Entrevista realizada por Thomas Hennetier para la revista ÉLÉMENTS, junio-julio 2023, pp. 82-85, (traducción al español de Luis Tamayo para la publicación en la Revista Carta Psicoanalítica).

Después de una serie de obras dedicadas a realizar una genealogía muy original del liberalismo, el filósofo Dany-Robert Dufour continúa el análisis del delirio occidental y sus callejones sin salida. Con la fantasía del “cambio de sexo”, la fabricación del hombre nuevo encadenado enteramente al mercado, continúa su gran marcha hacia adelante. Todo ello es presentado en Le phénomène trans. Le regard d’un philosophe (El fenómeno trans. La mirada de un filósofo), título de su último libro publicado por la editorial Le Cherche Midi (2023).

ÉLÉMENTS: La sociedad neoliberal no deja de perseverar en el surco que había trazado su «querido» Mandeville: el «cambio de sexo» ¿es la última etapa del capitalismo permisivo: “Do it!”?

DANY-ROBERT DUFOUR: De hecho, es lo que podríamos denominar como el software del capitalismo, desarrollado por Mandeville a principios del siglo XVIII en Londres, el que sigue desarrollándose hasta sus últimas consecuencias. Mandeville fue un filósofo, el primer creador de las ciencias económicas (antes de Adam Smith) y sobre todo un médico del alma (un “psi”, como diríamos hoy en día). Su software es construido sobre un principio simple y completamente nuevo: la liberación de pasiones e impulsos. Su fórmula insignia da testimonio de ello: “los vicios privados hacen la virtud pública”. En otros términos, el robo, la prevaricación, el pago de sobornos para comprar favores, mercados, votos o decisiones, la lujuria, la prostitución, las drogas, la contaminación y el lujo extravagante de unos pocos… todo eso «contribuye al bien común» –ya que estas fechorías crean dinero que habrá que gastar, y todo ello fomentará al comercio. Y no es porque Mandeville haya sido en aquel entonces satanizado (se le condenó y tradujo su nombre como Man-Devil, «hombre-diablo») que su principio haya quedado obsoleto – por el contrario, se ha aplicado bajo la mesa. En cada momento de despliegue social, nuevos sectores son atrapados por ese principio. 

Eso es lo que sucedió después de la crisis de 1929. El capitalismo, víctima de una gran crisis de sobreproducción, debería haber tenido una muerte hermosa, como lo había anunciado Marx. Entonces, sin embargo, nuevamente se pusieron en práctica pasiones e impulsos, como lo demuestra la invención del personaje cultural del pin-up, creado precisamente ese año. Eso es muy significativo. Para impulsar la producción, era necesario impulsar el consumo. ¿Cómo? Erotizando en exceso cualquier objeto manufacturado para que los consumidores lo comprasen en masa; mediante el formateo y la explotación industrial de su energía libidinal. Usted habló de “capitalismo permisivo”, es mucho más que eso. Se trata de un capitalismo incitador, basado en un formato libidinal, que se fortaleció, a medida que se desarrolló el siglo XX, al poner ante cada consumidor un objeto manufacturado, un servicio comercial o una fantasía producida por las crecientes industrias culturales.  La promesa del Mercado es poder satisfacer todos los apetitos. Última etapa, lógica, ya que el sexo siempre le hace cosquillas al ser humano: “Y si por varias y variadas razones se te ocurrió querer lo imposible, cambiar de sexo, ahora podemos satisfacerte gracias a nuestras industrias y técnicas médico-quirúrgicas”. Hay una demanda creciente de reasignación sexual, y es la oferta actual del Mercado la que suscita esa demanda. Hoy, el viejo capitalismo patriarcal residual que gustaba de controlar las “buenas costumbres” se ha vuelto senil, ha sido reemplazado por un capitalismo libidinal conquistador. Usted me pregunta si la moda trans es su última etapa. Si se trata de “última” en el sentido de la “última en fecha”, seguramente que sí. Pero si se trata de la «última» en el sentido de «final», no lo creo. Aún quedan muchos mercados por crear. Por ejemplo, el del transhumanismo, ese ámbito en el que los transexuales son obviamente la punta de lanza.

ÉLÉMENTS: Usted, que nunca ha dejado de cultivar un enfoque multidisciplinar, subtitula su libro La mirada de un filósofo. ¿Cuál es el papel de este último en el análisis del fenómeno trans, comparado con el del antropólogo, el psicólogo o el sociólogo?

DANY-ROBERT DUFOUR: Efectivamente, está Usted bien informado. Como el hombre no vive, contrariamente a lo que se suele escuchar, sólo en la economía de mercado, he pasado buena parte de mi vida intelectual tratando de comprender cómo podrían articularse las grandes economías humanas. De ellas he descrito cinco tipos: además de la economía de mercado, la economía política, la economía simbólica, la economía psíquica y la economía discursiva. Creo haber demostrado que los cambios en una de estas economías pueden conducir, por transducción, a efectos en las otras y, en última instancia, a modificar el conjunto que contiene todas estas economías, el sistema teológico-político de una época, hasta el punto de que un nuevo sujeto podría aparecer. Así es como, a partir de los cambios introducidos por Mandeville en la economía psíquica y propagados en las otras economías, incluida la economía mercantil, pensé que podría mostrar que eso había conducido, finalmente, a la sustitución del antiguo amo –Dios— por un nuevo amo, el Mercado, así como a una obsolescencia tanto del sujeto crítico, tan querido por Kant, como del sujeto neurótico sacado a la luz por Freud (aquel marcado por la culpa). Este sujeto moderno es hoy reemplazado por un sujeto posmoderno, flexible, que sigue los flujos de las mercancías y navega en una región psíquica que puede ser representada por un triángulo cuyas tres puntas estarían constituidas por la perversión, la adicción y la depresión, es decir, de formaciones prepsicóticas. 

Filosofar, para mí, es siempre tratar de articular estas dimensiones. Esto es también lo que traté de hacer en este libro. Allí planteé, a propósito del fenómeno trans, consideraciones antropológicas (hay dos sexos), consideraciones sociológicas (qué tipo de vínculo social se está presentando en el wokismo, del cual la corriente trans constituye la punta de lanza), consideraciones psicológicas (sobre la adolescencia, sobre los goces masculino y femenino), a lo que hay que añadir las consideraciones lingüísticas (aparición de una neolengua trans) y las jurídicas (reelaboración del derecho civil). Tratar de articular con rigor estas diferentes dimensiones para ver lo que producen es mi manera de filosofar.

ÉLÉMENTS: Su libro parte de la necesidad de distinguir entre sexo y género, y de no rechazar ninguno de estos conceptos. ¿Es esta distinción consustancial a la distinción entre naturaleza y cultura?

DANY-ROBERT DUFOUR: Sí, por supuesto. A condición de que estos dos mundos no se consideren como entidades cerradas. De hecho, como la naturaleza del hombre está inacabada (debido a la neotenia humana; he escrito mucho al respecto), el hombre se ve obligado a construir una «segunda naturaleza» (ver el trabajo de Arnold Gehlen) para intentar mejorarse. Aquí se pueden cometer dos errores: reducir la cultura a la naturaleza y negar el género en beneficio del sexo (lo que hace el discurso patriarcal), o reducir la naturaleza a la cultura y negar el sexo en beneficio del género (lo que hacen los posmodernos). En definitiva, si no sabemos articular estas dos dimensiones diferentes, empezamos a mezclarlo todo. Por ejemplo, a creer (como hace Butler) que nuestro discurso puede cambiar nuestra bios. Por lo tanto, es necesario reafirmar las evidencias alguna vez compartidas: somos en tanto seres vivos de un sexo o del otro, pero, en tanto hablantes, podemos inventar (fabular) nuestro género. 

ÉLÉMENTS: El Amo, dice, se ha vuelto invisible, pero todavía está allí. ¿Podemos decir, por tanto, como usted afirma, que la sociedad es siempre vertical?

DANY-ROBERT DUFOUR: Es cierto que hay una cierta horizontalización en estas multitudes de consumidores, sin embargo, la sociedad sigue siendo vertical. Pero la verticalidad tiene dos significados. El viejo Amo (Dios) nos sostenía desde arriba, mientras que el nuevo (el Mercado) nos sostiene ahora desde abajo. Nos sostiene por aquello que los griegos llamaban el “alma de abajo”, epithymetikón, la sede de las pasiones, hoy explotadas directamente por el Mercado.

ÉLÉMENTS: Usted denuncia la aplastante responsabilidad de los «psico-coach-analistas», que actúan como auxiliares del Mercado y provocan primero la decepción y luego el sufrimiento de sus clientes/pacientes, haciéndoles creer que todo está permitido…

DANY-ROBERT DUFOUR: Sí, me horroriza que algunos psicoanalistas (digamos quizás un pequeño tercio) presenten el cambio de sexo como una posibilidad efectiva. Confunden el género (que sí puedes cambiar) con el sexo (que no puedes cambiar). La prueba: un transexual, de hombre a mujer, tras una operación médica de transición al sexo femenino, quedará con el gen SRY en el fondo de cada una de sus células, el cual determina de una vez por todas su sexo masculino con todas sus implicaciones, en particular que nunca podrá tener período menstrual ni tampoco podrá tener un hijo como una mujer. En cuanto a la mujer transexual reasignada como hombre, ella (o él) no tendrá el gen SRY y nunca experimentará la erección espontánea que caracteriza la vida y la sexualidad de un hombre: se verá reducida a operar una prótesis de pene con una bomba oculta en uno de los testículos reconstruidos. Tanto uno como otro se encontrarán dotados de neo-órganos no funcionales, tanto desde el punto de vista de la reproducción como desde el punto de vista de la sexualidad. Me pregunto cómo alguien que se hace llamar psicoanalista puede acompañar tranquilamente a los pacientes hacia esta perspectiva falsa, trágica e irreversible. Es o será fuente de indescriptibles sufrimientos ya que se basa en una superchería que no dejará de resurgir en una tragedia consistente en hacer pasar la apariencia por ser. Lo llamo «psico-coach», porque sostiene la fantasía de su paciente, la fantasía –con «ph», del griego “phainein” que significa «aparecer», y genera también la palabra «fantasía». 

Es aún peor con niños diagnosticados muy jóvenes (alrededor de 6-8 años) como “disfóricos de género”. Los psi transactivistas pueden embarcarlos en el túnel de la transición social (cambio de nombre de pila), después en la transición médica (mediante la administración, desde los 10-12 años, de inhibidores de la pubertad que frenan la expresión de los órganos sexuales y luego los revierten mediante hormonas, todo ello con importantes efectos secundarios) y, finalmente, hacia la transición quirúrgica (con una decena de operaciones muy fuertes, mutilaciones, tanto a los que van de Masculino a lo Femenino como de Femenino a Masculino). Y esto ocurre mientras un estudio realizado en Canadá, obtenido con la mayor muestra existente de chicos derivados a una clínica por “disforia de género”, mostró que la gran mayoría de los jóvenes adolescentes que se sienten incómodos con su identidad sexual (lo cual es propio de la adolescencia) no persisten en su demanda de transformación después de la pubertad (el 87%)!

ÉLÉMENTS: El oprimido se ha convertido en el opresor, la agenda de “vigilar y castigar” ahora se aplica al viejo macho blanco heterosexual. ¿Teme una nueva oscilación del péndulo cuando se deseche la religión woke?

DANY-ROBERT DUFOUR: En última instancia, veo este programa woke como una operación para acabar con el Padre. El woke se caracteriza precisamente por la instalación, en último término cómoda, de la condición de víctima permanente del afectado respecto al «viejo hombre blanco occidental» (clara figuración del Padre) y en una exigencia de reparación sin fin por la satisfacción de todas sus pretensiones (cambiar el lenguaje común, rehacer la ley, vigilar y castigar la cultura y reescribir el pasado para volverlo «virtuoso»). Hay pues una conjunción, en el woke, de victimización (del Padre) y omnipotencia (del hijo). Pero dado que cada grupo tiene su propia idea de lo que es virtuoso y lo que no lo es, la interseccionalidad prometida, por supuesto, sólo puede convertirse en una guerra de unos contra otros. Ya sentimos los inicios de esto con la “cultura del choque” (Clash), que cobra cada vez más importancia en detrimento de la discusión razonada. Si esto sigue así, como es previsible, corremos el riesgo de encontrarnos en la situación descrita por Hobbes y, por tanto, expuestos a la solución que propone: con un nuevo Leviatán en turno esperándonos y pretendiendo velar por la seguridad de las personas a cambio de su sumisión…

ÉLÉMENTS: Un debate respecto a la mención de sexo o del género en los documentos de identidad, del reembolso por parte de la Seguridad Social de los medicamentos y operaciones de transición, respecto a la categoría en la que las personas trans deben competir en los eventos deportivos… ¿Cómo debe reaccionar la comunidad ante estas exigencias?

DANY-ROBERT DUFOUR: Fundamentalmente, no quedándonos esperando a que eso pase. Porque entonces sólo podrá agravarse. Debemos involucrarnos en esos asuntos de nuestra civilización para intentar recuperar los criterios de juicio basados ​​en una realidad compartida por la mayoría y corroborada por la ciencia. El juicio, de la misma manera que el derecho (ver, al respecto, la obra de Pierre Legendre), reposa en axiomas que no tienen que ser demostrados, pero que reflejan la opinión más amplia. ¿Por qué tendríamos que acatar la opinión de unos iluminados que dicen que los hombres pueden ser mujeres y tener una vulva y ya no pene? 

Esto lo describió perfectamente Orwell en su 1984: contra el Partido (es decir, contra lo que hoy sería el Partido Wokista), “la libertad es la libertad de decir que dos y dos son cuatro. Cuando eso se concede, lo demás se sigue de suyo”. Yo agregaría: los hombres son hombres y las mujeres son mujeres. Incluso los homosexuales estarán de acuerdo con esta proposición ya que saben que se necesitan dos sexos para que puedan elegir una pareja de su mismo sexo.

ÉLÉMENTS: Su libro está cubierto de rasgos humorísticos en un tema que ya no lo admite. ¿Puede el humor ser en definitiva un arma más eficaz que los argumentos más racionales para denunciar lo ridículo y absurdo de los fenómenos que describe?

DANY-ROBERT DUFOUR: Es precisamente porque este tema ya no admite el más mínimo toque de humor, que lo he hecho. Debe haber funcionado ya que algunos lectores me dijeron que se habían destornillado de risa mientras leían algunas partes de mi libro. Yo estaba encantado, porque no reírse de digamos… la veneración de la mujer barbuda o del hombre embarazado implica tomarse en serio esas tonterías. Tanto como me gusta la seriedad en la argumentación cuando hay algo que vale la pena discutir, así debemos practicar el humor a la hora de sacar a relucir la estupidez abismal de ciertas propuestas. La ironía también está en el fundamento de la práctica filosófica. Especifico aquí que mi ironía es estrictamente filosófica, es una técnica retórica para circunscribir la estupidez pretenciosa y para advertir a aquellos que corren el riesgo de ceder ante ella. Ella no es una forma de burlarse de aquellos que se han dejado cegar y se encuentran en un callejón sin salida total. Esas personas ya tienen bastante con sus propios tormentos, como lo demuestra la elevada tasa de suicidios que sufren: unas cinco veces superior a los de la de la población general. 

Es por tal razón que cruzo espadas contra Paul B. Preciado, tan celebrado por las redacciones de Liberation y Mediapart, quienes generosamente le abren sus columnas como el gran filósofo trans. Seguramente porque afirma la omnipotencia del individuo sobre la elección de su sexo. Es por ello que me concentré en el relato de Beatriz Preciado sobre su conversión en hombre en lo que denominé su «Epístola a las personas trans», esa que tituló Yo soy el monstruo que os habla. Informe para una academia de psicoanalistas (Grasset, París, 2020). Digo «epístola» porque Beatriz, una mujer, relata su conversión, ya no espiritual, sino física, en hombre, después de haberse inyectado «250 miligramos de testosterona cada 21 días» y que luego opta por llamarse «Paul». Todo ello recuerda, por supuesto, la conversión, el “camino de Damasco”, de Saulo quien se convirtió en Pablo, el decimotercer apóstol, fundador de la Iglesia. Sólo que aquí, el Dios que preside esta conversión ya no es el antiguo, sino el nuevo, el “Mercado divino”, permitiendo, gracias a los productos y servicios que pone al alcance de todos, supuestos milagros. Veo esto como una performance, que pretende ser espectacular, y donde al final aparece Paul B. Preciado afirmando ser un hombre trans “no op” (no operado). ¿Pero no olvidó “él” algo en su camino a Damasco, un «detalle»? Este Paul no tiene «popaul» (salchicha), y eso lo cambia todo. Porque lo mínimo, para acceder a los secretos de la masculinidad y sus sexualidades (tanto hetero como homo), implica poseer un órgano sexual masculino funcional, el pene, ese divertido y caprichoso objeto, capaz de incontrolables erecciones (y flacideces) y que, como bien recuerda Brassens, «no se puede dominar». Ahora bien, si el “hombre” aparece desprovisto de ese objeto caprichoso, es porque ese “hombre” no es un hombre. Así, la epístola referida se convierte en una payasada de alguien que “se toma por” sin tener los medios. Su actuación vira entonces hacia, tú decides, sea a la farsa, el patetismo, la usurpación, la impostura…

ÉLÉMENTS: Usted escribe varias veces que este libro «agravará su caso». ¿Cómo están sus relaciones con el mundo intelectual y universitario?

DANY-ROBERT DUFOUR: Básicamente, la gente de izquierda me toma por un neorreaccionario y la gente de derecha por un peligroso revolucionario. Y mucho más con este libro. Eso es desafortunado, pero es lo que pasa cuando se trata de pensar fuera de la caja. No soy el único que lo hace. Nos conocemos y conversamos.

ÉLÉMENTS: Hace cuatro años, nos dijo que nos dirigíamos hacia el caos. ¿Cuál es la próxima etapa?

DANY-ROBERT DUFOUR: Paciencia… Creo que en cuatro años hemos avanzado mucho. En Europa estamos con veranos que alcanzan los 50 grados centígrados. Ya no hay agua en los acuíferos. Los bosques se están quemando cada vez más. Las múltiples contaminaciones aumentan y se acumulan. El nivel del mar está subiendo. Los fenómenos climáticos extremos se multiplican. La guerra está ante la puerta. El lazo social es pervertido por redes sociales que crean gran cantidad de guetos identitarios. Progresan la perversión, la adicción y la depresión. Y ya hemos entrado en el gran reemplazo –no el que pensamos con este término—, sino otro, en mi opinión mucho más alarmante, el de la sustitución de la inteligencia humana por la inteligencia artificial. Sí, como decía Lacan: el capitalismo funciona como engranaje, lo consume todo; a lo que yo añado: ¡y nosotros con él! ¿El siguiente paso, me preguntas? Lo que viene, probablemente es una división de la humanidad. Entre los “aumentados” y aquellos que, ipso facto, se encontrarán “disminuidos”.

Dany-Robert Dufour, Le phénomène trans. Le regard d’un philosophe, Le Cherche Midi, 2023, 192 pp.,19.90 euros.