“R es mi tío”

 Marina Lieberman

La relación humana con el mundo tiene algo de profunda, inicial, inauguralmente dañada (Lacan, Seminario 2, p. 254)


Hablar de una relación entre Psicoanálisis y Cultura es una tautología, si comprendemos que cultura es, en su sentido más básico, lenguaje, por lo que, parafraseando a Terencio, nada de lo humano es ajeno a La Cultura, ni siquiera el psicoanálisis.


Ahora bien, en otro sentido, pensando en las culturas como los discursos que nos acogen y atraviesan, pero que no son eternos ni universales, sino, como todo lo humano, temporales, –porque están inscritos en el tiempo- finitos y falibles, entonces digamos que desde que Freud empezó a decir lo que pensaba, como manifestación de cultura, el psicoanálisis ha tenido un lugar incómodo, a veces menos, otras más.


Según Freud (…) el deseo es regresivo, antisocial y no tiene cura, lo que lo vuelve un comodín en la baraja de nuestra pequeña comedia humana. (Por eso es tan divertido). Tiene la capacidad de arruinar vidas y planes urdidos con esmero. Estar vivo es, fundamentalmente, estar escindido, ser ambivalente y habitar una realidad irreconciliable con el trueque de sacrificios y compensaciones de lo que Freud llamó, no sin ironía, “la moral sexual civilizada” Pero Freud fue consignado hace tiempo al basurero histórico de la terapia conformista; acabó en la picota por sus atentados contra la decencia y el empirismo (Philip Wylie: ‘Desafortunadamente, los estadounidenses, la gente más remilgosa que hay sobre la Tierra, no han sido capaces de sacarle provecho a la sabiduría de Freud porque pueden probar, en conjunto, que nunca se han acostado con su madre.) (Laura KipnisContra el amor, Tumbona Ediciones, VERSUS, Round 4, 2008)


Lo que Freud dijo nunca dejará de ser problemático y por eso no tenemos que dejar de problematizarlo para que no se nos olvide, de cualquier manera, freudianamente hablando, el olvido es un subrayado, un énfasis, olvidar algo nos muestra que recordarlo duele. Pero no es suficiente decir eso y volver a olvidarlo, los olvidos hay que leerlos descifrarlos y ponerles atención.


El psicoanálisis suele estar en relaciones más o menos peligrosas con el resto las disciplinas y oficios con los que convive. Esta sensación de Freud, de estar metiéndose en un asunto peligroso, se puede encontrar a lo largo y ancho de su obra: empezando por el epígrafe de La Interpretación de los sueños: … moveré las regiones infernales… pasando por las indicaciones en los textos sobre la transferencia de estar trabajando con materiales tan explosivos como los del químico, o, para aconsejar al joven que se inicia en el asunto, decir que cuando la transferencia se presenta con toda su apasionada violencia, no se puede decirle al paciente, no pérate, no es conmigo… porque eso sería como “invocar a los espíritus para mandarlos de regreso al inframundo en cuanto aparecen”, hasta sus últimas consecuencias, como las pulsiones siempre buscan regresar a un estado anterior, y antes que lo vivo estuvo lo inanimado, o el problema económico del masoquismo, que es que cada renuncia obediente alimenta la culpa, y así al sadismo del superyó que hará todo por satisfacer al yo masoquista..., etc.


El psicoanálisis es peligroso. Ricardo Piglia dice:


El psicoanálisis es en cierto sentido un arte de la natación, un arte de mantener a flote, en el mar del lenguaje, a gente que está siempre tratando de hundirse.


Por eso es peligroso, claro que más peligroso es ahogarse…


Tampoco es inocuo haber puesto al padre, su nombre, su símbolo, como el eje y sostén delsujeto y la cultura y, al mismo tiempo, haber indicado su falla estructural. Esto quiere decir que eso de lo que te agarras creyendo que si te sueltas te mueres… siempre se puede caer.


Es en extremo interesante que el estado de dormir se inicie y sea provocado por el cierre de los órganos sensoriales clausurables. (Freud, Proyecto de psicología… p. 382)


Es que sólo sin ver se avienta uno a esas regiones infernales.


A la manera de Lacan, voy a permitirme hacer un seguimiento (no exento de arbitrariedad) de un sueño de Freud, uno de los más chiquitos y, en sus propias palabras, disparatado:


· I. Mi amigo R. Es mi tío.- Me inspira una gran ternura.


· II. Veo ante mí su rostro algo cambiado. Está como alargado, y una dorada barba que lo enmarca se destaca con particular nitidez.


Este es el sueño, lo primero que dice Freud al despertar es:


Este sueño es un disparate. Pero él no dejó que lo apartara y me persiguió durante todo el día hasta que, por fin al anochecer, hube de reprocharme: ‘Si uno de tus pacientes no supiera decir, para la interpretación de un sueño, otra cosa que “Eso es un disparate”, lo reprenderías por ello y conjeturarías que tras el sueño se esconde una historia desagradable cuyo conocimiento él quiere evitarse. (Freud, Interpretación de los sueños, p. 156-157).


Así empieza, yo sólo voy a transcribir algunos fragmentos en donde Freud retoma este sueño a lo largo de toda la Interpretación de los sueños para poder volver a pensarlo.


R. Es mi tío, ¿qué puede significar esto? No he tenido más que un tío, el tío Josef. NOTA A PIE DE PÁGINA: Es asombroso como en este caso mi recuerdo se restringe para los fines del análisis. He conocido a cinco de mis tíos… (sigue el texto) hace más de treinta años, por afán de lucro dio en cometer una acción que la ley castiga con severidad, y después sufrió condena por eso. Mi padre, que a causa del disgusto encaneció en pocos días, solía decir siempre que el tío Josef no era un mal hombre, pero sí un idiota. Entonces, si mi amigo R es mi tío Josef con ello quiero decir: R. Es un idiota. (p. 157)


Aquí sigue la interpretación, que lleva a Freud al asunto del eterno antisemitismo, más o menos acentuado y/o ejercido dependiendo de lugares y épocas…[1] por el cual probablemente no le darían el cargo de profesor extraordinariusque supuestamente anhelaba… la ternura disimula un insulto, etc. Hasta la cita de su favorito Goethe:


Lo mejor que alcanzas a saber


no puedes decirlo a los muchachos


Son pistas que nos va dejando Freud, es decir, los muchachos somos nosotros, lo mejor –que en este caso es lo peor- está disimulado.


En las páginas 206-207: Se sorprende de que su sueño le haga ver que él es ambicioso y luego lo explica: cuando nació, una vieja campesina profetizó a su madre, le dijo que había echado al mundo un grande hombre… y luego: un poeta que improvisaba versos por un módico estipendio, en un parque, (como los jarochos, supongo, en el café de la Parroquia en el Puerto de Veracruz)


dejó caer sobre mí unas rimas y en su inspiración declaró probable que yo llegara a ser ‘ministro’. Era el tiempo del ‘ministerio burgués’ [gobierno liberal 1867 en Viena] y mi padre había llevado a casa los retratos de los doctores liberales (tales…) habíamos puesto luminarias en su honor. Hasta había judíos entre ellos; entonces todo muchacho judío empeñoso llevaba la cartera ministerial en su valija de escuela.


Sigue ahí hablando de Roma y cómo


el deseo de llegar a Roma devino, para la vida onírica, la cubierta y el símbolo de muchos otros deseos ardientemente anhelados (…) como el deseo absorbente de Aníbal de entrar en Roma.


(…) Y sólo ahora tropiezo con aquella vivencia de niño que todavía exterioriza su poder en todos estos sentimientos y sueños. Tendría yo diez o doce años cuando mi padre empezó a llevarme consigo en sus paseos y a revelarme en pláticas sus opiniones sobre las cosas de este mundo. Así me contó cierta vez, para mostrarme cuánto mejores eran los tiempos que me tocaba a mí vivir, que no los de él: ‘Siendo yo muchacho, me paseaba por las calles del pueblo donde tú naciste, un sábado; llevaba un lindo traje con un gorro de pieles nuevo sobre la cabeza. Vino entonces un cristiano y de un golpe me quitó el gorro y lo arrojó al barro exclamando: “¡Judío, bájate de la acera!”. ‘¿Y tú qué hiciste?’ ‘Me bajé a la calle y recogí el gorro’, fue la resignada respuesta. Eso no me pareció heroico de parte del hombre grande que me llevaba a mí, pequeño, de la mano. Contrapuse a esta situación (…) la escena en que el padre de Aníbal, Amílcar Barca, hace jurar a su hijo ante el altar doméstico que se vengará de los romanos. Desde entonces tuvo Aníbal un lugar en mis fantasías.


Esta anécdota, en la que Freud cae, sin haberse dado cuenta, tal vez, de la brutalidad casi premonitoria (histórica y cronológicamente hablando) de lo que estaba diciendo, es la clave del sueño, pero hay más:


Vuelve a aparecer en la página 300:


En el sueño sobre mi tío de la barba dorada (…) ese rasgo contiene una alusión a mi padre y a mí mismo, por intermedio del encanecimiento.


En la 328:


En el sueño sobre mi tío… todo sueño versa sobre la persona que sueña…


Otra vez, página 469:


me pondré tierno cuando querría aniquilar… En el sueño de la barba de mi tío sentía yo gran ternura por mi amigo R., en tanto que –y por lo mismo que- los pensamientos oníricos lo motejaban de idiota. Este ejemplo de trastorno de los afectos en el sueño nos ofreció el primer indicio de la existencia de una censura del sueño. (…) En el sueño sobre mi tío (…) el vínculo entre tío y sobrino ha pasado a ser en mí, dada la particular naturaleza de mis vivencias infantiles más tempranas (…), la fuente de toda amistad y de todo odio.


La nota 28 al pie de la página 481 dice:


Llamará la atención que el nombre Josef [José] desempeñe un papel tan grande en mis sueños (véase el sueño sobre mi tío)… José es el intérprete de los sueños en la Biblia.


Y esta notita inocente viene de que está hablando de Shakespeare y cómo un hijo tiene la tentación de robar la corona a su padre agonizante… y luego el entierro de un amigo y lo que Freud piensa: nadie es insustituible, a cuántos he acompañado a la tumba y yo sigo viviendo… Y mientras se preocupa porque cree que Fliess se está muriendo… y un chiste:


Le dice un cónyuge al otro: “Si uno de nosotros muere, yo me mudo a París”


Por último, en las páginas 562 y 563 encuentro la últimamención del sueño de su tío para hablar de la desfiguración onírica y el deseo de dormir que le dice al soñante, cuando el sueño se pone demasiado peliagudo:


“Quédate en paz y duérmete de nuevo, es sólo un sueño” .


Entonces, siguiendo este camino asociativo, se puede llegar a decir que:


R es mi tío = Mi padre es un idiota


Dice Lacan del sueño de la inyección de Irma:


Para otorgar nosotros mismos su pleno sentido al hecho de que este sueño cumple un papel decisivo en la exposición de Freud, debemos tener en cuenta la importancia que él mismo le confiere, tanto más significativa cuanto que se nos muestra paradójica. (Seminario 2, p. 231)


En este sueño, yo creo que aplica la misma afirmación, y con más énfasis, porque se le presenta justamente como un disparate.


Que esto sea posible (que R. Es mi tío quiera decir Mi padre es un idiota) es efecto de la censura. La censura del sueño no es tan distinta de la censura en cualquier sentido. Es decir, no puedo decir Mi padre es un idiota sin que algo del orden del mundo se desgarre, aunque sea poquito, aunque sea en forma de disparate, por eso, para creer que no se desgarra nada, entonces digo R es mi tío. El punto es que este trabajo de la censura para que sigan mis ojos cerrados, y pueda yo seguir creyendo… lo único que hace es señalar y subrayar eso que “no puede decirse”.


En el seminario 2, habla Lacan de la censura –como la propone Freud en Interpretación de los sueños- así:


La degradación, incluso el olvido del texto del sueño importan tan poco, nos dice Freud, que aunque de él no quedara más que un solo elemento, un elemento del cual se duda, la puntita de un fragmento, la sombra de una sombra, podemos seguir adjudicándole un sentido. Es un mensaje. El mensaje no se olvida de un modo cualquiera (…) una censura es una intención. (191-192)


El mensaje es discurso interrumpido e insiste.


El olvido del sueño no es obstáculo, forma parte del texto, lo subraya. La duda igual.


Lo que es censura siempre está ligado a aquello que en el discurso se vincula con la ley en cuanto incomprendida. (196).


Y de un cuento de Raymond Queneau, toma Lacan esta anécdota: una mecanógrafa encerrada en el excusado, llega a esta conclusión: El rey de Inglaterra es un imbécil. Esto es una verdad y/pero está prohibido decirla, hay una interdicción (prohibido decir, pero al mismo tiempo es lo que se dice entre), el que lo diga será decapitado. El sujeto no puede comprender (¿¿??) por completo la ley porque


ningún hombre puede dominar en su conjunto la ley del discurso. (p. 197)


El sujeto se ve obligado a eliminar de su discurso todo lo que se asocie o se acerque a “el rey es un imbécil” porque si dice esa verdad le cortarán la cabeza. El súbdito entonces sueña que lo han decapitado. Esto quiere decir, simplemente: el rey es un imbécil…


Esto es como lo de R es mi tío quiere decir: mi padre es un idiota; si Dios no existe todo está permitido o si Dios no existe NADA está permitido… si el rey de Inglaterra es un imbécil… ¿Nada está permitido?


El problema es que para que la ley –y por lo tanto el deseo y por lo tanto el sujeto- se sostenga, es necesario que mi padre no sea un idiota, o que el rey no sea un imbécil, por lo tanto se prohíbe decirlo. Esto quiere decir que la ley se sostiene en una mentira y en una arbitrariedad. Esto, el sujeto no lo comprende y, sin embargo o, mejor, por eso mismo, lo sueña, lo actúa o lo hace síntoma.


También nos entrega Lacan el caso del escritor que no podía escribir porque a su padre, que era musulmán, le habían cortado la mano por robar. Esa es la ley.


Este sujeto se negaba a comprender esa ley y por eso tenía cortada su mano. (p. 199)


Es el superyó actuando, como bien sabe actuar el superyó, de la manera más cruel, en nombre de la ley. Pero muchas veces en forma disparatada.


La censura es eso, en tanto que para Freud, en el origen, se produce a nivel del sueño. El superyó es eso, en la medida en que aterroriza efectivamente al sujeto y construye en él síntomas eficaces, elaborados, vividos, continuados, síntomas que se encargan de representar el punto en que la ley no es comprendida por el sujeto, pero sí actuada por él. Los síntomas se ocupan de encarnarla como tal (…) Basta una nada, una nimiedad, (…) o haber tenido un padre erróneamente acusado de vaya a saber qué crimen, para que de pronto la ley se les presente bajo una forma desgarrante. Es eso la censura. (p. 199-200).


La censura expresa la verdad de la ley y esta verdad es que la ley es desgarradora, tan desgarradora que no lo puedes decir.


Pero no sólo no lo puedes decir porque está prohibido, sino que no lo puedes decir porque es insoportable: es insoportable y desgarrador que sólo porque hay ley podemos ser ahí adentro, sólo porque hay ley hay deseo y por lo tanto sujeto, y –subrayada la conjunción, ya que podría ir aquí un pero o un sin embargo, pero no la ley, el símbolo, falla, y no sólo falla, sino que es pura arbitrariedad.


Ahora bien, lo que yo estoy tratando de decir, si Lacan tiene razón al decir que Freud escribe para nosotros y por lo tanto, las interpretaciones de sus sueños son nuestro método y no su inconsciente hablando, sino el inconsciente, el Otro, la Cultura que nos habla, puede decirse que: Mi padre es un idiota es ley. Se le dice de diferentes maneras: castración del Otro, S (A), entre otras. Es lo que el sujeto neurótico reprime, el perverso desmiente y el psicótico forcluye.


Dice Schreber:


Si alguien se ha tomado el trabajo de leer con atención lo precedente, tal vez le haya sobrevenido involuntariamente el pensamiento de que algo debía o debe andar mal en el propio Dios si la conducta de un solo hombre pudo acarrearle cualesquier peligros y si el mismo Dios, aunque sólo fuera en instancias subordinadas, se dejó arrastrar a una suerte de conspiración contra hombres que, después de todo, eran inocentes. (Schreber, Memorias de un enfermo de nervios, p. 68)


Si hemos leído, como nos indica Schreber, sus memorias, y nos acordamos de todo lo que Dios ha hecho con él, estaremos de acuerdo en que lo que aquí nos está diciendo es Dios es un idiota.


El padre es lo que sostiene el andamiaje sobre el que caminamos, es la ilusión (dirigida por un deseo, como dice Freud en El porvenir de una ilusión) que hace posible que haya mundo. La resistencia es la necesidad del yo de no ver que mi padre es un idiota, porque como sede del desconocimiento mantiene al sujeto en su necesaria ignorancia.


Hay algo en la ley que es cruel, violento y fuera del discurso, por eso el sujeto no lo puede comprender. Está en el porquesí o el no hay deotra. Es la sumisión sin argumentos, la obediencia ciega. Y es que, por si fuera poco, en términos edípicos, si mi padre es un idiota, mi madre me puede comer, por eso es mucho mejor que no lo sepa yo, ni mi madre ni, mucho menos, mi padre.


Dice Lacan que en el sueño de la inyección de Irma, aparecen varios personajes, Dr. M, Otto, Leopold… para ser puestos en ridículo y así:


El padre simbólico queda intacto. (Seminario 2., p.238)


en medio de este caos, se revela ante Freud, en ese momento original en que nace su doctrina, el sentido del sueño: la única palabra clave del sueño es la naturaleza misma de lo simbólico. (p. 242)


Sí, nada más que, casi inmediatamente después –antes vienen los sueños de sed – aparece R es mi tío.


Freud dice en su prólogo a la Interpretación de los sueños que este libro es la reacción ante la muerte de su padre. Podemos decir que es su propio y pequeño Tótem y Tabú… en el mismo sitio (con diferencia de unas cuantas páginas) se le revela la palabra como clave del sueño/inconsciente/sujeto y la palabra humillada.


Se puede decir que no sólo el sistema del sujeto se sostiene en la ignorancia, incluso ceguera, de que mi padre es un idiota, sino cualquier sistema, social, por ejemplo, político, por ejemplo… también. Si es tan peligroso decirlo, es porque no es decir así nada más, es un decir que hace acto, porque pone en riesgo de derrumbe el andamiaje simbólico. ¿Qué pasará (¿ya pasó, estará pasando, siempre ha pasado?) cuando empieza a formar del discurso cotidiano de la gente-porque aunque alguien intente seguir cerrando los ojos, los oídos no se pueden cerrar- este decir: mi padre es un idiota… ¿¿??


De este carácter constitutivamente absurdo de la ley, se desprende que hemos de obedecerla, no porque sea justa, buena o ni siquiera benéfica, sino simplemente porque es la ley –esta tautología articula el círculo vicioso de su autoridad, el hecho de que el último fundamento de la autoridad de la ley reside en su proceso de enunciación:


La costumbre constituye toda la equidad, sin más razón que la de ser recibida; es el fundamento místico de su autoridad. Quien la refiere a su principio, la aniquila.” (Pascal… en Zizek, El sublime objeto de la ideología, p. 66)


Lo que llamamos “realidad social” es en último término una construcción ética; se apoya en un cierto como si (…) En cuanto se pierde la creencia, la trama de la realidad social se desintegra. (Zizek, Ibidem)


¿Y qué queda?


Eso que no se va, cuando dejas de creer en ello, eso es la realidad. (Philip K. Dick)


Creo que entre el asunto no es que si el rey es un imbécil todo o nada está permitido, es decir, no se trata de si hay o no Dios, si hay o no ley… sino de que hay padre, para cada uno y para todos… y es un idiota, ¿cómo nos sostenemos ahí, ¿cómo podemos seguir andando sobre un disparate?


La ilusión estructural necesaria que lleva a la gente a creer que la verdad se puede encontrar en las leyes, describe precisamente el mecanismo de transferencia: transferencia es esta suposición de una Verdad, de un Significado tras el estúpido, traumático, inconsistente hecho de la ley. (Zizek, pp. 66-67)