LOS DESLIZAMIENTOS EN (DE) LA CURA.

UNA MIRADA RETROSPECTIVA.

 Susana Rodríguez Márquez

 
 En esta ocasión esbozaré algunas cuestiones que están ligadas al lugar de la terapéutica como especificidad de la clínica en Psicoanálisis. Me he propuesto trazar un eje transversal histórico que permita en diferentes momentos del saber freudiano, problematizar en torno al sentido de la cura, a la construcción del método clínico y al lugar de la transferencia como fundante del dispositivo original del psicoanálisis.
 
Para ello es necesario saber : ¿cuál ha sido la respuesta de los grupos psicoanalíticos, cuando se han realizado modificaciones en la teoría o en el método? Intento seguir un trazo en el que la tolerancia institucional ha sido mayor cuando se realizan modificaciones a nivel de la teoría, a diferencia de lo que ha sucedido ante la posición de quienes se han atrevido a cuestionar al método terapéutico y la técnica, precipitándose en rupturas y disensiones en el movimiento. Este es el caso de diferentes personajes del campo freudiano como Sandor Ferenczi, W. Reich, M. Klein, F. Dolto y por supuesto, el mismo Lacan, sólo por señalar algunos. Entonces pareciera que la transmisión del poder en el saber freudiano, está ligado a la preservación del método y a la técnica. Pero finalmente, quien es el analista? Aquél que interpreta aprovechando la transferencia? O es el que la analiza como resistencia? O el que impone su idea de realidad? Aunque también podríamos preguntarnos quién habla? Y quizá seria menos difícil intentar encontrar una respuesta.
Me parece que retomar estas consideraciones implican numerosas consecuencias clínicas, teóricas e institucionales, por lo cual resultará esclarecedor recurrir a este análisis histórico.
 
A lo largo de la historia del freudismo, hablar de la cura ha despertado las más de las veces, inquietud, incomodidad, rupturas y hasta escisiones en el movimiento psicoanalítico. La intención que me mueve el día de hoy a reflexionar sobre este tema, lejos de pretender caldear los ánimos, es tratar de analizar las diversas posturas teóricas existentes en un proceso por el cual, las contradicciones se evidencien de tal forma que se dé la posibilidad del cuestionamiento, no con el ánimo de aferrarse a sus propias ideas, sino para que el conflicto aparezca en la construcción de un proceso discursivo que posibilite elaboraciones cada vez más profundas. Incluso, la intención apuntaría a señalar cómo se juegan los lugares del narcisismo de las pequeñas diferencias en el cual las diversas escuelas se escudan para ocultar, tal vez, detrás de la barrera de su soberbia, su propia fragilidad.
 
En contraposición a la cacofonía de las escuelas que se erigen una sobre otra, enfrentándose a un diálogo de sordos, el ejercicio de la confrontación y contraste permite construir referentes comunes para ordenar de otra forma la reinscripción del discurso en un encuentro realmente productivo. No se trata ni de un eclecticismo total, producto de las alianzas por el poder político, nunca científicas, de las diversas escuelas, ni de un dogmatismo que termina en la esterilidad y en el enfrentamiento, vacíos.
 
El problema de los puntos comunes o de las diferencias al interior del Freudismo no se reserva solo a nuestro país. Nació al mismo tiempo que el psicoanálisis, encontrándose ya en lo designado por el propio Freud en 1904, como “la psicoterapia de Freud”.
[1] Será con el refinamiento de la técnica, de la que dan prueba las condiciones establecidas a partir del tratamiento del «Hombre de las ratas», cuando el concepto de “cura psicoanalítica” se organizó y diferenció, pero la necesidad de no separar completamente los tipos de prácticas fue expresada muchas veces por Freud en la dirección del Congreso de Budapest en 1918, marcando las nuevas vías del psicoanálisis.[2]
 
Se repite desde este tiempo la necesidad de combinar a veces el cobre de la sugestión al oro puro de la palabra analítica, se sabe cómo las condiciones freudianas inmediatamente fueron acatadas, en efecto: la creación en Berlín a partir de 1920 de una Policlínica para tratar gratuitamente a los enfermos; la organización de un Instituto de formación cuyos modelo seguimos aún hoy en día; la búsqueda de los medios de simplificar y acortar las curas, de lo que dan prueba Sándor Ferenczi y Otto Rank que tienen obra común sobre el tema, “Teoría y Técnica del Psicoanálisis,” (1924),[3] a pesar de las reservas de Freud, que verá entonces alejarse de sus dos alumnos preferidos.
 
Con la guerra y la emigración vinculada a las persecuciones nazis, es en América que el problema tomará toda su amplitud y basta citar los nombres de los que tienen una gran contribución al propagarlo: Felix Deutsch, o Eduard Bibring,[4] entre tanto otros. En especial Theodor Reik y Franz Alexander que llevan el debate del análisis practicado por los no médicos.
El periodo del Psicoanálisis del yo, entre 1950 a 1960 es cuando el psicoanálisis se define como un método de adaptación del yo a la realidad por Heinz Hartmann quien será la cabeza de este movimiento dando la identidad al Psicoanálisis Norteamericano.[5]
 
La colonización de nuestro imaginario por Occidente y especialmente por Estados Unidos después de la revolución mexicana institucionalizada, genera que a partir de los años cincuenta en la Facultad de Medicina y con el Instituto Mexicano de Psicoanálisis la influencia del pensamiento Frommiano sea imperante, es una de las vías de implantación del Psicoanálisis en México, es la vía sobre la Psiquiatría,[6] por ello los psiquiatras se apoderan de algunos procedimientos provenientes del Psicoanálisis, a menudo basados en los “Estudios sobre la histeria”, para perfeccionar los exámenes que hacen sobrellevar a sus enfermos en el tratamiento, con lo cual llamaban a hacer la diferencia entre “los médicos concienzudos, más o menos aprendices de Freud”[7] y los sectores no médicos del freudismo, filósofos, literatos, Pastores, profesores, profesoras, estudiantes no médicos, enfermeras, jóvenes en búsqueda de empleo, etc… quiénes fueron atraídos por el freudismo por motivos múltiples, y que pueden extraer resultados adecuados a la opinión literaria, filosófica o social, pero que a veces también sirven como vehículo a las ideas eróticas, como un medio fácil de éxito.[8]
 
En otra parte analicé ya la influencia que pensaban hacer los jóvenes psiquiatras con el psicoanálisis para desarrollar la aplicación “a la mexicana” de la práctica psiquiátrica y su traducción, con la creación de la Sociedad Psicoanalítica Mexicana y del Instituto Mexicano de Psicoanálisis.[9] Las exposiciones que dictaban Raúl González Enríquez, Guillermo Dávila y Alfonso Millán, en 1934 en la Facultad de Medicina de la UNAM desarrollará claramente este aspecto,[10] como la impresión de milagro terapéutico[11] que se ha dado durante este período con la aplicación de métodos ya inspirados de los principios psicoanalíticos.
 
¿Ahora bien oro o cobre?
 
Con la desaparición de Freud en septiembre de 1939, las vicisitudes en torno a la terapéutica y el sentido de la cura no cambiarán, aunque se había asumido que Freud era el único que podía ejercer el derecho a delimitar la dosificación, aun si parecía dar el poder a la Asociación Psicoanalítica Internacional a través de su Comité.
Después de la Segunda Guerra Mundial se va a plantear en todos los términos la cuestión de las relaciones entre la transmisión del poder en el saber freudiano, el método terapéutico y la técnica. En la postguerra, fueron aún psiquiatras los que pensaron encontrar en el psicoanálisis una salida al encerramiento en el asilo, pero sin medios terapéuticos, ya que no contaban con ellos.[12]
Pero un nuevo elemento no iba a tardar en transformar el naciente paisaje psicoanalítico en nuestro país: la creación en 1950 de la licenciatura de psicología en la Facultad de Filosofía de la UNAM,[13] lo que aumentó entonces considerablemente la demanda de análisis, antes de lanzar a un gran número de expertos potenciales en el mercado, caracterizados por el hecho de que iban a ser psicoanalistas laicos, que ocuparán a menudo puestos institucionales donde se practicaban psicoterapias y a incluir una proporción creciente de mujeres, todos estos factores y sus consecuencias aún están siendo desarrollados.
 
Mientras tanto en París la emergencia de una nueva aproximación con modificaciones en la teoría o en el método apunta al cuestionamiento de la transmisión del poder en el saber freudiano, en respuesta,[14] nuevos autores que tienen por objetivo político desacreditar las prácticas de Jacques Lacan no se hacen esperar y con ello también una suerte de regresión que intenta fijar claramente, o incluso un poco dogmáticamente, las indicaciones, el marco y el desarrollo ideales de una cura psicoanalítica dirigida por las indicaciones técnicas decretadas por Freud.
 
Este objetivo de “ortodoxia” tenía también por misión el precisar las modalidades del ejercicio de la única Sociedad Psicoanalítica de París, reconocida por la API. La insistencia por otra parte se ponía sobre el papel del Yo, entonces puesto en boga por los Anglosajones, subrayando la necesidad de apreciar la “fuerza” o la “debilidad”, por sobre el objetivo de la cura, lo que era reforzarlo ante los impulsos y a las exigencias del super yo. Con el fin de poner a su servicio las “energías instintivas” y contribuir a hacer conscientes los procesos inconscientes, Maurice Bouvet designaba como “Condiciones necesarias para un psicoanálisis eficaz:
1° Colocar al sujeto en condiciones operatorias constantes.
2° Favorecer la relajación de las actitudes de control, que el paciente utiliza comúnmente.
3° Dejarle al mismo tiempo sus capacidades de observación habituales.
4° No permitirle encontrar incluso en el transcurso de la cura, y sin que se dé cuenta, el alimento necesario que tiene sus necesidades bajo su forma actual. ”[15]
 
Este trabajo estaba en concordancia de las “indicaciones y contraindicaciones” que habían expuesto en otra parte autores como Sacha Nacht y Serge Lebovici,[16] cercanos en eso del Freud de los años 1904-1906 en donde marcaba: la exclusión de las estructuras consideradas psicóticas, la de los pacientes demasiado viejos, la de los toxicómanos y de los perversos.
 
Al respecto, Jacques Lacan se opone muy rápidamente en esta misma Enciclopedia, con una contraparte titulada “Alternativas de la cura-tipo”[17] en la cual se levantaba contra las ilusiones de esta ideología del Yo y contra los preceptos de una “identificación con el psicoanalista” como criterio de una feliz terminación de la cura. También se oponía al objetivo de adaptación a la realidad exterior que preconizaban algunos, y sobre todo a la imposición de “normas, de standars” cuyas investigaciones, como la de Edward Glover en Inglaterra en 1953,[18] que habían puesto de manifiesto la no correspondencia en ningún consenso verdadero.
 
Entre las numerosas reflexiones que se encuentran sobre el ejercicio del psicoanálisis y la formación de los psicoanalistas, sobresale una que precisa que “ en un psicoanálisis, tipo o no”, es la cura lo que se espera de un psicoanalista” y la fórmula que a menudo debía así ser retomada por su connotación antiterapeútica: “Si (Freud) admite pues la curación como beneficio por añadidura de la cura psicoanalítica, se evita además todo abuso del deseo de curar”.
Jacques Lacan no expondrá, sin embargo, lo que hacía en la singularidad de su propia práctica, y esto debía valerle su exclusión definitiva de la Asociación Psicoanalítica Internacional: por el uso del “scansion”, esta decisión sobre la duración de las sesiones por el propio psicoanalista, al apoyarse en las nociones de “palabra plena” o de “palabra vacía”, conducirá al acortamiento de la duración de las sesiones, algunas de ellas no excederán una decena de minutos. El movimiento lacaniano va por otra parte a privilegiar en las décadas siguientes estas alternativas principales del método psicoanalítico, con el predominio casi exclusivo otorgado por Lacan al lenguaje, es decir, a la búsqueda de “significantes” claves cuya presencia o ausencia serán los motores de las interpretaciones.
Las sociedades psicoanalíticas dichas “oficiales”, como la Sociedad Psicoanalítica de París y la Sociedad Francesa de Psicoanálisis, posteriormente en 1964 la Asociación Psicoanalítica de Francia que la sustituyó, vivieron una evolución más conforme a las normas internacionales y a los movimientos que el psicoanálisis conoció de manera general.
 
Es aquí que podemos señalar brevemente algunas de las modificaciones de la “cura-tipo”, esta misma y las distintas adaptaciones que se propusieron de su práctica en función de la difusión de sus aplicaciones. La duración de las sesiones se acortó poco después del final de la Segunda Guerra Mundial a 45 minutos, esencialmente bajo la influencia de Sacha Nacht que mantuvo bajo esta forma el análisis didáctico de varios analistas franceses de primer plan en los años sesenta-setenta. Se redujo el ritmo de cinco a cuatro sesiones por semana hasta los años sesenta y luego a tres, ciertamente a causa del aumento del número de los que venían a pedir una cura psicoanalítica, y también debido a las obligaciones de su vida profesional, así como de sus horarios cada vez más rigurosos, modificaciones socioeconómicas entre las cuales es necesario destacar la proporción creciente de pacientes que vienen de medios relativamente modestos y de mujeres que ocupan un empleo de tiempo completo además de sus obligaciones familiares, contrastando la clientela de antes más ociosa y financieramente estable.
 
Esta situación en nuestro país no fue ajena al desarrollo internacional, en México durante varias décadas, los únicos lugares de formación se situaban en la Ciudad de México, donde se encontraban también instalados la mayoría de los psicoanalistas didácticos, fue necesario establecer modalidades adaptadas a los viajes que debían efectuar los candidatos que permanecían en otras regiones de nuestro país, como es el caso de Monterrey y Guadalajara, de ahí la concentración de dos sesiones en un primer día, seguido de una sesión el día siguiente, que tuvieron algunos analistas por ejemplo. En México durante mucho tiempo permeó la penetración de las teorías y prácticas interpretativas de Erick Fromm y de sus discípulos, pero muy pronto se concedió una gran importancia y se toma en consideración a los jóvenes Kleinianos que recién se habían formado con didactas de la APA en Buenos Aires, de aquí la importancia a los estudios del material prégénital, en el marco estricto del análisis del complejo de Edipo. Es por ello que los escritos de Santiago Ramirez fueron determinantes en este sentido.
 
Son la fama de las ideas de Freud en la sociedad mexicana, su utilización en el tratamiento de los enfermos mentales y en consecuencia el fuerte aumento de las demandas de análisis lo que implicaron las modificaciones y las adaptaciones más importantes de la cura psicoanalítica.
 
Con este instrumental se consolidarán en México dos movimientos psicoanalíticos, el freudiano y el frommiano, que han Institucionalizado su saber, diferenciándose por el método terapéutico y la técnica, así como por la transmisión del poder en la difusión del saber. Tenemos que ambos movimientos se integran a través de sus instituciones, por un lado la Asociación Psicoanalítica Mexicana APM, la Sociedad Psicoanalítica Mexicana SPM, la Asociación Mexicana de Psicoterapia Psicoanalítica (AMPP) y el Circulo Psicoanalítico Mexicano (CMP) entre las formadas en esta primer época.
Desde el lado del movimiento frommiano, tenemos a: la Sociedad Mexicana de Psicoanálisis (SMP) y a su Instituto Mexicano de Psicoanálisis IMP, estableciendo un nexo fundamental con la Universidad Autónoma de México (UNAM), en la Facultad de Medicina, constituyéndose como un espacio de difusión para las ideas freudianas desde la posición del humanismo promovido por Erich Fromm.[19]
 
La necesidad de asumir las patologías “no néuroticas” o “border line” condujo a un cuestionamiento de sus objetivos y medios de alcanzarlos.
 
En estos años Francisco del Villar regresa de Paris tras un breve análisis con Lacan con la intención de formar la Escuela Freudiana de México a semejanza de la Francesa, al mismo tiempo Armando Suárez publica los primeros Escritos de Lacan a través de la creación de una Colección importante en la Editorial Siglo XXI. En 1976, con la llegada del exilio de los psicoanalistas del Cono Sur se reforzaron las prácticas sobre “las psicoterapias de inspiración psicoanalítica freudiana” lo que les iba a dar ese estatuto de método serio que en general se rechazaba en los medios psicoanalíticos mexicanos que temían sus descontroles desviacionistas.
 
¿Habrá que cuestionar si los psicoanalistas de la época no tenían por objetivo principal el “de curar a” sus pacientes, contrariamente a lo qué Lacan había tanto insistido? ¿No serán responsables tantas indicaciones de una cura tipo las que habrían alejado a tantas personas en sufrimiento de la ayuda para aportarles una escucha psicoanalítica?
 
En esta época, la terapéutica freudiana empieza a vislumbrar su uso en casos de neurosis de menor importancia, ciertas neurosis de carácter, personas demasiado viejas y enfermos que necesitan ayuda para resolver conflictos esencialmente presentes. También se observan por primera vez patologías a considerar, pero con grandes reservas como en el caso de algunos perversos o adictos, o incluso menores, enfermedades psicosomáticas o trastornos psicóticos, trastornos ansiosos o depresivos. Se trata en última instancia, de usar la palabra para la cura, puntualizando con base en el concepto de ponderar las fortalezas clínicas del yo.
 
La implantación del psicoanálisis se dará entonces también en los hospitales psiquiátricos y los Centros Médico Pedagógicos con lo que multiplicó las iniciativas destinadas a tratar analíticamente a los enfermos psicóticos más graves. La creación de la clínica San Rafael en 1954 se da en este contexto.[20] La clínica San Rafael en el marco de la apertura al pensamiento freudiano, iba a instaurar una política psiquiátrica pluridisciplinar donde el psicoanálisis debía tener un lugar preponderante. Se acompañaba del Hospital Floresta, experiencias a partir de las cuales, entre otras cosas, se da una convivencia del freudismo con la práctica psiquiatrica, así como el que por vez primera se permita la intervención y formación de estudiantes no médicos. Desde otro punto de vista terapéutico, se creó la comunidad terapéutica de Michoacán en dónde Armando Barriguete trabajó durante cinco años.[21]
 
La “cura psicoanalítica”, ha cambiado en el sentido habitual, pues vio proliferar las adaptaciones técnicas en función de la extensión de sus indicaciones, como en otros países, mientras que se condujo a nuevas iniciativas: psicoterapias familiares y de padres que desarrollaron, la psicoterapia grupal en AMPAG.
 
Todas estas experiencias ampliaron el ámbito de aplicación de la comprensión psicoanalítica del psiquismo y sus graves perturbaciones, pero en México como en otros países la repercusión fue la ramificación relativamente abundante de las “curas psicoanalíticas” en el sentido clásico del término. Entre 1970 y 2000, la proliferación del “psicoanálisis” llevado por los muy numerosos lectores y seguidores de Jacques Lacan pudo hacer la ilusión de un verdadero Boom. Se pudo pensar que una gran parte de la población educada mexicana estaba interesada o conocía el “análisis”, pero las apariencias cayeron después de la muerte del Amo y resultó que muchas de estas prácticas no tenían de psicoanalítico más que el nombre. Con todo, la negación del diván se convirtió en una frecuente exigencia, expresada a partir de la primer sesión, y es cierto que las adaptaciones y las transiciones deberán emprenderse para volver a dar a la condición de la cura psicoanalítica su valor perdido.
 
A manera de hipótesis-Conclusión
 
En la actualidad, la situación en México es confusa, tanto entre las distintas escuelas como en cada una de entre ellas. A menudo he hecho hincapié en la necesidad de que habría que diferenciar el “método psicoanalítico” y, al menos en cada sociedad los “métodos” cambiantes, por los cuales las prácticas psicoanalíticas ponen de manifiesto que se adaptan a su entorno sociocultural y económico, a la orientación teórica de cada grupo como a la filiación psicoanalítica y a la personalidad de cada experto.
 
Si no se atiende la propuesta de Jacques Lacan de considerar el psicoanálisis didáctico como sólo “cura” se volverá a esto que suena casi predicción: sólo los futuros psicoanalistas y raros aficionados más o menos ociosos y afortunados, aceptarán plegarse a las dificultades de inversión de tiempo, energía y dinero de una cura clásica.
 
Seguramente se podría reflexionar sobre el concepto de “escucha psicoanalítica” (es decir, la actitud que tiene en cuenta el doble-sentido, el fantasma, el conflicto y el análisis de la transferencia) así como la específica manera de pensar que se deriva de ello.
 
Existen condiciones para que esto suceda, con el encuentro de algunos temas que permiten que lo ocurrido se pueda describir como un “proceso analítico”, lo que convendría precisar mejor. Se admite que las condiciones de la cura clásica favorecen su desarrollo, pero no se puede sostener ya, respecto a las vicisitudes mundiales observadas en estos últimos cincuenta años, conservar una actitud demasiado rígida. Algunos procedimientos “no ortodoxos” permitieron que esto ocurra, el ejemplo de los pioneros por otra parte lo ha probado de sobra, y las psicoterapias psicoanalíticas practicadas por expertos con experiencia a la “escucha analítica” pueden ser a veces más formativas y enriquecedoras que como sucedía en años anteriores sobre un diván en una repetición mortífera.
 
Los distintos parámetros de los encuadres cuya delimitación es necesaria responden a condiciones teóricas que no deben decidirse aleatoriamente: la elección del diván o del frente a frente está vinculada a la valoración de las capacidades de regresión y la expresión discursiva; la frecuencia de las sesiones responde a la aplicación de la cura y en consecuencia a su objetivo, la curación sintomática o la exploración; su duración responde a la importancia concedida a la referencia y al análisis de la transferencia, como por otra parte a la posible implicación de un tercero que paga.
 
Es necesario que la comunidad psicoanalítica reflexione sobre las nuevas prácticas que existen en la realidad de nuestro medio socioeconómico y cultural, así como con sus consecuencias sobre la formación y la obtención de una etiqueta de “psicoanalista”.

 


[1] F. R. Wittels, FREUD, Editorial Paix, Santiago de Chile, 1936, p. 101.
[2] La cura psicoanalítica o cura-type Freudiana todavía mantiene una especie de hegemonía teórica en todas las esferas de la psicoterapia. Más precisamente, podemos decir que la psicoterapia define su identidad en función de este estándar de cura, sea en términos de tiempo, de condiciones materiales, de normas técnicas y de procedimientos. El ámbito terapéutico es amplio, desde la Clásica Cure-Type (que varía de una corriente o de una escuela a otra), en el sofá a un ritmo de varias veces por semana o en una intervención larga, en un bien estructurado Diván, en la Psicoterapia Analítica, cara a cara, o a través de todos los enfoques inspirados en el modelo clásico: Apoyo, Psicoanálisis, relajación, terapia de pareja y familiares, Psicoanálisis y Psicoterapia del adolescente y el niño, así como aquellas que también utilizan el juego y el dibujo, siguiendo el trabajo de Anna Freud, Melanie Klein e incluso la practica de Dolto en la radio.
Freud desarrolla en sus trabajos, una propuesta de La cura psicoanalítica o cura-type, en especial en sus textos: Cinco conferencias sobre psicoanálisis, Introducción al psicoanálisis, La metapsicología, Tres ensayos sobre teoría sexual, y Ensayos sobre psicoanálisis. Véase: Freud S. Cinq leçons sur la psychanalyse (1905), P.U.F, 1954., La Technique Psychanalytique, P.U.F, 1981 p.50. en español los textos se encuentran en la edición de Amorrortu.
Para una exposición sobre La cura psicoanalítica o cura-type Freudiana y su critica véase tambien : Laplanche J. et Pontalis J.B. Vocabulaire de la Psychanalyse P.U.F, 1973. Green A, Unité et diversité des pratiques du psychanalyste : Colloque de la Société Psychanalytique de Paris (14-15 janvier 2006), PUF, 2006. Guattary F, Psychanalyse et transversalité : essai d’analyse institutionnelle, La Découverte, 2003.
[3] Ferenczi/Rank (1924). Metas para el desarrollo del psicoanálisis. Ferenczi y Rank. EPEELE, 2005. Véase también: Ferenczi. Teoría y Técnica del Psicoanálisis. Sandor, Ferenczi. Editorial Lumen. 2001.
[4] Edward Bibring (1895-1959). Nacido en Austria, tuvo la distinción de formar parte del pequeño grupo de colaboradores que se reunieron en torno a Freud después de la Primera Guerra Mundial. Durante más de diez años dirigió la clínica externa de psicoanálisis del instituto de Viena y se implicó en la edición de publicaciones periódicas. En 1938 deja Viena con Freud para viajar en primer lugar a Londres antes de proseguir su itinerario hacia Boston tres años más tarde. Bibring, que fue Presidente de la Sociedad Psicoanalítico de Boston, produjo una obra variada. Le corresponde haber publicado una de los primeros estudios críticos de la obra de Melanie Klein sin caer en el sectarismo ciego.
[5] Heinz Hartmann (1894-1970) es uno de los que marcaron más al psicoanálisis moderno, tanto por sus elaboraciones teóricas como por el poder que pudo adquirir en la IPA. Expulsado de Europa por la subida del nazismo, Hartmann tuvo una influencia decisiva sobre el lugar que ocupó el psicoanálisis en los Estados Unidos. Con Ernst Kris y Rudolf Loewenstein, Hartmann trabajó en la elaboración de una verdadera psicología psicoanalítica que intentó tener en cuenta el conjunto del ser humano. Por esta razón, su teorización se centra en el yo y sus funciones, prestando una atención especial al desarrollo de la persona y a su adaptación. Uno de los conceptos más criticados es indudablemente el de un yo autónomo que se situaría fuera del conflicto psíquico, lo que, para varios constituye una clase de negación del psicoanálisis. Esta teoría, bautizada la Psicología del yo, dominó completamente el psicoanálisis americano hasta el punto que se a intentando a veces confundirlos. En realidad, Hartmann propuso una visión muy modificada de la teoría freudiana, limitando la importancia de la sexualidad y prestando mucha atención a la realidad y a los factores observables. Hay que observar que en la historia del psicoanálisis, los desviacionistas todos elaboraron teorías que tendían a poner la sexualidad al margen.
[6] La practica de la Psiquiatría en México se remonta al Porfiriato, para los años veinte es una disciplina no sólo aceptada sino poderosa. El primer Director de La Castañeda es uno de los primeros en enseñar a Freud en México. En 1910, cuando asume la dirección del hospital José Meza Gutiérrez pertenece a la tercera generación de psiquiatras mexicanos, véase : Calderón, G. (1996), La psiquiatría en México. Principios del siglo XX (1900-1950), Archivos. Neurociencias México 01 (1), 27-34, p. 33.
[7] Los primeros ejercicios en México en este sentido se dan con las tesis de licenciatura en Medicina que, con el título: «Psicoanálisis», presenta Manuel Guevara Oropeza en 1923 para obtener su grado de médico cirujano y obstetra y la de José Quevedo Jr. presentada en 1929 con el título: «Isaena. Un caso de tratamiento psicoanalítico». Véase: Guevara, M. (1923), Psicoanálisis, tesis que presenta para su examen general de Medicina, México, Biblioteca de la Antigua Escuela Nacional de Medicina. Y la tesis de Quevedo, J. (1929), Isaena. Un caso de tratamiento psicoanalítico, tesis que presenta para su examen general de Medicina, México, Biblioteca de la Antigua Escuela Nacional de Medicina.
[8] En México, la literatura erótica no es un subgénero más, como podría serlo en otros países; tiene una larga tradición que se remonta a las culturas prehispánicas. Una buena parte de la obra reciente incluye pasajes eróticos o piezas completas ubicables dentro del género con alguna influencia psicoanalítica. Éste es el caso de Salvador Elizondo, Juan García Ponce, Agustín Monsreal, José Agustín, Ignacio Trejo Fuentes y Eusebio Ruvalcaba, entre los mayores, y Enrique Serna, Eduardo Antonio Parra, Juan Antonio Rosado, Guillermo Fadanelli y Volpi entre los más jóvenes. El erotismo comienza a aparecer en la narrativa mexicana con la Generación del Medio Siglo, que de acuerdo con Jiménez Moreno incluiría a los escritores nacidos entre 1920 y 1935: Salvador Elizondo y Juan García Ponce, ya mencionados arriba, y, entre las escritoras, Rosario Castellanos, Elena Poniatowska, Inés Arredondo y Amparo Dávila, por mencionar sólo a quienes se ocuparon en algún momento del hecho erótico. Después del Medio Siglo, curiosamente, protagonizará la exploración del tema un grupo de narradoras con una característica en común: ser de ascendencia judía. Me refiero a Esther Seligson, Margo Glantz, Sara Sefchovich, Ethel Krauze, Rosa Nisán y Sara Levi Calderón. Respecto de esta última, hay que hacer notar que es la autora de la primera novela de amor lésbico que circuló en México con relativo éxito (antes de ella, Rosa María Roffiel había publicado Amora, sobre el mismo tema, pero no circuló mucho). Se trata de la novela Dos mujeres (México, Diana, 1990), una historia entre rosa y roja en donde dos damas burguesas deciden irse juntas a la cama y viven una interminable luna de miel por los pueblos de la provincia mexicana.
[9] Véase: Rodríguez Márquez S. “EL TIEMPO DE MAESTROS. Historia del Psicoanálisis en México y America Latina, siglo XX” Facultad de Psicología, UAQ 2010. Millán, A. (1965), El desarrollo de la Sociedad Psicoanalítica Mexicana y del Instituto Mexicano de Psicoanálisis, Revista de Psicoanálisis, Psiquiatría y Psicología, 1, 5-9, p. 5.
[10] ROCHA, G. (2001), Las instituciones psicoanalíticas en México (Un análisis sobre la formación de analistas y sus mecanismos de regulación), capítulo I, Acheronta, No. 14, http://www.acheronta.org/
[11] SACRISTÁN, C. (2002), Entre curar y contener: la psiquiatría mexicana ante el desamparo jurídico, 1870-1944. Frenia, 2(2), Madrid.
[12] loc. cit. Millán, A. 1965
[13] Inicialmente se impartió como una asignatura en la Escuela Nacional Preparatoria (1896) para después pasar a ser un programa de doctorado (1924), luego se incluyó el nivel de maestría (1930) y por último la Licenciatura en Psicología (1950). La Psicología fue reconocida como una profesión regulada por la Dirección General de Profesiones en 1973. La currícula de psicología ha tenido muchos cambios a lo largo del tiempo, siendo los más importantes los establecidos en 1960, 1967 y 1971. El currículum de 1960 se inició junto con la profesionalización de la carrera y no difería de la orientación clínica y especulativa que tenía los planes anteriores; en 1967 se implantó el plan de estudios de la Universidad Veracruzana, donde por primera vez en México se impartió la enseñanza de la psicología con una orientación netamente experimental, en el cual se enfatizaron aspectos metodológicos, con el propósito de hacer a la psicología una ciencia más formal, pero lamentablemente no contó con las condiciones necesarias para aplicarlo exitosamente, por lo que hubo la necesidad de cambiarlo debido a las protestas estudiantiles y fue en 1971 cuando se estableció el currículum que hasta el momento sigue vigente, aunque ya renovado. Véase : Rodriguez Marquez, S. Historia de la Psicologia en Mexico. Tesis de Maestria UAQ, 1991. Díaz Guerrero, R. Hacia una psicología social del tercer mundo. Cuadernos de Humanidades. (1976), No. 5. UNAM. Difusión Cultural. Díaz Guerrero, R. Momentos culminantes en la historia de la psicología en México. Enseñanza e Investigación en Psicología. (1980), Vol. VI, No. 2, 278-290.
[14] En 1955, Maurice Bouvet publica en la “Enciclopedia medicoquirúrgica” un trabajo nombrado “la cura-tipo” que tenía en cierta medida dogmática, las indicaciones, el marco y el desarrollo ideales de una cura psicoanalítica dirigida por las indicaciones técnicas decretadas por Freud en 1906. [14] « La cure-type », in : Bouvet Maurice (1968), Oeuvres psychanalytiques, Résistances, transfert, vol. II, Paris, Payot.
[15] « La cure-type », in : Bouvet Maurice (1968), Oeuvres psychanalytiques, Résistances, transfert, vol. II, Paris, Payot.
[16] Nacht Sacha, Lebovici Serge (1958), «Indications et contre-indications de la psychanalyse chez l’adulte», S. Nacht, Psychanalyse d’aujourd’hui, Paris, P.U.F.
[17] in : Lacan Jacques (1966), Écrits, Paris, Le Seuil, 924 p.
[18] Edward Glover (1888-1972) es un médico escocés y psicoanalista. Comenzó su formación analítica y enseñanza siguiendo el consejo de su hermano, James Glover, en Berlín en 1920, con Karl Abraham hasta la muerte de este en 1925. Fue primer Secretario del Comité de Formacion de la API; miembro de la Sociedad Psicoanalítica Británica (BPS), E. Glover se rebeló contra la institución. Criticó a Carl Gustav Jung («Freud ou Jung ?» PUF, 1954) y sobre todo Melanie Klein después de haber recibido algunos de sus trabajos en especial por ser el analista de su hija (quinta), Melitta Schmideberg. Esta última se había convertido en una feroz oponente de su madre. Participó activamente en «Grandes Controverses», rechazando las teorías del grupo kleiniano cuya mayoría estuvo sin embargo, dentro de la la Sociedad Psicoanalítica Británica BPS. La guerra estallo en 1942, en tres grupos de la BPS y es solo a partir de 1944 que se permitió la disminución de las tensiones para evitar una división. Vease : Glover, Edward. Technique de la Psychanalyse», Ed: Les Introuvables, 2001; «La naissance du moi», Ed: Privat, 1979, coll.: Rhadamanthe.
[19] Estas prácticas institucionales han generado una amplia producción y estudios, publicados en numerosos libros y dos revistas importantes: «Cuadernos de Psicoanálisis» (desde 1967), órgano de la Asociación Psicoanalítica Mexicana, de orientación freudiana, y la «Revista de Psicoanálisis, Psiquiatría y Psicología» (desde 1965), órgano de la Sociedad Psicoanalítica Mexicana y del Instituto Mexicano de Psicoanálisis, de orientación frommiana. También existen la revista «Aletheia» (desde 1980) ha sido un vocero importante del psicoanálisis.
[20] La clínica San Rafael fue inaugurada el 7 de noviembre de 1954. Desde sus comienzos fue un centro abierto permanente a los adelantos de la psiquiatría, desgraciadamente 57 años después, en el 2011 cierra sus puertas por resultar incosteable.

[21] 1982 Fundación de la Comunidad Terapéutica del Estado de Michoacán, (Fundada por egresados del Instituto Mexicano de Psicoterapia Psicoanalítica de la Adolescencia: Rafael Lonngi, Javier Gavito, Rogelio de León, Enrique Mora, Rosa María Pérez, Gloria Champion, Jesús Alveano y Armando Barriguete). Se disuelve en 1987. Véase su trabajo: Barriguete Castellón, Armando. Las adicciones son curables : un enfoque terapéutico actual. México. Diana. 2005. 175 p.