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  • Adolf Eichmann, un canalla sin culpa: ¿»subjetividad» posmoderna?

    Adolf Eichmann, un canalla sin culpa: ¿»subjetividad» posmoderna?

    Alberto Sladogna

    Por cierto que de este mundo no podemos caernos.
    Estamos definitivamente en él

    Christian Dietrich Grabbe

    Presentación del caso

    El horizonte de este estudio se dibuja a partir de la culpa, un tema presente en el caso de Adolf Eichmann, un gris jerarca de la maquinaria de producción de cadáveres montada por el régimen nacionalsocialista de Alemania desde el año de 1933 hasta la finalización de la 2da. Guerra Mundial. Este funcionario era un hombre normal con una familia bien constituida, dedicado con esmero y ahínco a montar el sistema de transporte ferroviario de judíos, gitanos, polacos, homosexuales, italianos, franceses, niños, ancianos, mujeres, hombres hacia los campos de exterminio nazi instalados en Alemania y los territorios de la Europa ocupada.

    El tema de partida esboza hechos que proponemos desplegar, argumentar y sostener: Eichmann presenta un paradigma de las condiciones actuales posmodernas de instalación de una nueva “subjetividad” donde la exclusión y eliminación de la diferencia con el semejante implica operaciones de múltiples consecuencias. Se denomina subjetividad al hecho mínimo de que alguien cuando está frente a un error, un lapsus, un síntoma, un sueño, eso le presenta algo: el sujeto presente en cada una de esos acontecimientos. Luego cada quién verá qué hace frente a ese sujeto, y a partir de allí, sostendrá, de acuerdo al psicoanálisis las complicadas relaciones con sus semejantes en la sociedad.

    El paradigma de este caso al desarticular nuestra relación con la culpa, afecta la memoria con la consiguiente alteración de la tradición y de la historia[2]. Y en principio eso afecta la subjetividad tal como lo habíamos conocido hasta ese momento. La nueva “subjetividad” concierne al psicoanalista pues ella y la cultura donde se instaura modifican, alteran y borran con intensidades diversas la construcción psicoanalítica del inconsciente y la subjetividad desprendida de él. Esos cambios pueden o no afectar los caminos para que un sujeto por la senda del amor y del odio logre desprender del goce obsceno que lo aplasta un fragmento de causa para mantener un deseo. Estos interrogantes no encuentran fácil acomodo en los componentes de la doctrina analítica que correspondían a otras circunstancias.

    Adolf Eichmann nos muestra una de las consecuencias posibles de vivir en un lazo cultural posterior a la caída de los dioses[3]. ¿Cómo ubicar la cura analítica ante los combates de la posmodernidad contra el anterior orden subjetivo? En el hemisferio occidental estamos viviendo una era posterior a la cultura cristiana. Ese hecho fue señalado entre otros por un psicoanalista, Jacques Lacan (1960), Jean C. Bailly, un historiador del arte y Peter Sloterdijk, un filósofo. Nuestra era no encuentra ya en las Sagradas Escrituras de la tradición judeocristiana dispositivos para orientarse en esta nueva sicopatología de la vida cotidiana. Conviene precisar el psicoanálisis no tiene por objetivo criticar a la posmodernidad, mientras que esa forma cultural por su novedad tiende a eliminar los mecanismos de formas culturales previas. La subjetividad y el sujeto tal como lo vive la cura analítica quedan afectados[4]. Otto Petras señalaba en 1935:

    El cristianismo, el movimiento histórico más poderoso de nuestro planeta, ha agotado su fuerza configuradora y nosotros vivimos post Christum en un sentido más profundo que el del calendario[5].

    Hoy, la muerte de Dios, anunciada por Hegel y Nietzsche pasó de ser una proclama a su realización cotidiana, impactando a cada miembro de la sociedad. Trataremos de seguir ese impacto en un tema en particular: la culpa, y localizar cómo Adolf Eichmann presenta y muestra[6] este nuevo desorden “subjetivo”. ¿Por qué un hombre normal es capaz de exterminar a millones de personas y no estar afectado por ello? Para responder ese interrogante seguiremos de cerca el caso; luego, recorreremos los marcos mínimos y necesarios para una intervención psicoanalítica. Y por último, localizar qué componentes de la clínica y la doctrina analítica pueden quedar en estado crítico ante esa novedad.

    Un hecho clínico nuevo nos interroga.

    ¿Qué interrogante lanza la posición de Adolf Eichmann?  Para encontrar respuestas es necesario tomar distancia con cualquier intento de aplicar una sicopatología previa. Algo oscuro es claro de entrada, en forma dramática y trágica, su testimonio revela que estamos ante un hombre normal construido por la sociedad del pato. A un pato el agua, p.e., les resbala por sus plumas, no lo moja. La lengua coloquial mexicana designa con la frase “hacerse pato“una de las formas de la indeferencia o del alma bella que intenta desentenderse del desorden del mundo donde vive. Nuestra cuestión a dilucidar es si se Eichmann es indiferente o si estamos ante el producto de una fábrica de patos como horizonte cultural “subjetivo” compartido. Él es un producto de la cultura que albergó al campo de concentración, a la cámara de gas y a los hornos crematorios.

    El Occidente y Oriente sostuvieron una indeferencia activa ante el campo de concentración y sus prácticas de exclusión. Ambas formaciones sociales hicieron suya una vieja destreza ante lo nuevo localizada por el psicoanálisis en las mejores familias: la “bella indeferencia materna”. En casos de psicosis con años de despliegue suele localizarse a una madre, p.e, la madre de Daniel P. Schreber (caso analizado por Freud), que se mostraba indiferente ante el internamiento de su hijo. Ella, quizás, ante el tamaño del dolor suscitado por las condiciones de su vástago, enfrenta esa situación con indeferencia. La indeferencia articula la histeria, en más de un caso, con la causa de diversas formas de la psicosis. Los actos públicos locos son exageraciones destinadas a quebrar la indeferencia.

    Eichmann, hizo lo que hizo de manera pública y notoria, y sus contemporáneos, entre otros, la mayoría de sus víctimas, recibieron esos anuncios con indeferencia. Sigamos el decir de Eichmann, de los testigos, y de sus acusadores. Cuando es interrogado acerca de su “empleo” responde:

    Fiscal.-Usted nos declaró que su trabajo en Austria fue el que le dio las mayores satisfacciones y le hizo saborear las alegrías de la creación. ¿Es exacto?

    A. Eichmann.-Sí, es cierto

    Fiscal.- Usted me confirma que, en la práctica, lo que hacía en Austria en esa época consistía en la expulsión forzada de los judíos

    A. Eichmann.- Se trataba de una emigración controlada y metódica

    Fiscal.- ¿Es exacto que declaró usted,…, que se trataba de una “emigración forzada”?

    A. EICHMANN.- La emigración forzada significaba la emigración acelerada; sí.

    Fiscal.- Y en el curso de tal emigración los judíos perdían sus bienes, ya que no podían llevar nada consigo. ¿Es realmente así?

    A. EICHMANN.- Es exacto, pero no es culpa mía.

    Fiscal.- Sea como fuere, los judíos jamás recuperaron un céntimo ¿no es cierto?

    A. EICHMANN.- Es enojoso, pero no es culpa mía

    Fiscal.- Para todo cuanto tiene que ver con la organización de la emigración forzada, ¿usted era considerado por sus superiores como un especialista confirmado?

    A. EICHMANN.- Sí. La emigración es un terreno muy complicado porque los judíos…Yo no tenía nada que ver ni con las unidades especiales ni con los comandos[7] en Polonia. No hacía ese tipo de cosas, no era mi misión. Pero en el marco de las nuevas consignas del comisario del tercer Reich para el refuerzo del pueblo alemán, debía programar desde Berlín los planes de transporte ordenados…Esa era mi misión…Que la gente fuera ejecutada o no, había que obedecer las órdenes según el procedimiento administrativo [8]

    En este breve intercambio Eichmann no saca los dedos del renglón, reitera en tres ocasiones “No es culpa mía” o “no tenía nada que ver”. La culpar era del otro o de los otros o de las condiciones de la guerra, él no se hacía cargo de los efectos de su trabajo. ¿En que lugares de nuestra actual vida cotidiana encontramos desplegada esta posición? En todos aquellos lugares donde operan los especialistas y las estructuras impersonales que la especialización demanda, desde una clínica médica, donde se evita o reduce al mínimo cualquier contacto “personal” con los pacientes hasta las boleterías de las nuevas cadenas cinematográficas que proliferan en el país. Allí el vendedor de boletos responde “¡Qué se divierta!”, más allá de que a él le interese o no que el comprador se divierta o más allá del tema de la película para la cual vendió el boleto. El especialista se limita a aquello para lo cual fue requerido y no se siente comprometido por las consecuencias. Se borra para él la posibilidad de un sujeto que surja de esa acción.

    ¿Cómo puede Eichmann sostener ese lugar de especialista? La posición no se sostiene por su “carácter invididual”, ni se explica por las configuraciones de sus complejos, sea de Edipo, sea de castración, allí no participan pues fueron excluidos de la jugada. Él sostiene como individuo los atributos del colectivo al cual pertenece. Verbigracia., la sociedad alemana instauró para y entre sus miembros, con su consentimiento, tres elementos contemporáneos a la actividad desplegada por él:

    a.- la figura del homo sacer;

    b.- Una norma de eugenesia social

    c.- La cautela preventiva o prevención cautelar o prisión cautelar.

    El homo sacer

    Es una antigua institución del derecho romano, según la cual las personas tomadas por esa institución ya no pueden ser objeto de un sacrificio y pueden ser matables sin generar ninguna condena o culpa por ese acto. Son consagrados a los dioses del infierno que se alimentan de malditos, y execrables. Sin ir más lejos, en varios países de América Latina, el más notorio fue y es Brasil, se mata a los niños de la calle como tratamiento al síntoma que ellos muestran. Son matables pues esos crímenes no son tales al no constituir delito alguno. Es la misma estructura desplegada para eliminar a una plaga, no se persigue a quien que elimina insectos pues son una materia matable[9]. Ofrecer como sacrificio a los dioses una cucaracha o un homo sacer, sería ofenderles, y matar a cualquiera de esos elementos no provoca culpa alguna pues no se trata de un crimen. Eichmann transportaba al homo sacer al lugar donde recibía su tratamiento: matarlo[10]. Los judíos, los gitanos, junto con miembros de diversas nacionalidades eran los “objetos” transportados por Eichmann en los trenes hacia la muerte.

    En la actualidad bastará con que el lector busque una respuesta a la siguiente pregunta: Las legislaciones de América Latina aceptan la declaración de “inimputable” cuando consideran loco al criminal; declararlo “inimputable” implica que ya no es sujeto de derecho, pierde su condición de ciudadano. ¿Qué ocurre con un crimen cuando el ejecutor es declarado inimputable? ¿Qué ocurre si alguien mata a un inimputable?[11] Subrayo un efecto: asistiríamos a la realización de actos, un “crimen”, sin la producción de un sujeto de los mismos.

    La eugenesia social

    Gozaba en la Alemania previa al nazismo, y en el resto del mundo, de los favores del conjunto social, en particular de la cultura, de la ciencia, y de la política de la izquierda o de la derecha. Los sectores comunistas sostenían programas eugenésicos para proteger al proletariado de las impurezas de la burguesía. Los partidos de derecha querían proteger la pureza de la raza de la propagación de determinados “virus”: alcoholismo, retraso mental, locura, homosexualidad. Ambos tomaban apoyo en teorías “científicas” que procedían a efectuar una mezcla de ingredientes tomados de la agricultura, de la ganadería y de la veterinaria[12]. En México la Revista Mexicana de Eugenesia (1944,V, 49) declaraba: “Los poderes de la Nación residen en la salud de sus habitantes; está verdad incontrovertible será la base de una planeación hacia el futuro para que desaparezcan los presidios y las casas de orates, por ser inhumanos reproches que hieren nuestra sensibilidad”. En el estado de Veracruz fue aprobada en esos años una ley para el tratamiento eugenésico de débiles mentales, alcohólicos, homosexuales, esquizofrénicos. No hay constancias de su derogación.

    La cautela preventiva o prevención cautelar o reclusión cautelar

    Sus nominaciones dan cuenta de una institución jurídica basada en la siguiente lógica: los prisioneros quedaban bajo la protección carcelaria del Estado para proceder a su reeducación, defender a la sociedad de sus actividades y proteger al prisionero de los efectos nocivos para él mismo de sus actividades y así como de las respuestas de la sociedad ante ellas. El prisionero era puesto en prisión para cuidarlo –prevenirlo- de él mismo a pesar de que él no lo solicitara. El primer modelo médico de tratamiento a los “alienados” inspiró, como una de sus fuentes a esta institución. Los enfermos ordinarios reconocen su enfermedad, mientras los alienados no lo hacen, y entonces, para curarlos se les da un tratamiento a su pesar[13]. Los judíos eran embarcados en los trenes organizados por Eichmann para protegerlos enviándolos hacia territorios donde establecerían su nueva residencia. Se los ubicaba en el más allá de la sociedad para cuidarlos a ellos de ellos mismos y a la sociedad que los expulsaba. Al respecto él declaraba:

    Dr. Servatius [Defensor del acusado].-…Un informe personal no fechado…lo define como un especialista reconocido ¿Cuáles eran esas cualidades que aquí recibieron un reconocimiento especial?

    Adolf Eichmann.- Sí, es cierto. Son las capacidades que adquirí en este período, en el sector de la organización de la emigración, que es un sector muy complejo…Por eso, en esa época, yo podía ser considerado como un especialista en la materia. Pero, en mi opinión, era una cualidad beneficiosa para ambas partes. Yo prestaba oídos a las quejas y a las demandas incesantes de ayuda y sostén hechas por los funcionarios judíos, que la legislación social había excluido de la vida social y que se hallaban en muchos aprietos. Yo traté de ayudar a esos funcionarios judíos. Juntos pensábamos en soluciones…Mi deseo y mi idea eran participar en la creación de un territorio donde los judíos pudieran vivir[14].

    La posición de Eichmann estaba organizada a partir de estos elementos compartidos y sostenidos por la sociedad en la que él nació, vivió y a la que pertenecía. A sus transportados: la legislación social [los] había excluido de la vida social y que se hallaban en muchos aprietos. Su posición ante la culpa revela un trastrocamiento sustantivo del anterior orden subjetivo: yo no soy culpable, la culpa es del otro o de los otros. Desde los diversos guetos de Europa –zonas aisladas donde eran obligados a vivir los miembros de la comunidad judía- eran transportados hacia los campos de exterminio. Se trasladaba a 1000 personas en tren, y se añadían 20 o 30 personas más para cubrir la cuota fijada pues era culpa de ellos si algunos morían en el camino. Ante los “muchos aprietos” de esas comunidades el jerarca ferroviario se esmeraba por apretarlos para transportar más cantidad hacia la muerte, de allí que él sostuviera que “Que la gente fuera ejecutada o no, había que obedecer las órdenes según el procedimiento administrativo[15].

    Cuando la culpa pasa del lado del otro, en este caso de los “transportados”, y eso se instala en el lazo cultural, el sujeto de la culpa queda sustituido por la víctima, se pasa a un orden de la culpabilidad modificado: las “víctimas” reciben ese tratamiento a consecuencia de lo que son, mientras que el ejecutor del mismo es sólo una “víctima” de las circunstancias. Es la diferencia entre las posiciones inconscientes del sujeto localizadas por el psicoanálisis y la culpa establecida por el orden jurídico; de una a la otra hay un resultado: se pierde el sujeto de la culpa ¿Qué queda en su lugar? El psicoanálisis demostró que la culpabilidad se revelaba, en la clínica, como una protección ante la angustia[16] Al perder la culpa perdemos una protección ¿Qué nos queda entonces frente a la angustia?

    La acción de Eichmann se inscribía en una cultura donde fue cambiada la articulación con la culpa. Esa comunidad selectiva –elegían quienes sí, quienes no serían sus integrantes- se organizaba mediante la inserción de elementos científicos. Poco importa si esos elementos “científicos” poseían una carga importante de mitología y delirio, como los estudios sobre las razas. Una vez elegidos sus miembros ya no cargaban ni cargan con la culpa ante el Otro pues ahora el culpable es otro, por ejemplo: los psicóticos, los “débiles mentales”, los judíos, los comunistas, los gitanos, los homosexuales, los polacos, los soldados rusos hechos prisioneros, eslovenos y hasta los considerados estéticamente “feos”. Inclusive hoy, la tercera generación de habitantes de Alemania, posteriores a esos acontecimientos, suelen manifestar su molestia ante la culpa que otros les endilgan por acontecimientos de sus predecesores.

    La religión católica ofrecía a los padres de niños con capacidades diferentes, el consuelo de que “Así lo quiso Dios” con lo cual podían encarar la situación de ellos ante su prole, cargaban con ese peso y así enfrentaban una situación que toca las fibras nodales de la constitución subjetiva. La ciencia a partir de su funcionamiento y ante la muerte de los dioses fue ganando como terreno propio espacios de la religión, p.e., la explicación del origen del mundo. Con la práctica de transportar gente y su empleo para llevar a cabo experimentos médicos se abrió la vía a otra respuesta: aquello que es considerado una falla, un error o un defecto biológico o un virus, será eliminado sin culpa. Es una respuesta objetiva alejada de la gracia o desgracia divina.

    El sistema del campo de concentración y la sociedad nazi cambiaron la gracia o predestinación divina. Cuando a los candidatos a la eliminación se les daba la gracia para seguir viviendo les aplicaban medidas eugenésicas, esterilización forzosa, para proteger la pureza de la raza. La protección cambiaba el lugar de la culpa y de la deuda de una manera que los términos del tema y su disposición fueron modificados pasando al campo de la higiene y del exterminio de una degeneración o de una plaga.

    El Dios oscuro del nazismo elegía a los elementos de su feligresía. Los culpables de lo que ocurría eran los transportados, para su sociedad Eichmann no era culpable de nada, como lo reitero, en varias ocasiones, se limitaba a cumplir lo ordenado por ella, no era sólo una orden de sus superiores jerárquicos. Su caso no guarda la misma posición de quienes aducen la “obediencia debida” a órdenes superiores en las diversas experiencias ocurridas en América Latina. ¿Por qué razón no son iguales? En nuestro continente sólo fracciones de la sociedad ligadas al poder en turno avalaban y consideraban pertinentes esos “tratamientos” para la disidencia política; en la Alemania y Austria la sociedad compartía y daba su consenso a esas actividades.

    La inauguración del primer campo de concentración en 1933, en Dachau, Munich, fue anunciado profusamente en noticias y editoriales de la prensa alemana; los vecinos de la pequeña localidad se agrupaban a sus puertas para presenciar el arribo de los primeros 200 prisioneros, una muestra de cómo el goce de la desgracia ajena tenía amplios vasos comunicantes entre los miembros de la sociedad. Pero ¿se puede hablar del “goce de la desgracia ajena” cuando la “desgracia” le ocurre a un homo sacer? El 21 de marzo de 1933 Himmler dirigente del Estado Nacionalsocialista anunció su inauguración con la siguiente frase: “Campo de concentración para prisioneros políticos”. La prensa comunicaba que los campos ofrecían a los reclusos “una oportunidad para reflexionar sobre sus vergonzosas acciones” y los periódicos de Dachau, afirmaban que la inauguración traía “nuevas esperanzas para el mundo empresarial” de la localidad[17].

    El pastor Wagner, ejemplifica como su vida era premonitoria del futuro de la sociedad donde él vivió. En 1913, en la región Suaba de Alemania, el pastor mató a sus hijos para proteger a la humanidad de una “degeneración” pues siendo ellos hijos de un monstruo, según él, debido a sus prácticas sexuales, no podían sino transmitir esa “monstruosidad” a la sociedad. Se propuso matar a otros miembros de su familia y al no lograrlo los convocaba a suicidarse para impedir la propagación de la degeneración. Al final de sus días en pleno auge del régimen nazi, Wagner comentaba a sus médicos que él fue un precursor de la eugenesia, además fue el primer paciente “paranoico” o “psicótico” o “loco” internado en un hospital psiquiátrico que se afilió al partido nacionalsocialista[18]. Con su afiliación Wagner pone en tela de juicio la supuesta dificultad del paranoico o loco o psicótico para relacionarse con la sociedad, sea o no declarada paranoica.

    Las personas “transportadas” por Eichmann eran consideradas portador de una plaga y recibían el trato de los piojos transmisores del tifus. A causa de eso eran elegidos para recibir su tratamiento, la “eliminación”. El administrador del campo de Auschwitz, no sabía cómo deshacerse con eficacia y rapidez de ellos, tardó en advertir, que la “solución” estaba ante sus ojos: el Zyklon B producido por la compañía Degesch, llevado al campo como desinfectante en el verano de 1941. Fue descubierto por el científico alemán Fritz Haber, Premio Nóbel de Química (1918). El Zyklon B era un poderoso insecticida, muy efectivo sobre animales de sangre caliente y, en consecuencia, extremadamente venenoso para los seres humanos (como tal fue usado en las cámaras de ejecución de la pena capital en Arizona, Estados Unidos a partir de 1920). El 3 de septiembre de 1941 unos 250 enfermos y 600 prisioneros rusos fueron llevados a una celda subterránea donde efectivos de las SS con máscaras antigás dejaron escapar el gas[19]. Luego las empresas fabricantes ofrecieron instrucciones para ventilar las cámaras y acelerar su empleo.

    El verbo “eliminar” aparece hoy en los boletines de prensa de los actuales ministerios de economía y de las grandes empresas: No es lo mismo decir que alguien está desocupado pues no hay empleos a informar de la “eliminación de puestos de trabajo” pues eso ya no provoca desocupación. Entre “desocupados” y “eliminación”, no hay un mero eufemismo del lenguaje, hay un pasaje a otro orden de cosas. Eichmann lamentablemente no era un cínico. No extraña entonces que la empresa productora del Zyklon B, el consorcio Tesch/Stabenow, Desgesch, Degussa, I. G. Farben, continuara sus actividades después de la guerra, desarrollando insecticidas, pinturas y productos complejos, sofisticados y novedosos, uno de ellos de nombre Protectosil. Este producto se usará para proteger de pintas “las columnas del monumento a los judíos víctimas del Holocausto, en Berlín, que se inaugurará en el 2005”[20].

    Si se mata a alguien declarado matable/ eliminable / desechable no hay culpa y tampoco hay crimen pues la noción de crimen sólo tiene consistencia a partir de reconocer a la víctima el carácter de humano que lo “matable” quitó. No se trata de un crimen sin víctima, sino de un crimen no cometido pues sólo se eliminó un desecho.

    La eliminación es una operación toral, cuando algo se elimina no regresa, es un boleto sin retorno. León Poliakov, en La causalidad diabólica. Ensayo sobre el origen de las persecuciones (Muchnik Editores, Barcelona, 1982) indica que al pueblo judío se le dio en la historia de la persecución tres formas de tratamiento: 1.- La conversión, siendo Jesús su paradigma; 2.- Alejarlos de la ciudad, cuyo caso más claro fue la España Medieval; en ambas situaciones podían disfrazarse o regresar; 3.- El traslado al campo de concentración, la cámara de gas y el horno crematorio fue la “solución” pues de allí no hay disfraz ni retorno.

    Esta última “solución” actúa en el conjunto de la vida cotidiana posmoderna; un economista de la escuela de Chicago sostuvo un seminario en México y acusó al país debido de que: “Hay muchas tradiciones, se ven demasiado los murales y se lee a Marx”. Cuando eso se “acabe”, el trabajo nos hará libres ¿o no? “El trabajo os hará libres” era la frase colocada en la entrada de los campos de concentración. Cómo podría Eichmann tener culpa inconsciente al organizar esos trenes si ello aportaba una “solución” para eliminar a los objetos portadores de la culpa. Él reconoce que su trabajo:

    En Austria fue el que le dio las mayores satisfacciones y le hizo saborear las alegrías de la creación.

    Interrogado por el destino de los “transportados”, sólo respondió con la “metáfora” del desplazamiento (“transportados”), mientras los “objetos” transportados, objetos “metonímicos”, eran trasladados de forma condensada –muchos en poco espacio-. A la interrogación responde con énfasis:

    A. EICHMANN.- No ¡es falso!

    F. H.- ¿No es cierto?

    A. EICHMANN.- No, no lo es. “Al exterminio”, eso no puedo juzgarlo, porque no se determinaba de antemano si iban al exterminio o no. La sección encargada de establecer los horarios de transporte no sabía nada de eso…Es posible que imperfecciones locales hayan acarreado ocasionalmente sinsabores[21]

    Aquí nos encontramos frente a una transformación substancial del lenguaje en la posmodernidad, un desajuste de la articulación de la metáfora y la metonimia, de la condensación y desplazamiento de las formaciones del inconsciente, al menos, tal como fueron estudiados por el psicoanálisis. No se puede afirmar que Eichmann manipulaba el lenguaje, no se trata de un cuadro político entrenado para ocultar con “palabras” hechos ocurridos; el lenguaje de su discurso revela algo más, el vaciamiento del lenguaje para constituir un sujeto. Sería semejante a una oración, donde el sujeto no se hace cargo de los efectos del predicado.

    El cambio del lenguaje tiene por correlato la modificación de la memoria. El fiscal se da cuenta que en muchas ocasiones Eichmann consulta documentos para dar una respuesta y entonces lo interpela:

    Fiscal.-Por una vez, ¿es posible hablar sin la ayuda de los documentos, y apelar a su memoria? ¿Es imposible?

    A. Eichmann.- Pero yo querría explicarlo, porque…

    Fiscal.- Sin explicaciones

    Conviene notar que Eichmann es posmoderno avant la lettre, no tiene memoria, y si la tiene es de utilería, de corto alcance, idéntica en su estructura a los medios de comunicación: es fugaz. ¿Será que no quiere acordarse? ¿Será tan fácil la cuestión? ¿Y si se tratará de un mas allá de la memoria y su compañero el olvido? Para qué acordarse, acordarse sólo tiene sentido en un territorio de la memoria, si ella como tal pierde su objeto, no hay lugar para ella.

    El habitante de la posmodernidad está pleno de explicaciones: “Usted mató a su madre y a su padre”,” Un momento, se lo explicó”; estamos plenos de explicaciones ¿tendrá posibilidades algún deseo de sostenerse ante tanta explicación de los especialistas que nos rodean? En tenis, de alto y bajo rendimiento, el entrenador –un especialista-, insiste en un sólo punto, cuando se tiene un error lo primero que se impone es no ejercer la memoria, de eso se encarga él. Cuando hace un par de años se eliminaron los libros “viejos” de la biblioteca del Instituto Francés de América Latina en la ciudad de México o cuando se deja morir a 15000 ancianos por “culpa de la canícula estival” acaecida en el reciente verano francés ¿No se esta eliminando la memoria y junto con ello el olvido? Se sabe que en Occidente y en Oriente, los ancianos eran quienes tenían a su cargo el saber acumulado, cuando uno de ellos muere, muere una fracción de ese saber, claro que cuando el saber anterior es declarado inútil ¿Con qué objeto conservar ese saber y a su portador? Al aumento de capacidad de memoria binaria de la computadora le corresponde una progresión geométrica del alzheimer en el colectivo, por ejemplo, en el colectivo psicoanalítico.

    ¿Tiene alguna consecuencia cambiar el lugar del sujeto de la culpa? Veamos cuál fue uno de esos efectos sobre el caso que nos ocupa. Hablando del “transporte” de niños, el burócrata ferroviario declara:

    A. Eichmann.- La policía francesa también había detenido niños. Paris me preguntó qué haría con esos niños. Yo comuniqué “A partir de la reanudación de los trenes hacia el gobierno general, los transportes de niños podrían rodar” El hecho de que hayan sido necesarios once días para tomar una decisión sobre ese legajo que…Yo no estaba habilitado para tomar la decisión por mi cuenta…Pero si llevaba tanto tiempo, eso para mí es la prueba… [de que] yo no podía tratar el caso. No estaba habilitado para eso[22]

    El especialista autoriza el “transporte” de niños operando con la “misma” posición de un “niño” que no está autorizado a hacer tal o cual cosa, pero, quizás algo distinto se perfila, en ese “Yo no estaba habilitado”. El termino “habilitado” es una de las parejas de un”especialista”. Los especialistas están habilitados para ciertas cuestiones y para otras no, esa habilitación se produce mediante la operación de un conocimiento con un ámbito acotado e implica la “eliminación” de cualquier suposición. Subrayemos, la suposición solía constituir el signo que permitía identificar a un humano, a un semejante. La habilitación requiere de una pareja, la inhabilitación. Un inimputable está inhabilitado para la vida social, asistimos a la construcción de los intelectuales del edificio posmoderno, p.e., los cuadros directivos de una empresa transnacional, unidos por su habilitación junto a su inimputabilidad compartida. Las escuelas para padres de la actualidad confiesan que la inimputabilidad parece afectar esas funciones del parentesco. Existe una amenaza actual de instalar la generalización de la inimputabilidad. En ese estado ¿Será factible localizar alguna posición inconsciente de la que se haga cargo el inimputable? El inconsciente sin un sujeto en condiciones de hacerse cargo de sus formaciones ¿en qué se convierte?

    Si esto es una exageración, Eichmann se encarga de confirmarla y dar su aval pues a renglón seguido de su respuesta sobre el transporte de niños solicita al tribunal permiso para mostrar un “esquema” construido por él de la empresa donde desempeñaba sus funciones. El filme permite observar en el diagrama la descomposición de una tarea única, en múltiples y conectadas o desconectadas funciones y niveles. No se trata de visualizar la ineficacia o no de la administración nazi, al contrario se trata de ver el funcionamiento de una estructura en forma de desarticulación. Ese “en forma de” impedía a un participante de la tarea conocer la extensión de la tarea. ¿Y el saber? Esta salvedad no era el caso de las fábricas de cadáveres nazis, sus miembros conocían el comienzo y el fin de su operación: unos transportaban, otros eliminaban a los culpables y otros convertían en cenizas los restos de una amenaza para su raza. Sin embargo, subrayamos una singular coincidencia formal: el campo de la producción científica en ciencias aplicadas opera con un modelo similar. Sería una ficción como la siguiente: Un joven científico inventa un sistema de cómputo que orienta la lectura de los no-videntes, meses después, encuentra su invento integrado en la cabeza electrónica de la bomba “inteligente” llamada Margarita. En forma de desarticulación un componente queda integrado en otro, sin que su inventor pueda calcular ese destino. ¿Y el saber? Los dramas vividos por muchos científicos son un síntoma trágico de esa situación cuando el saber los alcanza.

    La reunión de Wannsee: Eichmann escriba

    Para situar el “discurso” de Eichmann abordaremos un tema delicado: el testimonio de su participación en una reunión efectuada en 1942, en el Barrio de Wannsee con un lago del mismo nombre, conocida luego como “la conferencia de Wannsee”[23].

    En la reunión participaron quince jerarcas con altos cargos en el régimen nazi: oficiales de las SS, funcionarios de la administración civil, en particular del aparato jurídico y miembros del Partido Nacionalsocialista. Allí, Eichmann redactó el protocolo de la reunión a petición de Heydrich, responsable del Servicio de Seguridad Nazi (SD) y Jefe de la Policía Secreta del Estado (Gestapo). Heydrich impulso la”solución final” al problema judío (se le han descubierto sus orígenes judíos[24]); fue ejecutado por la resistencia checoeslovaca, los nazis en respuesta borraron de la faz de la tierra al pueblo de Lídice[25]. El método se ha extendido al conjunto de los ejércitos modernos.

    Robert Kempner encontró el ejemplar número dieciséis del total de treinta copias del protocoloco[26] , ex funcionario germano emigrado a los EEUU en la época de los treinta y fiscal en 1947 de enjuiciar en Nuremberg a los encargados de los diversos ministerios del gobierno nazi. Kempner ante el hallazgo le pregunta, a su superior, el general Telford Taylor: “¿Habrá sucedido esto en realidad?”. Él no tenía a su alcance una imagen verosímil de aquello y entonces, podía poner en tela de duda la posibilidad de que haya ocurrido. Era tal la desmesura que el imaginario no lograba orientar el objeto real que tenía ante sus ojos. Eichmann participó y presenció los debates “sin perífrasis” –comenta él- sobre la “solución final”:

    A. Eichmann.- Me sentí satisfecho al analizar mi situación con respecto a las consecuencias de la conferencia de Wannsee. En esos momentos experimenté un poco la satisfacción de Poncio Pilatos, porque me sentí virgen de toda culpabilidad…

    Juez Raveh.- Pero yo siempre creí que, para Poncio Pilatos, lavarse las manos era una actitud introspectiva

    Eichmann.- Es precisamente lo que quería decir, señor juez…Era un instrumento en las manos de fuerzas superiores. Yo – y permítame que lo diga vulgarmente- debía lavarme las manos con total inocencia, por lo que concernía a mí yo íntimo. Por lo que a mí respecta, no se trata tanto de factores exteriores como de mi propia búsqueda interior

    Juez Raveh- Entonces, cuando usted se lavó las manos en 1942, ¿era una forma de…reserva mental?

    Eichmann – ¿En 1942? 

    Juez Raveh- Sí, Wannsee, la conferencia de Wannsee

    [Cara de asombro del acusado mostrada por el filme. El acusado permanece silencioso y parece no comprender la pregunta[27]]

    Seguimos las huellas del testimonio. El juez no sabe lo que dice al preguntar ¿era una forma de…reserva mental?, dejemos de lado el parentesco racial, racista, un eco lógico de la “reserva” con el campo de concentración, del cual la primera fue su antecedente. Eichmann introduce un determinativo a su mención de Poncio Pilatos: “me sentí virgen de toda culpabilidad “. Por no estar afectado queda en un estado de inocencia extrema que revela el substrato de ella: en su nombre y gracias a ella se pueden ejecutar sin obstáculos las tareas de un especialista. Su “intimidad” no fue intimidada por ninguna de las consecuencias de sus actividades. ¿Se trata sólo de una escisión del Yo?

    Si sólo se tratará de un caso aislado no tendría mayor alcance, sin embargo, algo similar –salvando las distancias- ocurrió en sectores intelectuales contemporáneos de Eichmann: la “escisión” vivida por el filosofo Heidegger o el director de la sinfónica de Berlín, Wilhelm Furtwänglen o la directora de cine Leni Riefenstahl o el arquitecto Albert Speer. Nótese que esas “escisiones” guardan colindancia con la situación de empresas beneficiadas: la firma automotriz Wolkswagen, continuó la fabricación del “bochito” o “escarabajo”, su carro más famoso diseñado por Hitler; los laboratorios Bayer productores del gas Zyclon continuaron su actividad. Se puede objetar que habría una distancia entre las personas y las frías instituciones industriales. Rene Spitz llamó la atención sobre la institución del cunero, lugar donde quedan los infantes recién nacidos en el hospital, allí la ausencia de personas singulares provoca en los neonatos el marasmo neurológico y mueren[28]. Un niño sobrevive y vive a partir de que una persona singularizada, p.e., tal o cual enfermera se dirige a él.

    La objeción mencionada no tiene valor en este caso: Eichmann no consideraba que transportaba “personas”; en las cámaras de gas se gaseaba a un virus productor de un contagio racial. El transporte y los campos son un cunero trastocado: las personas –los funcionarios nazis- tenían delante de sí la nuda vida, biología desprovista de la semejanza. El marasmo es una forma de la nuda vida pues el “bebe” al quedar sin los pañales y las chambritas de la humanidad es reducido a sólo un cuerpo biológico. La humanidad viene siempre desde el lugar de los otros. Eichmann indicó que el equipaje de los transportados no viajaba con ellos, se trataba del primer paso para retirarles las envolturas personales ¿Qué ocurre cuando la vida de la institución se instala en la vida cotidiana?

    Primo Levi prisionero en Auschwitz rechazó la “interpretación” del campo como una “experiencia de envilecimiento y de impotencia infantil”, según la cual la vida del deportado sería asimilable a una “regresión infantil”. Esta interpretación fallida tomaba a las SS como unos padres intentando educar a sus hijos, Levi notaba que los padres no se comportan con su prole como lo hacían las SS, incluso en el caso de darles órdenes, de obligarlos a comer a una determinada hora y, a veces, a castigarlos[29].

    Eichmann con su asombro y su “discurso” ilustra aquello que constituyó el tema de una investigación a cargo de un filólogo alemán, Victor Klemperer, quien observó un aspecto del lenguaje imperante en la época:

    La segunda Guerra mundial nos mostró en múltiples ocasiones este proceso: una expresión todavía muy viva hace poco, aparentemente destinada a una existencia inextinguible, de pronto enmudece. Desaparece con la situación que la creó y en un futuro dará testimonio de ella como lo hace un fósil [ LTI. La lengua del Tercer Reich, Apuntes de un filólogo, editorial minúscula, Barcelona, 2001, p.12]

    ¿De qué fósil se trata? Quizás se trate de la fosilización del lenguaje, cuyo ejemplo, son los llamados lenguajes básicos de las computadoras. Preguntamos ¿a qué queda reducido el lenguaje cuando ya no transporta una deuda? Una deuda pues cuando los humanos hablan siempre dicen menos de lo que quieren o hablan más de la cuenta. A veces, una dificultad o falla del sistema simbólico impide organizar una imagen, un sentido. Tener una “reserva mental” no estaba en la construcción que dio lugar a Eichmann. Aquí conviene recordar un análisis de la posición de Eichmann ante el habla, efectuado por Hannah Arendt:

    Tanto más obvio se hizo que su inhabilidad para hablar estaba estrechamente vinculada a su inhabilidad para ‘pensar’, es decir, a pensar desde el punto de vista del otro. Ninguna comunicación era posible con él, no porque mentía, sino porque estaba rodeado de dispositivos más confiables que le salvaguardaban frente a las palabras y a la presencia de otros, y por ende, frente a la realidad como tal.[30]

    La salvaguarda frente a las palabras y la presencia de otros incluye un componente: las palabras y algunos otros no le dicen nada. Y en eso no estaba sólo. Tal era el lugar del habla, del lenguaje ante los objetos destinados a la eliminación. Otro ensayista, Günther Anders ubica las raíces de esta banalidad compartida en la desproporción y la naturaleza maquinal del mundo de…hoy[31]. La desproporción genera una insuficiencia en la imaginación ante hechos que vayan más allá de, por ejemplo, una víctima. Una víctima causa impacto, cuando se trata de 6.000.000 no hay imaginación posible, sólo es una cifra más aún, veamos lo que dice Eichmann cuando su defensor lo interroga:

    Dr. Servatius.-…Aunque un tren no pueda recibir más que setecientas personas, había que amontonar a mil judíos. ¿No se trata de una complicación inútil, de la que usted era responsable?

    Eichmann.- No…Pero, que yo recuerde, la cifra de setecientos era una cifra totalmente habitual en esa época, teniendo en cuenta la cantidad estándar de vagones, que desdichadamente aquí no es aclarada, porque, de ser así, sería fácil hacer el cálculo…En un transporte militar, cada soldado debía transportar su equipaje consigo. Pero, en el caso presente, los equipajes viajaban en vagones de mercancías de apoyo que eran enganchados a los trenes [El público reacciona ruidosamente]…de tal modo que los que debían partir no conservaban sus equipajes consigo…La capacidad de los vagones, pues, fue llevada, de acuerdo con un cálculo del Ministerio de Transportes del Reich, de setecientos a mil[32].

    La relación práctica de Eichmann con el lenguaje y la palabra deja ver la naturaleza de ese lenguaje y su forma de operar: se trata de un cálculo de números con números y entre números, no se trata en ningún momento de información sobre personas y entre las mismas, ellas, las personas no cuentan. El fiscal sobreactuando su lugar introduce, de manera indebida, la frase “Cuántas personas eran deportadas”, Eichmann y su sistema no transportaban personas, sólo números. La presencia numérica elimina la imagen de las personas transportadas, en Auschwitz no había espejos[33]. Los deportados eran tatuados con un número en el campo; esos números componían series, luego, eran enviados a la cámara de gas los números tales y cuales, no hay imagen de personas, no hay personas, sólo una operación numérica. Este mecanismo “lingüístico” está documentado en las licitaciones de empresas ofreciendo a la SS hornos crematorios, ofertas de una capacidad mayor de ahorro de combustible, todo era cálculo matemático (Ver, Jean- Claude Pressac, Les crématoires d’Auschwitz, CNRS Editions, Paris, 1993). Un testigo relata estas operaciones:

    Testigo Melkman.- El comandante informaba a la dirección judía del campo de Westerbork que al día siguiente debía ser despachada cierta cantidad de gente. Se necesitaban mil, dos mil, o tres mil…Se necesitaba un poco más que cada cuota, ya que siempre era posible que algunos de ellos murieran en el camino, y era siempre necesario que al llegar a Auschwitz hubiera la cantidad exacta. Entonces, si hacían falta mil, se enviaba veinte más[34].

    Un número no es un símbolo, tampoco es una imagen, de ahí que en el psicoanálisis la estadística sólo está reducida al caso por caso, identificado con un nombre y un apellido. El filme, Un especialista, muestra a Michel Goldman, asistente del fiscal, a quien se le ve el número grabado en su brazo; él le explicaba a su hijo que se trataba de “un número telefónico de su trabajo”[35]. ¿Se puede localizar una definición tan intensa de lo ocurrido a la subjetividad en los campos?

    El “asombro” de Eichmann ante una posible reserva mental se enlaza con el lenguaje que habitaba en él. Las dudas al respecto las aclara el testimonio de Franz Meyer, un hombre de 50 años, quien como representante de la comunidad judía de Viena tenía tratos con él. El fiscal interroga a Meyer por la conducta del acusado

    Franz Meyer.-…Y como entonces pensaba que era una persona capaz de entender nuestras tribulaciones, como entonces parecía que podía comprender nuestra situación y nuestros problemas…En esa época era una persona tranquila, que se comportaba normalmente. Por supuesto, no había nada personal en nuestras relaciones. Simplemente eran frías, pero correctas[36].

    Aquí subrayo un matiz el “Por supuesto” de la conclusión final pues de manera tajante anula la suposición y no permitía a los involucrados ver la posición en juego ¿Se le puede suponer algo a un especialista? ¿Cómo puede valorarse el frío de correcto? ¿Qué implica para las formas de la normalidad que no haya nada personal en las relaciones entre los humanos? Un contestador telefónico suprime la voz de una persona. ¿Cuál es el mecanismo para suprimir lo personal?

    Meyer da una respuesta, Eichmann era y fue un hombre normal, si sucedió una transformación fue en las condiciones de su normalidad y eso es más delicado que considerarlo normal o no. Meyer pasa de testigo al lugar de testimonio. Testimonio de lo ocurrido a amplios sectores de la comunidad judía que no vislumbraban el horizonte que les esperaba, todavía le suponían cosas a burócratas como Eichmann ¿Acaso tenían elementos para hacer otra cosa? Las condiciones de su sociedad los involucraban a ellos, sin que ellos lograran orientarse por un saber sobre eso. El contexto compone tal o cual clase de normalidad, la inversa sólo revela el texto. La variación histórica de las formas de la normalidad y anormalidad son eso y sólo eso. El cambio de época o de lazo social da cuenta de un cambio, no da cuenta del valor y de los valores, en tal y cual época. Los transportados eran parte de una época de la cual ellos serían eliminados y no lo sabían. ¿No lo sabían? El saber, a diferencia del conocimiento, remite a su estatuto singular: un saber no sabido, definición mínima del inconsciente. Muchas de las víctimas conocían a los nazis y no lograban saber lo que les harían los nazis. Max Weber en 1919, para citar sólo un ejemplo, daba una muestra de ese saber premonitorio: Lo que nos espera no es la floración del verano, sino ante todo una noche polar, glaciar, sombría y ruda. Esa imagen premonitoria describe hasta en sus mínimos detalles el atardecer de un prisionero en los campos durante el invierno nazi. Hoy afirmamos su carácter premonitorio luego de lo que les ocurrió a esos prisioneros y transportados. Una de las obras de Kafka, La colonia penitenciaria, es una radiografía del porvenir: una colonia que vivía en un régimen penitenciario[37].

    El testimonio de Meyer al declarar que Eichmann era “En esa época era una persona tranquila, que se comportaba normalmente “ nos conduce a una conclusión: Eichmann de manera normal como cualquier ser humano es la realización de esa condición llevada hasta sus últimas consecuencias. Sólo un animal humano puede hacer lo que él hizo, en el mundo animal, el tigre al matar por matar, sin gusto y sin objeto, ejerce un hecho instintivo cuyo objeto no es la muerte sino el ejercicio del instinto. Eichmann hizo y participó de algo peor al matar sin gusto, sin amor, sin odio, revela el nudo de su caso con un paradigma épocal: matar para hacer desaparecer a una “especie” sin amor y sin odio. No hay criterios válidos para aislar a Eichmann del género humano, él realiza esa condición, es un caso límite. Aislarlo de nuestra especie es no quedar advertidos de que con facilidad seremos las víctimas de sus emuladores contemporáneos. Retornemos al comienzo del juicio donde el Fiscal Hauser afirma:

    Nació como hombre, pero vivió como una fiera en la jungla. Cometió actos abominables. Actos tales que quien los comete no merece ya ser llamado hombre. Pues existen actos que se hallan más allá de lo concebible, que se ubican del otro lado de la frontera que separa al hombre del animal.[38]

    El fiscal deja flotando una pregunta que concierne al psicoanálisis: ¿Cómo se transforma un hombre en una fiera? Su formulación da por hecho la diferencia entre un hombre y un animal, y entonces, se produce la transformación de uno en el otro. Su posición deja fuera de juego el componente feroz de cada hombre, sólo estos convierten a un animal en salvaje, p.e., un perro entrenado para atacar a los humanos. Esa ferocidad a partir de Eichmann contiene un nuevo ingrediente: la trama objetiva de orden numérico y sus cálculos respectivos. Declarar que no merece ya ser llamado hombre, es una buena receta para alentar la bella indeferencia y dejarnos desprevenidos ante la reiteración de eso que habita y acecha nuestras vidas. El neoteno en su límite se devora a sí mismo, de ahí la terca insistencia de Freud en sostener el mito de la antropofagia, el género humano está en condiciones de hacer eso y mucho más. ¿Acaso no fue ante esa ausencia de límites que se implantó el nazismo? Si necesitamos de una confirmación de tales proezas a cargo de humanos, veamos las conclusiones que derivó el profesor Louis Bolk al descubrir la estructura de neoteno del humano. Lo hizo en el curso de una conferencia en 1926 ante la Sociedad de Anatomía de Freiburg, allí designaba al hombre “como un feto de primate llegado a la madurez sexual”, esa condición propicia para nuestra especie las siguientes conclusiones:

    Cuanto más progrese la humanidad en el camino de la “humanización”, tanto más se acerca al punto fatal, rebasarlo significa aniquilación[39] 

    La estructura humana al tratar de su estado de fetalización orgánica, su neotenia, alcanza el despliegue de un componente salvaje que se sitúa más allá del animal: la barbarie civilizada. Sigue en pie la pregunta ¿cómo dar cuenta de esa transformación? Aquí para intentar una respuesta, conviene poner en claro que analizar es sólo analizar, para justificar, comprender, compartir, solapar existen otros instrumentos. Claro que analizamos hoy, luego de que han transcurrido las necesarias tres generaciones entre los hechos y la actualidad para permitir sostener una posición de análisis.

    En los documentos que Eichmann elaboró de la reunión Wannsee, los historiadores y los estudiosos del tema en el campo del derecho, de la criminología, de la filosofía, de la sociología se encontraron con un hecho inaudito: el documento de la reunión no contiene una sola frase que dijera: “Los vamos a matar”. El protocolo nos muestra un fenómeno mayor: un crimen ordenado sin que se haya dado la orden y sin que haya una o varias personas responsables de esa orden y de su ejecución. Un crimen perfecto pues el ejecutor se disuelve en una entidad que carece cuerpo. Asistimos a la instalación y experimentación de un ejercicio del poder del orden fantasmal, inaprensible e intangible, salvo en sus consecuencias. Es una forma de funcionamiento que organiza la economía globalizada de nuestra vida cotidiana: la acción de los mercados, una institución evanescente; difícil de ser aprehendida por las manos humanas, sólo se viven sus efectos. El mercado cambiario y el mercado de capitales encerraron a los habitantes de Argentina en un corralito[40] durante la crisis que viven y de la cual sufren los efectos.

    La transformación operada a partir de Eichmann y sus coterráneos afectó la muerte humana en los campos y en la modernidad. Afectada pues se puede morir a consecuencia de una estructura impersonal, junto con ello el duelo por la muerte ha dejado de recibir un trato personal, como lo fueron los ritos fúnebres, cada día más reducidos en el tiempo, por la prisa de conducir el cadáver a un horno crematorio. El Ingeniero Prüfer capturado por el ejército americano es liberado pues los “convence” de la utilidad “no criminal” de los hornos, construidos por él y su compañía; les señaló el “alto interés” que tendrían para “el porvenir”. Auschwitz cambió la posición de Occidente ante la muerte y el duelo; ese cambio produce más que una dificultad para la erótica desplegada en el curso de tal o cual duelo singular. Philippe Ariès subrayó la fecha de 1939-1948 como reveladora para los cambios producidos ante la muerte, la aparición de su rechazo y el intento de suprimirla (escribiríamos su eliminación). Pese a las fechas él no tomó nota de la coincidencia de esos años y la maquinaria nazi. Los Funeral Homes americanos distribuidos a escala planetaria tienen un origen preciso: la fábrica de cadáveres del campo de concentración y su horno crematorio, que en las funerarias reciben el nombre de incineración[41].

    Hannah Arendt llamó la atención del caso de Adolf Eichmann en su estudio, La banalidad del mal[42]. El mal ya no era propiedad de los malos sino que la maldad se compartía y era un aspecto trivial de la normalidad compartida. Ella localizó un dato sospechado sólo por uno de los jueces: Eichmann tomaba apoyo en la filosofía de Kant y sus formulaciones del imperativo categórico. El imperativo tiene un carácter incondicional y categórico, “Debes por que Debes”, se tratar del deber impuesto por una ley y no por tal o cual persona. Y todo somos iguales ante la ley, por ello el régimen nazi eliminaba a los diferentes. La posición del jerarca nazi se articuló con los postulados del siglo de las luces. Si eso es así, y en efecto lo es ¿cómo afecta a la clínica, a la doctrina psicoanalítica, que el mal se convierta en un elemento común del imperativo categórico para eliminar al semejante? ¿A qué forma de constitución “subjetiva” dará lugar? ¿Tiene sentido alguno el mal en esas condiciones?

    Situación del psicoanálisis ante el orden social

    En fin, lo que se llama “práctica discursiva”…es un conjunto de reglas anónimas, históricas, siempre determinadas en el tiempo y el espacio que han definido una época dada, y para un área social, económica, geográfica o lingüística dada, las condiciones de ejercicio de la función enunciativa.

    Michel Foucault, La arqueología del saber.

    El filósofo Theodor W. Adorno decía del psicoanálisis:” En el psicoanálisis todo es falso salvo la exageración”[43] ¿Qué es la exageración? El diccionario de Maria Moliner nos informa:

    Exageración: hipérbole. Femenino; alguna vez se ha usado como masculino. Circunstancia de un relato, descripción o noticia que presenta las cosas como más graves, importantes o grandes de como en realidad son: ‘Hay algo de hipérbole en esa descripción’. Relato, expresión, etc., en que hay hipérbole. Figura retórica o de pensamiento consistente en el uso de una hipérbole.

    La exageración es amplificar un elemento pequeño y hacerlo visible a un nivel mayor, p.e., exagerar un elemento micro para hacer ver su componente macro. Está hipérbole es una lupa que aumenta los contornos y revela propiedades no visibles a simple vista. El caso individual – micro- del psicoanálisis con su hipérbole permite ver, mostrar y revelar las singularidades constitutivas de la situación macro que lo contiene, sea macro económica, sea macro social, sea macro cultural, sea macro erótica, sea macro sexual. Con esa lente se constata que cada caso individual es real y por ese carácter pertenece a lo social en todos y cada uno de sus rasgos. Todo lo real es social, no hay un elemento social sin su real pegado a las suelas de sus zapatos. Así la lupa micro de cada caso de psicoanálisis muestra la estructura subjetiva de una época.

    La exageración vive en las enseñanzas de Sigmund Freud, Anna Freud, Melanie Klein y Jacques Lacan. Sus casos son una lente de aumento que localiza el malestar de la cultura donde se despliegan. El caso clínico muestra la crisis sexual, erótica, deseante, cultural de su continente macro. Lo micro revela los trazos silenciosos del componente macro. Entre uno y otro se establece una articulación plástica, reversible, transformable entre ambos componentes. Su formulación en el lenguaje cotidiano es sencilla: no hay del uno sin el otro.

    Esta articulación es mostrada por un acto, el suicidio del campesino coreano Lee Kyun Hae, en la ciudad de Cancún, México (10/09/2003). Esa muerte realizaba el destino de un sector social, los campesinos coreanos, ante la nueva comunidad internacional del comercio agrícola y la instalación de los cultivos transgénicos: su eliminación del mundo posmoderno. Ese caso individual ilustraba de forma trágica la desaparición de la antigua tradición campesina no sólo de Corea.

    El componente individual es el sujeto del colectivo que vemos operar en los siete casos que integran el canon clínico de Sigmund Freud:

    1.- Edipo recrea las condiciones de la paternidad vigentes en el Imperio Austro Húngaro, se trata de la caída del padre en ese lazo social; la referencia retórica a la tragedia de Sófocles no constituye su base ni mucho menos da cuenta de su estructura[44]. En ese imperio Freud inventó el psicoanálisis y el complejo de Edipo;

    2.- Ida Bauer, conocida bajo el seudónimo de “Dora” permite observar el ascenso de las clases medias, la ruptura de sus lazos de tradición con la clase social de origen y los horizontes del socialismo en ciernes; Ida era hermana de Otto Bauer, un importante dirigente socialdemócrata de la II Internacional Socialista, con él realiza la escena del goce entre la succión de “su” pulgar y el frotamiento del lóbulo de la oreja de “su” hermano; el caso permite estudiar el saber de las mujeres sobe la crisis de la paternidad, un saber conservado por ellas en reserva; ella pescó al vuelo la crisis profunda que afectaba al padre y al sistema monárquico de la Austria que comenzaba a sacudirse de la permanencia del imperio Austro-Húngaro[45];

    3.- El nacimiento de Herbert Graf (“Juanito”) le permite a Freud jugar con las fuerzas del origen para que un sujeto se sostenga ante la vida. El padre de “Juanito” intentaba quitarle su origen judío para “protegerlo” del racismo imperante en Viena, maniobra recusada por Freud con una claridad insospechada; la hermana de “Juanito” origen de su temor a la castración murió en los campos de concentración nazis. Freud sostenía que sin ese origen ese niño quedaría sin fuerzas para afrontar los avatares de la vida, incluido la persecución antisemita; será demasiado observar en la figura del caballo, motivo de la fobia de Herbert, una imagen muy en boga difundida por el antisemitismo europeo[46];

    4.- Ernest Lehrs, la literatura analítica, nos habla de él bajo el seudónimo de “El hombre de las ratas”, el tormento de las ratas que invadían las trincheras de la sociedad industrial moderna. El abogado murió en las trincheras de la Primera Guerra Mundial, lugar por donde circulaba una gran cantidad de esos animales alimentándose de los cadáveres fragmentados por las explosiones; nos permitimos la hipérbole de indicar que su fantasía de la introducción de una rata por el ano a un prisionero es un fresco surrealista de la voracidad capitalista en su búsqueda desenfrenada de aumentar sus dineros. No es sólo un invento del psicoanálisis descubrir la serie que va desde el dinero hasta su origen, la mierda[47];

    5.- Daniel Paul Schreber anunciaba a través de su delirio la crisis de la diferencia de los sexos afectada por la medicina, y la ascensión del biopoder[48], en particular en el terreno de la reproducción sexuada y la construcción de hombres nuevos de espíritu schreberiano. Ese proyecto fue puesto en acto por el nazismo a partir de 1933; hoy, ese proyecto, ya sin cruces gamadas, sin notorias alambradas de púas, avanza en su concreción social y da a lugar a la eclosión del movimiento transgénero. Aquello que en Schreber era un delirio pospuesto en el tiempo para su concreción, en los transgéneros, gracias a los avances biológicos, es ya una realidad. Notemos una diferencia, Schreber buscó a alguien, el Dr. Flechsig, con quien hablar de los tormentos de sus experiencias, entre otras cuestiones pues cuestionaba las enseñanzas de la medicina; el cambio de sexo efectuado por los miembros del movimiento transgénero sólo mantuvo un encuentro con la ciencia biológica y sus agentes, un cirujano, y los esteroides anabólicos. El movimiento transgénero es heredero de aquellas cuestiones abiertas por el delirante Schreber ¿Tendremos condiciones para colocarnos a la altura de esas cuestiones?;

    6.- La situación clínica de Serguei Constantinovich Pankejeff, el “hombre de los lobos”, muestra la crisis que vive una sociedad y sus miembros al destruirse un tipo de lazo social, cultural, económico e ideológico: la caída del Zar, apodado el “Padrecito” y los comienzos de la revolución rusa de 1917; sus envolturas culturales fueron perforadas por estos acontecimientos en forma sincrónica con una gonorrea que perforó su camisa fetal a los dieciocho años; esta perforación lo llevó al análisis con Freud[49];

    7.- Margaret Csillag, una adolescente vienesa tratada por Freud, ingresó a la tradición del psicoanálisis bajo el nombre de “la joven homosexual; ella mostraba los efectos de que tanto su madre como su padre habían renegado, una por discriminación social y el otro por sobrevivencia económica, de sus orígenes judíos; a tal grado que ya se insinuada la barbarie nazi, ella sostenía no tener ningún problema al respecto pues “los judíos eran otros” ¿Cómo operaba esa renegación en el hecho de que ella sólo logró revelar una vida erótica ante la muerte de su mascota?[50];

    En el caso de Jacques Lacan subrayemos dos de los casos abordados por su clínica:

    1.- Las hermanas Lea y Cristina Papin sirvientas conocidas por la opinión pública francesa cuando en la ciudad Le Mans, Francia asesinaron en febrero de 1933 a sus patronas –madre e hija; el proceso judicial convocó la atención del joven Lacan cuando ya era motivo de intensos debates, donde participaban los surrealistas, los intelectuales del partido comunista. Las hermanas permitieron localizar la estructura social y cultural de los años treinta[51];

    2.- Adolfo Hitler, el tema es tratado por Lacan con la lectura del libro del líder nazi, “Mi lucha”; allí localiza el lugar asignado por el nazismo a la madre en el complejo familiar y la crisis de la institución matrimonial, ambos elementos articulados a la caída del Imperio Austro-Húngaro[52];

    Jacques Lacan abordó, de manera “marginal”, como maniobra de disimulación honesta, un tema: el discurso del capitalista (1972)[53]. La fecha de 1972 y la ciudad de Milán, Italia, donde pronuncia ese tema ¿son ajenas a los movimientos sociales y políticos que hacían temblar a la Italia de esos años? Conviene retener un dato, Lacan desde sus inicios dejo muy clara la falta de distinción entre lo “individual” y lo”social, debido a ello coloca el tema del campo de concentración como uno de los organizadores de su proposición para acceder al título de psicoanalista:

    Esta exclusión posee una coordenada en el real, a la que se dejó en una profunda sombra. Se trata del advenimiento, correlativo a la universalización del sujeto procedente de la ciencia, del fenómeno fundamental cuya erupción puso en evidencia el campo de concentración. Quién no ve que el nazismo sólo tuvo aquí el valor de un reactivo precursor. El ascenso de un mundo organizado sobre todas las formas de segregación…Ningún remedio habrá que esperar, en tanto que estos problemas no hayan sido abiertos…[54]

    Este breve recorrido nos muestra un hilo conductor con el caso Eichmann: las situaciones clínicas mencionadas se sitúan en los prolegómenos de la instalación del nazismo en el poder en Alemania, el inicio de la Segunda Guerra Mundial. Ese hilo permite constatar que la práctica del psicoanálisis junto con su doctrina articula los casos singulares con la sociedad donde esos casos ocurren. Adolf Eichmann pertenece a esa serie, más aún, sería la “solución” de varios de los problemas formulados para los protagonistas de esos antecedentes clínicos. Estos casos son indicios, huellas, trazos que articulan lo individual con el entorno del cual forman parte. Estudiar, seguir y leer los son parte de una conjetura conocida en la historia de la humanidad[55]. La practica indiciaría del psicoanálisis incluye elementos de la cartografía: la presentación en escalas micro –un mapa, un caso- de la geografía macro. El psicoanálisis es una cartografía caso por caso de las formas de la subjetividad[56].

    Enseñanzas del caso

    Adolf Eichmann un jerarca del sistema nacionalsocialista permite estudiar la estructura micro de la nueva “subjetividad” que dibujó el horizonte de la actual posmodernidad. Esa actualidad es refractaria al estudio de los orígenes, rechaza activamente la historia, pues considera que ella llegó a su fin, pese a ello tiene un origen situado en un tiempo histórico, la inauguración del primer campo de concentración nazi en el año de 1933, en la localidad de Dachau, Munich, Alemania. De todas formas juguemos el juego de la posmodernidad, nada de historias, sólo el texto de su testimonio ¿Para qué más? El afirmó y sostuvo que la culpa no estaba a su cargo, estaba a cargo del otro.

    Sigmund Freud estableció una brújula para contener los delirios “teóricos” del psicoanalista: cada caso sólo puede ser recibido siendo un nuevo caso y no se le puede aplicar un “conocimiento” o un “saber extraído de otro”. El analista, en su práctica, aceptará que ese nuevo caso le cuestione el conjunto del saber teórico previamente adquirido. En este punto el caso de Eichmann incluye un suplemento específico para nuestra práctica: la experiencia de la actual concentración sin campo, quizás haga vacilar no sólo nuestro saber previo. Tal es el caso de la situación de culpa ante las novedades de este caso.

    La culpa desde la religión monoteísta al psicoanálisis

    Freud en La interpretación de los sueños (1899) recoge una observación destinada a ubicar la posición del soñante con los deseos inconscientes presentes en sus sueños:

    En resumen, entendemos en este sentido, difícilmente impugnable, las palabras de Cristo: «Del corazón vienen malos pensamientos» [Mateo, 15:19]; y entonces no podemos sustraernos de la convicción de que todos los pecados cometidos en sueños conllevan al menos un oscuro mínimo de culpa.

    Las tres religiones monoteístas -el Cristianismo, el Judaísmo y el Mahometanismo- hicieron de la culpa el fundamento de la relación humana con Dios. El hombre y la mujer eran culpables desde su concepción hasta la muerte; ese peso se instala en la espalda de cada creyente, se hacen cargo de él y con eso a cuestas lograban enfrentar la experiencia de la vida que les toca vivir. Dios respondía tomando a su cargo los interrogantes vitales (nacimiento, sexo, muerte), los creyentes suponen, con grados relativos de certidumbre, que él sabe sobre eso ¿Cómo lo hace? ¿Cuáles son los componentes de ese saber? Esas preguntas no pertenecen al creyente.

    La organización de la culpa es pesada y al mismo tiempo ofrece a los creyentes un lugar en el mundo, en la vida, en la sexualidad, la procreación, en la moralidad, en la ética, en cierta jurisprudencia, hasta en la economía.

    El psicoanálisis descubrió que no se trataba sólo de la culpa ante Dios sino de una culpa más delicada: la culpa por tener deseos reprimidos ante Dios, unos deseos que conciernen al soñante más allá de su voluntad. Esa culpa contiene un plus: la deuda por haber nacido llevando el apellido de un padre y traído al mundo en el cuerpo de una madre. Hay una articulación estrecha entre culpa y deuda. Freud recordando a Shakespeare escribía Tú le debes una muerte a la Naturaleza. La culpa surgida del deseo le permite a cada sujeto, sea cual sea su forma de vivir la vida, singularizarse, organizarse y vivir. La paradoja es que se puede vivir con la culpa de llevar adelante un deseo, de ahí que, en más de una ocasión, la culpa surge cuando el sujeto llevado por su deseo lo realiza y actúa de acuerdo con él, da un paso gracias a él. En ese punto ocurre que salde su deuda y siga viviendo con culpa o sin ella, pero ya dio un paso vital impulsado por la causa del deseo.

    Estos hallazgos clínicos dejaban al descubierto los elementos mínimos que sostenían la función de la culpa inconsciente: un sistema simbólico y sus correspondientes sustituciones – Dios, Rey, Presidente, Padre-; el sistema de la historia, la tradición, y la memoria; una imagen que envuelve y oculta la estructura de neoteno del cuerpo humano. Esos elementos se articulan entre sí y todo lo contrario, más el síntoma de cada vida.

    ¿Qué ocurre cuando uno de esos elementos está en riesgo de ser eliminado? En el psicoanálisis no hemos sacado el conjunto de consecuencias derivadas de la muerte de Dios y de una declinación paterna con tendencia a desaparecer, como lo revela entre otras cuestiones, la creciente separación del sexo de la reproducción, el despliegue de las prácticas de inseminación artificial y el horizonte sin padre inaugurado por la clonación[57]. Esos cambios cimbran la organización de la autoridad…paterna. Hannah Arendt escribió “El hecho de que la autoridad ha desaparecido del mundo moderno nos incita y funda nuestro esfuerzo por subrayar esta cuestión[58]”. La autoridad perdida no es una “autoridad en general”, sino una forma de autoridad bien específica que estuvo en curso a través de todo el mundo occidental: el Cristianismo y las culturas monoteístas instalaron un sistema piramidal en cuyo vértice superior se asentaba la autoridad.

    Esa autoridad perdida no era un paraíso, y si lo fue, por ser el paraíso ya está pérdida; su ejercicio no descansaba en el puro ejercicio del poder, tampoco sobre una medida común entre quien manda y quien obedece ni sobre la fuerza de uno sobre otro. Ella descansaba en el establecimiento de una jerarquía compartida cuya justeza no es puesta en duda y los partícipes aceptan la legitimidad de esos lugares establecidos. La autoridad se distingue del ejercicio puro de la fuerza y de la persuasión por medio de argumentos. La vieja autoridad paterna orientaba a los humanos por ser parte de una jerarquía compartida, luego ejercía o no la fuerza, ese ejercicio era secundario a su jerarquía aceptada; una autoridad paterna no se ejerce convenciendo a las hijas e hijos con argumentos de la escuela para padres. Con esta “desaparición” algunos elementos organizadores del sistema de la deuda y de la culpa como habían sido estudiados, han cambiado o están en transe de extinguirse.

    En el psicoanálisis simplemente subrayamos un dato: el parricidio fundador en Occidente de la sociedad, la ética y la moral, según Freud, ha perdido su carácter de Crimen en el Derecho Penal a partir de 1970. En México la figura fue reemplazada por los “crímenes por motivos de parentesco”, mismos cuya condena acepta atenuantes, justificaciones y circunstancias, lo cual viene a decirnos: matar al padre o la madre es un crimen ordinario, semejante a cualquier otro[59].

    Este universo de la culpa, de la deuda, del sistema simbólico hasta la formas de la muerte y el duelo fueron tocadas, trastocadas y modificadas por la experiencia que transmite el caso Eichmann. Y entonces ¿cómo se sostiene el deseo ante un lazo social donde gobierna la autoridad impersonal de la justicia y las formas institucionales se propagan como modos de relación con el semejante? Hoy, cuando nuestros cuerpos están en una extrema tensión debido a que cada humano tiene frente a sí el horizonte de recibir el tratamiento dado a los judíos: la condición de homo sacer, tiende a generalizarse. Estos son los desafíos que la causa de un deseo y el deseo mismo afrontan para subsistir en el intento.

     

    [1] Este texto es el resultado de la presentación del tema en las jornadas Auschwitz, hoy, efectuadas el día 29/11/2003, en el auditorio del FCE, México, DF.

    [2] Reyes Mate (ed.), La filosofía después del Holocausto, Riopiedras, Barcelona, 2002; Reyes Mate, Memoria de Auschwitz. Actualidad moral y política, Editorial Trotta, Madrid, 2003.

    [3] Jean Christopher Bailly, Adiós. Ensayo sobre la muerte de los dioses, Libros de Artefacto, México, 1998,

    [4] En las enseñanzas de Jacques Lacan, el sujeto ha sido definido como una operación del orden simbólico. Si ese orden es afectado en su corazón, el sujeto y la subjetividad sufren el impacto. ¿Qué ocurre con el orden imaginario, el orden real y el orden sintomático?

    [5] Citado por Peter Sloterdijk en Eurotaoísmo. Aportaciones a la crítica de la cinética política, Seix Barral, Los tres mundos, Barcelona, 2001, p 57.p.

    [6] La actividad, Auschwitz, hoy, efectuada el sábado 29 de noviembre del 2003, en México, DF., incluía la proyección de la película: Un especialista, de los directores Rony Brauman y Eyal Sivan. FCE editó el argumento de ese filme con el título de Elogio de la desobediencia, México, 1999. Estos elementos serán tomados para presentar el caso.

    [7] Las “unidades especiales” y los “comandos” eran fuerzas militares sean del ejército, sean de las SS que asolaban a las poblaciones conquistadas con sus matanzas, incluidas en ellas los “transportados” a cargo de Eichmann.

    [8] Rony Brauman, Eyal Sivan, Elogio de la desobediencia. Guión de la película Un especialista. El juicio de Eichmann en Jerusalén, FCE, México, 2000, pp.110-111.

    [9] El filme “Amén”, del director Costa Gravas comienza por el tratamiento dado a los niños afectados por el síndrome de Down o algunas de sus variantes. Un tratamiento previo a la apertura oficial de los campos de concentración de 1933. 

    [10] Ver el estudio e investigación de Giorgio Agamben quien localizó esa institución del derecho romano, Homo sacer. El poder soberano y la nuda vida. Véase la nota del traductor cuando explica su traducción, del italiano al castellano, de “uccidibile” como “matable” para dar cuenta de la definición del homo sacer .Él obtiene ese término al ser informado del tratamiento dado en Colombia a los marginados extremos llamados “desechables”, los desperdicios sociales. 

    [11] Carmen Cuellar, Las nociones jurídicas de responsabilidad e inimputabilidad frente a la locura, y María C. Sacristán, Construyendo la nación en el México independiente: una experiencia desde la locura, en Artefacto, 8, febrero, 2001, México, DF. El texto de María C. Sacristán es parte de su investigación sobre el primer caso de declaración inimputabilidad en la historia de México.

    [12] Paul Windling, L’hygiène de la race, Editions de la Decouverte, Paris, 1998 ; R.J. Lifton, The Nazi Doctors, New York, 2000 ; Guy Bechtel, Délires racistes et Savants fous, Plon, Paris, 2002.

    [13] H. Legrand du Saulle, Le delire des persecutions, GREC, Paris, 1989. Capítulo destinado a la secuestration(internación) de los enfermos mentales.

    [14] Elogio de la desobediencia, Op.cit., pp.111-112.

    [15] Ibídem, p.116.

    [16] Paolo Caruso, Conversaciones con Lévi-Strauss, Foucault y Lacan, Colección Argumentos, Anagrama, Barcelona, 1977.

    [17] Robert Gellately, No sólo Hitler. La Alemania nazi entre la coacción y el consenso, Crítica, Barcelona, 2002, pp. 77-102.

    [18] Anne – Marie Vindras, Ernest Wagner, ¡Ecce animal!: pastor, maestro, masacrador, dramaturgo, con presentación del Dr. Héctor Pérez Rincón, Monografía clínica, Colección de Libros de artefacto, México, DF / Edelp, Buenos Aires, 2002

    [19] Peter Sloterdijk, Temblores del aire. En las fuentes del terror, Pre-textos, Valencia, 2002. Fritz Haber, era de origen judío debió abandonar Alemania, en los años 30, no sin antes pronunciar un discurso público donde no dudó en declararse nacionalista y defensor de Alemania, su familia fue aniquilada en Auschwitz.

    [20] ver: Zyklon B, artículo del periódico Página12, de Buenos Aires, Argentina en http://www.pagina12.com.ar

    [21] Op. cit., p.121.

    [22] Ibídem, p.128.

    [23] Mark Roseman, La Villa, el Lago, la reunión. La conferencia de Wannsee y “la solución final” (RBA Libros SA, Barcelona, 2002), además está el filme, La conspiración (sólo está disponible en los videocentros de México).

    [24] Ver la presentación de Esteban Hasam, El contexto histórico del caso Eichmann, leído en el Coloquio Auschwitz, hoy, el 29/11/2003 luego de la exhibición del filme “Un especialista”.

    [25] El atentado contra Heydrich el 4 de junio de 1942 fue perpetrado por dos guerrilleros checos de la resistencia, Jan Kubis y Josef Gabelik, quienes murieron con otros 120 guerrilleros más, dentro de la iglesia de Karl Borromaeus, donde los sacerdotes les habían dado refugio. La iglesia fue tomada y todos pasados por las armas de las SS. Entre las represalias de las SS cuenta el borrado de la faz de la tierra del pueblo entero checo de Lídice, cercano a Praga

    [26] “Protocoloco” el lapsus coloca protocolo y locura en continuidad, dando ya una imagen de la mencionada reunión.

    [27] Ibídem, pp. 129-132.

    [28] Rene Spitz, El primer año de vida del niño, FCE, México, 1977.

    [29] Myriam Anissimov, Primo Levi o la tragedia de un optimista, Editorial Complutense, Madrid, 2001, p. 523. Bruno Bettelheim sostenía esa “interpretación”, fue prisionero en Dachau y Buchenwald, en momentos previos al despliegue más allá de Alemania de los campos. Esa interpretación se ha vuelto contra él después de su muerte y se le acusa de utilizar esos métodos en su famosa Escuela Ortogénica de Chicago, EEUU.

    [30] Ibíd., p. 49.

    [31] Auschwitz, hoy: reflexiones en torno al caso Eichmann, presentación y texto de Esteban A. Hasam, quien cita los estudios de Günther Anders. 

    [32] Elogio de la desobediencia, Op. cit., pp.124-125.

    [33] Mario Betteo Barberis, El insoportable horror de la música, Artefacto,9, México, diciembre, 2001

    [34] Op.cit. p.134.

    [35] Elogio de…, p.32.

    [36] Ibídem., p.109.

    [37] Enzo Traverso, La historia desgarrada. Ensayo sobre Auschwitz y los intelectuales, Herder, Barcelona, 2001, pp.52-53.

    [38] Ibídem., p. 108.

    [39] Louis Bolk, La “humanización” del hombre, en Referencias en la obra de Lacan, 14, Buenos Aires, 1995.

    [40] Corral: Sitio cercado y descubierto, adosado a una casa, donde se tienen los animales domésticos: aves, conejos, etc. El diminutivo “corralito” era el nombre de una andadera para los infantes cuando comienzan a caminar, los pedíatras estudiaron los efectos desastrosos para el cuerpo del empleo de esos correctivos o andaderas.

    [41] Philippe Ariès, El hombre ante la muerte, Taurus Humanidades, Madrid, 1987.

    [42] Hannah Arendt, Eichmann en Jerusalén. Un estudio sobre la banalidad del mal, Lumen, Barcelona, 1999. En ese estudio la banalidad es la forma generalizada de la normalidad, de lo común y compartido entre los sujetos normales. El libro de Arendt – una filosofa alemana de origen judío- fue severamente criticado y hasta censurado en el Estado de Israel y por los “Comités” de algunas comunidades judías, en particular, la de los EEUU.

    [43] Martin Jay, La imaginación dialéctica. Una historia de la Escuela de Frankfurt, Editorial Taurus, Madrid, 1989. Adorno es citado como epígrafe del capítulo III: La integración del psicoanálisis, p.151.

    [44] Jacques Lacan en varios momentos de su enseñanza no ha dejado de señalar la ausencia de coincidencia entre el texto de Sófocles y el mito elaborado por Freud, mito que califica de ser último de la cultura occidental. Para más detalle ver: Miguel F. Sosa, El complejo de Edipo, la publicidad del psicoanálisis y una pifia de Fromm; Alberto Sladogna, Transmisión freudiana: la experiencia de Erich Fromm, en Artefacto, 5, mayo, 1995; Freud ante el parricidio: un sueño doctrinario, Artefacto, 6, julio, 1998, México, DF; La caída de la referencia, Fractal, 26, febrero, 2004, México, DF.

    [45] Hannah S.Decker, Freud, Dora y la Viena de 1900, Asociación Psicoanalítica de Madrid, Biblioteca Nueva, Madrid, 1999, en particular el capítulo IX: Tiempos locos.

    [46] Alberto Sladogna, Desplegado del Santhoma, en Artefacto, 1, marzo, 1990, México, DF; Marie-José Mondzain, Image, icône, économie. Les sources byzantines de l’imaginaire contemporain, Seuil, Paris, 1996, capítulo: Juif, face et profil. La intervención de Freud provenía de su propia experiencia en Cartas de amor (Premia Editores, México, DF, 1981) narra un episodio donde al hacerse cargo de su origen logra enfrentar un ataque antisemita en un medio de transporte público.

    [47] Lydia Flem, Freud et ses patients, Hachette, 1986. El texto en su primera edición tenía un título interesante: La vida cotidiana de Freud y sus pacientes.

    [48] Michel Foucault, Historia de la sexualidad, (tres tomos) Siglo XXI Editores, México, DF, 1977; Giorgio Agamben, Homo Sacer. El poder soberano y la nuda vida, Pre-Textos, Valencia, 1998; Lo que queda de Auschwitz. El archivo y el testigo. Homo sacer III, Pre-Textos, Valencia, 2000; Ricardo Forster, Crítica y sospecha. Los claroscuros de la cultura moderna, Espacios del saber, 31, Paidós, Barcelona, 2003. 

    [49] Karin Obholzer, Entretiens avec l’homme aux loups – un psychanalyse et ses suites, NRF, Gallimard, Paris, 1987.

    [50] L’Unebévue, 19, 2001, en particular el artículo: Margarete Cs. et la “la jeune homosexuelle” de Sigmund Freud

    [51] Jean Allouch, Eric Porge, Mallete Viltard, El doble crimen de las hermanas Papin. La “solución” del pasaje al acto, colección Libros de Artefacto, Epeele, México, DF, 1995; Gérard Gourmet, L’ombre double. Dits et non dits de l’affaire Papin, Éditions Cénomane, Paris, 2000. En el último festival de cine de la ciudad de Mar del Plata, Argentina (2001) fue galardonado un filme dirigido por Claude Ventura destinado al tema de las hermanas Papin y su crimen. 

    [52] Jacques Lacan, La familia [ 1938], Editorial Argonauta, Biblioteca de psicoanálisis, Barcelona, 1979. Lacan demostró ser si no el único al menos el psicoanalista que se ocupó con insistencia de ese caso: 25/05/1955; 29/04/1959; 6/07/1960; 28/06/1961; 20/01/1971, así como en la trascripción titulada Psicoanálisis. Radiofonía y Televisión, Editorial Anagrama, Barcelona, 1977.

    [53] Lacan in Italia, Milano, 1978. 

    [54] Jacques Lacan, Proposición del 9 de octubre de 1967, primera versión, en Ornicar?,1, Campo Freudiano, Barcelona, Editorial Petrel, 1981, pp. 26-27.

    [55] El historiador Carlo Ginzburg desplegó el paradigma del indicio y demostró su activa participación en la obra clínica y doctrinaria de Sigmund Freud al documentar sus articulaciones literales con el método indiciario desplegado por Giovanni Morelli y Sir Arthur C. Doyle, véase: Carlo Ginzburg, Mitos, emblemas, indicios. Morfología e historia, Gedisa Editorial, Barcelona, 1989.

    [56] Bernard Lepetit, Architecture, géographie, histoire: usages de l’échelle, Genèses, 13, Automne, 1993, pp. 118-138.

    [57] En la semana de escritura de este texto fuimos sorprendidos por el anuncio de la primera clonación de un bebe, en Londres, Inglaterra.

    [58] Hannah Arendt, La crise de la cultura, Folio Essais, Paris, edición 1972, edición original 1954 con el título de Between past and future,

    [59] Artefacto, 6, julio, 1998, México, DF cuyo tema monográfico es El parricidio

  • Reflexiones del mito de Lilith: La Creación, una ficción de la diferenciación

    Reflexiones del mito de Lilith: La Creación, una ficción de la diferenciación

     Laura Mejorada de la Mora, Marco Antonio Dupont Villanueva

    Una de las preocupaciones entre los que ejercemos el psicoanálisis ha sido el planteamiento de si éste es una ciencia, si contiende un método científico, por lo que queremos tomar la descripción de Arnaud y Lancelot en su Grammaire générale et raisonné de Port-Royal [1] donde describe al método científico y a la ciencia como el «arte de disponer la sucesión de pensamientos ya para descubrir la verdad que ignoramos, ya para probar a otros cuando la conocemos».

    Partiendo de la anterior concepción del método y tomando en cuenta el hecho de que Sigmund Freud, fundamenta su teoría (Teoría de la segunda tópica) en un mito, consideramos que los mitos son una de las bases teóricas del psicoanálisis. En este trabajo también acogemos la definición del Dr. Juan Vives del mito: “es el prototipo de la creación grupal, es el destino final de una fantasía inconsciente que ha sido elaborada por generaciones y generaciones de seres humanos” [2]. El mito, tiene como función el trasmitir lo prohibido y lo temido, o temer lo prohibido, es, finalmente, una forma de insertar la ley. Si convertimos el temor en culpa, es la forma de trasmitir la moral. Además, no podemos dejar de mencionar la fórmula freudiana según la cual los mitos son para las fantasías inconscientes de la humanidad, lo que los sueños son para el individuo.

    Esta concepción coincide con la «idea del pueblo», teoría defendida por Adolf Bauer[iii] que supone la existencia de pensamientos elementales. De tal modo que la conciencia unánime de los mitos sería resultado necesario de la disposición uniforme de la mente humana y del modo de su manifestación que dentro de ciertos límites, son idénticos en todo tiempo y lugar.

    El mito empleado por Freud es Edipo Rey, donde, en especial, aparecen tres componentes que se encuentran en todos los mitos: el incesto, el parricidio y el filicidio[iv].

    Por otro lado, los mitos, al igual que la tradición, están basados en una serie de costumbres a través de las cuales se ha trasmitido la sabiduría y se ha creado una identidad. Esta afirmación nos obliga a pensar especialmente en el judaísmo, además, no hay que olvidar que Sigmund Freud fue judío.

    Tanto las tradiciones como los mitos trasmiten normas que están en función de la conservación de la especie y de la identidad de una comunidad, condenando el asesinato en las formas de parricidio y filicidio así como el incesto[v], que terminaría con la especie por las deformidades y enfermedades genéticas y congénitas que éste ocasiona, según lo ha constatado la ciencia.

    Lo que permite suponer que existe una necesidad de preservación porque existe la posibilidad de extinción, es decir, de hacer conscientes nuestras pulsiones tanáticas. Otto Rank ha establecido como patrón, en El mito del héroe, el “abandono”. Lo que nos lleva a recordar lo planteado por Fidel Tubino quien sostiene que el mito se halla en conformidad con el tipo de conocimiento primigenio que el hombre adquiere de sí mismo y del mundo circundante, el hombre se percibe integrado en el cosmos de la naturaleza y en un nosotros colectivo, donde la vivencia mítica tiene un carácter indiferenciado y sintético[1]. Partiendo de esta concepción, planteamos en este trabajo como origen de todo mito la fusión y el difícil proceso de “separación”, y diferenciación, en especial, en la forma como la plantea Piera Aulag

    Aquí coincidimos con la postura de varias psicoanalistas[vi] que cuestionan la envidia al pene, como Annie Anzieu, para quien la envidia al pene sería una frustración que da sentido y coherencia al sentir erótico confuso localizado en el interior de la niña, a lo innombrado de su cuerpo el no-pene, es una envidia pero una envidia confusa como soporte de la evolución que va de la sexualización a la sexualidad, la niña no ha perdido nada, no tiene nada que perder, ella está más directamente sumergida en la rivalidad y la reivindicación.. Kristeva tampoco niega la envidia al pene pero no la concibe como Freud, sino como una fijación engañosa y como regresión respecto de la sexualidad genital. Ella articula tres planos en la sexualidad femenina; la relación primera con la madre; La organización genital infantil bajo el primado de lo fálico donde no se reconoce verdaderamente como mujer y la organización genital adulta posterior al reconocimiento de la vagina la mujer reconoce lo que le es propio y constituye el verdadero símbolo de su identidad.

    Lo anteriormente expuesto nos hace pensar que la figura femenina es amenazante al hombre ya que le recuerda la incompletud en la que se encuentra, estado que es resuelto por la figura femenina a través de la procreación. Por lo tanto, consideramos que esta incompletud en la mujer se ve compensada cuando tiene un hijo, el hombre no puede trascender a través del hijo como lo hace la mujer, esto explica porqué de una manera compensatoria el hombre marca al hijo con su apellido, de acuerdo con lo que establece Safouan: se marca al hijo con el apellido para lograr una identidad como padre. De la misma manera que el apellido paterno nos da una identidad de hijo, en el catolicismo la figura de Dios nos da una identidad de hijos. Todo esto nos hace pensar en una explicación del paso de religiones politeístas a monoteístas y de matriarcado.

    Como ejemplificación de lo anterior presentamos un mito de origen judío – hebreo El mito de Lilith, tiene su origen en el estudio del Génesis, donde aparecen elementos contradictorios, ya que en la parte primera se lee que Dios al séptimo día creo al hombre y a la mujer a imagen y semejanza de él.

     “Por lo tanto el Señor Dios hizo caer sobre Adán un profundo sueño y mientras estaba dormido le quito una de las costillas y lleno de carne aquel vació, y de la costilla aquella que había sacado de Adán formo el Señor Dios una mujer, La cual puso delante de Adán y Dijo y Exclamo Adán: Esto es hueso de mis huesos, carne de mi carne, llamarse ha, pues, Varona porque del varón ha sido sacada”.

     Este pasaje nos lleva a reflexionar sobre lo incompleto e indiferenciado del ser humano del ser humano y sobre cómo se intenta dar solución llenando el vacío ya sea creando y autoengendrando hijos, o con la mujer que Dios le da a Adán. Además podemos observar lo indiferenciado y fusional en la bisexualidad, en donde Eva es Varona hombre y mujer, teniendo su origen en el hombre lo que nos hace pensar en lo expuesto en el articulo Las distintas interpretaciones del discurso mítico de Barbosa, Rigo y Prates quienes consideran que el mito muestra la imposibilidad de una sociedad de pasar de la creencia en la autoctonía del hombre al reconocimiento del hecho de que uno nació de un hombre y de una mujer, asimismo intenta establecer un puente entre el problema de origen ¿nacemos de un único o de dos? y el problema derivado ¿el mismo nace de el mismo o de otro? ”[2]

    Hay elementos que han dado pie a la suposición de la existencia de una mujer previa a la sumisa Eva y que correspondería al :

    MITO DE LILITH

    Yahvé Dios formó a Lilith, la primera mujer, de la misma manera que lo hiciera con Adán, pero en vez de utilizar polvo la formó de inmundicia y sedimento[3] nunca hallaron la felicidad, ni mucho menos la armonía, en especial, por esos momentos en los que Adán deseaba yacer con Lilith; ella se sentía ofendida y sometida por la postura que Adán le exigía, la cual consistía en colocarla siempre reclinada. Como Adán insistía en someterla, Lilith encolerizada pronunció en voz alta el nombre mágico de Dios, quien al escuchar su nombre enunciado por Lilith, le otorgó alas, tal vez para que con ellas volara hacía él, pero en vez de eso, voló para abandonarlos y para ver hacia abajo.

    Adán recurrió a Yahvé Dios para quejarse: «Mi compañera me ha abandonado» por lo que Dios Yahvé mandó a tres ángeles: Senoy, Sansenoy y Semangelof, para que fueran a buscarla y la convencieran de volver al lado de Adán. Lilith se encontraba a las orillas del Mar Rojo, morada de los demonios lascivos, con quienes ella había engendrado alrededor de cien de ellos al día. A los hijos de Lilith se les llama lilim. Los ángeles le dijeron: «Regresa con Adán de inmediato o te ahogaremos». Lilith preguntó: «¿Cómo puedo regresar con Adán a vivir como una esposa honesta después de vivir en las márgenes del Mar Rojo?», A lo que los ángeles le respondieron: «Si te niegas, te ahogaremos». Lilith preguntó: “¿Cómo puedo regresar con Adán y vivir como esposa honesta después de mi estancia en el Mar Rojo?”, A lo que los ángeles respondieron: “¡Si te niegas, morirás!» A lo que Lilith respondió: «¿Cómo puedo morir, si Dios me ha condenado a que me haga cargo de todos los recién nacidos: de los niños, hasta el octavo día, día de su circuncisión, y de las niñas, hasta el vigésimo día?” Y después dijo: “No obstante, si alguna vez veo vuestros tres nombres o vuestras figuras en un amuleto sobre un recién nacido, prometo perdonarle la vida”. Los ángeles aceptaron el trato, pero Dios Yahvé, castigó a Lilith haciendo que un centenar de sus hijos demoníacos perecieran cada día y cuando ella no podía destruir la vida de un infante, debido al amuleto angelical, se volvía con rencor contra los suyos propios, además de terminar chupándoles la sangre y comiéndose la carne de los hombres a los que seducía. Otra versión refiere que el verdadero motivo por el que Lilith no puede volver al lado de Adán, es por haber copulado con samaelm el ángel caído, Alias Satán, y que el castigo impuesto por Dios Yahvé a Lilith, fue el de nunca poderse mirar al espejo, a no reflejarse como el vampiro o como aquel que ha vendido su alma al diablo, porque para ella el mirarse equivale a desaparecer. Por su nombre Lilith se emparienta con el viento, por su materia con Dios de la cintura hacia abajo, Lilith esta hecha de fuego ardiente y este elemento la constituye como el lado rigurosos y severo de Dios ambivalente bueno y malo a la vez.

    Los cabalistas conciben a Lilith como la ninfa vampírica de la curiosidad que a voluntad pone o quita sus ojos, habita en las profundidades del mar y la censura procura que de ahí no salga para no alborotar la vida de los hombres y de las mujeres

    Lilith, al cohabitar con Adán su hermano, está cometiendo incesto, y al pronunciar el nombre de Dios lo reta y lo desconoce, siendo ésta una de las diferentes formas de parricidio. La condena impuesta por Dios a Lilith de “hacerse cargo» de todos los niños que no tuvieran nombre y que, cuando no lo lograra, su rencor se volvería contra los suyos, es una sanción que implica llevar a cabo un filicidio. Lilith se ha asociado con lo demoníaco, con lo temible, incluso en varias versiones se le asocia con el vampirismo e incluso las pocas imágenes que de ella se tienen se le representa con alas como la de los murciélagos. Y en otras representaciones se le muestra con características canibalescas: “Les chupaba la sangre y se comía la carne de los hombre”.

    Este personaje, por cierto, poco conocido por la mayoría de la gente y entre aquellos que lo conocen, negado, ha trascendido a nuestra cultura a través de ciertas costumbres que se tienen, como son: el atar un cordón al brazo del bebe y/o colgarle una semilla llamada «ojo de venado», para evitar que el bebé sea víctima del mal de ojo, que se traduce como: “protegerlo de la envidia de otra mujer” –la representante de Lilith—. La costumbre de colocar el amuleto al niño demuestra el constante temor que tiene la madre de perder al bebé: el gran temor a la separación, y a sus impulsos destructivos reactivados por la relación fusional vivida con su madre, a través del hijo, que es nuestro argumento como origen de los mitos.

    El mito de Lilith nos habla del origen y la creación, del hombre y de la mujer autoengendrados por un Dios hombre mujer madre padre que intenta darles forma diferencianda y separanda masculino y femenino, sin éxito alguno emergiendo así el odio y la violencia derivado de este intento. De acuerdo a este mito el hombre tiene su origen en el polvo que se define como masa de partículas de tierra seca y de otros sólidos, que se levantan en el aire y se posa sobre los objetos y en el lenguaje vulgar significaría copula sexual, unión sexual, lo que nos remitirá a pensar que el origen planteado en este mito, del hombre sería en la unión sexual procedente de una madre tierra seca carente de vida portadora de la muerte, evanescente y difundida por el aire.

    Lilith en cambio creada de sedimento, de residuos que yacen en el fondo, siendo sinónimo de poso madre- alcantarilla y de inmundicia definida como suciedad basura, impureza y deshonestidad lo que nos llevaría a pensar el origen de Lilith en una madre alcantarilla en donde caen todos los residuos, los deshechos relacionada a una concepción del origen y de la sexualidad materna como inmunda y deshonesta,

     Green menciona que debido a la etapa de indiscriminación y fusión tan íntima del bebé, respecto de la madre, tanto física como psíquicamente, en donde “la madre no puede sino ser portadora de los mensajes sexuales para su bebé, aun cuando son mediatizados y tamizados por la acción de la represión”, dejando una huella y una manera de concebir la sensualidad y la ternura, hay un repudio, no de lo femenino como Freud argumentaba, sino de lo materno en ambos sexos, “ no terminamos de repudiar aquello que de la impronta materna permanece en nosotros”, dice Green. Así en la creación de Adán y de Lilith se observa este repudio, en el primero la madre es evanescente, y en el caso de Lilith la madre es suciedad refiriéndose al repudio de la fusión materna donde se pierde la alteridad y la diferenciación “El incesto no espera el complejo de Edipo, se adivina durante la relación con el pecho, en el compartir las emociones sexuales desde el comienzo” es por esta razón que resulta necesario repudiar lo materno. Y tal vez sea en este repudio, que emerge el imperio narcisista del cual Kristeva menciona que esboza y domina la vida psíquica y que protege el vació constitutivo de la psique humana que es intrínseco de los comienzos de la función simbólica, sin esta solidaridad entre vacío y narcisismo no habría posibilidad de distinción de huella ni de simbolización, provocando la confusión de los limites del cuerpo de lo simbólico de lo real de las palabras, vació y narcisismo sostenidos uno en otro constituyen el grado cero de lo imaginario y que aparece como la separación entre lo que todavía no es un yo y lo que todavía no es un objeto. , situación que podemos observar en este mito de creación y de origen donde todo es confusión caos, e in diferenciación, y donde Lilith intentando escapar a esta fusión aniquilante se recluye en el mar rojo ya que una forma de muerte es la ausencia de distinción.sin embargo el narcisismo la lleva a percibir la existencia de Adán como problemática ¿Cómo elaborar la necesidad y el odio que de esto se desprende?, de acuerdo a Freud la elección de un objeto de amor resulta satisfactoria siempre y cuando asegure una relación con el narcisismo del sujeto, esto se puede apreciar en el mito de Lilith que al no someterse a las demandas de Adán sumisamente, le muestra una diferencia,(yo-no yo) no son uno solo, por lo tanto Adán tendrá que someterla y controlarla para asegurarse de que la angustia de desamparo y aniquilamiento no aparezcan, fusionándose con Lilith substituta de ese objeto primario, de necesidad, Lilith reacciona con odio ante este sometimiento y desilusionada por la disolución de la fusión narcisista e impedida para asumir su rol femenino por la precariedad de su estructura es presa de un malestar ante la amenaza de retorno al desamparo, y tiene necesidad de evacuar el odio, Adán resulta culpable de su malestar.

     Dios le otorga alas, y ella en lugar de volar hacia él huye e intenta librarse de esa madre Dios todopoderosa dadora de la vida y la muerte matando a cada hijo y con éste la relación primigenia fusional y enloquecedora, engendrar, procrear, pero nunca crear vida, todo esto de una manera maniaca y persecutoria, Omnipotentemente ella ahora es mas poderosa que su creador, engendra 100 hijos diarios a los que también destruye. Piera Aulagner al hablar del proceso originario menciona que el autoengendramiento es el funcionamiento que característico de esta época, todo lo que existe es auto engendrado, lo natural es desconocer la necesidad y conocer sólo el estado que el psiquismo desea encontrar, la representación pictográfica del encuentro ignora la dualidad infante objeto externo, lo representado se presenta ante la psique como la obra de su trabajo autónomo, engendra.

     Lilith queda condenada a no ver su imagen en el espejo, a no unificarse y a no encontrar su identidad, a la no alteridad ni diferencia, huyendo de la fusión, se desvanece. Ya que el objeto materno es el primer contenedor, es el objeto mirado e interiorizado integrado en una parte del yo, la niña citando a Annie Anzieu intenta entrar en la mirada materna para preservar la primera estructura narcisista que todavía no puede rechazar ni transformar.

    También aparece la figura de la mujer vampiresa, seductora que causa horror, fuego ardiente, sexualidad y diferencia repudiada, “la visibilidad restringida del sexo de la mujer provoca temores evidentes en el hombre, las fantasías paranoides descriptas por M. Klein se reactivan por la anatomía femenina y son proyectadas sobre el interior del cuerpo femenino y su funcionamiento sexual, el hombre sólo percibe lo que es visible, embarazo y parto, la mujer es finalmente confundida con la madre, mezcla de admiración y de terror, el interior de la mujer representa la omnipotencia sobre la vida y sobre la presencia del sexo del hombre, que se siente atraído.

    La multiplicidad de representaciones de la acción de devorar, de la mutilación y de la transformación que suscitan la gestación y el nacimiento son fuente de idealización, de odio, de rivalidad y de adoración[4].

     El mito anterior ejemplifica y da pie a nuestra postura teórica de que el origen del mito es la fusión, y deja entrever el odio, el dolor y el deseo de venganza, ocasionados por la intolerancia ante la incompletud, la falta, la existencia del otro, el cual tiene que ser borrado y aniquilado. Lilith transforma la creación en destrucción (transformación en lo contrario) y destrucción y el odio se vuelve hacia ella (la vuelta hacia la persona propia), Lilith sería la representante de una pulsionalidad incontrolable, del odio, de lo fragmentado escindido, de lo primitivo e indiferenciado del ser humano lo cual es solucionado en este mito al ser enviada a vivir en las profundidades del mar donde la censura procura que de ahí no salga para no alborotar la vida de hombres y de la mujeres, alude a esta parte reprimida pero latente tanto en hombres como mujeres y que corre el riesgo de emerger lo que nos recuerda las palabras de Aulagner “ Desde su surgimiento la feminidad comparte con el pene el privilegio de ser el objeto por excelencia de la envidia, por lo tanto todo ser humano hará a disgusto y en defensa propia la experiencia perturbadora de la alteridad con el corolario de comprobar que le falta lo que el otro posee y ello en una relación de reciprocidad”. [5]

    La mujer gozando al hombre como Otro- el Padre, fácilmente se vuelve histérica si no tiene hijos y por el otro si no es nada más que madre no sale de su narcisismo y se vuelve parasicótica, puesto que le falta el Otro, si no conoció y amó a su padre real está en peligro de no conocer nunca el orgasmo y si no supo que amaba a su madre corre el riesgo de no poder procrear”[6]. En esa oscilación de lo imaginario a lo real es donde puede instalarse lo simbólico, gracias a la remoción de la represión arcaica con la procreación y el encuentro del hombre en el coito.

    [1] Delalain, 1830, Pág. 524

    [2] Vives R Juan. José Luis González: Un estudioso de los mitos. Revista de Análisis Grupal, Psicoanálisis – Grupo Familia – Institución. Vol. V. Nos 1 y 2. México 1988.

    [3] «Die Kyros Sage und Verwandtes», Sitzb Wien. Akad, 100. 1882

    [4] El orden de la enumeración no implica una jerarquía de importancia.

    [5] En varios países europeos, el incesto sólo se contemplaba con los padres y con los hermanos, no así con la figura de los abuelos.

    [6] Inicialmente Helene Deutsch y Karen Horney.

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  • Dignas de pensarse

    Dignas de pensarse

     Felipe Flores Morelos

    Creo que voy a hablar un poco de todo y no mucho de nada en particular. Finalmente mi intención hoy aquí es invitarlos a leer las Memorias de un enfermo de nervios. Mi intención es referirme en general a varias cosas, a variasDenkwürdigkeiten. Y es que las cosas que dice Schreber son dignas de pensarse, y desde luego, de leerse, y de leerse una y otra vez, desde una y otra perspectiva, desde uno y otro momento de la historia de la cultura y, desde luego, desde uno y otro momento de la construcción de la teoría psicoanalítica. De hecho así ha sucedido.

    Como los libros que se hacen clásicos, referencia obligada de los estudiosos, como las obras fecundas que se reflejan en los más diversos campos de la cultura, esta también ha provocado múltiples lecturas, no solamente de los psiquiatras o de los psicoanalistas, sino de los estudiosos de la cultura, la política, la pedagogía, las tradiciones mitológicas, las religiones, etc., e incluso por quienes ven en Schreber al primer “postmo”, al “darketo” mayor de algunas páginas de la Web. Y, sin embargo, nada curioso ni sorprendente dada la índole del texto al que nos referimos, permanecen todavía muchas cosas sin esclarecerse, sin abordarse, de tal manera que esta tela tiene todavía mucho de dónde cortar.

    Era una lástima que texto tan importante fuera tan difícil de conseguir hasta que los entusiastas emprendedores decidieron lanzarse a la aventura de reeditarlo, con lo cual en vez de caer, como sugiere el “logo” de su editorial, se levantaron no uno, ni dos, sino seis niveles por encima de otros más interesados en el comercio que en la cultura, y probablemente más alto todavía.

    Los estudios sobre Schreber y la construcción de la teoría psicoanalítica van a la par con los cambios en la filosofía y la cultura, los cuales van moviendo el acento o el interés en diversos aspectos del tema: así, en general, se observa un desplazamiento del interés temprano en los procesos naturales (biológicos, fisiológicos, energéticos) a los procesos culturales pasando por la fenomenología y el estructuralismo; es decir, de los aspectos propiamente pulsionales, fantasmáticos y de defensa, pasando por el interés en el yo del paranoico, para centrarse más recientemente en lo social y político (Schatzman, Escuela de Frankfurt: Adorno, Mitscherlich), y después de un periodo de enfoque fenomenológico, en lo propiamente estructural: en el lenguaje (Morenon) y en las determinaciones significantes (Lacan), y en la estructura del Edipo. A lo largo de este proceso, además, se ha pasado de una convicción pesimista según la cual no habría cura psicoanalítica para estos casos, a la postura más optimista que en la práctica y desde hace ya varios años viene intentando seriamente el tratamiento psicoanalítico de las psicosis y su teorización. Mucho contribuyeron a esto los trabajos de la escuela Inglesa, con los kleinianos, Bion y Searles a la cabeza, y recientemente las aportaciones de Lacan y la escuela francesa principalmente. A lo largo de estos años, como se puede constatar por la bibliografía de casi 10 páginas que he logrado reunir siguiendo el texto de Calasso, el de Prado de Oliveira y las referencias proporcionadas por mi querido amigo y siempre fuente de interesante y sorprendente información Dr. Alfredo Valencia, se ha hablado de sexualidad, homosexualidad, proyección, masturbación, de lo masculino y de lo femenino, en fin, de las pulsiones y sus destinos en las psicosis y en particular en la paranoia, de la estructuración del psiquismo psicótico y del paranoico, del destino de lo representacional en él en su relación con lo pulsional y con el lenguaje, de las interpretaciones de diversos aspectos del delirio, de los mecanismos o factores constituyentes como la forclusión y el asunto de la metáfora paterna, de los tres registros y su funcionamiento en la paranoia, etc. Poco se ha dicho sobre la madre de Schreber (aunque P. Aulagnier en sus reflexiones sobre la función materna venga a ayudarnos mucho en este punto), un poco de las relaciones fraternas de Daniel Paul, y mucho, pero no suficiente de la cuestión paterna. Se ha escrito también acerca papel del testimonio y de la escritura. En uno de los más interesantes y bellos textos que he leído sobre esto, Green compara la escritura de Schreber con la del psicoanalista, por ejemplo. Recientemente, en una tesis de Mónica Vazquez publicada en Cartapsicoanalítica, se ha hecho hincapié en el aspecto transgeneracional del delirio. También se ha tratado el asunto en relación con la perversión (difícil no relacionar estas memorias con “Un niño es golpeado”). Más recientemente se ha puesto atención en la relación del caso Schreber con la pedagogía, la personalidad autoritaria, el tema del poder y lo social. Se ha relacionado el asunto también con la tortura (De Certeau). Está también el problema del cuerpo. Está también el problema de la verdad, de la verdad del delirio. En particular se han relacionado los antecedentes del caso –me refiero a la cuestión paterna- con los orígenes del nacionalsocialismo y el contexto cultural e ideológico de la Alemania del siglo XIX. Sin embargo aún queda mucho por pensar y por decir en este punto. ¿Qué relación hay, por ejemplo, entre Nietsche, Wagner, y los Schreber, padre e hijo? Un aspecto sobre el que poco se ha escrito, que yo sepa, es sobre los aspectos religiosos y mitológicos de la cosmología y la cosmogonía schreberianas.

    Un aspecto que yo encuentro de interés muy actual, coincidente con las preocupaciones de muchos otros tiene que ver con el problema del mal. Yo creo que este texto es un testimonio sobre los efectos de la tortura en el sujeto. De una tortura constante e institucional ejercida por el padre en nombre del amor, de la educación y la superación física y espiritual del pueblo alemán. ¿Cómo es que un autor así, el padre de Daniel Paul, con un proyecto que hoy se nos antoja delirante, pudo ser tan leído, tan admirado y reconocido a tal punto que el mismo Freud no considera útil relacionar el contenido de su proyecto con su paciente? Todavía nos hace falta un estudio a fondo de los escritos de este famoso pedagogo cuyo delirio fue tan compartido.

    Decía yo, que todo esto tiene que ver con el problema del mal. No es este un tema menor, abordado desde la filosofía, la teología, las politología y recientemente preocupación de muchos pensadores y psicoanalistas. ¿No habrá que hablar hoy del mal como privación del ser debido o esperado, o de la “banalidad del mal”, de la crueldad inevitable de la naturaleza o de la verdad como dice Clement, o de lo que nos queda de Auschwitz (el día 29 nos espera un coloquio sobre el tema)? Pero sí habrá que referirse a la pulsión de muerte, por lo menos, o a un texto excelente de André Green, “Pourquoi le mal?” en el número 38 que la Nouvelle Revue de Psychanalyse dedicó al tema. Abordar el tema de la pulsión de muerte, de la desintrincación pulsional, del masoquismo, de la reacción terapéutica negativa, de la perversión, de la perversidad, etc., sería sin embargo, insuficiente, piensa Green, pues los malvados no suelen llegar al consultorio y la teoría psicoanalítica no suele abarcarlos generalmente. Y sin embargo el mal, la maldad, está. La relación o no entre la agresividad y la erotización no alcanza a explicar el asunto. La relación entre el placer y el dolor que Green relaciona, siguiendo a Freud, con la pulsión de muerte, atraviesan todo el texto de Schreber: placer y dolor, que para San Máximo el Confesor –notable escritor bizantino del siglo VII que, desde luego, no era psicoanalista- están juntos en las raíces de la maldad y a un lado de la muerte. Por cierto que para este interesante pensador bizantino, como para Green que sigue a Freud, no conviene confundir el placer con la vida y el dolor con la muerte, pues hay placer de muerte y dolor de vida, y generalmente la pulsión de muerte está relacionada con los dos. ¿Pero qué es esta muerte que no es erotizada? ¿Qué es esta crueldad sin erotización que no llega tampoco a la agresión caliente, como dice Safranski, sino que se queda fría, indiferente en su búsqueda de destrucción de aquello que ni siquiera se reconoce como otro, esto que ya no sé si podemos seguir llamando “sadismo”? ¿Qué es la maldad separada de la sexualidad? En el caso del padre de Daniel Paul se ejercía la crueldad erotizadamente, se provocaba el dolor por placer en nombre de los ideales de la moral y del espíritu; pero esto se pudo hacer en un contexto que dio origen a una perversidad diferente que todavía hoy tratamos de entender.

    Para contestar estas preguntas probablemente haya que leer varias veces el texto de las Memorias que hoy es reeditado en el contexto de las preguntas sobre el mal.

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    (1973) Mannoni, O. Education impossible, Paris, 1973., pp. 21-32, 48-49 y passim.

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    (1979) Aulagnier, P. Les destins du plaisir-aliénation, amour passion, Paris, PUF, 1979. Edición en castellano : Petrel, Barcelona, 1980.

    (1979) Saurí, Jorge, J. “Estudio preliminar”, en Daniel Paul Schreber, Memorias de un enfermo nervioso. BsAs. Carlos Lohlé, 1979, p. Iss.

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    (1988) Green, A. Pourquoi le mal?, Nouvelle revue de psychanalyse, 38, 1988, Gallimard, pp. 239ss.

    (1989) Han Israels. Schreber: father and son. International Universities Press. Madison, Connecticut, 1989**

    (1990) Allouch, J. Marguerite ou l’Aimée de Lacan, EPEL, 1990.

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    (1997) Mier, Raymundo. “Schreber: introspección, negación y delirio”. En Tramas II, subjetividad y procesos sociales, México, Universidad Autónoma Metropolitana Xochimilco, Junio de 1997, p. 83ss.

    (1997) Prado de Oliveira, Luis Eduardo. Freud y Schreber. Las fuentes escritas del delirio, entre psicosis y cultura. Bs.As. Nueva Visión, 1997

    (1999) Fernández, Elida E. Las psicosis y sus exilios. Bs. As. Letra Viva, 1999

    (2001) Coriat, A. Y Pisan, Ch. “Un caso de Sigmund Freud. Schreber o la paranoia” en Nasio, Juan David. Los más famosos casos de psicosis. Bs.As. Paidós, Psicología profunda, 2001, p.45ss.

    (2001) Fernández, Elida E. Diagnosticar las psicosis. Bs. As. Letra Viva, 2001

    (2003) Morenon, Martine. Varios textos sobre “La folie du president Schreber” y las psicosis en http://assoc.wanadoo.fr/martine.morenon/Schreber.htm

    (2003) Vázquez Ávila, Mónica Isabel. El Delirio: una construcción transgeneracional. Tesis para obtener el grado de Maestra en Teoría Psicoanalítica. México, Centro de Investigación y Estudios Psicoanalíticos, Julio 2003. También se encuentra en la biblioteca de www.cartapsi.org.

    Freud, S.

    (1893) Sobre el mecanismo psíquico de los fenómenos histéricos

    (1895) Manuscrito H

    (1894) Neuropsicosis de defensa.

    (1894) Carta 52

    (1893-1895) Estudios sobre la histeria.

    (1895) Carta 57 a Fliess

    (1895) Carta 61

    (1895) Carta 71

    (1896) Nuevas aportaciones sobre las neuropsicosis de defensa

    (1896) Manuscrito K

    (1896) Carta 91

    (1897) Manuscrito N

    (1899) La interpretación de los sueños

    (1905) El chiste y su relación con el Inconsciente

    (1906-1908) El delirio y los sueños en la Gradita de W. Jensen.

    (1908) Las fantasías histéricas y su relación con la bisexualidad.

    (1909) El hombre de las ratas.

    (1909) Cinco Conferencias sobre Psicoanálisis.

    (1914) Introducción del Narcisismo

    (1915) Complemento metapsicológico a la doctrina de los sueños.

    (1917) Conferencias de introducción al psicoanálisis.

    (1919) Pegan a un niño.

    (1905-1920) Tres ensayos sobre la vida sexual

    (1921) Algunos mecanismos neuróticos en los celos, la paranoia y la homosexualidad.

    (1923) Neurosis y psicosis

    (1923) El Yo y el Ello

    1924) Presentación autobiográfica

    (1924) La pérdida de la realidad en la Neurosis y Psicosis.

    (1925) La negación.

    (1927) El porvenir de una ilusión

    (1930) El malestar en la cultura

    (1933) Nuevas conferencias de introducción al psicoanálisis.

    (1937) Construcciones en el análisis

    (1934-1938) Moisés y la religión monoteísta.

    Otras

    Chevalier, L. Entrada “Torture” en Dictionnaire de Théologie Catholique, cols.1293-1314.

    Larchet, Jean-Claude. La divinisation de l’homme selon saint Maxime le Confesseur. Paris, Du Cerf, 1996.

    Lasbax, M.E. Entrada : « Mal », en Dictionnaire de Théologie Catholique, cols 1679-1704.

    Rosset, Clément. El principio de crueldad. Valencia, Pre-textos, 1994.

    Safranski, R. El mal o el drama de la libertad. Barcelona, Tusquets. 2002

     

    [1] Presentación de la nueva edición de la obra de Daniel Paul Schreber. Memorias de un enfermo de nervios. México, Sexto Piso, 2003. en el Museo Zumaya, el 13 de noviembre del 2003.

  • El gusano del fruto

    El gusano del fruto

     Carlos Fernández Gaos

    Trabajo presentado en la mesa redonda “Testimonios de la clínica” Organizado por Yot’an, clínica psicoanalítica y el Círculo Psicoanalítico Mexicano A.C. en la Casa de las Humanidades, el 28 de noviembre de 2003.

    El término “testimonio”, aparentemente preciso, parece vaciarse de sentido cuando se cuestionan las premisas que le atribuyen su estatuto de constatación, pero sugiere hablar de lo acontecido que podemos constatar. Pero ¿estamos, verdaderamente, en condiciones de decir algo respecto a ello? Somos testigos, sí, pero de otra especie de testimonio que proviene de un proceso que ignoramos y que construimos teóricamente, “a posteriori”, con base, ahora, en nuestras propias premisas. Lo paradójico es, entonces, que la condición para que algo suceda es, precisamente, tan sólo acotarlo con unas premisas que permiten otorgarle un sentido. Paradójico por que son las mismas premisas que lo construyen como proceso las que posteriormente permiten dar cuenta de él. Así pues, testimonio, ¿para qué? ¿Qué es lo testimoniable? ¿Qué estatuto puede tener tal testimonio? ¿De qué se habla en el testimonio? Aún más ¿Quién es el que habla en el testimonio?

    El analista es testigo silencioso de su propia ignorancia. Tendrá que resignar su saber para que algo nuevo se produzca en él y en su paciente. Dejarse con-mover por las resonancias de la tragedia que atestigua que, de algún modo, también es la suya. En el análisis se trata, para paciente y analista, de crear; de crear sentidos siguiendo el camino opuesto a los sentidos ya ensayados y fracasados. Los socorridos refugios en la complacencia del saber y de lo sabido, no son sino expresión de una herencia que procede de un testamento al que se habrá de abjurar.

     Como dijera Paul Valéry, “…Devolver las luces, una adusta mitad supone en sombras”.[2] En efecto, en la clínica, las sombras presiden el curso de lo que acontece, y es desde ellas que algo debe crearse. Algo de Yo debe morir y será otro Yo el que escriba el epitafio. No hay lugar a concesiones. El síntoma, el acto, o, la enfermedad, denuncian la necesidad de no sortear este suicidio reinaugural. La imposibilidad de asumirlo deviene en melancolía o en perversión.

    El Yo solo puede advenir siendo su propio biógrafo”, decía Piera Aulagnier, pero la construcción de esta biografía requiere de alguien que la atestigüe de modo permisivo, mejor aún, sorprendiéndose. Yo sólo puede ser ante otro, somos, admítaseme el neologismo, “Yotro”, a modo de singular del nos-otros. La biografía, entonces, siempre es compartida. En su soledad, en tanto que únicamente Yo, es melancólico o perverso. Es un Yo doliente, es un Yo en duelo, en el doble sentido, de dolor y de duelo a muerte[3]. La biografía no es, pues, un mero recuento del pasado, sino su escritura como un nuevo proyecto vital que exige en pago el sepultamiento de la ilusión de unidad. “…advenir siendo su propio biógrafo” comporta un acto asesino de otros biógrafos y otras biografías, y requiere de un testigo que, dando fe de ese acto, asuma con él la sentencia que conlleva.

    Sólo puede ser testigo de un acto de creación quien se aventura en la errancia. Tal es un testamento invaluable del itinerario freudiano. Sólo el errante comete errores. Errar viene de errancia[4] y es sinónimo de equívoco solamente si se pretende que hay un lugar de la verdad; de lo correcto. Renunciar a saber, es errar y es la coincidencia de estos dos errantes, analista y paciente, lo que, aún siendo creación en sí misma, produce algo nuevo. No se trata, por cierto, de llegar a un lugar, sino más bien, de llegar siempre a nuevos lugares. Así entiendo lo interminable del análisis.

    La construcción de una nueva historia produce un vértigo que es vivido como renuncia y no como posibilidad. El aferramiento a los fragmentos de «verdad» que han garantizado lo que el sujeto ha logrado y que son el basamento de sus utopías, se erige como verdadero dique en contra de las ansiedades que provoca asomarse al vacío que deja entrever su deconstrucción. En palabras de Heiddeger: “…resolverse a ir al encuentro de la muerte hace posible vivir el tiempo futuro para ser en el presente; lo que va siendo es lo que con conciencia auténtica, con el «estado de resuelto», se ha sido en el pasado, de modo que el futuro surge del pasado, del mismo modo que el pasado sólo es auténtico en vista de un futuro comprendido; el «ser ahí» vive en el presente como ser tendido entre el pasado y el futuro, con conciencia de su finitud, su facticidad, su angustia y su «ser para la muerte»”

    Ocasión del engaño, de la quimera, del encubrimiento, de todo aquello que crea la ilusión de conjurar lo irrecusable. El “paciente”, término que sugiere la palabra “clínica”, padece, en última instancia, de lo mismo de todo ser humano. Y es que está arrojado a ser con el sino del no ser. Encarnación de su propia imposibilidad, en los inicios de su existir construirá como exterioridad las representaciones que podrá forcluir, renegar o reprimir, aunque éstas, como dice Assoun, “…no procede(n) simplemente del exterior sino del propio imposible que el sujeto lleva en sí mismo, como el fruto lleva dentro de sí al gusano…( ) El texto del inconsciente no es otro que el de la castración.. …( ) Ella se manifiesta por esa falta que el sujeto se representa con ocasión de la percepción de las diferencias anatómicas, y más específicamente en el cuerpo de la madre.[5]

     “No sé que quiero” es el dramático testimonio que, en boca del “paciente” denuncia el anudamiento en el que se encuentra atrapada su existencia. Saber y deseo. Parafraseando a Piera Aulagnier, si “Todo deseo de saber no es sino deseo de saber sobre el deseo”, entonces, agregamos: “no hay nada que el saber pueda saber sobre el deseo”. Desear saber qué desear, precipita al sujeto en las miasmas de su condición como tal, esto es, como sujeto, en el sentido de sujetado. El deseo impugna siempre al saber, mientras que el saber únicamente intentará renegar del deseo que lo moviliza.

    Es muy diverso lo que nos propone la novela del paciente, verdadero ágape de identidades posibles. Se trata, en última instancia, de optar por el modo más soportable de ocultar la falta, en un doble sentido, como delito implícito en la reivindicación de su lugar y como pedazo del Ser que le fue arrancado a sus espaldas. No obstante, la diversidad misma del festín renueva la condena. ¡No se puede recurrir a lo sabido como conjunción de acontecimientos que perfilan un lugar en el mundo! ¡La razón no es tampoco el recurso para dar cuenta del sentido que tiene ese lugar! Y es que no se trata de detectar el sentido del haber sido, sino de crearlo siendo, como puente entre el sido y el seré. Dice Cioran: “No podemos ser tan generosos con nosotros mismos como para despilfarrar la libertad que nos otorgamos. Si no nos pusiéramos impedimentos, ¡cuántas veces cada instante no sería sino un sobrevivir! ¿No sucede a menudo que seguimos siendo nosotros mismos sólo por la idea de nuestras limitaciones?”.[6]

    La libertad de crearnos en el mundo de modo que nos complazca, no es un privilegio, sino una condena. Arrojado al desfiladero de su propia posibilidad, el sujeto se anuda a las certezas que obtiene de su saber, a modo de límite que le impedirá abismarse en la innovación del sentido de su historia. Sin embargo, la condena es inapelable. El gusano que lo habita en las entrañas terminará haciendo hueco en el cascarón que lo recubre.

     

    [2] .- Citado por Anzieu, D. “El autoanálisis de Freud y el descubrimiento del Psicoanálisis”. Vol. I. Siglo XXI, México. 1980.

    [3] .- Esta manera de escuchar la palabra duelo, en tanto duelo a muerte, me fue revelada por un amigo y colega, Alejandro Salamonovitz, durante un intercambio de opiniones con respecto al trabajo “Duelo y melancolía”.

    [4] .- Esta reflexión se la debo a la Dra. Graciela Mota. Amada compañera de muchas errancias.

    [5] .- Assoun, Paul-Laurent. “Los grandes descubrimientos del Psicoanálisis”, en Historia del Psicoanálisis. Vol. I, Barcelona, Ediciones Juan Granica, 1984, p. 159.

    [6] .- Cioran, E.M. “El ocaso del pensamiento”. Tusquets Eds. Barcelona, 2000. p. 29

  • Carlota: un amo para Maximiliano

    Carlota: un amo para Maximiliano

    Un estudio psicoanalítico sobre la articulación duelo locura

     Marco Antonio Macías López

    Cuando los autores escriben sobre Carlota ya sea en un discurso novelado o histórico, he observado a partir de la revisión que he efectuado que cada uno de ellos se inclina por un rasgo o episodio que cautiva su atención y considero que terminan hablando de más, al presentar sus conjeturas como un hecho dado. Otros entran en minucias del contexto y sobre las reacciones de los personajes, como si ellos hubiesen estado presentes. A excepción por supuesto, de aquellos que pudieron testimoniar sobre lo que observaban, como fue por ejemplo el caso de José Luis Blasio (secretario particular de Maximiliano).

    Lo que a continuación expondré, tiene como base la revisión de varias fuentes y se pretendió teorizar a partir de lo que los datos sobre el personaje aportan, cuidando de no imponerle la teoría al caso. Presentaré entonces, algunos datos del personaje de la emperatriz Carlota, esposa de Maximiliano, en especial aquellos que me permiten sostener el argumento de cómo Carlota se ubica en el lugar de amo para Maximiliano. En otro momento, se podrá presentar la propuesta teórica que desarrollé en mi investigación en relación con la función del duelo y su posible articulación con el caso de Carlota. Propuesta en la que se plantea cómo, la pérdida del objeto amado, es susceptible de provocar la locura.

    Niñez y adolescencia de Carlota.

    Sobre el nacimiento de Carlota, Reinach-Foussemagne señala: “El 7 de junio de 1840, a la una de la madrugada, hacía su entrada en este mundo la Princesa María Carlota Amelia Victoria Clementina Leopoldina de Bélgica, que habría de ser, por su matrimonio, Archiduquesa de Austria y después Emperatriz de México. Algunas horas más tarde, veintiún cañonazos anunciaban el acontecimiento a los súbditos del Rey Leopoldo I. Los edificios públicos fueron empavesados inmediatamente. En la noche, toda Bruselas se ilumina y, en los barrios populares, se festeja con bailes y rondas alegres, la venida de la pequeña princesa.”[1] Considera Reinach-Foussemagne que a efecto de que Leopoldo I pudiera asegurar mejor su dinastía, hubiera deseado un tercer hijo varón, y que no supo disimular su decepción.

    Continuando con esta breve descripción de la niñez y adolescencia de Carlota, Reinach-Foussemagne, refiere que: “La princesa Carlota aparece, en un encantador retrato, a la edad de seis años como una preciosa niña de apariencia despierta, de mirada asombrada e ingenua, ‘la boca más pequeña que los ojos’ y de un dibujo muy puro, los brazos y las manos admirablemente modelados y su pequeño talle bien ajustado por su sencillo traje. Pero es, sobre todo, en la conmovedora correspondencia de la Reina Luisa con la Reina María Amelia, donde revive a nuestros ojos la que su madre consideraba graciosa como un “pequeño silfo de cuento de hadas”, viva, petulante y parlanchina, con un buen humor y una alegría habituales, tierna y afectuosa para los que la rodeaban, notablemente inteligente, y deseando de una manera absoluta, desde los dos años y medio, aprender a leer, y expresándose para todo ‘como una persona grande, con los más bellos giros en las frases’; un poco voluntariosa sin duda, pero disimulando este defecto por una cualidad: el celo que, desde sus primeros años, puso en todo lo que hacía y en todo lo que aprendía.”[2] 

    Comenta la autora que a partir de 1848, la Reina Luisa comenzó a decaer mucho en su salud, año en que su padre Luis Felipe de Orleáns habrá de abdicar a su reinado en Francia, éste habrá de tolerar mal el destierro y dos años después en 1850 morirá un 26 de agosto. El estado de salud de Luisa María madre de Carlota, habrá de empeorar a partir de ese momento. Es llevada de Bélgica a Inglaterra para ser atendida médicamente, los errores de diagnóstico y la mala atención la van acercando a la muerte. Al regresar a Bélgica, Carlota su hija, enferma de tos ferina, las noches pasadas a la cabecera de su hija le fatigaron en exceso, su tuberculosis avanza, la distancia con su esposo Leopoldo crecía cada día. Al recibir entonces la noticia de la muerte de su padre, Foussemagne comenta, que sería un golpe del que no se reharía más. De tal suerte que muere el 11 de octubre de 1850,[3]¡Cuarenta y cinco días después de la muerte de su padre! Por ello se dice: ¡La muerte llama a la muerte!

    Este es un acontecimiento relevante que dará cuenta, de una de las primeras pérdidas más importantes en Carlota a la tierna edad de 10 años.

    De todos modos, la transformación súbita que se presenta desde esta fecha en el carácter de Carlota, es demasiado profunda y será demasiado durable para que se pueda explicar por la sola privación de las ternuras de una madre. Se encuentra, en este cambio, lo que no había escapado a la perspicacia maternal: la orientación del carácter de la joven en el sentido del de su padre, de un padre al que “se parecía tanto que se hubiera dicho su miniatura”[4]. Respecto a este acercamiento con el padre comenta la autora: “Con una buena voluntad conmovedora, con su presencia asidua al lado de su padre en todas las ceremonias oficiales, por el interés que pone en sus obras de caridad y misericordia, se esfuerza por llenar el lugar que la muerte de su ‘querida mamá’ ha dejado vacío y que se siente llamada por Dios a ocupar. Pero lo que, por encima de todo, domina en esta niña, “es una voluntad firme y casi podríamos decir viril”[5]

    En todo este tiempo diversos autores (Kervoorde, Iturriaga, de Grecia, entre otros), coinciden que Carlota ha sido educada para gobernar; se desplegará más adelante este elemento y se comentará como uno de los hechos estructurales en su vida.

     Matrimonio de Carlota y Maximiliano.

    Veamos ahora la época en que se va a efectuar su matrimonio. Reinach-Foussemagne comenta que: “Al cumplir la princesa dieciseis años solicitaron su mano dos pretendientes: el Príncipe Jorge de Saxe y el Rey de Portugal, Pedro I. Don Pedro tenía sobre el Príncipe de Saxe la ventaja de ser sobrino de Leopoldo I, la de ofrecer un trono a Carlota y, sobre todo, la de ser el candidato, tanto de la Reina Victoria como del Príncipe Alberto”[6]. Carlota sin embargo, habrá de enamorarse de Maximiliano, precisaremos, del Príncipe con sangre de los Habsburgo perteneciente al Imperio Austriaco, que era uno de los imperios más importantes del momento.

    Para Villalpando, el matrimonio que se habrá de consumar entre Carlota y Maximiliano está cifrado en el interés económico de éste. Comenta el autor que el castillo de Miramar que mandó construir Maximiliano, se financió con el dinero que le dio el rey Leopoldo I de Bélgica, por haberse casado con su hija Carlota.

    El rey Leopoldo era uno de los hombres más acaudalados de su época, pero al mismo tiempo, tenía fama de avaro. Maximiliano, en plenas negociaciones, llegó a llamarlo “tacaño”. Negociar un matrimonio real implicaba mucho más de cuestiones financieras que de amor”[7].

    Revisando la tesis que presenta Villalpando, considero que se puede sostener, pero sólo en parte. Si él mismo cita que el rey Leopoldo tenía fama de avaro, esto obviamente no era desconocido por Maximiliano, ¿Por qué entonces decide el matrimonio con Carlota, si había pretendientes de otras Cortes que hubieran podido sufragar las deudas de Maximiliano? Mi propuesta es que el interés económico está precedido por el hecho de que Maximiliano es tomado por esa presencia de Carlota que ya tenía de gobernante (en el sentido de haber sido educada para ejercer el poder); su inteligencia y su don de mando, debieron de haber ejercido gran atracción en Maximiliano, pues serán características que él habrá de elogiar tanto en su estadía al frente del virreinato Lombardo-Veneto, como en su estancia en México.

    Otro elemento que me parece importante mencionar, aunque este tiene el carácter de una conjetura, lo es el nombre de Carlota: María Carlota Amelia Victoria Clementina Leopoldina. Destaco el nombre de María Amelia, porque es el nombre de aquella mujer de quién se dice, que Maximiliano amó profundamente. El mismo Villalpando, cita: “El gran amor de Maximiliano fue la princesa María Amelia de Braganza, hija del difunto don Pedro, emperador del Brasil”. La conoció cuando visitó Lisboa a mediados de 1852, Maximiliano dijo de ella en su Diario que era una “princesa distinguida, cumplida cómo no se ven muchas”. Bajo el cielo de Portugal nació el idilio, y “el archiduque se declara”, dicen poéticamente Suzanne Desternes y Henriette Chandet. “La joven corresponde a su amor. Ambos deciden desposarse secretamente”. La madre de ella, la emperatriz viuda del Brasil estaba en el secreto y dio su consentimiento. A su retorno a Viena, según André Castelot, un feliz Maximiliano obtiene de Francisco José y de Sofía la autorización para casarse con María Amelia, pues “si este matrimonio no es muy brillante a los ojos de la familia imperial, a lo menos María Amelia es una princesa auténtica”. La fecha de la boda se fija para el siguiente año de 1853, pero el día de la boda nunca llegó. María Amelia, enferma de tuberculosis, fue enviada a Madeira a pasar el invierno y a tratar de restablecerse. Murió “del pecho” el 14 de febrero de 1853. Años después, Maximiliano la seguía llorando. En 1859, visitando Funchal, en las Madeira, escribió en su Diario que María Amelia era una “criatura perfecta que dejó este mundo ingrato, como un ángel puro de luz, para volver al cielo, su verdadera patria”. Luego, visitó la casa donde ella había muerto, el lugar “donde el ángel amargamente llorado dejó la tierra y permanecí por largo tiempo abismado en pensamientos de tristeza y de duelo”[8]. El mismo autor comenta, que un dato revelador que demuestra que Maximiliano nunca la olvidó y que hasta los últimos momentos de su existencia pensó en ella, es la carta que envió a la archiduquesa Sofía (su madre), en junio de 1867, a punto de ser ejecutado: “…un amigo le llevará, querida mamá, junto con estas líneas, el anillo que usé diariamente, con el cabello de la bienaventurada Amelia de Braganza, como recuerdo para usted…”. Interroga entonces Villalpando: “¿Un anillo que usaba “diariamente”? ¿Con el “cabello de la bienaventurada Amelia”?[9].

    Por medio de estas citas y la observación que hago de cómo Maximiliano es tomado por el nombre: María Carlota Amelia, es que considero, que Maximiliano habitado por la muerte de María Amelia, elige a María Carlota Amelia como esposa. De tal forma que, si existe engaño en la relación, éste es uno de los primeros. Por supuesto que aparejado con el de Carlota, pues si sabemos que para que se pueda dar el enamoramiento, que es un estado de fascinación imaginaria, es necesario que exista un engaño. Es tiempo de considerar entonces, la disparidad de la que habla Lacan entre el amante y el amado, pues el amado no sabe qué es lo que el amante encuentra tan amable en él. Y el amante no sabe de qué manera el amado se constituye para él, como un objeto imaginario que se haya de algún modo en posición de condensar en él, lo que se puede llamar las virtudes o la dimensión del ser, y convertirse en un señuelo, que es el objeto del deseo humano.

    ¿Qué es entonces lo que ve Carlota en Maximiliano?, ¿Qué puede leer en la mirada de su padre cuando se encuentran frente a Maximiliano? Si ella ha sido educada para el poder, no está frente a cualquier príncipe, al menos así parece hacérselo saber su padre, es un príncipe con sangre de los Habsburgo. Este príncipe con sangre de los Habsburgo representa un blasón. Uno puede leer que la imagen de Maximiliano para Carlota, tiene el carácter de ser la imagen del otro que puede absorber al que la contempla, a manera de un paroxismo de la absorción imaginaria. Sin embargo, en el preciso punto donde el objeto toma su máximo valor, para aquél que le hace una serie de atributos, es ese punto el que queda debidamente oculto. Pienso que en este caso, y lo voy a desplegar un poco más adelante, lo es el que Maximiliano le habrá de prestar a Carlota su cuerpo de hombre para gobernar. No hay que olvidar que en este nivel de personajes, los matrimonios son debidamente arreglados. Es en ese saber no sabido que seguramente Carlota, conocerá hasta el mínimo detalle, los atributos de su futuro consorte.

    Referencia a uno de los hechos estructurales en la vida de Carlota.

    Entendemos por hecho estructural, cada dato histórico importante que hemos podido distinguir en nuestro estudio clínico del caso. Veamos cada uno de ellos:

    — Carlota: Educada para gobernar.

    Iturriaga, comenta que: “Biógrafos más recientes –Desternes y Chandet- identifican cierta formación masculina en la princesa. Leopoldo decía: «Mi pequeña Carlota es la flor de mi corazón». Viéndola inteligente, seria, hace que le den una instrucción parecida a la de sus hermanos. Y una educación viril que se aplica más a fortalecer la voluntad que a cultivar la sensibilidad”[10].Ya comentábamos también, que Reinach-Foussemagne decía que se parecía tanto a su padre desde niña, que se hubiera podido decir que era él en miniatura.

    Igler, toma una cita de la novela de Fernando del Paso Noticias del Imperio, que dice: “Cuando Carlota se quedaba como Regente en México, era cuando se hacían las cosas”[11] , para evidenciar las cualidades políticas de Carlota. Igler comenta que el derecho divino, fue una convicción adquirida como fruto de su educación como hija de reyes y, que por tal motivo, se creía hecha para gobernar. Cita una obra de Solana y Gutiérrez titulada Maximiliano de Habsburgo en la que se menciona que la mujer que pisó tierra mexicana como emperatriz recién coronada por la gracia de Napoleón III definitivamente no carecía de decisión o voluntad, ni de instinto de mando similar al de Isabel la Católica. Menciona también citando la obra de Taylor, Maximilian and Carlota. A story of imperialism, que en abierta contradicción con el tradicional papel femenino de su época, ella superaba en su energía y firmeza en asuntos políticos a Maximiliano. De la obra de la condesa Kolonitz, Un viaje a México en 1864, cita que el emperador confiaba en la habilísima pluma, el saber y la exquisita cultura de su joven mujer y la dejó con regularidad como regente en México cuando se iba de viaje por el país o a cazar mariposas en el idilio de Cuernavaca, en franco abandono de sus responsabilidades gubernamentales. Igler menciona además, que: “no sólo durante la ausencia del emperador, sino también en su presencia, Carlota intervenía habitualmente en las reuniones del consejo de ministros y, como se quejó el monárquico Francisco de Paula y Arrangoiz, desgraciadamente en todos los negocios públicos. Además, en la ausencia de Maximiliano la resuelta soberana se mostraba bastante autoritaria, porque no sometía los asuntos a discusión, sino presionaba su aprobación en el consejo de ministros, el cual presidía”[12]. Iturriaga, por su parte, menciona que: “Llegados a México, ella revela cómo su espíritu de predestinación o mesianismo tenía mucho de ocio o spleen: «la actividad nos sienta bien. Somos muy jóvenes para no hacer nada». No ocultaba sus ímpetus de mando: «si fuera necesario, iría a la cabeza de un ejército», comentaba Carlota. Como a Europa llegaban noticias acerca de quién llevaba la batuta en el imperio mexicano, Carlota creyó necesario explicarse ante su abuela y asegurarle que ella no gobernaba, agregando que «me toman como una especie de marimacho» que en la forma no lo era, pero de fondo un poco”[13]. El mismo autor comenta, que no sabe qué pudo pasar entre Carlota y Maximiliano, pues durante el primer año de gobierno, Carlota intervenía habitualmente en las reuniones del consejo de ministros y a partir del segundo año se constriñó a los asuntos de educación, asistencia social y beneficencia. Comenta que no sabe si la causa fue alguna disputa matrimonial con Maximiliano, o si se trata de la primera señal de su trastorno mental, el cual se había manifestado a finales de 1865 en su cambio de actitud y en el paulatino aislamiento hasta llegar a “una especie de autismo patológico”, que, según el doctor Agustín Caso Muñoz, podría ser el primer síntoma de una surgente esquizofrenia, cuyo desencadenador podría haber sido la muerte del querido padre Leopoldo I de Bélgica o “la revelación de los amores secretos de Maximiliano con la bella jardinera de Cuernavaca”[14].

    Respecto a los comentarios anteriores, considero que se puede descartar la tesis de la disputa matrimonial por celos, ya que en mi opinión, Maximiliano le sirve a Carlota como el cuerpo de hombre que como secretario, le permite realizar su deseo de gobernar. Y en este sentido concuerdo con el relato novelado de Usigli (1994), cuando en un diálogo de Carlota con Maximiliano ésta le dice: “No siento celos, Max –no hablo por eso. He dejado de ser mujer para no ser ya más que emperatriz. Es lo único que me queda”[15].

     — Maximiliano, secretario de Carlota. 

    A partir de la investigación realizada, se propone la tesis de cómo Maximiliano realiza con Carlota la función de secretario. De una manera más evidente, a partir del momento en que acepta la postulación del Imperio en México. Si bien se dice que era un soñador y que como príncipe segundón, no le venía mal el ofrecimiento; sabemos que él postergó la decisión por tres años y que incluso, cuando su hermano Francisco José, emperador de Austria, pone la condición de que él renuncie a todos sus derechos sobre el Imperio Austriaco, si acepta gobernar en México, en ese momento Maximiliano está completamente vacilante y a punto de rechazar el ofrecimiento. Sin embargo, es Carlota quien toma la iniciativa. Sobre este suceso nos comenta Reinach-Foussemagne: “¿El hecho de aceptar Maximiliano el trono de México sería un acto debido a su propia voluntad o le sería impuesto por la Archiduquesa? Los partidarios de esta última hipótesis, que son la mayoría, invocan algunas anécdotas que se relacionan con la ceremonia del 10 de abril. La víspera, delante de una persona de su familia. Maximiliano había dejado escapar estas palabras: ‘Por mí, si alguien viniese a anunciarme que todo el proyecto se ha desbaratado, me encerraría en mi alcoba para saltar de alegría! ¡Pero Carlota….! La noche del 10, la Emperatriz preside, radiante de entusiasmo, un gran banquete, en tanto que Maximiliano, enfermo, se retira a uno de los pabellones del jardín, el “Garten Haus” en donde permanece por tres días acompañado del doctor Jilek, su médico particular. El día 11, a la hora del almuerzo, la Emperatriz le lleva un despacho de felicitación de Napoleón III. Maximiliano deja caer bruscamente su tenedor sobre la mesa: «Ya te he dicho que no quiero que se me hable de México por ahora», exclamó levantando la voz”[16]. Corti, por su parte, comenta: “Al día siguiente, 11 de abril, hubiese debido tener lugar la partida; pero, dado el estado moral y físico del emperador, fue imposible. Hubo que aplazar la marcha hasta que el emperador se repuso un poco. La emperatriz Carlota representó a su marido en todas las ocasiones; recibió las innumerables personalidades que fueron a felicitarles, las comisiones de Venecia y de las ciudades de Austria que expresaban el pesar por la partida de la patria del emperador. Ella daba las gracias, saludaba, recibía sin cesar y sin cansarse, llena de entusiasmo por su nueva posición, poseída por el deseo de realizar ya ahora, tan perfecta y tan celosamente como fuese posible, su nueva misión en la vida”[17]. Es en este momento en que observo que Carlota ya se encuentra instalada en el lugar de amo. La propia Reinach-Foussemagne comenta:

    “Las manifestaciones verdaderamente conmovedoras de simpatía de que fueron objeto los dos esposos, el 14 de abril, fecha de su partida de Miramar, dejaron a la Emperatriz tan «calmada y gozosa», que la desmoralización de Maximiliano llegó a su límite. Su emoción era tal, que tan pronto como embarcó en la fragata austríaca La Novara, a la que acompañaba la fragata francesa Thémis, y en la que debería viajar hasta México, corrió a encerrarse en su camarote para dejar correr libremente sus lágrimas”[18].

    Tenemos entonces que Maximiliano cubre perfectamente los atributos, que se consideraban en los siglos XV y XVI, debía tener quien ejercía la función de secretario. Por ejemplo, se dice que el secretario era llamado hombre privado, precisamente porque debía ser privado de su voluntad, de todos sus afectos, de todas sus pasiones, y no podía sino consagrarse al servicio de Dios y de su amo. Al aceptar la corona del Imperio, aparece como privado de su voluntad en una posición de servidumbre frente a Carlota. Veíamos la referencia que se hace de lo que dijo Maximiliano: “Por mí, si alguien viniese a anunciarme que todo el proyecto se ha desbaratado, me encerraría en mi alcoba para saltar de alegría! ¡Pero Carlota……!” (El subrayado es mío). El secretario se presenta también, como el instrumento del espíritu y la voluntad de su amo.

    Torquato Tasso, citado por Costo y Benvenga, escribía que el secretario en funciones debía impregnarse de los sentimientos de su amo y así, en el caso de Maximiliano, se observa, cómo en la continuación del trayecto hacia México, se empieza a impregnar del alborozo presente en Carlota y elabora un proyecto de ceremonial de corte, que comprendía un tomo de no menos de 600 páginas impresas con numerosos planos y dibujos[19].

    Carlota no habrá de perder su estatuto de amo, se sabe desde la Grecia Antigua que cuando el deseante es un amo no puede consentir a su sexo sino perdiendo su estatus de amo y Carlota cede muy poquito ante Eros, tal vez en el primer encuentro con Maximiliano y en el principio de su matrimonio, pero no pierde el dominio y no se habrá de rendir a la invitación del sexo, por ello es que pienso además, que no se puede sostener el argumento de que tuvo unos affaires amorosos con algunos personajes como el teniente coronel Van der Smissen, el capitán francés Charles Loysel, su compadre Miguel López de quien se dice traicionó a Maximiliano en el sitio de Querétaro, su caballerizo (de quien se dice, pudo estar embarazada), o el coronel Feliciano Rodríguez. Es evidente a través de la correspondencia de Carlota y del análisis histórico de sus intervenciones en el Imperio y aun antes de su llegada a México, que el interés de Carlota esta puesto en el ejercicio del poder. Hay un planteamiento de Quignard, que me parece muy acorde al lugar en el que esta situada Carlota y es cuando señala, cómo es que el poder no puede estar ligado al amor, sólo puede estar ligado al deseo, así él se pregunta: “¿Cómo podría la dominación ser dependiente de la dependencia?[20].

    Otro momento en cual se puede observar a Carlota, plenamente instalada en el lugar de amo, es cuando el Imperio se esta viniendo abajo, no quedándole a Maximiliano otra salida más que abdicar, y ella le ordena a Maximiliano que no lo haga. Hay una memoria de Carlota que ella redacta en la inmediatez de su viaje a Europa, para intentar conseguir que se sostenga el apoyo brindado por Francia y que, hace llegar a Maximiliano, en el momento en que él está pensando renunciar a la corona.

    En el trayecto de su viaje a Veracruz para embarcarse hacia Europa, Miguel de Grecia, comentará que Carlota le vuelve a escribir a Maximiliano para insuflarle su propia fuerza: “Jura que no renunciarás… Se me partiría el corazón si me enterase de que has renunciado… Afortunadamente te conozco bastante bien para no creerlo de ti, y eso me será de gran consuelo al otro lado del océano”[21].

    A través de un escrito de Iturriaga, puedo ver nuevamente como su lugar de Amo se observa en unas cartas que se encontraron de ella, estando ya en París y preparándose para su visita a Napoleón III con quien habría de negociar. Estas son algunas de las órdenes que le dicta a Napoleón III: Le ordena que pague hasta fines de 1867, veinte mil hombres para las tropas en México. Que debe enviar al mariscal Bazaine a un cuerpo del ejército de Francia o de Algeria, es decir, retirarlo inmediatamente del mundo de las fuerzas armadas de México, porque ella lo ordena. Y lo que es más, puntualiza en una de estas órdenes: “Yo declararé que me reservo la ratificación del emperador Maximiliano y permanecerá en secreto”[22]. Ante tales palabras se puede decir: ¿No es éste el lugar de Amo?

    Iturriaga habrá de comentar que las pretensiones de este escrito empiezan a revelar la locura de Carlota. No lo considero así, las últimas jornadas de la emperatriz no son sino la prolongación de los actos de una mujer fálica que desempeñó maravillosamente su papel, ante un lánguido emperador que había cedido su vida casi desde el momento mismo de su matrimonio. Estos argumentos, permiten sostener la tesis de cómo es que Maximiliano cumple para Carlota la función de secretario, amo y mano dentro de su cuerpo de títere, funciones de las que no pudo abdicar, aún en el fracaso del Imperio mexicano, y que cumplió hasta sus últimos días.

    BIBLIOGRAFIA

    Corti, E.C. (1997). Maximiliano y Carlota. México: Fondo de Cultura Económica.

    Costo y Benvenga. (1992). La main du prince. Paris: E.P.E.L.

    De Grecia, M. (1999). La emperatriz del adiós. Barcelona: Plaza & Janés.

    Igler, S. (1998). “Cuando Carlota se quedaba como Regente en México, era cuando se hacían las cosas”: La vocación política de la emperatriz reflejada en la literatura. Seminario Internacional. La definición del Estado Mexicano 1857-1867. México: Archivo General de la Nación.

    Iturriaga, J.N. (1992).  Escritos mexicanos de Carlota de Bélgica. México: Banco de México.

    Quignard, P. (2000). El sexo y el espanto. Argentina: Cuadernos de Litoral.

    Macías, M.A. (2002). Un estudio psicoanalítico sobre el duelo.El caso de la emperatriz Carlota. México: U.A.Q.

    Reinach-Foussemagne, H. (1995). Charlotte de Belgique, imperatrice du Mexique. Paris: Plan-Nuvrit.

    Usigli, R. (1994). Corona de sombra. Corona de fuego. Corona de luz. México: Porrúa.

    Villalpando, J.M. (1998). Maximiliano íntimo. Seminario Internacional. La Definición del Estado Mexicano 1857-1867. México: Archivo General de la Nación.

     

    [1] Reinach-Foussemagne, H., Charlotte de Belgique, imperatrice du Mexique., Paris, Plan-Nuvrit., 1995. p. 9-10.

    [2] Reinach-Foussemagne, H., Charlotte de Belgique, imperatrice du Mexique, p. 11.

    [3] Reinach-Foussemagne, H., Charlotte de Belgique, imperatrice du Mexique.

    [4] Ibid., págs. 17,18.

    [5] Ibid., p. 22.

    [6] Reinach-Foussemagne, H, Charlotte de Belgique, imperatice du Mexique, p.30.

    [7] Villalpando, J.M., Maximiliano íntimo. Seminario Internacional. La definición del Estado Mexicano 1857-1867, México, Archivo General de la Nación, 1998, p. 6.

    [8] Ibid., p. 3.

    [9] Ibid.

    [10] Iturriaga, J. N., Escritos mexicanos de Carlota de Bélgica, México: Banco de México, 1992, p. 22.

    [11] Igler, S., Cuando Carlota se quedaba como Regente en México, era cuando se hacían las cosas: La vocación política de la ermperatriz reflejada en la literatura, Seminario Internacional, La definición del Estado Mexicano 1857-1867, México, Archivo General de la Nación, 1998.

    [12] Ibid., págs. 5-6.

    [13] Iturriaga, J. N. Escritos mexicanos de Carlota de Bélgica, p.116.

    [14] Igler, S., Cuando Carlota se quedaba como Regente en México, era cuando se hacían las cosas: La vocación política de la emperatriz reflejada en la Literatura, p. 6.

    [15] Usigli, R., Corona de sombra. Corona de fuego. Corona de Luz, México, Porrúa, 1994, p.25.

    [16] Reinach-Foussemagne, Charlotte de Belgique, imperatice du Mexique, p.115.

    [17] Corti, E. C., Maximiliano y Carlota, México, Fondo de Cultura Económica, 1997, p. 263.

    [18] Reinach-Foussemagne, H., Charlotte de Belgique, imperatrice du Mexique, p. 116.

    [19] Costo y Benvenga, La main du prince, Paris, E.P.E.L., 1992.

    [20] Quignard, P., El sexo y el espanto, Argentina, Cuadernos Litoral, 2000, p.94.

    [21] De Grecia, M., La emperatriz del adiós, Barcelona, Plaza&Janés, 1999, p. 223.

    [22] Iturriaga, J.N., Escritos mexicanos de Carlota de Bélgica, p. 370

  • 1912, el viraje de Freud

    1912, el viraje de Freud

    Javier Rosales Álvarez

    El lugar de Freud en el psicoanálisis

    Freud tenía una posición única frente al psicoanálisis, como su creador y como el primer psicoanalista, esta investigación se ocupa de este oficio, del antes del análisis personal y del después tardio.

    Este oficio de psicoanalista, estará inevitablemente marcado por la personalidad de su autor, por ejemplo, en el descubrimiento del fenómeno de Ubertragungsliebe o amor de transferencia, Freud padeció su comprensión no subjetivada, consecuencia de su imposible análisis personal, que él al razonar dicho fenómeno pretende hacerla comprensible, sin ocuparse de los rostros no soportables por él. Así, cuando Freud, comprendió, que la cura psicoanalítica es una cura por amor, reprodujo una lógica especular para la formación de sus discípulos, es decir, si el camino que él había recorrido para comprender eso, fue la experiencia del autoanálisis, éste se convertiría en su recomendación para sus discípulos, al menos hasta junio de 1912.

    ¿Qué acontecimientos sucedieron antes de junio de 1912, para que Freud, cambiara de opinión y exigiera como una regla de formación el análisis personal?.

    En la revisión de documento y correspondencias de Freud, con la que se dispuso para este trabajo, sobresalen al menos tres cuestiones interesantes que estuvieron en juego en este tiempo, la primera es que en 1912, Freud se ocupa de escribir artículos sobre la transferencia y sus efectos, en donde se singulariza el método psicoanalítico, la segunda es el enfriamiento de la relación con Jung y sus consecuencias para el futuro del psicoanálisis, y la tercera son los problemas con la “contratransferencia” en algunos discípulos de Freud, con sus pacientes, será en este orden el desarrollo del artículo.

    La Übertragungsliebe o Amor de transferencia en los tratamientos de Freud.

    Un breve recorrido histórico.

    En la construcción del psicoanálisis, Freud, empieza a saber ya en 1900, que el tratamiento psicoanalítico es una experiencia en transferencia, así se puede leer en la carta del 16 de abril del 1900, en donde Freud le escribe a Fliess, “E. Finalmente ha concluido su carrera de paciente con una invitación para la tartulia en mi casa. Su enigma está resuelto casi completamente … de los síntomas queda por ahora un resto. Empiezo a comprender que el carácter en apariencia interminable de la cura es algo sujeto a la ley y depende de la transferencia”(1).

    Siendo en el epílogo del “Caso Dora” 1905, donde Freud confiesa advertir, tardíamente, la importancia de trabajar la transferencia, “Yo no logré dominar a tiempo la transferencia; a causa de la facilidad con que Dora ponía a mi disposición en la cura una parte del material patógeno, olvidé tomar la precaución de estar atento a los primeros signos de la transferencia que se preparaba con otra parte de ese mismo material, que yo todavía ignoraba” (2).

    En la correspondencia de Freud con Jung, se encuentra el tema, por ejemplo, en las cartas del 7 y del 27 de octubre de 1906, sin embargo, será hasta la carta del 6 de diciembre de 1906, cuando Freud reconoce que la transferencia tiene un color, y este será de Amor, “A usted no se le habrá escapado que nuestras curaciones tienen lugar por la fijación de una libido que rige en el inconsciente (transferencia), que n le sale a uno al encuentro, de modo más seguro, sino en la histeria. Es ella la que proporciona la energía pulsional para la captación y traducción del inconsciente; cuando ella falla, el paciente no se esfuerza, o no escucha cuando le prestamos la traducción hallada por nosotros. Se trata en realidad de una curación mediante el amor. Es en transferencia donde reside también la demostración más firme, la única inatacable, de la dependencia de las neurosis con respecto a la vida amorosa”. (3)

    La importancia que para Freud tendría la Transferencia, queda testimoniada por el propio C. G. Jung, cuando escribe: “Pude apreciar claramente, durante nuestro primer encuentro personal, en el año 1907, la alta significación que Freud atribuía a los fenómenos de la transferencia. Después de una conversación de muchas horas, se produjo una pausa. De pronto Freud preguntó , inopinadamente: “¿Y qué piensa usted de la transferencia”, respondí con la más honda convicción que era el alfa y omega del método analítico. A lo cual él repuso: Entonces ha comprendido usted lo principal”. (4)

    El 30 de enero de 1907, Freud trabajó con sus discípulos el asunto: “Sólo hay un poder que puede eliminar las resistencias: la transferencia. El paciente se ve compelido a abandonar sus resistencias por amor a nosotros. Nuestras curas son curas de amor. Por consiguiente, a nosotros sólo nos resta llevar a cabo la tarea de eliminar las resistencias personales (que se oponen a la transferencia). En la medida en que la transferencia existe, en esa medida podrá producirse una cura: es llamativa la analogía con las curas hipnóticas. Ocurre tan sólo que en el psicoanálisis, el poder de la transferencia se utiliza para producir un cambio permanente en el paciente, en tanto que la hipnosis no es nada más que un juego de manos… Las vicisitudes de la transferencia determinan el éxito del tratamiento”. (5)

    ¿Por qué es hasta 1912, cuando Freud atendiendo el tema escribe dos artículos sobre la Transferencia?, sobre todo sabiendo de su importancia para la cura, artículos que le da su especificidad al método psicoanalítico, y lo distancia de la psicología y la psiquiatría. En la parte final de este escrito, se retoma esta pregunta.

    Ahora pasemos al segundo punto.

    El rompimiento de la relación de S. Freud y C. G. Jung, y sus efectos:

    Después de Fliess, nadie estuvo tan cerca de Freud como Jung, sabemos que Jung fue el elegido por Freud, para que cuidara de su creación, Freud lo había nombrado su heredero, sin embargo, la relación se empieza a deteriorarse en 1911, sus desacuerdos conceptuales (ver cartas del 14 y 30 de noviembre de 1911), y la independencia reclamada de Jung a Freud, los distancian cada vez más, así podemos leer “… lo que sigue diciendo usted acerca de la necesaria independencia intelectual, reforzándola con la cita de Nietzsche, tiene mi completa aprobación. Pero si un tercero pudiese leer este pasaje me preguntaría por qué (lápsus de Freud, en vez de cuándo) emprendí yo tales tentativas de opresión espiritual, y yo le tendría que decir: no lo sé, creo que jamás. De todos modos, Adler se quejó de algo análogo, pero estoy convencido de que fue su neurosis la que habló por él” (6)

    Siendo la ruptura el 21 de julio de 1912, Freud escribe a E. Jones, “ayer recibí una carta de Jung que no puede ser interpretada sino como una renuncia formal a nuestras hasta ahora amistosas relaciones”. (7)

    La respuesta de Jones, no se deja esperar y el 30 de julio de 1912, escribe “Respecto a Jung no sé que decir excepto que lo siento mucho, por la sencilla razón de que su conducta en conjunto es un total rompecabezas para mi, completamente inexplicable. Como se diría coloquialmente, “tiene el juego en sus propias manos y se niega a jugar… Todos (Ferenczi, Rank y yo) estuvimos de acuerdo en una cosa, que la salvación sólo podía estar en un autoanálisis sin tregua y llevado hasta el último de sus extremos, para eliminar las reacciones personales hasta donde fuera posible. Uno de ellos, me parece que Ferenczi, expuso su deseo de que un pequeño grupo de hombres pudiera ser meticulosamente analizado por usted, de manera que pudiera representar la teoría pura, sin adulteraciones debidas a complejos personales, y con ello construir un núcleo central no oficial de la Verein y servir como centros donde los demás (principiantes) pudieran acudir y aprender la obra. Si eso fuera posible sería una solución ideal”.(8)

    Este será el origen del Comité Secreto, efecto directo del deterioro de la relación de Freud con Jung, Comité Secreto que se encargará de vigilar la fidelidad de los analistas con respecto a Freud y la causa, vemos como los lazos de Amor transferenciales juegan en la historia del psicoanálisis, aunque algunos miembros de dicho Comité, justificaron la función de dicho grupo como un asunto para regular los desarrollos psicoanalíticos y prevenir futuras divisiones.

    Los problemas “contratransferenciales” de algunos discípulos de Freud.

    C.G. Jung

    Al estar analizando la información se revisó los libros de los autores: Aldo Carotenuto (9) y John Kerr (10), que se ocupan de la relación S. Freud, C.G. Jung y Sabina Spielrein.

    Resumiendo, se trata de dos investigaciones que sostienen, en base a las notas que ella escribió, descubiertas en tres cajas, una en 1975 y las dos últimas en 1982, más la correspondencia de Freud y Jung.

    La historia de Sabina Spielrein, es que fue una paciente de Jung, pero, después mantuvo relaciones amorosas y sexuales con ella, en 1909, valiéndose de Jung, Sabina se cartea con Freud, pues le interesa formarse como analista, por las actas de las reuniones de los miércoles, sabemos que en 1911 Sabina será una de las primeras mujeres que ejercen el psicoanálisis, además se conoce por la correspondencia Freud y Jung, que Sabina llega a entablar una relación importante con Freud, así podemos leer en la carta del 21 de abril de 1912, que Freud le escribe a Jung “ La Spielrein… se ha despedido hace unos días, y al mismo tiempo ha tratado conmigo algunas cosas íntimas”.

    ¿Enteró Sabina a Freud de su relación con Jung?, para estos autores fue que sí, además, de que tal desliz amoroso y sexual, se pretendió mantener en “silencio”, al menos por parte de Jung.

    Pero, este no es el primero ni el único caso, se encuentran documentos en donde antes de Jung, Freud estaba al tanto de otros deslices, por ejemplo el de Jones o el de Ferenczi.

    E. Jones

    El desliz de E. Jones, está mencionado en la carta del 21 de abril de 1911, de Freud a Ferenczi, “La posición de Jones parece vacilante”, y el editor Caparrós nos señala que “debido a que Jones estaba dando un curso en la facultad de Toronto. En enero una de sus antiguas pacientes le había acusado de abuso sexual ante las autoridades universitarias. Tras recibir amenazas de muerte, para evitar el escándalo le había enviado 500 dólares (ver Jones a Putman 13-I-1911). Se pudo evitar el escándalo, pero el incidente hizo a Jones abandonar Toronto, en junio de 1912”. (11)

    S. Ferenczi

    Sandor Ferenczi, se vio envuelto en una relación peculiar, en julio de 1911, “Elma Pálos, la hija mayor de Gizella (prometida de Ferenczi), de veinticuatro años de edad, se deprime seriamente después del suicidio de su amante, por lo que ella decide consultar a Ferenczi. Este se enamora en forma apasionada de ella y comunica a Freud “un cierto compromiso”, el análisis rápidamente va quedando fuera de control. Ferenczi se siente a sí mismo como en un “peloteo” entre la madre y la hija (carta a Freud, 12 de abril de 1912) y le pide a Freud que intervenga y acuerdan comenzar un análisis con Freud en Viena en noviembre”.(12)

    Hasta aquí, las tres cuestiones privilegiadas en esta investigación nos permiten colegir, el porque Freud en 1912 exigió el análisis personal, pero antes me ocupo de la traducción de la Übertragungsliebe de Freud, al castellano, ya que nos auxilia para entender el porque Freud, pesé a que racionalizó y conceptualizó tal fenómeno, no fue ajeno a resbalar en él.

    La Úbertragungsliebe ¿Sólo amor de transferencia?

    La traducción que se ha hecho de las palabras “Übertragung y Übertragungsliebe”, que Freud usó en su obra, paso a nuestra lengua como: trasferencia y amor de trasferencia respectivamente, sin embargo, Freud, es quien nos metió en un problema, al usar la misma palabra Übertragung, para referirse a dos cuestiones diferentes, el asunto está indicado en la traducción hecha por Echeverry, y aparece en el texto de La Interpretación de los sueños, en donde escribe “… la representación inconsciente como tal es del todo incapaz de ingresar en el preconciente, y que sólo puede exteriorizar ahí un efecto si entra en conexión con una representación inofensiva que ya pertenezca al preconciente, transfiriéndole su intensidad y dejándose encubrir por ella”, siendo ahí que Etcheverry nos aclarar en la nota 15 “En sus escritos posteriores, Freud utilizó regularmente esta misma palabra “Übertragung o transferencia”, para describir un proceso psicológico distinto -aunque conexo- , descubierto por él en el transcurso de los tratamientos psicoanalíticos”.(13)

    Aclaración de interés, pues además de advertir un doble uso de la palabra Übertragung en la obra de Freud, permitió en este trabajo, detenerse y hacer análisis de las implicaciones de la traducción de la palabra alemana Übertragung como transferencia, encontrando al menos dos dificultades en esta traducción para el campo psicoanalítico, la primera es que su sentido lógico social en castellano pesa, siendo el de “pasar algo de un lugar a otro”, y la segunda dificultad es que deja escapar sus otros sentidos posibles en alemán.

    La palabra Übertragung, significa en alemán, efectivamente transferencia, pero, también: transmisión y contagio, estos otros sentidos posibles en su traducción al castellano se escapan:

    El sentido de la transmisión, pone en juego algo que no es condición necesaria para la transferencia, al poner énfasis en las características y o condiciones comunes de los involucrados, para que ésta se pueda dar.

    El sentido de contagio, aporta el elemento de la presencia o cercanía, además, quien contagia no sabe siempre el quién, ni el cómo, ni el cuándo alguien se contagiará, de eso se sabe por sus efectos.

    Así, tendríamos tres declinaciones en la cura de amor psicoanalítica.

    Estos otros sentidos se pierden al leer la Übertragunsliebe como “Amor de transferencia, en donde se sabe como un asunto que el paciente le deposita al analista, en esta versión que Freud racionaliza, el analista no tendría que estar concernido en ella, y si lo está esta sería su contratransferencia, la cual habría que dominarla.

    Pero, si se toma el Amor de transferencia a los otros pliegues que la acompañan: transmisión y contagio, uno puede leer en la Übertragungsliebe o amor de transferencia, otra cosa también, por ejemplo, la posición de paciente de Jung con Freud a partir del lapsus de Jung, en la carta del 11 o 14 de diciembre de 1912, que desata las posiciones entre ellos “… querría llamarle a usted la atención acerca de que su técnica de tratar a sus alumnos como a sus pacientes constituye una equivocación. Con ello crea usted hijos esclavizados o descarados granujas (Adler-Stekel y toda la desvergonzada banda que se extiende por Viena). Soy lo suficientemente objetivo para advertir su truco.

    Hace usted constar en torno suyo todos los actos sintomáticos y así rebaja usted a cuantos le rodean al nivel del hijo y de la hija, que admiten ruborizados la existencia de tendencias erróneas. Mientras tanto permanece usted siempre allí en lo alto, como padre. Debido a pura subordinación nadie alcanza a tirar al profeta de las barbas e informarse acerca de qué es lo que dice usted a un paciente que tiene la tendencia a analizar al analista en lugar de sí mismo”(14).

    A caso es sólo una reclamación de enamorado a su amado, una carta de Abraham nos muestra que Freud, resbalaba, al igual que Jung, en el encuentro clínico de la Übertragungsliebe.

    Carta del 27/12/1912, “…Si un reproche que se le ha hecho recientemente – que trata a los discípulos como si fueran pacientes- es válido, tengo que reprocharle un par de serios errores técnicos. En primer lugar, usted malcría a sus pacientes, cosa que, sabidamente, no se debe de hacerse. Además, usted hace regalos a los pacientes, con lo cual pueden formarse una idea enteramente equivocada del tratamiento. Por último, antes que yo terminara el tratamiento, fue en secreto al hotel y pagó mi cuenta “Si usted hubiera sido un psicoanalista” no tendría que haber hecho eso. Porque al final del tratamiento el paciente tiene que saber tanto como el médico acerca de su caso. Pero usted me oculto algo ¡y eso que usted sabe con que facilidad un sentimiento de culpa puede llevar a una actitud hostil! pero, como en conjunto estoy satisfecho del tratamiento, no expresaré ninguna queja, y me limitaré a darle otra vez las gracias…”(15).

    Con respecto a la posición de S. Freud, y su conocimiento de los deslices de algunos discípulos.

    Podemos decir que entre 1911 y 1912, se circunscriben estos episodios, ¿cuál fue su posición?. Una carta nos indica hacia donde se mueve Freud, ahí le señala a Jung el problema y la manera en que cree viable trabajar, se transcriben dos traducciones de la misma carta, la razón es que hay dos variaciones interesantes para este artículo, que se señalan en negritas:

    “La C me ha referido toda clase de cosas acerca de usted y de Pfister, si es que se puede llamar “referir” a tales insinuaciones, de lo cual deduzco que ustedes dos no han adquirido aún la frialdad necesaria para la consulta, que participan aún demasiado y ponen mucho de personal, a fin de exigir una correspondencia por ello. ¿Es que yo, el honorable y anciano maestro puedo advertir que por lo regular se equivoca uno con esta técnica, que más bien se ha de permanecer impenetrable y en una actitud receptiva?. El trabajo sobre Contratransferencia, que me parece necesario, no se debería imprimir de todos modos, sino que ha de circular entre nosotros en copias. (16)

    “…Frau C. me ha contado todo tipo de detalles sobre usted y Pfister, si se le puede llamar “contar” a las insinuaciones que hace: deduzco que ninguno de los dos ha adquirido todavía la objetividad necesaria en su práctica, que siguen involucrándose, entregan una buena parte de sí mismos y esperan que el paciente les dé algo a cambio. En tanto que venerable viejo maestro, permítame decir que esta técnica es siempre imprudente y que es mejor mostrarse reservado y puramente receptivo. nunca debemos dejar que nuestros pobres neuróticos nos vuelvan locos. Creo que se tercia con urgencia un artículo sobre la “contratransferencia”. Por supuesto, no podríamos publicarlo, sino que deberíamos hacer que circularan copias entre nosotros”. (17)

    Jung tendrá otra manera de trabajar los problemas de la contratransferencia, y en la carta del 9 de enero de 1912, le contesta:

    “ El honorable anciano maestro… podría quejarse usted de mí desde este punto de vista. Soy tan sólo “rebelde” en cuanto a la cuestión de la contratransferencia y me entrego en este sentido a algunas fantasías especiales, con las que experimento”. (18 )

    Y aquí es interesante observar como Freud le enviará a Jung los dos escritos sobre la transferencia de 1912, sobre el primero, Jung le responde “Reciba usted mi más cordial agradecimiento por el amable envío… Sobre la dinámica de la transferencia, es de extraordinario valor para el analista. Siempre me proporciona placer y provecho leer cosas así.”(19)

    Y Freud vuelve sobre Jung, para enviarle, pese a que la relación ya se había enfriado, el texto “Consejos al médico sobre el tratamiento psicoanalítico”, artículo donde se produce el cambio del autoanálisis al análisis personal, como parte de la formación del analista. (20)

    En “Consejos…”, Freud centra el tema de la formación, así leemos: “Hace años me preguntaron cómo podría uno hacerse analista y respondí “mediante el análisis de sus propios sueños”. Debemos recordar que Freud en 1910, incluso va a descalificar como analista a quién no le sirva el autoanálisis para dominar la transferencia, posición sostenida y expuesta por él en el II Congreso Internacional de Psicoanálisis “Nos hemos visto llevados a prestar atención a la Contratransferencia que se instala en el médico por el influjo que el paciente ejerce sobre su sentir inconsciente, y no estamos lejos de exigirle que la discierna dentro de sí y la domine… por eso exigimos que inicie su actividad con un autoanálisis… quién no consiga nada con ese autoanálisis puede considerar que carece de la aptitud para analizar enfermos”. (21)

    Digamos que la racionalidad para trabajar con la Übertragungsliebe en Freud, tocaba fondo, si el autoanálisis no era eficaz, el problema era insalvable.

    Sin embargo, Freud no pudo sostener por mucho tiempo esta posición, los deslices amorosos de algunos de sus mejores discípulos, ponían en tela de juicio tal postura.

    Regresando al artículo de “Consejos…” Freud otorga a la escuela de Zurich haber propuesto con antelación la propuesta del análisis personal, información que Jung le da en la carta del 25 febrero de 1912 “Una novedad también digna de mención, es la de haberse fundado una asociación no médica con fines psicoanalíticos, la asociación cuenta con 20 miembros y tan sólo se admiten analizados. La fundación se realizó por deseos de antiguos pacientes”, Jung estuvo fuera de tal propuesta.

    Más adelante en “Consejos…”, escribe Freud “Si alguien se propone seriamente la tarea, debería escoger este camino, que promete más de una ventaja; el sacrificio de franquearse con una persona ajena sin estar compelido a ello por la enfermedad es ricamente recompensado… obtendrá, vivenciándolas uno mismo, impresiones y convicciones que en vano buscaría en el estudio de los libros y la audición de conferencias… Y quien como analista haya desdeñado la precaución del análisis propio, no sólo se vera castigado por su incapacidad para aprender de sus enfermos más allá de ciertos límites, sino que también correrá un riesgo más serio, que puede llegar a convertirse en un peligro para otros. Con facilidad caerá en la tentación de proyectar sobre la ciencia, como teoría de validez universal, lo que en una sorda percepción de sí mismo discierna sobre las propiedades de su persona propia; arrojará el descrédito sobre el método psicoanalítico e inducirá a error a los inexpertos… Es por cierto tentador para el psicoanalista joven y entusiasta poner en juego mucho de su propia individualidad para arrebatar al paciente y hacerlo elevarse sobre los límites de su personalidad estrecha… que el médico le deje ver sus propios defectos y conflictos anímicos… una confianza vale la otra… no obstante, en el trato psicoanalítico muchas cosas discurren diversamente de lo que harían esperar las premisas de la psicología de la conciencia”(22)

    Los párrafos transcritos, se seleccionaron para observar que si bien habla de los riesgos del costado del analista, llamados por Freud en su correspondencia, como contratransferencia, no aparece en el artículo tal palabra, la razón es que para Freud, los problemas contratransferenciales no eran publicables.

    ¿Por qué Freud hace destinatario a Jung de estos escritos?. El escrito señala “Consejos… se resumen en un solo precepto… exigirle al analista, que se haya sometido a una purificación psicoanalítica, y tomado noticia de sus propios complejos que pudieran perturbarlo para aprehender lo que el analizado le ofrece… es que cualquier represión no solucionada en el médico corresponde… a un “punto ciego” en su percepción analítica”. Sin embargo, Freud ya no estaba en posición de exigirle a Jung que se analizara, no así a Jones, al cual enviará a analizarse con Ferenczi en 1913, y el propio Freud analizará a Ferenczi en 1914 , por qué es Jung el destinatario, si ya se había perdido para La causa, para marcar un pasado y un presente, una nueva distinción formativa entre los analistas y los que dejarán de serlo, entre los que habían sido analistas sin análisis, y los que a partir de estos artículos tendrán que someter a esta nueva exigencia.

    Sobre la pregunta ¿Por qué es 1912, cuando Freud escribe dos artículos atendiendo a la Übertragungsliebe?.

    Porque “Sobre la dinámica de la transferencia” y “ Consejos al médico en el tratamiento psicoanalítico”, será la respuesta que le urgía a Freud, para trabajar los problemas contratransferenciales, es decir, los deslices amorosos y sexuales de algunos de sus discípulos.

    Para terminar, observemos que el razonamiento explicativo y conceptual de Freud, para explicar el fenómeno de la Übertragungsliebe, no le fueron suficientes, para evitar no resbalar dentro de la situación analítica.

    Kardiner, en su libro “Mi análisis con Freud” escribe en 1976 “En el uso de la comprensión del sueño de la jerga ( y el de los tres italianos), paso por alto el que en mi relación con él yo estaba haciendo lo mismo que había hecho con mi padre. Me puso en pánico cuando me informó de mi miedo de descubrir la hostilidad reprimida hacia mi padre, pero falló al no indicarme que esto era una pauta que estaba que estaba operando en la actualidad con Freud y con otras figuras masculinas en posición de autoridad. Como con mi padre, yo reprimiría mi autoafirmación con Freud para lograr y conservar su apoyo. El factor central en la relación transferencial se le pasó sin darse cuenta al hombre que había descubierto el propio proceso de la transferencia”. (23)

    La Übertragungsliebe en la propuesta de traducción hecha, no sólo nos permitió leer cómo ante los deslices de sus discípulos, Freud propone trabajar los problemas contratransferenciales del analista entre analistas, y produce dos textos claves para tomar distancia de la psicología y la psiquiatría, pero no por comprender y razonar es suficiente cuando uno alberga una intimidad de alguien, esta propuesta de traducción, permite leer en la cura de amor otra cosa:

    El registro del Ideal del yo (Transferencia), el registro del Yo ideal (Transmisión), y el reconociendo de lo indomable: Lo pulsional (Contagio).

     *Investigación inscrita en el CIPE, perteneciente a la Universidad Autónoma de Querétaro, México.

    Citas:

    (1).- Freud, S., Cartas a Wilhelm Fliess, edit. Amorrortu, 1986, Buenos Aires, p. 448

    (2).- Freud, S., Fragmento de análisis de un caso de histeria, 1905, tomo VII, edit. Amorrortu, Buenos Aires, 1976, p. 103

    (3).- Freud, S., Correspondencia Freud – Jung, edit. Taurus, Madrid, 1974, p. 47

    (4).- Jung C. G., La psicología de la Transferencia, edit. Planeta, 1994, España, p. 18

    (5).- Numberg, H., Las reuniones de los miércoles, edit. Nueva Visión, 1979, Buenos Aires, p.

    (6 ).- Freud, S., Correspondencia Freud Jung, edit. Taurus, Madrid, 1977, 5 de marzo de 1912

    (7).- Freud, S., Correspondencia Freud Jones, edit. Sintesis, España, 2001, p. 194

    (8).- Freud, S., Correspondencia Freud Jones, edit. Síntesis, España, 2001, p. 196

    (9).- Carotenuto, A., Una secreta simetría, edit. Gedisa, España, 1984

    (10).- Kerr, J., La historia secreta del psicoanálisis, edit. Crítica, España, 1995

    (11).- Freud, S., Correspondencia de Sigmund Freud, Tomo III, edit. Biblioteca Nueva, Madrid, 1997. P.273, nota 103

    (12) Stanton, M., Sandor Ferenczi, edit. Instituto de Desarrollo Psicológico, Chile, 1997, p. 18

    (13).- Freud, S., La interpretación de los sueños, tomo V, Obras Completas. edit. Amorrortu, 1976, Buenos Aires.

    (14).- Freud, S., Correspondencia Freud Jung, edit. Taurus, Madrid, 1977, carta del 18 de diciembre de 1912

    (15).- Freud, S., Correspondencia Freud y Abraham, edit. Gedisa, España 1979, p. 157

     (16).- Freud, S., Correspondencia Freud Jung, edit. Taurus, Madrid, 1977, 31 de

    diciembre de 1911

    (17).- Kerr, J., La historia secreta del psicoanálisis, edit. Crítica, España, 1995, carta del 31 de diciembre de 1911.

    (18).- Freud, S., Correspondencia Freud Jung, edit. Taurus, Madrid, 1977, p. 547

    (19).- Freud, S., Correspondencia Freud Jung, edit. Taurus, Madrid, 1977, 19 de febrero de 1912.

    (20).- Freud, S., Correspondencia Freud Jung, edit. Taurus, Madrid, 1977, 8 de junio de 1912

    (21).- Freud, S. Las perspectivas futuras de la terapia psicoanalítica, 1910, tomo XI, edit. Amorrortu, Buenos Aires, 1976, p. 136

    (22).- Freud, S., Consejos al médico sobre el tratamiento psicoanalítico, tomo XII, Obras Completas. edit. Amorrortu, 1976, Buenos Aires, p. 116

    (23).- Kardiner, A., Mi análisis con Freud, edit. Joaquín Mortiz, México, 1979, p. 98

    Bibliografía

    Carotenuto, A., Una secreta simetría, edit. Gedisa, España, 1984.

    Freud, S., Cartas a Wilhelm Fliess, edit. Amorrortu, 1986, Buenos Aires.

    Freud, S., Fragmento de análisis de un caso de histeria, 1905, tomo VII, edit. Amorrortu, Buenos Aires, 1976.

    Freud, S., Correspondencia S. Freud y C. G. Jung, edit. Taurus, Madrid, 1974.

    Freud, S., Correspondencia S. Freud y E. Jones, edit. Sintesis, España, 2001.

     Freud, S., Correspondencia de Sigmund Freud, Tomo III, edit. Biblioteca Nueva, Madrid, 1997.

    Freud, S., La interpretación de los sueños, tomo V, Obras Completas. edit. Amorrortu, 1976, Buenos Aires.

    Freud, S., Correspondencia Freud y Abraham, edit. Gedisa, España 1979.

    Freud, S. Las perspectivas futuras de la terapia psicoanalítica, 1910, tomo XI, edit. Amorrortu, Buenos Aires, 1976.

    Freud, S., Consejos al médico sobre el tratamiento psicoanalítico, tomo XII, Obras Completas. edit. Amorrortu, 1976, Buenos Aires.

    Jung C. G., La psicología de la Transferencia, edit. Planeta, 1994, España.

    Kardiner, A., Mi análisis con Freud, edit. Joaquín Mortiz, México, 1979.

    Kerr, J., La historia secreta del psicoanálisis, edit. Crítica, España, 1995.

    Numberg, H., Las reuniones de los miércoles, edit. Nueva Visión, 1979, Buenos Aires.

    Stanton, M., Sandor Ferenczi, edit. Instituto de Desarrollo Psicológico, 1997, Chile.

  • El cuerpo como castración del Yo

    El cuerpo como castración del Yo

     María Isabel Ortigoza Capetillo

    “…El hombre sólo trasciende enteramente a la naturaleza cuando actúa…”

    Hannah Arendt

     Este trabajo pretende abordar el tema cuerpo desde el punto de vista psicoanalítico, en su relación con el yo y la operación de castración que éste ejerce sobre el yo mismo.

     Este estudio estará sostenido fundamentalmente en la teoría psicoanalítica freudiana y se propone reabrir algunas interrogantes ya planteadas por el autor de psicoanálisis en sus últimos trabajos y, desembocar en algunas reflexiones que nos permitan reconsiderar la pregunta acerca del lugar del cuerpo dentro de la sesión analítica, como límite que bordea el psicoanálisis y como pieza fundamental también del proceso analítico.

     El cuerpo, en psicoanálisis se sitúa en una encrucijada privilegiada donde convergen lo biológico, cultural y lo psíquico. Unir estas esferas para definir las psique humana sigue siendo una preocupación del psicoanálisis contemporáneo. La pregunta por el cuerpo es una cuestión de frontera, donde lo biológico y lo psíquico no se separan, pero tampoco se reconcilian.

      Se tratará en estas reflexiones, de evidenciar la relación del cuerpo con el yo y las desavenencias que éste provoca frustrándolo, debilitándolo y transgrediéndolo a su vez por las limitaciones que como cuerpo humano inevitablemente posee como ser que se caracteriza de ser finito.

     Quiero proponer una hipótesis que rinda cuenta, a la vez de cómo el cuerpo asecha al yo con el sufrimiento.

     En el Malestar de la Cultura, (1929) Freud, después de haber dado un rodeo por las ciencias naturales, la medicina y la psicoterapia, nos menciona, cuando escribe acerca de su vida en 1935, de su interés de volver a los problemas culturales, que de joven le habían fascinado. En esa época Freud ya es un hombre septuagenario y está preocupado por los problemas existenciales y de la condición del ser humano. Cansado por la edad y agobiado ya por la enfermedad que lo llevaría a la muerte se pregunta acerca del alcance de la felicidad. Esta, la felicidad, nos dice está regida por el principio de placer, se opone al cosmo, a la cultura y a la disposición del ser humano.

     “…Toda persistencia de una situación anhelada por el principio del placer solo proporciona una sensación de tibio bienestar, pues nuestra disposición no nos permite gozar intensamente sino el contraste, pero solo en muy escasa medida lo estable…” [1]

      Así que nuestras facultades de lograr la felicidad están limitadas, el sufrimiento del hombre proviene de tres lados, en primer lugar, desde el cuerpo propio que condenado a la decadencia y a la aniquilación ni siquiera puede prescindir de los signos de alarma que representan el dolor y la angustia. En segundo lugar procede del mundo exterior, tal como el maestro no los demuestra en dicho trabajo; emana del mundo exterior que es capaz de encarnizarse con nosotros con fuerzas destructoras omnipotentes e implacables y en tercer lugar, de las relaciones con los otros, adversas, tal como son entre nosotros, los seres humanos.

     Así, como nos ha sido impuesta -en palabras de Freud-, la vida nos resulta una labor demasiado pesada, nos depara excesivos sufrimientos, decepciones y empresas imposibles. Para soportarla el hombre usa lenitivos: distracciones que nos hacen parecer pequeña nuestra miseria, satisfacciones sustitutivas que la reducen e incluso, narcóticos que nos tornan insensibles a ellas.

     Freud estudia el tema desde esta vertiente, es decir, considerando la cuestión sobre el principio del placer para el alcance de la felicidad y cómo el hombre la rebaja por la influencia del mundo exterior y también por la de lo interior biológico transformándose así, en el más modesto ser conducido a través del principio de realidad. La idea de ser feliz así, es vista como logro al haber escapado de la desgracia.

     Freud atribuye un carácter benéfico a la acción de los estupefacientes en la lucha por la felicidad y en la prevención de la miseria. He aquí el porqué, tantos los individuos como los pueblos han reservado un lugar permanente en su economía libidinal. Los hombres saben que con este aliciente podrían escapar al peso de la realidad refugiándose en un mundo propio que ofrezca mejores condiciones para su sensibilidad.

      Son varias las técnicas señaladas a las que recurre el hombre para aliviar el sufrimiento: la reorientación de los fines instintivos de manera tal que eludan la frustración del mundo exterior; la sublimación de los instintos que puedan acrecentar el placer hacia el trabajo psíquico e intelectual; la búsqueda del camino hacia el placer que produzca la belleza y el acercamiento al amor sexual, e incluso a la religión que promete para todos un camino único hacia la felicidad y la reducción del sufrimiento.

      Hay un punto débil en todos estos métodos, señala el profesor, reside en que su aplicabilidad no es general, en que sólo es accesible a pocos seres, pues presupone disposiciones y aptitudes peculiares que no son precisamente habituales, por lo menos en medida suficiente. Y aun a estos escasos sujetos, no puede ofrecerles una protección completa contra el sufrimiento, no los reviste con una fortificación impenetrable a las flechas del infortunio y suele fracasar cuando el cuerpo propio se convierte en fuente de dolor. El cuerpo sufre, ya sea por algún conflicto psíquico que se manifiesta simbólicamente en él, es decir, que como energía emocional desviada de los distintos motivos puede aparecer bajo la forma de trastornos físicos y alterar las funciones de ciertos órganos de nuestro cuerpo o bien, del dolor producido por las enfermedades puramente orgánicas que también son capaces además del sufrimiento inevitable al cuerpo, de provocar modificaciones en la psique. Se trata de la desventura de la condición del ser humano.

     El dolor del cuerpo proviene de los arrebatos de la naturaleza, de la caducidad del cuerpo mismo y de la insuficiencia de nuestros métodos para regular las relaciones con los otros con quienes vivimos.

     “…En lo que a las dos primeras se refiere, nuestro juicio no puede vacilar mucho, pues nos vemos obligados a reconocerlas y a inclinarnos ante lo inevitable. Jamás llegaremos a dominar completamente la Naturaleza; nuestro organismo que forma parte de ella, siempre será perecedero y limitado en su capacidad de adaptación y rendimiento. Pero esta comprobación no es en modo alguno descorazonante; por el contrario señala la dirección a nuestra actividad. Podemos al menos superar algunos pesares, aunque no todos. Otros logramos mitigarlos: varios milenios de experiencia nos han convencido de ello…”.[2]

     El juicio del hombre no puede vacilar, nos vemos obligados a reconocer y a inclinarnos ante lo inevitable. ¿Es esta una meta en el pensamiento freudiano? Jamás llegaremos a dominar la naturaleza y nuestro cuerpo será perecedero y limitado en su capacidad de adaptación y rendimiento. Una conjetura hay aquí, de entrada, Freud, nos indica las referencias que nos permiten hablar de la condición del ser humano, como ser mísero, mutilado, castrado simbólicamente y determinado como cuerpo biológico perecedero.

     Algo peculiar hay en este dilema existencial del hombre, algo que lo caracteriza y los distingue de los animales, el psicoanálisis ha encontrado que la esencia del hombre es ser, ser de deseo. Como ser de lenguaje, ese deseo ha quedado trazado en su cuerpo por el símbolo. Deseo inconsciente, deseo eminentemente sexual no regulado por el instinto sino por las pulsiones que difieren de estos por ser extremadamente variables y en que se desarrollan de tal manera que depende de la historia de vida del sujeto. Deseo que a su vez se realiza en esas pulsiones como manifestaciones parciales de deseo, por ser este indiviso.

      El hombre es tal porque el símbolo lo ha hecho hombre, más su cuerpo físico sigue siendo enigmático. Si bien el hombre tiene una identidad simbólica que lo  aparta de la naturaleza, se construye un yo simbólico, se le otorga un nombre de pila y es parte de una historia; Si bien posee un superyó que le ordena gozar, y un ideal del yo que gobierna su posición en el orden simbólico, esta rebasado también por su cuerpo. Por el yo-cuerpo tal como lo denominó Freud. El yo, se lee en El yo y el ello, es ante todo un yo corporal, no sólo ser de superficie sino la proyección misma de una superficie. Esta idea, hace subrayar el ser corporal del yo, que sería ante todo un cuerpo físico.

     De un yo derivado de las sensaciones corporales, principalmente las que tienen su fuente en la superficie del cuerpo que si bien lo aparta de la naturaleza por su identidad simbólica, lo determina también porque se encuentra atado a ella y al mismo tiempo, indefenso. En el hombre hay esa dualidad: puede viajar a la luna y sin embargo se encuentra dependiente a un corazón que palpita, a un cuerpo que respira, a un estómago que exige ingerir y desechar el alimento. Se halla dentro de una envoltura carnal extraña a él en muchos aspectos y en distintos momentos del ciclo de la vida humana. Francoise Dolto distingue el esquema corporal de la imagen del cuerpo, esta última por supuesto considerada del lado del deseo y no referida a la mera necesidad:

     “…El esquema corporal es una realidad de hecho, en cierto modo es nuestro vivir carnal al contacto del mundo físico. Nuestras experiencias de la realidad dependen de la integridad del organismo, o de sus lesiones transitorias o indelebles, neurológicas, musculares, óseas y también de nuestras sensaciones fisiológicas viscerales, circulatorias, todavía llamadas cenestésicas…” [3]

     Ese esquema corporal, lugar de la necesidad, del cuerpo en su vitalidad orgánica constituye y se entrecruza con la imagen del cuerpo, lugar del deseo. Y Será este tejido de relaciones el que permitirá al niño estructurarse como ser humano. Que esto sea así se entiende que en esa esencia del ser como ser de deseo, el cuerpo esté presente en su finitud y el deseo del hombre esté, también signado por éste.

     El hombre está literalmente dividido, tiene conciencia de su singularidad espléndida, porque sobresale a la naturaleza con una majestad altiva. Sin embargo, cuando pone los pies en la tierra, sabe que va a morir y que unos cuantos metros bajo la superficie, yace el lugar donde su cuerpo se desintegrará y desaparecerá para siempre. Este un dilema terrorífico con el que hombre vive y sufre también. Se trata de la angustia hacia la vida y hacia la muerte que acompaña el hombre en su devenir por el mundo.

     Si bien, lo dijo Freud, nuestro inconsciente no cree en la propia muerte, se conduce como si fuera inmortal, hay un juicio de verdad sobre ella, llegará. El hombre inconscientemente no cree en ella, más puede vivir toda la vida con presencia de la muerte obsesionando sus sueños, marcando sus pasos, angustiando sus días felices o acrecentándolos por la suerte de estar vivo. El hecho de que nuestro inconsciente no quiera saber nada de ella, hace la vida más soportable.

     Dice Freud en Consideraciones sobre la guerra y muerte, “…es demasiado triste que la vida pueda pasar como en el ajedrez, en el cual una mala jugada, puede forzarnos a dar por perdida la partida, con la diferencia de que en la vida no podemos empezar luego una segunda partida de desquite…” [4]

     El símbolo marca al cuerpo, más el yo-cuerpo hace al símbolo. El hombre posee esa virtualidad de simbolizar, por ser, ser de lenguaje. Lo permite esquivar esa parte su naturaleza animal. Hay límites para comprender totalmente la condición humana: el que nazcan niños con cuerpos deformes, mutilados o grotescos, con enfermedades heredadas, niños ineptos para adaptarse y enfrentarse a la vida; el que el ser humano nazca con un cuerpo que va evolucionando filogenéticamente, que va transformándose por efecto de la naturaleza biológica humana, los químicos y la edad misma; el que el hombre posea un cuerpo que depende del aire, del alimento, de la salud; el que posea un cuerpo que se infecta, que es indefenso a no solo conocidas enfermedades sino a otras nuevas surgidas al unísono de los avatares del desarrollo de la humanidad; un cuerpo que se hace evidente ante el dolor: cuando un órgano duele, el cuerpo se eleva a la categoría de primacía, el yo se recoge en el yo-cuerpo mismo, y el ser es, solo cuerpo. Recordándonos así, nuestra falibilidad al estar sujeto a naturaleza; a esa esencia enigmática e irrefrenable ante la que nos sentimos impotentes. Todo esto es bastante suficiente para enloquecer como dijo Pascal “Los hombres están necesariamente locos, y no estar loco sería otra manera de estar loco”. Necesariamente porque el dualismo existencial hace la situación insoportable, un dilema penosísimo. Loco, porque el hombre cualquier cosa que hace en su mundo imaginario y simbólico es un intento de negar y superar para nada lo sempiterno.

     En sus últimos escritos, Freud también trabajo sobre la angustia del hombre, no solo el neurótico, la consideró más bien como una reacción al desamparo total, al abandono y al destino. Al respecto expresa:

     “  Suprimida la civilización, lo que queda es el estado de naturaleza, mucho más difícil de soportar…posee un modo especial de limitarnos: nos suprime, a nuestro juicio, con fría crueldad y preferentemente con ocasión de nuestras satisfacciones…parece burlarse de toda coerción humana: la tierra, que tiembla, se abre y sepulta a los hombres con la obra de su trabajo; el agua, que inunda y ahoga; la tempestad, que destruye y arruina, y las enfermedades, en las que sólo recientemente hemos reconocido los ataque de otros seres animados; está por último, el doloroso enigma de la muerte, contra la cual no se ha hallado aún, ni se hallará probablemente, la triaca. Con estas poderosas armas se alza contra nosotros la Naturaleza, magna cruel e inexorable, y presenta una y otra vez a nuestros ojos nuestra debilidad y nuestra indefensión, a las que pretendíamos escapar por medio de la obra de la cultura…como para la humanidad en conjunto, también para el individuo la vida es difícil de soportar… Esta situación ha de provocar en el hombre un continuo temor angustiado y una grave lesión de su narcisismo natural…”[5] La angustia esta señalada por el profesor, como parte del vivir cotidiano del ser humano y esa lesión grave a su narcisismo natural no es otra cosa que la afrenta del cuerpo sobre el yo, supuestamente autónomo e ideal.

     Por consiguiente, Freud sostiene que el temor a la muerte puede considerarse análogo al temor a la castración, y que el ego reacciona cuando se ve abandonado por el superego protector y por las fuerzas del destino, lo que pone fin a la seguridad ante el peligro.

     El hombre busca soportes dice Freud, muletas para vivir, trata de someter a la naturaleza, como miembro de la comunidad, empleando la técnica dirigida por la ciencia o bien, inhibe su deseo. La nostalgia de un padre y la necesidad de protección contra las consecuencias de la impotencia humana son las mismas cosas, y esta es la base de la fe que el ser deposita, en un ser supremo.

      Busca olvidar mediante juegos sociales, sugestiones, preocupaciones personales alejadas de esa realidad humana vive en una forma de locura, compartida, disfrazada y dignificada. El hombre vive detrás de las máscaras con lo labios apretados, detrás de las máscaras sonrientes, de las serias, de las satisfechas que la gente usa para engañar al mundo y para engañarse a si mismo sobre sus locuras secretas. Valdría la pena preguntarse, porque el hombre no se vuelve loco ante estas contradicciones existenciales entre un yo simbólico que parece dar al hombre un valor infinito en un esquema intemporal de cosas y un cuerpo castrado que lo determina en su ser y en su acción. ¿Cómo él psicoanálisis reconcilia estos dos hechos? Es parte del fin de la cura analítica.

      Por otro lado también la esencia más profunda del hombre consiste en impulsos instintivos de naturaleza elemental, iguales en todos y tendientes a la satisfacción de ciertas necesidades primitivas, así lo trabaja Freud en 1915:

     “…Estos impulsos instintivos no son en si ni buenos ni malos, los clasificamos y clasificamos así sus manifestaciones, según con las necesidades y las exigencias de la comunidad humana. Debe concederse desde luego, que todos los impulsos que la sociedad prohíbe como malos, – tomemos como representación de los mismos los impulsos egoístas y los crueles- se encuentran entre tales impulsos primitivos…”. [6]

     Para comprender el peso del dualismo de la condición humana recordemos como explica Lacan que el niño no puede manejar ninguno de estos factores. Lo más característico de él su precocidad, puede acceder al mundo de lo simbólico con un mundo ya estructurado y que a través del lenguaje lo constituye como ser humano. Es inteligente y aprende rápidamente el lenguaje, es sensible y finamente perceptivo de todo lo que le rodea. Es una cría humana, indefensa, incapaz de sobrevivir por sí mismo, un cuerpo que siente, llora, produce secreciones incontinente y no diferenciado de si mismo y el mundo cuando ve reflejado su propio cuerpo en el espejo. El pequeño indefenso queda cautivado y se identifica a esa imagen especular, así construye en el orden de lo imaginario, su yo.

     Que el yo sea imaginario lo coloca en el reino de la imagen en la imaginación, el engaño y el señuelo. Las principales ilusiones de lo imaginario son las de totalidad, síntesis, autonomía, dualidad y sobre todo semejanza. De modo que lo imaginario es el orden de las apariencias superficiales que son los fenómenos observables, engañosos, y que ocultan estructuras subyacentes. Es entonces que en el hombre el orden imaginario está estructurado por lo simbólico, y esto significa que en el hombre, la relación imaginaria se ha desviado del reino de la naturaleza.

     El sujeto recibe de esa imagen los atributos de la unidad, de la presencia y la perfección. Los recibe de una imagen exterior y en consecuencia, el sujeto se pasa la vida corriendo tras de ella, esperando la realización de esos atributos, e intentando desafiar su debilidad. Puede decirse que ese movimiento, que es también el de un abismo, establece una igualdad: yo igual a yo ideal; igualdad en donde se conjugan algo de lo real del cuerpo y de lo ideal más bien como dos esferas que se excluyen mutuamente, pero que sin embargo la estamos resaltando para suscribir la tesis según la cual en el cuerpo algo de lo real escapa o mejor dicho falta algo de los simbólico “adecuado” que diga de manera significante lo imposible de decir cuando algo de eso real del cuerpo hace función de separación, corte y restricción al yo.

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     Más el que sea un juicio, como dijo Freud -recién lo mencioné-, no implica que sea solo un pensamiento, lo real del cuerpo es irrechazable. Lo real del cuerpo cuando el bebé sin poder evitarlo deberá abandonar no sin angustia el cuerpo de la madre de una manera cortante y al mismo tiempo en su crudeza real tal como lo mencionó Freud en El malestar de la cultura: “nacemos entre la orina y las heces”. Se trata de un cuerpo que por espasmos instintivos hace un corte para contornearse en la vida; de un cuerpo que a los pocos meses de vida se mutila al destete, como huella permanente de una relación biológica que se interrumpe, no sin consecuencias; de un cuerpo que nace conociendo la angustia provocada por una amenaza de pérdida corporal real in simbolizable en un resto, misma que será re significada ante la percepción de la diferencia anatómica de los sexos y por la valoración narcisista del infante hacia su propio cuerpo. Se trata de la angustia de castración. Crisis psíquica, crisis vital, crisis biológica, vivida cuando el cuerpo del infante mismo empieza a reaccionar haciéndose sentir en él, el deseo sexual.

     Lacan en 1938, habla de la imagen del cuerpo fragmentado, como una fantasía de mutilación vinculado al estadio del espejo. Espejo que le devuelve una imagen de un yo ideal, cuando el bebe carece de coordinación motriz, es indefenso no puede alimentarse solo e incluso no posee aún lenguaje. La angustia provocada por esa sensación de fragmentación que no es solo sensación sino el carácter de la cría humana lo impulsa a la identificación con la imagen especular que lleva a formar el yo. Imagen que permanentemente va a estar amenazada por el recuerdo de esa sensación de fragmentación, que los cambios biológicos, la enfermedad, la mutilación, la ancianidad y la muerte nos amenazan cotidianamente.

     Sensación de fragmentación que se manifiesta en las “imágenes de castración, emasculación, mutilación, desmembramiento, dislocación, evisceración, devoramiento, estallido del cuerpo que acosan la imaginación humana. Estas imágenes, aparecen, típicamente en los sueños, y asociaciones del analizante en una fase particular de la cura: en el momento en que surge su agresividad en la transferencia negativa. A propósito dice Lacan, entonces esto es un signo temprano de que la cura progresa en la dirección correcta, es decir hacia la desintegración de la unidad rígida del yo.

     El yo definido por Lacan como la sede de la resistencia está estructurado como un síntoma, un síntoma privilegiado que habla de la enfermedad mental del hombre. El yo es la sede de las ilusiones, es la ilusión narcisista del dominio, de la autonomía y fortaleza del yo. Pero sus pretensiones de ser un ser puramente simbólico, son frustradas. Observamos que hay dos dimensiones de la existencia humana, el cuerpo y el yo, aunque simbólica e imaginariamente se integran, no se conciliarse totalmente, estigmatizando de angustia la vida del sujeto.

     Para mencionara un momento más en donde se refleja el dualismo de la condición humana de su yo y su cuerpo, me referiré a la analidad, no solo como una fase de desarrollo pregenital sino como un conflicto que surgen cuando el niño hace el alarmante descubrimiento de que su cuerpo es algo extraño y falible y que tiene una ascendencia definitiva sobre él por medio de sus demandas y necesidades. Puede elevarse hasta la cumbre de la fantasía pero siempre regresar al cuerpo. El descubrimiento más extraño e innegable es que el cuerpo tiene, situado en la parte inferior y fuera de la vista, un orificio del que surgen olores y excremento. Este hueco y su producto representa no sólo el fatalismo físico y la esclavitud de la materia, sino el destino de todo lo que es físico: la decadencia y la muerte. De lo que no quiere saber el hombre de lo nimio de su condición humana El yo trata de dominar los procesos misteriosos de la naturaleza que se manifiestan dentro de su propio cuerpo. No puede permitir que el cuerpo tenga preponderancia sobre el hombre. Defecar muestra al hombre su abyecta condición finita, su ser físico, la posible irrealidad de sus esperanzas y sueños. Esto habla de la limitación de condición humana primitiva, del incomprensible misterio del cuerpo y del mundo.

     En la sexualidad, si bien Eros marca al cuerpo, los amantes se enfrentan a la realidad del cuerpo humano en su manifestación contradictoria: fantasía y corporeidad, ensoñación y realidad, atavío, y desnudez, etc. ¿Qué son los amantes en la alcoba sino dos cuerpos desprovistos de máscaras, guiados por su deseo? Hay ahí además, piel viva, olor, sudor, humor, secreción y función biológica en el acto sexual. Los amantes se ven obligados también a desempeñar un papel, común, biológico e incluso mecánico. En el acto sexual el cuerpo se encarga completamente del yo.

     El hombre vive en un mundo simbólico en donde predomina el poder del cuerpo, sobretodo en nuestra época donde lo visual ocupa importancia en la relación entre el sujeto y el otro. El cuerpo del niño muestra su pequeñez e indefensión ante los adultos y querrá un cuerpo mayor para enfrentar la vida, cosa imposible pues estará sujeto a la bondad o no del adulto. Y el ser maduro querrá también un cuerpo joven y fuerte para continuar en el intercambio cultural. Siempre un hueco y una falta de algo que se pierde en el cuerpo representa el determinismo y su limitación. El hombre aprende que su libertad, como ser único se ve frenada por el cuerpo y sus apéndices que determinan lo que él es. Síntesis futura hacia la cual tiende el yo.

     El yo ideal siempre acompaña al yo como un intento incesante de recobrar la omnipotencia de la relación dual preedípica. ¿Lo imaginario y lo simbólico han dominado al cuerpo o el cuerpo lo dominará? Es evidente que el yo puede surgir victorioso independientemente de lo que suceda en el esquema corporal. Evidente pero no definitivo.  El cuerpo pone sus límites, marca con sus pulsiones primitivas, con la enfermedad, la ancianidad y la muerte a ese yo. Problema que no es fácil resolverlo, no puede haber una victoria clara o un solución franca para este dilema existencial.

     El yo trata de dominar a ese cuerpo, recuerdo aquí esa referencia Freudiana al caballo y el jinete. El jinete intenta controlar al caballo y éste termina yendo a donde quiere. Como sucede con el seductor en la novela de Sören Kierkegaard. El hombre trata de dominar su cuerpo, pretender que no está ahí, pero de pronto ese cuerpo le hace fisuras, se vomita, se desmaya, cansa, sangra, exige alimento, excreta, adelgaza, engorda, crece, se debilita, pierde su belleza y sus facultades mentales por efecto de la edad.

     Hay que ver aquí la naturaleza de la angustia. En Inhibición, síntoma y angustia,[7] (1925) Freud cita una temprana impresión emocional manifestada como un estado afectivo caracterizado por angustia en el acto mismo del nacimiento donde se presentan un conjunto de afectos de displacer- separación brutal del cuerpo de la madre- y de sensaciones físicas que constituyen el prototipo de la acción ante un grave peligro que se cierne sobre el niño recién nacido, cifrándolo con el evidente destino de que dicho temor se repetirá en su vida futura. La causa de la angustia que acompañó al nacimiento fue el enorme incremento de la excitación, incremento consecutivo de la interrupción de la renovación de la sangre, (de la respiración interna) resulta pues que la primera angustia fue de naturaleza tóxica. Se trata de una opresión o dificultad para respirar que en el nacimiento existió como consecuencia de la situación real y se reproduce luego casi regularmente en el estado afectivo homólogo, es también muy significativo que este primer estado de angustia corresponda al momento en que el cuerpo del nuevo sujeto a ser se separa de otro del que formó parte.

      Es entonces, el acto del nacimiento el que constituye el prototipo del estado afectivo caracterizado por la angustia. Es el acto mediante el cual la naturaleza arranca al cuerpo de las entrañas de la madre. Y el acto mediante el cuerpo viviente instintivo se impulsa a la vida exterior porque sus pulmones requieren nuevos aires. Es el cuerpo que rebasa en su necesidad el confort en el que se halla el bebé. Es un acto de angustia de castración signado retroactivamente, que indica la pérdida de un objeto. La angustia abre y deja aparecer lo inesperado, lo que no engaña, lo que está fuera de duda, lo que no puede aparentarse del cuerpo mismo que es irrechazable. Es la incertidumbre sobre el devenir del cuerpo enfermo, o la certidumbre del devenir del cuerpo en fase terminal. Inevitablemente hay alteración en el yo. Algo tendrá que ser resignado y yo se erige como objeto mismo. Cada vez que la angustia se presenta, debe haber algo que la provoque, depende de ciertos procesos de la vida sexual o más exactamente de ciertas aplicaciones de la libido. Cuerpo, libido y angustia están articulados.

      Hay una relación entre la libido y la angustia. Hay un influjo ejercido en la producción de las enfermedades caracterizadas por la angustia, por aquellas fases de la vida en que, como en la pubertad y la menopausia favorecen la exaltación de la libido. El cuerpo transformándose reclama, exige su requerimiento sin que el yo pueda controlarlo. Lo toma por sorpresa, algo de lo real del cuerpo aparece y el yo sorprendido, encolerizada, humillado, se inhibe, o se reprime, se acomoda, o bien ser rebela y no se conforma con lo perdido en el cuerpo mismo cuando por la edad y la enfermedad marca límites a su esencia como ser de deseo en busca de ese deseo. El yo se apoca, se empobrece, se restringe y las consecuencias se viven en carne propia: hay la cesación del interés hacia el mundo exterior, inhibición en las funciones del yo, disminución del amor propio e incluso pérdida de la capacidad de amar y amarse.

     La angustia es la condición soberanamente humana del hombre en la tierra. La angustia es estructural y estructurante. Hay un hecho que el sujeto no puede negar, el de ser un ser un ser vivo. Es la angustia del hombre, la ansiedad producto de la paradoja humana de que el hombre es en parte un ser biológico y en parte “consciente” de lo que ello le limita y se interpone entre el yo y el deseo humano. La angustia es el resultado de la percepción de la verdad de la propia condición, la de poseer un cuerpo demandante y castrador. La idea es monstruosa. ¿Qué significa ser un ser vivo? Significa saber que surgimos de la nada y que  en polvo nos convertiremos.

      La angustia no es el fin para el hombre. Más bien después de enfrentarse a ella, nos revela la verdad de nuestra situación, y solo considerando esta verdad se puede abrir una nueva posibilidad sobre si mismo. El yo debe destruirse para llegar a ser un yo. Nuestro yo debe ser destruido, reducido a la nada, para empezar a trascender. El yo tiene que relacionarse con los poderes que se encuentran más allá de él, tiene que combatir la finitud, para ver más allá de ella. Se trata de una sublimación.

     Quiero cerrar este trabajo citando el texto de Freud de 1915 sobre Lo perecedero. Hay de parte de Freud un sentimiento hacia lo sublime y lo bello coincidente al que Inmmanuel Kant expresa en su libro acera del mismo tema. En el curso de nuestra vida vemos menguarse para siempre la belleza y en nuestro cuerpo vivimos la merma de nuestro rostro y cuerpo. Hay ante esto, nos dice Freud, una rebelión psíquica contra esta aflicción, contra este duelo de algo perdido que malogra el goce de lo bello en la vida. La idea de que toda belleza se pierde, produce una sensación anticipada de la aflicción que les habría de ocasionar su aniquilamiento y ya que el alma se aparta instintivamente de todo lo doloroso, las personas sienten inhibido el goce lo bello por la idea de su índole perecedera. Hay un desprendimiento de la libido de sus objetos, proceso que es necesariamente doloroso. Quiebra nuestro orgullo, muestra la cruda desnudez de nuestra vida instintiva, desencadena los espíritus que moran que se suponía domeñados definitivamente por nuestros impulsos más nobles y muestran la propia caducidad.

      Nuestra libido empequeñecida va a ocupar con una intensidad tanto mayor aquello que nos queda, puede ser ocupada dice Freud, por ejemplo, por el amor a la patria o el orgullo que inspira lo que se posee. Es posible también que nuestra libido quede en libertad de sustituir los objetos perdidos por otros nuevos, posiblemente tanto o más valiosos que aquellos, siempre que aún seamos lo suficientemente jóvenes y conservemos nuestra vitalidad.

    “ La noche es sublime, el día es bello. En la calma de la noche estival, cuando la luz temblorosa de las estrellas atraviesa las sombras pardas y la luna solitaria se halla en el horizonte, las naturalezas que posean un sentimiento de lo sublime serán poco a poco arrastradas a sensaciones de amistad, de desprecio del mundo y de eternidad. El brillante día infunde una activa diligencia y un sentimiento de alegría. Lo sublime conmueva, lo bello encanta. La expresión del hombre dominado por el sentimiento de lo sublime es seria; a veces fija y asombrada. Lo sublime … a veces le acompaña cierto terror o también melancolía… y en otros un sentimiento de belleza extendido sobre una disposición general sublime…” Emmanuel Kant.

    BIBLIOGRAFÍA:

    Dolto Françoise: La imagen inconsciente del cuerpo, Ediciones Paidós, México 1984.

    Freud, Sigmund: Obras completas, tomo II y III, Cuarta edición, Biblioteca Nueva, Madrid 1981.

    -“El yo y el ello” y “El yo y el super-yo (ideal del yo) en el yo y el ello.1923

    -“Inhibición, síntoma y angustia. 1925 (1926).

    -“El malestar en la cultura”, 1929 (1930).

    -“Duelo y melancolía”, 1915, (1917)

    “Consideraciones de actualidad sobre la guerra y la muerte”, 1915.

    -“Lo perecedero”, 1915 (1916)

    Lacan, Jacques: Seminario 4, la relación de objeto. Ediciones Paidós, México 1973.

     

    [1] Freud, Sigmund: El malestar de la cultura, p. 3025

    [2] Freud, Sigmund, El malestar de la cultura, p. 3031..

    [3] Dolto Françoise, La imagen inconsciente del cuerpo, p. 18

    [4] Freud, S, Consideraciones sobre la guerra y la muerte, p. 2122

    [5] Freud, S: El provenir de una ilusión” p. 2969.

    [6] Freud, S: Consideraciones de actualidad sobre la guerra y la muerte, p. 2107

    [7] Freud, S: Inhibición, síntoma y angustia, Lección 25, p. 2367-2379.

  • El Golem en el siglo XXI

    El Golem en el siglo XXI

    Editorial

     Julio Ortega Bobadilla

    Ésta es la piedra que parece un pedazo de grasa.

    Gustav Meyrink

    Asistí al estreno de la película Yo Robot (inspirada en el libro de Asimov) y me sorprendí con los prodigiosos efectos especiales de última generación que nos brinda la pantalla. Con la nueva tecnología de imágenes nos adelantamos a un mundo que ya no es imposible y que la película sitúa en unos treinta años de aquí a la fecha, apostando a que la causa de la inteligencia artificial puede llegar a sustituir la humana. La adaptación de la novela no es fiel, pero la película marcha, a pesar de que Will Smith interpreta una vez más en el cine “El príncipe de Bel Air”, demostrando que la generación metrosexual –la palabra más usada del año pasado según mi alumno R– continúa midiendo en el futuro, el largo de sus miembros, a pesar de que Freud y el complejo de castración, habrían pasado de moda.

    En la noche llegué cansado a casa, encendí la TV y encontré con que daban —una vez más— Terminator 2, que se ve bien a pesar de que el tiempo la empieza a dejar a la cola de las cintas de ciencia ficción y que Arnold Swarzennegger ha cambiado su porte de matón por el de político californiano. Al cambiar de canal, me encontré con una mesa redonda que promocionaba el 1er. Festival de Cine Erótico (“El sexo es cultura”) con la participación de Sabina Berman (autora teatral, intelectual mexicana de renombre y productora de Las Marionetas del Pene en nuestro país), realizadores y estrellas del cine porno. Las opiniones inteligentes y formadas fueron desplazadas pronto, por la de un artista español que se llamaba Nacho, un hombre de 40 años que decía tener 31 y que, cuando aclaró que el largo de su pene era de 26 centímetros, se convirtió automáticamente, en la máxima autoridad sobre el tema (“Hay que mojarse el culo para hacer cine porno”).

    Todos estos acontecimientos me devolvieron en un solo día, a una pregunta que me hacía un lector de la revista: “¿De verdad crees que el psicoanálisis desaparecerá?” ¡Hoy tengo más esperanzas de que sobrevivamos este siglo! Lo cierto es que el futuro nos ha tomado por sorpresa a muchos y que los psicoanalistas deberíamos tomar más cartas en la reflexión social en un época en que la información y la cultura no han contribuido a defendernos de los filisteos, pero sí nos empujan a la paradoja de convertir a las máquinas en humanos y a los humanos en máquinas.

    Quizá sea esto lo que Alberto Sladogna nos trata de comunicar en su artículo sobre la subjetividad posmoderna. Tal pareciera que los nuevos tiempos nos instigan a perder la culpa y volvernos autómatas productivos, acríticos y completamente egoístas. Sin mayor sentido que la acción por la acción misma y la búsqueda de nuestro provecho, es precisamente lo que ha desembocado en que la política en este país se demuestre cada vez más trapera, sucia y envilecida, a pesar de o justo por, las adiciones de los llamados intelectuales. CARTA PSICOANALÍTICA sufre un embate de esta desvergüenza, a cierto vivo se le ha ocurrido escribir a nuestros lectores conocidos del mundo psicoanalítico para pedir donaciones para el sostenimiento de la revista. Aclaro a quienes siguen nuestra labor que es un recurso que no descartamos, pero hasta ahora nuestro site se mantiene gracias a las aportaciones del comité editorial y a la publicidad que pueden contratar a: publicidad@cartapsi.org En el futuro próximo ofreceremos algunos servicios y productos, incluso tocaremos la puerta de nuestros lectores para que ayuden al mantenimiento de este trabajo que sí requiere de más recursos, pero ya les haremos saber con tiempo y por los canales adecuados. Guárdense de depositar dinero en cuentas no autorizadas por nosotros.

    El número 5 de nuestra revista contiene varios artículos que versan sobre la dimensión del Otro en los actos del individuo y toca en más de un punto la cuestión de la responsabilidad moral en casos extremos, tal es el caso del desequilibrado Eichmann. Descorrer el velo del pasado es una tarea que despoja de telarañas al futuro.

    Pero volvamos sobre nuestra reflexión del mañana: no podemos hacer más que conjeturas. El determinismo absoluto ha cedido su paso a las ciencias del caos, y la teoría de la necesidad universal fue desde el siglo XIX entrevista por Pierce como inútil. La probabilidad que tan en boga está en las encuestas y en los estudios psicológicos no es tampoco para nosotros una fórmula válida para controlar la incertidumbre, prueba de ello, son sus constantes fracasos y aunque se han consignado a su favor, triunfos metafísicos, epistemológicos, lógicos y hasta éticos (Ian Hacking lo ha señalado) al vaciar el costal, nos encontramos con la verificación de la miseria de nuestras teorías. Decía un maestro mío: “las estadísticas son como los bikinis, muestran muchas cosas pero siempre ocultan lo esencial”. Yo he dicho en mis clases y lo escribo ahora, necesitamos mejores teorías y menos observaciones estériles, en suma más reflexión sobre lo que decimos y hacemos.

    No quiero terminar estas líneas como ogro regañón, descontento con su presente e infeliz ante el mañana, prefiero tomarme con más humor el futuro por negro que parezca. Comparto con ustedes un pequeñito ensayo perdido, que escribí hace algunos años con motivo de la revisión obligada de un capítulo del atroz libro de Kurzweill “La era de las máquinas espirituales”, espero que les haga gracia.

    Quiero agradecer a Salvador Rocha acompañarnos hasta este punto del camino como miembro del comité editorial de la revista, nos deja ahora para seguir otros intereses, permanece como amigo entrañable de los que componemos este proyecto.

    Agradezco a todos los que han escrito: sugerencias, muestras de apoyo y trabajos.