Entrevista a Agustín García Calvo

 Alejandro Vázquez Ortíz

La comunicación, ciertamente, entre España y México ha quedado, desgraciadamente subordinada a los ámbitos menos provechosos para ambos países (de hecho se limitan a los aspectos más superfluos de la música, con los Iglesias, Luis Miguel, Rocío Durcal, etc., y del cine, con las películas de Joselito y Pulgarcito y de Cantinflas). De hecho, pareciera que los mismos hijos de los refugiados y exiliados de la Guerra Civil en México, los mismos que fundaran el Colegio Nacional, heredaron e hicieron suyo propio el sentimiento de rechazo popular que uno siente hacia España.
Comprensible pero triste porque no deja de ser terrible que en uno y otro país surjan obras excelentes –como pasa en toda América Latina- y por obra de editoriales e intereses económicos se conviertan en obras desconocidas –a veces incluso dentro del mismo país que las concibe-.
Una de estas obras es la de Agustín García Calvo. Dr. en filología clásica por la Universidad de Salamanca, sería demasiado enlistar toda su bibliografía que incluye más de 60 libros, desde traducciones, ensayos, creación poética y teatro. Ha traducido numerosos escritos clásicos de los que cabe destacar Razón común, traducción ordenación y comentario de los restos del libro de Heráclito, De Rerum Natura de Lucrecio con una extenso comentario crítico, así como traducciones de Paul Valéry o el Marqués de Sade. Su batería de ensayos propios no es menos apabullante: En lingüística se recoje: Del lenguaje (tres volúmenes en dónde se elabora una teoría lingüística bastante concisa) y Hablando de lo que se habla (Premio Nacional de Ensayo 1990). Contra el Tiempo, un análisis bastante conciso e interesante sobre el concepto del Tiempo que busca desenmascarar la esencia de este concepto y su correspondencia inserción en la Física científica, Contra la realidad, Contra la paz, Familia: la idea y los sentimientos, Historia contra Tradición, y un largo etc. Igualmente tiene más de una decena de poemarios y varias obras de teatro donde destaca La baraja del Rey Don Pedro (Premio Nacional de Literatura Dramática de 1999). Muchas colaboraciones en periódicos españoles han dado pie a colecciones de artículos como Que no, que no, o Avisos para el derrumbe.
Fue catedrático de Lenguas Clásicas en la Universidad de Sevilla desde 1951 y en 1964 en la Universidad Complutense de Madrid, para que tan sólo un año más tarde fuera depuesto junto con otros profesores por prestar su apoyo a las manifestaciones estudiantiles contra el régimen franquista. Pasó un exilio en el barrio Latino de París, del que no volvería sino hasta haber acabado la dictadura, en 1976. Volvió a impartir cátedra hasta su jubilación en 1992. Actualmente, además de seguir con su voluminosa producción, da charlas –tertulias, como el las llama-, en el Ateneo de Madrid sobre distintos temas que rodean y tocan su obra. Yo mismo he tenido la oportunidad de verle en acción y su hablar, a veces pausado, a veces como un torrente lleno de sarcasmo, es un hablar con la gente. Nada parecido a un seminario, la charla es en realidad eso: una charla, porque no sólo deja hablar al público que le rodea, sino constantemente le instiga a ello. Un personaje en resumen, entrañable y fuera de lo común que más allá de las credenciales que posee y que le autorizan hablar de más de lo que su especialidad le otorga, su sentido profundo de crítica creativa le lleva a ser todo un maestro en lo que concierne a la interpretación de la realidad.
Su obra no puede pasar desapercibida para quién la lee. Algunos la aborrecen, vale mucho decirlo, porque no es una obra que vaya allá dónde todos van. Por ejemplo, para hacer una crítica del Tiempo, a la vez que toma elementos de autores especializados contemporáneos, acude a la física de Lucrecio, las observaciones de los epicúreos, la física de Aristóteles, etc.
Esta obra no puede dejar de ser maldita por su contenido político. Porque todos los apartados que roza e inquiere, tienen ese trasfondo ético y político de la resuelta combinación de la vida pública y privada. Para él, esa división es la que sostiene al poder y sus instituciones (instituciones que no sólo se dedican a mantener un poder económico, sino a procurar una ‘administración de muerte’ en palabras de García Calvo, mismo poder, no dudemos, que según Lacan provocan la esquizofrenia –en De la psicosis paranoica y sus relaciones con la personalidad). Una obra que no puede dejar de acusarnos y de descifrarnos a través de su lectura, de desprogramarnos, de invitarnos a no aceptar las cosas que damos por sentadas, sino a inquirirlas hasta poder desconectarlas del inconsciente que creemos nuestro, y en el proceso recuperar lo poco que tenemos de nosotros mismos –de ‘Pueblo’ dice García Calvo-, hasta poder dejar que la lengua hable en nosotros y por nosotros. Decir NO a la realidad para dejar dar al trasto a la existencia de uno, más allá de la carga existencial, la existencia jurídica, emocional y psicológica que conlleva la idea de Identidad Positiva.
De esta forma es, no cabe duda, una obra profundamente original, profundamente interesante y que no puede pasar desapercibida a un psicoanálisis, a una filosofía y a una inquietud intelectual hipanofónica –cómo la mexicana- que tiene como último recurso traducir términos anglosajones, franceses o alemanes para hacer funcionar su producción como una mero espejo, una mera función secundaria de la producción en otras lenguas. Contrario a esto García Calvo antes de crear más palabras, se concentra en hacernos saber que los significantes no son sino estructuras por medio de las cuales el poder de la realidad entra en nosotros y hace figurar la verdad de manera tal que represente un significado en un teatro de los intereses. Cada significado es una determinada comunicación, para una determinada tribu. Pero a la par de esto, se mueve esa lengua siempre viva, pero siempre inaprensible del quehacer del Pueblo –término que García Calvo se niega a definir, argumentando que mataríamos el concepto de hacerlo-, una lengua que habla a través de nosotros en el momento en que no pretendemos hablar por otro o hablar para otro. En fin, una lingüística profundamente ligada a los imperativos éticos que la cruzan en todas partes.
En cuanto a la entrevista que a continuación se adjunta, se le hicieron preguntas en torno a un tema muy concreto: El psicoanálisis y la realidad, sus relaciones, sus amores y desamores, por decirlo de una manera. Porque el psicoanálisis si quiere ser fiel al principio de su función, es decir, aliviar el sufrimiento de la gente, no puede dejar pasar la realidad en que vive esa gente. No puede encerrarse en los textos, sino estar en constante diálogo con la realidad que aqueja a los individuos que supuestamente pretende aliviar, por ello tiene que establecer diálogos con la política, con la literatura, con la filosofía, con la calle misma para restituir su valor e impulso original, de otra forma se convertirá en otra forma de realidad y de manutención de las patologías sociales que nos rodean.
Sin más les entrego la entrevista por escrito con Agustín García Calvo:

  1. La aparición y reaparición del Pueblo es llamativa a lo largo de toda su obra, sin querer incurrir en la torpeza de establecer principios del mismo, ¿qué tipo de relación puede existir o existe entre Pueblo y Realidad – Pueblo e Inconsciente?

Agustín García Calvo: Aparece y reaparece pueblo-que-no-existe (pues no puede menos de surgir a través de y a pesar de mí algo que en mí queda de pueblo-que-no-existe), lo cual lo contrapone claramente a los que sí existen (personas, conjuntos de personas) y lo libera así de la sumisión y condena a la existencia o realidad, los trucos mortíferos que se inventaron en las escuelas para Dios y siguen condenando a muerte (a futuro) lo que en la gente sigue vivo. El descubrimiento simple, al que tanto cuesta llegar, es éste: que la realidad no es todo lo que hay. Tanto en la política de los políticos como en el psicoanálisis vulgarizado, el manejo sometedor consiste en confundir pueblo-que-no-existe (pero lo hay, y por eso vive y se rebela) con conjuntos de personas, hasta nacionales y democráticamente computables, y confundir lo que hay (sin fin) y no se sabe con un ‘inconsciente’ que se sabe y es tan propiedad de uno como su conciencia.

  1. En tanto que el psicoanálisis, para llevarse acabo, necesita de una base “real” para hacer partir su crítica, su análisis: ¿es, en tanto herramienta médica, un atentado contra lo que tenemos de pueblo o puede ser un instrumento para “dejarse hablar”?

AGC: De la realidad se parte siempre (hemos nacido en una cárcel); esto es: hemos venido a conciencia en medio de la falsedad), y sólo a partir de ahí se puede hacer algo, o bien para confirmarla y curar sus desgarraduras o bien descubriendo sencillamente que la realidad (y la de uno) era mentira y dejando que eso hace lo uno y lo otro, unas veces lo uno, otras lo otro; sólo que eso no es nada especial del psicoanálisis, sino muestra de lo que hace la lengua o razón común, que, de un lado, por medio del vocabulario de los idiomas, hace ser las cosas, constituye la realidad, y, de otro lado, la desmiente, descubre su falsificación constitutiva. En ese juego estamos y nos debatimos.

  1. Su obra nos encomia a evitar la Realidad o en todo caso a no asumirla como lo que se quiere que se asuma cuando decimos “realidad”, ¿cómo se comporta esta invitación en el sujeto? ¿Cómo el sujeto debe evitar la “realidad”? Y en ese mismo sentido, ¿el psicoanálisis se convierte en una herramienta del poder para cohibir al sujeto, para amedrentarlo?

AGC: La propia oposición de ‘sujeto’ con ‘objeto’ es meramente filosófica, uno de los grandes trampantojos que intentan defender la realidad, salvarla del descubrimiento de su mentira: las cosas son “sujetos” en cuanto que cada una de ellas trata de mantener su ser la que es en contra de la caída en la verdad que la arrebata; los “sujetos” (por ejemplo, hombres) no son más que un caso de cosas, que, por sus medios peculiares (por ejemplo, ordenación de imperios, teorías físicas, religiones), trata, lo mismo, de defenderse de la caída de su ser quienes son en la verdad sin fin, desconocida. Corolario de eso es que uno ni se salva (más que en el engaño, la fe, el futuro, o sea lo que no hay de veras) ni puede ser libre más que liberándose de sí mismo, de su persona y realidad. Otra cosa soy YO, que no soy nadie ni nada, ni objeto, ni sujeto, y así, al no ser real ni condenado a muerte, no me tengo que salvar de nada. Claro que, si, en vez de MÍ, dices ‘el Yo’, ya estamos otra vez en la realidad.

  1. ¿Debemos decir NO al psicoanálisis?

AGC: Según lo recordado en ‘2’ –la segunda respuesta-, el psicoanálisis lo mismo puede volverse psiquiátrico, sanador de la locura, reintegrador al orden, que ser de veras un psico-análisis o ‘disolución del alma (el Yo)’, dar en cierto modo razón a la locura (como reveladora, en el caso particular, de la locura general del Orden), y lanzarse a des-cubrir la mentira de la realidad, general y personal, pase lo que pase y caiga quien caiga. No puedo ponerme riguroso en el rechazo del psicoanálisis realista y reintegrador, no yo sólo porque no sea cosa de negarles el pan a los psicoanalistas curadores, sino que su operación, como la de cualesquiera médicos, pueden ayudar a mucha gente a ir tirando, limpiándoles de dolencias o manías que no tienen por qué ser reveladoras, sino acaso estorbos, ya que la desgracia es igual de mala que la felicidad para hacer al ser aferrarse a sí mismo, a su realidad, futuro y muerte. Lo que importa es no confundir lo que hace tu mano derecha con lo que pueda hacer tu izquierda: que la psiquiatría no sirva para estorbar la operación psico-analítica: no, eso no: porque al fin, fuera de las cuestiones personales, y al fin económicas, de enfermedad o higiene, el des-cubrimiento es la fuente de verdadera salud y alegría para quien sea.

  1. Quizá no tenga mucha idea del problema que le voy a plantear, pero es una pregunta personal, ya para terminar, que puede interesarnos mucho a los mexicanos. En épocas recientes, de los años ’50 para acá, el México intelectual –que es uno y perfectamente diferenciable del resto de Méxicos- ha sentido una inquietud sumamente curiosa sobre la identidad de lo mexicano. Ha habido propuestas como las de Octavio Paz (Laberinto de la soledad) o la de Roger Baratra (La jaula de la melancolía) que proponen esbozos más o menos metódicos de la definición de la identidad de lo mexicano y sin duda gran parte de América Latina se haya cruzada por la pregunta del ¿qué soy? Porque nos encontramos a medio camino del indígena y el español, y de pronto sabemos –aunque algunos se decanten por emular al uno o al otro-, que no somos ninguna de éstas cosas. El mestizo se encuentra en una época sin historia y quiere labrarse una, quiere formar una identidad. México se haya en este punto de inflexión de dónde no hay retorno y pretende seguir labrando, junto a sus grandes figuras centralistas –Juárez, Díaz, Cárdenas, etc.- un estado cada vez más poderoso basado en la nobleza histórica de su pasado. ¿Qué puede sugerir, si una voz como la mía –mexicana-, no sólo le autorizara, sino le pidiera, su punto de vista en contraste con el Estado Español?

AGC: Ciertamente, no conozco bien el debate de México (o los Méxicos, como dices) en busca de su identidad; pero te confieso que tampoco deseo mucho conocerlo: lo mismo que la cuestión de ‘España’ y las disputas de políticos y filosofantes en los Medios, se me queda cada vez más aburrida, y odiosa también, como que contribuye poderosamente a distraer y estorbar que la guerra se juegue donde se deber: esto es, contra el Estado sin más, dondequiera que aparezca imponiendo su futuro (administrando muerte) sobre gente que podía tal vez vivir, sin futuro, si la dejaran algo suelta. Por cierto que, bajo la forma de Régimen que hoy nos toca padecer, el Estado ha venido a idéntico con el Capital: ni hay un Ministro del Poder, de cualquier color que sea, que pueda incluir en su programa político un NO al Automóvil, a la TV, a la Empresa, al Progreso, al Futuro, a la reducción de las cosas, tierra y gente, a dinero y movimiento de dinero, y en cuanto a los rebeldes… apenas si en aquello de la gente de Chiapas apuntaba un NO en tan sentido y aun ahí domesticado ya al dar al régimen su nombre de ‘neo-liberalismo’, en vez de decir a la llana “No al Dinero, No al futuro.” Claro que ese decir NO es una política no realista, y, como para tener algún existo, hay que ajustarse a la realidad… Cuando este Régimen se estaba estableciendo con pleno descaro por los años ’60 del pasado siglo, hubo por las escuelas del mundo, Norteamérica, Japón, Europa, un levantamiento de gente menos formada que sentía lo que se nos venía encima y acertaba a veces a denunciarlo; yo mismo puedo decir que vivo de ese levantamiento desde hace 40 años; y he echado de menos en tu carta, que al citar los casos vistos de administración de muerte por el Estado, no te hayas acordado (seguro que no lo viviste) de aquel brote de rebelión del ’65 al ’68 no terminó con el Mayo francés, sino con una matanza de estudiantes en la plaza de México a fusiladas de las fuerzas del Orden en Octubre de 1968.[1] En fin, que se ataque a ‘EEUU’ (o a ‘España’ mismo) como realización eximia del ideal o Régimen del Dinero, pero que no sea en nombre de México (o de Cataluña), para que su propio ideal de identidad repita la misma Historia; que sea siempre por el pueblo-que-no-existe contra el Poder que mata las posibilidades.
[1] Nota aclaratoria del entrevistador: Es muy cierto que no mencioné el suceso de Tlatelolco en el brevísimo resumen de la historia mexicana que le adjunte en la carta de la entrevista, y me disculpo por ello, obviamente no lo olvidé, debo confesar que lo deje pasar porque me concentré más en un período de la historia mexicana un poco más antiguo, desde mediados del s. XIX –con Juárez- hasta la revolución mexicana.