El freudismo como filosofía: una lectura experimental.

José Arturo Herrera Melo

Lo nuevo no es el psicoanálisis, sino Freud. Al igual que lo nuevo no era América sino Cristobal Colón.
Arthur Schnitzler

Alcanzar una imagen nítida y totalmente definida de la Filosofía y del pensamiento de Freud es algo imposible. La Filosofía, tal como la conocemos hoy, tiene una vida superior a dos milenios y el pensamiento de Freud una diversidad, fertilidad y actualidad tan abundante que es difícil lograr una caracterización.
 La Filosofía como hábito reflexivo, se ha construido a través de contenidos tan distintos que han ido desde disputas cosmológicas sobre el origen de todas las cosas hasta investigaciones fenomenológicas sobre la naturaleza de los números, la función de la Historia en la vida del hombre o la Estética como ciencia de la expresión.
Si bien, una de las características fundamentales de la Filosofía ha sido la diversidad en contenidos y estrategias de indagación, es un hecho, que esta diversidad ha tenido como fundamento la búsqueda definitiva de la verdad o, por lo menos, de un fundamento último de determinados aspectos. En este sentido, incluso las Filosofías post-metafísicas, post-históricas o post-modernas que han pretendido construirse desde la negación de la verdad y del metarelato han recurrido a la retórica del suponer que las cosas son tal y como ellas lo señalan; estas supuestas filosofías enemigas del saber definitivo también han recurrido, quizás sin pretenderlo, a la elocuencia en vez del silencio, al discurso en vez de a la hoja en blanco.
Presentado de esta forma, el itinerario de la Filosofía 1) comienza como un acto de osadía y poder frente a la nada, 2) continua como una toma de posición frente al mundo y una configuración de sentido capaz de transformarse en mansión cósmica y 3) termina como un acto creativo y transfactual capaz de generar, ordenar y dar nuevos sentidos a una heterogeneidad que se diversifica al mismo tiempo en que se piensa. Dicho en forma radical, hacer Filosofía es integrar de forma teoréticamente auténtica el producto del cuerpo y la conciencia individual al flujo natural de un mundo construido y ensanchado continuamente.
Cuando el criterio para afirmar Filosofía no es la coherencia de las ideas, ni su falsabilidad, ni su completud lógica sino más bien su condición de autenticidad, su capacidad de integración al flujo natural del mundo y su posibilidad de ensanchamiento de la heterogeneidad se extiende la posibilidad de identificar a determinados saberes como Filosofías. Así, por ejemplo, las ideas de Pascal, Sade o Freud bien podrían ser consideradas Filosofía en la medida en que hayan iniciado como un acto de osadía y poder, continuado como una toma posición y de configuración de sentido y terminado como un acto creativo y transfactual generador y multiplicador de la heterogeneidad.
Desde este punto de vista, una de las tomas de posición frente al mundo más sobresalientes en la historia de occidente ha sido la de Freud. Su pensamiento, como se dijo al principio, escapa a toda caracterización debido a que éste intentó aproximarse de un modo inédito a problemas que nunca habían sido abordados desde una perspectiva teórica y práctica; la aproximación que hizo Freud a los problemas de la cultura y la condición humana no tuvo antecedentes directos; si bien Schopenhauer, Kierkegaard o Nietzsche, compartieron con él muchas intuiciones sobre el mundo, la vida y los hombres ninguno de ellos pudo desarrollar una teoría, y menos una práctica, capaz de relacionarse efectivamente con lo más profundo de lo humano.
El hecho de que Freud derivara sus ideas de un escrupuloso análisis de personas de carne y hueso, de sus declaraciones y de sus síntomas hizo que sus afirmaciones tuvieran la frescura del presente, de la vida en su más íntima trama y, también, que tuvieran la posibilidad de reordenar y ensanchar la heterogeneidad de un mundo continuamente descubierto. Con Freud, se abrieron las puertas de un mundo nuevo, de un mundo en donde se descubrió que los hilos de nuestras vidas estaban más ocultos de lo que pensábamos. De acuerdo con Assoun (2003) ser Freudiano significará, fundamentalmente, suponer el inconsciente, reconocer la represión y apreciar la sexualidad edípica.
En este punto, el Freudismo como Filosofía, mostró que las caracterizaciones que se habían hecho del hombre, su cultura y los motivos involucrados en sus acciones eran incompletas y reduccionistas. El freudismo mostró que buena parte de las ideas sobre nosotros mismos, la moral, el conocimiento y la cultura no eran más que el reflejo y el ocultamiento de una naturaleza egoísta, agresiva, reprimida y libidinosa.
 De acuerdo con Ricoeur (1970) Marx, Freud y Nietzsche consideraron que la conciencia en su conjunto era una conciencia falsa. Según Ricoeur en Marx, la conciencia era siempre un ocultamiento de intereses económicos, en Freud de una represión inconsciente y en Nietzsche de un resentimiento por ser débil. Según Ricoeur lo que se debe destacar de estos pensadores no es el aspecto destructivo de las ilusiones éticas, políticas o morales, sino más bien, su novedosa forma de interpretar el sentido.
Dicho lo anterior, deberá asumirse que interpretar novedosamente el sentido no es otra cosa que empezar a hacer Filosofía. Ahora, hay que resaltar que, en estos pensadores la Filosofía no se agotó en la novedad interpretativa sino no que continuó hasta el llamado a la emancipación individual por medio de la superación de las barreras transgresoras de la libertad. La Filosofía vista desde estos pensadores, es también una praxis combativa y liberadora, es un hacer energético que lucha contra fuerzas que históricamente habían sido ignoradas y disimuladas, a veces por nosotros mismos y a veces por la suma de nuestras producciones culturales.
 
 
Siguiendo a Ricoeur, lo que Marx quería era alcanzar la liberación por medio de una praxis que desenmascarará la ideología burguesa. Lo que Nietzsche pretendía era la restauración de la fuerza del hombre por medio de la superación del resentimiento y la compasión y lo que Freud perseguía era la curación por medio de la conciencia y la aceptación del principio de realidad. En este contexto, los tres pensadores tenían en común la denuncia de las ilusiones y de la falsa percepción de la realidad, pero también la búsqueda de ciertas utopías liberadoras.
Mostrado de esta forma y continuando con la interpretación de Ricoeur, los tres pensadores realizaron una labor arqueológica que buscó sacar a luz los principios ocultos de la actividad consciente para poder construir una teleología o un reino de los fines. Así, estos pensadores se identificaron con el lado ascético de la reflexión y con el lado explosivo de la denuncia al recuperar el sentido y restablecerlo desde una purificada y fortificante búsqueda de la emancipación.
La Filosofía caracterizada como al principio, deja de ser una labor retórica, discursiva y logicista y se convierte en una labor teórico-práctica impulsada desde el placer y el dolor de la vida. Aquí el detonador de la Filosofía no es la duda sino el malestar, no es el deseo de construcción sistémica sino el deseo de libertad y felicidad.
El freudismo en tanto Filosofía inició como un acto de osadía y poder frente a la nada debido a que saltó por encima de las fronteras de su época y su tradición y pudo dar explicaciones atrevidas sobre el origen de múltiples síntomas físicos y afecciones psicológicas. Las explicaciones de Freud se situaron más allá de cualquier frontera posible y el hecho de afirmar que la cultura y la relación de ésta con el hombre era fundamentalmente hostil y represiva mostró cómo su pensar fue un pensar auténtico, un pensar urgente y necesario. Así, el Freudismo como acto de poder y osadía se manifestó toda vez que se situó más allá de las explicaciones de su época y pudo decir, desde las congeladas praderas de la periferia, algo que por un lado era novedoso, pero por otro era obvio.
Según Assoun (2003) Freud siempre subrayó sin coquetería la ausencia de “originalidad” de las afirmaciones del psicoanálisis, localizando su aporte en cierta valentía de decir, con todo lo que esto implica de enfrentamiento, lo que es absolutamente obvio. Presentado de esta forma el freudismo comenzó como osadía y ejercicio de poder en la medida en que no entró en el flujo natural de su época, ni de su cultura; el freudismo es, presentado así, contramovimiento, contrafactualidad y contrasentido.
Por otro lado, el freudismo en tanto Filosofía es también una toma de posición frente al mundo pues, aún desde el margen, supo colocarse a la distancia correcta del mundo como para impactarlo y, al mismo tiempo, reaccionar moderadamente y con ingenio a su dinámica. La toma de posición frente al mundo del freudismo, es desde este punto de vista, una insinuación y una descripción del tipo de relación que de ahora en adelante llevaría el hombre consiente del contenido de su cultura.
 
Así, Freud dejó claro en El malestar de la cultura que, vivir dentro de la oposición natural entre el principio de placer y el principio de realidad hacía que la vida fuera demasiado pesada pues ello deparaba excesivos sufrimientos, decepciones y empresas imposibles, por eso era imprescindible valerse de determinados lenitivos para soportarla.
La toma de posición frente al mundo del Freudismo fue también una toma de posición frente a la idea de sentido que había fijado su tradición, esto es, fue una toma de posición que estableció una sesuda distancia respecto de las ideas que la cultura había dado a los individuos sobre el sentido en general y sobre el sentido de sus vidas.
El hecho de que el Freudismo tomara una posición respecto del mundo construido hasta el momento, hizo que instantáneamente se configurara un nuevo sentido de las cosas y de la dirección de la vida; este nuevo sentido hizo también que se insinuara una novedosa relación del hombre con su entorno, con sus semejantes y con él mismo; de esta forma, la cultura, la religión, la ciencia y la moral dejaron de verse como creaciones civilizatorias conducentes a la felicidad y comenzaron a verse como un pretexto pernicioso que los hombres inventaron para tolerar su existencia y mendigar su felicidad.
Sobre este asunto, Freud insiste en El malestar en la cultura que el designio de ser felices que impone el principio de placer es irrealizable, más no por ello se debe ni se puede abandonar el esfuerzo por acercarse a su realización. La configuración de sentido que el Freudismo regaló a la misma cultura que criticó tuvo forma de una declaración de esperanza de libertad y felicidad.
Esta configuración de sentido llevada a cabo por el Freudismo pudo transformarse en una mansión cósmica en la medida en que dejó patente que no todo estaba perdido y que era posible sobrevivir a lo fastidioso y absurdo de la existencia. De acuerdo con Freud, para ganar algo de felicidad podemos adoptar muy distintos caminos, anteponiendo ya sea el aspecto positivo de dicho fin, la obtención del placer, o ya sea su aspecto negativo, la evitación del dolor, sin embargo, según Freud, ninguno de estos caminos nos permitirá alcanzar cuanto anhelamos.
Para Freud, la felicidad, cuya realización parece imposible, es meramente un problema de economía libidinal; esto significará que ninguna regla valdrá para todos y que cada uno tendrá la obligación de buscar por sí mismo la manera de distribuir su energía libidinal y acomodarla para el logro de su felicidad. En este orden de ideas, la mansión cósmica construida por Freud, más que protegernos de la intemperie y el infinito nos protege de la infelicidad y la enfermedad.
Esta labor de resguardo llevada a cabo por el Freudismo queda manifiesta cuando en Análisis profano Freud afirma que el “yo” es una organización que se caracteriza por la singular aspiración a la unidad y a la síntesis, y que ese carácter fundamental de organización no se encuentra en el “ello” pues él carece de coherencia y unidad haciendo que esta deficiencia sea el principal antecedente de la neurosis. Dicho en términos categóricos, la mansión cósmica construida por Freudismo tiene aquí forma de un fin terapéutico consistente en la reconstrucción del yo y en la liberación de las limitaciones causadas por el “ello” y por las represiones del pasado.
Por otro lado, el Freudismo en tanto acto creativo y transfactual capaz de generar, ordenar y dar nuevos sentidos a la heterogeneidad se manifiesta cuando Freud construye una teoría capaz explicarnos el sentido recién descubierto y diseña una estrategia capaz de aproximarnos a él con mayor claridad y profundidad.
Si recordamos a Assoun (2003) el freudismo supone tres actos intelectuales que aquí serán identificados, a su vez, con tres actos creativos y transfactuales. Así, el inconsciente, la represión y la sexualidad edípica, en tanto actos creativos, muestran cómo el Freudismo no se agotó en actos de osadía y poder frente a la nada o en tomas de posición frente al mundo, sino que continuó su despliegue filosófico hasta el establecimiento teorías y estrategias capaces de normar nuestra relación con el sentido recién descubierto. El Freudismo como acto creativo y transfactual generó un nuevo orden en el mundo, dio un nuevo sentido a los componentes de lo humano y a las creaciones de la cultura y diversificó la heterogeneidad y el sentido pues estableció modos novedosos de construir relaciones.
El inconsciente como acto creativo sirve como valija de los deseos, instintos y recuerdos que el individuo reprime por inaceptables a causa de sus propias valoraciones morales; esto significa que el inconsciente será la capa más profunda de lo humano. Por su parte, la represión, sirve como mecanismo de defensa fundamental pues hace que las experiencias y apetitos individuales considerados inaceptables en la personalidad se proyecten o empujen hacia el inconsciente. Finalmente, la sexualidad edípica en tanto Inclinación erótica de los niños hacia uno de sus progenitores y expresión de hostilidad y celos hacia el otro, hace que a través de su superación la sexualidad y personalidad se establezcan con normalidad.
Dicho lo anterior, los tres actos creativos y transfactuales del freudismo son, a su vez, modos novedosos de establecer el sentido y construir las relaciones; desde los presupuestos del freudismo el sentido ya no se asomará como cálculo de verdad o como descubrimiento proposicional sino más bien como revisionismo individual y como inmersión vital. Por ello, el establecimiento del sentido propuesto por el Freudismo bien podría caracterizarse a través de a idea de sentido propuesta por Deleuze (2005), para este último autor, el sentido es siempre un efecto producido en las series por la instancia que las recorre, es así un atributo de los estados de cosas que no debe confundirse con los estados de cosas a los que se atribuye, ni con las cosas y las cualidades que lo efectúan.
Desde una lectura experimental, el sentido inaugurado por Freud es un sentido que nace de la geografía de la vida y que se desarrolla, modifica, transfiere o reprime en el mismo lugar en el que nace. El freudismo es un acto creativo y transfactual que genera, ordena y da nuevos sentidos a la heterogeneidad debido a que la trama de dicha heterogeneidad es la vida misma, en su diversidad y sus diferentes modalidades de experimentarla.
 
 
Otra forma de reconocer la capacidad del freudismo de generar, ordenar y dar nuevos sentidos a la heterogeneidad es identificando su influencia en diferentes campos de conocimiento y escuelas de pensamiento. De acuerdo con D’ Agostini (2000) la fuente directa de muchos pensadores frankfurtianos fue la teoría freudiana de la emancipación del deseo a través de la toma de conciencia que se produce en el análisis; así también buena parte de la Teoría Crítica asumió que la autoreflexión crítica, semejante a la llevada a cabo en el psicoanálisis, debería convertirse en la primera actitud por asumirse en una visión de la sociedad que tuviera finalidades emancipadores para conservar su libertad de juicio frente a las condiciones del capitalismo industrial.
Tanta fue la influencia del Freudismo en la escuela de Frankfurt que como está documentado por Jay (1974) en 1929 se inauguró el Instituto Psicoanalítico de Frankfurt; según Jay esta institución sería la primera en convertirse en una organización declaradamente freudiana. Así por ejemplo, algunas ideas derivadas del Instituto Psicoanalítico fundamentaron el germen de la neurosis en el rechazo de las pulsiones sexuales por parte de una sociedad fundada en la cultura de la represión.
La multiplicación de la heterogeneidad llevada a cabo por el freudismo se reconoce en su valor heurístico, esto es, en su capacidad de sugerencia, de apertura y de ampliación de líneas de investigación y de rutas de pensamiento. El valor heurístico del freudismo debe ser asumido aquí como una estimulación de pensamiento que se atreve a nombrar las cosas de modos novedosos, que se atreva a pensar al hombre, la vida y la cultura bajo aspectos chocantes y convincentes que luego dibujarán la realidad ambivalente, dramática y esperanzadora de la cotidianidad.
Con base en lo anterior, sería muy agotador y difícil de lograr, relatar con precisión todas las influencias y producciones de heterogeneidad que el freudismo ha dado al pensamiento contemporáneo. Sin embargo, para tener presente su valor heurístico bastará mencionar que ha tenido significativa influencia en pensadores de la talla de Adler, Jung, Lacan, Horkheimer, Marcuse, Fromm, Foucault, Bachelard, Deleuze y, muy recientemente en pensadores como Heller, Zizek y Bauman.
Finalmente, la última estación del itinerario del Freudismo como Filosofía es la Integración teoréticamente auténtica del producto del cuerpo y de la conciencia individual al flujo natural de un mundo que se ensancha continuamente. Dicha integración queda patente cuando se reconoce que toda creación teorética, toda Filosofía o incluso toda tecnología, no es más que el reflejo de un cuerpo y una conciencia individual que experimentó un dolor y una forma de vida peculiar que encontró, a su vez, una forma única de relatar sus problemáticas y sus manera de encontrar las soluciones.
 
 
 
 
En este sentido, todo ejercicio teorético no es más que un deseo de que todos devengan locos, esquizofrénicos o genios de la misma forma en que uno lo hizo o que todos vean y experimenten el mundo de la misma forma en que uno lo vio o experimentó. Así, habrá que dejar claro que todo ejercicio teorético no es más que pura arrogancia y deseo de conquista de otras subjetividades. No es gratuito que Fiche (1964) nos haya sugerido que cada hombre escoge la clase de Filosofía que más se acomode a su espíritu, o que Lacan (2009) nos haya insinuado que el estilo no es más que el hombre mismo que se repite sin ver en ello malicia alguna, o que Villoro (2004) nos haya dicho que detrás de nuestras razones objetivas no se encuentran más que nuestros motivos subjetivos.
Si deseamos caracterizar al freudismo como Filosofía, tendremos que reconocer que es fundamental asumirlo como el reflejo de su creador, o por lo menos, como el reflejo de su visión del mundo que, por ser exquisitamente descriptiva y explicativa, ha podido conquistar el asentimiento y el entusiasmo de un gran número de personas y ha logrado alcanzar el estatuto de teoría e incluso de práctica. Si el freudismo desea ser asimilado como Filosofía es indispensable que sea despojado de la ilusión de objetividad y que sea fortificado con el reconocimiento de que es producto de lo más diáfano y enérgico de lo humano. Quizás habrá que pensar, por ejemplo, que cuando Freud afirmó en Introducción al narcicismo, que la evolución del yo es un alejamiento del narcisismo primario y luego una intensa tendencia a conquistarlo de nuevo, no estaba haciendo otra cosa más que relatar el desarrollo de su propia individualidad.
Cuando Nietzsche escribió en Así hablo Zaratustra: “de todo lo escrito yo amo sólo aquello que alguien escribe con su sangre. Escribe tú con sangre: y te darás cuenta de que la sangre es tu espíritu” nos regaló una forma de reconocer la verdadera Filosofía y de saber cuando estábamos frente a saberes que reflejaban el alarido de la vida, su dolor, su gozo y su energía.
La Filosofía no debe ser una cuestión de erudición ni de completud teórica, debe ser, más bien, una cuestión de diafanidad vital; no debe ser una aspiración al encuentro con el espíritu absoluto sino más bien una aspiración al encuentro con el sí mismo. La Filosofía debe ser un temblar, un temer, un gritar, un desgarrarse, un padecer, un gozar, un explotar, un ponerse furioso, un ponerse melancólico, un sentir al mundo con la piel, un exhalar las cosas y un transpirar sentido. La Filosofía debe ser un escurrir de lágrimas al descubrir lo estúpido que fuiste por contemplar al mundo de manera equivocada. La Filosofía es un despertar a la vida, un resucitar y un ganar la existencia; la Filosofía es un pararte en el límite del universo con la emoción de saber que posees la verdad y de que las estrellas, el espacio infinito y los planetas han sido los únicos testigos de tu posesión.
La Filosofía es un enchinar la piel al reconocer que tu entendimiento no puede ir al mismo ritmo que tu corazón. La Filosofía es un suspiro callando, inocente y letal que canta con la elocuencia del silencio “yo tengo la verdad, los demás no”. La Filosofía es, sin más, un sorprenderse a sí mismo, un descubrirse, un estar siendo diferente, un nacer superior, un hinchar de vigor y sabiduría; por eso, el freudismo, en tanto fin terapéutico y teoría de lo humano, es una de las versiones más radicales del reconocerse a sí mismo, del nacer de nuevo, del emerger de la profundidad, de salir de la oscuridad, del devenir diáfano.
El freudismo es crónica de la cotidianidad, del engaño y de la esperanza. Es un relatar del pasar de las cosas que pasan y un relatar dramático del drama de la vida. El freudismo es un encontrarte con aquello que ignoras, con aquello que temes; el freudismo es un despertar, es una digestión del dolor recién descubierto; por eso, tanto el freudismo como la filosofía no es otra cosa más que un embriagarse de la verdad y la libertad. Freudismo es Filosofía.
 
 
 
 
 
 
 
Referencias
Assoun P. (2003), El freudismo, Siglo XXI: México.
D’ Agostini (2000), Analíticos y continentales, Cátedra: Madrid.
Deleuze, G. (2005), Lógica del sentido, Paidós: Barcelona.
Fichte (1964), Primera y segunda introducción a la teoría de la ciencia, Revista de occidente, UNAM: México.
Freud S. (1973), Introducción al narcicismo, en Obras completas, tomo III, Biblioteca Nueva: Madrid.
____________, Análisis profano en Obras completas, tomo III, Biblioteca Nueva: Madrid
____________, El malestar en la cultura en Obras completas, tomo III, Biblioteca Nueva: Madrid.
Jay M. (1974), La imaginación dialéctica, Taurus: Madrid
Lacan J. (2009), Escritos I, Siglo XXI: México.
Nietzsche, F. (1972), Así hablo Zaratustra, Alianza: Madrid.
Ricoeur P. (1970), Freud: Una interpretación de la cultura, Siglo XXI: México.
Villoro, L. (2004), Creer, saber, conocer, Siglo XXI: México.