Arte de vivir: más allá de las Ciencias de la Salud

 Eugenio Palomo


Un par de aclaraciones se imponen. Por principio de cuentas, no soy experto en Nietzsche y nunca lo he querido ser. Cuando me invitaron a participar en el Congreso organizado por la Universidad Veracruzana, pregunté: “¿Por qué yo, si no soy experto en Nietzsche?” Por otro lado, mi extrañeza era todavía más profunda porque el personaje que Nietzsche construyó a lo largo de toda su vida, siempre me ha resultado distante, patético e incluso algo grotesco, pero indudablemente más allá de su biografía, para mí ha significado un enorme desafío siempre, su fuerza de pensamiento.


Respecto al título del ensayo también les diría yo como Jorge Cuesta, el trágico poeta mexicano, gran conocedor y admirador de Nietzsche, que de conviene hacer estas aclaraciones para que nadie se engañe, pues quizás mi posición en este coloquio, sea decepcionantemente decepcionante, pero aun así, convine en aceptar la invitación y contesté de forma inmediata – es decir insensata – y por eso aunque intente de escapar de muchas formas, me presento hoy ante ustedes.


Quisiera decirles, que para abordar éste tema, lo primero que me planteo es una angustia, que también plantee a un querido amigo poeta: ¿Se puede decir algo nuevo sobre Nietzsche? Tengo la visión insensata, el deseo de que cada frase de que yo logre pergeñar sea literalmente nueva y no repita ningún libro, ninguna tesis, ninguna interpretación sobre Nietzsche, por supuesto, esto no será posible.


Lo que aquí está en juego y que me interesa, es efectivamente, en qué consiste el discurso, la práctica filosófica y por supuesto en qué sentido se puede hablar sí ésta tiene un sujeto y en que consiste éste sujeto en la práctica filosófica, que está siempre y ante todo vuelta discurso, y conviene precisar de inmediato, todos los discursos filosóficos cualquiera que éstos sean con sus pretensiones de contenido (realistas, inmediatas, sublimes, espirituales e incluso delirantes): todos ellos son prácticas. Prácticas que obedecen a reglas que sobrepasan a los pensadores. Por supuesto, el soporte institucional en el que se basan, tiene una inmersión y una regularidad desconocida por los propios filósofos que les viene de su cultura, de su sociedad y de la historia.


Me voy a formular una pregunta ante ustedes: ¿En qué sentido es Nietzsche un filósofo? Si entráramos a abordar la relación vida – pensamiento, pensador – vida, convendría decirles, que éstas cuestiones las encuentro asuntos de profesores, de intelectuales. Comenzando, por supuesto, por el profesor Nietzsche que muy pronto desde 1870 cuando accede a su cátedra en Basilia se des-germaniza, se des-alemaníza, es decir, necesariamente se convierte en ciudadano suizo.


Pero el título de mi trabajo, me orienta en otra dirección. Y cumpliré mi promesa formulada en el título de mi trabajo, dirigiéndome hacia allá.


Las nociones de salud y enfermedad, aparecen indeterminadas en toda la obra de Nietzsche desde sus trabajos filológicos hasta los inéditos. Pero haré una escala más en mi discurso, me gustaría plantear cierta cuestión a propósito de Nietzsche, la pregunta que está expresamente planteada en el nombre de éste coloquio: ¿Nietzsche ha muerto? Por supuesto, yo diría que sí, efectivamente, murió hace mucho tiempo y esto lo comento, porque el mínimo homenaje que le podría hacer al Nietzsche filólogo, es decir que ha muerto. No sugerir, cómo en el folleto de invitación al congreso en que no aparece la fecha de su muerte que éste continúa con vida. Sí, Nietzsche como cualquier otro filósofo o pensador que pueda calificarse de fundamental, está muerto. Sin embargo: ¿Cómo entiendo yo, esta pregunta en particular? ¿Hay acaso algo de él ó de su discurso que sobrevive? Y para intentar ser simple, podría intentar formularme una respuesta en términos simplemente de: afirmativo ó negativo.


Ya las declaraciones de que los filósofos mueren junto con sus filosofías, ha sido recurrentes desde finales del siglo XIX y el XX, y se han sucesivamente asesinado, también levantado actas de defunción de pensadores como Marx, para luego dar cuenta de su resurrección en términos fervorosos, pero esto irritaba al profesor Norberto Elías y le parecía ocioso hablar de crisis o de la muerte de Marx, y su posición es para mí, un ejemplo útil a seguir. Recuerdo que en 1967 hubo un gran coloquio organizado por la UNESCO, y efectivamente, la pregunta era: ¿Marx está superado? Para ahorrarles detalles, una de las figuras centrales era precisamente Adorno quién se enfrenta a este problema y tras de un discurso brillante, termina afirmando que para él Marx no está superado y oponiéndose a otros marxólogos de profesión, a los cuáles el tema les había valido su doctorado, como Raymond Aarón quien consideró, que efectivamente, Marx ya estaba muerto desde el siglo XIX.


Yo no soy médico, ni tengo pretensiones de convertirme en investigador forense ó sepulturero, más allá del juego siniestro y fascinador que me causan estas imágenes, y pretendo aquí, hacerme una serie de preguntas que pretenderían aspirar a ser filosóficas, así que lo primero que me llama la atención es la pregunta misma que da nombre al coloquio, que no me puede causar sino extrañeza desde su formulación.


Intentaré explicarme continuando con una referencia más, sociológica y de coyuntura perteneciente al clima cultural de mi juventud, por allá por 1977 (más o menos por éstas fechas o antes), aparece en la revista TIMES una leyenda afirmativa, completamente negativa y que formula un acta de defunción: “Marx ha muerto” y la sostiene un grupo de talentosos y excéntricos, estudiantes franceses alrededor de los cuales, se desarrolló después una campaña mediática impulsada por el grupo “Televisa” y que propició una discusión con profesores de diferentes tendencias.


A mí me resulta interesante mencionar todo esto, porque más allá de la consonancia casi musical de las fechas: 1967 – 1977, si uno podía formularse la pregunta entonces, ó afirmar enfáticamente que estaba muerto, y ahora nos preguntamos con aire dubitativo si Nietzsche está muerto en 2007, pues esto significa – nada más y nada menos – , que éste pensamiento poderoso hoy vive, nos interpela, nos permite pensar cierta parte de nuestros problemas, aventurar incluso algunas soluciones sobre nuestra actualidad.


Nietzsche rechazaría éstas pretensiones, por supuesto, y haría un planteamiento quizás más aproximado a nuestros problemas desde la actualidad y en razón de una praxis más contemporánea. Habiendo realizado todas estas aclaraciones, quisiera expresar apoyándome en Nietzsche – y ésta podría ser una de mis tesis –, que efectivamente y realmente (esto no es privativo sobre el trabajo acerca de Nietzsche): estamos enfermos de interpretación y de interpretaciones.


Aquí el referente cultural es uno de los pocos autores efectivamente leídos por Nietzsche y quien nos dice: “hay más que hacer interpretando las interpretaciones que interpretando las cosas y más libros sobre libros que sobre cualquier otro tema, lo único que hacemos es entreglosarnos”. La cita, por supuesto, remite al señor Miguel de Montaña como lo llamaba Quevedo. Ensayo numero 3, capítulo XVIII.


¿Por qué ésta remisión al pensamiento de Michel du Montaigne? Quizá porque buena parte del ejercicio filosófico hoy en día es un mercado de pulgas de citas. Para nosotros, de lo que se trata, es saber si, efectivamente Nietzsche es el inventor y referente de corrientes hoy dominantes, o como diría el profesor Vattimo con cierta vulgaridad: “Hegemónicas en el ámbito cultural y académico”.


Para mí, las orientaciones hermenéuticas, sean de ontología hermenéutica o alguna otra de sus variantes como la hermenéutica analógica, todo esto para mí remite al profesor Nietzsche. Y en esta perspectiva, para mí tiene mucha importancia que Nietzsche haya sido casi desde el principio, un autodidacta. Ésta característica, es un rasgo decisivo que permea todo su ejercicio, toda su práctica filosófica, empezando porque el profesor Nietzsche empezó su trabajo como filólogo con trabajos deslumbrantes que debían poco a sus maestros. Pero, me dirán ustedes que me desvío de lo que quiero plantear, y voy a tratar de contestarles por qué planteo esta cuestión. Es porque siempre he sentido un gran malestar acerca del pensamiento como niebla que rodea a Nietzsche, sería más preciso decir, del trabajo de buena parte de sus intérpretes o comentaristas, que yo diría, que en general lo tratan con demasiada condescendencia y, por supuesto, aquí los remitiría a los especialistas.


Por ejemplo: cada vez que Nietzsche habla acerca de la filosofía que conocía muy malamente de su historia. Siempre he echado de menos y me ha extrañado desde hace décadas, que los expertos no señalen cuando Nietzsche parafrasea, metaforiza, se equivoca o distorsiona literalmente el pensamiento filosófico que critica (lo cual hace frecuentemente) y no hacen notar que esto tiene que ver con la práctica filosófica y el tipo de ejercicio y discurso que practicó Nietzsche.


Para mí la pregunta esencial o una pregunta básica, elemental, ingenua sería: ¿Nietzsche reflexiona sobre el ejercicio, la práctica filosófica o más precisamente sobre el discurso como tal? ¿Por qué? Porque hay que recalcar que estas nociones indeterminadas para mí son decisivas, yo lo diría en mí jerga filosófica, que aprendí de un normalista francés hoy olvidado, que el discurso y su práctica filosófica se mueve con categorías: el bien, la belleza, el conocimiento, etc. A contrario, la ciencia se mueve con conceptos precisos: caída de los cuerpos, velocidad, etc. Pero en el ámbito cultural, ideológico, en nuestros discursos prácticos, afectivos, emocionales es ahí donde nos manejamos con nociones imprecisas y en lo que ser refiere al tema que propuse como título, estas nociones son fundamentales. Porque yo no digo que tengo 39º sino que me expreso diciendo: “Estoy afiebrado”. Tampoco digo que tengo un desbalance en la producción de catecolaminas, sino que me siento deprimido ó “stressado”.


¿Qué papel juegan éstas dos nociones, ésta pareja de salud – enfermedad? Aquí quisiera decir que ya toda una serie de expertos muy doctos han saltado, en diferentes momentos de la historia, de la crítica de Nietzsche o de su reflexión con respecto a la salud a la enfermedad que marcó la existencia y avatares del pensador Nietzsche.


En las primeras décadas del siglo pasado, un médico había señalado que la filosofía de Nietzsche no valía un pepino, porque se había desprendido de su cerebro sifilítico y por tanto, no habría que dedicarle mayor atención. Por supuesto, la respuesta de la hermana fue negar enfáticamente dicha afirmación, por la infamia que significaba que el malestar y enfermedad de su hermano manchara toda la familia Nietzsche y los descendientes estuvieran marcados por esta enfermedad. Pero, ésta fue la opinión de algunos doctos médicos en las primeras décadas del siglo pasado, pero también, algunos amigos más cercanos de Nietzsche, teólogos, historiadores de la religión, mitólogos, etc.


De hecho, según el testimonio de la madre, se supone que al final Nietzsche se arrepintió y esperó la salvación y – así lo manifiesta la madre – volviendo a creer en el Dios cristiano. Uno de sus grandes amigos el teólogo Hoderbeck (checar nombre) sostiene como después lo harán en los años 30 y 40 la mayoría de los teólogos, donde yo supongo, que Nietzsche tendrá una gran cantidad de lectores siempre acuciosos y pendientes, decía que la locura de Nietzsche, la enfermedad, la enajenación mental, había sido resultado de los planteamientos extremos de su filosofía. Cuando Nietzsche anunció la muerte de Dios, esto lo comprometió, y lo que provoco el hundimiento, el derrumbe y lo sumergió en la noche fue la negación del Dios cristiano, como contraparte, en las primeras décadas del siglo pasado, la enorme influencia y repercusión del pensamiento de Nietzsche fue en el ámbito cultural, crítico y artístico; los mayores escritores del siglo XX fueron marcados por el pensamiento de Nietzsche y así lo dijeron simplemente de Thomas Mann a Mussi (duda) para no quedarme sino con ellos. Ésta especie de influencia, de repercusión de un pensamiento poderoso y fascinante repercutió en Norteamérica en Inglaterra y por supuesto en América Latina. Vuelvo al problema en el cual fui convocado a ésta mesa y que yo dije un sí insensato; me pareció que era una forma de rendirle reconocimiento y medirse con la fuerza del poderoso pensamiento del profesor Nietzsche ¿Qué papel juegan las nociones de salud y enfermedad en toda la obra escrita publicada y en la enorme masa de artículos inéditos? Yo diría que efectivamente es central, es estratégica y es omnipresente pero lo que hay que platearse es por qué lo es y debo decirles que en los años 60 algunos de los estudios renovadores y que hoy celebramos ya se habían planteado ésta cuestión y dieron su diagnóstico, por ejemplo en 1965 Deleuze se plantea esta pregunta: “¿en qué sentido la enfermedad o incluso la locura está presente en la obra de Nietzsche? Nietzsche nunca concibió la filosofía como si pudiera proceder del sufrimiento, del malestar o de la angustia”. Yo diría que éste eminente conocedor de Nietzsche se deslinda muy pronto muy fácilmente de la cuestión ¿por qué? Porque efectivamente éste tema de la salud yo diría hay un desequilibrio en la pareja de salud y enfermedad en Nietzsche que es una idea fija para hablar como los alienistas y pensadores del XIX o es una obsesión de principio a fin y aquí daría de nuevo un rodeo y quería manifestarles como es esto cierto y es que si nos remitimos a una de sus ultimas obras publicadas el crepúsculo o el ocaso, “el crepúsculo de los ídolos” ahí de nuevo él nos dice y esto es su proposición de entrada: “la vida no vale nada” y esto me provoca cierta hilaridad porque soy mexicano y porque nací en cierto momento y es que el profesor Nietzsche tiene razón en el sentido de que algunos de sus herederos han asumido esta posición que tiene que ver con el sentido de toda su existencia. En primer lugar el melancólico músico y compositor mexicano José Alfredo Jiménez tiene una extraordinaria canción popular que se llama la vida no vale nada y para que vean que no juego del todo, a cerca del súper hombre también tiene una canción que se llama El Rey y dice algo así como sigo siendo el rey, no tengo trono ni reina ni nadie que me comprenda; y para qué no se decepcionen yo les diría que ésta idea de que la vida no vale nada está precisamente en uno de sus grandes herederos e interpretes este profesor originario de la selva negra, éste esquiso nazi que es el señor Heidegger, bien, esto que no le concierne a Nietzsche a quién me remite, efectivamente si yo tomo su aserto, su tesis filosófica del cual en este texto yo diría que Nietzsche es muy conciente cuando habla que la tesis de que la vida no vale nada ha sido pronunciada, postulada, escrita, planteada por todos los hombres más sabios yo diría como todo escolar agitado diría que esto es literalmente falso comenzando por lo que le atribuye a Sócrates que efectivamente cuando según el testimonio de Platón en el dialogo El Cedon las ultimas palabras dirigidas a su discípulo Criton es: “Critón, debemos un gallo a Escolapio no te olvides de pagar la deuda” Nietzsche agrega y distorsiona para sus fines lo cual es muy legítimo, yo no discuto eso, que Sócrates había declarado que la vida es enfermedad y que estaba cansado y que por eso obligo a la ciudad a su ciudad estado Atenas a la condena. ¿Qué encuentro aquí? Encuentro una pregunta ¿qué significa la práctica interpretativa de Nietzsche con respecto a la historia filosofía? La que sabemos conocía muy mal y lo han dicho desde sus primeros hasta sus últimos biógrafos me quedaré asumiéndolo de uno de ellos, Nietzsche solo conoció hasta Diógenes Laercio y después se salta hasta sus contemporáneos y aparte de Schopenhauer lee a los despreciados por él, los profesores, las autoridades dominantes de la época: neokantianos y otros ¿por qué interesa esto? Porque, efectivamente, yo diría jugando, que hay una contraposición entre Nietzsche este hombre que consagro su vida de principio a fin a escribir y alguien que lo obsesiono, que es su “bestia negra”, Sócrates y yo diría siendo pretensioso ante ustedes pero entenderán la figura retórica que funciona desde el más viejo hasta el nuevo discurso filosófico que yo encuentro muy ploriferada, muy aplanada en las obras de Nietzsche. Yo diría ahora, volviendo al principio, asumiéndome como secuaz de la estirpe de Socrates, Sócrates el plebeyo y aquí asumo mi condición, mi ser de clase desde donde me enfrento al profesor Nietzsche y también me enfrento a él desde la característica que él le atribuye al plebeyo Sócrates al decir: “Sócrates el que no escribe” Es desde ese lugar teórico, imaginario, filosófico es desde donde yo me construyo e intento conversar con ustedes a cerca del profesor Nietzsche, del martillo, etc. Y es desde el lugar del plebeyo Sócrates que nunca escribió un libro, que no le preocupo, que nunca pensó o declaro que ahí le fuera la vida entera, desde Sócrates el torpedo es desde donde quiero conversar con ustedes. De entrada la pregunta es sí efectivamente yendo mas allá de los planteamientos de toda una serie de eminentes estudiosos de Nietzsche a quienes por supuesto yo no tengo la pretensión de refutar ni de sobrepasar, la pregunta ingenua, muy el estilo de los pensadores griegos antes del decadente Sócrates: ¿en qué sentido la noción de la salud y la enfermedad están presentes en la obra de Nietzsche? E insisto en esto porque tanto el profesor Nietzsche como Sócrates fueron profesores, aquí la simple referencia histórica afirmaría esto, pero insisto en esto porque la enfermedad pareciera ser para Nietzsche algo que siempre caracteriza a esta secta minoritaria a veces exaltada casi siempre degradada o vilipendiada que son los profesores es decir los especialistas, los expertos en diferentes regiones del conocimiento y yo mantengo más bien mi perplejidad frente a la mayor parte de las grandes autoridades, de los intérpretes, de los hermeneutas de Nietzsche quienes se deslindan muy fácilmente del problema tal como he mencionado el caso de Deleuze y lo que ha señalado Miguel a cerca del profesor Vattimo que debo para completar la referencia exacta de Miguel que el profesor Vattimo está al borde de la crisis histérica discursiva porque sabe que para sus grandes tesis metafísicas de la voluntad del poder no encuentra otro problema más que el que ya desarrollo Miguel en la cuestión de que es lo que nos guía en la valoración y dice que Nietzsche propone criterios y estos criterios siempre son fisiológicos, médicos y menciona las parejas correlativas que predominan debilidad-fuerza, salud-enfermedad y afirmativo-reactivo sobre la cual Deleuze construyo todo el libro “Nietzsche y la filosofía”, esta molestia del profesor Vattimo y de muchos otros se reproduce, se habla de retórica vitalista en el caso de Vattimo, Foucault habla de que las tesis de Nietzsche debemos reconocerlas más allá del ideologísmo que este manifiesta, sus lectores marxistas como Lefair (duda) solo hablan de esta especie de mecanicismo, de naturalismo pero efectivamente tienen que ver con esta pareja de nociones indeterminadas: salud – enfermedad. Para ver como juega esto en Nietzsche haría una última observación de cómo leer los textos filosóficos, teóricos en general, poéticos por supuesto, sobrepasando el dilema en el cual el profesor Nietzsche filólogo nos condena o nos comportamos como unos ladrones que saquean al leer un libro que toman lo que sea y efectivamente injurian, este es un lector ladrón, el otro, que a mi me divierte mucho y suscribo y que no me identifica con él, es el que tiene que ver con la preferencia zoofílica del profesor Nietzsche, cuando el considera que el mejor interprete es la vaca porque la vaca rumia, efectivamente es aquí nada mas para jugar con el ejercicio de estos saberes institucionales y de ciertos profesores a los cuales yo también me referiré irónicamente esta idea de la vaca como modelo del ejercicio crítico, filosófico del saber y de la filosofía no es del profesor Nietzsche sino del profesor Hegel que si le creemos a sus biógrafos él hablaba con una lentitud y un estilo bastante ininteligible, entonces precisemos; para acceder a los textos filosóficos, a su análisis a su diserción estamos sujetos al trabajo de la vaca o al trabajo del ladrón y yo diría que no que esto queda allí y más modestamente se debe al trabajo silencioso, modesto de cualquier estudiante o maestro de filosofía o incluso de cualquier autoridad y de inmediato para que este rodeo termine primero les diré que este juego de nociones indeterminadas salud – enfermedad atraviesa toda la obra de Nietzsche, el problema seria qué papel estratégico juega en la obra de Nietzsche, en todas sus obras y en toda la evolución de su pensamiento y por supuesto con todas las características de cada una de ellas y debo decirles que si se trata de ser un lector honesto y ya Nietzsche nos ha enseñado que si yo me presento como un lector honesto no seria más que una mascara, una impostura y para insistirles que no es así iniciaría con una cita, con un inédito y tiene que ver con una cita de la obra “el nacimiento de la tragedia” y que efectivamente imbrica de entrada la relación entre el ejercicio filosófico y la situación vital, existencial, anímica, fisiológica del pensador, dice así: “donde se encontrara el ejemplo de un pueblo enfermo al cual la filosofía halla devuelto la salud perdida, si alguna vez la filosofía, salvo, ayudo y protegió ella aconteció al respecto de los hombres sanos los enfermos siempre han visto agravados sus males por ella, frente a un pueblo en decadencia que ya no se relaciona con los individuos que lo componen a través de un vinculo fuerte y vigoroso la filosofía jamás pudo atar más estrechamente estos individuos al todo”, esto pertenece al texto que se conoce como “la filosofía en la época trágica de los griegos”. Ya les mencione como de nuevo la obsesión de Nietzsche de hablar de la filosofía como enfermedad, como decadencia, siempre está a flor de piel de forma rotunda e incluso estridente en el ocaso de los ídolos, en Zaratustra en varios de sus apólogos y por supuesto en sus últimos poemas. La pareja de enfermedad – salud atraviesa toda la obra de Nietzsche, ¿qué estatuto teórico darle? ¿De qué forma condiciona los temas y su desarrollo? No sabría decirles y no tengo siquiera una respuesta provisional, lo quiero señalara es que hay un libro, el primero sobre Nietzsche, subestimado, recluido al rincón polvoso de las biografías por supuesto me refiero al libro de Lou A. Salome “Nietzsche en sus obras” que más allá de la nomenclatura engañosa de ser una biografía porque ella la presenta así si sostiene que el conflicto enfermedad – salud está presente en toda la obra de Nietzsche y que hay evolución de sus temas y remiten a ciertos problemas que le obsesionan y ella sostiene abiertamente como tesis teorética y no solo de carácter biográfico o anecdótico que el problema d ela locura obsesiono a Nietzsche desde las primeras hasta sus ultimas obras lo cual aflora en el Zaratustra y en esa tesis que ella es la primera en problematizar sobre el eterno retorno y el súper hombre y ella sostiene la escisión entre Nietzsche pensador y Nietzsche el hombre que tenia una vida modesta, ciego, miope un pensionado de la universidad que vivía con un sueldo miserable, no obstante la grandeza del libro de Salome ha sido reconocido por escasos filósofos.


Para terminar con esta intervención que ha sido atropellada, yo diría que Nietzsche fue muy lucido hasta el extremo del desgarramiento del dolor con respecto a como el tema de la locura, de la alienación estaba presente y lo había marcado y la cuestión de salud y enfermedad se la planteó y le dio un lugar central en su obra.


Frente a la tesis de Salome de que la locura marca a Nietzsche, yo diría con el autor del nacimiento de la clínica que cuando la locura acontece no hay obra, la locura es ausencia de obra y esto implicaría un ejercicio de análisis desde el Descartes de las meditaciones metafísicas hasta los diferentes planteamientos de Nietzsche, pero ese es otro problemas y otra historia.