasificación pineliano (cf. Bercherie, P. [1980] op. cit. p. 25 n. 15).

[20]Cf. Freud, S. (1911c [1910]) Puntualizaciones psicoanalíticas sobre un caso de paranoia (dementia paranoides) descrito autobiográficamentep. 70.

[21]Cf. Freud, S. (1925d [1924]) Presentación autobiográfica p. 54.

[22]La cantidad de textos de referencia a las psicosis en las Obras Completas es muy basta. Aunque a lo largo de la obra de Freud aparecen múltiples referencias a el tema, se puede señalar algunos textos considerables como importantes: Las neuropsicosis de defensa (1894), Nuevas puntualizaciones sobre las neuropsicosis de defensa (1896), La interpretación de los sueños (1900 [1899]), Puntualizaciones psicoanalíticas sobre un caso de paranoia (Dementia paranoides) descrito autobiográficamente (1911 [1910]), Introducción del narcisismo (1914), Un caso de paranoia que contradice la teoría psicoanalítica (1915), Conferencias de introducción al psicoanálisis: 16ª Conferencia. Psicoanálisis y psiquiatría (1917), Sobre algunos mecanismo neuróticos en los celos, la paranoia y la homosexualidad (1922 [1921]), Neurosis y psicosis (1924 [1923]), La pérdida de la realidad en las neurosis y la psicosis (1924) y La escisión del yo en el proceso defensivo (1940 [1938]).

[23]Cf. Freud, S. (1894a) op. cit. p. 47.

[24]No se me pasa de largo que, para esa época de fundación de la doctrina, Freud buscaba una escena real para el trauma. Me tomo la libertad de extrapolar los tiempos para efecto de lo que deseo plantear.

[25]Ibid. p. 49.

[26]Cf. ibid. pp. 50-1.

[27]Ibid. p. 59.

[28]Cf. Meynert, Th. (1890) “La amentia o confusión”; en Stagnaro, J.C. (2006a) Alucinar y Delirar Tomo I. El término amentia también se ubica en Kraepelin: aparece como “Amencia (locura delirante o confusional)” y la consideraba como una de las formas de Dementia praecox (cf. Kraepelin, E. [1895] La demencia precoz p. 304).

Meynert y Kraepelin compartían el uso del término “confusión alucinatoria” que para la época estaba altamente difundido en el argot psiquiátrico; pero que abunda en ambigüedad. Bercherie en Los fundamentos de la clínica menciona una equívoco nosológico desde los alienistas respecto a lo que significa la “confusión” (cf. op. cit. p. 40 n. 11). Aquí me refiero a la mención de otros psiquiatras (aparte de Meynert) de una forma de confusión caracterizada por la reversibilidad del estado de delirio agudo obtenible por tratamientos no químicos o alteraciones físicas ejercidas sobre el sujeto; sino a la persuasión o “influencia moral”. La confusión en los cuadros clínicos está dada por el apriorismo que postula el daño orgánico como etiología de toda forma de psicosis.

[29]Los cuadros oníricos derivan de la descripción del delirio alcohólico expuesta por Lasègue en 1881 (Lasègue, Ch. [1881] “El delirio alcohólico no es un delirio…”; en Stagnaro, J.C. [2006a] op. cit.). El llamado delirio onírico o delirio de sueño es un fenómeno asociado a la vivencia alucinatoria similar al soñar.

El onirismo fue expuesto y formulado por E. Regis desde 1893: Lo caracterizó por la perturbación de toda la esfera sensorial del alucinado. Se trata de la inmersión del sujeto en un juego de intercambios entre alucinación y errores de ilusión indiferenciables; de tal manera que pierde la relación espacio-temporal. Al igual que Lasègue, Regis anotó que es particular la posibilidad de influir en el estado; siendo que al alucinado se le puede hacer que perciba y a la vez que deje de presenciar cosas mediante la influencia sugestiva. Las características clínicas de estos estados llevarán en su nombre la asimilación con la experiencia del soñar. Regis lo declaró “una verdadera prolongación del soñar” (Cf. Lanteri-Laura, G. [1991] Las alucinaciones pp. 88-9).

[30]Freud, S. (1894a) op. cit. p. 59. Subrayado mío.

[31]Freud, S. (1894a) op. cit. p. 60. Bercherie expresa un comentario que quizá pueda dar un poco más de orden al problema de la confusión; la acepción que describe mejor el estado del sujeto en delirio histérico es absorto: “el sujeto ahí está en realidad más absorbido que confuso” (Bercherie, P. [1980] op. cit. p. 118).

[32]Es una cuestión de método; y siguiendo las tesis de J-C Maleval un criterio de distingo entre el síntoma histérico y el psicótico. Para este autor el sujeto psicótico no sería capaz dar sentido (metaforizar) al síntoma de la forma en como ocurre con las pacientes de Freud (cf. Maleval, J-C. [1981] Locuras histéricas y psicosis disociativas).

[33]Freud, S. (1894a) op. cit. p. 60.

[34]Cf. ibid. p. 61.

[35]Otra referencia clínica es el caso Madeleine, de Pierre Janet. Las pormenorizadas descripciones de los accesos extáticos de esta mujer son referidos como episodios, más o menos prolongados; registrados a lo largo de 22 años (cf. Janet, P. [1926] De la angustia al éxtasis I).

[36]Un autor como Paul Bercherie estima este caso en distinto sentido: A diferencia con los otros casos de histeria, la “representación traumática no es de naturaleza idéntica”. La diferencia estribaría en que se trata de “una realidad penosa que el yo rechaza”; mientras que en las otras situaciones se trata de “un impulso sexual” (cf. Bercherie, P. [1983] op. cit. pp. 315 y ss.); sea válido entenderlo como deseo sexual. Bien se podría seguir esa argumentación de que la desestimación (verwerfen) remite a un objeto de lo real; sin embargo causa problema el que sea el mismo yo el que “realce” la representación en su afán defensivo. Para que el aparato psíquico se defienda debe existir el antecedente o representación hiperintensa en el registro psíquico; es decir que el aparato responde a la realidad, pero en base a lo que la vivencia le compele (el efecto a posteriori o Nachträglichkeit).

Lo anterior es una argumentación en base a la teoría delo trauma psíquico; pero por ese camino del trauma llega a ser indiscernible la diferencia clínica entre Histeria, Psicosis o Neurosis actual. Más importante puede ser el meollo clínico del síntoma: lo desaparecido real era un objeto de amor, objeto de deseo erótico; se puede argumentar que como el objeto de deseo es designado, no es la cosa real lo que causa el deseo; sino lo que se dispone en ésta. Bercherie no introduce en su análisis la cuestión del sentido freudiano de la vivencia (Erlebniss) y la realidad; tampoco lo tocante al deseo. Y aunque menciona los problemas nosográficos de la época, no considera la absorción de la Locura histérica y otras afecciones psíquicas por la Esquizofrenia.

[37]Freud, S. (1985) “Manuscrito H” del 24. 1. 95 (anexo a la carta 53) op. cit. p. 111. Subrayado por mí. En la obsesión el mecanismo diferiría el contenido hacia otra representación (cf. p. 112).

[38]Cf. ibid. p. 112.

[39]Cf. idem.

[40]Cf. Breuer, J. y Freud, S. (1893-1895) op. cit. pp. 29-30. Según autores de la Psiquiatría clásica en los casos de Locura histérica se reproducen vivencias del pasado que le significaron al sujeto fuertes afectos. Por ejemplo Meynert menciona una característica sonrisa que acompaña a los sujetos en el estado confusional (cf. Meynert, Th (1890) op. cit. p. 159); Charcot describía el comportamiento afectivo en la “fase alucinatoria” del ataque histérico como de terror o de alegría “según que el espectáculo que crea tener delante sea espantoso o placentero” (cf. Charcot, J-M. [1887-8] “Gran histeria o hístero-epilepsia”; en Saurí, J. (1984) Las histerias, pp. 116-7). S. Ganser enuncia que las vivencias alucinatorias son manifestaciones de pasado (recuerdos) (Ganser, S. [1897] Estado particular de histeria crepuscular; en Stagnaro, J.C. [2006a] op. cit. pp. 185).

[41]Freud, S. (1985) op. cit. p. 112. En la paranoia, al contrario que en la confusión, la representación hiperintensa (“contenido y afecto”) estaría conservada; pero proyectada al mundo exterior. Por vía de la enajenación del contenido representativo (el paranoico coloca en el otro “la idea insoportable”) el yo se defiende con alucinaciones que le son “amistosas”; es decir, al venir de afuera se hacen tolerables para la consciencia. El mecanismo es postulado aquí por Freud como una defensa “patológica” que logra que “el yo prescinda del juicio, del reproche” (cf. pp.107 y ss.).

[42]Cf. ibid. pp. 112-3.

[43]“Manuscrito K” (anexo a la carta 85) en ibid. pp. 170-8.

[44]Ibid. p. 171.

[45]Idem. Si se sigue la intención de puntualidad técnica de la traducción de Etcheverry en la versión de Amorrortu, cuando en el texto aparece “fuerzas represoras” habría de leerse algo así como “fuerzas desalojadoras” para seguir el sentido del vocablo Verdrängung. Etcheverry no hace comentario alguno a esta cuestión en la versión completa de la correspondencia Freud-Fliess; siendo que en la traducción de las Obras completas es puntual en señalar la diferencia semántica entre Verdrängung (esfuerzo de desalojo) y Nachdrängen (“esfuerzo de dar caza”, “la represión propiamente dicha”).

[46]En La interpretación de los sueños, se hace mención de un caso de “estado de excitación confusional” en un joven varón. Ahí describe al estado de confusión como “avasallamiento de la segunda instancia psíquica por la primera” que normalmente está sofocada. Para el caso se trataba de un deseo hostil hacia la madre que al ser censurado nuevamente por la segunda instancia (por el yo-consciencia) se mudó en una sintomatología histérica (cf. Freud, S. [1900a {1899}] La interpretación de los sueños pp. 268-9).

Respecto a la paranoia, en la correspondencia con Fliess, Freud indica que hay un “fracaso de la defensa en el momento mismo del retorno de lo reprimido”; las alucinaciones son “el afecto reprimido” que “parece retornar siempre”. Siguiendo con la propuesta de la proyección, la representación colocada afuera ya no es percibida como extraña; es decir que de ella el yo del paranoico no muestra extrañeza; sino que la recibe como un reproche dirigido desde el otro al que desautoriza, y por tanto se afrenta de él (cf. “Manuscrito K” op. cit. pp. 175-7).

[47]Cf. Freud, S. (1985) op. cit. pp. 112-3.

[48]Cf. Freud, S. (1896b) Nuevas puntualizaciones sobre las neuropsicosis de defensa p. 175 n. 23. En Presentación autobiográfica refiere al mismo caso ya con ese calificativo (cf. Freud, S. [1925d {1924}] op. cit. p. 56).

[49]Según Héctor Escobar el término “dementia paranoide” es referente a los primeros arreglos nosográficos sobre la paranoia propuestos por Emil Kraepelin (Cf. Escobar, H. “Interrogar a Schreber, interrogar a Freud”; en Cerda, A. et al (2009) Schreber Los archivos de la locura pp. 35-6). No obstante, hay que tener en cuenta lo ya mencionado supra sobre la inconstancia semiológica en Freud.

[50]En el trabajo sobre la historia de la esquizofrenia de Garrabé, J. (1992) La noche oscura del ser se pueden encontrar mayores datos de ese peculiar movimiento del discurso psiquiátrico.

[51]Freud, S. (1896b) op. cit. p. 175.

[52]Cf. ibid. p. 176.

[53]Cf. ibid. pp. 175 y ss.

[54]Quien esté familiarizado con los textos de casos de “paranoia crónica” de autores de la Psiquiatría clásica quizá concuerde con mi impresión de que el sujeto paranoico que ahí se retrata, si bien de los sucesos del pasado toma elementos para sostener su delirio, nunca construye una re-significación de sus vivencias en la forma en que esta paciente lo hace con Freud; de lo que hay que puntualizar que lo que se re-significa son síntomas (quejas dirigidas a Freud). Muy al contrario, en lugar de re-tornar lo proyectado vía la asociación de recuerdos, el pasado da más razones al delirio paranoico. Además el sujeto paranoico crónico puede caracterizarse por la intención a hacer comunidad con la certeza del delirio; el cuestionamiento de la veracidad está excluido.

Conjeturo que los interpretadores delirantes de Sérieux y Capgras no se dispondrían a un tratamiento como el del Método catártico ¿Es que teles sujetos responderían a la sugestión o la persuasión del tratante? Téngase en cuenta que ya desde Falret se indicaba la inamovilidad de la idea o la creencia del alienado como lo que signaba el delirio ahora nombrado psicótico (cf. Sérieux, P. y Capgras, J. [1909] Las locuras razonantes y la compilación VVAA La locura compartida Folie à deux). La formulación aparece comentada brevemente por Freud en el texto sobre las Memorias de Schreber (Freud, S. [1911c {1910}] op. cit. p. 24).

No obstante, hay que tener en cuenta la aseveración de Lacan de que no hay tal inamovilidad del delirio (cf. Lacan, J. [1955-1956] op. cit. pp. 30 y sig.); pero me parece que de lo que Lacan habla es de un orden diverso al de la persuasión; pues él se refiere a que el delirio transita desde lo real. El psicótico hace un trabajo de acomodo con lo real mediante el delirio.

Para otra referencia ver la tesis doctoral de Serge Leclaire Principios de una psicoterapia de las psicosis. Ahí el par de casos en análisis son establecidos por Leclaire como “paranoia crónica”; donde se indica un esclerosamento del significante que se torna un signo no accesible a la dialéctica en el discurso del paranoico crónico; además de exponer la infactibilidad del tratamiento analítico de los delirios crónicos en base a los considerandos de la(s) terapia(s) de las neurosis (Leclaire, S. [1957]).

[55]Freud, S. (1896b) op. cit. pp. 180-1. Subrayado mío. La descripción de Freud recuerda a las “alucinaciones psíquicas” según Baillarger: alucinaciones vinculadas al campo del lenguaje, a la sensorialidad; y que para ese médico eran síntomas de sujetos no alienados: alienados “no dicen que escuchan hablar, sino que les parece escuchar hablar” (Baillarger, J. (1846) “Mémoires de l’Académie Royale de Médecine”; apud Lanteri-Laura, G. (1991) Las alucinacionesp. 58). Décadas después Sèglas sancionó la alucinación como una irrupción del lenguaje; no es que el alucinado escuche, más bien quien alucina siente hablar (cf. Lanteri-Laura, G. [1991] op. cit. pp. 75 y ss.).

[56]Lo que según Sèglas es la característica de las alucinaciones psicóticas: el sujeto no puede ubicar como suyas las voces que escucha. Tal fenómeno lo calificó como una “irrupción del lenguaje” (Cf. Lanteri-Laura, G. [1991] op. cit. pp. 75 y ss.)

[57]Análogamente sucede con las alucinaciones de los estados oníricos: se formarían con elementos de la vida diurna de los sujetos (como en los sueños); y que de estos el sujeto podía dar cuenta de su relación con lo alucinado. Además en los estados oníricos también pueden aparecer características persecutorias. Tanto Lasègue y Regis lo indican; del mismo modo lo hace Meynert.

En una nota de La interpretación de los sueños agregada en 1909, se menciona a una paciente que alucinaba melodías o fragmentos de éstas “sin quererlo y contra su voluntad”; de quien Freud aclara “no es paranoica”. A partir del análisis la paciente encontró la explicación de sus alucinaciones: eran un uso de tal música que, mediante deformaciones, estaba al servicio de fantasías (cf. Freud. S. [1900a {1899}] op. cit. p. 419n. 22). En términos de los procesos psíquicos acontecidos y su resolución, el síntoma alucinatorio del caso se asemeja bastante al de “paranoia crónica”.

[58]Freud, S. (1896b) op. cit. pp. 177-80. Subrayados de mi autoría.

[59]Cf. Freud, S. (1985) op. cit. Carta del 24. 1. 97 (carta 119) p. 242. En el “Manuscrito M” anexo a la Carta del 25. 5. 97 (carta 128) se hace más contundente la diferenciación de ambas entidades en base a la presencia o ausencia de sistematización en las respectivas producciones psíquicas (cf. p. 265).

[60]Cf. Freud, S (1915) Un caso de paranoia que contradice la teoría psicoanalítica p. 271.

[61]Cf. Strachey, J “Nota introductoria” en Freud, S. Obras Completas, Vol. XIV pp. 261-2. El ínterin teórico de la paranoia (particularmente el avizoramente del factor de la homosexualidad), desde los primeros textos publicados y la correspondencia con Fliess hasta el caso Schreber, está en las correspondencias (y las relaciones trasferenciales) con Jung, Abraham y Ferenczi (Cf. Vásquez, M. “Escritura, cuerpo, delirio: Reflexiones acerca del presidente Schreber” en Cerda, A. et al [2009] op. cit. pp. 85-9).

[62]Cf. Freud, S (1915) Un caso de paranoia que contradice la teoría psicoanalítica p. 264. Aun siendo posible el asunto de que un sujeto estuviese oculto tras bambalinas hay un detalle que la dama “omite”: para ese tiempo las cámaras fotográficas requerían un evidente destello luminoso para poder registrar la imagen en una placa; sin la cual sería imposible que el aparato funcionase (la observación la hace Luis Prado de Oliveira en “Complicaciones freudianas acerca de la paranoia” en Cerda, A. et al [2009] op. cit. p. 124).

[63]Lo que en ciertas posturas se puede entender como la condición estructural. Para Freud la “elección de neurosis” era una cuestión que la dilucidación psicoanalítica de un caso clínico debería explicar vía una reconstrucción simbólica del pasado.

[64]Freud, S. (1915) op. cit. p. 267.

[65]Ibidp. 269.

[66]Cf. Freud, S. (1914) op. cit. pp. 84 y sig.

[67]Ibíd. p. 93. El subrayado de las últimas palabras es de mi autoría.

[68]Freud, S. (1911c [1910]) op. cit. p. 66.

[69]Cf. Freud, S. (1923) El yo y el ello pp. 33 y sig.; así como Freud, S. (1925) Algunas consecuencias psíquicas de la diferencia anatómica entre los sexos.

[70]Cf. Freud, S. (1925) op cit. p. 44. Según la doctrina, lo pulsional implica la presencia de un quantum libre, flotante, no sublimable. Es la constancia de que en el sujeto hay algo que escapa a la posibilidad de ser tramitado por el Yo (sublimado, sintomatizado o hablado). Ese quantum está comandado por las leyes del Ello; solo se “satisface” (rebaja su exigencia) en la descarga corporal: el ejercicio de la agresividad o la genitalidad (cf. ibid. p. 45). Cf. Lacan, J. (1953-1954): El seminario 1 Los escritos técnicos de Freud.

[71]Freud, S. (1923) op. cit. p. 44.

[72]Cf. Lacan, J. (1955-1956) op. cit. Sesión del 7 de diciembre de 1955 pp. 74 y sig.

[73]Cf. Etcheverry, J.L. (1978) op. cit. pp. 68-73.

[74]Cf. Freud, S. (1924b [1923]) Neurosis y psicosis p. 115. La palabra “desmentida” aparece en otro texto del mismo año La pérdida de la realidad en las neurosis y las psicosis (cf. Freud, S. [1924e] p. 194).

[75]Freud, S (1940a [1938]) Esquema del psicoanálisis p. 203.

[76]Freud, S. (1940e [1938]).

[77]Cf. Freud, S. (1985) op. cit. Carta del 2. Mayo. 97 (carta 126) p. 254.

[78]Cf. Freud, S. [1901b] Psicopatología de la vida cotidiana pp. 248-52