El sujeto kantiano y el sujeto del Inconsciente

Carmen Nieto

Introducción [1]

Desde que Kant escribió la «Crítica de la Razón Pura» en 1781 y hasta la actualidad, los conceptos básicos con los que construye su Crítica, tanto Pura como Práctica, han sido no sólo profundamente modificados por los diferentes descubrimientos científicos, sino también justamente colocados y acotados en la verdad que encierran a través del descubrimiento del Inconsciente, cuya expresión más exacta de esa verdad la encontramos en el artículo de Lacan «Kant con Sade«.

Al estar estas jornadas ordenadas en torno a las tres preguntas kantianas, he decidido hacer un despliegue paralelo en cada pregunta , entre lo que Kant entendía que era la respuesta que había que darle, y la que se daría, a mi entender, desde una perspectiva psicoanalítica.

¿Qué puedo saber?

Ante las diferencias de criterio que aportaban sobre la razón las distintas corrientes de pensamiento de su época; tales como el Dogmatismo Racionalista que proponía un discurso de la razón al margen de la experiencia, o el Positivismo que reducía el pensamiento a lo dado, o el Irracionalismo que sobrevaloraba y ponía toda la carga de la razón en el subjetivismo, Kant se ve desbordado por la dispersión que hay sobre el tema de la razón y se pregunta: ¿Cómo es posible que nunca hayamos reflexionado sobre los mecanismos objetivos que validan la operatividad de la instancia que consideramos que nos permite acceder al conocimiento, es decir, la razón?. ¿De qué está compuesta la razón?. ¿Cómo funciona?. ¿Por qué decimos que adquirimos el conocimiento a través de ella?. ¿Será verdad que entre causa y efecto no hay ninguna relación y, entonces la capacidad de conocer es completamente imposible?.

La «Crítica de la Razón Pura» es la obra en que Kant realiza la empresa de ponerle límite a la razón. En la introducción de la obra, Kant plantea el problema de la posibilidad de la Metafísica, de si es posible un conocimiento rigurosamente científico sobre Dios, la libertad y la inmortalidad del alma. Para encontrar una respuesta, se pregunta, ¿Cómo es posible la ciencia? Y la respuesta es que la ciencia es posible bajo ciertas circunstancias y condiciones.

¿Cuáles son estas condiciones?: hay que distinguir dos tipos de condiciones, que son las que Kant llama «Condiciones Empíricas» y «Condiciones A priori«. Empíricas en tanto la ciencia aborda los objetos o fenómenos de la naturaleza, de la realidad tangible. A priori en tanto que estos objetos o fenómenos se localizan siempre en un espacio y un tiempo que son previos a la experiencia, es decir, no provienen de la experiencia, no son objetos, sino Intuiciones que condicionan la experiencia, que la hacen posible.

«Cuando observamos algo lo hacemos por medio de órganos sensibles. Todos nuestro órganos sensibles nos proporcionan, cuando son influidos externamente, impresiones sensibles, pero las condiciones de que haya cualquier impresión sensible no pueden existir ellas mismas como impresiones sensibles«.

Estas condiciones son las que Kant llama «A Priori», es decir, anteriores a la sensación. Por otro lado, a partir de las sensaciones hacemos juicios en forma de sujeto y predicado, pudiendo ser:

  • Analíticos cuando el predicado no añade información nueva sobre el sujeto.
  • Sintéticos cuando el predicado añade información nueva sobre el sujeto

y, además, pueden ser

  • A Priori cuando no hace falta recurrir a la experiencia para hacerlos
  • A Posteriori cuando hace falta recurrir a la experiencia para hacerlos.

Desde esta perspectiva, entonces, habría varios tipos de juicios:

1) Los que se hacen mediante los sentidos y su valor de verdad depende de la experiencia que serían Sintéticos A Posteriori. «Todos los bosques son verdes».

2) Los que se caracterizan por su independencia de la observación, que serían Analíticos A Priori. «Todos los solteros no son casados».

3) Los que se caracterizan por ser Sintéticos y A Priori: son todos los juicios matemáticos.

Kant se pregunta, ¿Cómo es posible que los juicios matemáticos sean Sintéticos y A Priori?. Para solucionar este asunto, Kant necesita encontrar un principio que constituya las condiciones necesarias y suficientes para hacer tales juicios y esas condiciones son el Espacio y el Tiempo como formas a priori de la Intuición.

El espacio

No es un concepto empírico derivado de la experiencia, sino que es una presuposición necesaria para poder observar cualquier cosa:

«Que toda cosa ha de encontrarse en algún lugar, cualquiera que éste sea, es una verdad universalmente válida y necesaria«.

Pero el espacio no es ni deja de ser un lugar, es la condición imprescindible para la verdad universalmente válida y necesaria de que las cosas han de encontrarse. Por tanto es una representación necesaria «A Priori» que subyace a todas las intuiciones externas, porque la condición para hacer juicios sobre el espacio que no sean sólo «A Priori» es que el espacio sea no un concepto, sino una forma de Intuición.

El tiempo

No es un concepto empírico porque no obtenemos el concepto tiempo por abstracción de la experiencia, pero no podemos experimentar nada sin presuponer el tiempo.

«Observo que dos cosas ocurren simultáneamente o que una cosa ocurre antes o después que otra, pero no podría hacer tales observaciones, ni podría registrarlas si no tuviera ya la idea de tiempo«

No puede ser definido porque cualquier concepto que se use en su definición presupondrá el tiempo. Es una idea necesaria, no se puede imaginar un mundo que no esté en el tiempo. Ésta es una proposición lógica y necesariamente verdadera.

La Razón y el Yo

Una vez aclaradas las «Intuiciones A Priori», necesarias para, pero previas al conocimiento, Kant va a definir ¿Qué es el conocimiento, el entendimiento o la razón?. Dirá que el entendimiento es la capacidad de emplear Conceptos. Usar un Concepto es hacer un Juicio de los señalados por Kant, por medio de ese concepto. Pero resulta que Kant llama Conceptos a las Categorías, de modo que hacer un juicio sería aplicar diferentes Categorías a un objeto. Las Categorías kantianas, algo diferentes de las aristotélicas, son cuatro: Cantidad, Cualidad, Relación y Modalidad, conteniendo cada una de ellas diferentes tipos de juicios. Entonces un objeto sería abordado científicamente haciendo juicios que le vayan aplicando todas las Categorías que le conciernen hasta ir cercando un conocimiento que nos permita hacernos una idea sobre el mismo que sea reconocida por todos, es decir, que sea universal.

Esa idea es una síntesis que evitaría la acumulación de categorías sobre un objeto sin haberle atribuido una explicación que lo unifique, que lo totalice, que lo arroje como un bloque compacto de saber y la instancia encargada de hacer esa labor de síntesis es, para Kant, el Yo. El Yo kantiano es lo más verdadero que tiene el sujeto para relacionarse con la verdad y con la realidad. No es una categoría, porque si es el que las sintetiza, no puede ser él mismo una de ellas. El Yo kantiano es, por tanto, transcendente, absoluto y no engaña.

Respuesta Psicoanalítica

Frente al Yo kantiano tenemos el Yo freudiano definido como la instancia que más engaña al sujeto y que está afectado por la categoría de Relación con el Super-yo, y el Ello . Lejos de tener la gran capacidad transcendente de síntesis, está sometido, constantemente, a las diferentes servidumbres de las que nos habla Freud en «El yo y el ello». En términos lacanianos, el yo es una instancia imaginaria por producirse en el Estadio del Espejo en relación de alienación con el otro.

Kant acepta, por otro lado, el concepto de Noúmeno que sería la esencia del objeto y reconoce que es imposible llegar a ella a través de la razón, pero todo lo que no sea intentar llegar a esa esencia sí puede ser elaborado como ciencia y como conocimiento absoluto. Entonces, con respecto al mundo científico se puede decir que, en las Condiciones A Priori, Kant parte de la idea de un Tiempo y Espacio absolutos que en el inconsciente no se dan, y que la Teoría de la Relatividad de Einstein ha puesto en entredicho puesto que, a partir de ella, Espacio y Tiempo van a depender del lugar del observador. Con respecto a las Condiciones Empíricas, el teorema de Gödel muestra que en todo sistema formal siempre habrá proposiciones indecidibles.

Como consecuencia de todo esto se deduce que en el saber científico hay un agujero que a Kant le costó reconocer y que su Yo difiere notablemente del Yo psicoanalítico. Mientras el Yo kantiano estaría en la cúspide de una pirámide por fuera del mundo del conocimiento y controlándolo, el Yo psicoanalítico estaría totalmente sumergido, afectado y modificado por todas las instancias del conocimiento y de la estructura.

¿Qué debo hacer?

En la «Crítica de la Razón Pura» Kant reconoce la imposibilidad de la metafísica como ciencia. No niega la inmortalidad del alma ni la existencia de Dios, pero reconoce que no son asequibles al conocimiento ya que éste solamente tiene lugar en la aplicación de las categorías a los fenómenos y el alma y Dios no son fenómenos que se den en la experiencia. La «Crítica de la Razón Práctica» da realidad objetiva a aquellas ideas transcendentes que la Razón Teórica reconoce sólo como problemas. El hombre se convierte en sujeto de la vida moral y pasa de ser un fenómeno desde la Razón Pura, a ser una esencia nouménica desde la Razón Práctica. A través de la ley moral, el hombre se libera del determinismo causal al que está sujeto como ente de la naturaleza, y se constituye en un ser autónomo a través del uso de su libertad.

La moralidad es todo lo que concierne a la acción del hombre, puesto que además de observar la naturaleza, actúa en ella, y este actuar tiene sus leyes particulares. Para Kant, el fundamento del ámbito de lo moral sería la Buena Voluntad. El sujeto que tiene conciencia de que piensa es el sujeto de la Razón Pura, la Voluntad poniéndose la tarea de ser buena abre el ámbito de la Razón Práctica. Todo el problema Kantiano de la vida moral se funda en: la Finitud del hombre y en su Originariedad, en la falta de acuerdo entre Voluntad y Razón, y en la Libertad.

La Voluntad es una acción que se manifiesta en el querer, un querer que se manifiesta de dos maneras: Querer puro que es Originario y designa lo bueno, y Querer empírico que es Finitud, conciencia de que somos mortales y se manifiesta en las inclinaciones. El Querer puro es objetivo y es en el que nos afirmamos como seres libres. Como el hombre está dividido entre las inclinaciones y el deber, la Voluntad se rige por su propia Ley que es universal y no viene impuesta desde fuera, sino que se encuentra en el interior de la conciencia del hombre. Esta Ley sería el principio objetivo del obrar conforme al deber, que sería el Imperativo Categórico.

La libertad

La libertad es el cimiento fundamental de la ética kantiana, sin ella nada de la moral tendría sentido ya que, al no tener el hombre capacidad de decisión, tampoco tendría responsabilidad en sus actos. Desde esa libertad trata de buscar el sentido de su vida. En un principio, se dirige al mundo pidiendo el absoluto y deseando que el mundo se acomode a sus deseos, este sería un concepto negativo de la libertad y un mal encuentro con la Ley. En un segundo momento, se topa con el semejante tan originario como él. La razón acepta que la apertura al todo no puede ser caótica y se exige coherencia, la libertad se autolimita y se regula en forma de ley, convirtiéndose en libertad positiva que se propone realizarse en toda su dimensión de dignidad, obrando de acuerdo con la Proposición Sintética Práctica a Priori del Imperativo Categórico, cuyo enunciado es:

«Obra de tal manera que puedas querer que tu máxima se torne, al mismo tiempo, universal«.

La recompensa al Imperativo Categórico es el «contento de sí» y ante el problema de la antinomia de la libertad, Kant lo resuelve diciendo que a la Razón se le impone la libertad como Factum.

Respuesta psicoanalítica

Freud, en uno de los apartados de «Lecciones introductorias al Psicoanálisis» dice que el único imperativo que él ha podido verificar, a través de sus pacientes, es el imperativo Superyoico y considera que no es recomendable para nadie. Por otro lado, la libertad que le reconoce al sujeto no le deja tanta capacidad de maniobra y dominio como Kant, ya que ésta está sometida a la elaboración de un deseo y es entendida como ese pequeño margen de maniobra que le queda al sujeto frente al determinismo de la estructura y siempre en relación al deseo. Por eso el deseo es tan importante en la teoría de Freud, porque es el único elemento de la estructura que le permite servir al lenguaje, pero no esclavizarse a él. Sin embargo, no hay que olvidar que el deseo de cada sujeto siempre va a estar muy determinado por los diferentes avatares y accidentes que haya sufrido en la estructura.

En el texto «Kant con Sade», Lacan coloca al imperativo categórico genialmente en su sitio cuando lo pone en relación con el imperativo sadiano. Citando textualmente a Miller quien, a su vez, cita textualmente a Lacan: «tengo derecho de gozar de tu cuerpo puede decirme quien quiera…» (pág.340) «…y ese derecho lo ejerceré, sin que ningún límite me detenga en el capricho de las exacciones que me venga en ganas saciar en él «. Y Lacan llama a esto (pág. 342, en el tercer párrafo) «la paradoja sadiana«, porque el límite de su capricho en el uso del cuerpo del otro es morir. Es difícil pensar una sociedad con esa ley.

En el caso de Kant se puede aplicar perfectamente el refrán «Quien hizo la ley hizo la trampa». Trampa que está, entre otras cosas, en el deseo de universalidad, tal como Eric Laurent lo explica en su «comentario de ’Kant con Sade’ «, cuando comenta la idea dada por Lacan de que tanto Kant como Sade anulan la existnecia:

«La revelación del texto de Lacan es que la máxima moral es exactamente igual a la operación sádica, puesto que el sádico quiere sacrificar todo el mundo al universal de su goce: en este punto los dos se encuentran. Uno quiere sacrificar por su ley a todas las existencias; el otro puede hacer pasar a todo el mundo al papel de víctima en nombre de lo universal de su goce. Pero los dos sacrifican la existencia y ésta es la vertiente sádica de Kant«.

¿Qué quiere decir que ambos anulan la existencia?

Formalmente, el imperativo kantiano responde a un enunciado del tipo «Compromiso existencial» (Brentano, 1874), que consiste básicamente en que un enunciado universal cuyo «universo del discurso» es vacío es un enunciado verdadero, pero no sus enunciados particulares, que siempre serán enunciados falsos. Si Cx es un universo vacío, entonces «Lx(Cx ® Mx)» es verdadero, pero «Vx(Cx Ù Mx)» siempre es falso [2] . El primer predicado dice: «para todo x, si x obra de acuerdo con el imperativo categórico, entonces x es un sujeto moral», el segundo dice: «hay algún x tal que obra de acuerdo con el imperativo categórico y es un sujeto moral» Al no existir referentes empíricos del Imperativo Categórico, el universal será verdadero, pero el particular falso. Al no haber particular, no hay existencia.

¿Qué me está permitido esperar?

Con respecto a esta pregunta, desde Kant habría que decirle que ojalá hubiera tenido un encuentro con el deseo que le hubiera cambiado su tragedia particular de apego al imperativo categórico.

Desde el psicoanálisis, teniendo en cuenta que el deseo es metonímico, lo que cabe esperar es que un sujeto sea capaz de no guardar su agalma en el bolsillo frente a los avatares que le presente el deseo.

Bibliografía:

FREUD, S.: «El yo y el ello«. Alianza Editorial. Madrid. 1994.

«Lecciones Introductorias al Psocoanálisis» Bibloteca Nueva.Madrid. 1972.

GARRIDO, M.: «Lógica simbólica«. Editorial Tecnos. Madrid. 1991

HARTNACK, J.: «La teoría del conocimiento de Kant«. Ediciones Cátedra. Madrid. 1977.

HUME, D.: «Tratado de la naturaleza humana«. Ediciones Orbis. Barcelona. 1984

JURANVILLE, A.: «Lacan y la filosofía«. Ediciones Nueva Visión. Buenos Aires. 1992.

KANT, E.: «Crítica de la razón pura«. Alfaguara. Madrid. 1993.

«Crítica de la razón práctica. Fundamentación de la metafísica de las costumbres«. Editorial Porrúa. México. 1990.

LACAN, J.: «Kant con Sade». Escritos. Siglo XXI. Buenos Aires. 1975.

LAURENT, E.: «Comentario de ’Kant con Sade’ «. Modos de entrada en análisis y sus consecuencias. Paidós. Buenos Aires. 1995. Págs. 69-77.

MILLER, J-A-.: «Elucidación de Lacan. Charlas brasileñas«. Paidós. Buenos Aires. 1998.

(*) Psicoanalista. Miembro del Champ Lacanien. Miembro de la Escuela de Barcelona de Madrid. Licenciada en Filosofía.

[1] Ponencia para las Primeras Jornadas de la Escuela de Psicoanálisis de Barcelona.

[2] Como los vampiros no existen fuera de la ficción, siempre podremos decir «Todo vampiro es aristócrata» (¿quién lo puede desmentir?), pero afirmar que «algún vampiro es aristócrata» no es posible, pues tendríamos que encontrar un vampiro real que efectivamente fuera aristócrata. Garrido 1974.