Martha Bernays: El rostro desconocido de Freud

Un acercamiento psicoanalítico

Concepción Rabadán de Ayala

El siglo XX no puede explicarse sin la presencia de Sigmund Freud. Revolucionó la manera en que nos vemos a nosotros mismos y al mundo. No cabe duda que sus descubrimientos, sus teorías, e incluso sus dilemas y desaciertos, ayudaron a moldear la cultura de este fin de siglo, y que el espíritu de su obra estará presente en el milenio que está por comenzar.

Ninguno de nosotros actúa solo. Son incontables las fuerzas que nos conducen y desvían por el sendero de lo que llamamos «nuestra vida». En el caso de Freud, Martha Bernays jugó un papel decisivo, no sólo en su vida, sino en su trabajo psicoanalítico, en la concepción de sus teorías y en la búsqueda de nuevas brechas para explicar la complejidad del comportamiento humano. Y, sin embargo, es muy poco lo que sabemos de la mujer extraordinaria que compartió su vida con Freud a lo largo de 53 años de matrimonio. Los datos de Martha se encuentran dispersos entre las biografías de su marido.

Freud la conoció cuando ella tenía 21 años y él 26. Fue su única novia y se enamoró de ella a primera vista. Martín, el hijo de ambos, y Paula Fichtl, empleada doméstica durante los últimos años del matrimonio Freud, son quienes aportan una mayor información acerca del carácter y la personalidad de Martha. Lydia Flem hizo una breve recopilación de datos sobre ella. Juan Franciso Rodríguez y León Grinberg encontraron y estudiaron la influencia que ejerció Cervantes en Freud, gracias a las cartas que él le envió a Martha. Sin embargo, quedan sin resolver múltiples interrogantes ¿De qué manera la vida íntima y cotidiana de esta pareja influyó en el surgimiento y la evolución del psicoanálisis? ¿Quién fue Martha en realidad como esposa, mujer, madre e individuo? Las pistas a este enigma se encuentran dispersas e incluso olvidadas. ¿No es tiempo ya de que indaguemos más?.

Martha Bernays Philipp nació en Wandsbek, Hamburgo, el 26 de julio de 1861, un año después de que Abrahám Lincoln fue electo XVI Presidente de los Estados Unidos, y el año en que se publicaron Grandes ilusiones de Charles Dickens y La casa de los muertos de Dostoievsky. Además de Isaac y Eli, sus dos hermanos mayores, Martha tuvo otra hermana, Minna, que nació después. Su padre era secretario2 del famoso economista vienés Lorenz Von Stein por lo que la familia se mudó a Viena cuando Martha tenía ocho años.

Su madre era escandinava y hablaba sueco. Stone refiere que, al inicio de su noviazgo, Martha le contó a Freud: «Tenía ocho años cuando fui a la escuela por primera vez en Viena. Se me pegó la pronunciación de mis compañeras de clase. Mi padre me reprendió: ‘Pequeña mía, lo que tú hablas no es alemán. Es una corrupción. Nosotros no decimos Sscch-tadt ni Sscc-tein. Decimos Stadt y Stein. Eso es alemán puro.’ Mis compañeras decidieron que yo padecía una especie de enfermedad por la que debían compadecerme, algo así como si yo fuera tartamuda» (Stone, 1972, p.17) .

Desde niña Martha aprendió a vivir en un ambiente distinto, polémico, como el que tendría que enfrentar cuando Freud hiciera público su descubrimiento del psicoanálisis. Queda clara aquí la importancia de las relaciones tempranas, algo que Freud observaría desde 1895. Los errores, las inhibiciones y la relación con el inconsciente aparecían en Martha. Algo semejante le había ocurrido a Freud con su cariñosa pero severa nodriza quien como recuerda Ayala (1998): «le enseñó checo, lo llevó a las iglesias, le habló de Dios y, poco a poco, le transmitió una opinión elevada sobre sus capacidades» (p.202) . Más tarde Freud descubriría la importancia del vínculo con la madre pregenital.

Cuando Martha tenía 11 años Isaac, su hermano mayor, murió. A los 18 perdió a su padre y, a los 20, a Jakob, su tío paterno. Dos años más tarde se comprometió en secreto con Freud porque a su madre no le atraía la idea de que un joven médico sin recursos económicos cortejara a su hija. Por esa misma época Minna, su hermana menor, se comprometió con Ignaz Schönberg, filósofo y literato, hermano del famoso compositor.

Pero Sigmund y Martha se conocieron de una forma curiosa. Eli, el hermano de Martha, estudiaba economía y conoció a Anna Freud, hermana de Sigmund. Al poco tiempo Eli y Anna se comprometieron, lo que obligó a la señora Bernays y a sus dos hijas a visitar la casa de los Freud. Tanscurría una de esas visitas cuando, en abril de 1882, Sigmund entró al comedor y se enamoró a primera vista de Martha. De modo que los hermanos Eli y Martha Bernays estaban comprometidos con los hermanos Anna y Sigmund Freud. ¿Acaso esto tenía alguna relación con el hermano muerto de los Bernays y el hermano muerto de los Freud? Agustín Palacios (1998) ha señalado la importancia que tuvo para Freud la muerte de su hermano Julius. Martha y Minna nunca se separaron pues, cuando murió Schönberg, el prometido de ésta, Minna se fue a vivir con los Freud, donde permaneció por espacio de 50 años.

Las hermanas Bernays provenían de una familia de intelectuales y revolucionarios destacados. Su abuelo Isaac Bernays (1729-1849) fue líder de la comunidad judía en Hamburgo. Luchó durante la Reforma y fundó la ortodoxia judía moderna. El famoso poeta Heinrich Heine escribió de él que era un hombre extraordinario. Un hermano de Isaac fue uno de los primeros editores en imprimir un poema de Heine en el periódico judío revolucionario Vorwarts desde donde el poeta le envió saludos al señor Bernays, en una carta a Carlos Marx. Otro miembro de la familia, Michael Bernays (1834-1987), era especialista en Goethe y en Shakespeare, y fue profesor de letras modernas en la Universidad de Munich, aunque a cambio de la dolorosa renuncia a su fe.

Así, Martha se había desarrollado en un medio de intelectuales destacados, además de revolucionarios, y había vivido la apostasía. ¡Justo lo que Freud necesitaba! Sólo ese entrenamiento la podía haber preparado, no sólo para ser madre de seis hijos, sino para enfrentar el mundo de controversias que se desataría con los descubrimientos de Freud sobre el inconsciente, la sexualidad infantil, la fundación del psicoanálisis.

En una época en que las mujeres usaban rígidos corsés, se bañaban en el mar completamente vestidas y resultaba impensable que una dama hiciera un movimiento rudo como saltar por encima del tronco de un árbol —, Martha y su hermana Minna tenían la costumbre, poco común entre las damas de entonces, de leer literatura. Los libros y la ópera eran las únicas diversiones de Martha y disfrutaba al compartir sus lecturas con su marido. Años más tarde, el descubrimiento de la bombilla eléctrica, la popularidad del cinematógrafo y después la radio, vendrían a revolucionar el concepto de ocio y de entretenimiento. Pero entonces, la única distracción para una dama eran la costura, la lectura y la charla.

Didier Anzieu comenta que Freud discutió largamente con Martha el Ensayo sobre las mujeres, de John Stuart Mill, que él tradujo al alemán. El mismo autor opina que: «Sigmund aceptó de buena gana a la mujer como igual al hombre, y capaz de compartir sus preocupaciones, pero, sin embargo, diferente y destinada sobre todo a la vida doméstica y a la crianza de la progenie» (Anzieu, 1978, p. 52).

Durante los cuatro años de noviazgo Sigmund y Martha se escribieron a diario. Freud, incluso, llegaba a escribirle dos o tres cartas al día (Freud, 1978, p. 7). Gracias a que ella conservó esa correspondencia ahora contamos con un material muy valioso que complementa nuestro conocimiento acerca de la vida de ambos.

Los psicólogos de la segunda mitad del siglo XIX se interesaban por los sueños y Freud le contaba los suyos a Martha. Anzieu considera que la correspondencia con Martha: «Constituyó un ensayo general de la correspondencia ulterior con Fleiss, un alejamiento con respecto a la introspección propia de la adolescencia y un esbozo de autoanálisis en relación con un interlocutor privilegiado» (1978, pp. 49-50).

Diversos autores han opinado sobre la influencia de Martha en los trabajos de Freud. Anzieu piensa que, ya casados: «Durante mucho tiempo Sigmund discutió por las noches sus casos con su mujer» (1978, p. 57). Xenakis (1985) se pregunta si Martha le ayudó a transcribir el ensayo Más allá del principio del placer, además de que, por esa época, sólo vivía con ellos Anna, su hija menor, que ya tenía 25 años.

A pesar de la educación judía ortodoxa de su madre, Martha era independiente, a la vez que firme e industriosa, y logró casarse con Freud no obstante el poco entusiasmo de su familia. Fanny Blanck-Cereijido (1994 y 1997) ha señalado la relación de Freud con su propio padre, con su judaísmo y con su escritura del Moisés, y observa que, a pesar de esto, Freud fue un judío laico, ya que nunca fue creyente. Así, Martha logró darles a sus hijos una educación más liberal, lo que para ella significó un rompimiento con sus costumbres familiares.

Martín Freud escribió:

«El genio organizador de mi madre no era visible, pero creo que ella había dispuesto que ningún niño podía participar en las excursiones con mi padre hasta que su entrenamiento de esfínteres fuera apto, tanto para la casa como para el bosque. Se consideraba que la presencia de una niñera en aquellos deliciosos paseos con papá significaba una restricción. La necesidad de atender a este detalle se hizo evidente: mi madre nunca hubiese esperado que papá actuara de niñera»(1966, p.57).

Martha era organizada y limpia en extremo. De nuevo, su hijo Martín comenta: «Mi madre, que ordenaba las ropas de papá, trataba de lograr la perfección absoluta, y se tomaba siempre el mayor de los cuidados en que sus trajes estuvieran siempre bien cortados» (1966, p. 109). Según Baker (1961, p. 50-51), su casa lucía inmaculada y la plata brillaba aún más que en las joyerías. La puntualidad en las comidas, siempre controladas por ella, era una norma impecable (Freud, M., 1966, p. 83). Esta característica de su personalidad fue de gran utilidad para la familia, ya que ésta no sólo iba en aumento, sino que en los primeros diez o quince años de su matrimonio, la situación económica no era la mejor. Sin embargo, al paso del tiempo, y cuado la economía familiar había mejorado significativamente, a decir de Martin, esta actitud resultaba ya innecesaria y parecía más bien mezquina en todo lo que no concernía a Freud.

Su matrimonio no fue fácil. Desde que contrajeron nupcias el 14 de septiembre de 1886, sus vidas se caracterizaron por una actividad familiar y profesional incesante. Al año de la boda nació Mathilde, su primera hija. Martin nació en 1889, el año en que Freud comenzó a tratar a Emmy Von N. Cuando Oliver nació en 1891, la familia Freud se cambió a una casa más espaciosa en la calle Bergasse y Minna, la hermana de Martha, se mudó a vivir con ellos.

Para entonces, Freud era económicamente responsable de sus padres y de sus cuatro hermanas solteras (Young-Bruehl, 1988, p.24). Después vinieron otros dos hijos: Ernest y Sophie. En 1894 cuando, a raíz de la enfermedad de su hija Mathilde, Freud reportó sus propias enfermedades, dejó en claro que los constantes embarazos de Martha la tenían desgastada física y emocionalmente, por lo que necesitaba más descanso y recreación que nunca. Hay que recordar que el único método anticonceptivo seguro era la abstinencia. Peter Gay (1988, p. 85) da cuenta de cómo los Freud tuvieron que recurrir a ese método.

Freud enfermó e ignoraba si sería víctima de un ataque al corazón o si se trataba de un caso de hipocondría (Gay, 1988, p. 104; Young-Bruehl, 1988, p. 24-25). Jones (1960) refiere que durante toda su vida Freud sufrió ataques que lo incapacitaban y eran refractarios a todo tratamiento, pero era un misterio si su origen era orgánico o funcional. Freud describía el dolor como algo externo que no se identificaba con la enfermedad, sino que se mantenía por encima de ella.

Gay (1988) observa que en sus cartas a su amigo y después terrible enemigo Wilhelm Fliess, Freud le revelaba sus altibajos emocionales y describió su estado como: «alternativamente orgulloso y feliz, aturdido y desdichado.» Por su parte Martha se sentía «renovada«, pues sabía que durante ese año no quedaría embarazada. Pero al cabo de este tiempo concibió a su última hija, Anna. Los Fliess esperaban a la vez su primer hijo. El embarazo no fue fácil. Martha sufría de várices y dolores. En julio de 1895 Freud , cuando Martha llevaba cuatro meses de embarazo, tuvo el «Sueño de la inyección de Irma«, el primero que sometió a una interpretación detallada. En él, Irma, la protagonista, sufre de dolores en el cuello y en el vientre. «No atino a entender la razón por la cual me decidí en sueño a esta selección de síntomas…Sospecho que aquí la he reemplazado por otra persona«, escribió Freud (1979, p. 130). ¿Acaso asoció la preocupación que sentía por el embarazo de su mujer con otros problemas que lo aquejaban entonces? Quizá este es el primer sueño reportado por un hombre durante el embarazo.

El parto le causó un enorme desgaste físico a Martha. No pudo amamantar a Anna, igual que no había podido hacerlo con su primer hijo varón, curiosamente quienes más se acercaron al psicoanálisis. Además de sus propios problemas físicos, sus exigencias como madre y esposa, y el ánimo fluctuante de su marido, Martha tuvo que hacer frente a las enfermedades de sus hijos: el asma de Martin (Xenakis, 1985, p. 27); la neurosis obsesiva de Oliver (Young-Bruehl, 1988, p. 41); los «baños de spa» de Sophie (Ibid., p. 42); la apendectomía de Anna y la difteria de Mathilde (Ibid., p. 54).

Anzieu (1978) y Young-Bruehl (1988) piensan que, tras el nacimiento de su hija Anna, en 1896, el matrimonio Freud decidió cancelar su vida sexual, justamente el año en el que Sigmund intentó demostrar la etiología sexual de la histeria en su ensayo del mismo nombre, donde escribió: «No importa el caso o el síntoma del cual uno haya partido,infaliblemente se termina por llegar al ámbito del vivenciar sexual«, (p. 198). En marzo de ese año Freud empleó el término psicoanálisis por primera vez (Anzieu, 1978, p. 146). A partir de 1895 la capacidad creativa de Freud, con los reportes de sus pacientes, y el Proyecto de una psicología para neurólogos, fue forjando un desarrollo, quizá sublimatorio, del que poco a poco emergió la teoría psicoanalítica.

Tres meses después de nacer Anna, Martha que había ido a visitar a su madre y había estado de visita en Berlín con la familia Fliess— sufrió un bloqueo en la escritura (Freud,1978,p.177). La perfecta letra gótica con la que escribía dejó de fluir. Freud le escribió, en una posdata a Fliess, sobre esta situación ¿Bajo qué circunstancias había ocurrido eso? ¿Durante cuánto tiempo? ¿Con qué lo asociaba ella? Nadie sabe a ciencia cierta cómo acabó ese bloqueo. Freud lo explicaría más tarde en Inhibición, síntoma y angustia:

«Cuando el acto de escribir consiste en dejar fluir de un tubo un líquido sobre un pedazo de papel blanco, llega a tomar la significación simbólica del coito, o el de un sustitutivo simbólico de pisar el cuerpo de la madre tierra. Se deja de escribir o de andar, porque al hacerlo es como si se realizase el acto sexual prohibido. El yo renuncia a estas funciones para no tener que llevar a cabo una nueva represión, para evitar un nuevo conflicto con el ello ( 1925-6, p.85-86) «.

Como dice Lydia Flem de Freud: «es justamente de su vida cotidiana, de sus sueños, de sus amores, de sus angustias, que nació el psicoanlálisis» (1996, p. 15). No hay duda, entonces, acerca de la importancia que tuvieron Martha, sus hijos, y la presencia de Minna, en la vida de Freud y, por lo tanto, en el desarrollo del psicoanálisis.

Pero la pregunta sigue en pie: ¿Quién fue realmente Martha Bernays? ¿Cómo podemos contestar todas las interrogantes que surgen de su vida?

Jones (1960) cuenta que Martha era una mujer atractiva que incluso tuvo otros enamorados antes de conocer a Freud. Uno de ellos fue Hugo Kadish, un hombre de negocios mucho mayor que ella. Otro fue Fritz Wahle, artista, que había sido su maestro. Y, sin embargo, a pesar de su indudable atractivo, ella no estaba segura de su belleza e incluso llegó a quejarse de la poca atracción física que ejercía sobre los hombres (Simon, 1997). ¿Qué relación guardaba esto con el hecho de ser mujer y con la relación con su madre? ¿Tendría esto que ver con la forma en que se sintió a los ocho años cuando vio a su madre llorar de manera desconsolada por el cambio a Viena? ¿Acaso era un reflejo de aquella sensación del lenguaje «mal pronunciado» o, como explicaría Freud, del lugar donde el inconsciente se hace presente, o donde aflora el dolor?

¿Cómo puede explicarse un bloqueo en la escritura en una mujer que veía en ello uno de sus mayores placeres? ¿Sería acaso una ambivalencia ante una sexualidad que, en su caso y en su época, le provocaba embarazos ya no deseados?

Su hija Anna nació en el mes de diciembre. El padre de Martha murió en diciembre. ¿Se encontraba esta mujer, reprimiendo su sexualidad?

Dentro de la religión judía el primer hijo varón es el que revalora a la mujer. ¿Por qué entonces Martha no pudo amamantar a su primer hijo? ¿Tendría esto alguna relación con su autoimagen degradada, con un signo de rebeldía, o con un deseo de cambio que sí desarrolló?

¿Qué pensar del vínculo de su hermano Eli con la hermana de Freud, y de su propia cercanía con su hermana Minna, quien prácticamente vivió toda su vida a su lado?

Martha Bernays y Sigmund Freud estuvieron juntos más de cinco décadas. El padeció cáncer durante los últimos tres lustros de su vida. Ella lo acompañaba a sus tratamientos y aprovechaba para viajar. Cuando Freud murió, ella tenía 78 años y anotó en su diario: «Que mi vida ahora haya perdido sentido y contenido es natural» (The Diary, 1922, p.264). Sin embargo, ella sobrevivió a su marido más de una década, hasta que, en 1951, murió a los noventa años de edad.

A pesar de su fortaleza y de su asombrosa longevidad, la vida de esta mujer que puede compararse en estatura a otras presencias extraordinariamente interesantes como la de Nora Joyce o la de Alma Mahler— es un misterio. Su historia es también la de Freud y la del nacimiento del psicoanálisis. Perteneció a un período estudiado hasta la saciedad, como también lo han sido las vidas de muchos de sus contemporáneos. Quizá ha llegado el momento de descubrir qué hay detrás de esta mujer fascinante y esquiva que merece ser recordada por derecho propio y no sólo como el rostro desconocido de Freud. Después de todo, la vida de Martha Bernays está irremisiblemente ligada a la nuestra y a la historia.

Nota

1 Trabajo presentado en el Seventh International Meeting: The Role of Women in the History of Pshychoanalysis Ideas, Practice and Institutions, de la International Association for the History of Psychoanalysis, Londres,16 y 17 de julio de 1998. Agradezco a la Dra. Fanny Blanck de Cereijido , al Dr. Agustín Palacios y al Dr. Jaime Ayala sus comentarios y correcciones. Un agradecimiento a la Dra. Mireya Zapata por todo su apoyo.

Este trabajo fue leído por primera vez, con los datos que contiene este y otros y con otro título, en el seminario del Dr. Parres, el 30 de enero de 1993, con la generación XXI de la Asociación Psicoanalítica Mexicana (APM).

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