Blog

  • DORA: HISTORIA DE UNA HISTERIA

    Mario Alberto Domínguez Alquicira

       

    El presente trabajo intenta plasmar en palabras una serie de ideas evocadas a partir de haber emprendido la lectura del famoso historial clínico de Sigmund Freud, conocido por todos nosotros como “caso Dora”. Así como, de haber visto la puesta en escena teatral —estrenada hace algunos años— Feliz nuevo siglo doktor Freud; que aborda la historia de esta joven histérica, cuyo verdadero nombre era Ida Bauer.

    Ninguno de los casos clínicos de Freud ha sido motivo de tantas reflexiones, interpretaciones, revisiones y críticas como el caso en cuestión. En el que, el médico vienés se basó para teorizar sobre los procesos psíquicos que ocurren en la histeria. Si bien Freud, redactó el historial clínico justo después de interrumpido el tratamiento (de apenas once semanas de duración), no fue sino hasta 1905 que decide publicarlo en una revista científica especializada. El manuscrito que originalmente llevaba por título “Sueños e histeria”, era en realidad una continuación de su obra magna La interpretación de los sueños. Dicho Fragmento de análisis de un caso de histeria le permitiría arribar a la conclusión de que ,“la causación de las enfermedades histéricas se encuentra en las intimidades de la vida psicosexual de los enfermos y que los síntomas histéricos son la expresión de sus más secretos deseos reprimidos”.

    La gran paradoja es que a partir de este fracaso terapéutico —Dora tomó la decisión de poner fin al tratamiento sin que desde el punto de vista del psicoanalista estuviese resuelto—, Freud consolidó los cimientos que tiempo después lo llevarían a elaborar sus Tres ensayos de teoría sexual en los que, entre otras cosas, propone la polémica teoría sobre la envidia del pene, para referirse al deseo de autonomía de las mujeres.

    De esta manera, en la época de Dora Freud concibe aún la transferencia como el riesgo; el obstáculo que el análisis debe evitar. Lo cual le impide advertir el correlato libidinal de su contratransferencia. En otro lugar hemos tenido ya ocasión de demostrar que no fue el “caso Dora”, sino el “caso Irma” el primer fracaso terapéutico, debido a errores cometidos en su manejo. Acerca de esto, diremos también que existe una doble conexión entre un caso y otro. Examinémosla de paso:

    En tanto que el sueño de “la inyección de Irma” sirvió para ilustrar la técnica de la interpretación en la obra extensa (La interpretación de los sueños), el sueño de la “Mesa redonda” sirvió para ejemplificar la obra abreviada (“Sobre el sueño”). Mientras que el sueño de Irma representaba- entre otras muchas cosas-,la contratransferencia libidinizada de Freud en el tratamiento de aquella paciente. El sueño “Mesa redonda” representaba el proceso contratransferencial precoz en el tratamiento de Dora. Tenemos pues, dos sueños; dos casos emblemáticos: Inyección de Irma-Mesa redonda, Irma-Dora.

    Identificada con la figura de una tía histérica muerta a raíz de un marasmo, Dora muestra desde muy temprana edad un rico y variado repertorio de síntomas y afecciones; disnea, tos convulsiva, afonía, asma nerviosa, enuresis, depresión, tendencias suicidas, etcétera. Para Freud, la disposición a enfermar de esta paciente era consecuencia de un considerable lastre patológico hereditario. El padre había contraído sífilis antes de casarse, lo cual juega un papel importante —dice Freud— en la constitución neuropática de los niños. Y Dora no podía ser la excepción.

    En la histeria, lo sabemos bien, existe una lesión continua en la red de representaciones, y el histérico —nos dice Freud— es aquel que padece de reminiscencias. Lo que la aventura psicoanalítica inaugura es entonces la escucha del discurso histérico. Pero ¿qué es lo que yace en el fondo de la histeria? , no es otra cosa que la pregunta sobre el deseo. La neurosis histérica aparece, así como fundante del psicoanálisis. Y es que ¿qué hubiera sido de Freud sin sus histéricas?

    Lo que está en juego en la histeria es, pues, la pregunta sobre el deseo y sobre la diferencia entre los sexos, en tanto que los contenidos bisexuales del deseo constituyen componentes inmanentes. La histérica está peleada fundamentalmente con su ser mujer. ¿Qué es ser una mujer?, se pregunta Dora, o más específicamente: ¿qué es un órgano femenino, ¿qué es una vagina? .

    Tal es “la pregunta histérica”, como después la llamaría Lacan, y tal es también la pregunta planteada por Dora. A través de, su neurosis como un intento por simbolizar aquello que se aparece como imposible de simbolizar (el órgano sexual femenino es lo no simbolizable por excelencia; lo real, lo informe, lo inefable y lo insondable. Ese que Freud había visto ya —no sin horror— en el fondo de la garganta de su paciente Irma). Y es ese mismo, el enigma de la femineidad que Freud nunca pudo aclarar. No obstante, es gracias a Dora que Freud puede aproximarse lo más posible al problema de la histeria, sin llegar a resolverlo- claro está—.

    No obstante, eso tampoco garantiza que Freud haya podido discernir el verdadero objeto de deseo de Dora. No era el Sr. K., (Hans Zellenka) quien en verdad interesaba a aquella encanta-dora joven. Tal suposición, por parte de Freud responde más a su propio deseo que al de su paciente. Quien era todo para Dora —en la medida en que era ubicada por ésta como objeto causa de su deseo— era la Sra. K., (Peppina Zellenka).

    Pero,una pregunta sigue en el aire: ¿Quién es Dora?. Lacan se apresura a responder: “Alguien capturado en un estado sintomático muy claro”. Y añade, además: “el yo de Dora es el señor K., y en tanto tal todos sus síntomas cobran pleno sentido”. La aparición de los síntomas orales (afonía, tos, asma) se explican a partir de lo que Dora escuchó decir acerca de la naturaleza de las relaciones entre su padre y la señora K. (la fellatio). Dora había sido una chupetea-dora. Desde sus años de infancia había encontrado una peculiar forma de autosatisfacción en el chupeteo, y su prima —sostiene Freud—, había sido una masturba-dora.

    Dora, acudió a Freud motivada sólo por la palabra autoritaria del padre, lo que significa que la demanda de análisis no le pertenecía plenamente. Fue el padre quien determinó, pese a la renuencia de su hija que debía someterse al tratamiento. Vemos así, al padre de Dora recurrir a Freud en busca de cura para su hija. Y de un veredicto: lo que Philipp Bauer quería escuchar de boca del psicoanalista era que Dora no era más que una simula-dora. A diferencia de eso, Freud restituye a Dora una verdad que su familia intenta sustraer a toda costa. Si hay que otorgar un mérito a Freud en este caso es justamente el de haber hecho surgir una patología formidable detrás de las apariencias de una gran normalidad. Freud sorteó una dificultad, pero dejó de lado otras no menos importantes. Al no satisfacer las demandas del padre, Freud se lanza a una osada aventura: reconstruir la verdad inconsciente de ese drama, para lo cual se sirve de dos sueños. El primero de los cuales, de claro contenido sexual, revelaba que Dora se había entregado a prácticas onanistas, y que en realidad estaba enamorada del señor K.; y el segundo, con cuya solución terminó el análisis y en el cual hallaron su cumplimiento mociones crueles y sádicas.

    Dora sueña en primer término con un incendio en el que su alhajero corre peligro y, en caso de que ocurriese alguna desgracia, la culpa sería irremediablemente del padre, quien a su vez no quiere “quemarse” por culpa de ese alhajero-cajita-vagina. Las cosas se van aclarando: Dora es —sin lugar a dudas— toda una “joyita”, un “estuche de monerías”. Ella sí estaría dispuesta a aceptar el favor del padre (envuelto a modo de regalo) que su madre rehusa. Lo cual implica también la retribución del obsequio: “tú me das y yo te doy”; es decir, “nos damos mutuamente”. El núcleo del sueño podría traducirse del siguiente modo; la tentación de mostrarse complaciente con el hombre es demasiado intensa, por lo que el padre debe acudir en su auxilio para evitar que arda en excitación. Tras despertar de este sueño recurrente, Dora había percibido siempre un olor a humo, a lo cual ella misma respondía “Donde hay humo, hay fuego”; a lo que habría que añadir: “Donde hubo fuego, cenizas quedan”. El único peligro del cual el padre puede salvar a Dora es precisamente ese: el de un incendio. Dora anda “caliente”, “fogosa”, “ardiente”, y necesita del auxilio de un bombero: la manguera-pene del padre que puede proveer la “mojadura” capaz de apaciguar el incendio.

    Finalmente, hay por lo demás, algunos privilegiados significantes que —haciendo una lectura lacaniana— podríamos enumerar:

    1.- Alhajero: elemento sin igual, resultado de la condensación y el desplazamiento y un compromiso entre corrientes opuestas. Su múltiple origen —en fuentes tanto infantiles como actuales— es atestiguado por su doble aparición en el contenido del sueño.

    2.- Imágenes: corresponde a un punto nodal en la trama de los pensamientos oníricos.

    3.- Catorce: Dora se despide de Freud con un preaviso de 14 días (como si de una persona de servicio ¿sexo servicio? se tratara).

    4.- Fuego.

    Referencias

    Deutsch, F. (1957), Una “nota al pie de página” al trabajo de Freud “Análisis fragmentario de una histeria”, Revista de Psicoanálisis (Asociación Psicoanalítica Argentina), 1970, T. XXVII: pp. 595-604.

    Freud, S. (1905), Fragmento de análisis de un caso de histeria, en Obras Completas, Amorrortu, 1995, pp. 1-107.

    Lacan, J. (1951), Intervención sobre la transferencia, en Escritos I, Siglo XXI, México, 1996, pp. 204-215.

    Lacan, J. (1956), La pregunta histérica I y II, en El Seminario 3. Las Psicosis, Ed. Paidós, 1997, pp. 229-260.

    Vives, J. (enero-junio 1988), Dora… la búsqueda de la identidad femenina, en Cuadernos de psicoanálisis, Vol. XXI, No. 1 y 2.

  • El padre y la transmisión generacional del malestar subjetivo de la hipermodernidad

    Erick Gómez Cobos

       

    El padre y la transmisión generacional del malestar subjetivo de la hipermodernidad

    The father and the generational transmission of the subjective discomfort of hypermodernity

    Erick Gómez Cobos. Universidad Intercontinental y Universidad Latina. Correo: erickgoco@gmail.com

    Universidad Intercontinental

    Resumen

    En la actualidad cada vez nos enfrentamos en la clínica con malestar ligado al narcisismo o a trastornos no-neuróticos que representan un reto al trabajo en psicoanálisis, sumado a que la cultura responde a esas experiencias con el consumo y la rapidez de los medios de información, nos vemos en la necesidad de ampliar el conocimiento teórico y las hipótesis explicativas que demarcan nuestro trabajo clínico. Mucho se ha hablado de la importancia de la función del padre así como de la madre pero han sido pocos en comparación los trabajos que tratan del padre real, además los aspectos heredados generacionalmente también presentan un reto a la comprensión de los fenómenos que se presentan en la clínica en la actualidad, la unión de estos elementos se va volviendo necesario para abordar la complejidad que nos rodea. El padre, la transmisión generacional y su impacto en el malestar son tema de análisis en este trabajo.

    Palabras clave: Transmisión generacional, hipermodernidad, malestar subjetivo, el padre.

    Summary

    Nowadays, we encounter in the clinic work discomfort linked to narcissism or non-neurotic disorders that represent a challenge to psychoanalysis, added to the fact that culture reacts to these experiences with consumerism and speed in the media.  We are therefore in need to expand theoretical knowledge as well as the hypotheses that frame our clinical work.  Much has been said about the importance of the role of the father as well as that of the mother, but there are few works that focus on the real father. Also, the generational inherited aspects present a challenge to understanding the phenomena that appears in modern day clinic.  The merging of these elements has become necessary to address the complexity that surrounds us. The father, the generational transmission and its impact on the malaise, are subject of analysis in this work.

    Keywords: The generational transmission, hypermodernity, subjective malaise, the father.

    El 22 de octubre del 2011 (Arcella) en el congreso de los 5 continentes se promulga la Declaración de Lyon en la cual se problematizan las consecuencias de la mundaliziación sobre la salud mental , en esta declaración se pone en evidencia que esto es un proceso que se da por el crecimiento de los flujos migratorios, los intercambios humanos, comerciales y de información generando una conciencia más globalizada en donde “cada uno es mi vecino”; a la par se da un segundo proceso que se imbrinca, este es el de la economía de mercado orientada únicamente al lucro (neoliberalismo) que construye la ideología en la que sólo la iniciativa individual es el eje de la riqueza de las naciones así como su desgracia. Esta nueva economía carece de regulación lo que favorece la codicia sin control de los que detentan el poder. Así como consecuencia, vemos efectos fastos y nefastos en términos de salud mental como los que se pueden entender desde la clínica del vacío así como aquellos trastornos que quedan fuera del marco de la comprensión de las Neurosis, como lo son las dolencias de tipo narcisista.

    La contemporaneidad en sí, en lo que concierne a las personas conlleva la posibilidad de precipitar toda una serie de problemáticas que en general son reconocidas como elementos de la Postmodernidad como lo líquido de la sociedad actual de la que Bauman (2018) habla al hacer referencia a la sociedad actual no conservando una forma, sin fijarse en un espacio ni atándose al tiempo. También lo blanco de Bolívar Echeverría (2016) como la tendencia de homogeneización del hombre blanco que evita el encuentro afectivo con la otredad individual y cultural así como lo vacío de Lipovetsky (2014) en donde afirma que Narciso a desplazado a Edipo, en una sociedad saturada de contenidos con nada. Por otro lado (Moctezuma, 2013) se defiende la idea de que el discurso sobre la salud, ha quedado en un lugar en el que, no se cuestiona porque es muy obvio, además no sé toma en consideración la tendencia humana de insistir por lo peor, una tendencia que no radica en los efectos de la mundialización o la contemporaneidad, pues ha estado presente en la historia de la humanidad. El sujeto sufriente se mortifica a sí mismo de su propia tragedia.

    Como la salud en la actualidad es una mercancía (Moctezuma, 2013) por fuerza habrá que hablar de política, sociedad y economía, como queda bien establecido en la declaración antes citada. Para el psicoanálisis es tarea profundizar en los fenómenos que se ven en el mundo de lo consciente para tratar de entender las motivaciones inconscientes que promueven y direccionan aquello que podemos observar en la superficie. Dentro de estas motivaciones no sólo tratamos de entender las circunstancias patológicas o de riesgo sino también aquellas de las que nos podemos valer para generar factores protectores que posteriormente puedan ser rescatados en la clínica psicoanalítica, para lidiar y prevenir lo que nos está enfermando socialmente.

    Si los pacientes hoy en día pueden tener elementos en común que resuenan con lo que los sociólogos llaman hipermodernidad (Lipovetsky, 2014) o modernidad capitalista (Echeverría, 2010), sería irresponsable no mirar hacia el exterior de los consultorios para tratar de encontrar representaciones y significaciones de lo que se va presentando en los divanes. Entendemos que Freud (1930/2017) hablaba de un malestar en la cultura, el cual está instaurado en el superyó, este como portador de la moral no carga con la moral caprichosa de los padres sino con la moral caprichosa de la sociedad, y ésta se ha transformado en los últimos cien años. Una crítica probable es la de la experiencia subjetiva de cada paciente que poco tiene que ver con lo que sucede en la realidad pues ésta al final es inaccesible, pero no podemos ignorar que cada uno de nosotros toma las representaciones y significaciones, de nuestros padres en un primer momento, y estos no viven como sujetos aislados en una burbuja. Aunque el niño no sea consciente del mundo externo, éste se hace presente por medio de sus padres, ellos responden a las demandas de la realidad y se sujetan a la moral y las leyes externas (aunque las renieguen o desmientan, la negación da por sentada una afirmación).

    Los pacientes en la actualidad, principalmente aquellos que se consideran como no-neuróticos se presentan con la dificultad de elaborar las experiencias cayendo en un pensamiento mágico, lo cual los hace susceptibles a padecer el dolor psíquico, una de las condiciones para que se desarrolle esta experiencia vaga y no localizable es la dificultad que el paciente muestra ante la integración de su persona a la realidad ambiental o social (Ronald, 2013). En cierta medida esta dificultad, entre otras cosas, se da por la imposibilidad (hablando de esa imposibilidad del superyó a dos voces, refiriéndose a la prohibición así como a una tarea inalcanzable [Freud, 1923/2017]) de pensar la realidad de manera onírica, no deja ,desde la perspectiva del paciente, la posibilidad de soñar pues expresa que todo está perdido y no tiene sentido intentar hacer una diferencia pues es imposible lograr cualquier cambio en el exterior.

    Aunque Green (2011) menciona que el concepto fue descartado por la asociación psicoanalítica internacional por ser del ámbito de la psicología y no del psicoanálisis, retoma el concepto y las aportaciones que se hicieron en el congreso de la British Psychoanalytical Society, dedicado al dolor psíquico donde J.B. Pontalis define este dolor como una experiencia Yo-cuerpo, que no está ligada a una pérdida objetal sino a una decepción en un estado de no preparación. Estas ideas armonizan con la definición original de Schneidman (1993) y con los trabajos actuales de Ronald Holden (2013) y su equipo de investigadores. Pues el paciente no-neurótico en su estado preverbal expuesto a mayores frustraciones y a sufrir por su falta de preparación por la dificultad de conciliar al yo con la realidad social, -que sumado al fracaso del padre en sus funciones de paternaje-, hará que la ausencia de sentido de pertenencia eventualmente se convierta en una experiencia dolorosa.

    Si bien estamos entendiendo que el paciente con  severas heridas narcisistas está luchando por librarse de un sufrimiento que no le permite gozar la vida plenamente, y que este dolor se acrecienta o desencadena a raíz de las problemáticas sociales que no otorgan una posibilidad de desenvolvimiento de su personalidad, independencia y potenciales creativos, sería tarea de una investigación psicoanalítica entender las motivaciones inconscientes detrás de esos fenómenos, ¿Qué predispone al paciente a la experiencia del dolor o a otras experiencias de malestar psíquico?  Y ¿Qué es lo que termina por empujarlo a cometer el acto suicida?, las hipótesis genéticas y dinámicas de la metapsicología tendrían los recursos para hacer una exploración de ese fenómeno. De acuerdo a una de las premisas básicas freudianas que es el complejo de Edipo y la tarea de la castración del padre en la intrincada triangulación, con el fin de que el niño renuncie a su omnipotencia, tolere la frustración de la realidad y así en falta salga en la búsqueda de su propio deseo, nos haría pensar que el neurótico estaría bien preparado para afrontar las dificultades del exterior con los recursos internos que sus padres han tenido a bien proporcionarle. Pero entonces qué sería de los no-neuróticos, ¿Por qué algunos estarían predispuestos a la ideación suicida y a dolor psíquico y qué salvaguardaría a este tipo de pacientes de no experimentarlo?

    En esta investigación realizada como parte del doctorado en Psicoanálisis de la Universidad Intercontinental se analizaron tres casos de jóvenes entre los 28 y los 34 años cumplidos actualmente, que pasaron por un tratamiento psicoanalítico en distintos tiempos, se eligieron por el motivo de presentar experiencias similares en el motivo de consulta y en manifestaciones de malestar recurrente. Además había pautas semejantes en la relación con su Padre así como en la percepción de ellos y de la familia del abuelo paterno, se elaboró un primer análisis de los casos para determinar las categorías en común y posteriormente se realizó un segundo análisis ya con las categorías definidas. La pregunta que surgió para la elaboración de este trabajo va dirigida a entender si lo que observamos de nuestra cultura occidental actual está relacionado con el padre y la transmisión generacional. Pensando en si la modernidad fuera efecto de un mal manejo de los padres hacia sus hijos, se puede conjeturar que se busca acusar a los malos padres de los malestares que sufren las nuevas generaciones. Pero no podríamos estar más alejados de esa idea, ya que, la intención original ha ido encaminada a entender desde el Psicoanálisis nuestra cultura actual y que no se puede hablar de Psicoanálisis si no partimos desde la clínica. Fue en la clínica personal en la que al trabajar con jóvenes cercanos a los treinta se observaron algunos elementos en común en la relación con su padre, de ahí se sembró una pregunta, pues si en algo parece que no hay error es que el malestar de estos tres pacientes no es ajeno a lo que muchos clínicos observan en su consulta actualmente (Cobos, 2019).

    Ahora bien tenemos un bucle o un ciclo en la idea que estamos proponiendo, si la realidad externa influye con sus ideales y sus normas morales, el niño toma sus representaciones (modeladas por las pulsiones de la madre [Eiguer, 1998]) del exterior, su moral e ideales estarán sujetos a lo que es vigente en la cultura en la que se ve sumergido, pero si en un análisis exterior, sociológico o antropológico vemos que estos ideales son absurdos o inalcanzables (el siempre más consumista) entonces qué hacen los sujetos para seguir aferrándose al cumplimiento de un imposible. Por un lado tenemos la idea de Zizek (2016) que entiende que obediencia se da ante un absurdo ya que de lo contrario no sería obediencia, de ser así internamente ha de estar ligada con el superyó y -bajo esta misma línea- a un trauma psíquico profundo; por el otro, los analistas de grupo no nos dejan pasar de largo los espacios intersubjetivos y transubjetivos, el individuo se compone de estructuras psíquicas y pulsiones, pero estas viven sujetadas a los espacios mencionados que se interconectan con el psiquismo individual usando como vehículo el lenguaje (Kaës, 2010). El lenguaje es un colonizador implacable, pide ser invitado por el psiquismo ofreciendo sus servicios y beneficios, pero una vez que lo dejamos entrar conquista todo nuestro funcionamiento, esta idea es muy importante pues del lenguaje viene la construcción del deseo, y si hablamos de deseo también lo hacemos de una Ley. Sabemos bien que la renuncia pulsional es por el bien de la permanencia de la cultura (Freud, 1930/2017), el malestar que provoca es un precio por la supervivencia de la raza, la energía de Eros se dirige al trabajo y la perpetuación, la agresión, proveniente de la pulsión de muerte, será culpa que también servirá al mantenimiento de la sociedad (Rozitchiner en Braunstein et al, 2015), quizá en esta última consigna el superyó ya no celebre como antes la detención de la agresión y su conversión en sentimientos de culpa, si no que conduce la agresión al cumplimiento de un ideal, formado por los estándares de la sociedad hipermoderna, pero que en realidad no busca el cumplimiento de estos estándares como tal tan sólo la sensación de culpa y de devaluación del yo ante los fracasos por alcanzar dichos ideales. De nuevo la cultura actual como la antigua dependería de este sentimiento de malestar para su supervivencia y perpetuación, pues se formaría en cada fallo como indispensable, especialmente en la sociedad capitalista.

    Los tres jóvenes de los cuáles parte este análisis están insertados en el lenguaje, no se observa una forclusión de la ley o negación de la realidad, al contrario, la realidad pesa, y es un peso que por su levedad termina por volverse insoportable, esta levedad viene a colación porque ahora entendemos que las consignas de la cultura actual se pueden entender en una frase: “Vive tu vida al máximo y alcanza con tu trabajo el éxito”. Esta consigna aunque positiva y motivadora es una consigna que viene del superyó y volviendo al sentimiento de culpa tenemos que develar las vendas de nuestros ojos y entender que al superyó poco le interesa el cumplimiento de sus leyes, busca que el sujeto fracase y en el extraño caso de que lo cumpla sólo conseguirá sentirse más culpable pues de cada déficit de dicha la cultura obtiene elementos para continuar con su existencia, como Freud (1930/2017) lo señala al hablar de las personas más devotas como aquellas que experimentan mayores sentimientos de culpa. Volviendo a los tres casos, ellos tienen claro qué deben alcanzar  pero con el sentimiento de que no lo lograrán y aunque así fuera, finalmente no habría valido la pena. No es que acaso esa consigna suena familiar, como una voz interna incesante en el cumplimiento del deber y la renuncia al deseo pulsional. Estamos hablando, claro está, del superyó.

    El superyó se compone como nos explica Freud (1923/2017) de dos elementos, las normas morales y los ideales, ambos vienen originalmente de los padres pero se enriquecen en la latencia y la adolescencia; de lo que la cultura con múltiples figuras de identificación puede proveer al adolescente. El efecto de plus-represión (1) de Marcuse (1986) se hace más presente en esta etapa, se restringe al adolescente a pensar en que exista la posibilidad de una realidad distinta a aquella en la que nos encontramos. Los tres casos analizados ni siquiera pueden pensar en otras posibilidades que les permitan llegar a la satisfacción, supongamos por ahora que esto es efecto de la cultura únicamente, es claro que no será así, pero por el momento coincide con la dificultad de poder visualizar una solución a un malestar incomprendido e innombrable, incluso en la transferencia la sensación de futilidad reverberaba. Siguiendo a Marcuse(1986), la única salida serían las fantasías ligadas a pulsiones parciales insatisfechas que por ser más primitivas y ligadas a los afectos, se escapan del dominio de la sociedad, pero al revisar los casos lo único que hacía eco en la vida afectiva era dolor y rechazo acompañado por somatizaciones.

    Retomando a Althusser (en Pasqualini, 2016), entendemos que la ideología y sus rituales sobredeterminados (2) por el exterior y el mismo sujeto, en realidad están condicionados a la interpelación (3), en donde se reafirma la idea anterior el niño y el adolescente es sometido a una serie de instituciones en las que se modela su funcionamiento, se refuerza la renuncia a lo erótico y el sometimiento de la agresión con el propósito de heredar el aprendizaje y las buenas costumbres de la vida en sociedad, en cierta forma aquello que la sociedad considera necesario promover lo inserta en los nuevos individuos como un germen que al florecer, hará creer al individuo que esa idea o motivación le pertenece de manera original. Entonces por un lado en nuestros casos la necesidad de vivir al máximo (drogas, muchos éxitos escolares, laborales) aparecen en consulta como un anhelo que consideran les es propio pero que se desmiente cuando no encuentran el empuje para alcanzarlo; por el otro está la demanda familiar, ya sea que continúen con el legado de los abuelos o el de sostener a toda la familia. 

    Existe una coincidencia entre los puntos nodales (4) y el imaginario social (Laclau y Mouffe en Pasqualini, 2016), en lo social se van construyendo ideologías que van de acuerdo a las necesidades de la cultura y la civilización tomando en cuenta tanto elementos psicológicos como biológicos, cada sujeto entonces se engancha con estas representaciones imaginarias que van dándole sentido al mundo cuando por medio de ciertos puntos nodales logra identificar aspectos propios de su inconsciente. El sujeto se modela por la sociedad pero al mismo tiempo la modela, en nuestros casos no es sólo las demandas hipermodernas las que hunden en el vacío y la nimiedad sus anhelos, sino que también ellos mismos encuentran significaciones a su malestar dentro de la misma sociedad, un factor conveniente para evitar los aspectos del inconsciente, negados, reprimidos, desplazados o forcluidos que están siendo parte de su sufrimiento. Retomo la necesidad de hacer énfasis en que no es sólo lo que está sin resolver en el inconsciente el verdadero culpable del malestar de los casos revisados sino que éste se refuerza y toma formas específicas en el encuentro con lo cultural, dado que el agente del malestar parece ser el superyó que se arma desde la cultura y desde los objetos internos. Si bien el trabajo psicoanalítico no puede cambiar la cultura, considero que para la comprensión de estos fenómenos no puede dejarla a un lado, aunque definitivamente el análisis se dirigirá hacia el propio sujeto quien buscará sentido y resolución a su malestar desde sí mismo y no en un intento omnipotente de reorganizar su sociedad para encontrar bienestar.

    Las familias se encuentran insertas en la cultura y por ende construyen sus ideales y valores en consonancia con la cultura misma, pero lo hacen a su manera, al hablar de esta manera particular vemos que cada familia reinterpreta las normas morales y sociales desde sus propias representaciones, y modelos de identificación, de los que provienen sus ritos, mitos, valores, costumbres y leyes internas. Autores  como Matus  (1991) asumen la existencia de estructuras familiares concorde a las estructuras de personalidad, hay familias, neuróticas, psicóticas y narcisistas esta última con dos vertientes, las que se identifican con el yo-ideal y las que actúan de acuerdo al ideal del yo. En los casos trabajados para esta reflexión pensamos en familias narcisistas pero con la característica de que el elemento que las constituye es un aspecto negado que deja ver en consecuencia una tendencia omnipotente, la consideraremos una familia negativa, pues su elemento identificatorio es algo que se asume que no está. Retomando la idea del bucle, el padre primordial de estas familias, el abuelo paterno, proviene de una sociedad que saliendo de la época de posguerras no da cabida al dolor sólo al triunfo, elemento que toman a pecho logrando construir una riqueza familiar que hasta la fecha perdura pero al costo de negar un elemento doloroso, igual que la cultura misma que niega al entrar a la postmodernidad el dolor de la guerra, pues está muy ocupada celebrando el triunfo capitalista que terminará por concretarse al final de la guerra fría (Bartra, 2017). Estos abuelos, sufrieron pérdidas, al menos uno de ellos viene del exilio los otros dos sólo podemos suponer circunstancias similares.

    El dolor, el trauma queda relegado al inconsciente, que como todo elemento en el inconsciente seguirá trabajando sobre el psiquismo reclamando su autenticación y representatividad en la vida anímica. Como padres estos abuelos negarán su propia castración y fracasarán en su propia función paterna (Lacan, 1956-1957), la distancia que ponen entre ellos y sus hijos no facilitará la expresión de la agresión de ellos hacia él para salvaguardar las funciones de la madre (Winnicott, 1935) y la agresión devendrá hacia el propio Yo en sentimientos de culpa, pero estamos en el entendido de que estas familias existen y perduran ante la negación de la debilidad y el sufrimiento por lo que entonces vemos en esta segunda generación una renegación, que como no puede quedar sólo como la primer negación en el inconsciente, pues desde una inicio ya se encontraba así, se actuará, la manía como manifestación de rechazo hacia ese dolor, esa debilidad que amenaza a la familia.  El paralelismo de esta experiencia pero dentro de la cultura sería que la modernidad niega el dolor, la postmodernidad la reniega en su intento de negar todos los valores de la modernidad y a la hipermodernidad sólo le queda experimentarla en carne viva. La familia paterna se manifiesta posiblemente como único nicho de salvación, no se admite la exogamia, los vínculos sólo pueden ser hacia al interior, por ello en estas familias nos encontramos el incesto y fracasos recurrentes en la formación de nuevas familias, se dan divorcios que obligan a retornar al nido originario.

    Pero por qué obedecer estas consignas externas, la explicación que nos topamos es porque se han interiorizado, forman parte del superyó y del ideal del yo, el abuelo podrá presentarse como un yo-ideal pero en sus hijos ya no, pues la manía es la respuesta a este fracaso, al no poder posicionarse en el lugar del padre, actúan como si lo estuvieran. El padre en su fallo por transmitir la castración y el deseo causa en estos hijos la necesidad de encontrar un otro del padre con quien identificarse e instaurar el funcionamiento de sus estructuras psíquicas, lo harán con el aspecto negado pero como se explicó anteriormente se renegará pues entra en contradicción, con la consigna paterna y el código de la familia. Considero que el abuelo es un padre primordial porque se posiciona como el fundador de estas familias, necesitaba negar aquello que le dolía para sobrevivir, reponerse y mantener el equilibrio que dependía de él, la madre (la abuela) se vuelve cómplice de ello, actúa de acuerdo a este padre y transmite a sus hijos la necesidad de imitarlo (pero al interior sabiendo que tendrán que fracasar en ello). En la actualidad la modernidad es el abuelo primordial que se busca imitar, o relanzar al menos en el aspecto de lo ideal, como explica Lipovetsky(2014), el pasado se celebra, es una fiesta pero ya no se busca vivir bajo sus mismas consignas.

    Aquí se presenta la posibilidad de una deuda afectiva inconsciente en la herencia, el abuelo niega para sobrevivir pero con el anhelo de que alguien restaurará aquello que fue dañado más adelante, los hijos interpretan esta restauración como la necesidad de mantener la ignorancia hacia el fracaso. No pueden sanar el dolor, no pueden representarlo, pensarlo o soñarlo pues desde la madre no vienen las herramientas para elaborar estos aspectos inconscientes y del padre no surge la ley del deseo sólo la del deber. Más que un padre que castre, el abuelo se ha posicionado como el padre que ha de salvaguardar a sus hijos del desvalimiento ante la realidad (Freud, 1937), se da un elemento paradójico ya que el padre hereda un dolor a elaborar, si los hijos reconocen este dolor, se enfrentarían al desvalimiento y la soledad, esto no sólo los amenazaría a ellos sino también a la estructura familiar. Un ejemplo equivalente e hipotético, sería el de desmentir la divinidad de Jesucristo, aunque los cristianos sepan esa verdad la negarán ya que aceptarla sería el final del cristianismo y sin este caerían en la desesperación al no tener el consuelo de una salvación eterna. Vivimos en una cultura en la que el malestar no está ya del todo en el reclamo por la represión de los impulsos sino en un reclamo por el fracaso de la sociedad en amparar la desesperación de la soledad humana.

    La segunda generación al convertirse en padres, fallarán de nuevo ya que ellos mismos carecieron de una función paterna, y transmitirán de nuevo el dolor negado a sus hijos, la tercera generación, a ellos correspondería redimir el trauma originario. Es interesante observar cómo estos tres padres abandonan a sus hijos en los primeros años de vida so pretexto de una mala relación (destinada a ser mala) se divorcian y se alejan, delegando su tarea a sus propios padres, al menos la tarea económica ya que estos abuelos no fueron capaces de ejercer una función paterna sobre sus propios hijos, de lo contrario no estaría buscándolo para que se responsabilizaran por sus nietos. Otro elemento importante a destacar es el entrecruzamiento de la relación de pareja (Gomel, 1991), las tres madres de los casos son depresivas, en uno de ellos la madre se desentiende de ambas hijas que a edades tempranas salen de casa para sobrevivir, incluso la mayor tiene que hacerse cargo de su hermana menor y posteriormente de su propia madre que no puede sostenerse por sí misma, no está de más imaginar que esta madre se presentaba ineficiente desde un inicio al momento de maternidad a sus hijas; en los otros dos casos las madres se encomendaban a un padre superior, en un caso al suegro y en otro a Dios. El dinero toma fundamental importancia en la relación entre las generaciones, pues es el representante de la potencia y la fuerza del abuelo así como el poder de las esferas más altas de gobierno, ya que no se presenta esta fuerza en la ley si no en la adquisición y la generación de ganancias. Los nietos no se forman en función del cumplimiento del deseo sino en qué tan intensamente experimentan la vida o que tan exitosos son en sus estudios o el trabajo, lo paradójico se presenta en que en ninguna de ellas pueden hacerse presentes, ni logran el éxito ni disfrutan su existencia.

    Parece que estas parejas/madres tenían que hacerse a un lado, mostrarse ineficaces y ausentarse afectivamente para que en sus hijos se transmitiera el dolor negado, pero que ya no puede ser renegado por tercera vez, los tres buscan un análisis un grito, como lo maneja Lacan (1962-1963/2006), para que el encuentro de un otro, no la madre depresiva ni el padre maníaco sino un otro que pueda ayudarles a elaborar y significar el dolor que ,como una deuda maldita, se les ha heredado. Considero que la búsqueda de un análisis además de los aspectos externos que tenían que ver con una falta de sentido de vida y relaciones afectivas tormentosas, parecía como la búsqueda de un espejo distinto al espejo familiar en el que pudieran verse más allá de lo que la familia les había depositado, así como un intento de acceder a la historia (Faimberg, 2006). Como ya habíamos mencionado con el abuelo, la historia para estas familias se detuvo, sólo lo que él y su esposa construyeron existe, los hijos y los nietos se ven imposibilitados a recomenzar el flujo del tiempo para ser partícipes de su propia historia.

    Volviendo a la madre, ausente y depresiva, parece que la búsqueda de  la causa de este alejamiento se mostró infructuosa al mirar las catexias de la madre, nada se encontraba ahí para darle una explicación a su ausencia, en cambio en el padre se encuentra un objeto olvidado, renegado que servirá para sentirse parte de la familia e instaurar su propia novela familiar, aunque en los recuerdos de los tres no se llegaron a relatar momentos felices de convivencia con la familia, la apropiación del objeto trangeneracional, -pero no el madre como señala Faimberg (2006) sino del padre- , es por el anhelo de tener esa familia anhelada que brinda cuidados y afecto, consuelo ante una sociedad fría y demandante de consumo irrefrenable. En la adolescencia el Yo de los tres casos encuentra una segunda explicación, la pulsión de muerte tendiendo a la repetición de maneras particulares en los tres casos, construye la creencia de que en efecto están destinados a una vida sin sentido, los trabajos pagan poco, las relaciones son demasiado superficiales y poco duraderas, y en el caso de la mujer, lo hombres siempre tenderán a abusarla. Lo que en un inicio no podía ser nombrado o no tenía sentido para ellos cobra sentido cuando miran hacia la realidad, de ahí de las representaciones imaginarias (Castoriadis, 1981), y las ideologías (Zizek en Pasqualini, 2017) encuentran el fallo, no era el padre ni la madre sino la cultura. Esa explicación les da tiempo para seguir ignorando el aspecto negado que ahora es parte de su propia estructura.

    El suicidio como idea aparece en dos de ellos y en el otro el exilio, el triunfo de la pulsión de muerte va decatectizando todos sus vínculos incluso el de su vocación, bajo los dominios de un narcisismo negativo (Green, 2012) sólo queda la desesperación, la cultura como pretexto ya no es suficiente y surge la demanda de ayuda. En la transferencia y en el setting analítico se manifiesta al inicio una fuerte dificultad a expresar afectos, hay quejas pero no sentimientos, pero como Faimberg (2006) señala fueron más los silencios que las interpretaciones las que invitaron a que pasaran de las quejas a la expresión del afecto, la manías del padre y la negación del abuelo eran elementos demasiado presentes en estos pacientes, hacían demasiado ruido, y el silencio del analista (que no era propositivo, muchas veces no sabía qué decir o cómo interpretar y prefería quedarme callado) dio el espacio a que surgieran como sujetos encaminados hacia el deseo. En uno de los casos el análisis terminó muy pronto y de manera abrupta cuando le hice una demanda, un pago que quedaba pendiente, la ilusión se rompió, la pulsión de muerte y el narcisismo reconquistaron su dominio y le pusieron fin al proceso. En la cultura, una sociedad llena de ruido, el deseo se ve aturdido y silenciado, no se encuentra la posibilidad de nombrarlo, ya que la modernidad capitalista enuncia los deseos que la población debería estar enfocada en cumplir (Echeverría, 2016; Lipovetsky, 2014; Zizek, 2016).

    Contratransferencialmente en el análisis de los tres casos me topaba recurrentemente con la sensación de vacío y falta de propósito, llegaba a pensar que no tenía sentido seguirlos viendo ya que no llegaríamos a ningún lado con su análisis, me molestaba por momentos que ninguno de los tres pudiera profundizar y sólo se llegará a quejar a las sesiones, el apoyo de mis supervisores (los tres casos fueron analizados en distintos tiempos), enfoques diferentes en cada uno me restituía el ánimo para seguir trabajando con ellos, principalmente porque señalaban que si en verdad el análisis no progresaba, entonces no regresarían, esta observación fue vital pues me di cuenta que era muy raro que faltaran a sus sesiones e incluso reclamaban cuando yo me ausentaba. El espacio analítico era por un lado el esfuerzo por deshacerse de su herencia maldita y la construcción de su deseo y por otro se pensaba como un espacio en el que podían refugiarse del estruendo del exterior, (la amenaza de lo real externo) y como consuelo ante la angustia de desvalimiento. Este último elemento tenía que ser trabajado más adelante pues aquí se anudaba un aspecto de la transferencia, el conflicto se asociaba a una fundamental pregunta: ¿Por qué se aferraban al objeto causante del dolor? 

    El objeto representaba al abuelo en el padre, mito de potencia ante una realidad demasiado severa para ser tolerada sin una fuerza mayor que les diera consuelo. El análisis en un inicio construía esta esperanza la de sustituir este padre primordial por un análisis que le diera sentido, explicación y consuelo a su dolor y la realidad hipermoderna. También en la contratransferencia caía en la necesidad de darles explicaciones a los tres de lo que les pasaba, en el disfraz de una interpretación me veía como tutor dándolo sentido a sus afectos y experiencias, posiblemente necesario en un inicio, pero engañoso más adelante pues más que trabajar en la construcción de su propio deseo (proyecto de vida contra proyecto de muerte) me volvía traductor de sus acontecimientos. En los dos que llevaron a término su proceso, el trabajo de análisis sí pudo dar ese giro pero no sin reproches. La elaboración del dolor propio, resultaba en la elaboración del dolor heredado, al renunciar a la herencia proveniente del linaje paterno, se volvía posible analizar su propia historia y no la de la familia.

    En otro giro del bucle de lo cultural a lo individual y viceversa, lo que el análisis de estos tres casos nos lleva a reflexionar en un posible movimiento histórico, el mismo Lacan y Freud ya hablaban del declive del padre en la modernidad, y si la cultura es efecto de representaciones imaginarias colectivas entonces lo que llamamos hipermodernidad y sus aspectos tanto negativos como positivos, es consecuencia de movimientos individuales en paralelo  a un movimiento histórico. El triunfo de occidente en las guerras mundiales y en la lucha contra el socialismo posicionó al capitalismo como el padre omnipotente que con la economía todo lo puede resolver (Zizek, 2016), una generación tuvo que encarnar esta creencia, mediante el trabajo fijo y la familia, sólo podía porvenir el bienestar pero como Freud (1927/2007) diría sería el porvenir pero de una ilusión, la generación que le siguió, cercana a la de los movimientos del 68 que protestaban, como nos explica Echeverría (2016) contra el adoctrinamiento que estaban haciendo de ellos para funcionar al margen del capitalismo y el consumismo, declinó en sus protestas, se refugió en la negación; la generación subsiguiente es un entramado de la negación y la necesidad de develar la verdad, lo sociólogos (Bauman, 2018; Bartra, 2017; Echeverría,2016; Lipovetsky, 2014) señalan que la modernidad fracasó, de ahí vino la postmodernidad y luego la hipermodernidad intenta renegar su derrota pero enfoncándose ya no en lo social si no directamente en el campo individual. 

    A la par de este proceso histórico vienen las familias que analizamos, se identificaban con el proceso social que los acompañaban y daban sentido a sus decisiones desde ese marco, la interpelación y la sobredeterminación se sobreponen. Los modelos ideales y morales del superyó toman su material de lo que está pasando en el exterior y que a su vez la familia le transmite. Si la modernidad hizo de los abuelos, carne de la Ley del capital, los nietos enuncian su fracaso, y el camino se separa por un lado mostrar la decepción hacia las generaciones anteriores y su fracaso así como su hipocresía ante lo que han negado, y por el otro la búsqueda individual de satisfacción ya no en el deseo, es arriesgado, sino en los placeres inmediatos y materiales. Pero en la constitución de cada individuo, y su acceso al mundo ha de quedar una garita que anhela la reconstitución del deseo, ese pequeño espacio es el que los trae a consulta, la demanda es apaciguar el dolor pero de fondo también se encuentra restituir la posibilidad de lidiar contra los misterios de la vida y la muerte.

    A través de los padres se transmite una deuda, la de asumirse la Ley, y rechazar el pasado doloroso, interpreto de esta forma que el malestar subjetivo contemporáneo es una demanda de auxilio de todos los que estamos insertos en ella. Eliminar la herencia maldita, y dejar entrar el dolor que mucho tiempo se ha buscado negar, arrojar al inconsciente y olvidar para siempre. Esto de la mano del anhelo por la llegada de un padre que protege a la sociedad del desvalimiento, pero este padre no existe ni llegará la única solución es la más amarga aceptar esa verdad y asumirla pero en consecuencia nacería de nuevo el deseo, cada individuo de forma singular ha de buscar cómo lidiará con la vida y con la muerte, quizá haya testimonios encarnados de este triunfo pero son testimonios y no leyes o reglas a seguir, imitar y obedecer es apegarse a los deseos de un otro, y esto poco tendría que ver con la satisfacción propia. En cierta forma la cultura ha evolucionado y avanzado al punto en que la libertad puede ser asumida sin poner en riesgo la supervivencia de la sociedad, estamos en una época en la que es posible ser amos de nuestro propio destino por doloroso o arriesgado que eso pueda ser. La hipermodernidad actúa porque quiere aprender que ya no necesita de un modelo viejo para seguir existiendo, es una época en la que podemos reflexionar el pasado y construir el futuro siempre y cuando se renuncie, al goce inmediato, y se de lugar a la singularidad del deseo.

    Finalmente, no hay que olvidar que la destructividad está en todos los seres humanos, la idea de que todo el mal desaparecerá no puede ser más que inocente e ignorante de la historia misma, en el reconocimiento del inconsciente no sólo radican los deseo eróticos y creativos, también existen elementos sádicos, destructivos, envidiosos, que buscan satisfacción, expresión, la cultura existe para protegernos de esos mismos deseos para sobrevivir en sociedad. El padre primordial es testamento de lo que puede llegar a pasar sin las limitaciones, que la Ley nos impone, lo hermanos de la horda tuvieron que prohibirse lo que ellos mismos anhelaban por el temor de asesinarse entre ellos y extinguir a la horda (Freud,1913/2007). Si la hipermodernidad habla de un malestar cultural que es heredado por la historia, es porque se anhela otra posibilidad que va más allá de los que la interpelación o las representaciones imaginarias de la sociedad nos ofrecen, el cambio de la cultura es difícil y sólo la historia determinaría su destino, pero en análisis llegan individuos buscando una historización propia, quieren descongelar el tiempo para entintar las páginas de su legado.

    El anhelo de este trabajo, es dar un acercamiento a uno de tantos fenómenos que se presentan en la consulta en la actualidad. La pregunta de investigación no apareció antes del trabajo clínico si no que se manifestó dentro del mismo, los autores y las teorías actuales no fueron suficientes para explicar con precisión este fenómeno fue a partir de la conjunción de varias aportaciones teóricas psicoanalíticas e incluso sociológicas que se pudo concretar una respuesta a las situaciones observadas en estos pacientes. Esta investigación-reflexión está en un intento de dar palabra y representación a un fenómeno que ha pertenecido en el anonimato, y del cual los pacientes carecían del lenguaje para poder expresar. No se podía expresar que es lo que estaba mal en ellos o con ellos ya que no tenían los recursos para poder nombrarlo, ahora con este trabajo se busca dar a otros colegas analistas una perspectiva a situaciones que podrían estar enfrentando o llegar a enfrentar en relación a la herencia maldita desde el linaje paterno paterna.

    Notas

    1.- Se refiere a las restricciones específicas introducidas por la sociedad para asegurar la dominación social.

    2.- Múltiples causantes de un síntoma o un elemento del contenido manifiesto de un sueño.

    3.- Acto del reconocimiento con el cual la sociedad constituye a los individuos en sujetos.

    4.- Estos son formas de limitar la proliferación de sentido que hace la predicación imposible. Son modos parciales de generar efectos de sentido que permiten reducir la polisemia intrínseca a lo social.

    Bibliografía

    1. Arcella, P. (2012) Declaración de Lyon, cuando la mundialización nos enloquece por una ecología del vínculo social 22 de octubre del 2011. Revista salud del bosque. 2 (2), 76-82. https://doi.org/10.18270/rsb.v2i2
    2. Bartra, R. (2017) La melancolía moderna. México: FCE.
    3. Bauman, Z. y Leoncini, T. (2018) Generación Líquida: Trasformaciones en la era 3.0. México: Paidós.
    4. Bolívar, E. (2016). Modernidad y blanquitud. México: Era.
    5. Castoriadis, C. (1981). Las significaciones imaginarias. En: Una sociedad a la deriva: entrevistas y debates, 1974 – 1997(2006). Buenos Aires, Argentina: Katz editores.
    6. Cobos, E.G.(2018) El padre en la transmisión generacional del trauma y sus implicaciones en el orden social contemporáneo. (Tesis doctoral) Universidad Intercontinental. México.
    7. Eiger, A. (1998)  Lo Generacional. Abordaje en terapia familiar psicoanalítica. Buenos Aires, Argentina: Amorrortu
    8. Faimberg, H. (2006) El telescopaje de generaciones: A la escucha de los lazos narcisistas entre generaciones. Buenos Aires, Argentina: Amorrortu.
    9. Freud (2007) Totem y Tabú. (J.L. Etcheverry, Trad.). En Obras completas (Tomo XIII). Buenos Aires, Argentina: Amorrortu. (Obra original publicada en 1913)
    10. 10.Freud (2007) El yo y el ello (J.L. Etcheverry, Trad.). En Obras completas (Tomo XIX). Buenos Aires, Argentina: Amorrortu. (Obra original publicada en 1923)
    11. 11.Freud (2007) El porvenir de una ilusión (J.L. Etcheverry, Trad.). En Obras completas (Tomo XXI). Buenos Aires, Argentina: Amorrortu. (Obra original publicada en 1927)
    12. 12.Freud (2007) El malestar en la cultura (J.L. Etcheverry, Trad.). En Obras completas (Tomo XXI). Buenos Aires, Argentina: Amorrortu. (Obra original publicada en 1930)
    13. 13.Freud (2007) Moises y la religión monoteísta (J.L. Etcheverry, Trad.). En Obras completas (Tomo XXIII). Buenos Aires, Argentina: Amorrortu. (Obra original publicada en 1923)
    14. 14.Gomel, S. de(1991) Narcisismo, ideal e identificación en psicoanálisis de familia. En Berenstein, I. (comp.) Familia e inconsciente. Buenos Aires, Argentina: Paidós.
    15. 15.Green, A. (2011) Ideas directrices para un psicoanálisis contemporáneo. Argentina,Buenos Aires: Amorrortu.
    16. 16.Green, A. (2012) Narcisismo de vida y narcisismo de muerte. Argentina,Buenos Aires: Amorrortu.
    17. 17.Kaës, R. (2010) Un singular plural: El psicoanálisis ante la prueba del grupo. Buenos Aires,Argentina: Amorrortu.
    1. 18.Lacan, J. (2015) Seminario 4: La relación de objeto. (Trad.) Buenos Aires, Argentina: Paidós. (Obra original publicada en 1956-1957)
    2. 19.Lacan, J. (2006) Seminario 10: La angustia. (Trad.) Buenos Aires, Argentina: Paidós. (Obra original publicada en 1962-1963)
    3. 20.Lipovetsky, G. y Charles, S. (2014) Los tiempos hipermodernos. Madrid, España Anagrama.
    4. 21.Marcuse, H. (1986) Eros y Civilización. México: Joaquín Mortiz.
    5. 22.Matus,S. (1991) Tres registros del cuarto termino de la estructura familiar inconsciente: intercambio – narcisismo – angustia. En Berenstein, I. (comp.) Familia e inconsciente. Buenos Aires, Argentina: Paidós.
    6. 23.Moctezuma, G. (2013) Malestares contemporáneos: calidad y estilos de muerte. México: Universidad Intercontinental.
    7. 24.Pasqualini, M. (2016) Psicoanálisis y Teoría social: Inconsciente y sociedad de Freud a Zizek. Fondo de cultura Económica: Buenos Aires
    8. 25.Rozitchner, L. (2015) La detención de la agresión por la culpa. En Braunstein, N. (comp.) A medio siglo de El malestar en la cultura de Sigmund Freud (pp.265-320). México: Siglo XXI. (Obra original publicada en 1981)
    9. 26.Schneidman, E.S. (1993) Suicide as psychache. The journal of Nervous and mental disease, 181, 145-147.
    10. 27.Troister, T. and Holden, R. (2013) Factorial Differentiation among depression, hopelessness, and psyache in statiscally predicting suicidality. Measurment and evaluation in counseling and development. 46(1), 50-63.
    11. 28.Winnicott, D. (2012) Escritos de Pediatría y psicoanálisis. Barcelona, España: Paidós. (Obra original publicada en 1935)
    12. 29.Zizek (2016) Problemas en el paraíso: Del fin de la historia al fin del capitalismo. Barcelona, España: Anagrama.
  • Curar las adicciones, controlar al narco

    Luis Tamayo Pérez es Profesor investigador de la Universidad de Querétaro.

       

    Curar las adicciones, controlar al narco

    Healing addictions, controlling drug trafficking

    Luis Tamayo Pérez es Profesor investigador de la Universidad de Querétaro.

    Resumen

    El nuestro es un mundo adicto. Desde tiempos inmemoriales, la humanidad no sólo es adicta a sustancias, también lo es a muy diversas prácticas. Y cuando alguien pretende dejar atrás aquellas que le resultan molestas no puede sino darse cuenta de lo difícil de la empresa. Es entonces cuando busca a un psicoanalista. Afortunadamente, el psicoanálisis ofrece pistas para la comprensión y, en su caso, curación. Sin embargo, a escala social, eso es sólo la mitad del problema. El narcotráfico es un grave flagelo a comprender y controlar. En este ensayo revisamos todo ello, de forma breve, aunque cuidadosamente.

    Palabras clave: Adicciones, Narcotráfico, Psicoanálisis.

    Abstract

    Ours is an addicted world. Humanity is not only addicted to substances, it is also addicted to practices. And when someone tries to free themselves from their addictions, they realize that they can not do it. Fortunately, psychoanalysis offers some clues to understand and heal addictions. Although we know that that is only the half of the problem. Drug trafficking is also a serious scourge to understand and control. In this essay we review all this briefly but carefully.

    Keywords: Addiction, Drug trafficking, Psychoanalysis

    Vivimos en el tiempo de la toxicomanía de masas.

    Mario A. Kameniecki.

    Somos adictos a los combustibles fósiles.

    Kurt Vonnegut.

    Introducción

    El nuestro es un mundo adicto. Desde tiempos inmemoriales, la humanidad está habituada no sólo al tabaco, el alcohol, el peyote, la marihuana o el opio, también lo es al consumismo, a las redes sociales, a la pornografía, al azúcar y hasta al consumo de combustibles fósiles como bien indicó Vonnegut.

    Y esas adicciones, en algunos casos, dejan de ser socialmente benéficas (conectando, por ejemplo, a los chamanes con los dioses o liberando del dolor a quienes sufren de graves enfermedades o de abandono total) y se convierten en mortíferas (como es el caso en algunos derivados modernos del opio). Y cuando sus consumidores se dan cuenta del riesgo en el que se encuentran y pretenden deshabituarse de ellas es cuando se dan cuenta de que no es fácil hacerlo.

    Aquí debo dejar perfectamente claro que la pretensión de erradicar las adicciones no es algo de la competencia del psicoanálisis. Para el análisis no se trata, como bien refieren George-Henri Melenotte (2005), Mario Domínguez Alquicira (2019) o Vladimir García Radilla (2020), ni de proscribir el uso de las drogas, ni de exorcizarlas o educar a los jóvenes en su contra.

    El psicoanálisis, enseña Lacan (1966: 585ss) en La dirección de la cura, no es una práctica reeducativa ni moralizante (Principios 1 y 2). El psicoanálisis tampoco es, como si corresponde a legisladores, médicos o psiquiatras, un “guardián del bienestar general” (Domínguez Alquicira, 2019: 41). No toca al análisis proscribir o vigilar, le corresponde analizar. Sólo en el caso de que alguien considere molesta la sustancia o la práctica a la que se encuentra habituado es que el psicoanálisis tiene algo que hacer ahí. Esto es algo que nunca se debe olvidar.

    Sabemos también que muchas sustancias tienen, desde tiempos inmemoriales, usos rituales –desde las sustancias que las pitias o las vestales utilizaban para entrar en trance profético hasta las prácticas con el peyote de los Wixarika o con los hongos alucinógenos por parte de María Sabina y sus seguidores. En buena parte de la historia de la humanidad muchas sustancias que ahora son consideradas como “plantas del diablo” eran “enteógenas”, es decir, hacían morar a quien se servía de ellas en los recintos de los dioses. Siglos después su uso ha pasado de ser ritual o terapéutico —lo que Freud pretendió con la Coca— a “recreativo” e incluso “erótico” —“violación cerebral” llamó Henri Michaux (1987) al efecto que generaba en él la mezcalina.

    En el caso de los hábitos también muchos de ellos pueden pasar de “buenos” a “malignos”. Recordemos algunos:

    • La lectura. Este hábito puede enriquecer la vida de quien lo tiene… o hacerlo vivir a tal grado en un mundo imaginario que puede enloquecerlo… tal y como se afirmaba ocurrió con el Don Quijote de Cervantes… o como ocurre con esos ciudadanos que piensan que por sólo desear algo, porque sea posible o porque lo hayan hecho otros se supone que, casi mágicamente, deben ocurrir tales cambios soñados;
    • Entretenerse con la Televisión y en nuestros días, con los gadgets electrónicos y sus “redes sociales”. Tales prácticas pueden ser muy divertidas. Sin embargo, en algunos casos vacían la experiencia vivida del televidente o lo hacen morar —y sufrir— en ámbitos que sustituyen al mundo real.
    • El ejercicio físico. Este hábito puede mejorar el cuerpo y la salud de quien lo sufre… y en algunos casos las endorfinas que la actividad libera pueden ser tan adictivas que el ejercicio puede ocupar la vida toda del adicto;
    • El trabajo. Este hábito habitualmente mejora la vida de quien lo sufre… aunque en ocasiones, cuando todas las demás actividades –el vínculo con la pareja, con los hijos o las amistades, por ejemplo— quedan anuladas por su impacto, los beneficios del mismo pueden ser más que cuestionables;
    • El anhelo de santidad. Este hábito, si bien puede enaltecer la vida del adicto, en ocasiones lo puede enloquecer a tal grado que puede convertirlo en un puro y simple fanático.

    Afortunadamente los hábitos o las sustancias adictivas, como bien indicó Menninger (1972) no a todos encadenan. Hay algunos que son capaces de fumarse un churro de mariguana o una botella de alcohol y nunca más tener la necesidad de repetir la experiencia. Hay otros, sin embargo, a quienes la primera experiencia marca de tal manera que no pueden renunciar nunca más a ello, convirtiéndose en verdaderos esclavos de la sustancia o de la práctica. En la actualidad, desgraciadamente, todavía desconocemos el mecanismo que hace que la misma sustancia haga a algunos adictos y a otros no.

    Lo que sí sabemos es que, una vez establecido el hábito –la adicción—, es muy difícil dejarlo atrás. Somos verdaderos aficionados con nuestros hábitos y la esclavitud a algunos de ellos es capaz de arrastrar nuestra vida toda.

    La experiencia analítica da testimonio de lo difícil que es “pasar a otra cosa” respecto a las adicciones. Ellas producen goce… y, como bien indicó Lacan en el Seminario L’angoisse, éste es mortífero pues anula al sujeto:

    “La voluntad de goce en el perverso, como en cualquiera, es voluntad que fracasa, que encuentra su propio límite. Para decirlo claramente, el perverso no sabe al servicio de que goce ejerce su actividad”.

    Tampoco debemos olvidar que la adicción a una sustancia, como todo síntoma, es la mejor solución del sujeto a su situación. Todo síntoma es, nunca lo olvidemos, un intento de curación. La adicción, en la lectura de Le Poulichet realizada por Domínguez Alquicira (2019: 89), es “una tentativa última de mantenerse fuera del mundo; procura establecer cierta distancia o poner límite al goce del Otro”:

    “La pregunta que se impone es como desprenderse de ese abrazo mortal con La Madre, cuando ningún significante le permite al sujeto producir la separación respecto del Otro primordial o poner coto a su goce, no frenado por la función fálica”.

    O, dicho a la manera de ese brillante literato llamado Ambrose Bierce:

    Debilidad, s. Facultad innata de la mujer tiránica que le permite dominar al macho de la especie, sujetándolo a su voluntad y paralizando sus energías rebeldes.

    Aunque a él su tiránica y calvinista madre no acabó de dominarlo y le permitió escribir su Diccionario del diablo (publicado completo en 1911), del cual extraje la cita. La adicción a la sustancia, entonces, tendría el importante objetivo de poner límites a una poderosa Ley materna que, cuando comenzó a instalarse como la Ley dominante, no encontró un Tercero que lograse detener al devorador deseo materno. Es entonces cuando, en tanto síntoma, la sustancia aparece como una manera de poner límites al dominio de dicha Ley materna. Ese beneficio secundario del síntoma de la adicción es lo que hace más difícil la deshabituación en la cura de las adicciones.

    Afortunadamente para su tratamiento, la adicción, también por tratarse de una solución sintomática, es una incompleta solución. La adicción, al hacer que el adicto pierda la consciencia cuando está bajo el influjo de la sustancia, justifica la severidad de la Ley materna y, al hacerlo, establece un círculo vicioso (severidad-evasión-severidad-evasión) que puede pasar de padres a hijos. El síntoma de la adicción, por su naturaleza, se transmite generacionalmente. Y eso es algo que, cuando el que intenta deshabituarse de una adicción percibe, genera un impulso adicional a su empeño por dejar la sustancia o la práctica.

    Corresponde al analista establecer, en cada caso, las figuras precisas mediante las cuales se escriben la Ley materna y los diversos síntomas y actores que ocurren en cada caso. Es ahí donde se encuentran las pistas que permiten acompañar la curación de los adictos. Estudiémoslas con cuidado.

    El imprescindible preámbulo

    De los factores que influyen en las perspectivas del tratamiento analítico y pueden dificultarlo en la misma forma que las resistencias, no se cuentan tan sólo las características yoicas del paciente, sino también las del analista.

    Sigmund Freud.

    No se puede dar lo que no se posee. Este conocimiento obvio es requisito indispensable para que un tratamiento contra las adicciones funcione. Es necesario que el terapeuta haya logrado pasar a otra cosa respecto a su propia locura —es decir, en este caso, aquellas adicciones que lo lastimaban o empobrecían su vida— y conozca con detalle, por haberlo vivido en su propio análisis, las vicisitudes del tratamiento y su desenlace. Como gustaba repetir Freud: el mejor terapeuta es el paciente curado. Al respecto no sobra recordar una anécdota atribuida a Mahatma Gandhi:

    En una ocasión una madre llevó a su hijo de seis años a casa de Mahatma Gandhi y le suplicó:

    – Se lo ruego, Mahatma, dígale a mi hijo que no coma más azúcar. Es diabético y arriesga su vida haciéndolo. A mí ya no me hace caso y sufro por él.

    Gandhi reflexionó y dijo:

    – Lo siento señora. Ahora no puedo hacerlo. Traiga a su hijo dentro de quince días.

    Sorprendida, la mujer le dio las gracias y le prometió que haría lo que le había pedido. Quince días después, volvió con su hijo. Entonces, Gandhi miró al muchacho a los ojos creando una gran conexión y le dijo:

    – Chico, ¡Deje de comer azúcar!

    Agradecida, pero extrañada, la madre preguntó:

    – ¿Por qué me pidió que lo trajera dos semanas después? Podía haberle dicho lo mismo la primera vez que vino.

    A lo que Gandhi respondió:

    – Hace quince días, yo comía azúcar.

    El filósofo Martin Heidegger (1983) refería la misma idea con el concepto de Fürsorge (traducida por José Gaos como Procurar por), es decir, la capacidad de liberar a otros, la cual, para poder cumplirse debía, necesariamente, tener como antecedente la liberación de sí mismo. Freud y Lacan no se equivocaban: no se puede entregar lo que no se ha obtenido.

    La importancia de un buen inicio

    El Dr. Marcelo Pasternac acostumbraba contar en el seminario que impartía en el ITESM campus Ciudad de México una anécdota sobre el comienzo del tratamiento analítico, la cual versaba más o menos así:

    “En una ocasión vino a verme una persona que al solicitar su cita dijo que sufría de alcoholismo. En su primera sesión inició su discurso diciendo:

    • “Vengo aquí porque mi esposa me dijo que tenía que hacerlo”.
    • “Y… ¿Usted hace todo lo que su mujer le dice?
    • Ah… no ¿verdad?

    Pues no.

    • Entonces ya me voy.

    De acuerdo.

    • Y tan pronto lo dijo, el sujeto se levantó y abandonó el consultorio sin que el analista chistara.

    Quince días después, narraba Pasternac, el paciente regresó… pero ya sin el pretexto de que acudía porque su mujer se lo había pedido. Regresó admitiendo que era él quien quería dejar el alcohol”.

    Que la demanda quede bien clara desde el inicio del tratamiento –nos enseñó el Dr. Pasternac— es clave para el éxito del mismo.

    El tiempo para comprender

    En el curso del análisis, aquél que pretende dejar atrás una adicción no puede impedir sufrir de recaídas, su cuerpo, su vida, deben desacostumbrarse a la sustancia y eso lleva su tiempo.

    Un hábito, indica la psicología conductual, puede ser dejado atrás y para ello deben seguirse una serie de pasos bien establecidos: identificar el hábito, decidirse a abandonarlo, localizar la meta para sustituirla y el disparador para evitarlo y, finalmente, recompensarse por haberlo logrado. Los psicólogos reconocen que, sin embargo, si bien ese tratamiento produce en algunos casos avances, nunca es suficiente y sobre todo cuando se trata de adicciones graves, de esas que involucran sustancias físicamente adictivas.

    Como no es infrecuente que, en el curso de un análisis (en el tiempo para comprender) el analizante se trate a sí mismo como a una rata de Skinner… su analista es testigo de la manera como prueba los procedimientos de la psicología conductual… aunque sin mucho éxito. No tarda mucho tiempo en darse cuenta de que la voluntad es pequeña respecto al poderío del deseo inconsciente.

    Otro camino que también toman con frecuencia los analizantes es el de interrogar su historia con el objeto de encontrar en ella los “traumas” que predispusieron la adicción y que sólo por recordarlos, mágicamente la anularían. Esa búsqueda rinde pocos frutos y es muy desmotivante. Hasta que la transferencia viene en su apoyo y empiezan a aclararse los elementos clave que el terapeuta, por su propia experiencia vivida, le regala. Es sólo entonces cuando el adicto empieza a vislumbrar la salida.

    El momento de concluir: la vinculación con la identidad

    El toxicómano no existe.

    Markos Zafiropoulos

    Desde hace muchos años, los Alcohólicos Anónimos (AA) enseñan que, cuando el asociado se convierte en “predicador”, es decir cuando, después de haberse sometido a un Tercero omnipotente —al “jurarse ante Dios” o “ante la virgen de Guadalupe”—, asume como su tarea vital lograr que otros abandonen el alcohol, es cuando pueden estar seguros de que el “alcohólico sin alcohol” que es el “predicador” tendrá verdaderamente la posibilidad de mantenerse sin la sustancia de manera duradera… al menos en todos aquellos años en los que se dedique a “predicar”. Los AA nos enseñan que sólo cuando se establece el lazo con la identidad es que se puede dejar atrás, de manera más o menos duradera, una adicción. Los AA encontraron, casi sin darse cuenta, una potente cura pasajera.

    Ese hallazgo muestra que cuando la cura se asocia firmemente a la identidad: “yo soy aquél que venció al hábito tal” es que la cura se establece claramente, pues la identidad –no la imaginaria sino la simbólica— es lo único que se conserva hasta el fin de nuestros días. Esa nueva nominación, asimismo, corresponde a aquello que habría hecho innecesaria la adicción a la sustancia pues atestigua la presencia de un Tercero — la nominación— que puede separar definitivamente de La Madre.

    Aunque, nunca olvidemos, como bien indica Freud en sus escritos sobre técnica analítica (1912), “un solo caso puede hacer derrumbar todo el edificio del psicoanálisis”, es decir que cada caso escribe su historia y tratamiento. Como bien nos recuerda Domínguez Alquicira (2019: 256):

    Así como decimos que el adicto no es meramente una víctima pasiva de la sustancia, como lo concibe el abordaje médico tradicional, debemos aceptar que no puede postularse un mismo tipo de tratamiento para todos.

    La práctica analítica muestra los elementos clave para lograr, verdaderamente, dejar atrás un hábito, una adicción —en el caso, no sobra reiterarlo, de que el que la sufre quiera hacerlo. Desgraciadamente, ese logro es apenas la mitad de la solución… y no la mas difícil. La adicción a las sustancias depende, obviamente, de las sustancias accesibles en la circunstancia del sujeto. Y tratar ese asunto nos obliga a pensar sobre el fenómeno actual del narcotráfico y su naturaleza. Como podremos apreciar, lograr dejar atrás el problema del narco es muchísimo más complicado. Estudiémoslo con cuidado.

    Controlar a la Gran Corporación del Narco

    En nuestros días, El narco constituye una de las corporaciones más extendidas y exitosas de todo el orbe.

    En México debemos el crecimiento exacerbado de la Gran Corporación del Narco –esa que es dueña de regiones enteras esclavizando a sus pobladores y manteniéndolos en un verdadero estado de sitio— al expresidente Felipe Calderón, el cual decidió hacer la guerra al narco de la manera más torpe posible —la inició sin haber antes corroborado ni la lealtad de su ejército ni haber establecido una estrategia de combate inteligente y efectiva—, razón por la cual perdió la guerra sumiendo a la nación entera en una situación que ha obligado a millones de ciudadanos a convertirse en “daño colateral” o, directamente, en algunos de los cientos de miles de muertos que esta “guerra de baja intensidad” ha generado.

    La perdida guerra contra el narco, asimismo, ha sido increíblemente dolorosa y cara en México. Del 2007 al 2015 se duplicó el gasto destinado al ejército (de 52,000 millones a 112,000 millones de pesos anuales). En el mismo lapso, el INEGI contabilizó 185,000 homicidios ligados a esa guerra, así como 30,000 desaparecidos. Y aunque se detenga dicha guerra la criminalidad no se va a detener pues a causa del fenómeno han ingresado cantidades crecientes de armas cortas a México, lo cual hizo del negocio de la venta de armas en la frontera de los USA con nuestro país la actividad más lucrativa durante la administración de Obama. Tales armas importadas son las que, en nuestros días, utilizan los criminales para aterrorizar a la desarmada población mexicana.

    Nuestra experiencia reciente muestra que en México no se puede vencer al narco por la vía de las armas. La China de Mao si logró hacerlo… pero gracias a contar con personajes como Sun Yatsen y con un pueblo armado y con una obediencia tal que rayaba en el fanatismo. En el liberal Occidente moderno no es posible optar por esa vía. Gozar de libertades civiles obliga a que el narco sólo pueda ser controlado.

    Por tratarse de una corporación que cumple una función económico-social —dotar a los adictos de su sustancia— derrotar a la Gran Corporación del Narco requiere de estrategias económicas que la reduzcan y, finalmente, anulen. La manera más sencilla de reducirla es obligarla —como ya se hizo con la corporación del alcohol en la tercera y cuarta décadas del siglo pasado en los USA— a salir de la clandestinidad y convertirse en una empresa “como las otras”, es decir, con permiso del Estado para producir y distribuir sus sustancias pagando, por supuesto, los impuestos correspondientes. Esta estrategia de control —la legalización— fue lo que verdaderamente acabó con la gran corporación del alcohol que durante décadas mantuvo en pie de guerra a buena parte de una de las naciones más guerreras y armadas de la tierra: los USA. Basta leer con cuidado la historia reciente de dicha nación para darse cuenta de que la guerra contra la corporación del alcohol no se venció por las armas. Eliott Ness y sus intocables hubieran sido aniquilados si la guerra para mantener la prohibición del alcohol hubiese continuado. El alcohol estaba por todas partes y la armada de Ness, con el paso del tiempo, se reducía cada vez más. Ciertamente, haber encarcelado a uno de los principales capos —Al Scareface Capone— fue muy importante, pero no para derrotar a la corporación del alcohol sino para tomar la decisión de legalizarla. Alphonse Gabriel Capone (1899-1947) no era tonto, sabía perfectamente que el éxito de su empresa era una consecuencia directa de su clandestinidad (Thornton, 1991). Tal cualidad le permitía no tener que pagar impuestos, vigilar la calidad de su producto o pagar salarios estandarizados a sus trabajadores. Su carácter clandestino, incluso perseguido, es lo que hizo rentable a tal corporación y lo hace también, evidentemente, a la Gran Corporación del Narco que asola no sólo a nuestra nación sino a muchas otras en el globo. Si las yerbitas, pastillas y polvitos que la Gran Corporación del Narco distribuye clandestinamente a lo largo y ancho de la tierra debiese venderse a lo que realmente cuesta producirlas, en un juego de libre mercado, pagando impuestos, estableciendo normas de calidad para sus mercancías y salarios justos… no estoy seguro de que pudiese generar empresas tan rentables y producir capos tan adinerados. Una legalización que obligase a los “Señores del narco” a establecer legalmente sus empresas no sólo reduciría sus ganancias, sino que a todos los demás nos liberaría del flagelo de una guerra fratricida donde la ciudadanía ha quedado reducida a mero “daño colateral”.

    Ya correspondería a los padres educar a sus hijos en el cuidado y distancia en el uso de tales sustancias, como ya deben hacerlo con el alcohol o el tabaco… y deberían hacerlo con la azúcar refinada, una de las sustancias más dañinas a la salud que la humanidad ha sintetizado. Deberían, asimismo, educar a sus hijos respecto a la limitación en el uso de los combustibles fósiles, esos a los cuales, nos recuerda Vonnegut, la humanidad es adicta desde hace más de un siglo y cuyas consecuencias nos amenazan con, de no cambiar el modo neoliberal de producción, generar la Sexta extinción masiva de las especies hacia final de este siglo.

    Conclusiones

    En resumen, desde el punto de vista analítico, lograr que sea posible que alguien deje atrás un hábito, una adicción, pasa por:

    1. Que el terapeuta conozca tal camino: que lo haya recorrido, conozca sus vicisitudes y haya llegado hasta el fin de su tratamiento.
    2. Que se haya establecido claramente la demanda: que el paciente, en primer lugar, esté interesado en abandonar la adicción y se comprometa consigo mismo a dedicarse decididamente a esa tarea.
    3. Que se identifiquen meta y disparador, es decir, que el interesado haga todo su esfuerzo para sustituir en la medida de lo posible lo que el hábito otorgaba y en evitar las situaciones que favorecían su ocurrencia.
    4. Que el terapeuta acompañe al adicto con la tolerancia y la puesta de límites que su propia experiencia le revelaron cuando dejó atrás sus propias adicciones.
    5. Que se establezca, mediante retos y demás acciones, el cuidado de sí bajo la forma definitoria de la identidad, es decir, como la de “aquél que pudo dominarse a sí mismo y pudo dejar atrás tal hábito”. La escuela antigua, aquella donde podía gozarse de scholé (ocio) en épocas pasadas, era el espacio establecido para detener la pleomaxia propia de las adicciones y lograr renombrar a aquellos que lo requerían.

    Finalmente, lograr recuperar a las naciones del daño que le infringe la Gran Corporación del Narco pasa, así nos ha enseñado la historia, o por su exterminio –como enseña el caso de Mao contra los fumaderos de opio en China, el cual sólo puede ser realizado por un ejército bien ordenado y entrenado así como una estrategia perfectamente delineada y un pueblo fanático— o por su legalización, como nos enseña el caso de detención de la guerra contra la mafia del alcohol (1920-1933) ocasionada por la Ley seca (la “Prohibición”) decretada en los USA en octubre de 1919.

    Por el bien de México sinceramente esperamos que la nueva administración del país proponga una estrategia verdaderamente efectiva para controlar al narco pues, de no lograrlo, el futuro de nuestra nación se verá gravemente comprometido.

    Santiago de Querétaro, 14 de julio de 2020

    Bibliografía

    Allouch, J. (1984). Lettre pour lettre, Eres, Paris.

    Arnaz, R. (2012). “La venta de armas el negocio más floreciente de los EEUU,

    Bierce, A. (2005). Diccionario del diablo, Clásicos de la literatura.

    Blocker, J. S. et al. (2003). Alcohol and Temperance in Modern History. An International Enciclopedia, ABC/CLIO, USA.

    Campbell, F. (2015). “Amapola mexicana: los orígenes de un imperio” en Polemón, México (Consultado 1.06.2019): https://polemon.mx/amapola-mexicana-origenes-de-un-imperio

    Domínguez Alquicira, M. (2019). Las plantas del diablo, Navarra, México.

    Dufour, D.-R. (2014). La délire occidental, Paris.

    Escohotado, A. (1989). Historia general de las drogas, Alianza Editorial, Madrid.

    Espinoza Cortés, L. M. et al. (2008). Los chavos de las coladeras, Plaza Valdés, México.

    Freud, S. (1976). Obras completas, Vols. XII, XXI y XXIII, Amorrortu editores, Bs. As.

    García Radilla, V. (2020). Adicción y toxicomanías. México: Ediciones Trinchera.

    Heidegger, M. (1983). El ser y el tiempo, FCE, México.

    Hernández, A. (2010). Los señores del narco, Random House Mondadori, México.

    Lacan, J. (1966). Écrits, Seuil, Paris.

    Melenotte, G.-H. (2005). Sustancias del imaginario, Epeele, México.

    Menninger, K. (1972). El hombre contra sí mismo, Península, Barcelona.

    Michaux, H. (1987). Misérable miracle. La mescaline. Gallimard, Paris.

    Pereyra, G. (2012). “México: violencia criminal y guerra contra el narco, Revista mexicana de sociología, vol. 74, No. 3, México.

    Thornton, M. (1991), The economics of prohibition, Utah University Press, USA.

    Vonnegut, K. (2005). A man without a country, Seven Stories Press, USA.

    Zheng, Y. (2005). The social life of opium in China, Cambridge University Press, USA.

  • Editorial #25

    Editorial #25

    Julio Ortega

       

    Este año se cumplen 20 años de camino en la Revista Carta Psicoanalítica, una revista que se fundó con analistas de diferentes asociaciones y formados todos con una pasión por el psicoanálisis, que, ante el arribo del Internet a Latinoamérica, decidimos hacer una revista mexicana pionera en su temática.

    Así seguimos trabajando con altas y bajas, siempre con la intención de no presentar cuentas a ninguna institución y sí de aceptar diferentes artículos y autores que hicieran patente que el psicoanálisis es una disciplina heterogénea que no admite dogmas, y se compone de prácticas múltiples, teorías diversas.

    En diciembre nos reunimos a cenar en el comité editorial y hablábamos de la gran fiesta que habríamos de realizar no sólo para celebrar este largo rodar, sino también para conmemorar los 100 años de la publicación de Más allá del Principio del Placer de nuestro maestro Freud.

    La vida es una apuesta, y la certidumbre no es sino una mentira mal o bien contada a veces. Hoy estamos en una situación que no podríamos haber imaginado hace unos meses, en la que nos damos cuenta de la fragilidad de nuestra existencia y lo quebradizo de nuestros saberes. Lo real ha venido a irrumpir en nuestras vidas sin que pudiésemos evitarlo.

    Ahora estamos encerrados en nuestras casas, vemos a nuestros pacientes por videoconferencia y salimos únicamente por lo esencial. Quién hubiera pensado que ésta llegaría a ser nuestra realidad; una donde todo necesariamente hace cambiar al ojo nuestros panoramas. Hace poco se hablaba de crecimiento económico; ahora se habla de sobrevivencia. Antes se nombraba a Estados Unidos la gran potencia del mundo; ahora sabemos que es el primer país en contagios y la maravillosa ciudad de Nueva York es un baile de gala negra.

    Edgar Allan Poe escribió un pequeño cuento alguna vez llamado La Máscara de la muerte roja. Allí describía cómo un visitante extraño y poderoso llegaba a la fiesta de un soberbio señor feudal imperial y autoritario, quien se creía a salvo de la peste tras los anchos muros de su castillo. Finalmente era alcanzado por el visitante, que no era otro que él mismo y que lo contagiaba para hacerle morir junto con sus esbirros, rémoras y seguidores, demostrándole lo infecundo de su vanidad y lo frágiles que resultan el orgullo y las certidumbres cuando se enfrenta a la muerte.

    Se multiplican en este encierro las depresiones, se ensanchan los conflictos de pareja y familiares, se engrosan padecimientos mentales graves que ya estaban ahí: justo por las condiciones de encierro y angustia que se acrecientan día a día. Nos preguntamos desde nuestro encierro si podemos ayudar a estos pacientes y si el psicoanálisis, tal y como lo veníamos haciendo en nuestros consultorios con diván, es una respuesta viable para enfrentar la pandemia como hoy se nos presenta.

    Y es mejor que empecemos a pensar rápido en respuestas porque esta situación no acaba de definirse. Unos dicen que la vacuna vendrá pronto, que Rusia ya casi tiene la fórmula y que ha desarrollado antivirales muy efectivos; otros dicen que quizá tengamos que estar guardados en nuestra casa por años, y que en Occidente hemos de acostumbrarnos a usar tapabocas aun cuando la tradición de nuestra vida era la apertura –  a contrario de Oriente –  al menos mientras esta pandemia dure y se encuentre una vacuna que pueda ser aplicada a toda la población.

    También está el hecho de que la gente no entiende o no quiere entender que ésta es una situación extraordinaria que no permite recreos ni respiro a los cuidados que hay que mantener. La gente joven circula por las calles sin tapabocas y en pantaloncillos cortos; parece que son vacaciones. Muchos también que tienen el dinero para hacerlo, toman un avión y se van a una playa lejana.

    En el pequeño y hermoso pueblo de Xico -cercano a la ciudad de Xalapa, Veracruz donde yo vivo- se realizaron las fiestas patronales a Santa María de Magdalena sin ningún recato, a pesar de que habían sido canceladas por la iglesia. En las redes sociales se puede observar que una multitud de personas está ataviada con trajes típicos, bailando, sin observar la sana distancia, sin cubrebocas. Tal y como lo describía Bataille en su libro sobre El Erotismo: jugándose por un sacrificio sagrado.

    Marcel Maüs, discípulo de Émile Durkheim, afirma en su libro El ensayo del Don (1925) que los dones intercambiados crean una obligación de devolver los regalos o favores, regidos por una lógica en la que hay una prestación de bienes uterinos contra bienes masculinos. Este intercambio, que sería la base de la sociedad -según él- dará lugar a un compromiso entre donador y donante, una deuda, y una alianza que conduce a la estabilidad. Si yo recibo, entonces debo de dar, o de saber que en algún momento debo retribuir el favor. El trabajo de Maüs ha influido mucho Sobre Malinowski (quien el autor recordará cuestionó la universalidad del Edipo en su trabajo sobre La vida sexual de los salvajes del Noroeste de Melanesia en 1924, para ponerle el mote de complejo principal). También sus tesis marcaron a Lévi Strauss e incluso a Sohn – Rethel. Pero la tesis de Bataille es que el acto de amor sobre el que se basa nuestra cultura supone sacrificio, y menciona que la religión católica conserva algo de esto, empezando por el culto a una figura sacrificada.

    Horst Kurnitsky, en su libro La estructura libidinal del dinero, también sostiene que el intercambio de dones no sería el mecanismo que sostiene a nuestra sociedad. Esta idea es errónea y precisamente su opuesto no es sólo sostenible, sino que hay un cúmulo de evidencias obvias que afirman lo contrario.

    Desde civilizaciones muy antiguas hasta nuestra contemporaneidad, lo que ha regido y rige, es la lógica del sacrificio. El Occidente que se presenta a sí mismo como civilizado y regido por el mito del contrato social, es simplemente una fachada que oculta un fondo mucho muy siniestro; el cenote sagrado sigue ahí detrás del edificio de Le Corbusier.

    La gente salió a celebrar a la Magdalena, a la Santa de los pecadores, porque no podía dejar de hacerlo, porque cualquier lógica de búsqueda de salud, o conservación de higiene, les importó poco. Prevaleció el Más allá del Principio del Placer.

    Ante estos hechos extraños nos enfrentamos los psicoanalistas. No podemos dejar la espada de nuestra teoría en el suelo y correr a escondernos. También tenemos que no quitar ojo a las transformaciones que ha tenido la enseñanza del psicoanálisis en los últimos años, los videos en Youtube abundan, inundan con afirmaciones debatibles nuestro universo. Se crean “Institutos y Asociaciones“ sostenidas por la apariencia y la mercadotecnia, mezclando discursos de experimentados con improvisados.

    El internet parece ser la base de muchas plataformas en las que gente sin experiencia, poca experiencia y mucha labia forma a los ingenuos que tratan de acercarse al psicoanálisis sin estar concientes de que es una tarea que toma tiempo, dinero y esfuerzo, no simplemente a partir de un diplomado de 6 meses puede alguien autorizarse como analista. Y hoy empiezan a aparecer los psicólogos de orientación lacaniana que dicen que no es necesario el psicoanálisis, que es suficiente con conocer la teoría. Todos estos horrores son la marca de nuestro horizonte.

    Es cierto, debemos transformar nuestra clínica y quizá algo de nuestra teoría -ya se verá en el caso-, pero no podemos seguir repitiendo fórmulas ni recitando frases. El asunto es que sigamos adelante aún de las maneras incómodas y distantes que representa la atención a la distancia, intento que a muchos colegas aún se les hacen inverosímil. Pero hay que seguir en la ruta de lo imposible con la mayor seriedad posible si verdaderamente queremos que nuestra disciplina sobreviva.

    No es desde luego un tiempo de celebración; el cielo está gris y todavía parece que falta que llueva más desventura, antes de que lleguemos al final de estas sombras. Sin embargo, creo que entre tanta tristeza puede dar algo de gusto y para nosotros orgullo en el comité editorial que esta revista siga en el aire para nuestros lectores y que estos nos acompañen no sólo en este espacio, sino en los puestos de Twiteer y Facebook, el Cine club Carta psicoanalítica en Facebook también que siguen atrayendo la atención del público.

  • SOBRE LA CIENTIFICIDAD DEL PSICOANÁLISIS. HERMENÉUTICA Y ANALOGÍA

    Mauricio Beuchot

    Introducción

    En estas páginas deseo considerar la cientificidad que compete al psicoanálisis. Se lo ha criticado porque no se sujeta a la epistemología o filosofía de la ciencia del momento. Y en respuesta, se ha querido forzarlo a que entre en los moldes del positivismo, con su afán de pasar todo por el laboratorio. O también se ha considerado que no tiene cientificidad alguna, que pertenece a esa apertura que nos han traído los posmodernismos. Pero hay que recalcar su carácter interpretativo, que fue el que le confirió Freud; lo cual nos hace ver que su estatuto epistemológico es hermenéutico, es la ciencia y técnica de la interpretación. Es lo que trataré de exponer.

    Respondo a la invitación que me ha hecho mi querido amigo Felipe Flores, en recuerdo de que, hace mucho tiempo, allá por la mitad de la década de los noventa, cuando todavía el Círculo Psicoanalítico estaba en Copilco, y teniendo de director a José Perréz, yo impartía el curso de hermenéutica, y más bien aprendí mucho de los psicoanalistas. Recuerdo aquellas sesiones de interpretación de sueños que se hacían, y que eran verdaderas clases de hermenéutica. Por eso me parece que la episteme del psicoanálisis es la hermenéutica, la interpretación. Ha habido muchos debates acerca de la cientificidad del psicoanálisis, y me parece que se pueden zanjar de alguna manera.

    En primer lugar, hay que decir que la epistemología es la filosofía de la ciencia. Hay una epistemología general o gnoseología, teoría del conocimiento en general. Y, además, hay una epistemología especial, que es propiamente la filosofía de la ciencia. Es donde cabe la pregunta: ¿qué disciplinas, qué saberes pueden aspirar al título de ciencias? Y creo que el psicoanálisis puede hacerlo, pero tiene que precisar el tipo de cientificidad que le compete, la cual está en la línea de la interpretación, de la hermenéutica.

    Epistemología y psicoanálisis

    Al respecto se ha discutido mucho, y me parece que se ha derramado demasiada tinta por defender la cientificidad del psicoanálisis. Vayamos al ámbito de la filosofía, porque en ella se encuentra la epistemología misma. Y hay en eso dos corrientes principales, las cuales, no sé si por buena o mala suerte, me ha tocado navegar en ellas, los dos movimientos más presentes de la filosofía contemporánea.

    En primer lugar: la filosofía llamada “analítica”, que más bien era positivismo lógico. Estuve en el Instituto de Investigaciones Filosóficas, donde se cultiva la filosofía analítica. Es decir, se trabaja mucho en la semiótica, la lógica formal o lógica matemática, y en la filosofía de la ciencia. Eran las principales disciplinas que cultivábamos ahí, y casi se decidía qué era ciencia y qué no era ciencia. O sea, que estuve en el centro de todo eso.

    La situación ha cambiado mucho. Yo entré en el año 1979 al Instituto de Investigaciones Filosóficas, y allí s tenía un modelo de ciencia totalmente positivista. Nosotros tuvimos de investigador y profesor a un gran filósofo argentino (ahora está en Montreal, a punto de cumplir los 100 años), Don Mario Bunge. Yo creo que a algunos de ustedes todavía les tocó, en la prepa, el librito de Mario Bunge: La ciencia: su método y su filosofía. A mí me tocó el libro grande: unas 700 páginas de La investigación científica.[1] Muchas páginas para decir que todo tiene que pasar por experimentos. Inclusive, uno de mis primeros analistas, Miguel Kolteniuk, hizo una tesis y publicó un libro, yo creo que en contra de Bunge, que fue nuestro profesor, con el título de La cientificidad del psicoanálisis.[2]

    He tenido otros analistas, pero mi queridísimo Miguel Kolteniuk se lanzó directamente a hacer ver que el psicoanálisis era susceptible de experimentación, casi del laboratorio. Después él mismo ─lo he sabido, porque tiene mucho que no lo veo─, se interesó en la hermenéutica. Inclusive llegó a pensar en tener un círculo, un grupo de hermenéutica psicoanalítica. Porque yo creo que ahí se sitúa la episteme del psicoanálisis.

    El positivismo lógico tenía su exponente, Don Mario Bunge, que hacía una distinción. Había ciencias, claro está; pero también había protociencias, que eran disciplinas que posiblemente iban a llegar a ser ciencias algún día. Él colocaba ahí, por ejemplo, la lingüística, que era una ciencia joven (con criterio bastante cerrado de cientificidad). Y había pseudo-ciencias, entre las que colocaba principalmente a dos. Una era el marxismo, y la otra era el psicoanálisis. Yo estudié con él en el año setenta y cuatro, a principios de los setenta, y estaba muy presente el marxismo.

    Él se divertía mucho diciendo: “Hay dos pseudo-ciencias: el marxismo y el psicoanálisis”. Y todos levantábamos la mano y él pedía que las bajáramos, pues no iba a perder su tiempo discutiendo con gente que no sabía argumentar con rigor. Él tenía ese criterio.

    Para él, la cientificidad era el método, todo estaba en el método científico. Él aborrecía todo lo que no fuera metodológicamente científico. Y decía que la ciencia depende del método, el método científico, como el que exponía en el libro grande que he mencionado.

    Más recientemente, en 2009, me lo encontré en un congreso. Yo había estado en la filosofía analítica, en el positivismo lógico. Él quería que hiciera mi tesis de doctorado con él. Sobre la teoría de la ciencia de Bolzano. Pero tuvo que irse de México. Sin embargo, aprendí sus criterios de cientificidad. Yo fui profesor de lógica matemática doce años. Ahí se trataba de sacar la operación con reglas, axiomas, hasta que todo eso me pareció un corsé para la filosofía. Lo volví a encontrar en ese congreso de Mazatlán, pero creo que no le gustó que yo cultivara la hermenéutica.

    No tengo la culpa, yo estaba desde antes en la hermenéutica, pero la hermenéutica fue adoptada por esta otra corriente que también les quiero comentar, que ya está también un poco de salida, que es también lo que hemos llamado: filosofía posmoderna o tardomoderna. Me tocaron las dos: la analítica y la posmoderna, y tuve que batallar con ambas. Pero, de hecho, la filosofía posmoderna está de salida. Está exhausta, ya se agotó. Los discípulos de los grandes posmodernos, por ejemplo Gianni Vattimo, un querido amigo mío –y es de los principales hermeneutas, pero también de los principales teóricos de la posmodernidad. Pero tiene una hermenéutica demasiado abierta.

    Y un gran discípulo suyo, también muy amigo mío, es Maurizio Ferraris, autor de una gran historia de la hermenéutica.[3] Ferraris reacciona en contra de su maestro, Vattimo (quien fue traductor de este otro gran hermeneuta, Heidegger, al italiano), y está planteando un nuevo realismo, para salirse del relativismo extremo, que fue lo característico de la posmodernidad. Si a la filosofía analítica, de corte muy positivista lógico, la podemos llamar absolutismo, a la posmodernidad, aunque digan que no, hay que llamarla “relativismo extremo”. Claro, hay un relativismo sano, de sentido común: no se ve igual de aquí para allá que de allá para acá. Yo creo que se cansó la filosofía de ese relativismo extremo que había en la filosofía posmoderna, y que además lo adjudicaban a la hermenéutica. Porque la posmodernidad adopta la hermenéutica como su lenguaje, como le llama el mismo Vattimo: su koiné.[4] Es el lenguaje común en el que la filosofía más reciente ha dialogado. Entonces es la última corriente, lo más reciente: la filosofía posmoderna y la hermenéutica. Pero yo trato de evitar esa hermenéutica relativista que han profesado los de la filosofía posmoderna. El propio Vattimo tiene un libro que se llama Ética de la interpretación, un libro bueno, bello, donde dice que la hermenéutica es el lenguaje, la episteme, en términos, por ejemplo, de Michel Foucault, de la filosofía contemporánea. Pero, voy a dejar un poco así, para a lo mejor en el diálogo lo abondo por qué ya está pasando la filosofía posmoderna, hay otras corrientes nuevas. A veces me da un poco de miedo porque están volviendo a esto que, si bien les decía, el positivismo o la filosofía analítica, la podemos llamar “absolutismo” y a la otra “relativismo extremo”, yo prefiero unos nombres que tomo de la filosofía del lenguaje, que son: univocismo, equivocismo y analogía. Desde Aristóteles hasta Quine[BC1] , en filosofía del lenguaje hay tres modos de significar: el unívoco, que es claro y distinto, exacto y riguroso, etcétera, el de los positivistas lógicos o filósofos analíticos (no todos, porque también en la filosofía analítica hay una corriente pragmática o pragmatista; ya ve que es muy difícil ubicar escuelas porque habla una de fenomenología).

    Había muchísimas formas de ser fenomenólogo. Existencialistas, había mil maneras de serlo. También en la filosofía analítica hay muchas formas. Además de los positivistas, hay una vertiente pragmatista. Esto se ve en la semiótica, que tiene tres ramas. La semiótica es la ciencia del signo. Y en ella hay tres ramas, que son: la sintaxis, la semántica y la pragmática. El positivismo lógico al principio nada más aceptaba a la sintaxis y la semántica, y ahí era donde reprobaba al psicoanálisis, porque tenía que poseer una sintaxis lógica. Para mí el paradigma de la filosofía positivista y analítica fue un gran filósofo: Rudolf Carnap, del Círculo de Viena, porque Viena ha dado muchas cosas buenas y malas. Carnap, es su primera etapa, fue de sintaxis. Todo lo que fuera susceptible de sintaxis lógica era científico, podía tener cartas de ciudadanía para existir filosóficamente. Por eso escribe Die logische Syntax der Sprache, un libro de los años 30. Después se cambió a la semántica. Él fue perseguido por los nazis, se va a Chicago, y allí se encuentra con Charles Morris, que es uno de los principales semióticos de la historia, seguidor del gran Charles Sanders Peirce.

    Charles Morris sistematiza la semiótica como sintaxis, semántica y pragmática.[5] En ese tiempo, en los años cuarenta, Carnap entra a la semántica y ya incluso escribe en inglés y deja pendiente la pragmática, que por ahí creo encontrar que está la hermenéutica y está la interpretación. Y también creo que por ahí va la episteme del psicoanálisis.

    La sintaxis es la rama de la semiótica que trata únicamente de los vehículos de signo y sus relaciones entre sí. Es decir, la coherencia, es lo más básico. Un lenguaje, un sistema de signos tiene que tener, ante todo, coherencia, si no, ni siquiera se puede entender.

    Todavía más exigente es la semántica, que tiene que ver con la relación de los signos o los vehículos de signo con los objetos. Las teorías de la verdad, por ejemplo, la de Tarski, tienen que ver con la referencia, no solamente con la coherencia. Pero la pragmática es la dimensión o rama de la semiótica más complicada y más difícil, porque tiene que ver con las relaciones de los vehículos de signo con los usuarios, que somos los seres humanos. Y el ser humano es el usuario más anómalo que se pueda imaginar.

    Pensemos, por ejemplo, en un poeta. De hecho, un poema yo no lo puedo entender a pura sintaxis; ni siquiera aplicando la semántica; tengo que entrar con la pragmática. La pragmática busca qué quiso decir, la sintaxis es únicamente la coherencia. Si no hay coherencia, no hay lenguaje. Y hasta cuesta explicar un despropósito sintáctico, hasta cuesta ejemplificarlo. Se puede decir, por ejemplo: “yo sin embargo, después de todo, ahora bien”, lo cual carece de sintaxis y no se entiende. Y luego se añade la semántica, es decir, la relación con la realidad. Pero lo más difícil es la pragmática: ¿qué quiso decir el que se expresó?

    Un poema, ni siquiera una ironía, se pueden entender sin el nivel pragmático del lenguaje. Yo he trabajado la conexión de la pragmática con la hermenéutica que ha señalado un amigo mío, que era profesor en Campinas, Brasil, ahora está de profesor emérito en Tel Aviv, Marcelo Dascal, gran pragmatista.[6] Sostiene que pragmática y hermenéutica buscan lo mismo. La finalidad es la misma, lo único distinto es el origen. Es decir, la pragmática busca lo que sus cultivadores llaman el “speaker’s meaning”, el significado del hablante: qué quiso decir, qué quisiste significar con lo que expresaste; y, en cambio, en la hermenéutica, más bien, siguiendo a este gran hermeneuta que fue Paul Ricoeur, se busca la intencionalidad del autor, o del que emite los signos, porque está más en la línea de la escuela de la fenomenología. Y, en cambio, el origen es distinto. Nada más el origen es diferente en la pragmática, que viene del positivismo lógico. En efecto, Rudolf Carnap fue maestro de un gran pragmatista del lenguaje: Joshua Bar-Hillel[BC2] , que fue, a su vez, profesor de mi amigo Marcelo Dascal, quien ha trabajo la pragmática del lenguaje.

    En cambio, la hermenéutica proviene de la fenomenología y del historicismo de Dilthey, según el trabajo de Heidegger. Por eso corre el peligro de relativismo. Yo fundé en la UNAM el Seminario de Hermenéutica en el Instituto de Investigaciones Filológicas. Como había pasado de Filosóficas a Filológicas, podía hacer hermenéutica, porque no era bien vista. era como una especie de alquimia o magia.

    Sin embargo, también la hermenéutica tiene su parte científica, al igual que su aspecto de arte, de intuición. Para acabar de plantear el problema, porque apenas estoy en el planteamiento de la cientificidad del psicoanálisis. Con todo, ha cambiado mucho la epistemología. Ya no es aquella postura anticuada, positivista; aunque todavía hay filósofos analíticos que se dicen positivistas. Y son como los del siglo diecinueve. Todavía quieren pasar todo por el laboratorio.

    Desde los años treinta a Carnap se opone otro vienés, Karl Popper. Los neopositivistas del Círculo de Viena tenían el famoso criterio de verificación. Únicamente tiene sentido y es ciencia lo que se pueda verificar empíricamente. Por eso el psicoanálisis era desechado. Pero se dieron cuenta de que si eso era verdad, toda la física se caía, porque hay muchas cosas en la nueva física que no se puede verificar en ningún laboratorio. Por ese tiempo Weinberg[BC3]  les mostró su autorrefutación.[7] Sobre el propio Carnap dijo que su propio criterio de verificación era inverificable. Años treinta, y se cayó, porque tendría que examinar todas las proposiciones de la ciencia, o de la filosofía, o de lo que fuera, para poder decir que la verificación es lo que vale como criterio de cientificidad.

    Por eso se abandonó el criterio de verificación, y Popper propuso un criterio un poco más amplio, que también ya está algo desfasado. Pero esto es lo que se ve en epistemología, en filosofía de la ciencia, la cual se ha conectado mucho con la hermenéutica.

    Popper decía que la verificación es imposible. No se puede ni siquiera verificar que una llave de cobre es de cobre, porque tendría que llevarla al laboratorio, ¿pero, luego, quién verifica al laboratorista?… ¡el psiquiatra!… ¿y quién verifica al psiquiatra?… pues a lo mejor el psicoanalista… ¿pero quién le dijo al psicoanalista que es científico?

    Entonces se va al infinito, se pierde. Por eso Popper introduce más bien el criterio de falsación.[8] Para él toda la ciencia es conjeturas y refutaciones. Es científico lo que se pueda refutar. Por ejemplo, una teoría de magia no es refutable, no es falsable, no es susceptible de falsación.

    El criterio de falsación tiene el esquema de la regla lógica del Modus Tollens: P, entonces Q. No Q, entonces no P. Y después ver si se puede falsar una proposición, una teoría científica.

    Ahora, incluso, ya ni siquiera se sostiene la falsación. Ahora, está buscándose la manera de que la filosofía de la ciencia, embone (que es anglosajona por lo general, los del Círculo de Viena, los ingleses de Cambridge y de Oxford, y los estadounidenses, que también son muy analíticos) con lo que llaman la filosofía continental, que es la fenomenología y la hermenéutica.

    Un ejemplo de ello es Donald Davidson. Murió no hace mucho. Yo todavía lo conocí y dialogué con él, gran filósofo analítico norteamericano, uno de cuyos principales libros es Inquiries into Truth and Interpretation.[9] Reconoce que tenemos que interpretar. Inclusive, en la misma filosofía de la ciencia popperiana se dice que no elegimos una teoría científica como mejor que otra por lógica formal, sino por interpretación. Incluso lo que el viejo Aristóteles llamaba “por phrónesis (por prudencia)”, a saber, una teoría que sea más fecunda, que sea más elegante, que incluso abra perspectivas para el desarrollo de la investigación.

    Hermenéutica y psicoanálisis

    ¿Por qué digo que el psicoanálisis es hermenéutica? En el tiempo en el que estuve dando aquí esta clase de hermenéutica, me di cuenta que era una episteme interpretativa, una episteme hermenéutica. Porque encontré en el propio Freud (en dos ocasiones lo dice), en un artículo de enciclopedia, en los años 22-23, que se llama sencillamente “Psicoanálisis”, dice que es un “arte de interpretación”, y después en otro trabajo suyo que se llama “Múltiple interés del psicoanálisis”, lo llama “técnica de interpretación”.[10] Sabemos que en filosofía, entre los griegos, “arte” y “técnica” son lo mismo. Para Platón, para Aristóteles, para Sócrates, la techne es lo que después fue el arte, porque las bellas artes, son ya del Renacimiento. Antes podía ser arte incluso el de un zapatero, que hiciera bien sus zapatos. El arte y la techne, la técnica, y la interpretación, vienen a hacer lo mismo: confluyen. Aquí deseo recomendar un trabajo del propio Felipe Flores: “Entre la identidad y la inconmensurabilidad, la diferencia. Aristóteles y Freud: el caso de la analogía”,[11] un artículo también de los noventas.

    Lo conecto porque, en el año 97, publiqué un artículo al que intitulé: “Aristóteles en Freud, a través de Brentano”.[12] Este filósofo fue el maestro de Freud, y quiero detenerme en él, para después pasar propiamente a la hermenéutica, porque es uno de los pilares de esta disciplina. Posiblemente de él recibió eso el propio Freud, quien fue alumno suyo en Viena.

    Para ese artículo tuvimos que hacer una investigación un poco fuerte con otro amigo, Ricardo Blanco, el cual consiguió incluso artículos austríacos donde se hablaba hasta de las clases que había tomado Freud con Brentano.

    Brentano era un gran aristotelista. Y es curioso que en la actualidad Aristóteles es el más presente en filosofía, en parte gracias a Heidegger y, sobre todo, a la interpretación que de él hizo Franco Volpi, un profesor de Turín. [BC4] Él fue un amigo mío, quien murió trágicamente. De entre sus libros hay uno sobre Heidegger y Aristóteles, y otro sobre Brentano y Heidegger.

    Él tenía la interpretación, la última canónica, de Heidegger, en el sentido de que Ser y tiempo provenía de Aristóteles. Era la versión ontológica de la Ética a Nicómaco. Esto nos habla de la actualidad del Estagirita.

    Freud estudió con Brentano. Freud estudiaba medicina, por eso llevó con Brentano sólo cursos optativos; sin embargo, parece que estuvo varios años con él y asistió a tres o cuatro cursos optativos suyos, todos sobre Aristóteles. Lo cual indica que Aristóteles está en las raíces del psicoanálisis.

    Brentano, estuvo en el contexto del siglo XIX, en la segunda parte, de gran positivismo, porque era el de Comte, de Stuart Mill, de Darwin…de todos los que eran los cientificistas de esa época, y se enfrenta a ellos. Sólo que, según dicen, uno se mimetiza con el enemigo. Uno como que “absorbe” cosas del enemigo, y desgraciadamente Brentano concedió varias cosas a los positivistas, pero no voy a entrar en eso. Baste con decir que él fue el gran aristotélico o aristotelista de la segunda parte del siglo XIX.

    Él tuvo dos alumnos geniales: uno de ellos fue Freud, y el otro, Edmund Husserl. Incluso Husserl publica algunas memorias de su maestro Franz Brentano y él manejaba una teoría muy singular.

    Pero antes de la teoría, la amistad; porque no solamente fue Freud alumno de Brentano, sino que fue amigo suyo. Brentano lo recomendó con un gran filósofo, estudiosísimo de los griegos, Gomperz[BC5] , todavía se usan sus cuatro tomos sobre la filosofía antigua. Pues bien, él dirigía una colección de libros en Viena. Y Brentano, que era su amigo, le recomienda a Freud para que traduzca nada menos que el paradigma del positivismo del siglo XIX, Stuart Mill.

    Cuando explico en clase la hermenéutica unívoca y la hermenéutica equívoca, para añadir después mi propuesta de una hermenéutica analógica (o sea, intermedia, una síntesis), siempre pongo como ejemplo, como paradigma, de la hermenéutica unívoca a John Stuart Mill.

    Éste fue seguidor de Comte, de Ribot, de los positivistas. Tiene una obra en dos tomos: A system of logic (Un sistema de lógica) inductiva y deductiva. Todo eso teníamos que estudiarlo en mis tiempos de filósofo analítico: la lógica, el método…

    Allí, Stuart Mill es el paradigma de la hermenéutica unívoca: solamente hay una sola y única interpretación válida, todas las demás tienen que ser falsas, o incorrectas, inválidas. Esa es la hermenéutica unívoca. Una sola interpretación es válida, todas las demás tienen que ser falsas, porque era la aplicación del principio del tercero excluso, que los cientificistas siempre han manejado. Y lo estudió Freud. Es decir, tuvo también una influencia positivista, que, además, le venía de su maestro, Brücke, un médico positivista del siglo XIX. Pero Freud superó tanto el romanticismo como el positivismo de su época, porque yo sostengo, como lo hace también Felipe Flores, que Freud era analogista. Freud era hermeneuta analógico, cada vez me convenzo más. Y lo era por Brentano, ya que este último fue su maestro y le enseñó la filosofía de Aristóteles.

    Para sintetizar un poco, diré que Brentano le enseñó cuatro cosas a Freud, cuando éste fue alumno suyo en Viena, porque Brentano era alemán pero tuvo que huir y en Viena los acogieron. La pasó bien ahí con Freud y también fue alumno suyo Husserl. Pues bien, Brentano recoge de Aristóteles un concepto que ha vuelto a la actualidad, el de intencionalidad. Uno de los que lo han mantenido es un filósofo analítico, Hilary Putnam.

    Hilary Putnam ataca el conductismo, que él llama “funcionalismo”. Tiene un artículo muy interesante, que se llama “Por qué no funcionó el funcionalismo”.[13] Y explica que es porque no da cuenta del concepto de intencionalidad. El ser humano es intencional. Esto ya lo decía Aristóteles, de quien lo recoge Brentano, y lo transmite tanto a Freud como a Husserl. Es el concepto de intencionalidad.

    Brentano escribe un libro que se llama Psicología desde el punto de vista empírico,[14] porque ya con la psicología aristotélica tenía mucho que enseñar, pero él quiere actualizarla, es decir, trasladarla, traducirla, trasponerla, adaptarla, a la psicología positivista que estaba muy en boga en ese entonces, incluso con laboratorios psicológicos.

    Él recoge la noción de intencionalidad. El la llamó in-existencia, es decir, existencia en tensión o tendencia. Esta indica que toda acción psicológica tiene una intención hacia algo, tiene un objeto. Esto es lo que, en la actualidad, ha derrumbado a los funcionalistas o conductistas, porque para ellos el ser humano no tiene más que conductas operantes, conductas abiertas; pero no, el ser humano es intencional. Esto nos lo hace ver la hermenéutica. Inclusive tengo un libro de antropología filosófica donde parto de que el ser humano es un ser intencional. Tiene una intencionalidad. Estamos acostumbrados a entender “la intención” como volitiva, pero no es la única, como lo hacen ver Brentano y Aristóteles.

    Hay una intencionalidad cognoscitiva, conocemos intencionalmente. Es decir, de alguna manera nos hacemos el objeto conocido. Así como también, a través de la voluntad, de alguna manera nos transformamos, o nos asimilamos (es la palabra mejor) al objeto amado, al objeto querido. Y también yo añadiría (esto no lo dice Brentano) que hay incluso una intencionalidad óntica: de ser. Aquí recuerdo una teoría muy hermosa de Spinoza y de Leibniz: el “conatus existendi[BC6] ”, todo ser humano tiene un impulso a existir y es lo que en Freud va a serla pulsión -porque es el término que él traduce (la intencionalidad de Brentano)-, en Husserl va a ser la intencionalidad misma. Es lo que nos impulsa hacia el otro. Esto es muy importante, porque mientras más salgas de ti mismo, de tu narcisismo, más realizado y feliz puedes ser con la otra persona u objeto de intencionalidad. Entonces, Freud recibe la noción de intencionalidad, que había plasmado el propio Brentano en su libro Psicología desde el punto de vista empírico.

    Una segunda enseñanza de Brentano a Freud es la del inconsciente. Ya estaba en boga, sobre todo, con los románticos. Los románticos eran un la pasión, la emoción; eran un desastre, muchos acabaron locos o suicidas. A los filósofos románticos, como Schelling, se les opone Hegel, los desconoce. El propio Nietzsche de joven sonaba como filósofo romántico. Pues bien, los románticos dejaban lugar, más que a la razón, a la voluntad, al inconsciente, al sueño. Por ejemplo, Eduard von Hartmann, que articulaba toda su filosofía desde el concepto de inconsciente. Era discípulo de Schelling.

    El mismo Schelling ya tenía una teoría de que los seres no humanos tenían una conciencia disminuida, una especie de inconsciente. Tal vez por eso tuvo que dejar la Universidad de Berlín, por estar muy trasnochado –hablaba de una física organicista, en la que la materia era inconsciente, tenía psiquismo inconsciente. Eso era muy poético, pero ya estaba el positivismo. Después de que muere Hegel, él seguía enseñando, pero ya estaba en otra época, la de los positivistas, con la ciencia de laboratorio.

    Así, pues, von Hartmann era discípulo y seguidor de Schelling y ambos hablaban del inconsciente. Brentano recibió la idea del inconsciente a través de un tal H. Maudsley, el cual escribió un libro del que Brentano hizo una reseña, justamente el año en que entra Freud a estudiar en la universidad de Viena.[15] Entonces, eso también se refleja en la enseñanza de Brentano: el inconsciente.

    Así, además de la idea de intencionalidad de la mente, otra de las cosas que Brentano enseñó a Freud fue la del inconsciente. La otra, la tercera cosa que le enseñó fue la hermenéutica. Hay un artículo de otro amigo mío, filósofo alemán, Klaus Hdwig, sobre la hermenéutica en Brentano.[16] Este último se hizo cada vez más hermeneuta en sus clases y en sus escritos de historia de la filosofía. Sobre todo en su enseñanza de Viena polemiza con el gran estudioso de la filosofía griega, Eduard Zeller. Todavía se sigue usando la historia de la filosofía griega de Eduard Zeller, actualizada en los años 30-40, por Rodolfo Mondolfo, quien añade notas hasta de 50 páginas. Brentano le dice a Zeller que hay que usar métodos filológicos, es decir, hermenéutica y crítica, porque era lo que se trabaja en ese tiempo en los teóricos de la hermenéutica. Por ejemplo, un alemán. Ast[BC7] , que además, hablaba de estos métodos en la filología: la hermenéutica y la crítica.

    Así como siempre pongo en clase como modelo, como paradigma, de hermenéutica equívoca a Stuart Mill, señalo como paradigma o modelo de la hermenéutica equivocista al gran Daniel Schleiermacher.

    Schleiermacher era teólogo y filósofo, todavía se sigue editando su traducción de Platón en Alemania desde el siglo XIX, pero tenía una teoría hermenéutica que me parece peligrosa. Es bellísima, porque era típica del grupo de los románticos. Es lo que un gran hermeneuta actual, Paul Ricoeur llamaba la hermenéutica romántica, la cual era sumamente relativista.[17] Es un peligro, porque, si todo es tan relativo, no llegamos a nada. Además, se autodestruye en términos de la lógica. En lógica matemática están las famosas paradojas lógicas o auto-refutantes. Una muy famosa era la de Bertrand Russell, del mentiroso. Epiménides es griego, cretense, y todos los cretenses son mentirosos. Llega y dice: “Estoy mintiendo”. Si dicen que este enunciado es verdadero, lo hacen falso; si dicen que es falso, lo hacen verdadero.

    La otra paradoja era de Wittgenstein, la del escéptico. Llega el escéptico y dice: “Nada es cierto”. Ya se auto-refutó. Por lo menos es cierto que nada es cierto. Y ya podemos construir conocimiento. El relativismo excesivo es de los posmodernos. Porque lo dicen a veces con todas sus letras: “Todo es relativo”, pero con eso ya se refutaron. Es una postura absoluta. Si todo es relativo, también es relativo que todo es relativo. No hay salida en ese punto.

    Entonces, Brentano le transmite a Freud la intencionalidad, el inconsciente, la hermenéutica y, también, el concepto de analogía. Es la cuarta cosa que le enseñó. Brentano hizo una tesis doctoral en 1867 que se llama “Sobre el múltiple significado del ser en Aristóteles”. Es sobre la analogía.

    Aristóteles, en varias partes de su Metafísica (voy a nada más centrarme en el libro quinto, que es una especie de diccionario filosófico) demuestra que la mayor parte de los textos filosóficos son analógicos. No son unívocos, ni por supuesto equívocos. El equívoco sirve para hacer albures y para hacer chistes.

    Pero, la analogía es otra cosa, está intermedia entre la univocidad y la equivocidad. Fue la gran enseñanza de Aristóteles.

    La analogía la recibe Freud de Brentano. La tesis doctoral de éste, de 1867, es sobre la analogía del ser en Aristóteles. Algo curioso es que, en una página autobiográfica, Heidegger dice que el primer libro filosófico que leyó fue la famosa tesis de Brentano, sobre el múltiple significado del ser en Aristóteles; que de ahí nació Ser y tiempo, nada menos.[18] Fue un libro de 1927. Ser y tiempo, de Heidegger, es producto de Brentano, además de lo que le llegó a través de Husserl, maestro de Heidegger. Y éste decía que era el problema con el que seguía debatiéndose (y ya era viejo cuando escribió esto). Señalo esto nada más para que vean la influencia de Brentano. Su tesis fue el primer libro de filosofía que leyó Heidegger siendo jovencito y lo marcó para toda su trayectoria filosófica.

    En mis clases de hermenéutica he llegado a una definición muy simple de la hermenéutica: la hermenéutica es la disciplina de la interpretación de textos. Y es lo que hacemos en las Humanidades. Se ve en nuestras tesis. En literatura: una tesis sobre Machado, una tesis sobre Neruda… Interpretamos. En historia: lo mismo. En filosofía: mucho más. Todas nuestras tesis son sobre Platón, sobre Aristóteles, sobre Hegel, Nietzsche, Marx, el propio Heidegger. Algunos autores son muy difíciles de interpretar, como este último.

    La hermenéutica, pues, es la disciplina de la interpretación de textos. Aquí hago trampa, porque digo “disciplina”, ya que existe el pleito de si es ciencia o si es arte. Es las dos cosas. Es ciencia porque tiene principios, pero es arte porque utiliza, sobre todo, la intuición. Y, además, es bello pensar que el nombre viene de “Hermes”, porque Hermes era muchas cosas: el patrono de los médicos, el que pacificaba, el traductor, una especie de análogo, de mestizo, porque era hijo de Zeus y de Maia, una mortal. Entonces conocía el lenguaje de los hombres y de los dioses, y era el intérprete. De hecho, el traductor fue el primer significado de “hermeneuta”. Pero ya desde los tiempos muy antiguos se veía que en la hermenéutica, en el acto de interpretación, hay tres elementos: el texto, el autor y el lector. El texto debe tener un autor y también un lector. Un autor, porque, si no, no es texto, pues sería algo que surgió como por milagro, como si en un tronco de un árbol aparecieran unas letras por sí solas. Eso no es un texto, nadie lo escribió. Pero un texto tiene un autor y tiene un lector. Ya está aquí el problema, el conflicto. Porque muchas veces la intencionalidad del autor (que es lo que se busca en la hermenéutica) no coincide con la intencionalidad del lector o intérprete. Sobre todo si este es un hermeneuta equívoco, como muchos posmodernos. Para algunos de ellos en la hermenéutica vale lo que sea. Y eso nos desprestigia. Eso es el relativismo extremo, que yo quise combatir de la posmodernidad.

    Una hermenéutica unívoca quiere una interpretación clara, distinta, rigurosa, exacta, que casi nunca se puede lograr. Imagínese una tesis sobre Heráclito, del que conservamos fragmentos, nada más. Por eso, Aristóteles sostiene que más bien la interpretación es analógica.

    La analogía

    Aristóteles dice que los términos principales de la filosofía son analógicos. En el libro quinto de la Metafísica lo adjudica a los vocablos: “ente”, “causa”, “bien”; y, en la Ética a Nicómaco, incluso la amistad. De todos ellos explica que “se dice de muchas maneras. Sin embargo, según un orden”.[19] Y esa es la analogía.

    Admite varias interpretaciones, pero con cierto orden. Tal vez no podemos decir que una es falsa totalmente, pero una es mejor que otra. De ahí tenemos una jerarquización. Porque en la hermenéutica equívoca no hay criterios.

    Nietzsche era analógico. No lo olvidemos, era filólogo antes que filósofo. Y escribe sobre la retórica. Y en la retórica se usa el paradigma, exemplum, o analogía, y se utiliza para la deliberación, el llegar a un consenso analógico.

    No voy a entrar en Nietzsche; pero, si ustedes lo ven, es analógico. En cambio, la hermenéutica unívoca admite una sola interpretación como válida, todas las demás son inválidas.

    A diferencia de ella, en la hermenéutica equívoca prácticamente todas son válidas, porque, como no hay criterio, no hay límites, no hay nada, todas valen lo mismo.

    Eso es lo que me he propuesto combatir con la propuesta de la hermenéutica analógica, y señalar que la interpretación tiene límites. De hecho, la analogía es el sentido de los límites. Es ponerle límite a la univocidad y es ponerle límite a la equivocidad. Porque, si no, no podemos hacer ninguna ciencia.

    El viejo Aristóteles decía, muy sabio: con términos equívocos no se puede silogizar. Es inválido el silogismo. Pero con términos analógicos sí se puede silogizar.

    Es su manera de debilitar el principio de “no contradicción”, que los analíticos, especialmente los positivistas, toman como “no hay más que esto, o lo otro” y “lo mío es verdadero y lo tuyo es completamente falso”. Tal es la hermenéutica unívoca.

    Ahora, un poco de historia. El concepto de analogía lo introdujeron en la filosofía los geniales pitagóricos, que eran grandes matemáticos y se dedicaban a la filosofía. Quisieron llevar a la filosofía el rigor, la exactitud de las matemáticas, pero les falló rotundamente. Tuvieron que acudir al concepto de proporción.[20]

    En efecto, los pitagóricos se toparon con lo inconmensurable. No hablo de Pitágoras, sino de los pitagóricos, porque no está claro si existió, y a veces se llega a decir en las historias que Pitágoras era un personaje mitológico; pero sí se sabe de sus seguidores. Se tienen fragmentos, por ejemplo, de Filolao de Crotona, de Arquitas de Tarento y otros, que eran pitagóricos.

    Ellos llegaron a ese gran descubrimiento de la analogía cuando se toparon con lo irracional. Con los números irracionales. Éstos se van al infinito, y no podemos tener exactitud. También dieron con lo inconmensurable. Son dos palabras muy presentes en la posmodernidad. Ella disminuye mucho lo racional, y resalta la inconmensurabilidad. Tu escuela no es conmensurable con mi escuela, tu tradición no es conmensurable con la mía, tu línea científica no es conmensurable con la mía, con lo cual no hay diálogo posible. Pero de lo que se trata es de embonar, de lograr el diálogo entre las posturas que se consideran inconmensurables.

    Podemos imaginar a la secta pitagórica yendo a tirarse al acantilado, cuando el gran Arquitas de Tarento les dice: “Esperen. Es cierto que no conseguimos la exactitud, pero lo vamos a alcanzar según proporción. Porque “analogía” es la palabra griega que los latinos tradujeron como “proportio”. Es el sentido de la proporción. Y resulta de gran ayuda en la antropología, en la literatura, incluso en el derecho; se comparan sus elementos por analogía, por sentido de la proporción. Cabe recordar que los pitagóricos no sólo eran grandes matemáticos, sino también grandes místicos. En efecto, adoraban al Dionisio Zagreus, que era el de Nietzsche. Hermano de Apolo, pero estaban peleados. El que los pacificaba era Hermes, nada menos; era la hermenéutica. Es la que puede hermanarlos. De la noción de analogía sacaron los pitagóricos precisamente la noción de “areté” (virtud), que aparece después en Platón.

    Platón trata la hermenéutica en relación con la poesía de Homero. Se da en el diálogo Ión, que es sobre la poesía, sobre los rapsodas. Como declaman las obras de los poetas, son intérpretes de los intérpretes.

    Ya el artista es un intérprete. Lo vemos en la música. Decimos que el que ejecuta una pieza es un intérprete, ya que el otro intérprete fue el artista: Beethoven, o Mozart, o quien haya sido, que elaboró esa pieza musical. Y el ejecutante la interpreta.

    Los pitagóricos encontraron la analogía. Ellos estaban entre Parménides y Heráclito: Parménides era el amo de la univocidad, tenía un famoso poema ontológico donde dice “El ser es, y el no ser no es”. Es lo que sostiene en todo el poema, así como que el “no ser” no se puede pensar y, por lo mismo, no se puede decir.

    En cambio, Heráclito pensó lo contrario. Lo que de verdad existe es el puro devenir, el flujo. “Todo está en cambio”. Según él, lo que existe no es como dice Parménides: que el flujo es imaginario y lo fijo es lo verdadero. Heráclito dice: no, es al revés: todo fluye. Y ponía el famoso ejemplo del río: nadie puede pasar dos veces por el mismo río.

    Pero tuvo un discípulo más coherente, que da nombre a un diálogo de Platón: Crátilo. Crátilo fue más radical; porque, si Heráclito decía que no se pueden pasar dos veces por el mismo río, Crátilo dijo que ni una sola, porque cuando se va pasando ya es otro río.

    Es difícil entender por qué Platón le puso “Crátilo” a su diálogo sobre el lenguaje. Se dice que Crátilo, discípulo de Héraclito, no hablaba, hacía señas, porque la realidad cambiaba continuamente, ya no era lo mismo, por lo que las palabras no la podían atrapar. Pero eso nos pone a pensar que las señas pueden hacernos comprender algo del mundo, a pesar de que no son perennes.

    Entonces, Parménides era unívoco. Heráclito, equívoco. Y los pitagóricos, analógicos. Los pitagóricos pasaron el concepto de analogía a Platón. Platón fue amigo y discípulo de pitagóricos. Pero Platón tiene su parte unívoca, porque hablaba de esos paradigmas o arquetipos: las ideas o formas subsistentes. Habla de ellas en varias partes, pero de manera muy clara las expone en su diálogo La República, en el libro séptimo. Platón decía que cada cosa tiene su idea, su paradigma. Participa de él y lo imita. Hay univocidad en esa parte de Platón, pero también tiene su parte analógica, porque cuando tenía dificultades usaba el mito.

    De hecho, Platón tiene esa parte unívoca al decir que todo está regido por las Ideas subsistentes. En el libro séptimo de ese diálogo habla de una caverna donde se imagina a unos primeros hombres que estaban prisioneros en ella y no podían ver el fuego que la iluminaba, ni las figuras de las cosas, que se proyectaban en las paredes. Sólo veían esa parte de la cueva y las sombras que en ella estaban. Decía que las ideas están ahí, los prototipos, en el fuego central y vemos únicamente lo que proyectan en las paredes de la cueva, puras sombras.

    El discípulo de Platón, Aristóteles, es el genio de la hermenéutica y de la analogía. No solamente en el libro suyo que se llama Sobre la interpretación, sino también en la Retórica y la Poética. Aristóteles recoge la analogía de los pitagóricos, que es proporción, pero también una analogía más platónica, que es jerárquica. En esta última hay un primer analogado, y luego hay secundarios, que van descendiendo hasta que se pierde el significado que se les atribuye.

    El propio Aristóteles ponía el ejemplo de la salud: “sano” es un predicado que podemos adjudicar al organismo, pero también al alimento, al medicamento, al clima, a la orina, y hasta podemos decir, metafóricamente, que es sana una amistad o una economía. Pero el significado principal lo tiene el organismo, y los demás participan de él en diferente medida.

    Es decir, se va descendiendo en la apropiación del significado de lo sano, y eso es muy útil en la hermenéutica. La analogía de proporcionalidad nos hacer aglutinar, combinar, unificar, varias interpretaciones como válidas. Guardan proporción. Se pueden tomar como válidas. En cambio, la analogía que llama Aristóteles “pros hen”, o “de atribución”, es jerárquica: nos dice que una interpretación es mejor, la otra va decayendo, la otra aún más, hasta que llega un momento en el que se incurre en la equivocidad. Esto ayuda mucho en la hermenéutica, para aceptar varias interpretaciones como válidas, pero unas más que otras.

    En esta idea de una hermenéutica analógica, yo le debí mucho a ese gran hermeneuta que fue Paul Ricoeur, ya en hace mucho, en 1986. Porque asistí a un congreso en Granada sobre Paul Ricoeur con Paul Ricoeur, donde él contestaba las conferencias. A mí me pidieron conferencia, y trabajé sobre un libro de Ricoeur que tradujo Armando Suárez: Freud, una interpretación de la cultura, y llevé una conferencia en la que, entre otras cosas, hablaba sobre el símbolo onírico en Freud y en Paul Ricoeur. Pues bien, después de mi conferencia y su respuesta, Ricoeur y yo tomamos un café en el descanso. Allí me dijo que, para el símbolo iba yo a necesitar el concepto de analogía.

    Me indicó que releyera la última parte de su libro La simbólica del mal, donde hace ver cómo el símbolo se interpreta analógicamente, por proporción. Esta idea se encuentra ya en Kant, en la Crítica del juicio, parágrafo 58,[21] donde dice que el símbolo sólo se entiende analógicamente. No de manera unívoca, porque se lo destruye; ni de modo equívoco, porque se volatiliza.

    Para Ricoeur el símbolo era muy importante. Formaba lo más central de una cultura. Sin embargo, si un símbolo cultural se interpreta unívocamente, se lo asfixia; pero, también, si se interpreta con una hermenéutica equívoca, se diluye.

    Me tocó en 1994 un diálogo con un filósofo y antropólogo, que ya murió, Raimon Panikkar, hijo de hindú y catalana, que tenía, a mi parecer, una posición equivocista sobre el símbolo, pues sostenía que no se puede entender un símbolo de otra cultura; se tiene que haber nacido en ella. Yo le contesté que, como dice Ricoeur, siempre hay pérdida en el significado; pero algo se capta, pues si no, no tiene caso la antropología.

    En un siguiente libro suyo, Iconos del misterio, que mi asistente me llevó, parecía que Panikkar se estaba refiriendo a mí, porque había un capítulo que se llama “Ni por analogía”.[22] Pero entonces se quedaba en una postura equivocista: sólo se puede entender un mito, un rito, un símbolo cultural, si se ha nacido en esa cultura.

    La hermenéutica analógica

    Aristóteles nos enseña lo que es la hermenéutica, porque el gran hermeneuta Hans-Georg Gadamer dice en su libro Verdad y método que la hermenéutica (o sea, la interpretación) tiene esquema de la prudencia, de la frónesis.[23] Lo principal en la prudencia es la deliberación. De hecho, para los romanos, el ciudadano era el capaz de deliberar, porque era susceptible de ser elegido, o de elegir, para puestos públicos.

    Gadamer se refiere a Aristóteles, para quien la frónesis es pura analogía. Si vamos a la Ética a Nicómaco, en el libro sexto, que es el que trata de la frónesis, allí nos dice el estagirita que, en lugar de definir exactamente lo que es la frónesis, preferirá dar ejemplos de prudentes. Esto se da en los generales, en los legisladores y gente que organiza o gobierna.

    La frónesis, o prudencia, la deliberación, nos lleva a un juicio práctico que para Gadamer es muy semejante al juicio interpretativo, es pura analogía. Por eso me dije que tenía que rescatar el concepto de analogía para la hermenéutica. Porque la frónesis es analogía, y la frónesis es el esquema de la hermenéutica. Esto lo reafirmó aquella plática con Ricoeur, en el año 1986. Todavía estaba yo en el Instituto de Investigaciones Filosóficas, con los filósofos analíticos, pero me puse a reflexionar sobre ese asunto de la analogía en la hermenéutica.

    Hasta el año 93, que estuve reflexionando. Ya me había pasado al Instituto de Investigaciones Filológicas, para poder trabajar más a fondo la hermenéutica, y empecé a idear lo de una hermenéutica analógica. Quizá se debió a que mi paso al Instituto de Investigaciones Filológicas fue bastante traumático, porque yo venía del positivismo lógico, y allí encontré la posmodernidad, que me sonó a relativismo extremo. Todo valía.

    Entonces traté de poner remedio a ambos extremos. Me habían invitado a ser coordinador del Centro de Estudios Clásicos de dicho instituto filológico. En él se hacían traducciones del griego, del latín y se estudiaba la cultura clásica. Y los mismos filólogos clasisistas me pidieron que, como yo era filósofo, les diera método, para traducir adecuadamente.

    Me dije que tal vez la filosofía analítica no les serviría de mucho, pero la hermenéutica sí. Recordé que el gran hermeneuta Hans-Georg Gadamer había sido también filólogo clásico, el que justamente dice que la interpretación es frónesis; a saber, está diciendo en el fondo que la interpretación no es unívoca, tampoco, por supuesto, equívoca; que la interpretación tiene que ser analógica. Por eso ofrecí un el curso, que aproveché para articular la hermenéutica era analógica. Y ya en 1993 lancé esa propuesta, en el congreso grande de filosofía, el de la Asociación Filosófica de México, que se llevo a cabo en Cuernavaca, en el que era el Casino de la Selva.[24] Ahí recibí objeciones y apoyos, fue muy enriquecedor, y ahora ha sido bastante aceptada. Hay numerosas tesis sobre hermenéutica analógica, incluso libros y, además, muchos artículos sobre ella. Lo que me importa es que sirva, lo que deseo es dar un servicio a la filosofía de mi país, y, como he tratado de hacerlo ahora, al psicoanálisis.

    Veamos, finalmente, cómo se puede aplicar la hermenéutica analógica al psicoanálisis, de manera muy breve, porque se necesitaría otro trabajo para hacerlo. Pero basten unas cuantas indicaciones. Como he dicho, hay tres tipos de significado: el unívoco, el equívoco y el analógico. Esto en la filosofía del lenguaje. En la semiótica, sobre todo en la semántica y en la pragmática.

    El significado unívoco es totalmente claro. En los manuales de lógica y de filosofía del lenguaje se pone casi siempre el mismo ejemplo: el hombre. Es unívoco.

    En cambio, el equívoco es totalmente inconmensurable, es totalmente disparatado. Un ejemplo es “gato”, que puede significar el animal, el juego y hasta un instrumento para levantar objetos, además de una persona que es muy servil. Esa es la equivocidad. La equivocidad es totalmente inconmensurable.

    La univocidad es la pretensión de la conmensuración plena. La cual casi nunca se alcanza. Solamente cuando se trata de textos muy triviales; pero, a poco que se complican, se esfuma esa posibilidad de univocidad. La univocidad quizá es alcanzable en las ciencias formales, como en la lógica matemática.

    Siempre pienso en las matemáticas. Pero hay amigos míos matemáticos que me han dicho que ya no. Es que siempre recuerdo a Descartes, quien decía: “Voy con los matemáticos y todos se entienden; voy con los filósofos y nadie entiende a nadie”. Pero parece que ya no. Porque una misma fórmula puede ser leída desde diferentes escuelas. Hay interpretación.

    Entonces, quizá haya que decir que la univocidad es, como diría Kant, una idea reguladora, a la que hay que tender pero sabiendo que casi nunca se va a alcanzar. Por ejemplo, no creo que se alcance en las Humanidades. Muchos humanistas lo quisieran, incluso psicoanalistas cientificistas: tener una interpretación unívoca. Y, al no conseguirla, se van a la equivocidad, que es peor. Es el reino de la ambigüedad. La equivocidad ha desprestigiado mucho a la hermenéutica. Por eso me parece algo afortunado el que la posmodernidad ya está de salida.

    A diferencia de la univocidad y la equivocidad, la analogía es intermedia. No tiene la pretensión de claridad de lo unívoco, pero tampoco se derrumba en lo equívoco. Se da, por ejemplo, en la metáfora. Porque hay una analogía de proporcionalidad impropia, que es la metafórica. La metáfora es analogía pura, pero no es equivocidad. Si lo fuera, se volvería ridícula, irrisoria, o no se entendería.

    Esto es lo que hay que aplicar al psicoanálisis. Porque el analista se dirige al analizado como a un texto que tiene que interpretar. En sus sueños, en sus lapsus, en lo que dice y en lo que actúa. Pero tiene que tratar de aplicar una hermenéutica analógica, ya que una hermenéutica que pretenda la univocidad en la interpretación ahoga el texto, le impone el significado. Y una hermenéutica que se derrumbe en la equivocidad también mata al texto, lo difumina tanto, que se atomiza.[25]

    Una anotación sobre el texto: el concepto de texto ha cambiado mucho. Por supuesto que sigue siendo el texto escrito, el clásico, el cual es un texto cerrado. En cambio, Hans-Georg Gadamer añade el texto hablado: el diálogo, la conversación, que es un texto abierto, el cual a veces no se sabe hacia dónde va, y a veces se va donde no se quiere.

    Otro gran hermeneuta, Paul Ricoeur, añade como texto la acción significativa. Es lo que estudia el antropólogo, el sociólogo, y otros. Entre ellos está el psicoanalista, porque no se queda sólo en el diálogo, sino con muchas cosas que forman parte de la acción significativa del ser humano. Y hasta se puede decir, como se hacía en la Edad Media, que el mundo es un teto. Decían que Dios había escrito dos libros: la Biblia y el universo. Con lo cual se juntaban la hermenéutica y la ontología.

    Conclusión

    La episteme del psicoanálisis es hermenéutica. Como arte y técnica de la interpretación pensó Freud su propuesta. Así la define claramente. Pero, según hemos visto, la hermenéutica se encuentra distendida entre el univocismo y el equivocismo. En ella hay posturas cerradas, de estrecho positivismo; y también posturas desmesuradamente abiertas, de excesivo relativismo posmoderno. Por eso hace falta una mediación, que permita interpretar dejando la libertad del analizado pero con la prudencia del analista.

    Una hermenéutica analógica podrá hacer mucho bien al psicoanálisis, porque necesita un instrumento para la interpretación, pero para comprender textos que tienen un alto grado de dificultad, ya que no son de una claridad meridiana, sino que envuelven oscuridad, que pertenecen al claroscuro de lo que necesita ser conducido desde el inconsciente hasta la conciencia. Lo cual es arduo.

    Pero la ya amplia experiencia de la práctica psicoanalítica ha mostrado que se han aprendido diversas maneras de interpretar. Sobre todo ese texto tan difícil que es el simbólico. Porque el símbolo no solamente es el signo más difícil y más central en cualquier cultura, sino que es, también, el más peculiar del psicoanálisis.


    [1] M. Bunge, La investigación científica. Su estrategia y su filosofía, Barcelona: Ariel, 1969,

    [2] M. Kolteniuk Krauze, El carácter científico del psicoanálisis, Buenos Aires: FCE, 1976.

    [3] M. Ferraris, Historia de la hermenéutica, México: Siglo XXI, 2000.

    [4] G. Vattimo, Ética de la interpretación, Barcelona: Paidós, 1992, p. .

    [5] M. Beuchot, Elementos de semiótica, México: UNAM, 1979, pp. .

    [6] M. Dascal, “Interpretazione ermeneutica e interpretazione pragmatica”, en Rivista di filosofia neoscolasctica, 81 (1989), pp. 564-579.

    [7] J. R. Weinberg, Examen del positivismo lógico, Madrid: Aguilar, 1959, p. 258.

    [8] K. Popper, La lógica de la investigación científica, México: REI, 1991, pp. 41 ss.

    [9] D. Davidson, Inquiries into Truth and Interpretation, Oxford: Clarendon Press, 1984.

    [10] S. Freud, “Psicoanálisis”, en Obras Completas, Madrid: Biblioteca Nueva, 1996, vol. 2, p. 2663; “Múltiple interés del psicoanálisis”, ibid., p. 1854.

    [11] F. Flores, “Entre la identidad y la inconmensurabilidad, la diferencia. Aristóteles y Freud: el caso de la analogía”, en Analogía Filosófica, año 9, n. 2 (1995), pp. 3-26.  

    [12] M. Beuchot, “Aristóteles y la escolástica en Freud a través de Brentano”, en Espíritu (Barcelona), 47/118 (1998), pp. 161-168.

    [13] H. Putnam, Representación y realidad. Un balance crítico del funcionalismo, Barcelona: Gedisa, 1990, pp. 119 ss.

    [14] F. Brentano, Psicología, Madrid: Revista de Occidente, 1935 (2ª. ed.), pp. 27-28.

    [15] L. L. Whyte, El inconsciente antes de Freud, México: Joaquín Mortiz, 1967, p. 161.

    [16] K. Hedwig, “Brentano’s Hermeneutics”, en Topoi. An International Review of Philosophy, 6 (march 1987), pp. 3-10.

    [17] P. Ricoeur, “The hermeneutical function of distanctiation”, en Hermeneutics and the Human Sciences, Cambridge: Cambridge University Press – Paris: Éditions de la Maison des Sciences de l’Homme, 1982 (repr.), p. 140.

    [18] E. Nolte, Heidegger. Política e historia en su vida y pensamiento, Madrid: Tecnos, 1998, p. 36.

    [19] Aristóteles, Metafísica, V, 2, 1013b4-5.

    [20] G. E. R. Lloyd, De Tales a Aristóteles, Buenos Aires: Eudeba, 1973, pp. 58-59.

    [21] I. Kant, La crítica del juicio, México: Editores Mexicanos Unidos, 1998, p. 161.

    [22] R. Panikkar, “Es un discurso polisémico que no puede ser ni siquiera analógico”, en Iconos del misterio, Barcelona: Eds. Península, 1998, p. 30.

    [23] H.-G. Gadamer, Verdad y método II, Salamanca: Sígueme, 1994, p. 317.

    [24] M. Beuchot, “Los márgenes de la interpretación: hacia un modelo analógico de la hermenéutica”, en M. Aguilar Rivero (coord.), Diálogos sobre filosofía contemporánea, México: Asociación Filosófica de México – UNAM, 1995, pp. 159-176.

    [25] M. Beuchot, R. Blanco y A. L. Sierra, Hermenéutica y analogía en psicoanálisis. Una aproximación psicológica, México: UNAM, 2011, pp. 73 ss.


     [BC1]No queda claro quién es el filósofo que menciona.

    Minuto: 17:09

     [BC2]No encontré referencia sobre este autor. Favor de verificar que esté bien escrito.

    Minuto: 23:45

     [BC3]Verificar nombre.

    Minuto: 26:07

     [BC4]No existe esta palabra, pero así suena.

     [BC5]Confirmar nombre porque no se entiende en audio.

    Minuto: 35:45

     [BC6]Corroborar nombre de la teoría, no se encontró información.

     [BC7]Confirmar dato.

    Minuto: 47:20

  • La inmortalidad del ‘Día de Muertos’ en México

    Luciane Loss Jardim

    Resumen

    Este artículo bosqueja un análisis inicial del ritual del ‘Día de Muertos’ en México a través del psicoanálisis. Dilucida el sincretismo religioso mexicano a partir de la mescla entre la cultura y religiosidad de los antiguos pueblos mesoamericanos y la catequización española. Los conceptos de duelo, melancolía, real y resto, desde de Freud y Lacan, sirven como llaves para la lectura de este rito. Es un duelo no satisfecho, una ceremonia en la cual algo siempre se queda afuera del encuentro con los significantes, que tiene función de resto, que es de la orden de lo real.

    Palabras Claves: Religión, México, Día de Muertos, Duelo y Real.

    Abstract

    This article outlines an inicial analysis of the ‘Day of the Dead’ ritual in Mexico through psychoanalysis. Diluted Mexican religious syncretism from the mixture between the culture and religiosity of the ancient Mesoamerican peoples and the Spanish catechization. The concepts of mourning, melancholy, real and rest, from Freud and Lacan, serve as keys to the reading of this rite. It’s an unsatisfied mourning, a ceremony in which something is always left out of the meet with signifiers, which has a function of rest, which is real.

    Key-words: Religion, Mexico, Day of the Dead, Mourning and Real.

    Résumé

    Cet article présente une analyse iniciale du rituel de la ‘Journée des Morts’ au Mexique par la psychanalyse. Élucide le syncrétisme religieux mexicain du mélange entre la culture et la religion des anciens peuples d’Amérique centrale et le catéchiser espagnol. Les concepts de deuil, la mélancolie, réel et repos, de Freud et Lacan, servent de clés pour la lecture de ce rite. Il est un duel malheureux, une cérémonie où quelque chose reste

    toujours en dehors de la rencontre avec signifiants, qui a la fonction de repos, ce qui est de l’ordre de la réel.

    Mots-clés : Religion, Mexique, Jour des Morts, Deuil et réel.

    Psicoanalista, Miembro Adherente del Círculo Psicoanalítico Mexicano y Analista Miembro de la Asociación Psicoanalítica de Porto Alegre (Brasil). Doctora en Psicología Clínica (PUCSP/BRASIL). Actualmente ejerce el psicoanálisis en las ciudades de León, Guanajuato y San Luís Potosí, SLP. Es profesora en el Círculo Psicoanalítico Mexicano–Sede León y en la Maestría en Clínica Psicoanalítica de la Universidad de Zacatecas – sede San Luís Potosí. Es autora de diversos artículos en portugués, español e inglés en revistas especializadas. Sus temas de investigación son psicoanálisis en las instituciones y en la cultura, además de la clínica con psicosis, psicosomática, melancolía y psicopatologías graves.

    Correo electrónico: lulossjardim@gmail.com

    La inmortalidad del ‘Día de Muertos’ en México

    El sincretismo religioso en México

    “Somos un pueblo ritual”1, así trazó Octavio Paz al referirse al mexicano que ama las fiestas y las ceremonias. En pocos lugares del mundo se puede disfrutar espectáculos religiosos como se suele vivir en México. Las fiestas mexicanas y las celebraciones, invariablemente, son de mucho color, musicales, con mucha comida y bebida, llegando al derroche. Lujuriosas y opulentas sirven para calmar ó comprar el pueblo, que, así como los dioses necesitan de dádivas y ofrendas para que la colectividad se ponga al abrigo de la envidia celeste y humana.

    Desde la época prehispánica, la religión regía la vida de los mexicanos. Los aztecas siempre estaban pendientes de las voluntades, ni siempre claras, de sus dioses. Lo mágico-religioso era inseparable de la vida diaria, se manifestaba en todas las actividades cotidianas. La guerra, por ejemplo, se hacía en nombre de Huitzilopochtli2, en la presencia de la divinidad, morir en la guerra ritual significaba acceder a un mundo superior amparado por los dioses. La muerte y la vida para los antiguos mexicanos no les pertenecía, eran estadios de un proceso cósmico. En esta perspectiva, el sacrificio humano era impersonal, una vez, que ‘su vida’ y por lo tanto la muerte también, no les concernía. “Todo se conjugaba para determinar, desde del nacimiento, la vida y la muerte de cada hombre: la clase social, el año, el lugar, el día, la hora. El azteca era tan poco responsable de sus actos como de su muerte”3.

    Con el catecismo de los pueblos antiguos hubo un ablandamiento de

    los sacrificios humanos, éstos que antes eran colectivos, pasan a ser propios, pues para los cristianos la libertad individual es lo que cuenta. El ingreso de los significantes católicos en México cobró una suspensión de los sacrificios humanos propiamente dichos realizados en nombre de los dioses indígenas. La religión católica ofreció el propio hijo de Dios al sacrificio, para que los cristianos pudiesen hacer sacrificios simbólicos en nombre de Dios.

    Todavía, el cristianismo fue impuesto, una imposición que fue brutal y trágica. Según Fuentes4 con el intento de solucionar la desesperanza y el impulso de insurrección de los indígenas, la Iglesia y el virreinato dan al pueblo desprotegido una madre virgen llamada Nuestra Señora de Guadalupe. La propagación y constitución de la fe guadalupana como símbolo de unidad religiosa y cultural para los mexicanos estuvo a cargo de los criollos, quienes también carentes de identidad, agregaron elementos patrióticos y milagrosos a partir de la comunicación de las apariciones al indio Juan Diego. Emblema del privilegio de los humildes para ser testigos y primeros protegidos por los milagros de Dios.

    La insignia de que Cristo, hijo de Dios, pagó los pecados de los hombres y murió por nosotros permitió una identificación con la comunión del cuerpo y de la sangre de Cristo. Esto está señalado en el ritual de la Eucaristía, donde el pan y el vino se tornan alimentos para la vida eterna. Es como dijo Jesucristo en la última cena: “Yo soy el pan vivo bajado del cielo, el que coma de este pan vivirá para siempre. El pan que yo daré es mi carne y la daré para vida del Mundo”. Por lo tanto, Cristo crucificado, que tiene su cuerpo lastimado y ensangrentado en la cruz, mostró la plenitud del sacrificio para atenuar la furia de Dios.

    La mezcla religiosa entre la fe indígena y la fe cristiana es responsable por el ‘sincretismo religioso’ y por la fascinación por estos personajes que representan la madre violada y a el padre español que solo

    profesaba rechazo al mestizo. El ‘Día de Muertos’, una de las principales fiestas religiosas de México, es una celebración que refleja este sincretismo religioso que honra a los difuntos.

    El ‘Día de Muertos’ se celebra en los días 1 y 2 de noviembre, aunque en algunos lugares comienza desde el 31 de octubre, coincidiendo con las celebraciones católicas de día de los Fieles Difuntos y Todos los Santos. Fiesta con muchos colores vibrantes, danzas rituales, música, ceremonias y una inagotable variedad de dulces, frutas y objetos de artesanía que se venden en estos días en las plazas y mercados de las ciudades.

    Los altares hechos por el ‘Día de Muertos’ son ofrendas brindadas en honor a los muertos de la familia, amigos ó personajes importantes, y es un elemento fundamental en el conjunto de tradiciones. Estos altares llenos de alimentos, velas, flores y objetos de uso cotidiano del difunto están en cada rincón, casa, barrio, edificios públicos de cada ciudad ó pueblo del territorio nacional. El altar de muertos es una derivación de las ideologías prehispánicas, la cosmovisión de las culturas mesoamericanas y las creencias religiosas españolas responsables por la conquista espiritual de los pueblos nativos de México5.

    De lo que no cesa de no inscribirse

    ¿Con efecto, en esta conquista espiritual de México no habrá restado algo no recubierto por la doctrina cristiana? Es decir, que, en la incorporación del catolicismo por los mexicanos, ¿pudiera que algo tenga se quedado fuera de esta simbolización? Y cual la función de esto en los lazos sociales, ¿tenderá función de resto?

    La evangelización de los indios proporciono un nuevo orden social y cultural, que, sólo la conquista militar no se hubiera completado ni

    sostenido sin esta conquista “espiritual”, también épica y espectacular, pero, sobre todo, una ocupación que atrapo el “alma y el cuerpo” de los habitantes de la Nueva España.

    ¿Cómo se instituyó este nuevo sujeto nascido en culturas ancestrales delante del nuevo orden? ¿Sus orígenes fueran totalmente superadas y aniquiladas? Por supuesto que no.

    La incorporación de la lengua de Cervantes y la fe católica fue traumática y violenta. La cristianización de los indígenas impuso la superación y la pérdida de su antigua religión y cultura. Con el territorio dominado, la asimilación de los nuevos significantes de la cultura y del lenguaje europeo fue profunda y eficaz. Todavía, eencontramos restos, residuos, no sólo arqueológicos, de estas civilizaciones, articulados en el cotidiano mexicano, a través de la culinaria, del idioma y los costumbres.

    El español hablado en México es peculiar, pues, el sustrato náhuatl, lengua hablada por el pueblo azteca se encuentra en toda una serie de palabras que son propias del español mexicano, o sea, que no se habla en otros países de idioma español. Formas de hablar el español que tiene influencia de las lenguas indígenas y que subsiste hoy en día, principalmente, en los estados del centro del país, como el Estado de México donde la influencia fonológica y léxica en estas variedades que sobreviven en islas se debe en gran parte a lenguas originarias, en especial al náhuatl y al otomí-mazahua y el purépecha en Michoacán.

    Con la lengua vino la cultura, y con la cultura los rituales. Los ritos desde el psicoanálisis están lejos de ser sólo una costumbre del pasado y, por el contrario, mantienen la misma importancia que hace millares de años, ayudan a incorporar un nuevo elemento en la vida y acomodar los lazos psíquicos y sociales. En las ceremonias mexicanas “el tiempo deja de ser sucesión y vuelve a ser lo que fue, y es, ordinariamente: un presente en el

    que pasado y futuro finalmente se reconcilian»6.

    La liturgia cristiana, con una variedad de ritos en la iglesia, desde la celebración de la santa misa, a los sacramentos como el bautismo, la confirmación, los ritos de adoración de la santa eucaristía y las fiestas del calendario litúrgico se mescló con la antigua religión y rituales de mayas, aztecas y mexicas. Los rituales católicos fueran asumidos por los mexicanos y principalmente los ritos de los sacrificios humanos característicos de las antiguas civilizaciones fueron extintos.

    Los mayas, por ejemplo, creían que el dios uno de sus dioses habitaba en las profundidades del cenote y por eso se acostumbraba tirar guerreros, niños, jóvenes vírgenes con joyas valiosas y otras ofrendas, como parte de los sacrificios. Los aztecas, en ocasiones especiales, solían ofrecer los corazones arrancados de los pechos de niños y adultos a los dioses. Los sacerdotes sujetaban al sacrificado, que era colocado sobre una piedra por sus extremidades, mientras otro sacerdote ejecutaba la operación con un cuchillo de pedernal. Rituales que eran una especie de compensación o pago que los hombres daban a los dioses.

    Delante de las mortíferas ceremonias, el cristianismo fue un avance, una atenuación em relación a los sacrificios humanos. Sin embargo, el neurótico cristiano, también, se entrega a puniciones y ofrece sus sacrificios a Dios. No obstante, sus oblaciones y expiaciones no son sangrientas, suelen ser simbólicas. De todos modos, Dios es omnipotente y omnipresente para los católicos, y estos se entregan como objetos para completar el grande Otro, es la voluntad de Dios, dicen. Este ofrecimiento tiene la intención de provocar el deseo del Otro, una relación perversa por excelencia.

    La religión católica ofreció el propio hijo de Dios al sacrificio, para que los cristianos pudiesen hacer sacrificios simbólicos e imaginarios en nombre de Dios. Entonces, se presume que Cristo fue el último hombre

    sacrificado en nombre de Dios en el territorio mesoamericano.

    Sin embargo, el altar del ‘Día de Muertos’, que conlleva una creencia religiosa prehispánica es un rito perpetrado por los cristianos, que esperan a sus difuntos para recibirlos y obsequiarlos con los alimentos y bebidas que disfrutaban en vida. Los deudos tienen la creencia de que el espíritu de sus difuntos regresa del mundo de los muertos para convivir con la familia ese día, y así consolarlos y confortarlos por la pérdida. Los deudos arman el altar con las ofrendas que contienen una serie de elementos y símbolos que inviten al espíritu a viajar desde el mundo de los muertos para que conviva ese día con los suyos. Es decir, que el muerto puede regresar del inframundo y estar presente.

    Esta costumbre presta esperanza a la muerte, la cual nunca es definitiva ya que, al menos una vez al año, se vale regresar al mundo de los vivos. Rito que sostiene la no-elaboración de la pérdida, soporta la posibilidad de que algo sobreviva. El duelo no se forja, por lo tanto, el muerto se eterniza y la melancolía se perpetúa.

    En Duelo y Melancolía7, Freud sitúa la melancolía como una «depresión de cuño obsesivo» como consecuencia del duelo patológico que se produce cuando el conflicto de ambivalencia no permite la sustracción libidinal del objeto. El ritual del ‘Día de Muertos’ con toda presencia que conlleva del difunto sugiere la procrastinación obsesiva de no efectivar la pérdida, manteniéndola siempre ahí, él muerto es perpetuamente revivido.

    La ceremonia del ‘Día de Muertos’ es una fiesta, una celebración, no es un culto triste, dolido y pesaroso. En esta colectividad alrededor del difundo, el ánimo es el revés de la nostalgia. La libido a través del ritual se mantiene hacia al ente querido, no hay la necesidad de abandonar esta posición libidinal. La herida abierta por la pérdida se convierte en festejo.

    Lacan en el Seminario El deseo y su interpretación8 retoma el texto “Duelo y melancolía” de Freud. Preguntase: ¿De qué se trata ese intento de incorporación, esa identificación del yo con el objeto perdido de la que habla Freud, que se daría cuando el duelo normal no es posible y se instala un proceso melancólico?

    El objeto perdido, ha pasado a tener una calidad de existente absoluto por el hecho de no corresponderse con nada de lo existente. Algo aproximado a cuando se dice de un muerto, “pasó a la inmortalidad”. Y esta forma de existencia absoluta que otorga el hecho de su inexistencia es precisamente un “agujero en lo real”.

    El muerto no está muerto, no es un ser ajeno, sino una presencia viva. La muerte no se enuncia como una ausencia ni como una falta, por el contrario, es una forma de existencia absoluta. El muerto viene, camina y observa el altar, percibe, huele, prueba, escucha. Es un rito infinito, que año detrás de año, conlleva la idea de que los que hoy están ofreciendo, mañana serán los invitados a la fiesta.

    Lacan subraya la importancia de los ritos funerarios para satisfacemos eso que se llama la memoria del muerto y que posibilita el trabajo de duelo. “Esos ritos funerarios poseen un carácter macroscópico, ya que nada que puede colmar de significante el agujero en lo real, a no ser la totalidad del significante”9. La elaboración del duelo se efectúa en el nivel del logos, es decir, a través de la palabra intercambiada en nivel del grupo y de la comunidad.

    Todavía, en toda creencia folclórica, dice Lacan en la cual hay una estrecha relación entre algo fallido, elidido o rechazado en la satisfacción debida al muerto, “se producen todos los fenómenos que se deprenden cuando entran en juego, cuando se ponen en marcha, la posesión, los

    fantasma y las larvas, en el lugar que deja libre la ausencia del rito significante”10.

    Por lo tanto, el ritual de los muertos en México es un rito que cobra sentido. El altar posee inúmeros elementos, platillos típicos como el mole y los tamales, las calaveritas hechas de azúcar, el pan de muerto, flores, velas, cruces, fotografías, sal, incienso, papel picado, artículos religiosos y objetos varios. Cada elemento tiene un significado en el rito. Todavía, la creencia de la presencia del muerto y de su usufructo de las ofrendas haz con que su ausencia no sea posible. El ritual es lleno de signos, todavía faltan significantes.

    El ‘Día de Muertos’ es un duelo no satisfecho, el espirito del muerto surge como un resto que no fue simbolizado. Es como en cierto pasaje bíblico, es un resto que está formalmente metaforizado con la imagen del tronco cortado, del cual, en su función viviente, surge el nuevo tronco”11 . Este resto puede tener raíces con el cuerpo, es la “libra de carne”, como nombra Lacan, es el cuerpo no simbolizado. Como en El mercador de Venecia de Shakespeare, en lo cual un comerciante judío llamado Shylock quiere que el pago de la deuda se haga con una libra de carne retirada bien cerca del corazón de su deudor. Esta libra de carne es, entonces, alzada a la condición de zona sagrada y es con ella que en el momento de la verdad haremos el ajuste de cuentas.

    El ‘Día de Muertos’ es un rito en el cual algo siempre se queda de fuera del encuentro con los significantes, que tiene esta función de resto, que es de la orden de lo real, de lo imposible de hablar, de lo no-dicho, de aquello que no cesa de no inscribirse. Es decir, que la cepa, el sustrato náhuatl entre otros sobrevivió y está presente en los rituales religiosos mexicanos. La conquista espiritual de México no se dio de todo.

    ¿No se pudo hacer el duelo de las civilizaciones antiguas?

    Referencias Bibliográficas

    Freud, Sigmund. “Duelo y Melancolía” (1917[1915]). En Obras Completas, vol. XIV. Buenos Aires: Amorrortu, 2013.

    Fuentes, Carlos. El espejo enterrado. México: FCE, 1992.

    Lacan, Jacques Lacan, El Seminario, Libro 6, El deseo y su interpretación. (1958-1959). Buenos Aires: Paidós, 2016.

    Lacan, Jacques. O Seminário, libro 10, A Angústia (1962-1963). Rio de Janeiro: Jorge Zahar, 2005.

    Paz, Octavio. El labirinto de la soledad. (1993). Madrid: Catedra – Letras Hispánicas, 2004.

    Richart, Robert. La conquista espiritual de México. México: FCE, 2014.

  • “Un recuerdo de infancia en Poesía y verdad”: los celos infantiles y sus destinos

    Daniel Gerber

    Desde sus primeros textos Freud subraya la intensidad y precocidad de los celos en el niño, así como también el retorno y la incidencia de ellos en la vida amorosa y social del adulto. Así, en Sobre un tipo particular de elección de objeto en el hombre[1]  destaca las características del amante celoso: no el celoso paranoico ni el que llama “normal”, sino aquél para quien los celos constituyen una condición de su goce, de modo que, lejos de evitar padecerlos, éstos son secretamente buscados.

         Posteriormente, en Psicología de las masas y análisis del yo[2]  va a señalar que entre los destinos de los celos infantiles está su transformación en lo contrario:  la exigencia de igualdad y de justicia, unido al hecho de que no hay nada del orden instintivo que empuje a los sujetos a la sociabilidad pues lo que cohesiona a un grupo es el lazo -libidinal- con un jefe-amo. En otros términos, y contrariamente a lo sostenido por Trotter, no hay “instinto gregario”.  La formación de los sentimientos sociales es entonces efecto de la relación con una persona exterior al grupo y resulta de la reacción al sentimiento de envidia (Neid) con el que el niño resiente la intrusión del recién llegado.

          En esta misma perspectiva, Lacan citará en varios escritos y seminarios la observación de San Agustín en las Confesiones, donde describe la reacción de un niño pequeño ante el espectáculo del amamantamiento del su “hermano de leche”: “Vi con mis propios ojos y conocí bien a un pequeñuelo presa de los celos. No hablaba todavía y ya contemplaba, todo pálido y con una mirada envenenada, a su hermano de leche” [3].

          Puede decirse que esta escena es emblemática, tanto de los celos infantiles como de los celos en general. Aquí Lacan pone en primer plano la identificación imaginaria para caracterizar de esta manera toda rivalidad, en la medida en que trasciende el plano de lo estrictamente vital: los celos pueden presentarse -como de hecho sucede- en los casos en que el sujeto ya ha sido destetado y no está en situación de “competencia vital con su hermano”[4]. Es la “imagen del hermano no destetado”[5] lo que suscita eso que Lacan va a llamar, posteriormente, no celos sino envidia. Esta imagen, dice, “repite en el sujeto la imago de la situación materna”[6], es decir, reaviva el recuerdo del destete, de la primera pérdida sufrida.

          De este modo, en el comienzo, la envidia -despertada por la visión del objeto de goce supuesto al otro- y los celos, ligados a una pérdida que atañe al registro del amor y el narcisismo, están anudados estrechamente una a los otros.

          En Psicología de las masas y análisis del yo Freud emplea el término envidia (Neid), no celos, para nombrar el afecto que invade al sujeto por la llegada de un hermano, el intruso que va a acaparar la atención del Otro. Así, “quiere que la cigüeña se lo lleve de vuelta”[7] , separarlo de los padres, despojarlo de sus derechos. Se puede entonces distinguir la envidia como reacción ante el goce supuesto al niño recién llegado, de los celos, causados por la amenaza de perder un amor que se cree tener como exclusivo.

          La salida de este impasse depende, para Freud, del amor del Otro. El niño necesita conservarlo por ser indispensable para sobrevivir, de modo que persistir en la envidia y los celos implicará el riesgo de un “daño personal”: la pérdida de ese amor. El temor a esta pérdida llevará a una identificación con el otro niño, lo que estará en el origen del “sentimiento de comunidad”: el amor del Otro impone esta renuncia cuya consecuencia es que el otro niño deje de ser un puro rival especular y devenga un semejante, sometido a la misma ley que él.

          La identificación con el otro como culminación de este proceso tiene así un valor resolutorio: “El sentimiento social descansa en el cambio de un sentimiento primero hostil en una ligazón de cuño positivo, de la índole de una identificación”[8]. Pero esto es posible gracias al lazo de cada uno con el jefe-amo, la instancia parental cuyo amor se trata de preservar: “Dicho cambio parece consumarse bajo el influjo de una ligazón tierna común con una persona situada fuera de la masa”[9].

          Esta tesis freudiana es retomada por Lacan en 1938, cuando afirma que los celos dependen de traumatismos precoces:

            “El papel traumático del hermano en el sentido neutro está constituido así por su intrusión. El hecho y la época de su aparición determinan su significación para el sujeto. La intrusión se origina en el recién llegado y afecta al ocupante; en la familia, y como regla general, se origina en un nacimiento y es el primogénito el que desempeña en principio el papel de paciente. La reacción del paciente ante el trauma depende de su desarrollo psíquico. Sorprendido por el intruso en el desamparo del destete, lo reactiva constantemente al verlo: realiza entonces una regresión que, según los destinos del yo, será una psicosis esquizofrénica o una neurosis hipocondríaca o, si no, reacciona a través de la destrucción imaginaria del monstruo que dará lugar, también, a impulsos perversos o a una culpa obsesiva”[10].

           Para el niño pequeño, la llegada de un nuevo niño en la familia es un traumatismo importante, no tiene nada de banal. Lacan describe los efectos de estragos que esto llega a tener. Pero esta circunstancia no es sino uno de los avatares de la pérdida originaria, la que mutila al Otro cuando éste se revela deseante, y tiene como consecuencia el desprendimiento del objeto causa del deseo. Es la herida narcisista básica -el Otro no está completo, por lo tanto, no soy todo para él/ella- agudizada por la aparición del intruso que encarna, aparentemente, el objeto que colma. El simple espectáculo del bebé en brazos de la madre ahonda la herida y hace nacer los celos en ese momento de “identificación mental”[11].

          Inevitablemente, en algún momento, el niño va a vivir la intrusión del otro, y en ese momento se dará cuenta de que no es único. La situación más común es la de la llegada de otro niño, pero basta simplemente con darse cuenta de que no está solo en el mundo, que hay otros niños, y la intrusión se produce. En este sentido, el niño siempre “tiene” hermanos, por lo que los celos serán inevitables a la vez que, como lo señala Freud, están en la base de la sociabilidad en tanto expresan esa “identificación mental”.        

        El texto de Freud titulado “Un recuerdo de infancia en Poesía y verdad”, de 1917[12], se basa en el relato que realiza Goethe, en su autobiografía, de un único suceso de su primera infancia del que conserva el recuerdo, un suceso que parece haber dejado una intensa huella en él. Sus padres habían comprado en el mercado unos cacharros para la cocina y otros idénticos, en miniatura, como juguetes para los niños. Una tarde, jugando con ellos, arrojó una pieza a la calle y sintió un fuerte regocijo por el modo en que se hizo añicos.  Unos vecinos, viendo su alborozo, le gritaron: “¡Otro más!”, ante lo cual, recuerda él: “No me hice rogar y arrojé una olla, y como ellos seguían exclamando “¡Otro!”, una por una fui botando al pavimento todas las pequeñas fuentes, escudillas, jarras. Mis vecinos seguían dando muestras de su aprobación y yo estaba radiante de poder proporcionarles ese contento”[13]. Finalmente buscó los platos de loza de la familia que se rompieron uno a uno al lanzarlos a la calle.

           Freud va a tomar este recuerdo de Goethe, junto a los de algunos pacientes suyos, para ilustrar la aparición de los celos de los niños hacia sus hermanos a los que, en diversas ocasiones, particularmente en sus juegos, los arrojan por la ventana “fuera de la casa”, como una manera de expresar el deseo de que “la cigüeña se los lleve de regreso”: “Arrojar la vajilla es una acción simbólica o, mejor dicho, mágica, mediante la cual el niño expresa vigorosamente su deseo de eliminar al molesto intruso […] El niño que rompe la vajilla sabe bien que hace algo malo, por lo cual los adultos habrán de reprenderlo; y si este saber no lo arredra, probablemente se deba a que tiene que satisfacer un rencor hacia sus padres: quiere mostrarse díscolo”[14].  

              Este lanzamiento y la ruptura de los cacharros que realiza el niño Goethe, movido por los celos, traumatizado por el nacimiento de un hermano, ilustra claramente cómo la “intrusión” del recién llegado es vivida por el mayor como un serio peligro de ser despojado de sus derechos: “el encono del niño por la aparición esperado o ya consumada de un competidor se expresa en la acción de arrojar objetos afuera por la ventana, así como en otros actos de conducta díscola y manía destructiva”[15].

            Cabe destacar que, en el caso de Goethe, su recuerdo corresponde a una época de su infancia en la que había tenido que enfrentar la muerte de algunos de sus hermanos y elaborar el odio y la culpa que esto provocaba en él a causa de sus deseos fratricidas, provocados por los celos. Johann Wolfang fue uno de los dos únicos sobrevivientes entre varios hermanos que murieron en los primeros años de vida.  

          El “caso” Goethe puede ser paradigmático del alcance de los celos infantiles, que también se manifiestan en el intento de degradación del rival, como ocurre con el pequeño Hans, celoso de su hermanita recién nacida, la pequeña Hanna, al punto de que cuando escucha algún elogio dirigido hacia ella, por encontrarla bonita, dice: “Pero si todavía no tiene dientes”[16].

          Apoyándose en estas observaciones, Freud nos muestra hasta qué punto el nacimiento de un hermano puede cortar en dos una vida y transformar un “estado de gracia” en un ser de resentimiento. El curso de la vida psíquica es literalmente partido en dos por la irrupción de unos celos que “perforan”. Frente a lo que siente como “infidelidad” de la madre, el niño se vuelve “malo, excitable, desobediente” e incluso llega a experimentar una regresión en aspectos como el logro de hábitos de aseo, “pérdida de sus adquisiciones en cuanto al dominio de sus excreciones”. Puede decirse que, literalmente, “se caga” en el otro niño y en el adulto por el perjuicio que considera ha sufrido.

           Freud señala “la intensidad de esas mociones celosas, tenacidad con que permanecen adheridas, la magnitud de su influjo sobre el desarrollo posterior”[17]. Y agrega: “No cambia mucho las cosas que el niño siga siendo el preferido de la madre; las exigencias de amor de los niños no tienen medida, exigen exclusividad, no admiten ser compartidas”[18]. La afirmación es clara: son los rasgos que se encuentra siempre en la expresión celosa.

          En todos estos casos el niño es ese niño de la observación de San Agustín. Ese niño que mira a su hermano de leche pegado al seno materno, que no es sino él mismo cuando no era todavía destetado. Lo que predomina en su posicionamiento es el transitivismo: cada niño confunde su espacio con el del otro, se identifica con éste. Los padres suelen decir que tal niño está “celoso” de su hermanito, porque éste le toma los juguetes, por ejemplo. Pero no se trata estrictamente hablando de celos: el niño no conoce aún el sentimiento de pertenencia o propiedad; si ve los juguetes o cualquier cosa que le guste y lo toma es porque el otro también es él.

          Una conclusión esencial es ésta: las relaciones sociales van a basarse en la aprehensión imaginaria del otro, lo que explica el hecho de que, años después, el adulto va a manifestar un gran interés por el rival: lo tendrá “en la mira”; el ojo y la mirada tienen aquí un papel decisivo: no se le pierde de vista. Hay algo central: en los celos, el sujeto es privado de un objeto imaginario cuya posesión le permitiría cumplir con el ideal. El drama se desencadena porque el sujeto siente que el Otro le da al rival algo que a él le niega y así, el rival tendrá eso de lo que él es privado. Esto podrá hacerse extensivo del seno al territorio y causar en los grupos humanos el temor de que se le quite su espacio, las mujeres, el empleo, el país. De la relación especular con el otro se podrá llegar a la xenofobia, el miedo y aversión hacia el extranjero, al Otro en tanto esencialmente Otro.

          De este modo, el fenómeno de los celos muestra claramente que al comienzo de la vida del ser humano la noción de cuerpo propio no existe. Es necesario el espejo. El yo del niño se constituye como efecto del reflejo que ve allí, en esa imagen que es también el “intruso”: “El primer efecto de la imago que aparece en el ser humano es un efecto de alienación del sujeto. En el otro se identifica el sujeto, y hasta se experimenta en primer término”[19]. Por esto, “El yo se constituye al mismo tiempo que el otro en el drama de los celos”[20], y así, “como quiera que sea, tanto el objeto como el yo se realizan a través del semejante”[21].   

            La observación de San Agustín anticipa el señalamiento de Freud acerca de la envidia con la que el niño recibe al “intruso”. Siempre muestra una marcada resistencia a desprenderse de la madre para ir hacia algún otro, a desplazar sus investiduras libidinales, por lo que va a empeñarse por destruir al otro niño para quedarse con esta madre sólo para él, lo que podrá llegar a tener efectos desastrosos. Hay que recordar que Hegel afirma que todo individuo que no lucha por ser reconocido fuera del grupo familiar no conforma su personalidad y queda condenado a permanecer anónimo.

         La llegada del hermanito activa el sentimiento de abandono, que es universal. Pero hay niños que se sienten en un estado de abandono imaginario en el que quedan atrapados sin poder asumir que se trata de un efecto de estructura, causado por la falta -simbólica- del Otro, la falta que encarna en la pregunta por el deseo del Otro imposible de saber en tanto la palabra siempre miente, miente porque no es un índice, un signo inmediato de la cosa.

            Esta situación puede, en algunos casos, llevar al sujeto a hacer todo lo posible por reencontrar el amor que imaginan haber perdido y quedar entrampados en esto para siempre. Así es como niños y adolescentes, e incluso adultos, buscan fuera de la familia, por medio de actos riesgosos, de retos y provocaciones, hacerse notar; aunque lo que hay que notar allí es más bien que debajo de este alarde hay dolor, búsqueda desesperada de reconocimiento por los padres quienes, así lo sienten, los han dejado caer. Se quiere recuperar un lugar en el núcleo familiar que, paradójicamente, nunca se tuvo; un lugar que sólo como efecto de la pérdida, se imagina retroactivamente haber tenido.  

          Es preciso afirmarlo nuevamente, con Lacan: “Los celos, en su fondo, representan no una rivalidad vital sino una identificación mental”. Son entonces el arquetipo de los sentimientos sociales y no tienen nada que ver con la rivalidad vital inmediata. Se trata de la identificación con ese hermano suspendido del seno de la madre. Los celos conservarán ese rasgo de apetito de quien ya no tiene hambre. Lo ávido en ellos es la mirada, ya no la boca o el estómago; la mirada frente a un espectáculo … indigerible.

         La necesidad no es pues lo determinante porque de lo que se trata es de que el sujeto, en esta situación, advierte lo que perdió cuando ve al otro gozar, aparentemente, “en directo”. No es del alimento que se siente frustrado; palidece “ante la imagen de una completud que se cierra sobre ella misma, y de esto que el a, el a separado al que él se suspende, puede ser para otro la posesión con la que se satisface, la Befriedigung[22]. Su satisfacción (Befriedigung) ha cambiado de beneficiario, ahora es para otro, ubicado como rival.

           De este modo, si en el estadio del espejo mi yo se constituye por identificación con la imagen especular, que es la del semejante, va a ocurrir que rivalice con él, cele sus bienes, sus éxitos. Es aquí donde puede situarse la experiencia de la invidia en el origen del deseo mismo. Lacan lo elabora en el seminario La identificación (1961-1962): el sujeto “se encuentra amenazado en lo más íntimo de su ser” porque lo que se le revela es “su falta fundamental”. Se presenta así la función del “mal ojo”: lo que el sujeto ve le resulta violento porque implica la violencia de una pérdida inevitable, de la que no se recuperará totalmente, una pérdida enlazada con aquélla causada por el deseo del Otro, el Otro que no está completo, al que, por lo tanto, él no podrá completar.

           En ese punto, el otro, el semejante, el rival, puede aparecer como el que sí puede colmar. Y aquí es donde se puede advertir que los celos enceguecen, des-lumbran por el intenso brillo luminoso de la escena gozosa que se supone, colocan al sujeto ante un acto entre dos que se realiza frente a los ojos de un espectador excluido. El alter ego es, en lo imaginario, quien viene a completar al Otro y en el goce que el sujeto le supone está también su propio goce sufriente.

          El surgimiento de la envidia queda así asociado con la parte perdida del sujeto mismo, el objeto a, en este caso el seno materno que en una primera instancia es vivido como parte del cuerpo del niño El objeto que al comienzo no pertenece a la madre sino al niño y se presenta en la boca del otro niño. En la relación con el otro hay, por lo tanto, tensión agresiva ante el espectáculo de un goce que el otro aparentemente experimenta. Es así como la mirada se desprende del sujeto para encarnar el objeto que él es allí, atrapado totalmente por el espectáculo para ser “todo ojos”. Si acceder a la condición de sujeto implica la separación de una parte de uno mismo, la envidia es entonces un momento inevitable, central, para esta constitución, así como la del deseo de la “cría de hombre”.

          ¿Qué es este ojo de mirada mortífera, disimulada e inaccesible detrás de los celos? Ese trozo de él mismo que se desprende dejándolo en falta porque, al atribuir al Otro la completud, el niño va a experimentar su carencia, y esto será lo que, de aquí en más, orientará su deseo. La invidia agustiniana es como una detención sobre la imagen de lo deseable, de una completud realizada que genera el engaño de que puede no faltar nada, con la consecuencia de que, si esto es así, entonces yo soy, de este deseable, lo excluido.

            La envidia se sitúa en el plano imaginario de la relación yo-otro. Contemporánea del estadio del espejo, está en el comienzo de los sentimientos humanos y es organizadora del lazo social, de lo que nos liga al otro.  Encarna en el odio celoso, la jalouissance[23]: odio celoso que emerge cuando el sujeto se enfrenta a esa imagen, la imagen que le presenta lo que vela su pérdida, el objeto perdido, envidiado, causa de la falta. “Funesto veneno”, dice Racine en Fedra, sufrimiento torturante de la contemplación que tiene las características de un goce, resto gozoso de la paranoia originaria del yo.

          La operación simbólica de la castración posibilita que la envidia pueda transformarse en deseo al consumarse la separación, que no pasa entre el niño y la madre sino entre el seno -como parte del niño- por un lado, y la madre, por el otro. De este modo, los celos son la reformulación simbólica de lo imaginario de la envidia. Pero, en tanto resto de esta última, prevalece en ellos el objeto escópico, la mirada, que organiza la escena imaginaria y en la imagen, permanece como el punto, la mancha ciega.

          En los celos el sujeto está excluido de la escena que contempla, aniquilado por ella, pero no totalmente: queda la mirada como su resto, el elemento que indica que en el corazón de todo escenario de celos está el goce (violento) de la mirada que acompaña toda pérdida. La escena que describe San Agustín es nuevamente el modelo: el mutismo del niño que palidece juega un papel esencial en tanto muestra que el sujeto se consume en el odio allí donde su contemplación es muda.


    Referencias:

    1. S. Freud: Sobre un tipo particular de elección de objeto en el hombre (Contribuciones a la psicología del amor, I). En Obras completas, Tomo XI. Amorrortu, Buenos Aires, 1979, p. 155.

    [2] Cf. S. Freud: Psicología de las masas y análisis del yo. En Obras completas. Amorrortu, Buenos Aires, 1978, p. 63.

    [3] San Agustín: Confesiones. Edaf, Madrid, 1983, Libro I, Cap. VII, p. 33.

    [4] J. Lacan: La familia. Argonauta, Buenos Aires, 1978, p.

    [5] Ibíd., p.

    [6] Ibíd., p.

    [7] S. Freud: Sobre las teorías sexuales infantiles. En Obras completas, Tomo IX. Amorrortu, Buenos Aires, 1979, p. 188. 

    [8] S. Freud: Psicología de las masas y análisis del yo. Op. Cit., p. 1115.  

    [9] Ibíd., p. 115.

    [10] J. Lacan: La familia. Op. Cit., p. 59.

    [11] Ibíd., p. 45.

    [12] Cf. S. Freud: Un recuerdo de infancia en Poesía y verdad. En Obras completas, Tomo XVII. Amorrortu, Buenos Aires, 1979, p. 137.

    [13] Ibíd., p. 141.

    [14] Ibíd., p. 146.

    [15] Ibíd., p. 146.

    [16] S. Freud: Análisis de la fobia de un niño de cinco años. En Obras completas, Tomo X. Amorrortu, Buenos Aires, 1979, p. 11.

    [17] S. Freud: La feminidad. En: Nuevas conferencias de introducción al psicoanálisis. Obras completas, Tomo XXII. Amorrortu, Buenos Aires, 1979, p. 114.

    [18] S. Freud: Ibíd., p. 114.

    [19] J. Lacan: Acerca de la causalidad psíquica. En Escritos 1, Siglo XXI, México, 1995, p. 171. 

    [20] J. Lacan: La familia. Op. Cit., p. 57.

    [21] Ibíd., p. 60.

    [22] J. Lacan: Le Séminaire. Livre XI. Les quatre concepts fondamenaux de la psychanalyse. Seuil, Paris, 1973, p. 106.

    [23] Neologismo inventado por Lacan que condensa jalousie, celos, con jouissance, goce. Cf. Le Séminaire. Livre XX. Encore. Paris, Seuil, 1975, p. 91.

    Referencias:

    1. S. Freud: Sobre un tipo particular de elección de objeto en el hombre (Contribuciones a la psicología del amor, I). En Obras completas, Tomo XI. Amorrortu, Buenos Aires, 1979, p. 155.

    [1] Cf. S. Freud: Psicología de las masas y análisis del yo. En Obras completas. Amorrortu, Buenos Aires, 1978, p. 63.

    [1] San Agustín: Confesiones. Edaf, Madrid, 1983, Libro I, Cap. VII, p. 33.

     

    [1] J. Lacan: La familia. Argonauta, Buenos Aires, 1978, p.

    [1] Ibíd., p.

    [1] Ibíd., p.

    [1] S. Freud: Sobre las teorías sexuales infantiles. En Obras completas, Tomo IX. Amorrortu, Buenos Aires, 1979, p. 188.

    [1] S. Freud: Psicología de las masas y análisis del yo. Op. Cit., p. 1115.

    [1] Ibíd., p. 115.

    [1] J. Lacan: La familia. Op. Cit., p. 59.

    [1] Ibíd., p. 45.

    [1] Cf. S. Freud: Un recuerdo de infancia en Poesía y verdad. En Obras completas, Tomo XVII. Amorrortu, Buenos Aires, 1979, p. 137.

    [1] Ibíd., p. 141.

    [1] Ibíd., p. 146.

    [1] Ibíd., p. 146.

    [1] S. Freud: Análisis de la fobia de un niño de cinco años. En Obras completas, Tomo X. Amorrortu, Buenos Aires, 1979, p. 11.

    [1] S. Freud: La feminidad. En: Nuevas conferencias de introducción al psicoanálisis. Obras completas, Tomo XXII. Amorrortu, Buenos Aires, 1979, p. 114.

    [1] S. Freud: Ibíd., p. 114.

    [1] J. Lacan: Acerca de la causalidad psíquica. En Escritos 1, Siglo XXI, México, 1995, p. 171.

    [1] J. Lacan: La familia. Op. Cit., p. 57.

    [1] Ibíd., p. 60.

    [1] J. Lacan: Le Séminaire. Livre XI. Les quatre concepts fondamenaux de la psychanalyse. Seuil, Paris, 1973, p. 106.

    [1] Neologismo inventado por Lacan que condensa jalousie, celos, con jouissance, goce. Cf. Le Séminaire. Livre XX. Encore. Paris, Seuil, 1975, p. 91.

  • Trazas y trazos del cuerpo

    Guadalupe Rocha Guzmán

    Abstract

    Actualmente, bajo el régimen neoliberal que predomina mundialmente, la tendencia imperante es la mercantilización de todo, incluido el cuerpo que va quedando como un objeto más para consumir. Esto ha motivado la difusión de una serie de modelos que apuntan a una exacerbación de la libido yóica dando lugar a prácticas en donde la manipulación y diseño de la imagen a través cirugías y modificaciones corporales extremas abren interrogantes y suscitan hipótesis acerca de ¿Cómo es que se vive el cuerpo hoy y qué tiene que decir el psicoanálisis al respecto?

    Palabras clave: Cuerpo, modificaciones extremas, neoliberalismo, mercantilización.

    Abstract.

    Currently, under the neoliberal regime that dominates the world, the prevailing trend is the commodification of everything, including the body, which has become just another object to ‘consume’. This has resulted in the emergence of a number of models which point towards an exacerbation of the self-libido. This self-libido gives rise to practices based on the manipulation and re-design of personal image through surgery. Extreme body modification opens up questions and prompts hypotheses in relation to the question: ‘How do we live the body today and what does psychoanalysis have to say about it?’

    Key words: body, extreme modifications, neoliberalism, commodification.

    Abstract

    Actuellement, sous le régime néolibéral qui prédomine dans le monde, la tendance principale est la commercialisation de tout, y compris le corps qui n’est plus qu’un objet à consommer. Ceci a donné lieu à la diffusion d’une série de modèles qui visent à une exacerbation de sa propre libido avec des pratiques où la manipulation et la représentation de l’image, à travers des chirurgies et des modifications extrêmes  du corps, nous interrogent et lèvent des hypothèses au sujet de : comment est-ce que l’on vit le corps aujourd’hui et qu’est-ce que la psychanalyse a à dire à ce sujet?

    Des mots clé: Le corps, des modifications extrêmes, du neolibéralisme, de la marchandisation.

    A lo largo de la historia, el cuerpo ha tenido distintos matices y significaciones, si bien cada época y cada cultura proporcionan su propia óptica para mostrarlo, o velarlo. Actualmente, bajo el régimen neoliberal que predomina mundialmente, la tendencia imperante es la mercantilización de todo, incluido el cuerpo, el cuál aparece aparece como un territorio en riesgo continuo de ser conquistado por un enemigo palpable a través de la publicidad, la moda, las redes sociales, inoculando la obsesión de juventud, de elegancia, de pureza, etc., de tal forma que el hábitat del Yo se va reduciendo a ser un objeto más para consumir (comprar, vender, consumir – aniquilar) “El sujeto se somete así al vértigo de una destrucción –el consumo– que lo confirma en la potencia y en la figura de sí como objetivación de la promesa de su propia satisfacción”. (Mier, 2006:27)

                A través de los mass media se difunden una serie de modelos que dan cabida a una nueva comprensión del control del si mismo en donde la manipulación y diseño de la imagen promovidos, aparecen como un imperativo al que los sujetos parecen someterse cada vez más, y cada vez más temprano alentando la exigencia de un sentido de identidad derivado de la exacerbación de la libido yóica. Imperativo tan tiránico para algunos sujetos, que ilustra lo que Lacan denomina la glotonería obscena y feroz del Superyó, esa instancia que no solo impone la renuncia a la satisfacción, sino que exige el goce: “no es suficiente”, “sacrifícate”. Ya forma parte de lo cotidiano saber acerca de los sacrificios que se imponen hombres y mujeres en aras de lograr una imagen de supuesta perfección –por lo que nunca terminan–, sin que duden en someterse a cirugías mayores que claramente contienen tintes mortíferos y que en no pocas ocasiones se pagan con la muerte en el quirófano. Por otro lado, el cuerpo aparece también en el proscenio alterado con otro tipo de cirugías: tatuajes, pearcings, marcas producidas con objetos cortantes o quemantes (branding), implantes subcutáneos que se injerta para simular cuernos, lóbulos distendidos y lenguas bífidas que trastocan el cuerpo hasta la mutilación. Estos y otros ejemplos suscitan interrogantes acerca de cómo poder pensar esos cambios en el cuerpo propiciados voluntariamente, pensar en sus efectos y sentidos, en cómo se conjugan y anudan lo singular y lo colectivo en la vida psíquica y colisionan en el cuerpo. ¿Cómo es que se vive el cuerpo hoy?, ¿Qué tiene el psicoanálisis que decir al respecto?

                En principio, que cuando el ser humano nace no posee un cuerpo pues no hay un Yo para poseerlo, en todo caso ese organismo aún le pertenece al agente materno que es precisamente quién lo elevará a la dignidad de cuerpo, sujeto e imagen. El infans, nos dice Freud, nace prematuro ya que es incapaz de realizar por sí mismo la “acción específica” para satisfacer sus necesidades, y nombra como vivencia de desamparo (hilflosigkeit) a esta posición de indefensión del lactante proveniente de la restricción corporal y la impotencia constitutiva del ser humano. El otro es el primer objeto de satisfacción y también el primer objeto hostil, el primer objeto íntimo y también extraño, así como el único poder auxiliador. Al asistirlo lo libera del sufrimiento que provoca el desvalimiento e instala las condiciones para acoger la radical extrañeza del otro (lo Otro) en la esfera y definición de la propia intimidad. Sin embargo, la vivencia de desamparo y desvalimiento acompañará siempre como telón de fondo al ser humano, así como también la añoranza de amparo De este modo se creará un tesoro de representaciones, engendrado por la necesidad de volver soportable el desvalimiento humano, edificado sobre el material de recuerdos referidos al desvalimiento de cada cual, y de la del género humano. (Freud, 1927:18)

                En los primeros encuentros con su bebé la madre le ofrece el objeto que satisface la necesidad y el infans experimenta una vivencia de placer al recibir el pecho. Experiencia que deja en el psiquismo del ser humano una traza, una huella mnémica imperecedera, y define un momento inaugural que marca la pérdida del objeto así como el impulso a su recuperación.  En este sentido, todos los objetos del deseo humano vendrían a velar un vacío fundamental, una pérdida originaria del objeto que supuestamente proporcionaría una satisfacción plena, y esto a su vez, está correlacionado con la idea de Lacan de que lo que está investido en el psiquismo son huellas, trazas significantes de una experiencia de goce. Lo esencial en la lectura que Lacan hace de esta construcción freudiana es que desde que hay significante no puede decirse que no haya goce, pero sí que este goce nunca será pleno.[i]

                Hablar de cuerpo es hablar de inscripción, de marcas que lo trazan erógenamente siguiendo pautas de la historia singular y cultural de cada sujeto, de placer y displacer. El cuerpo está hecho de rasgos que lo dibujan, que lo velan y desvelan para el Yo, a nivel no solo de la imagen sino aun más de las emociones. Desde el inicio de la vida, el ser humano estará inmerso en el terreno del placer-displacer habitando un cuerpo que está ligado a las zonas erógenas en lo somático, en donde la lógica de lo pulsional se soporta en un espacio de trabazón con el organismo. Será entonces este cuerpo erógeno apuntalado en el organismo lo que permitirá el establecimiento de fronteras y posteriormente la constitución de la imagen. Escribe Freud: “Es un supuesto necesario que no esté presente desde el comienzo en el individuo una unidad comparable al yo; el yo tiene que ser desarrollado. Ahora bien, las pulsiones autoeróticas son iniciales, primordiales; por tanto, algo tiene que agregarse al autoerotimso, una nueva acción psíquica, para que el narcisismo se constituya”  (Freud, 1915:74) Se trata de esa etapa entre el auto-erotismo y la elección de objeto a la que Freud dedica parte de su texto en “Introducción del Narcisismo” y que Lacan va a retomar para plantear sus premisas sobre el Estadio del Espejo en relación a la apropiación de la imagen, misma que explica, va a operar como articulación del cuerpo con el organismo dando la ilusión de relación. Imagen del cuerpo y cuerpo pulsionalquedarán así unidos y separados por una irreductible ambigüedad ya que los dos anclajes del Yo, que son el cuerpo y su imagen contienen el germen del deseo y la sexualidad implantada por el otro, así como lo inaprensible del dolor.

                En este orden de ideas, conviene tener en cuenta las aportaciones de Piera Aulagnier en las que propone que previo al nacimiento del Yo, el sufrimiento o el placer serán vividos bajo la lógica del auto-engendramiento (postulado propio del registro originario según la autora), pero una vez que el Yo aparezca en escena estará obligado a declarar al cuerpo como propio, y se verá conminado a renegar acerca de la presencia de lo “Otro” conformando su núcleo así como de la autonomía del cuerpo en relación a sus deseos (Aulagnier, 2007) El cuerpo para el Yo, será su hábitat, su propiedad, pero solo porque le fue con-cedido por ese otro que renunció a su usufructo, abriéndole las puertas para acceder al autoerotismo, para entrar por la puerta grande del narcisismo y le devolvió esa mirada que lo sujetó a la imagen. De esta forma, el cuerpo para el Yo será su posesión y fuente de placer, pero también podrá ser origen de sufrimiento y fuente de dolor, poniendo en evidencia su autonomía y la antinomia entre el cuerpo libidinal-pensado y el cuerpo-organismo. Autonomía que el yo se ve impulsado a renegar y que paradójicamente, será precisamente en el dolor donde obtiene un recurso para realizar esta re-negación, ya que al ser provocado voluntariamente genera el restablecimiento de fronteras y la ilusión de pertenencia. Esto da cuenta de cómo el Yo se encuentra en una relación paradójica con su cuerpo, pues, así como revela “su autonomía” en la dolencia física, ésta misma puede hacer cuerpo para el Yo, y en ocasiones, es la única forma que encuentra para detener la hemorragia libidinal que puede provocar el sufrimiento del alma. Como si hacer-Se una herida en la piel operara como una herida que tapa otra. Es la idea que desarrolla Freud en su texto de “Introducción del Narcisismo” cuando toca el tema del dolor, al describir cómo en dicha situación, el sujeto retira su libido del mundo y se recoge en él, de tal forma que la libido de objeto se transforma en libido del yo. Este proceso o mecanismo privilegiadamente narcisista lo aborda asimismo en su texto de Duelo y Melancolía, donde describe que, a diferencia del duelo, lo que ocurre en la melancolía frente a la pérdida o desaparición del objeto investido es el repliegue sobre el Yo de la energía liberada. (Freud, 1915) El sujeto retira su carga de energía del mundo y con ello, la libido “re–torna” de los signos de presencia a las huellas de ausencia marcadas en el cuerpo invistiéndolas plenamente. “La sombra del objeto cae sobre el Yo” escribe Freud, y más adelante explica que se trata de una energía que retorna a investir la presencia de una ausencia muy primaria que dejó sus huellas en el inconsciente y que se hace presente en el propio yo, develando la condición mortífera del narcisismo como mecanismo de agresión y destrucción. Se trata de un narcisismo que Freud considera secundario, surgido del fracaso del vínculo, y que Raymundo Mier articula con el narcisismo que impera en la época actual. “Así, la modernidad apuntala todo aquello que resguarda mi identidad especular, imaginada como eje ilusorio, inscrita en la experiencia como centro que disipa la amenaza, que invoca la identidad cerrada sobre sí misma, incapaz de vincularse con cualquier condición que ofrezca la fuerza y el reclamo ético” (Mier, 2006:29),con lo cual se dibuja una tentativa de identidad a partir de la aprehensión inmediata de la propia imagen avalada por imperativos como “conócete a ti mismo”, ”gobiérnate a ti mismo”, “eres tu cuerpo”, etc., que van debilitando, carcomiendo el sentido de solidaridad y exacerbando el sentimiento de soledad bajo un régimen que alienta la búsqueda de satisfacción de sí, y para sí, provocando un movimiento incesante sobre una búsqueda de sí mismo alentada por el espejo de las mercancías en una incesante oferta de novedad y satisfacción. En este sentido, los objetos del mercado y todos los artículos convertidos en supuestas necesidades pero que en realidad sirven para convencer de que la “felicidad” es un estado posible, tienen el valor de lo que Lacan llama objeto “plus de goce”. Sin profundizar en este punto es fundamental señalar, sin embargo, que la noción de objeto “plus de goce” supone la idea de un objeto que viene a aportar un goce sustitutivo en el lugar del goce que no hay. “El objeto plus de goce viene al lugar del goce perdido, pérdida de goce que es la causa de un deseo por estructura imposible de ser satisfecho y cuya falta constitutiva ninguno de los múltiples objetos que puedan proponerse como sustitutos podrá colmar”. (Castrillo, 2013 :229). Desde esta perspectiva, la lógica de la sociedad de consumo lleva hasta la exacerbación el intento por suturar con los “objetos plus de goce” la pérdida de goce que es el efecto introducido por el lenguaje en el cuerpo ofreciendo la eliminación radical de la otredad que habita al sujeto, atiborrándolo de objetos convertidos en “necesarios, e indispensables” y exacerbando los mecanismos que permiten la ilusión de omnipotencia del Yo, un Yo que en este mismo proceso va perdiendo la noción de auxilio, para el que va quedando borrosa la huella del amparo y va quedando sumido en la amenaza permanente de impotencia y desvalimiento. Frente a este panorama lo que va quedando en relación con la propia identidad son al parecer recursos extraordinarios.

                Recuperando los postulados de Zygmunt Bauman sobre la modernidad líquida, se puede considerar que se ha puesto en marcha un reciclado continuo de la identidad a través de la modificación corporal. Si algo del cuerpo disgusta se modifica, se anula, se reemplaza. Es eso lo que aparece tanto en la cirugía estética como en la transformación corporal extrema, ya que a través de esas prácticas el sujeto obtiene una imagen por la cuál no solo pretende ser lo que el espejo le devuelve de su cuerpo, sino que él mismo lo crea y lo re-crea, dando lugar a la ilusión de gestación de identidad y convirtiendo así el dolor en algo necesario además de aparentemente aprehensible. Algunos de los métodos más difundidos para tales fines se reflejan en la multiplicación de intervenciones como las cirugías estéticas, que ponen (senos, glúteos, pómulos, labios) o quitan (arrugas, grasa, protuberancias). O como en el caso de las modificaciones corporales extremas, que en la pretensión de ir más allá de los límites del cuerpo, han generado que la tecnología y los nuevos materiales sintéticos sirvan para realizar alteraciones casi inverosímiles.

                La cirugía estética extrema, o lo extremo de la cirugía en la transformación radical del cuerpo implica heridas, cortes y desgarros infligidos voluntariamente, provocando un dolor necesario para diseñar la imagen fraguada, por lo que vale preguntarse si este tipo de praxis sobre el cuerpo podrían leerse como un recurso de disipación de la vivencia de desamparo a través del recogimiento en el propio cuerpo a través del dolor, como una búsqueda de edificación de la identidad cerrada sobre sí misma, provocando un trastrocamiento del cuerpo que da lugar a la creación de la imagen, bella (mediante la cirugía estética) o grotesca (con modificaciones extremas) bajo la égida del aparente dominio y decisión del Yo. En este sentido, Raelyn Gallina, experimentada y veterana profesional de la modificación corporal destaca la voluntad que tienen los que eligen este tipo de perforación para “encarnar” en sus cuerpos una experiencia extrema, que les conecte con lo más primitivo de su cuerpo, el dolor, y su superación. (Rojo, 2017:114).

                Este intento de dominio sobre el cuerpo aparece como algo propio de la modernidad en tanto que se concatena con la actitud propia de la búsqueda de lo extremo, de poder hacerlo todo y de mostrar el poderío individual como premisa. En otras palabras, se objetiva una voluntad de dominio, que exponiendo intensamente el cuerpo a una gran carga de dolor, robustece la imagen de un Yo que extrema su tolerancia a tal punto que se inflama evocando la “ilusión narcisista” de construcción y gestación del propio cuerpo, por lo que cabe preguntarse si en ese propósito de exhibición que se ostenta a través de la imagen lograda se juega una aspiración al arraigo en lo irrecuperable mismo, si de alguna manera en este hacer trazos (y tajos) se filtra una evocación de aquellos otros que hicieron cuerpo al organismo proporcionando al Yo la posibilidad de apropiárselo. Apropiación –reapropiación – del cuerpo que aparece entonces como una necesidad filtrada en ese re-diseño de un Yo, que como decía Freud, “…deriva en última instancia de sensaciones corporales, principalmente las que parten de la superficie del cuerpo.” (Freud, 1923)

                En el caso de las modificaciones corporales extremas se esgrimen argumentos como el de reforzar los lazos entre cuerpo, mente y alma para vivir la espiritualidad como seres completos, e intentan distinguirse del sistema compartiendo la misma necesidad de reclamo del cuerpo como propio y al mismo tiempo crean lazos de pertenencia con determinadas grupalidades. “El signo primitivo, el tatuaje tribal, la perforación en sitios del cuerpo íntimos o no convencionales, la laceración de la piel o la amputación serán los mecanismos elegidos por estos colectivos para re-apropiarse del cuerpo, reclamarlo con la intención de volver a tener poder sobre él, descoyuntándolo de las normas establecidas por los poderes sociopolíticos y liberarlo de los prejuicios morales.”(Rojo, 2017:331) Creando y anulando la singularidad en un mismo gesto, construyendo identidades con alteraciones y ornamentos irrepetibles mediante la transformación corporal extrema, como si a través del dolor, el sujeto estuviera tratando de legitimar su propia identidad diseñando el cuerpo a voluntad.[ii] Detrás de estas voluntades de traspasar los límites del cuerpo, sin duda hay una crisis de la identidad y de lo que se hace con ella, por lo que es probable descifrar éstos actos perpetrados en el cuerpo, esta manipulación llevada a los extremos, como tentativas de conjurar lo inaprensible, la otredad que les (nos) habita, convirtiendo el cuerpo en señuelo, convocante de la mirada de los otros, incitando gestos de reconocimiento, de asombro, de miedo, desazón, o admiración. Imágenes de sí que re-afirman su existencia, en un simulacro de re-conocimiento de la imagen-señuelo, recreando ese soporte que permite al yo obtener la ilusión de relación, de “completud”, de sentido, pues no se puede olvidar que las marcas en el cuerpo, así como el lenguaje, pueden evocar objetos ausentes, perdidos, añorados.[iii] En éstos empeños de re-apropiación del cuerpo, la estrategia consistiría entonces en marcar nuevas rutas, figuras que al injertar en la piel excitan, remarcando zonas erógenas, creando otras, resaltando y evocando así el mapa erógeno que dejaron aquellos otros que imprimieron para el Yo la posibilidad de apropiación del cuerpo, huellas e inscripciones que quedaron encarnados. Por lo que ya no se trata únicamente de entender lo que esto pueda simbolizar, sino de admitir que puede ir en el sentido de un gesto que parece realizado en una búsqueda simbolizante frente al desconsuelo que provoca la desaparición del vínculo ético primordial. Asimismo, se puede descifrar como un indicio de colisión entre lo social y lo subjetivo, que frente a la exacerbación de la vivencia de desamparo que la época actual ha ido generando, el sujeto se ha visto llevado a implementar recursos extraordinarios para mitigar la incertidumbre, la soledad que le invade, o el miedo, la rabia e impotencia que le carcome, tomando como vehículo una de las vías regias para lograrlo: precisamente el cuerpo. Colisión que lleva a cuestionar los efectos letales que desde el ámbito de la época actual irrumpen en la psique dejando al sujeto cada vez más inerme no solo frente a lo externo y extremo de los estímulos sino, más aún, frente a sus propias pulsiones.

                Es momento de realizar una tarea que denuncie los mecanismos mortíferos del poder del actual régimen neoliberal, de la mercantilización y sus efectos en la subjetividad, de poner a trabajar el psicoanálisis para intentar construir en lo posible un régimen de reflexión no amparado en la salvaguarda narcisista que puede proporcionar el consultorio, sino en la exploración incesante de las nuevas realidades que la psique esta obligada a significar, del miedo, la violencia, la crueldad; la sexualidad y la pulsión de muerte exacerbadas. Insistir en la reivindicación del vínculo para así poder ver lo que aún es posible hacer.

    Bibliografía:

    • Baudrillard, Jean. (1978). Cultura y Simulacro. Barcelona, Kairós.
    • Bauman, Zygmunt. (2000). Modernidad Líquida. México: Fondo de Cultura Económica.
    • Castoriadis Aulagnier P. (2007) La violencia de la interpretación. Del pictograma al enunciado. Amorrortu
    • Castrillo, Dolores. (2013). El estatuto del cuerpo en psicoanálisis. Del organismo viviente al cuerpo gozante. U. N. E. D.
    • Freud Sigmund (1915) Introducción del Narcisismo. Amorrortu.
    • Freud Sigmund (1915) Duelo y Melancolía. Amorrortu.
    • Freud Sigmund (1923). El Yo y el Ello. Amorrortu.
    • Freud, Sigmund (1927). El Porvenir de una Ilusión. Amorrortu. Lacan J. (1971). Escritos I.  El estadio del espejo como formador de la función del yo [je] tal como se nos revela en la experiencia psicoanalítica. S.XXI
    • Lacan J. (1981) Libro 1 Los escritos técnicos de Freud. Paidos.
    • Lacan J. (1987). Libro 11. Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis. Paidos.
    • Mier Raymundo, (2006). Estética y Melancolía: narcisismo y eclipse de la tragedia en la modernidad. Revista TRAMAS 26,  UAM-X, México.

    Rojo Ojados Ana B. (2017) Modificaciones corporales extremas Una aproximación sociológica al fenómeno de las Modificaciones corporales extremas Editorial: ACCI (Asoc. Cultural y Científica Iberoameric.). http://www.educal.com.mx/0300-ciencias-sociales/9788416549429-modificaciones-corporales-extremas-una-aproximacion-sociologica-al-fenomeno-de-las-modificaciones-corporales-extremas.html


    [i] Si bien sobre pasa las posibilidades de desarrollar aquí el tema, resulta indispensable por lo menos mencionar que la transformación del organismo en cuerpo gozante es efecto del lenguaje.

    [ii] Para gran parte de los individuos que deciden llevar a cabo la perforación de los genitales hay una voluntad de llevar el cuerpo a una situación límite, con tal de visibilizarlo y experimentar la sensación de sentirse vivo a través del dolor extremo.

    [iii] Cabe apuntar que dichos actos suponen quizá un intento de restaurar el deseo, pero un intento fallido de tal manera que lo que le retorna al sujeto es una satisfacción que mortifica su cuerpo.

  • Intervención en la presentación del libro Freud y Lacan en México. El revés de una recepción, coordinado por Miguel Felipe Sosa

    Julio Ortega B.

    Soy un analista, me encuentro ante un texto que pretende ser histórico, de hecho, estoy aquí en un lugar llamado Instituto de Investigaciones Históricas de la Universidad Veracruzana y no estoy muy seguro de qué podré decir frente a este conjunto de discursos agrupados de manera un poco desordenada. El primer problema que me topo al mirar este libro de diferentes autores, coordinado por Miguel Sosa a quien conozco bien desde hace muchos años –de hecho supervisé con él algún tiempo– es la diferente mixtura de textos, referidos a diferentes años y sucesos, escritos por distintas personas.

    No parece haber del todo una unidad en el texto, ni en la escritura o la intención de los argumentos. Quizá no haya un propósito determinado en el conjunto de párrafos; tanto Ulises como Rayuela o Noticias del Imperio, pueden ser leídos y tienen su validez como textos provocadores a pesar de su extravagancia. En todo caso, sí considero que es un conjunto de escritos que ha llegado a la publicación para causar una algarada.

    El libro se llama, pueden ustedes ver en el título: Freud y Lacan en México. El revés de una recepción, santificando la costumbre alemana del siglo XIX, de dar un subtítulo al nombre. El contenido es producto de un coloquio realizado en 2014, llamado Particularidades de la recepción del Psicoanálisis en México, y sugiere de manera juguetona con las palabras, que puede mostrar el reverso de lo que ha sido la recepción de estos autores, mostrando los hilos y engranes de ese fenómeno, o sugiriendo que, a contrario de una recepción, lo que sucedió es un expulso del sentido freudiano o al menos, una serie de tergiversaciones.

    Al toparme con estos textos y comentarlos no puedo menos que asociar y evocar la frase del poeta Jorge Fernández: El arte de olvidar comienza recordando.

    Me encuentro al comienzo del libro con dos textos, el primero de Alfredo Valencia que narra el malentendido en la cultura que produjo una lectura sesgada de Freud, amén de una mezcla de nacionalismo, filosofía mexicana, e historia nacional. Resalta la importancia que han tenido en la cultura mexicana ciertas lecturas de Freud hechas por diversos autores, como Samuel Ramos, Octavio Paz y los psicoanalistas Santiago Ramírez o González Pineda. También sabemos que lo leyeron y recibieron su influencia Salvador Novo, Frida Kahlo, Raúl Carrancá y Trujillo. De alguna manera me recuerda al jocoso libro de Gallo

    [1] Freud en México. Historia de un delirio, dónde reseña con cierta temeridad que los primeros y principalísimos lectores de Freud en México fueron: un dandi gay (Novo), un filósofo conservador (Ramos), un poeta cosmopolita (Paz) y un monje benedictino (Lemercier). Nos habla del zeitgeist que prevalecía después de una revolución violenta, y el cambio del proyecto positivo a uno más bien nacionalista, con cierto tinte social, sin llegar a consolidarse en una verdadera ideología de izquierda y cuyo cáncer ha sido hasta nuestros días el caudillismo.

    Mi querido Alfredo Valencia rescata del olvido a gente como Torres Orozco, demostrándonos que hizo una lectura detenida de Los Tres ensayos para una teoría sexual, y nos dirige a considerar al Ateneo de la Juventud, a los llamados Contemporáneos y del grupo intelectual Hyperión, como importantes antecedentes para comprender la inclusión de Freud en una cultura postrevolucionaria sin que se lograse la inclusión a profundidad del legado freudiano en nuestra cultura, al menos no como sucedió en Argentina.

    El texto de Andrés Ríos, a quien conozco y reconozco por la seriedad de su trabajo, utiliza la genealogía foucaultiana para ir más allá de las referencias culturales comunes, y mostrarnos que los primeros lectores de Freud fueron siempre médicos. Ya Capetillo[2] haciendo una diferencia entre freudismo y psicoanálisis tomada de Vezzeti, mencionaba que la primera mención a Freud fue hecha por Meza Gutiérrez y Francisco Miranda, catedráticos de la Antigua Escuela de Medicina y psiquiatras del manicomio de La Castañeda, en diversas clases.

    Guevara Oropeza, alumno de éstos últimos presentó una tesis sobre el tema del psicoanálisis para titularse por allá en 1923, trabajando durante casi 40 años en el Manicomio de La Castañeda siendo su director en dos ocasiones, y haciendo escuela en la práctica de una psicoterapia basada en el psicoanálisis, junto a otras terapias como la del uso de la marihuana por el Dr. Salazar Viniegra, conocido como el Dr. Verde.

    Más tarde, fueron González Enríquez, Alfonso Millán y Guillermo Dávila, quienes realizaron destacados trabajos tratando de usar al psicoanálisis como teoría de base en el tratamiento de los pacientes, sentando las bases para la adopción en el campo de la medicina de su método y cuando éstos se acercaron a Fromm, para la institucionalización del psicoanálisis. Resume Ríos: “el psicoanálisis como la antropología, psicología, pedagogía y filosofía, fueron bien recibidos por una generación de médicos que encontró en las ciencias sociales y en las humanidades nuevas herramientas para comprender los diversos fenómenos sociales que incidían en la salud mental”.

    Narra también con justeza, la relación entre psicoanálisis y derecho en nuestro país. Nos da a conocer que José Dávila escribió una tesis sobre el tema, por ahí de 1933. Destaca la intervención de Carrancá y Trujillo delante de Monard el asesino de Trotsky. Ambos pensadores consideraban que una correcta comprensión del delincuente a partir del psicoanálisis daría lugar a una mejora en el proceso de regeneración. No recuerda el trabajo del médico, psicólogo y filósofo Enrique Aragón, director de la Facultad de Filosofía, quien en 1934 publicó el texto: Los estados de angustia y el tratamiento heterónimo del complejo freudiano. Y en su texto siguen algunos nombres más de los pioneros de la introducción a la lectura freudiana, que de alguna manera son los pilares sobre los cuales se fundará un movimiento psicoanalítico mexicano, que sin duda tuvo momentos estelares en el pasado, y vive hoy un renacimiento.

    Los trabajos de Valencia y de Ríos me parecen un ejercicio de honestidad, no tengo mucho más que decir de ellos.

    Siguen en el libro otros textos, dos de Miguel Sosa, uno de Josafat Cuevas, y otro más de Guadalupe Trejo. No sé bien cuál ha sido el criterio del coordinador para agrupar a estos nombres para producir, primero el coloquio y luego el libro. Conozco a Josafat Cuevas, me extraña que sea consignado en el texto, solamente como Profesor de la Facultad de Psicología de la UNAM, yo le reconozco como analista, y me parece muy serio su trabajo.

    Ahora bien, en lo que respecta a los textos de Miguel Sosa, no capto completamente su carácter e intención. En todo caso, me hago responsable de mi palabra en este comentario. El primero de ellos, está dirigido a mostrarnos el daño realizado al psicoanálisis por Fromm y sus discípulos. No es un relato nuevo –pues ya ha sido consignado por otros autores–, aquél que comprende los años de formación de los alumnos de Fromm, es bueno saber que gracias al impulso de Miguel Sosa se produjo la escritura del libro de nuestro querido amigo Vicente Saavedra[3]: La promesa incumplida de Erich Fromm. Allí se narra una historia vivida en primera persona de los abusos de poder, arbitrariedades e injusticias que sufrió el analizante de Fromm y hace también una crítica de los aspectos técnicos que dejó pendientes, así como de las irregularidades teóricas y prácticas del ejercicio psicoterapéutico de este notable ex miembro de la Escuela de Frankfurt, que después fue separado de ella y luego de la Asociación Psicoanalítica Internacional. No me extenderé sobre este punto, simplemente recomiendo la lectura de dicho libro.

    La postura de Sosa haciéndose doble con la de Adorno, es crítica al trabajo de Fromm y los frommianos, les reprocha su perspectiva de aceptación de símbolos universales, negación de la pulsión de muerte, el menosprecio de la transferencia, su desplazamiento a Bachofen, la minimización del valor de las experiencias infantiles y esa posición “humanista” que supuestamente devendría en una desexualización de la teoría.

    Escribir un texto es siempre una tarea difícil, y la bifurcación del camino de los primeros analistas, se debió según Sosa a jerarquías institucionales dónde las diferencias psicoanalíticas poco importaban. Cita a Santiago Ramírez, en una entrevista como soporte a su afirmación resumiendo que es evidente, que nunca se ocupó de averiguar cuál era la posición de Fromm en el psicoanálisis. Es fácil hablar de los muertos porque éstos no pueden responder. Pero me parece que las diferencias no sólo fueron por simpatías sino por aspectos teóricos fundamentales, el mismo Sosa ha hecho valer argumentos de cómo algunas de las ideas de Fromm no parecían seguir a Freud. Fromm fue criticado en sus posiciones no sólo por los miembros de APM sino más tarde por los propios frommianos, el texto de Saavedra y el combate de Ramón de la Fuente a todo tipo de terapia psicoanalítica son pruebas contundentes. También fue importante en esta escisión la participación abusiva de Fromm que se autonombraba juez de quién era y quién no era psicoanalista, precisamente por eso purgó personalmente a José Gutiérrez en 1961 y Abraham Fortes en 1965.

    Es necesario que haga notar, que hay aquí un problema no sólo de interpretación de los hechos, sino una acusación de irresponsabilidad profesional a Ramírez por no leer a Fromm y no conocer su obra, que me parece injusta. No será por cierto el único caso entre las citas dónde este tipo de acusaciones navegarán con celeridad, si bien me parece el primero donde inicia una serie de afirmaciones cuestionables. Aquí se trata de un problema quizá de interpretación, pero no sucede así con otras aserciones dónde se dicen cosas que para mí no tienen punto de controversia: son falsas. Yo estuve allí en esos años, son fortunas parte de mi historia y viví esos procesos, sé qué no son ciertas. Me sorprende que estén dadas como verdad en el libro, y lamento que el poder de la escritura pueda intentar dar peso de verdad a la ficción, al grado de recontar la historia. Me pregunto por qué Miguel Sosa afirma sin bases algunas cosas, sin haber utilizado el mínimo rigor que a una investigación histórica impone la entrevista, sobre todo cuando se trata de acontecimientos recientes; como historiador fracasa.

    Ya iré sobre el material, en concreto.

    Para Sosa, el psicoanálisis frommiano y sus derivados son un delirio, una malformación y un desencuentro con la causa freudiana. No vamos a cuestionar estas afirmaciones, pero los tiempos, los procesos, las instituciones cambian, el psicoanálisis no es una religión que trata de mantener inmóviles sus cánones y criterios. No puede juzgarse rigurosamente la actividad actual de los colegas de IMPAC por sus orígenes, somos restos de la historia y pedazos del deseo del Otro, si sabemos que se han mantenido al margen de la IPA. Esta crítica a la práctica y teoría de Fromm supongo es necesaria, pero es difícil sacar conclusiones definitivas, frente a un complejo proceso histórico que aún tenemos que mirar con cuidado, sin caer en reducciones simples o juicios forzados.

    Sus preguntas sobre si se constituyó un campo freudiano en México y si existe el necesario hábitat para la implantación del psicoanálisis lacaniano. Me parecen infructuosas, desde luego hay un campo freudiano en México. La lectura del fundador del psicoanálisis, ha producido más de una versión del psicoanálisis, quizá porque no hay una auténtica y axiomática, sino a riesgo de imponer la dictadura del dogmatismo.  Una verdadera lectura es necesaria, pero no puede derivar en una lectura sin falla, correcta en términos absolutos.

    Las ideas se transforman, se gastan, se queman, no deben apuntar a mostrar su validez por el argumento de autoridad. Freud nos enseñó un método para pensar, no para predicar verdades. Somos analistas, no sacerdotes recitando el evangelio.

    Y respecto a la segunda cuestión, pues nada más y nada menos nuestro invitado, vive del ejercicio del psicoanálisis lacaniano, y contesta con su práctica afirmativamente a su propia pregunta, con su clínica, sus publicaciones editoriales y su trabajo en seminarios, etc.

    El capítulo cuatro es quizá el más controvertido para mí, por lo que señalaba antes; he vivido de cerca esos acontecimientos. Miguel Sosa dedica en gran medida el artículo a Néstor Braunstein, un autor de muchos libros, psiquiatra, hombre de gran encanto y cultura enciclopédica, que se ostenta desde hace muchos años como psicoanalista. Es alguien que ha sido invitado por nuestros colegas en más de una ocasión aquí a Xalapa a dar conferencias y cursos diversos, presentar sus libros. Yo estuve muy cerca de él a finales de los años setenta y parte de los años ochenta, debido a mi juventud, cierta desorientación personal y porque es inevitable que todos demos traspiés hasta encontrar con nuestro destino, no me arrepiento de ello.

    Todos somos en cierta medida impostores, sólo he conocido a un hombre verdaderamente auténtico en mi vida que recién acaba de morir, y no llevaría la vida que él llevó. El capítulo está mayormente dirigido contra Néstor y muy seguramente se merece las críticas, pero éstas se basan –por momentos– en un conjunto de afirmaciones dudosas. Parece que Miguel contrasta el establecimiento de la Fundación Mexicana de Psicoanálisis y la formación de la ELP; es verdad, la distancia entre la constitución de una y otra no es mucha y evidentemente había diferencias personales, teóricas y prácticas, lo sé porque fui alumno de Estela Maldonado y Hélida Peretti, también de Marcelo Pasternac. Jocosamente se les nombraba –junto con Sosa– La Banda de los Cuatro, aludiendo a un grupo de altos dirigentes del Partido Comunista Chino que fueron expulsados del mismo y puestos bajo arresto tras la muerte de Mao Zedong en 1976.

    Todos necesitamos de héroes y mitos para construir historias, levantar pilares de esfinges, pero olvida nombrar que tanto un grupo como otro, buscaron por ahí de principios de los ochenta en París como primera forma de validación de su práctica a Jaques Alain Miller, el yerno de Lacan y cuándo éste prefirió al grupo de Braunstein, fue que los futuros miembros de la ELP, Pasternac y Sosa, recurrieron como segunda opción a Allouch y demás amigos para establecer su escuela.  Como bien he dicho antes, acerca de los frommianos, el pretérito sólo es polvo, y no puede decirse que la actividad actual de la ELP, se base en aquél pasado nebuloso, que puedo asegurarles, existió. Como anécdota les contaré que recuerdo que más tarde Braunstein, rechazó el ofrecimiento de volver a la Fundación parte integrante de la École de la cause freudienne porque dijo: “¿Para qué los necesitamos?

    Menciona que tres de los autores del libro que tanto criticará Psicología, Ideología y Ciencia, fueron quienes fundaron el CIEP (Centro de Investigaciones y Estudios Psicoanalíticos). Esto no es verdad, en primer lugar, porque el CIEP se fundó muchos años después que la Fundación que en principio era un lugar para atender pacientes de escasos recursos económicos, Josafat recordará esto, porque llegamos a estar envueltos en el proyecto para una beca, que, por cierto, nunca recibimos. Si bien Néstor Braunstein y Frida Saal estuvieron involucrados en el proyecto activamente desde el principio, Gloria Beneditto no participó sino hasta años después en las actividades de la Fundación y finalmente terminó alejándose porque el ambiente institucional no era tolerable. Lo sé, lo recuerdo, yo estuve ahí. La memoria es un cuarto obscuro lleno de sombras, pero hay pequeñas luminosidades que permanecen.

    El artículo mezcla realidad con fantasía; es verdad que se construyó un programa de maestría en teoría psicoanalítica que dio lugar a más de 20 generaciones y a pesar de que la forma académica y los usos puedan criticarse, creo que replanteó el problema de la transmisión del psicoanálisis como se efectuaba hasta ese momento, quizá no de la manera que le hubiera gustado a Lacan ni a Sosa. Por mi parte pienso que, a pesar de las desviaciones y errores, hay que reconocer que puso sobre la mesa una discusión importante y aún inacabada sobre cómo se puede formar un analista.

    Aclaro que en ese proyecto estuvieron involucrados otros analistas, no solamente Néstor y Frida, insisto, dice usted que no siguió el modelo lacaniano. Sin embargo, a pesar de las críticas de Lacan al discurso universitario, tengo entendido que en Francia el psicoanálisis está inserto en la Universidad de Paris VII y VIII, que Miller dirigió mucho tiempo el departamento de Psicoanálisis de París VII, Gerárd Miller dirige el Departamento de Psicoanálisis de Paris VIII y algunos analistas importantes de procedencia lacaniana y no lacaniana, trabajan en el medio académico, incluso Miller está por abrir –me entero por el artículo de Josafat– una Universidad Jaques Lacan. No le gusta ese medio para difundir el psicoanálisis, eso lo deja usted bien claro. Pero aquí en nuestro país, en Querétaro, la CDMX, San Luis Potosí, Puebla, Zacatecas, León, Guadalajara, Monterrey, Aguascalientes, incluso en Xalapa, etc., se ha llevado a cabo un trabajo de esta naturaleza desde hace muchos años, aunque a usted no le parezca.

    Sí le digo que no es verdad que el libro y la Fundación fuesen los impulsores de cuatro psicoanalistas no analizados autores del libro que tanto cardeniño le ha causado.

    Sé por el testimonio de una persona que fue mi maestra, y cercana a Marie Langer que Frida Saal estuvo un breve período de tiempo en análisis con Marie Langer, mejor poco tiempo que nada, podría decirse. También sé, porque me he tomado el trabajo de investigar, que Gloria Bendeditto se analizó en Argentina con Rosenthal y luego en México con Juan Carlos Plá, así que sus afirmaciones sobre estas dos personas son al menos precipitadas, cuando no difamatorias. Yo no sé si a ellas les importa; una está muerta y la otra semi retirada de la actividad profesional por enfermedad, pero a mí me gustaría que usted supiese que se ha equivocado, que hace afirmaciones lastimosas y falsas.

    Su artículo sigue tratando de definir lo que es el psicoanálisis y el psicoanalista, a partir de afirmaciones hechas por Jacques Lacan, le concedo puntualidad en las citas, yo mismo estoy involucrado con un grupo trabajando el seminario uno, por la importancia que éste tiene, aunque cada vez soy más freudiano que lacaniano, exactamente como Lacan se consideró al final de su vida.

    Sigue con una historia sobre Córdoba, allá lejos y hace tiempo, su memoria falla si lo que intentaba hacer es una historia y no brindar un testimonio. Afortunadamente la de otros no, olvida usted mencionar el importante hecho de que la carrera de psicología llegó a estar prohibida por el Estado por considerarla subversiva, que el Partido Comunista prohibió a sus militantes todo acercamiento al psicoanálisis. No menciona a Fermín Quiroga que venía de formarse con Telma Reca, a Ignacia Alicia Moyano, a Jorge Gurvich y Ricardo Avenvurg interlocutor de los cordobeses, que entre los años sesenta y después en los setenta tuvieron un destacado papel en el desenvolvimiento del psicoanálisis, pero sobre todo a Jorge Orgaz, quien apoyó a Ricardo Podio –a quién sí nombra– para dictar su cátedra y luego a Paulino Moscovich, de quién por cierto Gloria Benditto fue asistente. La historia de Moscovich es legendaria, y ha sido relatada con soltura por Neufeld en un libro que se llama A la Guerra en un Subaru rojo.

    Sí habla usted de Osvaldo Francheri y de su trabajo, se identifica usted como su alumno. Y dice haberse analizado por él, pero en la página 99 dice que lo analizaba en grupo. No sé bien ya qué considere usted análisis, pero yo creo que la experiencia en grupo es otra cosa. Y si es ese su análisis, en la página 100 habla de objetivos terapéuticos, no didácticos. Después habla usted de que inició un análisis individual, pero no queda claro cómo, con quién ni cuántos años. Todo esto lo menciono porque usted critica de manera severa y hasta cruel a colegas que hicieron su formación en el Círculo Psicoanalítico Mexicano, aseverando que la formación de Armando Suárez y Raúl Páramo habría sido corta e inacabada.  Toma como base la afirmación de Fernando González de que habría recibido una formación incompleta. Me parece que lo menos que podemos hablar los analistas después de Lacan es de completud; la formación analítica es siempre una tarea inacabada.

    Y si vamos más lejos, al hablar de Francheri narra que él, como reyezuelo, designa no sólo sus pacientes sino supervisores y docentes, cancelando a su primera supervisora. Estoy confundido, usted se analiza en grupo, ve pacientes y sigue al pie de la letra las instrucciones de Osvaldo, discúlpeme, pero no veo la diferencia entre esta transferencia cargada y la de Fromm con sus alumnos, que tanto criticaba ¿Es ésta la vía ideal para pasar de analizantes a analistas que usted enseña? Encuentro múltiples fallas a ese razonamiento, empezando por ese proceso grupal que usted llama análisis, dice que saldó su cuenta con el sujeto supuesto saber al terminar su análisis con Francheri, discúlpeme pero al menos este proceso dista de lo que muchos analistas consideramos psicoanálisis, y desde allí critica usted a otros colegas que realizan su trabajo desde hace mucho tiempo laboriosamente y con seriedad. Y, por otro lado, suponer que solamente en Argentina se ha leído bien a Freud y a Lacan sin confusiones ni desviaciones, me parece definitivamente ingenuo.

    Efectivamente, Braunstein y su mujer Frida Saal, llegaron a México en 1974 y Pasternac llegó en 1975. Empezaron a tratar inmediatamente pacientes en lo que llamaban análisis sin haberse analizado, alguno podría decir por ahí que Freud se analizó con un delirante, en fin. Los precedía el libro Psicología, ideología y ciencia que tanto critican usted y Guadalupe Trejo, pero déjeme decirle que los autores muy poco tiempo después renegaron de gran parte de los contenidos. No obstante, este libro prologado por Marie Langer, fue importante para la difusión del psicoanálisis y esas letras cambiaron muchas vidas. Personalmente formo parte de una generación que decidió acercarse al psicoanálisis precisamente debido a la lectura de sus contenidos, que proporcionaban una alternativa a la pobreza teórica y práctica de la psicología académica. Su crítica llega tarde, está usted diseccionando un cadáver, pero que fue una bestia muy alerta y feroz, e influyó para bien y para mal, sobre muchas generaciones. Es más, aún no estoy seguro de que no siga pesando sobre muchos jóvenes, no sólo en México sino otras partes de Latinoamérica.

    Me pregunto: ¿Por qué esperó usted tantos años para criticar este texto? ¿Para cuestionar la práctica profesional del analista sin análisis? ¿Cuántos años aguardó? ¿35 o 40? ¿Esperó usted a que no estuviera Néstor en México? Y créame que no me interesa defender la figura indefendible de alguien a quien por cierto quise mucho (y como todos los amores pasionales estaba destinado a la desilusión), pero me llama la atención que precisamente ahora, usted traiga estas críticas a colación de algo que todos sabíamos hace tiempo.

    Por cierto, alguien que le conoce me ha dicho que buscó luego análisis con Colette Soler, cosa que de la que no estaría completamente seguro, pero que, si sucedió, seguramente fue muchos años después de lo que usted relata, pues yo recuerdo que él rechazó por allá de 1988 o quizá 89 seguir su análisis con Liberman pues no lo consideraba apto para la tarea. Y simplemente para intentar descifrar un poco el complejo papel que le corresponde aún en el mundo analítico a Néstor, déjeme contarle que en 2015 Patricia Gherovici y Manya Steinkoler publicaron en la prestigiada editorial Routledge, un libro que se llama Lacan on Madness en el que no sólo hay un capítulo que escribe Braunstein, sino otros escritos por gentes con peso en el mundo psicoanalítico como Geneviéve Morel, Jean Claude Maleval, su querido Jean Allouch, Darian Leader, Héctor Yanquelevich, quienes participan junto a él, implícitamente avalando su voz, ¿Será que no están enterados del pasado de este hombre?, no lo creo. Personalmente hablé del caso con Morel y me costó un alejamiento de su parte ¿Habrán brindado todos juntos durante la presentación del libro?

    Efectivamente, el CPM recibió a muchos exilados sudamericanos en los años setenta, sus miembros fueron espléndidos y desinteresados, acogieron a gente que había sido amenazada de muerte en Argentina, Uruguay. También la APM recibió personas que huían de las dictaduras sudamericanas, nuestra querida Fanny Blanck–Cereijido ha escrito un artículo[4] al respecto. El pecado de mis compañeros quizá fue el ser demasiado confiados, crédulos y generosos. Pero acusarlos de falta de seriedad por haber sido enseñados de Suárez – quien por cierto es el verdadero introductor formal del discurso lacaniano en México y Latinoamérica a través de la promoción de la publicación de Los Escritos en Siglo XXI que hizo el poeta Tomás Segovia –, otros analistas ex APM incluyendo a Santiago Ramírez, Enrique Guarner, Isabel Díaz Portillo y finalmente los sudamericanos entre los que se incluyen a Miguel Matrajt, la inolvidable Marie Langer, los García Reynoso, Nacho Maldonado, Armando Bauleo, etc. Me parece una crítica poco seria y mal intencionada. Usted decidió atacar a buena parte de la comunidad analítica en su texto, pero me parece que la tarea que emprende está más bien regulada por el odio y la intolerancia.

    ¿Qué tuvimos y se tienen – y hablo como ex miembro del CPM – problemas institucionales y escisiones como en APM o los frommianos? Una colectividad siempre tiene conflictos, y estos son también una fuente de crecimiento. No estamos cerrados a las críticas, pero nos importa que la argumentación no sea mediocre. De hecho, no creo que la laboriosidad dentro de la ELP a la que usted pertenece, se rija por estados paradisíacos sin dificultades, sé de más de un enfrentamiento dentro de su grupo por diferentes posiciones, hay gente que ha abandonado la École, allí está el caso de una persona con tanto prestigio como mi amigo Luis Tamayo; de hecho Josafat Cuevas narra en su comentario un acto de censura por sus diferencias con Allouch a cierta intervención suya que no pudo ser publicada, sino en la revista Carta Psicoanalítica.

    ¿Qué Caruso tuvo un pasado nazi en su juventud? También lo tuvieron Heidegger y Günter Grass, sin que por ello su obra intelectual deje de ser de una importancia trascendental para la filosofía y la literatura. De hecho, Lacan admiraba a Heidegger y buscó su trato repetidamente después de la guerra (también la del Papa y los jerarcas de la Unión Soviética). Por otro lado, Caruso jamás negó estos hechos, y sí se arrepintió toda su vida por ellos. No inventó nada sobre ese pasado para cubrir sus faltas, ni se enseñoreó con la bandera del Holocausto y su comprensión de él, como lo hicieron Frankl o el mismo Bettelheim, quienes sí mintieron sin pudor. Por cierto que, no fue González el primero en trabajar el pasado de Caruso, en Carta Psicoanalítica Octubre de 2013, dedicamos todo un número a estos incidentes más de un año antes de la aparición del libro que usted menciona.

    Podemos perdonar o no a Caruso, pero indudablemente tuvo la sinceridad de hablar en voz alta sobre los acontecimientos e intentó en su giro hacia el marxismo, pagar sus pecados. Descanse en paz.

    Colocarse en ese lugar dónde usted y sólo usted sabe lo que es el verdadero psicoanálisis, consagrado por la experiencia del pase, que el mismo Lacan borró al disolver su escuela, me parece insensato.  En una presentación de su libro en la Sociedad Freudiana de la Ciudad de México dice usted que su texto es descortés; yo lo calificaría de imprudente. En éste ha querido hacer el triple papel de jurado, juez, y verdugo de los psicoanalistas mexicanos.

    Una reflexión más, muy curiosa me parece que la formación de analistas como usted, sea según su testimonio, avalada por gente formada en la IPA como Francheri, finalmente ésta parece el Otro del otro según usted, en lo que a garantías se refiere.

    Finalmente el texto de Trejo, me parece que le hace coro, escogió usted una buena compañera para alabarle. Pero está lleno de datos inútiles, por ejemplo, donde se espanta de que hoy en día existen muchas maestrías y cursos de psicoanálisis impartidos en todo el país por gente que no conocemos, incluyendo cuadros y estadísticas. Quiero decirle que yo llevo muchos años en el ambiente psicoanalítico, y no conozco a todos los analistas de México, no me apuro por eso, y me congratulo porque se multipliquen los grupos de estudios de la obra de Freud. Es evidente que esto representa algunos peligros –yo había escrito por ahí hace tiempo algo sobre el tema[5]–, por ejemplo, que muchos nuevos analistas lacanianos como se autonombran, se enseñoreen desde sus palestras como supervisores, analistas, maestros e ideales para alumnos despistados. La multitud está ansiosa siempre de nuevas religiones y del látigo del amo, pero creo que debemos conceder a esos mismos jóvenes la confianza de que su inteligencia, les lleve finalmente a distinguir las diferencias.

    Sí me parecen aturdidas e irreflexivas afirmaciones como la de decir que la obra de Laplanche no tuvo mayor trascendencia en el mundo analítico, me extraña la afirmación precisamente viniendo de una alumna de Silvia Bleichmar. Decir eso de Laplanche es como escupir al cielo, pero es claro que cada quien tiene derecho a decir lo que le plazca, de eso se trata la libertad de escribir, sólo que cuando ésta ofende o calumnia a otros, lastima a muchos, quizá a demasiados.


    [1] Gallo, Rubén. Freud en México. Historia de un delirio / Rubén Gallo ; trad. de Pablo Duarte. México : FCE, 2013

    [2] Capetillo Juan. FRENIA, Vol. VIII-2008, 207-220, ISSN: 1577-7200

    [3] Saavedra Vicente. La promesa incumplida de Erich Fromm. Siglo Veintiuno, México, 1994.

    [4] Blanck – Cerijido Fanny. Del Exilio: Psicoanalistas rioplatenses radicados en México. Recuperado de Blog Psicoanálisis en extensión: https://goo.gl/mGVdYQ

    [5] La formación del analista: ¿Regulación y/o deseo? Recuperado del Blog Psicoanálisis en Extensión: https://goo.gl/CDbKNa

  • ¿Qué es el hambre?

    ¿What is hunger?

    Daniela Verderi Muñuzuri

    Resumen:

    Este artículo aborda el tema de la alimentacion, como algo que va más allá de la necesidad física. Sobre como ésta, se articula a la demanda constituyendo un deseo.  Así mismo, se menciona la importancia que tiene la alimentacion en la organizacion de la subjetividad, así como en la dimension socio-cultural. Por último se aborda desde la lectura de Lacan lo que sucede cuando se ocupa la comida para gozar en sus diferentes modalidades, tales como en la anorexia y la bulima.

    Palabras clave: hambre, deseo, demanda, necesidad, anorexia y bulimia.

    Summary

    This article addresses human alimentation as something more than just a physical need. How it articulates with demand and constitutes desire. It also mentions the importance alimentation has in the construction of subjectivity as well as in a socio-cultural dimension. Finally, and following Lacan’s lectures on the subject, an analysis is made of what happens when food is used for different purposes in order to selfinflict pain, such as anorexia and bulimia.

    Key words: Hunger, desire, demand, needs, anorexia, bulimia.

    “A la hora de poner la mesa, éramos cinco:
    mi padre, mi madre, mis hermanas y yo.

    Después, mi hermana mayor se casó.

     Después, mi hermana pequeña se casó.

     Después, mi padre murió.

    Hoy, a la hora de poner la mesa, somos cinco,
    menos mi hermana mayor que está en su casa,

    menos mi hermana pequeña que está en su casa,

    menos mi padre, menos mi madre viuda.

    Cada uno de ellos es un lugar vacío en esta mesa en la que como solo.

    Pero estarán siempre aquí.
    A la hora de poner la mesa, seremos siempre cinco.

    Mientras uno de nosotros esté vivo, seremos siempre cinco.”2

    El hombre es un animal desnaturalizado, para el que comer no implica únicamente alimentarse, es decir, no se trata únicamente de ingerir calorías para convertirlas en energía para ser gastada mediante el esfuerzo físico, tan no es así, que la necesidad de comida se convierte en demanda, articulándose a la acción de alimentarse con toda una serie de sentimientos, juegos, ritmos, sabores, olores, miradas, caricias, sonidos y voces, donde lo que se irá constituyendo más allá de esa compleja dialéctica comprendida en la relación hambre-comida, será la experiencia de amor, cercanía, compañía, satisfacción, saciedad, cariño, o la ausencia de éstas.

    El poema inicial nos deja entrever que la alimentación es más que solo eso, se trata del primer contacto con los otros, de un intercambio de dones que se circulan constituyendo la subjetividad y el lazo social, mediante ceremonias, tradición y rituales.

    De esta manera podemos entender lo planteado en la entrevista a Domenico Cosenza (2014) 3 donde se le pregunta: La comida, la experiencia alimenticia no es solo un acto para que las personas nos nutramos sino también, según Roland Barthes, un “medio de comunicación” que ordena, organiza y orienta al sujeto en su dimensión socio-cultural. ¿Qué relación tiene la comida con el inconsciente? Consenza señala que la relación es muy compleja porque tenemos que ubicarla en diferentes niveles de la experiencia. Como nos dice Freud en Tres ensayos sobre una teoría sexual, el objeto oral por excelencia, la comida, tiene diferentes niveles de funcionamiento: por un lado el nivel más evidente es el de una dimensión nutricional que responde a la necesidad, pero para el sujeto humano la comida no se reduce nunca a esto ya que ésta pertenece, al mismo tiempo, a una dimensión de satisfacción pulsional. La comida es el primer don que el sujeto recibe de la mano del Otro, es por ello que tiene un valor simbólico y por tanto se pone en juego también la dimensión del deseo. Esto Freud lo explica de manera muy clara cuando nos dice que el niño al orientarse hacia el pecho de la madre continúa su experiencia de satisfacción más allá de sus necesidades y exigencias nutricionales. Ya ahí se aprecia cómo la introducción del objeto oral se apoya en la necesidad pero también más allá de ésta. Se trata de una experiencia muy compleja que comporta una dimensión de identificación del sujeto con la comida. Esto es muy claro, por ejemplo, en la relación que guarda la cocina con las tradiciones alimentarias de las familias.

    Estos primeros momentos de la relación con la alimentación irán construyendo andamiajes que consolidarán las coordenadas de lo que significará estar hambriento, satisfecho, tener antojo, apetito, incluso más allá de lo propiamente alimenticio, ampliándose al espectro simbólico, lindando los caminos del deseo que posibilitarán el tener hambre de estudio, antojo de vacaciones o deseo carnal.

    Cuando nos referimos al amamantamiento, existen condiciones tales como, el establecimiento de horarios y la libre demanda, las cuales posibilitarán la forma en la que el sujeto se relacione con la ingesta de alimentos, articulados a muchos otros acontecimientos que se lleven a cabo al momento de comer. Con ello evidenciamos que la comida es uno entre muchos otros escenarios que muestran el malestar del hombre con la cultura, esa subjetividad que desnaturaliza el vínculo con el mundo. 

    En algunas de las primeras elaboraciones de Lacan sobre el tema en el seminario 4 “La relación de objeto” Lacan señalará que será el modo de aprehensión, lo que adquiere carácter y valor simbólico, dejando al niño en posesión del objeto, dándole un valor de símbolo, sustituyendo así la satisfacción de la necesidad. Sabemos que este objeto que hoy aparece como real más adelante se convertirá en una problemática alrededor del goce en el seminario de 4 conceptos fundamentales del psicoanálisis.

    La posibilidad de tener hambre, antojo, apetito y avidez, tendrán que ver con la posibilidad de la satisfacción y la insatisfacción, la posibilidad de obtener algo y la posibilidad de perderlo, disfrutar y de frustrarse en la vida, operaciones constituyentes de la castración. Para que haya un deseo debe de haber una falta. A partir de la hiancia abierta entre necesidad y demanda es que se articulará el deseo, burdamente podemos decir que se necesita un hueco para intentar llenarlo, para que se pueda tener hambre, se requiere de un lugar transitoriamente vacío, se necesita una falta para que pueda ser “completada”.

    La alimentación será una actividad, entre muchas otras, que se organice a partir de la falta. La forma en que un sujeto se posicione frente a la castración tendrá que ver con las posibilidades de autoregularse o de excederse. Así como con las diferentes maneras en las que pueda desear, gozar, disfrutar o satisfacerse con la ingesta.

    Existen diferentes modalidades de goce en relación con síntomas articulados a la alimentación, actualmente se les denomina “trastornos de la conducta alimentaria”, los cuales son tratados desde la psiquiatría como padecimientos relacionados con la ingesta de comida, sin embargo, desde el psicoanálisis nos queda claro que el tema no es con la alimentación, sino con los desfiladeros de la demanda, el deseo, el goce, la mirada, la castración, las coordenadas de vida y muerte, entre otras cosas.

    En la anorexia y la bulimia existe una relación destructiva usando la comida para generar un goce. En la anorexia se invierte la demanda colocándola del lado del Otro, que en caso de que ese lugar sea ocupado por algún agente buscará que se angustie frente a su no comer, como si con ello lograra escapar de su propia angustia y responsabilidad frente a su no comer.

    Siguiendo a Lacan en el seminario 4 señalará que la anorexia será el único poder a disposición del sujeto contra la omnipotencia “materna”, diciendo no en el plano de la acción. Con esta anulación el niño pone trabas a su dependencia alimentándose de nada. Siendo la madre quien está a su merced, sometida con las manifestaciones de su capricho y de su omnipotencia, invirtiendo la demanda.

    En esta inversión de la demanda, los cuidados excesivos y sofocantes de la madre desencadenarán la búsqueda equivocada del don de amor, generando formas para despertar el deseo y no únicamente la satisfacción de las necesidades básicas. Buscando en el otro un deseo de vida, no únicamente de supervivencia.  

    El síntoma anoréxico es una trampa mortal, es un camino imaginario de amor donde se pide un don de amor a costa de la muerte. Se trata de una paradoja, ya que se exige el don de amor del otro estando en una posición donde se es incapaz de recibir. Se tratará de un circuito cerrado que en la clínica se habrá de fracturar.

    Siguiendo esta línea, Cosenza señala que todo el síntoma anoréxico se construye para que el sujeto logre evitar el encuentro con la dimensión del inconsciente y cuando encuentra algo de éste se angustia. Es por ello que no quiere saber nada de todo esto. Se trata de sujetos que no quieren saber nada sobre su subjetividad, solo gozarán con su síntoma. No querrán saber sobre su falta, ni sobre los resortes inconscientes que comandan sus conductas, únicamente buscarán obturar la castración.

    En este juego mortal con la comida, la bulimia se presenta como una modalidad muy parecida a la anterior, se trata de una ingesta compulsiva que se caracteriza por la imposibilidad de retener el alimento, insistiendo en la necesidad de sentirse lleno mientras que después se es asaltado por la culpa angustiosa, todas las veces se tiene que repetir la ceremonia de regurgitar, para recobrar el vacío pacificador, comer y vomitar constituyen la dialéctica de sus relaciones con la comida.

    Sin embargo, a lo largo del tiempo las implicaciones clínicas han sido dejadas de lado en los diferentes abordajes, centrándose en una clínica de yo a yo, de reeducación, persuasión, sensibilización o convencimiento desde la consciencia, donde la intervención está focalizada en llevar una dieta balanceada, ejercicio y procesos motivacionales, haciendo este tipo de tratamientos parciales y superficiales. Direccionando el tratamiento hacia la voluntad, como si fuera suficiente con desear bajar de peso y ser disciplinado para lograr el objetivo. Conservándose la idea añeja de la comida como alimento, sin ninguna especie de problematización mayor. Dejando por fuera los resortes inconscientes que los comandan a gozar con la comida. Quedando en la periferia la compulsión, la ansiedad, lo que les representan los significantes lleno, vacío, hambre, antojo, soledad, comunidad, entre otros.

    No es de sorprender bajo esta perspectiva que descubramos que los tratamientos no logran resolver ni siquiera las expresiones sintomáticas que están tejidas alrededor de la comida. Prácticamente ninguno de estos tratamientos ha logrado tener éxito en sus efectos a lo largo del tiempo, sin embargo, persisten los mismos modelos de intervención, desde la nutrición y la psiquiatría, los cuales tienden a mostrar un alto índice de reincidencia tras los mismos.

    El precio que se paga por no considerar la propuesta psicoanalítica dentro de estos modelos de intervención interdisciplinaria es alto, ya que, al enfocarse únicamente en las modalidades de la alimentación como un malestar aislado, no se permite su problematización ni alcanzar la responsabilidad frente al mismo.

    No sólo es importante pensar desde el psicoanálisis la producción masiva de formas de goce denominadas como trastornos de la conducta alimentaria, también es importante observar como estos modos de operación se proyectan en fenómenos sociales que contribuyen a que se sigan perpetuando estas modalidades. Lo que nos hace pensar sobre lo que se pone en juego subjetivamente en torno a los hábitos alimenticios, el hambre, la comunidad, el deseo, la soledad, lo que significa compartir las costumbres, el sedentarismo, y cómo todo esto está afectando la subjetividad misma.

    Notas al pie

    1Integrante de Lapsus de Toledo, Grupo Terapéutico Triángulo y Consejo de Redacción de CARTAPSI. daniela.vm@hotmail.com

    2 José Luis Peixoto, Explicación de la eternidad, poemas selectos. Caracas: Venezuela: bid & co.editor. pp. 10.

    3 Berenguer, M “La anoréxica tiene una relación con el espejo que está al límite de la persecución”. En La Casa de Paula. Recuperado de: https://www.lacasadelaparaula.com/es/domenico-cosenza-psicoanalista-la-anorexica-tiene-una-relacion-con-el-espejo-que-esta-al-limite-de-la-persecucion-2/

    Bibliografía                                      

    • Berenguer, M (25 de enero 2014) Domenico Cosenza, psicoanalista: “La anoréxica tiene una relación con el espejo que está al límite de la persecución”. En La Casa de Paula. Recuperado de: https://www.lacasadelaparaula.com/es/domenico-cosenza-psicoanalista-la-anorexica-tiene-una-relacion-con-el-espejo-que-esta-al-limite-de-la-persecucion-2/
    • Lacan, J. (2010) Seminario 4: La Relación de Objeto. Buenos Aires, Argentinda: Paidos
    • Peixoto, J.L. (2018) Explicación de la eternidad, poemas selectos. Caracas: Venezuela: bid & co.editor.