Cuando la enfermedad amenaza la vida; reacciones y respuestas

 Lilia Pérez Amador

En el campo de las enfermedades del cuerpo es decir, físicas u orgánicas, en todo sujeto se ponen en juego dos tendencias psíquicas, que de acuerdo con Freud, son la pulsión de vida y la pulsión de muerte. En “Más allá del principio del placer”’ Freud, S.(1991)  introduce el concepto de pulsión de muerte, opuesto al de pulsión de vida. Es un hecho que este dualismo Eros-Tánatos fue un intento de dar respuesta a problemas surgidos en la clínica, tales como los fenómenos de repetición tanto en la vida diurna como en los sueños traumáticos, el fracaso ante los logros por sentimiento de culpa y la reacción terapéutica negativa, entre otros. Fenómenos todos que vemos  ejercer su influencia en la economía psíquica y orgánica de los individuos, de una manera que sorprende a la medicina quien como sabemos, trabaja con el cuerpo real a través de prácticas y procedimientos cada vez más innovadores y complejos. Para el psicoanálisis en cambio el cuerpo se ve de una manera subjetiva es decir, que se toma en cuenta que está afectado por la estructura del lenguaje lo que posibilita distintos campos de intervención. Se trata de un trabajo indirecto no sobre la enfermedad sino lo que ésta cuestiona en su entorno es decir, como se vive el sujeto inmerso en ella y cómo responde a esto. En este sentido es necesario hablar del duelo, del dolor que representa la pérdida de la salud y de lo que compromete la pérdida de las capacidades emotivas, físicas y sociales entre otras pérdidas, que aquejan a toda persona que se enfrenta a una enfermedad que amenaza su vida no sólo en el aspecto orgánico real sino también simbólico e imaginario, desde el momento en que limita sus actividades, habilidades y espacios sociales entre otros.
ParaFreud “…el duelo es la reacción a la pérdida de una persona amada o una abstracción equivalente, la patria, la libertad, un ideal, etc.”[1] Se sabe que una pérdida afecta la existencia, es un agujero en lo real, en su realidad.
 
A lo largo de su obra Freud, se interrogó sucesivamente acerca del carácter doloroso del duelo. En el manuscrito G. describe la ruptura de las asociaciones que exige el duelo como una hemorragia interna. También finaliza el clásico texto de 1915, haciendo alusión a la distinción que cabría considerar entre dolor físico y dolor psíquico. Este concepto lo retoma diez años más tarde cuando en el último apartado propone una instructiva diferenciación entre angustia, dolor y duelo; ahí establece que el dolor remite al dolor físico y que éste involucra una elevada carga narcisista que vacía al Yo. En este punto podemos recordar los versos que cita en Introducción al narcisismo: “En la estrecha cavidad de su muela se recluye su alma toda”[2] refiriéndose al dolor físico que compromete al cuerpo real es decir, a lo real del cuerpo.
 
 Lacan propone la noción del cuerpo en los tres registros: real, simbólico e imaginario; del dolor que arraiga en ese cuerpo imaginario donde duele el duelo, en la enfermedad orgánica, y que es de donde parten las diferentes expresiones conversivas de los duelos detenidos en sus tiempos de elaboración.
 
De ésta manera es posible considerar que ante la pérdida los sujetos pueden elaborar una respuesta o bien una reacción. Una respuesta estaría manifestada por síntomas, esto es, si no se dispone de recursos para simbolizar tal pérdida entonces estaría el síntoma para “hablar” de lo real orgánico que no se vehiculiza a través de la palabra, por lo que el síntoma como formación del inconsciente nos transmite que ahí dentro hay un mensaje. Una reacción sería el modo de rechazar el ataque o agresión de manera refleja podríamos decir, como en aquellos casos donde no se quiere saber nada de lo que esta ocurriendo, una especie de shock en donde no hay lugar para cuestionarse.
 
Desde este punto es posible establecer que los sujetos afectados por una enfermedad orgánica tenderán a reaccionar o a responder ante la misma no sólo desde su economía corporal imaginaria sino también desde su economía psíquica- simbólica, pues como sabemos toda crisis o descompensación psicopatológica va acompañada de fenómenos de desorganización fisiológica y viceversa, como nos comenta Dejour C (1999 ) al referirse a las enfermedades mentales que considera al mismo tiempo enfermedades del cuerpo así como las enfermedades del cuerpo como enfermedades mentales.
 
Podemos decir que en toda respuesta o reacción que un sujeto despliegue ante la pérdida cabe considerar los miedos o temores, el terror y la angustia que se generan en torno a ésta. Freud destaca que terror, miedo y angustia se usan indiscriminadamente para referirse a lo mismo, siendo que son fácilmente distinguibles en su relación con el peligro. La angustia señala Freud, se refiere a un estado de expectativa y de preparación para un peligro, aún cuando se trate de un peligro desconocido, en tanto que en el miedo se trata de un objeto determinado, localizado en presencia del cual se siente el miedo. El terror en cambio, dice Freud, es el estado en que se cae cuando se corre un peligro sin estar preparado es decir, que aquí destaca el factor sorpresa.
 
La palabra angustia viene de angosto. Freud hace énfasis en las sensaciones físicas que la acompañan relacionadas con lo estrecho: taquicardia, ahogo, sensación de estrechez en el esófago, etc., para este autor la angustia señal, es un sistema de alerta que sirve al yo frente a estímulos sentidos como prohibidos, que llaman la atención sobre el peligro presentido y la necesidad de movilizar contra éste las defensas yoicas. Considerando al ser humano como un ser integral, los dos componentes tradicionalmente considerados, el físico y el psíquico van a estar en conjugación en su comportamiento y así, comprendemos por que el dolor se vuelve sufrimiento, la mente se encarga de interpretar el dolor como símbolo de nuestra mortalidad es decir, premonitorio de muerte lo que a su vez, alimenta los temores, las culpas y las fantasías de cada sujeto, por lo que es importante entonces hablar de lo que significa para el ser humano el sentido de la muerte.
 
El papel de la muerte en la psique:
“Escapar a la muerte ha
sido el núcleo de las religiones”
Unamuno
 
Los modos de asumir realidades tan radicales como son la enfermedad y la muerte han formado parte de la consideración filosófica y de los mensajes religiosos. Ordinariamente la manera de conducirse para cada cultura con respecto a estos hechos, se encuentra fundamentado en lo religioso y en lo mágico-religioso de las culturas primitivas que nos anteceden, lo que ha configurado los modos, hábitos y costumbres de la gente para responder a las enfermedades terminales y a la muerte. Philipp, A. (1999), en un estudio sobre como reacciona el hombre ante la muerte destaca que estamos horrorizados ante la muerte pese a saber que todos algún día vamos a morir y en este sentido connotamos como una bella muerte aquella que se da en forma súbita como por ejemplo, mientras dormimos, sin dolor ni enfermedad y por tanto completamente inesperada. ¡Y aquí surge la pregunta!: ¿y cuando se la espera como consecuencia inevitable de una penosa enfermedad como se reacciona?. Sabemos que la interpretación personal que un sujeto hace de su enfermedad, respecto a las consecuencias que ésta tenga sobre sí mismo, su familia, actividades, rol laboral y social, etc., condiciona respuestas emocionales que pueden incluir ansiedad, depresión, rabia, resentimiento, vergüenza, culpa y desesperanza, entre otros, y en algunos casos euforia y manía, como defensa ante la angustia que cada uno experimente en cada caso, de acuerdo a su estructura psíquica e historia personal.
 
Como todos sabemos a los enfermos no les es fácil llegar a la aceptación y esto lo vemos en las resistencias que la mayoría presenta para transitar por las distintas fases del duelo, en las que se dan retrocesos y estancamientos sobre todo si no se les ayuda a tramitarlo, ya que un componente importante que los atraviesa como se ha venido mencionando, es la angustia ante la cual los individuos elevan sus defensas y una de ellas suele ser el pensamiento mágico que lejos de ayudar, estaciona a los sujetos en una especie de burbuja auto protectora en la que pueden quedarse estancados sin emplear los recursos para elabora el necesario duelo ante la vivencia de la enfermedad.
 
En “Animismo, magia y omnipotencia de los pensamientos”, Freud menciona que la magia es la pieza clave para conocer el origen del animismo es decir, el sistema por el cual se le da vida o alma a las cosas, como ocurría en la vida primitiva y como sabemos también en la infancia del hombre. La técnica de la magia, dice este autor, puede aplicarse también para establecer un conjuro de protección ante los males o peligros de la vida esto es, invocando el auxilio de los Dioses; sus principios son similitud y contigüidad siendo el imperio de la asociación de ideas lo que explica la insensatez del procedimiento mágico que en el fondo lo que expresa es la realización de un deseo. “Ahora parece que como si fuera la acción mágica misma la que en virtud de su similitud con lo deseado, lo obligara a producirse”[3] La omnipotencia de los pensamientos, dice este autor, es el principio que rige esta magia es decir el modo de pensamiento animista donde la necesidad de la satisfacción de los deseos predomina sobre la realidad objetiva, y en este sentido podemos considerar que el llamado pensamiento mágico es el mecanismo por el cual el sujeto cambia su realidad dolorosa por una que le satisfaga es decir; una defensa contra el temor, la angustia que le genera su realidad, creando una alianza entre deseos y fantasías para formar con estos una especie de delirio sin que ello signifique que se tengan problemas del tipo de las psicosis o el retardo mental.
 
Como puede verse entonces, todos estos elementos en la psique humana se ponen en juego y alerta ante la presencia de una enfermedad que amenaza la vida, llevando a los sujetos a reaccionar o responder de acuerdo a su economía psíquica y el momento histórico y cultural que le rodea y en cual se encuentra inmerso en medio de una disyuntiva: hacer frente a la enfermedad incorporándola a su sistema de vida porque lo que le importa es vivir aún con sus limitaciones o bien dejarse llevar por la tragedia, asimilándola como una pérdida insalvable donde no sólo se pierde la salud como garante de una buena vida sino también el deseo de vivirla pues la amenaza de muerte y la caída del deseo, por las razones que ya se han comentado, sobrepasa la esperanza de vida.
 
**Viñeta:
 
Trabajando en el Servicio de Nefrología de un Hospital General, me encuentro una mañana con un pedido de urgente intervención, Celis, una pequeña de 14 años de edad, de la Sierra de Oaxaca, una comunidad indígena de mi país, México, había estado desde hacía dos horas convulsionando y aventando espuma por la boca. Ya habían acudido los neurólogos y concluyeron que no había inervación nerviosa para tal evento y que por tanto, se trataba de algo “psicológico”
 
La demanda de los médicos que se me dirigía, era que resolviera con la mayor premura tal urgencia.
 
El cuadro era verdaderamente impactante. Celis, convulsionaba y la posibilidad de intervención parecía limitada. Decido dirigirme a la niña con una invitación a tomar la palabra “¿Celis, quieres hablar?, ante lo que ella respondía con mas convulsiones y los ojos en blanco, derramando saliva espumosa por las comisuras de los labios; repito mi apelación y finalmente intervengo diciendo “Cuando quieras hablar me llamas, tengo otros pacientes que atender” y me di la vuelta dispuesta a salir de la habitación. Para mi sorpresa, Celis, se incorpora de un golpe y poniendo la mano en mi hombro exclama en un grito “¡No te vayas, sí quiero hablar!” cesando también las convulsiones. A partir de ese momento desplegaría la angustia que le producía dejar el hospital, al que había llegado en estado gravísimo que requirió dializarla. La vida y la muerte en el centro de la escena convulsionante.
 
Me interesa destacar que la intervención se enmarca en la transferencia de los médicos hacia la analista a quien convocan, así como de la niña quien ya era una paciente que se atendía en el Servicio y tenía un lazo con la analista
 
A manera de conclusión se puede decir que escuchar el síntoma más allá de su expresión somática, descubrir el mensaje que este encierra, es fundamental para abordar estos casos donde el sujeto no se interroga sobre su deseo pero lo actúa en lo real del cuerpo, permitiendo con la escucha  que este se vehiculice a través de la palabra ya que como menciona Inés Sotelo (2007),no dar un lugar a la palabra es exponerse al advenimiento de un pasaje al acto, que como en este caso tuvo lugar. Se trata entonces de hacerle un lugar a la palabra de los sujetos atravesados por lo real del síntoma en lo orgánico y de “crear artificios en guardias y admisiones, que permitan la lectura de los efectos haciendo uso de los recursos de los que se disponga”[4]
 
Bibliografía
 
Aries, P. (1999). El hombre ante la muerte. Madrid: Taurus.
 
Blanck, F. & Cerreijido, M. (1996). La vida, el tiempo y la muerte; El papel de la muerte en la vida psíquica. Ed. Fondo de Cultura Económica.
 
Dejour, C. (1992). Investigaciones Psicoanalíticas sobre el cuerpo. Ed. Siglo XXI.
 
Freud, S.(1991) Animismo, magia y omnipotencia de los pensamientos; Vol. XIII. Amorrortu Ed. 2ª reimpresión
 
Freud, S (1991) Más allá del principio del placer; Vol. XVIII. Amorrortu Ed. 2ª reimpresión
 
Freud, S. (1991) Cómo se genera la Angustia; Fragmentos de la correspondencia con Fleiss: Manuscritos «M», «N» y «G» Vol. I. Amorrortu Ed. 2ª reimpresión
 
Freud, S. (1991)Confefrencias de Introducción al Psiconálisis; 23va. Conferencia: Los caminos de la formacion del síntoma Vol. XVI. Amorrortu Ed. 2ª reimpresión
 
Freud, S.(1991)Duelo y Melancolía; Introducción del Narcisismo; Vol. XIV. Amorrortu Ed. 2ª reimpresión
 
Freud, S. Formulaciones sobre los dos principios del acaecer psíquico Vol. XII. Amorrortu Ed. 2ª reimpresión.
 
Lacan, J. R. S. I. Seminario inédito; versión mimeografiada.
 
Sotelo Inés.( 2007) Clínica de la urgencia.. JCE Ediciones
 
Soto Adriana El uso de los dispositivos frente a la urgencia; Tiempos de Urgencia; estrategias del sujeto, estrategias del analista Sotelo I comp. (2005) JCE Ediciones

 


[1] S. Freud y Melancolía Vol. XIV Pag. 235 Amorrortu Ed.
[2] S .Freud Introducción al narcisismo. P 79, Vol XIV Amorrortu Ed.
[3] Freud, Animismo, magia y omnipotencia de los pensamientos; Vol. XIII
* Intervención de Lilia Pérez en: Clínica de la Urgencia de Inés Sotelo ; Debates en el foro JCR Ediciones 2007 p. 51
[4]Soto Adriana El uso de los dispositivos frente a la urgencia; Tiempos de Urgencia; estrategias del sujeto, estrategias del analista .( 2005 )en Sotelo Inés “Clínica de la Urgencia “ (2007) JCE Ediciones