Aunque las diferencias entre el calendario Juliano y Gregoriano podrían señalar un cambio de milenio impreciso, para efectos de la historia común,  el impacto psicosocial del fallecimiento de dos mil años de cultura occidental ¾tal y cómo la conocimos hasta ahora¾,  está  en curso. Se anuncia  una nueva época de mezcla cultural total que se encuentra cargada con los fantasmas propios de la incertitud ante el futuro, alimentados en esta ocasión, por las asombrosas perspectivas y prospectivas generadas por el horizonte de la posmodernidad y la globalización, en un escenario en donde la tecnología se promulga a sí misma como Dios ante sus seguidores vehementes… children of a lesser God. Los psicoanalistas hemos observado con interés crítico, desde hace más de un siglo, la marcha  de estos acontecimientos.

Nunca, como ahora,  resulta pertinente preguntarse: ¿Cuál es la esencia del hombre? Si es que, acaso,  hubiese alguna. La pregunta: ¿Quién soy? Planteada por San Agustín y que introdujo la cuestión antropológica en la filosofía, ha dejado de ser una inquietud metafísica y se ha desplazado a un interés por la subjetividad  que se plantea una reformulación en un contexto antropológico que prefiere mirar al hombre que a Dios para encontrar la respuesta.

Nos acercamos, a una época en la que el advenimiento de la automatización total se nos presenta casi como un hecho. Utilizamos cómodamente el dinero electrónico que permite al Big Brother rastrear nuestras costumbres y vicios, la toma de decisiones comerciales, políticas y sociales se hace por criterios estadísticos. También, de manera corriente se realizan encuestas para inducir al público a “manifestar su libertad de opinión”, con el propósito de inducir juicios en la población sin ningún valor significativo ¿Y qué diremos de nuestro pensamiento  atormentado por la técnica? Sufrimos de la necesidad creciente de los ordenadores para enunciar nuestras ideas y somos víctimas del consumo de muletas cibernéticas ¾Virilio dix it¾ para expresarnos, en un universo en que las fronteras de la vida pública y privada  son, cada vez, más imprecisas.

Entre otros beneficios de la civilización, también afrontamos la invención de los virus informáticos, la venta indiscriminada de derivados plásticos, el desarrollo de la bomba de neutrones y el sobrecalentamiento de la atmósfera. Quizás, todos estos males, sean producto de una actitud que sobrepone a la reflexión, la ética y la estética, nada menos que la acción, el trabajo y sus productos. El capitalismo y la ética protestante nos ha sumido ¾¡Quién sino Weber lo hubiese pensado!¾, en un resplandor cegador que produce al ojo, nada más que la oscuridad engañosa en que vivimos. Estamos en una nueva caverna, aislados del mundo Real, pero tocados por las consecuencias de éste.

El fracaso de la utopía socialista y de la concepción marxista de la historia nos han dejado un camino difícil de comprensión por delante. Tarde, hemos caído en cuenta, del engaño de las certitudes de ese humanismo, que en su aplicación real, constituyó gobiernos que condujeron a los países que sufrieron ese proceso, a la debacle económica y a la dictadura, no de clase, sino de élite. El romanticismo de los años 60’s y 70’s (Woodstock, treinta años después, ha sido un festival que se transmitió, en vivo, por HBO-OLÉ PLUS con el patrocinio de Coca – Cola Company, Columbia y Sony), ha topado con el muro de la realidad que nos ha expuesto, brutalmente, el hecho de que el bienestar del hombre, no depende sólo de la justeza económica, ni de la promulgación de leyes más o menos racionales que regulen a la sociedad y al individuo. Problemas de reflexión son ahora, también, la mecánica del poder y sus efectos en la producción del conocimiento, en los usos y costumbres.

Las diferencias culturales que la globalización quisiera borrar y la segregación del banquete de la riqueza de muchas naciones, han derivado en una carga brutal de odio y resentimiento acumulado que emerge bajo la forma de sombríos actos terroristas y las guerras fratricidas que parecían haber quedado en el pasado histórico del hombre.

¿Cuál podría ser el nombre de las cenizas de esta humanidad complicada en su existencia? ¿Sarajevo, Biafra, Zaire, Jerusalén, Nueva York?  El dolor que de estas regiones del mundo y del alma se desprende, nos deja perplejos, sin palabras, con poca esperanza en la buena voluntad de los seres humanos e inquietos ante la posibilidad de que ¾después de todo¾ hay un Dios que le gusta jugar a los dados.

No hemos aprendido la lección del Shoah, el hombre sigue siendo el lobo del hombre y ni la educación o el sufrimiento, han enseñado a los pueblos el secreto de la convivencia pacífica y la tolerancia. Los rojos amaneceres gloriosos dónde el hombre se habría liberado de la explotación e incluso del trabajo mismo, merced a los progresos de la  máquina y las  promesas de igualdad entre ciudadanos, han sido substituidos por nuevas ataduras. Nos hemos convertido en impotentes esclavos de los artefactos creados por nosotros mismos y la utilización de la cibernética con fines ideológicos apunta a tratar de que la maquinaria social obtenga el máximo de output con el mínimo de input, trátese de bits de información, sangre, sudor o lágrimas. Heidegger ha señalado, en forma esclarecedora, el cambio de nuestra relación con la naturaleza, a la que hemos dejado de ver como una amiga, una diosa protectora o una compañera, para situarla sólo como un saco del que se toman sin medida productos, olvidando la reflexión sobre su estatuto y las condiciones  de existencia  de nuestra proveedora.

El lenguaje que usamos, no sirve para comunicar en definitiva, sino para evocar y permitirnos construir fantasías, mundos imaginarios para los cuales el principio del placer se constituye, tantas veces,  en la antesala de la pulsión de muerte. La realidad virtual y los juegos locos de la imaginación a los que induce,  reintroducen la cuestión del inconsciente, a contracorriente de las sirenas del neopositivismo que habían entronizado la objetividad y el empirismo simple sobre todas las cosas. El sujeto reaparece merced a una tecnología que algunos esperaban lo  borrara, aquello que se reprime, vuelve tarde o temprano.

Hoy los psicoanalistas  tenemos el compromiso de decir sobre esta realidad lo que han callado los filósofos, los eruditos académicos y los políticos. La apuesta no es fácil en un mundo regido por la seducción y situado en un tiempo en que se privilegia sobre todas las cosas, lo aparente.

Por estas y más razones que se irán explicitando en la vida de nuestro proyecto, un grupo de colegas mexicanos, unidos en un esfuerzo común, hemos querido hacer un pequeño experimento de psicoanálisis en extensión, que revele el curso de nuestros pensamientos a quien quiera tomarlos.

La primera carta que abre este juego es franca, nos hemos reunido —a título personal—, un grupo de colegas de distintas asociaciones, escuelas e historias, unidos con el sólo deseo de crear un espacio de difusión, discusión  y recepción de los esfuerzos de otros psicoanalistas mexicanos y algunos invitados más, que aporten ideas destinadas a la discusión y a la revitalización de la teoría y práctica psicoanalítica. Vale decir que nos ha juntado, sobretodo, la amistad.

No funcionamos como una escuela, no somos una institución, ni una organización cerrada, la puerta se abrió para quien quisiera venir. Nuestro proyecto presuponía diferencias y no homogeneidad de horizontes. Es un hecho histórico, que personas de tan diversa genealogía, se reúnan para trabajar por el psicoanálisis tratando de encontrar un lenguaje común que ayude a posicionar de manera diferente ante la opinión pública y la cultura de México, nuestra profesión imposible. Tamayo, en uno de los artículos que componen esta revista nos recuerda a un Lacan que invitaba a sus alumnos a jugarse más por el psicoanálisis que por las instituciones. Sin ser todos lacanianos, los analistas que respaldan esta revista han decidido jugarse por una elección semejante, pues comprenden que son más los intereses en común que las diferencias y confiamos en que este espíritu, posibilite recuperar el lugar que tuvo el psicoanálisis en nuestra sociedad.

Cada uno de los colegas que aceptó esta propuesta, estuvo al tanto de que hubo una discusión de sus publicaciones en el seno de un comité editorial que revisó cuidadosamente la seriedad  de las tesis sostenidas ¾sólo¾, por el puño y la palabra de quien escribe. El juicio final está en el lector, a quien puede gustarle o no un determinado trabajo. Encontrará este primer número empeñado en la tolerancia a la diversidad de posiciones teóricas, la base que conforma esta estructura, es el deseo de que nuestras diferencias hagan crecer una unidad de espíritu sobre el futuro distinto que esperamos para el psicoanálisis en nuestro país.

Nos interesa proyectar ciertas obsesiones propias y crear un nuevo espacio para el psicoanálisis. Deseamos que el público, entienda también, que la nuestra es más que una revista mexicana, una publicación de psicoanálisis proyectada desde México.

Decidimos adoptar el formato electrónico para contagiar nuestra pasión, aprovechando el novísimo medio del Internet que franquea todas las fronteras de la distancia. Desde la red de redes y a través de la palabra, queremos levantar nuestra voz para decir al público que el psicoanálisis no se perdió en las brumas del pasado siglo XX.  Invitamos a los lectores a participar activamente. Pueden mandarnos artículos, escribirnos comentarios, hacer sus críticas a estas primeras letras que, no por el esfuerzo que han costado, queremos se mantengan como verdades sin discusión.

Hay muchas personas a quienes debo agradecer su ayuda comprometida en este primer número, no puedo sino mencionar sólo algunos de estos amigos y me perdonaran los otros que no mencione sus nombres. Gracias a Enrique Guinsberg y el comité editorial de “Subjetividad y Cultura” que publicaron el inédito de Freud en sus dos primeros números y permitieron se reeditara en exclusiva una versión  electrónica; a George Henri – Melenotte y los colegas que hacen el esfuerzo por procurarnos la interesante revista de psicoanálisis “Me cayó el Veinte” (publicación de la École lacanniene du psychanalyse) quienes cedieron, en un gesto de  simpatía, los derechos sobre uno de los artículos para su versión  digital; agradezco también a los colegas del Instituto  de Investigaciones Psicológicas que me han apoyado, particularmente, a la Dra. Rosa Godeleva Ortiz Viveros que ha apuntalado ¾con espíritu de apertura¾, la labor que realizo cotidianamente. También, expreso mi reconocimiento a Julio Casillas Ledesma (Miembro de la mesa directiva de la Asociación Psicoanalítica Mexicana) quien participó entusiastamente en el proyecto y aceptó con generosidad ¾cuántas veces fue necesario¾ convertir la sala de su casa en el cuartel general del comité editorial de esta revista.

Muy especialmente hay que agradecer a la gente que hace PsicoMundo y en particular a nuestro amigo entrañable Michel Sauval, psicoanalista pionero del ciberespacio, quien con su experiencia y buenos consejos, trabajo y pasión, nos alentó a todos en este proyecto que, por momentos, parecía imposible.

Esta primera CARTA está echada… y las cartas siempre llaman…  otras cartas.