De la inconsistencia racionalista al inconsciente freudiano

 Jesús Manuel Ramírez Escobar

Si la razón hace al hombre, el sentimiento lo conduce

Jean Jacques Rousseau

A pesar de que a la luz del siglo XX las críticas dirigidas a la teoría freudiana e inclusive a Freud mismo se hicieran allegar por parte de propios (Jung, Adler) y extraños, el psicoanálisis es un producto de la historia occidental, de un zeitgeist donde se refleja su creador, tal premisa adoptada por Lancelot Law Whyte ronda por todo su texto “El inconsciente antes de Freud” donde afronta a través de una revisión histórica, las nociones que dieron origen a la filosofía desde el siglo XVII hasta nuestras fechas, la creatividad en su carácter de descubrimiento encuentra mella en la confrontación con el pasado y las grandes ideas pierden su denominación de monopolio, es así como las concepciones sobre los procesos mentales inconscientes son analizados desde la perspectiva entrecomillada de una historia terapéutica (como la llama Law Whyte). La preparación de las ideas que posteriormente fundamentarían el descubrimiento del inconsciente devienen de la filosofía pero esto no se menciona para reducir el constructo teórico de esa postura llamada psicoanálisis a un producto de la “moda intelectual”, sino para dar realce a una serie de significaciones que han permeado el entendimiento humano desde las primeras época, Law Whyte lo afirma en su primer capítulo al mencionar que “el entendimiento humano es nuevo” (p. 13) lo que llevaría a imaginar a una serie de hombres tratando de conocerse y reconocerse en sus sensaciones transitorias para que con el paso del tiempo se construyera la noción de la conciencia plena, de un autoconocimiento; hecho que remite a la génesis de esta noción de lo conciente, de aquello de lo que se está seguro, de lo que es ineluctable, de lo que no se duda, de la misma concepción creada del hombre para sí mismo, la razón como premisa unívoca de lo existente bajo el precepto cartesiano cogito ergo sum, ofreciendo principal testimonio de dicha noción.

Descartes elucida así a lo conciente por vía de la res cogitans (cosa pensante), el yo, en contraste con la res extensa, pero cuyo resultado que comienza con la negación de las sensaciones y el cuerpo mismo, en la duda metódica termina siendo una sustancialización del sujeto pensante y da paso a la exaltación de la conciencia en oposición a todo fenómeno que se alejara de este discurso, realiza una autoafirmación del Yo, aunque como dijera Law Whyte: “…mientras más brillante es la luz que ilumina dos reinos vecinos, más profunda es la oscuridad en que caen sus interacciones” (p.67), así la constitución de una categoría como lo es el inconsciente queda de primera mano, válgase la expresión, “descartada” en medida que se deja al olvido a los procesos mentales inconscientes, englobados en la concepción de mentalidad, por la fundamentación de un dualismo imperante ante los vagos designios de corrientes monistas contradictorias como el idealismo y el materialismo.
Para Descartes la identidad se afirma en el pensamiento. Puedo no ser más que mero pensamiento, y que toda la esencia se reduzca a él; pero aún así se es, la existencia y el ser tienen su garantía en el propio pensamiento.

Mencionado lo anterior las adjetivaciones de consciente / inconsciente se construyen en diversos periodos de la existencia del hombre, aunque no todos de la mano de la razón, pero sí es desde Descartes que no existe una autonomía totalitaria del conciente gracias a la vía de la experiencia de la que se infería lo inconsciente, nominativo que tomaría cause por la tradición que regía la vida en Europa en el siglo XVIII a pesar de los criterios provenientes de los filósofos cartesianos quienes adoptando sólo al inconsciente como principal factor actuante en la memoria, las ideas y la percepción, atribuidas a la indefinible mente.
A partir de la pregunta por lo dudoso del cuerpo, el Yo del “yo pienso” se sostiene independientemente de esa corporalidad. Se construye así para Occidente, en estas apretadas líneas, en esos cuestionamientos u objeciones, y en las respuestas que a ellas da Descartes; un sujeto que piensa. Un sujeto que es conciencia; un sujeto que es un Yo. Este Sujeto/Yo deviene así en ese espacio de la interioridad desde el cual se reconstruirá la exterioridad del mundo y desde donde se ordenarán las cosas y los seres. El Sujeto permite escindir el mundo en una interioridad de los pensamientos y las sensaciones y una exterioridad de las cosas del mundo. De algún modo, el siglo XVII inventó una nueva construcción epistemológica a la cual Rorty ha llamado la esencia de vidrio y el ojo de la mente. El Sujeto/conciencia se ha convertido así, para el siglo XVII y la época clásica, en ese garante que el pensamiento antiguo ubicaba en Dios o en la Idea en tanto universal. El sujeto es así la vara con la cual se mide el mundo. Pensamiento, conciencia, Voluntad y Sujeto/Yo se desplegarán así y desde este momento, en una unidad que, apenas hoy trescientos años después- empieza a resquebrajarse.

El pensamiento es todo aquello que ocurre en nosotros, de modo que somos conscientes de ello. Pensar y ser consciente de que se piensa no es sino una y la misma cosa. La conciencia es la base del ser pensante. Por ello para Descartes toda sensación, todo pensamiento y emoción, toda actividad de la “res cogitans”, es decir su modo de ser es necesariamente la conciencia. Con esta visión del mundo cortado en dos niveles, una interioridad que será la Mente (res cogitans) y una exterioridad o mundo físico (res extensa), surgirá una nueva manera de definir el campo de los saberes.

Sin embargo para hablar de una cultura en específico que haya retomado la noción de inconsciente sin reservas ni atrasos se puede citar a la cultura alemana donde la veneración por la creación humana sobrepasa los límites del autoconocimiento racionalista, es aquí donde se empieza a teorizar sobre las funciones de ésta palabra hasta llegar al principio que uniría a lo individual con lo universal, donde, residirían las fuentes del conocimiento humano con la naturaleza o lo orgánico, siendo ahora el inconsciente el principio que rige toda mecánica de creación. Pero ésta no siempre se orientaba a las cuestiones de la razón, sino que la desafiaba en el terreno oscuro de la intuición y el instinto, la animalidad se enfrenta a la cultura del hombre con autoconocimiento, el espíritu se escapa de la luz corpórea de las ideas para internarse en las tinieblas de la sensualidad, en el reino de la violencia. Es a partir de este momento donde el inconsciente aborda la iniciativa del centro primordial de lo simbólico: el lenguaje en su función de forma de orden creador que al encontrarse con un discurso científico tiende a dar unidad a factores fisiológicos inexplicables por la tecnología de ese tiempo, pero también permite, en los monistas, la novedad en el pensamiento y en la acción hasta arribar a la principal desembocadura de todo este devenir de las ideas, en el inconsciente freudiano, que para nociones de este trabajo serán abordadas en la concepción de inconciencia, pero ¿por qué reducir así el término de Freud?, la respuesta podría pensarse desde los filósofos, quienes han utilizado un punto de vista en común para afrontar el eje central de la teoría freudiana, éste sólo se vislumbra, en oposición a un concepto de orden racionalista como lo es la conciencia de sí, en medida en que se realiza este estudio se pueden comprobar críticas que parten desde las ideas introspectivas de los místicos hasta la propia fenomenología husserliana.

El inconsciente freudiano va más allá de una simple estructuración del pasado filosófico (se ha hablado mucho del rechazo a la filosofía que se despertaba en Freud) pero aún así no podemos descartar completamente al zeitgeist propio de la Viena que vio nacer al psicoanálisis y por ende a la noción de inconsciente. Es por eso que al evocar a la noción de inconciencia freudiana se busca el utilizar un lenguaje que unifique los discursos teóricos que aparentan discordar en su funcionalidad pero que han sido influidos mutuamente, la filosofía evoluciona a partir de la aceptación de un cierto criterio mental del inconsciente propio de la actividad de un psiquismo que en antaño era desdeñable por la autoridad médica de finales del siglo XIX, pero que daría pie a debates a varios preceptos que ocuparían vulgarmente el mote de psicologistas; así como el psicoanálisis retoma ideas de las diversas filosofías de las que se aún se hablaba como evolución del idealismo alemán del que se piensa se vio influido, como también de ciertas corrientes literarias.

La inconciencia es un concepto que se origina en contraparte a las filosofías cuyo soporte es únicamente la razón, y siendo éstas tribunales del verdadero conocimiento (hablando rigurosamente del ambiente científico), bajo la apuesta a lo futuro por la eliminación de lo imaginario, de la implantación de una objetividad de la conciencia, operando desde la erradicación de lo que no debe estar presente en un proceso de pensamiento viable al razonamiento de una fuerza que actúa en las profundidades de cada ser y que sólo desvía el proceso de avance, certeza y fundamentación de los hechos que caracterizan al hombre autoconsciente moderno. Pero es en este momento donde se manifiesta la inconciencia, aquella que no pudo ser pasada por alto en los griegos, que se diviniza en los místicos, que tiene facultades extrañas en los físicos antiguos y que interesa a todo romántico; se rompe la antinomia de la conciencia frente a lo inconsciente, se da la complementariedad en la ausencia explicativa de los fenómenos que se apartan de toda elucidación racional y exenta de dudas, la duda es per se inconsciente, el conocimiento evocado de la constante racionalista nace de un efecto que no puede explicar y que por esa cualidad caerá en el otro extremo, en el terreno de la amplitud desconocida de la realidad de aquello que podría denominarse sin razón, de un impensado que ahora se creerá génesis de toda conciencia, los papeles ahora renovados de la inconciencia darán fundamentación a la tesis de la construcción de la conciencia, el mismo Freud en el Malestar en la Cultura (1930) propone que el proceso de formación de la principal entidad relacionada con la percepción conciente en la segunda tópica, el Yo, éste, según Freud es construido a partir del contacto represor del ello (puramente inconsciente) con las características de la naturaleza social del hombre, se pone en duda la existencia de un mundo exterior al Yo. En el juego del Fort Da, mencionado en Más allá del Principio del Placer (1920), Freud recalca esta noción de conciencia exterior creada desde la matriz de la inconciencia, postula que lo exterior sólo existe en la expulsión de los factores negativos que se desprendan de ésta entidad, con lo que se constituye una concepción delirante de la realidad en medida en que lo externo se maneja en función del deseo del propio niño, se olvida la objetividad del Yo, de la conciencia.

Dicho lo anterior podemos pensar en las similitudes de estas ideas con las propuestas por Schopenhauer en su libro El mundo como Voluntad y Representación dónde las nociones que dan base a la crítica contra el modelo racional radican en la Voluntad, que escapa de la razón para hacerse casi instintiva, para erigirse como formadora del mundo, de la realidad, lo que da paso al concepto de realidad psíquica que es otra de los fundamentos de la teoría freudiana, en la medida en que se propone una creación de una realidad propia del individuo a partir de las percepciones inconscientes, la inconciencia da origen al mecanismo que posteriormente discernirá entre lo que ocurre en el consciente.
La naturalidad de los efectos estudiados por Freud y que tienen su origen en la oscuridad de la conciencia, son fenómenos que escaparon por mucho tiempo a la rigurosidad de la ciencia de finales del siglo XIX. Factores de error (por así llamarlos) abren la puerta a esa potencia formadora y creadora llamada inconsciente, misma que se manifiesta en lapsus, sueños, chistes, olvidos, actos fallidos y finalmente en la terapéutica del síntoma.

Aquello que no es visto como razonablemente justificable para los estudiosos de la personalidad es abordado hasta el cansancio por un Freud que intenta dar estructura a los procesos inconscientes del hombre en su propio tiempo; busca sistematizar más no legislar sobre la mente indefinida de los seres humanos. Hinca el diente en la llaga de los racionalistas que fueron incapaces de esclarecer los fenómenos inalcanzables a la comprobación de procesos que ni siquiera terminaban de aceptar como existentes.

En el caso del psicoanálisis freudiano, encontraremos en palabras de su autor, una distinción entre el término Inconsciente (Umbewusst) y la inconciencia emanada de las filosofías. Freud en Nota sobre el concepto de lo inconciente en psicoanálisis (1912) menciona una presencia latente del contenido de la representación inconsciente lo que provee de una ruptura epistemológica del psicoanálisis con los sistemas filosóficos ya mencionados, pues será en la medida en que la oposición consciente – inconsciente sea granjeada por una unión entre realidad externa y realidad psíquica, que el psicoanálisis dará el nombre de inconsciente descriptivo.

Posteriormente, Freud hablara de una distinción del inconsciente como dinámico en tanto se experimenta en conflicto psíquico entre el sistema de percepción – conciencia y el contenido latente de corte inconsciente que pulsa por su contacto con el exterior y cuyo contenido comporta un problema para el primer sistema pues a pesar de trabajo, estos pensamientos se mantienen alejados de la conciencia. Será en esta definición del inconsciente dinámico cuando Freud aclare que el inconsciente en psicoanálisis se aleja de la historia de las ideas de inconciencia pues ésta refiere a una conciencia inconsciente, que puede volverse a encontrar, a esto Freud lo llamará preconsciente al que le antepondrá una barrera que será la represión ante los fenómenos inconscientes.

Finalmente, Freud propondrá la idea de Inconsciente como sistema que se da a conocer por el signo distintivo de ser inconcientes los procesos singulares que lo componen, esto es una definición que permitirá al psicoanálisis constituirse como una disciplina fuera de toda filosofía, de toda concepción del mundo (weltanschauung) en tanto clínica del inconsciente individual. Mas en este momento no se podrá ocultar, como menciona Assoun (2006), que en Freud siempre se deja observar una ambición de constituir una “ciencia del inconsciente” que ostente una forma de sistematización de un conocimiento que arroje mediante un nuevo método, un saber acerca de un nuevo régimen psíquico a la par de un conflicto originado en este dentro de una dimensión económica; ante esta exposición sui generis surgirá la propuesta de una nueva tesis que será la metapsicología que Freud desarrollara en 1915 para aproximarse más a un discurso científico casi imposible que dé cuenta de una sistematización de un proceso lógico diferente como es el inconsciente. En palabras de Freud en Pulsiones y destinos de pulsión de 1915:

“Muchas veces hemos oído sostener el reclamo de que una ciencia debe construirse sobre conceptos básicos claros y definidos con precisión. En realidad, ninguna, ni aun la más exacta, empieza con tales definiciones. El comienzo correcto de la actividad científica consiste más bien en describir fenómenos que luego son agrupados, ordenados e insertados en conexiones. Ya para la descripción misma es inevitable aplicar al material ciertas ideas abstractas que se recogieron de alguna otra parte, no de la sola experiencia nueva. Y más insoslayables todavía son esas ideas -los posteriores conceptos básicos de la ciencia- en el ulterior tratamiento del material. Al principio deben comportar cierto grado de indeterminación; no puede pensarse en ceñir con claridad su contenido”. (Freud, 1915/2005 p.113)”

Vemos ahí un punto de choque detectado por Assoun (1982) y repasado por Law- Whyte (1967) pues después de enfrentarse en una crítica fuerte con los filósofos racionalistas, el psicoanálisis desde su creación tomará basada esta lógica que tachaba de adversa para poder dar cuenta de otra que le es totalmente ajena. Antes esto sólo podemos dejar el paso al debate aunque psicoanalistas como Jacques Lacan hayan dado una nueva alternativa a este caso que es la ubicación del sujeto en psicoanálisis como el anverso del sujeto de la ciencia en tanto emana de él, desde su racionalidad es que podrá elucidarse su diferencia.
Es por esto mismo que al hablar del inconsciente freudiano no podemos dejar de lado la inconsistencia racionalista tan necesaria para el surgimiento de la disciplina psicoanalítica como su síntoma, como aquello que toma al discurso de la ciencia desde su falta, mostrándose así como poseedora de una verdad no abordable en el discurso racional pero enunciada en el fondo desde aquello que llamaremos la alteridad del inconsciente.

Es en conclusión que una vez realizado este recorrido, se puede entrever un principio de relación entre el racionalismo que orienta a la conciencia y su posterior inconsistencia en la formulación de argumentos dando paso a las primeras vagas concepciones de la inconciencia como proceso negativo a la primera, como un mundo oscuro al que es imposible entrar sin ser seducido por la sin razón, un mundo regido por las pasiones creadoras de dudas, de fundamentos que obligan a dar vida a una gama de actividades que ahora en la cultura damos por sentadas pero que sin embargo no han encontrado eco al preguntarse por sus inicios, este rasgo que da originalidad a la teoría freudiana es de considerarse a pesar de revisiones históricas que si bien dan un indicio del surgimiento de sistemas de pensamiento que pudieron haber servido de influencia para el psicoanálisis hoy por hoy no han sido causantes de que al formular esta teoría se haya tomado el toro por los cuernos al relegar a la conciencia a ser un producto de las formaciones de una base inconsciente, de dar un paso a la estructuración de una posibilidad dentro del pensamiento occidental como parte velada de un saber que no hubiera surgido mas que del error (lapsus) de una postura filosófica tan importante en la actualidad de las ciencias como es el racionalismo cartesiano, que a falta de dar cuenta de sí misma, muestra sus formaciones del inconsciente en un periodo histórico dando paso a síntoma psicoanalítico.

BIBLIOGRAFÍA:

  • Assoun, P. L. (1982) Introducción a la Epistemología Freudiana. Siglo XXI Editores, México D.F.
  • Freud, S. (1912) Nota sobre el concepto de lo inconciente en psicoanálisis en Obras Completas Biblioteca t. XII Buenos Aires: Amorrortu, 2005.
  • Freud, S. (1915) Pulsiones y Destinos de Pulsión en Obras Completas Biblioteca t. XIV Buenos Aires: Amorrortu, 2005.
  • Freud, S. (1920) Más allá del Principio del Placer en Obras Completas Biblioteca t. XVIII Buenos Aires: Amorrortu, 2005.
  • Freud, S. (1930) El Malestar en la Cultura en Obras Completas Biblioteca t. XXI Buenos Aires: Amorrortu, 2005.
  • Law Whyte, L. (1967) El inconsciente antes de Freud Editorial Joaquín Mortiz México D.F.
  • Schopenhauer, A. (2000) El Mundo como Voluntad y Representación Editorial Porrúa Colección Sepan Cuantos… # 419 México D.F.