El sujeto perverso, instrumento de goce del otro

 Carmen Aura Rebellón Ruiz

Para el psicoanálisis la perversión ha sido un concepto controversial que ha puesto a discutir a diferentes autores. Freud, en su texto de tres ensayos de teoría sexual de 1905, la entiende como aquellas conductas sexuales diferentes al fin de la procreación que lleva a los seres humanos a obtener satisfacción. Para Lacan, la perversión es inherente a la sexualidad humana y de ella hace varias lecturas según va adquiriendo nuevos elementos conceptuales, una de ellas se encuentra a la altura del seminario IV, donde la ubica en relación al falo y con la identificación a este; el paradigma será el fetichismo en la medida en que el sujeto fetichista se identifica con el falo como objeto imaginario que completa el deseo materno, es decir ser el falito para la madre. Sin embargo, en el seminario V Lacan dirá que ser el falo como objeto imaginario del deseo materno será la primera fase por la que el sujeto debe de atravesar en lo que denominó los tres tiempos del Edipo; esta primera fase, “el de ser o no ser, to be or not to be el falo, se trata en el plano imaginario, de que el sujeto sea o no, el falo para la madre.” Lacan (1957-58) . Posteriormente en el seminario X: La angustia, en el que Lacan aludiendo a su nueva invención: el objeto a, le otorga otro estatuto a la causalidad del deseo y al falo aspectos fundamentales para comprender la perversión. El falo será el significante del deseo, no obstante la causa estará determinada por el objeto a que se encuentra detrás del deseo empujando para producirlo. A manera de ejemplo, Lacan propone al fetichista para explicar la dimensión del deseo que se abre con la presencia del objeto a. El cambio de estatuto en el fetiche al pasar de ser el falo en el seminario V a ser objeto causa del deseo en el seminario X: La Angustia se suma lo establecido con respecto a la perversión y sus cuatro modalidades: Sadismo, masoquismo, voyeurismo y exhibicionismo, las que ahora estarán determinadas por el lugar que ocupa el objeto a en cada una de ellas. En el seminario XVI, se encuentra otra lectura de la perversión a tal punto que Lacan la eleva al grado de estructura. Según Mazzuca, se puede llegar a esa conclusión a partir del momento en que Lacan: “presenta la posición del sujeto perverso como identificación con el objeto a para servir, de esa manera, como instrumento del goce del Otro” . El objetivo del presente texto tendrá como finalidad comprender qué significa que el sujeto perverso sea instrumento de goce del Otro. Para ello, se retomarán básicamente dos referentes de Lacan: El Seminario X: La Angustia y el XVI: De un Otro al otro. En cada uno de estos se tomará como eje central lo que formuló en relación a las modalidades de la perversión: masoquismo y sadismo, para ello será fundamental considerar como entiende el autor el concepto de objeto a en cada uno de sus dos momentos para así poder comprender el cambio de estatuto de la perversión tanto en el seminario X como en el XVI. El seminario X. A propósito del objeto a como causa del deseo y angustia. Lacan en este seminario dirá que “La angustia no es sin objeto” Lacan (1962-63), y aclara que siempre aparece por la emergencia del objeto a ahí en donde se supone no debería de aparecer nada. Este objeto a ¿de qué se trata? Se trata de aquello que se presenta como exterior pero al mismo tiempo es lo más íntimo para cada sujeto , es el resto que produce la operación de constitución del sujeto en el campo del Otro del significante, es lo que cae de ella y queda de la operación en la que el sujeto pasa a existir simbólicamente; es decir el objeto a es ese residuo . Si bien el objeto a genera angustia por aparecer en el lugar en el que se esperaba otra cosa, también es causa del deseo, al respecto dice Lacan que “el objeto está detrás del deseo” . El autor explica el objeto a como causa mediante el fetiche y dice: El fetichista, “¿Qué es lo que desea?…No es el zapatito, ni el seno, ni ninguna otra cosa en la que encarnen ustedes el fetiche. El fetiche causa el deseo… el fetiche es la condición en que sostiene su deseo” Si bien el fetiche para Lacan hasta el seminario V: Las formaciones del inconsciente tenía que ver con esa primera fase del Edipo en la que el niño se pone en el lugar de falo para la madre; en el seminario X: La Angustia, el fetiche más allá de tener que ver con el falo tiene que ver con el objeto a en la medida en que ahora es aquello que empuja al deseo. La angustia en relación al sadismo y el masoquismo Si el objeto a en el caso del fetiche opera como objeto del deseo y lo hace desde atrás empujando ($ ◊ a) en el caso del deseo sádico aparece adelante en donde no debería de aparecer nada a ◊ $ produciendo angustia. Lacan lo dice así: El “deseo sádico[…] sólo es articulable a partir de la esquicia, la disociación, que apunta a introducir en el sujeto, el otro, imponiéndole hasta cierto límite algo imposible de tolerar –el límite exacto en que aparece en el sujeto una división, una hiancia, entre su existencia de sujeto y lo que soporta, lo que puede sufrir en su cuerpo” . Es decir, el sádico lleva al Otro a un punto de límite en el que deviene inexorablemente la angustia, este límite no tiene que ver con el dolor como siempre se había pensado sino con la angustia. En el texto Kant con Sade de 1963, Lacan no dudó en homologar la operación del sádico a lo que Kant articuló como…“la condición del ejercicio de una razón pura práctica, de una voluntad moral […] donde (Kant) sitúa el único punto donde puede manifestarse una relación con un puro bien moral” . A está altura lo particular del agente del deseo sádico y a su vez la novedad que introduce Lacan, es que éste no sabe que es lo que busca, y es precisamente por ello que se presenta como objeto, “fetiche negro” al Otro. El agente del deseo sádico se considera instrumento de goce –y es aquí en donde viene el primer paradigma- en su posicionamiento de objeto a para el Otro en el fantasma, en la medida en que hace de la angustia de la víctima una condición exigida, en términos Kantianos lleva al cumplimiento de la ley moral. Lacan en su texto Kant con Sade de 1963, da cuenta de cómo ese imperativo moral: Obra de manera tal que la máxima de tus acciones pueda elevarse a un bien universal , se equipara a la voluntad de goce impuesta por Sade y precisamente en esa voluntad de goce, aparece para ambos –Kant y Sade- ese imperativo categórico que da cuenta de un goce dentro de la norma y de un para todos que en Sade rezaría conforme a lo descrito por Lacan, como los derechos del hombre, fundamentalmente, el derecho al goce, en que todo hombre puede gozar de cualquier parte del cuerpo de otro, sin prohibición alguna. En palabras de Lacan, sin el “pretexto para suspender el derecho de todos a gozar de él cada uno a su capricho” . Es precisamente por lo anterior que para el sádico el Otro existe, sin él no se puede llevar a cabo lo que se le impone como ley moral en su fantasma. De ahí que para Lacan “la angustia está menos escondida” . En el caso de la posición del masoquista es diferente. Para él esta encarnación de sí mismo como objeto es el fin declarado –ya sea que se haga perro bajo la mesa, o mercancía- lo que busca es su identificación con el objeto de intercambio. Sin embargo, le es imposible captarse como aquello que es, un objeto a. El masoquista al igual que el sádico alcanza su identificación de objeto, dicha identificación sólo aparece en una escena, en ésta el sádico no se ve, sólo ve el resto al igual que el masoquista. Si éste sólo se reconoce en esa escena, ¿qué significa la afirmación de Lacan “reconocerse como objeto de deseo, es siempre masoquista”? . Lacan, en el seminario X, clarifica que deseo y ley son la misma cosa, porque “su objeto les es común” , en la medida en que “la función de la ley traza el camino del deseo” , en tanto que se prohíbe se impone el deseo, en el caso de Edipo esto se evidencia; Lacan dice que “el deseo del padre es lo que hace a la ley” . En consonancia con lo anterior, el masoquista busca hacer manifiesto en la escena masoquista que el deseo del Otro es el que hace la ley. Es en la escena porque es ahí en donde aparece el masoquista en calidad de “deyecto” es decir, en calidad de objeto a, pero como objeto de desecho, por ello la frase que utiliza Lacan es “echado a los perros […] a falta de poder ponerlo en alguna parte” . El masoquista entonces le apunta al goce del Otro Fantasmático. Busca la angustia en el Otro como respuesta a esa “caída esencial del sujeto en su miseria final” , esa es la propia voluntad de goce en el masoquista, es el goce inmerso en la ley que se mencionaba anteriormente. A esa angustia que se produce en la escena Lacan la nombra “angustia de Dios” Si el agente sádico busca la angustia del Otro directamente, el masoquista apunta al goce del Otro, enmascarando que se dirige a la angustia del Otro tal como enmascara el agente sádico el goce del Otro. Para Lacan desde el seminario X, en la perversión se observa como “el deseo se presenta como lo que hace la ley” , el autor dice que como en una suerte de subversión de la ley, que más allá de eso demuestra ser el soporte de una ley. Lacan lo dice así:“Del perverso lo que aparece desde el exterior como satisfacción sin freno es defensa, y puesta en ejercicio de una ley en tanto que frena, suspende, detiene al sujeto en su camino al goce” . Y agrega que, esa voluntad de goce que se presenta en el perverso fracasa, encuentra su limite en el ejercicio mismo del deseo, es por ello que se decía anteriormente que tanto el sádico como el masoquista no ven algo en su acción, eso que desconocen, es saber al servicio de qué goce ejerce su actividad. Es por ello que Lacan dice que en el caso del masoquista lo que no ve, lo que se le escapa es que, más allá del goce del Otro lo que busca es su angustia y le excede porque es un creyente de su idea u objetivo.El seminario XVI, cambio de paradigma y nuevas conceptualizaciones En el seminario XVI Lacan habla nuevamente del objeto a y de la perversión avanzando en sus planteamientos teóricos. Ahora el objeto a no es sólo causa del deseo, es tanto pérdida como captura de goce debido a que hace parte de una “estructura topológica” ; ésta, se forma a partir de la constitución del sujeto en tanto que este último al constituirse en el campo del Otro como efecto del significante “…determina por sí mismo en el campo del Otro una estructura de borde”. En la producción del sujeto dicha estructura deja un hueco que es el objeto a con el que tanto sujeto como Otro se relación entre sí teniendo la ilusión o mejor, suponiendo fantasmáticamente que es el Otro el que esta completo y no esta barrado. Para el caso de la perversión, Lacan dirá que “el perverso se dedica a tapar el agujero en el Otro” si se quiere, se ocupa de que el Otro recupere goce. Es por ello que dice que el perverso es “partidario de que el Otro existe. Es un defensor de la fe…es decir… un singular auxiliar de dios” . Un creyente, del Otro y sobre todo del goce del Otro, un cruzado dirá Lacan. El perverso es partidario de que el Otro existe pensando a este Otro sin barra, en la medida en que él en calidad de objeto le restaura goce lo deja en ese lugar de Otro completo; es por eso que Lacan dice que el perverso es un singular auxiliar de dios, siempre lo restituye, no en vano los casos de perversión más escuchados a lo largo de la historia están relacionados con la educación y con la religión: ellos saben del goce. Si bien es cierto que el objeto a como vacío del significante del Otro es desierto de goce y es a su vez el único lugar en el que el goce se puede volver a alojar, cuando en ese lugar hueco aparece el objeto a deviene la angustia. Las modalidades de perversión marcarán la diferencia en relación a que tipo de objeto esta involucrado, para el caso del masoquista y el sádico no es la excepción. En el caso del masoquista como en el sádico el objeto involucrado es la voz. Lacan dirá que lo esencial del masoquista es que “haga de la voz del Otro, por sí solo, eso que va a garantizar respondiendo como un perro. Buscará un tipo de Otro que pueda ser cuestionado en este punto de la voz. Buscara esa voz que él quizás escuchó más de la cuenta en otra parte, del lado de su padre, completa y tapa aquí también el agujero” . El masoquista entonces no ubica cualquier Otro, sino aquel que pueda ser cuestionado en ese punto de la voz y que pueda ser esa voz que el masoquista requiere. Este sujeto no es más que la voz del Otro sin tener que quitarle nada ni obligarlo; él se inserta en el momento en el que el Otro se queda sin palabras y es ahí en donde le restituye al Otro goce. En términos coloquiales sin proponérselo lo lleva a ser su propia voz. Es por ello que Lacan menciona que de las perversiones –y aquí viene el cambio de paradigma- el masoquista es el verdadero perverso en tanto no es él el que goza –como en el primer paradigma el que gozaba era el sujeto sádico-, sino el Otro. Si esta modalidad es el paradigma final para Lacan es porque el autor encuentra que hay un goce en esta remisión al Otro de la función de la voz, en esa línea este Otro tiene menos valor, menos autoridad. “Ese robo de goce, puede ser, de todos los goces perversos imaginables, el único que se logre plenamente”. Esto también se facilita porque topológicamente hablando existe algo en la voz que convoca más que cualquier otro objeto al lugar del Otro pues en el hay un resorte fundamental de la articulación significante; es por la voz que el Otro se puede introducir. Esto no se puede dejar de comprender desde la función del súper-yo, pues depende de cómo esté instaurada en el lugar del Otro de una manera perversa o no. El sujeto sádico intenta ser la voz del Otro pero de manera inversa. Se busca completar al Otro quitándole la palabra e imponiéndole su voz, Lacan dice que esta operación en general falla y agrega: “El sádico no es más que el instrumento del suplemento dado al Otro, pero que en este caso el Otro no quiere. No quiere, pero obedece de todos modos” . Es decir, el sádico le quita la voz al Otro y le impone su voz. En otras palabras, se hace objeto del Otro para angustiarlo imponiéndole al Otro su fantasma, diferente al masoquista que no le impone ni le quita, pero es su voz la que le ordena al Otro. En esa línea la perversión en el sádico no es lograda, ahí el que goza es él y no el Otro. Conclusiones Lacan en el seminario X: La Angustia con su invención del objeto a lo presenta como aquello que causa el deseo, siempre y cuando esté por detrás empujando para producirlo, pero si por el contrario éste se presenta adelante en aquel lugar vacío en donde se espera que no aparezca nada y emerge el objeto a, deviene la angustia. Para explicar la condición de exigencia del sádico, Lacan en su texto Kant con Sade de 1963 –del mismo año del seminario X- explica el imperativo moral de Kant y lo homologa a la voluntad de goce de Sade. Mientras Kant dice: Obra de tal manera que la máxima de tus acciones pueda elevarse a un bien universal; Sade propone su voluntad de goce: Se puede gozar de todos sin prohibición. Para Lacan ambos autores, Kant con su “cumplimiento de ley moral” y Sade con su propuesta de los derechos del hombre: el derecho al goce; evidencia la manera de operar fantasmáticamente del sádico. Ahí, en esa ley que es exigencia de angustia en el Otro, el sádico es instrumento de goce del Otro obteniendo así una ganancia imaginaria en su fantasma, todo esto no lo lograría sino creyera en el Otro, por ello para el perverso el Otro existe. En este caso el masoquista no es el instrumento de goce del Otro porque aunque cree que hace gozar al Otro no lo consigue por la sencilla razón de que cree en ello y esa creencia es una ficción. Por el contrario, en el seminario XVI y en donde aparece su segundo paradigma de perversión, el sádico ya no será el instrumento de goce para el Otro. Todo esto se debe a que los planteamientos cambian gracias a que ahora el objeto a no es sólo causa del deseo, sino que es plus de goce es decir, recuperación de goce. Que sea recaptura de goce permite hacer modificaciones importantes en los conceptos. Primero que todo queda claro que topológicamente hablando en el proceso de aparición del sujeto tanto Otro como sujeto quedan relacionados a partir de ese hueco que deja dicha operación, ese vacío no es más que el objeto a que para el caso de la perversión en particular del masoquismo y el sadismo se trata del objeto voz. La voz, dice Lacan es el más influyente de los cinco objetos en la medida en que por ella el sujeto entra en relación con el Otro. En consecuencia, en este seminario la perversión deja su estatuto fantasmático y pasa a ser una estructura, pues da cuenta de la manera particular en que el sujeto se las arregla con el vacío estructural. En la perversión como estructura el sujeto perverso se dedica a tapar el agujero en el Otro, ocupándose de que este último recupere goce. Para Lacan finalmente el masoquista es el verdadero perverso junto al exhibicionista del que no se habló en esta oportunidad. El masoquista al ser la voz del Otro es un creyente del Otro y del goce del Otro, como dijo Lacan un defensor de dios. Finalmente se puede comprender la frase de Lacan y se puede decir que más allá de que existan dos paradigmas -que para este caso en particular se nombraron así como recurso pedagógico- son dos lecturas de la perversión que variaron según los elementos conceptuales con los que contaba el autor. Actualmente se podría afirmar que hay más perversos de los que uno piensa en la calle creyendo en el Otro y en su goce haciendo de su creencia una exigencia. Mientras estos no se presenten en el consultorio se podrá seguir validando particularmente esta última propuesta conceptual de Lacan. Bibliografía: Lacan, J (1957-58). Seminario V. Las formaciones del inconciente. Editorial Paidos. Buenos Aires. 2007 Lacan, J (1962-1963). Seminario X. La angustia. Editorial Paidos. Buenos Aires.2007. Lacan, J (1968-1969). Seminario XVI. De un Otro al otro. Editorial Paidos. Buenos Aires.2007. Lacan, J. (1963). «Kant con Sade». En Escritos 2. Siglo veintiuno editores. México. 2003 Mazzuca, R (2004). «erversión. De la psichopathía sexualis a la subjetividad perversa». En: La elaboración lacaniana. El establecimiento de la perversión como estructura clínica. Berggasse 19 Editores. 2004.