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  • Homenaje a Marcelo Pasternac. Un estilo de transmisión.

    Homenaje a Marcelo Pasternac. Un estilo de transmisión.

    Lucía Rangel H.

     
    Este Homenaje¹ está dedicado al recuerdo de Marcelo en cada uno de nosotros, a lo que él nos dejó y a lo que él puso de sí en su enseñanza.
    Mi primer recuerdo sobre esto data de mis años universitarios en Monterrey. Leíamos algunos artículos del libro que se volvió un clásico, Psicología, ideología y ciencia editado por siglo XXI, cuya primera edición había salido en 1975. En ese texto Pasternac se abocaba al problema de los métodos en psicología para distinguirlos del método psicoanalítico. La lectura de sus artículos cuestionaba todo lo que habíamos aprendido en otras materias en las que el discurso de la ciencia imperaba. El edificio del saber se me venía abajo, había sido mordida por una lectura distinta y un quiebre se había producido para mí.
    Corría el año de 1984 cuando un grupo de jóvenes ¾ algunos aquí presentes ¾ nos reuníamos en el sótano de la Clínica San Rafael para seguir un seminario a cargo de Marcelo Pasternac. Se trataba de un espacio de reflexión, de lectura, de supervisión, algo muy distinto a lo que se ofrecía en las universidades. Se respiraba aire fresco, circulaban las dudas y se planteaban interrogantes nuevos. Fueron años muy fructíferos ya que dieron lugar al desmoronamiento de todo un discurso académico alrededor de los textos de Freud, a un acercamiento a la enseñanza de Lacan, al compromiso ineludible de la propia experiencia analítica, a discusiones apasionadas y a formar lazos de amistad que hoy en día aún perduran.
    La presencia de Marcelo funcionaba como un punto de referencia, un faro que, en medio de la oscuridad, permitía orientarse.
    Él me invitó a trabajar a Epeele, la editorial de la école lacanienne de psychanalyse en México que él dirigía, y ahí pude observar de cerca que el abordaje del análisis sobre un texto consistía en dejarse atrapar por los significantes, en leer entrelíneas, en deletrear lo leído, en escuchar las entonaciones y exclamaciones propias de un discurso, en hacer caso de los sin-sentidos, y en desechar el discurso del amo. Pero aún más importante comprendí, gracias a él, que la determinación de un momento no era la conclusión ni de una obra ni de una vida, ya que el saber se va inventando y decantando con el tiempo.
    Su compromiso y su tenacidad iban tan lejos como para sostener un proyecto editorial “a fuerza de tracción” —como él mismo decía— en el sentido de que en Epeele trabajábamos mucho, y sin remuneración económica. Se publicaron durante su dirección más de 20 libros. Este hecho lo hacía sentir orgulloso, y no era para menos. Su trabajo de director no sólo se limitaba a la tarea de lector, revisor o traductor, sino que incluía labores por de más anodinas o terrestres. Aún lo recuerdo llevando y trayendo libros a la Gandhi o al FCE o a seminarios, haciendo cuentas del precario estado financiero de la editorial, convocando a reuniones para discutir tal o cual cosa y por supuesto -como algunos de ustedes lo recordarán- distribuyendo información sobre los títulos de la editorial y sus precios durante los seminarios de l´école lacanienne de psychanalyse en México.
    Marcelo Pasternac era un hombre sabio y generoso. No se podría pensar en la transmisión del psicoanálisis lacaniano en México sin sus valiosas aportaciones. Su vasta producción escrita, ya sea en la Editorial Psicoanalítica de la letra que él mismo dirigía o en revistas tales como artefacto, Litoral o me cayó el veinte refleja su larga trayectoria y da cuenta de sus preocupaciones en torno al psicoanálisis.
    Marcelo Pasternac hizo de la experiencia de la traducción una dimensión esencial del propio psicoanálisis, porque si algo marcó su enseñanza fue la seriedad con la que siempre tomó la tarea de traducir, transcribir y transliterar.
    Gracias a su labor como traductor —junto con su esposa Nora y su hija Silvia— contamos desde 1993 con la traducción del francés al español de Letra por letra Transcribir, traducir, transliterar de Jean Allouch, editada por primera vez por Edelp en Argentina, y recientemente revisada y publicada en México por Epeele.
    Prueba de su rigurosidad es la ardua tarea de revisar la traducción al español de los dos tomos de los Escritos de Lacan por Siglo XXI, que dio por resultado la publicación de su libro 1236 errores, erratas, omisiones y discrepancias en los Escritos de Lacan en español (2000). Posteriormente la aparición de otro libro, en coautoría con su esposa Nora, llamado Comentarios a neologismos de Jacques Lacan (2003). Textos imprescindibles para captar esas sutilezas del pasaje de lenguas con el que siempre jugó Lacan. Dos libros que no pueden faltar en la biblioteca de aquellos que se precien lectores de Lacan en español.
    A estos trabajos, que bastarían para quedar inscripto en la historia del psicoanálisis lacaniano en lengua española, habría que agregar su libro Lacan o Derrida. Psicoanálisis o análisis deconstructivo, que en el año 2000 fue fundamental para dilucidar las críticas y la confusión que había levantado Derrida frente a lo que consideraba “el problema de la resistencia al yo del psicoanálisis”.² Así era Pasternac, un lector que levantaba la voz, que no podía dejar pasar los errores, omisiones o discrepancias ya sea en traducciones o en interpretaciones, y que en esta ocasión discutía con el Derrida que sostenía el “axioma de interminabilidad del psicoanálisis o su referencia a lo que sostiene, contra Lacan, como una indefinida o infinita partición de la letra, en su comentario sobre el Seminario de ❛La carta robada❜”.³
    Pero Marcelo también levantaba la voz cuando estaba en desacuerdo con alguna de las publicaciones de l´école lacanienne de psychanalyse. De las más fructíferas fueron las discusiones que se dieron entre él y Allouch, a propósito de Foucault. Ya que el diálogo, algo que se estableció siempre entre ellos, ponía sobre la mesa una problematización y una mirada distinta frente a un texto. Me voy a remitir exclusivamente a una discusión sobre “el plus-de-gozar” que se dio en el año 2001, pero que ilustra perfectamente el estilo siempre tan preciso de señalar alguna cuestión de Pasternac.
     El artículo al que voy a hacer referencia, es el que se titula “La articulación ❛intensificación del placer-deseo-plus-de-gozar-goce❜”4, trabajo que fue expuesto en el seminario “Para introducir el sexo del amo” a cargo de Jean Allouch en febrero del 2001 en la Ciudad de México. Este trabajo de Marcelo fue elaborado como réplica al artículo de Allouch “La intensificación del placer es un plus-de-goce”.5
    El diálogo comienza en el momento en que Allouch lanza una provocación, que Pasternac recibe, y que consiste en la afirmación que dice: “el psicoanálisis será foucaultiano o no será”, a ello Pasternac responde: “sí, pero No-todo Foucault”.
    El psicoanálisis —dice — puede suscribir el Foucault de Vigilar y castigar que denuncia una mirada normativizante que “compara, diferencia, jerarquiza, homogeneiza y excluye”, la cual efectivamente haría que el psicoanálisis sencillamente desaparezca como práctica. Para Pasternac:
     
    El psicoanálisis a-valorativo será estrictamente singular, se regulará en torno a la emergencia de la particularidad del deseo subjetivo … o no será ni foucaultiano, ni lacaniano, ni psicoanálisis, a secas.6
     
    Ese era el psicoanálisis que practicaba Pasternac. Sin embargo, el punto de desacuerdo gira alrededor de lo que Allouch ha llamado el “rasgo distintivo” de Foucault, a saber “la intensificación del placer”.7 Este “rasgo distintivo” es, según Allouch, el correlato de lo que Lacan llamó, el 13 de noviembre de 1963 en el seminario De un Otro al otro, el “plus-de-gozar”, que en realidad no era más que otra manera de nombrar el objeto a.
    Entonces, mientras Allouch afirma la “equivalencia” o el “correlato” entre el plus-de-gozar y la intensificación del placer, Pasternac es mucho más cauteloso al plantear que existe una “articulación”, más no una equivalencia de término a término. El Diccionario de la Real Academia define “articulación” como la “Unión entre dos piezas rígidas que permite el movimiento relativo entre ellas” o también como “la unión de distintos elementos que forman un conjunto ordenado”. Y define equivalencia como la “Igualdad en la función, el valor, la potencia o la eficacia de dos o más cosas distintas entre sí”. En esta sutileza entre la “igualdad en la función” o la “unión de distintos elementos que permite el movimiento” es que discrepan los autores.
    El argumento principal de Pasternac para descartar esa equivalencia que plantea Allouch entre Foucault y Lacan a ese respecto, consiste en que lo que Foucault llama placer o deseo no corresponde necesariamente al discurso psicoanalítico. Y, por tanto, básicamente estaría ahí el problema de igualar lo que no es comparable. Digamos que este es el primer señalamiento de Pasternac: diferenciar el uso de términos de manera coloquial, de la dimensión estructural y conceptual8 a la que alude el psicoanálisis cuando se habla de placer o de deseo.
    Critica asimismo cuando Foucault atribuye al psicoanalista y al filósofo de manera generalizada afirmar que lo “importante es el deseo, y que el placer es nada”.9 Pasternac reacciona de manera enérgica para decir: “no hay tal oposición”. Es más -nos dice- “desde el punto de vista psicoanalítico, el deseo moviliza la búsqueda del placer”. Es decir, deseo y placer, que son elementos distintos, se conjugan para dar el movimiento que se requiere para la búsqueda de nuevos placeres. En sus propias palabras precisa:
     
    La relación deseo/placer no se sitúa en un sistema de oposiciones sino en niveles distintos de promoción, de determinación, de impulsión […] El deseo, en sentido conceptual, no empírico –defecto de la designación- está en la base de lo que mueve la vida del sujeto, incluso y sobre todo en la búsqueda del placer, y en la invención de nuevos placeres reclamada por Foucault.10
     
    Por tanto, el hecho de que se diga que el deseo “está en la base de lo que mueve al sujeto” no implica que ello sea más importante que el placer, sino que son “niveles distintos” y que no se pueden desarticular. Rechaza asimismo el imperativo “debemos” que Foucault sugiere cuando menciona que
    En lo que debemos trabajar, me parece, no es realmente en liberar nuestros deseos, sino en volvernos nosotros mismos infinitamente más susceptibles de placer (escapando a las fórmulas consabidas del puro encuentro sexual y de la fusión amorosa de las identidades).11
     
    Marcelo le rebate esa postura al decirle que más bien ocurre que “Como tenemos deseos, ellos impulsan a la creación de placeres nuevos… siempre que los hayamos liberado de sus ataduras y que no les hayamos introducido otras de un modo valorativo”.12
    Sin embargo, sobre esta oposición entre placer y deseo que Foucault le atribuye al psicoanálisis, tanto Pasternac como Allouch coinciden en que ambos términos no se excluyen el uno al otro. Lo que los hace verdaderamente discrepar radica en hacer equivaler el término “placer” de Foucault con lo que Lacan designa como “goce”.
    Pasternac señala que primero habría que diferenciar el “plus-de-gozar” del goce, para luego “articularlo” con el deseo y con el placer.
    El plus-de-gozar no es el goce sino “un resto”, “un efecto del discurso” y resulta de una pérdida del goce. Además su escritura tan particular con sus consabidos guiones –nos dice Marcelo- evita el riesgo del uso coloquial y acentúa su “carácter conceptual”. Se apoya, para sostener lo anterior, en el hecho de que Lacan lo emparenta con el término “plusvalía” de Marx. Pero sobre todo en el hecho de que ambos términos señalan que se efectúa una pérdida del goce de un “modo imperceptible”, ya sea al entrar al mercado del trabajo en el caso de la plusvalía, o como efecto de la subjetivación, en la que la dimensión del significante introduce el efecto de esa pérdida. Entonces, una cosa sería el concepto –que no es un observable como tal- y otra muy distinta sería lo relativo a los efectos visibles que produce dicha pérdida.
    Entonces ¿cómo comparar un concepto “plus-de-gozar” con un fenómeno sensible a nivel del cuerpo como el del placer? Parece preguntarle Marcelo a Allouch.
    Ahora bien, respecto a la pérdida del goce, ambos concuerdan básicamente en que la primera experiencia de goce marca una distancia respecto a las posteriores. Es decir, entre la experiencia buscada y la obtenida hay una pérdida de goce. Por tanto, cada intento por recuperar lo perdido sería infructuoso ya que cada repetición evidencia que el goce que se experimenta no es tan gozoso como el primero. De ahí que se hable del goce como masoquista.
     Sin embargo, Pasternac recurre a una cita de Lacan para dejar más claro este asunto: “Es justamente por ser percibido en la dimensión de la pérdida que algo se necesita para compensar […] Es solamente esta dimensión de la entropía la que hace tomar cuerpo a esto de que hay un plus-de-gozar a recuperar”.13
    Pero ¿qué se recupera en ese plus-de-gozar? El mismo Marcelo ofrece una respuesta:
    Me interesa subrayar [dice MP] esa pequeña frase [de Lacan]: esa dimensión de pérdida “vino a golpear” y resuena como “goce, y goce a repetir”, hay pues un plus-de-gozar que hay que recuperar … ¿Recuperar? ¿Cómo? Pues, buscándolo, impulsado por el deseo instaurado por la pérdida.14
     
    De esa pérdida resulta una “animación feroz” que para Marcelo es “lo más afín con la idea de la “intensificación impulsada por el deseo”. Entonces, Lacan no dejo de lado el goce para ocuparse exclusivamente del deseo, sino que elaboró como dice Marcelo “una cadena que va del goce al placer pasando por el plus-de-gozar, objeto a”.
    Ciertamente queda mucha tinta en el tintero, pero sólo me interesaba mostrar cómo al levantar su voz Marcelo, uno comprendía que ahí había algo que faltaba precisar.
    ¡Ay Marcelo, la luz del faro se apagó!, ¡Cuánta falta nos va a hacer escuchar tu voz!
    Para terminar escuchemos, de viva voz15, una estrofa de una canción que él cantó durante el seminario L´amour Lacan de Allouch en 2008 que tenía como objetivo esclarecer la demanda de un amor no místico:
     
    Amor, amor, amor, y más amor,
    si tú me dieras amor, amor, amor y nada más,
    si me vas a besar corazón, bésame ahora,
    si me vas a querer corazón, quiéreme hoy,
    yo necesito tu querer para adorarte más y más
    y para darte amor, amor, amor y más amor.
     
    Si me atrevo a hacer esta payasada es porque creo [aplausos] que están ahí varios aspectos de los que se dijo, por un lado, el condicional “si tú me dieras”, está la insatisfacción de la reciprocidad insuficiente, me parece que la canción dice eso, en el amor no místico está la demanda “si tú me dieras”, además en condicional, “más y más”, y además el periodo de la prueba, “si me vas a querer bésame ahora”. Y así sucesivamente.
     
     
     
     
     
     
     
     
    Notas
     
    [1] Homenaje a Marcelo Pasternac, 15 de diciembre 2011 en el TEC de Monterrey, Campus Ciudad de México.
    2Marcelo Pasternac, Lacan o Derrida. Psicoanálisis o análisis deconstructivo, Epeele, México, D.F., 2000. El subrayado es de MP.
    3 Ibídem.
    4 Marcelo Pasternac, “La articulación “intensificación del placer-deseo-plus-de-gozar-goce”, me cayó el veinte Nº 4: La dimensión de la pérdida, México D.F., otoño 2001, pp. 11-26.
    5 Jean Allouch, “La intensificación del placer es un plus-de-goce”, en El sexo del amo. El erotismo desde Lacan, tr. Silvio Mattoni, Litoral, Epeele, México D.F., 1999, pp. 197-214.
    6 Marcelo Pasternac, “La articulación …”, op. cit., p. 12.
    7 Jean Allouch, op. cit., p. 200.
    8 Marcelo Pasternac,“La articulación …”, op. cit., p. 20. Nota 18. “En su seminario del 22 de enero de 1964, Lacan dice: “La concepción que nosotros nos hacemos del concepto implica que éste es siempre hecho [fait] en una aproximación que no carece de relación con lo que nos impone, como forma, el cálculo infinitesimal, a saber: que si el concepto se modela por una aproximación a la realidad, a una realidad que él está hecho para aprehender, no es sino por un salto, un pasaje al límite, como se acaba al realizarse…” (Los fundamentos del psicoanálisis, versión J.L., estenotipia, p. 5. traducción de Marcelo Pasternac). Es decir que el concepto para Lacan, y no sólo para él, no está en la dimensión fenomenológica de la realidad sino en la producción de lo que permite la aprehensión de esa realidad fenomenológicamente abordable”. El subrayado es de MP.
    9 Michel Foucault, “À propos de la généalogie de l´éthique: un aperçu du travail en cours” en H. Dreyfus y P. Rainbow, Michel Foucault: un parcours philosophique, París, Gallimard, 1984. Citado por Marcelo Pasternac, “La articulación …”, op. cit.
    10 Marcelo Pasternac, “La articulación …”, op.cit., p. 19. El subrayado es de MP.
    11 Michel Foucault, Dits et Écrits, p. 165. Citado por Marcelo Pasternac, op. cit., p. 17.
    12 Marcelo Pasternac, “La articulación…”, op. cit., p. 18. El subrayado es de MP.
    13 Jacques Lacan, seminario El reverso del psicoanálisis (1969-1970), sesión del 14 de enero de 1970, citado por Marcelo Pasternac.
    14 Marcelo Pasternac, “La articulación …”, op. cit., p. 22. El subrayado es de MP.
    15 Grabación durante el seminario de Jean Allouch.
  • Para Marcelo: Rojo y blanco, diálogo con Gonzalo Rojas y la poesía. Un homenaje a Gonzalo Rojas de pasada.

    Para Marcelo: Rojo y blanco, diálogo con Gonzalo Rojas y la poesía. Un homenaje a Gonzalo Rojas de pasada.

     Teresa Nava.

    En medio de la desolación, el ansia y el dolor, ¿cómo hablarte Marcelo?
    Escribir, ¿Para quién de la muerte de un analista? Entonces a ti.
     
    Pero Marcelo había sido también una guía en la desilusión. (No se desilusionaba junto conmigo).
    Pensé, entonces, hacer ¿una carta? ¿Un ensayo? ¿Una lamentación a Marcelo por su muerte frente a un público?
    Por lo menos sabiendo a quién va dirigido un escrito le quita a uno de la preocupación de un lamento.
    La solución: ninguna de las tres exactamente, pero un poco de las tres para decir algo en relación a la figura de Marcelo para mí.
    Entonces vino en mi ayuda un poeta, ¾ porque, he de decir que fueron algunas cosas las que me censuró Marcelo: acciones locas, “retrocesos”, traiciones a mí misma; pero la poesía, ¡Nunca! Marcelo, no hacía poesía, inspiró poesía ¾ Gonzalo Rojas. Y me empezó a dictar su poema “Liliat Al Wahda”:
     
    Cuando muere el muerto,
    No es que muera entera la glaciación del nacido
     Queda el alambre de la memoria
    Un alambre tenso, irreal
    de unos diez metros de amor,
     
     Los parientes hacen la figura y
    Cuelgan de la tirantez del hilo
    Toda esa leva de fornicios y precipicios
    Que es por último el hombre y su desnudez,
    Sus éxtasis diminutos en el cráter
    Así, no es que ése que está ahí
    Se haya ido,
    Ha salido para entrar
    Generación tras generación
    A la bestialidad insaciable del espíritu
    Los esquimales se enfrían sin alarde
    Pasan la primera noche con naturalidad
    ¿Quien anda ahí,
    Vuelco de fortuna?
    Total uno se enciende y se apaga.
     
    Y dele con pensar pensamiento
    Cambio casa habitada por deshabitada
    Que el techo sea alto y propicio
    Para la ventilación del pez,
    Cuya agua es distinta allá abajo.
    …”
    (Liliat Al Wahda, Gonzalo Rojas)
     
    Marcelo, mi referente, aquí en este México, que se hace añicos de repente y, sin él…
    La sensación: “me quedo sola con todo lo que te tenía que decir”. La aserción de que “te vas con toda mi historia”, y “¿a quién le voy a decir todo lo que te tenía que decir?”
     
    Mirada sobria, nada de dulzura. Firme, alto y rubio tú, rojo y blanco. Rojo y blanco. La altivez de tu figura es roja y blanca y eres un psicoanalista, nunca un hombre, – caray, nunca un hombre-, siempre firme en lo que pensabas y practicabas del análisis y seguro ahí sin miramientos al sentimentalismo, y aún así, pegado al sentimiento de tu cultura tanguera, pasaba, que no tenías mucho qué decir, decir, conciso.
    A eso, dice Gonzalo Rojas “Al silencio”:
     
    Oh voz, única voz: todo el hueco del mar,
    todo el hueco del mar no bastaría,
    todo el hueco del cielo,
    toda la cavidad de la hermosura
    no bastaría para contenerte,
    y aunque el hombre callara y este mundo se hundiera
    oh majestad, tú nunca,
    tú nunca cesarías de estar en todas partes,
    porque te sobra el tiempo y el ser, única voz,
    porque estás y no estás, y casi eres mi Dios,
    y casi eres mi padre cuando estoy más oscuro.
     (“Al Silencio”, Gonzalo Rojas)
     
    Tú, no desperdiciabas palabras. Enseñanza y ejemplo de la práctica que pretendíamos llevar a cabo más allá de nuestras visitas a tu casa, a tu diván, a tu escucha, al taller. A tu severa mirada, a tu severo juicio a lo que no fuera psicoanálisis y pretendiera serlo. Qué rectitud en tus actos y en tu hacer en los análisis.
    Pocas veces algo que “rompiera el análisis”. ¡Cuánto te vamos a extrañar!
    – Gonzalo:
    Dicen que el siglo se va, que el milenio se va, ¿cuál milenio?, ¿cuál siglo?, ¿de la era de qué?
    A lo mejor debiera uno callarse. Pero no. Todavía no. Por lo menos todavía no. Estoy viviendo un reverdecimiento en el mejor sentido, una reniñez, una espontaneidad que casi no me explico. Es como si yo dejara que escribiera el lenguaje por mí.
    Parece descuido y es el desvelo mayor. Estoy dejando que las aguas hablen, que suban las aguas, y que ellas mismas hablen.
     
    Superpoblado y todo, el Hueco, cada día está más Hueco.
    ¿Y qué pasa si por último nos cansamos y nos vamos?
    Las personas no mueren: quedan encantadas, ya sabe usted.
     (“La reniñez”, Gonzalo Rojas)
     
    No pensamos en verdad que te morías, que este día te morirías. No lo quisimos saber cuando decías que el psicoanalista se cae. Deja el lugar vacío. Decanta de su lugar. De eso hablaste mucho durante algunas de las reuniones del taller. ¿Por qué te ocupaba hablar de eso? ¿De la muerte del analista, de la caída del analista? ¿Presentías tu muerte? ¿Pretendías adelantarte a eso? ¿Nos avisabas? Concluías: Hay muchas formas de caerse, una es la muerte.
     
    Cómo no decir ahora que, a diferencia de esa “facilidad” para decir prontamente lo que haya dicho Lacan, Marcelo se pintaba solo con el machacar las fórmulas textuales, impecablemente literales, es decir letra por letra, la fórmula de alguien nombrado más uno en cuanto a la enseñanza de él mismo: El analista “no se autoriza más que par lui même”.
     
    Marcelo hablaba del enigma y del laberinto, planteando el enigma del deseo, el laberinto por recorrer en esa búsqueda del deseo (casi des-seso- deceso) del analista.
     
    Nos dejaba estupefactos. Quizá hasta asustados. Recuerdo que el silencio se hacía ante su actitud irrestricta de entender esto, de escudriñarlo para ver si ahí nos íbamos a poder acomodar, en el dicho “estrictamente” lacaniano de la formulación del pasaje de analizante a analista. Era, supongo, difícil pensarlo como tal. Era de susto con la contundencia de la dificultad que dejaba sentir Marcelo. Ante él era difícil tomárselo a lo ligero.
     
    Para mí, en particular, me imponía ponerme a trabajar más, a estudiar francés, a tomar en cuenta el ejemplo de Marcelo como maestro (celoso guardián de las minucias que consideraba importantes), como mentor en cuanto a la rigurosidad con la que había que tratar los Escritos y cada texto de Lacan; el detalle con el que se leerían los seminarios. Estaban por ejemplo, las precisiones de Marcelo en sus intervenciones en el taller así como en los seminarios públicos, cuando él intervenía, eso resonaba, me resuenan todavía en el quehacer a diario con la clínica y con el intentar hacer transmisión del psicoanálisis.
    Y luego, el papel del analista como “No salvador de nadie”. Otro dicho de Marcelo, o de Lacan, pero que Marcelo había hecho suyo en el curso de su transmisión del psicoanálisis y del psicoanálisis lacaniano, tal como él enseñaba a hacerlo y lo había conseguido a causa de su práctica clínica: Un “hacer”, no de caridad, ni de mesianismo, sino de estricto apego a la palabra y a la separación del goce.
     
    Dice Gonzalo:
     
    Nadie puede el océano.
    ¿qué saben los terrestres sino nacer desnudos?
    Pasa el tiempo.
    Pasa el tiempo y no pasa con sus tijeras sordas
    Cortando en la raíz de la hermosura.
     (“Materia de Testamento, G. Rojas)
     
    Al recibirme en análisis: cosas que se pueden decir, cosas que no se pueden decir. Como todos sabemos en relación a la práctica, cómo esa necesidad de hablar para no decir a la hora de estar con un paciente, cosas que no se pueden explicar con palabras técnicas ni doctrinales. Marcelo era tan estricto que con eso dijo mucho más que si hubiese hablado largo y tendido, como a veces hacía en el taller. Eran gestos de Marcelo que siempre eran más grandes que palabras, gestos de alguien que no tiene dudas sobre la técnica.
    Esos gestos de Marcelo que se prolongaban a su personalidad en el consultorio. Igualmente cuando mostraba su casi imperceptible fragilidad – por eso creo es como si su muerte nos hubiese tomado por sorpresa – pero no, para mí no fue sorpresa. Yo sabía que Marcelo se enfermaba. A veces me lo dijo como en una confidencia, lejos de – como dijo Guy en el último seminario- una confesión. Creo que hay “confidencias”, cosas, como un secreto que se le dice a alguien en quién confías y sabes que guardará el secreto.
     
    Otra cosa de su enseñanza me parece ligado a su silencio. Con Marcelo podía yo decir lo que fuera, jamás lo rechazaba, ni lo censuraba, ni opinaba, nunca. Escuchaba, no sé si se callaba, no importa. El me escuchaba despotricar, demostraba que regirse por la regla psicoanalítica era no enjuiciar; subrayar, intervenir, eso hacía y era mucho más fuerte que juzgar. Creo que la fórmula sería: << para que se sostenga el analista tiene que estar desprovisto de deseos>> y no dejarse caer.
    Son acciones que se repiten como ya “sabidas” de memoria en el ámbito de “los analistas”, que, como él decía <>, pero, a lo largo de mi propio camino he visto no hacer, he visto que la falta de la falta hace que se queden en meros dichos como de un saber doctrinal.
     
    Sin embargo, él nunca los confrontó como yo lo hacía desde el diván, con tanta enjundia. El escuchaba y no echaba más leña al fuego. Sin embargo, a mí, decirlo, ya me calmaba, por lo menos había quién lo escuchara sin censurarme a mí, en mi dicho.
    Por eso lo extraño, porque, ¿quién va a escuchar de esa manera, de una manera que aprendí a concebir que se escucha en un análisis; y no el famoso “laissez passer”, sino la escucha atenta y clara de lo que verdaderamente importa?, es decir, señalar ahí donde a veces uno hace cosas en las que se va con todo y el agua al caño. No donde uno pone a jugar a otros en su lugar; sino en donde uno es el que tira la pelota.
     
    -Gonzalo Rojas, “La piedra”
     
    Por culpa de nadie habrá llorado esta piedra.
     …
     Vacilado no habrá por esta decisión
    De la imperfección de su figura que por oscura no vio nunca a nadie
    Porque nadie las ve nunca a esas piedras que son de nadie
     En la excrecencia de una opacidad
     …
     Sin lo airoso
     del mármol ni lo lujoso
     de la turquesa, ¡Tan ambiguas
     si se quiere pero por eso mismo tan próximas!
     (“La piedra”, Gonzalo Rojas)
     
    Otra cosa que me parece es que sus textos son la muestra viva de lo riguroso que era para leer a Lacan. El asunto de la corrección de los Escritos, de las traducciones – por lo tanto de lo que se transmite en Psicoanálisis como la “Enseñanza de Lacan”. De ahí sus críticas a las Ediciones de Miller. Cuando Marcelo en el taller, en ese tiempo en que leíamos y bien que nos tardamos muchísimo tiempo sólo en el seminario de La Angustia, decía: “¡Yo leo en estos papelajos!” ¿Qué decía la ironía de mostrar algo “feo”? Creo que iba dirigido a que se viera que era más fácil renunciar, a encontrar que la puerta de entrada era la complejidad del pensamiento de Lacan. Era que al nombrar así las fotocopias de alguna sesión del seminario sacada de la estenotipia, era poner la raya debajo; era que había que leer en esos papelajos en lugar de aceptar sumisamente leer en una edición aparentemente bien cuidada, pero mocha y tergiversada como las de J. A. Miller, al menos si se quiere leer lo que dijo Lacan, o para llegar a tener noticia de ello. Para mí, una señalización constante, estricta respecto de lo que es “leer” a Lacan.
     
    Por eso creo que Marcelo estaba por una lectura fiel de los textos de Lacan antes incluso que lanzarse a una crítica.
    Más bien creo que su crítica era una crítica política hacia los analistas de “diversos pelajes”. Era quizá porque sabía que antes de la crítica estaba la dificultad inherente a tomar en serio la enseñanza y el pensamiento de Lacan. Sabía que era tan difícil de tomar la vía larga y pedregosa. Y eso, me parece que orientó a más de uno – a muchos – tomar la vía peligrosa, montañosa, llena de barrancos y caminos estrechados; o, de plano dejar fuera esa posibilidad. Quiero decir: tomar en las manos de cada uno esa dificultad, o renunciar de plano.
    Quien tomó la vía de la dificultad sabe que es toda una tarea y que eso, en gran parte lo que escuchamos de la escuela, se lo debemos a Marcelo Pasternac.
    Por último dejaré que Machado te diga con algunos versos lo que creo ahora que te has ido, con respecto a lo que me contó Nora, tu mujer, sobre tu vida, de tu niñez, de tu esfuerzo por ser un trabajador incansable y un celoso guardián del psicoanálisis:
     
    Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla,
    y un huerto claro donde madura el limonero;
    mi juventud, veinte años en tierras de Castilla;
    Mi historia, algunos casos que recordar no quiero.
    Hay en mis venas gotas de sangre jacobina,
    Pero mi verso brota de manantial sereno;
    Y, más que un hombre al uso que sabe su doctrina,
    Soy, en el buen sentido de la palabra, bueno.
    Desdeño las romanzas de los tenores huecos
    y el coro de los grillos que cantan a la luna.
    A distinguir me paro las voces de los ecos,
    Y escucho solamente, entre las voces, una.
    Converso con el hombre que siempre va conmigo
    – quien habla solo espera hablar con Dios un día-;
    mi soliloquio es plática con este buen amigo
    que me enseñó el secreto de la filantropía.
    Y al cabo, nada os debo; debéis cuanto he escrito.
    A mi trabajo acudo, con mi dinero pago
    El traje que me cubre y la mansión que habito,
    El pan que me alimenta y el lecho en donde yago.
    Y cuando llegue el día del último viaje,
    Y esté al partir la nave que nunca ha de tornar,
    Me encontraréis a bordo ligero de equipaje,
    Casi desnudo, como los hijos de la mar.
     (Antonio Machado, “Retrato”, 1906.)
     
     Adiós Marcelo.
    Ciudad de México, a 15 de Noviembre 2011.
  • Homenaje a Marcelo Pasternac

    Homenaje a Marcelo Pasternac

    En memoria de Marcelo Pasternac.

     Cecilia Rosales Vega

    ¿Un psicoanálisis termina cuando muere el psicoanalista?…
    El psicoanalista había muerto.

    22 de agosto del año 2011
    Se acercaba la hora de la sesión a la que había acudido durante varios años. El Psicoanalista ya no estaba. Lo sabía aunque no me resignaba a que eso fuera así. ¿Qué hacer entonces durante ese tiempo de mi sesión, o más específicamente, qué hacer entonces con mi tiempo, con el tiempo?…
    Me dirigí como tantas veces a la sesión. Sabía que esta vez era diferente, a la vez que lo dudaba. Sabía que era la última vez que asistía a una sesión o la primera vez que ya no asistiría.
    El camino casi igual, pero esta vez me encontraba acompañada de una profunda nostalgia, en un lugar no conocido, casi imposible de transmitir. Ese lugar donde estuvo/está el Psicoanalista; cercano y distante; conocido y desconocido a la vez. Ese lugar donde siempre se mantuvo el Psicoanalista y que ahora puedo identificar con precisión.
    Me detuve frente al árbol que siempre estuvo ahí durante todas las sesiones. Nunca me había detenido a mirarlo. Era un árbol grande que por cierto no llamaba demasiado la atención, pero era un árbol, un árbol con muchas hojas verdes dentro de una rotonda de piedra.
    Miré hacia atrás, antes de darme la vuelta para seguir el camino de la banqueta formado de piedras duras. Es curioso ver como se juntan las piedras con la tierra y el concreto. Alrededor, una calle y una alta barda de ladrillo, una pared amarilla con algunos arbustos de ornato que casi siempre pasaron desapercibidos. Nada especial me decía ese camino durante varios años, ¿por qué ahora lo veo diferente? …
    Me acercaba a la puerta de entrada que llevaba al consultorio, donde también vivió el Psicoanalista y donde una noche inesperadamente murió.
    Poco antes de llegar, se acercó un hombre que trabajaba ahí, a quien había visto muchas veces y con él, había intercambiado frecuentemente saludos y ocasionalmente algunas palabras, cuando arreglaba el jardín, regaba las plantas, reparaba algunos objetos o simplemente limpiaba el lugar.
    Me miró consternado e intentó decirme que el Psicoanalista ya no estaba ahí. Me precipité para decirle que yo ya lo sabía, que sabía que había muerto unos días atrás. Nos detuvimos un rato en silencio.
    Fue entonces, que me comenzó a contar un pequeño relato que quiero compartir hoy con ustedes, porque creo que algo nos puede decir del Psicoanalista o de Marcelo o quizás de Marcelo, el Psicoanalista:
    “La tarde anterior de la muerte del doctor, le ví salir de su puerta para tomar un poco de aire como muchas veces lo acostumbraba hacer al terminar el día. Entonces me dijo, que una vez más se había escapado el gato y que lo iba a buscar. Si le soy sincero, yo creo que el doctor dejaba salir al gato a propósito, para después salir a perseguirlo y así encontrar alguna persona con quien hablar”.
    “Yo me imagino que el doctor atendía muy bien. Venía a verlo mucha gente, algunos llegaban de lejos y vinieron por mucho tiempo, incluso hasta por años. Escuchaba los problemas que le contaban esas personas y yo creo que a veces escuchaba tanto, que quería encontrar alguien que lo escuchara a él. Por eso, dejaba salir al gato y en varias ocasiones me encontraba a mí. Esa tarde, como muchas otras el doctor comenzó a platicarme”.

    – ¡Mire esos pinos que se ven allá a lo lejos!; no estaban tan altos cuando yo llegué a vivir aquí. Ahora está también aquel edificio y han construido todas aquellas casas. Las plantas del jardín han crecido y se ven muy bien así. Se ven de color verde, muy verde. Como ha cambiado todo-.
    - Ahora, en un rato más voy a cenar una deliciosa sopa caliente, como la que preparaba mi mamá cuando era niño y vivíamos tiempos difíciles en Argentina. Cuando llegaba el momento de comer esa sopa todo quedaba atrás, era reconfortante-.
    Estábamos en eso, cuando el gato se acercó y el doctor lo metió a su casa, terminando así nuestra conversación”.
    - Ahora me despido, me voy a cenar, ya percibo el aroma de esa sopa caliente dentro de mi casa-…

    Después de escuchar esta anécdota, me di cuenta que había llegado el momento de “regresar”, “de tomar el camino”, pero no lo quería hacer. Intenté alargar el tiempo. Eso era imposible.
    Miré hacia adentro del lugar donde se encontraba el consultorio, tratando de recordar lo que había ocurrido durante mi última sesión unos días atrás. Entonces vinieron fragmentos de recuerdos de sucesos que ocurrieron durante todos esos años en los que transcurrió el Psicoanálisis.
    Tomé una foto de ese camino: de las piedras, de las plantas, de la calle, del árbol y de la barda amarilla. Entonces la puerta de la entrada se cerró. Una puerta de metal pintada de color café, con un buzón al lado ubicada en la calle de Cantera, con un letrero escrito con letras blancas que dice: “Favor de cerrar con cuidado”.
    Recordé entonces que unos años atrás, Marcelo colocó ese letrero con letras blancas, para que quien entrara siguiera la indicación al cerrar la puerta y así evitar que ésta hiciera ruido, se azotara, se maltratara, se descompusiera, se quedara abierta, así como para no tener dificultades con los vecinos.

    “Favor de cerrar con cuidado”.
    Cerrar – abrir. Abrir – cerrar.

    Un solo movimiento que propicia durante un mismo tiempo dos situaciones a la vez.
    Entrar-salir.
    Un solo movimiento que anula la posibilidad de mirar una escena y simultáneamente abre una nueva perspectiva para observar otra.
    Quizá puede ser conveniente seguir la indicación de este letrero, con lo que a cada quien le pueda decir:
    “Favor de cerrar con cuidado”…

    México, D.F. a 15 de diciembre de 2011

  • Medea de Pasolini: apuntes sobre una epistemología divina en el origen mítico.

    Medea de Pasolini: apuntes sobre una epistemología divina en el origen mítico.

     Alí Antonio Gómez

    πάντα πλὴρη θεῶν

    (todo está lleno de dioses) Tales de Mileto.

    I. La posición del hombre.

    Hace más de veinte siglos que las sociedades occidentales vienen jaloneando el vínculo entre lo sagrado y el pensamiento racional, estableciendo entre ambos lo que parece un campo inconciliable; las sociedades modernas, producto del discurso científico. Relacionamos velozmente el saber con la ciencia, y la ciencia como el único garante de acceso a la certeza, a la domesticación de la naturaleza y a la pregunta reflexiva sobre la criatura humana.

    La pregunta del hombre con respecto a su posición en el cosmos, es una interrogante que despliega un terreno para su espíritu, lo delimita y alimenta. Pero este terreno psicológico no siempre ha existido, no como una fuerza de choque en contra de las divinidades, mucho menos como un controversia por las cosas de la naturaleza (no siempre han existido “cosas” naturales), será necesario que los hombres tomen una cierta distancia con respecto a los dioses para que puedan observar el vínculo con su realidad y con los demás seres, hasta entonces, será un ente absorbido por el mundo, colmado de realidad, seguimos a María Zambrano cuando dice:

    En su situación inicial el hombre no se siente solo. […] Lo que lo rodea está lleno. Lleno y no sabe de qué. Más, podría no necesitar saber de qué está lleno eso que le rodea. Y si lo necesita es porque se siente diferente, extraño. No se lo pregunta tampoco; hasta llegar el momento en que pueda preguntar por lo que le rodea, aún le queda largo camino por recorrer; pues la realidad le desborda, le sobrepasa y no le basta. No es realidad, es visión lo que le falta. Su necesidad inmediata es ver.[i]

    Para que haya una relación visible –que permita ver- es necesario que exista un vacío aparente, un espacio de observación, este espacio es lo que permite la movilidad precursora del abismo que se abre entre el hombre y los dioses, permitirá la existencia de las cosas a observar, será la forma de objetivación de realidades hasta antes difusas, sin forma; y la visión necesaria del hombre sólo advendrá al observarse ajeno, pero no exento, de la realidad divina, posibilitando la existencia de las cosas que integran el mundo. Al respecto, Bruno Snell, desde una perspectiva lingüística y filológica decía que hombre homérico aún no sabía ver.

    Por supuesto, a los hombres de Homero los ojos les servían también esencialmente para «ver», es decir, para percepciones ópticas, pero lo que nosotros entendemos por visión, lo que tiene de «objetivo» la vista, evidentemente no era lo esencial para ellos. Es más, puesto que no tenían palabra para ello, tampoco existía en su conciencia. En este sentido se podría decir también que todavía no sabían qué era «ver» o –para formularlo de forma paradójica- que todavía no sabían ver.[ii]

    El hombre es el ser que en potencia puede moverse, asciende o desciende. El movimiento es el paso de la potencia al acto. Y el hombre parece estar impelido a cambiar, a buscarse y definirse, pero no pudo hacerlo solo, es decir, no en soledad, sino en virtud de un devenir hombre, mortal y no inmortal. Sólo mediante la comparación con los dioses es que se ha podido configurar humano, por medio de su vínculo y diferencia ha encontrado un espacio en el orden del universo, por ejemplo, basta recordar al renacentista Pico della Mirandola cuando habla de la posición que Dios le ha dado al ser humano.

    No te dimos ningún puesto fijo, ni una faz propia, ni un oficio peculiar, ¡Oh Adán!, para que el puesto, la imagen y los empleos que desees para ti, esos los tengas y poseas por tu propia decisión y elección […] Tú, no sometido a cauces algunos angostos, te la definirás según al arbitrio al que te entregué. Te coloqué en el centro del mundo, para que volvieras más cómodamente la vista a tu alrededor y miraras todo lo que hay en ese mundo. ([1.] De la dignidad del hombre)

    La posición que el ser humano tiene en una organización universal, se pone en relieve cuando se observa diferente a los dioses y a los demás seres animados o inanimados. Todo ello, va a impactar profundamente en la civilización, son sus cimientos. En palabras de Zambrano:

    Una cultura depende de la calidad de sus dioses, de la configuración que lo divino haya tomado frente al hombre, de la relación declarada y de la encubierta, de todo lo que permite se haga en su nombre y, aún más, de la contienda posible entre el hombre, su adorador, y esa realidad; de la exigencia y de la gracia que el alma humana a través de la imagen divina se otorga a sí misma[iii]

    Estas líneas permiten establecer un posible diálogo con Pasolini, pues, el encuentro al que nos dispone el director al observar el film Medea, es el de un choque de una cultura con otra: la de Jasón, racional, donde los referentes éticos se encuentran en los hombres y sus instituciones y no en un orden suprahumano; y la de Medea, un pueblo bárbaro, extraño, estéticamente otro, con vínculos mucho más próximos a la tierra, al sol, al mar, donde hay una consideración profunda por los elementos sacros.

    II.

    Medea de Pasolini: la observación del mundo

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    Las consideraciones siguientes señalan algunos puntos centrales en la Medea que nos presenta Pasolini, inquietantes, los estímulos gráficos que observamos en la película nos enseñan un lenguaje vivo, en el que tenemos que formar parte activa de la fábrica de sueños, asistir a la figuración de elementos que de otro modo nos serían imposibles de abarcar. Este lenguaje en Pasolini, invita a estar siempre atentos ya que por momentos la carga icónica es fuerte y profunda. Pasolini, en Medea, prescinde por largos periodos del equívoco de la palabra hablada, sin embargo, las reflexiones aquí propuestas se configuran en función de esas palabras que, con un aspecto central, nos proporcionan una llamada de atención para los tiempos de Pasolini, que, en más de un sentido, también son los nuestros, y muestra la persistencia de aspectos fundamentales en el espíritu de occidente.

    La Medea de Pasolini versa sobre el encuentro, el reencuentro de lo sagrado: la figura del centauro, (uno vestido, otro mágico) representante de un tiempo mítico y a la vez actual. El discurso que tomamos como piedra viva del sueño de Pasolini, es la advertencia del Centauro al pequeño Jasón:

    Escena 7.

    Centauro: Todo es santo, todo es santo, todo es santo. No hay nada natural en la naturaleza, muchacho, tenlo bien presente. Cuando la naturaleza te parezca natural, todo habrá terminado –y comenzará algo distinto-. ¡Adiós cielo, adiós mar! ¡Qué hermoso cielo! ¡Cercano, feliz! ¿Dime, te parece que un solo pedacito no es innatural? ¿No es poseído por un Dios? Y así es el mar, en este día en el cual tú cumples trece años y pescas con los pies en el agua tibia. ¡Mira a tus espaldas! ¿Qué ves? ¿Es tal vez algo natural? No, ¡es una aparición, esa que tú ves a tus espaldas, con las nubes que se reflejan en el agua quieta y pesada de las tres de la tarde!… Mira allá abajo… aquella franja negra en el mar lustroso y rosado como el aceite. Y aquellas sombras de árboles… Aquellos cañaverales… ¡En cada punto donde se detienen tus ojos, está escondido un Dios! Y si por casualidad no está, ha dejado ahí las huellas de su presencia sagrada, o silencio, un olor a hierba o frescura de aguas dulces… Ah sí, todo es santo, pero la santidad es también una maldición. Los dioses que aman –al mismo tiempo- odian.

    “Todo es sacro, el día que veas naturaleza, todo estará perdido”, nos advierte Pasolini. Después de una historia mítica, compleja, de una forma de narración original, se nos muestra al jovencísimo Jasón, natural, desnudo, retozando en los campos y en una estética armoniosa. Julien Ries en su ensayo sobre lo sagrado en la historia de la humanidad nos invita a pensar, junto con el discurso del centauro Querón, que el hombre en sus inicios – como en el mito del paraíso-, se encuentra en una geografía santa, de la que deviene el pensamiento, las imágenes y las palabras: lo humano en tanto constitución simbólica. Así nos dice:

    Para Lévy Bruhl, lo sagrado se instala en el corazón de la función simbólica: interviene en las relaciones del hombre tribal con los seres sobrenaturales. Lo sagrado se manifiesta sobre todo en los lugares que representan simbólicamente a los seres sobre naturales[iv]

    De este modo, recordamos aquí una correspondencia con Tales de Mileto, cuando dijo, “todo está lleno de dioses”, y que Aristóteles interpretó en el sentido de que “el espíritu anda mezclado con todo”, pero no debemos dejar de advertir que lo que constituyó el esfuerzo intelectual de Tales, fue el de la suposición de encontrar una sustancia original, materia prima del mundo, y que ello implicaba que esa sustancia genética, y viva, fuese el motor de todo cuanto existe. Por ello, si todo es agua, todo participa de una misma fuente vital. Tales nos es un ejemplo de cómo los símbolos más representativos de un orden físico y natural, se ven comprometidos con lo mítico y sagrado en un tiempo lejano.

    María Zambrano, en El hombre y lo divino, nos presenta una visión del vínculo, siempre en relación con las divinidades, construyéndose siempre a partir de ellas, dialogando, escuchando, pero sobre todo de qué modo esa función simbólica de nombrar la realidad y construirla con las palabras existirá mediante el advenimiento divino:

    En el discernimiento primero, muy anterior al lógico, a la especificación de la realidad en géneros y especies, y que la prepara. No hay “cosas” ni seres todavía en esta situación; solamente quedarán visibles después de que los dioses han aparecido y tienen nombre y figura.[v]

    Esa configuración de la realidad, creación que se ha desprendido de los dioses, es lo que el Centauro advierte como pérdida debido al paso del Logos , como una fractura entre el hombre y el tiempo mítico, una desconexión bajo el olvido de lo sagrado:

    Centauro: Lo que el hombre, descubriendo la agricultura, vio en los cereales, lo que aprendió de esta relación, lo que comprendió del ejemplo de las semillas que pierden su forma bajo tierra para luego renacer, todo eso significó la lección definitiva. La resurrección, mi querido. Pero ahora esta lección definitiva no sirve más. Eso que tú ves en los cereales, eso que comprendes del renacer de las semillas, no tiene significado para ti, como un lejano recuerdo que no te atañe más. En efecto, no hay ningún dios.

    Así observamos como en Medea, la realidad sagrada que muestra Quirón a Jasón, se correspondería con una forma particular de construir dicha realidad, primigenia, continuamos con Zambrano esta línea interpretativa:

    (…) en el hombre en el estado más original posible, en el que crea e inventa los dioses, la realidad no es atributo ni cualidad que les conviene a unas cosas sí a otras no: es algo anterior a las cosas, es una irradiación de la vida que emana de un fondo de misterio; es la realidad oculta, escondida: corresponde, en suma, a lo que llamamos “sagrado”.

    Para Medea los dioses son naturales y evidentes. Nuestra idea de “fe” presupone siempre la falta de fe, esto no existía en el mundo de Medea. Los dioses pertenecen al orden natural del mundo, no dependen de fronteras ni de determinados grupos. Se puede desatender o ignorar algún dios, pero eso no implica que deje de existir.

    III.

    Medea: una visión de lo humano

    Las divinidades no sólo forjaron el mundo externo a observar, sino el interno, en la intimidad de su ser del hombre (que es también externo), “el interior del hombre es lo divino grabado en él” nos dice Snell[vi], una formación por medio de los dioses a los que debemos nuestro espíritu. El panteón griego, según Pierre Grimal, permiten una construcción psicológica:

    Los griegos sitúan entre el número de sus dioses las pasiones y los sentimientos, Eros, Aidos, Fobos; actitudes mentales. Pistis; cualidades intelectuales, Metis; faltas o extravíos de la razón, Ate, Lyssa. Muchos fenómenos, a nuestros ojos de orden psicológico, pueden de esta manera ser objeto de un culto. En el marco de un pensamiento religioso, aparecen bajo la forma de poderes sagrados, superando incluso al hombre y sobrepasándole aun cuando éste experimente su presencia dentro de sí mismo.[vii]

    Snell retrata como el hombre no era dueño de sus actos, pero eran para él evidentes los efectos de los dioses que son la manifestación de una causa viviente:

    La acción humana no tiene un inicio real e independiente; lo que el hombre proyecta y hace es, en realidad, proyecto y obra de los dioses. Así como la acción humana no tiene principio en sí misma, así tampoco tiene un final propio. Sólo los dioses actúan de modo que consiguen lo que se proponen. (Snell, 2007)

    Es necesario pensar el orden divino que habita en el hombre, pervive y lo constituye, por ejemplo, cuando a Jasón adulto se le presentan los dos Centauros:

    Jasón: ¿Cómo es que estás aquí? ¿Cómo es que estás aquí?

    Voz del Centauro: ¿Querrás decir cómo es que estamos aquí?

    Jasón: ¿Es una visión?

    Centauro: Sí, lo es, eres tú quien la produce. Nosotros, de hecho, estamos dentro de ti.

    Jasón: Pero yo conocí un solo centauro.

    Centauro: ¡No! Conociste dos: uno sagrado, cuando eras niño, uno desacralizado, cuando te hiciste adulto. Pero lo que es sagrado se conserva junto a su nueva forma desacralizada. ¡Y henos aquí, uno al lado del otro!

    Los griegos, escribe el autor Snell, “son un pueblo particularmente sensible”[viii], que de algún modo predispone un viraje (o un salto) del espanto a la admiración, lo divino, ya no penetra violentamente en el hombre, pero se vuelve más natural, más cotidiano, parte del mundo como respirar el aire. Incluso Sócrates, no podía no creer en la existencia de los dioses, sino no considerarles, no respetarlos y por tanto ser acusado de impiedad.

    Para Zambrano, los dioses griegos han sido mal interpretados, pues de ellos se ha dicho que son una especie de representación de las leyes o fuerzas internas. En su texto nos invita a pensar una inversión a la generalidad de las lecturas sobre el panteón griego, pues es ella quien afirma que no se trata de una ilación causal la naturaleza que antecede al panteón griego, sino al contrario, que es gracias a que las divinidades existieron, que permitieron la creación de las leyes naturales.

    Los dioses griegos –homéricos- han sufrido la interpretación de ser la expresión personificada de las fuerzas naturales. Mas, para que así fuese hubiera sido necesario que estas fuerzas hubieran sido sentidas como tales. Lo contrario ha sido más bien lo cierto: las fuerzas naturales, “la naturaleza” ha sido vista tan sólo después de que los dioses en su perfecta figuración la dejaron visible; después de haberla despejado de ese algo de que son portadores. [ix]

    Como dijo Tales y el Centauro, “todo está lleno de dioses” y el hombre está en relación con ellos, a su capricho y voluntad. Zambrano nos comenta que esa relación, que en un principio es persecutoria, fue paranoica, pues el hombre se sintió perseguido por los dioses; el Centauro dice que los hombres cuentan con la dicha y la maldición de los dioses, puesto que pueden ser amados y odiados por ellos “Los dioses persiguen al hombre con su gracia y su rencor; es su primera característica”[x] nos dice Zambrano o en palabras de Quirón: “Ah sí, todo es santo, pero la santidad es también una maldición. Los dioses que aman, al mismo tiempo odian”.

    Vemos una y otra vez en la tragedia al hombre que pretende evadir de la impetuosa fuerza del devenir, la Moira, se encuentra en una relación de desventaja. Homero decía que las generaciones de los hombres son como las hojas que caen y de ellas no queda nada, son sucedidas por otras. Asimismo, el hombre es débil, susceptible de perecer en cualquier momento, y ser borrado por despertar el capricho de los dioses.

    IV. Consideraciones finales

    En Medea, Pasolini nos muestra una lectura antropológica del hombre en sus inicios estructurales, míticos – Jasón pequeño -, desnudo, en concordancia con la naturaleza, ignorante pero a la vez portador de un potencial de sabiduría pero amarrado a un destino, del orden de la verdad que se encuentra velada, pero está ahí, la verdad entendida en su acepción etimológica como lo no-olvidado ἀλήθεια, pues observamos como el viejo centauro se le muestra a Jasón, para recordarle una verdad que se encuentra contenida, está ahí, habita ahí, en el interior de Jasón, su pasado, su vínculo con los dioses; es por ello que son dos: un centauro idéntico al de la primera escena, con la parte inferior del cuerpo de un caballo; y otro, un hombre vestido de ropas claras, que es el que le habla Jasón por los dos, incluso diciéndole que aquél centauro, que es un ser antiguo, mítico, ya no le será capaz de entender, pues al parecer ha olvidado su lengua, no entenderá las relaciones de sentido y significado que al pequeño Jasón le eran tan familiar, incluso habiendo sido un sustituto de padre para ese niño que representa al hombre en su condición más básica.

    Jasón adulto emprende una búsqueda por el vellocino de oro que representa, en cierto modo, una promesa que le precede, un orden al cual Jasón debe acudir, en concordancia con una sentencia preestablecida. Para ello, se encontrará con todo la potencia que el amor despliega: Medea, que es a la vez su amor y su cómplice, ella es una forma de amar diferente, no desmesurada ni lógica. Como hemos visto, la relación inicial, primaria, del hombre con lo divino no se da en la razón, sino en el delirio, y para Zambrano la razón encauzará el delirio en amor, observamos al respecto la escena de la huida de los dominios del padre de Medea (mediante un sacrificio), y recordamos con María Zambrano la función del sacrifico, según ella, no sólo el sacrificio está encaminado a apaciguar a los dioses, sino, en un principio mítico, a separarse de ellos, huir. No olvidemos que los rituales que apuntan a la experiencia mística, son realidades en presente, según Bruno Snell, permiten vivir en una realidad actual la experiencia religiosa, no sólo representaciones o puestas en escena, es algo más amplio y más profundo. Es una realidad mítica en tiempo presente, así, observamos como Medea, sacrifica a su hermano, no con desmesura, sino por respeto a los dioses y, quizá, por un fin superior: el amor por Jasón.

    Medea es una mujer en vínculo cercano con los dioses, pero no confunde la naturaleza con lo divino, ya que, es ella quien posee un conocimiento, no es Medea una representación de un pueblo salvaje, sin conocimiento, mejor dicho, posee un saber sobre los dioses, lo que implica poseer un saber sobre aquella realidad que es originada desde la matriz misma de la que se desprenden los dioses, y con ellos, todo cuanto existe; aquella realidad de donde provienen los dioses es una realidad supra real, por decirlo de algún modo, el conocimiento que algunos pueblos poseen no es en función del los objetos de la realidad, sino, más bien, a qué dios pertenecen esos objetos, dotando así al iniciado, o mejor dicho, al entendido en la atribución de las posesiones de los dioses, un conocimiento sobre esos objetos del mundo. Aún más, bajo está visión, sólo los objetos del mundo son posibles, por la distancia que existe entre los hombres y los dioses, que desde el origen han estado velados para los hombres, ese velo que los sentidos o las cosas mismas que se ofrecen a conocer han ensanchado y que intentamos dominar con la razón, se nos escapa, pues, todo cuanto existe, en términos humanos, se nos muestra y se nos oculta a la vez, recordemos el Logos heraclíteo, la verdad socrática, la forma platónica.

    Medea capaz de reconocer, sin locura, sin desmesura, de escuchar un lenguaje divino, expresado en la naturaleza mítica pero organizada. Basta aludir a la escena en la cual ella se siente extraña, ha perdido las facultades para entender aquellas señales que en los elementos del mundo era capaz de identificar e incidir. Una lógica divina, ajena y extraña, a la cual Jasón, como alegoría del hombre occidental, no se encuentra ajeno, pero al parecer la ha olvidado aun cuando es el mismo origen de su devenir.

    Pasolini hace una crítica a la cultura occidental, sobre la traición al mundo sagrado, aquél mundo que, como en el caso de Jasón, es constitutivo y no meramente anecdótico. Es fundante de nuestra participación en el género humano. Thomas Hobbes y su homo homini lupus, es el fundamento de nuestra sociedad, un humanismo exacerbado, o al menos cierto tipo de humanismo que nos resuena a un antropocentrismo, que a su vez emana un fuerte olor a occidentalismo. No olvidemos la verdad cifrada que Pasolini nos muestra en las palabras de centauro dirigidas a Jasón: traicionar el amor es traicionarte a ti mismo. El hombre moderno, en busca de un poder que critica Pasolini, de una separación constante de lo sagrado, ha decidido una forma de traición a su constitución. Recordamos con Plotino la consonancia buscada de aquello divino que había en el hombre y el intento de alcanzar una sintonía con aquello divino que es el universo, pero pensamos que Pasolini no aboga por una espiritualidad de esa índole, digámoslo así, la cultura, el cultivo está ahí, y quizá no es un error aseverar que el hombre ha traicionado lo que lo constituye, una relación con algo de un orden real, más allá del Logos, del lenguaje analógico.

    La tragedia griega, como el hombre de occidente, ha nacido del canto coral y los primeros cantos corales tenían un elemento dramático que relataba un acontecimiento mítico de forma inmediata, lo presentaban conjugado en tiempo presente. El mito entonces se convertía en una realidad actual. Existiendo así una realidad tangible y mítica a la vez. Pero en el salto a la tragedia, rompiendo también con el culto a Dionisos, tomarán forma los mitos y relatos épicos perdiendo su carácter religioso, describiendo así no una realidad divina o mítica sino una más del orden del relato, digamos pues, que el rito “revive” y el drama “representa”, encontrándose así una disposición para relacionarse o entender la realidad, objetivarla. Esto permite una distancia, entre al arte y la realidad, separación que permite significar y se convierte así en una nueva realidad específica, la del hombre actual. Esta separación con la realidad sagrada permite extender un campo de objetos representados, moldearlos libremente y proporcionar así un margen de maniobra más amplio. Gracias a esta posibilidad, vemos el dolor y desgracia humanos que nos transmite Pasolini con su Medea.

    Bibliografía:
    - Pico della Mirandola DE LA DIGNIDAD DEL HOMBRE; Editora Nacional; Madrid, España; 1984.
    - Ries, J. Lo sagrado en la historia de la humanidad¸ Ediciones Encuentro; Madrid, 1989

    - Snell, B. (2007). El nacimiento del espíritu . Barcelona: Acantilado .

    - Vernant, J.V. Mito y pensamiento en la antigua Grecia; Ariel filosofía 1995. Barcelona.

    - Zambrano, M. “El hombre y lo divino”; Fondo de Cultura Económica; México, D.F.; 1973

    [i] -Zambrano, M. “El hombre y lo divino”; Fondo de Cultura Económica; México, D.F.; 1973. P., 29

    [ii] Snell, B. El nacimiento del espíritu. Acantilado; Barcelona; 2007. p., 29

    [iii] Zambrano, M. El hombre y lo divino; Fondo de Cultura Económica; México, D.F:; 1973

    [iv] Ries, J. Lo sagrado en la historia de la humanidad¸ Ediciones Encuentro; Madrid, 1989. p.34,

    [v] M. Zambrano, M. “El hombre y lo divino”; Fondo de Cultura Económica; México, D.F.; 1973. p., 30

    [vi] Snell, 2007.p, 67.

    [vii] Mito y pensamiento en la antigua Grecia; Ariel filosofía 1995. Barcelona.p 90

    [viii] Snell, 2007. p., 70

    [ix] Zambrano, 1973. P., 29

    [x] Ibíd, p. 27

  • LA PASIÓN DE ANTÍGONA [1]

    LA PASIÓN DE ANTÍGONA [1]

    Susana Perales Lavín

    Muchas cosas asombrosas existen y, con todo,
    nada mas asombroso que el hombre.
    Sófocles. Antígona

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    Introducción

    Uno de los temas polémicos en la historia del psicoanálisis es en relación a las lecturas que se han dado al arte y a la literatura. Si bien la práctica surgida del descubrimiento freudiano se sostiene de la implementación del dispositivo clínico en su individualidad, sus teorías también convocan a la reflexión sobre diversas problemáticas que atañen al sujeto en sus lazos sociales.

    Para Sigmund Freud existen relaciones estrechas entre las distintas producciones psíquicas, y las grandes producciones literarias, ya que las obras de arte de una época pueden continuar produciendo efectos, porque la fantasía individual de un artista es una variación de una fantasía universal, es decir, que es posible encontrar los mismos temas y las mismas fantasías en diversas producciones culturales; en los mitos, en la literatura, en las diversas manifestaciones religiosas e incluso en los chistes.

    Freud analiza algunas obras literarias, pictóricas y escultóricas que le sirven de sostén al psicoanálisis para mostrar a sus lectores sus nuevos puntos de vista sobre el psiquismo; sin embargo, no deja de señalar las limitaciones de sus teorías para dar una respuesta a la creatividad artística, así como también, Freud muestra su implicación subjetiva en dichos análisis [2].

    La referencia del inventor del psicoanálisis a los mitos griegos es una constante en su obra; articula la tragedia griega al sujeto dividido, ligado a la pulsión de muerte.

    Las oscuras noticias que los tiempos primordiales de la sociedad humana han llegado a nosotros en la mitología y las sagas, nos transmiten una triste idea del despotismo del padre y dela inmisericordia con que hace uso de él. […] Cronos devora a sus hijos como el jabalí a sus cachorros y Zeus castra al padre y lo suplanta […] En la relación entre padres e hijos se esconde más de un motivo de hostilidad, […] el deseo de muerte del niño contra sus hermanos se explica por su egoísmo, que le hace verlos como competidores, ¿cómo se explica el deseo que mueran los padres, quienes son para él quienes le dispensan amor y le colman sus necesidades?… [3]

    Liga la prehistoria de la humanidad a la saga de Sófocles.
    “Si el animal totémico es el padre, los dos principales mandamientos del totemismo, no matar al Tótem y no usar sexualmente a ninguna mujer que pertenezca a él, coinciden en su contenido con los dos crímenes de Edipo, quien mató a su padre y tomó por mujer a su madre, y con los dos deseos primordiales del niño, cuya represión insuficiente o cuyo nuevo despertar constituye quizás el núcleo de todas las psiconeurosis” (Freud, 1913:134) [4].

    Relaciona el vínculo que hay entre el pasado y sus huellas; lo que es verdad del pasado individual, lo es también del pasado colectivo. Descubre una analogía entre los recuerdos de infancia del individuo y los de los pueblos tal como aparecen en los mitos antiguos y las leyendas.

    En la tragedia de Edipo se apoya el descubrimiento del complejo de Edipo que permite interpretar los sueños típicos de muerte de los padres, y en su teoría, es el sueño el que confirma la universalidad de Edipo. Se da por lo tanto en Freud una fundamentación recíproca y circular del sentido del sueño por la tragedia y del sentido de la tragedia por el sueño. El contenido latente no es más que un conjunto de huellas que se descubren en los detalles del texto manifiesto o en el de la obra de arte. “Su método para analizar la obra de arte, dice Sara Kofman, [5] es al mismo tiempo genético y estructural, es intertextual y circular, y si bien es el mismo significante, -la castración y el complejo de Edipo- también toma en cuenta la repetición y la diferencia” [6]. Esto se debe a que cada uno de los objetos de estudio no es más que una repetición diferente de lo mismo. Es el juego de la diferencia de una misma fantasía universal que en ellos hace estructura [7].

    Freud ilustra con obras literarias, pictóricas y escultóricas diferentes momentos de su construcción teórica: en los Cuentos de Hoffmann, la Gradiva de Jensen, las obras de Leonardo da Vinci y de Miguel Ángel. Y no sólo expone sus sueños en su conceptualización del inconsciente, también está en juego su imaginería cuando aclara hacia el final de su ensayo sobre Leonardo da Vinci que ha presentado razones que pueden justificar la articulación que realiza de la vida de Leonardo,
    “En los capítulos precedentes he aducido todo aquello que puede justificar esta presentación de el desarrollo de Leonardo, esta articulación de su vida y el esclarecimiento de su oscilación entre el arte y la ciencia. Si con estas puntualizaciones he de provocar, aun entre los amigos y conocedores del psicoanálisis, el juicio de que he escrito meramente una novela psicoanalítica, responderé que no taso muy alto el grado de certeza de estos resultados. He sucumbido, como otros, a la atracción que irradia de este grande y enigmático hombre….” [8]
    Y en Construcciones en el análisis llega a comparar su construcción con la de los delirios.
    “Me ha seducido una analogía. Las formaciones delirantes de los enfermos me aparecen como equivalentes de las construcciones que nosotros edificamos en los tratamientos analíticos, unos intentos de explicar y de restaurar…” [9]

    Cuánta razón encuentro en las palabras de Roland Barthes,
    “La literatura […] el saber que ella moviliza jamás es ni completa ni final; […] toma a su cargo muchos saberes. […] no dice que sepa algo, sino que sabe de algo, o mejor aún: que ella les sabe algo, que les sabe mucho sobre los hombres. […] engrana el saber en la rueda de la reflexividad infinita…” [10]

    Y si en la literatura la lectura abre al infinito la posibilidad de otras lecturas, en la “fabrica de un caso” la apuesta es “recuperar una dimensión analítica” sin desconocer ni “desdeñar la existencia de un universo asociativo propio del lector….” [11]

    Antígona en la trilogía de Sófocles

    Mi lectura sobre el personaje de Antígona en la trilogía de Sófocles, Edipo Rey, Edipo en Colono y Antígona [12] es simplemente otra lectura que no pretende reducir los avatares que sufre el personaje en su trama a una interpretación. Sabemos que la tragedia de Sófocles dice mucho más que todos los análisis e interpretaciones que se puedan hacer de ella.

    Es un intento de articular “la voz” del Coro y de Antígona en su posición ante su hermana Ismene, su hermano Polinices, su padre-hermano Edipo y el Rey Creonte en la trama de esta trilogía para tratar de descifrar o “aplicarle un cifrado” a lo enigmático y fabricar desde ahí este trabajo.
    Confrontar la lectura de la tragedia con la articulación de los conceptos teóricos, el deseo, el goce, el duelo, la melancolía y la ley, conceptos de la clínica psicoanalítica lacaniana, es decir, llevarlos como herramientas a un texto literario y a sus personajes, es mera ficción. Antígona es un personaje literario, y abordar un personaje ficticio desde las teorías del psicoanálisis es un artificio. Falta aquí, como sabemos, la relación analítica que permitiría una repetición en la transferencia, es decir, ni los personajes ni el autor de una obra están a mano para hacer las asociaciones.

    Antígona me convoca por lo dramático de su historia y por lo que podemos aprender de lo que nos es allí representado en la escena. La lectura que haremos parte principalmente de la trilogía de Sófocles y de la Antígona de Lacan [13], también acudo a textos anteriores y posteriores a éste, porque el enfoque y tratamiento que hace Lacan del tema en el seminario La Ética del psicoanálisis en cuanto al acto de Antígona y la cuestión de la ética del analista, es una posición que va variando en textos ulteriores. Uno de los motivos iniciales de este trabajo que me abrieron interrogantes y el deseo de trabajar sobre ellos fueron los planteamientos de Patrick Guyomard en El goce de lo trágico, Antígona, Lacan y el deseo del analista, [14] y Erótica del duelo en tiempos de la muerte seca de J. Allouch, [15]

    Apelar o recurrir a la lectura de los textos de la tragedia griega dentro de su contexto y su terminología es un gran riesgo por la distancia en el tiempo. Sófocles vivió una época de transformación profunda del pensamiento de los atenienses, cambios inducidos por los pre-socráticos quienes prescindieron de la noción mítica de una realidad regulada por la libre y arbitraria voluntad de los dioses. Fueron ellos quienes iniciaron el “paso del mito al logos”, proceso propiciado por un espíritu crítico que les permitió una especulación libre de ataduras acerca de explicaciones míticas y religiosas del pensamiento. Sin embargo, Sófocles fue seguidor de la religión antigua y de los oráculos que anunciaban la omnipotencia de los dioses y proclamaban la nimiedad humana. Los dioses de Sófocles no proporcionan consuelo al ser humano y, aunque dirigen su destino para que se conozca, el héroe se concibe como un ser expuesto y abandonado: son seres solitarios, desarraigados y rechazados. Aun acordando con el pensamiento racionalista de su época Sófocles marca un límite: el destino de los muertos no cae del lado del racionalismo, sino de lo sagrado. [16]

    El interés en volver sobre la experiencia de los mitos griegos insiste, la obra, el pensamiento de Sófocles permanece y muestra su vigencia hasta nuestros días.

    Antígona es una de las tragedias griegas que ha persistido durante más de dos milenios y si sigue expresándose, si continúa habiendo interpretaciones de su lectura es que, como todo mito, penetra en los secretos más asombrosos revelándonos una verdad sobre el ser humano, de ahí su gran atractivo. La consistencia del tema se ha dejado ver en un gran número de interpretaciones y variaciones en la dramaturgia, la literatura y la plástica, en estudios filosóficos y análisis filológicos, éticos, jurídicos y psicoanalíticos. De acuerdo con George Steiner,
    “…la Antígona de Sófocles es un texto perdurable, sigue siendo re-creada y re-inventada. Además de las distintas versiones, algunas románticas (las feministas) también hay autores que crean su Antígona, por ejemplo la Antígona de Kierkegaard, de Goethe, de Hegel, de Bertolt Brecht, hay así, una cantidad innumerable de Antígonas creadas”. [17]

    En Antígona, Sófocles ‘hace hablar’ a una mujer, su heroína, hace intervenir a una mujer para recordar a los hombres que hay un límite en toda legislación. En esta tragedia plantea que el destino de los muertos no es un problema de la polis sino que corresponde a la Dike, la justicia cósmica de los dioses, y es por ese principio ordenador que los muertos han de ser enterrados. Quien gobierna a los muertos es Hades, no es ningún gobernante. Es un planteamiento que señala que lo simbólico no puede cubrir Todo.

    Los personajes protagónicos -Antígona y Creonte- presentifican la antinomia que se da a lo largo de toda la obra entre la Dike y el Nomos, la ley o norma producida por los hombres. De acuerdo a Georges Steiner, en Antígonas, Hegel ve allí el conflicto entre dos formas de derecho: el de la familia y el Estado. Pero es también la oposición entre el hombre y la mujer. El enfrentamiento de Antígona con Creonte obedece a la historización dramática del enfrentamiento eterno de la pareja hombre-mujer.
    Creonte: Ésta conocía perfectamente que entonces estaba obrando con insolencia, al transgredir las leyes establecidas, y aquí, […] da muestras de una segunda insolencia: ufanarse de ello y burlarse, una vez que ya lo ha llevado a efecto. Pero verdaderamente en esta situación no sería yo el hombre –ella lo sería- , si este triunfo hubiera de quedar impune. […] (v. 480-485)
    Antígona: No pensaba que tus proclamas tuvieran tanto poder como para que un mortal pudiera transgredir las leyes no escritas e inquebrantables de los dioses. Estas no son de hoy ni de ayer, sino de siempre, y nadie sabe de donde surgieron… (v. 450) Mi persona no está hecha para compartir el odio, sino el amor. (v. 524)
    Creonte: Vete, pues, allá abajo para amarlos, si tienes que amar, que, mientras yo viva, no mandará una mujer. (v. 525)

    Acerca de la complejidad de la diferencia de los sexos, la obra de Sófocles abre un espacio social y político de la condición femenina, del “rol que las mujeres van a poder desempeñar históricamente en la escena del mundo” [18]. Sobre este tema, Frida Saal en algunos de sus escritos [19] reflexiona con una cuidadosa lectura de los textos de Freud y Lacan acerca de la complejidad de la diferencia de los sexos:
    “[…] podríamos decir que la diferencia está desde siempre, […] en el orden simbólico, desde donde distribuye emblemas y atributos de género. […] Está en el interior y en el fundamento de la familia […] y ocupa un lugar central aunque no siempre es reconocido y valorado entre las causas del malestar en la cultura […].” [20]
    Para Frida Saal, abordar el tema de la diferencia de los sexos, es un requisito previo indispensable para centrar en una dimensión correcta el tema de la sexualidad, tanto masculina como femenina.

    La pasión de Antígona.

    Coro – […] de ningún modo se puede transgredir la autoridad de quien regenta el poder. Y, en tu caso, una pasión impulsiva te ha perdido. (v. 875)

    Lacan distingue el amor como pasión en lo imaginario y el amor como don activo en el plano simbólico. En la pasión de amor, el sujeto se precipita a su objeto perdiéndose, el otro no es el que contiene el agalma (el valor que se le confiere a una persona) sino el que le otorgará todo su ser, es Todo y tal vez, es esto lo que hace que el amor pasión ponga en peligro los límites del sujeto. De aquí parto para decir que Antígona es la imagen de la pasión, por su aspecto implacable de situarse más allá del temor y la comprensión.

    Antígona reclama el derecho a dar sepultura a su hermano porque esto significa la entrada a un orden significante que implica que él, Polinices, ha existido: implica también el cumplimiento de un rito, de un funeral. Es un reclamo con una pasión ligada a ese plus y/o exceso de goce que desborda al sujeto para lanzarse en pos de algo que lo apasiona, que lo lleva más allá de los límites franqueables. Vivo Polinices sostenía el deseo de Antígona pero estando él muerto ya nada la sostiene con vida. Si partimos del primer diálogo entre Ismene y Antígona: Yo lo enterraré, hermoso será morir haciéndolo. Yaceré con él al que amo y me ama, podríamos pensar que es la muerte de Polinices, hermano irremplazable, la indicación más clara de la pasión de Antígona; la posición de sostener la reivindicación de su hermano “dispara” su deseo-pasión. No permite que el cuerpo de Polinices, privado de sepultura, se esparza en su podredumbre. .

    En Edipo en Colono Antígona escucha a su hermano después de haber sido maldecido por su padre:
    Polinices: […] ya que habéis escuchado la crueldad de nuestro padre en su maldición, ¡por los dioses!, si esta se cumple, no permitáis, al menos, mi deshonra, antes bien, depositadme en una tumba y tributadme honras fúnebres. (v.1405)

    El deseo y la ética.

    En esta obra los padres de Antígona -Edipo y Yocasta- están ya muertos pero su unión incestuosa es presencia constante, ‘herencia de males’ que provienen de tres generaciones: por vía materna, Yocasta es madre y abuela de Antígona. Y por vía paterna la herencia de la maldición de los Labdácidas inician con Layo: filicidio de Layo y parricidio e incesto de Edipo.

    Lacan en su lectura de Antígona se detiene a indagar sobre la heroína trágica y abre algunas de las hipótesis más importantes del psicoanálisis lacaniano en torno a la experiencia del deseo y del goce, así como la relación que tenemos con la Ley.

    En este seminario trabaja la ética del psicoanálisis en cuanto ética del deseo; plantea la relación de das Ding, la Cosa, -el punto donde se pone en juego lo que Freud llamó la pulsión de muerte-; y la constitución de una ética del deseo. Articula la ética, que consiste esencialmente en un juicio sobre nuestros actos, a partir de la ubicación del hombre en relación con das Ding.

    Y desde esta función de das Ding encara la dimensión ética del acto de Antígona. Según Lacan, “Antígona permite ver el punto de mira que define el deseo”, [21] y hace del deseo de Antígona la ilustración de la ‘verdad’ del deseo:
    Antígona lleva hasta el límite la realización de lo que se puede llamar el deseo puro, el puro y simple deseo de muerte como tal. Ella encarna ese deseo [22].

    Podríamos decir que la pregunta sobre por qué Antígona actúa así frente al cadáver de su hermano, no sólo es una pregunta sobre el deseo, sino también sobre el duelo, la melancolía y el goce. Y si es la imagen de la pasión es porque nos enseña que en el momento en que ha de tomar algún tipo de elección, de tener que decidir algo, su elección no está ni motivada ni en función de ningún bien. Va más allá de las barreras que constituyen los universales aristotélicos: el bien, lo bello y lo verdadero. Porque si la vida es un bien a defender ella renuncia a su propia vida traspasando la barrera mantenida por la estructura del mundo del bien y se coloca más allá de las leyes humanas. No cede en su deseo que animado por la pasión es irreductible y absoluto; en este sentido el deseo de Antígona apunta a su realización.

    Lacan hace coincidir esa situación donde se franquea un límite con lo que sitúa como el lugar de lo bello, es esa decisión de no retroceder ante lo que nos horroriza: el ser enterrado vivo en una tumba. Con su decisión, Antígona crea un momento que “indica en un deslumbramiento el lugar de la relación del hombre con su propia muerte” y ese es el momento de luminosidad de su belleza. Lo bello busca como efecto el preservarnos, el mantener al sujeto a distancia de la Cosa, “se establece para nosotros cierta relación con el más allá del campo central (das Ding) pero es también lo que nos prohíbe ver su verdadera naturaleza…” [23]

    Patrick Guyomard en El goce de lo trágico parte de una serie de preguntas que nos hacen reflexionar: “¿Qué devienen el goce y la pulsión de muerte en esta definición del deseo?” “¿Qué es esta búsqueda de la pureza más allá de toda culpabilidad?”

    La definición del deseo como irreductible y absoluto, “el deseo puro, poder de la pura pérdida puede tanto fundar el deseo como desencadenar el goce, aquel que arrastra hacia la muerte y la destrucción”, para Guyomard hay en Lacan una fascinación e idealización por Antígona porque es una figura con la que todo analista podría en algún momento identificarse, por su valentía frente a la muerte, su desafío a favor de una causa vital y por su lucidez. La teoría del deseo de Lacan, como irreductible y absoluto, “¿No orienta acaso esta concepción del deseo tanto a la teoría del fin del análisis como a la del deseo-del-analista hacia un ideal de pureza y de absoluto?” [24]

    Si, la muerte voluntaria da cuenta de la indestructibilidad del deseo de Antígona, sin embargo, el binomio de un deseo que la destruye y el sacrificio por una causa no es suficiente para hacerla justa. “La tragedia es del deseo, pero también hay goce de lo trágico”. [25]

    A partir de los planteamientos de Guyomard me pregunto, ¿Cómo distinguir el deseo del goce en Antígona? ¿Cómo dilucidar la implicación del padre en el drama de esta víctima trágica y la relación de ésta con la Ley?

    Lacan toma la idea de Hegel vía Kojeve para plantear una de sus fórmulas más conocidas: “el deseo es el deseo del Otro” que significa: deseo de ser objeto del deseo de otro y objeto de reconocimiento por otro. En esta tragedia, identifica el deseo del Otro como el deseo de la madre.

    En la tragedia, Yocasta encarna ese deseo, un deseo incestuoso porque la ley de prohibición del incesto es doble: se aplica al hijo y a la madre; a ésta se le prohíbe reintegrar su producto que ha de entregado a la polis, a la cultura. En Antígona, “ninguna mediación es aquí posible”. Ante esta afirmación nos preguntamos con Guyomard: ¿el deseo de Yocasta es una legalidad?, ¿dónde queda el deseo de Layo y el deseo de Edipo, padre-hermano de Antígona? [26]

    Recordemos que Lacan introduce la metáfora paterna, y en los tres tiempos del Edipo plantea que hay un primer momento en que el infans es un cuerpo a cuerpo con la madre, es puro goce, se encuentra dependiendo del deseo de ésta y es necesario que la madre dé lugar a la palabra del padre para que ocurra dicha metáfora, que consiste en sustituir un término por otro: el deseo de la madre por el Nombre del Padre. La metáfora paterna es, en tanto que la madre hace del padre aquel que sanciona por su presencia, la existencia del lugar de la ley. El padre interviene haciendo la función de corte, que hace pasar al infans de ser el objeto de la madre, al rango propiamente simbólico, el infans es remitido en beneficio de un significante nuevo, el significante del Nombre del Padre.

    Entonces, el Nombre del Padre es un lugar, es una función simbólica que pone límites al goce, pone una barrera a esa primera identificación alienante madre-hijo, por lo que su función tiene el valor de corte fundador del sujeto del inconsciente. [27] Pero la función paterna nunca se puede cumplir de una manera completa, hay una falla: “Porque la ley al mismo tiempo que prohíbe el incesto lo hace codiciable. Con la prohibición se apunta al deseo (vía la demanda), pero también al goce”. El deseo de la madre, interdicto para siempre, persiste en estado inconsciente porque es reprimido pero insiste en representarse compulsivamente, repetitivamente. Es allí donde el deseo de la madre es convertido, bajo la acción de la represión, en un Otro inaccesible e interiorizado.

    En Antígona hay un momento donde vemos que el deseo escapa a su conjunción con la ley, la ley que hace que el deseo esté ordenado como deseo del Otro. Vemos más bien que apunta a un goce superyoico y apunta al ofrecimiento sacrificial del cuerpo. Porque, al decir de Lacan, es sobre el deseo del Otro que accedemos al propio deseo. En la función de la pregunta ¿Che Vuoi? ¿Qué me quiere? (el Otro) el sujeto invierte la pregunta del Otro, es el propio sujeto como efecto de la interrogación autorreferencial de lo que el Otro querría de él, “es la que conduce mejor al camino de su propio deseo…” [28] y se encuentra con la respuesta: al gran Otro le falta un significante S(A/), porque el Otro está castrado, tiene deseos. El fantasma (S/<>a) focalizará la respuesta, es la respuesta que pone fin a la interrogación, es un marco, una pantalla que nos permite fantasear, hacernos una historia, hacer ficción.

    Duelo, melancolía y sacrificio

    Lacan, en la versión de su lectura de la tragedia, se refiere al acto de suicidio de la heroína como una crisis de manía:
    “Antígona, colgada en su tumba nos presenta la sustitución de no sé qué imagen sangrienta de sacrificio que realiza el suicidio místico. (…) Todo nos indica que lo que acaba de suceder se realiza en una crisis de manía, habiendo llegado Antígona a ese nivel…” [29]

    ¿Qué quiere decir Lacan cuando dice que el suicidio de Antígona se realiza en una crisis de manía? A partir de este planteamiento nos propusimos indagar sobre este acto de suicido y su relación con un estado pérdida, de duelo o ¿melancolía? Porque, en la confrontación con la muerte de Polinices y poco antes la de su padre, podríamos decir que Antígona vive una privación de sus seres queridos. Sófocles no nos dice qué sucede con la pequeña Antígona ante la muerte de su madre, Yocasta. Era una niña cuando su madre se suicida. Pero sí nos muestra la muerte de Edipo, su padre-hermano en Edipo en Colono: “las praderas tenebrosas se lo tragaron […] murió sin tumba, separado de todo”, y a su hermano Polinices le fue negado el funeral y su cadáver fue destinado a desaparecer.

    En el seminario sobre La Angustia, Lacan se remite a Freud para hablar del duelo:
    “Es el trabajo destinado a mantener, a sostener los lazos, hay una rememoración en lo relativo a todo lo que fue vivido del vínculo con el objeto amado, (…) Es el vínculo que se trata de restaurar con el objeto a, verdadero objeto de la relación”. [30]
    Los avatares del sujeto del duelo están en relación al objeto amado perdido y al objeto a.

    También vuelve a Freud para señalar la diferencia radical que hay entre el duelo, la melancolía y la manía. Mientras en el duelo hay un retorno de la libido sobre el yo del sujeto con posibilidad de tramitación, es decir, hay un trabajo posible para que ese hueco produzca algo distinto y el sujeto pueda reponerse de las perdidas llevando encima la cicatriz de lo perdido para investir otro objeto, en la melancolía también hay una reacción por la pérdida del objeto amado, pero en el melancólico hay una extraordinaria rebaja de su sentimiento yoico y un enorme empobrecimiento del yo. Hay una cancelación de interés por el mundo exterior y una inhibición de toda actividad. En la melancolía, el sujeto se identifica con el objeto perdido a costa, muchas veces, del sacrificio. [31]
    “Es evidente que en la melancolía ese proceso (de duelo) no culmina, el objeto supera su dirección y es el objeto el que triunfa. El objeto a lo trasciende, lo arrastra en la precipitación, en el suicidio”.[32]

    La peculiaridad más notable de la melancolía es su tendencia a volverse del revés en la manía, un estado que presenta los síntomas opuestos. Si en la melancolía hay inhibición psíquica con empobrecimiento pulsional y dolor por ello, en la manía hay una excitación sobreabundante. El yo, probablemente, sucumbe en la melancolía, mientras que en la manía lo ha dominado o lo ha hecho a un lado. (…) “En el maníaco, dice Freud, yo e ideal del yo se han confundido, la persona en un talante de triunfo, ninguna autocrítica la perturba…”.
    “En la manía, lo que está en juego es la no función de a. (…) El sujeto ya no es lastrado, -aplomado- por ningún a, que a veces lo entrega a la metonimia infinita de la cadena significante”. [33]

    En Televisión, Lacan hace una relación entre tristeza, gay saber, tedio y morosidad con la manía y dice: “Y lo que resulta por poco que esta cobardía (la tristeza), de ser desecho del inconsciente, vaya a la psicosis, es el retorno en lo real de lo que es rechazado del lenguaje; es por la excitación maníaca que ese retorno se hace mortal”. [34]
    Antígona: ¡Oh dioses creadores de nuestro linaje! Soy arrastrada y ya no puedo aplazarlo… (v.940)

    Otra de las réplicas que hace Guyomard a la Antígona de Lacan es referente a la ausencia del padre: “Lacan no dice nada del padre, Edipo es absuelto, el mal del origen recae por entero sobre la madre…”. [35] Y aunque no responde a la réplica de Guyomard, creo que de alguna manera, indirecta, Lacan si alude a la relación de Antígona con su padre. Dice que en Antígona encuentra coordenadas que han estado en juego en Hamlet en relación al deseo de la madre, pero a diferencia de Hamlet,
    …en el mito elegido debemos encontrar sus motivos, debemos encontrar su fuente, en su relación con el deseo de la madre y con la ciencia del padre en lo concerniente a su propia muerte […] nuestro análisis de Hamlet se entrecruza con el análisis al que los encamino… [36]

    En el seminario El deseo y su interpretación Lacan lee Hamlet con su algebra y su escritura del Grafo: Hamlet, ante la pregunta ¿Qué me quiere? la respuesta es ‘vengar la muerte de su padre’. Por la historia que nos muestra la trilogía de Sófocles, Antígona, que sabía del destino maldito de la familia de los Labdácidas y también había escuchado la demanda de Polinices para hacer cesar la maldición paterna, ante la pregunta, ¿Qué me quiere? se asume como heredera de ese destino, pero a diferencia de Hamlet que en un primer momento procastina su acto, Antígona desde el principio no duda y en esa vía del destino trágico va al acto del sacrificio. Descarta la vía del amor de (y por?) Hemón, el hijo de Creonte quien le había declarado su amor.

    Pareciera que a partir de la muerte de Polinices se efectúa una descomposición del fantasma: la estructura imaginaria del fantasma ya no funcionará para Antígona. Es decir, hay un desfallecimiento de la ley que no sostiene el orden simbólico, la función del Nombre del Padre no logra decir no al goce. Antígona se dirige al goce del Otro y se condena a ese destino trágico que la lleva al suicidio. Si es posible situar el deseo y el goce en Antígona en el mensaje que viene del Otro, el ¿Que me quiere? Podríamos suponer que la respuesta sería: te quiero sacrificada, dando la vida para terminar con la maldición, herencia de males que condenan la estirpe de los Labdácidas.

    ¿Es el duelo en Antígona un “duelo impedido”? ¿Es arrastrada por su pasión a la melancolía, a una crisis de manía que la precipita al goce, aquel que arrastra a la muerte y la destrucción?

    La función del rito.

    Sí, su hermano es insustituible y por él avanza hacia ese límite fatal. Pero también evoca otros derechos que tienen que ver con la función del rito en el duelo, con la función del público, con el Otro social, cuando expresa su decisión de dar sepultura a Polinices:
    Ismene: Pero no delates este propósito a nadie; mantenlo a escondidas, que yo también lo haré. (v. 84)
    Antígona: ¡Ah, grítalo! Mucho más odiosa me serás si callas, si no lo pregonas ante todos. (v.85)
    Antígona a Creonte: […] ¿dónde hubiera podido obtener yo más gloriosa fama que depositando a mi propio hermano en una sepultura? Se podría decir que esto complace a todos los presentes, si el temor no les tuviera paralizada la lengua. […] (v. 503)
    Antígona evoca el derecho a darle sepultura a su hermano, al rito religioso para que su muerte sea reconocida por los otros. La función del público en el duelo se une directamente al de la función del rito.

    ¿Podríamos decir que los efectos en torno de una sepultura imposible hacen del duelo de Antígona un duelo sin rito, sin soporte legislado por el Otro social? ¿Qué sucede cuando en un proceso de duelo no se realiza la velación del muerto?

    Lacan plantea la importancia del rito como acto público:
    “Si del lado del muerto, el que acaba de desaparecer, no se ha cumplido lo que se llaman los ritos […] ¿Los ritos destinados a qué, a fin de cuentas? ¿Qué son los ritos funerarios, los ritos mediante los cuales satisfacemos lo que se llama ‘la memoria del muerto’? ¿Qué es si no la intervención total, masiva, […] de todo el juego simbólico?”. […] no hay nada que pueda llenar de significante ese agujero en el real, si no es la totalidad del significante. El trabajo cumplido en el nivel del logos […] claro que es el grupo y la comunidad en cuanto culturalmente organizados los que son sus soportes. […] El rito es el acto a través del cual damos satisfacción a la memoria del muerto, es la intervención pública de todo juego significante […].” [37]

    En el rito de los funerales se rescata al muerto del olvido. En un duelo sin rito, “algo resulta fallido o elidido; o rechazado en la satisfacción a la memoria del muerto”. [38]

    En el duelo impedido, el sujeto queda en suspenso, entre la demanda al Otro y al objeto a, con distintos movimientos posibles: vía el Don o la ofrenda, o vía el sacrificio. [39] Vía el Don o la ofrenda es apelación al Otro en el fantasma, demanda amorosa, apelando al Nombre del Padre, recurso para escapar al goce y mantener una posición deseante. El Don solo puede ser otorgado por la palabra, es simbólico, implica la circulación a través del intercambio y el pacto pacificante con el Otro. Vía el sacrificio se ofrece el cuerpo, se está a total merced del imperativo de goce. Se produce una respuesta que separa al sujeto de la cadena significante, precipitándolo al ‘pasaje al acto’. El sacrificio intenta ser no solo una ofrenda de reconciliación con el Otro destinada a apaciguar su deseo, sino también una manera de alimentar su goce. [40]

    Si pensamos que en Antígona hay un “duelo impedido” podríamos decir que sufre una descomposición en su fantasma quedando expuesta, arrastrada por el objeto a, sin causa y sin cauce, en la precipitación de su manía se suicida dentro de su tumba colgándose del cuello con una soga, muere igual que su madre Yocasta.

    El goce y la Ley.

    Ante la acusación de Creonte por transgredir sus decretos, Antígona evoca a los dioses:
    Antígona: ¿Por qué tengo que dirigir mí mirada ya hacia los dioses?
    Antígona: No fue Zeus el que los ha mandado publicar, ni la justicia que vive con los dioses de abajo la que fijó tales leyes para los hombres. No pensaba que tus proclamas tuvieran tanto poder como para que un mortal pudiera transgredir las leyes no escritas e inquebrantables de los dioses. Estas no son de hoy ni de ayer, sino de siempre, y nadie sabe de donde surgieron… (v.450)

    ¿Qué son los dioses? Sabemos que durante un período bastante prolongado en el origen de todos los pueblos, el hombre primitivo inventó a los dioses para explicarse su realidad y los fenómenos de la naturaleza a los cuales temía, así mismo los dioses aparecen como responsables de las causas de muchos de estos fenómenos incomprensibles para el hombre.

    Es en los mitos de la antigüedad donde se gestan los dioses, semi-dioses y los héroes. Los mitos nos revelan los poderes cósmicos y divinos, las causas ocultas de la lucha entre los dioses y los hombres y lo que hay más allá de la muerte.

    Lacan plantea que a diferencia del Dios del monoteísmo que responde a la función del padre simbólico, los dioses son una manifestación de lo real, [41] y allí donde se sitúa la voluntad de los dioses no hay que incursionar porque sus leyes son leyes no escritas: es la evocación de lo que es del orden de la ley pero este orden no está desarrollado en ninguna cadena significante, en nada [42]. El problema es saber si esos dioses desean algo porque “el sacrificio consistía en hacer como si desearan como deseamos nosotros; por tanto a tiene la misma estructura”. [43]

    Antígona menciona las leyes no escritas e inquebrantables… y nadie sabe de dónde surgieron. Esto nos remite al tabú. Los tabúes -dice Freud- carecen de toda fundamentación; son de origen desconocido, sagrados y ominosos, incomprensibles para nosotros. El tabú circula dentro del sistema de la ley y a veces parece escapar y aparece como lo no comprendido de la ley, desprendidos del sistema gobiernan insensata y compulsivamente al sujeto. [44]
    “…en ese punto donde el padre simbólico falla, la imago del padre lo suple; una imago que puede llegar a tomar las características del padre terrible, omnipotente […] Hay una estrecha relación entre la figura del padre imaginario y ese goce del Otro que excede la prohibición, el tabú que es una figura mayor del goce. [45]

    El goce como goce del Otro puede decirse que precede a la pulsión, es una anterioridad mítica que permite pensar ese momento constitutivo donde el sujeto está entregado a ese Otro materno, das Ding. Al mismo tiempo, la madre ocupa el lugar de la simbolización primordial, el lugar de la palabra, pero le falta algo, y es la falta de la madre, por lo tanto, su deseo lo que hace posible que la metáfora paterna saque al infans de ese goce total. Es decir, como mencionamos anteriormente, para poner límites al deseo de la madre es necesaria la introducción de la metáfora paterna o del Nombre del Padre.

    En tanto que el padre es portador de la ley, asegura que el significante falo ponga límite a al acoplamiento con la omnipotencia materna. Sin embargo, la Ley simbólica puede fallar, si bien abre la vía al deseo, abre también la vía hacia el goce. No es la Ley la que cierra al sujeto el paso al goce, dice Lacan, esa falla, es goce que está allí, donde se inscribe la prohibición hay también goce, lo simbólico va a confrontarse siempre con lo real.

    En el seminario La Ética Lacan relaciona das Ding con el mito de Freud del asesinato del padre de Tótem y Tabú. Trabaja y reformula este mito freudiano del origen de la cultura. En el mito freudiano está el padre primordial, sin ley; después que lo matan surge el Tótem y el Nombre del Padre; eso ya supone una escritura posible, ya supone una ley entre el vínculo que une a los participantes del acto entre sí y con su dios. Con el asesinato surge el Padre como lugar de la Ley, es aquel lugar desde donde la palabra del padre sostiene la ley simbólica. Al Urvater, -el padre primordial- se le mata y se le llora; hay por tanto después del odio y el asesinato un retorno de amor. Ambivalencia que está ligada al complejo paterno: aniquilar o sostener al padre.

    Entre los hermanos surge el arrepentimiento y la culpa y se instaura un lazo social entre ellos con la Ley. Es la Ley de la prohibición del incesto que se sitúa como tal a nivel de la relación inconsciente con das Ding, es la ley del lenguaje de las sociedades humanas. Y es la renuncia, la falta, la incompletud la que engendra el deseo, es por ella que se instala la separación entre el goce y el deseo. El misterio de este acto, dice Lacan, es que:
    …no sólo la muerte del padre no abre la vía hacia el goce, que su presencia supuestamente prohibía, sino que refuerza su interdicción… [46]
    y afirma que es necesaria la transgresión de la ley para acceder a ese goce, que para esto, precisamente, sirve la ley. La misma ley paterna tiene esa otra cara, allí donde se inscribe la prohibición hay también goce, no puede eliminar completamente ese residuo porque ella misma lo engendra.
    A lo que hay que atenerse, es que el goce está interdicto, entredicho […] que no puede decirse sino entre líneas para quienquiera que sea sujeto de la ley. [47]

    El enfrentamiento entre Antígona y Creonte opone a la Diké, entendida como justicia cósmica, a Nomos, las leyes humanas. Creonte representa y personifica el discurso de la polis, las leyes de los hombres y antepone el bien de la comunidad a cualquier situación, leyes que surgen de la necesidad de los ciudadanos de la polis para hacer posible el sostenimiento del lazo social y establecer los parámetros y delimitar el contorno de lo prohibido. No desconoce que aún cuando pueda gobernar y dirigir el destino de los vivos, hay leyes no escritas que persisten en su eficacia. Antígona rechaza la ley de Creonte, impugna esa ley e invoca las leyes de los dioses como un derecho anterior y eterno. Pero aún cuando se aferre a leyes no humanas, en tanto que ciudadana de la polis, no puede desconocer las normas que rigen una ciudad. Son dos posicionamientos que Sófocles presenta como irreconciliables.

    Entonces, como señala Marta Geréz en su artículo, “Ley, prohibición y culpabilidad” en Culpa, responsabilidad y castigo en el discurso jurídico y psicoanalítico (1999), la Ley tiene dos vertientes: “regula y ‘des-regula’. La ley que regula es la ley como sistema simbólico del lenguaje que precede la llegada del sujeto al mundo, que lo incorpora en su tejido legal y lo inscribe en lo civil, en su genealogía”, porque,
    “Existir en sociedad es estar inscripto en ella en relación con el nombre de los antepasados. […] La existencia humana en tanto enganchada a un árbol genealógico. Recibir un nombre establece desde el principio el deber de portarlo. Se debe y es deuda, culpa, […]” [48]

    La herencia cuando es articulada a las palabras posibilita la vida, le da al sujeto un lugar en el mundo y la posibilidad de ser transmitida. No sucede lo mismo en la herencia de una culpa no sancionada. A Antígona, que significa la “nacida en contra”, le espera ese nombre y el apellido del padre. Antígona quiere demostrar con su acto que es bien nacida, le dice a Ismene:
    Antígona: Así están las cosas, y podrás mostrar pronto si eres por naturaleza bien nacida, o si, aunque de noble linaje, eres cobarde. (v.35)

    Ismene no responde a su demanda, en ella hay tristeza y dolor, hay pathos, sufre por su hermana que no obedece las leyes de los hombres. Antígona es efecto de una legislación que la inscribe en una cadena genealógica heredada en forma patrilineal. Le dice a Creonte: Mirad vosotros, príncipes de Tebas, a la única que queda de las hijas de los reyes, excluyendo de esta manera a Ismene del linaje de su familia.

    La ley del Padre tiene es esa otra cara que pierde su capacidad regulante y empieza a imponer un deber absoluto. Es acaso lo no reconocido, lo no simbolizado, es decir, la herencia desarticulada a las palabras, las culpas no sancionadas que se ‘transmiten’ como un pecado que el hijo asume como culpa, mas no como deuda reconocida. [49]

    Con su sacrificio Antígona trunca esa cadena genealógica heredada, trunca la descendencia: situación que lamenta en varios momentos, se queja que no se haya cumplido otro destino en su vida:
    Antígona: Hades … me lleva viva … sin que ningún himno me haya sido cantado delante de la cámara nupcial … Junto a ellos voy a habitar, maldita sin casar … Y ahora me lleva (Hades) tras cogerme en sus manos, sin lecho nupcial, sin canto de bodas, sin haber tomado parte en el matrimonio ni en la crianza de hijos… (V.816-870)

    En Antígona no se posibilita la necesaria sustitución del objeto amoroso que desemboca en la metáfora del amor. Lo que Claude Lévi-Strauss plantea en Las estructuras elementales de parentesco, sustituir a aquellos seres que las reglas de alianza e intercambio especifican como prohibidos.

    En su primer diálogo con Ismene le declara: Yaceré con él al que amo y me ama. Y a su padre, abnegada lo acompaña en su largo exilio a Colona.
    Edipo: […] desde que dejó de necesitar el cuidado propio de la niñez y fortaleció su cuerpo, anda siempre errante la infeliz conmigo, sirviendo de guía a un anciano, vagando… sin alimento… (v.345)

    En la dimensión del amor, en Antígona, es el amor a su padre-hermano y a su hermano Polinices, lo que la sostiene. Hay una falla en el orden de la ley que impide la circulación del sistema de permutaciones, hay una fijación en la elección de su objeto de amor, un objeto que lleva la marca de incesto y parricidio. Antes de andar errante con su padre le escucha decir:
    Edipo: Lloro por vosotras dos […] cuando pienso que amarga vida os queda […] Quién querrá desposaros? No habrá nadie, oh hijas, sino que seguramente será preciso que os consumáis estériles y sin bodas. (v.1500)

    Es el deseo del padre el que hace la ley en el orden de la estructura, y es esa ley hecha por el deseo del padre la que pone en juego su dependencia en relación al deseo del Otro, y a la prohibición al goce del Otro. En el seminario RSI (1975) Lacan trabaja la “p[at])erversión” [père-versión]: la versión del padre como una maniobra del padre que hace girar la acción por su demanda (dirigida al hijo, a la hija) de un sacrificio.

    Danielle Arnoux plantea que por el sacrificio que se le demanda, el sujeto pierde su vía, la de su amor. Es desviado de su deseo, desviado en el sentido primario del término, es tomado como rehén. Como consecuencia inmediata, el héroe (el sujeto) se vuelve portador de un mensaje que no es el suyo, instrumento de una acción por la cual va en contra de la obra de su vida.
    “El deseo de otro sobre la determinación del cual cada uno nace, que cada uno va a realizar o a rechazar como destino, ya lo ubica como rehén, lo sepa o no, se someta o lo combata. […] Esta demanda de un sacrificio en la tragedia griega es realizada en nombre de una causa por defender, de una deuda por pagar, por un padre, un padre humillado…” [50]

    La deuda heredada.

    Creonte: Eh, tú, la que inclina la cabeza hacia el suelo, confirmas o niegas haberlo hecho. ¿Sabías que había sido decretado por un edicto que no se podía hacer esto? (v.445)
    Antígona: Digo lo que he hecho y no lo niego (…) sabía que iba a morir… (v.460)

    Antígona ha rechazado la vida, desde el principio sabe que por su acto morirá. Si bien da cuenta de su acción y la justifica a través de la palabra porque declara su falta y acepta el castigo de Creonte a disponer de su vida, su acto muestra que la vida que pretende quitarle el Rey no es un bien que se obstina en defender.
    “Demuestra la inanidad de esa ley y el poder del tirano queda anulado cuando la vida ha dejado de ser un bien para sus súbditos”. Para Antígona, “ninguna amenaza ni sanción tiene poder sobre ella.” [51]

    Entonces podemos decir que en su declaración no se reconoce culpable, no se muestra víctima, no hay en ella una posición en falta ni hace una petición de juicio a la ley de los hombres, la ley de Creonte no es para Antígona el Otro de la ley. Su declaración es, al parecer, demostrar la “inutilidad” de esa ley de los hombres:

    Coro: Se muestra la voluntad fiera de la muchacha que tiene su origen en su fiero padre. No sabe ceder ante las desgracias. (v.473)

    Antígona hereda una deuda o culpa que no es sancionada, que no es reconocida y por lo tanto no hace pacto con la Ley. En ella prima la compulsión al goce superyoico, es la culpa que Freud llama muda o de sangre (necesidad de castigo), culpa oscura que paga la deuda con la inmolación sacrificial, como si la deuda con el Padre sólo pudiera ser pagada con el cuerpo. A diferencia de la culpa consciente o el sentimiento de culpa, donde el sujeto puede responsabilizarse de sus actos al asumirse como deudor de la falta, y de la culpa inconsciente que vincula al sujeto a la ley y fortalece su pacto y desde su deseo paga en dones el costo del sacrificio que le impone la cultura, y eso significa poner un límite al superyó y al ofrecimiento sacrificial del cuerpo. (52)

    El sacrificio de Antígona muestra un rechazo a la ley simbólica y un sometimiento a la ley de los dioses, la Até familiar, la desgracia del destino de los Labdácidas de la cual se asume como heredera. Antígona no cede en su deseo, deseo puro como puro deseo de muerte que la lleva al goce y se condena a ese destino trágico. La realización del destino del héroe trágico es la tyché, que Lacan interpreta como la cuestión llevada al límite, es el encuentro con lo real, hasta el sacrificio.

    El “deseo puro” y los personajes sadianos.

    Antígona: ¡Ay de mi desdichada, que no pertenezco a los mortales ni soy una más entre los difuntos, que ni estoy con los vivos ni con los muertos! (v. 850)

    A partir de allí, Antígona desarrolla el lamento de la vida. Se queja de irse sin tumba, sin morada, sin ningún amigo que le llore. Para los griegos las relaciones del hombre con Até, que significa extravío, fatalidad, designa el límite que la vida humana no puede atravesar por mucho tiempo, es la zona entre la vida y la muerte. Y es al más allá de esa Até, el lugar donde se dirige Antígona.

    En el seminario La Ética…, Lacan menciona que ha intentado definir ese lugar, el entre dos muertes, con los textos de Sade. Por la vía de esa segunda muerte imaginada por los héroes de Sade, la muerte en la medida en que es convocada como punto en el que se aniquila el ciclo mismo de las transformaciones naturales. De ese punto en que “la muerte de una vida se confundirá con la muerte segura, muerte vivida de manera anticipada…” [53] Y plantea que la belleza de Antígona extrae su brillo en ese momento en que franquea la entrada de la zona entre la vida y la muerte, donde sin estar aún muerta, ya está tachada del mundo de los vivos.

    Tres años después, en su escrito Kant con Sade, plantea el entre dos muertes como el eterno tormento del entre la muerte real y la muerte simbólica. Si en el seminario La Etica plantea que el deseo puro como puro deseo de muerte es la verdad del deseo, en “Kant con Sade” plantea que el deseo puro es un deseo perverso que conduce al sacrificio y al asesinato del objeto. Aquí relaciona la figura de Antígona con ciertos personajes sadianos:
    La exigencia, en la figura de las víctimas, de una belleza siempre clasificada como incomparable, (…) más bien habría de verse en esto la mueca de lo que hemos demostrado, en la tragedia, de la función de la belleza: barrera extrema para prohibir el acceso a un horror fundamental. Piénsese en la Antígona de Sófocles y en el momento en que estalla en ella el Eros, invicto en el combate. [54]

    Antígona, leída con el texto Kant con Sade es una figura apática, se ubica más allá del pathos, del sentimiento, más allá del placer de aceptar las cosas para sobrevivir. La inflexible Antígona, dice Lacan, no conoce ni el temor ni la piedad. Ante la pregunta al Otro: ¿Qué me quiere?, pregunta dónde el sujeto está obligado a elegir: o el amor a la vida, el placer, o el sacrificio, Antígona no tiene elección, su destino es trágico.

    La tragedia y el análisis.

    En el seminario La Ética Lacan se apoya en la tragedia griega para hacer una revisión de la ética del psicoanálisis que implica la dimensión de la experiencia trágica de la vida. El análisis, – dice – ¿No debe enfrentar en su término con la realidad de la condición humana? [55], y esto es asumir la falta fundadora de la existencia que implica el desamparo, la relación del hombre consigo mismo que es su propia muerte.

    Cuatro años después, al final del Seminario 11 plantea que “el deseo del análisis no es un deseo puro, es el deseo de obtener la diferencia absoluta”. [56] El deseo del analista sigue siendo una X, una incógnita para el analizante ya que incluye la angustia ante el enigma del deseo del Otro, de la alteridad del deseo. Pero años más tarde, Lacan vuelve a la tragedia y propone que en ésta ‘hay algo análogo’ al acto psicoanalítico:
    En la tragedia, el héroe se embarca solo en el acto, está destinado a ese destino de no ser al fin más que deshecho de su propia empresa […] es la única acepción valedera, fundada, de la tragedia a saber: la representación de cosa. Evidentemente en la representación estamos más cerca de esta ‘schize’ tal como es sostenida en la tarea psicoanalizante […]. [57]

    En la experiencia clínica el trabajo con la neurosis, a diferencia de la psicosis, es la culpabilidad la que palpamos de cerca. “Es ella la que debe ser pagada justamente porque el dios del destino ha muerto” [58]. Es posible que en la neurosis un sujeto que está en duelo puede responder a la pérdida de una manera loca: alucina y puede llegar a delirar. Es la Verwerfung freudiana, el rechazo del significante que queda excluido del universo simbólico de ese sujeto neurótico; es una de las maneras de no poder hacer el duelo que resulta insoportable en ese momento. “…pero la Verwerfung así planteada se caracteriza por constituir un episodio del que puede retornar, ya que el sujeto tiene elementos como para incorporar a la cadena significante.” [59]

    Si el movimiento de la tragedia es un recorrido que apunta a construir en su punto final una imagen de lo bello, que vuelve pasional al deseo donde el héroe tiene un destino fabricado por los dioses y va más allá de los límites, la dirección de la cura en la clínica de la neurosis, intenta obtener justamente el trayecto inverso de la tragedia, se pretende hacer advenir a lo simbólico. Y si el destino de cada sujeto es la repetición de las palabras oraculares de los padres, el análisis apuesta a un cese de la repetición.

    El análisis hace manifiesto al analizante lo que para él es causa, aquello que lo empuja a ir hacia allí y no aquello hacia lo cual va: cada sujeto debe deshacer el nudo incestuoso para separarse de él en un proceso de individuación. El análisis apuesta a conducir al sujeto a renunciar al goce del Otro para que pueda satisfacerse con ser un sujeto del deseo. La paradoja del análisis es que, por un lado, el efecto de la transferencia plantea las condiciones de la construcción de un Otro -Sujeto supuesto Saber- , y por otro lado, después debe inducir al analizante a aceptar que ese Otro es un artificio, finalmente, que el Otro completo no existe, por ende, que no hay saber último sobre el sujeto.

    La psicosis, por su estructura misma, nos cuestiona y nos relanza cada vez a los enigmas de nuestra humanidad, quizá por ello el psicótico está cruzado por un destino de exclusión, porque, como decía Juan Carlos Plá:
    “¿A quién se le ocurre escuchar a un loco? Hay que estar loco para escucharlo y no muy sordo para saber que lo que dice me atañe y algo puedo aprender”. [60]
    El fenómeno psicótico es un dato de estructura, implica una ruptura, es:
    “La emergencia en la realidad de una significación enorme que parece una nadería –en la medida en que no se le puede vincular a nada, ya que nunca entró en el sistema de simbolización- pero que, en determinadas situaciones, puede amenazar todo el edificio”. [61]

    El significante del Nombre del Padre es el que posibilita, por su carácter fundacional, toda la estructuración de lo simbólico, y en la estructura psicótica es el significante que queda excluido de la cadena significante. En el psicótico el punto de lo imaginario y lo real no anuda con lo simbólico. Algo no se inscribe, hay algo que no está constituido. Y lo que no está inscrito en lo simbólico, lo expulsado en lo simbólico, retorna en lo real como goce del Otro.

    El psicótico ante la inconsistencia del Otro, a la pregunta imposible de ser formulada, el ¿Qué me quiere?, es a nivel de un sometimiento al goce del Otro. Hay en él una falla en la simbolización y no tiene los recursos del neurótico para poner límites a ese goce. Queda atrapado en una experiencia de terror intransmisible, está inundado de voces que vienen de afuera que cobran sentido en el delirio. Cuando escuchamos a un psicótico nos encontramos con una palabra que se encadena a otras y que el paciente no sabe de donde viene, se encuentra habitado por un discurso que lo precede y lo aprisiona.

    En la experiencia [62] de nuestra práctica clínica hemos constatado que en la psicosis estamos frente a una trama intertextual que se va encadenando a lo largo de varias generaciones como producto de una compleja red de discursos intrafamiliares y transgeneracionales. El compromiso que cada uno de los miembros de una familia de distintas generaciones va teniendo en esta trama pasa inadvertido, negado o desplazado, hasta que, convocado desde algún lugar o acontecimiento hace eclosión en uno o varios miembros de una familia.

    Para algunos casos Frida Saal siguiendo a Lacan plantea:
    “…siempre que nos enfrentamos con un estallido psicótico vamos a encontrarnos con ese punto de falla que es la forclusión del Nombre-del-Padre, pero no siempre que exista tal forclusión la psicosis hará su aparición. Queda para el sujeto la posibilidad de elaborar su synthõme, su suplencia -un cuarto lazo- que le permita hacer nudo y mantener la consistencia con la cual circular por la vida”. [63]

    El la tragedia, Antígona no tiene elección, cumple su destino como heredera de los Labdácidas ocupando el lugar de víctima de una maldición de generaciones sometida a la Até, a la gran Ananké y no puede no realizar su destino trágico: el sacrificio y la muerte.

    Susana Perales Lavín
    Septiembre de 2012

    BIBLIOGRAFÍA

    [1] Este trabajo es una versión de dos trabajos previos: El sacrificio en la tragedia presentado en el 14° Coloquio en marzo de 1999 y Deseo, goce y ley en Antígona en el 15° Coloquio en julio de 2000. Coloquios de la Fundación Mexicana de Psicoanálisis, México, D. F.
    [2] Desde los orígenes del psicoanálisis, en la correspondencia con Fliess, en la carta 50, fechada el 2 de noviembre de 1896, leemos el relato de un sueño que tuvo poco después de la muerte de su padre, y la carta 71 fechada el 15 de octubre de 1897, refiere que ha hallado en él el enamoramiento de la madre y los celos hacia el padre. “Si esto es así, uno comprende el cautivador poder de Edipo Rey… la saga griega captura una compulsión que cada quien reconoce porque ha registrado en su interior la existencia en ella.”
    [3] Freud, Sigmund (1900) La interpretación de los sueños. O. C. vol. IV. Editorial Amorrortu, Buenos Aires, págs. 265 – 266. 1975
    [4] 1913 Tótem y Tabú. O. C. vol. XIII Editorial Amorrortu, Bs. As. pág.134.1975.
    [5] Kofman, Sara, El nacimiento del arte, Siglo XXI editores, Buenos Aires, 1973. Es un texto que muestra una minuciosa lectura de la obra freudiana y su polémico discurso sobre la interpretación de la obra de arte.
    [6] Ibíd. Kofman protesta contra las críticas apresuradas que se han hecho a la concepción freudiana del arte: […] “Es lamentable sustituir los argumentos por epítetos peyorativos o por categorías ya hechas, como la de “pequeñoburgués” “e individualista” […] cuando “no se toma en cuenta la totalidad del corpus freudiano, ni la distinción que hemos establecido sobre lo que Freud dice y lo que hace”. Nota 54, pág.35.
    [7] Kofman Sara, Ibíd., Págs., 11-112.
    [8] Freud, S., Un Recuerdo infantil de Leonardo da Vinci, O. C. vol. XI, Amorrortu, p. 125 Bs. As. 1975.
    [9] Freud, S., Construcciones en el análisis, O. C. vol. XXIII, Amorrortu, p. 269 Bs. As. 1975.
    [10] Barthes, R., Lección inaugural (1977), Siglo XXI p. 125, España 1998.
    [11] Pasternac, M., “Fábrica de un caso”, Revista me cayó el veinte, no. 6, México, D. F. 2002.
    [12] Los versos de las tragedias griegas que cito en este trabajo son de Tragedias. “Sófocles” de la Editorial Biblioteca Clásica Gredos, Madrid, 1992. También tomo como referencia el análisis comparativo de estas tragedias del texto de Karl Reinhardt, Sófocles, Ediciones Destino, Barcelona, 1991.
    [13] Lacan, J., Seminario 7 La ética del psicoanálisis (1959-1960) Paidós, Bs As. 1990
    [14] Guyomard Patrick, El Goce de lo trágico, Antígona, Lacan y el deseo del analista. Ediciones La Flor, Argentina 1997.
    [15] Allouch Jean, Erótica del duelo en el tiempo de la muerte seca, Editorial Epeele, México, 1998. Hay pasajes en este texto donde la subjetividad del autor se encuentra advertida, destina su obra a la tramitación de su propio duelo de la muerte de su hija.
    [16] Reinhardt Karl, Sófocles. Editorial Destino, España 1991.
    [17] Steiner George, Antígonas, Gedisa Editorial, España, 1991.
    [18] Juranville Anne. La mujer y la melancolía. Ediciones Nueva Visión. Argentina. 1994
    [19] Saal, Frida, “Algunas consecuencias políticas de la diferencia psíquica de los sexos” (1981), “La mujer no existe” (1983), ”De seres, decires, de mujeres” (1991), “La bella diferencia y más allá” (1997), recopilados en Palabra de analista, Siglo XXI Editores, México, 1998.
    [20] Saal, Frida, ibíd.
    [21] Lacan, J., Seminario 7 (1959-1960) Paidós, Bs. As. 1988 p. 30. La Cosa es el das-Ding de Freud, la roca viva de la castración -el punto donde se pone en juego lo que llamó la pulsión de muerte-, que Lacan trabaja como tema central en su seminario La ética del psicoanálisis, y la ubica fuera del lenguaje y fuera del inconsciente: “Se caracteriza por el hecho de que para nosotros es imposible imaginárnosla… das Ding es el Otro prehistórico inolvidable, la madre, el objeto prohibido del deseo, irrecuperable… ”. El principio del placer mantiene al sujeto a cierta distancia de la Cosa, haciendo que gire en torno a ella sin alcanzarla jamás. La llama también el Goce. Estas reflexiones en torno a la Cosa podemos encontrarlas en los nuevos desarrollos del pensamiento lacaniano en la localización del objeto a.
    [22] Lacan, J., Ibíd. p. 298
    [23] Lacan, J. Ibíd. p. 339
    [24] Guyomard, P., Op. Cit.
    [25] Guyomard, P., Op. Cit
    [26] Guyomard, P., Op. Cit.
    [27] Guyomard, P., Op. Cit.
    [28] Lacan, J., Subversión del sujeto y dialéctica del deseo” en Escritos, p. 794. Siglo XXI editores, México 1984
    [29] Lacan, J., Seminario 7 La Ética del psicoanálisis. p. 356
    [30] Lacan, J., seminario X, La angustia. Clase: 3/7/1963. El concepto lacaniano de objeto a tuvo varios momentos: en principio, en El estadio del espejo… ([1949] 1984) el a minúscula es un otro imaginario, un otro semejante que opera como soporte del sujeto, es un otro rival que tiene que ver con el objeto amor-odio. Años después en el seminario X La angustia, (1962-1963) el objeto a minúscula es aquello que queda como resto, es efecto de la castración simbólica, efecto de la separación de la díada madre-hijo que efectúa la metáfora paterna. Lacan agrega a los objetos oral y anal, la mirada y la voz. El objeto a es un objeto imposible, irrecuperable, “objeto perdido en
    los diferentes niveles de la experiencia corporal en que se produce el corte; él es el soporte y causa del deseo.”
    [31] Freud, S., Duelo y Melancolía. O. C. Amorrortu. P. 251
    [32] Lacan, J., Ibíd. Clase 3/7/1963
    [33] Lacan, J., Ibíd. Clase: 3/7/1963
    [34]Lacan, J., Televisión (1974). En Radiofonía y Televisión. P. 107 Editorial Anagrama, Barcelona, 1980.
    [35] Guyomard, P., Op. cit
    [36] Lacan J., seminario La Ética…. p. 302
    [37] Lacan, J., El deseo y su interpretación. Clase: 22/4/1959
    [38] Lacan, J., Ibíd. Clase: 22/4/1959
    [39] Gerez Ambertín M., Duelo impedido: privación y desmentida, en Imperativos del superyó. Lugar Editorial. Bs. As. 1999
    [40] Gerez Ambertín M., Ibíd.
    [41] Lacan, J., seminario La transferencia, clase 7/12/60.
    [42] Lacan J., seminario La Ética…. clase 1/6/60
    [43] Lacan J., seminario La angustia, clase 5/5/63-64
    [44] Freud, S., Tótem y Tabú O. C. vol. Ed. Amorrortu
    [45] Gerber, D. “Suplencias sin titularidad”, en, Las suplencias del Nombre del Padre, p. 28, Siglo XXI editores, México, 1998
    [46] Lacan, J., seminario La Ética… p. 214
    [47] Lacan, J., “Subversión del sujeto y dialéctica del deseo” en Escritos, p. 801
    Ed. Siglo XXI
    [48] Braunstein, N., citado en “El sujeto efecto de la ley” en Culpa responsabilidad y castigo en el discurso jurídico y psicoanalítico, Editado por la Univ. De Tucumán, Argentina, pág. 66. 1999.
    [49] Gerez Ambertín, M., Op. Cit.
    [50] Arnoux, Danielle, Camille Claudel, el irónico sacrificio, Editorial Epeele, págs. 331-334. México, 2001
    [51] Braunstein, N., Saal, F., y A. Aparicio, “Un diván para Antígona”, en A medio siglo de El malestar en la cultura, p. 179 Siglo XXI editores, México, 1981
    [52] Gerez Ambertín, M., Las Voces del superyó, Ed. Manantial. Bs As. Argentina 1993.
    [53] Lacan J., seminario La Ética… p. 299
    [54] Lacan J., “Kant con Sade”, en Escritos, Ed. Siglo XXI p. 755.
    [55] Lacan, J., seminario La Ética.. p. 362
    [56] Lacan, J., seminario Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, clase 24/6/64
    [57] Lacan, J., seminario El acto psicoanalítico, clase 20/03/68
    [58] Lacan, J., seminario La transferencia, clase 17 de mayo, 1961
    [59] Fernández, E. Elida, Las psicosis y sus exilios, Letra Viva ediciones, p. 40. Buenos Aires, Argentina, 1999
    [60] Plá, Juan Carlos, Citado por Mónica Vázquez en “El delirio: una construcción transgeneracional”. México, D. F.
    [61] Lacan, Seminario Las psicosis, Editorial Paidós, p. 124. España 1984
    [62] Seminario: Clínica Psicoanalítica de la Psicosis, México, D. F
    [63] Saal Frida, “El Nombre-del-Padre como suplencia”. En Las suplencias del Nombre del Padre. Siglo XXI, p. 209. México, 1998

    LA TRILOGÍA DE SÓFOCLES
    Presentaré de la trilogía de Sófocles una breve síntesis del final de Edipo Rey y de Edipo en Colono y algunos de los versos de Antígona. Esta selección de versos es solamente para hacer presente la trilogía, pero sin duda, sería deseable que el lector se remitiese a la lectura de estas tragedias. Los versos elegidos de las tragedias griegas que cito en este trabajo son de Tragedias, “Sófocles” de la Editorial Biblioteca Clásica Gredos, Madrid, 1992. También tomo como referencia el análisis comparativo de estas tragedias el texto de Karl Reinhardt, Sófocles, Ediciones Destino, Barcelona, 1991.

    Edipo Rey (429 a.C)
    Layo, hijo de Lábdaco descendiente de Polidoro, es el padre de Edipo. Edipo es el protagonista de la evocación del viejo oráculo délfico, que había anunciado al portador de la maldición que mataría a su padre y desposaría a su madre. Al principio de la tragedia, Edipo es un hombre que disfruta del favor de los dioses, es un hombre que ofrece amparo y protección a todos, al final, al darse cuenta de su fatal destino, con sus manos mutiló sus ojos. Es un ser expulsado por todos y de todo.

    Al final de esta tragedia Antígona e Ismene eran unas niñas cuando su madre Yocasta se había suicidado y colgaba “suspendida del cuello por retorcidos lazos”, y su padre con los ojos ensangrentados les decía:
    Edipo – “ […] ¿Cual de los crímenes está ausente? Vuestro padre mató a su padre, fecundó a la madre en la que el mismo había sido engendrado y os tuvo a vosotras de la misma de la que él había nacido.[…] Quién querrá desposaros? No habrá nadie, oh hijas, sino que seguramente será preciso que os consumáis estériles y sin bodas.” (v. 1500)

    Acto seguido, le pide a Creonte que cuide de ellas y que lo destierre del país. (v.1496-1503) (v.1264) Antígona y sus hermanos, Etéocles, Polinices e Ismene son hijos de la relación incestuosa de Edipo y de Yocasta. Son hijos y medio hermanos de su padre e hijos y nietos de Yocasta.

    Edipo en Colono. (401 a.C.)
    Edipo, ciego, en su largo exilio, en ese andar errático por el agreste bosque, sin alimento y padeciendo bajo frecuentes lluvias o bajo los ardientes calores del sol, ha sido acompañado por la pequeña Antígona, la única compañera del viejo desterrado quien le ha servido de lazarillo. Polinices y Etéocles, sus hijos varones, se habían olvidado de su padre errante y de sus hermanas pues ambos peleaban por el trono heredado de Tebas. Edipo y Antígona, en su vagabundeo llegaron a Colono, a la región de Ática, recinto sagrado de las diosas Euménides, lugar donde el oráculo le había indicado a Edipo que iba a morir. Refiriéndose a Antígona dice:

    Edipo – “desde que dejó de necesitar el cuidado propio de la niñez y fortaleció su cuerpo, anda siempre errante, la infeliz, conmigo, sirviendo de guía a un anciano” (v.345-352)

    Polinices va en busca de su padre y pide hablar con él. El viejo se niega y Antígona intercede por él. Edipo cede. Sin embargo la súplica de Polinices a su padre de que se uniera a su ejército de los siete jefes argivos que irían contra Tebas a obtener el poder y vengarse de su hermano Etéocles, encendió aún más la ira de Edipo maldiciéndolo y acusándolo de ser el culpable de su destierro.

    Edipo – “…vete sin contar conmigo como padre […] llevándote contigo estas maldiciones que invoco contra ti; que ni conquistes por la lanza la tierra de nuestra patria ni regreses nunca a Argos, sino que mueras por mano de quien comparte tu linaje y que mates a aquel por quien fuiste desterrado…” (v.1384-1389)
    Polinices [dirigiéndose a sus hermanas] – “ya que habéis escuchado la crueldad de nuestro padre en su maldición, ¡por los dioses!, si esta se cumple, no permitáis, al menos, mi deshonra, antes bien, depositadme en una tumba y tributadme honras fúnebres.” (v.1405-1410)
    Antígona – “¿Y quien no te llorará hermano si claramente te precipitas al Hades? […] Ah, que desgraciada soy si de ti me veo privada”. (v.1440-1444).

    Después de acompañar a su padre cerca del lugar donde está fijado que ha de dejar su vida, las hermanas en un lamento exclaman:

    Antígona – “Se ha ido, a él ni Ares ni el Ponto le salieron al encuentro, sino que las praderas tenebrosas se lo tragaron…”, (v.1739)
    Ismene – “Murió sin tumba, separado de todo.” (v.1680) y (v.730)
    Antígona e Ismene regresan a Tebas.

    Antígona (442 a.C.)
    No se dispone de una fecha segura de la Antígona, pero los expertos reconocen que fue escrita por Sófocles antes que Edipo en Colono, sin embargo es continuación inmediata de esta. Hay un orden invertido en la composición, hay una transición regresiva de la última obra a la obra anterior. Edipo en Colono se coloca detrás de Antígona cuando, hacia el final de Edipo en Colono, Polinices, al escuchar la maldición paterna y seguro de que ha de perecer con su hermano Etéocles en la lucha por el trono de Tebas, pide a sus hermanas que prometan tributarle honores fúnebres.

    Sófocles inicia Antígona cuando la maldición se ha consumado…. En la batalla por el poder de Tebas, Polinices y Etéocles mueren en la lucha cuerpo a cuerpo. Creonte, el rey, quien no sólo legisla la vida de los vivos, sino que también pretende legislar el destino de los muertos, decreta funerales y honores para Etéocles y manda que el cuerpo de Polinices quede insepulto fuera de la ciudad. Ordena públicamente, bajo amenaza de pena de muerte, que nadie lo entierre, prohíbe que se le llore y se le digan lamentaciones por ser un traidor a la patria, porque la ley no puede ser la misma para quien muere en defensa de la patria que para quien muere atacándola.

    Antígona busca a su hermana Ismene para ir juntas a dar sepultura a su hermano. Ismene se niega, obedeciendo la prohibición de Creonte.

    Antígona.- ¡Oh Ismene, mi propia hermana, de mi misma sangre!, ¿acaso sabes cuál de las desdichas que nos vienen de Edipo va a dejar de cumplir Zeus en nosotras mientras aún estemos vivas? (v.2- 4) … En cuanto al cadáver de Polinices, muerto miserablemente, dicen que, en un edicto a los ciudadanos, ha hecho publicar [Creonte] que nadie le dé sepultura ni le llore […] está prescrito que quien haga algo de esto reciba muerte por lapidación pública en la ciudad. Así están las cosas, y podrás mostrar pronto si eres por naturaleza bien nacida, o si, aunque de noble linaje eres cobarde. […] Piensa si quieres colaborar y trabajar conmigo. (v.22-29 (v.37-30) (v.41)
    Ismene.- …Y ahora piensa […] con cuánto mayor infortunio pereceremos nosotras dos, solas como hemos quedado, si forzando la ley, transgredimos el decreto o el poder del tirano. […] Yo por mi parte obedeceré porque me siento coaccionada a ello. Pues el obrar por encima de nuestras posibilidades no tiene ningún sentido. (v.58-60) (v.67)
    Antígona.-….ni, aunque quisieras hacerlo, colaborarás ya conmigo dándome gusto. Sé tú como te parezca. Yo lo enterraré. Hermoso será morir haciéndolo. Yaceré con él al que amo y me ama… (v. 71) Tú, si te parece bien, desdeña los honores a los dioses. (v.75 – 76)
    Ismene – Yo no les deshonro, pero me es imposible obrar en contra de los ciudadanos. (v. 78-79) ¡Ah, como temo por ti, desdichada! (v.82 )
    Antígona – No padezcas por mi y endereza tu propio destino.(v. 83)
    Ismene – No es conveniente perseguir desde el principio lo imposible. (v.93)
    Antígona – Si así hablas serás aborrecida por mi […] Así que deja que yo y la locura, que es sólo mía, corramos este peligro.

    Antígona es fiel a las ideas que abrigaban en la antigüedad clásica sobre la sepultura y se rebela a la ley de Creonte, pues nadie deja el cadáver de un ser querido a la deriva, no permite que el cuerpo de Polinices quede expuesto al sol en su podredumbre, va sola y lo cubre con una capa de tierra. Para los griegos, un cuerpo sin sepultura no tiene acceso al reino de los muertos, al Hades, y esto equivale a una condenación. La tumba era el verdadero fin del hombre, y la salvación, en el sentido religioso, dependía de la observancia de sus ritos. Antígona, con su acto, se opone al mandamiento de Creonte, reta su interdicción y su poder político a costa de su propia vida. Descubierta por los guardias es entregada al rey.

    Creonte – Eh, tú, la que inclina la cabeza hacia el suelo, ¿confirmas o niegas haberlo hecho? (442)
    Antígona – Digo que lo he hecho y no lo niego. (v. 443)
    Creonte – […] ¿sabías que había sido decretado por un edicto que no se podía hacer eso? (v.446)
    Antígona – Lo sabía. ¿Cómo no iba a saberlo? Era manifiesto. (v.447)
    Creonte – ¿Y a pesar de ello te atreviste a transgredir estos decretos? (v. 448)
    Antígona – No fue Zeus el que los ha mandado publicar […] No pensaba que tus proclamas tuvieran tanto poder como para que un mortal pudiera transgredir las leyes no escritas e inquebrantables de los dioses. Estas no son de hoy ni de ayer, sino de siempre, y nadie sabe de donde surgieron. […] (v. 450) […] Sabía que iba a morir […] Y si te parezco estar haciendo locuras, puede ser que ante un loco me vea culpable de una locura. ( v. 470)
    Corifeo – Se muestra la voluntad fiera de la muchacha que tiene su origen en su fiero padre. No sabe ceder ante las desgracias. (v. 473)
    Creonte – Si, pero sábete que las voluntades en exceso obstinadas son las que primero caen, […] Ésta conocía perfectamente que entonces estaba obrando con insolencia, al transgredir las leyes establecidas, y aquí, […] da muestras de una segunda insolencia: ufanarse de ello y burlarse, una vez que ya lo ha llevado a efecto. Pero verdaderamente en esta situación no sería yo el hombre –ella lo sería- , si este triunfo hubiera de quedar impune. […] (v. 480-485)
    Antígona – Mi persona no está hecha para compartir el odio, sino el amor.(v. 524)
    Creonte – Vete, pues, allá abajo para amarlos, si tienes que amar, que, mientras yo viva, no mandará una mujer. (v. 525)
    Corifeo – He aquí a Ismene, ante la puerta derramando fraternas lágrimas. Una nube sobre sus cejas afea su enrojecido rostro, empapando sus hermosas mejillas. (v. 530)
    Creonte – […] ¿vas a afirmar haber participado también tú en este enterramiento, o negarás con un juramento que lo sabes? (v. 535)
    Ismene – He cometido la acción, si ésta conciente; tomo parte de la acusación y la afronto. (v. 536)
    Antígona – Pero no te lo permitiría la justicia, ya que ni tú quisiste ni yo me asocié contigo. (v. 539)
    Ismene – En estas desgracias tuyas, no me avergüenzo de hacer yo misma contigo la travesía de esta prueba.(v. 540)
    Antígona – De quién es la acción, Hades y los dioses son testigos. Yo no amo a uno de los míos si sólo de palabra ama. (v. 542)
    Ismene – ¿Y qué vida me va a ser grata, si me veo privada de ti? (549)
    Antígona – Sálvate tú. No veo con malos ojos que te libres. (v. 553)
    Ismene – […] ¿Y no alcanzaré tu destino? (v. 554)
    Antígona – Tú has elegido vivir y yo morir.(v. 555)
    Creonte – Afirmo que estas dos muchachas han perdido el juicio, la una acaba de manifestarlo, la otra desde que nació. (v. 563)
    Ismene [dirigiéndose a Creonte] – ¿Y vas a dar muerte a la prometida de tu propio hijo? (v. 567)
    Creonte – También los campos de otras se pueden arar. (v. 569)
    Ismene – No con la armonía que reinaba en ellos dos. (v. 570)
    Creonte – Odio a las mujeres perversas para mis hijos. (v. 571)
    Creonte – demasiadas molestias me producís tu y tu matrimonio […] Hades será quien haga cesar estas bodas por mí.(v. 575)
    Coro – [Antístrofa 1] Veo que desde antiguo las desgracias de la casa de los Labdácidas se precipitan sobre las desgracias de los que han muerto, y ninguna generación libera a la raza, sino que alguna deidad los aniquila y no les deja huella. […] (v. 595)
    Creonte [se dirige a Hemón, su hijo] – […] ¡Oh hijo! ¿No te presentarás irritado contra tu padre, al oír el decreto irrevocable que se refiere a la que va a ser tu esposa? […] (v. 633)
    Hemón – […] Tu rostro resulta terrible al hombre de la calle, […] en la sombra, me es posible oír cómo la ciudad se lamente por esta joven, […] no mantengas en ti mismo sólo un punto de vista: el de que lo que tu dices y nada más es lo que está bien. […]. (v.690 – 705).
    Creonte – Todo lo que estás diciendo, en verdad, es a favor de aquélla. (v.748)
    Hemón – Y de ti, y de mi, y de los dioses de abajo. (v.749)
    Creonte – A ésa no es posible que, aún viva, la desposes. (v. 750)
    Hemón – Va a morir, ciertamente, y en su muerte arrastrará a alguien. (v. 753) […] Si no fueras mi padre, diría que no estás en tu sano juicio. (v. 755)
    Coro – [Estrofa] Eros, invencible en batallas, […] Antistrofa – Tú arrastras las mentes de los justos al camino de la injusticia para su ruina, Tú has levantado en los hombres esta disputa entre los de la misma sangre. Es clara la victoria del deseo que emana de los ojos de la joven desposada, del deseo que tiene puesto en los fundamentos de las grandes instituciones. […] (v. 783-795)
    Antígona – […] Hades, el que a todos acoge, me lleva viva a la orilla del Aqueronte sin participar del himeneo y sin que ningún himno me haya sido cantado delante de la cámara nupcial, […] ( v.815)
    Corifeo – […] te diriges hacia el antro de los muertos, […] tú sola entre los mortales, desciendes al Hades viva y por tu propia voluntad. (v. 835)
    Antígona – […] ¡Ay de mí, desdichada, que no pertenezco a los mortales ni soy una más entre los difuntos, que ni estoy con los vivos ni con los muertos! (v/ 850)
    Coro – […] Estás vengando alguna prueba paterna. (v.855) Antistrofa 2
    Antígona – Has nombrado las preocupaciones que me son más dolorosas, el lamento tres veces renovado por mi padre y por todo nuestro destino de ilustres Labdácidas. Ah!, infortunios que vienen del lecho materno y unión incestuosa de mi desventurada madre con mi padre, de la cual desgraciada de mi, un día nací yo! Junto a ellos voy a habitar, maldita, sin casar. […] (v.858 )
    Coro – […] de ningún modo se puede transgredir la autoridad de quien regenta el poder. Y, en tu caso, una pasión impulsiva te ha perdido. (v. 875)
    Antígona – […] me dirijo al encuentro de los míos […] De ellos yo desciendo la última y de la peor manera con mucho, sin que se haya cumplido mi destino en la vida. (v. 895) […] Y ahora me lleva [Hades] […] sin lecho nupcial, sin canto de bodas, sin haber tomado parte en el matrimonio ni en la crianza de hijos. […] ¿Por qué tengo yo, desventurada, que dirigir mi mirada ya hacia los dioses? A quién de los aliados me es posible apelar? […] (v. 895 – 825) ¡Oh dioses creadores de nuestro linaje! Soy arrastrada y ya no puedo aplazarlo. Mirad vosotros, príncipes de Tebas, a la única que queda de las hijas de los reyes, cómo sufro […] (v. 946)
    Tiresias [dirigido a Creonte] – Sé consciente de que estás yendo en esta ocasión sobre el filo del destino. (v. 997) […] Recapacita, pues, hijo, ya que el equivocarse es común para todos los hombres, […] La obstinación, ciertamente, incurre en insensatez. […] (v. 1025)
    Creonte [pregunta al corifeo] – ¿Qué debo hacer? […] (v. 1098)
    Corifeo – Ve y saca a la muchacha de la morada subterránea. Y eleva un túmulo para el que yace muerto.[…] (v. 1100) […] Y cuanto antes, señor. Pues los daños que mandan los dioses alcanzan pronto a los insensatos.
    Creonte – […]… yo, ya que he cambiado mi decisión a ese respecto, igual que la encarcelé, del mismo modo estaré presente para liberarla.[…] (v. 1110)

    Después de la intervención de Tiresias, Creonte arrepentido se dirige a la tumba para salvar a Antígona pero fue demasiado tarde, éste encuentra a Hemón abrazado al cuerpo de Antígona “colgada por el cuello suspendida con un lazo hecho del hilo de su velo”, se había quitado la vida igual que su madre. Hemón, “en reproche a su padre por el asesinato”, “mirándole con fieros ojos le escupió el rostro”, en seguida echó sus brazos adelante y hundió en su costado la espada. Yacen así, un cadáver sobre otro. Eurídice, la madre de Hemón, al conocer la noticia de la muerte de su hijo, con un afilado cuchillo, se ha quitado la vida también.

  • Acotaciones sobre la noción de psicosis en el texto freudiano.

    Acotaciones sobre la noción de psicosis en el texto freudiano.

     Marco Antonio Macías Terríquez

    Resumen
    Se presenta una revisión del nominativo psicosis en el texto freudiano desde el grado de emparejamiento con los conceptos psiquiátricos de la época, la relatoría del “síntoma” psicótico en el caso y el constante ajuste teórico. Para tal fin se articulan los siguientes tópicos:
    - Un ejercicio de deconstrucción de la noción de psicosis según se puede encontrar en los primeros textos de Freud y la consecuente traslación a algunos de los primeros historiales clínicos pertinentes.
    - Una concatenación de la utilización en el texto freudiano de nominativos vinculados a la psicosis y sus características clínica en relación con las descripciones observacionales de otros clínicos desde la medicina mental (signos y síntomas).
    - A la luz de esas elucidaciones se discute el “diagnóstico” de algunos historiales opinados generalmente como casos de psicosis; planteándose a la vez algunas implicaciones desde el momento de construcción teórico – doctrinario en la que tales informes se ubican.
    El ensayo concluye con algunas notas para ubicar las coordenadas de la condición subjetiva (llamada neurosis o psicosis) desde la clínica psicoanalítica freudiana.
    Palabras clave: texto freudiano, clínica psicoanalítica, psicosis, neurosis, diagnóstico.

    Summary
    A review of the nominative psychosis in the freudian text from the degree of matching with the psychiatric concepts of the time, the rapporteur of the «symptom» psychotic in the case and the theoretical constant adjustment. For this purpose, articulated the following topics:
    - An exercise in deconstruction of the notion of psychosis as can be found in the earliest texts of Freud and subsequent translation into some of the first relevant medical records.
    - A concatenation of the use of the nominative Freudian text linked to psychosis and clinical characteristics in relation to other clinical observational descriptions from mental medicine (signs and symptoms).
    - In light of these elucidations discusses the «diagnosis» of some records opinion receivers generally cases of psychosis, while considering some implications from the theoretical point of construction – doctrine in which such reports are located.
    The paper concludes with some notes to locate the coordinates of the subjective condition (called neurosis or psychosis) from the Freudian psychoanalytic clinic.
    Keywords: freudian text, psychoanalytic clinic, psychosis, neurosis, diagnosis.

     

    PRELUDIO

    Las profesiones psi (Psiquiatría, Psicología, Psicopatología, Psicofarmacología, etcétera), en el afán de consolidar un conocimiento científico de un pretendido objeto de estudio común, procuran generar consensos sobre lo que, desde las últimas décadas del siglo XX, se ha determinado en llamar Trastornos mentales. Con el advenimiento de cambios en el orden epistémico en la ciencia (particularmente la influencia del Positivismo lógico), el aceleramiento en el conocimiento del campo de las neurociencias y la aparición de los psicofármacos, la Medicina mental inicia su carrera hacia la conceptuación de su objeto de intervención y operacioanalización de su práctica. Quizá el intento más ambicioso de esto es la periódica edición de manuales de diagnóstico; cuyo propósito es establecer un vocabulario universal y criterios comunes para determinar la anormalidad del comportamiento.

    Esos manuales han sustituido a la literatura clínica que se desplegó durante el pasaje del siglo XIX al XX; llamada melancólicamente Psiquiatría clásica. A diferencia de los actuales textos estandarizados que se sustentan en las estadísticas y respaldados por organizaciones y operadores transnacionales (quienes sostienen la maquinaria del mercado de la salud mental); mucha de aquella literatura era elaborada por clínicos que ponían su nombre y su experiencia en el campo de la locura como garantes de su saber.[1] La disciplina de esa época tenía un problema a discernir: la cuestión del loco y la locura.

    El Psicoanálisis nace inserto en la tradición del saber proveniente del caso. Pero vendrá a proponer una manera otra de relacionarse con el padecimiento subjetivo: dispone un Método que ubica al sufriente como sujeto y no como objeto de atención; de este dispositivo elabora un saber proveniente del sujeto mismo. El saber o Doctrina del Psicoanálisis tiene su matriz de ideas en el extenso texto freudiano. Una de las cuestiones de interés freudiano, como lo fuese de la psiquiatría clásica, ha sido la locura. Freud no fue ajeno al discurso y los significantes de su época; compartía las maneras vigentes de nombrar a la locura. No obstante compartir las palabras con otras disciplinas, el psicoanálisis freudiano habla de otra cosa.

    Con la expansión en algunos países (particularmente los Estados Unidos) el Psicoanálisis sufrió una adaptación a políticas que son ajenas a lo que planteaba Freud. Las nociones doctrinales se forzaron hacia la conceptuación y la operacionalización del modelo Positivista lógico. Si la Medicina mental tornó hacia este sistema de estandarización de la intervención, el modelo resulta improcedente con el psicoanálisis freudiano (por ejemplo: siendo el análisis una práctica del caso por caso, resultaría un contrasentido el uso de manuales estandarizados para el diagnóstico o la aplicación de técnicas de intervención también normalizadas).

    El cuerpo de conocimiento del Psicoanálisis es Doctrina y Teoría. La Doctrina es entendida como el producto de observaciones en la experiencia que formularon conjeturas; que a la vez llevaron a nuevas observaciones que las confirmaron “un proceso de experiencia susceptible de generalización”. La Teoría sería “el nivel explicativo de las fuerzas que mueven el aparato psíquico”; el ejercicio intelectual para tratar de explicar los eventos de la clínica. La Especulación sólo tiene lugar ante los huecos insoslayables del trabajo analítico con lo inconsciente.[2] Este cuerpo de saber es subjetivo; se origina de un campo distinto de los positivismos.

    Si se toman en cuenta estos planteamientos resulta pertinente cuestionarse algunas situaciones al interior del Psicoanálisis que pueden ser tomadas como obvias. Pareciera que palabras como “inconsciente”, “mecanismo psíquico”, “pulsión”, “neurosis”, “psicosis”, etcétera tienen calidad de conceptos o definiciones; es decir que están determinadas en su significación. Otra “obviedad” supondría que respecto el desarrollo de la teoría, las últimas propuestas son las válidas; por tanto no hay necesidad de analizar los postulados anteriores. Acá se propone que lo obvio es sólo aparente; y que elementos como los mencionados, de tomarse sin crítica se convierten en axiomas; así el avance del saber se inmoviliza.

    I LA NOCIÓN DE PSICOSIS EN FREUD

    La Medicina mental de los siglos XIX y XX se debatió entre la etiología orgánica y la psíquica para determinar el origen de las afecciones mentales. El criterio psicopatológico versaba en términos de gravedad (nivel de anormalidad) y déficit (nivel de disfunción), a punto de considerar las afecciones mentales en una escala valorativa de funcionalidad; donde el déficit orgánico o psicosis estaría en la vecindad de las demencias (p. ej. la dementia praecox o esquizofrenia) y los padecimientos funcionales en un extremo llamado neurosis (histeria, obsesiones, neurastenia, etc.). Una llamativa excepción siempre ha sido la paranoia, pues no presenta la condición deficitaria; sin embargo también ha sido clásicamente considerada una forma de psicosis. La revisión a profundidad puede mostrar cómo, a pesar de la tal división, la etiología última versaba sobre un supuesto: la teoría de la degeneración.

    Otra consideración es que la situación nosológica de las enfermedades mentales ha carecido de consenso. Baste mencionar el debate sobre si las psicosis se tratan de enfermedades o síndromes. Para muestra dos ejemplos sobre lo que se supone es la misma afectación: Emil Kraepelin consideraba a la Dementia praecox una enfermedad específica; entendiéndola como “psicosis endógena” (afección originada en el cuerpo en tanto constitucional) de la cual no se sabía su causa específica, pero que sería necesariamente orgánica. Eugene Bleuler proponía su noción Esquizofrenia como un síndrome; un conjunto de signos y síntomas de etiología concurrente, fenotípicamente tipificable.[3]

    En el texto freudiano la alineación a algún sistema nosográfico o criterio etiológico de los muchos que la Psiquiatría del siglo XIX construyó para hacer distingos en la enfermedad mental no es precisable. Jaques Lacan indicó en su Seminario sobre las estructuras freudianas de las psicosis: “Freud no está absolutamente de acuerdo con su época”. Por ejemplo no compartía la polisemia de la palabra paranoia de la vieja psiquiatría germánica; tampoco la descripción generalizada de los franceses sobre la personalidad del paranoico como un tipo malvado, intolerante, orgulloso, etcétera. Para Lacan, Freud hace sólo una división nosográfica en el campo de las psicosis: la paranoia y la parafrenia.[4]

    Se puede afirmar que el Psicoanálisis no está dentro de esa discusión médico-psicológica; que es un discurso alterno al paradigma válido de esa época.[5] Así es posible encontrar en alguna correspondencia con Wilhelm Fliess, que data de 1887, la referencia a una “psicosis de angustia” en un caso de neurastenia.[6] En una monografía de la misma época titulada Histeria se encuentra el deslinde del entendimiento psiquiátrico del término “psicosis”; pues al hablar sobre las complicaciones de la histeria (entiéndase histeria aguda, crisis de histeria o Locura histérica) menciona que en estas no se trata de una psicosis “en el sentido que le dan los psiquiatras”.[7] En el Prólogo al texto de Bernheim, que tradujo en 1888, asimila el dormir a las “psicosis” para ironizar a los detractores del hipnotismo.[8] En Tratamiento psíquico, al referirse a la posibilidad de inducir la visión de una imagen al hipnotizado, se lee el cotejo entre la percepción de imágenes durante el sueño y el alucinar.[9] En la Reseña a August Forel la equiparación del dormir al delirio aparece con mayor aseguramiento; en términos de una pérdida del “equilibrio psíquico”.[10] Es constatable en Estudios sobre la histeria casos que son nombrados como “psicosis histéricas”; en el contenido y en las notas a pie de página del caso Emmy von N., Freud intercala las nociones de delirio – delirium y llanamente le nombra a los estados de crisis de esta paciente “una psicosis aguda que se clasificaría como «confusión alucinatoria»”.[11]

    El primer párrafo de Las neuropsicosis de defensa[12] es ambiguo al respecto de lo que se designa como psicosis o neurosis. Ahí Freud menciona la elaboración de un “ensayo explicativo” para los síntomas de las fobias y las representaciones obsesivas; entidades que sanciona como neurosis. Elucidación que funge como “aporte a la teoría de la histeria o, más bien, su modificación” por encontrar en éstas un mecanismo común. Líneas más adelante escribe: “…a raíz de ello descubrí que el modo de abordaje por mí intentado establece un enlace inteligible entre estas psicosis y las dos neurosis ya indicadas”. Las únicas tres entidades clínicas mencionadas en el parágrafo son la fobia, la obsesión (“las dos neurosis”) y la histeria; por lo que cuando dice “estas psicosis”, únicamente puede referirse a la histeria.[13] No obstante, en una comunicación personal con Fliess indica que hay cuatro tipos de neurosis “y muchas formas de ellas”; los tipos son: la histeria, la neurosis obsesiva, la paranoia y la “amencia alucinatoria aguda”.[14]

    La neuropsicosis también se torna confusa respecto a la psiconeurosis. Dentro de la medicina mental el término psiconeurosis designó a las afecciones cuantitativamente más graves del amplio espectro de la neurosis.[15] En las publicaciones de Freud aparece por primera vez en un artículo de 1896 La herencia y la etiología en las neurosis; ahí agrupa a la histeria y la obsesión.[16] Otra temprana anotación del término está en una correspondencia con Fliess del 30 de mayo del mismo año; ahí se en ubica en el grupo a la paranoia.[17]

    Otra noción de interés, rastreable desde 1913, es la parafrenia. Aunque también era usada por Kraepelin, en Freud aparece en el caso Schreber como una propuesta para reemplazar a la dementia praecox o esquizofrenia. La parafrenia de Freud sería una fusión entre la paranoia y la hebefrenia. Pero para 1914 la postula como categoría superior y engloba ahí a la dementia praecox y a la paranoia como formas clínicas diferenciadas; llamándolas también psiconeurosis; hasta su última mención en 1917.

    Pareciera que en Freud las ideas de psicosis o de neurosis no consignan un sentido nosológico; quizá lo psicótico fuese un calificativo para el conjunto de síntomas agravados que se caracterizaran por la presencia de alucinaciones y delirios; situación que puede relacionarse a un apego a las concepciones psicofísicas de la enseñanza de su maestro de psiquiatría Theodor Meynert.

    Es también ubicable en tempranas elaboraciones teóricas sobre la paranoia una ausencia del criterio nosológico que funja como eje diferencial.[18] Quizás es sólo un manejo laxo de vocablos como psicosis, neurosis, alienación o insania; tan en uso por aquél entonces. Lo que acaso logre afirmarse es que Freud comenzó a edificar la doctrina sin estar apegado a cualesquier base nosográfica establecida, en su carácter conceptual, de la que partían tanto sus detractores como algunos de sus discípulos.

    Se puede considerar que el establecimiento de una constancia semiológica no es una característica del texto freudiano; que el establecimiento de una nosografía no era del interés de Freud, pues las nomenclaturas sólo fungían como meros referentes para discernir de una u otra afección; siendo que el criterio estaría en los derroteros del mecanismo de la defensa. En Estudios sobre la histeria se apela a la unidad clínica por sobre la variedad sintomatológica; entendimiento que fue seguido en el posterior análisis de otras neurosis.[19]

    La intelección freudiana es de carácter clínico; no una taxonomía basada en la idea de las especies botánicas base de la clasificación kraepeliana (no se pierda de vista que Freud, en su momento, también estuvo en desacuerdo con la entidad nosográfica de Bleuler, al punto de proponer la aludida “parafrenia”[20]). El rechazo doctrinario de las taxonomías está de facto en lo freudiano; pues las categorizaciones basadas “en contornos precisos” (especies) eran para Freud un encajonamiento del orden de los hechos en “un sistema intelectual hecho de cabo a rabo” a la manera de las Geisteswissenchaften.[21] El problema del discernimiento clínico del Psicoanálisis no es exclusivamente de manejo de conceptos; implica a la Doctrina en su extensión y la singularidad del encuentro clínico, por tanto también cuestiones de Método.[22]

    II COORDENADAS PARA PENSAR LA NOCIÓN FREUDIANA DE PSICOSIS

    La doctrina psicoanalítica de las neurosis tiene como punto de partida la experiencia con la histérica; y de ahí la noción de la defensa: el sujeto se defiende del recuerdo intolerable (la representación hiperintensa). Ese recuerdo actúa desde un estrato distinto al de la consciencia; lo que pone en la palestra la propuesta de una mente escindida (Spaltung); compuesta de un estrato consciente y otro inconsciente.

    Freud formula el postulado de lo escindido en términos de un mecanismo psíquico. En un documento de 1894 expresa: son formaciones de “grupos psíquicos separados”[23] que actúan bajo determinadas ordenanzas. La idea de “formación de grupos psíquicos” denota por una parte que los síntomas se constituyen en un determinable momento de la vida del sujeto (el síntoma no es de base degenerativa); y por otra, que el síntoma está ocasionado por vivencias. Téngase presente que en Freud la temporalidad donde sea ubicable el origen del síntoma respecto de la vivencia (Erlebniss) no remite a la realidad del hecho; sino a la forma en cómo el sujeto se relaciona con los acontecimientos.

    Lo anterior ya involucra una enunciación referente al yo como particularidad de lo psíquico. Conforme avanzan los escritos freudianos las nociones de consciencia y yo van adquiriendo autonomía; hasta declararse cada uno en funciones determinadas. Este yo-consciencia de la década de 1890 no tendría aún esa especificación puntualizada cabalmente. Sin embargo, si se lee a esa instancia como lo que matiza la relación con la realidad, aquello que configura la vivencia; se esclarece el panorama del mecanismo psíquico freudiano: el mecanismo, por estar comandado por la vivencia subjetiva (Erlebniss), no implica una suerte de normatividad.[24] Por tanto la defensa –el postulado princeps de la clínica psicoanalítica– no puede ser entendida como una “conducta anormal”, ni como manifestación de “trastorno” o “déficit”; a la manera en que conceptúa la Psicopatología sus objetos de estudio. El mecanismo psíquico freudiano es una fórmula del acontecer subjetivo; no una (ir)regularidad del comportamiento. Lo inconsciente “reprimido” no es en sí neurótico o psicótico; la dilucidación de la condición subjetiva se encuentra en la vinculación al síntoma de cada sujeto.

    Según lo dedujo da las neurosis, la defensa es un esfuerzo por olvidar; que sucede motivada por la presencia de representaciones hiperintensas inconciliables con la consciencia; y que el mecanismo se articula desde determinadas vivencias caracterizadas por fuertes afectos. El mecanismo en sí es el acto de no querer (no desear) estar en contacto con la vivencia; Freud le llama un esforzar al desalojo (Verdrängung) a la representación que no se aviene a la consciencia. En este sentido lo que se esfuerza al desalojo no es sólo el recuerdo; sino todo el conjunto de elementos que componen el vivenciar (representaciones y afectos):

    “…las afectadas se acuerdan con toda la precisión deseable de sus empeños defensivos, de su propósito de «ahuyentar» {fortschieben, «empujar lejos»} la cosa, de no pensar en ella, de sofocarla”[25]

    El tipo de neurosis se devela por el derrotero que la defensa hace tomar a la representación y su contenido. En el caso de la histeria se traspone (umsetzen) al cuerpo el afecto (la “suma de excitación”). La excitación ligada a la representación se convierte en excitación apuntalada en una parte del cuerpo que tenga una ligadura directa o indirecta con la vivencia originadora. La huella mnémica no desaparece; sino que se formará como “núcleo del grupo psíquico segundo”.[26] El mecanismo divorcia representación y afecto para que la regularidad del equilibrio psíquico no se perturbe.

    III LA CUESTIÓN DESDE LA CLÍNICA DE LOS CASOS

    Examen a la teorización sobre la psicosis en textos iniciales

    Al final del texto Las neuropsicosis de defensa, Freud menciona que hay una modalidad de la defensa “más enérgica y exitosa”; consistente en la desestimación (verwerfen) por parte del yo de la representación inconciliable y su monto de afecto; comportándose aquél como si la representación no se hubiese presentado a la consciencia al requerírsele (“nunca hubiera comparecido”). Se indica: “Sólo que en el momento en que se ha conseguido esto, la persona se encuentra en una psicosis que no admite otra clasificación que «confusión alucinatoria»”.[27]

    El caso que ilustra esta “modalidad de la defensa” es una mujer desengañada por la expectativa de una unión amorosa que no ocurrió; y que entra en un estado delusivo en el que alucina la presencia del hombre deseado. La clínica es análoga a los estados descritos por Meynert en su síndrome de amentia,[28] a los estados oniroides;[29] englobables en la antigua acepción de Locura histérica:

    “Desde entonces, y por dos meses, vive un dichoso sueño cuyo contenido es: él está ahí, anda en derredor de ella, todo está como antes (antes de los desengaños de los que laboriosamente se defendía)”[30]

    Su equiparación se justifica en las características clínicas. Viviendo en un espacio alucinado, como en un sueño, ella percibe la presencia del amado comoverdadera; objeto que en la realidad está ausente. No obstante el estado confusional, la paciente es accesible a la influencia de los demás:

    “ella es dichosa en tanto no la molestan, y sólo rabia cuando un decreto de su entorno le impide hacer algo que ella con total consecuencia derivaba de su beatífico sueño”[31]

    No menos importante: el sentido del delirio habría sido revelado por la paciente. Freud indica que la “psicosis” fue descubierta una década después “por medio del análisis hipnótico”. Si uno se atiene al procedimiento de aquel entonces (y es de suponer que fue el Método catártico el que se aplicó, pues el artículo está datado en 1894) debió ser la paciente misma quien le comunicó la situación a Freud.[32]

    El intento de esclarecimiento del mecanismo de la “psicosis alucinatoria” se desglosa de la siguiente manera: “realzar aquella representación que estuvo amenazada por la ocasión a raíz de la cual sobrevino la enfermedad; cotejando con el caso: “realzar”, dar mayor intensidad a la representación amenazada –la expectativa de la unión con el hombre amado–. Así “el yo se ha defendido de la representación insoportable mediante el refugio en la psicosis”; lo no aceptado (excluido, desestimado,verwerfen) es el desengaño –que no se cumpla el deseo–. Esta modalidad de “defensa exitosamente lograda” queda sintetizada así:

    “El yo se arranca de la representación insoportable, pero ésta se entrama de manera inseparable con un fragmento de la realidad objetiva, y en tanto el yo lleva a cabo esa operación, se desase también, total o parcialmente, de la realidad objetiva”[33]

    Es decir que el yo (la consciencia) queda absorto por la hiperintensidad de la representación que él mismo esforzó al realce. Puesto que la capacidad de consciencia (el margen perceptual consciente) resulta rebosado por la representación intensificada; la percepción queda desbordada por los contenidos; dando lugar a la vividez alucinatoria. El estado de confusión alucinatoria se revela como un cumplimiento de deseo en estado onírico.

    El lector del texto en análisis encuentra que, en el antepenúltimo párrafo, Freud indica una incompatibilidad de la confusión alucinatoria con la histeria; en el sentido de que durante el estado delirante no se presenta la afección neurótica. También aclara que una “psicosis de defensa” puede irrumpir “episódicamente” en una neurosis. Nótese que la “incompatibilidad” a la que se alude respecto la histeria y la confusión alucinatoria está referida a la “persistencia” de la primera; por tanto la segunda debe atender a una suerte de intermitencia (lo crónico versus lo agudo).[34] ¿No es acaso ésta la peculiaridad de las crisis histéricas; que sean justamente episódicas? Téngase en cuenta que Freud mismo nombraba uno de sus casos en Estudios sobre la histeria como “confusión alucinatoria”. Huelga referir al caso Anna O.; quien durante medio año habría vivido en accesos de estados oníricos. Pareciera que el criterio de la cronicidad no es lo decisivo para estos casos.[35]

    Lo desestimado (Verwerfung) en el referido caso de confusión alucinatoria–amentia, como proceso, acontecería durante el episodio confusional; por tanto la representación excluida no estaría borrada absolutamente. Freud utiliza el “como si” en la fórmula; tan no es eliminado dicho elemento representacional que es recuperable después del acceso de crisis por el trabajo psíquico del propio paciente. Por otra parte, se menciona a esta variedad de la defensa como correspondiente a un tipo de “psicosis” (aquellas que tengan las características del caso en cuestión). Lo que hace pensar que en Freud no estarían descartadas otras modalidades de la defensa para otras formas de psicosis. Una consideración que planteo es que la elucidación de este texto es válida para los casos de confusión alucinatoria; lo que propongo sea leído como una forma de Locura histérica; y que será lícito trazar otras formulaciones para otros tipos de afecciones donde se presenten alucinaciones y delirios.[36]

    No obstante, en un manuscrito de principios de 1895 dirigido a Fliess (contemporáneo a la publicación de Estudios sobre la histeria y con un año de posteridad a la redacción de Las neuropsicosis de defensa) hay una síntesis del funcionar de la defensa como mecanismo en distintas entidades clínicas. En la histeria:

    “La representación inconciliable no es admitida en la asociación del yo. Su contenido se conserva desintegrado, falta en la conciencia, su afecto [es tramitado] por conversión a lo corporal – la única psiconeurosis[37]

    Mientras que en las “psicosis histéricas” las “representaciones combatidas” son las que “cobran imperio”. Guiándose por las características clínicas, Freud conjetura que en este caso “las alucinaciones son hostiles [al] yo”.[38] Posiblemente tenía en mente las crisis donde la histérica escenifica ser objeto de una agresión sexual; como hubiese visto en las famosas (re)presentaciones de Charcot en la Salpêtrière. Un casillero titulado “Panorama” indica que “lo defendido” es el afecto y el contenido de representación. Las intersecciones revelan las siguientes características: en la histeria el afecto es “tramitado por conversión”; el contenido de representación “falta en la conciencia”; no hay alucinaciones; el resultado es una “Defensa lábil con buena ganancia”. En la “Psicosis histérica” el afecto y el contenido de representación “gobiernan la conciencia”; la alucinación es “hostil al yo”, “hostil a la defensa”; el resultado es una “Defensa malograda”.[39]

    En este “Manuscrito H” se distinguen cuatro entidades clínicas: la histeria y la “psicosis histérica” (que es una forma de crisis de aquella); las otras son la obsesión (“Representaciones obsesivas”), la confusión alucinatoria y la paranoia. Indica de la confusión alucinatoria que las alucinaciones “son amistosas con el yo” y sirven a la defensa. La teoría causal que en este periodo estaba en elaboración sostendría la existencia de vivencias de fuerte carga afectiva.[40] El mecanismo se explica de esta manera:

    “De [la] representación inconciliable integra –afecto y contenido– el yo se abstiene, lo cual sólo [es] posible a expensas de una suelta parcial del mundo exterior”[41]

    En el casillero “Panorama” las confluencias revelan: el afecto y el contenido de representación están ausentes, cada uno “falta”; la alucinación es “amistosa para el yo y para la defensa”; el resultado es una “Defensa permanente con ganancia brillante”. Es análogo el mecanismo de la confusión con el de la paranoia en el revirar “del hecho combatido” que produce la proyección.[42] Al comparar los cruces de la “psicosis histérica” y de la confusión alucinatoria en el casillero se encuentra que son polaridades de la defensa.

    El “Manuscrito K”, titulado por Freud: “Las neurosis de defensa (Un cuento de navidad)”; fue redactado prácticamente con un año de posteridad al “Manuscrito H” y dirigido a Fliess el 1º de enero de 1896.[43] Para ese entonces ya están localizados en la vida sexual los factores vivenciales que dan lugar a las representaciones inconciliables; y por tanto a la defensa:

    “…la inclinación defensiva se vuelve nociva cuando se dirige contra representaciones que aun como recuerdos pueden desligar un displacer nuevo, que es el caso de las representaciones sexuales”[44]

    Tiene también lugar la formulación de la libido como aquello que trasfonda el motivo de la defensa. La vida sexual aparece como “la única posibilidad” en que un recuerdo pueda tener secundariamente más intensidad que la misma vivencia; por ende que la hiperintensidad de las representaciones ligadas a la sexualidad sean las que desliguen recuerdo y vivencia, sólo se puede entender por tener éstas un carácter displacentero. Que la representación ligada a la vida sexual sea displacentera pareciera una contradicción al hecho de que la función sexual del organismo se caracteriza por ser placentera; sin embargo en la clínica es exactamente así; la vida sexual puede causar conflicto subjetivo:

    “…vergüenza y moralidad son las fuerzas represoras y que el vecindario natural de los órganos sexuales infaliblemente despertará asco también con ocasión de la vivencia sexual. Si no existiera vergüenza alguna (…) no se gesta ninguna moral (…), si el asco es embotado por las condiciones de vida (…) no habrá ninguna represión, y por tanto, ninguna neurosis será la consecuencia de la estimulación sexual infantil”[45]

    Luego entonces, la vida sexual debe estar comandada por un orden distinto al del resto de las funciones del organismo. Una cantidad de libido alta inhibe el asco y permite la realización del acto sexual. Sin embargo por sí misma la cantidad de libido (la pujanza del organismo) no lleva a su consunción en la conducta; sino que puede obligar a actuar contra la presión, de lo que el síntoma es la resulta. El sujeto neurótico se debate contra el deseo sexual intolerable. Si es un recuerdo (una representación), este debe ser de un momento donde la sexualidad aparezca signada por la prohibición. A Freud sus histéricas le revelaban el secreto de las experiencias eróticas con el otro; vivencia (Erlebniss) localizada en la infancia, enclavada en la proscripción.

    En el caso de la histeria, la vivencia primaria habría de ser pasiva, de seducción; sin resistencia del yo a la tensión de la representación en un primer momento. Para el Freud de este momento la “represión” (esfuerzo de desalojo) y la formación de síntomas defensivos ocurren únicamente con posterioridad al advenimiento de la representación a la consciencia (el recuerdo). El avasallamiento del yo de la vivencia original se conjugaría con la defensa dando lugar a las crisis histéricas (“estallidos de ataques”); el ataque en sí, realización motriz, sería efecto del esfuerzo por sofocar la representación. Mientras dura la crisis histérica el sujeto no tiene noticia de la representación inconciliable.[46]

    Propongo el siguiente expediente: situar el “avasallamiento del yo” en términos de abandono al placer o suma de excitación; la seducción en su forma de rapto erótico. Esa representación sexual sería lo inconciliable con el yo-consciencia y por tanto lo que origina la defensa; léase lo que esesforzado al desalojo. Si la crisis histérica es la expresión del “avasallamiento”, por ende es una expresión de placer corporal. Lo que lleva a la conclusión de que eso a lo que Freud llamase alucinaciones “hostiles al yo” tiene, en efecto, sentido de displacer para el yo; pero en su médula es una mostración de la experiencia del goce histérico.

    Que Freud no reparase en lo anterior puede obedecer al manejo teórico-conceptual en el que, al momento de la redacción de estos textos, está instalado. Si las conjeturas expuestas se admiten, los síntomas del estado de confusión alucinatoria (de lo que Freud indica hay desestimación de la realidad y alucinaciones “amistosas con el yo”) son también expresión de cumplimiento de deseo. Además hay que considerar un punto capital: toda la pasada discusión está asentada en un cuerpo de ideas que aún no concebía el papel que juega la fantasía de la histérica en la conformación del síntoma.

    El relato de un “Análisis de un caso de paranoia crónica” y su tratamiento ¿Clínica de Locura histérica?

    La teorización sobre la paranoia que durante este periodo de la formulación de la doctrina en su mayor parte se encuentra en las comunicaciones con Fliess. A groso modo las proposiciones son: a) Hay un fracaso de la defensa “en el momento mismo del retorno de lo reprimido”. b) La representación hiperintensa se conserva; pero es proyectada al exterior. c) Vía la proyección, el yo prescinde del reproche; se defiende de la representación con “alucinaciones amistosas”; que son el afecto reprimido (el contenido de representación).

    En el casillero del referido “Manuscrito H”, en la paranoia el afecto se conserva; el Contenido de representación es “conservado proyectado afuera”; la Alucinación es “hostil al yo – amistosa para la defensa”; el Resultado es una “Defensa permanente con ganancia”. Ahí la principal diferencia con las “psicosis histéricas” es la hostilidad de las alucinaciones hacia el yo; con la “confusión alucinatoria” hay analogía en que el combate al hecho (la representación y su contenido) se da por medio de la afirmación de su contrario[47] (en el caso citado de confusión alucinatoria de la mujer despechada, lo contrario a la ausencia fuese la presencia alucinada del hombre amado; en la paranoia sería el reproche proveniente del exterior –por ejemplo voces que acusan–, el yo se afrenta por considerarlo contrario a él).

    Si se sostiene que la confusión alucinatoria (que por lo general se toma como psicosis) de la que Freud habla es una forma de Locura histérica (una neurosis en crisis) las primeras teorizaciones sobre la paranoia (condición clásicamente ubicada como psicosis) ameritan ser reflexionadas.

    Es hasta la publicación del texto Nuevas puntualizaciones sobre las neuropsicosis de defensa, es decir en 1896, que Freud nombra a la paranoia como “psicosis de defensa” (anteriormente la refería como psiconeurosis o neuropsicosis); y que en nota a pie de página, agregada en 1924, enmienda el nombre de “paranoia crónica” con el de “dementia paranoides”.[48] El cambio no es inocuo; la nomenclatura “dementia paranoides” tal cual, aparece en los textos publicados sólo hasta 1911 en el caso Schreber.[49] Para esos años el intercambio con la escuela de Zúrich, particularmente con Jung, estaba en un punto álgido y conflictivo; el rótulo Dementia praecox de Kraepelin ya era discutido y relevado por la Esquizofrenia de Bleuler. Para 1913 la nomenclatura “Parafrenia” propuesta por Freud aparece escrita en segundo término al de Esquizofrenia; y desde 1914 ésta misma se hizo una referencia común en sus publicaciones.

    Si se tiene en cuenta la subducción de múltiples formas de psicosis y neurosis –entre éstas a la misma paranoia– por la esquizofrenia (de lo que Freud no fue ajeno);[50] pero sobre todo los problemas de diagnóstico que el marco teórico-conceptual (en parte analizados hasta aquí) desde el que se movió durante buena parte de la década de 1890; hacen conjeturar que el cambio de diagnóstico obedece a factores externos a la clínica en sí.

    En el texto del “caso de paranoia crónica”, Freud expone que la paranoia tendría por asiento igual mecanismo que la histeria y la obsesión:

    “…aliento la conjetura de que también la paranoia –o grupos de casos pertenecientes a ella– es una psicosis de defensa, es decir que proviene (…) de la represión de recuerdos penosos, y que sus síntomas son determinados en su forma por el contenido de lo reprimido”[51]

    Además el tratamiento del caso fue llevado con el Método catártico de Breuer bajo la misma premisa que había conducido el tratamiento con otros casos de neurosis: la existencia de “pensamientos inconscientes y recuerdos reprimidos” (representaciones) factibles de ser traídos a la consciencia.[52] Llama la atención la peculiar capacidad de la paciente para asociar sus síntomas actuales con eventos del pasado, que de éstos ella obtenga con prestancia la significación de sus variados padecimientos; así como la prontitud de la emergencia de recuerdos penosos de la infancia.[53] Atiéndase a ese texto y se encontrará que el trabajo de reconducción de lo inconsciente a lo consciente implica que el sujeto retorne a sí mismo lo proyectado.[54]

    Una puntualización de Freud respecto a las voces en esta mujer es toral:

    “Pasé entonces al análisis de las voces. Aquí era preciso explicar, ante todo, que un contenido tan indiferente como «Ahí va la señora P.», «Ahora busca vivienda», etc., pudiera ser sentido tan penoso por ella; y luego, los caminos por los cuales estas inocentes frases consiguieron singularizarse mediante un refuerzo alucinatorio. Estaba claro de antemano que estas «voces» no podían ser unos recuerdos reproducidos por vía alucinatoria, como las imágenes y sensaciones, sino que eran más bien unos pensamientos «dichos en voz alta»”[55]

    Al explicar que en su paciente las voces como “pensamientos dichos en voz alta” no pueden ser entendidas como irrupción del lenguaje.[56] Vía la hipnosis, la paciente encontró el origen de las frases “en voz alta” que oía: eran fragmentos de lecturas que había hecho y asociado a cuestiones conflictivas de su vida íntima.[57] Algunas líneas dispersas en el historial apelan al despliegue de lo histérico en la relación analítica:

    “…y la enferma corroboró enseguida esa expectativa, pues se comportó en el análisis como lo haría una histérica

    (…)

    ”La conjetura de que aquí se trataba de una constelación infantil, como es tan frecuente en la etiología de la histeria, quedó corroborada por ulteriores progresos del análisis”

    (…)

    ”…la sensación de órgano en el regazo «intervino en la conversación» {«mitsprechen»}, como es regular observarlo en el análisis de restos mnémicos histéricos[58]

    En una epístola a Fliess de principios de 1897 (un año posterior a la publicación del caso), Freud escribe: “Sabes que he distinguido delirio de recuerdo y delirio de interpretación”. El delirio de recuerdo sería propiamente la forma del delirio histérico; el de interpretación corresponde al verdaderamente paranoico.[59] Desde Estudios sobre la histeria se puede localizar que las “cosas penosas”, aquello que despierta un sentimiento de culpa, son la base los delirios de orden histérico. El delirio del caso publicado admitiría ser ubicado en la primera categoría: se presenta estructurado por recuerdos penosos; de vergüenza y culpa. Sólo las alucinaciones (“pensamientos en voz alta”) eran interpretadas por la paciente; pero difícilmente con la información del texto se pueda apelar a una sistematización de las interpretaciones para apoyar una postura contraria.

    Sobre el caso paradójico de paranoia

    En 1915 (cuatro años después de la publicación del análisis del texto de Schreber y a diecinueve del caso de “paranoia crónica”) aparece el artículo Un caso de paranoia que contradice la teoría psicoanalítica. Sobre la argumentación de que aquel caso de 1896 sería del orden de la neurosis (Locura histérica), este documento servirá como otro punto de discusión para el discernimiento de la noción de psicosis en el texto freudiano.

    Respecto a la cuestión “diagnóstica” vale la pena notar que en este escrito el asunto es nombrado como una neurosis. Llanamente se indica que la observación del caso puede ser paradigmática para muchas otras afecciones neuróticas.[60]

    Sobre la formulación doctrinal y la teórica, en la fecha de este escrito la noción de Narcisismo ya se constituía como componente doctrinario y la teorización sobre la homosexualidad en la paranoia adquiría fuerza para Freud. Strachey en su Nota introductoria indica que el artículo “sirve como confirmación” a las tesis provenientes del caso Schreber, además que el documento “es una demostración práctica” en tanto advertencia a los diagnósticos apresurados.[61] Lo que también hay que resaltar es que para esta época el Método psicoanalítico está plenamente establecido.

    Esos dos puntos (la cuestión teórica y lo referente al método) no son de menor importancia; pues en el caso “paranoia crónica-dementia paranoides” Freud se guiaba por la premisa del trauma infantil y la intervención clínica se habría dado con el procedimiento del Método catártico de Breuer. A diferencia de los anteriores casos, la teorización no versa en términos del modelo psicológico de la Representación (base de la Teoría del trauma); sino en la metapsicología del orden pulsional. Por otra parte, el documento de 1915 no es la situación de un tratamiento; sino de una valoración clínica acontecida durante dos entrevistas, a pedido de un abogado conocido de Freud.

    Se trata de una señorita que pretende querellarse contra un varón con quien comenzaba una relación amorosa. Lo acusa de sostener un complot contra ella, pues después de prestarse a la seducción y encontrarse semidesnuda junto a él en una habitación, unos sujetos habrían tomado fotografías que, en esas circunstancias, evidentemente la comprometían y ponían en peligro su trabajo. El amante lo negó; pero para ella existe certeza de que tales son los hechos en base a situaciones evidentes.

    El caso está construido desde el registro de algunos datos obtenidos de los diálogos de un par de encuentros y una valoración del estilo del relato. Esto último en particular interesa, ya que Freud verifica una condición paranoica en el sujeto desde el despliegue de su discurso que presenta una disposición delirante. El indicio clínico, lo que al psicoanalista le concierne del relato, no está en lo extraño o “alienado” (en términos de la valoración psicopatológica) del habla y los actos del sujeto; lo que la dama refiere es, al menos, posible. Para considerar este caso como paranoia, Freud localiza lo que en determinados puntos aparece como interpretaciones que la aludida concibe de ciertos eventos que, en el momento de hacérseles encadenar como sucesos lógicos de un hecho tienen relación con otros, en tanto necesariamente consecuentes.

    La idea del complot se establece cuando, al salir del recinto, se encuentran con dos tipos que al verla “se secretearon algo”; uno de ellos trae un envoltorio, “como un cofrecillo” que “fácilmente podría ser una aparato fotográfico”. Esta apreciación del evento está marcada por una figuración (pues ella no miró la cámara –en realidad solo habría visto un envoltorio). Un componente de la conjetura es el sonido escuchado “como un latido o tictac” proveniente de un escritorio que intermediaba entre una gruesa cortina; después del encuentro con los sujetos, para ella ese sonido pudo ser el de una cámara fotográfica cuyo portador se escondiese tras la cortina. Cronológicamente, éste es el segundo encuentro de la pareja en el domicilio. Desde ese momento la certeza del complot se apodera de ella y actúa guiada por la misma.[62]

    Lo que sigue del texto es el establecimiento de una orden  causal (“génesis”) que le permite a Freud sostener la teoría del componente homosexual en la paranoia por vía de una indagación donde encuentra un entramado concerniente a las vivencias, hasta el plano de las identificaciones arcaicas. La cuestión de la génesis de la condición para la paranoia es colocada en la identificación a lo materno primario. Identificación mediatizada en lo actual por un sujeto de intercambio en las trasferencias imaginarias: una señora en situación de superior en la empresa donde laborase; de la que Freud vislumbra la puesta del pareamiento a lo materno. Con esa dama se entabla la tercer figura constituyente del delirio: al día posterior del primer encuentro amoroso, observa que el amante sostiene una conversación con la señora en voz baja; de lo que “nació en ella de pronto la certeza de que le estaba contando la aventura de ayer”.

    Ahora se puede reconstruir la historia en tiempos lógicos:

    –       Primer encuentro en la habitación – incremento en la tensión libidinal – exigencia de desligue con la madre en pos de erotizar un objeto masculino.

    o   Avisoramiento de la secrecía entre el amante y la patrona – conflicto con el Otro materno de la identificación.

    –       Segundo encuentro en la habitación – tensión erótica

    o   El tictac – ¿proyección (alucinación)? ¿interpretación de un fenómeno del imaginario?

    o   Encuentro con los sujetos varones con un paquete (interpretación delirante de un real)

    –       La puesta en marcha de la idea delirante o consecuencia lógica (convicción delirante) – odio al varón (“él me persigue”).

    Es de notar que el establecimiento de la idea de persecución tiene retroactividad: el tictac por sí mismo no hizo suponer que se tratara de un aparato fotográfico; solo en combinación con el encuentro con aquellos sujetos esa escena adquiere valor de significado; lo que a la vez se liga a la previa impresión de que aquella mujer identificada a la madre se enteraba de los encuentros íntimos. Es una (re)elaboración en los tiempos lógicos y complementarios del sentido del Nachträglich freudiano: la querella de persecución tiene su origen en una figura materna con la cual la intensa vinculación libidinosa no permite la trasferencia a la actividad sexual-genital con un varón. Para Freud el amante es colocado (trasferido) a la posición paterna-masculina por su vinculación con la madre-patrona.

    Para aclarar la condición de la formación delirante como psicótica según la doctrina de la regresión y lafijación,[63] Freud coloca el énfasis en el lugar que tiene la imago materna con respecto a la portadora del delirio: en este caso la imago es un Otro absoluto, “imagen materna del tiempo primordial”:

    “El amor a la madre deviene el portavoz de todas las aspiraciones que, cumpliendo el papel de una “conciencia moral”, quieren hacer que la muchacha se vuela atrás en su primer paso por el nuevo camino, peligroso en muchos sentidos, hacia la satisfacción sexual normal, y aun logra perturbar la relación con el hombre”[64]

    Identificación con el ideal del yo del progenitor;alienación a la madre:

    “…en lugar de tomar a la madre como objeto de amor, se ha identificado con ella, ha devenido ella misma la madre. La posibilidad de esta regresión remite al origen narcisista de su elección homosexual de objeto y así, a la disposición preexistente en ella, a contraer una paranoia”[65]

    En el meollo la dama se revela contra la imago materna fijada libidinalmente en lo inconsciente. El varón sólo funge como pantalla para lo verdaderamente repudiado. Ahí está la argumentación a favor de la tesis sobre la implicación homosexual en la paranoia.

    Se puede postular una construcción del camino regresivo desde algunas tesis de Introducción del narcisismo (texto publicado el año previo) y documentos posteriores en casi una década, como El yo y el ello. En Introducción del narcicismo se plantean dos formas de elección de objeto: la de apuntalamiento y la narcisista. Supondríase que la dama del caso se ha identificado narcisistamente con el ideal del yo materno; no con la madre como un otro, el prójimo encarnado en una mujer.[66] Freud menciona: “ha devenido ella misma la madre”. La exigencia libidinosa actual despertada por el varón pone a prueba la posibilidad de elegir un objeto otro de amor; presentificación de la condición dada por la fijación y el advenimiento del proceso de la formación delirante como insurrección ante el advenimiento de ese Otro absoluto de lo materno:

    “…la rebelión contra esa instancia censuradora se debe a que la persona, en correspondencia con el carácter fundamental de la enfermedad, quiere desasirse de todas esas influencias, comenzando por la de sus padres, y retirar de ellas su libido homosexual. Su conciencia moral se le enfrenta entonces en una figuración regresiva como una intromisión hostil de fuera[67]

    La frase final remite a la fórmula expresada en el caso Schreber; el psicótico se topa con algo denegado (Verwerfung) que aparece en lo Real:

    “No era correcto decir que la sensación interiormente sofocada es proyectada hacia afuera; más bien inteligimos que lo cancelado adentro retorna desde afuera” [68]

    Esta fórmula es una corrección a las primeras teorizaciones sobre la paranoia expresadas a Fliess (de las que se han mencionado en parte en las notas y el cuerpo de texto del presente documento), que se asentaban en la estructura del pensamiento de la psicología representacional; por ende en la búsqueda de experiencias reales. Ahí planteaba que el mecanismo paranoico es la proyección: el yo proyecta en otro la representación intolerable, de lo cual ahora se afrenta.

    La cuestión con la postulada identificación narcisista con el ideal del yo materno como “disposición preexistente” amerita otra acotación. En El yo y el ello se señala el tránsito por el narcisismo hacia la instauración del ideal del yo-superyó implica una primaria identificación con el padre (el “arquetipo paterno”) que ocurre tanto en el varoncito como en la niña. La madre, de principio, es un objeto investido libidinalmente. En particular la niña, en tanto se ve compelida a renunciar al padre como objeto de amor, se identifica a él. La madre es el primer objeto; el padre entra secundariamente como objeto. Pero a diferencia de la libidinización inherente a la madre, el padre no puede ser posesión de la pequeña, por lo que ella se aviene a fijarse al portador del objeto ausente en ella (momento en que la madre habría de reforzar la identificación primaria); lo que la resarce temporalmente de la falta hasta que inicie la búsqueda de eso que desea en otro varón; dando paso al posición femenina.[69]

    Como ya se indicó, la formación delirante del caso acontece como efecto de un incremento del quantum libidinal (factor económico) que presentifica aquello repudiado anclado en lo inconsciente: el Otro de la identificación narcisista. La alienación al Otro materno plantea la no presencia del referente identificatorio paterno que permitiría la sublimación y el trámite tanto de las pulsiones de vida como las de muerte. De ésta última componentes como la rivalidad y la agresividad en el encuentro con el semejante sexuado, pueden tornarse en amor o identificación.[70] Siguiendo la formulación de la construcción, la figura del Otro originalmente ambivalente (consignatario del amor-odio arcaico), indiferenciado, se torna odiado por la ausencia de la Ley paterna que permita un orden dialéctico con lo Imaginario y lo Real:

    “…la indagación analítica del proceso de la trasmudación paranoica nos familiariza con la posibilidad de un mecanismo diverso. Desde el comienzo ha existido una actitud ambivalente, y la mudanza acontece mediante un desplazamiento reactivo de la investidura, así: se sustrae energía a la moción erótica y se aporta energía a la moción hostil.” [71]

    Como reflexión paralela, el caso de Freud recuerda una acotación que Jaques Lacan hiciese en su seminario Las estructuras freudianas de las psicosis sobre la presentación de una de sus pacientes en el hospital de Saint-Anne; el referenciado a partir de la transcripción a texto de dicho seminario como “VENGO DEL FIAMBRERO”. Hay una serie de analogías en ambas situaciones: Nótese que tanto Freud como Lacan arman el “caso” desde la entrevista; no en un tratamiento analítico. Ambos se guían por indicios que resultan claves para determinar la estructura delirante en el discurso. En los dos casos se trata de interpretaciones delirantes entramadas con hechos de lo real que atañen a los sujetos implicados. El que lo oído –en el caso de Lacan el “marrana”, en el de Freud el “tictac”– fuese una alucinación (Freud pone en entredicho que el sonido mencionado en realidad hubiese acontecido y apuesta porque fuese la proyección de una sensación genital). La situación en provenir de un mundo femenino aislado a la masculinidad, de identificaciones pareadas, y que sea justamente el encuentro con un varón lo que desencadene la psicosis.[72]

    PARA CONCLUIR

    Sobreviene un conflicto para la elucidación de la noción de psicosis en el texto freudiano desde lo arbitrario que resulta hacer una comparativa de los historiales clínicos. A diferencia del procedimiento de la medicina mental, que parte de una tipificación de la conducta anormal, en Freud esto resulta inaplicable. Como se ha expuesto, la ubicación clínica en el texto freudiano no depende del carácter del signo o del síntoma (sanción objetiva); sino de un peculiar estilo de vinculación al síntoma en cada caso (determinante subjetivo), que en las primeras elaboraciones aparece como la ubicación del “mecanismo” subyacente de la formación sintomática. La contrastación clínica con los criterios provenientes de algunos psiquiatras clásicos lleva a la revaloración de lo que generalmente se ha tomado como psicosis; emparejado al entendimiento semiológico de la medicina mental. Por otra parte se encontró que Freud mismo cambió su consideración diagnóstica en algún caso; lo que obedeció a circunstancias de los cambios teóricos, doctrinales y metodológicos, así como los intercambios con la disciplina psiquiátrica.

    La noción de representación (Vorstellung), base en los primeros ordenamientos de Freud, cuando se utiliza para teorizar la clínica implica lagunas como las que aquí presento. Si por ejemplo se sigue la línea de pensamiento desde el Proyecto, con el postulado de un sistema de transmisión de quantums de energía (y que va a parar necesariamente en la noción de representación); la clínica del síntoma alucinatorio y delirante de la histeria es indiferenciable del psicótico. Etcheverry puntualiza distintos usos del vocablo verwerfen en la obra de Freud y no todas describen un enlace con el síntoma psicótico (como en la “desestimación de la realidad”); sino más bien como otra forma de trabajo psíquico.[73] Con esto queda una necesaria crítica los planteamientos teóricos arraigados al modelo psicológico de la representación (meollo del orden comprensivo); no así al doctrinario. Así ideas como Verwerfen o Verdrängung pueden adquirir nuevo valor como referentes clínicos.

    Uno de los puntos que se establecieron es la ausencia de un interés nosológico y nosográfico desde los primeros textos freudianos. En los últimos escritos tampoco se advierte una conceptualización de términos. En Neurosis y psicosis, publicación de 1924, aparecen dos nociones en alusión a la psicosis: la amentia de Meynert y la esquizofrenia. Ahí plantea que lo común en la contracción de neurosis o psicosis es una frustración, y discute la “diferencia genética” entre las neurosis y las psicosis. De la primera indica que se trata de un conflicto entre el yo y su ello (Verdrängung, represión); respecto la segunda se presenta una perturbación entre los vínculos entre el yo y el mundo exterior (Verleugung, desmentida). Lo toral es que en el caso de la neurosis de trasferencia lo frustrado en un deseo o exigencia del ello que se vive como incumplible por parte del yo que está al servicio (es vasallo) del superyó y la realidad. Mientras que en la psicosis lo frustrado está en la realidad.[74]

    Acaso la última mención a la amentia se encuentra en Esquema del psicoanálisis; donde señala las peculiares vivencias de los afectados que, al recuperarse de los momentos de crisis, indican un estado de expectación de los sucesos:

    “uno se entera, por la comunicación de los enfermos tras su restablecimiento, de que en un rincón de su alma, según su propia expresión, se escondía en aquel tiempo una persona normal, la cual, como un observador no participante, dejaba pasearse frente a sí al espectro de la enfermedad”[75]

    Esta particularidad es análoga al soñar y al recuerdo posterior al sueño; pues  en el sueño el yo del sujeto no desaparece, simplemente hace como si no se diera cuenta que está en un sueño y se deja llevar por éste para no despertar (experiencia similar a los estados de conciencia alterados por sustancias psicoactivas; como se referenció en notas a pie en supra). Parágrafo seguido plantea que aun sin la seguridad de suponer que esta vivencia ocurra en todos los casos de psicosis, él podría dar cuenta de fenómenos semejantes en “otras psicosis de trayectoria menos tormentosa”; si se supone que Freud se está refiriendo a su experiencia clínica, acaso hable de casos de Locura histérica.

    Aun postulando un mismo mecanismo para las psicosis, es de notar que en la amentia se revela un parecido con el sueño normal; lo que no sucede en el caso de la esquizofrenia. Mientras en la amentia el delirio sustituye alucinatoriamente la realidad por la manifestación del deseo frustrado a la manera del sueño (recuérdese el caso de “confusión alucinatoria” de 1894); en la esquizofrenia el delirio es un “parche” para cubrir la desgarradura en el vínculo yo-mundo. Diferencia no menor después de las consideraciones vertidas en supra sobre la equivalencia clínica de los estados oníricos o Locura histérica a la amentia de Meynert. No menos importante: el modelo que utiliza Freud para pensar la clínica es la neurosis, particularmente la histeria; y la clave freudiana es la estructura de la formación del sueño. Y el sueño, por cierto, no es lo mismo que la psicosis. Aunque incompletas, de las cavilaciones de Esquema del psicoanálisis y La escisión del yo en el proceso defensivo[76]se puede colegir que el último postulado teórico sobre el mecanismo psicótico, la “escisión del yo” queda como elemento presente en las psicosis y otras formas clínicas “no-psicóticas” como el fetichismo. El elemento distintivo que queda es el cómo el yo se enfrenta a lo interno (pulsional) o externo (realidad): se trata de la presencia o ausencia del elemento tercero en las identificaciones originarias.

    No obstante todas las dificultades enunciadas, queda alguna consideración que permite una mínima guía dentro de lo clínico para ubicar la condición subjetiva: la situación del sujeto respecto al lenguaje. Desde tiempos de la correspondencia con Fliess, Freud encontró que las difíciles historias del trauma sexual (que en los casos de crisis histérica son representados en accesos delirantes y alucinatorios) son poetizaciones,[77] el sujeto neurótico habla desde el significante; mientras que el sujeto psicótico hablaría desde el signo.

    En Psicopatología de la vida cotidiana se encuentra una diferencia de principio entre la interpretación neurótica y la interpretación paranoica (psicótica): “el paranoico desestima, en su aplicación a las exteriorizaciones psíquicas de los demás, la categoría de lo contingente, de lo que no exige motivación, que el hombre normal considera una parte de sus propias operaciones psíquicas y actos fallidos. Todo cuanto nota en los otros es significativo, todo es interpretable”; mientras que el neurótico se cuestiona para sí, el paranoico (al igual que el supersticioso)

    “proyecta hacia afuera una motivación que yo busco adentro; (…) él interpreta mediante un acaecer real el azar que yo reconduzco a un pensamiento. No obstante, lo oculto de él corresponde a lo inconciente mío, y es común a ambos la compulsión a no considerar el azar como azar, sino interpretarlo”[78]

    La cuestión de ubicar en un sujeto la condición de psicosis o neurosis está en la estructura del discurso y la ubicación del estilo en que el sujeto está vinculado al síntoma; no en el síntoma mismo (tomar al síntoma como lo que define la psicosis es entenderlo como signo).

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    Declaratoria:

    Este artículo es inédito. No ha sido publicado en medio electrónico alguno. Si es aceptado por el Consejo Editorial de Carta Psicoanalítica el autor se compromete a no publicarlo en otro medio Web.

     


    [1]La crítica de ese saber, sus procedimientos y consecuencias ha sido materia de muchos trabajos de investigación; a la cabeza de éstos Michael Foucault.

    [2]Cf. Etcheverry, J.L. [1978] Sobre la versión castellana pp. 31 y ss.

    [3]En este sentido el sistema del DSM está más emparentado a Bleuler que a Kraepelin. Además su ordenamiento para la designación diagnóstica es del orden comprensivo propuesto por Karl Jaspers.

    [4]Cf. Lacan, J. [1955-1956] El Seminario 3 Las psicosis pp. 12-3 y 74.

    [5]En el sentido que indica Thomas Kuhn como la urdimbre de pensamiento y prácticas vigentes en las disciplinas científicas.

    [6]Cf. Freud, S. (1985) Cartas a Wilhelm Fließ Carta del 24 XI 87 (carta 1)p. 3.

    [7]Cf. Freud, S. (1888b) Histeria p. 54.

    [8]Cf. Freud, S. (1888 [1888-89]) Prologo a la traducción de H. Bernheim, De la suggestion p. 83.

    [9]Cf. Freud, S. (1890a) Tratamiento psíquico (tratamiento del alma)p. 127.

    [10]Cf. Freud, S. (1889) Reseña de August Forel, Der hypnotimus p. 102.

    [11]Breuer, J. y Freud, S. (1893-1895) Estudios sobre la histeria p. 114. Breuer nombra en general a los accesos de alucinación y delirio en Anna O., englobables en el “estado segundo” de Charcot, como “psicosis histéricas” (cf. pp. 68 y 70). En una larga nota a pie de página, donde Freud anoticia del caso Cäcilie M., se diagnostica como “psicosis expiatoria histérica” (cf. pp. 88 y ss. n. 25). Ver también la sección “Sobre la psicoterapia de la histeria” p. ej. pp. 270-1.

    [12]Freud, S. (1894a) Las neuropsicosis de defensa.

    [13]Cf. ibid. p. 47.

    [14]Cf. Freud, S. (1985) op. cit. “Manuscrito K” (anexo a lacarta 85) p. 170.

    [15]El psiquiatra vienés e iniciador de la sexología Richard von Krafft-Ebing al compararlas con las vesanias las distinguió de éstas por un nivel de desarrollo y gravedad; pero indicó que en el cuadro psiconeurótico se pueden presentar delirios como episodios o transitoriamente. Paul Bercherie (1980) menciona que hay confusión entre traducciones de la expresión; pues el vocablo correcto al que se refieren los trabajos sobre el tema sería neuropsicosis (psicosis de la neurosis). Producto de este embrollo, en general la psiconeurosis o neuropsicosis se estableció como una “cuasipsicosis”. El error de traslado se habría establecido a partir de las traducciones del ya mencionado texto Las neuropsicosis de defensa (cf. Postel, J. “Las neurosis”; en Postel, J. y Quétel, C. (1994) Nueva historia de la psiquiatríap. 237 y Bercherie, P. [1983] Génesis de los conceptos freudianos p. 320). Para más detalles cf. Bercherie, P. (1980) Los fundamentos de la clínica pp. 91 y ss.

    [16]Cf. Freud, S (1896) La herencia y la etiología de las neurosis p. 155.

    [17]Cf. Freud, S. (1985) op cit. carta 98 p. 198. En una nota a pie de página del Proyecto, Strachey asocia la psiconeurosis a una expresión de Freud que aparece como “neurosis simple” e indica un aparente uso diverso al de otros textos (cf. Freud, S. [1950{1895}] Proyecto de psicología p. 395, n. 6).

    [18]Cf. Freud, S. (1985) op cit. “Manuscrito H” pp. 107 y ss. Además la Carta del 1. en. 1896 (carta 85) donde cabalmente declara a Fliess que la paranoia “es una forma de neurosis de defensa” (p. 166); y el ya mencionado “Manuscrito K” pp. 175-6. Redunda el mencionar la noción de “neurosis narcisistas” que toma forma a partir de 1910.

    [19]Cf. Breuer, J. y Freud, S. (1893-1895) op. cit. p. 199. Bercherie ve en esto una herencia del procedimiento de clasificación pineliano (cf. Bercherie, P. [1980] op. cit. p. 25 n. 15).

    [20]Cf. Freud, S. (1911c [1910]) Puntualizaciones psicoanalíticas sobre un caso de paranoia (dementia paranoides) descrito autobiográficamentep. 70.

    [21]Cf. Freud, S. (1925d [1924]) Presentación autobiográfica p. 54.

    [22]La cantidad de textos de referencia a las psicosis en las Obras Completas es muy basta. Aunque a lo largo de la obra de Freud aparecen múltiples referencias a el tema, se puede señalar algunos textos considerables como importantes: Las neuropsicosis de defensa (1894), Nuevas puntualizaciones sobre las neuropsicosis de defensa (1896), La interpretación de los sueños (1900 [1899]), Puntualizaciones psicoanalíticas sobre un caso de paranoia (Dementia paranoides) descrito autobiográficamente (1911 [1910]), Introducción del narcisismo (1914), Un caso de paranoia que contradice la teoría psicoanalítica (1915), Conferencias de introducción al psicoanálisis: 16ª Conferencia. Psicoanálisis y psiquiatría (1917), Sobre algunos mecanismo neuróticos en los celos, la paranoia y la homosexualidad (1922 [1921]), Neurosis y psicosis (1924 [1923]), La pérdida de la realidad en las neurosis y la psicosis (1924) y La escisión del yo en el proceso defensivo (1940 [1938]).

    [23]Cf. Freud, S. (1894a) op. cit. p. 47.

    [24]No se me pasa de largo que, para esa época de fundación de la doctrina, Freud buscaba una escena real para el trauma. Me tomo la libertad de extrapolar los tiempos para efecto de lo que deseo plantear.

    [25]Ibid. p. 49.

    [26]Cf. ibid. pp. 50-1.

    [27]Ibid. p. 59.

    [28]Cf. Meynert, Th. (1890) “La amentia o confusión”; en Stagnaro, J.C. (2006a) Alucinar y Delirar Tomo I. El término amentia también se ubica en Kraepelin: aparece como “Amencia (locura delirante o confusional)” y la consideraba como una de las formas de Dementia praecox (cf. Kraepelin, E. [1895] La demencia precoz p. 304).

    Meynert y Kraepelin compartían el uso del término “confusión alucinatoria” que para la época estaba altamente difundido en el argot psiquiátrico; pero que abunda en ambigüedad. Bercherie en Los fundamentos de la clínica menciona una equívoco nosológico desde los alienistas respecto a lo que significa la “confusión” (cf. op. cit. p. 40 n. 11). Aquí me refiero a la mención de otros psiquiatras (aparte de Meynert) de una forma de confusión caracterizada por la reversibilidad del estado de delirio agudo obtenible por tratamientos no químicos o alteraciones físicas ejercidas sobre el sujeto; sino a la persuasión o “influencia moral”. La confusión en los cuadros clínicos está dada por el apriorismo que postula el daño orgánico como etiología de toda forma de psicosis.

    [29]Los cuadros oníricos derivan de la descripción del delirio alcohólico expuesta por Lasègue en 1881 (Lasègue, Ch. [1881] “El delirio alcohólico no es un delirio…”; en Stagnaro, J.C. [2006a] op. cit.). El llamado delirio onírico o delirio de sueño es un fenómeno asociado a la vivencia alucinatoria similar al soñar.

    El onirismo fue expuesto y formulado por E. Regis desde 1893: Lo caracterizó por la perturbación de toda la esfera sensorial del alucinado. Se trata de la inmersión del sujeto en un juego de intercambios entre alucinación y errores de ilusión indiferenciables; de tal manera que pierde la relación espacio-temporal. Al igual que Lasègue, Regis anotó que es particular la posibilidad de influir en el estado; siendo que al alucinado se le puede hacer que perciba y a la vez que deje de presenciar cosas mediante la influencia sugestiva. Las características clínicas de estos estados llevarán en su nombre la asimilación con la experiencia del soñar. Regis lo declaró “una verdadera prolongación del soñar” (Cf. Lanteri-Laura, G. [1991] Las alucinaciones pp. 88-9).

    [30]Freud, S. (1894a) op. cit. p. 59. Subrayado mío.

    [31]Freud, S. (1894a) op. cit. p. 60. Bercherie expresa un comentario que quizá pueda dar un poco más de orden al problema de la confusión; la acepción que describe mejor el estado del sujeto en delirio histérico es absorto: “el sujeto ahí está en realidad más absorbido que confuso” (Bercherie, P. [1980] op. cit. p. 118).

    [32]Es una cuestión de método; y siguiendo las tesis de J-C Maleval un criterio de distingo entre el síntoma histérico y el psicótico. Para este autor el sujeto psicótico no sería capaz dar sentido (metaforizar) al síntoma de la forma en como ocurre con las pacientes de Freud (cf. Maleval, J-C. [1981] Locuras histéricas y psicosis disociativas).

    [33]Freud, S. (1894a) op. cit. p. 60.

    [34]Cf. ibid. p. 61.

    [35]Otra referencia clínica es el caso Madeleine, de Pierre Janet. Las pormenorizadas descripciones de los accesos extáticos de esta mujer son referidos como episodios, más o menos prolongados; registrados a lo largo de 22 años (cf. Janet, P. [1926] De la angustia al éxtasis I).

    [36]Un autor como Paul Bercherie estima este caso en distinto sentido: A diferencia con los otros casos de histeria, la “representación traumática no es de naturaleza idéntica”. La diferencia estribaría en que se trata de “una realidad penosa que el yo rechaza”; mientras que en las otras situaciones se trata de “un impulso sexual” (cf. Bercherie, P. [1983] op. cit. pp. 315 y ss.); sea válido entenderlo como deseo sexual. Bien se podría seguir esa argumentación de que la desestimación (verwerfen) remite a un objeto de lo real; sin embargo causa problema el que sea el mismo yo el que “realce” la representación en su afán defensivo. Para que el aparato psíquico se defienda debe existir el antecedente o representación hiperintensa en el registro psíquico; es decir que el aparato responde a la realidad, pero en base a lo que la vivencia le compele (el efecto a posteriori o Nachträglichkeit).

    Lo anterior es una argumentación en base a la teoría delo trauma psíquico; pero por ese camino del trauma llega a ser indiscernible la diferencia clínica entre Histeria, Psicosis o Neurosis actual. Más importante puede ser el meollo clínico del síntoma: lo desaparecido real era un objeto de amor, objeto de deseo erótico; se puede argumentar que como el objeto de deseo es designado, no es la cosa real lo que causa el deseo; sino lo que se dispone en ésta. Bercherie no introduce en su análisis la cuestión del sentido freudiano de la vivencia (Erlebniss) y la realidad; tampoco lo tocante al deseo. Y aunque menciona los problemas nosográficos de la época, no considera la absorción de la Locura histérica y otras afecciones psíquicas por la Esquizofrenia.

    [37]Freud, S. (1985) “Manuscrito H” del 24. 1. 95 (anexo a la carta 53) op. cit. p. 111. Subrayado por mí. En la obsesión el mecanismo diferiría el contenido hacia otra representación (cf. p. 112).

    [38]Cf. ibid. p. 112.

    [39]Cf. idem.

    [40]Cf. Breuer, J. y Freud, S. (1893-1895) op. cit. pp. 29-30. Según autores de la Psiquiatría clásica en los casos de Locura histérica se reproducen vivencias del pasado que le significaron al sujeto fuertes afectos. Por ejemplo Meynert menciona una característica sonrisa que acompaña a los sujetos en el estado confusional (cf. Meynert, Th (1890) op. cit. p. 159); Charcot describía el comportamiento afectivo en la “fase alucinatoria” del ataque histérico como de terror o de alegría “según que el espectáculo que crea tener delante sea espantoso o placentero” (cf. Charcot, J-M. [1887-8] “Gran histeria o hístero-epilepsia”; en Saurí, J. (1984) Las histerias, pp. 116-7). S. Ganser enuncia que las vivencias alucinatorias son manifestaciones de pasado (recuerdos) (Ganser, S. [1897] Estado particular de histeria crepuscular; en Stagnaro, J.C. [2006a] op. cit. pp. 185).

    [41]Freud, S. (1985) op. cit. p. 112. En la paranoia, al contrario que en la confusión, la representación hiperintensa (“contenido y afecto”) estaría conservada; pero proyectada al mundo exterior. Por vía de la enajenación del contenido representativo (el paranoico coloca en el otro “la idea insoportable”) el yo se defiende con alucinaciones que le son “amistosas”; es decir, al venir de afuera se hacen tolerables para la consciencia. El mecanismo es postulado aquí por Freud como una defensa “patológica” que logra que “el yo prescinda del juicio, del reproche” (cf. pp.107 y ss.).

    [42]Cf. ibid. pp. 112-3.

    [43]“Manuscrito K” (anexo a la carta 85) en ibid. pp. 170-8.

    [44]Ibid. p. 171.

    [45]Idem. Si se sigue la intención de puntualidad técnica de la traducción de Etcheverry en la versión de Amorrortu, cuando en el texto aparece “fuerzas represoras” habría de leerse algo así como “fuerzas desalojadoras” para seguir el sentido del vocablo Verdrängung. Etcheverry no hace comentario alguno a esta cuestión en la versión completa de la correspondencia Freud-Fliess; siendo que en la traducción de las Obras completas es puntual en señalar la diferencia semántica entre Verdrängung (esfuerzo de desalojo) y Nachdrängen (“esfuerzo de dar caza”, “la represión propiamente dicha”).

    [46]En La interpretación de los sueños, se hace mención de un caso de “estado de excitación confusional” en un joven varón. Ahí describe al estado de confusión como “avasallamiento de la segunda instancia psíquica por la primera” que normalmente está sofocada. Para el caso se trataba de un deseo hostil hacia la madre que al ser censurado nuevamente por la segunda instancia (por el yo-consciencia) se mudó en una sintomatología histérica (cf. Freud, S. [1900a {1899}] La interpretación de los sueños pp. 268-9).

    Respecto a la paranoia, en la correspondencia con Fliess, Freud indica que hay un “fracaso de la defensa en el momento mismo del retorno de lo reprimido”; las alucinaciones son “el afecto reprimido” que “parece retornar siempre”. Siguiendo con la propuesta de la proyección, la representación colocada afuera ya no es percibida como extraña; es decir que de ella el yo del paranoico no muestra extrañeza; sino que la recibe como un reproche dirigido desde el otro al que desautoriza, y por tanto se afrenta de él (cf. “Manuscrito K” op. cit. pp. 175-7).

    [47]Cf. Freud, S. (1985) op. cit. pp. 112-3.

    [48]Cf. Freud, S. (1896b) Nuevas puntualizaciones sobre las neuropsicosis de defensa p. 175 n. 23. En Presentación autobiográfica refiere al mismo caso ya con ese calificativo (cf. Freud, S. [1925d {1924}] op. cit. p. 56).

    [49]Según Héctor Escobar el término “dementia paranoide” es referente a los primeros arreglos nosográficos sobre la paranoia propuestos por Emil Kraepelin (Cf. Escobar, H. “Interrogar a Schreber, interrogar a Freud”; en Cerda, A. et al (2009) Schreber Los archivos de la locura pp. 35-6). No obstante, hay que tener en cuenta lo ya mencionado supra sobre la inconstancia semiológica en Freud.

    [50]En el trabajo sobre la historia de la esquizofrenia de Garrabé, J. (1992) La noche oscura del ser se pueden encontrar mayores datos de ese peculiar movimiento del discurso psiquiátrico.

    [51]Freud, S. (1896b) op. cit. p. 175.

    [52]Cf. ibid. p. 176.

    [53]Cf. ibid. pp. 175 y ss.

    [54]Quien esté familiarizado con los textos de casos de “paranoia crónica” de autores de la Psiquiatría clásica quizá concuerde con mi impresión de que el sujeto paranoico que ahí se retrata, si bien de los sucesos del pasado toma elementos para sostener su delirio, nunca construye una re-significación de sus vivencias en la forma en que esta paciente lo hace con Freud; de lo que hay que puntualizar que lo que se re-significa son síntomas (quejas dirigidas a Freud). Muy al contrario, en lugar de re-tornar lo proyectado vía la asociación de recuerdos, el pasado da más razones al delirio paranoico. Además el sujeto paranoico crónico puede caracterizarse por la intención a hacer comunidad con la certeza del delirio; el cuestionamiento de la veracidad está excluido.

    Conjeturo que los interpretadores delirantes de Sérieux y Capgras no se dispondrían a un tratamiento como el del Método catártico ¿Es que teles sujetos responderían a la sugestión o la persuasión del tratante? Téngase en cuenta que ya desde Falret se indicaba la inamovilidad de la idea o la creencia del alienado como lo que signaba el delirio ahora nombrado psicótico (cf. Sérieux, P. y Capgras, J. [1909] Las locuras razonantes y la compilación VVAA La locura compartida Folie à deux). La formulación aparece comentada brevemente por Freud en el texto sobre las Memorias de Schreber (Freud, S. [1911c {1910}] op. cit. p. 24).

    No obstante, hay que tener en cuenta la aseveración de Lacan de que no hay tal inamovilidad del delirio (cf. Lacan, J. [1955-1956] op. cit. pp. 30 y sig.); pero me parece que de lo que Lacan habla es de un orden diverso al de la persuasión; pues él se refiere a que el delirio transita desde lo real. El psicótico hace un trabajo de acomodo con lo real mediante el delirio.

    Para otra referencia ver la tesis doctoral de Serge Leclaire Principios de una psicoterapia de las psicosis. Ahí el par de casos en análisis son establecidos por Leclaire como “paranoia crónica”; donde se indica un esclerosamento del significante que se torna un signo no accesible a la dialéctica en el discurso del paranoico crónico; además de exponer la infactibilidad del tratamiento analítico de los delirios crónicos en base a los considerandos de la(s) terapia(s) de las neurosis (Leclaire, S. [1957]).

    [55]Freud, S. (1896b) op. cit. pp. 180-1. Subrayado mío. La descripción de Freud recuerda a las “alucinaciones psíquicas” según Baillarger: alucinaciones vinculadas al campo del lenguaje, a la sensorialidad; y que para ese médico eran síntomas de sujetos no alienados: alienados “no dicen que escuchan hablar, sino que les parece escuchar hablar” (Baillarger, J. (1846) “Mémoires de l’Académie Royale de Médecine”; apud Lanteri-Laura, G. (1991) Las alucinacionesp. 58). Décadas después Sèglas sancionó la alucinación como una irrupción del lenguaje; no es que el alucinado escuche, más bien quien alucina siente hablar (cf. Lanteri-Laura, G. [1991] op. cit. pp. 75 y ss.).

    [56]Lo que según Sèglas es la característica de las alucinaciones psicóticas: el sujeto no puede ubicar como suyas las voces que escucha. Tal fenómeno lo calificó como una “irrupción del lenguaje” (Cf. Lanteri-Laura, G. [1991] op. cit. pp. 75 y ss.)

    [57]Análogamente sucede con las alucinaciones de los estados oníricos: se formarían con elementos de la vida diurna de los sujetos (como en los sueños); y que de estos el sujeto podía dar cuenta de su relación con lo alucinado. Además en los estados oníricos también pueden aparecer características persecutorias. Tanto Lasègue y Regis lo indican; del mismo modo lo hace Meynert.

    En una nota de La interpretación de los sueños agregada en 1909, se menciona a una paciente que alucinaba melodías o fragmentos de éstas “sin quererlo y contra su voluntad”; de quien Freud aclara “no es paranoica”. A partir del análisis la paciente encontró la explicación de sus alucinaciones: eran un uso de tal música que, mediante deformaciones, estaba al servicio de fantasías (cf. Freud. S. [1900a {1899}] op. cit. p. 419n. 22). En términos de los procesos psíquicos acontecidos y su resolución, el síntoma alucinatorio del caso se asemeja bastante al de “paranoia crónica”.

    [58]Freud, S. (1896b) op. cit. pp. 177-80. Subrayados de mi autoría.

    [59]Cf. Freud, S. (1985) op. cit. Carta del 24. 1. 97 (carta 119) p. 242. En el “Manuscrito M” anexo a la Carta del 25. 5. 97 (carta 128) se hace más contundente la diferenciación de ambas entidades en base a la presencia o ausencia de sistematización en las respectivas producciones psíquicas (cf. p. 265).

    [60]Cf. Freud, S (1915) Un caso de paranoia que contradice la teoría psicoanalítica p. 271.

    [61]Cf. Strachey, J “Nota introductoria” en Freud, S. Obras Completas, Vol. XIV pp. 261-2. El ínterin teórico de la paranoia (particularmente el avizoramente del factor de la homosexualidad), desde los primeros textos publicados y la correspondencia con Fliess hasta el caso Schreber, está en las correspondencias (y las relaciones trasferenciales) con Jung, Abraham y Ferenczi (Cf. Vásquez, M. “Escritura, cuerpo, delirio: Reflexiones acerca del presidente Schreber” en Cerda, A. et al [2009] op. cit. pp. 85-9).

    [62]Cf. Freud, S (1915) Un caso de paranoia que contradice la teoría psicoanalítica p. 264. Aun siendo posible el asunto de que un sujeto estuviese oculto tras bambalinas hay un detalle que la dama “omite”: para ese tiempo las cámaras fotográficas requerían un evidente destello luminoso para poder registrar la imagen en una placa; sin la cual sería imposible que el aparato funcionase (la observación la hace Luis Prado de Oliveira en “Complicaciones freudianas acerca de la paranoia” en Cerda, A. et al [2009] op. cit. p. 124).

    [63]Lo que en ciertas posturas se puede entender como la condición estructural. Para Freud la “elección de neurosis” era una cuestión que la dilucidación psicoanalítica de un caso clínico debería explicar vía una reconstrucción simbólica del pasado.

    [64]Freud, S. (1915) op. cit. p. 267.

    [65]Ibidp. 269.

    [66]Cf. Freud, S. (1914) op. cit. pp. 84 y sig.

    [67]Ibíd. p. 93. El subrayado de las últimas palabras es de mi autoría.

    [68]Freud, S. (1911c [1910]) op. cit. p. 66.

    [69]Cf. Freud, S. (1923) El yo y el ello pp. 33 y sig.; así como Freud, S. (1925) Algunas consecuencias psíquicas de la diferencia anatómica entre los sexos.

    [70]Cf. Freud, S. (1925) op cit. p. 44. Según la doctrina, lo pulsional implica la presencia de un quantum libre, flotante, no sublimable. Es la constancia de que en el sujeto hay algo que escapa a la posibilidad de ser tramitado por el Yo (sublimado, sintomatizado o hablado). Ese quantum está comandado por las leyes del Ello; solo se “satisface” (rebaja su exigencia) en la descarga corporal: el ejercicio de la agresividad o la genitalidad (cf. ibid. p. 45). Cf. Lacan, J. (1953-1954): El seminario 1 Los escritos técnicos de Freud.

    [71]Freud, S. (1923) op. cit. p. 44.

    [72]Cf. Lacan, J. (1955-1956) op. cit. Sesión del 7 de diciembre de 1955 pp. 74 y sig.

    [73]Cf. Etcheverry, J.L. (1978) op. cit. pp. 68-73.

    [74]Cf. Freud, S. (1924b [1923]) Neurosis y psicosis p. 115. La palabra “desmentida” aparece en otro texto del mismo año La pérdida de la realidad en las neurosis y las psicosis (cf. Freud, S. [1924e] p. 194).

    [75]Freud, S (1940a [1938]) Esquema del psicoanálisis p. 203.

    [76]Freud, S. (1940e [1938]).

    [77]Cf. Freud, S. (1985) op. cit. Carta del 2. Mayo. 97 (carta 126) p. 254.

    [78]Cf. Freud, S. [1901b] Psicopatología de la vida cotidiana pp. 248-52

  • Constructos psicoanalíticos para una reflexión sobre la relación con el sujeto autista.

    Constructos psicoanalíticos para una reflexión sobre la relación con el sujeto autista.

     Hassibe Hernández Vega

    De la praxis a la reflexión teórica

    El centro donde laboré cerca de dos años, atiende a niños y jóvenes con discapacidad intelectual y autismo, me encargaba de los “seguimientos conductuales” y de asesoría de los programas de enseñanza para ejecutar un currículo escolar, el centro utiliza una pedagogía basada en el método Teacch (abreviación en inglés de Tratamiento y Educación de niños con Autismo y Problemas de Comunicación relacionados) y los enfoques de enseñanza basados en el constructivismo. El objetivo de esta pedagogía es valerse de herramientas sobre todo visuales (pictogramas, fotografías y objetos) para desarrollar la comunicación de los alumnos, pues en su mayoría estos niños y jóvenes no tienen lenguaje al igual que la población autista que también atiende el centro. Las actividades de enseñanza se pretenden planear y estructurar en pasos simples y es así como los chicos van integrando los movimientos que se deben seguir en una actividad, por ejemplo para ir al baño (se comienza por actividades en autosuficiencia para después estimular las habilidades del pensamiento creativo y lógico, por ello uno de los recursos en los que se basa el trabajo por planificación son algunos talleres de arte lo cual en teoría permite desarrollar las habilidades del pensamiento (Memoria, interpretación, comparación, clasificación y seriación de la información).

    Una de las intervenciones que se me solicitaba en este centro (no definido como escuela y tampoco definido como clínica) era corregir las conductas de comportamiento autista de los niños, ante ello y bajo la argumentación educativa (cognitivo – conductual) mi papel en la praxis, se complicaba dado que la demanda de la institución y los padres, eran la eliminación u adaptación de los comportamientos conductuales indeseados a conductas adaptativas esperadas.
    Bajo el seguimiento de las estrategias psicopedagógicas que el centro adopta, se concibe que los chicos con autismo “necesitan” una rutina estructurada y sin cambios, por ello a los niños “autistas” se les habla exigiéndoles realicen sus rutinas, se les señala a dónde deben dirigirse, inclusive una de las técnicas es no hablar, solo dirigirlos con la imagen (el pictograma) y llevarlos a trabajar a sus áreas, observaba que los niños desprendían sus pictogramas de los horarios y rutinas establecidas, pero no existía un sentido de la comunicación, ni relación con el otro a través de las imágenes utilizadas para dirigirlos (método Teacch), en muchos de los casos, los chicos desprendían sus pictogramas de los horarios, los aventaban y se dirigían a cualquier lado.
    Viñeta clínica: Sin encantamiento ante la imagen en el espejo
    Ángel es un niño de seis años, el más pequeño del grupo inicial 1, perteneciente al aula de autismo del centro, las actividades que tiene dicha aula son, cómo ya he explicado, brindar elementos de comunicación a un niño autista a través de la metodología Teacch. Los niños entran a la escuela y se integran a una ronda para saludarse entre sí, aunque dichas acciones sean apoyadas por, o de plano las realicen, los asistentes o guías. Ellos hablan incluso por los niños, posteriormente pasan a las áreas de trabajo divididas por colores, y materiales didácticos (construcción, lecto-escritura, sensibilización, juego, computación, estimulación temprana) las actividades o el “trabajar con un material” se hace por un periodo de 20 minutos) es objetivo de cada guía, llevar a un chico a las áreas de aprendizaje y “trabajar” con ellos.
    Ángel es remitido al departamento de psicopedagogía porque manifiesta de forma exagerada “berrinches” y no es posible trabajar con él comentan las guías. Ésta situación me hace entrar al aula para ver lo que Ángel está tratando de comunicar. Desde el inicio de las actividades, se enconcha en el piso, llora, grita, si me acerco me empuja con la mano, no participa en las rondas porque llora y se tira al piso, patalea. Por ende, él se encuentra fuera de la ronda, incluso patea y muerde si me vuelvo a acercar, me llama la atención que el gran espejo del salón tiene una tela, el espejo está cubierto por una tela negra.
    Ángel se dirige al espejo y quita la tela, cuando me acerco para hablarle sobre su imagen, él evade enfrentarse a su reflejo, observo que su imagen ante ese gran espejo, no le crea ninguna emoción, sigue llorando y me evita. En ese momento, vienen a mí las reflexiones de Lacan sobre la construcción del yo y el Estadio del espejo.
    ¿Cómo podría Ángel a los seis años prestar atención, encantarse con su imagen ante el espejo? ¿Cómo se construyó dicha imagen? ¿Cómo se construyó el yo en este niño? Me pregunto: ¿Cómo vive él su cuerpo? Intento las primeras semanas al trabajar con él que mi presencia sea tolerable, el sigue llorando y me empuja, me muerde y se mantiene agresivo, sigo a su lado, todo el tiempo hablándole sobre su cuerpo, a las maestras les resulta intolerable porque es un “llorón”, dicen que es un niño “berrinchudo”, me advierten que sea capaz de identificar un berrinche de una conducta autista.
    Ángel corre a las esquinas del salón y se pone contra la pared, se tira y llora, me pregunto en ese momento, ¿Por qué las esquinas?, ¿Por qué contra la nada? Entonces, decido acercarme y ya no me empuja más, comienzo por decirle: ¿Dónde está Ángel? Y comenzamos entonces un juego en donde el corre a las esquinas y se queda quieto, ya no llora, y espera mi pregunta ¿Dónde está Ángel? Advierte que estoy enfrente de él, y se queda quieto, corre a otra esquina y hago lo mismo, por semanas hacíamos este juego. Posteriormente, me dan más espacios para estar con él, pues al menos eso que yo hago, produce que ya no llore tanto en clase, ésos son los comentarios de las guías.
    El juego con Ángel progresa, ahora es diferente, él corre a las esquinas del salón cuando me ve y yo lo sigo, le hago cosquillas por detrás y me coloco enfrente de él preguntando: ¿Dónde estás? Él emerge las primeras sonrisas, y ahora juega escondiéndose detrás de las guías, yo las integro al juego. Se implementa una rutina de “estimulación temprana”. En ella, me acerco al chico le hablo sobre su cuerpo, le gusta que toquen sus pies y puede tolerar que toque su cuerpo dando masajitos, los juegos con Ángel siguen siendo a encontrarlo, supongo le parecen agradables pues los “berrinches” disminuyen.
    Un día lo conduzco al espejo del salón y le hablo sobre él, sobre cómo lo veo, de sus pies, de sus panza, de sus orejas, y él solo sonríe y me toma de la cara dándome un “tope” con su frente. Ahora el juego consiste en darme “topes”, cómo todos los días procedo a ejecutar el juego de buscarlo, de los topes frente al espejo. Los hace sin llorar y las guías comentan que puede trabajar en las Áreas. Otro día, después de cada juego en el que acudo a encontrarlo en las esquinas, detrás de los demás, observo que Ángel se dirige al espejo y comienza a hablar en un lenguaje extraño “como cantando” le hablo sobre su canción y me sorprendo al observar que se ríe frente a su imagen y toca su boca. Hasta el momento es el juego favorito de Ángel ir al espejo y verse, hace unos días se puso una máscara de lobo y se dirigió al espejo a verse con la máscara puesta. Trabaja sin llorar los 20 minutos que se exigen en este centro y sus llantos han disminuido notablemente.
    Pienso sobre la disminución del llanto en Ángel, y me pregunto a qué se podría adjudicar esa angustia: ¿Su cuerpo lo integraba como defragmentado? ¿Acaso el hecho de que no se le hablaba sobre su entorno, su alrededor, ó que este lenguaje para él era incomprensible, sin deseo, “rutinario” producía un cierto efecto de desintegración? En realidad no lo sé, pero al reflexionar sobre la importancia del lenguaje en la estructuración del orden simbólico, y cómo la relación con el otro ha sido fundamental para establecer un vínculo con este niño, me parece que voy en una dirección completamente diferente a la del método Teacch.

    Francoise Dolto en su libro El juego del deseo, nos comparte una pequeña historia en dónde al jugar con un niño a esconder y nombrar un sombrero (objeto desconocido para el bebé de nueve meses) puede bromear y el niño ríe a carcajadas cuando contradice la acción de esconder y nombrar un objeto al cual le induce un significante, y de esta manera lo hace presente y ausente.

    “Esta péqueña historia vivida me ha dejado el recuerdo de que un niño poco comunicativo de nueve meses puede llegar a ser, por medio del lenguaje, aun sin pronunciar las palabras, dueño de su deseo; que un niño que no habla todavía, no sólo es capaz de juego motor y verbal en acuerdo con otro ser humano, sino que ya capta la contradicción entre el decir y la experiencia de la realidad sensorial” (Dolto, 1983)

    ¿Cómo intervenir?

    La praxis psicológica se encuentra ante distintas poblaciones que es preciso abordar de una manera reflexiva, una de ellas son los infantes y los trastornos del desarrollo. El autismo se ubica dentro de esta clasificación, pero existe un entredicho sobre su etiología y por ende, las clasificaciones del mismo que se producen, insensatez al clasificar e interpretar los cuadros sintomáticos, lo que conlleva a generalizaciones y categorizaciones (“etiquetas”) hacia los sujetos que presentan “comportamientos” denominadas como autistas, circunstancia que nos inquieta pues genera determinaciones en las expectativas de un familia con respecto a un miembro que ha sido diagnosticado como autista, se deviene de un diagnostico paradigmas e instrucciones de abordar a un sujeto. Los paradigmas como modelos que permiten explicar una realidad o fenómeno, abren las viñetas para conceptualizar, establecer, analizar y proponer una posición con respecto a lo que se plantea.
    En primera instancia, debemos hacer una diferenciación clara del tipo de autismo que nos interese abordar. Existen enfermedades que generan daños a nivel biológico, mismas que desencadenan comportamientos denominados autistas; trastornos genéticos, trastornos congénitos del metabolismo, enfermedades metabólicas del sistema nervioso epilepsia, infecciones congénitas ó adquiridas, exposición intrauterina a drogas, encefalopatías, infecciones virales prenatales, hipoxicoisquémica son algunos de los síndromes y enfermedades que suelen ocasionar el autismo sindrómico, este tipo de autismo tiene una enfermedad base que en sus síntomas externa un comportamiento autista, como problemas en el lenguaje ó poco contacto visual. En estos casos, es evidente que se trata de una relación con el cuerpo. Por otro lado el autismo idiopático (palabra médica que significa: no sabemos la causa) es aquel que presenta la tríada de síntomas de comportamiento autistas: a) incapacidad de mayor o menor duración e intensidad para entablar relaciones sociales apropiadas a los niveles de edad cronológica y mental b) trastornos en el desarrollo de la comunicación verbal y gestual c) presencia de conductas estereotipadas repetitivas y resistencia a los cambios de rutinas. Son los sujetos que presentan un autismo idiopático los que nos interesa seguir, descartando una base biológica que desencadena un síntoma autista podemos atribuir a la construcción psíquica y desarrollar un análisis de los constructos psicoanalíticos propuestos.

    El autismo desde su denominación por Leo Kanner ha sido foco de diversos paradigmas; cortes ambientalistas, psiquiátricos, modelos de aprendizaje etc. Según la experiencia del trabajo con niños y jóvenes diagnosticados como autistas comprendiendo la perspectiva educativa basada en teorías psicológicas como la teoría de la mente la cual refiere que las personas con autismo procesan de manera diferente la información y por consecuencia sus realidades cognoscitivas y sociales no son las mismas que las que comparten los sujetos no-autistas por ejemplo su pensamiento es de tipo deductivo, niveles de pensamiento concreto, baja capacidad representacional y de simbolización, conversación pragmática, inflexibilidad mental, inexpresivos, deficiencias en las características de pensamiento complejo lo cual les impide la obtención de pensamientos abstractos como la capacidad de planear, analizar, ser empáticos, pensar que el otro piensa, ponerse en situaciones similares a las de los demás, pensar en las necesidades y sentimientos de los demás ya que su atención se intensifica en los detalles y no en los términos globales de un fenómeno o situación, digamos que un sujeto con autismo según esta perspectiva no tiene dificultad para relacionarse con el otro puesto que al procesar la información de manera diferente, no es posible compartir códigos de comportamiento y por ende se establece un desencuentro con el otro, lo cual le impide tener una interacción social adecuada, sin embargo los chicos autistas en esta perspectiva, sí se vinculan. De estas teorías se valen los pedagogos y los psicólogos educativos para argumentar la necesidad de intervenciones psicoeducativos e integrar a los niños con autismo a las escuelas, proponiendo métodos y estrategias que presenten una manera diferente la información a los chicos con autismo dadas las características ya descritas, siguiendo esta propuesta, “funcionan” mejor si se le adecúan los elementos para su aprendizaje como la modificación del material educativo, salones con señalamientos, horarios y agendas que sirven de guía (ubicación en tiempo, espacio y persona) claridad en la enunciación de instrucciones, modificación y señalización visual del salón y las áreas de clase, desglose de las actividades a enseñar mediante pasos claros y con acompañamiento de una imagen, establecimiento de rutinas de clase, establecimiento de reforzadores y castigos etc. Manuales de cómo construir estrategias de aprendizaje, instrucciones de cómo tratar y trabajar con un niño autista en el ámbito educativo son las demandas de una intervención psicopedagógica.

    ¿Pedagogía ó clínica pedagógica?

    El trabajo con niños “autistas” me planteó múltiples interrogantes, considero que no está en planos educativos sino clínicos o quizás la construcción de una pedagogía clínica, dado que antes de enseñar a un niño los pasos para ir al baño, lavarse los dientes, ensamblar objetos, leer, sumar, escribir, pintar, bailar, se debería tomar en cuenta el proceso de estructuración en un sujeto y la instauración en el orden simbólico, la construcción de su yo, interpretar los síntomas como una forma de lenguaje, escuchar su síntoma, es de esta manera como se formulan las siguientes interrogantes que dan pie a seguir escuchando y ampliar las reflexiones para la investigación:
    ¿Cómo se piensa el autismo cuando no existe ninguna perturbación neuronal, genética, viral y aun así se presentan afectaciones en la comunicación, lenguaje y habilidades de relación social: autismo idiopático? ¿Qué reflexiones involucrarían un autismo en donde no existe una afectación neurofisiológica? ¿La repetición de una actividad estructurada, es educación, entrenamiento ò adiestramiento? ¿Cómo intentar educar o adiestrar a un sujeto que rechaza la presencia del otro? ¿Cuál es el papel del educador ante un chico que presenta síntomas como; agresiones autoagresiones, estereotipias, obsesiones? ¿Qué consideraciones se implican en una relación educativa de este tipo? ¿Cómo se implican los vínculos familiares del chico con trastorno autista en su desarrollo? ¿De qué manera se haría una intervención multidisciplinaria y como intervendría el psicoanalista en el abordaje de este trastorno del desarrollo infantil? ¿En esta relación del docente, psicólogo educativo, con el niño o joven con autismo que se juega? Es en esta relación en donde se piensan los constructos psicoanalíticos, no devaluando la importancia de la pedagogía, ni del pedagogo, o psicólogo, sino apoyando dicha práctica.
    Transferencia: en este concepto se abren interrogantes las cuales se intentarán contestar, ¿es posible que el sujeto autista desarrolle una transferencia con respecto a su docente o psicólogo? ¿Qué problemáticas de la otredad supone el síndrome autista? ¿La transferencia es del docente hacia el sujeto con autismo?
    Síntoma: Los síntomas en el sujeto con autismo están establecidos en una triada; dificultada para relacionarse con las personas, problemas de lenguaje, conductas repetitivas (estereotipias) ¿Cómo se deben leer estos signos? ¿Por qué no ayudaría tener como objetivo eliminar estas manifestaciones del sujeto con autismo? Se propone que los síntomas en esta relación se observen o mejor aun se escuchen como el lenguaje primero que el sujeto encuentra para decir algo a ese otro al cual le asignan como docente o psicólogo.
    Estadio del espejo: en relación con la otredad y la construcción del yo, elementos que parecieran no encontrarse en el sujeto con autismo son indispensables puesto que el otro como esa imagen que regresa y construye un yo no desfragmentado permite con la voz, la mirada, el cuerpo dar sostén y delimitación al otro, es uno de los elementos básicos que dan pie a la explicación de una teoría del sujeto, interrogante que nos permite plantear ¿existe un sujeto en el autismo?¿que implicaría la construcción de un sujeto?¿cómo colaboraría el docente o psicólogo en esa construcción del sujeto diagnosticado como autista?
    Orden simbólico: problemas de lenguaje y estructuración del orden simbólico, si para el psicoanálisis este constructo es la ley del padre que permite una estructuración del sujeto, ¿Cómo se ve atrofiada en el sujeto con autismo?¿cómo se manifiesta la construcción de lo imaginario, lo real y lo simbólico en el sujeto con autismo? ¿Cómo se permitiría un reacomodo del orden simbólico en el sujeto con autismo?
    Deseo: ¿El sujeto con autismo tiene un deseo, es posible escucharlo? ¿Cuál es el deseo del docente o psicólogo en la relación pedagógica ó clínica? Si bien el deseo no es aprehensible, ¿Es posible reflexionar y escribir sobre sus manifestaciones en esta práctica? ¿De qué manera se puede convertir un docente, psicólogo o un aula en objeto de deseo que permita la construcción de un sujeto?
    Son algunas de las interrogantes que el trabajo con los niños y jóvenes con autismo me han permitido pensar desde la teoría psicoanalítica, es evidente que se propone una revisión de los constructos y el desarrollo, análisis, reflexión de los mismos a través de la práctica clínica, puesto que la teoría se alimenta de la clínica y viceversa, en ese ejercicio continuo de pensar los constructos en psicoanálisis.

    BIBLIOGRAFÍA

    • Dolto F. En el juego del deseo, México: Siglo XXI Editores, 2006

    • Lacan J. Escritos 1, México: Siglo XXI Editores, 2008.
    ➢ El estadio del espejo como formador de la función del yo tal como se nos revela en Ia experiencia psicoanalítica.

  • Atención psicosocial con internos del reclusorio de Pacho Viejo, Veracruz.

    Atención psicosocial con internos del reclusorio de Pacho Viejo, Veracruz.

    Intervención psicoterapéutica orientada psicoanalíticamente en el ámbito de un reclusorio. Algunas reflexiones precipitadas .

     Julio Ortega Bobadilla

    En tanto tengamos cárceles, poco importa quiénes de nosotros ocupen las celdas.
    George Bernand Shaw.

    La primera cuestión que debemos plantearnos como psicólogos, al trabajar en una institución penitenciaria, es cuál ha sido y es, el rol tradicional de este tipo de profesionista: Administrador, aplicador de pruebas que conducen a la clasificación del interno, evaluador del estado mental del prisionero y responsable de un reporte ante las autoridades de la institución que eventualmente — pero no necesariamente — llevará a la decisión sobre su futuro.
    Todos estos papeles, lo sitúan del lado del poder, y del cuestionable proyecto positivista de rehabilitación del sujeto mediante un trabajo de “corrección” y “reincerción social”. En otras palabras, como pieza constitutiva del ojo panóptico de Bentham, que Foucault ha mostrado como modelo de las prisiones, en su libro: Vigilar y Castigar.
    En nuestra sociedad proclive a la homogenización y a la objetivación, como una respuesta a aquello que no puede soportar, surgen el hospital psiquiátrico y la prisión, como medios de contención donde irán a parar los “anormales” , aquellos que no pueden responder por su propia existencia, y que hay que castigar por su diferencia. De las paredes ennegrecidas de estos instrumentos disciplinarios, emerge un tufo resultado de la mezcla de sudor, lágrimas, sangre, excremento, que inútilmente intenta borrar la creolina concentrada. La cárcel mexicana, específicamente, es una combinación de este par de instituciones y de todos los círculos del Infierno de Dante.
    El ejercicio de la disciplina despótica en el encierro, supone una maquinaria que coacciona a través del aislamiento, la mirada, el trabajo cuando lo hay, y las técnicas o simplemente las cadenas, la libertad de los individuos allí hacinados, dónde el rechazo y la coerción son evidentes. Se trata de sojuzgar, pisotear, oprimir y humillar al interno, considerando como un punto de mejoría: la sumisión, su avasallamiento. Es un sepulcro provisional más que un instrumento para la reforma o la transformación del recluso.
    ¿Será posible hacer otro tipo de labor que no se sitúe del lado del Amo y del látigo?
    La apuesta es hacer un trabajo bajo estas condiciones particulares, que no son las que habitualmente gozamos cuando trabajamos en el consultorio, y desituarnos de la indiferencia, el castigo, la clasificación, el abuso y el saber – poder institucional.
    Esta población está hacinada ahí, por haber cometido un delito o una falta, y se encuentra en situaciones extremadamente difíciles, sometida a presiones no sólo físicas y malas condiciones de hábitat, sufriendo también: condiciones de coexistencia en las que la violencia, la corrupción, la intimidación y la angustia son constantes. El interno distingue enseguida la diferencia de nuestra aproximación y empieza a confiar, a hablar con la verdad, y volverse sujeto de una parresía que es liberadora, terapéutica desde el mismo momento de su expresión. El interno pasa de ser un delincuente sin rostro, cuya historia no importa al poder, sino en función del castigo, a convertirse en un ser humano. Tiene la seguridad, de que la información que se obtiene, es completamente confidencial y no traspasa el espacio asignado para la supervisión, no circula de ningún modo en sus detalles.
    No queremos ocupar el papel de policías, celadores, confesores religiosos, pedagogos, o psiquiatras. No estamos para realizar una labor de aligeramiento de culpa, sino para realizar un trabajo terapéutico de orientación psicoanalítica que intente hacerles comprender su vida, las razones que les llevaron a ese lugar, y que pueda introducir a mediano plazo cambios en su posición vital, más allá del efecto catártico ya supuesto.
    Nuestra intervención es apegada al modelo de escucha del analista, y esto significa una posición no moral, misericordiosa, empática, regulativa, ni prescriptiva. Es una escucha basada en el respeto total al paciente recluso que centra su eje en el reconocimiento de los aspectos inconscientes que han guiado la conducta del paciente. No implica, por otro lado, descargo en la responsabilidad y sí aceptación de que su delito implicó deseo, impulsividad, agresividad, y falta de apego a las reglas sociales.
    Se trata de una población marginada, marginal, habitualmente de clase social media baja, que llega a prisión, muchas veces, por la búsqueda de castigo inconsciente. Este tipo de sujetos delincuentes han sido caracterizados por la criminología por su posición narcisista, su aparente inafectividad, el establecimiento de conductas esquemáticas y recurrentes, su baja tolerancia a la frustración, su explosividad agresiva que se expresa física y verbalmente, su desorden e inestabilidad. Son factores a considerar, pero que no pueden regir de antemano el trabajo clínico de un terapeuta de orientación psicoanalítica. Estamos ahí para soportar en la escucha su tragedia y su destino aparentemente sellado.
    Su estancia en prisión, no es la que tendría lugar en una comunidad terapéutica, y es sumamente interesante que el tipo de intervención sea individual, no grupal. Los jóvenes psicólogos que participen, pueden aprender mucho de esto, y su intervención como clarificadores de los factores inconscientes, depende de que se sostengan en una posición neutra de escucha, por eso, hemos recomendado un proceso personal de análisis que ayudará a resolver los conflictos interiores del terapeuta e impedir que éstos se jueguen a través de un uso negativo de la contratransferencia o el contra-acting out.
    El trabajo analítico tiene como principal base la transferencia, y es básico que el joven psicólogo comprenda que no es a él personalmente a quien va dirigido el discurso del paciente, el psicólogo en estas instituciones siempre ha estado del lado de los mecanismos disciplinarios y eso puede facilitar o dificultar su trabajo analítico de entrada, según las características del analizante.
    La transferencia es la base del proceso de cura analítica, hay que tener claro que muchos “avances” y “mejoras” en el paciente se deben infinidad de veces a la sugestión y a la transferencia positiva. Por ello el psicólogo en formación debe ser cauteloso con las respuestas inmediatas del paciente o los cambios de conducta de éste a breve plazo.
    Cada paciente es diferente y plantea diversos retos y problemas. Los casos que estudiaremos son particularmente difíciles, algunos rayando en el pasaje al acto o la psicosis. El tratamiento se lleva a cabo, frente a frente. El joven psicólogo debe desarrollar capacidad de escucha. Respeto hacia el paciente. Paciencia, inteligencia, lucidez, resolución de sus principales conflictos y regulación de su intención de ayuda, respeto a la vida y juicios del paciente, que no deben ser alterados por una posición activa de modificación de los valores morales del paciente, de su ideología o creencias. Todo esto supone conocimiento de la teoría y la práctica de la clínica psicoanalítica. Por supuesto, el trabajo terapéutico, tiene puntos de avance, de resistencia y cierre que implican la ruptura en ocasiones del proceso terapéutico.
    Otras dificultades para el trabajo, consisten en la posible falta de continuidad del mismo, debido a cambios o resistencias de la Institución, o la discontinuidad de la labor terapéutica debido a motivos personales del joven psicólogo, todos esos obstáculos están ahí y hay que lidiar con ellos.
    Este tipo de pacientes tiene siempre, heridas profundas rastreables a la primera infancia y sucesos traumáticos que son parte de su estructura psíquica y que para el paciente tienen una cualidad de inmediatez. Como psicoanalistas, sabemos que sus conflictos se ubican en el pasado, mientras que para el paciente sus fantasmas, aparecen como parte del presente, pues el inconsciente es atemporal. En algunos casos la contratransferencia del psicólogo, le hace jugarse como secuaz solidario del paciente en determinadas situaciones, convirtiendo su simpatía, deseo de ayuda y solidaridad, en un obstáculo para el trabajo terapéutico, que va a poner trabas al desarrollo del análisis.
    Situaciones de angustia y ansiedad se presentarán en el curso de estos tratamientos. El respeto a los tiempos de comprensión del paciente debe ser clave para el trabajo analítico. Pobreza intelectual, inmadurez afectiva, introversión o emotividad extrema, fracasos afectivos repetidos, son hechos clínicos que aparecerán frecuentemente en este tipo de clínica. El psicólogo debe tener siempre presente que hay un vínculo estrecho no casual entre los diversos acontecimientos y elementos de la personalidad del sujeto en tratamiento, la comprensión de la liga entre estos elementos y el dispositivo de repetición que estructura la conducta del paciente no tiene que ser inmediata ni para el psicólogo ni para el paciente. El aguardar tiempos lógicos, tanto para la comprensión como para la intervención, es una tarea difícil que debe ser modulada por el trabajo de supervisión.
    Se trata seguramente de patologías difíciles: inefectividad de perlaboración, de sublimación, el empuje a la psicosis, aspectos perversos pulsionales, les han llevado a estos pacientes a un enfrentamiento con la Ley. El paciente no es sólo un delincuente, sino también víctima de una historia, producto de un entorno, en que la falta de educación o la selva humana brutal le ha empujado a sobrevivir como sea.
    Este esfuerzo es interesante, porque implica la ocasión de ir más allá de estudios estadísticos y descriptivos, inútiles para el interno. Se trata de intervenir, acortando la distancia entre un profesional de la psicología y la sociedad. En este caso, se trata de personas privadas de la libertad cumpliendo una sentencia. Intentamos poner a descubierto, los conflictos que les han llevado a esa situación de dolor y sufrimiento, De ayudarles a pensar en modos de ser alternativos, a lo que hasta ahora han asumido como propio de su individualidad, y crearles una oportunidad para vincularse con la Ley y el otro, de una manera diferente al enfrentamiento directo.

    1. Ponencia realizada en la Facultad de Psicología de la Universidad Veracruzana en el marco del 1er Coloquio Nacional de Cuerpos Académicos.

  • Herbert Graf: El hombre que no fue Hans.

    Herbert Graf: El hombre que no fue Hans.

     Héctor Escobar Sotomayor

    Para Néstor Braunstein, maestro y amigo.

     

     

     

     

    Preferiría iniciar este breve ensayo con la confesión de una dificultad.

    Cuando se me invitó a participar en este 2º congreso de psicoanálisis, auspiciado por la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional, en torno del “caso Juanito” y del psicoanálisis de niños, pensé en un título que diera sentido a lo que pretendía desarrollar. El título que había pensado originalmente, y bajo el cual se presentó ante el público una versión previa de este trabajo era “El imaginario Juanito”, y mi primera intención era apuntar a toda una parafernalia interpretativa y esencialmente especulativa que el caso habría reconocido desde su planteamiento original por Freud. Una segunda vía de este “imaginario” eran los efectos que la construcción del caso Juanito había tenido como matriz imaginaria, tanto en la interpretación como en la intervención con niños, esto último más como lector que como clínico pues mi experiencia clínica no se ha centrado nunca en el trabajo con niños.

    Seguí ambas vías, aunque dediqué mayor espacio a la segunda, pues me parece que la primera es la más endeble de todas, y la parafernalia es amplísima, desde el “considerar lo que Freud no consideró”, una de las vías preferentes, donde casi siempre se lee implícitamente un “yo lo habría hecho mejor”; o las posibilidades de construir interpretaciones a partir de lo que en muchos casos me parece no son más que “las asociaciones del analista”.

    Sin embargo señalaría, que mientras trabajaba este texto, de hecho apenas terminado, algunas cosas se fueron acomodando lentamente en mi reflexión y esos pensamientos e ideas resultaron al cabo dominantes en esta reflexión. Devino así hacer un trabajo sobre las narraciones que tenemos de la historia de Herbert Graf y de su entorno, a saber: el historial del caso del pequeño Hans escrito por Freud (1909)[1]; la entrevista que concediera Herbert Graf al periodista Francis Rizzo en 1972, publicada con el título de “Memorias de un hombre invisible”[2]; la entrevista concedida por el padre, Max Graf, a Kurt Eissler en 1952[3] y el artículo del propio Max Graf “Reminiscencias del doctor Freud” publicado en el Psychoanalityc Quarterly en 1942[4].

    Así, me parece que “el imaginario Juanito” se integraba plenamente en una historia (al modo de una narración, un cuento –Geschichte[5]-) y que es esta historia la que puede dar cuenta de los elementos que sostienen ese trasfondo imaginario. Vayamos pues, con las historias de Juanito.

     

    El imaginario Hans

     

    Entre principios de enero y el 2 de mayo de 1908 ocurrirá un proceso clave para el desarrollo de la teoría psicoanalítica. Max Graf, a la razón amigo cercano de Freud ha de iniciar el trabajo del primer análisis de un niño, su propio hijo Herbert Graf a la razón de 4 años y 3/4.[6] En este trabajo el padre estará acompañado por la supervisión de Freud que va a encontrar en el pequeño el sustento de su teoría sobre la sexualidad infantil, misma que hasta ahora solo había sido elaborada a partir del análisis de adultos.

    Me parece que es preciso que primero nos situemos respecto de la obra de Freud y su construcción teórica como trasfondo, o territorio conceptual, en el que se dará el análisis del pequeño Hans.

    En septiembre de 1897 Freud ha dado el paso esencial que permite la construcción de la teoría psicoanalítica con el abandono de la teoría del trauma. “Ya no creo en mis neurótica” le escribe a Fliess el 21 de septiembre y poco después, el 25 de octubre:

    “Un solo pensamiento de validez universal me ha sido dado. También en mí he hallado el enamoramiento de la madre y los celos hacia el padre, y ahora lo considero un suceso universal de la niñez temprana, si bien no siempre ocurre a edad tan temprana como en los niños hechos histéricos. (Esto es semejante a lo que ocurre con la novela de linaje en la paranoia: héroes, fundadores de religión.) Si esto es así, uno comprende el cautivador poder de Edipo rey, que desafía todas las objeciones que el intelecto eleva contra la premisa del oráculo, y comprende por qué el posterior drama de destino debía fracasar miserablemente. Nos rebelamos contra toda compulsión individual arbitraria [de destino], como la que constituye la premisa de Die Ahnfrau [de Grillparzerl, pero la saga griega captura una compulsión que cada quien reconoce porque ha registrado en su interior la existencia de ella. Cada uno de los oyentes fue una vez en germen y en la fantasía un Edipo así, y ante el cumplimiento de sueño traído aquí a la realidad objetiva retrocede espantado, con todo el monto de represión {esfuerzo de desalojo y suplantación} que divorcia a su estado infantil de su estado actual.”

    El Edipo que Freud estudia y teoriza es el Edipo de Sigmund Freud, lo que un amigo entrañable llamara “Edipo vienés”[7], y es ese Edipo vienés y la neurosis infantil del niño Sigmund la que servirá de eje a la teoría psicoanalítica y a las interpretaciones de sus casos. Sea de modo directo como Ida Bauer (Dora) en 1899, Sergei Pankejeff (El hombre de los lobos) entre 1909 y 1914 o la joven homosexual a fines de la década del 10. Así como los casos que no trató directamente, como el presidente Schreber (a partir de la lectura de las memorias de un neurópata) (1912) o el caso del pintor Christoph Haizzman (del relato de una posesión demoniaca) (1923), o para lo que aquí nos convoca: Herbert Graf (Hans) en 1908

    Freud edipiza a sus pacientes porque es el fantasma freudiano el que organiza sus interpretaciones, un Edipo eminentemente imaginario, el escenario de un drama familiar que se repite -en el sentido sintomático de la expresión- desde este primer análisis de un niño y que ha llevado a cada niño a ser un pequeño Hans, un pequeño Edipo freudiano.

    Decimos que edipiza pues Freud no ha dado aún el paso que le llevará del Complejo de Edipo al Complejo de Castración. En este sentido, el Edipo es un momento en una trama teatral, un teatrito burgués dirán Deleuze y Guattari[8]. Edipiza porque primeramente Sigmund y luego el pequeño Hans serán el modelo para los análisis. Modelo sin duda chato, porque Freud no se ha percatado aún de la importancia del orden fálico que el fantasma edípico pone en escena.

    Edipiza porque en este esquema la mujer es un pequeño hombrecito en negativo. Si el varoncito toma por objeto a su madre y rivaliza con su padre; la mujer deberá hacer lo contrario: tomar por objeto al padre y rivalizar con la madre, es la representación imaginaria del complejo de Edipo. Dora sufrió esta mirada y por el ende el fracaso de su tratamiento. Una mirada que, al partir del Edipo del niño Sigmund, no tiene cabida para la posibilidad de un deseo femenino. Por eso Freud insiste en que Dora reconozca el enamoramiento del Señor K, como relevo del enamoramiento edípico de su padre, y por eso no puede ver que para Dora el objeto es la Sra. K.

    Todavía en una fecha bastante posterior, en 1921,en el capítulo VII de Psicología de las Masas y Análisis del Yo, Freud propone que lo mismo que opera en el niño ocurre en la niña “con las correspondientes sustituciones”. Sin embargo, el deseo femenino y por ello la única posibilidad de entender el deseo en función del orden fálico se abre necesariamente paso en el pensamiento de Freud. Es así como aparece en Algunas Consecuencias Psíquicas de la Diferenciación Anatómica de los Sexos (1925) y el artículo Sobre la Sexualidad Femenina (1931).

    Con el replanteamiento del Edipo como un episodio al interior de la dimensión simbólica del Complejo de Castración. Al situar el orden fálico como fundante de lo masculino y de lo femenino, en la ecuación que iguala al niño y al pene respecto del falo, se abre la comprensión de esta cara doble del deseo, la bisexualidad psíquica; lo masculino y femenino como posiciones subjetivas ante el orden fálico; comprensión indispensable para que pueda haber análisis tanto de hombres como de mujeres. Es así que el Edipo toma su lugar en la teoría como un elemento fantasmático sostenido por la estructura simbólica del orden fálico. Es por eso también, que no hay tal complejo de Electra, como Freud no dudará en afirmar categóricamente en el artículo Sobre la sexualidad femenina ya referido (1931), y en especial en Esquema del psicoanálisis (1937).

    No puede comprenderse el deseo masculino sin interrogarse por el deseo femenino, ni puede comprenderse el deseo femenino sin preguntarse por el deseo masculino. Sólo en relación con el significante fálico se puede apuntar a ese límite mismo de todo análisis, lo reprimido, entendido como lo propio del sexo contrario, como concluirá Freud en Análisis terminable e interminable (1937).

     

    Había una vez un niño que tenía miedo a los caballos

     

    ¿Cómo opera el Edipo en Hans?, cómo se da la imaginería de este pequeño que quizá culmine su análisis en ese jugueteo de “soy un potrillo”. No está de más subrayarlo, un potrillo, no un caballo.

    Sabemos los elementos de la interpretación freudiana en donde el caballo deviene el símbolo del padre; la fobia entendida como una angustia ante la posibilidad de la castración (la mordida); pero en distintos momentos, también el caballo devendrá imagen de la madre embarazada de la pequeña Hanna, el vagón de carga (Wagen) y las resonancias respecto del “ser capaz” (wegen); e igualmente el caballo como imagen de la rivalidad con la pequeña Hanna; así como el desarrollo –no quisiera usar esta palabreja-paulatino hacia una identificación con el padre testimoniada con la atenuación o la virtual desaparición de los eventos sintomáticos contenidos en la fobia.

    Conocemos además el trabajo que dedicará Lacan al caso, especialmente a lo largo del seminario 4 sobre la relación de objeto[9], en donde se introduce la referencia al actuar del padre real y sus dificultades para hacer valer una ley que separe a la madre del pequeño, devenido su falo imaginario. Se trata de un padre “bueno”, razonable, permisivo, y ese es su problema, o más bien es esta posición de Max Graf lo que implica un problema para su hijo. Un padre del cual el hijo se burla, un padre que está al mismo nivel del hijo, por ejemplo en las fantasías de traspasar la barda, o de que como a él le corresponde la madre, al padre le correspondería la abuela

    Así, Hans deviene un punto preciso en la enseñanza lacaniana como elemento de teorización respecto de la diferencia entre las formas del padre; el padre real, el padre simbólico y el padre imaginario, así como del “no ser capaz” “wegen” del padre en la relación con su hijo y su mujer. El giro de Lacan se da pues en la otra cara del fantasma de castración, no se trata de perder a la madre, sino de no poder librarse de ella. El padre no es entonces el lugar del miedo sino el lugar de una interrogación, ante la cual el objeto fóbico se construye como respuesta; pues es mejor un objeto, por fallido que sea, a la angustia sin objeto, como se dará cuenta Freud muchos años después, 1926 para ser precisos, en Inhibición, Síntoma y Angustia.

     

    Historias de familia

     

    ¿Cuál es la estructura de esta familia en la cual el pequeño Hans deviene sujeto?

    Tenemos aquí algunas fuentes importantes con las cuales no se contaba antes. Lacan por ejemplo no tenía estas referencias. En primer lugar la entrevista de Fritzl a Herbert Graf “Memorias de un hombre invisible” en la cual es aclamado director de escena operático reconoce ser el pequeño Hans; tenemos además dos textos fundamentales, el escrito del padre “Max Graf” sobre sus “Reminiscencias del profesor Sigmund Freud” y la entrevista que Kurt Eissler hiciera a Max Graf, en 1952 –cuando éste tenía ya casi 80 años- entrevista que había permanecido clasificada en los archivos de la Fundación Sigmund Freud.

    Nos enteramos por estos documentos de numerosos hechos que será necesario precisar para intentar hacer una lectura de la situación de la familia Graf y su fantasmática posible.

    Max Graf había nacido en 1873 y moriría en 1958, se casaría en tres ocasiones, la primera de ellas con Olga Honing, la madre de Hans en 1898; días después de su divorcio de Olga, en noviembre de 1920, Max se casa con Roa Zentner y en 1929 con Polly Bastic (a la sazón de la misma edad que su hija Hanna). En 1938 emigra a Estados Unidos, regresa a Viena después de la guerra en 1947 y muere en 1958.

    Olga Honing, la madre de Hans, había nacido en 1877, era 4 años menor que Max. Era la sexta de siete hermanos, dos de los cuales se habrían suicidado y además habría una hermana menor con parálisis cerebral. Los Graf se divorcian en septiembre de 1920 y para octubre de ese año (veinte días después) Olga casa nuevamente conFranz-Josef Briychta. A partir de este momento se pierde el rastro de Olga y solo sabemos que murió después de la guerra en una fecha indeterminada.

    Olga había sido paciente de Freud y hay algunas breves menciones respecto de ella en la correspondencia de Freud con Fliess (carta del 22 de junio de 1897), por la que sabemos que se trata de una muchacha con sintomatología obsesiva dos de cuyos hermanos se habrían suicidado disparándose un tiro. Dice Freud:

    “Este verano tomé dos nuevos casos que van bastante bien. El último de ellos es una muchacha de 19 años con casi únicamente ideas obsesivas, lo que me ha dado mucha curiosidad, De acuerdo con mis especulaciones, la ideas obsesivas se remontan a una edad psíquica posterior y por lo tanto no necesariamente apuntan al padre, quien tiende a ser más cuidadoso con el niño mientras mayor sea éste, más bien apuntan a los hermanos ligeramente mayores, para quienes la niña no es todavía una pequeña mujer. Ahora, en este caso el Todopoderoso fue lo suficientemente amable para permitir que el padre muriera antes que la niña llegara a los 11 meses, pero dos hermanos, uno de ellos tres años mayor que la paciente, se pegaron tiros”[10]

    Respecto de este párrafo es necesario precisar, que fue escrito en el contexto de la teoría del trauma, en la cual Freud supone una seducción por parte del padre como causa de la neurosis. Como el padre de Olga murió antes de que la niña cumpliera los 11 meses, no se sostiene la idea de la seducción paterna como causante de la neurosis obsesiva[11], por esa razón Freud sospecha de los hermanos.

    No hay mayores comentarios –reconocibles-respecto de Olga en la obra de Freud, excepto una mención en una carta a Jung de 1912, en la cual Freud le menciona a éste que Olga está siendo analizada por su propio marido.

    Olga y Max se casan el 20 de diciembre de 1898[12], mientras Olga estaba en tratamiento con Freud.Es Olga quien introduce a su prometido Max en la amistad con Freud, y es ella quien le habla de las teorías del profesor, y de ahí a la conformación de una sólida amistad entre Max Graf y el sabio de Viena. Max Graf pasa a formar parte del círculo cercano de Freud y se vuelve asistente asiduo a las reuniones de los miércoles, en donde incluso presentará algunos trabajos y Freud le obsequiará uno “Personajes psicopáticos en el teatro” (1905). No exageraremos, me parece, si proponemos, que el fascinante profesor habría devenido para Max Graf una figura paterna.

    El padre de Max, Josef Graf, era un analista político, violento y malhumorado. En la entrevista con Eissler, Max Graf no duda en decir abiertamente -y a pregunta expresa- que le temía, que su método educativo consistía en palizas y del gran temor que tenía de ser golpeado por él. Nos preguntaremos –aunque siempre especulando pues no tenemos de otra- si este “buen padre” Max Graf no querría evitar ser para su pequeño Hans/Herbert, ese padre terrible que él de niño tanto había temido. Su no ser capaz “wagen” no obedecería a un fantasma de reparar en su hijo, eso que en él marcaría su propia infancia. El deseo es el deseo del otro. No encontraba Max en la relación con su hijo su propio mensaje en forma invertida.

    Volvamos a la relación con Olga. Y dejemos la palabra al propio Max Graf en su entrevista con Eissler:

    “¡Sí, por favor! Mi primera mujer era -o es- muy interesante, llena de espíritu, muy bella. No hay duda. Era una histérica, ¿no es cierto?[13]; eso que yo no podía juzgar para nada, en tanto era un hombre joven. En sus momentos de histeria -se trataba seguramente de histeria- era para mí también atrayente e interesante. Ahora bien, esta mujer después de un año antes de decidirme a casarme con ella fui a la casa del Profesor Freud, pues ella era todavía su paciente en esa época. Le pregunté si podía casarme con esta mujer, si su estado permitía casarse con ella. A lo que Freud me dijo: «¡Cásese. Lo que sucederá solamente es que usted encontrará placer!» Placer no tuve verdaderamente, pero es posible que yo fuera demasiado joven. Es posible que me hubiera realmente reído si hubiera tenido más edad. La cosa se presentaba simplemente así: por un lado estaba en el comienzo de una carrera de joven escritor, de joven crítico que quería imponerse, que quería progresar. Tenía la ambición de un joven talentoso habiendo ya publicado dos libros a los veinticinco años. Por otro lado mi mujer no quería aparecer en sociedad. Allí no se sentía segura, se sentía inquieta, no estaba cómoda. Y por esta razón evitaba ir. Pero he ahí que uno no tiene una mujer joven y bella para encerrarse en un departamento, no es cierto? He ahí una de las razones. Otra era que esta mujer se volvía de repente celosa de mis trabajos y que ella me rompió algunos. En resumen, después de un año fui a ver al Profesor Freud: «¡Señor Profesor, este matrimonio no anda!» Él estaba sorprendido y yo hice un nuevo intento. Pensé que los niños podrían probablemente cambiar la situación, pero no fue así.Resistí sin embargo dieciocho años y medio en este matrimonio hasta que los niños fueran bastante grandes para que yo pudiera irme tranquilamente, sin perturbar demasiado su desarrollo. La duda me vino solamente un poco más tarde, saber si no hubiera sido mejor irme más temprano. Yo no lo sé, ¿no es cierto?”

    Este pequeño párrafo lo dice todo. Max Graf ha pedido consejo a Freud –como se pediría a un padre- sobre la posibilidad de un matrimonio. El consejo “cásese” no fue afortunado. Pero Max no se hace cargo, prefiere dejar su destino en manos del profesor, como después lo hará con Hans.

    Max quería una mujer que sirviera como apoyo a su carrera de escritor y crítico musical. Sin duda que Olga no es esa mujer, detesta la vida social prefiere quedarse en su casa, uno no tiene una mujer joven y bella para encerrarse en un departamento, ¿no es cierto?”. Olga Tampoco se lleva bien con la familia de Max, especialmente con la abuela.

    “En presencia de gente ella siempre estaba inhibida, estaba sujeta a inhibiciones”

    Respecto de la vida sexual de la pareja tampoco quedan muchas dudas, como se desprende claramente de la entrevista con Eissler:

    “Los estados depresivos aparecían en ella siempre después de una relación sexual.”

    Y más adelante:

    “Hubo todavía otras cosas de las que no quiero hablar mucho más, que no han jugado. En un joven matrimonio se debería tener, digamos, alegría en el erotismo.”

    “Quiero decir solamente que después de cada, digamos, noche de amor, temprano a la mañana, aparecía un acceso [de depresión]”[14]

    Un dato, sin duda curioso, es la abierta omisión que Freud hace de todas estas dificultades al interior de la pareja, mismas que eran evidentes si tomamos en cuenta los datos proporcionados por Max Graf. Era también evidente que Freud debía conocerlos, a causa de su trato con Olga. Mas si observamos los comentarios que hace sobre los padres, en el estudio del caso, Freud relata una situación de lo más común y tranquila y aparentemente sin problema alguno y sin hacer la menor mención de estas desavenencias.

    Hay otra anécdota que nos arroja luz sobre el fantasma del padre. Éste cuenta que el uso de la letra “H” como inicial e los nombres de los hijos no era casual. Josiane Pratz, citando las minutas de la Sociedad Psicoanalítica de Viena, nos informa que Max tenía una curiosa conducta sintomática consistente en una fascinación por la letra “H”, la cual dibujaba constantemente.Esta fascinación marcó la elección del nombre de sus hijos (Hanna y Herbert). La inicial “H” provenía del nombre de su prima Hedwig, de quien había estado enamorado de adolescente. Podemos preguntarnos, si ya casado con Olga no estaba todavía enamorado de Hedwig. Max se sentía ligado a esta prima por coincidencias “telepáticas”. No es casualidad tampoco, que su propio padre, tanto como su abuelo se hubieran casado con sus primas.

    Es en este universo fantasmático donde Herbert Graf viene a nacer. ¿Cómo?, Max Graf lo dice claramente “pensé que los niños podrían cambiar la situación”. Es con esta expectativa, un hijo para salvar un matrimonio que Max decide hacerle un hijo a su mujer. El producto de este primer embarazo es una mola, lo que hoy llamamos un teratoma, una bola de carne, sangre, cabellos y uñas. Herbert es el segundo embarazo y Hanna el tercero. He aquí pues al pequeño Hans venido a nacer con la misión de ser la solución un matrimonio mal avenido.

    Nos falta un lado de la ecuación, la pregunta por el fantasma materno en que Herbert viene a colocarse. No lo sabemos.

     

    Freud, el padre.

     

    De lo ya trabajado hemos de plantearnos la posibilidad de que Freud jugara una función paterna respecto de Max, ¿acaso un gran Otro en el cual reparar a través de su hijo la relación con su propio padre? ¿Era Freud también un abuelo amoroso del pequeño Hans? No puede dejar de sorprender la siguiente anécdota misma que tiene dos versiones que han sido muy claramente contrapuestas por Ariel Perricone[15].

    En 1942, en su artículo “Mis reminiscencias del doctor Sigmund Freud” Max Graf Relata:

    Freud tenía un papel entusiasta en todos los acontecimientos familiares de mi casa; esto, a pesar de que yo era un hombre joven y Freud era ya de edad avanzada y sus cabellos maravillosamente negros comenzaban a encanecer. En ocasión del tercer cumpleaños de mi hijo, Freud le trajo de regalo un caballo de balanceoque por sí mismo llevó hasta arriba por los cuatro tramos de escalera que conducían a mi casa.”

    Freud regalándole un caballito al pequeño Hans Antes del estallido de la neurosis fóbica. ¿Es este el origen de la imaginería del síntoma fóbico?, el don del padre transmitido a través de ese “abuelo” Freud. Esto sería maravillosamente claro si el mismo Max Graf no hubiera dicho en 1952 que:

    » Quiero completar la descripción de Freud con algo que era característico de él: Después que el niño había sido curado, y fue su cumpleaños, Freud vino a mi departamento y cargó bajo su brazo, subiendo por los cuatro tramos de escalera, un caballo de madera de balanceo , el cual le fuera entregado a mi hijo como regalo”

    Prácticamente la misma historia, pero con una enorme diferencia. Mientras que en la primera el caballo es regalado por Freud antes del brote sintomático (a los 3 años), en el segundo relato el regalo ocurre a los 5 años, una vez superado el síntoma. Presagio y don significante de Freud para la simbolización del pequeño Herbert, o bien un testimonio, un trofeo conmemorativo del dominio del niño sobre el significante “caballo”. En ambos casos es Freud quien proporciona el significante.

    Max Graf también había consultado, y seguido, el consejo de Freud sobre un tema sumamente importante relativo a la misma identidad del pequeño Herbert, respecto de si sería adecuado educarlo como judío, la respuesta de Freud fue clarísima:

    «¡Déjelo crecer como judío pues si los judíos son tan oprimidos que deben luchar tanto y producir el doble que los otros, usted le sacará a este chico mucho de esta energía. Le hará bien dejándolo crecer como un judío!»

    Muy parecida es la versión que da Graf en sus Reminiscencias:

    «Si usted no deja que su hijo sea educado como un judío, dijo, lo privará de esas fuentes de energía que no pueden ser reemplazadas por nada. Él tendrá que luchar como judío y usted debería desarrollar en él toda la energía de la que tendrá necesidad en esta lucha. No lo prive de este beneficio».

    El devenir de la relación Freud – Graf no fue del todo bueno, ya que hubo grandes discrepancias, especialmente a partir de las teorías de Adler. El padre amoroso que fuera Freud se convertía en un hombre díscolo y frío cuando se le contradecía; un hombre que no admitía cuestionamientos a su edificio teórico. Se sabe de las difíciles amistades de Freud con Fliess y Breuer, luego con Jung y Adler y finalmente con Ferenczi. El propio Max Graf intentó mediar en el conflicto con Adler y el resultado fue un distanciamiento de Freud y el enojo del maestro.

    Max lo recuerda en varios fragmentos de la entrevista con Eissler, así como en sus Reminiscencias del profesor Sigmund Freud:

    “Traté de hablar de ello [de las diferencias con Adler] en mis charlas con el Profesor Freud, en particular en mi casa, dado que había trabado mucha más amistad con él. Lo invité varias veces a nuestra casa y debo decir que él venía muy a menudo. Aunque hubiera concluido un trabajo diario pesado y estuviera bastante fatigado. Hubiera ciertamente preferido quedarse en su casa. Y he vuelto a discutir muy a menudo, justamente, en el transcurso de esas veladas en mi casa de la oposición entre sus concepciones y las de Alfred Adler. Le dije una vez: mire señor Profesor, si usted ordena las piezas de monedas en un cierto orden. Digamos, una vez faz, dos veces Adler, tres veces faz, y así seguidamente. Si usted da vuelta las piezas de moneda la visión permanece exacta, ¿no es cierto? Se trata de la misma ley de distribución tanto de un lado como del otro. Lo que significa entonces que debe ser posible tratar una neurosis en el plano psíquico, sin embargo, debe también haber una posibilidad de tratarla igualmente en el plano somático. El profesor Freud lo aceptó. Me dijo solamente: «Pero nosotros disponemos solamente de una vía, la del camino psíquico».

    “Y cuando intenté, en una conversación con el Profesor Freud, encontrar un puente entre su teoría y las del Profesor Adler me retó de manera bastante enérgica diciéndome: «¡O bien usted lo acepta o no!». Eso me dio la impresión de que mi tiempo había terminado, ¿no es cierto? No quería participar en grandes discusiones de escuela que me recordaban las discusiones de los Concilios del primer cristianismo. No me sentía verdaderamente dotado para eso. Y así no fui más a las sesiones de la Sociedad Psicoanalítica. “

    “Posteriormente, después de que mi chico fue recibido cálidamente por Freud, yo no lo había visto durante algunos años -en el curso de los cuales la escuela se había vuelto internacional- tuve una entrevista con él y quería todavía hablarle, justamente del chico. Cuando llegué me recibió de manera bastante cerrada y poco amable. No pude conseguir llevarlo hacia una entrevista amistosa, como era habitual y le hice una pregunta: «Dígame Señor Profesor, francamente ¿qué pasa que usted cambió de tono con respecto a mí?» Él me respondió: «Sí, usted renunció a la Sociedad Psicoanalítica. No pagó más la cuota que usted debía y no participó más.» Sí, era verdad. Sí yo debía la cuota, no sé, era posible, ¿no es cierto? Pero vi que la conversación no se desenvolvía más sobre la antigua base de amistad y me despedí. No encontré más a Freud excepto algunas veces en la calle. Naturalmente lo saludé muy cortésmente, pues mi opinión sobre él no había cambiado. Pero él siempre miró de costado, con la mirada desconfiada.”

    He aquí uno de los ejes que quiero resaltar. Max Graf ha buscado un padre en Freud; un padre que le diga qué hacer con su vida, con su esposa, con su hijo. ¿Debe o no casarse?, ¿Debe o no educar al hijo como judío? ¿Qué hacer con la fobia del niño? Diríamos que se trata de la pregunta esencial de todo hombre ¿Qué es ser un padre? En todos estos devenires Freud jugó –sabiéndolo o no- un papel fundamental. ¿Cómo operó esto en Herbert Graf?

    El hombre que no fue Hans

     

    Hay un último punto que quiero tomar como referencia y es el futuro de Herbert Graf, El movimiento de construcción –deconstrucción- que va del pequeño Hans a ese “hombre invisible” que será Herbert Graf. Quiero hacer esta reflexión tomando como referencia a otro famoso paciente –este sí de Freud- Sergei Pankejeff, el Hombre de los lobos.

    Ya en 1922, Hans a la sazón de 19 años, luego de reconocerse y desconocerse a partir de lugares y fechas al leer la historia del pequeño Hans, Herbert Graf decide visitar al profesor Freud. Dice Herbert, respecto de ser el pequeño Hans:

    “No recordé nada de esto hasta años más tarde, cuando me encontré de casualidad con un artículo en el estudio de mi padre y reconocí algunos de los nombres y lugares que Freud había conservado sin modificación. En un estado altamente emotivo, visité al gran doctor en su consultorio de Berggasse y me presenté como el «pequeño Hans». Detrás del escritorio Freud se asemejaba a los bustos de los filósofos griegos con barba que había visto en la escuela. Se levantó y me abrazó afectuosamente diciendo que no podía desear mayor vindicación de sus teorías que el ver al alegre y saludable joven de diecinueve años en que me había convertido.”[16]

    El relato de Freud es casi idéntico:

    Hace unos pocos meses -en la primavera de 1922- se me presentó un joven declarando ser el «pequeño Hans», acerca de cuya neurosis de infancia yo había informado en 1909. Me alegró mucho volverlo a ver, pues lo había perdido de vista apenas dos años después de concluido su análisis, y llevaba más de diez años sin tener noticias sobre su destino. La publicación de este primer análisis realizado en un niño había provocado un escándalo grande, y una indignación mayor; le profetizaron al pobre joven una gran desgracia por haberlo «despojado de su inocencia» a edad tan tierna y convertido en víctima de un psicoanálisis.

    Ninguno de esos temores se cumplió. El pequeño Hans lucía su brillante juventud de 19 años. Aseveró hallarse totalmente bien y no padecer de males ni inhibiciones. No sólo había pasado sin daño la pubertad, sino que había superado una de las más difíciles pruebas para su vida afectiva. Sus padres se habían divorciado, y cada uno de ellos concertó un nuevo matrimonio. En consecuencia, él vivía solo, pero se mantenía en buenos términos con ambos progenitores, lamentando únicamente que la disolución de la familia lo hubiera separado de su querida hermanita.

    Una comunicación del pequeño Hans me resultó particularmente curiosa. Por lo demás, no me atrevo a darle una explicación. Cuando leyó su historial clínico -refirió él-, todo se le antojó ajeno, no se reconoció, no pudo acordarse de nada, y sólo cuando se topó con el viaje a Gmunden vislumbró algo así como una chispa de recuerdo de que podría haberse tratado de él mismo. Así, el análisis no había preservado de la amnesia el episodio, sino que él mismo había caído bajo ella.

    Creo que el punto esencial es el no recuerdo de Herbert sobre el pequeño Hans. Herbert Graf no se identificó con la historia del pequeño Hans y en esa medida pudo construir su propia historia, la de Herbert Graf. Pongamos como contraste el Hombre de los Lobos, que no Sergei Konstantinovich Pankejeff. El hombre de los lobos fue siempre la historia construida por Freud, luego por Ruth Brunswick[17] y luego por la IPA. Son las memorias del hombre de los lobos, un texto que Sergei Pankejeff nunca firma. El caso que se sostiene –y mantiene- del psicoanálisis y que sostiene al psicoanálisis. En la medida en que Sergei Pankejeff es el hombre de los lobos no es Sergei Pankejeff. Se ha convertido dirá Braunstein en el personaje de una novela.[18]

    Por el contrario, al pequeño Hans se le anticiparon futuros y se le construyeron pasados, historias, novelas, que no fueron las de Herbert Graf. No fue la pobre víctima inocente de un psicoanálisis como anticipaban los críticos de Freud, ni tampoco, como profetizara el mismo Freud, un chico que querría servir en la caballería.

    El mismo Max Graf señala que hay algunas cosas no normales en su hijo[19] ¿Cuáles serían y qué entendería Max Graf por normalidad?

    El mismo Lacan decía en las lecciones finales de su seminario sobre las relaciones de objeto

    “Juanito se sitúa en determinada posición pasivizada, y cualquiera que sea la legalidad heterosexual de su objeto, no podemos considerar que agote la legitimidad de su posición. Se acerca en este sentido a determinado tipo que no les parecerá ajeno a nuestra época, el de la generación de cierto estilo que conocemos, el estilo de los años 1945, esa gente encantadora que esperan que las iniciativas vengan del otro lado —esperan, por decirlo todo, que les quiten los pantalones. En este estilo veo dibujarse el porvenir de este encantador Juanito, por muy heterosexual que parezca.”

    Es muy difícil sostener esta tesis lacaniana. Herbert Graf fue todo menos un hombre pasivo. Fue un creador, quizá incluso un alborotador, como lo fue de niño. Y ciertamente fue un padre. Aunque existe el mito de que no tuvo hijos, tuvo en realidad dos, Werner Graff nacido en 1933 de su primera esposa (Lisselote Austerlitz), y luego en segundas nupcias con Margot Thuering una niña nacida en 1966. Hanna Katrina Graff. Como si hubiese resurgido esa respuesta que da al padre de niño “yo tendré mi propia Hanna”.

    Aunque sea un lugar común decir que el análisis del pequeño Hans fue un análisis fallido disto mucho de compartir dicha opinión. Creo que fue un análisis logrado en la medida de lo que la teoría y el método permitían en 1908. Se logró diluir el síntoma fóbico y apostaría aún que el principal logro del mismo es la amnesia de Herbert, esa amnesia que le permitió construirse su propia historia y construir una historia con su padre que no pasa por Freud. En pocas palabras podríamos decir: Herbert Graf no fue “el niño de los caballos”

    Que nos dice Herbert de su padre:

    Fue, por supuesto, un hombre extraordinario, el más extraordinario que he conocido… Se sentía igualmente cómodo en la filosofía y en la ciencia y estaba perfectamente capacitado para hablar de matemáticas con Einstein, lo cual hizo cuando se encontraron en los Estados Unidos. Fue un hombre universal, pero al mismo tiempo un auténtico vienés en todo sentido: sabía cómo disfrutar de un vaso (o más) de vino y de la compañía de mujeres bonitas. Una de mis memorias infantiles más vívidas es la de verlo en el estribo atestado de gente del tranvía, yendo al partido de fútbol del domingo al Hohe Warte, con una mano en la banderilla y con la otra empuñando su libro más preciado, una copia muy usada, llena de anotaciones, de la Crítica de la razón pura de Kant.

    Herbert Graf se convirtió en un creador en el campo de la música –en toda la extensión de la palabra ‘creador’- recordemos que su padre fue un famoso y reconocido crítico musical –un esteta musical se decía él-. El hijo se vio atrapado por el canto desde temprana edad. Según la entrevista del padre con Heissler desde los dos años de edad Herbert cantaba y es en el mundo de la ópera donde debutará como cantante en 1925. Para después construir hasta el fin de sus días en 1973 la profesión de “maestro director de escena de ópera” campo en que es reconocido como un creador absoluto, un “enfant terrible” se le llamará en la entrevista con Fritzl, un creador que revolucionará el mundo de la puesta en escena.

    Primavera 2009

     


    [1]Todas las referencias a la obra de Freud han sido tomadas de la edición de Amorrortu, Argentina, 1991. Entre paréntesis se indica el año de la publicación original.

    [2]Rizzo, F. Memorias de un hombre invisible, en Fort-Da, Revista de psicoanálisis con niños, Nº 10, noviembre de 2008. Argentina.

    [3]Eissler, K. Reportaje con Max Graf, en Fort-Da, Revista de psicoanálisis con niños, Nº 10, noviembre de 2008. Argentina.

    [4]Graf, M. Reminiscencias del Doctor Sigmund Freud, en Fort-Da, Revista de psicoanálisis con niños, Nº 10, noviembre de 2008. Argentina.

    [5]La diferencia en alemán entre las palabras “Geschichte” e “Historische”, ambas traducidas al español como “historia” implica una diferencia similar a los términos ingleses “story” e “history” en donde en primer caso se trata de un cuento un relato, mientras que el segundo correspondería a hechos objetivos. Así, los historiales clínicos de Freud son “Krankengeschichte”. En este texto usamos el término “historia” siempre en el primer sentido mientras que para el segundo usaremos “Historia”.

    [6]No podemos omitir los efectos de que las intervenciones y observaciones analíticas hayan sido hechas por el padre del hijo-paciente. Muchos caos similares encontramos en la Historia del psicoanálisis como Freud con su hija Anna, ésta con su sobrino Ernst (el niño del Fort-Da), Melanie Klein con sus hijos, etc.

    [7]Braunstein, N. Edipo Vienés, en Braunstein, N. (comp). El Discurso del psicoanálisis, Siglo XXI, México, 1986.

    [8]Deleuze, G; Guattari, F, El antiedipo, Paidos, Argentina.

    [9]Lacan, J. Seminario 4, La relación de Objeto, Paidos, Argentina.

    [10]Masson, J. The complete letters of Sigmund Freud to Wilhem Fliess, Belknap Harvard, 1985. La traducción es mía a partir de la versión en Inglés.

    [11]En el esquema del trauma, los síntomas histéricos eran ocasionados por una seducción anterior a los 4 años, mientras que los síntomas obsesivos eran efecto de una seducción posterior a los 4 años, como Olga tenía 11 meses cuando muere su padre, la seducción tendría que haber ocurrido por otra persona.

    [12]Muchas de las discrepancias respecto de las fechas recordadas por Max Graf en 1952, han sido pertinentemente aclaradas en un interesante artículo de Josiane Pratz. Pratz, J. El pequeño Hans y su Familia: datos históricos y biográficos, en Fort-Da, Revista de psicoanálisis con niños, Nº 10, noviembre de 2008. Argentina.

    [13]Como vimos, el diagnóstico de Freud era neurosis obsesiva.

    [14]Todas las notas entre corchetes son mías.

    [15]Perricone, A. El legado de Freud y la cuestión del padre en el caso del pequeño Hans, en Fort-Da, Revista de psicoanálisis con niños, Nº 10, noviembre de 2008. Argentina.

    [16]Cfr. Memorias de un hombre invisible…

    [17]Ruth M. Brunswinck. En Los casos de Sigmund Freud. El Hombre de los Lobos por El Hombre de los Lobos. Ediciones Nueva Visión, Buenos Aires, 1971.

    [18]Braunstein, N. La memoria la inventora, Siglo XXI, México, 2008. P.170 y ss.

    [19]En la entrevista con Eissler.

  • Editorial No. 19.

    Editorial No. 19.

    Vivo en una pequeña ciudad de provincia de México, soy psicoanalista en un lugar que no pasa de los 500,000 habitantes. La ciudad de Xalapa, Ver. tiene una tradición intelectual añeja que sólo se ve ensombrecida por el poder político priísta, que siempre ha gobernado esta región de Veracruz, y eso se refleja en todos los aspectos de la vida social: autoritarismo, verticalidad de los procesos de mando sociales, corrupción, compadrazgo, etc.
    La calle dónde vivo, a las afueras de la ciudad está rota en su pavimento de una manera violenta, hoyos enormes que los mexicanos llamamos baches, enormes fracturas que hacen peligrosa la circulación de vehículos y peatones. Hace no mucho tiempo era un lugar apartado de todo y no había líneas telefónicas que comunicaran la pequeña colonia dónde vivo con el resto del mundo – eso fue poco antes de los celulares, los smartphones y el internet – pero la calle tenía el pavimento en perfecto estado.
    En un momento dado, la ciudad empezó a crecer aceleradamente y terrenos que habían sido cafetales y plantaciones de diversos productos, empezaron a poblarse de gente que venía de fuera de la región, capitalinos que huían del temblor del ´85, fuereños que buscaban mejores oportunidades de vida (es mi caso), jubilados que eligieron esta bellísima ciudad como punto para que transcurrieran con serenidad sus últimos años, norteños que escapaban de la violencia que ha asolado al país en los últimos años, jóvenes que no encuentran lugar en la economía formal de ciudades más grandes, etc.
    No eran los únicos extraños en la ciudad, que siempre tuvo gente de fuera. Para ser una pequeña ciudad de provincia, tiene el placer y honor de poseer a la Orquesta Sinfónica de Xalapa que tiene renombre internacional, y que entre sus músicos tiene gente talentosísima de procedencia no sólo nacional, sino norteamericana, latinoamericana, europea, etc. También la Universidad Veracruzana tiene en su personal académico y de investigación, franceses, polacos, norteamericanos, españoles, y gente de todo el mundo que enriquece su composición y que la ha hecho un punto de encuentro para estudiantes de diferentes partes del país y del mundo. En buena parte, esos jóvenes universitarios, dan vida al resto de ciudad y la nutren con su buen ánimo.
    La ciudad ha crecido desmesuradamente en los últimos años, decía. Se calcula que es la que tiene más automóviles por habitante en el país, y precisamente eso se refleja hoy día en su tráfico que ha llegado a un punto desquiciante.
    El transporte público es muy malo y siempre ha sido un renglón descuidado en la administración de esta ciudad. Camiones viejos, contaminantes, destartalados, enormes, que no han dejado de circular y a los que se han agregado otros nuevos, enormes para el pequeño tamaño de las calles, que no hacen parada en dónde está dispuesto que la hagan y la hacen dónde no debieran, que no poseen ningún horario (¿Será posible algún día que haya algo así?) y que tienen, en general, un personal que no puede considerarse debidamente capacitado. Frente a estas deficiencias del transporte público se han multiplicado de una manera alarmante los taxis que albergan en su perfil de trabajadores, no sólo a asalariados que no terminaron una carrera universitaria, sino a profesionistas que no han encontrado lugar en el gobierno (lugar que da empleo a una parte importante de la población), la educación o la economía formal o informal. Ellos se comportan de una manera curiosa en general – desde luego hay muchas honrosas excepciones – y es que sabiendo que son la única alternativa para el transporte de la clase media frente al pésimo transporte público, actúan como si fuesen Bruce Willis en algún episodio de su interminable serie fílmica Die Hard o alguno de los motoristas de Mad Max, rebasando por la derecha, pensando que tienen prioridad sobre los automovilistas y no respetando al peatón. Todo esto es aceptado como una condición normal por el ciudadano corriente que quiere llegar a su destino para que no le descuenten el día, o para cubrir su puesto, hacer su negocio. Es parte del juego, y ha creado un problema más, todo mundo desea tener un coche y es un objetivo a alcanzar que complica más, el ya aturdido tráfico. De hecho, aquí el coche es un signo de status , que hace que la gente prefiera un auto nuevo a una casa cómoda o… a entrar a un psicoanálisis, a veces.
    En los últimos años, debido al crecimiento de la población, se han elevado los requisitos de insumos y servicios. Alrededor de la zona de mi casa se han establecido bodegas de una compañía que se denomina Grupo Bimbo. Comprende no sólo la fabricación de pan de caja de diversas manufacturas (indispensable para nuestra vida cotidiana en la era postindustrial capitalista), sino también la de diversos y deliciosos pastelillos calóricos o diversas marcas de galletas y golosinas que sólo producen obesidad. También, dentro de este grupo industrial, está una empresa asociada, que se llama Barcel que fabrica botanas, dulces, y bazofias dirigidas no sólo a la población adulta sino principalmente a las mentes en formación de los niños que se convertirán en consumidores indefensos de estos productos.
    Grupo Bimbo es una de las empresas de panificación más grandes del mundo. Líder en el continente americano, cuenta con más de 80 plantas y 800 centros de distribución localizada estratégicamente en 18 países de América, Europa y Asia. La Compañía, a través de sus principales subsidiarias, se dedica a la producción, distribución y comercialización de pan de caja, pan dulce, pastelería de tipo casero, galletas, barras de cereales, dulces, chocolates, botanas dulces y saladas, tortillas empacadas de maíz y de harina de trigo, tostadas, cajeta y comida rápida, entre otros. La Compañía fabrica más de 5,000 productos mediante, como: Marinela, Tia Rosa, Lara, El Globo, Oroweat, Mrs. Baird’s, Barcel, Ricolino, Coronado, La Corona, Milpa Real, Del Hogar, Ideal, Plus Vita, Pullman, Monarca, y Wonder, violando cualquier ley antimonopolio si es que existe.
    Asimismo, la Compañía tiene una de las redes de distribución más extensas del mundo, con más de 35,000 rutas y una plantilla laboral superior a los 95,000 colaboradores. Cómo decía, Grupo Bimbo se encuentra organizado en dos divisiones: productos de panificación, y botana salada además de confitería. Todo esto tiene también operaciones en Centro y Sudamérica. Por su parte, las operaciones de botana salada y confitería se encuentran agrupadas en Barcel, S.A. de C.V. Adicionalmente, el Grupo tiene negocios complementarios a sus operaciones principales, los cuales prestan servicios a las compañías del Grupo. La Compañía opera en las siguientes regiones: México, EE.UU., Latinoamérica, Asia y Europa.
    Mientras que con la marca Bimbo muestra una imagen de preocupación por la salud de la población, que promueve la sana alimentación y el crecimiento de nuestros niños; con la marca Barcel, presenta la cara de una empresa exclusivamente dedicada a buscar que obtengamos el mayor placer de la vida a través del consumo de sus productos. Las páginas web de ambas empresas son significativas en sus contenidos. Bimbo tiene una sobria presentación en colores frescos y básicos, suaves a la vista que presenta contenidos que llevan a vínculos como: Nutrisandwich, Más fuertes y sanos, Granos enteros, Recetas deliciosas, que combinan perfectamente con otros que hablan de Tu Equilibrio, Tu Familia. Es el pecho bueno kleiniano que alimenta, engorda y fortalece a sus hijos, se preocupa por nuestro bienestar y salud en todos los aspectos.
    Barcel por su parte, tiene una página web que inicia con fotografías que se van alternando y se combinan de forma sugestiva, alucinaciones no claras al principio que van tomando la forma definida de deliciosas botanas en las que no se habla para nada de la salud, sino que se nos invita a vivir intensamente, aunque un vínculo pequeño en relación a los otros se marca como: Mitos y realidades de las botanas. Allí se dice que las botanas no causan cáncer, que las botanas no son sinónimo de chatarra pues de acuerdo al Instituto Nacional de Nutrición no hay alimentos chatarra, todo está en saber equilibrar adecuadamente nuestra alimentación, o sea la responsabilidad del perjuicio no es de ellos, sino de nosotros, nos dice el pecho malo que no asume la responsabilidad de sus actos.
    El grupo Bimbo, es Jano el dios romano de dos caras, el poderoso de los comienzos y los finales, el día y la noche. Pulsión de vida y de muerte. Aquél que se llama Jano Patulsio y que sirve como portero para entrar a un lugar, y también Jano Clusivio el que está para cerrar la puerta y clausurar el paso. Es la imagen escalofriante de una criatura bicéfala o al menos de dos caras, que está para la verdad y la mentira, para nuestro bien y nuestro mal. Un ambivalente monstruo del que no podemos adivinar sus intenciones nunca.
    Vuelvo a la calle dónde vivo. Paso de innumerables camionetas que llevan los productos a las tiendas, supermercados y pequeños establecimientos, también recibe enormes trailers que han roto el pavimento sin piedad. La empresa no se hace responsable de ese perjuicio a los habitantes de la colonia e incluso alrededor de sus puertas hay pequeñas cajas negras alineadas a extremos de sus puertas y que dicen: Veneno. Tal vez, veneno para ratas, pero que también afecta a las mascotas de los habitantes de la colonia, perros o gatos en su mayoría.
    Para colmo, pusieron un almacén Bodega Aurrerá en la esquina, que sí facilita las compras diarias y hace accesibles muchos productos a los habitantes de la zona. Pero.. los arquitectos e ingenieros del armatoste , no se les ocurrió mejor cosa que derivar toda el agua (Desperdicios, Lluvia) sobre la calle habitada colindante, en lugar de la calle deshabitada con locales comerciales a su lado, y arrojar sobre los habitantes de la colonia en la calle, su mierda sin entubarla, además de desgastar todavía más el pavimento en fuertes lluvias cómo las que aquí se presentan… ¡Vaya cosa!
    Los automóviles de los habitantes de esta zona, tienen que sufrir con sus amortiguadores y suspensión, las averías en la calle, rota en extremo que la mejor atención que llega a recibir de esta gente son rellenos de cascajo a los hoyos espantosos que han dejado sus vehículos. Y no mencionaré ya los problemas de tráfico que ocasionan a los habitantes, que ya se los imaginarán. Una muestra de que lo que menos les interesa a las empresas es la salud, el bienestar o el beneficio de sus consumidores, a pesar de la cara de preocupación, deseo de servicio y solicitud hacia los ciudadanos.
    ¿Por qué esta anécdota? ¿Cuál el propósito de relatar parte de mi vida y mis tribulaciones personales en la editorial de Cartapsi 19? Es sólo una pequeña muestra de cómo opera el gran capital y la industria en nuestra realidad actual, vista por la opinión de un psicoanalista y del desinterés por el ser humano que está en el verdadero centro de sus ordenamientos. Y una muestra de cómo podemos aceptar como normal lo que en absoluto lo es, de cómo los psicoanalistas nos dirigimos a la realidad tratando de verla críticamente.
    Seguimos en el aire, hemos tenido un receso momentáneo que hace que publiquemos con retraso nuestro número 19, pero nuestra amistad y la intención de difundir el psicoanálisis mexicano es más presente que nunca y a partir del 20 seguiremos en línea a tiempo, una disculpa de antemano por su paciencia para encontrar nuestro material en línea actualizado.
    Hemos tenido un par de actividades públicas que demuestran que no sólo somos un presencia virtual en el panorama del psicoanálisis mexicano, y que estamos trabajando tanto o más como al principio nos lo propusimos. Les pedimos que esperen por nuestras próximas actividades durante el año 2014 porque tenemos grandes sorpresas para todos ustedes. Y no olviden que estamos también en Facebook como página: Carta Psicoanalítica.

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