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  • Acerca del lugar del psicoanálisis ante el tratamiento institucionalizado al loco durante la modernización del sistema de salud mental en México.

    Acerca del lugar del psicoanálisis ante el tratamiento institucionalizado al loco durante la modernización del sistema de salud mental en México.

    Acerca del lugar del psicoanálisis ante el tratamiento institucionalizado al loco durante la modernización del sistema de salud mental en México.

    Por: Marco Antonio Macías Terríquez[*]

    Resumen

    Mediante una revisión documental se examina la influencia del psicoanálisis en la atención al sujeto loco en la institución pública de salud mental de México, a partir de una indagación en textos donde se hace mención vinculante del freudismo y la atención clínica psicoanalítica con la atención a las formas de locura nombradas “psicosis”; lo que necesariamente llevó a consultar las historiografías del psicoanálisis en el país, así como bibliografía no relacionada directamente con lo “clínico” o referido específicamente a la asistencia de dichos sujetos en la institución pública. El periodo temporal examinado de efectos del psicoanálisis en el proceso aquí llamado de modernización está datado a partir de la década de 1920.

    Palabras clave: Psicoanálisis, locura, psicosis, asistencia institucional, salud mental.

    Remarks about the place of psychoanalysis in the institutional treatment of the madness during the period of modernization of mental health system in Mexico.

    Abstract

    A documentary review about the influence of psychoanalysis is surveyed in relation of the attention of madness in the public institution of mental health in México. An inquiry hooked on texts where binding mention of Freudianism and the clinical psychoanalytic care is made, attending to forms of madness named «psychosis»; it necessarily leds to consult the historiography of psychoanalysis in the country, as well as bibliography not directly related to the «clinical» or referred specifically to the assistance of madness in the public institution. The time period in which the influence of psychoanalysis is processed is the so called modernization, that dates back to the 1920s.

    Keywords: Psychoanalysis, madness, psychosis, institutional care, mental health.

    “la verdadera Historia, pertenece al orden de los actos o de la práctica –por grandiosa que ésta sea– siempre está hecha de trivialidades.”

    1. Felman (1980) El escándalo del cuerpo hablante p. 109.

     

    INTRODUCCIÓN

    En las relatorías oficiales sobre atención a la salud mental en México las menciones concernientes a la influencia del psicoanálisis en las políticas de atención pública no permiten ubicarle por completo. El historiador de la medicina mental mexicana Héctor Pérez-Rincón ha calificado al psicoanálisis como “contrapunto saludable” en relación al auge de la psiquiatría organicista; pero aún habría de especificarse cual ha sido el alcance del mencionado contrapunto en los discursos y prácticas sobre los sujetos institucionalizados.

    Aunque la noción “salud mental” ha estado presente en la jerga psi de antaño, esta se estableció como modelo específico de atención (sistema de discurso y procedimientos) a mediados del siglo XIX. No obstante, para fines prácticos, se utilizará dicha noción en su sentido generalizado de atención profesional. De manera adyacente viene al caso especificar que el nominativo organicista –empleado aquí para nombrar cierta postura que centra su atención en la búsqueda e intervención de las patologías orgánicas que supuestamente condicionan las “enfermedades mentales”– no presupone una falta de humanitarismo en los profesionistas orientados en tal perspectiva (en general, pues no es exclusivo de algunos médicos, sino también otros profesionales ligados al campo psi). Cuando se revisan a fondo sus orígenes, la psiquiatría organicista parte de una premisa humanitaria: la intención de hacer un tratamiento en beneficio del loco; pero independientemente de lo que el loco asuma como su bien.

    Desde su formulación freudiana, el psicoanálisis ha sido una de las posturas consecutivamente críticas al discurso y las prácticas de la medicina mental; incluido el humanitarismo. La situación en México no es la excepción. Sin embargo existen lagunas sobre el lugar del psicoanálisis en las instituciones del país. Cuando se revisan historiografías oficiales sobre la atención a la salud mental en el país (generalmente elaboradas por psiquiatras) se encuentra que lo tocante a la función del psicoanálisis siempre es otra historia por narrar, nunca del todo elaborada. Este escollo empieza a ser tratado por investigadores que, desde tiempos recientes, se han avenido a ubicar metódicamente el lugar del freudismo y la práctica analítica en el país. Tales trabajos han tenido una tónica similar a la historización de la psiquiatría; pasando del recuento de los hitos (el establecimiento de asociaciones psicoanalíticas), al comienzo del análisis de las significaciones y efectos recíprocos de los discursos y la actividad de los psicoanalistas con los sujetos en atención; pero a diferencia de las relatorías sobre los personajes y los establecimientos de atención psiquiátrica –que dan la apariencia de una regularidad y concordancia entre los hechos institucionales y las actuaciones de los sujetos inmiscuidos en dicha práctica (cosa que parece insostenible)–, las del psicoanálisis reflejan posturas personalizadas, de grupo, así como intereses y discordancias.

    La discusión sobre el lugar que ha tenido el psicoanálisis en la atención y la política hacia los locos (sujetos diagnosticados y sancionados como “enfermos mentales” o “psicóticos”) –situación difusa y conflictiva que es menester esclarecer– aparece como indispensable si se pretende que el discurso y la práctica analítica sostengan un lugar ante el constante avance del proceso de anulación de la subjetividad que establece la tecnificación en la atención al malestar subjetivo; particularmente en la atención a los sujetos locos “psicóticos”.

    Dado que el objetivo radica en dar cuenta de una particularidad del devenir de las lógicas de atención al loco y a la locura en el país, no se abordarán a profundidad cuestiones como las discusiones internas del psicoanálisis respecto a las “psicosis”. Por centrarse en la situación de la relación medicina mental–locura–psicoanálisis no se exponen las convergencias con disciplinas enlazadas al tema (psicología, etnología, sociología, etcétera) o la presencia del psicoanálisis en intuiciones de otros ámbitos.

    Aunque necesariamente se recurrió a datos históricos, este documento no pretende ser la historia del psicoanálisis en la institución mexicana de salud mental; sino fungir como una advertencia para la posible práctica analítica con el loco y el abordaje de la locura. Antecedente necesario para quien, como el autor, esté concernido por la cuestión del loco y la locura, así como orientado hacia el estudio de los discursos del psicoanálisis y la psiquiatría.[1]

    EL PSICOANÁLISIS ANTE LOS SISTEMAS DE ATENCIÓN A LA LOCURA EN MÉXICO

    La atención a la salud mental en México tiene su prehistoria en la implementación de políticas públicas para el control social: la intención de modernizar al país y la instauración de un estatus político homogéneo para los habitantes del territorio en un ideario de nación; proyecto cuya raíz es la filosofía positivista de Auguste Comte, importada al país en época de Benito Juárez por Gabino Barreda. La construcción y devenir del Manicomio General de La Castañeda (inaugurado por Porfirio Díaz en 1910) y la Cárcel “Palacio negro” de Lecumberri, fueron ejes de la modernización del Estado. El positivismo y el plan de reingeniería nacional dieron las condiciones de entrada para la implementación de la higiene mental a partir de la década del treinta del siglo XX; desde los años del cincuenta el modelo asumido es el de la salud mental.

    En el Manicomio General los tratamientos médicos al loco fueron las sangrías, electroterapias, lobotomías, paludización, opiáceos, hipnotismo, hidroterapias, actividad física y la terapéutica ocupacional o laborterapia, entre otras. Las influencias teóricas de la medicina mental mexicana estuvieron orientadas por personajes como Emil Kraepelin o Pierre Janet, quienes hicieron acto de presencia en el país vía invitación expresa. El aparato manicomial de la atención y la estrategia higienista para la prevención de la locura resultaron ser un fracaso. El modelo de salud mental vigente en las instituciones es actualmente objeto de críticas por su tendencia a la atención protocolizada y masificada, que deja sin voz a la subjetividad.

    El advenimiento del psicoanálisis a México

    Se han encontrado antecedentes del interés por la literatura freudiana en la medicina académica de México desde el segundo decenio del siglo XX: se trata de cursos dados en la Facultad de Medicina de la entonces Universidad Nacional de México (después UNAM, al establecerse su autonomía) sobre psicopatología; también una tesis para obtener el grado de médico elaborada por Manuel Guevara Oropeza en 1923, titulada Psicoanálisis; además de cursos, traducciones de textos de Sigmund Freud y discusiones sobre el psicoanálisis o temas vinculados a este (donde se encuentra una insistente presencia de nociones propuestas por Alfred Adler o Carl Gustav Jung).[2] Un psicoanalista de apellido Gonzáles Pineda formó parte de la Sociedad Mexicana de Neurología y Psiquiatría a poco de ser fundada en 1937.[3]

    En medio de ese proceso de institucionalización académica,[4] el referente generalizado se ha ubicado en la presencia de Erich Fromm en la UNAM en 1949, entonces ya conflictuado con la International Psychoanalytical Association (IPA), fundador del Instituto Mexicano de Psicoanálisis (IMP); a quien se le adjudica la difusión de literatura humanística en el campo de la atención psi en el país.[5] Después Ramón de la Fuente encabezó tanto la extensión académica, editorial como la política de asistencia en las instituciones de atención a la salud, con su ecléctica propuesta de la psicología médica que daba cabida a los planteamientos psicodinámicos.

    Prácticamente a la par, en los años del cincuenta, aconteció el retorno de los primeros psicoanalistas formados en el extranjero, como Gustavo Quevedo, José Luis Gonzáles, José Remus, Rafael Barajas, Ramón Parres o Santiago Ramírez, entre otros; quienes emigraron a países como Argentina, Uruguay, Francia o Estados Unidos y que desavenían de la concepción frommiana del psicoanálisis; formando grupos y asociaciones: la Asociación Psicoanalítica Mexicana (APM), la Sociedad Mexicana de Psicoanálisis o la Sociedad Psicoanalítica de Monterrey, establecimientos ligados a la IPA. Aunque de manera no exclusiva, el eje teórico en boga era kleiniano.

    Un campo adyacente fue el de la criminalística, particularmente el interés por la determinación de la responsabilidad legal de los actos del loco. Ramón Carrancá, un jurista y criminalista, en 1934 escribió un ensayo donde elogia al psicoanálisis como herramienta para conocer la mente de los criminales, publicó un libro, aplicó psicoanálisis silvestres a reclusos y sostuvo correspondencia con S. Freud.[6]

    Desde otros costados el psicoanálisis se introdujo por vía de las inquietudes de escritores e intelectuales en la década del veinte. Personajes como Salvador Novo o Samuel Ramos se interesaron por las doctrinas de S. Freud. Respecto a estos primeros lectores y sus peculiares interpretaciones, Rubén Gallo los menciona respectivamente como: “un dandi gay, un filósofo conservador […] Novo usó a Freud para reivindicar las experiencias marginales de la sexualidad; Ramos, para diagnosticar las neurosis colectivas del país”.[7]

    En Guadalajara hay antecedentes con los médicos Carlos Corona Ibarra y Sergio Gorjón Cano, en contemporaneidad a los primeros freudistas agrupados desde el cincuenta en la región centro del país; en Monterey Rafael Barajas; en Veracruz Fernando Díaz.[8] Lo anterior es indicativo de que el psicoanálisis estuvo presente en otros espacios de la república en tanto práctica clínica; situación que en la historiografía del mismo ha quedado de lado por el centralismo. Juan Capetillo menciona que C. Corona, quien fue uno de los fundadores de la APM, a diferencia de algunos de sus contemporáneos sí había pasado por la experiencia del análisis.[9]

    Los gremios se han caracterizado por escisiones y desencuentros ante las discusiones y procesos sobre la teoría, la práctica, la formación y la habilitación de un sujeto como psicoanalista; de esto que las historias sobre el psicoanálisis estén escritas desde visiones partidistas.

    Fernando Gonzáles señala que las pugnas entre los psicoanalistas estaban centradas en la cuestión de la legitimación: ¿Quién autoriza al psicoanalista? ¿Cómo se autoriza a sí mismo un grupo para determinar lo que es o no el psicoanálisis?; lo común de los grupos en pugna es que desde los diversos frentes el psicoanálisis tenía que ver con lo extranjero: importar a algún personaje o formarse en otro país.[10] En la actualidad, además de un considerable número de asociaciones y grupos, el psicoanálisis tiene un lugar como materia de transmisión y discusión también en algunas universidades.[11]

    El que historiografías del psicoanálisis en México hayan ignorado la extraterritorialidad de éste, es un eje de análisis que José Velasco hace en su texto Génesis social de la institución psicoanalítica en México; de ahí que proponga una “análisis transversal” de la “génesis social”. Esa transversalidad “inconsciente” de lo político en los psicoanalistas y sus instituciones, como se verá, ha sido determinante para las posibilidades del psicoanálisis en la asistencia pública al loco.

    ¿Ha existido atención psicoanalítica a las “psicosis” en la institución pública mexicana?

    1. Pérez-Rincón en Breve historia de la psiquiatría en México abarca la relatoría de la atención a la salud mental en México hasta fines de la década de 1970, sin que aparezca ningún dato que vincule al psicoanálisis en la práctica institucional.[12] Guillermo Calderón dedica media página al final de Las enfermedades mentales en México al psicoanálisis y sólo comenta la conformación de grupos y sociedades psicoanalíticas durante el cincuenta y el sesenta, pero ninguna mención a la intervención analítica en la asistencia pública. Estos y otros relatores nada señalan respecto a dispositivos de atención basados en el psicoanálisis como alternativa al cierre de La Castañeda.[13] Por ejemplo sobre las Granjas de recuperación (uno de los proyectos que se dispusieron para desalojar el Manicomio general) no aparece ninguna alusión al psicoanálisis, pero sí a una lógica más ligada a las posturas organicistas como lo son el uso de fármacos, el electroshock, la psicocirugía, el encierro o la terapia de trabajo u ocupacional; tecnologías utilizadas en los establecimientos hospitalarios del Estado que relevaron al Manicomio general.

    No obstante la hegemonía organicista en la psiquiatría mexicana y la práctica institucional, el psicoanálisis ha tenido presencia e influencia en varias generaciones de quienes tienen relación de asistencia con sujetos “psicóticos”. S. Ramírez aseguró que:

    “la influencia que el movimiento psicoanalítico ha tenido en la psiquiatría mexicana es indudable. Gran parte de los miembros de la asociación [APM] ejercen influencia técnica y científica en diversas instituciones oficiales y privadas”.[14]

    Dicha influencia estaría presente también en diferentes áreas de la UNAM (el Colegio de Psicología, el Departamento de Métodos Clínicos de la Psicología), el personal psiquiátrico del Instituto de Neurología y Psiquiatría o el Pabellón de Psiquiatría del Hospital Militar. Lamentablemente en su “reseña panorámica” S. Ramírez no explicita en qué consiste y cómo “El personal psiquiátrico del Instituto de Neurología y Psiquiatría sustenta, orienta y encausa en el orden de una psiquiatría dinámica” en términos de una praxis o dispositivo de atención a las “psicosis”.[15]

    Según R. de la Fuente, en la década del cincuenta, los “avances terapéuticos” (es decir el cambio de disposición del médico hacia el loco, el acercamiento entre ambos) ahondaron la separación entre los clínicos interesados en el psicoanálisis y quienes sostenían la postura médico-psiquiátrica (léase organicista).[16] En su libro Psicología médica[17] –texto de divulgación que intenta sintetizar un amplio margen de posturas que integran lo llamado bio-psico-social, estableciendo una suerte de discurso estándar de las disciplinas psi– postula a lo psicodinámico como uno de los ejes para una medicina más comprensiva de la problemática de los padecimientos orgánicos y mentales. Respecto a la intervención de los psicoanalistas en el diseño de políticas públicas, en otro lugar indicó:

    “con algunas excepciones, los psicoanalistas han restringido su trabajo a la práctica privada, se han mantenido alejadas de los foros académicos y no han mostrado interés en el trabajo hospitalario ni en la salud mental pública”.[18]

    En un artículo de 1988 R. de la Fuente y coautores señalaban que de 1,108 médicos psiquiatras en activo 170 practicaban el psicoanálisis en México, la gran mayoría en el Distrito Federal (145); según datos de la APM y del IMP. De los psiquiatras con estudios complementarios, 50 tendrían alguna formación nombrada específicamente como “psicoanálisis”, otros tendrían formación como “psicoterapeutas”.[19]

    Posiblemente esa divergencia entre quienes eran nombrados como “psicoanalistas” o “psicoterapeutas” desde una formación académica fuese parte de las desavenencias entre los grupos y asociaciones. Para lo que interesa en este documento desafortunadamente no se menciona cuál es la injerencia de los psiquiatras orientados psicoanalíticamente en las instituciones públicas.

    Rafael Velasco también ubicaba al “advenimiento de la psicodinámica, que inspiró la creación de diversos métodos psicoterapéuticos” como uno de los factores que produjeron cambios en la práctica de la medicina mental mexicana tanto privada como institucional; los otros dos factores serían la práctica de la psicología clínica y los psicofármacos modernos.[20]

    1. Calderón aseveró que con la aparición del psicoanálisis la psiquiatría sufrió una completa transformación:

    “El entusiasmo por esta novedosa orientación de la psiquiatría, hizo que muchos especialistas abandonaran los viejos manicomios y se dedicaran a practicar el nuevo procedimiento terapéutico en sus propios consultorios”.[21]

    Cambio en los agentes de la salud mental ante los padecimientos subjetivos; que sin embargo no se reflejó en beneficio de una amplia población:

    “ya que los profesionistas al abandonar las gruesas murallas de los asilos, se refugiaron en los pequeños recintos de sus consultorios particulares, persistiendo el tradicional enquistamiento de la psiquiatría”.[22]

    En el 2014 Juan Ramón De la Fuente señaló:

    “El psicoanálisis dejó una huella profunda en la cultura occidental, sin embargo, el descubrimiento de los medicamentos psicotrópicos y el establecimiento de la psiquiatría moderna cambiaron la visión en la enseñanza, remarcando su importancia en la carrera de medicina y en la especialidad. Por otro lado, el desarrollo de las neurociencias y de las ciencias sociales en las últimas décadas ha traído consigo un avance en la clasificación de las enfermedades mentales y su tratamiento”.[23]

    En base a los autores citados pareciera fácil concluir que: o bien los psicoanalistas mexicanos de la época de la modernización del sistema de salud mental en el país no mostraron interés en la atención al loco “psicótico”, o bien que se autoexcluyeron de una lógica manicomial que se contrapone con la política del psicoanálisis.

    Pero desde otras narrativas se advierte que esos desenlaces sugeridos no dan cuenta cabal de la situación. El psicoanálisis siempre ha mantenido un interés vivo por la cuestión de las “psicosis” en los lugares donde se les localice, se les aloje o se les restrinja (que en muchas ocasiones ha sido en las instituciones de salud mental). En otras latitudes –pese a que la medicina mental por lo general ha llevado la batuta en el diseño de políticas públicas– existen ejemplos donde el psicoanálisis ha acompasado el transcurso de las lógicas y procedimientos de atención a la población, particularmente a sujetos considerados “psicóticos”. Esto ha seguido vaivenes, tenido sus momentos de auge y no ha sido un proceso homogéneo ni constante; que cada vez de difumina más con el avance de las prácticas para la normativación de la subjetividad. Se pueden mencionar en el conteniente americano a ciertas regiones de Estados Unidos y a la Argentina; pero el freudismo ha tenido presencia en prácticamente toda Latinoamérica.[24]

    Un escenario clave para ubicar la entrada del psicoanálisis a México es La Castañeda. El Manicomio General no sólo recibió la visita de E. Kraepelin y P. Janet (la presencia de este último habría propiciado la formalización de la psiquiatría como materia universitaria a partir de 1926), sino que se ha encontrado una vena de conexión entre la llegada del freudismo, cambios en las prácticas asistenciales y la psiquiatría en general. Cristina Sacristán menciona que José Mesa Gutiérrez, el primer director de aquel manicomio, impartía una cátedra de clínica psiquiátrica con lecturas de S. Freud.[25] El alienismo mexicano de la segunda década del siglo XX fue un suelo donde surgiría el freudismo en México, su protohistoria.

    Desde el análisis de J. Velasco el requerimiento de la atención al sufrimiento subjetivo y la necesidad de entender lo que se atiende como una “demanda” signa que alienistas mexicanos apelaran al psicoanálisis al revelarse como rebasada su disciplina por el loco y la locura; desborde que implicó un “desdoblamiento de demandas”:

    “ante el sufrimiento psíquico aparecido en un hospital psiquiátrico, en un espacio universitario, en una cárcel, en un barrio o comunidad marginados, hay quienes convocan el saber psicoanalítico, para transformarlo en otra cosa. La demanda va cobrando cuerpo.”[26]

    La doble demanda –tanto social como teórica– que puso en crisis al asistencialismo institucional de inicios del siglo XX.

    Según J. Capetillo el discurso del psicoanálisis llegó al país ante dos circunstancias:

    “1) La ausencia de historización en la percepción, cuidado y tratamiento de la locura en México en los últimos años del siglo antepasado y los primeros del pasado [siglos XIX y XX, respectivamente] y 2) El fracaso de La Castañeda como institución terapéutica de la locura”.[27]

    La primera situación denota una práctica asilar o manicomial, previamente existente a lo ejercido en La Castañeda, que carecía de registros sobre la historia de los sujetos de los cuales se ocupaba. En los primeros diez años del Manicomio General el único registro fue la marca del diagnóstico y la clasificación, basados en las significaciones del alienismo, lo que se estableció para sancionar al loco.

    Es hasta 1922 que la historia clínica se instituyó como una obligatoriedad en el expediente de los internados; época donde se localiza la presencia del freudismo, doctrina que habría entrado como guía para una psiquiatría de campo, para procurar entender el “fenómeno mental” más allá de la biografía del sujeto;[28] pero también como muestra de la afectación de algunos psiquiatras ante la insistencia de los internados en exponer una narrativa de su padecimiento contra la tecnificación diagnóstica.[29] J. Capetillo lo nombra “Tipología psiquiátrica contra relato del Sujeto”.[30] Ahí, en el Hospital General, en el Pabellón 16 se fundó un grupo denominado Estudios Sigmund Freud; que habría tenido participación también en el Hospital Infantil en la Ciudad de México.[31]

    Esa inquietud por sacar del atraso o inoperatividad de la atención asistencialista habría impulsado el interés de los médicos psiquiatras; provocando en los años del cuarenta la migración para buscar formarse en el extranjero y al regreso implementar cambios, ligados al psicoanálisis, en la institución de salud mental del país. La nueva generación de psiquiatras:

    “tomó consciencia del notorio atraso de la psiquiatría en México, de la falta de normas y requerimientos que regularan su ejercicio, de la incapacidad de recibir una preparación adecuada en el país; también adquirieron conciencia de la necesidad de que en el futuro existiera una escuela sólida, capaz de brindar preparación y entrenamiento, fue así como en los años de 1947 a 1950 muchos de sus miembros salieron al extranjero a recibir las enseñanzas correspondientes”.[32]

    A su retorno se fundaron los mencionados grupos y asociaciones orientados por el discurso psicoanalítico, que estuvieron ligados a la psiquiatría institucional del país.

    Pese a lo anterior, cuando se posibilitó una práctica clínica con el loco desde el psicoanálisis en la institución pública, una progresiva desligazón con la medicina mental institucionalizada sucedió dada la convergencia de las complejas problemáticas adyacentes y posteriores al movimiento revolucionario, del relevamiento del modelo del gran manicomio que era La Castañeda por la construcción de los Centros de Salud regionales en las crecientes urbes del país, así como la tecnificación de la práctica médica; situación coadyuvada por la migración en la década del cuarenta de los psiquiatras organicistas de España a México, generación de médicos en exilio que albergó a muy pocos adeptos al psicoanálisis.[33]

    También confluyeron las políticas sobre la regeneración u homogenización de las etnias del país que los regímenes postrevolucionarios reimplementaron (pues ya estaban latentes desde antes del porfiriato) y la migración de los mexicanos interesados en el psicoanálisis a otros países en busca de formación al término de la década del cuarenta. El entendimiento organicista de la locura convergió con el ideario postrevolucionario: durante el cardenismo se creó la Secretaria de Asistencia Pública y los locos entraron en la categoría de “débiles sociales”; situación que siguió dando camino a la práctica tutelar.[34] Las décadas posteriores se caracterizaron por la adopción de modelos de intervención provenientes del pragmatismo organicista norteamericano (modelos normativos elaborados para la masificación de la atención a la salud mental, por ejemplo el de la psiquiatría preventiva).

    Dato significativo es el contraste ocurrido en tiempos de Lázaro Cárdenas: la política médica de concepción organicista, en gran medida, bloqueó la emergencia de la práctica analítica en la institución de salud mental; mientras que el exilio de los republicanos españoles allegados a la filosofía, la literatura y el arte –en convergencia con los movimientos culturales autóctonos– abonó el ambiente que posibilitó la instauración del psicoanálisis como ligado al campo de la cultura y las humanidades: Octavio Paz, Rodolfo Usigli, Héctor Azar, José Luis Cuevas, Frida Kahlo, Mariano Azuela, entre muchos otros, se vieron influenciados por el discurso freudiano.[35]

    De los años del treinta a los del cuarenta, tanto en el ámbito intelectual como a nivel de la institución de salud en el país, personajes con fuerte capacidad de liderazgo como Raúl Gonzáles, Guillermo Dávila y Alfonso Millán eran a quienes se ubicaba en la “corriente psicoanalítica” de la psiquiatría mexicana (que posteriormente fundaría la corriente frommiana). Empero sus actitudes respecto a la locura desentonan con la política del psicoanálisis freudiana: sostenían concepciones degeneracionistas-eugenésicas (A. Millán participó en materia de legislación hacia el control del loco y en la práctica del narcoanálisis).[36] No obstante, según J. Capetillo, R. Gonzáles parece merecer una deferencia respecto a esto último, pues mostró madurez en el entendimiento del psicoanálisis y a diferencia de sus contemporáneos plateó una crítica al degeneracionismo (situación que evidenciaría un efecto del discurso freudiano).[37]

    Son localizables situaciones específicas de cómo en México se fueron desvanecido las condiciones para el ejercicio clínico psicoanalítico con las “psicosis” en las instituciones públicas: En el Pabellón 16 de La Castañeda, cuando se organizaba un servicio de atención psicoterapéutica con orientación psicoanalítica a iniciativa de R. Parres y S. Ramírez, el proyecto habría sido abortado por los ejecutivos del Consejo del hospital, los médicos A. Millán y Raoul Fournier (del grupo de los frommianos).[38] Otra oportunidad de orientar la atención desde el psicoanálisis en la Clínica de Neuropsiquiatría del Seguro Social se habría perdido cuando R. Gonzáles retornó de su formación en Nueva York y la admisión fue aplazada por R. Parres; súmese la subsecuente muerte accidental (o quizás trágica) de R. Gonzáles.[39] Una más habría acontecido alrededor de 1958, cuando Jorge Velasco fue candidato a ocupar la plaza de psiquiatría infantil en la Academia Nacional de Medicina, pero R. de la Fuente presionó políticamente para quedarse con dicha plaza (situación que E. Fromm respaldaría); circunstancia que propiciaría una primera ruptura del grupo de los frommianos.[40]

    En los mencionados casos el motivo subyacente sería el mismo: la pugna por la ostentación de lo que legítimamente es el psicoanálisis; pero también una lid por el monopolio de la atención clínica y hasta la asunción de la toma de poder político en la medicina mental. Esta cuestión se revela como uno de los elementos específicos, de cariz político, que han incidido en el lugar que el psicoanálisis ha tenido ante la atención del loco en el país.

    Cuestionamientos al discurso y la praxis psicoanalítica

    Para tomar ejemplos en los que el psicoanálisis ha tenido participación en espacios de discusión sobre el loco, la locura y su atención, se pueden citar un par de textos producto de congresos y discusiones que en los años del setenta y el ochenta se llevaron a cabo en México relativos a la cuestión del trato al “enfermo mental” y a los grupos vulnerables: El libro Razón, locura y sociedad recopila las ponencias y el debate del ciclo de conferencias de 1975; donde intervinieron Franco Basaglia, Marie Langer, Igor Caruso,[41] Thomas Szasz, Eliseo Verón, Armando Suárez y Guillermo Barrientos. En las transcripciones puede encontrarse el debate sobre el lugar del psicoanálisis respecto al marxismo, la ideología, la opresión, la liberación, la enseñanza de Jaques Lacan y otros tópicos; asuntos que en esa década estaban en auge. En las intervenciones resuenan señalamientos al psicoanálisis como práctica burguesa (alejada de la población con carencias) y la crítica a lo embotado del psicoanálisis institucionalizado. Se discierne que el psicoanálisis no tiene un lugar concreto en la atención a las “psicosis” más allá del consultorio particular.[42]

    En otro libro titulado Manicomios y prisiones, del I Encuentro Latinoamericano y V Internacional de Alternativas a la Psiquiatría celebrado en 1981, pueden revisarse discusiones y participaciones de Félix Guattari, Robert Castel o Franco Rotelli, entre otros; así como de psicoanalistas, psiquiatras y psicólogos mexicanos críticos a la institución de salud mental. Sylvia Marcos señalaba como métodos de opresión de la sociedad las tecnologías “psiquiátrica (electroshocks y fármacos)”, “psicológica (el condicionamiento operante)” y el psicoanálisis: “la tecnología psicoanalítica (identificaciones, transferencias a figuras paternas)”; denunciando el uso de estas técnicas para “extraer información y para torturar mejor […] como tecnología de control político y como medio de destrucción”. Advertía del uso del psicoanálisis como un poder utilizado para manipular, mediante “el amor filial de una pobre mujer latinoamericana”, para que esta “delate y traicione su adhesión y fidelidad a una causa”; el uso de “las terminologías psiquiátricas, psicológicas y psicoanalíticas para denominar los efectos de la explotación, del hambre y de la masacre en nuestro continente” o para la fabricación de caracterologías al servicio de la alienación social desde “la interpretación sociológica burguesa”.[43]

    A esas imputaciones se le podría señalar que mientras se habla de la libertad de la persona, paradójicamente se ubica al sujeto como objeto dependiente de las maniobras de cualquier técnico; prácticamente incapaz de ejercer crítica o tomar postura a partir de su situación. Como si el adherirse, militar, abstenerse o ser reaccionario ante determinada “causa” (lo que a fin de cuentas es una postura política) no fuese circunstancia también debida a la historicidad y la ubicación discursiva que disponen respuestas; se puede hablar entonces de sujetos no advertidos de su posicionamiento político. Igualmente se puede indicar sobre la circunstancia de solicitar, someterse o ser sometido a algún tipo de atención psi; no es un asunto que se reduzca en el ejercicio del poder. Aquí el sujeto está en juego y cada situación es específica; hasta en el caso de quienes son tomados como objetos de atención tienen que ser considerados desde la condición ética del semejante, en los límites que una “discapacidad” disponga. A este respecto la cuestión del loco “psicótico” puede ser particularmente complicada.

    No obstante, entre aquellos señalamientos (que reflexionarlos no significa desestimarlos) la autora declaraba: “psicólogos, psicoanalistas y psiquiatras latinoamericanos rechazamos esta ideologización de la miseria en nuestro continente”. Acusa la utilización de las disciplinas por los regímenes de control; pero al tomar la voz por los sujetos que las practican distingue a estos del uso manipulante.[44] La crítica igualmente fue sostenida por R. Castel: mientras el psicoanálisis y las múltiples derivaciones psicoterapéuticas contribuyeron para la modernización de la psiquiatría pública, a la vez habrían favorecido la psicologización de la vida cotidiana; para lo cual concurriría un tipo de cliente “movido por un hambre de psicología”. Asimismo criticaba la aparente postura apolítica del psicoanálisis.[45]

    Las referencias citadas hacen cavilar que ciertas prácticas y discursos que en México se nombraron psicoanálisis –como ha ocurrido en otros países– han tenido una relación con los pasajes cuestionables de la historia de la medicina mental en tanto estrategia de control social. Piénsese en las tipologías o caracterologías del mexicano: empresas de orden normativista que dan lugar a procesos de exclusión social; de lo cual F. Gonzáles puntualiza:

    “Pero lo que me parece más importante es que a un problema de poder [la pugna por el monopolio institucional de la legitimación del psicoanalista] se le intente recubrir con un discurso que hace alusión a un tipo de nacionalismo mexicano, o a una supuesta «psicología del mexicano», la cual no es ni psicoanalítica ni sociológica ni histórica, sino una especie de sociohistoria espontánea”.[46]

    Construcción de la que eran participes tanto agremiados de la APM como frommianos de aquellas épocas.

    Otra es la higiene mental, ideología y práctica regidora de las maneras adecuadas de vivir o preventivas de la “enfermedad mental”, la disciplinarización del cuerpo y de la mente por vía de la persuasión o sugestión; discurso del que los psicoanalistas mexicanos no han sido ajenos, pues en el momento del despliegue de los programas de salud mental basados en la higiene mental hubo la presencia de médicos vinculados al freudismo[47] (por cierto que el llamado psicoanálisis humanista o frommiano tuvo su nicho en el Departamento de Higiene mental de la UNAM). J. Velasco comenta el devenir e influencia en las políticas públicas, tanto de salud como educativas, del movimiento higienista en México; el interés de los higienistas se había centrado en los campos de la regulación de la sexualidad, la alimentación, la práctica del deporte, el control de los adictos a drogas o la civilidad de la población en general, haciendo énfasis en la vigilancia de la infancia y la moralidad de los adultos.[48] El mismo autor señala:

    “Ese papel protagónico tiene que ver con el enorme apoyo que tuvieron los médicos a partir de del siglo XIX por parte de gobierno mexicano, para que ellos se hicieran cargo de la salud mental […] los médicos tienen el encargo formal de emplear todos sus recursos teóricos y prácticos para hacer frente a la locura […] los médicos son protagonistas del movimiento higienista que impulsan bajo la tutela del gobierno […] En ese recorrido el psicoanálisis se va haciendo visible de manera contundente”.[49]

    Si lo anterior se concatena con las lógicas y finalidades de “reingeniería social” en los programas de gobierno para la modernización del sistema de salud, el efectivo lugar del psicoanálisis como discurso y práctica subversivos queda problematizado. Los señalamientos críticos hacia el psicoanálisis siempre aparecen cuando este es utilizado como una psicología normativista: aplicación de nociones teóricas para determinar el “carácter” o “personalidad” del mexicano o sancionar comportamientos como anormales; con lo que queda alineado a los objetivos de las ciencias de la conducta y la psiquiatría organicista. Algunos de esos ejercicios sobre el establecimiento de la “idiosincrasia del mexicano” fueron de lectores de S. Freud: Ezequiel Chávez y el ya mencionado S. Ramos, que revelan peculiaridades en sus elucidaciones no acordes con lo freudiano; en el caso de E. Chávez una apelación a la espiritualidad o mística en el ser humano; con S. Ramos resuena el discurso higienista. Lo común es que ambos suponen como su interlocutor al Estado mexicano –pues no hablan a un sujeto o grupo de estos, sino a la estructura de poder–, asumiendo una misión: la buena intención de la comprensión de aquello que está mal en el mexicano para su reencause, o quizás su salvación.

    Aparece una divergencia que necesariamente incide en el lugar que ha tenido el psicoanálisis en relación a la atención al loco “psicótico”. Por una parte como un tratamiento alterno al manicomio, que hace crítica del poder sobre los sujetos; por otra como una teoría y técnica utilizada por el propio sistema de control gubernamental para la manipulación de la gente ¿Cómo entender esta contradicción? Para continuar habrá que hacer una localización del sentido que el vocablo “psicoanálisis” ha tenido en el país.

    ¿A qué se le ha nombrado “psicoanálisis” en México?

    Como en otras latitudes, lo que se ha denominado en el país “psicoanálisis” ha pasado por una serie de interpretaciones, lecturas en ocasiones parcializadas, en otras confusas y hasta equívocas. Historiadores de este campo han mencionado cómo en la década del veinte y subsiguientes, durante los inicios de la psiquiatría profesionalizada en el país, las alusiones al psicoanálisis pasaban por las discusiones entre S. Freud/P. Janet, S. Freud/A. Adler o S. Freud/C.G. Jung; constituyendo una arenga teórica ya debatida desde el discurso freudiano (por ejemplo el uso de las nociones de “subconsciente”, “síntesis mental”, “degeneración”, “complejo/sentimiento de inferioridad” o “utilidad social”); así como las lógicas que sostienen los discursos y prácticas de la eugenesia o de la higiene mental. Pero también a cuestiones sobre la legislación e interdicción de los alienados o hasta posturas políticas basadas en circunstancias de afinidad ideológico-racial ante los conflictos bélicos.

    Durante los últimos años del auge de la higiene mental en México el psicoanálisis habría sido convocado como componente comprensivo para la implementación del higienismo; no sólo en el campo de las “neurosis” o “psicosis”, sino también en la intervención con procesos educativos, sociales y cultuales. La orientación psiquiátrica se estableció entonces en la psicosomática y la noción de “personalidad” se tornó eje del discurso. En esta situación se llegó a nombrar como psicoanalistas a psicómetras, orientadores educativos o a participantes en la corrección de sujetos con “comportamientos agresivos y deficiencias de la personalidad que tenían como base ‘alguna deficiencia orgánica’”.[50]

    Hasta la década del cuarenta otro factor es la ausencia de uno o varios actores específicos que sostuvieran el discurso y la práctica psicoanalítica en términos de una enseñanza doctrinaria (como en otras latitudes sucedió, que alguien se encargaba de fundar y sostener el psicoanálisis en determinada ciudad o región del orbe); pues las pequeñas agrupaciones de estudiosos del psicoanálisis tenían un carácter informal y los pocos intelectuales mexicanos (que no fueron psiquiatras) que tuvieron contacto con textos de S. Freud no buscaron establecer una práctica clínica analítica.

    Como se señaló, después de La Castañeda (donde se dieron los primeros acercamientos al freudismo) y de la extensión de la influencia psiquiátrica fuera del hospital con el proyecto higienista, una de las vertientes que se denominó psicoanálisis tuvo nicho en la Facultad de Medicina de la UNAM. Ya se ha mencionado la presencia de E. Fromm y su psicoanálisis humanista, después rebautizado como dialéctico.

    Pero es menester preguntarse: y en el humanismo frommiano, ¿cuál es el lugar a la cuestión del tratamiento a las “psicosis”? Víctor Saavedra en La promesa incumplida de Erich Fromm cuestiona la existencia de una técnica de abordaje clínico –congruente con los postulados teóricos– elaborada por E. Fromm; puntualiza que dicha elaboración quedó sin consecución, situación condicionada por los mismos resortes que mueven el pensamiento frommiano: la elaboración de una Weltanschauung, la no utilización del método psicoanalítico, el rechazo de la metapsicología, de la formación y función del síntoma, una lectura confusa de la transferencia –por ende rechazo de la formulación freudiana del inconsciente–, así como una suerte de ostracismo que llevó a dicho autor a no dialogar con los psicoanalistas que le fueron contemporáneos, ente otros factores.[51] Desde el discurso y tónica frommiana es difícil ubicar lo concerniente a la atención analítica de las “psicosis”, pues la formación se dirigía a la intervención educativa y social con un cariz trascendentalista; además de que, como Guadalupe Rocha señala, resulta confuso que quien se formara en el psicoanálisis humanista –considerado ciencia psicosocial– recibiese un grado académico de ciencia médica.[52]

    Una posibilidad es que el llamado a E. Fromm fuese la respuesta (formación de compromiso) ante otra demanda transversal adjudicada a la psiquiatría: el control de los “anormales”. Sujetos problemáticos no clasificables como “enfermos mentales”: los vagos, los alborotadores, los disidentes sociales y políticos, etcétera; aquellos que desde la infancia debían se cooptados en la familia, lo social, la institución de educación y los sistemas de producción de alimentos, bienes y servicios (que ya estaban en proceso de industrialización en el país). Tómese nota de hacia dónde apunta el discurso frommiano y que éste llegó justo en el momento del declive del discurso de la higiene mental a fines de la década de 1940 (que da cuenta de la caducidad de las nociones adlerianas y jungianas; pero sobre todo de un desplome de los efectos de la conducción de los sujetos vía la sugestión); quizás a manera de relevo ante el inminente fracaso higienista; y que dio paso al modelo de la “salud mental” como política de intervención psico-social protocolizada, establecido globalmente desde organismos internacionales en torno a la década de 1950.

    Posterior al retiro de E. Fromm, la psicodinámica (que amalgama las perspectivas interpersonales o culturalistas, la fenomenología, el existencialismo, etcétera) se academizó con el Departamento de Psicología Médica de la UNAM en 1955. Desde el ámbito de la psicología universitaria la psicodinámia se incluyó hasta los años del setenta; precedida por una década de psicólogos conductistas y en medio del debate académico sobre la base epistémica y aplicación de la psicología. Es de resaltar que lo psicodinámico generalmente ha sido un eclecticismo; por ejemplo en R. de la Fuente la psicodinámica tiene una resonancia más bien en P. Janet que en S. Freud.[53]

    Entre los disidentes a lo frommiano, entre los cuales estaban algunos clínicos de La Castañeda, aparece el tema del tratamiento a la “enfermedad mental”; varios de ellos habían tenido una experiencia clínica orientada psicoanalíticamente con las “psicosis” en otros países e impulsaban cuestionamientos al discurso organicista en la década del cincuenta.[54] G. Rocha cita a R. Parres, quien menciona que fue la exclusión del psicoanálisis en el tratamiento de las “enfermedades mentales” por parte de la psiquiatría oficial el motivo de la migración al extranjero; pero G. Rocha señala que, respecto al tal conflicto con la “psiquiatría oficial”, no queda claro a qué se refiere R. Parres con tal denominación.[55] Quizá R. Parres aludió a los médicos del grupo de los frommianos, con quienes se sostuvo la pugna por la legitimidad.

    Por otra parte, la medicina mental organicista, aunque no siga sus postulados, nunca ha sido del todo ajena al discurso psicoanalítico; y eso ha sido desde el comienzo con los escritos de S. Freud. Hay que tener en cuenta qué vertiente del psicoanálisis se difundía en la enseñanza psiquiátrica en general. No todo lo que se ha nombrado psicoanálisis ha sido necesariamente disidente a la medicina mental. Renato Alarcón señaló que el psicoanálisis (después de la Segunda Guerra Mundial) en América latina entró bajo la lectura anglosajona:

    “los psiquiatras latinoamericanos vemos a Freud y a la psiquiatría freudiana como un fenómeno típicamente norteamericano y, más específicamente aun, estadounidense […] la influencia norteamericana sobre la psiquiatría en Latinoamérica fue originalmente de naturaleza psicodinámica”.[56]

    Zenia Yébenes indica:

    “la visión orientada hacia la psicoterapia y el psicoanálisis en México los declaró [a los diagnosticados como “dementes precoces” o “esquizofrénicos”] irrecuperables […] Se propuso un modelo en el que la esquizofrenia era el fruto regresivo del surgimiento automático de las fuerzas primarias del ello, en un yo debilitado que sufría irremisiblemente sus efectos”.[57]

    En ese manejo de nociones resuena al entendimiento “psicodinámico” y fenomenológico. El siguiente apunte de Z. Yébenes es fundamental: una continuidad de las ideas de degeneración y regresión en diferentes marcos conceptuales (que para fines de esta exposición se pueden centrar en las vetustas distinciones de psicogenetistas u organogenetistas) que darían el aval de legitimidad científica para distinguir a los pacientes curables de los incurables:

    “el psicoanálisis y la psicoterapia que, tal como fueron comprendidos en México, suponían una prolongación de los antiguos anhelos del alienismo por la regeneración moral del nación”.[58]

    El psiquiatra Carlos Rodríguez mencionó en 1981 que las orientaciones psicoanalíticas en México han seguido influencias sucesivas: “ortodoxas frommianas, grupales, lacanianas u otras de mayor delimitación heterodoxa”; práctica clínica que ubica como “psiquiatría de ricos”; por ende la psiquiatría para los pobres sería la atención institucional masificada, aquella terapéutica de la hospitalización, de una lógica asistencialista. Pero aclaraba que tal divergencia no fue pura; las posturas de las terapias organicistas se confundirían con las psicoanalíticas.[59]

    Ejemplo de esto último podría ser el ya citado texto de R. de la Fuente Psicología médica. Cuando en dicho libro se hace referencia a la doctrina psicoanalítica se insistente en apelar a la supuesta falta de comprobación para las tesis sobre el lugar y la importancia de la sexualidad, calificándolas como especulativas o ya rebasadas. Un lector atento encontrará alusiones a las nociones y teorizaciones freudianas; pero sin empacho en mezclar proposiciones de E. Fromm o de C.G. Jung con las de S. Freud; posturas que en múltiples puntos y en sus consecuencias tanto clínicas como doctrinarias son divergentes. En no pocas ocasiones las referencias a lo freudiano son toleradas, pero con la condición de suprimir (o al menos difuminar) lo sexual; lectura muy influida por la ego psychology y vertientes interpersonales (culturalistas y humanistas). En un texto posterior del mismo autor, La patología mental y su terapéutica, aparece radicalmente la exclusión de lo freudiano del campo de la atención psiquiátrica (por tanto institucional):

    “las formulaciones psicodinámicas no metapsicológicas son válidas como aproximaciones a la verdad y a mi juicio deben mantener un lugar en el marco de la psiquiatría moderna”.[60]

    Si se hace un cruce de lo anterior se deduce entonces la existencia de varias orientaciones llamadas psicoanálisis, relacionadas con la atención clínica en instituciones públicas de salud mental:

    • En La Castañeda los alienistas/psiquíatras lectores de S. Freud.
    • Los agentes o profesionistas psi de la época de la higiene mental; ante la inexistencia del discernimiento de lo específicamente freudiano.
    • La perspectiva frommiana. Que fue relevada por la ecléctica psicología médica encabeza por R. de la Fuente; que daría el matiz psicodinámico (pero no freudiano) a la formación de psiquiatras en la UNAM.
    • En la que se formaron psiquiatras que buscaron hacer la especialidad en Estados Unidos, con una orientación nombrable como “psicodinámica”; para la época serían las vertientes interpersonales y la ego psychology (que seguiría la estructura de una postura tendiente a la positivización teórica y estandarización de la práctica, orientación que enarboló la profilaxis social y el higienismo). La frommiana quedaría ligada y fusionada a esta, perdiéndose sus límites en el eclecticismo.
    • Otro frente lo conformaron las “escuelas” argentinas (kleinianas) y francesas (previas a la escisión encabezada por J. Lacan) fomentado en grupos y asociaciones fundados por otros clínicos que emigraron del país para formase como psicoanalistas; cuyos sujetos de atención en buena medida serían de clases sociales con solvencia económica (a excepción de la atención dirigida a población abierta, que por lo general las asociaciones y agrupaciones ofrecen con cuotas módicas; una suerte de servicio social[61]).
    • Una serie de circunstancias se agregaron dada la irrupción de las mujeres en el escenario del psicoanálisis, con la formación de la Asociación Mexicana de Psicoterapia Analítica de Grupo (AMPAG) en los años del sesenta. A partir de la década del setenta hacia el ochenta la formación de otras asociaciones no supeditadas por la IPA, como el Círculo Psicoanalítico Mexicano; un nuevo frente editorial que difundió la literatura psicoanalítica dirigido por Armando Suarez; así como la llegada de los psicoanalistas exiliados por la represión y persecución de las dictaduras sudamericanas, muchos de ellos lacanianos, que se incluyeron en universidades y la atención asistencial institucional. Estas condiciones progresivamente abrieron el panorama de la formación y el ejercicio del psicoanálisis en México.[62]

    No son las mencionadas todas la orientaciones, vertientes, escuelas o sociedades que se han gestado en el país; como tampoco se pretende especificar la formación que hayan recibido los clínicos de este amplio periodo que comprende varias décadas;[63] pero ya estas reseñas permiten ubicar una heterogeneidad respecto a lo que ha sido nombrado o vinculado al psicoanálisis en la atención al loco “psicótico”.

    Además la situación de aislamiento entre agrupaciones no habría sido tan tajante como se desprende de los decires de algunos de los citados autores. Se sucedieron intercambios entre los implicados en determinados niveles (esto si se tienen en cuenta las discusiones y disputas por la determinación de la legitimación del psicoanalista); como lo sucedido en Guadalajara, donde Manuel Fernández (frommiano) y Enrique Torres (de la APM) participación en la fundación de la Asociación Psicoanalítica Jalisciense, o la inclusión de las discusiones sobre J. Lacan en los diversos gremios.

    1. Capetillo ha planteado seguir la dirección tomada por Hugo Vezzetti y diferenciar entre “freudismo” y “psicoanálisis” a partir de incluir la práctica psicoanalítica únicamente en el segundo término.[64] Lo enuncia así: “consideramos como freudismo: la mera función enunciativa del discurso, mientras que: psicoanálisis, incluiría esta función y, además, el ejercicio de la clínica psicoanalítica”. Propone la aparición del freudismo en La Castañeda y como inicio de la práctica psicoanalítica la década del cincuenta. Este acontecer lo establece en tres etapas: Recepción (1920-1931), implantación (1932-1948) e institucionalización (1949-1957).[65]

    Sin embargo, aunque facilite una distinción, la diferenciación freudismo (discurso) – psicoanálisis (práctica + discurso) no solventa completamente la situación. La propuesta admite ubicar al freudismo como una utilización de la doctrina psicoanalítica a manera de una Weltanschauung o concepción de mundo, característicamente acrítica y con fines de comprensión; como una ideología (lo que, en efecto, ha ocurrido; piénsese en los primeros acercamientos de los años del veinte en adelante, que buscaron una orientación para la aplicación de medidas preventivas-correctivas de las patologías mentales o la creación de mistificaciones de una mexicanidad); situación que supondría una contrariedad a la doctrina proveniente de S. Freud. Por otra parte llamar psicoanálisis a la práctica “ortodoxa” convoca a la discusión sobre qué es lo legítimamente designable como psicoanálisis y quién es psicoanalista; quién es freudiano y quién no (el debate más bien pasional de aquellos grupos psicoanalíticos en pugna). Aparecen preguntas que pueden tornarse bizantinas: ¿Hay psicoanalistas no freudianos? y su inversa ¿Freudianos que no sean psicoanalistas?, ¿Kleiniano, lacaniano, pero no freudista?, y n cantidad de combinaciones. Súmese los psicoanalistas que no se han formado en asociaciones o agrupaciones ni convergen con estas.

    Paul-Laurent Assoun ubica que el freudismo –su estructura y su procedimiento, sus resortes– está formulado para nunca convertirse en una Weltanschauung:

    “el ‘freudismo’ es lo que impide que el ‘psicoanálisis’ se reduzca a sí mismo, a su propia objetividad. Construir una etiqueta doctrinal añadiendo el sufijo ismo a un nombre propio no es algo raro. Lo que sí es singular es haber hecho coexistir esa ‘doctrina’ extrapolada de un nombre propio –el de Freud– con la ‘disciplina’ cuyo inventor fue el propio Freud, es decir, el psicoanálisis. Es un hecho histórico que el término ‘freudismo’ ‘duplicó’ muy pronto al término ‘psicoanálisis’ y que ha tenido una vida singularmente dura”.[66]

    Lo freudiano del psicoanálisis es una “huella crónica material e innegable de su acta constitutiva de fundación […] genealógica y arqueológicamente inseparable”.[67] El ser freudiano requeriría asumir el supuesto del inconsciente; reconocer la represión y la resistencia; apreciar la sexualidad edípica.[68]

    No obstante estos componentes han sido y siguen siendo materia de debate. En los años del setenta Gilles Deleuze y F. Guattari cuestionaban tanto el dispositivo como la doctrina freudista. Por ejemplo, de la denominada sexualidad edípica señalaban que era “El chantaje freudiano [que] consiste en esto: o bien reconoces el carácter edípico de la sexualidad infantil, o bien debes abandonar toda posición sobre la sexualidad”;[69] dando lugar a su propuesta no freudiana del esquizoanálisis.

    El ya referido R. Castel era categórico cuando, a contrapelo de los psicoanalistas (y las sociedades y agrupaciones que constituyen) que han postulado lo freudiano como contrario a las ideologías (particularmente crítico y subversivo con la medicina mental), definía lo que nombró psicoanalismo como: “un proceso de ideologización producido por el psicoanálisis”.[70] Consideraba que, a la vez que los psicoanalistas mistifican al psicoanálisis, eluden o llanamente callan sobre los problemas sociopolíticos y su relación con los sistemas de poder, absolviéndose con discursos retóricos de la responsabilidad de su práctica. Según el sociólogo francés, el psicoanalista:

    “Modifica la imagen característica de esa institución [el hospital] y con ella su eficacia social; inculca a los subordinados una doctrina y promueve una manera de tratar los problemas a partir de una relación de poder en la institución; interviene modificando el destino social de algunas personas al entregar diplomas y firmar certificados; alimenta el mercado de trabajo y quizás, cosa horrible a los ojos de algunos, hasta ‘cura’ enfermos”.[71]

    Eso no sería ni bueno ni malo; la insistencia está en no sostener al psicoanálisis como una práctica neutral, ingenua y ascética (¿o aséptica?) respecto a las formas del poder y la captación del sujeto y de lo histórico-social. R. Castel ejerció su estudio en los tiempos de una fuerte presencia del psicoanálisis en Francia y posteriormente en los Estados Unidos, cuando en lo institucional (universidad y sistema de salud) los psicoanalistas tuvieron espacios de tomas de decisión para orientar la práctica de atención pública en dichos países.

    Con lo ya revisado se puede establecer que en México no habría sucedido tal fenómeno de hegemonía del discurso y la práctica psicoanalítica en la institución pública de salud mental que asiste a sujetos considerados psicóticos. Sin embargo hay que tomar nota de los efectos de la extendida aparición de grados académicos ofertados por asociaciones o agrupaciones, donde se ofrece capacitación para el ejercicio del psicoanálisis; situación que justificaba a algunas de las hipótesis de R. Castel para ubicar al psicoanalista o al psicoterapeuta como un profesionista participe de un mercado de servicios.[72]

    La valoración de qué formas discursivas y prácticas llamadas psicoanálisis –que puedan ser consideradas como tales– no resulta obvia. Por no ser el objetivo de este ensayo la determinación de a qué sí y a qué no resulta válido nombrar psicoanálisis en lo acontecido en las instituciones de salud mental del país, no se aplicó la distinción freudismo/psicoanálisis (aunque ha sido inevitable que algunos personajes y situaciones mencionadas requirieron ser cuestionados respecto a esto); por la misma razón tampoco se han utilizado otros prefijos como post (que resulta redundante, ya que todas las alternativas son postfreudianas) y para o seudo (parafreudiano/seudofreudiano).

    Algunas coordenadas que pueden ser pertinentes (y debatibles) para ubicar la efectividad de lo nombrado psicoanálisis son: que aquellos quienes han postulado hacer psicoanálisis han partido de una orientación crítica en la Doctrina (no como una teoría finiquitada, sino como un saber en construcción); el requerimiento de pasar por la experiencia de acudir con un psicoanalista y ser analizante; dar cuenta de su práctica y los efectos de ésta; así como una postura ética hacia la singularidad del otro, que admite la paradójica relación entre síntoma y deseo. A lo anterior hay que agregar la utilización exclusiva del Método psicoanalítico (la no aplicación de medicamentos, técnicas del campo psicológico, hipnosis, homeopatía, masajes, adivinación, coerción, etcétera). Lo que en suma establece una determinada política del psicoanálisis que se ve reflejada como postura ética hacia el sujeto, pero también respecto a las lógicas institucionales o de control social. El análisis de esta índole tendría que hacerse situación por situación y caso por caso.[73] Un dispositivo para la atención del sujeto loco “psicótico”, que estuviese orientado psicoanalíticamente, asumiría en conjunto una ética y política analítica.

    En este punto se pueden señalar elementos que han condicionado el lugar del psicoanálisis ante la atención al loco y la locura en instituciones públicas de salud mental en México:

    • Las políticas públicas de control social para la modernización del Estado mexicano que dieron lugar a la institución de salud mental; que son incompatibles con la política analítica.
    • La respuesta de algunos personajes que fueron ligados al psicoanálisis a los fines de establecer una caracterología del mexicano; convocatoria proveniente del proyecto nacionalista.
    • Ante el fracaso del manicomio, la apelación al psicoanálisis como intento de comprender al loco, cuando la locura ya había rebasado los marcos y procedimientos del alienismo.
    • El interés de los clínicos en atender la locura, que les llevó a traer una figura reconocida o a salir del país para buscar formación como psicoanalistas.
    • El reforzamiento de la siempre presente postura organicista y la migración de médicos provenientes del exilo español.
    • El afianzamiento de los dispositivos de salud mental que siguen las políticas de atención masificada.
    • La disputa entre los grupos antagónicos; cada cual asumía ser quien legitimaba a los psicoanalistas; lid que provocó un continuo boicot de los proyectos de tratamiento orientado psicoanalíticamente en instituciones públicas.
    • Una diversidad de orientaciones llamadas psicoanálisis; en muchos casos desavenientes con los resortes de la clínica psicoanalítica; que además no necesariamente se orientan hacia la atención a las “psicosis”.
    • Las prácticas, también nombradas psicoanálisis, que han sido cuestionadas como comparsas del control social (la higiene mental).
    • La orientación de la medicina mental apostada en el organicismo y el control-normativación del pensamiento y la conducta; que al suponer un conocimiento científico sobre la “enfermedad mental” omite el cuestionamiento acerca del loco y de la locura.

    Todos esos elementos se articulan transversalmente con los momentos de la política y las condiciones de lo social que desde el Estado mexicano han tomado forma durante el fin del siglo XIX y el siglo XX.

    La situación de inadvertencia de las condiciones políticas en que estaban inmersos o que asimilaron los sujetos actores de cada circunstancia y momento histórico habrá que sumarla como componente de lo inconsciente que ha trastocado la posibilidad de un dispositivo clínico en lo institucional. El psicoanálisis en México, como las rivalidades entre grupos muestran, ha emulado “inconscientemente” el sistema político mexicano en diversas épocas; contexto que J. Velasco puntualiza: construcciones sobre el carácter del mexicano, a la par de los requerimientos del proyecto nacionalista; conformación de agrupaciones en pugna por la legitimidad, a la manera del corporativismo; justificación pública para el uso de la psicoterapia, al modo de los servicios institucionales que decretó el régimen postrevolucionario.[74]

    Una cuestión a profundizar es cómo en México los discursos y prácticas llamados psicoanalíticos (queden validados o no como freudianos) han participado en el sostenimiento de ideologías y del control social. Se trata de no hacer caso omiso a los reproches de los críticos al psicoanalismo y las psicoterapias. La historiografía crítica de la medicina mental ha procurado desentramar las lógicas discursivas que han sostenido las prácticas para el control social. Pero resultaría ingenuo pensar que el psicoanálisis no participa de la transformación y creación de los sentidos de lo singular, lo social, lo cultural, la salud y las formas de malestar subjetivo; por ejemplo el loco y la locura.

    Empero, hay psicoanalistas que atienden a sujetos “psicóticos” en México

    A pesar de los intentos fallidos en las instituciones del Estado, se puede afirmar que el psicoanálisis en México ha producido modificaciones análogas a lo sucedido otras latitudes. Siguiendo a Charles Brisset, se trata de dos efectos en la relación con el loco: “el quebrantamiento de los marcos de referencia y el acercamiento al enfermo”.[75] Si se pone atención en que quienes practican el psicoanálisis se ven cuestionados por su relación con la locura, en tanto el contacto con el nombrado “psicótico” afecta en la propia subjetividad –de ahí el distanciamiento con las políticas manicomiales–, no es sostenible alguna sugestión de una mera indiferencia de los psicoanalistas mexicanos (al menos no de todos) a las prácticas y políticas para el tratamiento del loco y la locura.

    Otro factor en juego es una actitud, en ocasiones cerrada al diálogo, de algunos profesionistas y titulares de instituciones de salud mental o asistencial hacia el psicoanálisis. Con el pretexto –nunca argumentado ni evidenciado– de que el psicoanálisis no serviría para “enfermos mentales” se ha llegado a coartar la posibilidad de la atención orientada analíticamente. Este tipo de actitudes tienen como una de sus raíces la divergencia respecto al entendimiento del psicoanálisis sobre malestar, el síntoma o las formas de la locura (su función en la subjetividad), que determinan la orientación y fines del dispositivo analítico; una disparidad con los determinantes del discurso de la psicopatología que estipulan los procedimientos de las disciplinas o terapéuticas del campo de la salud mental, emuladores del modelo médico.[76]

    Con la diversidad respecto a lo que se ha nombrado psicoanálisis se han creado espacios para la atención al loco y la locura que han declarado seguir una orientación psicoanalítica. Algunos ejemplos: Silvia Radosh e Irene Lenz mencionan que en la AMPAG “Se trabajaba con niños, adolescentes, adultos, parejas, familias y psicóticos” en la clínica.[77] Otro antecedente es la Comunidad Terapéutica del Estado de Michoacán (fundada por egresados del Instituto Mexicano de Psicoterapia Psicoanalítica de la Adolescencia) que estuvo en funciones durante el periodo de 1982 hasta 1987. A instancias de psicoanalistas como Juan Carlos Plá y Esperanza Pérez de Plá, entre otros, se creó el grupo Teseo; en 1987 se fundó la Asociación Mexicana para el Estudio del Retardo Mental y la Psicosis, en la primera década del 2000 el Espacio de Desarrollo Infantil e Intervención Temprana; también el Centro psicoanalítico Monte Albán para Adultos con psicosis.[78]

    Cambios en el trato al sujeto institucionalizado han sido efecto de generaciones de profesionistas del campo psi (psiquiatras, psicólogos, trabajadores sociales, enfermeros, cuidadores, etcétera) que se vieron concernidos por el psicoanálisis, así como de los movimientos antipsiquiátricos y el auge de trabajos sociológicos en la materia. Valga un caso en una institución pública: habría sido durante la jefatura del periodo entre los años del ochenta y del noventa del siglo pasado que se abrieron las puertas del Servicio de psiquiatría del Hospital Civil de Guadalajara (entrada que había estado cerrada de antaño), se reduce el espacio físico del pabellón y se propone un modelo de Comunidad terapéutica que no logró consolidarse por la incompatibilidad con el funcionamiento del mismo hospital.[79]

    Los anteriores se mencionan para ejemplificar, pues no es viable hacer aquí el recuento de todos los espacios fundados que han estado orientados para la atención al loco “psicótico” (o al menos generaron algún movimiento tendiente hacia la desmanicomiación). Lo que destaca es que los dispositivos han sido fundados por fuera de la institución gubernamental; situación que se discierne como motivada en buena medida por la incompatibilidad con las políticas asistencialistas. Es de notar que con la pérdida de la hegemonía médica en las agrupaciones psicoanalíticas, a partir de la década del setenta –emparejado con el auge del discurso lacaniano–, analistas empezaron a hacer incursiones en establecimientos psiquiátricos;[80] como en su memento sucedió en la Clínica San Rafael en años de esa misma década, en que se instauró un servicio de Salud Mental Comunitaria donde participaron psicoanalistas como integrantes de un equipo interdisciplinar.[81]

    Practicar el psicoanálisis es abrir una puerta para contactar con el loco y la locura. El psicoanalista –aquél que esté advertido de las formas en que la locura se hace presente– puede ubicar con criterios disimiles a los de la psicopatología médica la condición de un padecimiento subjetivo severo. A los consultorios de los analistas (sean particulares o en servicios públicos) llegan o son llevados sujetos en dicha condición; es inevitable que la actividad del psicoanalista, en cualquier situación que se despliegue, llegue a ponerlo en contacto con el loco y la locura (familiar, social, institucional) que lo circunda.

    En seminarios, coloquios, conferencias, publicaciones y demás dispositivos de transmisión los psicoanalistas –agremiados o que sostienen una práctica independiente de las asociaciones y agrupaciones– continúan dando cuenta de su labor con estos sujetos. Evidencias de que existe una práctica psicoanalítica con el loco y la locura; que dada la estructura y condiciones del dispositivo analítico (la confidencialidad, los criterios de orientación sobre las condiciones del sujeto, el tiempo necesario para el despliegue del tratamiento, las contingencias de cada situación, etcétera) no puede verse reflejada en estadísticas de atención, como en el aparato institucional médico. Como se mencionó, hacer el rastreo de todos los psicoanalistas que en cada consultorio, en la institución u otros dispositivos atienden a sujetos locos o que portan locura es inviable y hasta desaconsejable. La atención analítica al sujeto “psicótico” existe, pero como una práctica en la confidencialidad.

    CONCLUSIONES

    Las siguientes conclusiones se proponen como provisionales, dado lo limitado del material consultado. Este escollo puede deberse, como se mencionó previamente, a que la literatura psicoanalítica elaborada por autores mexicanos o aquella que sea referente a la materia de elucidación del presente ensayo, está muy dispersa y es relativamente inconstante en su elaboración o que no ha estado al alcance del autor del presente documento. Es posible que haya hecho falta una producción y difusión mayor de documentos que abordasen la práctica psicoanalítica en instituciones públicas del país o que éstos ya no son fácilmente asequibles.

    En México, no obstante que los primeros clínicos ligados al psicoanálisis fueron psiquiatras y trabajaron en instituciones públicas de salud mental, el psicoanálisis y la medicina mental institucional han transitado por senderos diversos respecto a la política pública establecida de atención a las “psicosis” en el proceso de modernización de la institución asistencial.

    La literatura consultada sugiere que en las instituciones públicas la práctica clínica del psicoanálisis no ha tenido un lugar específico como dispositivo; no se encuentran sistemas de atención, orientados en el psicoanálisis, en las instituciones del Estado mexicano. A lo sumo ha habido experiencias de atención analítica sostenidas por clínicos o por agentes que tuviesen afinidad al psicoanálisis.

    Eso no es un aspecto de menor importancia. En el ámbito de la atención al loco los cambios se han dado por iniciativas de sujetos cuestionados por la locura; no así desde las políticas sanitarias o los avances de la tecnología, como la apariencia de lo que se supone condiciona el abordaje científico de las “enfermedades mentales” podría indicar. Martha Mancilla lo menciona respecto a los manicomios: “Los pocos cambios registrados al interior de estos establecimientos fueron producto de la iniciativa personal de los directores en turno, y no de una política médica generalizada”;[82] lo que hace conjeturar que se trata, en cada ocasión, de una singularidad para el trato al loco en el país.

    Un elemento toral es que tanto en su “génesis” en el marco de la atención a la locura a principios del siglo XX como en subsiguientes situaciones, el psicoanálisis ha sido convocado por aquellos que tiene una práctica con otros sujetos; ahí donde los marcos de referencia teóricos y las intervenciones protocolizadas son rebasados por las demandas, donde la subjetividad apremia. No así donde prima el componente ideológico, la normalización y el control social tomado como científico; lugar desde donde frecuentemente se diseñan las políticas estandarizadas de atención en materia de salud mental dirigidas a la población, que por lo general no toman en cuenta la voz de los sujetos sobre los que se ejercen.

    Recapitulando: Donde se le ha dado cabida el psicoanálisis ha permeado en instituciones públicas y tenido resonancia según las condiciones determinadas por las épocas y el entendimiento de lo freudiano. Ha generado cambios en la forma de la relación de asistencia, propiciado un acercamiento al padecimiento y logrado moderar la objetivación de los sujetos atendidos. El primer cambio sería consecuencia del freudismo convocado ante la desilusión del no-poder curar la locura desde la segunda década del siglo XX, fracaso que J. Capetillo apostrofa como “médico-psiquiátrico”; una subsecuente apelación al psicoanálisis en los años del treinta fue para la comprensión de algo que puede llamarse la locura de lo social (que si bien supuso la ingenua intención de guiar a los sujetos hacia la higiene mental o “lo bueno”, da cuenta del fracaso que supone utilizar al psicoanálisis como una teoría comprensiva para el control social), que sentó las bases para el llamado al psicoanálisis humanista desde la década del cincuenta; otro freudismo se tejió en las décadas del sesenta y setenta con la afluencia de orientaciones psicoanalíticas críticas al sistema político y las instituciones del Estado. Junto al caleidoscópico discurso genéricamente llamado antipsiquiátrico y la crítica social, la llegada del lacanismo supuso otras coordenadas para el cuestionamiento sobre el loco y la locura, así como el discurso y la práctica del análisis.

    No obstante que un dispositivo analítico no fue localizable como modelo en el diseño de las lógicas y programas institucionales públicos, en algunos lugares ha habido quien lo practique y su influencia ha marcado cambios en el trato al loco y la locura. La práctica ha sido desplegada en su mayor parte en consultorios particulares, grupos o asociaciones y en algunas universidades públicas, que en buena medida han fungido como alternativa a la dominante postura normativista sobre la locura y otras problemáticas subjetivas. Por un carácter de aplicación masiva, pragmática y cortoplacista (es decir, un criterio que ha pretendido economizar en materia de recursos financieros la atención a la salud mental) se han privilegiado otras opciones de tratamiento en los sistemas de salud pública del Estado.

    La cuestión de si el psicoanálisis y los analistas han estado o han sido relegados de la atención pública al sujeto loco “psicótico” en México no sólo concierne a los discursos y las políticas hacia el loco, sino a los actores de dichas políticas encausadas hacia el asistencialismo y el control de la locura. Pero la insistencia del psicoanalista con el loco se corresponde a lo que J. Lacan señaló como el no retroceder ante la psicosis, que es también no retroceder ante la locura; incluida la institucional y la del Estado.

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    [*] Psicoanalista. Maestro en Psicología Clínica por la Universidad Autónoma de Querétaro. Responsable del Área de Psicología Clínica en Organización Puente de la Institución a la Sociedad A. C. en la ciudad de Guadalajara, México.

    e-mail: maciasterriquez@gmail.com

    [1] Una versión previa de este trabajo se presentó en el Coloquio “Locura y lazo social. Diálogos acerca del malestar subjetivo”; realizado en la ciudad de Guadalajara, México, los días 28 y 29 de abril de 2016.

    [2] Cf. Capetillo, J. (2008) “CUERPOS SIN HISTORIA. DE LA PSIQUIATRÍA AL PSICOANÁLISIS EN MÉXICO” p. 208, Capetillo, J. (2010) La emergencia del psicoanálisis en México. 1910-1957; tesis doctoral, pp. 118-122.

    La tesis de Guevara Oropeza puede consultarse en Villaseñor, S., Rojas, C. y Garrabé, J. (2011) Antología de textos clásicos de la psiquiatría latinoamericana.

    [3] Cf. Dupont, M. “Breves noticias sobre la Asociación Psicoanalítica Mexicana y el psicoanálisis en México” en Reynoso, M. (2012) Historia del psicoanálisis en México. Pasado presente y futuro p. 79.

    [4] Para la contextualización de la situación política y los conflictos con el régimen de Estado por los que atravesaba la entonces UNM, que concluyeron con su declaración de autonomía –época en que converge la introducción del psicoanálisis a ese campo de lo universitario– cf. Velasco, J. (2014) Génesis social de la institución psicoanalítica en México pp. 158-177.

    [5] Datos de las vicisitudes del periodo en que Fromm estuvo en México y el grupo que se conformó entorno a él son señaladas en Saavedra, V. (1994) La promesa incumplida de Erich Fromm.

    [6] Cf. Gallo, R. (2010) Freud en México. Historia de un delirio pp. 211-245 y cf. Gallo, R. “Freud y Stalin en México” en Reynoso, M. (2012) Op. cit. pp. 21-42.

    También Velasco, J. (2014) Op. cit. pp. 132-145; donde se narra sobre otro abogado José Dávila y el criminólogo Alfonso Quiroz, también interesados en las tesis freudianas. En este mismo tenor Cf. Ríos, A. (2016) Cómo prevenir la locura pp. 157-191.

    [7] Gallo, R. (2010) Op. cit. p. 19.

    [8] Cf. Villaseñor, S. (2006) Voces de la Psiquiatría pp. 243-275 y cf. Velasco, J. (2014) Op. cit. pp. 271-272.

    [9] Cf. Capetillo, J. (2010) Op. cit. pp. 159 y 174.

    [10] Cf. Gonzáles, F. (2011) Crisis de fe. Psicoanálisis en el monasterio de Santa María de la Resurrección, 1961-1968 p. 66.

    [11] Sobre hechos histórico-sociales, políticos y científicos en derredor del surgimiento del psicoanálisis en México –que caracterizan su tardía implantación y la presencia de grupos antagónicos de origen–: Capetillo, J. (2010) Op. cit. Para más datos sobre la situación de las agrupaciones se puede revisar Rocha, G. (2001 [1998]) Las instituciones psicoanalíticas en México (Un análisis sobre la formación de analistas y sus mecanismos de regulación). En el artículo de Susana Rodríguez “Ensayo historiográfico del psicoanálisis en México” también se localizan acotaciones y referencias de las vicisitudes de los movimientos psicoanalíticos (Rodríguez, S. [2011] Trabajos del psicoanálisis). Lecturas testimoniales de las cuestiones referentes a las asociaciones y grupos psicoanalíticos en Reynoso, M. (2012) Op. cit.

    [12] Cf. Pérez-Rincón, H. (1995) Breve historia de la psiquiatría en México.

    [13] Cf. Calderón, G. (2002) Las enfermedades mentales en México: desde los mexicas hasta el final del milenio.

    [14] Ramírez, S. (1971) “HISTORIA DEL MOVIMIENTO PSICOANALÍTICO EN MÉXICO” pp. 42-43. El corchete es mío.

    [15] Cf. Ibid. p. 43.

    [16] Cf. De la Fuente, R. “Historia de la psiquiatría en México” en Mariátegui, J. (1989) LA PSIQUIATRÍA EN AMÉRICA LATINA p. 144.

    [17] Idem. (1992) Psicología médica.

    [18] Idem. “Historia de la psiquiatría…” en Op. cit. p. 147.

    [19] Cf. De la Fuente, R. et al (1988) “La formación de psiquiatras en la República Mexicana” p. 4.

    [20] Cf. Velasco, R. (1974) “El futuro de la psiquiatría institucional en México” p. 122.

    [21] Calderón, G. “La salud comunitaria en México” en Sánchez, H. (1974) La lucha en México contra las enfermedades mentales p. 18.

    [22] Idem.

    [23] De la Fuente, J-R. y Heinze, G. (2014) “La enseñanza de la Psiquiatría en México”.

    [24] Cf. Galende, E. (1994) Psicoanálisis y salud mental. Para una crítica de la razón psiquiátrica y cf. Mariátegui, J. (1989) Op. cit.

    [25] Cf. Sacristán, C. (2010) “La contribución de La Castañeda a la profesionalización de la psiquiatría mexicana, 1910-1968” p. 474.

    [26] Velasco, J. (2014) Op. cit. pp. 31-32.

    [27] Capetillo, J. (2008) Art. cit. p. 212. El corchete es mío.

    [28] Cf. Ibid. p. 219.

    [29] Cf. Rivera, C. (2010) La Castañeda. p. 162.

    [30] Capetillo, J. (2010) Op. cit. p. 89.

    [31] Cf. Rocha, G. (2001 [1998]) Op. cit. p. 488 y cf. Capetillo, J. (2010) Op. cit. pp. 157-162.

    El servicio cerró en 1970 por repetidos y no elaborados conflictos de poder entre los actores.

    [32] Parres. R. y Ramírez, S. (1966) “Historia del movimiento psicoanalítico en México”, citado en Velasco, J. (2014) Op. cit. p. 45.

    [33] Cf. Pérez-Rincón, H. (1995) Op. cit. p. 96.

    [34] Cf. Sacristán, C. (2001) “Una valoración sobre el fracaso del Manicomio de la Castañeda” pp. 111-118.

    [35] Cf. Capetillo, J. (2010) Op. cit. pp. 201-203 y cf. Gallo, R. (2010) Op. cit. pp. 89-127.

    [36] Cf. Capetillo, J. (2010) Op. cit. pp. 135-156 y 162-168.

    [37] Cf. Ibid. pp. 168-171.

    [38] Cf. Ibid. p. 231.

    [39] Cf. Ibid. p. 232.

    [40] Cf. Saavedra, V. (1994) Op. cit. pp. 148-149.

    [41] Sobre la participación de I. Caruso en el programa de exterminio del Estado nazi, así como las conmociones y el cisma que provocó esa develación en el Círculo Psicoanalítico Mexicano: González, F. (2015) Igor A. Caruso: Nazismo y eutanasia.

    [42] Basaglia, F. et al (1978) Razón, locura y Sociedad.

    Respecto a la burocratización y la esclerosis de la atención y la producción doctrinaria, Saavedra menciona que esa parálisis institucional en el psicoanálisis comenzó en la década del veinte, en el Instituto Psicoanalítico de Berlín; fenómeno que se habría repetido en el frommiano IMP (cf. Saavedra, V. [1994] Op. cit. pp. 61-62).

    [43] Cf. Marcos, S. (1983) Manicomios y prisiones.

    [44] Cf. Marcos, S. “INTRODUCCIÓN AL PRIMER ENCUENTRO LATINOAMERICANO DE ALTERNATIVAS A LA PSIQUIATRÍA” en Marcos, S. (1983) Op. cit. pp. 13-20.

    [45] Cf. Castel, R. “SOCIEDADES TRANSNACIONALES, PSIQUIATRÍA Y APARATO DE ESTADO en Ibid pp. 36-38). El desarrollo de esta tesis se puede localizar en Idem (1973) El psicoanalismo. El orden psicoanalítico y el poder o Idem (1977) El orden psiquiátrico. La edad de oro del alienismo.

    [46] Gonzáles, F. (2011) Op. cit. p. 66. El corchete es mío.

    [47] En Ríos, A. (2016) Op. cit. puede encontrase las bases discusivas, prácticas y alcances de la higiene mental en México. En Ibid. pp. 40-85 aparecen referencias sobre psiquiatras mexicanos en la época de auge de la higiene mental.

    [48] Cf. Velasco, J. (2014) Op. cit. pp. 146-157.

    [49] Radosh, S. y Velasco, J. “Diálogos en torno a la génesis social de la institución psicoanalítica en México”, en Reynoso, M. (2012) Op. cit. pp. 182-183.

    [50] Cf. Ríos, A. (2016) Op. cit. pp. 106-124 y 131-156.

    [51] Cf. Saavedra, V. (1994) Op. cit.

    [52] Cf. Rocha, G. (2001 [1998]) Op. cit. p. 529.

    [53] Cf. De la Fuente, R. (1997) La patología mental y su terapéutica p. 40.

    [54] Cf. Velasco, J. (2014) Op. cit. pp. 196-276.

    [55] Cf. Rocha, G. (2001 [1998]) Op. cit. p. 485.

    [56] Alarcón, R. “LA PSIQUIATRÍA EN AMÉRICA LATINA: LAS PROMESAS Y LOS RIESGOS” en Mariátegui, J. (1989) Op. cit. p. 213. El subrayado es mío.

    [57] Yébenes, Z. (2014) Los espíritus y sus mundos p. 250. El corchete es mío.

    [58] Ibid. pp. 254-255. El subrayado es mío.

    [59] Cf. Rodríguez, C. “PRÁCTICA INSTITUCIONAL PSIQUIÁTRICA EN MÉXICO” en Marcos, S. (1983) Op. cit. p. 52.

    [60] De la Fuente, R. (1997) Op. cit. pp. 14-15. El subrayado es mío.

    Otros botones de muestra: el tema de los sueños y su lectura ecléctica cf. Idem. (1992) Op. cit. pp. 399-401; al hacer referencia a la transferencia, el componente amoroso de la relación tratado-tratante es mencionado de manera singularmente diluida (cf. Ibid. pp. 177-221); respecto a la angustia no aparece mención a la libido (cf. Ibid. pp. 429-430).

    La postura general de R. de la Fuente a las tesis freudianas puede revisarse en el capítulo “XV. La psicoterapia en la medicina” (Ibid. pp. 495-509); también Idem. (1997) Op. cit. pp. 17-62 y 325-373.

    Lo psicodinámico, con la apelación a una energética desexualizada, la interpersonalidad y a una relación médico-paciente sin advertencia de la relación de amor y la cuestión de la erótica, aparece como ad hoc a una Weltanschauung humanitarista, así como a la buena conciencia y blancura de un ropaje médico.

    1. Saavedra es aún más categórico y señala a quien llegó a ser el “líder de la psiquiatría en México” como alguien “con una postura acaloradamente antipsicoanalítica” (cf. Saavedra, V. [1994] Op. cit. p. 29).

    [61] Por ejemplo en la década del sesenta el IMP destinaba un espacio para la atención a población abierta, particularmente a personas sin recursos, al lado de la UNAM (cf. Pérez-Rincón, H. “México” en Postel, J. y Quétel, C. [1994] Nueva historia de la psiquiatría p. 529). Pero es de señalar que al momento de elaborar el presente documento no se encontró mención a que atendiese sujetos considerados como “psicóticos”.

    [62] Se pueden encontrar datos sobre las escisiones, conflictos y demás divergencias políticas en Gonzáles, F. (2011) Op. cit. Así mismo cf. Velasco, J. (2014) Op. cit. pp. 298-399. También la crítica a la implantación de lo considerado freudiano o lacaniano en Sosa, M. (coord.) (2016) Freud y Lacan en México El revés de una recepción.

    [63] Cf. Velasco, J. (2014) Op. cit. pp. 179-276 y 339-399; donde se reseña el amplio margen de materias que conformaron la orientación clínica de varios de los implicados, así como el marco político y de discusión que signaron a los psicoanalistas emigrados del cono sur.

    [64] Cf. Vezzetti, H. (1996) Aventuras de Freud en el país de los argentinos.

    [65] Cf. Capetillo, J. (2010) Op. cit. pp. 13 y 28 y sig.

    [66] Assoun, P-L. (2001) El freudismo p. 31.

    [67] Ibid. p. 33. El corchete es mío.

    [68] Cf. Ibid. pp. 14-15.

    [69] Deleuze, G. y Guattari, F. (1972) El Anti Edipo p. 106. El corchete es mío.

    [70] Castel, R. (1973) Op. cit. p. 9.

    [71] Ibid. p. 30. El corchete es mío.

    [72] Esta última cuestión es abordada en Capetillo, J. (2011) “Las asociaciones psicoanalíticas como integrantes del mercado y la sociedad civil. Una discusión”; donde el autor ofrece líneas de pensamiento para el abordaje de la sui generis situación de las asociaciones civiles psicoanalíticas.

    [73] Un ejemplo de análisis de una práctica llamada psicoanálisis, gestada en México, se puede revisar en: Hernández, M. (1995) “A propósito de Erich Fromm, algunas consideraciones acerca del psicoanalista”.

    Otro puede ser la experiencia sui generis de psicoanálisis grupal con monjes de un monasterio benedictino, en la década del sesenta, que advendría en la formación de lo que se llamó Centro psicoanalítico Emaús; y que ha sido objeto de documentación y discusión: Rocha, G. (2001 [1998]) Op. cit. pp. 488-497. Gonzáles, F. (2011) Op. cit. Otras referencias en: Litmanovich, J. “Un monasterio en psicoanálisis. Coordenadas sobre las operaciones psicoanalíticas gestadas en el monasterio benedictino, Ahuacatitlán, Cuernavaca, Morelos, México (1960-1967)” en Reynoso, M. (2012) Op. cit. pp. 43-69; Gallo, R. (2010) Op. cit. pp. 129-162. También en Velasco, J. (2014) Op. cit. pp. 280-298.

    [74] Cf. Velasco, J. (2014) Op. cit. pp. 273-276.

    [75] Brisset, Ch. “El oficio de psiquiatra y la enseñanza de la psiquiatría” en Postel, J. y Quétel, C. (1994) Op. cit. p. 395.

    [76] Si bien el psicoanálisis tiene como característica ser una práctica del caso por caso, en la que el analista da cuenta de su accionar con un sujeto en cada ocasión, existen ejercicios que buscan dar cuenta de la eficacia de los tratamientos orientados psicoanalíticamente con las “psicosis”. Por ejemplo se puede consultar Gottdiener, W. “PSICOTERAPIA PSICODINÁMICA PARA LA ESQUIZOFRENIA. Apoyo empírico” en Read, J. et al (2006) Modelos de locura pp. 371-385.

    Otras referencias se pueden consultar en: http://psychoanalysis.org.uk/resources/evidence-base-of-psychoanalytic-psychotherapy

    [77] Radosh, S. y Lenz, I. (1986) “Breve historia de la Asociación Mexicana de Psicoterapia Psicoanalítica de Grupo”, citado en Velasco, J. (2014) Op. cit. p. 63. El subrayado es mío.

    [78] Cf. Pérez, E. “Pinceladas sobre el lugar de la infancia en la historia del psicoanálisis en México. El grupo Teseo, AMERPI y EDIIT” en Reynoso, M. (2012) Op. cit. pp. 165-174.

    Raquel Radosh comenta una labor de asesoría en intervención terapéutica por integrantes del Instituto Mexicano de Psicoterapia Psicoanalítica de la Adolescencia en los Centros de Integración Juvenil cf. Radosh, R. “El Instituto Mexicano de Psicoterapia Psicoanalítica de la Adolescencia, IMPPA” en Reynoso, M. (2012) Op. cit. pp. 137-138.

    [79] En términos técnicos el resultado fue que el Servicio se convirtió en un área de consulta e interconsulta con los demás Departamentos con el modelo de psiquiatría de enlace; con un espacio para internaciones que se han hecho más breves: de 28 a 45 días, llegando a los 8 a 14 días. Cf. Villaseñor, S. (2006) Op. cit. pp. 165 y sig.

    [80] Cf. Radosh, S. y Velasco, J. “Diálogos en torno a la génesis…” en Op. cit. p. 187.

    [81] La estructura de ese programa de salud mental comunitaria está descrito en Calderón, G. (1981) Salud mental comunitaria. Un nuevo enfoque de la psiquiatría pp. 135-226.

    [82] Mancilla, M. (2001) Locura y mujer durante el porfiriato p. 243.

  • El supuesto saber psicosomático

    El supuesto saber psicosomático

    El supuesto saber psicosomático

     

    ALBERTO PALACIOS BOIX

    www.ocells.wordpress.com

    Correo: dr.apboix@icloud.com

     

    La experiencia clínica nos demuestra cotidianamente que el cuerpo habla cuando faltan las palabras. Es un lenguaje siniestro, desde luego, que permite la descarga pulsional, siempre a un costo inefable.

    Territorio enigmático para la Medicina tanto como para el Psicoanálisis, la Psicosomática tiene pocos asideros, se escurre entre los huecos de la teoría y escribe su propio dialecto, intraducible, inefable.

    A diferencia de mis colegas, reclinados en los polos del conocimiento de tales trastornos, tengo la fortuna de tratar enfermedades autoinmunes desde hace tres décadas y, forzado por la marea psicopatológica que promueven, haber estudiado psicoanálisis de forma limitada – siempre insuficiente – para adentrarme en sus derroteros.

    Hace años veo cómo debutan las dermatitis, las tiroiditis y las artritis como sucesos que de alguna manera permiten elaborar o sublimar la carga de afectos que no pueden pronunciarse. La muerte de la madre, un divorcio trepidante, el distanciamiento de un hijo que se tenía por rehén, la propia incapacidad para hacer frente a un vuelco afectivo. Todos ellos impactos de lo innombrable que el cuerpo reclama.

    De otro lado, está la convicción de que toda enfermedad autoinmune se inscribe en la narrativa emocional del sujeto. No se puede superar un brote de Lupus (que atañe a cualquier órgano, si quisiéramos mapearlo con ayuda de la Medicina Ayurvédica o Tradicional China) sin recurrir al carácter, la entereza psíquica o a los sucedáneos de ambos en la vida relacional.

    Para quienes hemos atestiguado la oscilación y el impacto de estos padecimientos en la esfera afectiva, y su discurrir en paralelo a la evolución somática y sus complicaciones inmunopatológicas, no queda duda que la interdependencia del cuerpo y el alma bajo tortura es innegable. No obstante, ha resultado difícil convencer a los fisiólogos y a los puristas que no se requiere de conexiones endocrinas o moleculares para explicar este vínculo. Así como no es necesario trazar un mapa neuronal para descubrir el Ello o las vertientes de una fobia.

    El cuerpo – que aquí es carne de cañón – habla, grita, solloza.

    Una dermatitis eccematosa que aparece durante la lactancia es testimonio de una diada fragmentada o interrumpida, donde la madre no hace eco de la descarga afectiva (ambivalente de suyo) del hijo y este reclamo, recurrente y sordo, busca salida ahí donde podrá atraer la atención constante o donde servirá para aliviar la angustia que no ceja. En mayor detalle, habla del continuo, de lo no diferenciado que conecta la piel con un otro que no puede sacudirse. Estamos ante una fenomenología de lo amorfo, ante la violencia esparcida en un cuerpo que no puede dar cuenta del sujeto, de la individuación.

    Me permito un ejemplo para ilustrarlo.

    Una joven paciente con esclerosis múltiple me relata cómo, durante la cesárea de su segundo hijo, consciente pero muda por falta de una anestesia profunda, escucha durante minutos que parecen interminables como sufre su bebé por acopio de oxígeno, mientras ella se desangra ante el espanto y las órdenes imperiosas del equipo quirúrgico. Me atrevo a imaginar que en tal estado de indiferenciación y alarma psíquica, todas las terminales nerviosas, paralizadas por el efecto del bloqueador neuromuscular, sufren una descarga brutal, chispazos delirantes, que producen una denudación de la mielina en placas.

    Probar lo anterior, sin embargo, requiere de cierta audacia técnica y una propuesta experimental con serias implicaciones éticas. De modo que quienes tenemos la fe puesta en ello, seguiremos predicando para los escasos acólitos que nos escuchan.

    Ahora bien, pensemos en profundidad y tratando de esquivar los lugares comunes, cómo conectar el saber psicosomático desde una perspectiva fresca, libre de prejuicios y que no requiere justificar su campo de acción y de influencia por oposición o por petulancia.

    Es claro que la conformación del sujeto parte de ese primer intercambio pulsional (es decir, instintivo empero adosado de afecto) que nos distingue de otras especies.

    Pensemos en todos los mecanismos y estímulos que se suscitan a esa temprana hora. La piel de la madre en los labios hipersensibles del lactante; sus dedos tersos que sujetan el cuerpo, que así otorgan peso gravitacional y entallan los músculos. Un mensaje recurrente y modulador: la derrama tibia de leche nutricia que distiende la boca, que desciende por el esófago, alcanza la cavidad gástrica que al distenderse, dispara los péptidos vasoactivos que a su vez despiertan los jugos biliares y pancréaticos. Con ello, adviene la rotunda respuesta autonómica de placer y suficiencia.

    Además, como cobijo recién descubierto y anhelado, el calor y las caricias sobre la piel finísima del lactante, que permiten aplacar y sosegar los continuos estímulos del entorno. Todo este escenario ambientado por una melodía permanente; el ritmo cardiaco de mamá que evoca la seguridad y la inmersión acuosa, donde toda excitación – que no fuese simbiótica – permanecía mitigada.

    Es un periodo fundacional. El cuerpo expresa toda la subjetividad, desde el grito de hambre hasta el placer anal de la evacuación periódica. El olfato, sentido arcaico por excelencia, permite rastrear el perfume natural de mamá y el elixir de sus pechos, así como la descomposición – extraña aún y para siempre – de las excretas propias. Poco a poco el horizonte visual se va abriendo en un estallido de luces y reflejos: los ojos de mamá, apareados con su voz (ese murmullo exquisito y sedante) se asoman entre sombras y son constancia, porque anteceden a la saciedad, y gradualmente dan forma al deseo y al binomio placer/displacer.

    Esa imagen, apropiada y complementaria, pero que por razones que cada vez son más inquietantes, viene y se va, constituye toda perspectiva, toda voluntad incipiente y todo discernimiento. El bebé aprende a contramano a esperar, sujetarse a distintos tiempos, anhelar, ver cumplido su deseo y a la par, reducir el montante de ansiedad que surge repetidamente de sus órganos ávidos y huecos.

    Casi imperceptiblemente, el susurro, la voz tenue de la madre se vierte en afecto y acompaña la gratificación somática. Se acopla con el calor de su abrazo, con el placer cálido de su sustento, con la caricia de los orificios cuando se limpian o con la suavidad de su tacto cuando cae el agua y refresca como antaño, remedando el vaivén de los sueños prístinos.

    La inserción de la fantasía y del deseo, como sabemos, es producto connatural de este proceso. Como lo es – análogo al dios Jano que abre toda compuerta – la angustia y la sensación de abandono. El decurso nutricio ocurre simultáneamente en la esfera somática y en la dimensión psíquica del infante. Tan amorfa y tan maleable una como la otra. Tan susceptibles – ambas – de rasgaduras y mudanzas.

    Esta plasticidad se ve espejeada una y otra vez en el escenario psíquico de la madre. Su contención como un lugar donde todo cabe y se anticipa el orden. Su titubeo como un desaplomo, una hendidura en la carne. Su rechazo como una ruptura en la consistencia orgánica o en la materialidad psíquica del sujeto.

    El eje, no obstante, está en conciliar esa precocidad del ente, que todavía es carne, con el devenir ulterior del sujeto. Nuestra hipótesis de trabajo es justamente que lo psicosomático es lo no inscrito, el remanente, la falta cárnica – por así decirlo – que no llega a verterse en cuerpo, mucho antes de la integración especular e imaginaria.

    Ante este postulado, podemos agregar que es tan atávica tal inscripción en la vida que se requiere relativamente poco para despertar los fantasmas y alterar el oleaje del sistema inmunológico que subyace a toda nuestra identidad biológica. No en balde se le ha designado a la Inmunología como “The science of self non-self discrimination” (la ciencia que discierne lo propio de lo ajeno). Lo mismo podría decirse del psicoanálisis.

    Introduzco aquí una digresión, para explicarme.

    Hace poco más de cien años, se tenía por válida la noción de «horror autotoxicus«. Es decir, el cuerpo sano evita atacarse a sí mismo. Pero la intuición científica ha derogado este supuesto.

    El ataque autoinmune es una aberración, un delirio que subvierte la homeostasis. No así el reconocimiento de lo propio, que es indispensable para mantener un balance funcional y una anticipación contra los intrusos. Nuestros anticuerpos y células inmunorreguladoras “ven” e interactúan con el endotelio vascular y el tejido linfático de forma continua a partir de la séptima semana de desarrollo intrauterino; pero no es hasta que abrimos la boca y entra, bajo presión negativa, la primera bocanada de aire extraño que suscita nuestro alarido, en que todo el sistema de verificación se pone en marcha. A partir de ese momento, todo antígeno externo desencadena una secuencia de señales de proliferación celular y acomodo que irán constituyendo lo que se ha dado en llamar el “repertorio antigénico”. Una suerte de impresiones moleculares que se adosan al bagaje genético heredado de ambos padres. La memoria inmunológica es, ante todo, una huella mnémica en la carne.

    Hemos alcanzado por consenso la idea de que, una vez traspuesto el umbral de lo fisiológico, todo embate autoinmune deriva en inflamación, perpetuación del daño tisular y, por ende, en padecimiento autoinmune. Los melanocitos de la piel son escanciados, los islotes de Langerhans avasallados por linfocitos citotóxicos, las cavidades articulares se pueblan de anticuerpos dirigidos contra otros anticuerpos en un desconcierto que sólo puede materializarse en daño, desgarro, destrucción, desviación de la normalidad y de la homeostasis.

    Sin embargo, pensado en un sentido teleológico, la autoinmunidad es una sobrecarga en proporción directa a la magnitud del estímulo interno que se inscribe en los genes y que no puede expresarse contra el entorno (contra el otro, contra lo ajeno). Responde necesariamente a un desequilibrio entre las fuerzas expresivas del cuerpo.

    Más aún, cuando es patológica, produce inflamación, que es el único mecanismo innato que tiene el organismo para frenar la proliferación aberrante de células o señales disociadas. Repito: disociadas. Es decir, que han desconocido lo propio o lo designan escandalosamente como un extravío o una perversión. Algo que ha mutado y deja ser parte discernible de la propia naturaleza, pero no obstante, está inserto en el microcosmos interno y exige atención.

    Sigamos esta línea de pensamiento. La enfermedad psicosomática es, entonces, la manifestación anormal (fuera del orden) de un afecto que no ha podido verbalizarse, sea por inmadurez psíquica o por negación acaudalada, y que busca su cauce en la carne, en los confines más recónditos del soma. No resulta insólito, conceptuado así, que encuentre su vocablo en tejidos envolventes (el yo-piel) o aquellos que están cerca o auxilian como canales de la motricidad; léase tiroides, pulmones, articulaciones o músculos.

    La metáfora es exacta. Así como el trastorno psicosomático expresa la insolvencia, la no diferenciación; la enfermedad autoinmune describe con claridad la falta de una discriminación – al nivel de los receptores antigénicos – entre lo propio y lo que procede del exterior.

    Trataré de elaborar con más detenimiento esta tesis.

    El epítome del padecimiento autoinmune es el Lupus Eritematoso. Se han descrito más de cuarenta loci en el genoma humano que transcriben para la producción de anticuerpos, el desequilibrio de los linfocitos T, la expresión defectuosa de ciertas citosinas, etcétera. Articulados como una colección filatélica o como un rompecabezas, estas constantes genéticas deberían ser suficientes para invocar la enfermedad. Pero no bastan, se quedan en lo descriptivo. Igual que el predominio del sexo femenino no se justifica por la carga hormonal, como se pudo deducir por los estudios en Klinefelter.

    Lo físico-químico no explica cómo se detona esa transcripción aberrante que produce autoanticuerpos sin control, que – a fuerza de abundancia y persistencia – terminan por bloquear los glomérulos, erosionarlos alveolos pulmonares o rasgar las arteriolas del sistema nervioso central.

    Hace treinta y cinco años se acuñó el concepto de «trastorno de la inmunorregulación» al descifrarse la insuficiencia de interleuquina-2, la oligoclonalidad idiotípica y más tarde, los distintos artilugios que tipifican la inmunopatogenia del lupus.

    Pero nadie sabe dónde radica el Big-Bang, dónde se pierde – en la inmensidad del universo subcelular – eso que denominamos tolerancia a lo propio.

    Debo insistir, se tolera lo propio porque se sabe distinto de lo extraño.   Memoria inmunológica, registro inconsciente. Cuando esa función elemental se debilita o se desintegra, todo es difuso, incluso espectral. Las enfermas de Lupus (en su mayoría mujeres) se ven obligadas a inscribir el padecimiento en su propia narrativa. Su vida se ve puntuada por los avatares de su sintomatología y el complejo tratamiento. Su feminidad, su fecundidad y su integridad en más de un sentido están seriamente afectadas. Hacen sustancia con la enfermedad, son las mariposas procurando no marchitarse prematuramente.

    Las he visto sufrir, caer, renacer y también morir. He aprendido a escucharlas y hacerme parte de su predicamento. A cuidar su aspecto, sus despropósitos y su maternidad en riesgo. Desde ese lugar me intriga si a tanta ruina subyace un odio primigenio: ¿Contra la herencia, es decir, su linaje? ¿Contra su médula, que desconocen en esencia?

    Pero es menester evitar las tautologías. En el desorden psicosomático lo que prevalece es una identidad no diferenciada, un furor que se resiste a la fusión, que no distingue, que no se sabe. El individuo puede asomar apenas como un otro, como un barrunto de sujeto. Pero ese remanente que no se ha disociado, el residuo de lo que no era todavía, de lo inexistente, sirve de plataforma para expresar lo impronunciable.

    Llegados a este punto, no debe sorprendernos que en territorio cutáneo figuren como paradigmas el vitíligo – dispersión de melanocitos, mancha indeleble, ausencia – o bien el eccema atópico – descamación, escozor, desprendimiento.

    De interés es que las características epidemiológicas de estos dos padecimientos refrendan nuestra hipótesis vinculante. A saber, el vitíligo se detona comúnmente tras un impacto emocional muy perturbador; en las manos, alrededor de la boca, los genitales o el ano. Y la inmensa mayoría de las dermatitis eccematosas (más del 70%) ocurren antes de los cinco años de edad, sugiriendo que más que una alergia en el sentido clásico, son un rechazo a la carne infectada de extrañeza.

    Otro ejemplo esclarecedor, que se anida en el tracto digestivo, sustrato prístino de las emociones, es la enfermedad inflamatoria intestinal (CUCI o Crohn). A diferencia del síndrome de colon irritable, que evoca un clamor histérico, la ulceración intestinal presupone un daño orgánico que remeda al llanto; duelo con sangre, derrumbe interno, desamparo. Las biopsias de colon muestran intensa inflamación y devastación del epitelio, pero nunca se ha demostrado una causa exógena ni un perfil inmunogenético constante.

    Ésta es, en efecto, la encrucijada a la que aludo. Una hidra de varias cabezas, que repta por los órganos, envenenándolos, mordiendo lo innato y horadándolo.

    En contrate con la experiencia de deseo, el soma no es tan versátil. Se queja en una sobrecarga de angustia que ya no habla, que se derrama en impulsos autonómicos o movilización celular que desconoce lo originario y promueve inflamación como subterfugio.

    Tal es el denominador común de los padecimientos autoinmunes que, por su naturaleza arcana, tienden a atribuirse a presagios divinos, estigmas genéticos o estéreos microorganismos.

    Si hemos de aceptar – ¿porqué no? – la existencia de síndromes que surgen del horror a la manera de Joseph Conrad, como una vesania que se instala en la materia porque no puede ser expresada, porque evade el lenguaje; tendremos que reconocer también que una vez detonada la enfermedad, solamente se reconoce mediante signos biológicos. No deja traza, precisamente porque se origina más allá de lo discernible.

    No es sino hasta que asoma en la carne, que delata su existencia y sus derroteros. Duelen las articulaciones, se fatigan los músculos, sangra el intestino, yerran las terminales nerviosas o los riñones se fracturan al paso de proteínas. Si uno indaga más a fondo, son evidentes los marcadores de inflamación, los autoanticuerpos pueden cuantificarse y las variantes hematológicas dan cuenta del fárrago.

    Aún más, si se pregunta intencionadamente – como solemos decir en Semiología -, acaso queda algún vestigio. El sujeto parece recordar que estuvo sujeto a un sibilino desamparo, murió la compañera, le privaron de la libertad, un hijo ha desaparecido…

    Son hipótesis de trabajo, que orientan a seguir la pista hasta donde alcance la represión y lo perdido. Pero nadie tiene la respuesta. Teorizar como lo he pretendido hacer en esta tarde, no es un ejercicio fútil porque refrenda la convicción aristotélica de que el alma es inmanente al cuerpo, es actualidad y potencialidad inseparable, aquello que rige antes que el sustento nos confiera la vida.

    Si quisiéramos concluir en qué radica el saber psicosomático, tendríamos que admitir que nuestros impulsos inconscientes, nuestra fantasía incestuosa – ahí donde aún no hay diferencia ni singularidad – quedan como un resto, una flagelo rezagado y desatado contra el sí mismo que todavía no es otro. Un vestigio que, a falta de vocablos, se encarna, se inscribe en pictogramas y, de manera perentoria, deviene organicidad y perjudica en aras de hacerse maleable y revelarse.

    Nuestra intervención terapéutica, en cualquier caso, debe orientarse a provocar el llanto, rastrear la falta entre los entresijos del sueño o los recuerdos encubridores y, cuando eso sea posible, devolver – como en el trabajo de psicosis – un metalenguaje que sirva de molde, una suerte de argamasa para imprimir el rostro perdido del deseo.

    Sugerencias bibliográficas.

    Assoun, Paul-Laurent. Corps et Symptôme. Leçons de psychanalyse. Economica, Paris 2015.

    Kumar R, Yeragani VK. Psyche and soma: new insights into the connection. Indian J Psychiatry 2010. 52 (suppl. 1): S233 – S239.

    Marty, Pierre. Le psychosomatique de l’adulte. Presses Universitaires de France, Paris 2011.

    Marty, Pierre; de M’Uzan, Michel & David, Christian. L’investigation psychosomatique. Presses Universitaires de France, Paris 2015.

    Mazeran, Silvana & Mazeran, Vincent. Les déclinaisons du corps. Champ Social Editions, Paris 2014.

    McDougall, Joyce. Theaters of the body: a psychoanalytic approach to psychosomatic illness. W.W. Norton & co., New York 1989.

    Nasio, Juan David. Los gritos del cuerpo. Paidós Ibérica, Madrid 1997.

    O’Sullivan Suzanne. Is it all in your head?: true stories of imaginary illness. Other Press, New York 2017.

    Palacios Boix, Alberto. Las voces del cuerpo. Litoral, México 2014.

    Sami-Ali, Mahmoud. Corps réel, corps imaginaire: pour une épistémologie psychanalytique. Bordas Editions, Paris 1991.

    Sami-Ali, Mahmoud. Penser le somatique. Imaginaire et pathologie. Dunod, Paris 1987.

  • LETRA POR LETRA: UNA CLINICA DEL ESCRITO

    LETRA POR LETRA: UNA CLINICA DEL ESCRITO

    LETRA POR LETRA: UNA CLINICA DEL ESCRITO

    Clara Yáñez Contreras

    Veinticinco años después de la primera edición de Letra por letra, Jean Allouch nos dice: “Hay pequeñas historias que, por locales, triviales y anodinas que sean, siguen siendo portadoras de una enseñanza. Así ocurre con el camino recorrido por el manuscrito Lettre pour Lettre…1_/

    Convencida de esa enseñanza, que no sólo me parece vigente, sino incluso pertinente, intento pensar la clínica y la doctrina psicoanalítica con las tres operaciones propuestas por Allouch: traducción, transcripción y transliteración, las cuales retoman en el plano operatorio los registros de real, simbólico e imaginario.

    La clínica psicoanalítica es una clínica de lo escrito, de lo escrito en el inconsciente y, cuyo texto, si hay un lector, en transferencia, permite pasar a otra escritura. Lo escrito se regula por dicha triada, operando de manera articulada y no aislada, aunque en algún momento, cada una de las operaciones tome la delantera sobre las otras, definiendo distintos modos de lectura.

    ¿Cómo es que Allouch define cada una de estas operaciones?

    La traducción está ubicada en el registro imaginario y privilegia el sentido único, además de permitir buscar decir “lo mismo” con otras palabras o en otra lengua. Es esta operación la que se ha privilegiado en la práctica analítica, haciendo una clínica del sentido, pero el riesgo es que en ella, el analista, al traducir, ponga en juego aspectos de su propia subjetividad y que se aleje de la lectura del deseo a la letra.

    La transcripción, no se apoya en el sentido, sino en el sonido. Está ubicada en el registro real. Con esta operación se pasa de un sistema de caracteres a otro de manera literal, haciendo intervenir elementos fonéticos. Por ello, la idea esencial en la transcripción, es que ya no sólo importa el sentido, sino también como suena, es decir “un sonido por letra, una letra por sonido” 2_/.

    Tomemos como ejemplo el nombre del escritor austriaco Leopold von Sacher-Masoch, autor de la novela “La venus de las pieles”. El escribió su obra en alemán y la diferencia de sonido entre alemán y español conduce a dificultades en la transcripción, muestra de ello es que, en el apellido Sacher-Masoch la ch se pronuncia como jota en alemán y en español con el sonido sh, de ahí que mucha gente pronuncia Sacher con el sonido de la ch y no con el de la jota. Por ello, existe el problema de no nombrar a Sacher-Masoch tal como se pronuncia su apellido.3_/

    La transliteración, tercera operación que regula el escrito, no se apoya ni en el sentido, ni en el sonido, sino en la letra y por ello está ubicada en el registro simbólico. Es ésta operación a la que Allouch le da énfasis y sostiene que el ejercicio del analista es la de una transliteración, es decir, ir más allá de la letra, para pasar de un modo de escritura a otro.

    La práctica analítica se relaciona con la lectura de los textos de cada una de las formaciones del inconsciente, aquello que de inscribirse no cesa de no inscribirse y, la lectura que de ello realiza el analista constituye a su vez escritura.

    En la transliteración, lo que se escribe pasa de una manera de escribirse a otra. Es esto lo que sucede en el sueño y en cada formación del inconsciente. El sueño translitera, escribe en figuras elementos literales. Es un texto cifrado que Freud compara con la escritura de los jeroglíficos y por lo tanto, debe leerse como una escritura ideográfica, es decir, tal y como se leen los jeroglíficos egipcios.

    Allouch nos dice que “trans-literando el sueño escribe y al escribir, el sueño lee y, antes que todo lee lo que en la víspera no pudo ser ligado, es decir, no pudo ser leído, y leído como un escrito”. 4_/

    Tomemos como ejemplo, un sueño ficticio señalado por el psicoanalista argentino Michel Sauval 5_/ en el que un soñante escucha: “una serie de notas sueltas, mientras lee una revista Ñ, donde figura la publicidad de las tres barras y un artículo que comienza con una letra A grande”. (LAMINA 1)

    La interpretación en función de asociaciones del soñante podría ser “Notas añadidas”, en la medida en que dicho texto escriba aquello que en la víspera no pudo ser leído.6_/

    La imagen de la “Revista Ñ, no viene más que a traer la letra ñ y las tres barras solo “traducen” la marca Adidas para aportar ese significante a la composición de la palabra “AÑADIDAS”.

    Es posible observar, con este ejemplo, el uso de la traducción en el desciframiento, el cual aporta significante a la transliteración por la vía de la homofonía, es decir, por la identidad de sonido.

    Una escucha analítica, sensible al surgimiento de alguna homofonía, es la que permite producir la transliteración y con ello el significante, cuando la lectura le concede una voz. Veamos ahora un ejemplo citado por el psicoanalista argentino Daniel Rubinsztej 7_/

    Analizante: “Me gusta ir en el coche y que me digan piropos”.

    Analista: ¿Por qué le gusta Irene?

    Analizante: “Irene fue mi amiga de infancia algo mayor que yo, fue ella la que me avivó, manteníamos juegos sexuales”

    El significante que se produjo de la transliteración es Irene. Podemos ver que entre literalidad, o leer a la letra y homofoniá existe consubstancialidad, es decir, la misma sustancia. La homofonía es la dimensión donde la letra se manifiesta en el inconsciente. De allí la propuesta de Lacan de tomar, leer, el deseo a la letra.

    Tomemos ahora otro ejemplo de un analizante de Lacan. Se trata de Gerard Haddad, psicoanalista francés, que escribió la experiencia de su análisis en el libro El día que Lacan me adoptó. El relata que: “había concurrido al consultorio de Lacan luego de una noche particularmente penosa, dividida entre sueños agitados y horas de insomnio. Por eso, dice, mi sesión del día siguiente comenzó con estas palabras:
    ‘¡Pasé una de esas noches!’ (J’ai passé une de ces nuits!)

    Lacan le contesta:-¿Qué? ¿Cómo? ¿Usted está con leucemia? (Vous avez la leucémie?).

    Lacan pronunció esas palabras como si hubiesen sido arrancadas de la somnolencia de su tarde. ¿Qué bicho le habrá mordido? ¡Yo nunca había hablado de leucemia! Protesté.
    ‘¡Bueno, hasta mañana!’, lo despidió Lacan.
    Haddad cuenta que salió aturdido de la sesión. Se le imponía la idea “tengo leucemia”. Como estaba cercano a uno de los exámenes cruciales en su carrera de médico, se metió de lleno a estudiar hematología y más específicamente, las leucemias. Unos días más tarde se dirigió a rendir el examen sin haber estudiado prácticamente otra cosa, y para gran sorpresa le tocó en el sorteo concurrir a darlo en el servicio de hematología. Aprobó con soltura el mismo y fue a lo de Lacan a comentarle lo ocurrido.
    “‘¡Sabe, me tocó leucemia, me tocó leucemia en las pruebas clínicas. Es magia! Lacan dejó entonces su mutismo para soltar estas pocas palabras que para mí permanecerán para siempre enigmáticas”, dice Haddad: “No se trata de magia sino de pura lógica” 8_/

    Esta lógica a la que alude Lacan es la que encadena los significantes en forma de saber, pero solo aquellos que representan a un sujeto para otro significante.

    En este caso, observamos que la homofonía de “de ces nuits” (de ce nui) (de esas noches) y “leucémie” (leucémi) (leucemia), permite la transliteración e introduce un significante nuevo: leucemia. El azar del sorteo, resignifica este significante abriendo un nuevo campo de significación.

    Cabe destacar, sin embargo, que este ejemplo en el medio psicoanalítico sigue siendo muy perturbador, pues: ¿Cómo explicar la confluencia entre sus significantes y lo que ocurrió objetivamente? A Lacan eso no le sorprendió pero: ¿Cómo es que la “lógica” subjetiva confluye con el evento objetivo? No es el objetivo de esta exposición profundizar en ello, pero es un tema para pensar.

    Hasta aquí, entonces, podemos, observar esta forma de hacer clínica en la que no se privilegia la traducción o búsqueda de sentido o una interpretación del analista. Es la lectura del texto, su transliteración y el deseo a la letra.

    Veamos ahora otro ejemplo de la intervención de Lacan con una de sus analizantes. 9_/

    Ella, “…médico especialista, había escogido abandonar su profesión, en cierto momento de su análisis con Lacan para instalarse como psicoanalista”.

    Algún tiempo después de la puesta en acto de su decisión, anuncia a su psicoanalista que va a participar esa misma noche, en una reunión de la Escuela Freudiana:

    Respuesta.

    -No aparezca más (ne paraissez plus) en la escuela.

    Está completamente perturbada ¿Habría cometido un error al comprometerse como lo había hecho? ¿Lo había hecho prematuramente?… No fue sino seis meses más tarde cuando la iluminación le llegó.

    Lacan, aquel día, le había dicho:

    -No holgazanee (ne paressez plus) más en la escuela” 10_/

    Hay varios aspectos de este caso que me interesa mencionar, uno de ellos, es el de la autorización del analista.

    Cuando Lacan hace su intervención, provoca que se despliegue: Ne paraissez pluz a Ne paressez plus. La homofonía permite la transliteración “no holgazanee” más.

    No es lo mismo “aparecer” que “no holgazanear”. Es decir, pasar de una posición pasiva a una posición activa. La transcripción se da en el cuerpo de la analizante. Ella está completamente perturbada y ahí se despliegan sus preguntas, que, desde mi punto de vista tienen que ver con su autorización como analista. La traducción, la hace ella misma, cuando tiene el efecto de la iluminación (efecto de sentido- pas-de-sens) y lo lee como una indicación. Ella lee su propia huella… en las palabras de Lacan y entonces cambia de posición, autorizándose efectivamente. Los significantes del analizante también pueden ser enunciados por el analista.

    Dentro de los aspectos señalados por Allouch, también se encuentra la transliteración del nombre propio. El nombre propio intranscriptible, pero también no traducible como tal, despliega su literalidad con la transliteración. La transliteración del nombre propio le toma la palabra a la fonía o la voz. El siguiente ejemplo es de una intervención de Lacan con uno de sus analizantes:10_/

    “J.M. Ribettes, menciona, en ocasión de su primera entrevista, una fobia suya de animales.

    Lacan:

    -Es un hecho: las bestias (bettes =bêtes) que lleva su nombre no le hacen reír (ri)”.

    Observamos cómo con la transliteración que hace Lacan del nombre propio, puede leer que en el significante del Nombre-del-padre, en el apellido, está el objeto de la fobia.

    En Psicopatología de la vida cotidiana Freud va a conceptualizar el acto fallido como una de las formaciones del inconsciente, se trata, al igual que el síntoma y el sueño, de una escritura, ahora en acto, del sujeto. El fundamento del acto es significante y escritural. Veamos su desciframiento en un ejemplo:

    “Un colega de edad avanzada a quien no le gusta perder a las cartas desembolsó cierta velada una gran suma sin lamentarse, pero con un talante curiosamente envarado. Una vez que hubo partido, descubrió que había dejado sobre su asiento casi todo cuanto llevaba encima: anteojos, tabaquera, pañuelo. Esto pide la evidente traducción: “¡Eh, ustedes, ladrones! Me han desplumado bonitamente.11_/

    En este ejemplo, la escritura en acto es haber dejado todo lo que llevaba encima y que no quiere decir más allá de lo que translitera: “Dejar sobre su asiento casi todo cuanto llevaba encima”, cuya traducción es haber sido desplumado.

    Pasemos ahora a ver cómo se articulan estas operaciones en la lectura de un caso clínico. Una clínica de lo escrito se apega al caso. La primacía del caso tiene que ver con la misma exigencia formulada por Freud a propósito de la interpretación de las imágenes del sueño. Así como estas imágenes deben ser tomadas una por una, de la misma manera se procede con el caso.

    Me interesa comentar cómo es que Allouch, como lector de Lacan, nos va mostrando el análisis del “pequeño Hans”. No es el objetivo de este trabajo desplegar toda la riqueza del mismo, sino el modo en que, en su lectura, se articulan las operaciones de traducción, transcripción y transliteración.

    Lacan leyó el testimonio doblemente indirecto de este caso, es decir, el del padre de Hans y el de Freud e hizo una lectura literal del testimonio del “pequeño Hans”. Lo siguió huella por huella y casi día por día. Puso en una continuidad, cronológicamente ordenada las fantasías del “pequeño Hans” y fue puntuando el texto de su análisis. Distinguió en él elementos que son a su vez conjuntos de elementos y nombró a cada uno.

    Su lectura se inscribió en un tiempo de su enseñanza en la que introdujo la triada castración/frustración/privación y renovó la problemática de la “relación de objeto”. La resolución del Edipo y acceso a un objeto heterosexual, sabemos que, implica la puesta en juego de las operaciones de: castración simbólica, frustración imaginaria y privación real.

    En el “pequeño Hans” hay crisis porque no es tomado como metáfora del amor de la madre por el padre, sino como metonimia de su deseo de falo y no hay un padre real que pueda hacer don de su castración.

    La fobia suple la falta de un padre que no está en posición de arriesgarse a la castración y que no se comporta como es debido con su mujer. El riesgo del “pequeño Hans” es ser devorado por esa madre.

    El objeto fóbico introduce una fractura en el universo del “pequeño Hans”, porque se constituye con una metonimia, es “a causa del caballo”, según recuerda en la sesión del 9 de abril, estando en Gmunden, cuando “le dio la tontería”, o sea la fobia.

    Hans le dice a su padre que el caballo proviene de su primer libro de figuras, del dibujo de un caballo que herraban. Ese dibujo es un significante.

    Lacan en su forma de leer este caso, primero le da una vuelta en la que da un cifrado conceptual. Después, en una segunda vuelta, introduce el mito con las coordenadas definidas por Lévi-Strauss en su artículo de 1955 “La estructura de los mitos”, en el cual define al mito como “modelo lógico para resolver una contradicción”.

    Con la propuesta de Lévi-Straus, Lacan hace una transcripción del listado de las fantasías del “pequeño Hans” y recorta cada una de ellas en calidad de un “elemento alfabético” y, en una tercera vuelta de lectura, escribe lo que liga unos con otros a esos elementos alfabéticos, utilizando una serie de fórmulas, cada una de las cuales corresponde a un recorte dado de la fomentación mítica del “pequeño Hans”.

    De los tres niveles de lectura hechos por Lacan, Allouch nos muestra la articulación de las tres operaciones:

    1. El cifrado conceptual en el nivel de la traducción.
    2. Una transcripción de las fantasías del “pequeño Hans” en una serie, de elementos alfabéticos, ordenada temporalmente.
    3. Una transliteración de cada uno de esos elementos, tomados uno por uno, y formalizados en otra escritura,

    Cabe destacar que, es la transliteración la que da cuenta del surgimiento de la fobia y del tiempo en que cae en desuso y la que permite situar la función del síntoma.

    Allouch se lamenta de que este abordaje de la clínica psicoanalítica no haya encontrado resonancia y que no exista un trabajo que haya hecho suyo el modo de la lectura puesto en práctica en este caso.

    Consideraciones finales

    Del recorrido hasta aquí realizado, se refrenda lo ineludible de la puesta en práctica en la clínica psicoanalítica del ternario propuesto por Allouch, particularmente la transliteración, sin menoscabo de las otras dos operaciones, sino puestas en operación en el caso por caso.

    Aquí me remito a aspectos fundamentales de la trans-formación del analista. El fin de análisis que implica una transformación subjetiva y con ello, como analista, la posibilidad de dejarse caer y estar abierto a la escucha del deseo a la letra.

    ¿Qué es la salud mental? le pregunta un amigo a Allouch y éste contesta “pasar a otra cosa”, es decir, escribir sus modos de relación con el Otro y su tachadura y, en algún momento, también nos recuerda que “El psicoanálisis opera a partir del hecho de que, basta que un ser pueda leer su huella, para que pueda reinscribirse en un lugar distinto de aquel donde la ha tomado”, pero, la pregunta que hace, también es absolutamente pertinente. ¿qué se necesita que sea esta lectura para que se produzca una reinscripción del ser hablante en un lugar distinto?: poder leer a la letra, en transferencia, para su desciframiento y que ello tenga efectos de escritura.

    En el síntoma, el cuerpo deviene textual, su textura está hecho de letra.12_/ El sueño también es texto, un texto cifrado que se lee, se descifra. Los lapsus, los chistes, los actos fallidos, los olvidos, también son escritura que deben leerse a la letra y la lectura que de ello realiza el analista constituye a su vez escritura

     

    Citas:

    1_/ Allouch, Jean. Letra por letra transcribir, traducir, transliterar. Ed. EPEELE. México, D.F., 2009, pág.9.

    2_/ Ibíd, pág. 68

    3_/ De la Mora Espinosa, Rosa Imelda. Abordaje clínico psicoanalítico del caso Sacher-Masoch. Tesis. Universidad Autónoma de Querétaro. Doctorado en Psicología y Educación (2010), pág. 33.

    4_/ Allouch, Jean. Letra por letra transcribir, traducir, transliterar. Ed. EPEELE. México, D.F., 2009, pág.69.

    5_/ Sauval, Michel. La letra invisible de la cultura digital. http://www.sauval.com/articulo/digital.htm

    6_/ Ibid.

    7_/ Rubinsztejn, Daniel. Negro sobre Blanco. www.imagoagenda.com/articulo.asp?idarticulo=128

    8_/Del Carril, Alejandro. El día que Lacan me adoptó de Gerard Haddad (Letra Viva, 2006) http://imagoagenda.com/articulo.asp?.

    9_/ Allouch, Jean. Hola… ¿Lacan? Claro que no. Ed. EPEELE. México, D.F., 1998, pág. 117.

    10_/ Allouch, Jean. Hola… ¿Lacan? Claro que no. Ed. EPEELE. México, D.F., 1998, pág. 99

    11_/ Freud, Sigmund. Psicopatología de la vida cotidiana. Obras completas. Vol. Vi. Ed. Amorrortu. Buenos Aires, 1998, pág.209.

    12_/ Allouch, Jean. Letra por letra transcribir, traducir, transliterar. Ed. EPEELE. México, D.F., 2009, pág.24.

    13_/ Bercovich Hartman, Susana. Las escrituras del sujeto. En compilación Escritura y psicoanálisis. Coloquios de la Fundación. Ed. Siglo XXI, pág. 33

  • REFLEXIONES ACERCA DE LA OBRA DE FREUD Y MELANIE KLEIN

    REFLEXIONES ACERCA DE LA OBRA DE FREUD Y MELANIE KLEIN.

    Dr. Fernando Valadez, Médico, Psiquiatra, Psicoanalista, AMPAG 4ª generación.

    XIII CONGRESO NACIONAL DE AMPAG – UIC. Octubre 2013, México.

                RESUMEN.

    Inicié la lectura “seria” de Freud en 1969, cuando en Madrid, todavía bajo la dictadura de Franco se aprobaron sus Obras completas. A partir de ese momento tuve una fascinación, que con los años se ha convertido en reflexiones y tal vez en algunas críticas, la docencia me ha dado oportunidad de releer la obra y repensar.

    La obra de Klein primero la vivencié en mi primer psicoanálisis grupal con José Luis González y luego inicié su lectura, que tampoco he dejado nunca, gracias a la actividad más constante de mi vida profesional: el proceso enseñanza aprendizaje.

    Si bien estos dos autores se centran más en el mundo interno, dan bases fundamentales para la comprensión de la intersubjetividad. Hago desde reflexiones teóricas acerca de si nacemos con superyó o no, hasta si la teoría psicoanalítica que con frecuencia es colocada en el positivismo y las ciencias naturales, puede también ser considerada desde la dialéctica. Retomo las inquietudes de Freud de proponer una “psicología científica de los procesos normales” y propongo que nuestra disciplina sea puesta al servicio de las mayorías no patológicas, como preventiva de una gran cantidad de aspectos de la vida cotidiana en la familia, como es el colecho tan solo para mencionar uno en este resumen. Doy mi marco de referencia al considerar a la teoría psicoanalítica como una sola, con diversos desarrollos (Klein, Lacan, Kaës y muchos más) y con múltiples prácticas (clínica individual y grupal, educativa, institucional, familiar, de pareja y muchas más).

    INTRODUCCIÓN

    Inicié la lectura “seria” de Freud en 1969, cuando en Madrid, todavía bajo la dictadura de Franco se aprobaron sus obras completas. A partir de ese momento tuve una fascinación, que con los años se ha convertido en reflexiones y tal vez en algunas críticas, la docencia me ha dado oportunidad de releer la obra y repensar. La obra de Klein primero la vivencié en mi primer psicoanálisis grupal con José Luis González y luego inicié su lectura, que tampoco he dejado nunca, gracias a la actividad más constante de mi vida profesional: el proceso enseñanza aprendizaje. Si bien estos dos autores se centran más en el mundo interno, dan bases fundamentales para la comprensión de la intersubjetividad. Realizo elaboraciones teóricas diversas, desde reflexiones teóricas que involucran pensar si nacemos con superyó o no, hasta si la teoría psicoanalítica que con frecuencia es colocada en el positivismo y las ciencias naturales, pero que fundamentalemnte debe ser considerada desde la dialéctica.

    Retomo las inquietudes de Freud de proponer una “psicología científica de los procesos normales” y propongo que nuestra disciplina sea puesta al servicio de las mayorías no patológicas, como preventiva de una gran cantidad de aspectos de la vida cotidiana en la familia, como es el colecho tan solo para mencionar uno en esta introducción. Doy mi marco de referencia al considerar a la teoría psicoanalítica como una sola, con diversos desarrollos: Klein, Lacan, Bion, Kaës y muchos más y con múltiples prácticas: clínica individual y grupal, educativa, institucional, familiar, de pareja y otras.

    La obra de Freud es muy extensa, este es un pequeño ensayo muy lejos de ser exhaustivo, sin embargo, da cuenta de algunas de mis reflexiones. La obra de Klein aunque de menor extensión también es abundante, tomo solo algunos textos ejemplificadores. En ocasiones me refiero a los autores como “Sigui” y Melanie, me imagino en un Pub de Londres dialogando con ellos de tú a tú, en un afán iconoclasta y de acercamiento, no olvidemos que las idealizaciones tienen su par antitético de devaluación.

    DIALECTICA DE LAS EMOCIONES, PREDOMINANCIAS.

    Diversos aspectos de la obra de Freud a mi manera de ver podríamos considerarlos como aspectos dialécticos, más que ambivalentes como se tienden a calificar por el mismo Sigui. Cuestiones como amor odio, placer displacer, son aspectos que conllevan de manera inherente e inseparable su par antitético, no hay amor puro, hay predominancia de amor hacia cierto objeto, no hay displacer puro, hay predominancia displacentera frente a cierta situación de la vida cotidiana, hay predominancia de deseo pero siempre aparece su par antitético el miedo.

    En Pegan a un niño (1919) [1]. “Co-vivenciar escenas reales de paliza en la escuela provocaba en el niño espectador una peculiar emoción, PROBABLEMENTE UNA MEZCLA DE SENTIMIENTOS en la que la repulsa tenía una participación considerable” (Las mayúsculas, cursivas, negritas y subrayadas son mías y serán en lo sucesivo para destacar los textos seleccionados). Continúa la cita del mismo texto: “Bajo estas condiciones, al comienzo no fue posible decidir siquiera si EL PLACER adherido a la fantasía de paliza debía caracterizarse como sádico o como masoquista” Le contesto a Freud diciendo que son ambos, con predominancia sádica.

    En “Tres Ensayos de una Teoría Sexual”[2] dice Sigui: “Un sádico es siempre también al mismo tiempo masoquista, aunque uno de los dos aspectos de la perversión, el pasivo o el activo, puede haberse desarrollado en él con más fuerza y constituir su práctica sexual prevaleciente”. “Así vemos que algunas inclinaciones perversas se presentan regularmente como pares opuestos…” más adelante escribe “… puede tener gran significación teórica”. “… estaríamos tentados de poner en relación la PRESENCIA SIMULTÁNEA DE LOS OPUESTOS con la oposición de lo masculino y lo femenino, conjugada en la bisexualidad…” En la nota a pie de página habla de la ambivalencia, sin embargo, ese término siempre me ha dado la impresión de algo que oscila, y no algo bivalente, por eso yo creo que en muchas ocasiones es mejor la palabra dialéctica.

    Aunque Sigui utiliza en alemán la palabra “ambivalenz” y siempre se ha interpretado como ambigüedad, en sus raíces latinas quiere decir “con dos valencias” en español podríamos usar “bivalencia”, palabra que no existe en alemán. En el análisis de la obra de Freud he llegado a la conclusión que hay elementos dialécticos, bivalentes, por ejemplo amor odio, digamos que hay una tesis de amor una antítesis de odio una síntesis de amor odio. Luego vendría la palabra predominancia, que es fundamental en la teoría psicoanalítica, la niña nace con una predominancia de amor por la madre y una predominancia de odio por el padre, sin embargo, también hay momentos de odio por la madre y amor por el padre, luego en el Edipo positivo de la niña hay un cambio predominando el odio por la madre y el amor por el padre.

    Múltiples ejemplos encontramos en la extensísima obra de Freud: instinto de vida instinto de muerte; miedo deseo; latente manifiesto, sadismo masoquismo, femenino masculino, homosexual heterosexual y otros. Ninguno de estos aspectos acciona solo, siempre esta su par antitético con predominancias variables.

    INICIO DEL SUPERYO Y LA SEXUALIDAD.

    Dice Freud en pegan a un niño[3]. “En el período de la infancia      que abarca por vez primera los factores libidinosos congénitos son despertados por las vivencias y ligados a ciertos complejos”. Hoy sabemos que la sexualidad esta desde el nacimiento, por tanto esos factores aparecen desde el inicio de la vida y no a los dos años, baste tocar el pene de un niño recién nacido al ser amamantado por la madre para percibir la erección y observarlo después de ser amamantado con una facies de placer post orgásmica.

    En el mismo texto[4] cito: “Así pues, la fantasía ha devenido masoquista; por lo que yo se, siempre es así: en todos los casos es la conciencia de culpa el factor que trasmuda el sadismo en masoquismo” (Pág. 186). Aquí yo simplemente agregaría la palabra predominancia, no desaparece nunca el par antitético. En Tres ensayos[5] (Pág. 120). “Pero los que no son médicos, y por tanto no ejercen el psicoanálisis, no tienen ningún acceso a este campo, ni posibilidad alguna de formarse una opinión no influida por sus propias aversiones y prejuicios”. Se equivocó completamente con Melanie Klein que no era médica, y con muchas y muchos psicoanalistas que actúan en su práctica clínica sus “aversiones y prejuicios”, ya que, entran en juego los aspectos ideológicos a los que nadie escapa. Todavía hace algunos años algunas organizaciones psicoanalíticas no permitían la entrada de psicólogas y psicólogos, es decir convirtieron esta aseveración en dogma. En el mismo texto[6] dice: “La investigación psicoanalítica se opone terminantemente a la tentativa de separar a los homosexuales como una especie particular de seres humanos” (Pág. 132) aunque Freud se adelanta a su tiempo con esta posición, todavía se ven algunos aspectos de prejuicio hacia los “invertidos” como él les llamaba. En la Pág. 137[7] reconoce lo poco que pudo explorar la sexualidad femenina. Hoy sabemos gracias a la embriología que el clítoris no es un pene atrofiado, al contrario, es un tejido más desarrollado en el proceso embrológico. Que la mujer no es un macho castrado, que la envidia del pene, los testículos, la fuerza muscular y el poder son envidiados por las mujeres, sin embargo, M. Klein en envidia y gratitud y en otros textos, y mujeres psicoanalistas posteriores, nos hablan de las envidias de los hombres hacia las mujeres: la procreación, la matriz, los senos, la leche, sangrar sin morirse, las nalgas, el clítoris, la multiorgasmicidad y la mayor capacidad de mostrar los sentimientos, estamos pues ante envidias mutuas, y, gratitudes mutuas cuando podemos poseer temporalmente lo que envidiamos.

    Freud habla de la “angustia de castración”, vemos el sexismo en el lenguaje del maestro, hoy sabemos que es angustia de muerte y en todo caso hay angustia de pérdida de partes del cuerpo en hombres y mujeres. Tal vez la ansiedad que siente el niño al ver algo que no tiene (la vagina) o la niña el pene, es generada por el miedo a lo desconocido, mas que la castración.

    Abundaré más adelante en las envidias y gratitudes mutuas, pero lo dejo planteado de una vez: si bien la envidia del pene, testículos, fuerza muscular y poder es una realidad en la vida intrapsíquica femenina; la envidia de la procreación, de la matriz, de los ovarios, de los senos, de la producción de leche, de sangrar sin morirse, del clítoris, de la vagina, de la multiorgasmicidad, de la mayor capacidad para expresar emociones es una realidad intrapsíquica masculina. Se envidia lo que no se tiene.

    Aunque en muchos aspectos fue adelantadísimo para su época: por ejemplo cuando habla del erotismo anal: (3 ensayos[8], Pág. 138), nos comunica: “El papel sexual de la mucosa anal en manera alguna se restringe al comercio entre hombres…”, sin embargo, no escapa a ciertos prejuicios sobretodo en relación con las mujeres. En la nota 22 a pie de la página 141 de 3 ensayos[9], hablando del fetichismo de zapatos y pies: “En ese proceso los genitales femeninos se imaginaron, de acuerdo a la expectativa infantil, como masculinos”. Yo digo que en todo caso va a depender si se trata de un niño o una niña. En la Pág. 144[10] habla de la pasividad y actividad, como características femenina la primera y masculina la segunda, aspecto que hoy ha cambiado.

    Luego hace una magistral recomendación técnica: “Si los hombres supieran aprender la observación directa de los niños, estos tres ensayos podrían no haberse escrito.” Es lo que hizo la señora Klein, como la llamaba Sigui, quizá un poco despectivamente. Y es lo que recomiendo como materia práctica obligatoria, observar niñas y niños en diferentes ámbitos, de diferentes edades. Además recomienda[11]: “…conseguir una información exhaustiva y certera acerca de la vida sexual de los llamados psiconeuróticos…” Con estudiantes y aún con colegas me he encontrado con la desagradable sorpresa de exploraciones muy pobres o incluso nulas de la sexualidad femenina y masculina en las entrevistas iniciales.

    OTRAS CUESTIONES DE GÉNERO.

    Freud establece los aspectos fundamentales de su teoría predominantemente, tomando como ejemplo al niño y la madre, quedando las niñas y los padres menos involucrados en sus desarrollos teóricos. Yo propongo que constantemente hablemos de Madre Padre con predominancias, como en el Edipo positivo o negativo en el que nunca desaparece la figura del otro otra, la niña que nace en un Edipo negativo predominantemente ama a la madre pero también la odia y predominantemente odia al padre pero también lo ama. Toca a las nuevas generaciones mayores desarrollos teóricos psicoanalíticos acerca de las mujeres y el padre.

    LO DESCONOCIDO.

    En pegan a un niño[12] dice: “De manera simultánea con este proceso represivo aparece una conciencia de culpa, también ella de origen desconocido, pero inequívocamente anudada a aquellos deseos incestuosos y justificada por su perduración en lo inconciente” (Pág. 186)

    El origen de la culpa es conocido, es el superyó, son los padres introyectados transmisores de la cultura y las prohibiciones. Yo creo que hay un superyó heredado.

    Hay algunos aspectos que Sigui plantea como desconocidos, ya que en su época no había los adelantos y conocimientos actuales.

    OTROS ASPECTOS TEÓRICOS.

    El psicoanálisis con frecuencia se hace equivalente a la técnica clínica individual, sin embargo se trata de una teoría con múltiples técnicas clínicas, educativas y otras. En tres ensayos en la nota 50 agregada en 1924[1] dice “La doctrina de las pulsiones es la pieza más importante, pero también la más inconclusa, de la TEORÍA PSICOANALÍTICA (negrita, cursiva y subrayado míos).

    Con gran frecuencia y tal vez debido a la ignorancia de la epistemología o al narcisismo de las y los colegas o de sus seguidoras y seguidores, con frecuencia se nombran “teorías” a los desarrollos teóricos, ejemplos: “teoría de las relaciones de objeto”, “teoría lacaniana”, “teoría de la cloaca”, “teoría kleniana”, “teoría del yo”, “teoría vincular” y muchos más, por cierto Lacan siempre dijo que era freudiano no lacaniano. Por supuesto que hay que tener una lectura crítica no dogmática de la obra de Freud, él mismo la promovía al criticarse a sí mismo, sin embargo, las leyes fundamentales persisten, por ejemplo: la estructura psíquica única y universal.

    Nuestra teoría tiene múltiples aplicaciones preventivas en la Salud Mental, en la educación de las niñas y los niños, en la sexualidad, en las relaciones de pareja y familia y tantas más. Nos hemos dedicado principalmente a una minoría patológica, para no hablar de clase social en este momento, tal vez ya es tiempo de poner más atención en las mayorías no patológicas y en la prevención.

    Freud en muchos momentos se refería a la “psicología normal”, tal vez debemos trabajar más en la fisiología del aparato psíquico, ¿Cuáles son las fantasías universales, las reacciones emocionales normales frente a un estímulo? el funcionamiento normal de la psique al que ningún ser humano escapa, independientemente de su extracción de clase social, de su origen cultural, étnico o de nación.

    LA “SEÑORA” KLEIN.

    Hay aportaciones técnicas y teóricas de esta autora que de alguna manera contravienen algunos de los postulados de Freud, como son: la constitución del superyó   a los 6 meses de edad, yo creo que ya nacemos con estructura psíquica completa y el neuropsicoanálisis cada día se acerca más a probarlo, bástenos observar en un cunero las diferentes reacciones de bebés en hospitales que les dan alimento a la misma hora. Desde la técnica contravino al maestro con: el psicoanálisis de niños y de psicóticos, son cuestionamientos a postulados freudianos, aunque muchos de los casos de Freud eran psicóticos y trató a Hans a distancia.

    Algunos de sus conceptos básicos de situación esquizoparanoide y depresiva se refieren al infante, sin embargo, dieron lugar a los desarrollos posteriores para la comprensión de fenómenos grupales universales, hoy sabemos que toda sesión psicoanalítica de grupo inicia en una situación de fragmentación y desconfianza, para después, a veces, pasar a una situación depresiva elaborativa. Plantea aspectos que se reproducen el grupo y que dan luz en los aspectos de transferencias laterales. En varios momentos se refiere al nacimiento de un hermanito, que también ya lo hacía Freud, aspecto que se reproduce cuando incluimos en un grupo psicoanalítico abierto a un nuevo miembro. Dice Melanie en Análisis temprano[2]: “Sin embargo, la ocasión de la irrupción de su neurosis fue el nacimiento de su hermanito. Poco después de esto se manifestaron dificultades aun mayores que aumentaron rápidamente”. Si no interpretamos adecuadamente en un grupo este aspecto puede ser causa de deserción.

    Más adelante nos habla del “temprano sentimiento de culpa” que aparece en los juegos infantiles. Los católicos piensan que los niños nacen con un “pecado original” es decir que ya hay su correspondiente culpa heredada. Sin entrar en disertaciones religiosas, yo creo que el niño ya nace con su estructura psíquica completa, es decir con ello, yo y superyó. Hay demostraciones de la fortaleza de infantes, por ejemplo los niños que quedaron sepultados una semana en un hospital después del temblor de 1985, ¿eran puro inconsciente, eran puro ello? Yo creo que no. En aspectos prácticos nos hereda la técnica de juego con niños, que si bien la aplicó en casos individuales, hoy en día se aplica grupalmente en AMPAG, y en diversos consultorios privados de colegas. Muchos de los aspectos planteados técnicamente por Klein para el psicoanálisis individual de niños son válidos para el trabajo con grupos de adultos y con psicóticos. Dice en principios psicológicos del análisis temprano[3]: “En su juego los niños representan simbólicamente fantasías, deseos y experiencias. Emplean aquí el mismo lenguaje, el mismo modo de expresión arcaico, filogenéticamente adquirido con el que estamos familiarizados gracias a los sueños. Sólo podemos comprenderlo plenamente si lo enfocamos con el método que Freud ha desarrollado para descifrar los sueños. El simbolismo es sólo una parte de él; si queremos comprender correctamente el juego del niño en conexión con todo su comportamiento durante la sesión, debemos tener en cuenta no sólo el simbolismo que a menudo aparece tan claramente en sus juegos, sino también todos los medios de representación y los mecanismos empleados en el trabajo del sueño, y tenemos que tener en cuenta la necesidad de examinar el nexo total de los fenómenos (incluyo la nota 6 al pie), 6: “Mis análisis revelan una y otra vez cuán distintos significados pueden tener las cosas, por ejemplo muñecos, en el juego. A veces representan el pene, a veces el hijo robado a la madre, a veces al paciente mismo, etc. Es sólo examinando los mínimos detalles del juego, y su interpretación, que pueden hacérsenos claras las conexiones y eficaz la interpretación. El material que los niños producen durante la sesión, a medida que pasan de juego con juguetes a dramatizar en su propia persona y a jugar con agua, cortar papel, o dibujar, el modo en que hacen esto, la razón por la que cambian de un juego a otro, los medios que eligen para sus representaciones, toda esta miscelánea de factores, que tan a menudo parece confusa y sin sentido, es vista como coherente y plena de significado, y se nos revelan las fuentes y pensamientos subyacentes, si los interpretamos exactamente como los sueños. Además, los niños a menudo representan en su juego lo mismo que ha aparecido en algún sueño que narraron antes, y con frecuencia producen asociaciones por medio del juego que le sigue, y que es su forma más importante de expresarse”.

    Además de que esto sucede con el lenguaje verbal en los grupos, también debemos poner atención a lo corporal y emocional. Actualmente podemos incluir psicodrama y otras técnicas de acción en los grupos que serían equivalentes al juego en los niños y que nos proporcionan material excelente para hacer consciente lo inconsciente. En las clínicas de AMPAG en los grupos de psicoterapia de tiempo y objetivos limitados a dos años se incluye una sesión prolongada en la que se usan técnicas psicodramáticas y otras. Es muy recomendable usarlas en el consultorio privado también.

    Aunque basa sus desarrollos teóricos y técnicos en su trabajo con niñas y niños con patología, nos da pie para plantear aspectos que son parte del funcionamiento normal de aparato psíquico de cualquier ser humano, M.K. dice: en Amor, Culpa y Reparación (1937)[4] Pág 1 Psikolibros: “El primer objeto de amor odio del lactante es deseado y odiado a la vez” tal vez hay una continuación de la idealización de la relación madre hijo hija, sin embargo, hago dos reflexiones: primera: el padre cada vez esta mas incluido en la obra de Klein, en nuestros días, a veces, ya le habla el padre al producto en la vida intrauterina y si bien no da pecho, ya hay padres que intervienen (triangulan) desde el nacimiento. La segunda reflexión es acerca de la doble valencia afectiva amor odio y yo agrego con predominancia de una de las dos dependiendo el momento, por ejemplo vinculado con el hambre.

    Sin embargo, mas adelante (Ibíd. Pág 4)[5] dice: “La lucha entre amor y odio, con todos los conflictos a que da lugar, aparece, como he tratado de demostrar, en la primera infancia y opera activamente durante toda la vida. Comienza en la relación con AMBOS PADRES”. (mayúsculas, negritas, cursiva y subrayado míos). Incluye mucho más que Freud al padre en sus desarrollos teóricos. Desde luego que plantea que la sexualidad es desde el nacimiento. En diversas partes de su obra, que por supuesto parte de los postulados originales de la teoría psicoanalítica creados por Freud, hace alusión a aspectos de envidia y gratitud en la relación hombre mujer. Dice (Ibíd. Pág. 9)[6] “Debido a que en las profundidades de su mente perdura la idea de que su genital es peligroso y podría dañar el del marido – noción que proviene de sus fantasías agresivas contra su padre- parte de la satisfacción que obtiene deriva del hecho de comprobar que sus genitales son buenos, puesto que proporcionan a su marido placer y felicidad”, más adelante, “Esto no solo aumenta su placer sexual, su amor y ternura por la mujer, sino que propicia sentimientos de gratitud y seguridad, los que a su vez incrementan sus poderes creadores en otros campos e influyen favorablemente sobre su capacidad para el trabajo y otras actividades. Al compartir sus intereses (así como su amor y placer sexual), la mujer le prueba el valor de su trabajo”.

    Ya antes hablé de las envidias mutuas y ahora subrayo las gratitudes mutuas. En el pasado se prohibía a los deportistas en las olimpiadas que llevaran a sus parejas y tuvieran relaciones sexuales, hoy lo permiten y promueven.

    Nos habla después de diversos aspectos de la relación madre padres hija hijo, nos advierte de la: “…indulgencia materna exagerada…” que encierra una intensa culpa y una agresión encubierta. En esta obra nos habla de diversos aspectos inconscientes de la relación de pareja, de la elección del objeto de amor, de ser padre, aspectos que son de gran utilidad para la prevención en salud mental. Vuelven a aparecer aspectos idealizados de la relación hijo hija madre cuando dice: “El vínculo primario del niño con el pecho y la leche de su madre constituye la base de todas las relaciones de amor en la vida”. Pareciera que idealiza la díada y no toma tanto en cuenta la tríada, aunque también habla del Edipo temprano y su importancia en el desarrollo psíquico.

    Termina este artículo diciendo: “Y para terminar, una buena relación consigo mismo condiciona el amor, la tolerancia y la buena disposición hacia los demás. En parte esta buena relación deriva, como intenté demostrar, de una actitud amistosa, comprensiva y afectuosa hacia los demás, o sea hacia aquellos que tanto significaron para nosotros en el pasado y cuyo vínculo con nosotros integra nuestra mente y personalidad. Si en lo más hondo del inconsciente logramos superar los rencores contra nuestros padres y perdonarles las frustraciones que debimos sufrir, podremos entonces vivir en paz con nosotros mismos y amar a otros en el verdadero sentido de la palabra”. Coloca al sí mismo en primer lugar, para luego poder relacionarlo de manera más adecuada con la pareja e hijos. Issacs, Heimann y Segal hacen excelentes análisis de la obra de MK, un autor menos conocido, más reciente es Petot.

    REFLEXIONES FINALES.

    He planteado en este breve ensayo de algunas críticas a la Teoría Psicoanalítica original de Freud, tiré un poco de “agua sucia” y reparé la “tina”, el niño se conserva fuerte y sano. Los aspectos fundamentales se mantienen pues es una teoría científica. Destaqué algunos aspectos de los desarrollos teóricos y técnicos de Klein que me parecen importantes para el trabajo grupal con niños y adultos. Tal vez me quedo en que “para muestra basta un botón”, sin embargo son aspectos sintéticos de lecturas y relecturas de las obras mencionadas. Pequeñas reflexiones que hago después de 33 años de práctica psicoanalítica clínica individual y grupal, de docencia y supervisión psicoanalíticas y de otras prácticas fuera totalmente de la clínica y la enseñanza como es el trabajo institucional y de creación colectiva, siempre con mi marco teórico psicoanalítico, con diversas técnicas, algunas muy innovadoras, a veces poniéndolo a dialogar a la teoría psicoanalítica con otras teorías y técnicas.

    La Teoría Psicoanalítica es una ciencia muy joven es un bebé científico, vendrán nuevos y magníficos desarrollos, técnicas aceleradoras del proceso psicoanalítico clínico, pero como toda ciencia, los principios originales se mantienen, hay que volver a releer a Freud y a Klein, encontrán gratas sorpresas. Tenemos una responsabilidad social: poner esta magnífica ciencia al servicio de las mayorías no patológicas que constituyen el 89% de la población mundial, recordemos que en salud en general y en salud mental en particular es mucho mejor hacer prevención, se evitarían muchos padecimientos que luego nos toma tanto tiempo en revertir. Tenemos mucho que decir en la educación sexual, en las relaciones de pareja y familia, en las relaciones humanas en general. Fuera de la clínica considero que nuestra ciencia tiene una técnica contemporánea para el conocimientos del sí mismo, en ocasiones en el encuadre planteo a las personas que buscan psicoanalizarse conmigo, que el trabajo psicoanalítico individual o grupal es una carrera sobre sí misma o sí mismo.

    Además se han desarrollado técnicas grupales de aplicación en la enseñanza como el grupo operativo de enseñanza aprendizaje y otras. Esa es otra responsabilidad la aplicación de la teoría y técnicas psicoanalíticas en otros ámbitos fuera de la clínica. Por último decir que la salud mental es un derecho humano, por lo tanto, también debemos luchar porque nuestra ciencia sea puesta al servicio de toda la población, hoy las instituciones de salud mental están dominadas por la psiquiatría tradicional y el conductismo, tal vez porque nos quedan todavía resquicios de secta. Por eso me da mucho gusto que cada vez son más personas las que se forman en AMPAG, que trabajan en las instituciones de salud mental.

    Se me olvidaba que hay una recomendación de Freud que no todos los colegas cumplen que es el reanálisis, Sigui recomendaba que cada 5 años tuvieran los psicoanalistas un reanálisis, como estamos en México, yo lo recomiendo cada sexenio, nuestra profesión tiene riesgos, no caigamos en que “en la casa del herrero azadón de palo” o ser “candil de la calle y oscuridad de la casa”.

    Muchas gracias.

    BIBLIOGRAFÍA.

    Freud S. Obras completas.

    Melanie K. Obras completas.

    [1] Freud S. (1905), “Tres ensayos de una Teoría Sexual”, Amorrortu Editores, 5ª Edición, Argentina, 1993.

    [2] Klein M. “Principios del Análisis Infantil” (1923 1930), remitirse a las obras completas, ya que hay diversas ediciones, incluso ahora en Internet.

    [3] (Ibíd.)

    [4] Klein M. “Amor, Culpa y Reparación” (en algunas ediciones esta traducida como Odio en vez de Culpa), psikolibro.blogspot.com

    [5] (Ibíd.) Pág. 4

    [6] (Ibíd.) Pág. 9

    [1] Freud S. (1919) “Pegan a un niño”. Obras completas, en algunas notas daré las páginas de la edición de Amorrortu, sin embargo, dado que hay diversas ediciones, incluso en “Psikolibros” de Internet me limitaré a citar la obra.

    [2] Freud S. (1905), “Tres ensayos de una Teoría Sexual”, (Pág. 145), Amorrortu Editores, 5ª Edición, Argentina, 1993. Pág. 145.

    [3] Freud S. (1919) “Pegan a un niño”. Obras completas

    [4] (Ibíd.) (Pág. 186)

    [5] Freud S. (1905), “Tres ensayos de una Teoría Sexual”, (Pág. 132), Amorrortu Editores, 5ª Edición, Argentina, 1993.

    [6] (Ibíd.)

    [7] (Ibíd.) Pág. 137

    [8] (Ibíd.) Pág. 138

    [9] (Ibíd.) Pág. 141

    [10] (Ibíd.) Pág. 144

    [11] (Ibíd.) Pág. 148

    [12] Freud S. (1919) “Pegan a un niño”, (Pág. 186), Amorrortu Editores, 5ª Edición, Argentina, 1993.

  • Dos semblanzas de psicoanalistas

    Dos semblanzas de psicoanalistas

    Dos semblanzas de psicoanalistas.

     

    Alfredo Stefano Castro Enríquez[1]

                                                             ATRIBUIR LAS PROPIEDADES: AGUSTÍN PALACIOS.

     

    Por eso el psicoanalista tiene que funcionar, en el trasfondo de la contratransferencia que funge como ambiente facilitador del desarrollo progresivo del enfermo, como una madre relativamente sana que cobija la marcha extemporánea de ese ego que quedó detenido cuando niño

     

    El psicoanálisis es tan sólo una ventana de observación, no la mejor ni la peor, pero ciertamente valida y muy aplicable al estudio de la conducta normal y anormal del ser humano. No es, ni necesaria ser, una ciencia exacta; tiene la variabilidad caleidoscópica que es privativa del hombre, de allí lo apasionante de su práctica y lo incierto de su descripción

    Agustín Palacios López

    Contaba sobre él una paciente suya: “Lo recuerdo no solamente por sus atinadas y cálidas interpretaciones, lo evoco también por su sabiduría, su brillantez. También está presente en mi memoria su elegancia manifestada en todos sus movimientos, en su arreglo personal, en sus palabras, en su cultura, también lo recuerdo por lo interesante de sus clases, sus libros y su profundo conocimiento de la teoría y la técnica individual y de grupo, se sabía de memoria los textos y le tenía una gran pasión a Freud, siempre respetándolo”.

    México tierra de cosas enormes, objetos, lugares, joyas arquitectónicas, hotel del resto del mundo. En planas sobre el conocimiento no es la excepción, intelectuales de todas tallas y temas han surgido de este bello país, soy fanático de los homenajes, semblanzas y biografías de los grandes, tal como hoy me toca a mí hacerlo, sin que mi conocimiento sobre tal tema pueda extenderse para muchas hojas. Digamos que este escrito es la cáscara de la vida de este hombre extraordinario.

    El doctor José Cueli refiere: “es uno de los más destacados maestros del pensamiento latinoamericano, e internacional”. Sus libros, trabajos y nombramiento, lo atestiguan: Vicepresidente de la Asociación Psicoanalítica Internacional, presidente de la APM y de la Sociedad Mexicana de Neurología y Psiquiatría, ha sido maestro, analista didáctico, supervisor, investigador y cofundador de AMPAG (Palacios, 1991). El presente es un homenaje para el Dr. Agustín Palacios López, homenaje realizado por una persona que no fue alumno directo del psicoanalista mexicano, simplemente un lector honesto de su vida y obra.

    La obra de Palacios, a grandes rasgos, se puede dividir en dos campos: la técnica, y la psicopatología (específicamente la detención del desarrollo emocional). Siendo así un autor original sobre técnica psicoanalítica, en términos grupales e individuales, no sólo escribió libros enteros sobre ellos, sino que, realmente hizo contribuciones y abonos hacia lo mismo.

    Bajo este mismo tema de la técnica, el autor propone dos tipos de psicoterapia: una restitutiva y otra reparativa. Todo esto, según sean las ambiciones, objetivos y, recursos tanto del terapeuta como del paciente, así como del programa institucional o privado, según se encuadre (Palacios, 1991).

    Su estudio y dominio sobre el tema lo llevó a proponer una nueva entidad psicopatológica llamada seudosimbiosis. Así, reafirma aquella propuesta de que la detención del desarrollo emerge – según Mahler – en la subfase de re-aproximación. Mientras tanto continúa estudiando puntualmente las contratransferencias dichas por Racker. Esto lo dejó apuntado en su monumental obra, psicoanálisis de la detención del desarrollo emocional.

    El doctor José Cueli al referirse al estudio sobre psicopatología limítrofe escrita por Palacios, comenta: “Agustín enfatizaba que gracias al inconsciente entrenado y preparado del terapeuta, éste se conectaba con el del paciente, determinando un ritmo sincrónico que permitía la diferenciación y organización de algunas variantes y funciones, problema de gran dificultad ya que el lenguaje debe también integrarse a ese ritmo, puesto que en estos trastornos tiene formas particulares de expresarse: hablan sin explicarse, pero dando por sentado que siempre son comprendidos”.

    Las palabras, más que la expresión de una comunicación simbólica, son vehículos de una solicitud de simbiotización y expresión de un vínculo muy análogo al balbuceo del bebé cuando juega con la madre; por eso la necesidad de hablarle al paciente desde él y si es posible utilizando sus mismas palabras, tonos y ritmos, hasta conseguir que progrese de una fase pseudosimbiótica a la diferenciación en la que es capaz de “hablar con el analista”, dejando el monólogo para hablar de nosotros. O sea, tener conciencia que al no tolerar la separación gradual, quedó fijado en una comunicación preverbal de una manera siniestra, carente de significado simbólico. La tesis de Palacios era que los enfermos con trastornos de detención del desarrollo, acercamientos y alejamientos, son complejos. Los contactos terapéuticos espontáneos y propositivos en la búsqueda de que los intentos de resimbiotización no obstaculicen el libre discurso de la urgencia biológica del individuo de crecer de forma libre y separada (Cueli, 2012).

    En 1998 escribe La formación del psicoanalista, libro a mi juicio de gran valor, por su enfoque local y quizá único en este país, un libro que cubre los requisitos para ser un clásico en el tema de análisis didáctico. También, compilador de un libro en conmemoración de cien años de la aparición del psicoanálisis, gestado por el Museo Sigmund Freud de la APM, en donde demuestra ser un estudioso de la vida y obra Freudiana, en el cual, también, escriben colegas suyos entre los que destacan la Dra. Pontón, Del Valle, los Drs. Valencia, Castro, Césarman, Cueli. Otro libro de vasta relevancia es: Técnica de grupo en psicoanálisis, en que realizará una crónica del desenvolvimiento de la psicoterapia grupal, sin embargo, nunca menciona quienes nombres, lo cual, para mí, es muy original, ya que a la par de que relata lo sucedido, el doctor elige explicitarnos los eventos a través de la teoría. Dicha teoría remonta a autores del análisis grupal como: Zetzel, Schilder, Zimmerman y, desde luego el legado del doctor José Luis González.

    Palacios tiene la inteligencia de realizar sus propias contribuciones teóricas tomando como base los autores mencionados. Aquellos que hemos tenido la dicha de pertenecer a un grupo tanto como facilitadores o como integrantes, pudimos percatarnos de que se describen un sinfín de fenómenos que ahí toman lugar, me sentí plenamente identificado con lo allí descrito, y varias veces dije: “eso a mí me paso”.

    Su labor intra societaria fue incansable, culminando grandes ambiciones. Docente de varias generaciones de analistas, psicoterapeutas y psiquiatras. Colegas de enormes personalidades, supervisor y analistas de personas pilares hoy en día. Autor de alrededor de siete libros, coautor de algunos más, escritor de numerosos artículos publicadas por instituciones médicas y psicoanalíticas.

    El Doctor Agustín Palacios López fue Médico egresado del IPN, psiquiatra, psicoanalista de grupo e individuos, formado en la Universidad de Texas, APM y AMPAG, instituciones en las que también fue docente. Fue un fiel seguidor de las ideas, en primer término de Freud, Klein, Winnicott, Bion, Mahler y, otros más contemporáneos como Searles, Racker, Greenacre, Giovachini, entre muchos más. Bien pudiéramos considerarlo un psicopatólogo, y sobre todo, un autor sobre técnica.

    El maestro fue maestro de maestros, creador además, de los siguientes libros: Psicoanálisis, la técnica; Teoría de la técnica psicoanalítica; El divorcio y los segundos matrimonios; y Temas dialécticos en psicoanálisis. Cabe destacar que el doctor Palacios perteneció a la primera generación formal del Instituto de psicoanálisis de APM, sus compañeros fueron los doctores: Luis Moreno Corzo, Arizmendi, Jaime Cardeña, Ricardo Díaz Conti, Díaz Infante, Roger H. García, Mendizabal, Guillermo Montaño, Héctor Prado Huante, Mauro Torres y Gregorio Walner.

    Por si fuese poco, siempre se mantuvo al margen de ciertas tareas con el objetivo de que el psicoanálisis siguiera existiendo y su extinción no se llevará al acto, así mantuvo una faceta activa en la tarea de futurólogo, dejó apuntado: “Los tiempos han cambiado en corto lapso y es posible que nuestros ojos curiosos no deban confinarse al consultorio, sino contemplar fenómenos masivos que nos agobian y que sólo parecen ser ajenos a nuestro dominio conceptual”.

    Continúa: “la revolución psicoanalítica está en peligro de sufrir el destino de otras tantas revoluciones: caer en el estatismo de lo establecido”. Concluye: “al afiliarse a la intelectualidad conservadora, el psicoanalista ve restringida su capacidad de cuestionamiento” (Palacios, 1978).

    Quiero terminar con algunos versos que le escribió la doctora Griselda Sánchez Zago el día de su partida, versos que dimensionan los horizontes de la personalidad en cuestión:

    El Dr. Agustín Palacios López falleció en la ciudad de México, la misma que lo vio nacer, el pasado 16 de Noviembre, en plenitud de facultades y preparado para salir a dar su entrañable Seminario de los miércoles.
    Siendo un niño, perdió a su padre por apendicitis aguda, evento que lo signó para seguir la carrera de Medicina. Fue un alumno brillante en el Instituto Politécnico Nacional, el primero en ganar una beca para seguir una formación de posgrado en la Universidad de Texas en Galveston.
    Ahí, entre 1950 y 1954 se hizo Neuropsiquiatra bajo la tutela del Dr. Titus Harris -nombre que lleva el Instituto de Psicoanálisis- ,un agudo clínico que lo orientó a buscar la cura de la psicosis más allá de las fenotiazinas y los electrochoques, cuando apenas debutaban.
    Su gran inquietud intelectual lo trajo de regreso a México, y encontró, en las voces de Frida Zmud, José Luis González, Ramón Parres y José Remus, el eco de su propia búsqueda en el Psicoanálisis.
    Formó parte de la segunda generación de analistas de APM, su hogar y su Alma Mater, de la que siempre mantuvo el rumbo y la lealtad. Fue su Presidente de 1978 a 1980 y durante su gestión, se integraron a la formación analítica a los Doctores en Psicología, un gran logro que permitió capitalizar al Centro de Estudios de Posgrado como la gran veta que es hoy día en el crecimiento del Psicoanálisis en México.
    Con el corazón puesto siempre en APM, aspiró y alcanzó la Vicepresidencia de la IPA, donde impulsó el Psicoanálisis latinoamericano con una pasión y un compromiso sin precedentes. Ningún  cisma, ninguna disidencia lo hicieron dejar de confiar en su institución y en sus compañeros y alumnos, y murió soñando con verla crecer en todos los sentidos. Como sentenció un analizando suyo y analista didáctico: «Lo malo es que nos deja el ejemplo». (Zago, 2012).

    El doctor Palacios falleció en noviembre del 2011, al año siguiente, en el 2012, en la Asociación Psicoanalítica Mexicana rindieron un cálido y merecido homenaje al doctor. “Honor a quien honor merece”, fue el común denominador del sentir de los integrantes en la mesa redonda durante el homenaje. Dicha mesa estuvo conformada por los Dres. Griselda Sánchez, José Cueli, José Luis Islas, Salvador Rocha, José Luis Salinas y Alfredo Valencia. En este espacio se recordó las cualidades del doctor no sólo como el gran psicoanalista, supervisor y maestro que fue, sino por sus gran humanidad y enorme sensibilidad que lo llevaron a ganarse el respeto, admiración y cariño de todos quienes lo conocían (APM, 2012).

    REFERENCIAS

    Asociación Psicoanalítica Mexicana. (2012). Homenaje al doctor Agustín Palacios. Extraído el día 6 de marzo del 2017 de http://boletinesapm.blogspot.mx/2012/06/homenaje-al-dr-agustin-palacios.html

    Cueli, J. (2012). Agustín Palacios, terapeuta. La jornada semanal. Extraído el 6 de marzo del 2017 desde: http://www.jornada.unam.mx/2012/02/05/sem-jose.html.

    Palacios, A. (1975). Técnica de grupo en psicoanálisis. México. La prensa Médica.

    —————- (1978). Carta del presidente de la APM. Cuadernos de psicoanálisis. Volumen XI. Números 3 y 4.Julio-Diciembre. Asociación Psicoanalítica Mexicana. México. D.F

    —————- (1998).La formación del psicoanalista. Asociación Psicoanalítica Mexicana. México. D.F

    —————- (1998). Freud: su legado un siglo después. Sansores y Aljure. APM. México. D.F.

    —————- (1991). Psicoanálisis de la detención del desarrollo emocional. México. D.F. Hispánicas.

    Zago, G. (2012). Recordando a nuestro querido Dr. Agustín Palacios. Boletín Electrónico de la APM. http://boletinesapm.blogspot.mx/2012/01/recordando-nuestro-querido-dr-agustin.html

    CONJUGANDO LA VASTEDAD DE UN REFORMADOR

     

    Memorando al doctor Dupont.

     

    Sinopsis: Pretendo exponer una semblanza del Dr Marco Antonio Dupont Muñoz, recalcando su creatividad, mismas que van desde lecturas específicas hasta proponer modalidades de tratamiento psicoterapéuticas, sin dejar de lado su especial modo de literatura y, desde luego, su labor societaria e institucional.

     

    La metabolización de los contenidos en el continente deberán ser elaborados más avanzadamente, menos motivos y más racionales

    Marco Antonio Dupont Muñoz.

    PREÁMBULO

    Cuando un ser querido se va y dice adiós a la vida, plantea una situación pesada para nuestro andar, ver aquella persona que ya no está dónde suponíamos estaría siempre, deja un vacío, un vacío interior y exterior, una confusión entre ausencia y presencia cotidiana, este partir, actúa como una confusión real e imaginaria que contiene tristeza, angustia e ironía, entre algunos otros sentimientos inefables. Por ahora pienso en un homenaje hacia este gran clínico, el doctor Marco Antonio Dupont Muñoz. Estas líneas son mera representación, símbolo de aquellas personas que se han ido.

    Este trabajo intenta dar constancia de su capacidad de interrelación, de interjuego, de constancia. Vastedad como concepto de grandeza, de suficiencia, de riqueza y, reformador protagonista de la revolución de pensamiento, diferencia, inclusión.

    México tierra de enormes cosas, objetos, lugares, joyas arquitectónicas, hotel del resto del mundo. En planas sobre el conocimiento no es la excepción, intelectuales de todas tallas y temas han surgido de este bello país. Digamos que este escrito es la cáscara de la vida de este docto.

    CONCEPTOS, OPINIONES E HIPÓTESIS

     

    Dejo apuntada la idea de que algunos de los fenómenos que son la raíz de la cultura, como el proceso creativo y el de la simbolización, encuentran su fuente original en el esfuerzo de recuperación del objeto perdido, pero en forma genérica y prospectiva (Dupont, 1976). Es de esta manera que el doctor Dupont constituye su teoría clínica, ocupando un lugar especial de lo suscitado en el setting, de inmediato se lee el interés hacia el fenómeno de la identificación proyectiva, concibiendo a ésta más abarcativa y dimensional, como una ruta de comunicación, es decir, como una teoría de la comunicación, siendo ambiciosos, una ontología del lenguaje.

    El maestro siempre vio al interior, recogía sus afectos y cogniciones según avanzaba la hora analítica. En él, era siempre constante el registro interno que dictaba la unidad dialéctica entre lo propio y lo externo, es decir, pensó con los ojos, a la vez que, oía con la mirada. Ello lo podemos constatar con su estudio e implicación del ECRO, estas tópicas pueden desembocar en su propia contratransferencia, o en lo que en terapia familiar llamamos: cibernética de segundo orden, ubicándose en los sistemas que observan, lo anteriormente mencionado enmarcado en lo que denominó Higiene mental, compuesta por análisis, supervisión y experiencia acumulada en años (Dupont, 1976,1988).

    Un modelo ejemplar del suceder en la hora analítica, lo expuso mediante la siguiente ecuación: “A — B (b bn) – A”, pienso yo, que el doctor continuó con las enseñanzas matemáticas de Bion, así como en el espiral de Pichón Riviere, ya que esta dinámica analista-paciente, es interminable, dinámica, de ida y vuelta, mutuo, correlativo, intercambiables y que tiende a. (Dupont, 1976,1988,2007, 2013).

    A continuación ofrezco ciertas premisas que lo relatado:

    Fase A” posición completa de integración con predominio de raciocinio y lógica.

    Fase B” Relajación.

    A” transformación de experiencias, de emociones a pensamientos. Con la ayuda de otras transformaciones se podría concluir con una interpretación.

    Fase A punto de partida asociativo del paciente, ocupa una disposición del terapeuta a acompañar al paciente en sus vivencias, también, si el analista no trasforma lo anterior, no induce a la regresión del paciente.

    Fase B parcial y temporal, facilita el ingreso del yo terapéutico,

    Este vaivén, refiere Dupont, es un proceso en espiral, se puede repetir en varias ocasiones en una misma sesión, es estructural y dinámico.

    La primera parte pertenece a lo racional, lógico y al juicio, la segunda a la empatía, intuición, a lo subjetivo y al curso emocional.

    El doctor centró cierta atención considerable a temas clínicos y teóricos, los renovó, perfeccionó y nombró, por tanto, asignó un valor especial, por ejemplo al yo terapéutico (organizador universal), al tercer oído, tercer ojo, a lo autocurativo, al furor curativo, al factor tolerancia del terapeuta (conocerse) y cura sintomática, desde luego al ECRO que él también llamó metafóricamente llavero. Dichos conceptos ofrecen, incuestionablemente, un valor considerable de alarde de versatilidad psicoanalítica, que hace sentir la faceta clínica de este autor.

    Dicho sea de paso que el factor tolerancia lo interrelacionó con el yo terapéutico que a su vez es útil para: planear la ruta terapéutica, prevención de puntos ciegos, prevención de contraidentificacion complementaria y analizar las defensas tanto primarias como secundarias (Dupont, 2007).

    EL OTRO LADO DEL DIVÁN Y LA RELACIÓN ANALISTA-PACIENTE

    Reza Dupont: “La aceptación de un continente tolerable y tolerante también parece condición indispensable para el desarrollo estructural” (Dupont, 2007). En sentido metafórico, se gradúo con honores a la hora de hablar “del otro lado del diván” – como lo mencioné arriba – bajo este ejercicio fue honesto, crítico, desafiante y abierto a lo que esto podría traer como resultado. Respondió a muchas necesidades de los teóricos a la hora de hablar acerca de los fenómenos transfero-contratransferenciales, es muy probable que en este rubro se convirtiera en un maestro del tema. Un factor poco estudiado en este proceso es el hecho de que las creencias y las teorías del analista determinan, de forma inevitable, la evolución y contenidos del proceso (Dupont, 2007).

    Continúa: La realidad psíquica del analista no puede ser estudiada si no se incorporan a la investigación los efectos interactuantes con la realidad psíquica del paciente. Es decir, la noción misma de realidad psíquica del analista debe incluir, en su definición, su dependencia funcional con la realidad psíquica del paciente (Dupont, 1988).

    Posteriormente junto con otros colegas los Doctores Tubert, Vives, Kolteniuk, Parres y Mendoza presentan un congreso de la IPA en Estados Unidos, resultado de una investigación, en el cual propone que el análisis es un “espacio interconstruido” proveniente de dos fuentes: realidad psíquica del analista y realidad psíquica compartida. Agrega: El espacio interconstruido es un campo operacional que se crea en cada encuentro. El espacio interconstruido no data más que del psicoanálisis relacional.

    PEDAGOGÍA PSICOANALÍTICA DEL PSICOANÁLISIS

    Estudiarlo, es sinónimo de algo peculiar y especial, debido a que no existe algo semejante, probablemente estudiar música tenga tintes parecidos, ya que la experiencia personal, es decir, lo que has vivido influye de manera directa, contundente y decisiva. El percibir obtiene un lugar especial en la formación analítica, esto sumado a varios años de análisis didáctico y todo el vínculo terapéutico paciente-analista, en donde las tormentas del ayer y las promesas y proyectos por venir, toman inclinación hacia una funcionalidad del sujeto analizado.

    En la pedagogía del psicoanálisis, apreciar es un verbo muy presente, dicha apreciación no tiene lugar en libros, seminarios y teóricos, se va construyendo de manera intangible, inefable y difícil de explicar y comentar. Creatividad, asertividad, invención y hermenéutica son solo algunos pre-requisitos para ingresar a la candidatura, el talento transferencia-contratransferencia se hace más que necesario, es sus dos facetas; analista (alumo)-paciente, y didáctico-paciente (alumno), esta doble modalidad se vuelve interesante en demasía, pocas disciplinas pueden presumir ser artista y espectador a la vez.

    Lo referente a la educación, formación, y transmisión del psicoanálisis y sus psicoanalistas, ha sido un tema interesante y demasiado especial, ya que ésta disciplina así lo dicta, desde los requisitos para formarse, hasta los años que lleva estudiarlo, sin dejar a un lado la manera de enseñar lo que se sabe y que en algún momento también fue enseñado.

    Ya durante su estudio, a estas avanzadas horas de su trabajo Dupont, piensa, escribe y deja por sentadas una serie de hipótesis sobre los enseñajes y transmisiones de la teoría psicoanalítica, es aquí en donde vemos un perfil docente-pedagógico del maestro Dupont.

    Refiere que la verdadera fuente original del analista es constituido por: vocación, análisis, entrenamiento, identidad profesional, apego al ejercicio de la profesión analítica (Dupont, 1988, 2007). A su vez, fue un incansable estudioso de la formación del psicoanalista desde la selección de candidatos, pasando por la enigmática relación analista-alumno

    ESTÉTICA DE LA PRAXIS EN DOS TIEMPOS: HISTORIA Y FUTURO

    La temporalidad histórica está inscrita en los conjuntos de la experiencia que como memoria se mantienen preconscientes, más no en sus partes cuando se hallan desligadas del conjunto y reordenadas en el inconsciente. Recordar es dirigir las catexias de atención hacia el pasado y actualizar en la percepción de la conciencia eventos de la experiencia anterior (Dupont, 1976). En una idea filosófica abstracta, Dupont en entrevista con Bion, refería que el tiempo no existía más que como pensamiento de los eventos en la realidad interna y externa (Dupont, 1988).

    Sin embargo, el tema del “tiempo” fue una constante en su obra, sobre todo, en el tiempo del vivir humano, ya que todas las etapas de la vida fueron atractivas para su estudio, el maestro se interesó en la primera infancia hasta la senectud, la muerte y los moribundos, o mejor aún desde lo pre conceptivo hasta lo post mortem. Lo podemos constatar en su libro Desarrollo humano: siete estudios psicoanalíticos (Dupont, 1976) en donde a través de una línea espacio-temporal, realiza una serie de ensayos sobre los avatares espinosos que vamos transitando.

    Pensando en la supervivencia del psicoanálisis fue partidario de otras prácticas psicoterapéuticas de origen psicoanalítico, por tanto, mostró flexibilidad en la técnica y praxis psicoanalítica. La sentencia condenatoria de que: eso “no es psicoanálisis”, suele alcanzar también a quienes practican con espíritu analítico todo otro orden de psicoterapias, grupo, pareja, familia, etc (Dupont, 2007).

    Dupont es co-autor de Psicología para casos de desastre (Dupont et al, 1987) los autores plasman sus experiencias en la catástrofe del 1985, los escribe juntos con sus colegas: Juan Tubert, Alberto Siniego, Rosa Doring, Mario Campuzano, José Antonio Mendizábal, Isabel Díaz Portillo y el doctor Carrillo y un grupo de psicólogas quienes también intervinieron. En él nos exponen la majestuosa riqueza de la teoría psicoanalítica en cuanto a fenómenos medioambientales y macrosociales. Experiencia sin precedentes, cabe mencionar que el prólogo fue a cargo Elena Poniatowska, hecho de sobrado interés para el psicoanálisis.

    Escribió también: Los fundadores. Historia testimonial de la APM (Dupont, 1997) un libro simplemente único que habla sobre la historia y desarrollo del psicoanálisis en México, en el cual nos percatamos del carácter epistemológico del autor. Data de la trayectoria de los pioneros y sus viajes que dieron arribo al psicoanálisis en nuestro país, estos fueron: José Luis González, Santiago Ramírez, Ramón Parres, Francisco González, Rafael Barajas, Manuel Aiza, Estela Rémus, José Rémus, Fernando Cesarman, Carlos Ibarra, Luis Feder y Avelino González.

    DUPONT GRUPÓLOGO

     

    El psicoanálisis mismo y la tarea psicoanalítica no pueden considerarse asequibles sin el concurso de la comunicación secundaria, la palabra hablada, como instrumento básico (Dupont, 2007). Así como la comunicación humana y la psicoterapia confluyen, como resultado y actitud valiente, Dupont propone GIN-GAP, el cual contiene tres elementos básicos: juego, cuerpo e interpretación. Los párrafos siguientes representan el transcurrir histórico de la realización de un descubrimiento: GIN-GAP. Proyecta un tratamiento único por ser grupal en primer término, en segundo – pienso yo – porque involucra a los padres, lo considero una propuesta sin precedentes, una invención de la psicología orgullosamente Mexicana, en modalidad de tratamiento psicoterapéutico orientado psicoanalíticamente y no dudo en que es el mejor. Cabe decir que toda esta propuesta terapéutica la realizó con su colega Adela Jinich de Wasongaz, Alberto Siniego y Silvia Benenati, entre muchos más colaboradores.

    En estas líneas, intento plasmar en una línea del tiempo el quehacer GIN-GAP, que como bien dejaron dicho los autores “aún falta mucho por hacer”. Posteriormente, comparto algunas ideas que extraje de este hermoso e inhóspito texto que, dicho sea de paso, luego de algunos años editaron un nuevo libro con pequeñas modificaciones que titularon: Una alternativa para el tratamiento psicoanalítico grupal de niños y padres GIN-GAP (2007).

    Se enfocaron más en la observación empírica que en la deducción a partir de un esquema previo. Estudiaron tres niveles de internalización – Klenianos desde luego – incorporación, introyección e identificación. Para la comprensión del grupo terapéutico se requiere tomar en cuenta: campo, texto y contexto, así como tres momentos; acción, pensar y poner las cosas en su lugar. Mencionan mecanismos de defensa novedosos: provocación, confusión de roles, huida a la soledad y permisividad.

    Al inicio del proceso los pacientes niños se consideraban como alumnos y a los analistas como maestros. Cuando se canalizaban inversamente pacientes de lo individual a lo grupal, se gestó un fenómeno que llamaron comunidad incestuosa. Una encomienda del terapeuta será vencer la resistencia que provoca la regresión al rol de niño. El analista se singulariza en su aptitud para ejercer una disociación relativa y una reintegración inmediata (Dupont, 2007).

    Aquí mismo leí conceptos nuevos como el calentamiento grupal, escenas secuenciales e interpretación marginal.

    El grupo de padres en un inicio se llamó grupo de orientación luego – como sabemos – GAP. En el mismo énfasis se poseen dos tareas en ésta propuesta: lo lúdico-placentero y lo analítico-terapéutico. En el GIN-GAP también intervinieron psicoterapeutas familiares y también se canalizaban con ellos. El modelo GIN GAP implica el pasaje del diván al sillón, lo cual involucra la ruptura de la prohibición y la acción. En el tema técnico pensaron que la hora de pensar era igual a una desregresión, por su parte en la hora de la acción, se rompe la idealización.

    Frases agradables que yo escuché: “El Edipo no resuelto de los padres transforma a la familia en un caldo de cultivo de la psicopatología al que retornan nuestro pacientes”, “En el caso del análisis infantil es imprescindible el tratamiento familiar”.

    Historia/Fechas.

    • 1974 Adela Jinich y Marco Antonio Dupont Muñoz realizan la primera experiencia, GIN O se llevó a cabo en el consultorio de la doctora Adela, a los padres los canalizaban con colegas.
    • GIN I modelo institucional 1978 en CIJ de Naucalpan.
    • GIN II Los Doctores Marco Dupont, Héctor Socorro y Adela Jinich en 1979 en la clínica de AMPAG.
    • Luego crearon GIN´S por edades el A de 3 a 6 años, el B de 6 a 11 años, el C de púberes y el D de padres y acompañantes.
    • GIN II B Raquel Springer y Marco Antonio Dupont.
    • GIN II C Grupo de padre Juan Guadarrama y Alberto Siniego.
    • GIN III Marco Antonio Dupont, Zita Chao y María Elena Castro en 1986.
    • GIN IV Marco Antonio Dupont, Cesar Garza, Juan Guadarrama, Malena Juárez, Matilde Guerrero y Alberto Siniego en 1982 en el IMPPA niños de 8 a 11 años y sus padres. Encargados del GIN principalmente Silvia Benenati y Alberto Siniego.

    DESPEDIDA

    Fungió como maestro de los “procesos psicoanalíticos” aquello que abarca desde la cosa hasta la palabra, desde la fecundidad hasta la mortalidad, del cero hasta el sinfín, desde lo prenatal hasta lo post mortem. No echemos de menos su papel protagonista de papeles específicos en lo institucional, idiosincrático, político y cultural del psicoanálisis.

    Sus escritos, a mi juicio, son el espejo de la cultura psicoanalítica mexicana que tanto valen, fue una persona diferente, especial, innovadora, emprendedora, rompió con el estatus. Pionero, líder, investigador, mentor, ídolo, ícono, varias idealizaciones vieron luz en su persona, fue estructura y estructurante, fue constituido y constituyente. Era buen escritor, manejaba un amplio vocabulario y lograba emitir varios mensajes fáciles de captar. Lo catalogo como un verdadero epistemólogo, en sus vertientes de biógrafo e historiador.

    El Doctor publicó un sinfín de artículos en revistas especializadas en neurología, psiquiatría, psicoterapia y psicoanálisis, pero sobre todo, en Cuadernos de psicoanálisis revista oficial de APM, como: La primera hora analítica (Notas a la iniciación del tratamiento en dieciséis casos), La mentira en la transferencia, La crisis adolescente interpretada como fase de mutación del pensamiento, La personalidad terapéutica. Análisis de un concepto básico en psicoterapia, Un factor crítico en el acierto o el error, el éxito o el fracaso en la terapia analítica, Sobre algunas formaciones mentales pseudo-religiosas en la psicosis, La interpretación marginal, Normalidad y patología del desarrollo, Breve relación histórica del movimiento psicoanalítico en México, Psicoanálisis, libertad y liberación, Gerontofilia a la luz del mito de Edipo, Desde la Preconceptología hasta el Psicogenoma de Luis Féder, De la incertidumbre a la certeza y del pensamiento a la acción, La homosexualidad verdadera y la homosexualidad como defensa.

    Se agregan muchos más trabajos que presentó en congresos y que oficialmente no fueron publicados en sí, en agrupaciones como APM, AMPAG, IPA, FEPAL, SMPN, ARPAC, entre algunas más. De igual modo escribió como colaborador en algunos otros libros como en el de su hijo, “Manual clínico de psicoterapia” en donde escribió sobre intervenciones psicoterapéuticas en el paciente con enfermedad terminal, ya que tenía experiencia en esta población como su primer libro lo demuestra.

    Sus actos lo llevaron a recibir la distinción “Doctor Honoris Causa” en el 2012 por la Universidad las Américas. Fue una personalidad con influencias desde luego de Freud, Klein, pero también citaba a Winnicott y ampliamente a Bion, no dudó en estudiar a Erickson, Racker, no dejó a un lado a autores como Grinberg, Rosenfeld, Bick, Meltzer, Abraham, Heimann, Riviere y Rackovski por mencionar solo algunos.

    Ocupó diversos cargos administrativos, fue supervisor, analista, analista didacta, médico especialista, profesor, su interés abarco todo, individual y grupal, niños, adolescente y adultos, con una mira especifica: el psicoanálisis. Su legado arribo, desde luego, en la ciudad de México, el estado de México, Jalisco, Guanajuato, Zacatecas, Querétaro. Falleció a días de presentar su octavo libro “Aventuras psicoanalíticas. Telepatía”. Ahí estudia la teoría de comunicación de Donald Meltzer, la comunicación primaria y secundaria, aparte, expone algunas atravesamientos clínicos grupales e individuales, acá su literatura psicoanalítica era ya, catedra Kleniana y Bioniana.

    En la ciudad de León Guanajuato en donde el psicoanálisis ya es una realidad, tengo la fortuna de tener conocidos y maestros que estimo, que a la vez guardaron relación con él, como maestro, supervisor, analista, y colega, los doctores: Antonio Hinojosa, Augusto Vásquez, Antonio Luna, Malena Fuentes, Enrique Fernández, y Alberto Siniego. Se graduó de Médico especializado en psiquiatría egresado de la UNAM, psicoanalista de grupos titulado en AMPAG y, psicoanalista individual formado en APM. Termino citándolo: “Con tranquilidad, se puede decir que la psicoterapia es un viejo arte a la par que una ciencia nueva” (Dupont, 2013).

    REFERENCIAS

    Libros.

    Dupont, M.A. (1976). El desarrollo humano: siete estudios psicoanalíticos. México: Joaquín Mortiz.

    —————— (1987). Psicología para casos de desastre. México: Pax.

    —————— (1988). La práctica del psicoanálisis. México: Pax.

    —————— (1993). Psicoterapia grupal para niños. México: Universidad de Guadalajara.

    —————— (1997). Los fundadores. APM. México: Tesis económicas profesionales.

    —————— (2007). El ser psicoanalista. México: Lumen.

    —————— (2007). Una alternativa para el tratamiento psicoanalítico grupal de niños y padres GIN-GAP. México: Plaza y Valdez.

    —————— (2013). Telepatía. Aventuras psicoanalíticas. México: Lumen.

    Artículos en cuadernos de psicoanálisis.

    Dupont, M.A. (1981). Un factor crítico en el acierto o el error, el éxito o el fracaso en la terapia analítica. Cuadernos de psicoanálisis. Asociación Psicoanalítica Mexica. México. D.F: Plaza y Valdes.

    ——————— (1991). Normalidad y patología del desarrollo. Cuadernos de psicoanálisis. Asociación Psicoanalítica Mexica. México. D.F: Plaza y Valdes.

    ——————— (1991). Breve relación histórica del movimiento psicoanalítico en México. Cuadernos de psicoanálisis. Asociación Psicoanalítica Mexica. México. D.F: Plaza y Valdes.

    ——————— (1992). Psicoanálisis, libertad y liberación. Cuadernos de psicoanálisis. Asociación Psicoanalítica Mexica. México. D.F: Plaza y Valdes.

    ———————- (1992). Gerontofilia a la luz del mito de Edipo. Cuadernos de psicoanálisis. Asociación Psicoanalítica Mexica. México. D.F: Plaza y Valdes.

    ——————— (1997). Desde la Preconceptología hasta el Psicogenoma de Luis Féder. Cuadernos de psicoanálisis. Asociación Psicoanalítica Mexica. México. D.F: Plaza y Valdes.

    ——————— (1997). De la incertidumbre a la certeza y del pensamiento a la acción. Cuadernos de psicoanálisis. Asociación Psicoanalítica Mexica. México. D.F: Plaza y Valdes.

    ——————— (1998). La homosexualidad verdadera y la homosexualidad como defensa. Notas clínicas. Cuadernos de psicoanálisis. Asociación Psicoanalítica Mexica. México. D.F: Plaza y Valdes.

    [1] Lic. Alfredo Stefano Castro Enríquez, psicólogo de Bachillerato Comunitario SEP Guanajuato, psicólogo.alfredo@hotmail.com. 4771550769

  • Madres e Hijas como figuras de lo ominoso.

    Madres e Hijas como figuras de lo ominoso.

    Madres e Hijas como figuras de lo ominoso.

    María Fernanda García Rojas Alarcón

      Mi madre está muerta La conservo como las lágrimas que no puedo verter. Anise Koltz.   [1]   A lo largo de mi experiencia como psicoterapeuta me ha inquietado el devenir de las mujeres. Desde luego mi género me implica, ser hija y madre de dos hijas, pero además la afluencia en mi consultorio de mujeres adolescentes y adultas que presentan distintas manifestaciones del inconsciente. Mi trabajo clínico ha dejado intuiciones y dudas que hoy pretenderé responder de modo provisorio.   Un aspecto fundamental que he observado en el mundo de algunas mujeres es la búsqueda de la imagen de sí mismas. Alucinante fenómeno de enajenación donde las mujeres, de una u otra forma, se ven atrapadas e invierten gran parte de su libido. Como preguntándose siempre algo que no terminan de contestarse jamás, una moneda echada una y otra vez al aire y cuyo resultado no convence.   Nada más extraño que atestiguar de espaldas la imagen de dos mujeres en apariencia idénticas: (por ejemplo) pelo rubio pintado, alaciado, delgadez extrema, pantalones ceñidos, blusa escotada y tacones demasiado altos. Nos acoge la duda de si estamos en presencia de “dos gemelas, o dos hermanas, la mayor y la menor, o no, ¿tal vez sean madre e hija?” Al girar el rostro de ambas se nos aclara el panorama y hacemos juicio de realidad. Son madre e hija, emulándose: “Espejito espejito…” Este aspecto de la identificación imaginaria en el mundo femenino nos enfrenta a varias preguntas:
    • ¿Cómo se estructuran y qué distintas formas discursivas encuentran las mujeres en los caminos de la apropiación del falo?
    • ¿Qué maneras de ser, hacerse y estar de las madres, favorece o no la subjetivación?
    • ¿Qué implica, en el desarrollo de las niñas, la larga estancia en la diada libidinal con la madre y el posterior cambio de objeto de amor?
    Veamos qué advirtió Freud. En 1931[2] sostiene que a diferencia del varón, en la niña existe una duración de la ligazón-madre que llega bien entrado el cuarto o quinto año y que por tanto abarca la parte más larga, con mucho, del florecimiento sexual temprano. “Más aún: era preciso admitir la posibilidad de que cierto número de personas del sexo femenino permanecieran atascadas en la ligazón-madre originaria y nunca se produjera una vuelta cabal hacia el varón.” Admitía que la fase preedípica de la mujer alcanzaba una gran significación y que parecía necesario privar el carácter universal al Complejo de Edipo como núcleo de las neurosis. Sostiene que esta fase con la madre “…deja conjeturar un nexo particularmente íntimo con la etiología de la histeria… y ambas, la fase y la neurosis, se cuentan entre los caracteres particulares de la feminidad, además de que en esa dependencia a la madre se encuentra el germen de la posterior paranoia en la mujer… la angustia… de ser asesinada (¿devorada?) por la madre.”[3]   La madre devoradora es un fantasma arcaico descrito también por Melanie Klein como la angustia femenina más profunda debido a la dependencia total frente a la madre omnipotente. La presencia y la ausencia de la madre va haciendo representaciones y se pasa al reino de la fantasía. Pero ante la posibilidad de la separación aparece la ansiedad de fusión. Momento de aporía: Devorar o ser devorada. Aquí entran en juego las formas de apropiación y el control del objeto deseado y es este momento de la posición depresiva de Melanie Klein. Dice Freud que a menudo “esta angustia frente a la madre se apuntala en una hostilidad inconsciente de la madre misma, colegida por la hija”[4] y que la intensa ligazón de la niña pequeña con su madre debió de haber sido muy ambivalente y justamente por eso, con la cooperación de otros factores, habrá sido esforzada a extrañarse de ella”[5].   Winnicott y Lacan[6] nos esclarecen también este momento fundante del sujeto con el tema del narcisismo y la función del espejo. Lacan plantea que en el Estadio del Espejo se da la identificación imaginaria, se asume una imagen intuitiva total del cuerpo y de la relación de ese cuerpo con la realidad circundante. En este punto (segundo tiempo del estadio) “el sujeto se ve duplicado: se ve como constituido por la imagen reflejada, momentánea, precaria, del dominio, se imagina ser humano sólo a partir de que se imagina”.[7] El infante anticipa imaginariamente la forma total de su cuerpo por medio de una identificación y establece el primer esbozo del yo, que será tronco de las identificaciones secundarias. Esto gracias a una madre cuya mirada y cuyo rostro, diría Winnicott, lo mira, “le devuelve al bebé su persona”   [8], lo narcisiza. Esa imagen total será una imagen en disparidad pues su posibilidad de desenvolvimiento infantil es muy distinta a aquella del espejo. Aparece la madre que sostiene el deseo, que ofrece el seno y la leche, que procura la vida, pero también ofrece con ello la cultura y desarrolla la capacidad del deseo. El infante necesita del amor, sentirse deseado, único; necesita que la madre sea capaz de donarle un mundo nuevo. El rostro de la madre que lo mira, le permite a éste verla y verse a sí. La constitución de nuestro propio rostro imagen, dependerá del rostro de la madre. La mutualidad define: “yo soy porque ella es”. El “complejo del semejante” tendrá aquí su materia prima. El reconocimiento de la madre en un “ése eres tú”, deriva en un “soy yo”. Pero aquí, la lectura que hace Lacan de Freud en relación con la doble raíz libidinal de la mujer deja claros varios elementos. La sexualidad femenina enraizada doblemente, en un primer amor al Otro inigualable de la prehistoria omnipotente, y posteriormente al amor por el padre.   “Las hijas nunca fueron las verdaderas novias de su padre Las hijas fueron en un inicio novias de su madre Después novias de cada uno de ellos bajo una distinta ley.”[9]   El lazo con la madre se resignifica cuando la niña entra en el “Complejo de Castración” y en tal imagen lo decreta “como un hecho ya consumado”[10] lo cual obliga a una relación más directa que el hombre con esta falla en el Otro. El momento fundante de la identidad imaginaria donde la madre dice “ése eres tú” y el infante dice “soy yo”, trae aparejado el trazo o el rasgo unario, que es el signo de reconocimiento de la madre a su hijo como un ser deseado y diferente. Es el precursor del Ideal del yo. En este momento las mujeres quedarían con el trazo incompleto. En este momento se da el “no ser” de la mujer, ya que “no toda” queda sujeta a la ley edípica del padre y permanece en un lazo de dependencia originaria con la madre. “No toda” se sujeta, por decirlo así, al significante fálico. Queda una vertiente libidinal atada a su madre.   “Allí donde el significante fálico se deshace… dejando al sujeto sin recursos en un mundo sin referencias en los que los límites y las formas se disuelven… Fragilidad de la identidad de la mujer, falta de un trazo que la defina, siendo no-toda determinada por la ley fálica del padre. La no destitución del Otro de su posición ideal fálica, omnipotente, provoca en la mujer estar sujeta al goce materno cuyos efectos son devastadores.” [11] La famosa frase de Eva a su madre en la película “Sonata de Otoño” de Ingmar Bergman: “¿Mamá, es mi dolor tu placer secreto?, hace referencia a ese goce en y con la madre. Estas conjeturas de la ligazón de las hijas con sus madres, permiten que Lacan llegue al concepto del “ravage[12], traducido como estrago o devastación. Es un lazo persistente de una mujer con su madre originaria, capaz de sometimientos o ahogamientos psíquicos. Esto se refiere a la madre bárbara preedípica y “el peso de esta madre real se correlacionará con su omnipotencia, a la cual las mujeres son más sumisas pero con la que el individuo no terminará jamás de desligarse”.[13]   En la clínica he observado que cuando hay un duelo (por ejemplo, la menarca, la maternidad, una separación o un divorcio, la viudez, la partida de los hijos) existe la posibilidad regresiva de que emerjan fenómenos ominosos. Para ilustrarlo, valga un ejemplo clínico. Raquel es una mujer en sus treintas que ha anhelado mucho un embarazo. Al tener a su primera hija y pararse junto a la cuna siente que la observa el espectro de una mujer asesina detrás de la puerta. Cuando elaboramos, durante varias sesiones, la posibilidad de que la asesina fuera su propia madre y con ello, ella misma, esta fantasía paranoide dejó de presentarse. Figura de la identificación proyectiva que confunde lo propio y lo ajeno.   En la Antigüedad, a la Madre con la Hija se les veía como una imagen de fusión o unidad de la mujer fértil y de la virgen doncella (en plural Deméteres, las Deméter), que sin embargo quedaba como una misma representación de dos edades de la mujer.[14] A la Madre con el Hijo varón sí se les reconocía como dos entidades separadas (en el hijo encontraba la madre a su Otro).[15] Es decir, que esta unión primigenia de madre e hija era vista como UNO en plural.   Para seguir con nuestra argumentación, la relación Madre/Hija devendrá en madre e hija como identidades separadas gracias a la interdicción paterna. No obstante, el vínculo entre ellas estará siempre jaloneado hacia el Hades o el Más Allá, hacia la indiferenciación; encadenado por la dificultad de enjuiciar la identidad y procurar la diferencia. La con-fusión con la imago donde el yo se colapsa y aparece la duda entre lo propio y lo ajeno.   En suma, la madre se ofrece como un yo reconocido, a posteriori, fuera de mí, pero en un inicio el espejeo materno hace de mirada y con ella la comparación, lo diferente, lo compartido entre madre e hija es un territorio especular inabarcable. Toda la fantasía materna estará al servicio de ese cuerpo listo para significarse. El fenómeno especular -de la identificación imaginaria- entre madre e hija toma una fuerza, digamos que se integra un enigma narcisista en el terreno de la identidad ulterior. Freud nos enseña en “Lo ominoso”, que se trata de “…la aparición de personas que por su idéntico aspecto deben considerarse idénticas y el acrecentamiento de esta circunstancia por el salto de procesos anímicos de una de estas personas a la otra… de suerte que una es co-poseedora del saber, del sentir y el vivenciar de la otra. La identificación con otra persona hasta el punto de equivocarse sobre el propio yo o situar al yo ajeno en lugar del propio… Y por último, el retorno de lo igual, la repetición de los mismos rasgos faciales, caracteres, destinos, hechos criminales, y hasta los nombres a lo largo de varias generaciones.” [16]   La estructuración psíquica – junto con los fenómenos ominosos que acarrea – son los precursores de la conciencia moral que derivará en Yo ideal, Ideal del yo y en el Superyó, como escisiones del yo (doble) que no necesariamente se reprimen junto con el narcisismo inicial. Una instancia así, que trata como objeto a parte del yo, hace que en la clínica observemos el vínculo madre/hija plasmado, por ejemplo en el cuerpo, en el acto de comer o no comer (trastornos de alimentación), en las relaciones de sumisión o de las escisiones del yo. Como si ese cuerpo fuese otro (semejante) pero no un sí mismo. Las voces maternas del superyó que escuchamos como dictums y sentencias del destino de las hijas, de lo que tienen y deben de hacer son un ejemplo claro del Doble, ominoso, portador del destino y de la muerte. Como ejemplo, una paciente me decía: “Vengo muy angustiada porque mi madre se enteró que estoy saliendo con Raúl. Como ella sabe de antemano que nuestra relación no va a funcionar, estoy convencida de que vamos a fracasar.” Aquí rompe en llanto, para concluir entre sollozos: “Y yo anhelaba tanto estar con él!”   Ahora bien, “en la relación madre e hija el uso de la identificación como modo prevalente de relación ocurre sin límite… el espejeo infinitamente repetido de la identificación proyectiva pone el sello de un vínculo entre madre e hija de dimensiones femeninas y maternales condensadas… la madre inconscientemente proyecta a su propia madre o a su hermana en su hija …”[17] (y yo agregaría que se proyecta también la madre misma). Podemos señalar también que el sentido de identidad de una hija se consigue por una mezcla sutil de compartir y escindir con respecto a la madre… y como cada madre ha sido hija y cada hija será tal vez una madre, la mezcla materna y femenina va y viene. A fin de cuentas, toda madre es hija de su madre.[18] La trampa especular de la comparación; lo igual, lo distinto, más o menos que; aquello que es indisoluble desde su origen con lo siniestro y el doble; hacen que todo este bagaje se acarree en la suma de las ulteriores etapas psicosexuales. A tal complejidad debida al fenómeno especular femenino en la diferenciación subjetiva, tendremos que atender la diferenciación sexual posterior.   El descubrimiento freudiano del yo inconsciente hace que las certidumbres terminen y muestran a un sujeto constituido por algo que no puede saber y excéntrico respecto de su yo. No podemos negar que aquellas primeras mociones libidinales poseen una intensidad superior a toda las posteriores, y en verdad puede considerarse un punto de fijación inconmensurable. La hija quedará libidinalmente atada a la imago materna, a pesar de la metáfora paterna posterior y con una pregunta inefable siempre abierta en relación con su identidad. Se orientará en el firmamento de esos destellos imaginarios pero permanecerá la duda constante: ¿Dónde empiezo yo y dónde acaba ella?     REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS:   Chemama, R., & Lecman, T. P. (1997). Diccionario del psicoanálisis: diccionario actual de los significantes, conceptos y matemas del psicoanálisis (1st ed.). Buenos Aires: Amorrortu Editores.   Freud, S. (1996) Conferencia 33: La feminidad. (1932) en Obras Completas de Sigmund Freud. Vol XXII. Buenos Aires: Amorrortu Editores.   Freud, S. (1996). Lo ominoso.(1919). En Obras Completas de Sigmund Freud. Vol. XVII. Buenos Aires: Amorrortu Editores.   Freud, S. (1996). Sobre la sexualidad femenina.(1931). En Obras Completas de Sigmund Freud. Vol. XXI. Buenos Aires: Amorrortu Editores.   Freud. S. (1996). El yo y el ello (1923). En Obras Completas de Sigmund Freud. Vol. XIX. Buenos Aires: Amorrortu editores.   Green, A. (1986). Narcisismo de vida, narcisismo de muerte. Argentina: Amorrortu editores.   Guignard, F. (2006). Maternity and Feminity: sharing and splitting in the mother-daughter relationship. En Motherhood in the Twenty firts century. Editado por Alcira Marian Alizade. Nueva York: Karnac.   Lacan, J. (1949). El estadio del espejo como formador de la función del yo. En XVI Congreso Internacional de Psicoanálisis. Zurich.   Lauret, M. (2011). Le sujet et la toute-puissance maternelle. En Figures de la Psychanalyse. Francia: ERES.   Loraux, N. (1992). Historia de las Mujeres. Tomo I. La Antigüedad ¿Qué es una diosa? La Madre, la Hija. En Historia de las Mujeres de Georges Duby y Michelle Perrot. Madrid: Taurus.   Pickmann, C. (2001). L’hystérique et le ravage. En Actualité de l’hystérique. Editado por Michels, A. Toulouse: ERES.   Rich, A. (1978). Sybling Mysteries: Dreams of a common language. Nueva York: Norton.   Winnicott, D. (1991). La experiencia de mutualidad entre la madre y el bebé. (1969). En Exploraciones Psicoanalíticas I. Compilado por Winnicott, C., Shepherd, R., & Davis, M. Argentina: Ediciones Paidós Psicología Profunda.   Winnicott, D. (1999). Papel de espejo de la madre y la familia en el desarrollo del niño. En Realidad y Juego (2nd ed.). Barcelona: Gedisa Editorial.                 [1] Koltz Anise. Cantos de rechazo. Hiperión, España, 1998. [2] Freud Sigmund, “Sobre la Sexualidad Femenina” (1931), O.C. Tomo XXI: Amorrortu, Argentina, 1976. p. 228. [3] Ibid, p. 229. [4] Ibid, p. 239. [5] Ibid. p. 236. [6] Winnicott en “Papel del espejo de la madre y la familia en el desarrollo del niño”. Y Lacan en “El Estadio del Espejo como formador de la función del yo”. [7] Lacan en el Seminario XI, 1964. “Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis”. En Roland Chemama. “Diccionario del Psicoanálisis”, p. 137. [8] Winnicott en “Papel del espejo de la madre y la familia en el desarrollo del niño” en Realidad y Juego, p. 155. [9] Adrienne Rich, “Sybling Mysteries: Dreams of a common language.” NY: Norton, 1978. [10] Freud Sigmund, “Conferencia 33: La feminidad” (1932), O.C., vol. XXII: Amorrortu, p.117. [11] Lauret Monique, “Le sujet et la toutte-puissance maternelle”, en Figures de la Psychanalyse No. 22. p. 31. France, 2011. [12] Lacan Jaques. “El Seminario”, Libro 5. Paidós. Argentina, 2011. [13] Lauret Monique, “Le sujet et la toutte-puissance maternelle” Op. Cit. p. 21-22. [14] Esto me recuerda el cuadro de Gustav Klimt “Las tres edades de la mujer o de la vida”. [15] Loraux Nicole, “Historia de las Mujeres.” Tomo I. La Antigüedad ¿Qué es una diosa? La Madre, la Hija, en Georges Duby y Michelle Perrot, Historia de las mujeres en Occidente, 5 vols., Taurus Minor/Santillana, Madrid, 2000. p. 74. [16] Freud Sigmund, “Lo ominoso” (1919), O.C. Tomo XVII: Amorrortu, p. 234. [17] Guignard, Florence. “Maternity and Feminity: sharing and splitting in the mother-daughter relationship”, p. 107-108. En: “Motherhood in the Twenty firts century” Edited by Alcira Marian Alizade. Karnac, NY 2006. [18] Como la imagen de la muñeca rusa “matrioska”, que contiene una igual dentro de la otra. Es una especie de imagen fractal o droste, recurrente, que se contiene en sí misma hasta el infinito.
  • Editorial #23

    Editorial #23

    Editorial #23

    Julio Ortega Bobadilla

    La revista Carta Psicoanalítica ha llegado a su número 23, y no ha sido fácil arribar hasta este punto. Debo una disculpa a quienes nos siguen, pues entregamos con demora este número, que debió salir el año pasado. Diversas complicaciones no previstas, contingencias desafortunadas, y cierta galbana de quien esto escribe, han sido la causa de nuestro retraso ¿Pero quién no tiene derecho a perderse un poco en los laberintos de la vida?

    Pero, cómo lo habíamos señalado desde el principio, nuestro proyecto sigue fiel a su espíritu y está abierto a diversas opiniones y rutas teóricas, nos interesa la pluralidad y el sostenimiento de la imagen de una plaza abierta, que siga siendo un espacio para compartir ideas y discutir conceptos. No sólo nos apoyamos en un nombre o una campaña de marketing, en un mundo que se basa más en las promesas vacías y el reflejo de las cuentas de vidrio, tenemos detrás un trabajo que nos respalda, que compartimos con ustedes y al que los invitamos a participar.

    Convertirse en psicoanalista no es fácil, les anticipamos a quienes empiezan a interesarse por nuestra disciplina, es comprometerse con un camino que no tiene un fin último del todo y la única manera de reconocer a un psicoanalista es por su práctica verdadera, las curaciones que ha efectuado, y el reconocimiento de sus pares, más que por títulos, diplomados, promesas o insignias de escuela. Muchas personas brindan una enseñanza verdadera, sin tener que ofrecer esas supuestas garantías, que en algunos casos, no son sino pura tramoya vacía. Desde luego, existen las instituciones analíticas, no son muchas de todas maneras, y son ampliamente conocidas y reconocidas por su trayectoria.

    Hay un psicoanálisis mexicano – no es una religión, porque el psicoanálisis es una disciplina crítica contraria a los dogmas – es una corriente heterónoma, múltiple, sin verdades inmutables establecidas, ni falsas imágenes de certeza; con diferencias en sus criterios, pero con un espíritu indiscutible de investigación. Los psicoanalistas si algo debemos tener es abiertos los oídos, y sostener la intención de dialogar con honestidad y cortesía, con quienes protagonizan las actividades que dan fuerza al corazón de este movimiento, ateniéndonos a nuestra propia historia y desarrollo.  No cabe el aislamiento en los tiempos de intercambio y comunicación que vivimos. Por otro lado, el movimiento psicoanalítico mexicano está hoy involucrado con un problema, intenta ocuparse del horrible malestar social y la espantosa situación de violencia que estamos viviendo de unos veinte años para acá, creo que es un interés que no debemos abandonar porque tenemos mucho que aportar a la comprensión de este malestar y al cambio. Se trata de sacar al psicoanálisis del diván.

    En ésta marcha continua de la que ha sido protagonista principal Carta Psicoanalítica, trayendo al público interesado los materiales e ideas que puedan considerarse formativos en nuestro campo, hemos ido cambiando a través de los años, integrándonos a las redes sociales y tratando de aprovechar el impulso a la comunicación que éstas proporcionan, no sin desdeñar también, el hecho de que la información no puede transmitirse objetivamente nada más y que la confusión es parte del espíritu humano.  

    Es así como llegamos al día de hoy, volviendo a de dar continuidad a nuestro proyecto y mostrando una renovación total en su plataforma, que esperamos haga más atractivo el uso de nuestras herramientas y material. Conservamos los contenidos a los que ustedes están acostumbrados, pero procuramos crear una imagen que dé lugar a otros proyectos sin hacer nunca promesas falsas, no somos una institución, somos varios analistas de diferentes pertenencias y corrientes que trabajamos juntos por la difusión del psicoanálisis. Fuimos pioneros y creamos una tendencia, hoy volvemos a renovar nuestro cuerpo y esperamos también que nuestra alma, brille de nuevo con la luminosidad que logramos en el primer número.

     

  • REFLEXIONES SOBRE LA FANTASÍA EN LA OBRA DE MELANIE KLEIN

     

    REFLEXIONES SOBRE LA FANTASÍA EN LA OBRA DE MELANIE KLEIN

     

    REFLECTIONS ON FANTASY IN MELANIE KLEIN´S WORK

    VICTOR ENRIQUE SOLÍS SOSA

    [1]


     

    RESUMEN

    Melanie Klein trabajó en el límite mismo de la aparición del lenguaje como función, y a partir de ahí, reconstruyó las fantasías que envuelven ese límite, fantasías que están ahí para proteger al sujeto de su reconocimiento, de su encuentro con lo otro que lo habita; nosotros nos hemos propuesto para este escrito, mostrar en qué sentido la fantasía es un efecto de la agitación, de la cinética, del movimiento del registro simbólico en su búsqueda de referentes y la forma en como ella envuelve el límite de este registro, obturando la falla fundamental sobre la que se sostiene, a partir de ofrecer objetos que operen como su referente. Para hacerlo comenzaremos por llevar a cabo un breve recuento sobre la concepción Kleiniana de la fantasía, para después compararla, subrayando diferencias y similitudes respecto a la concepción Freudiana, posteriormente, intentaremos proponer una localización tópica de la fantasía en términos de la metapsicología, para después situarla como un efecto de lo simbólico, finalmente esbozaremos algunas ideas respecto a su dinámica y su papel en la experiencia analítica.

    Fantasía, Metapsicología, Fantasma, Klein

    Melanie Klein worked in the very limit of the emergence of language as a function, from there, she rebuilt fantasies involving this limit, fantasies that are there to protect the subject of his encounter with the other that inhabits; we have proposed for this paper, show in what sense the fantasy is an effect of the agitation, the kinetic, the movement of the symbolic register in its search for referents, and how she wraps the limit of this register, sealing the fundamental flaw on which it holds, foffering objects that operate as its referent. We will began by conducting a brief account on the Kleinian conception of fantasy, then we will compare it, highlighting differences and similarities to the Freudian conception, then we´ll try to propose a f topical location of the fantasy in terms of metapsychology, then we´ll place it as an effect of the symbolic, and finally we outline some ideas about their dynamics and their role in the analytical experience.

    Sólo la señora Melanie Klein, trabajando en el niño

    en el Iímite mismo de tal aparición del lenguaje, se ha atrevido

    a proyectar la experiencia subjetiva en ese período anterior donde sin

    embargo la observación nos permite afirmar su dimensión. (Jaques Lacan)

    INTRODUCCIÓN

    No puede obviarse ni sobreestimarse el papel que tiene la fantasía en el edificio teórico del psicoanálisis, ya decía Freud desde sus primeros escritos que las ensoñaciones de las histéricas deben ser consideradas como los momentos lógicos previos al estallido toda su fenomenología, pero es con Melanie Klein que la fantasía toma un lugar preponderante en la teoría y en la técnica y que es explorada con rigor y profundidad, no por nada Lacan la llamó la bella tripera.

    Melanie Klein trabajó en el límite mismo de la aparición del lenguaje como función, y a partir de ahí, reconstruyó las fantasías que envuelven ese límite, fantasías que están ahí para proteger al sujeto de su reconocimiento, de su encuentro con lo otro que lo habita; nosotros nos hemos propuesto para este escrito, mostrar la forma en la cual es precisamente la fantasía la que envuelve a ese límite, obturando la falla fundamental sobre la que se sostiene lo simbólico a partir de ofrecer objetos que operen como su referente, la fantasía es un efecto de la agitación, de la cinética, del movimiento del registro simbólico, o al menos es lo que nos hemos propuesto mostrar aquí; para hacerlo comenzaremos por llevar a cabo un breve recuento sobre la concepción Kleiniana de la fantasía, para después compararla, subrayando diferencias y similitudes respecto a la concepción Freudiana, posteriormente, intentaremos proponer una localización tópica de la fantasía en términos de la metapsicología, para después situarla como un efecto de lo simbólico, finalmente esbozaremos algunas ideas respecto a su dinámica y su papel en la experiencia analítica.

     

     

    DE UNA OPERACIÓN PSÍQUICA QUE NO REQUIERE LO SIMBÓLICO…LA FANTASÍA EN LA OBRA DE MELANIE KLEIN

    Ya desde el artículo de 1921, El Desarrollo de un Niño, la palabra fantasía aparece como uno de los gundergriffe[ii]de la obra de Melanie Klein, a partir del cual, intenta dar cuenta del efecto de la violenta irrupción de lo que ella llama “el pensamiento” como una función que limita el anhelo de omnipotencia infantil del infans, y que lo compele a transformar este anhelo en fantasía, citémosla:

    «Real, irreal -palabras que ya se había acostumbrado a usar- adquirían ahora un significado completamente distinto por la forma en que las usaba. Inmediatamente después de admitir que la cigüeña, la liebre de Pascua, etc., eran cuentos de hadas, y que había decidido que el nacimiento desde el interior de la madre era algo menos bello pero más plausible y real, dijo, «pero los cerrajeros son reales, porque si no ¿quién haría las cerraduras, entonces?»…lo que uno ve es real. Veo el sol y el jardín», etc. Así, estas cosas «reales» habían adquirido para él un significado fundamental, que le permitía distinguir todo lo visible y verdadero de aquello (hermoso pero desgraciadamente falso, no «real») que sucede sólo en los deseos y fantasías… El «principio de realidad» se había establecido en él” (1921)

    La cita anterior, es un fragmento de las observaciones realizadas por Melanie Klein al pequeño Fritz a propósito del desarrollo de la pulsión epistemofílica, la cual como plantea Klein en este texto, únicamente puede seguir un desarrollo más o menos libre de inhibición y no sintomático en la medida en la cual la omnipotencia infantil (que puede expresarse como el anhelo de la propia omnipotencia, el anhelo de la omnipotencia de los padres, la omnipotencia de pensamiento, de las palabras o incluso la fe en la omnipotencia de Dios), ceda progresivamente a la función del “pensamiento”; resulta en extremo interesante la forma en que en este mismo texto, el planteamiento Kleiniano introduce casi inadvertidamente al complejo paterno (¿la función simbólica?) como el que organiza y da entrada a esta “función de pensamiento” que es el límite de la experiencia de omnipotencia, y a la vez como el origen de la fantasía compensadora[iii].

    “Sabemos que también a este respecto es importante el complejo paterno, y que la forma en que queda fortificado o destruido el sentimiento de omnipotencia por la primera desilusión seria del niño, determina su desarrollo como optimista o pesimista, y también su viveza y espíritu de empresa, o un escepticismo apabullante. Para que el resultado de este desarrollo no sea la utopía y la fantasía ilimitadas, sino el optimismo, el pensamiento debe proporcionar una oportuna corrección… Si este ajuste se hace afortunadamente, entonces el sentimiento de omnipotencia quedará colocado sobre cierta formación de compromiso con respecto al pensamiento, y se reconocerá al deseo y la fantasía como pertenecientes al primero, en tanto que el principio de realidad regirá en la esfera del pensamiento y de los hechos establecidos” (1921)

    La cita nos parece especialmente esclarecedora, ya que en ella es imposible confundir la forma en la que Klein organiza sus constructos y delimita los conceptos, tratemos de explicarnos: el complejo paterno por vía del pensamiento (¿función simbólica?) introduce la primera desilusión seria en la vida del niño, desilusión que dará lugar, por un lado, a una formación de compromiso entre el anhelo omnipotente y las fantasías que de él provienen, y por el otro, el pensamiento, que dará lugar al principio de realidad, adicionalmente, la forma que tome esta primera desilusión determinará el destino del anhelo omnipotente y de las fantasías que de él provengan, así como el de la pulsión epistemofílica.

    Entonces, la función del complejo paterno es lo que permite diferenciar lo que hasta este momento parecería encontrarse indiferenciado, a saber, la realidad y la fantasía, y es precisamente la forma en como opere dicho complejo, la que determinará el destino de la segunda (de la fantasía); este punto es particularmente difícil de articular, ya que al parecer, en el psiquismo infantil, anterior a la “gran desilusión”, es decir preedípico, la fantasía no es fantasía y solo se convierte, de forma retroactiva, en fantasía a partir de la operación del complejo paterno.

    Ahora tenemos un primer norte para comenzar a situar a la fantasía en su sentido metapsicológico tal y como es empleada por Klein en este primer momento de su obra, ésta es, al parecer, un producto de la formación de compromiso entre el anhelo de omnipotencia y la función del “pensamiento” y, al encontrarse del lado del anhelo omnipotente, es a su vez la marca de su pérdida y la promesa de su reencuentro.

    Surge ahora una nueva dificultad, a qué se refiere Klein cuando habla de la primera desilusión seria del niño, no acaso la primera desilusión se dará en el momento mismo en que aparece la primera experiencia de frustración, o cuando viene la primera llamada de atención o cuando su cuidador no aparece por primera vez en su campo visual, todas estas experiencias parecen dignas de llamarse primera desilusión. No obstante, Klein nos deja ver muy claramente a qué se está refiriendo a partir de sus observaciones en el pequeño Fritz, al parecer, la primera desilusión en este caso paradigmático nace de un campo inesperado, nace del campo del saber.

    En efecto en el relato que hace Klein, Fritz llevaba semanas haciéndole preguntas sobre el nacimiento, el crecimiento de los seres humanos, las heces, y la existencia de Dios, estas preguntas “eran siempre contestadas con la verdad absoluta, y, cuando era necesario, con una explicación científica adaptada a su entendimiento” (1921), pero parecía que la verdad absoluta que ofrecía Klein no convencía al pequeño, éste continuaba en una cadena interminable de preguntas, dirigidas a Klein y a otras personas, un buen día, al pequeño se le ocurrió preguntarle al padre si Dios existía, respuesta que ya había sido contestada con una negativa por parte de la madre, a la pregunta el padre contesta: “Fritz, nadie ha visto nunca a Dios y algunos creen que Dios existe y otros creen que no existe. Yo creo que existe, pero tu madre cree que no existe” (1921)

    Proponemos que es ésta la primera desilusión seria del niño, cuando se presenta la falla en lo simbólico y su pregunta no alcanza una respuesta definitiva, cuando la “verdad absoluta” que se le ofrece es relativizada, y entonces la consistencia de lo simbólico ya no puede ser sostenida sino con explicaciones autorreferenciales del tipo: “se llama hornalla porque es una hornalla. Yo me llamo Fritz porque soy Fritz. A ti te llaman tía porque eres tía.»(1921)[iv]

    Como puede observarse, en este su primer texto, Klein se encuentra aún muy influida por el pensamiento Freudiano, la fantasía se limita en este momento a ser una formación de compromiso entre la omnipotencia infantil y la función simbólica (el pensamiento), cuando ésta se instaura a partir de las primeras desilusiones; no obstante, a través de la técnica de juego, Klein poco a poco profundiza más y más en los momentos preedípicos de la subjetividad, antes de que la función simbólica se instaure a partir de su falla; su hallazgo en este trabajo fue que la vida infantil se encuentra plagada de fantasías que en sí ya son inconscientes, y que además se encuentran activas durante toda la vida del sujeto.

    Solo para mencionar algunas de las fantasías preedípicas a las que Melanie Klein hace referencia en sus obras podemos referirnos a las fantasías de masturbación, las fantasías originarias y las de coito con la madre (1923), a las de destruir al pene, a las de la madre castradora y las fantasías pegenitales orales, anales y uretrales (1925), a las sádico anales y sádico orales y las de abrir el cuerpo de la madre (1927), a las fantasías en relación al contenido del cuerpo de la madre (1930), a las canibalísticas y al empleo de las heces y orina para destruir al objeto (1933), a las de agresión contra la unión de los padres (1934), a las de proyección e introyección, las de agresión contra la relación sexual de los padres, a la de tener el pene del padre o sobre que éste se encuentra dentro del cuerpo de la madre (1953) y en general a las fantasías persecutorias, de retaliación y de agresión de la posición esquizoparanoide y a las de culpa, castigo y reparación de la posición depresiva (1937).

    El hallazgo de estas fantasías en el psiquismo infantil hace necesario replantear a la fantasía no solo como una formación de compromiso entre el pensamiento y el anhelo omnipotente, ya que al parecer, la fantasía inconsciente es bastante activa y ya inconsciente antes de la instauración del principio de realidad por vía de la primera gran desilusión del infans, es de esta forma, como Klein, en 1952, se pronuncia sobre la fantasía en los siguientes términos:

    “Mi concepción de la fantasía en la temprana infancia es que sus raíces son los instintos (pulsiones) o, como dice Susan Isaacs, la fantasía es el corolario mental de los instintos (pulsiones). (1953)”

    Y posteriormente, en 1959, suscribiendo también a Susan Isaccs menciona que:

    «La fantasía es (en primera instancia) el corolario mental, el representante psíquico, del instinto. No hay impulso, no hay anhelo o respuesta instintivos que no sean experimentados como fantasía inconsciente… Una fantasía representa el contenido particular de los impulsos o sentimientos (por ejemplo, deseos, temores, ansiedades, triunfos, amor o aflicción) que predominan en la mente en un determinado momento.» (1953)

    Entonces, al parecer, si la fantasía inconsciente es un medio para hacer frente a la pérdida de la omnipotencia infantil, lo es mucho antes de la “primera gran desilusión”, de la primera gran falla del campo de lo simbólico, al parecer, la fantasía está presente desde el principio de la vida del sujeto y al parecer es también independiente del campo de lo simbólico.

    Así, una vez que la fantasía ha sido concebida en el pensamiento Kleiniano como “la expresión mental de los instintos (pulsiones)” (Segal, 1994), ésta comienza a tomar un lugar central en la teoría, a tal grado que pasa a ser una forma de expresión de virtualmente todos los procesos psíquicos. Así, la fantasía es la forma específica como se experimenta la pulsión en el psiquismo, pero también, esta es la forma en que se representan psíquicamente las distintas formaciones de defensa, entonces, la fantasía es también una forma de defensa contra la realidad externa, contra la realidad interna y contra otras fantasías; por otro lado, los rasgos caracterológicos del Yo, se encuentran también determinados por las fantasías más permanentes del Yo sobre sí mismo y los objetos que contiene, y el Superyó pasa también a ser una forma particular de fantasía que posibilita la expresión de los impulsos agresivos, así mismo, la fantasía pasa a ser un marco referencial crucial a partir de la cual experimenta la realidad fáctica, pero ésta, la realidad, es también capaz de modificar las fantasías fundamentales.

    Ya con un lugar tan importante, no es de extrañar que la fantasía ocupe entonces, un lugar central en los criterios que Melanie Klein configura para el fin de análisis de un niño, así, en 1932 asegura que:

    “en el carácter de sus fantasías inconscientes (de los niños y adolescentes), o más bien en los cambios que éstas han sufrido por el análisis, debemos encontrar un criterio que nos ayude a juzgar si un análisis ha sido suficiente.” (1932)

    No asombra entonces que en su pensamiento, “el estado psíquico del sujeto está determinado por la naturaleza de las fantasías inconscientes y su relación con la realidad externa” (Segal, 1994) y que obtenga la conclusión de que en los niños que encontramos:

    “una limitación de su fantasía y de los medios de representación, normales en el período de latencia o… cuando encontramos una limitación similar de intereses y medios de expresión (de la fantasía) en la pubertad, estamos trabajando, con un período prolongado de latencia; y por otro, cuando hay una limitación extensiva de las actividades de la imaginación (como en las inhibiciones del juego, etc.), en la temprana niñez, con un caso de comienzo prematuro de este período (de la pubertad). En ambos casos, sea que la latencia comience muy pronto o termine muy tarde, es señal de perturbaciones graves en el desarrollo del niño, pues tal extensión indebida de este período, está acompañada por un aumento indebido de los fenómenos que normalmente lo acompañan”

    En todo caso, para Klein la actividad de la fantasía inconsciente, la posibilidad de expresarla y la naturaleza de la misma, determinará en buena medida el funcionamiento del sujeto, es en este sentido que plantea por ejemplo, la diferencia entre el mecanismo de la histeria de conversión y del interés científico por la vía de la sublimación:

    “en la histeria de conversión la fantasía se aferra tan tenazmente a la situación placentera que antes de que sea posible la sublimación[v], sucumbe a la represión y a la fijación; y así, suponiendo que actúen los otros factores etiológicos, está forzada a encontrar representación y descarga en los síntomas histéricos.

    Mientras que:

    “la forma en que se desarrolló el interés científico de Leonardo (Da Vinci) por el vuelo de los pájaros, muestra que también en la sublimación continúa funcionando la fijación a la fantasía con todos sus determinantes”

    Como puede verse pareciera que en el pensamiento Kleiniano, la fantasía es el concepto alrededor del cual se organiza todo el aparato teórico y técnico del psicoanálisis, así, ella le otorga un papel mucho más importante del que en todo caso le asignó Freud; además pueden verse claramente dos momentos en la concepción Kleiniana de la fantasía, en el primero, ésta aparece como una formación de compromiso entre el anhelo de omnipotencia y la función del “pensamiento” que provienen del complejo paterno, en el segundo en cambio, la fantasía aparece como la expresión psíquica de las pulsiones, el complejo paterno deja de ser necesario para su producción y ésta se concibe como determinando el estado psíquico del sujeto, por lo que el progreso del análisis podría vincularse con el cambio progresivo que sufren las fantasías inconscientes, a medida que avanzan desde las fantasías esquizoparanoides hasta las de reparación en relación a la figura del analista, con la finalidad de introyectar el superyó de éste; toca ahora el turno de comparar las posturas Kleinianas y Freudianas respecto a este tema en particular.

     

    DE UNA OPERACIÓN PSÍQUICA CONCILIADORA…ALGUNOS APUNTES SOBRE EL CONCEPTO DE FANTASÍA EN FREUD

    La fantasía aparece como un elemento fundamental en la obra de Freud muy temprano, ya para 1985, en el proyecto, hacía referencia a la satisfacción alucinatoria de deseos (que no son necesariamente una fantasía, sino consecuencia de ella como trataremos de explicar más adelante) como una vía a través de la cual se podía tolerar, por mediación de la producción de una alucinación la ausencia del objeto y que incluso, ésta podría llegar a sustituir al objeto como fuente de satisfacción, poniendo en peligro a todo el organismo, citémoslo:

    “…entonces, por la vivencia de satisfacción se genera una facilitación entre dos imágenes-recuerdo y las neuronas del núcleo que son investidas en el estado de esfuerzo.

    Con la descarga de satisfacción, sin duda también la Q´n es drenada de las imágenes-recuerdo. Con el reafloramiento del estado de esfuerzo o de deseo, la investidura traspasa sobre los recuerdos y los anima. Tal vez sea la imagen-recuerdo del objeto alcanzada primero por la reanimación del deseo.

    Yo no dudo de que esta animación del deseo ha de producir inicialmente el mismo efecto que la percepción, a saber, una alucinación” (1885)

    Así, al igual que para Melanie Klein, para Freud, la fantasía aparece como una producción psíquica muy temprana, no obstante, pareciera que la dinámica para ambos autores es distinta, algo no funciona de la misma forma para ambos; mientras para Freud la fantasía es precisamente eso, una fuente sustitutiva de satisfacción que puede llegar a desbordar en la alucinación, para Klein, la fantasía aparece como una expresión, por decirlo de alguna forma, paralela a la pulsión, de ahí que en la lógica del pensamiento Freudiano, la fantasía sea ya una formación de compromiso (que implica la necesidad de oponerla a los signos de realidad), mientras que en el Kleiniano, la fantasía es sin más, la expresión psíquica de los instintos, y pasa a convertirse en una formación de compromiso hasta que la función simbólica se instaura después de la “primera gran desilusión”.[vi]

    Es entonces (para Freud) debido a la movilización del impulso que, en un segundo momento, es decir, después de la experiencia primaria de satisfacción, que se produce la fantasía capaz de desbordar en la alucinación, la fantasía, no nace junto con el impulso, sino que nace a partir de la impresión que deja una primerísima satisfacción, y es la imagen de esta primerísima satisfacción la que es movilizada en la fantasía cuando reaparece el impulso y que desborda hacia la percepción produciendo una alucinación capaz de satisfacerlo; no obstante, de continuar funcionando así, el aparato no contaría con los recursos para subsistir, así lo expresa Freud en una larga nota al pie de su texto de 1911, Formulaciones sobre los dos procesos de acaecer psíquico:

    “Con razón se objetará que una organización así, esclava del principio del placer y que descuida la realidad objetiva del mundo exterior, no podría mantenerse en vida ni por un instante, de suerte que ni siquiera habría podido generarse. Sin embargo el uso de una ficción de esta índole se justifica por la observación de que el lactante, con tal que le agreguemos el cuidado materno[vii], realiza casi ese sistema psíquico. Es probable que alucine el cumplimiento de sus necesidades interiores; denuncia su displacer a raíz de un acrecentamiento de estímulo y una falta de satisfacción, mediante la descarga motriz del berreo y pataleo, y tras eso vivencia la satisfacción alucinada”

    Resulta interesantísimo como en esta cita, Freud de alguna manera formula la idea de que en algún sentido, la función de la Madre opera de tal forma que realiza para el infans la fantasía para que ésta no desborde como alucinación, podemos descomponerlo de la siguiente forma: el niño experimenta el apremio de la necesidad que produce el deseo, éste moviliza la fantasía que amenaza con transponerse en alucinación, pero cuando la satisfacción de la necesidad no se produce, el berreo y el pataleo hacen lo propio para que la madre aparezca, y al llevar a cabo su función, la fantasía de alguna forma se cumple, entonces “el cuidado materno realiza casi ese sistema psíquico”, realidad y fantasía parecen no estar tan alejadas.

    Se deduce entonces que la fantasía que desborda en la realización alucinatoria de deseos no es una producción del Yo (como exige el modelo Kleiniano), sino es una exigencia del compromiso entre el principio del placer (que tiende a la alucinación) y el principio de realidad (que obedece a los signos objetivos de la presencia del objeto):

    “Cuando en el estado de deseo se inviste de nuevo el objeto-recuerdo y entonces decreta la descarga, no obstante la satisfacción por fuerza faltará, porque el objeto no tiene presencia real sino solo en una representación-fantasía. Al principio, no es capaz de establecer ese distingo, pues sólo puede trabajar siguiendo la secuencia de estados análogos entre neuronas (o sea la secuencia de un deseo a una alucinación). Por eso precisa un criterio que provenga de otra parte para distinguir entre percepción y representación…”

    “Llamamos procesos psíquicos primarios a la investidura-deseo hasta la alucinación, el desarrollo total de displacer, que conlleva el gasto total de defensa; en cambio, llamamos procesos psíquicos secundarios a aquellos otros que son posibilitados solamente por una buena investidura del yo y que constituyen una morigeración de los primeros. La condición de los segundos es, como se ve, una valoración correcta de los signos de realidad objetiva, solo posible con una inhibición por el yo.”

    Dos puntos a destacar en esta cita, primero, la idea de que en un primer momento la fantasía no es fantasía, ya que para el organismo es imposible distinguir entre ésta y la realidad fáctica, la fantasía no puede ser reconocida como tal, es sólo cuando ésta se desborda en una alucinación y, no obstante, la satisfacción no llega (es sólo cuando se produce esta primera desilusión, no gran desilusión aclaremos), cuando el organismo se ve obligado a distinguir entre realidad y fantasía, e inhibir a la fantasía para que ésta no devenga alucinación. La fantasía es inhibida, pero ésta termina por realizarse cuando la madre acude para satisfacer la necesidad, nuevamente realidad y fantasía parecen no separarse del todo.

    Segundo. El yo no es entonces el gran productor de fantasías en el sentido en que Klein lo plantea, es más bien una instancia que inhibe los procesos psíquicos primarios para que estos no produzcan la experiencia alucinatoria, y es justo este proceso inhibitorio el que produce a la fantasía, como una formación de compromiso entre la tendencia a la experiencia alucinante (¿omnipotencia?) y los signos de la realidad que sancionan la ausencia del objeto; es el reconocimiento del empuje de la necesidad la que moviliza el camino hasta la alucinación, y solo cuando ésta es inhibida se da la creación de estas formaciones de compromiso que son las peligrosas fantasías (producidas por la operación del principio del placer en su enfrentamiento con los signos de realidad externa), ¿y el Yo?, el Yo es el encargado de inhibirlas para que estas no se traduzcan en percepción y por lo tanto en alucinación.

    Así, una divergencia importante entre Klein y Freud es que para Klein, la fantasía es expresamente una función del Yo, y supone un Yo lo suficientemente organizado como para generarlas, mientras que en Freud, especialmente en la concepción del Yo que tiene en el proyecto, la fantasía opera más bien del lado del proceso primario y representa una amenaza para todo el aparato psíquico[viii] (ya que si desborda en alucinación, el impulso se verá “satisfecho” a través de ésta, lo que amenazaría la supervivencia), por lo que el Yo, necesariamente tiene que inhibir que la fantasía se desborde hacia la satisfacción alucinatoria de deseos, es decir, tiene que transponer el proceso primario en secundario, así, el Yo no genera la fantasía, más bien, se opone a la satisfacción a través de ella.

    Una nota importante en esta concepción se relaciona con el papel que la realidad juega con respecto a la fantasía. Aparentemente, en el aparato Freudiano, el Yo emplea a los “signos de la realidad” para oponerse a la fantasía, de tal suerte que ésta no devenga alucinación, y esto ocurre desde muy temprano en la vida del niño, al parecer, sólo cuando la frustración alcanza límites intolerables, la fantasía se transpone en alucinación y entonces se mezcla con la realidad, de ahí que, igual que en los planteamientos Kleinianos, la fantasía se convierte en un marco de referencia a partir del cual se interpreta la realidad fáctica, ésta es capaz de influir sobre la fantasía y por momentos ambos, fantasía y realidad producen una inmixtión imposible de diferenciar.

    Entonces en Freud, la fantasía es una vía que tiene el sistema para defenderse de la ausencia del objeto (pérdida de la omnipotencia), al tiempo que es también un objeto que opera como sustituto del objeto de la pulsión, pero al mismo tiempo es, por su naturaleza satisfactoria, una fuente de amenaza; mientras tanto, para Klein, la fantasía no es expresamente una fuente de satisfacción, sino la forma en la cual la pulsión se hace representar en el aparato psíquico; he aquí una importante diferencia con Freud, ya que para él, la forma en que la pulsión se hace representar en el psiquismo no es directamente a través de la fantasía, sino primero, y antes que nada, como plantearía en 1915, a través de las agencias-representantes de la pulsión.

    Es precisamente en 1915, cuando Freud lleva a cabo su “gran síntesis”, la metapsicología, cuando se produce un importante esclarecimiento respecto al tema de la fantasía, en donde, a propósito de las vías en la que se produce el comercio entre los sistemas Pc-cc e Icc menciona que:

    “Entre los retoños de las mociones pulsionales icc del carácter descrito, los hay que reúnen dentro de sí notas contrapuestas. Por una parte presentan una alta organización, están exentos de contradicción, han aprovechado todas las adquisiciones del sistema Pcc-Cc y nuestro juicio los distinguiría apenas de las formaciones de este sistema. Por otra parte, son inconscientes e insusceptibles de devenir conscientes. Por tanto, cualitativamente pertenecen al sistema Prcc, pero, de hecho, al Icc. Su origen sigue siendo decisivo para su destino… De esa clase son las formaciones de la fantasía tanto de los normales cuanto de los neuróticos, que hemos individualizado como etapas previas en la formación del sueño y en la del síntoma, y que, a pesar de su alta organización, permanecen reprimidas y como tales no pueden devenir conscientes. Se aproximan a la conciencia y allí se quedan imperturbadas mientras tienen una investidura poco intensa, pero son rechazadas tan pronto sobrepasan cierto nivel de investidura.” (1915)

    Así, las fantasías parecerían mestizos, por un lado, presentan un alto grado de organización, y han aprovechado las adquisiciones del sistema Pc-cc como la influencia mutua entre sus representaciones, su ordenamiento temporal y la posibilidad de ser modificadas por el examen de realidad y por el otro, son insuceptibles de devenir conscientes, parecería entonces, que en Freud, la fantasía inconsciente es una parte de lo inconsciente, y no lo inconsciente mismo, como a veces parece entreleerse en la obra de Melanie Klein; ya en 1911, Freud se había referido en forma parecida a la fantasía:

    “Al establecerse el principio de realidad, una clase de actividad del pensar se escindió; ella se mantuvo apartada del examen de realidad y permaneció sometida únicamente al principio de placer[ix]. Es el fantasear, que empieza ya con el juego de los niños y más tarde, proseguido como sueños diurnos, abandona el apuntalamiento en objetos reales.” (1911)

    Entonces, parecería que el signo de la formación de compromiso que es la fantasía, es que es una forma particular de pensamiento que se rige, no por el principio de realidad, sino por el principio del placer, y no obstante, guarda algún tipo de vínculo con la realidad ya que:

    “La represión permanece omnipotente en el reino del fantasear; logra inhibir representaciones in statu nascendi, antes que puedan hacerse notables a la conciencia, toda vez que su investidura pueda dar ocasión al desprendimiento de displacer. Este es el lugar más lábil de nuestra organización psíquica; es el que puede ser aprovechado para llevar de nuevo bajo el imperio del principio de placer procesos de pensamiento ya ajustados a la ratio” (1911).

    Y por otro lado:

    Es tan difícil distinguir unas fantasías inconscientes de unos recuerdos que han devenido inconscientes. Pero no hay que dejarse inducir al error de incorporar en las formaciones psíquicas reprimidas la valoración de realidad objetiva y, por ejemplo, menospreciar unas fantasías respecto de la formación de síntoma por cuanto justamente no son realidades efectivas ningunas(1911)

    No obstante, principio de placer y principio de realidad no se delimitan entre sí tan fácilmente, Freud lo menciona en el mismo artículo, cuando dice que la división entre ambos procesos no viene de una vez por todas, y que al final, el “destronamiento del placer por el principio del realidad no es otra cosa sino una forma de asegurarlo” (1911).

    Y es que principio del placer y principio de realidad no se oponen, sería necesario que Freud formulará ese más allá, la pulsión de muerte que es la verdadera otredad del principio del placer (realidad), para poder entender el lugar justo de la fantasía dentro de la metapsicología freudiana, es precisamente por esta condensación y no oposición entre el principio de la realidad y principio del placer que la fantasía pueda ser entendida como aquella formación que posibilita que el principio del placer se condense con el principio de realidad y que haga de los objetos de la “realidad”, externos dicen, o de los objetos “internos” (oposición por cierto más bien imaginaria), objetos que se constituyen como promesa de satisfacción, objetos “totales” o “parciales” que se los puede escindir, agredir, amar, proyectar, introyectar o reparar, pero que siempre serán, incluyendo al moi (self), fuente de frustración, el odio con respecto al objeto es anterior al amor dice Freud en la Pulsión y sus destinos (1915); ningún objeto es capaz de satisfacer a la pulsión, porque la pulsión, en su más absoluta radicalidad es la pulsión de muerte, pulsión que ninguna fantasía, ninguna alucinación, ningún objeto es capaz de saciar.

     

    UN DEPÓSITO DE REPRESENTACIONES-OBJETO…LA TÓPICA DE LA FANTASÍA

    Ahora bien, permítasenos llevar a cabo un ensayo de localización tópica de la fantasía a partir de las conclusiones que hemos extraído en nuestra exploración de la fantasía en Freud y en Klein, en conjunción con los artículos metapsicológicos de mil nueve quince, y de los aportes de la segunda tópica y de la introducción de la pulsión de muerte; para comenzar a delimitarla permítasenos proponer el siguiente esquema[x]:

    PULS IÓN
    Inconsciente no reprimido
    Inconsciente
    Fantasía
    Preconsciente

    Cuerpo

    Erógeno

    C

    uerpo

    En él, intentamos articular algunas de las propuestas topológicas más importantes de la metapsicología de 1915, expliquemos cómo. En un estado mítico inicial existe un soma que es erogenizado en buena medida por la función Materna (pero del cual queda un resto no erogenizado, es decir no psíquico, lo que se delimita por el campo Cuerpo en el esquema), esta organización produce un cuerpo erógeno, cuerpo con las necesidades meramente biológicas pervertidas en pulsiones, es sobre un cuerpo erógeno sobre el que nace la pulsión, ese límite entre lo psíquico y lo somático que impone al psiquismo un trabajo para su satisfacción, es la pulsión descrita por Freud (1915) en la pulsión y sus destinos, y que como ahí esboza, no es psíquica, sino es aquella fuerza que impone un trabajo al psiquismo, y que para transponerse en algo psíquico debe hacerse representar por un representante, es la agencia-representante o representación-representante (vorstellung-representanz) de la pulsión detallada por Freud (1915) en su artículo metapsicológico sobre la represión, esa agencia representante es ya una traducción de la pulsión a la que ésta le ha desplazado su energía y cuyo destino puede ser su transformación en lo contrario, la vuelta contra sí mismo, la represión o la sublimación, es, en términos de la segunda tópica, el Ello, ese inconsciente que no lo es por ser reprimido, sino que es un inconsciente estructural (ese núcleo oscuro de nuestro ser que Freud describió en el Yo y el Ello) que para avanzar en su camino, debe sufrir una nueva transcripción, transponiendo la agencia-representante en representación-cosa que constituirá el contenido de lo inconsciente reprimido y que, para avanzar hacia el sistema preconsciente, deberá obedecer a la lógica del proceso secundario, dejándose regir por los mecanismos de defensa y burlando a la censura, para ponerse en conexión con una representación-palabra, y devenir entonces representación-objeto, que pueda constituirse como el objeto de la pulsión[xi] que puede satisfacerla parcialmente.

    Ahora bien, en un pasaje de lo Inconsciente Freud intenta explicar la dinámica de la construcción de las neurosis y de la esquizofrenia en los siguientes términos:

    “En las neurosis de transferencia…la denegación (frustración) del objeto genera el estallido de la neurosis y esta envuelve tanto la renuncia del objeto real, como la sustracción de libido del objeto real sobre un objeto fantaseado y desde ahí sobre uno reprimido. Pero la investidura de objeto misma es retenida con gran energía…la investidura de objeto persiste en el interior del sistema Icc

    En el caso de la esquizofrenia, en cambio, se nos impuso el supuesto de que tras el proceso de represión la libido quitada no busca un nuevo objeto, sino se recoge en el yo; por tanto aquí se resignan las investiduras de objeto y se produce un estado de narcisismo primitivo, carente de objeto” (1915)

    Así, en lo que respecta a la neurosis, se presenta la frustración de la representación-objeto, por lo que la libido es sustraída de él hacia una representación-objeto fantaseado y de ahí a lo reprimido, pero sosteniendo la investidura de la representación-objeto (Freud, 1915), lo que sucede en este caso puede ser explicado en los siguientes términos: al ser denegada la representación-objeto, no se produce una disociación entre la representación-cosa y su correspondiente representación-palabra, sino que éstas quedan vinculadas por medio de la represión secundaría y los mecanismos de defensa, sigue existiendo un vínculo entre ellas, el vínculo es asociativo, asociación por medio de la cual se construye un síntoma, y si de la representación-cosa-represión-mecanismos-de defensa-representación-palabra la libido inviste a más representaciones-palabra, se producirá un síntoma obsesivo, mientras que si inviste al cuerpo erógeno se producirá una síntoma conversivo, pero en ambos casos, la representación-objeto es retenido en la fantasía inconsciente.

    El caso de la esquizofrenia sería distinto, ya que en ella, la representación-objeto, es decir la representación formada por la representación-cosa vinculada con la representación-palabra ha sido disociada debido a la denegación del objeto, ello origina que la libido abandone progresivamente a la representación-objeto, hacia la representación-palabra preconsciente y se vuelque sobre la representación-objeto inconsciente del Yo, pero en un segundo momento se da un intento de restitución, que consiste, no en reconstruir el vínculo entre las representaciones-cosa y las representaciones-palabra, sino investir a las representaciones-palabra mismas, en miras de investir nuevamente a la representación-objeto, este investir a las representaciones-palabra, es lo que da lugar al singular tipo de producción discursiva que observamos en la esquizofrenia, donde las palabras son efectivamente tratadas como cosas, y son sometidas a la lógica del proceso primario, pero que, de una u otra forma es un intento del sujeto de volver a investir a la representación-objeto (distinta del Yo (moi)) y por lo tanto de reconstruir un vínculo con la realidad (es decir con la convergencia de lo simbólico con lo imaginario), así, podríamos decir que la pulsión, o mejor, su agencia-representante del Ello, invistió a la palabra misma, es decir, la pulsión invistió al preconsciente.

    Podemos pensar que es debido a esta dinámica, que en las neurosis la fantasía juega un papel tan importante en los estados previos al brote sintomático, la denegación del objeto hace que ésta cobre fuerza y que amenace con desbordar hacia la alucinación, el yo, inhibe su avance hacia el sistema perceptual, lo que produce que la fantasía se fortalezca en lo inconsciente y que aparezca únicamente como ensoñaciones, en cambio, en la psicosis, la denegación del objeto también hace que la fantasía se fortalezca, pero esta no es inhibida por el yo, por lo que desborda directamente en la alucinación, así, no se puede hablar de fantasías psicóticas en el mismo sentido en el que se habla de fantasías neuróticas, y por su puesto la fantasía juega un papel importantísimo en la neurosis, no así en la psicosis.

    Por ello en la psicosis no se puede hablar propiamente de fantasía, el término de fantasía psicótica es, desde nuestro punto de vista y desde la articulación que venimos realizando, poco sostenible, ya que la alucinación psicótica y la construcción del delirio implica un proceso en el cual la fantasía se ha desbordado en alucinación, por lo que ha dejado de operar como fantasía.

    De esta larga descripción de los mecanismos psicopatológicos podemos obtener la siguiente conclusión para nuestros fines, a saber: la fantasía se encuentra formada por representaciones-objeto inconscientes, y una representación objeto se encuentra formada por la representación-cosa inconsciente vinculada con la representación-palabra preconsciente, esto no se encuentra propiamente en Freud, pero creemos que esta descripción hace justicia a la fantasía como un mestizo que se ha enriquecido de las adquisiciones del sistema preconsciente (vínculo entre representaciones-cosa y representaciones-palabra es decir, representaciones objeto), pero que es en sí mismo inconsciente y no es susceptible de devenir preconsciente.

    Por lo tanto, en nuestro esquema, la fantasía se encontraría en la tópica de lo inconsciente, justo en el límite entre el sistema Icc y el sistema Pcc, ahí se encontrarían las representaciones-objétales (el yo y los objetos), sobre los cuales se replegaría la libido cuando el objeto real es denegado, en el caso de la neurosis sobre la representación-objeto fantaseado, y en el caso de la psicosis únicamente sobre la representación-objeto que constituye al Yo, siempre y cuando entendamos en este caso al Yo como ese objeto particularmente investido de libido narcisista, al final otro objeto.

    PULS IÓN
    Inconsciente no reprimido
    Inconsciente
    Fantasía
    Preconsciente

    Cuerpo

    Erógeno

    C

    uerpo

    Es entonces en esta tópica en donde se llevan a cabo todos los procesos imaginarios descritos por Melanie Klein, en particular la escisión, la integración, la reparación, la identificación proyectiva, la proyección y la introyección.

    LA CINÉTICA DE LO SIMBÓLICO Y SUS CONSECUENCIAS…LA FANTASÍA COMO EFECTO DE LA BÚSQUEDA DE REFERENTE

    Intentemos dar ahora un paso adelante, decíamos más arriba que el principio de realidad, no es sino una forma modificada del principio del placer y que estos se oponen a ese principio que es su más allá, y creemos poder sostener también que es precisamente en el campo de la fantasía donde se produce esta articulación entre el principio del placer y el de realidad, al final, es en la fantasía donde se produce la imagen del objeto que podría ser fuente de “satisfacción” y que por lo tanto no es sino objeto de frustración; para sostener esta hipótesis es necesario introducir la noción de las agencias-representantes de la pulsión.

    Hemos mencionado ya, que según Freud, éstas, las agencias representantes de la pulsión, son el auténtico representante psíquico de los impulsos, pero en tanto agencias-representantes carecen por completo de imagen y significación, son únicamente inscripciones, podríamos pensar aquí en ese 0 planteado por Bion, en la letra de Lacan o en el primer sistema de registros que Freud plantea en su carta 52 a Fliess (Ps), en todo caso, estas marcas no son fantasías, sino marcas en el cuerpo, son representantes, no representaciones, es en este lugar donde podemos ubicar a la radicalidad de la pulsión de muerte, ese más allá del principio del placer que debe ser deflactado, ese obscuro núcleo del obscuro núcleo de nuestro ser que constituye el Ello, y que debe ser articulado a Eros en el proceso de mezcla pulsional, articulación que no puede llevarse a cabo si no es por el holding materno (Winnicott) y por su capacidad de reverir (Bion), si la madre no es capaz de ofrecerse como pecho bueno (Klein) y de inscribir las marcas de lalengua (Lacan) en el protosujeto.

    Es esta función de articulación entre Eros y Tanatos lo que permite transcribirlas agencias-representantes en representaciones-cosa (Freud), significantes (Lacan) o función beta (Bion), en este momento el sujeto está ya inscrito en el registro de lo simbólico, en la cual un significante no toma como referente a un objeto, sino a otro significante, y es precisamente este deslizamiento metonímico (el deseo), el que genera antes de “la gran desilusión” la proliferación de objetos en la fantasía, objetos que se presentan progresivamente como objetos capaces de constituirse como referentes absolutos del significante, estos objetos se proponen a sí mismos como objetos reales, capaces de ofrecer placer, son esos objetos que se ofrecen a sí mismos como objetos que pueden restituir la omnipotencia originaria, entonces, estos objetos ayudan a la estructura a desplazar el más allá del principio del placer y sustituirlo por el imperio del placer y su aliado, el principio de realidad.

    Ahora bien, según mencionamos la articulación de las representaciones-cosa en lo inconsciente no tiene referente ni objeto, se deslizan de una representación a otra en un deslizamiento metonímico, desplazan su energía de una representación a otra, y es precisamente como efecto de ese desplazamiento que se genera la fantasía; los archivos y expedientes explorados por Melanie Klein (y por Freud), anteriores a la “primera gran desilusión”, son precisamente los productos de ese deslizamiento significante progresivo, el objeto en la fantasía se ofrece como objeto del deseo, el pecho bueno, el pecho malo, los bebés de la madre, su cuerpo, el pene, el vínculo entre todos estos objetos, la posibilidad de agredirlos, de perderlos, de amarlos y de repararlos, no son sino el efecto de la búsqueda de referente.

    Y es que la pura articulación significante, la pura articulación de las representaciones-cosa, la función beta pura no tiene sentido ni significación y tampoco tiene objeto, es el proceso primario en su forma más pura y abstracta, es precisamente esta búsqueda de referente lo que se observa fenoménicamente en el pequeño Fritz como la sucesión de preguntas en búsqueda de la verdad absoluta y no es, sino hasta que se presenta la primera gran desilusión (la castración), cuando las representaciones-cosa y las agencias-representantes pueden organizarse de forma más o menos homogénea en torno al falo como significante de la falta y tomarlo como referente absoluto, es gracias a esta operación que la fantasía no obtura al deseo (y no desborda en la alucinación), ya que en la fantasía y en la realidad el objeto que falta es precisamente el falo, ese que Klein trata de situar en la madre, en el infans y en el padre y que precisamente porque falta permite que la estructura se organice en torno a él.

     

    LA FANTASÍA EN LA EXPERIENCIA ANALÍTICA…LA FANTASÍA REDUCIDA A LA PULSIÓN.

    Ha llegado el momento de resumir para dar un paso adelante. Creemos poder situar varias características que nos permiten definir a la fantasía. Por un lado, se encuentra formada por representaciones-objeto inconscientes, ya que contiene representaciones-cosas vinculadas con representaciones-palabra, de ahí que reúna características del sistema Icc y del sistema Pcc (opera en muchos sentidos de acuerdo a los procesos secundarios pero obedece al principio del placer, aunque tiene en cuenta a la realidad), así mismo, puede ser entendida como una función por medio de la cual el principio del placer se articula al principio de realidad para oponerse a su más allá, es entonces una formación de compromiso que condensa el principio del placer y el principio de realidad, es también una formación que ofrece satisfacciones sustitutivas al deseo, por lo que está destinada a ser fuente de frustración, no es generada por el Yo, sino por el sistema psíquico desde los primeros momentos de vida y si no es inhibida corre el riesgo de transponerse en alucinación y poner en riesgo a todo el sistema, finalmente, se genera como efecto de la articulación metonímica de las representaciones-cosa en búsqueda de un referente.

    Ya mencionamos que para Freud, al ser denegado el objeto, la libido retorna sobre una representación-objeto fantaseado, en los términos que hemos venido elaborando podríamos representarnos el fenómeno de la siguiente forma: el falo, en tanto referente absoluto de la batería significante desfallece, el sujeto se enfrenta a la falta, a la castración, ello provoca que regrese a buscar referentes fundamentales en las representaciones-objeto fantaseados como una vía para sostener al registro de lo simbólico, al Otro.

    Entonces las fantasías del neurótico no son sino el efecto de un deslizamiento significante en búsqueda de referente después del desfallecimiento del falo, creemos entonces que la interpretación Kleiniana de la fantasía en la sesión analítica lo que hace es ofrecer referentes para reparar (si en términos Kleinianos) al falo, y reconstituirlo como objeto-total (y objeto real) que pueda operar nuevamente como referente fundamental, de ahí que la interpretación de la fantasía brinde sentido a la fenomenología neurótica del analizante, lo que constituye precisamente un momento que pude constituir un impasse para el análisis.

    Queremos mencionar de pasada que este impasse se encontraría precisamente en el piso del grafo del deseo que establece un corto circuito entre d (deseo ) y %%EDITORCONTENT%%lt;>a (precisamente el fantasma), y es que en este momento del proceso analítico los objetos del fantasma pueden ofrecerse como objetos que saturan al deseo y se ofrecen como su carnada, por lo que precisamente evitan el ascenso al último piso del grafo, ese en el cual el sujeto se enfrenta con la falta del Otro, con la castración y donde queda reducido a las agencias-representantes de la pulsión que lo producen, entonces el análisis e interpretación de la fantasía es un corto circuito que evita la vivencia de la castración en la experiencia analítica.

    Por su puesto que el análisis de las fantasías es un momento crucial del análisis y por supuesto que su reorganización es un efecto que se produce por él, pero la causalidad psíquica no proviene de la fantasía, de lo imaginario, sino de aquello que la fantasía envuelve y de lo que protege al sujeto, a saber, de la castración[xii]; las fantasías pueden ser consideradas incluso el contenido del análisis, pero no aquello a donde se debe dirigir la intervención del analista, ya que ella se debería dirigir, en terminología Freudiana, a las agencias-representantes de la pulsión, podemos casi pensar que para Klein, el análisis consiste simplemente en “hacer consciente lo inconsciente”(hacer consciente la fantasía consciente), mientras que para Freud éste es un proceso que ocurre por el análisis, pero la intervención se dirige a que “allí donde estaba ello advenga yo”

    El análisis y los criterios para su finalización no dependen de la reorganización de la vida fantasmática del sujeto, sino de la reorganización de su vida simbólica (o más bien de la forma en como lo simbólico habita en su cuerpo y lo produce como sujeto), lo cual se logra a partir del enfrentamiento con la falta, es decir de aquello que sostiene a toda la vida simbólica, en términos de Bion, podríamos pensar que implica precisamente al 0.

    Y es que Klein, a nuestros ojos, de cierta forma ignora la función simbólica anterior al Edipo y a que el significante se reorganice, debido a la primera gran desilusión, tomando como referente absoluto al significante fálico (como representante a la vez que obturación de la castración), ello hace necesario que obvie la función de las agencias-representantes de la pulsión y que por lo tanto eleve la fantasía a la dignidad de representante pulsional.

    REFLEXIÓN FINAL

    A veces es bueno terminar justo donde se empieza, entonces, volviendo a las primeras líneas de este escrito, podemos suscribir lo dicho respecto a que Melanie Klein no sabe cómo ubicar la función paterna antes de Edipo, y solo le asigna su lugar cuando cronológicamente se presenta este drama (entre los 3 y 5 años dicen), cuando habla de la función del “pensamiento”, parece que justamente está pensando en el pensamiento de tipo científico capaz de dar orden, de organizar la realidad y de garantizar la verdad, al parecer no tomó en cuenta que Freud ubica esta función del pensamiento desde los primeros momentos de la vida del niño y como una actividad tan cercana a lo irracional como las representaciones-cosa mismas; y es que la función simbólica opera en el niño desde que entra en contacto con el Otro, las ausencias y presencias de la madre, su bondad o maldad, su holding, su handing, su carring, ya están organizadas de acuerdo al registro de lo simbólico, el deseo de madre ha sido producto de su propio Edipo y la manera en como hace del cuerpo del niño un cuerpo erógeno y como “completa” su la fantasía es ya simbólica[xiii], se encuentra ya organizada en torno al significante fálico.

    Parece casi paradójico que los discípulos de Klein hayan progresivamente desplazado el interés de la fantasía propiamente dicha a la función del ambiente en la estructuración psíquica, esto no es de extrañar si pensamos en la lógica del pensamiento Kleiniano, al parecer, ella opone realidad a fantasía, y a partir de esta oposición ya no hay más que tomar partido por un campo o por el otro, si la función simbólica no es reconocida como aquello que produce tanto a la realidad como a la fantasía, entonces siempre se corre el riesgo de desplazarse cada vez más hacia el papel del ambiente real en la estructuración psíquica.

    Entonces, a nuestro entender, la función simbólica debe ser concebida como operando ya en el niño desde siempre, y las fantasías, los objetos del fantasma y la relación del Yo (ese objeto particularmente investido de libido narcisista) con ellos, se producen por esta función (por la articulación de las representaciones-cosa, significantes, en búsqueda de referentes), cierto es que las representaciones aún se encuentran en búsqueda de un referente absoluto en torno del cual organizarse, esto es lo que generala rica vida fantasmática del niño, la riqueza de sus juegos, la multiplicidad de sus preguntas y su fantástica producción simbólica, cierto es que no es sino hasta que se produce la gran desilusión, cuando se instaura de forma definitiva la falta, cuando el referente deja de ser fantasmático para comenzar a ser simbólico, cuando el niño deja de preguntar quién es para decir “yo soy el que soy”, pero desde siempre es por la función simbólica, y no por la imaginaria (fantasmática) por la que el sujeto, por la que cada sujeto es producido, y a lo simbólico debe dirigirse la operación del analista, a riesgo de ofrecerse como un nuevo objeto que pretenda obturar la falta… un objeto en el fantasma.


     

    REFERENCIAS

    • Abadi, s. (1996) Transiciones. El modelo terapéutico de D.W. Winnicott. Ed Lumen: Buenos Aires
    • Barrio, I (2006). El síntoma histérico y el fenómeno psicosomático. Revista Acheronta de Psicoanálisis y Cultura, No 23. Disponible en:   http://www.acheronta.org/
    • Bleichmar, N y Bleichmar, C. (1989). El psicoanálisis después de Freud. Teoría y clínica. Ed Paidos: México
    • Doria MedinaR. comp. (1997) Divergencias en la Unidad. Una introducción a los Desarrollos Psicoanalíticos después de Freud. Ed Lumen: Buenos Aires
    • Freud, S (1905). Tres Ensayos para una teoría sexual. En Obras Completas de Freud. Ed Amorrortu: Buenos Aires.
    • Freud, S (1895). Proyecto de Psicología para Neurólogos. En Obras Completas de Freud. Ed Amorrortu: Buenos Aires
    • Freud, S (1910). Cinco conferencias de sobre psicoanálisis. En Obras Completas de Freud. Ed Amorrortu: Buenos Aires.
    • Freud, S (1910). Formulaciones sobre los dos principios del acaecer psíquico. En Obras Completas de Freud. Ed Amorrortu: Buenos Aires.
    • Freud, S (1915). La Represión. En Obras Completas de Freud. Ed Amorrortu: Buenos Aires.
    • Freud, S (1915). Lo Inconsciente. En Obras Completas de Freud. Ed Amorrortu: Buenos Aires.
    • Freud, S (1915). Pulsión y Destinos de Pulsión. En Obras Completas de Freud. Ed Amorrortu: Buenos Aires.
    • Klein, M (1921). El desarrollo de un niño. En Obras Completas de Melanie Klein, Ed Paidos: Barcelona.
    • Klein, M (1922). Inhibiciones y dificultades en la Pubertad. En Obras Completas de Melanie Klein, Ed Paidos: Barcelona.
    • Klein, M (1922). La importancia de las palabras en el análisis temprano. En Obras Completas de Melanie Klein, Ed Paidos: Barcelona.
    • .Freud, S (1923). El Yo y el Ello. En Obras Completas de Freud. Ed Amorrortu: Buenos Aires.
    • Klein, M (1923). Análisis Infantil. En Obras Completas de Melanie Klein, Ed Paidos: Barcelona.
    • Klein, M (1925).Una contribución a la psicogénesis de los tics. En Obras Completas de Melanie Klein, Ed Paidos: Barcelona.
    • Klein, M (1927)Tendencias criminales en niños normales. En Obras Completas de Melanie Klein, Ed Paidos: Barcelona.
    • Klein, M (1932) El psicoanálisis de niños. En Obras Completas de Melanie Klein, Ed Paidos: Barcelona.
    • Klein, M (1933)El desarrollo temprano de la conciencia en el niño. En Obras Completas de Melanie Klein, Ed Paidos: Barcelona.
    • Klein, M (1934)Sobre criminalidad. En Obras Completas de Melanie Klein, Ed Paidos: Barcelona.
    • Klein, M (1935)Contribución a la psicogenesis de los estados maniaco-depresivos. En Obras Completas de Melanie Klein, Ed Paidos: Barcelona.
    • Klein, M (1937)Amor, culpa y reparación. En Obras Completas de Melanie Klein, Ed Paidos: Barcelona.
    • Klein, M (1952)La influencia mutua en el desarrollo del yo y del ello. En Obras Completas de Melanie Klein, Ed Paidos: Barcelona.
    • Klein, M (1957)Envidia y gratitud. En Obras Completas de Melanie Klein, Ed Paidos: Barcelona.
    • Klein, M (1932)El psicoanálisis de niños. En Obras Completas de Melanie Klein, Ed Paidos: Barcelona.
    • Klein, M (1960)Sobre la salud mental. En Obras Completas de Melanie Klein, Ed Paidos: Barcelona.
    • Segal, H. (1990). Introducción a la obra de Melanie Ed Paidos: México.
    • Segal, H. (1985). Melanie Klein. Alianza Editorial: Madrid

    [1]Universidad Tecnológica de México, Universidad Latinoamericana, Nueva Escuela Tecnológica, Red de Especialidades Psicológicas y Clínica Analítica.

    Av del Trabajo #24b, Colonia San Andrés Atenco, Tlalnepantla, Estado de México

    [ii] Conceptos centrales

    [iii] El solo análisis de la forma en que Klein madre y analista del pequeño Fritz introduce al complejo paterno en su campo de experiencia merecería un ensayo por sí mismo, quedará para otro momento.

    [iv] Pero entonces parecería que estamos cayendo en una contradicción, ¿acaso no la posibilidad de hacer preguntas se debe a que ya está operando la función simbólica? Y ¿cómo es posible que entonces la función simbólica (o del pensamiento como la llama Klein) limite la omnipotencia narcisista a partir de su falla? Lo que proponemos, junto con Lacan, es que precisamente lo posibilita que el sujeto ingrese como tal al campo de los simbólico y sea habitado por el lenguaje no es otra cosa sino la falla de los simbólico, es la falta lo que posibilita que el sujeto y el Otro sean develados como castrados (límite absoluto de la omnipotencia) y que entonces los campos dela fantasía y la realidad queden diferenciados, por su puesto esta línea de pensamiento merecería otro espacio para ser trabajada con el rigor que merece.

    [v] Al parecer no es la pulsión lo que se sublima sino la misma fantasía.

    [vi]Ésta es por supuesto una lectura nuestra que intenta vincular ambos momentos de la producción Kleiniana, pero para ser sinceros, la fantasía en Klein después de 1950 es exclusivamente el representante psíquico de los las pulsiones, y la forma en como los diferentes procesos psíquicos ingresan al campo representacional del sujeto.

    [vii] No podemos dejar pasar este enigmático punto sin hacer al menos un comentario…parece que al decir Freud que el cuidado materno es el que realiza este sistema psíquico está diciendo que es de alguna forma el cuidado de la madre el que engendra y alimenta la fantasía inconsciente, así, ésta no sería el corolario de los impulsos, sino el efecto del cuidado materno, ya que las pulsiones mismas son efecto del cuidado de ésta.

    [viii] Una breve digresión, se advertirá que esta concepción Freudiana de la fantasía se encuentra más cercana a la primera concepción de Klein, solo que se ubica en un momento lógico anterior al periodo edípico, periodo que el pequeño Fritz se encontraba atravesando…nuestra digresión cobrará sentido en su momento.

    [ix] En este punto nos nace un cuestionamiento que nunca antes habíamos tenido, ¿podemos pensar que principio del placer y procesos primarios se refieren a lo mismo?, en ocasiones en la obra de Freud parecería leerse que sí, no obstante, a partir de la realización de este escrito cada vez nos surgen más dudas al respecto, será por su puesto necesario un análisis exhaustivo del tema para aclarar esta situación…tendrá que ser en otro lugar.

    [x] Modificado de Barrio (2006)

    [xi] Hemos de confesar que no estamos seguro de si podríamos considerar ya a este objeto como objeto de deseo alrededor del cual la pulsión se organiza, no obstante preferimos atenernos aquí al texto freudiano.

    [xii] Esa sí que no es fantasía

    [xiii] Recordemos lo que Freud dice sobre la función materna en torno a la manera en como ella “realiza” el fantasma del niño (ver supra).

  • Sujeción no es fijación.

    Sujeción no es fijación.

    Ronit Guttman[1].

     

    Resumen: ¿Es posible desujetarse? ¿A qué estamos sujetos? Estamos sujetos al lenguaje. Sujetos de derecho, sujetos de la ley, sujetos del inconsciente: lenguaje. Estamos y somos sujetos al, del y en el lenguaje. El hecho mismo de poder plantear la pregunta da cuenta de que no es posible desujetarse.

    Palabras clave: sujeción, fijación, lenguaje, pulsión, objeto, descarga.

     

     

    Las ideas que nuestros sabios se forjan sobre la relación de objeto acabada son de una concepción más bien incierta y, si son expuestas, dejan aparecer una mediocridad que honra a la profesión.

    Jacques Lacan.

     

    Un ser que estuviese enteramente sin relaciones con la lengua, es una idea.

    Walter Benjamin.

     

    ¿Es posible desujetarse?[2] Antes de responder a esta pregunta es preciso saber a qué estamos sujetos. Estamos sujetos al lenguaje. Sujetos de derecho –algunos, cuando tenemos derecho a estar sujetos al derecho– sujetos –todos– de alguna ley, sujetos del inconsciente y el inconsciente se estructura como un lenguaje, nos dice Lacan. Estamos sujetos al lenguaje, somos sujetos del y en el lenguaje: «el lenguaje nos emplea (Lacan, “El seminario: libro 17: el reverso del psicoanálisis” 70)». Ese Otro con mayúscula, inconsciente, que no es ningún otro sino una función que muchos otros encarnan, pero que es él quien nos sujeta, a quien nos sujetamos, el tesoro de los significantes; una vez más (siempre, en realidad), lenguaje.

     

    De principio sólo hay naturaleza como eso instintivo animal, indomable, puramente orgánico. Lo demás, eso que llamamos humano, la subjetividad, no viene sino con el lenguaje –arte/facto– y todo lo que él a su vez efectivamente produce: mundo: nuestra experiencia del mundo.

     

    Me resulta entonces impensable siquiera la sola posibilidad de imaginar qué sería de la especie sin lenguaje, en el entendido de que nuestro rasgo principal es el lenguaje y lo que con él hacemos: [mal]comunicarnos[3]. Nuestra humanidad descansa en –dependerá el marco conceptual, recordemos que el tiempo es histórico– el uso de razón, la conciencia de sí, la capacidad de cuestionamiento; todas construcciones lingüísticas.

     

    La realidad del lenguaje no se extiende sólo a todos los campos de expresión espiritual del hombre –a quien en un sentido u otro pertenece siempre una lengua– , sino a todo sin excepción. No hay acontecimiento o cosa en la naturaleza animada o inanimada que no participe de alguna forma de la lengua, pues es esencial a toda cosa comunicar su propio contenido espiritual (Benjamin 127).

     

    Si de principio hay puro instinto, la pulsión, explica Freud ya en 1915 en Pulsiones y destinos de pulsión, vendrá a amarrar eso del orden de lo anímico que rebasa lo animal y nos constituye subjetivamente, a través del lenguaje –impuesto por Otro (la madre o la función nutricia en principio, pero él mismo siempre):

     

    La ‘pulsión’ nos aparece como un concepto fronterizo entre lo anímico y lo somático, como un representante psíquico de los estímulos que provienen del interior del cuerpo y alcanzan el alma, como una medida de la exigencia de trabajo que es impuesta a lo anímico a consecuencia de su trabazón con lo corporal (117).

     

    La pulsión es el estímulo que viene de adentro y amarra al alma con el cuerpo. De la pulsión no se puede huir y por más que se la satisfaga, nunca se le satisface, pues no hay descarga total. Total para la pulsión es sólo la inorganicidad.

     

    Si la pulsión es la trabazón de lo anímico con lo corporal, habita en y transita por el [lenguaje] inconsciente; si la pulsión es una noción freudiana y por lo tanto queda sujeta a la existencia de Freud y a su desarrollo del psicoanálisis, la pulsión –y valga lo mismo para el inconsciente– , antes de ser un concepto fronterizo, es lenguaje, como las matemáticas lo son, como la química lo es. En el agua no hay H₂O, ni siquiera hay a, ge, u, a sin lenguaje. En el hombre no hay inconsciente, ni pulsión, ni siquiera subjetividad sin lenguaje. Si hoy podemos hablar de los efectos de la clínica psicoanalítica, es precisamente por eso, porque podemos hablar de los efectos de la clínica psicoanalítica.

     

    ¿Cómo, entonces, desujetarnos? El hecho mismo de plantear la pregunta nos mantiene sujetos [al lenguaje].

     

    No hay por lo tanto un sujeto hablante de las lenguas, si con ello se entiende a quien se comunica a través de tales lenguas. El ser espiritual se comunica en y no a través de una lengua: es decir, no es exteriormente idéntico al ser lingüístico. El ser espiritual se identifica con el lingüístico sólo en cuanto es comunicable. Lo que es un ser espiritual es comunicable es su ser lingüístico (Benjamin 129).

     

    La pulsión es lenguaje, sí, pero todo de nosotros después del instinto lo es –¡y vaya que hemos rebasado el límite del instinto!: el malestar en la cultura, el porvenir de una ilusión, nada más por mencionar algunos rasgos, que no sólo títulos– y la pulsión tiene efectos concretos en la vida de los sujetos. A través de la pulsión, su esfuerzo (factor motor), su meta (satisfacción, su vía de descarga o inhibición), su fuente (proceso somático donde es representada) y sobre todo su objeto, establecemos vínculos sociales. El objeto es la otra o la misma parte a la que la pulsión se enlaza, sigue Freud:

     

    El objeto de la pulsión es aquello en o por lo cual puede alcanzar su meta. Es lo más variable en la pulsión; no está enlazado originariamente con ella, sino que se le coordina sólo a consecuencia de su aptitud para posibilitar la satisfacción[4]. No necesariamente es un objeto ajeno; también puede ser una parte del cuerpo propio. En el curso de los destinos vitales de la pulsión puede sufrir un número cualquiera de cambios de vía; a este desplazamiento de la pulsión le corresponden los más significativos papeles. Puede ocurrir que el mismo objeto sirva simultáneamente a la satisfacción de varias pulsiones (118).

     

    Si bien no podemos desujetarnos, habría que pensar en las formas que faciliten los cambios de vías, los desplazamientos del objeto de la pulsión. La pulsión requiere por definición un objeto auxiliador, y todo lo que de ese primer objeto se teje se antoja erótico, objeto de deseo, objeto a. El vínculo con el primer objeto marcará (huellas objeto de amor u odio), así como también los destinos de la pulsión (el trastorno hacia lo contrario, la vuelta hacia la persona propia, la represión o la sublimación); y en función de la relación de la pulsión con su[s] objeto[s] y sus posibles destinos, entenderemos [o más bien, no] la compleja y vasta red de ambivalencia que gobierna la vida anímica en términos de amor (tres polaridades: Sujeto (yo)-Objeto (mundo exterior), Placer-Displacer, Activo-Pasivo). Pero no hay que olvidar que antes de los destinos, de la ambivalencia, del masoquismo y el sadismo en el principio de placer y más allá de él, todas las oposiciones entre amar y odiar, amar y ser-amado y amar-odiar e indiferencia, la pulsión puede fijarse a un objeto solamente, como Freud explica y continúa:

     

    Un lazo particularmente íntimo de la pulsión con el objeto se acusa como fijación de aquella. Suele consumarse en períodos muy tempranos del desarrollo pulsional y pone término a la movilidad de la pulsión contrariando con intensidad su desasimiento (118. Subrayado mío).

     

    Es decir, la pulsión necesita (Ananké) descarga. Fijar la pulsión a un único objeto termina por obstruir el flujo de descarga, pues sujeta al sujeto, más allá del lenguaje, del Otro, al otro semejante: pura fetichización. No hay que perder de vista el desplazamiento, pues lo contrario inmoviliza al sujeto causándole aún más malestar y sufrimiento, asfixia con a de angustia[5]. Sujeción no es fijación. Sujeción es causa y efecto del vínculo social, fijación es esclavización del sujeto al objeto.

     

    El analista entonces no podría acosar sin peligro al sujeto en la intimidad de su gesto, o aún de su estática, salvo a condición de reintegrarlos como partes mudas de su discurso narcisista, y esto ha sido observado de manera muy sensible […] El peligro allí no es el de la reacción negativa del sujeto, sino más bien el de su captura en una objetivación, no menos imaginaria que antes, de su estática, o aún de su estatua, en un estatuto renovado de su alienación.

    Muy al contrario, el arte del analista debe ser el de suspender todas las certidumbres del sujeto, hasta que se consuman sus últimos espejismos. Y es en el discurso donde debe escandirse su resolución (Lacan, «Función y campo de la palabra» 244. Subrayado mío).

     

    ¿Es posible desujetarse? Sólo el pasaje al acto, punto de no retorno. La apuesta del psicoanálisis no es la desujetación, sino la no fijación. La apuesta del psicoanálisis es moverse con m de migrar: cambiar de posición. Las neurosis de transferencia implican un desdoblamiento, despliegue y repliegue (metonimia) y esto ofrece una oportunidad de desplazamiento (metáfora) a sitios de menor angustia, de menor sufrimiento[6], porque lo contrario es puro goce, la satisfacción parcial y punitiva con sus beneficios secundarios de una instancia del aparato psíquico, a la vez que la causa de un profundo y repetido malestar en otra. Posibilitarle al sujeto –suspender (≠ fijar) tantas certidumbres como sea posible– desplazarse de objeto en objeto para que la pérdida inevitable (Ananké) sea menos dolorosa o el dolor se viva de modo asumido; y todo a través del lenguaje, a través de ser y estar sujeto a él, porque nos llamamos, porque tenemos nombre [del padre, de la madre, de quien sea que nos llame, que nos nombre y nos designe un lugar en la dimensión simbólica y en el mundo]. Estamos migrando –en gerundio–, procuremos el sentido y la dirección de la migración a una mejor (no en sentido moral, sino de bienestar anímico) posición: nadie deja su lugar si no es por el anhelo de estar mejor, y moverse con m de migrar implica renuncia y pérdida y por lo tanto dolor, pero implica siempre posibilidad. Desujetarse es pura imposibilidad, sujetos como estamos siendo, migremos.

     

    Bibliografía consultada:

    Bataille, Georges. El erotismo. México: Tusquets, 2013.

    Benjamin, Walter. Sobre el lenguaje en general y sobre el lenguaje de los hombres, en Ensayos escogidos. Buenos Aires: El cuenco de plata, 2010.

    Derrida, Jacques. Amar de amistad: quizá – el nombre y el adverbio, en Políticas de la Amistad. Madrid: Trotta, 1998.

    Freud, Sigmund. Pulsiones y destinos de pulsión, en Obras completas. Volumen XIV. Buenos Aires: Amorrortu, 2012.

    Lacan, Jacques. El seminario: libro 17: el reverso del psicoanálisis. Buenos Aires: Paidós, 2010.

    Lacan, Jacques. Función y campo de la palabra, en Escritos 1. México: Siglo XXI, 2009.

     

     

     

     

     

    [1] Maestra en Saberes sobre Subjetividad y Violencia por el Colegio de Saberes. Actualmente cursa la Espacialidad en psicoanálisis en Dimensión psicoanalítica. Contacto: ronguttberdit@gmail.com

    [2] Ésta parece una pregunta respondida hace tiempo y carente de pertinencia entrados en el siglo XXI. Parece, como así me lo hizo notar un notable profesor y psicoanalista, que esta pregunta hace eco de algunas ideas vigentes en la década de los setenta, época que –por su acontecer: la Guerra Fría y la división del mundo a sus semejanzas, las invasiones a Vietnam y Corea, las dictaduras militares sudamericanas, la represión política estudiantil y los movimientos por los derechos de los negros y las mujeres, por mencionar sólo algunos– buscó alguna suerte de liberación y se propuso, dentro del medio psicoanalítico y filosófico, «romper con las ataduras, desujetarse, acabar con la represión», como si la represión en psicoanálisis no fuera un mecanismo de defensa y protección del yo y fuera más bien concebida como vulgarmente se entiende la represión policial y política: totalmente exterior; y «deshacerse del superyó» como si el superyó no tuviera un papel fundamental regulador y parte protagónica en la realización del ideal del yo, entre muchas otras cosas. Como si cualquiera de las empresas arriba enlistadas fuera posible.

    Si bien desujetarse no es posible –y de eso trata el presente artículo– semejante planteamiento, parece, se ajustaba a semejante acontecer de semejante época, al menos imaginariamente. Lo que hoy acontece, nuestros tiempo y espacio, exigen pensar otras posibilidades que parten de la violencia fundante y asumen por lo tanto la urgencia de límites. Tan fuera de lugar como puede parecernos hoy, una propuesta setentera tomó lugar en el marco de un seminario para pensar la violencia desde el psicoanálisis.

    Leyendo Nietzsche en Más allá del bien y del mal, a finales del XIX (aquí en una traducción de Derrida para su Políticas de la amistad), la propuesta de desujetarse de mediados del XX parece no sólo caduca desde su génesis sino que irresponsable en todo momento y en todo lugar:

    En todos los países de Europa, y asimismo en América, hay ahora gente que abusa de ese nombre [el de «espíritu libre»], una especie de espíritus muy estrecha, muy prisionera, muy encadenada, que quiere aproximadamente lo contrario de lo que está en nuestras intenciones e instintos –para no hablar de que, por lo que respecta a esos filósofos nuevos que vienen, ellos tienen que ser ventanas cerradas y puerta con el cerrojo corrido–. Para decirlo pronto y mal, niveladores es lo que son esos falsamente llamados «espíritus libres» –como esclavos elocuentes y plumíferos que son del gusto democrático y de sus «ideas modernas» […] son, cabalmente gente no libre y ridículamente superficial, sobre todo en su tendencia básica a considerar que las formas de la vieja sociedad existente hasta hoy son más o menos la cuna de toda miseria y fracaso humano: ¡con lo cual la verdad viene a quedar felizmente abajo!–. A lo que ellos querían aspirar con todas sus fuerzas es a la universal y verde felicidad-prado del rebaño, llena de seguridad, libre de peligro, repleta de bienestar y de facilidad de vida para todo el mundo: sus dos canciones y doctrinas más repetidamente canturreadas se llaman «igualdad de derechos» y «compasión con todo lo que sufre», y el sufrimiento mismo es considerado por ellos como algo que hay que eliminar (59-60).

    [3] [mal]comunicarnos no en sentido moral, sino por la imposibilidad de poner en común. Aunque sean muchas las veces en que alcancemos alguna suerte de consenso la comunicación no existe. Bataille, en El erotismo, deja ver con nitidez la trampa de la comunicación por una diferencia primaria e ireductible:

    Entre un ser y otro ser hay un abismo, hay una discontinuidad. Este abismo se sitúa, por ejemplo, entre ustedes que me escuchan y yo que les hablo. Intentamos comunicarnos, pero entre nosotros ninguna comunicación podrá suprimir una diferencia primera. Si ustedes se mueren, no seré yo quien muera. Somos, ustedes y yo, seres discontinuos (17).

    [4] Más arriba, en la ¿definición? de meta, Freud agrega hacia el final del párrafo:

     

    La experiencia nos permite también hablar de pulsiones ‘de meta inhibida’ en el caso de procesos a los que se permite avanzar un trecho en el sentido de la satisfacción pulsional , pero después experimentan una inhibición o desviación. Cabe suponer que también con esos procesos va asociada una satisfacción parcial (118. Subrayado mío).

    [5] Porque al final, ningún objeto de deseo satisface por completo la pulsión, y aquí ya no importa si la pulsión se fija en un único objeto o es capaz de desplazarse a varios: no habrá satisfacción total en ningún caso, ¡y qué bueno! Lo otro, como ya adelantaba [Freud] es inorganicidad. Lo que sí importa son los duelos: suponer que toda posible satisfacción está de una sola vez en un único objeto implica unas constantes y profundamente hondas pérdida y frustración.

    [6] Al moverse no hay garantía respecto a la dirección en que se está efectuando el movimiento. El sujeto puede moverse y re-acomodarse en un sitio de mayor dolor y sufrimiento. El trabajo del psicoanalista es escuchar con atención para evitar esto. Una escucha flotante atenderá a las pistas que marquen la dirección del camino del analizante que le permitan moverse en el sentido deseado.

    Bibliografía consultada:

    Bataille, Georges. El erotismo. México: Tusquets, 2013.

    Benjamin, Walter. Sobre el lenguaje en general y sobre el lenguaje de los hombres, en Ensayos escogidos. Buenos Aires: El cuenco de plata, 2010.

    Derrida, Jacques. Amar de amistad: quizá – el nombre y el adverbio, en Políticas de la Amistad. Madrid: Trotta, 1998.

    Freud, Sigmund. Pulsiones y destinos de pulsión, en Obras completas. Volumen XIV. Buenos Aires: Amorrortu, 2012.

    Lacan, Jacques. El seminario: libro 17: el reverso del psicoanálisis. Buenos Aires: Paidós, 2010.

    Lacan, Jacques. Función y campo de la palabra, en Escritos 1. México: Siglo XXI, 2009.

  • REFLEXIONES PSICOANALÍTICAS SOBRE EL II CONGRESO IBEROAMERICANO DE CIENCIA Y TECNOLOGÍA: LA CIENCIA Y SUS SUJETOS

    REFLEXIONES PSICOANALÍTICAS SOBRE EL II CONGRESO IBEROAMERICANO DE CIENCIA Y TECNOLOGÍA: LA CIENCIA Y SUS SUJETOS

    VICTOR ENRIQUE SOLÍS SOSA

    [1]

    RESUMEN

    Este trabajo lleva a cabo una revisión sobre los aspectos más destacados del segundo congreso Iberamericano de Ciencia y Tecnología, dedicado al Sujeto de la Ciencia, celebrado en Tenerife, España en el 2009. Al final de la reseña se lleva a cabo una crítica, en la cual sostenemos que si bien, se ha intentado reintroducir una reflexión sobre el papel de la subjetividad en la construcción de la ciencia, en realidad lo que de facto se lleva a cabo es introducir al sujeto en la ciencia, y no al sujeto de la ciencia, al mantener una perspectiva cartesiana del sujeto cognoscente, sin considerar las dimensiones problemáticas que el psicoanálisis ha traído a la luz sobre la subjetividad.

    Summary.

    We carried out a review of some relevant aspects of the Science and Technology second Iberoamerican Congress, celebrated in 2009, in Tenerife, Spain, dedicated to de role of subjectivity in science. At the end of the review we make a critic, sustaining that even when modern epistemology has tried to reintroduce the subjectivity to the field of epistemological reflection, in fact this reflection introduce a subject to the science, but not a subject of the science, as they maintain a Cartesian’s perspective about the subject of knowledge, without considering the problematical dimensions that psychoanalysis bring up to light about the subjectivity.

     

    “El psicoanálisis es esencialmente lo

    que reintroduce en la consideración

    científica el Nombre-del-Padre” (Jaques Lacan, 1966)

    Tiempo ha pasado desde que Popper lanzó la propuesta de construir una ciencia sin sujeto, y es que es precisamente una ciencia sin sujeto la única forma de plantear que la práctica científica podría escapar a las prácticas de poder y a las ilusiones de ideológicas, por ello, a partir de los años treinta, la filosofía de la ciencia que tuvo como principal escenario el mundo anglosajón, se conformó una visión filosófica de la ciencia que asumió casi como dogma las tesis ultraobjetivistas del conocimiento, excluyendo los aspectos subjetivos de los individuos. No obstante, un poco antes, hacia mediados del siglo XX, comenzaron a surgir diferentes puntos de vista que reivindicaban el regreso del sujeto a la epistemología, de la mano de autores como Michel Polanyi, Thomas Khun y Ludwig Fleck, quienes subrayaron los aspectos históricos, psicológicos y sociales de la evolución del conocimiento, lo que alentó el interés por los estudios en historia de la ciencia, en la psicología de los procesos cognitivos y en la sociología del conocimiento; de forma parecida, los últimos decenios han visto aparecer los estudios de la ciencia, que buscan englobar una descripción de las prácticas sociales y culturales en medio de las cuales se produce, sostiene y desarrolla socialmente la ciencia.

    Es en este contexto de reflexión sobre el rol del sujeto y la subjetividad en la construcción la ciencia, en el cual se llevó a cabo el II Congreso Iberamericano de la Ciencia y la Tecnología, celebrado en la Laguna, Tenerife, dedicado precisamente a “La ciencia y sus sujetos” y que tuvo como objetivo recuperar las reflexiones de epistemólogos de nuestra lengua sobre el estado actual de la discusión en torno al sujeto de la ciencia.

    Es, a propósito de este simposio, que Echeverría (2009), en su intervención titulada “Los Sujetos de las Ciencias”, propone que la existencia del sujeto de la ciencia es un hecho objetivo, aunque falta por delimitar el estatuto de dicho sujeto, es decir, si es individual, plural, colectivo, comunitario, institucional, social o no humano; pero lo que para él es un hecho, es que una epistemología sin sujeto sería una epistemología sin objeto, y además, encuentra necesario afirmar la pluralidad de los sujetos de la ciencia, ya que la ciencia es un cuerpo de conocimiento socialmente compartido y convalidado (Merton, 1977), en el cual, se establece a la objetividad como una valor epistémico a alcanzar, y cuyo grado de satisfacción se establece a partir de un debate intersubjetivo entre científicos; es en este sentido, que también plantea que los sujetos de la ciencia son varios, desde los técnicos de laboratorio, hasta aquellos que se encargan de presentar los resultados para difundirlos, los editores, los diseñadores e incluso aquellos que divulgan y enseñan ciencia, lo que hace necesario incluir en la discusión las relaciones que existen entre estos sujetos de la ciencia, pero también introduce la necesidad de limitar la pluralidad de estos sujetos, así como la necesidad de reflexionar sobre el proceso a partir del cual los sujetos de la ciencia son construidos.

    Por su parte, en su intervención, “Algunas situaciones donde el sujeto tiene un papel indispensable en la investigación racional”, Larry Laudan (2009), después de confesar el poco interés que suscitan en él las discusiones sobre la subjetividad en la ciencia, comenta que al menos en un aspecto es necesario tomar en cuenta la subjetividad en el proceso de construcción del saber, se refiere a los estándares a partir de los cuales se toma la decisión de refutar o aceptar una hipótesis, estándar que, para él, no puede derivarse del fin de encontrar la verdad, ni tampoco puede derivarse de la racionalidad pura, ya que un estándar de prueba es básicamente un mecanismo para la distribución de errores y, a fin de cuentas, cada investigador o comunidad de investigación está dispuesto a aceptar cierto estándar de error que produzca falsos positivos o falsos negativos, así, para él, al estándar de error que una comunidad de investigación establece para aceptar o refutar una hipótesis le falta una justificación epistémica, y depende de los valores no cognitivos de cada investigador o de cada comunidad; sin embargo, el mismo Laudan nos advierte que no debemos sobrevalorar su análisis, ya que, según él, a medida que más pruebas se acumulan a favor o en contra de una hipótesis, el estándar de error es menos relevante para aceptar o rechazar la hipótesis.

    Por otro lado, Jesus Vega Encabo (2009), defiende la tesis de que el rechazo del ultraobjetivismo que permita la reintroducción de las consideraciones sobre el sujeto de la ciencia en la epistemología no implica necesariamente dejar de lado la noción de objetividad para caracterizar adecuadamente los logros de la ciencia, pero esta concepción de la objetividad se debe construir a partir de la imagen de un sujeto de la ciencia que ejerce funciones paradigmáticas de la razón pública; ahora bien, para Vega (2009) el sujeto cartesiano que la epistemología ha dado por sentado a partir de la época clásica conserva hasta la actualidad ciertos atributos, a pesar de la críticas Foucaultianas y Rortyanas a esta noción de sujeto, estas características son: el sujeto epistémico es en cierta medida agencia, capaz de ejercer cierta autonomía respecto a los dispositivos de poder (Foucault) y sobre las representaciones privilegiadas (Rorty), es también capaz de adoptar o rechazar sus creencias con base a la razón, esta autoridad, lo dota de cierta integridad, unidad y continuidad y, además, se sostiene sobre cierta capacidad reflexiva a partir de la cual es capaz de examinar las propias condiciones de aceptación o rechazo de las creencias; es a partir de esta concepción de sujeto de la ciencia, que es posible construir una noción de objetividad, que se derive del ejercicio de la razón pública; sería pues el ejercicio mismo de la razón pública, el que le permitiría a los sujetos adoptar una estancia reflexiva de tipo normativo sobre los principios que guían sus prácticas, lo que les posibilitaría trasgredir el autoritarismo epistémico de Foucault y la búsqueda de representaciones privilegiadas de Rorty.

    Por su parte, en intervención, denominada “Individuo y Sociedad en la Filosofía de la Ciencia”, Fernando Brocano (2009), establece que de cierta forma la idea de conocimiento definido como una creencia verdadera justificada, supone la existencia de un sujeto, cuyo estatuto queda por delimitar, trabajo que puede empezar a realizarse entendiendo que la ciencia y la tecnología, en tanto empresas sociales, nacen en la modernidad, bajo el cobijo de cierto imaginario social que las produce como una forma cultural de práctica cognitiva y como una “comunidad imaginada” que se dota a sí misma de una autoexplicación, de una cobertura metafísica y de una cierta moral, pero sobre todo de cierto número de normas que regulan la conducta deseable para apegarse al método de producción de saber, las vías para trasmitir ese saber en el contexto de la esfera pública y los caminos para alcanzar el éxito en el interior de dicha comunidad.

    A su entender, son estos tres componentes los que hacen del sujeto de la ciencia un sujeto especial, constituido, no por la naturaleza o por designio divino, sino por una inserción normativa en ciertas prácticas sociales del conocimiento; es el seguimiento de estas normas, lo que le permite a la ciencia llevar a cabo un reclamo de autoridad epistémica absoluta y aparecer como un ejemplo y modelo de esfera pública.

    En su disertación, el mismo Brocano, subraya que uno de los elementos esenciales respecto a la construcción del saber científico, lo constituye el sistema intersubjetivo de intercambios, de reconocimientos y de controles que constituyen el modelo normativo de legitimación epistémica, así, la esfera pública de la ciencia se presentaría como el ámbito en el que la sociedad elabora la formación de creencias para que estas adquieran legitimidad y, al igual que en la economía, aun cuando el valor de los bienes tenga un componente privado, de uso, es solo en el marco social de los intercambios en donde los bienes adquieren “valor de cambio”; así, en el terreno epistémico el valor privado de las creencias subsiste en el marco de la esfera privada, pero en el espacio público necesita la sanción de la esfera epistémica de la ciencia para adquirir autoridad epistémica.

    Es en este sentido, que es posible hacer operar en la epistemología el modelo de Brandom (1994) sobre las aserciones en un espacio público, según el cual, la aceptación o rechazo de las aserciones serían el resultado de un sistema de reconocimientos de los demás miembros de las comunidades científicas a la historia cognitiva de un investigador en particular en el marco de las prácticas aceptadas por esa comunidad. Tendríamos así que la constitución de la esfera pública de la ciencia, sería un sistema de constitución de prácticas lingüísticas, de conceptos, de imágenes del mundo, que deviene sobre las formas de interacción normativa entre sus miembros; sería en este espacio, donde se configurarían no solo razones, sino la autoridad de las razones y no solo el poder de las causas, sino también, el poder puro de las relaciones sociales.

    Nuestro breve recuento deja claro que la discusión que destaca la importancia de considerar al sujeto en la construcción del saber, es un tema que preocupa a los epistemólogos, no obstante, aun cuando se trata de identificar la participación del sujeto en la construcción del conocimiento científico, e inclusive se intentan determinar las características que este sujeto posee y debería poseer, existen cierto número de atributos de los cuales se le dota sin problematizarlos demasiado, y son precisamente estos atributos los que la experiencia psicoanalítica permite problematizar, de ahí que sorprenda que existan pocos trabajos que propongan una reflexión sobre la construcción del saber, a partir del problemático sujeto que el psicoanálisis devela.

    Así, dando una mirada de cerca a la recuperación del sujeto que la epistemología ha intentado formular, encontramos una y otra vez que el sujeto cognoscente queda, a final de cuentas modelado, con sus asegunes por supuesto, a imagen y semejanza de la noción cartesiana de sujeto, son muchos los rasgos atribuibles a esta noción, pero hay cuatro en particular que lo caracterizan: 1) el sujeto es el “lugar” de las representaciones: el mundo se refleja en la mente del sujeto que es capaz de controlar racionalmente esos reflejos a los que llamamos representaciones, 2) el sujeto tiene una capacidad de autroatribución de estados que, bajo ciertas condiciones, constituyen autoconocimiento. La capacidad de controlar racionalmente las representaciones del mundo depende de esta capacidad de autoatribución. 3) El sujeto tiene cierto privilegio epistémico en lo que respecta a sus propios estados. 4) El sujeto está dotado de una cierta unidad e integridad o, si se quiere, ha de preservar una cierta coherencia racional (Vega, 2009); a estos atributos, se les añaden también ciertas características derivadas de una noción Kantiana del sujeto trascendental, a saber, la idea de que el sujeto cognoscente posee a la verdad como el valor fundamental (Vega, 2009) y de que una creencia es objetiva cuando el sujeto puede establecer sobre ella su autoridad responsablemente, es decir, el sujeto puede asumir la responsabilidad sobre su creencia, en el sentido de que puede “hacerse cargo” de aquello que son sus creencias y sus razones para la verdad de las mismas (Vega, 2009)

    Entonces, aún cuando pareciera que la epistemología de finales del siglo pasado y de principios del nuestro, a su forma ha llevado a cabo la tarea que Lacan reserva para el lugar que ocupamos los analistas, a saber, la reintroducción del sujeto en el campo de la ciencia, en realidad, esta reintroducción ha sido formulada sobre la base del sujeto cartesiano (y kantiano) y no del sujeto del cual el psicoanálisis da cuenta, de ahí, que si bien se ha hecho el intento de reintroducir al sujeto en las consideraciones sobre la construcción del saber, lo que aún falta por reintroducir es la consideración sobre el Nombre-del-Padre, no se trata solo de una reintroducción del sujeto, sino de su subversión; la epistemología, más que problematizar al sujeto de la ciencia, intenta dilucidar la participación del sujeto en la ciencia, sin considerar que el sujeto que en nuestra modernidad hace ciencia es ya un sujeto de la ciencia, es decir, un sujeto constituido, construido por ella, por lo que el universo simbólico en el que opera (el de la ciencia) es el mismo universo simbólico que lo constituyó como sujeto.

    REFERENCIAS

    Broncano, F y Perez, A (2009). La ciencia y sus sujetos ¿Quiénes hacen la ciencia en el siglo XXI”. México: Siglo XXI

    Broncano, F (2009). Individuo y Sociedad en la Filosofía de la Ciencia. En La ciencia y sus sujetos ¿Quiénes hacen la ciencia en el siglo XXI”. México: Siglo XXI

    Echeverría, J (2009). Los sujetos de las ciencias. En La ciencia y sus sujetos ¿Quiénes hacen la ciencia en el siglo XXI”. México: Siglo XXI

    Kuhn, T (1962). La estructura de las revoluciones científicas. México: Fondo de Cultura Económica, 1971.

    Lacan, J (1966). La Ciencia y la Verdad. En Escritos II. México: Siglo XXI. (1984)

    Laudan, L (2009). Algunas situaciones donde el sujeto tiene un papel indispensable en la investigación racional. En La ciencia y sus sujetos ¿Quiénes hacen la ciencia en el siglo XXI”. México: Siglo XXI

    Polanyi, M. (1958). Conocimiento. Personal. Hacia una Filosofía Post-Crítica. Routledge.Londres

    Popper, Karl (1934). La lógica de la investigación científica.. Madrid: Editorial Tecnos, 1962

    Tappan, J (2004). Introducción epistemológica al psicoanálisis. una mirada a la construcción de su conocimiento. Puebla: Escuela Libre de Psicología

    Vega, E (2009). Sujeto, Objetividad y Razón Pública. En La ciencia y sus sujetos ¿Quiénes hacen la ciencia en el siglo XXI”. México: Siglo XXI

    [1] Universidad Tecnológica de México, Universidad Latinoamericana, Nueva Escuela Tecnológica, Red de Especialidades Psicológicas y Clínica Analítica.

    Av del Trabajo #24b, Colonia San Andrés Atenco, Tlalnepantla, Estado de México