Susana Villafañe & Elizabeth Jorge

 

Resumen

Este trabajo surge a partir de la invitación a participar en las Jornadas ¿Aún sigue vigente el amor? Reflexiones contra el odio (Seminario Psicoanalítico, Tucumán, 2020). Busca entrelazar conceptualizaciones psicoanalíticas, principalmente los aportes de Sigmund Freud y Silvia Bleichmar, en relación a los afectos del amor y el odio. Se utiliza un mito griego, Apolo y Dafne, para dar cuenta de la ambivalencia presente en todo vínculo.

Palabras clave: amor, odio, ambivalencia, constitución, vínculo

Abstract

This work arises from the invitation to participate in the Conference Is love still valid? Reflections against hate (Psychoanalytic Seminar, Tucumán, 2020). It seeks to intertwine psychoanalytic conceptualizations, mainly the contributions of Sigmund Freud and Silvia Bleichmar, in relation to the affects of love and hate. A Greek myth, Apollo and Daphne, is used to account for the ambivalence present in every bond.

Keywords: love, hate, ambivalence, constitution, bond

Résumé

Cet ouvrage est né de l’invitation à participer à la Conférence L’amour est-il encore valable ? Réflexions contre la haine (Séminaire psychanalytique, Tucumán, 2020). Il cherche à entrelacer les conceptualisations psychanalytiques, principalement les contributions de Sigmund Freud et Silvia Bleichmar, en relation avec les affects d’amour et de haine. Un mythe grec, Apollon et Daphné, est utilisé pour rendre compte de l’ambivalence présente dans tout lien.

Mots clés: amour, haine, ambivalence, constitution, lien

Palabras iniciales

Decidimos partir de un origen mitológico, para luego retomar los aportes psicoanalíticos. Recordemos que los mitos ocuparon un lugar privilegiado en el pensamiento freudiano. Analizando e inventando mitos, Freud buscaba aportar al conocimiento de la condición humana. 

El mito remite a un suceso ficcional que se ubica fuera del tiempo. Es un relato que se supone acontecido como el fundamento y el comienzo de una historia de un sujeto, de una comunidad humana o el género humano en su conjunto (Jaimsky, 2008). 

Siguiendo esta línea, realizamos una breve introducción basándonos en el mito griego de Apolo y Dafne. Elegimos este relato porque nos permite reflexionar que el amor y odio coexisten en todas las personas, desde el comienzo de la vida. Coexisten, de manera indiferenciada, por la ambivalencia intrínseca a cada sujeto, y continúan conviviendo siempre.

Tal como lo planteaba Bleichmar (1999):

La fascinación por el mito en psicoanálisis no es fortuita (…). Obedece, creemos, a razones profundas y, en particular, a esa extraña temporalidad del ser humano, destinado al aprés-coup. (…) Los tiempos míticos no son construcciones, son movimientos reales de estructuración del sujeto psíquico que, aún cuando no podamos capturar en su subjetividad, podemos cercar como se cerca un elemento en la tabla periódica de Mendeleiev (…) Tal vez no podamos tocarlo, pero sí podemos conocer su peso específico, su densidad, su efecto, su combinatoria (p. 14).

El relato del mito

Cuenta la leyenda que Apolo era el dios de las artes y de la música, y estaba representado con un arco y una flecha. Apolo hacía de Eros objeto de burlas, ya que se entrenaba en el uso del arco, la cual era el arma por excelencia de Apolo. El joven Eros, irascible, lo castiga: toma dos flechas, una de oro y otra de plomo. La de oro incitaba al amor y la de plomo, al odio.

Así fue como la primera (oro) fue disparada al corazón de Apolo y la segunda (plomo) al corazón de Dafne. De esta manera nació una pasión de Apolo por Dafne. Él se inflamó de amor hostigándola constantemente, rogándole su amor. Ella no correspondió a sus deseos, lo aborreció, y huye de esta propuesta amorosa, corriendo hacia las montañas. Cuando está a punto de ser alcanzada por Apolo, invoca a su padre, quizás desde su imposibilidad exogámica. Le suplica que la transformase para escapar. De esta manera, se produce una metamorfosis, en la que su piel se transforma en la corteza de un árbol: “el laurel”. 

Apolo preso de angustia y desesperación, ante la pérdida de su posible amor, abraza sus ramas jurando amarla eternamente y prometiendo que sus hojas coronarían la cabeza de los héroes.

Es a partir de este relato que intentamos reflejar, que tanto el amor como el odio, son parte de nuestro ser, coexistiendo de manera indiferenciada en los comienzos de la vida por la ambivalencia intrínseca a cada sujeto, pero conviviendo siempre.

Posibles lecturas desde los aportes psicoanalíticos

En nuestras reflexiones comenzamos con los aportes freudianos, para luego tomar aquellos que nos dejó como legado Silvia Bleichmar.

Freud como punto de partida

En la estructuración del sujeto, el amor es el organizador de su mundo interno. En consecuencia, lo de afuera (desde donde proviene el objeto) es definido como un lugar hostil. Tal como lo plantea Freud (1915):

el objeto es aportado al yo desde el mundo exterior en primer término por las pulsiones de autoconservación; y no puede desecharse que también el sentido originario del odiar signifique la relación hacia el mundo exterior hostil, proveedor de estímulos (p. 131).

En este sentido, es posible entender que amor-odio, que no tienen el mismo origen, constituyen una continuidad, una misma tela hecha con diferentes fibras, quizás porque según lo afirmado por el psicoanálisis sobre las pulsiones, el odio será la base sobre la cual se constituye el amor (Rincón Oñate, 2019).

En Pulsiones y destinos de pulsión (1915), Freud marca como uno de los destinos de la pulsión “la mudanza del amor en odio”. Establece, de esta manera, un orden de opuestos, destacando que lo originario del odiar es producto de la tensión natural que los estímulos del mundo interior y exterior. Ambos están, en un primer momento, indiferenciados, producen la alteración el primitivo estado de unión oceánico. Tensión que al mismo tiempo posibilita la efracción de la biología.

El amor y el odio presentan orígenes distintos, así como diferentes modos de desarrollo y evolución, antes de reunirse como opuestos, bajo la influencia de la relación placer-displacer. Por su parte, el odio es más antiguo que el amor. “Brota de la repulsa primordial que el yo narcisista opone en el comienzo al mundo exterior prodigiador de estímulos” (Freud, 1915, p. 132). Proviene de la “lucha del yo” contra los objetos que le producen displacer con la finalidad de “conservarse” y “afirmarse” (Freud, 1915, p. 132).

Por otro lado, el amor es la expresión de la relación totalizada del yo con los objetos a partir de la síntesis de las pulsiones parciales de la sexualidad bajo la primacía de la genitalidad y al servicio de la función de reproducción. 

Las raíces pulsionales del amor están en las pulsiones sexuales. Mientras que el odio estará vinculado con las pulsiones de autoconservación. Sin embargo, esto no impide que el odio esté también al servicio de las pulsiones sexuales y dé solución de continuidad a todo vínculo de amor con el objeto (Chamorro Romero, 2001).

De esta manera, Freud manifiesta que el odio, en relación al objeto, es más antiguo que el amor, ya que brota de la repulsa primordial que el Yo del narcisismo opone al mundo exterior. El amor entonces derivará de complejizaciones realizadas por el Yo, en los destinos de la pulsión sexual. Produciendo mezclas complejas con la tendencia a la vuelta a lo inorgánico, propio de la pulsión de muerte.

En esa complejización del Yo (1), en el segundo momento, el yo placer adviene en un estado de continuos registros de estímulos displacenteros. Se caracteriza por introyectar objetos placenteros y proyectar los que son displacenteros. De esta forma funciona con categorías bueno-malo, placer-displacer, sin reconocer el mundo exterior. En este momento, lo exterior, el objeto y lo odiado, son idénticos. 

Cuando se sustituye el estadio narcisista, se reconoce al objeto y se inserta en las relaciones de placer y de displacer. De modo, el mismo objeto puede ser amado (cuando atrae al yo por propiciar placer al yo) u odiado (cuando produce repulsa por ser fuente de displacer).

¿Cómo describe Freud al amor? Lo define como la relación del Yo con sus fuentes de placer {…} La capacidad de amor objetal se va desarrollando con el yo de manera compleja definiendo el fluir de los destinos de la pulsión de vida, la cual en cantidades y calidades variables se mezcla con Tanatos (Freud, 1920). Pero donde Eros prevalece, cohesiona y lo neutraliza. El amor tiene que ver con el yo, es el quien ama u odia.

Por otra parte, refiere al odio como un afecto displacentero que se siente frente al objeto cuando este es fuente de displacer. Buscando aumentar la distancia con el. El odio, agrega, puede acrecentarse y convertirse en la inclinación a agredir o aniquilar al objeto. (Freud, 1920).

En el Diccionario de Roudinesco, el amor está definido como: “un sentimiento de apego de un ser por otro, a menudo profundo, incluso violento, mostrando en el análisis que puede estar marcado de ambivalencia y no excluyendo al narcisismo”.-

Así Freud visibiliza esta relación con el otro, dando cuenta de la ambivalencia, la historia y la génesis de los vínculos de amor (Freud, 1915). Ambivalencia que indica la presencia simultánea de tendencias, actitudes y sentimientos opuestos en especial de amor y odio, situando sus raíces  (Freud)  más claramente en el dualismo pulsional. Concediendo al final de su obra una importancia creciente en la teoría y en la clínica del conflicto, dando cuenta así de las contradicciones inherentes de la vida pulsional.

Aportes de Silvia Bleichmar

Nos interesa sumar los aportes y desarrollos de Silvia Bleichmar, quien ha contribuído con su legado, en ampliar el tributo del psicoanálisis. Destacamos cómo la cría humana está destinada a humanizarse a partir de la acción sexualizante y narcisizante del otro humano, instituyente de la sexualidad y posibilitador de ligazones capaces de producir vías colaterales de ligadura (Bleichmar, 2011). Mágica alquimia del Narcisismo trasvasante capaz de investir a la cría, ligando las excitaciones y reconociéndolo como semejante. 

Los cuidados que se prodigan al niño en la perspectiva de mantenerlo con vida y ayudarlo a crecer están determinados por constelaciones amorosas, por el “narcisismo trasvasante” –capaz de volcarse hacia otro ser- de la madre. No tiene nada que ver con lo autoconservativo en sentido esctricto, aunque sea lo que lo permite (…) El ser humano (…) busca a otro ser humano del cual ocuparse, al cual volcar su amor (…) El amor de objeto es efecto de la posibilidad de un trasvasamiento narcisista, en el cual el amor de los padres inviste al sujeto, no queda en ellos mismos (…) Es impensable un amor que no implique cierta dosis de narcisismo, en razón de que aquello que podemos amar guarda, de uno u otro modo, restos de nosotros mismos (pp. 67-68)

Reconocimiento ontológico, de sus necesidades y de las diferencias, lo que posibilitara la constitución del tejido simbólico que lo efracciona de la inmediatez de lo biológico, como del pasaje al acto o compulsiones a que la cantidad lo condenaría. El yo se constituye, entonces, a partir de los rehusamientos pulsionales, los que se van instalando a partir de los ligámenes amorosos del y al objeto.

El amor pone los límites al narcisismo. Poder amar implica la libidinizacion del yo de otro humano. Amar evidencia que el Yo ha podido investir y preservar destinatarios de su demanda de placer. Ello dará cuenta de que ha podido conservar la libertad de desplazamiento y esa movilidad que posibilita privilegiar según su constitución psíquica, historia de vida, duelos transitados y el entorno social en el que está inmerso, un orden de pensamientos, fines e investiduras.

La ausencia del objeto de amor puede generar nostalgia, frustración, aún más transformarse en odio, apareciendo la denigración defensiva.

El objeto frustrante propicia que las mociones hostiles empiecen a emerger y ocupen un lugar dominante respecto a las amorosas (Bleichmar, 2011, p. 50).

Así amor y odio conviven en el mismo objeto, por lo que la ambivalencia complejiza la relación, en una mezcla de sentimientos, fluctuaciones de actitudes en donde la afirmación y la negación son simultaneas e inseparables. Freud al final de su obra tiende a conceder a la ambivalencia una importancia creciente en la clínica y la teoría del conflicto, intentando cercar la dinámica pulsional y las contradicciones inherentes a la vida pulsional.

Palabras de cierre

Volvemos a nuestro punto de partida mitológico. El mito de Apolo y Dafne nos permite pensar que no se trata ni del amor, ni del odio por separado. Sino de una dinámica que se da en todo vínculo a partir de la ambivalencia. 

Concluimos tomando una referencia de Sotolano (2005) en donde destaca la labor de nuestra tarea terapéutica: 

Nuestro quehacer transcurre entre la angustia sin nombre, el duelo desesperado, el sufrimiento ansioso, la seducción más o menos descarnada o sutil, el amor pasional o tierno, la indiferencia del odio, el horror del derrumbe psíquico. Todo esto nos recuerda que nuestro trabajo transcurre en el universo de los afectos (p. )

Notas

(1) El yo realidad inicial, primer momento de constitución del yo, que, influido por las pulsiones autoeróticas se transmudará en un yo placer, segundo momento de la constitución. Pero tampoco librado del influjo de las pulsiones de autoconservación que favorecerá el traspaso directo hacia el tercer y definitivo momento de constitución del yo, el yo realidad definitivo. Lo que contribuye e incita el mantenimiento del yo placer y del estadio narcisista es el estado de “desvalimiento”.

Referencias bibliográficas

Bleichmar, S. (1999). Los orígenes del sujeto psíquico. Del mito a la historia. Buenos Aires: Amorrortu Editores.

Bleichmar, S. (2001). Clínica psicoanalítica y neogénesis. Buenos Aires: Amorrortu Editores.

Bleichmar, S. (2011). La construcción del sujeto ético. Buenos Aires: Paidós Editorial.

Chamorro Romero, E. (2001). El concepto de pulsión en la obra de Freud. [Tesis Doctoral]. Universidad Complutense de Madrid.

Freud, S. (1915). Pulsiones y destinos de pulsión. Obras Completas. Tomo XIV. Buenos Aires: Amorrortu Editores.

Freud, S. (1920). Más allá del principio del placer. Obras Completas. Tomo XVIII. Buenos Aires: Amorrortu Ediciones.

Jaimsky, G. (2008). Cuerpo y Construcción Psíquica. La seducción primaria en la relación madre-bebé. Buenos Aires: Ediciones Continente.

Rincón Oñate, C. A. (2019). La construcción del enemigo interno. Una política pública del odio. Desde el Jardín de Freud 19, 249-262. Disponible en DOI: 10.15446/djf.n19.76722

Sotolano, O. (2005). Bitácora de un psicoanalista. Buenos Aires: Topía Editorial.