Los anormales

 Rebeca García de la Torre

La psiquiatría será, en esencia, la ciencia y la técnica de los anormales, de los individuos anormales y las conductas anormales.

(…) Imponer a un individuo una serie de medidas correctivas, de medidas de readaptación, de medidas de reinserción, los jueces asumirán un rol terapéutico y “el bajo oficio de castigar se convierte así en el hermoso oficio de curar”

Michel Foucault

Las prácticas educativas suponen un previo ensayo a lo que es el campo de trabajo para los futuros “psicólogos”, cualquier conferencia relacionada conlleva un conocimiento por aquellos que se encuentran trabajando e investigando. Escuchar psicólogos, terapeutas y alumnos, la palabra “ayuda” de inmediato se asocia con acompañar, aconsejar, mejorar e incluso tajantemente se nos dice que el sujeto se encuentra “perdido” y nuestro trabajo es encontrarlo. La formación del psicólogo lleva estas ideas arraigadas desde el primer semestre de la carrera, ¿y cómo no?, si por todos lados se observan carteles o folletos con estas ideas de “ayudar a sanar al sujeto”, llevarlo a una “normalidad”, materias que abundan con información al respecto.
 
¿Pero qué fue lo que nos llevó a creer en esto?, ¿desde cuándo se tienen estas ideas? Al buscar información sobre psicología en la web que es una herramienta al alcance de todos, lo primero que aparecen son una serie de páginas relacionadas con las palabras problema; control, conflictos, que suponemos son dañinos para el ser humano, ¿en realidad son dañinos?, porque al leer la información obtenida de esta herramienta o de anuncios, parece ser que esa idea es la que abunda, “curar” aquella tristeza, enojo, ansiedad, confusión. En sí es preocupante observarla en las calles, metro, revistas, televisión, radio, en los folletos que reparten; pero en maestros, directores de universidades, de instituciones, ya es alarmante; suponiendo que son profesionistas preparados que venden esta idea a los futuros psicólogos y si alguien se opone a ella es inmediatamente amonestado para un supuesto bien del alumno ya que aun no ha entendido de lo que trata la psicología.
 
Foucault en su libro de los anormales aborda cómo se fue estructurando esta idea de “normalidad-anormalidad”, cómo nació la psiquiatría moderna y por ende la psicología, pero a pesar de que esta información está impresa, parece ser que aun falta para poder ir desterrando esta idea de “ayudar”, ya que una sola palabra conlleva al control, disfrazado de una manera sutil para aquellos que suponen tener una “obligación moral” hacia los demás, que por cursar 4 años de carrera ya tienen un “saber” que los amerita para poder llevar a los sujetos por un camino del “bien” hacia el cual debemos dirigirnos todos para poder permanecer en una sociedad de “normales”, sin embargo esta sociedad está infestada de “anormales”, ¿y qué creían?, ¡si las pulsiones están ahí!, entonces la psiquiatría y la psicología están a la tarea de reprimir estas pulsiones o anhelos por medio de la prohibición. En el libro “El triunfo de la religión”, discurso a los católicos, se interroga ¿cómo fue que se obtuvo el conocimiento del pecado?, a lo cual San Pablo responde con una serie de cuestionamientos relacionados, “¿la ley es pecado?, ¿no lo es?, no obstante, sólo tuve conocimiento del pecado por la Ley”. (Lacan). Asimismo Oscar Masotta lo relaciona en el caso de “El hombre de las Ratas” con Tótem y Tabú de Freud, “entre la prohibición y el deseo existe una relación de complementariedad y producción recíproca. La prohibición no suprime al deseo, lo entroniza. El tabú es una prohibición muy antigua impuesta desde el exterior (por una autoridad; Psiquiatra o psicólogo) y dirigida contra los deseos más intensos del hombre. La tendencia a transgredirla persiste en el inconsciente”. Entonces en ese intento de construir un saber médico para dar explicaciones a aquellas “conductas” denominadas monstruosas fue naciendo la psiquiatría moderna, la cual en su base denota la palabra prohibición, ¿cómo es que el niño obtiene este conocimiento?, por medio de las relaciones y la más cercana es la familia, después las instituciones, iglesia y cualquier medio relacionado con el niño-adulto, el niño por su lado crece explorando todo aquello que le es nuevo, su cuerpo es lo más cercano a él, y por qué no explorarlo también, el adulto al percatarse de esto limita dentro de su ignorancia basada en una creencia que le han dado de niño vendiéndole la idea de la misma manera de que eso es prohibido, anormal, que esa conducta es por lo tanto enferma. Entonces todo aquello que lleve placer será enfermo y la tarea será reprimirlo.
 
Al ir a una práctica educativa se abordan niños-adolescentes con “problemáticas”, en mi poca experiencia como alumna, al iniciar esta práctica se abordó inmediatamente el historial del adolescente por parte de las asesoras con el nombre de discapacidad intelectual, en donde de inmediato la orden fue “ubicarlo en la realidad”, ya que su discurso está infestado de “fantasías e ideas” que no correspondían a un adolescente y sobre todo a un discapacitado como él, “no puede pensar”, “no sabe lo que dice”, “él está mal”, mi pregunta es ¿qué realidad es esta que mencionan?, ¿qué corresponde a un adolescente y que no?, ¿quién lo dice?, ¿en qué se respaldan?, ¿en verdad este es mi trabajo?, escuchar y seguir órdenes de los directivos, reeducar, llevarlo de la mano para enseñarle la diferencia entre “el bien y el mal”, ¿para quién?, sin escuchar antes al adolescente porque ellos ya lo evaluaron y saben que es lo mejor para él. ¡Pero ni siquiera yo sé de qué se trata esta famosa “realidad”!, ¿quiénes son ellos para decidir qué es lo que debe de pensar un adolescente, cómo debe de pensar, qué es correcto que piense y que no?, regresa la interrogante, ¿esto es la psicología?, ¿tratar de controlar los pensamientos, ideas, acciones del sujeto disfrazadas de la gran palabra “ayuda”?
 
En este caso son adolescentes con “discapacidad intelectual”, ¿pero qué pasa con los niños? Pues en ese intento de estructurar el “saber médico” Foucault, nos narra cómo nacieron estos trastornos, discapacidades y síndromes, todos a favor de controlar al niño que demuestre cualquier curiosidad o diferencia, insisto, cómo se pretende que esto no pase, si están en pleno descubrimiento, pues eso es precisamente lo que se debe de observar y propiciar, el nuevo conocimiento, y lo abordan desde su entorno familiar, escolar, actividades, cuentos.
 
Entonces se entiende que nuestra labor en estas famosas prácticas; previo ensayo de un campo laboral es controlar, facilitar una reeducación para la sociedad, tratar de evitar futuras conductas en la edad adulta que puedan llevar al sujeto a ser anormal, “ayudar” al sujeto a relacionarse de una manera estandarizada por manuales que nos enseñan como el CIE-10 y DSM IV, junto con el apoyo de pruebas psicométricas que nos trazarán el camino a seguir, la “problemática” a tratar mas allá de escuchar, porque estas “herramientas” ya lo han dicho todo, ¿qué más queda por hacer?. Abarcar la “conducta”, modificar la “conducta” desde muy temprana edad; la guardería. Esa es la demanda de la autoridad en turno hacia el psicólogo educativo.
 
La orden de la educación es dirigir estas “conductas”, manejar a los sujetos y si alguno de ellos interroga, de inmediato ponerle el nombre de síndrome o trastorno, porque la regla implícita para el psicólogo, es el orden, la misma manera de pensar para todos. Pareciera una historia de ficción pero es lo que se dice, profesores, directivos, gobernantes imponiendo cómo es que un sujeto ya sea niño o adulto debe comportarse, cómo debe de ser, qué debe decir, qué debe de hacer, qué es “normal y anormal”.
 
Aun somos estudiantes en formación académica, llegamos con este tipo de información velada de idea de “ayudar” a los demás, a quienes los necesitan, aquellos que con sus “conductas” no estandarizadas nos lo piden y al finalizar con un saber amplio de lo que necesita ese sujeto, porque ya estuvimos 4 años estudiando lo que es la psicología, ¿en verdad estudiamos psicología?, ¿o solo nos entrenaron para ser buenos aplicadores del control?
 
¿Se siente triste?, ¿llora constantemente?, ¿siente que la vida no vale la pena?, entonces usted sufre de depresión, llame ahora al psicólogo. . . porque usted no es normal, este le dirá qué hacer y cómo hacerlo, para que usted no padezca mas esta anormalidad, si es muy complicada de tratar su patología, tendrá entonces que remitírsele al psiquiatra, que este a su vez le facilitara medicamentos para que usted pueda reintegrarse a la sociedad y continuar con su vida de una manera eficaz y feliz, de igual modo al llevar al niño con el psicólogo se trabajara en su síndrome, para que pueda relacionarse con los demás niños, mejorar sus clases, ser un niño fácil de tratar por los padres, maestros, en el futuro será un adulto con etiqueta, pero de bien, en dado caso de que el adulto resultante del niño con síndrome padezca alguna patología, (que es lo más seguro porque ya en su infancia hay un antecedente), tendrá un historial clínico en donde se explicará a través de signos y síntomas su patología, para así poderla “corregir-normalizar”, claro está sin escuchar al sujeto, ya que el historial clínico nos guía. Este es el tipo de mensaje que nos llega desde los docentes encargados de materias como trastornos de la personalidad I y II, basado obviamente en el súper manual del DSM IV, trastornos del aprendizaje y más, la finalidad esta ya expuesta, como ya se abordo en el libro de “los anormales”, institución con el fin de controlar, materias planeadas para que los alumnos sigan un camino, pero ante todo que no cuestionen o analicen, prohibido permitirle al sujeto escucharse, dudar de lo establecido, por ello hay que llevarlo al que ejerce el control a través de un título; el psicólogo. El trabajo es entrenar para solo detectar los signos que nos puedan guiar hacia un diagnóstico donde también entra el juicio del “experto”.
 
Directores (as), maestros (as), abarcando su clase desde la perspectiva de ayudar al otro, lo solicite o no, qué vestir, qué hablar, qué comer, incluso cómo ser, enfermedades de “moda” como un catálogo para el sujeto con información a través del radio, televisión, revistas, para que él mismo se pueda etiquetar, a pesar de ser el objetivo del aparato de control nos han enseñado correctamente cómo debemos aplicar ese aparato de control hacia los demás. Así que cualquier diferencia, detalle que denote distinta forma de pensar, los “controladores” señalarán al que no camine con esta idea al que denominaran como “incorregible”, entonces ya no serán sólo los del medio educativo, sino la demás población, iglesia, incluso libros donde se enfatizará de una manera sutil cada aspecto a controlar, diciendo cómo se debe de vivir, cómo se debe hacer uso del cuerpo, cómo tomar las decisiones y con qué enfoque, a pesar de que se han hecho descubrimientos aun pesa más el nombre de las instituciones y la facilidad, la comodidad del pensamiento.
Aquellos que han caminado con la etiqueta de “anormales” han sido al mismo tiempo grandes figuras en el ámbito artístico, como por ejemplo Salvador Dalí, al buscar información de él de inmediato remiten las asociaciones a su “conducta”, su extravagancia; es conocido por sus impactantes y oníricas imágenes surrealistas, “«La única diferencia entre un loco y yo, es que el loco cree que está sano. Yo sé que estoy loco» Dalí. “No resulta nada fácil comprender la vida, el alma y el carácter de un genio como Salvador Dalí, su visión de la evolución del arte, su modo de ser y de pensar, sus reacciones, su vida íntima; entender, en definitiva, cómo llegó a convertirse en un personaje con características tan peculiares, tan diferente de la mayoría de los humanos”. (Llongueras, L)
 
“Peculiares”, podría ser que simplemente sigue sus sueños, deseos o anhelos. Dalí es uno de los muchos ejemplos de aquellos a los cuales se les catalogó y que viven más allá de su “patología”. “Lo que hay que investigar no es una conducta sino un anhelo” (Masotta, O)
 
Referencias:
  • FOUCAULT, M. (2006), Los anormales. Fondo de Cultura Económico. México.
  • LACAN, J. (2007), El triunfo de la Religión. Paidós. Buenos Aires, p. 31.
  • LLONGUERAS, L. (2004), Dalí. Ediciones B, S.A. p.7
  • MASOTTA, O. Y JINKIS, J. (2005). Los Casos de Sigmund Freud, El hombre de las Ratas. Ediciones Nueva Visión. Buenos Aires. pp.11-17