Por: Edgar Ulises Quillo Rosas & Luis Fernando Macías García

Resumen: 

El atomismo psíquico es una forma de concepción de la subjetividad derivada de la lógica aristotélica y sus tres principios, esta concepción es problemática pues tiene como consecuencia, en la actualidad, la imposibilidad de una toma de postura ética y política frente a las formas de opresión contemporánea, un fuerte representante de lo anterior es el filósofo de moda Byung Chul-Han, quien ha vuelto a declarar el fin de la historia. En este trabajo ensayaremos una confrontación entre la concepción del atomismo psíquico en Han y la propuesta de una lógica colectiva en el escrito El tiempo lógico y el aserto de certidumbre anticipada, de Jacques Lacan; lo anterior a la luz de una crítica al principio del tercero excluido.  

Palabras Clave: Atomismo psíquico, Sujeto, Lógica colectiva, Lacan.

Abstract: 

Psychological atomism, as a conception of subjectivity, derives from Aristotelian logic and its three principles. We argue that psychological atomism is a problematic conception as on of its present consequences is the impossibility of taking an ethical and political stand against contemporary forms of oppression.Popular philosopher Byung Chul-Han, who once again has declared the end of History, strongly exemplifies this limitation. In this paper, we develop a comparison between Han’s conception of psychological Atomism and Jacques Lacan’s proposal for a collective logic in his work Logical Time and the Assertion of Anticipated Certainty: A New Sophism. This is done in light of a critique to the Law of excluded middle (principium tertii exclusi). 

Key words: Psychological atomism, Subject, Collective logic, Lacan.

ACERCA DEL ATOMISMO PSÍQUICO Y SUS PRINCIPIOS LÓGICOS.

Nietzsche se toma la libertad de llamar atomismo psíquico a la “creencia que convierte al espíritu en cosa indestructible, eterna, indivisible, un átomo” (2011; 17-8). Él considera que es urgente declararle una guerra sin cuartel tanto al atomismo materialista o a la necesidad atomista como al pensamiento y la necesidad metafísica. Ambos, determinados por el instinto tiránico, por la voluntad de poder de los filósofos que buscan imponer su moral al mundo, creándolo a su imagen.

Más de un siglo después de Nietzsche, y aun a pesar de que muchos pensadores hayan hecho suya la guerra nietzscheana, el atomismo psíquico sigue siendo uno de los grandes males en el esfuerzo por comprender al hombre, y peor aún, sobre dicho mal se han fundado sin parar éticas y políticas, tanto teóricas como empíricas. Para muchos, la posibilidad de proponer formas de la ética o de la política requiere comprender los impasses intrínsecos del hombre, porque en un primer momento lógico, como fundamento, establecen una antropología, pues desde el principio atómico conciben una primacía del individuo por sobre lo colectivo. Cuando esta concepción corresponde con el atomismo psíquico, fuertemente arraigado en la cultura occidental por su herencia cristiana, nos lleva de la mano al error con cada paso. 

Las consecuencias de ello son variadas y lamentables en todos los niveles (teórico, ético, político, práctico, entre otras). Una de ellas ha tomado como portavoz contemporáneo, incluso como apóstol, al filósofo de moda Byung-Chul Han, quien se ha popularizado por su postulado fundamental de la desaparición de toda negatividad, considerando a ésta como la imposición de lo otro, que aparece e insiste, en la vida del sujeto. En la actualidad, con el acortamiento de espacios y tiempos, y la evitación de la interrupción, en última instancia es esto otro lo que se evita. Lo que queda es pura positividad que se presenta como violencia, en la sociedad del cansancio o de rendimiento, como ha denominado a la sociedad contemporánea.

El presente escrito se dividirá en tres capítulos, en el primero, revisaremos la propuesta teórica de Han y sus conclusiones, procediendo con la construcción de su concepción de sujeto para poder demostrar que en su obra opera aún, para pesar de Nietzsche, el atomismo psíquico que, en el caso específico de Han, impide cualquier posición ética o política.

En un segundo capítulo abordaremos el trabajo teórico de Jacques Lacan, quien logra construir una antropología filosófica más allá de la lógica clásica del atomismo psíquico. La elección de este autor se debe al hecho de que sus configuraciones discursivas, además de ser las más interesantes y radicales propuestas de relaciones de coexistencia, coinciden en realizar un examen a conciencia de lo tripartito. 

La obra así emprendida resulta descomunal, inviable, por lo que decidimos renunciar a la totalidad de la obra Lacan, para enfocarnos en sólo uno de sus textos, cuidándonos de con ello no descontextualizarlo de su propio pensamiento. Hemos pues elegido aproximarnos en Lacan a su escrito de 1945 El tiempo lógico y el aserto de certidumbre anticipada.     

Con la finalidad de sostener nuestra tesis, preguntaremos al texto cuál es el papel que en él juega el tercero en cuanto a la antropogénesis respecta. La respuesta proporcionará los elementos para afirmar con fundamentos que tres son necesarios para la constitución de un sujeto. 

Es importante dejar claro desde este momento, y no hay manera de insistir en ello lo suficiente, que el problema del tercero tal y como nosotros lo abordamos no es un problema planteado propiamente por Lacan, nuestro acercamiento a la obra seleccionada es un trabajo exegético con una perspectiva pre-establecida, que no es sino la mirada metodológica que identifica una estructura interna tripartita en los procesos antropogenéticos descritos. La elección misma de la obra en detrimento de otras es una artimaña bienintencionada, pues hemos elegido deliberadamente la perspectiva que nos permitirá encontrar, en palabras de Foucault, el veneno y el antídoto (Foucault, 1971).

En el tercer capítulo, de las conclusiones, expondremos nuestro hallazgoque hemos llamado toma de distancia, y que como intentaremos mostrar, es el aporte de lo trinitario a los procesos de subjetivación, que además posibilita la toma de una posición ética y/o política, que es imposible desde el atomismo psíquico de Han.

CAPÍTULO I

BYUNG-CHUL HAN: PSICÓLOGO DE LA ÉPOCA, FILÓSOFO ALIENADO.

En la obra de Han se reconocen de manera general tres propuestas explicativas de la sociedad contemporánea, a la que llama sociedad del cansancio o del rendimiento:

  1. La desaparición de toda forma de negatividad (tiempo, espacio, otredad, etcétera) y su sustitución por lo idéntico (que es también violento).
  2. La sustitución de la biopolítica (dominio sobre los cuerpos y la vida) por la psicopolítica (interiorización del amo y consecuente dominio de sí mismo).
  3. La mutación del capitalismo industrial (explotación de una clase por otra) al capitalismo financiero (desaparición de la diferencia de clases y autoexplotación del sujeto “empresario”).

Estas tres características de nuestra sociedad tienen por consecuencia el cansancio de los sujetos que la habitan, y que, por si fuera poco, no tienen salida de ella, pues cada una de ellas tiene como consecuencia común la inexistencia de un enemigo a quien enfrentar, a quien declarar la guerra. Así, Han concluye que hoy la revolución ya es imposible, y que un cambio sólo será posible por la irrupción radical de lo otro por medio de un apocalipsis, por demás, fuera de cualquier control de nuestra parte.

En la revisión de los textos de Han encontramos que su teoría, por concederle desde ya el título, se sostiene bajo el supuesto antropológico básico del individualismo epistemológico, es decir, Han prioriza al sujeto en detrimento de lo social, sólo así puede decirse que hay un sujeto aislado. Ese término es el fundamental aquí. Cuando hablamos de individualismo epistemológico lo contraponemos al holismo epistemológico, el primero supone que existió el individuo y luego éste se agregó a la comunidad, ésta no sería sino un conjunto de individuos reunidos, afectados claro por el encuentro con los otros, que lo socializan, pero en un segundo momento lógico, tras el nacimiento, digamos. Por su parte, para el holismo epistemológico, la comunidad antecede al individuo, lo que estrictamente quiere decir que éste último nace de aquella, el individuo no se integra a la comunidad, sino que se individualiza a partir de una cierta des-integración de la comunidad, desde esta perspectiva la coexistencia antecede a la existencia (Sloterdijk, 2014; 16). Han no alcanza a comprender la imposibilidad de la existencia misma de un sujeto aislado, pues si es sujeto lo es en la medida en la que tiene contacto con otros, y que si es fundamentalmente aislado no es sujeto. 

No obstante, Han tiene algunos hechos en la mano, pero como decía el mismo Nietzsche no hay hechos, sólo interpretaciones. Si bien es cierto que las condiciones sociales, económicas y políticas han desarrollado lo que Louis Dumont llama ideología individualista, ésta no se da sino en un tercer momento: 1.- coexistencia, 2.- existencia y 3.- retirada. Consideramos que un análisis mejor llevado a cabo sobre la ideología individualista moderna es el del mismo Dumont, quien puede reconocer que el hombre moderno no es un sujeto aislado sino un individuo-en-el-mundo, en tanto en cuanto este en-el-mundo no significa otra cosa sino el mitwelt, algo así como el mundo social, el mundo-con los otros. Esta distinción entre el sujeto aislado y el individuo-en-el-mundo, es fundamental para la comprensión teórica de nuestra sociedad, tanto como para nuestra vida práctica en ella.

El atomismo psíquico probablemente se sostiene de la fe en los sentidos, podríamos citar de nuevo a Nietzsche en este punto, para quien la física es más un arreglo del mundo que una explicación del mundo, que para afianzarse como correspondiente con el mundo

 

Tiene a su favor los ojos y los dedos; tiene a su favor la apariencia visible y la palpable, lo que influye de una forma seductora, sugestiva, concluyente sobre una época cuyo gusto principal es plebeyo; un siglo así se guía instintivamente por el canon de un sensualismo eternamente popular. ¿Qué se considera claro en esta perspectiva? ¿Qué es lo que parece “aclarado”? Sólo lo que se puede ver y palpar (…). (Nietzsche, 2011; 18)

Para la psicología contemporánea que, abandonando el concepto de “alma”, acepta sin dudar que la subjetividad está sin más en el cerebro, declinándose por el término “mente”, el atomismo psíquico es un consecuente lógico de su pre-juicio. 

Siendo así, el atomismo psíquico encuentra sus bases en ciertos principios de la lógica clásica que desde su fundación por Aristóteles no han sido del todo superados. Principios que si bien, para el uso manual y doméstico resultan bastante prácticos, son sumamente imprecisos y peligrosos para el análisis filosófico y hasta científico. Tales principios son: 

  1. Principio de identidad: Toda entidad es idéntica a sí misma.
  2. Principio de no contradicción: Una proposición y su negación no pueden ser ambas verdaderas al mismo tiempo y en el mismo sentido. 
  3. Principio del tercero excluido: la disyunción exclusiva de una proposición y de su negación es necesaria. Tertium non datur (el tercero no se da).

Bajo la sombra de estos principios, no hay otra respuesta posible que la de afirmar que el sujeto 

  1. Es idéntico a sí mismo
  2. No alberga contradicciones
  3. Es o una cosa o la otra

Estas son las características propias del atomismo psíquico. 

Han, en una breve oración, que evoca más a un lapsus que a una toma de conciencia, dice: “el sujeto narcisista no puede fijar claramente sus límites entre él y el otro” la consecuencia de esto sería la desaparición tanto del sujeto como del otro, sin embargo, Han, por su parte, concluye que quien desaparece es solamente el otro, y que al sujeto, que sobrevive, “el mundo se le presenta solo como proyecciones de sí mismo. No es capaz de reconocer al otro en su alteridad y de reconocerlo en esta alteridad” (Han, 2014a; 6), dado que el sujeto es, en su concepción más allá de este lapsus, una unidad perfectamente delimitada, idéntica a sí misma, libre de contradicciones y sin problemáticas trinitarias. Para Han el sujeto de la sociedad del rendimiento es un sujeto narcisista-depresivo, que carece de mundo y de otredad, pues para él “el otro, despojado de su alteridad, queda degradado a la condición de espejo del uno, al que confirma en su ego” (Han, 2014a; 6), el sujeto no sería otro que Narciso quien, al asomarse al rostro del otro, no encuentra sino su propio reflejo, del que queda enganchado. El mito de Narciso ha sido comúnmente malinterpretado, y el error lo repite Han, el autor que hace notar el error es Peter Sloterdijk, quien en Esferas I, apunta que si Narciso queda embelesado por el reflejo de su rostro es porque no lo reconoce como suyo, “si Narciso quería abrazar el rostro en la superficie de las aguas sería en cualquier caso también porque todavía no se había convertido para él en el suyo propio; su absurda caída en la imagen presupone que hasta entonces cualquier rostro que se viera sólo podía ser el rostro de otro” (Sloterdijk, 2014; 184). Lo crucial del narcisismo no es la cerrazón libidinal originaria, ni la secundaria toma de sí mismo como objeto de deseo, ni la desaparición del otro como alteridad, sino el propio desconocimiento, el tomarse a sí mismo como objeto-otro, un accidente en la autorreflexión. Si el sujeto fuera efectivamente, como afirma Han, un sujeto narcisista, esto significaría no que el sujeto ha sido abandonado por el otro, sino que se ha abandonado a sí mismo como sí-mismo. 

Podrá alegársenos que la máxima “la coexistencia precede a la existencia”, es decir, el holismo psíquico, es a su vez un pre-juicio, como lo es el atomismo psíquico. Quien así haga está en lo correcto, pero deberá considerar que este prejuicio es menos peligroso, por sus consecuencias teóricas, éticas y políticas, que aquel al que se opone. 

Es cierto que una cierta tradición de pensamiento opuesta al atomismo psíquico ha aceptado la máxima de que la coexistencia precede a la existencia, nosotros aquí daremos un paso más en el sendero trazado por esta tradición, indagando en la tesis de que en esta coexistencia de la que se desprende la existencia, es una necesidad que haya al menos tres. Tres faciunt collegium, era el axioma establecido como regla indispensable para los collegia romanos de artífices, sólo donde hay al menos tres puede hablarse de colectividad. Veremos cómo el desarrollo de esta tesis implicará una forma de pensamiento no adscrita a la lógica clásica y que por consecuencia se opondrá al atomismo psíquico, posibilitando en último término una salida ética y política.

CAPÍTULO II

JACQUES LACAN: TRES FACIUNT COLLEGIUM

En su obra, Lacan se posiciona frente a una forma específica de atomismo psíquico, que a mediados del siglo XX se hizo llamar Ego psychology, que aseguraba que el sujeto, al que llamaban Yo (Ego), era una entidad unitaria, exenta de contradicciones, idéntica a sí misma y libre de conflictos (trinitarios) frente al Ello, el Súperyo, y el mundo exterior. Lacan confrontó este movimiento desde distintos ángulos, nuestra tarea ahora es ver de qué manera lo logró en el texto de 1945: El tiempo lógico y el aserto de certidumbre anticipada.

En este breve escrito Lacan desarrolla tanto su concepción lógica del tiempo, en la tripartición del instante de la mirada, el tiempo para comprender y el momento de concluir; como su lógica colectiva, con su correspondiente tripartición del sujeto noético, el sujeto indefinido recíproco y el sujeto del aserto.

Una de las importantes conclusiones extraídas del escrito de Lacan es que la creación o construcción de un sujeto es de carácter procesual, esto en contraposición de cierta corriente creacionista del psicoanálisis contemporáneo cada vez más en boga. En este texto nos encontramos con que el sujeto se construye a partir de un proceso por el que pasa del sujeto noético o impersonal, que no es otra cosa que la matriz lógica de un determinado juego; al sujeto indefinido recíproco, que sería aquel en el que el sujeto se reconoce en los otros como un igual, pero no en su diferencia subjetiva sino precisamente en su reciprocidad; y finalmente en el sujeto del aserto conclusivo, es decir, el sujeto que puede concluir de sí mismo: je suis… (yo soy…). 

El movimiento por el que el sujeto logra constituirse en esta última forma, es necesariamente a través de los otros, en el instante de un relámpago en el que a través de ellos se separa para concluir algo sobre sí mismo, en una toma de distancia respecto de los otros. 

Por lo tanto, a la pregunta: ¿por qué tres son necesarios para la conformación del sujeto? Encontramos la siguiente respuesta: porque el proceso lógico de la constitución del sujeto del aserto está estructurado de forma trinitaria, esta estructura está conformada 1: por el sujeto que se aislará con el acto de un juicio sobre sí mismo; 2: por otro en tanto sujeto indefinido recíproco, es decir, en tanto otro en su posición de incertidumbre subjetiva; y 3: por la matriz lógica del juego, es decir, por el conjunto de reglas, disposiciones y condiciones del juego, que participan ya como una subjetividad que se dibuja, como un tercero imprescindible. 

Entendemos entonces que cuando hablamos de subjetividad no estamos hablando de individualidad, personalidad o humanidad, el sujeto no es necesariamente una persona, un individuo o un cuerpo humano, es sólo un elemento de una estructura lógica inmanentemente trinitaria. Ahora revisemos las particularidades de cada uno de nuestros sujetos.

A. Sujeto noético. 

Tras ser dispuestas las condiciones de la competencia, e incluso después de colocar entre los omóplatos de los tres reos los correspondientes discos blancos, pero necesariamente antes del instante de la mirada; aparece el sujeto noético, que bien podría ser cualquier cosa, desde Dios hasta un balde (Lacan, 2009; 202), pues más que tratarse de una hipótesis formal propiamente dicha, se trata de la matriz lógica de la prueba. En lingüística, la fórmula se construye bajo la forma de lo que se conoce como la oración condicional mínima, constituida por la prótasis y la apódosis, la primera ocupa el lugar del supuesto, mientras que la segunda introduce la consecuencia; así, la fórmula del sujeto impersonal rezaría: “estando ante dos negros: se sabe que se es un blanco” (Lacan, 2009; 199-200), donde el se no hace sino dar su forma general al sujeto impersonal (Lacan, 2009; 202). No obstante el carácter impersonal, puede ahí ya hablarse de un sujeto, o mejor, de una “subjetivación que se dibuja” (Lacan, 2009; 200). 

B. Sujeto indefinido recíproco. 

Prescindiendo de las condiciones dramáticas de la experiencia de la prueba llevada a cabo, en la que los reos posiblemente comenzarían el reto forcejeando entre sí para ver y no ser vistos, podemos pensar que en el instante mismo de la mirada, aparece ya un sujeto distinto, que comienza a formular hipótesis y que introduce de lleno “la forma del otro en cuanto tal” (Lacan, 2009; 202). Está ahí frente a dos blancos, y para la solución del enigma deberá considerar a los otros dos, pues ha de reconocer “en la inercia de su semejante la clave de su propio problema” (Lacan, 2009; 200), ha de reconocer-se en ellos, pues cada uno de ellos se encuentra en una situación similar a la suya. En un tiempo de meditación que comprueba en el comportamiento de los dos blancos: A, bajo el supuesto de ser un negro, imputa en falso (Lacan, 2009; 195) a B el pensamiento de que si éste fuese también un negro, C no dudaría en salir de inmediato a declararse un blanco, dada la noesis del sujeto impersonal, que él representa en esta suposición. De este tiempo para comprender emergen los sujetos indefinidos salvo por su reciprocidad, pues tal sujeto “no descubre el atributo que es suyo sino en la equivalencia del tiempo propio de los dos” (Lacan, 2009; 202), es decir, a partir del sujeto impersonal se dio un paso más, el sujeto es aún indefinido, pero alcanza a reconocerse en los otros por su reciprocidad, objetivando con ello algo más que los datos de hecho. 

C. Sujeto del aserto. 

Llegado al momento de concluir el tiempo para comprender, que culminará con la afirmación de un juicio: “me apresuro a afirmar que soy blanco [je suis blanc], para que estos blancos, así considerados por mí, no se me adelanten en reconocerse por lo que son” (Lacan, 2009; 201). Es el aserto sobre uno mismo. ¿Y por qué “me apresuro…? Si el sujeto ha comprendido bien, la premura por concluir se intensificará, pues los dos blancos que A tiene ante sí y que han sido objeto de sus reflexiones, están cada uno en situación idéntica a la suya. Si él fuese efectivamente un negro, ellos hubieran librado un paso de la reflexión lógica, y se hubieran sabido blancos antes de que él se supiese negro, mas como ellos están tiritando aún frente a él, ha de saberse blanco. La prisa que ahora le carcome se basa en que los otros han ocupado el mismo tiempo en concluir su propio juicio, y la obtención de la medida liberadora depende para cada uno de que los otros no se le adelanten en reconocerse por lo que son; pero sobre todo, dado que el adelanto de los otros respecto de su partida, en cuanto significante, significa que él es un negro. Al miedo a que se adelanten en reconocerse como blancos se aúna el miedo de que engendren en él el error. Así, Lacan sostiene que tampoco el tiempo de retraso, la precipitación, no es un elemento meramente contingente, sino que está inscrito lógicamente en el movimiento del sofisma, como tensión temporal (Lacan, 2009; 201). 

El sujeto del aserto conclusivo, que expresa je suis… da un paso más allá en el proceso lógico para su constitución, con tal paso, el sujeto “se aísla por una pulsación de tiempo lógico respecto del otro, es decir, respecto de la relación de reciprocidad” (Lacan, 2009; 202). Es esta la forma en la que el sujeto, como je, se constituye lógicamente, de manera similar a la conformación psicológica del je, afirma Lacan con referencia a una proposición teórica previamente planteada por él respecto al transitivismo especular y la relación de celos en la conformación del sujeto en la infancia. Lo que interesa acá es que el sofisma da la forma lógica esencial del je psicológico y su constitución, a partir de una decantación del tiempo lógico propio (Lacan, 2009; 202). 

Lo anterior nos muestra que el sujeto aislado, el sujeto personal que puede afirmar je suis…, precisamente en tanto que aislado, no puede constituirse como tal sino necesariamente a partir de una constante referencia temporalizada de sí al otro, es decir, esta forma esencial lógica del sujeto sólo es posible como forma fundamental de una lógica colectiva (Lacan, 2009; 205). Aislado es quizá la palabra clave, el yo aislado no es tal sino aislándose de la colectividad. El yerro del individualismo y algunos colectivismos es el de suponer que un sujeto nace solo y en un segundo momento se reúne con un colectivo, el bosque es una aglomeración de árboles. El verdadero movimiento es el inverso, hay un colectivo del cual el sujeto se aísla para existir, su existencia es evidencia de la existencia de los otros ¿cómo sería posible la existencia sin la coexistencia? Sum, ergo sumus. Un segundo error, esta vez propio de algunos colectivismos y filosofías políticas y éticas en general, es suponer que ese sujeto aislado ha de tomar un talante insular permanente. El sujeto del aislamiento lógico -siempre lógico- se desvanece tras una pulsación de tiempo, un acto, no se trata tampoco de un movimiento de ida y vuelta, el sujeto no vuelve al colectivo para en otro momento volver a aislarse en un vaivén pendular indefinidamente repetido. Tras desvanecerse, el sujeto se pierde para siempre, si el movimiento lógico de aislamiento se repite, el je que emerge es inédito y se perderá de nuevo para siempre, “el juicio asertivo se manifiesta aquí por un acto” (Lacan, 2009; 203). Y para Lacan esto no está tampoco determinado exclusivamente por las condiciones dramáticas de la prueba, todo juicio es esencialmente un acto, dice, las condiciones del sofisma lo que hacen es aislar el acto en el movimiento de partida, la forma del acto está condicionada por las contingencias de la experiencia, el acto mismo es una necesidad lógica. El sujeto aislado no requiere partir hacia la montaña como Zaratustra para aislarse. 

Una referencia en el texto a otro escrito del propio Lacan, Situación del psicoanálisis y formación del psicoanalista en 1956, nos arroja otro importante punto a considerar, el de la fórmula del Uno En Más, cuya función es “engendrar la alternancia que dará a luz el impar” (Lacan, 2009; 450). Bastan tres, “ese Uno En Más estaba ya en el número tres” (Lacan, 2009; 451), es decir, sólo ante la presencia de un tercero, como uno de más puede surgir la alternancia entre uno y otro de los dos. En el sofisma de Lacan podemos reconocer esta función en los colores de los discos, si bien hay tres discos negros, uno para cada reo, tenemos sólo dos discos blancos, esa diferencia de -1, hace la función del uno en más que posibilita la alternancia. Esta función, posible sólo a partir del tres, forma parte de la matriz lógica del juego, o como ya la conocemos, del sujeto noético, y sólo a partir de esa diferencia negativa el sujeto podrá reconocerse por lo que es. Así es como al final del escrito Lacan concluirá que el sujeto a parece en el sofisma reconociéndose no en referencia a la humanidad (positividad), sino a la barbarie (negatividad), a partir del silogismo:

  1. Un hombre sabe lo que no es un hombre.
  2. Los hombres se reconocen entre ellos por ser hombres.
  3. Yo afirmo ser un hombre, por temor de que los hombres me convenzan de no ser un hombre. 

En este silogismo reconocemos cada una de las formas subjetivas engendradas:

  1. Sujeto impersonal.
  2. Sujeto recíproco.
  3. Sujeto del Aserto.

En el sujeto impersonal, como silogismo un hombre sabe lo que no es un hombre, reconocemos el papel del uno en más, que, ya se dijo, es sólo posible a partir del tres.

En el caso del sofisma de los tres reos, tres son necesarios también. Un solo jugador, naturalmente, no podría jugar. Si tuviéramos dos jugadores, necesitaríamos dos discos negros y uno blanco; el disco blanco se sacaría del juego y los jugadores llevarían a sus espaldas un par de discos negros. La fórmula inicial, dada por las puras reglas del juego, sería: si se encuentra frente a un blanco, se es un negro. A se encontraría frente a un negro, y al ver que B no se mueve de su lugar inmediatamente correría, viendo en ese mismo momento correr a B, por lo que se detendría, no obstante, la primer duda de B le aseguraría de ser un negro, por lo que correría de nuevo sin detenerse. En este caso, se suman en -1 la cantidad de discos, pero también la cantidad de vacilaciones de los jugadores. Con dos reos el juego es posible pero, bien visto, reconocemos que hay aquí tres sujetos, contando como tal, junto con Lacan, las reglas del juego. Unos de los importantes aportes de Lacan al psicoanálisis es esta figura, que con el tiempo se llamará el Otro, este Otro será considerado por Lacan, inicialmente, como el Gran Sujeto; y posteriormente como el orden simbólico. 

Nosotros podemos concluir por ahora, que al menos tres son necesarios para la constitución del sujeto, pero quizá más importante aún, que un sujeto, en Lacan, no se corresponde con un individuo. Lo que atendemos en sesiones de psicoanálisis lacaniano no son personas, individuos ni humanos, de hecho su posible identificación con la humanidad se da acaso de manera negativa. En su escrito, el seminario sobre ‘la carta robada’, Lacan dice: Así pues, tres tiempos, que ordenan tres miradas, soportadas por tres sujetos, encarnados cada vez por personas diferentes (2009; 27). En este caso, tres sujetos, acaso los mismos del juego de los discos, son encarnados por seis personas diferentes o más, considerando que una de ellas es ‘la policía’. Otras de estas ‘personas’ que encarnan a los sujetos son: el Rey, la Reina, el Ministro, sean quienes ellos sean, son simples funciones o cargos públicos.

CAPÍTULO II: SUJETO AISLADO A TRAVÉS DE LOS OTROS

Ahora, recordemos brevemente el motivo que nos convoca: Nietzsche había dado comienzo a una carrera que se tornaría de relevos, en una guerra contra el atomismo psíquico, es decir, contra la concepción atómica del sujeto, suponiendo a éste como una entidad unitaria, idéntica a sí misma y libre de contradicciones. Esta forma de pensamiento tiene una larga data impulsada principalmente por el cristianismo y su concepción del alma, asegura Nietzsche. Uno de los herederos contemporáneos de esta tradición es el filósofo surcoreano Byung-Chul Han, quien considera que en la sociedad de nuestra era el sujeto ha sido abandonado por el otro y por toda forma de negatividad, por lo que el sujeto debe ser caracterizado como sujeto aislado, melancólico-narcisista, capaz sólo de relaciones autorreflexivas positivas. Este hecho tiene por consecuencia la imposibilidad del cambio social, de la revolución, pues el sujeto, idéntico a sí mismo, ha interiorizado al amo opresor, y como, a pesar de ello, el sujeto permanece unitario y libre de contradicciones, no encuentra enemigos por fuera ni por dentro. La idea de que la revolución hoy no es posible (Han, 3 de octubre de 2014) es consecuencia congruente del supuesto antropológico del atomismo psíquico. Ha llegado definitivamente el final de la historia. 

Por lo anterior emprendimos la tarea de encontrar en Lacan una antropología (¿negativa?) más allá del atomismo psíquico y sus melancólicas consecuencias. Lo que encontramos fue otra forma del sujeto aislado. 

Concluimos con Lacan que el sujeto es un elemento lógico de una estructura trinitaria de carácter temporal. En el despliegue de los tiempos lógicos se engendran formas de subjetividad: el sujeto noético, el sujeto indefinido recíproco y el sujeto del aserto. También que estos tiempos y sus formas engendradas carecen de límites precisos pues se absorben mutuamente en el tiempo y la forma que les prosigue. En el sujeto del aserto están incorporadas -no sin inconsistencias- las formas del sujeto noético y el sujeto indefinido recíproco, mejor dicho, él está constituido por ellas, y si él logra diferenciarse de aquellos en un juicio sobre sí mismo es apenas por un acto lógico de distanciamiento, que por su composición trinitaria lo distancia en la misma medida tanto de ellos como de él mismo, en tanto que él es los otro, o a través de los otros. El sujeto que concluye de sí mismo je suis… es un sujeto aislado lógicamente, que no es sino por los otros que lo conforman en tanto en él permanecen los tres. El acto lógico de toma de distancia del je abre una brecha entre él, la matriz lógica del juego, el otro congénere, y él mismo. 

Este acto lógico de distanciamiento, al que hemos llamado: toma de distancia, es el tiempo lógico preciso de la emergencia de un sujeto evanescente. Es el punto exacto en el que el sujeto se individualiza para aparecer momentáneamente como sujeto aislado a través de los otros.

Con esta expresión, sujeto aislado a través de los otros, nos diferenciamos respecto del sujeto aislado de Byung-Chul Han, el suyo es un sujeto aislado originariamente que no logra -porque no puede- encontrarse con los otros, el nuestro es un sujeto aislado por una efímera toma de distancia a través de los otros. 

Nuestra propuesta antropológica del sujeto aislado a través de los otros, permite pensar, aún hoy, las posibilidades de una toma de distancia respecto de la matriz lógica (política, económica, familiar, simbólica, cultural, etcétera), y también, las posibilidades de una toma de distancia respecto de sí mismo como sujeto alienado a esta matriz lógica. Las posibilidades que aperturan este par de tomas de distancia constituyen las formas canónicas de la incoación de lo ético y lo político.

En definitiva, nuestra investigación constituye, como alguna vez se dijo, apenas un primer paso en esta lucha contra el atomismo psíquico y sus melancólicas consecuencias. Este primer paso consistió en la elaboración de una antropogénesis no atomista, que deberá fungir como base para posteriores elaboraciones, pues la tarea que queda enfrente es la de comprender el estado actual de nuestra cultura. Lo que conformaría el objeto de estudio de una antropología y una sociología no atomistas. 

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Sloterdijk, P., (2014). Esferas I. Microesferología. España: Siruela.

Autores

Edgar Ulises Quillo Rosas, Doctorante de Filosofía en el DCSyH de la Universidad de Guanajuato. Correo: equilloslo@gmail.com, Domicilio: Circ. Jesuitas #113, Col. Las Misiones, Salamanca, Gto, México. Cel. 4425979834

Luis Fernando Macías García, Coordinador de la línea Filosofía de las Ciencias Sociales y Psicoanálisis, en el posgrado de Filosofía de la Universidad de Guanajuato.