Lilia Arranz Lara

EL RECUERDO TRAUMÁTICO DE MAYA ANGELOU

Ensayo sobre la memoria en el abuso sexual infantil

Lilia Arranz Lara

La escritura, donde estoy libre de dolor, donde nadie me dice qué hacer. 

Maya Angelou                                                

Este trabajo es un ensayo de corte psicoanalítico sobre los recuerdos asociados al abuso sexual infantil que se relatan en el libro de Maya Angelou: Yo sé por qué canta el pájaro enjaulado. Se analiza el texto desde diferentes categorías freudianas como son la sexualidad infantil, los recuerdos encubridores, el traumatismo infantil y sus manifestaciones.

Palabras clave: memoria, recuerdo encubridor, sexualidad infantil, traumatismo infantil.

This work is a psychoanalytical essay about the memories associated with a child sexual abuse that are narrated in the Maya Angelou book: I know why the caged bird sings.  This text was analyzed from different Freudian categories such as childhood sexuality, concealing memories, childhood trauma and its manifestations.

Key words: memory, concealing memories, childhood sexuality, childhood trauma.

El presente ensayo es una aproximación, desde la mirada psicoanalítica, al libro de Maya Angelou Yo sé por qué canta el pájaro enjaulado (2018); donde se pretende realizar una pequeña inmersión al océano de la cultura y la contracultura de la negritud norteamericana del siglo XX, bajo la óptica del traumatismo psíquico. Hablar de Maya Angelou es hablar de negritud. Es la expresión de una esclavitud histórica, explotación racial y rechazo a un color de piel y rasgos fisonómicos que estigmatiza a los afroamericanos, social, económica y culturalmente hasta nuestros días. 

La vida de Maya Angelou parece un rompecabezas constituido por un inmenso poliedro de ocupaciones y vocaciones: Marguerite Annie Johnson (San Louis Missouri 1928-Carolina del Norte 2014) fue madre adolescente, mesera, prostituta, proxeneta, bailarina en clubs nocturnos, cantante profesional, actriz de teatro, cine y de televisión, conferencista, miembro activo del Movimiento por los derechos civiles en Estados Unidos, productora de revista de comedia con la que recaudaba fondos para la causa de Martin Luther King, periodista y editora, locutora, administradora universitaria, escritora de siete  novelas autobiográficas  y varios libros de ensayos infantiles y de cocina, poeta, guionista de cine, directora cinematográfica, directora teatral, compositora musical, letrista y catedrática de Ética y Filosofía en Wake Forest University en Carolina del Norte (Poetry Foundation, 2021).

  Incursionó en las grandes influencias musicales afroamericanas del siglo XX como su colega activista Nina Simone: godspell, jazz, blues, rhythm & blues, soul, motown sound, beat, funk y al final de su vida hizo producciones para rap y hip hop. Estas expresiones musicales fueron para ella las manifestaciones de la tristeza infinita sin tiempo, espacio ni sujeto. Tristeza como metáfora de la indefensión absoluta, el dolor de ser arrojada a un mundo hostil para la piel oscura. 

Pero si tienes el color de la piel equivocada,

Creces viendo encima de los hombros 

En la tierra de los libres

No hay libertad en esta tierra de los libres

Tierra de los libres. M Jackson, B Flowers

Maya Angelou comparte con la narrativa de su tiempo el sentirse presa del desamparo social y racial:

          Yo soy un Negro:

Negro como la noche es negra

Negro como lo profundo de mi África

He sido esclavo

Negro. L Hughes

Todas estas estigmatizaciones que Maya padece desde niña buscan la esperanza de que su comunidad busque un mejor futuro, lo que motiva históricamente la lucha de los afroamericanos a sobrevivir años de opresión.

En busca de compromiso social y afinidad racial, Maya Angelou se insertó en la ideología de orgullo negro de los años 60, el black pride, como luchadora social y ayudante de Martin Luther King. Más adelante, Marguerite Annie Johnson cambia de nombre por el de Maya Angelou y busca una vez más su identidad, ahora como poeta y escritora. Ella pertenece al círculo de escritores afroamericanos de mediados del siglo XX: Richard Wright, Langston Hughes, James Baldwin, Toni Cade Bambara y Toni Morrison, entre otros. 

Mi abuela nació durante la esclavitud.  Mi padre fue la primera generación de hombres libres. Él, junto con miles de otros Negros, llego al Norte después de 1919 y yo soy parte de esa generación que nunca ha visto aquello que los Negros algunas veces llaman el Viejo País.

Notas de un Hijo Nativo. J Baldwin

Sin embargo, su gran influencia en la escritura fue el poeta afroamericano del siglo XIX, Paul Laurence Dunbar, para quien el pájaro enjaulado es un símbolo de la esclavitud negra y de quien toma Angelou el título del su libro y de su poema.

    Sé por qué canta el pájaro enjaulado

    Cuando su ala está lastimada

    Y su pecho herido

    Cuando golpea la jaula

    Y puede ser libre

     Simpatía.  P L Dunbar    

Ya en su madurez, fue convencida por el escritor J Baldwin de que narrar la difícil

historia de su infancia y adolescencia le permitiría la identificación con otras

mujeres negras que han sufrido opresión y exclusión, y así, encontrar un nuevo sentido a su lucha por la liberación negra (Poetry Foundation, 2021).

         El libro de Maya Angelou, escrito en 1969, se considera como una “expresividad del ghetto y cómo sobrevivir a él. Su objetivo en lo formal fue el de usar la narrativa como un vehículo para detallar la historia social opresiva de la mujer negra”. (Lespinasse, 2014, p. 70)

Trayendo los regalos que mis ancestros dieron,

Yo soy el sueño y la esperanza del esclavo,

Me levanto, me levanto, me levanto.

Aún me levanto. M Angelou

 

 Análisis del texto

Este es un ensayo de corte psicoanalítico sobre el texto de Maya Angelou Yo sé por qué canta el pájaro enjaulado (2018), el cual no es una descripción sobre la verdad de los hechos que le acontecieron, sino la forma en que ella los recuerda y de su realidad psíquica infantil, sobre todo enfocándonos en su recuerdo traumático infantil de índole sexual. 

Maya Angelou describe la vida en los años treinta, en su pueblo de Stamps Arkansas, en los EE. UU. Allí vivía con su hermano mayor Bailey dentro de una comunidad predominantemente afroamericana, en casa de su abuela paterna, dueña de una tienda de abarrotes. La narración traumática comienza cuando su padre, a quien describe como un hombre alto y apuesto, aparece en su vivienda para llevarlos a vivir de regreso con su madre, de la que estaban separados desde que ella tenía tres años: “Yo creía que nuestros padres habían muerto. Nos habían mandado a casa de la abuela en un tren. Cuando regresaron por nosotros cobraba conciencia cruda de la verdad. Pensaba que estaban enfadados por algo que hubiésemos hecho, y estaban perdonándonos porque regresaron por nosotros” (2018, p. 71).

Ella y su hermano Bailey llegan entonces con ocho y nueve años, a Saint Louis Missouri,  a la casa de su madre que vivía con otro hombre que no era du padre. “Un día, cuando se ausentó mi madre, el Señor Freeman, su pareja, me abrazó con tanta ternura que desee permanecer con él eternamente” (2018, p. 95). “Mira esto no te va a doler mucho… Subió el volumen al radio y dijo ‘Si gritas te mato y, si lo cuentas, mataré a tu hermano’” después vino el dolor “Al día siguiente, al levantar las sábanas manchadas, Bailey sacó las bragas que yo había metido bajo el colchón. En el hospital Bailey me dijo que debía decir quién me había hecho eso” (2018 p. 106). “Lo que ese hombre me había hecho y yo había tolerado debía de ser muy malo, pues Dios permitía que sintiese tanto dolor” (2018, p. 105).  

       Cuando pregunta el juez si hubo antes algún acercamiento por parte del Señor Freeman, miente y niega los hechos; en consecuencia, lo liberan. La culpa por callar la verdad la atormenta. La posterior muerte de este sujeto, por parte de los familiares de su madre, queda plasmada en el relato del policía que les avisa en su casa: “Parece que fueron a tirarlo allí. Lo mataron a patadas” (2018, p. 110). Se culpabiliza por esa muerte y por haber mentido. Entonces aparecen los síntomas de mutismo, anhedonia, y anorexia: “Me había vendido al demonio y no podía tener escapatoria. Tenía que dejar de hablar” (2018, p 111).

Señala con una mirada retrospectiva: “Mi mundo de niña quedó hecho pedazos que no volverían a recomponerse” (2018, p. 73). A partir de ese acontecimiento, Maya narra la historia de su regreso a casa de su abuela paterna para que mejorase: “Al entrar a Stamps nada más podía ocurrir, porque en Stamps nada ocurría” (2018, p. 113).

También hace una descripción del primer rechazo que vivió por ser de raza negra: “La abuela le dijo al único dentista del pueblo: “Esta es mi nieta y tiene dos muelas podridas”. A lo que el dentista responde: “Ya sabes que no atiendo a negros. Mi norma es la de que prefiero meter la mano en la boca de un perro que en la de un negro” (2018, p. 230).

El texto relata, a continuación, el retorno a la vida del lenguaje a través de su pasión por la lectura, su falta de fe y la conciencia de la exclusión social por pertenecer a la raza negra: “Éramos criadas, granjeros, mozos y lavanderas, cualquier aspiración superior era ridícula…Era horrible ser negra. Era cruel ser joven y ya adiestrada para permanecer sentada y escuchar en silencio las acusaciones contra mi color sin tener oportunidad de defenderme” (2018, p. 220). Sentimientos de aislamiento social y soledad que profundizan sus heridas.

Posteriormente describe sus vicisitudes en la adolescencia: relata los excesos de su padre alcohólico durante el verano que pasa con él. Regresa a vivir con su madre, con quien se traslada a California, donde trabaja manejando tranvías como la primera mujer negra en ese empleo. A los 16 años queda embarazada durante su primera relación sexual.  La narración finaliza con el susurro de su madre: “Mira, no tienes que pensar en hacer las cosas como Dios manda. Apago la luz, acaricié suavemente el cuerpo de mi hijo y volví a dormirme” (2018, p. 348).

El recuerdo traumático 

Podemos decir que la forma narrativa de Maya Angelou es sumamente honesta, ya que, al establecer su relato como ficción autobiográfica o reconstrucción novelada, y no como autobiografía, explica lo que Sigmund Freud define como recuerdo con efecto retardado: “Recuerdos llenos de huecos y transformaciones defensivas sin mucha relación con lo acontecido más que por los nexos que quieren hacer los procesos anímicos inconscientes” (1895b, p. 403). La verosimilitud de esa historia queda en manos del lector. Ella sólo muestra las huellas del horror vivido y la forma en que lo tramita. 

De acuerdo con la definición de Freud de trauma: “La expresión “traumática” no tiene otro sentido que el económico: “Lo aplicamos a una vivencia que en un breve lapso provoca en la vida anímica un exceso tal en la intensidad de estímulo que su tramitación o finiquitación, (aufarbeitung) por las vías habituales y normales fracasa, de donde por fuerza resultan trastornos duraderos para la economía energética” (1917 b, p. 251).

       Consideramos que la narración de Angelou de lo acontecido en su infancia queda muy bien descrita por F Davoine: “Lo que busca nombrar allí no es una reacción mecánica, puramente fisiológica, post accidente, sino la respuesta a una desgracia trágica, a lo insensato que se volvió el mundo, a una amenaza existencial que cosifica al sujeto. Todo sucede como si cada víctima psíquica encarnara la deshiciencia del tejido social” y continúa “A falta de otro a quien hablar, el trauma reduce al individuo a una interioridad invadida por la angustia de aniquilación, el espanto. Convertido en una cosa entre las cosas, está condenado a la soledad, a una ruptura con todos los lazos comunitarios y sociales” (Davoine y Caudilliere, 2011, p. 137). 

Es esta angustia la que menciona J. Stratchey en la “Introducción” al texto freudiano de Inhibición, síntoma y angustia: “El factor determinante de la angustia automática es una situación traumática y ésta es una vivencia de desvalimiento del Yo frente a una acumulación de excitación” (Freud, 1921, p. 77).  El recuerdo traumático descrito por ella toma la forma de ocultamiento/desocultamiento. En el momento de novelizar sus recuerdos, los vuelve encubridores del deseo infantil. Podemos pensar que el recuerdo que retorna sería un tipo de archivo derridiano en el entendido de que “la lógica del après coup perturba la distinción entre pasado y porvenir”. (Derrida, 1997, p. 45)

Cuando la oscuridad llega para reclamarme como suya,

 Mi esperanza se desvanece, 

Y soy arrojada a los lazos familiares del desconsuelo. 

Una jornada plagada. M Angelou

El recuerdo encubridor

Dentro de los recuerdos infantiles que describe Angelou, encontramos esta evocación muy sugerente, que acontece al llegar a la casa de su madre: “En Saint Louis conocí por primera vez el jamón cortado en lonchas finas en una tienda alemana cargada de olores extraños. Me pareció una exquisitez” (2018, p. 82). Insiste en la tranquilidad y paz que vivían ella y su hermano en la casa de su madre antes del violento acontecimiento sexual. Este recuerdo olfativo placentero se asocia con sus primeros recuerdos de la tienda donde trabajaban y vivían con la abuela en Stamps: “Sólo podíamos comer en Navidad las piñas que vendíamos en latas. Yo recibía un trozo de tarta de piña con mi hermano y tardaba horas en comerme el mío, desmenuzándolo hasta que no me quedara sino el perfume en los dedos” (2018, p. 28).

 Dado lo anterior, queremos hacer la propuesta de que los recuerdos infantiles sensoriales descritos en el libro de Angelou son una forma de recuerdo encubridor: “El buen sabor del pan me parece exagerado, como alucinatoriamente” señala Freud (1899, p. 305). Estos recuerdos podemos denominarlos “encubridores”, ya que todos los signos de angustia se han convertido en agradables recuerdos asociados temporalmente al tiempo del trauma. En los recuerdos encubridores se sustituye lo importante por lo insignificante. Su aparente inocencia suele encubrir sentidos insospechados: “Existen dos fuerzas psíquicas, una quiere ser recordada y otra olvidada. No se destruyen, se conserva un elemento psíquico enlazado por asociación. En los elementos olvidados está el contenido que la hizo digna de ser recordada. La memoria no reproduce lo correcto sino algo diverso como sustituto” (Freud, 1921, p. 50).

Nos dice Freud que el recuerdo encubridor es una transformación que atiende a la realización de los deseos frustrados del sujeto y la evitación del displacer. Su valor de realidad va más allá de la lógica de la exactitud sino lo que el sujeto selecciona para representar sus fantasías: “Los recuerdos infantiles no son fijados por una vivencia y repetidos desde ella, sino que son recolectados y así alterados, falseados y puestos al servicio de tendencias más tardías, en una época posterior, cuando la época ya pasó, de suerte que no es posible diferenciarlos de las fantasías” (Freud, 1926, p. 78).

Este acontecer está relacionado con el problema del montante energético del dolor producido. Las fantasías asociadas a la infancia son un compromiso entre fantasía y realidad y contrastan con la fidelidad del recuerdo de la situación traumática. Nos señala Freud: “La enferma no ha olvidado la escena a que se anuda su acción obsesiva, al contrario, conserva un vívido recuerdo de ella, y en la génesis de este síntoma no hay en juego ninguna cosa olvidada” (1917 b, p. 258).

¿Cómo resguardar el archivo mnémico del ataque sexual traumático y lo que aconteció a su alrededor en tiempo y espacio? ¿Cómo volver a estas escenas desde el a posteriori? ¿Cómo trabaja la memoria para preservar el trauma sexual y diferenciarlo de la fantasía infantil? Nos dice Marugán: “El recuerdo ya es pérdida: algo dejó de ser, y es definitivamente irrecuperable. La huella mnémica no es el suceso, el acontecimiento; el recuerdo recobrado no es la huella mnémica. Duplicación de la pérdida” (2015, p. 57). 

Con posterioridad al acontecimiento del abuso sexual, la intensidad de lo vivido da paso a la inhibición sensorial y la anorexia: “Después de haber oído todos los sonidos, el mundo quedó silencioso a mi alrededor” (2018, p. 111); “Los sonidos me llegaban atenuados, como si la gente hablara a través de sus pañuelos. Tampoco los colores eran auténticos” (2018, p. 116).

Recuerdo caminatas silenciosas

En bosques del Sur

Y largas pláticas

A voz baja

Kin. M Angelou

La sexualidad infantil

La narración de la agresión sexual es breve, apenas unas pocas páginas, sin embargo, ella describe en varios capítulos su regreso a Stamps y la dificultad para retornar a la vida cotidiana. Coincidimos con la explicación de Juan Carlos Plá sobre fantasía y sexualidad: “Los estímulos inesperados son reactivadores de una significación. La fantasía es la forma en que se produce la escritura trans individual. Todas las fantasías deben interpretarse en el contexto de su significación sexual. El texto inconsciente son archivos que son ya transcripciones” (1984, p. 105).

Las descripciones llenas de idealización que hace Angelou de las figuras de sus padres, cuando regresan por ellos después del abandono, contrastan mucho con los recuerdos de la religiosidad agobiante y represiva de la abuela que los cuida en la infancia. 

Así describe a su madre cuando vuelve a verla: “Me había mandado lejos porque era demasiado bella para tener hijos. Bailey se quedó enamorado de ella por siempre jamás” (2018, p. 79).  “La belleza de mi madre me dejó literalmente anonadada; era tan guapa y viva, que incluso cuando acababa de despertar, con los ojos cargados y el pelo enmarañado, me parecía exactamente como la Virgen María” (2018, p. 89). 

Así recuerda al padre: “El tamaño de mi padre me sorprendió, era la persona más alta que había visto en mi vida, y era de una apostura deslumbrante”, “¿Acaso no iban a asombrarse los chicos al ver lo guapo que era nuestro papá?” (2018, p. 72). Llama la atención que los recuerdos de sus padres giran en torno a características de belleza física y no de otros atributos.

Es posible deducir que recién estaba Maya tramitando su relación tardía con las figuras parentales, cuando acontece la violenta agresión sexual y se colapsa abruptamente su proceso identificatorio. Estas escenas coexisten con el temor a que la vuelvan a alejar de sus padres por algo malo que ella hubiera hecho. Por lo tanto, se recrudece su necesidad de castigo, fuertemente promovida durante su crianza temprana por la religiosidad de la abuela: “Dios detesta al niño descarado, es una vergüenza para sus padres y acarrea la destrucción a su casa y a su descendencia” (2018, p. 41). Esta necesidad de castigo se expresa en los diversos síntomas psíquicos que le aparecen posteriormente. 

Como describe Freud en el Proyecto de Psicología para Neurólogos, el trauma sexual infantil sólo se resignifica con posterioridad, en otro evento que rememore el primero y lo reactualice: “Es reprimido un recuerdo que sólo con efecto retardado ha devenido trauma” (1895b, p. 403). Maya es abrumada y sobrepasada por el dolor físico y moral que este acontecimiento le produjo: “La descarga prematura sexual, intensa, se refiere a la sexualización de la condición de desamparo en la que la sexualidad del semejante resulta una irrupción de “cuerpo extraño” y por lo mismo traumática; ésta es la condición originaria que posteriormente se escenificará y rememorará como hecho traumático, trauma” (Castro, 2011, p. 146). 

Un trauma natural en la constitución psíquica se va a ver asociado a un acontecimiento particular también con registro sexual, pero con resultados devastadores para ella como sujeto. La agresión sexual reactualizó en su fantasía el drama edípico. No obstante, esas figuras parentales reencontradas, no pueden rescatarla del conflicto interior a la que está sometida. Para ella, todos los recuerdos infantiles de carácter sexual pasarán por la búsqueda de la supresión de un dolor causado por una sexualidad que todavía no tiene forma de tramitación en el psiquismo infantil y que busca su expresión en el síntoma. Nos diría Ferenczi que es una “confusión de lenguas” (1981).  

Alrededor y a través

De estas frías fantasmalizaciones

Él camina

California Pródiga. M Angelou

El mutismo selectivo

El mutismo selectivo es un trastorno infantil de ansiedad caracterizado por la incapacidad persistente para hablar en ciertas situaciones sociales donde es esperable que el niño lo haga, a pesar de poder comunicarse fluidamente en otros entornos en las que se sienten cómodos y relajados (Sinclair, 2011). La psicoanalista Judith Yanof nos dice: “Es una “angustia por hablar. Mientras tanto, la niña, o niño abusado, permanecen en su soledad, en un pacto de silencio que es un pacto de amor hacia el adulto abusador, un pacto de entrega total: No hables de esto, no se lo cuentes a nadie” (1996, p. 80).

Podemos suponer que al haberse dejado tocar por la pareja de su madre, apenas comprende el motivo del abuso sexual y los acontecimientos que siguieron. Señala Yanof: “En general, cuando el mundo se vuelve absurdo, los niños tienden a pensar que ellos son los que causaron la catástrofe, pues no pueden explicarlo de otra manera” (1996, p. 115). Así mismo, en concordancia con esta idea, encontramos el estudio de Elizabeth Lomelí: “En los menores que han sufrido abuso sexual se detona una destrucción de la memoria debido al impacto de lo acontecido y por ello se encuentra imposibilitado para hablar sobre lo ocurrido” (2016, p.135) 

El deseo reprimido, más no la imposibilidad de pronunciar palabra, pertenece al pensamiento omnipotente infantil de Angelou, donde existe la creencia de que su voz puede destruir a las personas. El mutismo selectivo en ella es un autocastigo por una pulsión desbordada a la que no tenía acceso la palabra. Pasó de sufrir una agresión sexual a ser la causa del asesinato de su agresor por haber señalado al culpable: “Mis tíos me matarían y la abuela me dejaría de hablar. Todas esas personas del tribunal me lapidarían, como a la meretriz de la Biblia” (2018, p. 108).

Al no hablar no la obligan a recordar y a repetir el hecho doloroso, al castigarse se libera del escarnio social. Así lo teoriza Ferenczi: “Los niños se sienten moral y físicamente indefensos. Su personalidad es aún débil para protestar, incluso mentalmente, a la fuerza y la autoridad aplastante de los adultos, los deja mudos, e incluso pueden hasta perder la conciencia” (1981, p. 147).

 Los síntomas postraumáticos de Maya, en particular su mutismo, podríamos mirarlos como una mezcla bastante lograda para su fin de represión secundaria, en la forma de inhibición: “Las neurosis traumáticas dan claros indicios de que tienen en su base una fijación al momento del accidente traumático. Es como si estos enfermos no hubieran podido acabar con la situación traumática, como si ella se le enfrentara todavía a modo de una tarea actual insoslayable” (Freud, 1917b, p. 251)

Los mullidos recuerdos representan

Un ritual en mis labios

Yo reposo en imperturbable desesperanza

Y ellos dejan mi alma hecha girones

Recordando. M Angelou

 La melancolía después del acontecimiento sexual

En aquella época Margueritte, después del abuso sexual, es alejada nuevamente de sus padres y regresa a la casa de la abuela en Stamps cómo alguien que ha sido humillada y ofendida. No quiere ser vista por nadie en el pueblo y su hermano, su alma gemela, empieza a tener otros intereses fuera de la casa. La envuelve una soledad nunca vivida. Disminuye su libido y aparece una forma melancólica de niña triste y silenciosa, sin anhelos: “Al entrar en Stamps, tuve la sensación de pisar los límites del mapa y de ir a caerme, sin miedo, desde el borde del mundo. En ese capullo me metí” (2018, p. 113).

Existen llamativos vínculos entre melancolía y anestesia sexual, nos señala Freud: “Todo cuanto provoca anestesia promueve la génesis de la melancolía” (1895a, p. 239), y lo reafirma en otro texto: “La anestesia no es causa sino signo de la predisposición a la melancolía” (1896, p. 243). Posiblemente, el montante de angustia producido por la agresión sexual produjo en Maya una anestesia afectiva. Los auto reproches posteriores al evento pueden haber provocado una vuelta contra sí mismo de la pulsión. Maya recuerda: “Durante un año anduve como alma en pena por la casa, la tienda, la escuela y la iglesia, como una galleta vieja, sucia e incomestible.” (2018, p. 118).

Freud señala en su Manuscrito K: “El afecto-reproche puede por diversos estados psíquicos mudarse en otros afectos que luego entran en la conciencia con más nitidez. La vergüenza puede llegar a veces al avasallamiento del yo por la representación obsesiva si episódicamente se interpola una melancolía del yo” (1896, p. 264). Es interesante en este punto tomar en cuenta la función del duelo en la melancolía: “El duelo antes de concebirse en un trabajo, protege al doliente contra su propia destrucción. Es una simulación de la muerte para protegerse de la propia muerte. El cuerpo deviene completamente como lugar de la ausencia” (Fedidá, 1978 p. 98).  

Maya no puede expresar los sentimientos que tiene hacia los demás, principalmente, a los adultos, a los que retrata con miedo y coraje: “La represión de impulsos no parece dar por resultado angustia, sino quizá, desazón, melancolía” (Freud, 1917a, p. 298). 

Ese estado de vaciamiento del Yo es en lo que termina esa etapa libidinal infantil de Maya Angelou. Posteriormente, cuando ella recupera el habla, recupera el mundo y su capacidad de asombro ante la realidad, ya que puede tramitar una parte de su dolor, por medio de la palabra.

Cuando la tierra se compone

Y el sabor trata de regresar a la lengua

Tu cuerpo se ha cerrado completamente

Para siempre

No existen llaves.

Hombres. M Angelou

El recuerdo del castigo al hermano

Dentro de los castigos dados por la abuela, sobresale un recuerdo singular sobre la noche en que su hermano no llegó a tiempo a la casa: “De repente, la noche se volvió el territorio enemigo y comprendí que, si mi hermano se había perdido en esa tierra, estaba perdido para siempre. Después apareció y le preguntaron: ¿Qué has estado haciendo?  Nada, respondió. El tío Willie dijo: ¿Sabes que vas a matar de un susto a tu abuela?  Desde la cocina, yo oía los golpes secos y sonoros sobre la piel desnuda de Bailey” (2018, p. 145).

         Con respecto a la fantasía compleja en todo sujeto de Pegan a un niño coincidimos con Octavio Chamizo en que esta fantasía es “la fuente primigenia de toda experiencia de vacío, desamparo y vértigo propios de toda corporeidad” (2001, p 56). Especulamos que este recuerdo infantil de Angelou corresponde de manera importante, a la fantasía freudiana de Pegan a un niño (Freud, 1919), donde nos inclinamos a pensar que en éste se cumplen dos de las fases que corresponden a esta fantasía: 

1) Revivir la fantasía sádica con el hermano que es un rival edípico. El tío es puesto como subrogado del padre, representante paterno que lleva a cabo el castigo al niño afectado que es otro diferente al sujeto que fantasea: “El padre pega al niño que yo odio ya que ser azotado equivale a pérdida de amor y humillación” (Freud, 1919, p. 184). Maya revive de entre muchos recuerdos infantiles, una escena sádica, que seguramente lleva, como señala Freud, una excitación intensa de carácter sexual y reafirma la frase “el padre no ama a ese otro niño, me ama sólo a mí” (1919, p. 183). La relación de complicidad y culpa con su hermano rival se muestra frecuentemente en esta obra.

2)  Realizar en la fantasía el deseo edípico con el padre ya que pega al mismo tiempo al propio cuerpo como cuerpo pulsional, y sustituye la frase inconsciente: “El padre me ama porque mi padre me pega” (Freud, 1919, p. 183). El padre de Maya es un hombre que es recordado en su memoria infantil con un halo de erotismo muy fuerte: “¿Vas cómoda allá atrás nenita mía?” es lo que ella recuerda que le decía su padre en el viaje hacia la casa de su madre (2018, p. 76). 

El placer que produce la escena fantaseada le produce culpabilidad. Esta idea pudiese apoyarse en la tesis freudiana de que la conciencia de culpa está asociada a los deseos incestuosos. Luego entonces, esta fantasía erotizada, al mismo tiempo puede ser pantalla de una necesidad masoquista, ya que, como señala Freud, la conciencia de culpa es el factor que trasmuda el sadismo en masoquismo (1919, p. 186). ¿Sería posible pensar que, después del abuso sexual, Maya pudo haber intercambiado la fase inconsciente de “Pegan a un niño”: Una niña es pegada por un Padre, por la de: Una niña es abusada, violada por un Padre? 

Toda la novela autobiográfica de Angelou está sumergida permanentemente en una culpabilidad religiosa proveniente de su abuela, quien la castigaba físicamente fundamentalmente por una causa, ser blasfema con Dios; por lo que la necesidad de castigo por ser mala niña y pecadora permea en todos sus síntomas y fantasías infantiles. Como nos señala Ferenczi en las víctimas de abuso sexual infantil: “Pero el cambio significativo provocado en el espíritu infantil es la introyección del sentimiento de culpabilidad del adulto. El juego hasta entonces anodino aparece ahora como un acto que merece castigo” (1981, p. 148). Toda la sexualidad infantil inconsciente queda subrogada a la culpabilidad, por la falta supuestamente cometida.

Se pregunta al día siguiente del abuso sexual: “¿Seguirá queriéndome Mamá si se lo contaba?” (2018, p. 105).

Puedes tener razón

Tu lento regreso de regiones

De terror y gritos sangrientos

Levanta mi corazón

Kim. M Angelou

Conclusiones

La ficción autobiográfica que escribe Maya Angelou se apega más a lo que sucede cuando analizamos las huellas del recuerdo infantil, sobre todo, cuando existe un hecho traumático que el sujeto necesita tramitar o suprimir del recuerdo consciente. Lo anterior nos puede mostrar la necesidad de Angelou de retomar, desde la escritura, su infancia atormentada. Desde su porvenir, que es el de la muerte, el tener que regresar al pasado doloroso, es darle una forma y cierto sentido, ya sea para ella, ya sea para otros. “Un intérprete en busca de sentido” como señala en su texto Piera Aulagnier (1994).

 Es posible que su neurosis traumática, que contiene los elementos inelaborables de su sexualidad infantil, fuese el impulso que le hizo escribir sus libros de memorias, y una infinidad de cuentos y poemas. Nos dice Freud: “La pulsión sexual es particularmente idónea para prestar esas contribuciones pues está dotada de la aptitud para la sublimación, o sea que es capaz de permutar su meta inmediata por otras que pueden ser más estimadas y no sexuales” (1926, p. 70). 

De esta manera, Maya Angelou pudo pasar del padecer los síntomas infantiles postraumáticos a una suerte de elaboración, posiblemente efímera, gracias a la escritura de su historia. Como lo señala Marugán, estos relatos son intentos más o menos logrados de hacer del trauma, un acontecimiento que puede ser relatado: “Pasaría de un grito ahogado y silencioso, al intento de articulación del trauma en un discurso” (2015, p. 18).

La sublimación que logra Angelou a través de su obra es parcial, termina cuando finaliza su texto y retorna al escribir el siguiente, ya que esta transformación nunca acaba por domar las pulsiones. El acto creativo necesita de la repetición para poder seguir existiendo, de allí su necesidad artística tan diversa y que nunca cesó hasta su muerte, posiblemente de manera semejante a como lo observa Freud con Leonardo da Vinci (1910). Esta necesidad creativa en Angelou ha hecho que la describan como “una mujer renacentista” (Crockett, 1997). 

Suponemos que la ligadura pulsional a través de la escritura de su historia tiene un punto de agujero negro, donde la palabra no abarca todo, sólo es un índice de lo que posiblemente hubiera podido haberle ocurrido a ese mal de archivo. Sin embargo, esta escritura le posibilitó lograr lo que W. Benjamin denomina la articulación histórica del recuerdo: “Articular históricamente lo pasado, no significa conocerlo como verdaderamente ha sido” (Benjamin, 2008 p. 34).

Las especulaciones realizadas sobre el texto de Maya Angelou nos permiten iluminar algunos aspectos que podrían ser interesantes para el trabajo psicoanalítico. Es decir, repasar este texto desde esta mirada, permite hacer una retrospectiva de los recuerdos que ella conserva de adulta y poder acercarse al traumatismo psíquico desde su propio relato. Es un pretexto para repensar una vez más las tesis freudianas sobre la memoria infantil y el relato del trauma psíquico.

El sentido de la escena traumática y su tiempo, podrán ser interpretados con la asociación a otros elementos mnémicos a su alrededor, a veces insignificantes o no relacionados, que el sujeto pueda recuperar y, de esta manera, pensar de una nueva forma los síntomas y padecimientos actuales. Esto permite tejer y destejer, desde otro lugar, su propia narración de lo acontecido, gracias a la vía regia que posibilita la transferencia, lo que puede liberar al sujeto de algunas formas de la repetición mortífera.

Lo que hace menos ominosa la historia infantil de Maya Angelou es que sabemos el final. Ella fue una mujer exitosa que hizo carrera en varios escenarios y en sus últimos años, fue condecorada con la Medalla Nacional de las Artes 2000 por su vida y obra, además de la Medalla de la Libertad en 2011 (Poetry Foundation, 2021).

 La rabia y coraje por sus vivencias infantiles de abandono y abuso fueron puestas, de alguna manera, al servicio de una ferviente lucha por la reivindicación de la opresión hacia los afroamericanos, sobre todo, las mujeres. Maya Angelou nos muestra en este relato las cicatrices, no sólo de su historia infantil, sino también de la exclusión social de la que fue víctima por ser de raza negra.

 Difíciles obstáculos para vencer en su vida, heridas que nunca van a ser reparadas, simplemente reconocidas. Dice en sus agradecimientos del libro “Yo sé por qué canta el pájaro enjaulado” (2018): “Agradezco a mi madre y a mi hermano que me incitaran a recordar”.

Ella regresa a casa sin culpa

Negra como una hija de Agar

Ella regresa a casa sin culpa

La negritud maternal. M Angelou

Referencias

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