Editorial

Números 12 y 13

 Julio Ortega Bobadilla


Cuando Freud se preguntaba sobre la sobrevivencia del discurso religioso frente al del psicoanálisis, auguraba la pervivencia del primero sobre el segundo. Suponía que precisamente la gente busca el rebaño, las seguridades de un credo y la confianza en un Padre Bueno. Sus previsiones de alguna manera, se basaban también en las observaciones políticas de su tiempo: el ascenso creciente del conservadurismo, del autoritarismo político, pero sobre todo, la confianza de las masas en la naciente propaganda técnica.


La vida no le alcanzó para presenciar el más sangriento, hasta hoy día, de los episodios de la humanidad: la segunda guerra mundial. No pudo prever el nacimiento de la diosa − televisión, el progreso del tecno − bio − poder y la violación sistemática de los derechos humanos por quienes detentan el poder sin importar la geografía.


En un horizonte en que el hombre cada día menos es lo que importa, el regreso a los mitos, a los dioses y al conformismo, al olvido del sí mismo, es el camino que parece prevalecer sobre la gnosis, el cuidado de sí mismo y la atención al otro.


Ayer los jóvenes querían hacer la revolución y producir el cambio, hoy los encontramos atentos a disfrazarse de personajes mangas, desconsolados ante la realidad y sin fuerza para enfrentarla se refugian en la estética dark y retro, en la autoconsolación de las drogas más potentes que nunca. Todos quieren escapar en la imaginación de este mundo de pesadilla.


Quienes ganan en esto son siempre los mismos, como en la canción de Leonard Cohen: Every body knows the Rich get Richer, the poor… stay poor.


Vemos renacer en algunos países el interés por el nazismo[1] y en otros, el desinterés por los más elementales derechos humanos. Guantánamo, Irak, Gaza son los escenarios del abuso y la violencia del fuerte sobre el débil. El imperio norteamericano (Darth Vader − Dick Chaney incluido), ha propiciado hasta ahora, esto sin que nadie se haga responsable del horror.


George Bush, quizá el peor presidente de USA en su historia, se despide sin disimular que le interesó siempre más: el béisbol, su fitness, y el cuidado de su rancho. En su mandato extremadamente largo se recortaron los impuestos a los ricos, el planeta entró en una crisis ambiental sin precedentes, se consideró a los pobres simple basura, se cerraron los ojos al problema de la inmigración, la seguridad social se vio como un lastre, y su país intervino en dos guerras que hoy pueden considerarse perdidas por muchos motivos.


En todo este horizonte desastroso, algo sucedió que no teníamos pensado que sucediera.


Un mulato de rasgos negroides llegó a la Casa Blanca tras una apabullante y meteórica carrera política, que nos habla de que quizá a los ciudadanos norteamericanos todavía les puede importar la gente. Es un hilo de luz y esperanza en un bosque oscuro que quizá nos dice que no debemos desfallecer en nuestra lucha por el hombre y su bienestar, que no debemos perder nuestra capacidad de asombro.


Promete por de pronto, revisar la política exterior, acabar con la guerra de Irak y ocuparse de los ciudadanos más desfavorecidos. Detrás de él está la sombra de Lincon, Delano Roosvelt; la izquierda intelectual norteamericana tan despreciada por Rorty; el Jazz (la música auténticamente norteamericana); los movimientos afroamericanos de reivindicación espíritu − social y sus figuras: Martin Luther King, Malcom X, Mohamed Alí, Motown records, y John Coltrane. Su ascenso a la presidencia prueba un cambio intergeneracional importante que apunta más que nunca a la declinación de modelos rígidos sociales, a la declinación de una figura paternal ortodoxa. Incluso el signo de otros tiempos que abren paso a la diversidad y la heterotopía, pero no necesariamente por eso a la abolición del poder. Chomsky ha expresado que quizá no debiera uno esperar grandes cambios en la política norteamericana, esperamos se equivoque, aunque sus apreciaciones son casi siempre justas.


Sin embargo, es un adelanto y un cambio que no deja de implicar un riesgo. Si su mandato no resuelve los problemas más urgentes, su figura será doblemente criticada y detrás de esas voces puede preverse un ascenso del conservadurismo como no podemos siquiera imaginarlo.


En este horizonte, nos importa preguntarnos nuevamente a los psicoanalistas cuál puede ser nuestro papel en este cambio riesgoso pero necesario. Pienso que el psicoanálisis como ninguna otra disciplina puede ayudarnos a entender lo que está pasando y que debemos comprometernos como nunca con el panorama social para estudiarlo. Eso significa alejarse de las mezclas religiosas, el desarrollismo biológico, la parapsicología y otras tonterías que vemos hoy liadas al psicoanálisis. Volver los ojos a la clínica, al comportamiento social, la publicidad como fenómeno franco de nuestros tiempos y la vida cotidiana. Mirar con ojos de extrañeza aquello que para otros parece normal, acercarnos más a la filosofía y valorar que si el psicoanálisis ha de sobrevivir, no será mezclado con el chamanismo, el rito y el mito, o las pretensiones metafísicas. Para eso no necesita cambiar de nombre, sino simplemente seguir siendo fiel a la intención freudiana. Es así como particularmente veo las cosas, y comparto con ustedes esta visión.


Tarde pero al fin y al cabo aquí, una entrega doble de nuestra revista. Muchos obstáculos se han atravesado, para que se abriera paso, y vamos a necesitar la ayuda de todos ustedes, nuestros lectores, para que siga delante. Como Obama dice hoy, no queremos volver los ojos atrás sino hacia el futuro. Éste es un espacio académico, intelectual, de crítica y proyectos, los invitamos nuevamente a que se acerquen a nosotros y nos envíen sus artículos y propuestas. Creemos porque ustedes nos lo escriben, que esta zona tiene que ser defendida y sobrevivir, representamos un medio de comunicación y un espacio de intersección de discursos, una tierra para el debate y creación del psicoanálisis. Es esa la razón de nuestra existencia y por ello estamos aquí de nuevo. Gracias a todos aquellos que nos siguen y bienvenidos los nuevos leedores.