La pertinencia del Psicoanálisis en el Siglo XXI

José Eduardo Tappan Merino

 


 I.- El 29 de noviembre de 1993, apareció en la portada de la revista TIME el rostro de Freud con la leyenda: ¿Freud está muerto?. La respuesta buscaba ser evidente, puesto que existen modalidades psicoterapéuticas que han demostrado a juicio de los periodistas y psicólogos consultados, ser más eficientes, menos costosas, y se trabaja en periodos más cortos que en el “psicoanálisis ortodoxo”, entonces hasta la pregunta parece absurda. Además, surge la interrogante ¿cómo puede ser posible que un científico del primer tercio del siglo pasado, sea llamado a rendir cuentas frente a los avances tan evidentes de la neurología, la psicología, la psicofarmacología y la psiquiatría de la actualidad?. Si a su juicio, esto no fuera suficiente para demoler al psicoanálisis freudiano, tendríamos que ver que la sociedad altamente represiva, sobre todo en sus hábitos sexuales sobre los que se levantó el hábeas teórico del psicoanálisis, se encuentra totalmente transformada, hoy la libertad sexual es un triunfo innegable de las dos generaciones de las post guerras, lo mismo que la liberación femenina. La revista nos quiere crear la idea, de que el psicoanálisis como cualquier producto, es perecedero y que por lo tanto, no puede escapar de los inexorables tiempos de vigencia histórica.


 Prácticamente cualquier medio de comunicación se siente con la suficiente autoridad para discutir la pertinencia del psicoanálisis, como si se tratara de un asunto de sentido común o donde otros “los especialistas” hablan lo que es para ellos “el grave problema del psicoanálisis”, “vaticinando su cercano fin”, siempre desde una supuesta perspectiva compartida que hace prácticamente imposible de refutar el declinamiento del psicoanálisis, pero sin mayor evidencia o base argumental que su propio y elocuente punto de vista, temen que el psicoanálisis se halla transformado en una especie de secta más llena de glamour que de efectividad. Se considera que es un asunto simplemente de fe, de credulidad de un grupo de ingenuos.


 La posición de la revista TIME podemos calificarla trece años después de representar esa perspectiva que se nutre del escándalo, esquemática y reduccionista, pero no del todo equivocada, tienen razón los periodistas en temer a cierta clase de psicoanálisis, que se encuentra entronizado en las latitudes del planeta, en donde circula esa revista. Existen, sin embargo, otras posiciones opuestas a la desesperanzada visión del TIME, que plantean que la producción freudiana o por lo menos una parte sustantiva y medular, no ha perdido actualidad ni vigencia, consideran que su propuesta clínica no ha prescrito; ambas posiciones, tanto los que descalifican como los que veneran a Freud, aunque antagónicas, coinciden, por lo general, en que se sostienen en argumentos muy pobres. Como si se tratara de un asunto de estar a favor o en contra, existen los que están de acuerdo con el psicoanálisis pero lo entienden a la manera religiosa, como si se tratara de un pensamiento doctrinario y que por lo tanto, debe ser seguido sin mayor elaboración crítica. Este planteamiento acrítico, es presentado a la comunidad, como si se tratara de una teoría científica y que por lo tanto, en tanto científico es verdadero, como si fuerea el carácter científico fácilmente demostrable y solo se resistieran los necios. Así la perspectiva extrema dentro de esta posición ve al psicoanálisis como algo eterno, infalible que necesariamente pasará sin mácula por los críticos más devastadores. En cualquier caso, con la excepción de algunos psicoanalistas, el resto de la comunidad científica e intelectual, ha tomado partido por alguna de estas dos propuestas polares, muy pocos han optado por posiciones fundamentadas epistemológicamente.


Son estas críticas, como la del TIME, poco informadas y repletas de prejuicios, lo que ha roído y desgastado al psicoanálisis, mucho más que las críticas fundamentadas, es decir, se trata de un efecto de corrosión o de erosión que generan las críticas simplistas y superficiales sostenidas por el “sentido común”, ab hoc et ab hac; fenómenos que tanto han lastimado a la inteligencia y al pensamiento en general. Las críticas torpes como las defensas dogmáticas han causado un enorme daño al psicoanálisis.


Estas dos posiciones polares, han generado, a su vez, escuelas dentro de la psicología y el psicoanálisis: la posición que niega la actualidad del pensamiento freudiano se sostiene en una teoría evolucionista, un esquema desarrollista, ampliamente difundido que propone que todo lo nuevo siempre será mejor que lo anterior, que las nuevas teorías tienen argumentos más depurados que sus antecedentes, que el progreso teórico se da siempre de manera gradual y progresiva cualitativamente, que las tesis contemporáneas son mas atinadas y eficaces, que las de antaño, que la sociedad de antes sobre las que se construyó la teoría no es la misma que la de hoy, etc. El argumento de fondo es: la ciencia ha llegado a tal adelanto y grado de desarrollo, que lo anterior siempre queda sin pertinencia. Bajo esta manera de mirar el asunto, el concepto de lo clásico es desconocido, se entienden las cosas bajo una simple antinomia: lo viejo es caduco versus lo actual que es eficiente. Se trata de una forma reducida de pensar ya que se basa en argumentos superficiales sin contradicciones, pero que quizá ese sea su principal atractivo, lo que lo hace popular. A este tipo de posiciones, pertenecen las teorías “de moda”, ellos son los que sostienen lo que todos suponen, y generan críticas demoledoras, al que llaman, “psicoanálisis ortodoxo”; basándose en juicios superficiales y en propuestas más de orden efectista que en argumentos sólidos.


La segunda posición, defiende el lugar de Freud y del freudismo dentro del psicoanálisis contemporáneo, que podríamos a su vez, subdividirla en: a) una manera dogmática y b) una perspectiva crítica que nos conduce a pensar la naturaleza de lo clásico, que evidentemente se trata además de la propuesta que considero más fecunda de trabajar por encontrarse más fundamentada. Sin embargo no podemos dejar de constatar que “el término `freudiano´: es rico en connotación, pero pobre en denotación”[3]


Por lo tanto, es necesario abundar en el sentido de lo clásico, porque atañe directamente al psicoanálisis. Podemos decir, que un texto es clásico cuando por algún motivo, el asunto que trata, logra rebasar las barreras de la historia y atiende a elementos que le son propios a la condición humana. La antropología cultural, ha dirigido su estudio a las particularidades, a las condiciones específicas que tiene cada sociedad, cada grupo étnico, es decir, a lo que es distintivo y característico de una cultura, a lo que la hace singular y diferente; sin embargo la antropología estructural ha estudiado las características que podríamos llamar universales, aquello que permanece, que se encuentra presente en todos los momentos de la historia y que hace semejantes a los hombres de todas las épocas, de todas las clases y de todas las culturas. El psicoanálisis dirige su mirada hacia estos fenómenos que construyen las estructuras que organizan la subjetividad humana. Bajo esta perspectiva el aparato psíquico, sería lo que en última instancia determina al pensamiento y la conducta humana; lo social, la cultura cambian constantemente de “ropa”, dependiendo de las épocas, de las exigencias de la naturaleza, de los hombres etc. Sin embargo existen muchos elementos que permanecen, que se mantienen y que no dependen propiamente de las circunstancias coyunturales o locales, las trascienden, se trata por lo tanto de fenómenos tranculturales y transhistóricos. Los autores llamados clásicos como: Confucio, Sócrates, Shakespeare, Cervantes, Dostoyevski y Freud entre otros, son los que han atinado a dar cuenta de “la naturaleza humana”, del hombre universal, los autores que alcanzan a dar cuenta de ésta perspectiva, generalmente son trascendidos por su propio trabajo.


Es verdad que el psicoanálisis, hoy en día, es mucho más complejo y rico que el que esbozara el propio Freud, pero no por ello, se puede desconocer la tradición que genera Freud como autor de una discursividad, como generador de una actitud y una perspectiva. Foucault muestra el fenómeno que significa ser autor. Podemos decir que Nietzsche, Freud y Marx (entre no muchos otros) producen: una manera particular de pensar al hombre y a la sociedad, que eran inéditas para la historia, por ello, cada uno es generador de un modo, de una forma y fondo particular, de una cualidad fácilmente reconocible; otros pensadores se inscribirán dentro de la corriente establecida por los autores; a partir de los cuales podremos diferenciar y distinguir: él es marxista, ese otro no es freudiano, se trata de un planteamiento nieszcheano, etc. La autoría se reconocería por la existencia de un estilo, una lógica interna, una perspectiva propia, además, de una intencionalidad, que paradójicamente rebasan al propio autor; es decir: Freud no siempre fue freudiano, como lo dice Élisabeth Roudinesco, al proponer que Freud se fue alejando paulatinamente, de las bases filosóficas que le dieron vigor y un carácter revolucionario en sus orígenes.


Sin embargo, algunas corrientes psicoanalíticas, propugnan por un psicoanálisis transformado en psicología general, dirigido por las modas intelectuales del momento, principalmente impulsadas por una necesidad pretendidamente cientificista. En esta perspectiva aparentemente incluyente, la cual, dicho sea de paso, da cabida a posiciones profundamente esquemáticas y fundamentalistas, que se encuentran repletas de sentencias y juicios, que se presentan como “verdades” inescrutables.


Por consiguiente, en las teorías que se levantan sobre maneras simplificadas de pensar, son guiados por esas falsas seguridades, que como ya hemos dicho son populares, y que conducen a juicios maniqueos sobre el hombre y el mundo; todas éstas construcciones teóricas, arriban como fenómenos anodinos. Ocupadas de presentar un simple claro-oscuro idealista, en donde los matices y los entre tonos no son percibidos y por supuesto no son entendidos, se escapa precisamente aquello particular sobre lo que se construye el conjunto de argumentaciones, desaparece el motivo mismo de la teoría: “el inconsciente”, “el conflicto psíquico”.


II.- Existen otras críticas que han desgastado al psicoanálisis desde dentro. El psicoanálisis como la mayoría de las disciplinas ha sido víctima de actitudes reduccionistas y ataques que lo han simplificado y banalizado, transformándolo en una práctica acartonada, llena de recetas y pasos a seguir, que han convertido al “psicoanalista” en un “plomero psíquico” o “cosmetólogo del alma”. Es a partir de la falta de rigor en los planteamientos teóricos, en el uso de los conceptos de manera descontextualizada, lo que ha coadyuvado a que hayan proliferado las llamadas psicoterapias alternativas y otras corrientes dentro del campo de la psicología; ya que estas disciplinas se establecen conforme a las expectativas consideradas socialmente aceptadas, y que por lo tanto no generan una crítica a los modelos de vida que promueve la sociedad de consumo y sus medios de comunicación masiva. Las “terapias”, han ido aumentando e imponiéndose como moda, pero de ésto hablaré posteriormente.


Además del desgaste que ha sufrido el psicoanálisis por el vulgo, la academia y algunos de los autodenominados psicoanalistas. Tampoco podemos olvidar el desgaste y trivialización del psicoanálisis, por las “teorías o escuelas psicoanalíticas”, con propuestas mediatizadas por la cultura hegemónica, como por ejemplo: en el cambio de lugar de la noción de inconsciente dentro de la teoría psicoanalítica, de un región principal a una posición marginal; se trató de una modificación estructural, que resulto del descentramiento del inconsciente, ocupando ahora la periferia dentro de las lecturas y propuestas posteriores a Freud.


Nos recuerda Roudinesco en la biografía de Lacan: que Jung le contó (a Lacan) la escena en que Freud mirando desde la cubierta del barco las costas de Norteamérica, cuando éste fue a dictar sus conferencias en Norteamérica, dijo: “no saben que les traemos la peste”, lo que ignoraba Freud es que el auditorio, así como los más entusiastas seguidores del psicoanálisis en ese país, al ser fundamentalmente una sociedad mediatizadora, ya tenía las vacunas contra esa supuesta peste; por lo que el psicoanálisis no irrumpe, entra en el cauce de la moral y de las instituciones académicas en ese país. Totalmente diferente era el psicoanálisis en Europa, nutrido por la actitud crítica frente a los conformismos sociales, frente a la cultura, hablando incluso de un malestar que le era propio a la sociedad; discutiendo abiertamente contra la moral y las religiones, ya que a la luz del psicoanálisis aparecían como simples formulismos sociales, repletas de hipocresías y de dobles discursos. Esto en cuanto a su posición y actitud crítica, sin perder de vista que lo radicalmente innovador y revolucionario del psicoanálisis, fue el demostrar que son los resortes inconscientes, los que determinan la conducta humana y no la conciencia y que el “yo” no es más que un súbdito, un vasallo de un gran número de procesos inconscientes, de los que ni siquiera tiene noticia, como se suele decir, el “yo” no es dueño ni de su propia casa; asunto que los norteamericanos cambiaron rápidamente, alterando todo el sentido que tenía la teoría y la práctica freudiana.


Esta dirección crítica y cuestionadora, es lo que caracteriza el espíritu de la propuesta freudiana, espíritu que debe ser entendido como lo hacen los juristas: como el sentido y justificación de una ley. Si se oculta o destruye este espíritu, se pierde un aspecto muy importante; yo iría más lejos al decir, que se pierde algo de la esencialidad misma del psicoanálisis, lo que le da consistencia y unidad de discurso, lo que podríamos llamar: una intencionalidad freudiana, visto de esta manera el freudismo es también una subversión que penetra además de la concepción del hombre en algunos sectores de la cultura.


 Es importante recordar, también, como el mismísimo Freud hablaba de las resistencias, que encontraba en los espacios universitarios y académicos, es evidente que las resistencias se daban porque, se trataba de la posición del psicoanálisis crítico, no en sus versiones “ligh”, que confieren un destacado lugar al “yo” y a los llamados procesos secundarios. Por lo que conviene diferenciar a los críticos (como método de conocimiento), de los criticones (como herramienta de destrucción), estos últimos caracterizados por la resistencia a mirar al hombre de otro modo (como la psicología del yo). Una imposibilidad que entra en el perímetro de la antropología filosófica, es decir de las diferentes concepciones del hombre influidas por la ilustración, como la del hombre es bueno por naturaleza, el hombre que existe porque piensa, el hombre es un animal racional, el hombre es hombre en la medida que se explica a si mismo, etc. Se trata de una misma perspectiva, que se ha llamado enfoque humanista, que imposibilita o por lo menos dificulta el conocimiento del hombre más allá de su bonomía, mas allá de la conciencia y la racionalidad.


Dentro del complejo campo del psicoanálisis freudiano, se articulan diferentes teorías y conceptos, cuya importancia varía dependiendo del peso que tengan éstos dentro del paradigma; es decir, los conceptos y las teorías, no tienen el mismo valor, ni el mismo peso estructural, por ello, es necesario distinguir con toda claridad las bases argumentativas de cada posición. En cada propuesta, como en las distintas teorías es imprescindible identificar lo que podríamos llamar el núcleo duro, para posteriormente establecer los contrastes o comparaciones con las escuelas psicoanalíticas o del pensamiento, lo cual, implica además, asumir una posición necesariamente crítica, que conduce precisamente en mostrar que el pensamiento, la conciencia y la racionalidad no tienen independencia, que son instancias psíquicas multideterminadas, todo un complejo andamiaje teórico que descansa en la primacía del inconsciente, centro a partir del cual se teje la discursividad freudiana. Pero la teoría del inconsciente no fue lo único que golpeo a la sociedad de su tiempo, también lo hicieron las ideas de la sexualidad infantil, como sabemos, que escandalizó fuerte y profundamente a la moral, y la teoría de la sexualidad. Conmoción que también sacudió al arte, la filosofía y a las distintas ciencias sociales, humanas o de la conducta.


 Por todos lados el psicoanálisis freudiano irrumpe y trastoca a la sociedad y la cultura de su tiempo, los asuntos que pone a la vista, son lo suficientemente dolorosos, como para que aún en nuestros días, continúe existiendo una resistencia frente a estas propuestas alejadas del tradicional enfoque humanista.


 Es en el debate frente a la amplitud de perspectivas disciplinarias, que estudian lo social y las llamadas humanidades, así como en el conjunto de las perspectivas “psi”, que la voz del psicoanálisis puede distinguirse, si regresar a su campo de pertinencia y competencia: lo inconsciente, lo psíquico, lo trascultural y lo trashitórico, separándose de las líneas que sigue la psicología, que se ha ido especializando en el comportamiento, descansando en la intervención familiar, y en las condiciones socioculturales del entorno. Si muestra sus diferencias con las perspectivas psiquiatrizantes, que tienden a estereotipar y estigmatizar el dolor, el malestar, la inconformidad, el sin sentido de la vida, la confusión, las crisis etc. La mirada crítica y fuera de los conformismos, ha guiado a los máximos constructores del psicoanálisis, son ellos, los que continuamente han intentado podar y redireccionar, sin perder el espíritu en que se encuentra el psicoanálisis.


 La identidad del psicoanálisis se desdibuja, como decíamos, por la falta de interlocución con las distintas disciplinas que se encargan de estudiar al hombre y sus circunstancias, confrontándonos con los protagonistas de las nuevas tendencias y con las plumas más reconocidas. El psicoanálisis se ha encerrado en si mismo, prácticamente nos leemos entre psicoanalistas, nos reconocemos a nosotros mismos, los disensos no son llevados a la arena de la discusión pública, simplemente se deslegitiman a las otras teorías o instituciones psicoanalíticas, sin suficientes elementos para construir un juicio. La endogamia, para acentuar el problema es los que está directamente relacionada con la pérdida de la especificidad del campo psicoanalítico.


III.- En 1965 hace un poco más de cuarenta años, Erich Fromm[4], quien constituye internacionalmente aquello, que caracteriza y distingue el psicoanálisis de México, se erige como un autor y crea un psicoanálisis beligerante a los anquilosamientos en que se encontraba el psicoanálisis de la época en especialmente en América. Él mostraba la pertinencia de discutir, sobre el estado en que se encontraba el psicoanálisis, ésta preocupación data del año de 1965, y nos alertaba al señalar el grave daño que ya se le había infringido al psicoanálisis por intentar reducirlo y domesticarlo llevándolo a las maneras doctrinarias e institucionalizadas de comprenderlo, Estableciendo las vías y los trámites supuestamente correctos que “debían” seguirse para ser psicoanalista, a las maneras de las viejas cofradías de artesanos: “con ciega obediencia” de los aprendices con los oficiales y estos con los maestros, liquidando el poder de la argumentación, del convencimiento, de la discusión y por supuesto de la crítica; buscando cierto tipo de estandarización de la clínica y de ese conocimiento. Generando una corriente que se autodefinio como “ortodoxia,” entendida como la “creencia correcta”, sin embargo estaba muy lejos de ser en realidad si quiera, producto de una lectura rigurosa de Freud, se trataba simplemente de una ortodoxia de la forma, de las maneras, de los usos, de las técnicas descuidando el asunto del fondo, del contenido. Trasladando la problemática psicoanalítica a las pertenencias institucionales, a los fundamentos de sus cofradías, de sus gremios, de sus sectas; se transformaba el psicoanálisis en un asunto de creencia y de fe, de la defensa de lo propio y la desvalorización de los adversarios de sus propuestas. Tampoco se trata, sin embargo, de guarecer y proteger al psicoanálisis de contaminaciones o disidencias, todo lo contrario, abrir el psicoanálisis al aire fresco de la crítica entre nosotros, como del análisis interdisciplinario.


Lo que es una realidad es que los psicoanalistas encontramos peleando y discutiendo entre nosotros; entre personas, descalificándonos unos a otros, no tomamos en cuenta el debate de ideas, los argumentos siguen sin ser considerados importantes, los chismes abundan. En cuanto a las propuestas teóricas o clínicas, muchas de ellas se han deslizado asta constituir algo del orden de una psicología general o de las profundidades, que puede servirse de los sistemas diagnósticos de la psiquiatría, perdiendo con ello toda identidad, con lo que, la rigurosidad discursiva y su pertinencia teórica se diluyen pudiendo ser cuestionado por periodistas y legos, situándose en el demonio de “la vox pópuli” que no es cualquier cosa, recordemos que estas expresiones mal informadas y manipuladas han tirado gobiernos, simplemente sembrando el rumor y la desconfianza. En México, el psicoanálisis no ha logrado mas que mantenerse como una opción psicoterapéutica marginal, una más de las supuestas opciones psicoterapéuticas, el psicoanálisis no a logrando ingresar en el los espacios de discusión académica, ni participa de los debates sobre los principales problemas nacionales, siendo los psicoanalistas corresponsable de la condición marginal en que se encuentra como de la proliferación y “gran auge de las psicoterapias, al parecer, alrededor de un millar registradas hasta ahora”[5]. Todas las corrientes epistemológicas coinciden, en que cuando abundan los enfoques sobre una misma temática, lo que esto muestra es que el estado general es de confusión, pero eso no es todo, ya que cabría la pregunta, ¿qué tenemos que ver con eso?.


Creo que una de las explicaciones, es que también cuando se dice psicoanálisis, en realidad se dice mucho y se dice nada, qué se dice, ¿se habla de una teoría y una práctica centrada en Sigmund Freud, en Anna Freud, M. Klain, Winicott, Kohut, Jung, Adler, Lacan, Fromm, o de cualquier otro?. Cada una de estas y de muchas otras perspectivas clínicas ponen sus acentos en elementos diferentes, tienen concepciones de la condición humana contrastantes y en muchos casos opuestas, por lo que no es sorprendente que las direcciones de sus prácticas transiten en sentidos totalmente distintos. No se puede ser ecléctico en psicoanálisis, ya que cada una de estas perspectivas, en realidad rivaliza con las otras, pero no significa, simplemente respetar la otra propuesta, es necesario generar el debate, para que no sea el silencio cómplice lo que permita que continúe creciendo una babel, buscar que se abra el psicoanálisis al aire fresco de la discusión de ideas.


Otro factor que ha contribuido a desdibujar los límites de competencia de la teoría y clínica del psicoanálisis, es que en realidad no ha trazado con claridad los límites entre las diferentes disciplinas “psi”. Es decir, mostrar qué es lo que compete a las psicologías, qué a las psiquiatrías, que a las psicoterapias y que a los psicoanálisis. Esta manera de no generar un campo de incompetencia de falsación como propondría Popper, en el que el psicoanálisis marque la imposibilidad de dar cuenta de un determinado su campo de saber, redunda simplemente, en que esteriliza y enrarece al psicoanálisis mismo al ampliar ad absurdum sus supuestas posibilidades de competencia y de explicación.


Un síntoma de esta silencio en el que nos encontramos es el crecimiento de pisoterapias llamadas alternativas, se trata de un efecto de que los psicoanalistas nos hemos encerrado en nuestras criptas, con nuestros leguaje críptico o cifrado, hablando y escribiendo para otros cofrades. En la teoría psicoanálisis todo es como “el país de las maravillas” otra cosa: por ejemplo: cuando escuchamos a un profesor advirtiendo: -cuando digo “falo·”, no estoy diciendo “falo-falo”, o sea no se trata del pene, ni del “falo” como representación totémica o como representación de poder, el “falo” al que aludo es la promesa de completud que se presintificará cuando tenga un hijo, ese hijo será su falo, ¿entienden?-. Otro ejemplo: -cuando digo padre, en realidad no estoy diciendo papá, no estoy hablando de la persona que en la familia es llamado padre, sino el soporte de lo que se ocupará de la separación entre la madre y el hijo, es decir, el agente de la castración, por ello el padre, se trata de una función no de una persona, ya que …. para estos momentos el alumno, que supuestamente entendía algo, dejó súbitamente de entender…- y así con cada uno de los conceptos y categorías que recorren el vasto campo teórico del psicoanálisis, lo que nos lleva a un equivosismo y a una a ambigüedad que considero, lastima de directamente la formalización y la estructura de rigor de la teoría psicoanalítica.


Otro factor más es la falta clara de criterios metodológicos y técnicos que guíen las investigaciones psicoanalíticas, es que incluso existen personas que hablan de un método psicoanalítico, sin embargo, el psicoanálisis se sirve de un gran número de enfoque teóricos que norman las posibilidades metodológicas, que a su vez se dirigen a una praxis, que se sirve de herramientas específicas para cada tarea, éstas son las técnicas. Al tomar prestados métodos y sistemas de verificación o de validación de la psicología, lo único que logramos es que se pierda la identidad y las características propias del psicoanálisis como disciplina.


Para terminar me gustaría presentar un par de problemas más, que estorban el desarrollo del psicoanálisis. El primero tiene que ver con la falta de instituciones académicas, en las que el psicoanálisis se desarrolle ampliamente y crezca en la discusión interdisciplinaria y entre colegas, se trata de crear espacios entre pares, para discutir problemas, equivocaciones, desvíos, extravíos, dudas, errores, etc. aquello que en realidad nos preocupa, y apartar las discusiones de la cosmética “de presumir los éxitos entre nosotros mismos”, generar una autocrítica que oriente y ayude verdaderamente a la comunidad psicoanalítica en las tareas investigativas y de conocimiento, como lo hacía el mismísimo “Freud”. Abrirnos a una tradición de diálogos, no de arteras descalificaciones, que no nos conduzcan nuevamente al hermetismo que ha caracterizado la presencia del psicoanálisis en México en éstos poco más de cincuenta años.


IV.- La invención del psicoanálisis como sabemos, fue realizada por Sigmund Freud a finales del siglo XIX, como una construcción teórica se fundamenta en una visión, todo el edificio del psicoanálisis se encuentra determinado por las condiciones de su época, cada una de las ideas que se encuentra en el psicoanálisis, debió surgir de sus condiciones culturales y de sus contextos históricos, sin el menoscabo de la genialidad de Freud. Por ello pensar y repensar al psicoanálisis después de más de un siglo de su constitución no parece una tarea estéril. Sin embargo esta labor se ha realizado continuamente por diferentes psicoanalistas, cada uno de ellos agregando algunos aspectos, subrayando otros y por supuesto quitándole al viejo y primario árbol que es el troncal alguna de las ramas que se consideraba caducas.


El campo de pertinencia del psicoanálisis y de las psicoterapias se ha ido haciendo con el tiempo, estrecho y acartonado, por un lado, y por el otro, laxo y flexible, como para que haya una abundancia de psicocosas, se ha experimentado una ampliación del dominio del que los psicoanalistas no podemos negar que tenemos responsabildad, al mirar de soslayo y con eso hacernos cómplices. El universo de competeencia de los fenómenos “psi” que se ha presentado de una manera vaga y confusa por lo que ha permitido que exista una Gran Torre de Babel, en la que existen más de 400 variedades de psicoterapias para el año de 1995[6] y encontramos un “gran auge de las psicoterapias alrededor de un millar registradas hasta ahora”[7] la cita es del 2000. Lo que significa que en cinco años las psicoterapias experimentaron un crecimiento de más de 100% si los autores citados están en lo correcto. Psicoterapias de los más diversos cortes, desde las pretendidamente más científicas, hasta las que proponen la trascendencia del espíritu, la entrar en consonancia con la libido cósmica, hasta las teorías humanistas más lighit´s, o las que se autodenominan de desarrollo personal.


En México “En cincuenta años, son limitadas las ganancias que el psicoanálisis ha obtenido, (en cuanto a difusión, aportes teóricos, o en su estatuto social), encontrado o buscado frente a un Estado-nación muy particular y una sociedad muy tradicional, cerrada y en general es de escasa cultura.”[8] Pero es necesario subrayar que las instituciones y los psicoanalistas por las mismas características de las instituciones, se quedaron expectantes mientras la historia seguía su curso, y la banalización de la teoría psicoanalítica daba pie a la proliferación de pseudo terapias y pseudo teorías, sin que se escuchara ninguna advertencia, ningún movimiento colegiado de las diferentes asociaciones de psicoanalistas frente a los fraudes que advertían, pero lo que es aún peor, es el silencio y la actitud cómplice, mientras la sociedad de consumo de apodera del territorio “psí”. Lo cierto es que el movimiento psicoanalítico perdió mucho de su filo y de vigor crítico originario al irse mediatizando, al trasformarse en institución internacional, con la defensa y proliferación de esta instiucionalidad aparece la política psicoanalítica y con ella los compromisos, las mordazas y las conveniencias. La denuncia como la instrumento Freud, dejo de ser una parte esencial del discurso de los psicoanalistas, para ser remplazada por las alianzas con el establishment. No es de sorprenderse que el psicoanálisis de las década de los 50as fuera reactivo y profundamente violento a esa clase de institucionalidad y de psicoanalistas. México tuvo un papel destacado en “la reforma” con el llamado “psicoanálisis humanista” dirigido por Fromm, que hoy nos puede parecer profundamente ingenuo, pero también es inobjetable que este grupo es efecto de las circunstancias de instiucionalizar al psicoanálisis y hacerlo doctrinario, sin introducirlo desafortunadamente en la vida académica, que le es esencial y vital al psicoanálisis, como una disciplina constituida por los diálogos transdisciplinario (como veremos posteriormente).


 Pero… aún falta discutir un elemento esencial, ¿el psicoanálisis continua siendo una teoría y práctica vigente?, o ¿en realidad simplemente queremos mantenerlo con vida de forma artificial, por no aceptar nuevas teorías y estrategias clínicas más efectivas?.


Entonces entendemos por que es importante la pregunta, sobre qué de la teoría original sobrevive y que puede ser nuevamente revisado o discutido colectivamente, sobre la vigencia y pertinencia del psicoanálisis ahora en el mundo y en México en particular, por lo que primeramente podríamos comenzar con revisar lo que podrían ser las características del acercamiento analítico que pretenderíamos emprender. Cualquier acercamiento al psicoanálisis que quiere hacerse desde México, no puede pasar por alto su propia (pre)historia, además ya que “A mediados y fines de la década de los años cincuenta, aparecen los primeros psicoanalistas en la ciudad de México”[9]. Y uno de los más importantes es sin lugar a dudas Eric Fromm, quien fue en realidad mucho más que uno más de los pioneros del psicoanálisis en México.


La perspectiva en la que nos sitúa Fromm es muy adecuada para nosotros, nos muestra como si bien un autor se encuentra sumergido y determinado por sus condiciones históricas y no puede rehuir o escapar de ellas, también logra revisar esas circunstancias y se permite ir más allá de las mismas, es el caso de aquellas creaciones que tienen más vida que sus creadores, sobre todo, aquellos que por dar cuanta de cierta esencialidad de la condición humana se transforman en clásicos, referencias obligadas para los que deseamos incursionar en algún tipo de problemática en la que estos personajes a través de sus obras ya lo han hecho antes. Personas que se han transformado en autores clásicos, como ya hemos expresado anteriormente.


Por ello, es complicado revisar una teoría como la psicoanalítica sin caer en juicios que a su vez esté determinados y cargados por las condiciones históricas de quienes realizamos el análisis, por ello, estamos en verdaderos aprietos y prácticamente siguiendo el camino de lo imposible.


Cada autor “no puede escapar de su marco de referencia que en su tiempo no parece sino lógico y cierto.”[10] Resulta evidente que no puede tener suficiente distancia de su obra, por lo que difícilmente podrán mantener un juicio crítico de si mismo y de su trabajo, lo más que un autor puede pretender es ser fieles a su propio pensamiento o lo contrario, que sería traicionarse, ceder frente a otro tipo de exigencias e interés, ese sí es un análisis que puede hacer cada autor frente a un espejo. Pero somos los discípulos, los lectores, los que tenemos una distancia lógica, cronológica al poder leerlo mucho tiempo después, y ver si resiste el juicio inexorable de la historia y de la ratio y el verum latinos.


Pero, qué es aquello que trasciende al propio autor y encuentra un nicho en la historia, y qué es lo que se encuentra determinado por la misma, y por lo tanto puede resultar anacrónico y caduco, por lo que es necesario relativizar nuestro propio análisis de las teorías y los autores, ya que, lo que resulta caduco para nosotros, ¿podría ser considerado como vigente en otro momento posterior, y nuestro análisis considerado parcial he influido por las modas intelectuales de mi tiempo, y que el lector del futuro identifica con claridad por la distancia que tiene?. Por ello aquello lo que encontremos como característico o propio del psicoanálisis o del pensamiento freudiano, depende necesariamente de mis propias circunstancias, influencias y determinaciones.


Sin embargo nos dirigiremos como lo propone Fromm a distinguir, entre aquello que sería el núcleo duro del psicoanálisis y que funge como su columna vertebral y aquello que no es imprescindible y que de hecho es prescindible, que al quitarlo no modifica la esencialidad misma del corpus teórico, manteniendo su espíritu y rigor.


El riesgo que se corre con éste camino de análisis es el de que atrás del mismo se puede esconder un juicio supuesto de corrección, de ortodoxia desde el cual se adviertan a los divisionistas, a los herejes, a los otros que necesariamente serán los equivocados, los que no han realizado la correcta lectura. “Este procedimiento de criticar a los otros para legitimarnos a nosotros, ha sido muy empleada por las capillas psicoanalíticas. Ya en los años sesenta da iniciado ya un desconocimiento y una deslegitimación entre todos los grupos; están convencidos de que su pertenencia constituye la garantía suficiente para decirse psicoanalista”[11]. Pero el análisis crítico de nuestra propia casa es prácticamente inexistente, por lo menos en nuestro país. Por lo que podemos considerar un síntoma la falta de autocrítica y de crítica fecunda, el hecho de que “No hay estudios sobre las instituciones psicoanalíticas, ni sobre la relación entre éstas y su contexto social, solamente testimonios breves, importantes, en cada una de las instituciones”[12]. En nuestro país, con lo que tenemos ya un derrotero para futuras investigaciones que deben hacer los psicoanalistas en México.


Debemos romper con inercias históricas de las instituciones que “supuestamente” nos cobijan, si queremos iniciar una discusión seria entre psicoanalistas de distintos signos, denominaciones teóricas e institucionales. “El estudio, conocimiento, trabajo clínico y formación de generaciones de psicoanalistas en México, refleja los vicios y virtudes heredados de las instituciones psicoanalíticas que poseían décadas de trabajo y en particular actividades académicas y de docencia en los países mencionados.”[13].


Me parece, aunque pueda resultar severo decirlo que, los psicoanalistas en México, no dan muestras de cuestionarse, simplemente han aceptado su condición de subordinación a las teorías, las prácticas y a las discusiones que se realizan en las metrópolis mundiales. Sin embargo la crítica que se requiere, es la que cuestione incluso las formas heredadas, los posicionamientos teóricos, es decir las bases mismas en las que se sustentan los desarrollos teóricos y las distintas prácticas que se han realizado del psicoanálisis, perspectiva que sí podemos tener desde este lugar periférico en el que nos han situado y nos hemos colocado. Resulta paradójico que sea precisamente esta condición marginal, la que nos permita entrar desde una nueva vertiente y generar una discusión que sea novedosa, sin embargo, para que ello sea posible, es necesario caminar dirían los sociólogos, por la senda de la descolonización cultural, por el de abrirnos a preguntarnos sobre nuestra propia historia, sobre nuestros propios fracasos, sobre nuestros propios problemas.


“El nuevo psicoanálisis del siglo XXI, […] ¿será de convertirse en el instrumento de una crítica, al mismo tiempo a sus propios dogmas y a los modos de pensamiento que resisten a su pleno desarrollo?”[14]


Mirarnos en el espejo con una actitud crítica, juzgando abiertamente nuestras propias historias institucionales, ya que juzgar y analizar a los otros es lo que se ha transformado en deporte entre psicoanalistas, un banquete de negros. Cualquier crítica tiene que ser el resultado de la autocrítica, ésa es la condición necesaria para legitimar nuestro propio decir. La diferencia entre crítico y criticón es la que resulta de la manera de considerar al otro, para no servirse simplemente del ataque estéril, sino de la posibilidad de que esta crítica oriente, genere condiciones de posibilidad para construir. Lo que resulta un hecho, es que efectivamente el psicoanálisis en México, no ha logrado frente a los demandantes más que mantenerse como una práctica secundaria, accesoria.


 Pero queda la pregunta, podremos los psicoanalistas estar a la altura de las circunstancias, para abandonar las seguridades de nuestras murallas institucionales, podremos abandonar el lenguaje críptico y cifrado para entrar en un debate, entre pares, la historia nos dice que no, que eso no es posible, pero por ello debemos permanecer con los brazos cruzados, como dirían los estudiantes franceses: ¡seamos realistas busquemos lo imposible!

 



[1] Los puntos I y II contiene algunas de las temáticas expuestas hace cinco años y re trabajadas.


[2] Profesor de la Maestría en psicoterapia psicoanalítica UIC y de la Maestría en psicoanálisis y cultura ELP (Puebla).


[3] Howard Shervin en: Major René Estados generales del psicoanálisis. Perspectivas para el tercer milenio. Ed. XXI. Argentina 2005.Op. Cit. p. 48


[4] Eric Fromm Los fundamentos y el desarrollo del psiconálisis. En Revista de Psicoanálisis, psiquiatría y psicología. Ed. FCE. No. 1 Septiembre-diciembre 1965. México.


[5] Élisabeth Roudinesco. Estado de psicoanálisis en el mundo. En: Major René (dir.) Estados generales del psicoanálisis. Perspectivas para el tercer milenio. Ed. XXI. Argentina 2005.


[6] Escandón Carrillo Roberto R. Psicoterapia Psicoanalítica Integrativa Ecléctica. En Revista Ciencia ergo sum. Universidad Autónoma del Estado de México. P.324. Vol 2, No.3 Noviembre 1995.


[7] Élisabeth Roudinesco. Estado de psicoanálisis en el mundo. En: Major René (dir.) Estados generales del psicoanálisis. Perspectivas para el tercer milenio. Ed. XXI. Argentina 2005.


[8] Roberto Castro Rodríguez. Apuntes breves sobre el psicoanálisis en México. En: http://www.etatsgeneraux-psychanalyse.net/archives/texte17.html Les Etats Généraux de la Psychanalyse – 2001


[9] Roberto Castro Rodríguez. Op. Cit


[10] Fromm Los fundamentos y el desarrollo del psiconálisis. En Revista de Psicoanálisis, psiquiatría y psicología. Ed. FCE. No. 1 Septiembre-diciembre 1965. México. p.10


[11] Roberto Castro Rodríguez. Op. Cit.


[12] Roberto Castro Rodr íguez. Op. Cit.


[13] Roberto Castro Rodr íguez. Op. Cit.


[14] Élisabeth Roudinesco en: Major René Op. Cit. p.38.