Alrededor de la sublimación o del cambio de objeto al objeto de cambio

Modesto Garrido

Afirmar, como lo hace Lacan, que el inconsciente esta estructurado como un lenguaje, tiene implicaciones a todo lo largo y ancho del campo psicoanalítico, tanto en el terreno de la clínica como en aquello que concierne a la concepción teórica de sus conceptos mayores. No debería entonces sorprendernos que la concepción que Lacan nos transmite del concepto de sublimación sea afectada por dicha definición del inconsciente.

Y en efecto, Lacan nos transmite una concepción de la sublimación por demás interesante aunque tal vez poco conocida.

Dicha concepción aparece ya, en ciernes, desde los primeros seminarios. Así, encontramos en su seminario dedicado al Hombre de los Lobos – seminario que no forma parte del proyecto de publicación oficial de los seminarios – dos referencias muy interesantes:

» Lo que se llama la sublimación es la socialización de los instintos» 1, proposición que de entrada parece no aportar nada a la teoría freudiana, si no fuese por que un poco más adelante el Dr. Lacan nos dirá explícitamente de que forma se realiza dicha socialización: «En el lenguaje de Freud, la sublimación tiene un sentido diferente de la imagen vulgar que uno se hace de ella, es decir, el pasaje de un instinto a un registro más sublime. Para Freud, es la iniciación de un sujeto en un símbolo más o menos socializado y objeto de creencia universal». 2

Así pues, no se trata de cualquier forma de «socialización», sino de una cierta socialización que de alguna manera supondría, en el centro del mecanismo, la introducción de algo, símbolo lo llama Lacan en este momento, de orden simbólico.

La pulsión.

Partamos de recordar que la sublimación nos es propuesta por Freud como una de las posibles vicisitudes de la pulsión. La sublimación es uno, entre otros, de los posibles destinos de la pulsión. No que se trate de un destino cualquiera, sino efectivamente de uno particularmente interesante, si lo consideramos en su diferencia con los otros destinos posibles.

Pues es el único, de dichos destinos, sobre el cual Freud afirma que es sin represión.

Afirmación que no puede sino desconcertarnos, de la misma forma que parece desconcertar al Dr. Lacan en el comentario que sobre la sublimación realiza en su seminario VII.

Para Lacan la pulsión no se satisface con objeto alguno, ningún objeto podría ser, verdaderamente, considerado como el correcto satisfactor de una pulsión.

Así, en el seminario XI, Lacan tomando como ejemplo a la pulsión oral, interroga cual sería su objeto satisfactor, para afirmar que ningún alimento, y menos aún ninguna cantidad de alimento basta para satisfacer a la pulsión oral.

La pulsión se satisface con significantes, de ahí que Lacan afirme en dicho seminario, que su insistencia en hablar, en continuar hablando en su seminario, puede ser concebida, ni más ni menos, como pulsión oral. Lo mismo puede afirmarse de cualquier otra pulsión, se satisface por y en virtud del significante.

Pero afirmar lo anterior nos coloca frente a la oportunidad de preguntarnos sí acaso en lo que respecta a las pulsiones sublimadas la historia sería diferente.

Tal vez la sublimación, en tanto es sin represión, podría suponer la oportunidad de encuentro del verdadero objeto de satisfacción. Proposición que no habría que desechar de entrada, quizá valga la pena considerarla, sobre todo interrogar que podría significar esto del «verdadero objeto de satisfacción».

No podemos, sin embargo, dejar de señalar que ya la segunda cita que hice del Dr. Lacan nos permitiría, aparentemente, concluir que también las pulsiones sublimadas se satisfacen en el significante.

Pero si tal fuese la suerte de la sublimación, parecería posible suponer que en tanto su satisfacción esta atravesada por el significante, tampoco ella tendría acceso al «verdadero» objeto satisfactor, y la pregunta sobre porque Freud la considera sin represión insiste en producir nuestro asombro.

Ahora bien, quizás hemos ido demasiado aprisa al afirmar que la sublimación, como toda vicisitud o destino pulsional, se satisface por y en virtud del significante. ¿En realidad es posible suponerlo a partir de la cita de Lacan? ¿Considerar a la sublimación como «iniciación de un sujeto en un símbolo más o menos socializado y objeto de creencia universal » implica necesariamente dicha conclusión?

No habría que perder de vista que Lacan no plantea una identidad entre el significante y el símbolo, por el contrario establecerá diferencias entre dichos conceptos 3. Aunque es necesario recordar que en todo caso, dicha diferenciación no será establecida sino posteriormente. De cualquier forma no se tome lo anterior como respuesta definitiva, quizá más adelante podamos retornar a la pregunta.

Subrayemos simplemente que el Dr. Lacan, algunos años después, en su seminario VI, planteará claramente la relación entre la sublimación y el significante, pues al comentar que el deseo es al mismo tiempo articulado en la demanda pero inarticulable, nos dice: «es en la reconversión del impasse del deseo en esta materialidad significante que debemos situar, y esto si queremos darle un sentido conveniente al termino, el proceso de la sublimación como tal.» 4 O como afirma el 1 de julio de 1959: «la noción misma de pulsión, lejos de confundirse con la substancia de la relación sexual, es esta forma en que ella es juego del significante.» Se trata bien claro ahora, en lo que respecta a todos los destinos pulsionales, del significante.

¿Cómo entender entonces la posición de Freud respecto a la sublimación?

Das Ding.

Lacan aborda el punto en su seminario VII, sigamos su recorrido, de entrada planteará a la sublimación como un mecanismo de sobre – valoración del objeto: «….sobre valoración del objeto, es lo que llamaré desde ahora en adelante y en más, sublimación del objeto.» 5 Para finalmente ofrecernos su conocida propuesta: «La fórmula más general que les doy de la sublimación es ésta: que eleva un objeto – y no me negaré aquí a la resonancia del retruécano que pueda haber en el uso de un termino que es el que les voy a traer – a la dignidad de la cosa.» 6

Pero: ¿A qué se refiere este elevar un objeto a la dignidad de la cosa?

Podría abordarse esta pregunta desde el lado de Das Ding, concepto que Lacan comenta en dicho seminario, y verdaderamente creo que sería este un recorrido interesante de realizar.

No es sin embargo un recorrido sobre dicho concepto el que me gustaría intentar aquí, más bien me agradaría poder interrogar, de otra forma, esta posibilidad de la que habla Lacan, «elevar un objeto a la dimensión de la cosa».

Reflexionando sobre ello me tope, como por azar, con el famoso índice razonado de conceptos que aparece incluido al final de los Escritos, casi sin proponérmelo releía el punto numero 3 del primer apartado llamado La supremacía del significante que dice lo siguiente:

3. La estructura: lo simbólico, lo imaginario, lo real: 11 (supremacía de lo simbólico sobre lo real y lo imaginario), 25 ( lo real «realista y lo real simbolizado), 31 (la situación imaginaria), 52 (toma de lo simbólico sobre lo real), 53 (determinación de lo imaginario por lo simbólico), 68-70 (el estadio del espejo, regla de división entre lo imaginario y el simbólico), 149 (precedencia de lo imaginario sobre lo real), 276 (producción de lo real por lo simbólico), 349-350 (lo imaginario distinguido de lo ilusorio), 83-399 (intersecciones de lo simbólico y lo real sin intermediación imaginaria: la alucinación, pasión del sujeto, y el acting-out, acción del sujeto), 437 (división de lo imaginario y lo simbólico), 463-464 (distribución de lo imaginario, de lo real y de lo simbólico), 532-541 (alucinación), 546 (supremacía de lo simbólico sobre lo imaginario), 550 (supremacía de lo simbólico sobre lo real), 554 (intrusión de lo imaginario en lo real), 647-649 (la estructura), 670 (separación de lo imaginario y de lo simbólico), 720 (distribución), 728 (supremacía de lo simbólico sobre lo imaginario) 7

Lectura que rápidamente me llevo a la oportunidad de preguntarme si ¿acaso no me encontraba frente a un ejemplo de este «elevar el objeto a la dimensión de la cosa»?

Siete veces está afirmada, de diferentes maneras, la «supremacía del significante frente a lo real y – o – lo imaginario. ¿Por qué no ver en ello algo vinculado a lo que Lacan afirmaba sobre la sublimación? ¿Por qué no ver en ello este mecanismo de elevar al objeto, a ese objeto llamado significante, a la dimensión de la cosa?

Más aún cuando Lacan mismo cuestiona, en su seminario XXI, esta supuesta supremacía del significante:

Si yo escribo R: I. S. (Real, Imaginario, Simbólico), o mejor: Real, Simbólico, Imaginario (enseguida verán por qué corrijo), ustedes lo escriben con letras mayúsculas, no pueden hacer otra cosa, y para ustedes resulta así, adhiriendo en cierto modo a la cosa, simplemente cuestión de escritura, enteramente heterogéneo, ustedes seguirán así porque siempre comprendieron, pero equivocadamente –que el progreso, el paso hacia delante estaba en haber marcado la importancia aplastante de lo simbólico con respecto a ese desdichado imaginario por el cual comencé. 8

Me parece un tanto injusta la imputación que Lacan hace a sus alumnos, pues si bien es verdad, por ejemplo, que el mencionado fragmento del «índice razonado de conceptos», no pertenece a la pluma de Lacan, ello no lo exime de haber permitido el que haya sido incluido en la publicación de los Escritos. 9

De tal forma que sería posible pensar que Lacan mismo no parece libre de haber supuesto la tan mencionada supremacía del significante.

Sublimar.

Tal vez se trata de que los analistas somos propensos a esta sobre – valoración del significante ¿Por qué no suponerlo, al menos de los lacanianos? Pero entonces se continúa imponiendo una pregunta: ¿Por qué? ¿Habrá alguna razón para esta hipervaloración del significante?

Después de pensarlo, de girar en torno a las razones y consecuencias de ello, creo que la única conclusión posible es el reconocer que efectivamente la práctica clínica psicoanalítica suponía una sobrevaloración del significante.

Y ello desde Freud mismo. La llamada regla fundamental del psicoanálisis, parece solidaria de esta sobre valoración.

A través de ella se invita al paciente no solo al juego de producción de significantes, sino a la oportunidad de tomarlos como un verdadero tesoro, con la implícita promesa de que a través de ellos, y del juego de desplazamientos y substituciones, es decir a través de la producción de significantes, llegara a la «comprensión» de algo en su vida inconsciente.

De la misma forma, a través de otra regla, esta segunda conocida como regla de abstinencia, le proponemos al paciente evitar toda toma de decisiones que pudiesen suponer modificaciones importantes en su vida. Es decir le pedimos, en cierta medida, que difiera su vida, que analice y no realice acciones, que la acción quede suspendida, al menos temporalmente. 10

Petición que en términos generales es bien recibida por el paciente, quien no solo no parece incomodarse con el asunto sino que, bien por el contrario, en muchas ocasiones parecería que le viene bien. De tal modo que, a condición de haber establecido una relación transferencial, comienza efectivamente a mostrar una sobre valoración de sus palabras, de sus significantes, sobre valoración, digo, con respecto a su realidad cotidiana.

No es extraño, en la clínica psicoanalítica, observar que los analizantes parezcan acordar mayor importancia a los significantes, a la palabra producida en análisis, al relato significante, que a los eventos vinculados a dicho relato.

Así, un paciente comenta haber conocido a una mujer atractiva, ella es verdaderamente atractiva, pero de inmediato plantea como imposible la oportunidad de establecer con ella una relación, «su pelo es negro», es la frase que ofrece como explicación. Efectivamente, él solo puede establecer relaciones con mujeres rubias, con mujeres que están marcadas por el significante «rubia», aún si dicho atributo no corresponde a una realidad biológica, pues para él es bien posible establecer una relación sabiendo que su pareja se pinta el pelo, lo que deja bien claro de lo que se trata, de la presencia, en la posible pareja, de un significante, es ese significante «rubia» lo que es el verdadero atributo.

Otro se queja, constantemente, de la indiferencia que le expresa la mujer que él intenta cortejar, en una sesión llega, sin embargo, a comentar que ella lo llamó ayer para invitarlo al cine, lo que le hace recordar que unos días antes también lo había llamado, para invitarlo a pasar un fin de semana juntos en un centro vacacional. Claro que él no acepto la invitación, lo que no le impide insistir en que ella se muestra verdaderamente indiferente. Como si en realidad la forma en como él lee los dichos de ella, la forma en como interpreta la palabra de ella, tuviese mayor consistencia que el hecho de que sea ella quien generalmente lo llama para intentar concertar una cita.

En el análisis jugamos con este sometimiento del sujeto a los significantes, aún más, si no se produce espontáneamente intentamos producirlo, esperando efectivamente que el analizante entre en este juego fálico, de lecturas, de interpretaciones, y que este dispuesto a conceder a dicho juego una importancia capital en su vida. 11 Y esto, de tal forma, que no me parecería exagerado proponer que en el fondo demandamos a los pacientes que sublimen.

Pues si sublimar es «elevar un objeto a la dignidad de la cosa» Creo que difícilmente encontraría mejor ocasión para ejemplificar la proposición del Dr. Lacan que esta sobre valoración, que la clínica psicoanalítica produce, del significante.

Dejemos el terreno de la clínica psicoanalítica, y digamos claramente que en el fondo estamos sosteniendo que la sublimación supone esta sobre – valoración del significante. Me gustaría proponer que en cualquier ejemplo que se tome, de sublimación, será siempre localizable este mecanismo de sobre valoración efectuada a nivel del significante. Y tal vez la razón de ello no sea tan difícil de entender, este «elevar» el objeto, solo es posible en virtud del significante, la hipótesis de sobre valoración, y por lo tanto toda posibilidad de valoración, implica la estructura significante.

Pensemos en «Tótem y Tabú», Freud nos propone a la sublimación como el mecanismo implicado en la creación de la idea de Dios padre. ¿Pero acaso no Dios padre, es la sobre – valoración del significante? Y el tótem, más allá de que implica un sostén imaginario, ¿Acaso no implica esta elevación de un significante a la dimensión de la cosa?

Afirmamos pues que en la sublimación, es siempre un significante el objeto que es elevado a la dimensión de la cosa.

El objeto de la pulsión y el cambio de objeto.

Retornemos al seminario VII donde Lacan, nos señalará la diferencia de la sublimación con respecto a los otros destinos pulsionales al articularla con los conceptos de represión; substitución de objeto y el concepto mismo de significante:

La sublimación se nos representa esencialmente como diferente justamente de esta suerte de economía de substitución, que es aquella donde habitualmente se satisface la pulsión en tanto es reprimida. 12

En principio parecería que Lacan no hace sino adecuarse a la proposición freudiana de la sublimación como destino pulsional sin represión. Sin embargo hay más, puesto que vincula a la represión con lo que llama aquí, «economía de substitución». Es decir que la represión nos es presentada como puesta en juego a través de dicha economía de substitución. Ahora bien basta con seguir leyendo a Lacan para toparnos con que esta «economía de substitución» remite, por cierto, a la posibilidad de substitución significante. Lacan continua:

El síntoma es el retorno por vía de sustitución significante de lo que está al cabo de la Trieb, de la pulsión, como su fin. Y es aquí do nde la noción y la función del significante adquiere todo su peso y su alcance, pues es imposible, sin tenerla en cuenta, distinguir el retorno de lo reprimido, de la sublimación como modo de satisfacción posible de la pulsión. Es una paradoja – la pulsión puede encontrar su fin en un lugar diferente del que es su fin, sin que se trate allí de la substitución significante que constituye la estructura sobredeterminada, la ambigüedad, la doble causalidad, de aquello que llamamos el compromiso sintomático. 13

Lacan vincula la represión a la substitución significante. Pero habría que irnos con cuidado, y preguntarnos a que remite la aquí mencionada «substitución significante» y ello sin perder de vista que lo que Lacan nos presenta como paradoja es la oportunidad de que la sublimación pueda satisfacerse sin someterse a dicha substitución significante.

Tal es la forma como Lacan nos presenta la diferencia entre la sublimación y los otros destinos pulsionales. ¿Pero supone esto, para la sublimación, una satisfacción exterior a los desfiladeros del significante? Esto sería tanto como proponer una satisfacción exterior al orden significante, y como hemos visto, desde las primeras citas de Lacan alrededor de la sublimación, no podemos suponer esta exterioridad, no cuando Lacan mismo nos la presenta como «la iniciación de un sujeto en un símbolo más o menos socializado y objeto de creencia universal».

Lo que habría que notar, sin embargo, es que la proposición lacaniana pareciese echar abajo nuestra afirmación de que en la sublimación el objeto elevado a la dignidad de la cosa es siempre un significante.

Y bien el meollo del asunto esta en la forma en como abordemos lo que Lacan llama aquí «substitución significante», ¿se trata de sincronía o diacronía? Me parece que es totalmente pertinente, aquí, recordar algunos puntos desarrollados por Lacan en «la instancia de la letra».

Al proponernos las formulas de la metáfora y la metonimia, Lacan escribe +(s) al final de la primera formula y, –(s) al final de la segunda, subrayando que este –(s) de la metonimia remite a la resistencia de la barra entre el significante y el significado.

¿Se trata aquí de la represión? ¿Es ahí donde podríamos situar lo que en el seminario VII nos es presentado como substitución significante? Responder que sí, me parecería demasiado fácil, y dejaría de lado el hecho de que el otro mecanismo freudiano, la condensación, la metáfora para Lacan, no escapa a la represión, Lacan no localiza en la metonimia a la represión, sino al mecanismo primordial de la censura, el desplazamiento (Verschiebung), es el mecanismo por excelencia para la censura.

Pero por otro lado, y pensando en la utilización del significante substitución, no podríamos, más bien, vincularla con la metáfora, «economía de substitución» nos propone Lacan, no es acaso ese el mecanismo supuesto en la metáfora (Verdichtung) cuando nos es presentada como «un significante por otro», un significante substituyendo a otro. La verdad es que también me parecería equivoco localizar en la metáfora esta «economía» de la que él nos habla.

La represión, considerada en los términos en que Lacan nos la presenta, a saber como «economía de substitución», estaría más bien del lado de un tercer concepto freudiano, la Entstellung, que ha sido traducida al español como deformación. De ella dice Lacan:

 

Donde Freud muestra la precondición general de la función del sueño, es eso que nosotros hemos designado anteriormente, con Saussure como el deslizamiento del significado bajo el significante, siempre en acción (inconsciente, remarquémoslo) en el discurso. 14

Es en este mecanismo 15, en este «deslizamiento del significante sobre el significado» que Lacan nos sitúa cualquier oportunidad de represión. Mecanismo que remite a la tendencia a la substitución sea por vía de la metáfora o de la metonimia.

Y es en este punto, y sólo en función de él, que me parece posible sostener, y abordar la diferencia entre la sublimación y el retorno de lo reprimido, es decir los otros fines posibles de los avatares pulsionales. Seguimos así a Lacan puntualmente:

 

…pues es imposible, sin tenerla en cuenta (a la función significante), distinguir el retorno de lo reprimido, de la sublimación como modo de satisfacción posible de la pulsión. 16

Una vez establecida la relación entre economía de substitución y represión, es necesario aclarar un punto. Es en la oportunidad de cambio de objeto, donde Lacan sitúa la represión. Hablamos de represión, sólo en virtud del retorno de lo reprimido, y este retorno es aprehensible fundamentalmente, en virtud del cambio de objeto. Freud mismo sitúa aquí una diferencia entre la sublimación y los otros destinos pulsionales, en los cuales el mecanismo implica al cambio de objeto, y por lo tanto la represión, mientras que en la sublimación nos propone un cambio de fin, lo que le permitiría escapar a la represión.

La cita de Lacan que marca la paradoja que constituye la pulsión misma, pone el acento en la cuestión de que ella encuentra su fin en un lugar diferente de la satisfacción simple, que alude a una substitución significante. Se establece así un compromiso «asintomático».

Pero: ¿Cómo entender efectivamente que este cambio de fin, nos sea presentado por Freud como escapando a la represión, y por lo tanto como siendo una satisfacción lograda?

La respuesta que Lacan da a esta paradoja es no sólo sorprendente, sino —me permito calificarla— genial. Su respuesta es que la sublimación logra lo anterior al tomar como objeto al cambio de objeto mismo.

Para llegar a ello, me disculpo ante el lector, pues, necesitaré hacer una larga cita del seminario VII dónde Lacan habla sobre la demanda de felicidad y sobre la posibilidad de satisfacer lo pulsional:

 

Una sola cosa hace alusión a una posibilidad de satisfacción feliz de la tendencia, y es la noción de sublimación. Pero es claro que tomando la formulación más esotérica de Freud, cuando nos la presenta como realizada eminentemente por la actividad del artista, lo que literalmente quiere decir, la posibilidad humana de comercializar sus deseos, de convertirlos en productos vendibles. La franqueza y aún el cinismo de dicha formulación, guarda a mis ojos un merito inmenso, aunque no agota el fondo de la cuestión, que es ¿cómo es que esto es posible?

La otra formulación consiste en decirnos que la sublimación es la satisfacción de la tendencia en el cambio de su objeto, y eso sin represión. Definición más profunda, pero que seguramente abre, me parece, una problemática más espinosa, si lo que yo les enseño no les permite, digamos, ver dónde está el truco.

En efecto el conejo que hay que sacar del sombrero esta ya en la tendencia. Este conejo no es un nuevo objeto, es el cambio de objeto en si mismo. Si la tendencia permite el cambio de objeto, es por que ella esta ya profundamente marcada por la articulación del significante. En el grafo, que les he dado, del deseo, la tendencia situada en el nivel de la articulación inconsciente de una sucesión significante esta, por este hecho, constituida en una alienación fundamental. Y por ello mismo también, en retorno, cada uno de los significantes que componen esta sucesión típica esta ligado por un factor común.

En la definición de la sublimación en tanto que satisfacción sin represión, hay – implícita o explícitamente, pasaje del no saber al saber – reconocimiento de que, el deseo no es ninguna otra cosa sino la metonimia del discurso de la demanda. Es el cambio como tal. Insisto, esa relación propiamente metonímica de un significante al otro, que llamamos el deseo, no es el nuevo objeto, ni el objeto anterior, es el cambio de objeto en sí mismo. 17

Hasta aquí la cita. Es importante detenernos en algunas consideraciones; Lacan parece identificar al objeto de la sublimación con la metonimia, con el mecanismo de desplazamiento, la Verschiebung freudiana. Pero: ¿Realmente es esa su propuesta? Me parece que no, en realidad, se trata no de la Verschiebung, sino de la Entstellung.

¿Cómo si no podría plantearnos al mismo tiempo la oportunidad de escapar a la represión? La metonimia no escapa a la represión, el desplazamiento metonímico es el mecanismo que subyace en todo cambio de objeto realizado, otra cosa es la tendencia, la Entstellung. Es importante entender la diferencia, la Verschiebung es la acción efectuada, el desplazamiento de un significante a otro, mecanismo utilizado por la censura, por lo tanto siervo de la represión. La Entstellung, es tendencia siempre en acción, aún en la Verdichtung, que no remite al desplazamiento de un significante a otro, sino a la oportunidad estructural de que un significante pueda substituir no a un otro significante determinado, sino a cualesquiera otro.

En la Verschiebung 18, el objeto se desplaza, resultando inalcanzable, cambia de posición, ahí donde creemos encontrarlo deja de estar, es decir, se realiza siempre un cambio de objeto.

La Entstellug 19, supone, aquello que Lacan llama «el cambio de objeto en sí mismo».

Solo a través de la hipótesis de que la sublimación tome ese cambio de objeto en sí mismo, como objeto, es posible concebir que escape a la represión.

Por otro lado, cualquier oportunidad de substitución, sin importar el objeto de substitución, sólo es posible a través del significante, pues fuera de su campo ningún objeto podría estar en el lugar de otro. Para el león, la leona no tiene la mínima oportunidad de funcionar como substituto materno. Sólo para un ser hablante es posible que su pareja este ahí substituyendo a ese otro objeto y le diga cariñosamente: «mamita«.

Es así como la pequeña Ana sueña con «Fresas… Frambue…...» substituyendo a Fre…….ud. De tal forma que podríamos afirmar que cuando algo es substituido, es substituido siempre, por un significante. Fresas, Frambuesas… son significantes que substituyen a un otro objeto. 20 Y esto es posible en virtud de que ese otro objeto ya esta siendo representado por otro significante, en el caso del significante Freud, se trata del significante que representa al objeto para la pequeña Ana. Después, se substituye el significante «Freud«, por el significante «Fresas«, se realiza un cambio de objeto y una substitución: Freud Fresas.

La doble substitución significante se vuelve solidaria así, con la definición lacaniana del significante. Si toda pulsión se satisface como hemos planteado anteriormente 21, en y por el significante, se trata —en todos los casos— de una satisfacción fallida, pues el significante esta ahí siempre en su dimensión de representante, el significante esta ahí representando a otro significante, en una cadena metonímica que remite al objeto que falta.

Otra cosa es tomar a la tendencia del cambio de objeto como objeto ¿Puede hacerse eso? En realidad la respuesta es simple, se trata de tomar a un significante no como representando a algún objeto para otro significante, sino tomando al significante como objeto en sí, es de esta forma cómo es posible elevar al objeto a la dimensión de la cosa.

En la sublimación el significante no está ahí representando al objeto que falta, está siendo «elevado» a la dimensión de la cosa, en la sublimación el significante es el objeto. No otra cosa afirma Lacan cuando plantea que el cambio de objeto es tomado, en la sublimación, como objeto. Lo que permite, al menos, entrever la vía para comenzar a interrogar, la verdaderamente complicada afirmación freudiana de que la sublimación es sin represión.

La represión aparece en escena precisamente en virtud de que para el ser-hablante la relación con los objetos esta siempre mediatizada por el significante. Lo que esta supuesto implícitamente cuando se sostiene que el inconsciente es la suma de los efectos del significante sobre el sujeto, o cuando se afirma que el inconsciente esta estructurado como un lenguaje. La represión implica que el sujeto no puede escapar, en su búsqueda del objeto satisfactor, al juego de presencia ausencia en el que lo atrapa el significante.

Y es al quedar atrapado en los desfiladeros del significante, que toda satisfacción pulsional parece destinada a someterse al cambio de objeto, y por ahí a no presentarse sino como satisfacción no lograda, satisfacción vía la represión.

Todo esto en virtud de que la pulsión es articulada en los desfiladeros del significante, es decir en el desplazamiento de los significantes. Para que la sublimación pudiese escapar a tal destino, será necesario que no pase por ahí.

¿Cómo es posible que suceda?

Es necesario enfatizar, una vez más, en que una cosa es la substitución realizada a través de la metáfora o la metonimia, y otra la Entstellug, la tendencia, como la llama Lacan, de substitución. Una cosa es tratar de capturar un objeto a través del desplazamiento de los significantes –actualización del deseo – y otra tener como objeto a la tendencia de substitución en sí misma.

Para tomar como objeto a la tendencia de sustitución en sí misma, o en palabras de Lacan «al cambio de objeto en sí mismo«, es necesario que la sublimación se escabulla de cualquier substitución significante, de la oportunidad de que un significante aparezca en lugar de otro, aún de la oportunidad de que un significante remita a otro. Es, precisamente esto, lo que intenta la sublimación.

¿Supone este movimiento ir a contrapelo de la función significante? Parecería que sí. Pero, se trata, más bien, de sostenerla en una posición extrema, se trata de tratar de sostenerla como un Absoluto. Y ello sin que podamos hablar de una posición psicótica. 22

Se trata pues de que la sublimación toma al significante, a un significante cualquiera, para afirmar, precisamente, que no se trata de un significante cualquiera, sino del significante que encapsula la tendencia, el cambio de objeto en sí mismo.

Se trata efectivamente de un significante cualquiera —cómo bien lo decía Lacan, el conejo ya estaba en el sombrero— pues cualquier significante, en virtud de que no puede constituirse como tal sino en su relación con los otros significantes (la escritura lacaniana S1 S 2 lo supone) implica ya la «tendencia» a la substitución.

Para ilustrar lo anterior, retornemos a «Tótem y tabú» Texto donde Freud nos explica la génesis del concepto de Dios. Se apoya en el mito del parricidio cometido por los varones de la horda salvaje, asesinato que tendrá como efecto el surgimiento de una figura totémica, que a partir de ese momento, representa a la divinidad «patrona» de la horda, y que, a un mismo tiempo, produce una marca de identificación en todos los miembros de la misma. Esta marca determinará las relaciones de parentesco y la lógica de posibilidades e imposibilidades de las relaciones sexuales entre los clanes.

Recordemos, una vez más, que el mecanismo involucrado en este surgimiento de la figura totémica es precisamente la sublimación. El animal tótem, o Dios no surgen ahí remitiéndonos a alguna corporeidad localizable, su función va más allá de eso. El animal totémico, no sólo remitirá a una entidad biológica, remite a una entidad divina. Así, como representante de lo divino, deja claro su estatuto en tanto significante. No perdamos de vista que la intención de Freud es explicarnos la génesis del «concepto» de Dios, la génesis de ese significante y su funcionamiento.

¿Qué podríamos decir —en pocas palabras— de dicho funcionamiento? ¿Bastaría con la ya mencionada función de «marca» identificatoria, para tener clara la función significante del animal totémico? ¿Será necesario insistir en el papel regidor de dicho significante en la lógica implícita de las posibilidades combinatorias de los partenaires sexuales?

Debemos insistir en que dicha combinatoria remite directamente a la combinatoria significante. Es así cómo el sujeto se sitúa con relación a ese juego de determinaciones simbólico en el cual está ya capturado desde su nacimiento. Juego que encuentra sus leyes en los vectores diacrónico y sincrónico de la estructura del lenguaje, es decir la Verdichtung y la Verschiebung freudianas, la metáfora y la metonimia lacanianas. Ambas, implican permanentemente, la Entstellug (la tendencia misma).

El tótem y Dios son dos significantes sublimados, para decirlo con Lacan, elevados a la dimensión de la cosa, es decir significantes que han permitido a la pulsión colocar como objeto al cambio de objeto en sí mismo.

La metáfora y la metonimia, predominantemente la última, serán los recorridos en donde dicho cambio de objeto se efectúa, remiten a la combinatoria posible. El tótem, o Dios se establece así, no como un significante sometido a esta combinatoria, sino el significante que —supuestamente— , determina dicha combinatoria, la «tendencia misma».

Resumamos, en el sombrero de Lacan, las otras vicisitudes de la pulsión, que no la sublimación, recorren los desfiladeros del significante y al hacerlo ponen en acción el cambio, la substitución, y por ahí es que se encuentran sometidas a la represión.

La sublimación no persigue al objeto a través del desplazamiento –Verschiebung – metonímico, lo localiza tomando a la tendencia de desplazamiento ( Entstellug), como objeto, es así que la sublimación establece como objeto al «cambio de objeto en sí mismo».

Ese significante que es el animal totémico, o Dios, no es más un significante cualquiera, aunque es verdad que fue un significante cualquiera, es decir que cualquier significante podría, estructuralmente, haber sido elegido, pero una vez elevado a la dimensión de la cosa funciona de manera diversa, no es un significante que representa para otro significante, es el significante que representa para cualquier otro significante 23, el significante que representa a Todo significante.

Esta es una consecuencia fundamental, el significante sublimado aparece como sostén de un Todo, de un absoluto supuestamente posible. Es ésta, una de las funciones que, con Freud, le hemos supuesto al significante totémico: ser el significante que representa a todos y cada uno de los miembros de la horda. No será el significante que representa al sujeto para otro significante, pues no es un significante que se desplace metonímicamente. Este significante determina a todos los sujetos de la horda, esto implica una petrificación, que no niega la «tendencia» la representa, o mejor aún, la figura: es él mismo. Es así como el significante sublimado escapa a la represión, y ofrece la oportunidad de suponer una satisfacción lograda.

Para terminar, o mejor dicho para continuar en otro momento, en otro texto, me parece importante solicitar la lector, que no lea aquí una exclusión de la dimensión imaginaria en la sublimación, esta dimensión por supuesto que existe. Siguiendo a Freud y a Lacan digamos que , no se trataría de una idealización. Lo que nos hará retornar, en otro momento, a las ultimas líneas de este texto, de manera que podamos continuar interrogando la relación del significante resultado de la sublimación y abordemos la otra vertiente freudiana de la sublimación: la obra de arte en tanto objeto de la sublimación.

México D.F. a 10 de junio de 2001.

Notas

1 Seminario sobre el hombre de los lobos. Seminario inedito.

2 Ibid.

3 Mientras el símbolo nos es presentado como representando algo para alguien, el significante es definido por Lacan como representando al sujeto para otro significante.

4 Lacan, J. «Le séminaire» livre VI Clase No. 22 del día 24 de junio de 1959. Editions du Seuil, Paris, France.

5 Lacan J. «Le séminaire» livre VII «L´éthique de la psychanalyse»Clase del día 20 de enero de 1960. Éditions du Seuil, Paris, France 1986.

6 Ibíd.

7 «Index raisonné des concepts majeurs» en Écrits p.893, Éditions du Seuil, Paris 1966.

8 Lacan, J. «Le séminaire» livre XXI, «Les Non-Dupes Errent», Clase del 13 de Noviembre de 1973. Editions du Seuil. Paris, France. Seminario inedito.

9 Se trata efectivamente de cuestionar la supuesta supremacía del significante. Lo que Lacan propondrá durante este seminario XXI es por el contrario la equivalencia entre R. S. I. Los tres tendrían la misma consistencia, y Simbólico e Imaginario serán propuestos como formas de abordaje de lo real.

10 Regla que es necesario decir, no podría ser observada tan radicalmente como en tiempos de Freud, cuando la duración de un análisis era solo algunos meses, pues como es de todos sabido, la duración de un análisis se extiende actualmente a varios años, lo que no impide que de alguna forma esta regla de abstinencia siga sosteniéndose.

11 ¿Qué tan diferentes son las cosas fuera de la relación analítica? Los ejemplos sobrarían para proponer que la diferencia no es mucha. Y ello por razones estructurales. J. A. Miller comentando a Lacan plantea a la sublimación como la oportunidad de entrada al mundo significante: «Voy a recordar simplemente el ejemplo de Lacan, a modo de anécdota, de la transformación del grito infantil en una llamada. El grito como tal no es nada más que un sonido. Es necesaria la aceptación del Otro materno para que ese grito se transforme como tal en llamada. Así, pues, hay en el significante, por el cual el Otro acepta el grito, una creación pura de la significación de llamada. El resultado es que, a partir de este punto, el sujeto podrá llamar al Otro.»

«Cuando a partir del grito se produce la significación de llamada, Transformación que podemos realizar de una manera muy sublimada…» J. A. Miller Introducción al método psicoanalítico. Eolia-Paidós, Nueva biblioteca psicoanalítica

¿De una manera muy sublimada? Cuando la madre «eleva» el grito del niño al orden de la llamada significante, se trata según lo que aquí se sostiene claramente de una sublimación.

12 Lacan, J. «Le seminaire» livre VII, «L´éthique de la psychanalyse», Clase del 20 de enero de 1960. Editions du Seuil. Paris, France 1986.

3 Op. Cit.

14 Lacan, J. «Ecrits», « L´instance de la lettre dans l´inconscient» p. 511, Éditions du Seuil, Paris France. 1966.

15 El mecanismo nos es propuesto por Freud, dentro de su teoría interpretativa del sueño ¿Su utilidad para el inconsciente se limitaría solo a la puesta en escena de los sueños? Creo más bien que es un mecanismo implicado en toda formación del inconsciente, exceptuando tal vez a la sublimación.

16 Lacan J. «Le séminaire» livre VII, «L´éthique de la psychanalyse «, Clase del 20 de enero de 1960. Editions du Seuil. Paris, France. 1986.

17 Lacan J, «Le séminaire» livre VII, «L´éthique de la psychanalyse», Clase del 22 de junio de 1960. Editions du Seuil. Paris, France. 1986. El subrayado es mío.

18 Que en Alemán remite efectivamente a desplazamiento, como cambio de posición, traslación.

19 Que en Alemán remite a deformación, desnaturalización, afeamiento, descomposición. Significantes todos que me parece remiten más claramente a eso que Lacan llama «tendencia», más que a un cambio realizado. Y significantes que me gustaría tomase el lector para compararlos, relacionarlos, ponerlos en juego con el mecanismo de sublimación.

20 Si ocurriese que llegase yo a ser substituido en mi puesto laboral, ¿lo soy por un significante? Si, pues más allá de que efectivamente otra corporeidad venga a ocupar mi puesto, utilice mi escritorio etc. Ese otro estará siempre determinado por significantes «mejor empleado», «persona más eficiente», «hijo del patrón» etc.

21 Afirmación que sería necesario interrogar nuevamente, no que me parezca insostenible sino que me parece necesario no tomarla fácilmente como verdadera, se trataría más de confrontar su consistencia teórica que la de concluir en su valor de verdad o falso. Piénsese por ejemplo si acaso la pulsión de muerte se satisface también en el significante. Adelanto mi respuesta, sí, pero esta es una respuesta que necesitaría ser sostenida, este no es el lugar para ello.

22 Será en un segundo texto, donde al abordar a la creación artística como sublimación, trataremos de responde como es posible concebir a la sublimación como mecanismo que intenta proponer a la función simbólica como absoluta, problema ligado a la concepción de Bien, no tratándose de una psicosis.

23 ¿Cuál es la diferencia entre las dos frases anteriores? ¿Acaso no la primera implica la segunda? Sí, pero es en el significante sublimado en el que aparece la tendencia como marca de un absoluto.