Creación y escritura literaria

 Alejandro Montes de Oca

Abordar el fenómeno del arte siempre resulta, desde cualquier perspectiva, una empresa riesgosa, ya que necesariamente debemos insertar nuestra aproximación analítica, cualquiera que esta sea, en una realidad compleja, misma, que como producción cultural la experiencia de la creación implica. Y no es posible, sin esta condición primera, el intentar ubicar lo que el psicoanálisis aportaría a la comprensión del proceso creativo, que es lo que nos proponemos en este artículo. Es desde esta perspectiva entonces, que habréde buscar exponer algunas consideraciones sobre el ámbito desde el cual habráque plantearse el problema de la creación en general, y el de la escritura literaria en particular. Y que tiene que ver, desde nuestra perspectiva, fundamentalmente con tres planos. Mismos que pretendemos articular a partir de un juego de refracciones que buscan hacernos observar el proceso creativo desde diversos ángulos, para que, de esta forma, ir desdoblando en las imágenes sucesivamente asíproducidas, al objeto producido por el proceso creativo, es decir –la construcción narrativa–. Los diferentes ángulos a que esto da lugar nos permitirán ir desplazando y complejizando nuestra aproximación teórica. Lo que habráde permitirnos ver, como si observáramos a través de un prisma, tres planos, cada uno de ellos formado por tres vértices intersecándose, para sólo, a partir de las diferentes refracciones producidas por nuestro prisma, acercarnos a comprender lo que llamamos la experiencia de la escritura literaria, en su real complejidad. En suma, este escrito, apunta a la invención de un dispositivo de visibilidad, a la construcción de una mirada que de lugar a una aproximación a la experiencia de la escritura literaria desde las constelaciones del deseo, para buscar comprender el proceso sublimatorio de la creación, a partir de la pregunta por el lugar desde donde se escribe.

El primer plano que construiremos, habremos de trazarlo en relación con la manera, en cómo en el texto literario, se constituye el sujeto de la escritura, ¿quéquiero decir con esto? Que no hay verdadero sujeto en el texto, sino aquel que surge en y por el proceso de la creación. No por otra cosa un escritor como Francisco Goldman puede decir: “escribir es para míuna búsqueda misteriosa (…) puedo pasar días trabajando en un mismo párrafo, sin un objetivo concreto, intuyendo, hasta que encuentro lo que busco. Me da pena y séque tengo que aprender a tardarme menos, pero yo no puedo escribir nada hasta que los personajes se deshacen de mí(…) y toman su propia vida”[1]. Testimonio inquietante en tanto que nos remite a una realidad aparte, pero es por esto que la escritura literaria se constituye como una experiencia liminal, en donde el sujeto de la escritura se encuentra exiliado en la lengua, ya que no hay verdadero sujeto que se sostenga, sino aquél que habla en nombre de la palabra. Experiencia entonces, la de la escritura literaria, que manifiesta como ninguna otra, la dimensión de la otredad, de aquello que siéndonos lo más íntimo, nos es a la vez ajeno. Y es a esta condición de la escritura, que permanece enigmática aún para el escritor, en tanto que atañe al núcleo de su ser y por lo mismo, le es ajena, que apunto al considerar el problema del sujeto que por la experiencia de la escritura literaria se construye, ya que es por la práctica psicoanalítica que sabemos que lo más íntimo de nuestro ser es lo que nos resulta más ajeno. “A consecuencia del advenimiento tardío de los procesos secundarios, –escribe Freud–el núcleo de nuestro ser, que consiste en mociones de deseo inconscientes, permanece inaprehensible y no inhibible para el preconsciente, cuyo papel quedólimitado de una vez y para siempre a señalarles a las mociones de deseo que provienen del inconsciente los caminos más adecuados al fin. Estos deseos inconscientes constituyen para todos los afanes posteriores del alma una compulsión a la que tienen que adecuarse, y a la que tal vez puedan empeñarse en desviar y dirigir hacia metas más elevadas.”(Freud, 1900:593) De tal forma que la escritura literaria se constituye como una experiencia excéntrica a la propia subjetividad o conciencia de sídel escritor.

Desplazándonos ahora al segundo vértice dentro de nuestro primer plano, habráque observar lo que surge desde esta experiencia de ajenidad a la que Vincent van Gogh, en sus cartas, alude con precisión al escribir: “Involuntariamente me he convertido (…) en una especie de personaje imposible y sospechoso. (…) ¿A quién, o en qué, podría yo ser útil de algún modo? (…) ¿A quépodría servir? ¿Hay algo dentro de mí? Si es así, ¿que es entonces?”[2]O como con estremecedora lucidez, lo expresa Kafka en sus diarios: “El mundo tremendo que tengo en la cabeza. Pero, cómo liberarme y liberarlo sin que se desgarre y me desgarre. Y es mil veces preferible desgarrarse que retenerlo y encerrarlo dentro de mí. Para eso estoy aquí, esto me resulta perfectamente claro.”[3]Es de esta forma, como los grandes creadores testimonian que arrastrados por una pasión que los posee y los hace ajenos a símismos, no pueden ceder en cuanto a lo Otro radical que eso les plantea. Ya que es precisamente por la búsqueda de lo inefable, o como lo ha expresado Octavio Paz al señalar que “el escritor dice literalmente, lo indecible, lo no dicho, lo que nadie puede o quiere decir”[4], que el escritor es puesto en relación con esa otredad radical, en la que se ve implicado en un proceso, que por lo mismo, le comporta un sufrimiento. “Puesto que locura y creación dependen de la común desmesura que es la negativa a renunciar a lo absoluto”, como lo expresa Anne Juranville. (Juranville, 1993:22) De tal manera que la experiencia que le comporta al creador el acto de la escritura, resulta en algo vergonzoso o al menos fallido e impotente. Tal cual lo expresa Marguerite Duras cuando escribe: “soy presa de algo, pero es impúdico decirlo”[5].

Y finalmente, la tercera coordenada de este primer plano habráque construirla a partir de considerar al objeto de la creación, desde la perspectiva de la producción cultural, esto es, en relación a cómo la forma literaria produce sentido, es decir, cómo es que a través de la selección de determinados campos metafóricos en tanto lugares de pensamiento, se construye una realidad imaginaria a través de la cual se da cuenta de una experiencia absolutamente singular, por lo que el relato construido por el escritor es de un valor inestimable. O dicho de otra forma, la literatura se despliega entre la fantasía y el estilo, coordenadas ambas a partir de lo cuales se construye el cuerpo de la escritura. De tal manera que esta construcción se produciráen la articulación de los registros de lo imaginario y lo simbólico, pero no como una simple intersección, sino que el recorte que la produce constituye la realidad sobre el campo de lo imaginario, a partir de una articulación fantasmática, como pantalla de lo inconsciente. Ya que el campo del sujeto se recorta por la trama de la escritura, suspendido en la forma literaria, colocada ante la mirada como pantalla de eso Otro que causa la escritura. O dicho en las palabras escritas por JoséSaramago: “Dentro de nosotros existe algo que no tiene nombre y eso, es lo que realmente somos.”[6]Por lo que el campo de la realidad se construye por mediación de la palabra, dando lugar tanto a un encubrimiento como a una revelación.

Ahora bien, este primer plano configurado por estas tres posiciones construidas desplazando nuestro punto de vista, habráahora que hacerlo girar sobre su propio eje para producir una refracción de nuestro objeto, y asíiluminar otra faceta del problema, a partir de mudar cada uno de los tres vértices del primer plano a una posición equidistante con la primera, para de esta manera articular otro plano, que nos permita mutar nuestra perspectiva analítica. Configurando así, por este giro, otro campo constituido a su vez por tres vértices, lo que nos permitiráahora observar el campo de lo literario en donde el problema de la escritura se constituye, desde otro lugar que se desprende del primero, añadiendo una perspectiva bidimensional.

Este segundo plano entonces, deberápermitirnos observar la manera en que el objeto producido por la experiencia de la escritura literaria se articula, en el campo literario, en relación con el sujeto de la escritura al que el primer plano nos permitióacercarnos. De tal forma que el primero de nuestros vértices estaráreferido por la noción de secreto, y esto significa que desde esta posición el trabajo de la escritura literaria estaráimplicado, tal como resulta del giro operado sobre nuestro primer vértice del plano anterior, en una suerte de revelación, es decir, que algo oculto o velado sería revelado en y por el proceso de la escritura, y así, la escritura literaria derivaría su gran valor, en relación con el alumbramiento o develamiento de una verdad revelada. Y es a esto, a lo que de forma paradigmática, María Zambrano en su ensayo titulado de forma tan sugerente como poética; Hacia un saber sobre el alma, apunta: “Escribir es defender la soledad en que se está(…) mas las palabras dicen algo. ¿Quées lo que quiere decir el escritor y para quéquiere decirlo? ¿Para quéy para quién? Quiere decir el secreto; lo que no puede decirse con la voz por ser demasiada verdad. (…) La verdad de lo que pasa en el secreto seno del tiempo, es el silencio de las vidas, y que no puede decirse. (…) Pero esto que no puede decirse, es lo que se tiene que escribir.”(Zambrano, 1987:31-33)

Asíel escritor narra una historia que es suya en tanto que es él quien la escribe, pero que en cierta forma le es ajena porque produce una revelación que no se le explicita asímismo. Más es importante subrayar, que esto se produce en el registro de la escritura entendida como proceso, es decir, en el acto de una escritura que habráque entender así,  como un régimen de la experiencia, es decir, que la experiencia de la escritura literaria implica un proceso complejo en el cual, como hemos apuntado, el escritor se ve poseído. Por lo que desde esta perspectiva, el verdadero escritor queda presa de una compulsión a la que ha de entregarse en soledad, y de la que no podráapartarse, pero por la cual produciráuna revelación. O como nos lo dice de forma poética María Zambrano: “Afán de desvelar, afán irreprimible de comunicar lo desvelado, doble tábano que persigue al hombre, haciendo del él un escritor. ¿Quédoble sed es esta? ¿Quéser incompleto es éste que produce en síesta sed que sólo escribiendo se sacia? ¿Sólo escribiendo? No; sólo por el escribir, pues lo que persigue el escritor, ¿es lo escrito, o algo que por lo escrito se consigue?”

Esta verdad que se revela en el proceso de una escritura, se articula asídentro de nuestro prisma, con la manera en como en el texto literario se constituye el sujeto de la escritura, en y por la experiencia de la escritura literaria, y esta “posibilidad de construir en el sujeto una posición enunciativa enfocada a la verdad, (…) quiere decir que la verdad ya no se recibiráde la realidad, sino que seráinstalada en la ficción, (…) uno de los mecanismos fundamentales del discurso del psicoanálisis es instalar la verdad en una estructura de ficción.”(Saettele, 2005:154) El trabajo de creación literaria entonces, apuntaría a revelar por la escritura una verdad silenciada o proscrita, y la escritura literaria se constituye asíen una experiencia que involucra a una persona, el escritor, pero que lo trasciende de una particular manera porque apunta hacia lo innominado, hacia lo que el escritor mismo desconoce hasta que lo escribe, y esto no podría ser, sino por la vía de “la reconquista de la realidad auténtica del inconsciente por parte del sujeto”(Lacan, 1975:44), en relación con lo que hemos denominado el “fantasma”, por el que el escritor queda cogido.

El segundo vértice de este segundo plano, correlativamente ubicado respecto del primero, lo encontramos organizado en torno a la noción de errancia, de tal forma que desde esta posición, al trabajo de la escritura literaria habráque concebirlo como un derivar, en principio, sin límites. El trabajo de la literatura desde esta perspectiva habráque pensarlo a partir de la ausencia de un sentido unívoco en la realidad, y por lo tanto, la experiencia de la escritura comportaría para al escritor, una deriva por los meandros del sentido, por los bordes en los que se reproducen, impugnan, transgreden, interrogan o transforman, los límites socialmente instituidos entre lo permitido y lo prohibido, lo bello y lo feo, lo deseable y lo indeseable, lo decente y lo obsceno, lo sensato y lo insensato, en fin entre la cordura y la locura. Por lo que el escritor, en palabras de Maurice Blanchot “antes de su obra no sólo ignora quién es sino que no es nada. Sólo existe a partir de su obra.”Desde este punto de vista, el escritor cuenta en tanto que escribe, su identidad como sujeto se diluye, y es en sus textos y en sus narraciones, que cobra formas y perfiles definidos, y es solamente a partir del espacio imaginario que construye errando por su escritura, que podemos decir que el escritor cobra un relieve, y que emerge un sujeto en y por la experiencia de la escritura. “Yo que soy escritora –nos dice otra vez Marguerite Duras–no tengo historia, o mejor dicho sólo tengo historias en la escritura”[7], o como lo expresa Hermann Broch al decir: “En todo caso algo comparto con Kafka o Musil: ninguno de los tres tenemos realmente biografía. Hemos vivido y escrito, esto es todo.”(Citado en Pérez Gay, 1991:26) Es de esta forma que puedo decir que el escritor, se escribe en sus relatos, en todas y en cada una de las circunstancias y los personajes por el narrados, por lo cual, es que García Ponce puede afirmar respecto de Musil, que “siguiendo su verdad poética –o en términos más sencillos y más definitivos su verdad a secas, pues la verdad poética es la única verdad verdadera–(…) se ha conducido a encontrar en la esencia de los personajes que ha creado. ¿Creado? (…) sus propias ‘cualidades’como hombre al convertirse en el escritor que ‘expresando su subjetividad’habría expuesto su propio dilema a través de la creación del personaje que es ‘el hombre sin cualidades’.”(García Ponce, 1981:21) Es entonces por la palabra hecha escritura, que emerge un sujeto de ese proceso. En esa mediación que se constituye por la palabra en la escritura, entre el sujeto como escritor y ése otro él mismo, que por su escritura se construye.

Todo esto sin embargo, sólo se realiza a través de una construcción imaginaria que constituye la evidencia primera de toda narrativa, y que es precisamente la que nos atrapa seduciéndonos. Pero este atrapamiento proviene no sólo de la fascinación por las imágenes construidas, sino de que la literatura de la que aquínos ocupamos, se construye como una experiencia en el linde de la significación de las palabras. Experiencia límite, la de esta escritura errante, que produciendo prodigiosas construcciones imaginarias, propone una línea de ficción que da lugar a una inscripción simbólica para el sujeto, en la medida en que es por la escritura y en lo escrito que éste es reconocido, no a partir de un simulacro de identidades, sino al interior de un continuo de intensidades.

Finalmente, en el tercer vértice de este campo, al objeto de la creación habráque considerarlo a partir de la noción de umbral, y desde este lugar, a la escritura literaria habremos de contemplarla como un devenir en el sentido de la construcción de formas significantes desde el sujeto de la enunciación. El proceso de la escritura literaria tendráque ver aquí, entonces, con el velamiento. Lacan nos recuerda que “el velo, la cortina delante de algo, permite igualmente la mejor ilustración de la situación fundamental del amor. Puede decirse incluso que al estar presente la cortina, lo que se encuentra más allácomo falta tiende a realizarse como imagen (…) La cortina cobra su valor, su ser y su consistencia porque sobre ella se proyecta y se imagina la ausencia.”(Lacan, 1994:157) El velo así, cobra un valor como umbral del deseo y de la ausencia. ¿Quése vela? Significativamente en el primero de los vértices de éste campo, la problemática se jugaba por el secreto, alrededor del develamiento y la revelación, pero aquíno hay secreto y el punctum es el velo. “Pues punctum –nos dice Barthes–es también: pinchazo, agujerito, pequeña mancha, pequeño corte (…) una especie de sutil más-allá-del-campo como si la imagen lanzase el deseo más alláde lo que ella misma muestra.”(Barthes, 1980:65 y 109) Es en el velo que oscila un pliegue, por el que se constituye su falta y su lazo, nada hay por desvelar, todo queda expuesto en su opacidad. Tomo ahora un texto deslumbrante, un tanto más extenso que los anteriormente he citados, para mejor ilustrar lo que digo, pertenece a Hélène Cixous y el texto de donde lo tomo, lleva un título por demás sugerente, Sa(v)er:

“¿Cuál es el equivalente de lo inaudito? ¿Lo invisto? Nunca antes invisto. Era una invención.

(…)

Siempre hubo un umbral, cruzar nadando el estrecho entre el continente ciego y continente vidente, entre dos mundos, un paso marcado, venir del afuera, un todavía, una imperfección, abría los ojos y veía el todavía, había que ejecutar ese movimiento de puerta para acceder al mundo visible.

No-ver es defecto penuria sed, pero no-verse-vista es virginidad fuerza independencia. (…) La gran libertad de la borradura de sí. (…) Además no-verse-a sí-mismo es algo de paz.

(…)

Pronto habrán desaparecido la imprecisión, el caos antes del génesis, el intervalo, la etapa, la amortiguación, el pertenecer a la no-videncia, la silenciosa gravedad, el paso cotidiano de frontera, la errancia en los limbos.

(…)

(…) –la que se iba, la que se retiraba de la mujer como una lenta mar interior–, percibía las dos orillas. Puesto que no se permite a los mortales estar de los dos lados.”[8]

Texto pleno de resonancias, por lo que nos permite contemplar cómo, desde la perspectiva abierta desde éste, el tercer vértice de nuestro segundo plano, no hay aprehensión del mundo sino por su ausencia, y es en el despliegue de esa ausencia, en el proceso de lo que he llamado la experiencia de la escritura literaria, que se visibiliza cada ser y cada cosa sobre un fondo de ausencia, sobre una nada que se vela, no obstante, por lo escrito. La experiencia de la escritura literaria implica así, enfrentarse a esa ausencia, en el borde del abismo, en el umbral de lo existente, para producir, en su recorrido, una “figura infigurable –como lo dice Derrida–(…) el secreto de un rostro que ya no es ni siquiera un rostro,”(Derrida, Cixous, 1998:43) sino un semblante del ser.

Pero ahora volvamos a girar nuestro plano y produzcamos una nueva refracción que nos permita, a partir de este segundo giro, iluminar otra faceta del problema de la escritura. Y ya que en relación con lo literario, como la ha señalado Deleuze, “no se descubre ninguna verdad ni se aprende nada a no ser por desciframiento o interpretación.”(Deleuze, 1964:13) Desde la primera coordenada de este tercer plano, interpretaremos la emergencia del proceso creativo, en relación con la noción del no-saber, que construimos en concordancia con los vértices primeros de los dos planos previos, pero a partir de desplazar nuevamente nuestra perspectiva analítica. Para proponer ahora una aproximación tridimensional.

Si ya he propuesto pensar el proceso de la escritura como excéntrico al sujeto, ahora en este plano, veremos de que manera la experiencia de la escritura se articula con el fantasma inconsciente, noción a la que nos hemos ido aproximando a partir de los planos previos, ya que a la experiencia de la escritura no es posible ubicarla, como hemos visto, en relación al yo del escritor, sino por el contrario, como un proceso que siendo indiscernible de lo vivido, da lugar a la emergencia de un sujeto Otro, en y por la escritura. La escritora Luisa Valenzuela lo expresa de forma inmejorable como “lo que emerge, casi oculto, por debajo de las palabras, estampado allísin la menor intención o conciencia por parte del autor.”(Valenzuela, 2002:28)  Pero en donde, añadimos, “el inconsciente no es que el ser piense, como lo implica, sin embargo, cuanto de él se dice en la ciencia tradicional, (sino que) el inconsciente es que el ser, hablando goce y (…), no quiera saber nada más de eso. (…) Esto quiere decir: no saber absolutamente nada.”(Lacan, 1975 b: 128) Por lo cual podemos decir, que lo propiamente imaginario en la literatura, adhiere a esa construcción irreal que se produce por la escritura, en lo que tiene de real –fantasmática–la realidad contada por el escritor. Y lo simbólico, se entrama en lo real de la irrealidad de sus personajes y situaciones, dando lugar a la narración, que se sitúa así, en suspenso, entre el yo del escritor y el Otro, que en él despliega la palabra.

Es asíque “la literatura actual –nos dice Luisa Valenzuela–(…) recorta y escarba en el no-saber-nada, a sabiendas de que ahí, dentro del mismo no-saber, late eso que empuja hacia delante la narración.”(Valenzuela, 2002:18) La literatura de esta forma, tiene lugar entre los registros de lo imaginario y lo simbólico, velando aquello que pide ser sacado del silencio de nuestras vidas y no puede ser sino contorneado, lo que implica una cierta “falla de las palabras”como lo expresa Musil[9], porque ese bordeamiento supone un agujero, que apunta al registro de lo real, falla o falta, que “si llega a dar un estatuto de límite interno al poder de la actividad simbólica, es porque (se trata) (…) de la incapacidad propia de lo Simbólico para reducir el agujero de que es autor.”(Lebrun, 1997:174-175) Por lo que al pensar este bordeamiento en torno a lo absoluto que por la escritura literaria se produce, nos remitimos a este no-saber, pero también a su atravesamiento por esa experiencia heterónoma, posible por el proceso de sublimación.

El segundo de los vértices de nuestro tercer plano, seráconstruida ahora a partir de conceptualizar el proceso de la escritura literaria como producción de objeto pulsional, esto es, el concebir el proceso sublimatorio de la creación, como un detenimiento de la pulsión en un régimen especial de la experiencia en una técnica del lenguaje. Se trata de discernir como es que en el proceso sublimatorio, la pulsión se convierte en lenguaje, y en consecuencia, como es que por el proceso de la escritura se lleva al cabo un trabajo desde el fantasma inconsciente, que requiere sin embargo de la mayor lucidez. “Este es el lugar más lábil de nuestra organización psíquica, –nos dice Freud–es el que puede ser aprovechado para llevar de nuevo bajo el imperio del principio de placer procesos de pensamiento”(Freud, 1911:228)

Hemos dicho arriba que por este proceso el escritor se convierte en cosa escrita, “lo cual (como hemos apuntado), hace surgir una división entre el yo de sentido y el yo de existencia”(Porge, 2005:87-92), o dicho de otra forma, entre el sujeto del enunciado y el sujeto de la enunciación, condición que se produce precisamente por lo que denominamos la experiencia de la escritura literaria, razón por la cual en último término, este proceso implica un sufrimiento, ya que si como se apuntóel inconsciente no es que el ser piense sino goce, éste goce implica lo no simbolizable, el agujero que es el nudo del goce. O como lo expresa de forma literaria Luisa Valenzuela: es “el secreto del ser al que nunca accederemos de frente, de ahílos puentes de palabras (…) como umbrales que podrían permitirnos –si nos atreviéramos a cruzarlos–el acceso a lo Otro (…) (ya que) las palabras, en tanto máscaras de lo irrepresentable, velan al tiempo que develan”(Valenzuela, 2002:30), y es precisamente a esto, a lo que la experiencia de la escritura literaria empuja al escritor. Ya que el cuerpo textual producido por la experiencia de escritura , el objeto que se crea en el trayecto de esa escritura, produce algo que hace falta, y que por eso denominamos pulsional, porque provoca la emergencia de un hueco, “para escribir tengo que instalarme en un vacío”escribe Clarice Lispector (Valenzuela, 2002:48) Por lo que esta experiencia por la que se produce un hueco, algo que produce una falta, no puede concebirse si no es en términos eróticos, ya que es del movimiento de la pulsión a través de un régimen especial de la experiencia, de lo que hablamos, en donde “el veneno que secreta aquello que se oculta, más aún sobre quienes ni siquiera saben que existe algo oculto, enferma a los humanos y alienta a la literatura.”(Valenzuela, 2002:21)

Y esto se refracta de lo que ya hemos dicho respecto de que el escritor debe de sufrir una suerte de desdoblamiento para poder ser soporte de eso otro que por su escritura emerge, recorriendo esa distancia del otro que en el escribe, al Otro de la literatura, donde no sólo se desplaza sino se transforma “como si la plenitud misma de su alteridad desbordara el misterio que lo encubre, para producirse”, como lo escribe Levinas. (Levinas, 1967:48) Y es en ese desdoblamiento, que se produce aquello que concibo como un atravesamiento por esa deriva del goce, en “una experiencia cuyos efectos, por muy conscientemente que se produzcan, –dice Blanchot–se me escapan, experiencia frente a la cual no podrévolver a verme idéntico, por (…) que en presencia de otra cosa soy otro, (…) (porque) esa otra cosa –el libro–, de la que apenas tenía una idea (…) precisamente soy yo mismo hecho otro.”(Blanchot, 1981:31)

Por todo lo anterior, es que el tercer vértice o coordenada de éste tercer plano, nos coloca frente a la pregunta por el lugar desde donde la experiencia de la escritura literaria se produce, pero en otro lugar que aquel de donde partíamos. Porque cada palabra, dicha o escrita, al tiempo que enuncia algo intenta silenciar otra cosa, pero ésta siempre queda inscrita en el hueco que forjan las palabras, que es aquél en el que se aloja la literatura. Lugar, hemos visto, marcado por la incompletud de lo simbólico, donde la literatura se inscribe a partir de “esa dimensión de ausencia que estápresente en el propio corazón del saber de lo social, y que el psicoanálisis tiene la vocación de desvelar”, como señala Assoun (Assoun, 1993:18) Por lo que el concebir la experiencia de la escritura literaria como un proceso de producción de objeto pulsional, significaráque por la escritura el sujeto producirá“un posicionamiento ante lo que ES inexorablemente oculto. (En donde) el Secreto (…) se encuentra del otro lado de la frontera del lenguaje, la poesía lo sabe y hacia ella suele avanzar a tientas, aproximándose con enorme respeto, sabiéndolo inasible”(Valenzuela, 2002:62), mas no obstante, en y por el atravesamiento que esa experiencia comporta, se produce la emergencia de una verdad.

Y a partir de la tensión abierta por Lacan al proponer el lugar de lo femenino desde un cierto no saber, “la mujer no toda es, hay siempre algo en ella que escapa del discurso,”(Lacan, 1975b:44) en el cruce, de lo que Hélène Cixous ha llamado una “escritura femenina”, cuando ha propuesto que la feminidad es eso que no se deja ver, si en ese ver se propone un Saber. (Derrida, Cixous, 1998:12) Es que nosotros ubicamos el nudo que sostiene la pregunta por el lugar desde donde se escribe. Recordemos que en el texto que lleva por titulo La feminidad, Freud había escrito: “ahora ya están ustedes preparados para que tampoco la psicología resuelva el enigma de la feminidad. Ese esclarecimiento, en efecto, tiene que venir de otro lado.”(Freud, 1933:108) ¿De quéotro lado? Precisamente del lado donde se inscribe eso. Y es precisamente desde esta noción del no-toda que es posible pensar el lugar de la relación entre verdad y saber desde ese Otro goce, en donde “la emergencia de tal goce ‘suplementario’también caracteriza de manera eminente a la sublimación”, (Juranville, 1993:41) por lo que podemos pensar ahora a la escritura literaria, como aquella experiencia que tendría lugar en los bordes de eso, implicado en lo femenino, ya que si “el deseo de la mujer estádirigido por su pregunta acerca de su goce. El hacerse mujer toma asísu especificidad con relación al goce puesto que ellas están más cerca del goce que los hombres, y alojan un goce enigmático, insituable”(Tendlarz, 2002:120), y que no podría ser sino contorneado, ya que elude todo saber. Saber entonces de otro orden, saber de un devenir, de un derivar, saber del goce, desde el goce, desde lo inefable del goce. Y “ya que el sujeto nunca puede localizarse en el punto de la mirada, el campo (…) deja de ser un espejo y se convierte en una pantalla”(Wright, 2000:63), que es en donde se trama la literatura. De tal forma que el trabajo de la escritura supondráasíuna suerte de bordeamiento en el umbral de un vacío, por el que “el creador es llevado a errar hasta los confines de una zona peligrosa –como señala Juranville–donde se pierde el sentido desnudándose en su pureza de absoluto.”(Juranville, 1993:51-2) Leo una vez más un fragmento de Hélène Cixous:

“las verdades se desenmascaraban un segundo antes del final. ¿Veo lo que veo? Lo que no estaba ahíquizás esta ahí. Ser y no ser nunca se excluían.

Para poder vivir, decidiócreer, y eso frecuentemente terminaba en malos descubrimientos. Ella confiaba en una loca en la que desconfiaba, pero en vano.

(…)

Pero ella reina también sobre el prójimo, (…) de ustedes también se burlaba, ustedes que nunca la vieron, ustedes que jamás supieron que ella extendía sus velos ambiguos entre la mujer y ustedes. Siempre estaba ahí, la invisible que separaba para siempre a la mujer. Como si fuera el genio mismo de la separación. Esa mujer era otra, y ustedes no lo sabían.”Derrida Cixous, 1998:26)

Umbral, separación, porque es en el borde, en el velo, donde se despliega la diferencia, lo radicalmente Otro, que es el linde desde donde se trama la escritura. Es así, que desde nuestra perspectiva, la escritura literaria se produce en ese el lugar de lo femenino, como lugar de excedencia, de ese goce Otro, suplementario, del que nada puede saberse. “Las mujeres –escribe Luisa Valenzuela–debemos estar particularmente atentas a nuestra posición marginal en las tierras baldías del lenguaje. Gracias a ella conocemos bien el reverso de las palabras, su maloliente trasero, y reconocemos el poder generativo de su secreta entrepierna.”(Valenzuela, 2002:62) Por lo que la experiencia de la escritura literaria se daráen una dimensión inaudita y atroz, la de la verdad no-toda, por lo que el escritor, se verásiempre, suspendido entre la creación y la locura en la insistencia del absoluto del arte.

 


[1]Entrevista aparecida en el suplemento dominical de La Jornada, el 11 de febrero de 1996, p.3.

[2]Cartas a Theo. Vincent van Gogh. Paidós Estética 35. 2004. pp. 36-44.

[3]Diarios (1910 1913). Franz Kafka. Editorial Lumen, 1975. Nota del 21 de junio de 1913, P. 274.

[4]Octavio Paz. Texto leído en el Primer congreso Internacional de la Lengua Española, publicado en La Jornada, el 8 de abril de 1997, p. 10.

[5]La Jornada, 4 de marzo de 1986, con motivo de su fallecimiento.

[6]En: Ensayo sobre la ceguera.

[7]Op. cit.

[8]El texto de Cixous citado lleva por título Sa(v)er y se encuentra en Derrida, Cixous, 2001:28-32.

[9]En: Las tribulaciones del estudiante Troles.

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