Autor: Jorge garcia

  • Acerca del lugar del psicoanálisis ante el tratamiento institucionalizado al loco durante la modernización del sistema de salud mental en México.

    Acerca del lugar del psicoanálisis ante el tratamiento institucionalizado al loco durante la modernización del sistema de salud mental en México.

    Acerca del lugar del psicoanálisis ante el tratamiento institucionalizado al loco durante la modernización del sistema de salud mental en México.

    Por: Marco Antonio Macías Terríquez[*]

    Resumen

    Mediante una revisión documental se examina la influencia del psicoanálisis en la atención al sujeto loco en la institución pública de salud mental de México, a partir de una indagación en textos donde se hace mención vinculante del freudismo y la atención clínica psicoanalítica con la atención a las formas de locura nombradas “psicosis”; lo que necesariamente llevó a consultar las historiografías del psicoanálisis en el país, así como bibliografía no relacionada directamente con lo “clínico” o referido específicamente a la asistencia de dichos sujetos en la institución pública. El periodo temporal examinado de efectos del psicoanálisis en el proceso aquí llamado de modernización está datado a partir de la década de 1920.

    Palabras clave: Psicoanálisis, locura, psicosis, asistencia institucional, salud mental.

    Remarks about the place of psychoanalysis in the institutional treatment of the madness during the period of modernization of mental health system in Mexico.

    Abstract

    A documentary review about the influence of psychoanalysis is surveyed in relation of the attention of madness in the public institution of mental health in México. An inquiry hooked on texts where binding mention of Freudianism and the clinical psychoanalytic care is made, attending to forms of madness named «psychosis»; it necessarily leds to consult the historiography of psychoanalysis in the country, as well as bibliography not directly related to the «clinical» or referred specifically to the assistance of madness in the public institution. The time period in which the influence of psychoanalysis is processed is the so called modernization, that dates back to the 1920s.

    Keywords: Psychoanalysis, madness, psychosis, institutional care, mental health.

    “la verdadera Historia, pertenece al orden de los actos o de la práctica –por grandiosa que ésta sea– siempre está hecha de trivialidades.”

    1. Felman (1980) El escándalo del cuerpo hablante p. 109.

     

    INTRODUCCIÓN

    En las relatorías oficiales sobre atención a la salud mental en México las menciones concernientes a la influencia del psicoanálisis en las políticas de atención pública no permiten ubicarle por completo. El historiador de la medicina mental mexicana Héctor Pérez-Rincón ha calificado al psicoanálisis como “contrapunto saludable” en relación al auge de la psiquiatría organicista; pero aún habría de especificarse cual ha sido el alcance del mencionado contrapunto en los discursos y prácticas sobre los sujetos institucionalizados.

    Aunque la noción “salud mental” ha estado presente en la jerga psi de antaño, esta se estableció como modelo específico de atención (sistema de discurso y procedimientos) a mediados del siglo XIX. No obstante, para fines prácticos, se utilizará dicha noción en su sentido generalizado de atención profesional. De manera adyacente viene al caso especificar que el nominativo organicista –empleado aquí para nombrar cierta postura que centra su atención en la búsqueda e intervención de las patologías orgánicas que supuestamente condicionan las “enfermedades mentales”– no presupone una falta de humanitarismo en los profesionistas orientados en tal perspectiva (en general, pues no es exclusivo de algunos médicos, sino también otros profesionales ligados al campo psi). Cuando se revisan a fondo sus orígenes, la psiquiatría organicista parte de una premisa humanitaria: la intención de hacer un tratamiento en beneficio del loco; pero independientemente de lo que el loco asuma como su bien.

    Desde su formulación freudiana, el psicoanálisis ha sido una de las posturas consecutivamente críticas al discurso y las prácticas de la medicina mental; incluido el humanitarismo. La situación en México no es la excepción. Sin embargo existen lagunas sobre el lugar del psicoanálisis en las instituciones del país. Cuando se revisan historiografías oficiales sobre la atención a la salud mental en el país (generalmente elaboradas por psiquiatras) se encuentra que lo tocante a la función del psicoanálisis siempre es otra historia por narrar, nunca del todo elaborada. Este escollo empieza a ser tratado por investigadores que, desde tiempos recientes, se han avenido a ubicar metódicamente el lugar del freudismo y la práctica analítica en el país. Tales trabajos han tenido una tónica similar a la historización de la psiquiatría; pasando del recuento de los hitos (el establecimiento de asociaciones psicoanalíticas), al comienzo del análisis de las significaciones y efectos recíprocos de los discursos y la actividad de los psicoanalistas con los sujetos en atención; pero a diferencia de las relatorías sobre los personajes y los establecimientos de atención psiquiátrica –que dan la apariencia de una regularidad y concordancia entre los hechos institucionales y las actuaciones de los sujetos inmiscuidos en dicha práctica (cosa que parece insostenible)–, las del psicoanálisis reflejan posturas personalizadas, de grupo, así como intereses y discordancias.

    La discusión sobre el lugar que ha tenido el psicoanálisis en la atención y la política hacia los locos (sujetos diagnosticados y sancionados como “enfermos mentales” o “psicóticos”) –situación difusa y conflictiva que es menester esclarecer– aparece como indispensable si se pretende que el discurso y la práctica analítica sostengan un lugar ante el constante avance del proceso de anulación de la subjetividad que establece la tecnificación en la atención al malestar subjetivo; particularmente en la atención a los sujetos locos “psicóticos”.

    Dado que el objetivo radica en dar cuenta de una particularidad del devenir de las lógicas de atención al loco y a la locura en el país, no se abordarán a profundidad cuestiones como las discusiones internas del psicoanálisis respecto a las “psicosis”. Por centrarse en la situación de la relación medicina mental–locura–psicoanálisis no se exponen las convergencias con disciplinas enlazadas al tema (psicología, etnología, sociología, etcétera) o la presencia del psicoanálisis en intuiciones de otros ámbitos.

    Aunque necesariamente se recurrió a datos históricos, este documento no pretende ser la historia del psicoanálisis en la institución mexicana de salud mental; sino fungir como una advertencia para la posible práctica analítica con el loco y el abordaje de la locura. Antecedente necesario para quien, como el autor, esté concernido por la cuestión del loco y la locura, así como orientado hacia el estudio de los discursos del psicoanálisis y la psiquiatría.[1]

    EL PSICOANÁLISIS ANTE LOS SISTEMAS DE ATENCIÓN A LA LOCURA EN MÉXICO

    La atención a la salud mental en México tiene su prehistoria en la implementación de políticas públicas para el control social: la intención de modernizar al país y la instauración de un estatus político homogéneo para los habitantes del territorio en un ideario de nación; proyecto cuya raíz es la filosofía positivista de Auguste Comte, importada al país en época de Benito Juárez por Gabino Barreda. La construcción y devenir del Manicomio General de La Castañeda (inaugurado por Porfirio Díaz en 1910) y la Cárcel “Palacio negro” de Lecumberri, fueron ejes de la modernización del Estado. El positivismo y el plan de reingeniería nacional dieron las condiciones de entrada para la implementación de la higiene mental a partir de la década del treinta del siglo XX; desde los años del cincuenta el modelo asumido es el de la salud mental.

    En el Manicomio General los tratamientos médicos al loco fueron las sangrías, electroterapias, lobotomías, paludización, opiáceos, hipnotismo, hidroterapias, actividad física y la terapéutica ocupacional o laborterapia, entre otras. Las influencias teóricas de la medicina mental mexicana estuvieron orientadas por personajes como Emil Kraepelin o Pierre Janet, quienes hicieron acto de presencia en el país vía invitación expresa. El aparato manicomial de la atención y la estrategia higienista para la prevención de la locura resultaron ser un fracaso. El modelo de salud mental vigente en las instituciones es actualmente objeto de críticas por su tendencia a la atención protocolizada y masificada, que deja sin voz a la subjetividad.

    El advenimiento del psicoanálisis a México

    Se han encontrado antecedentes del interés por la literatura freudiana en la medicina académica de México desde el segundo decenio del siglo XX: se trata de cursos dados en la Facultad de Medicina de la entonces Universidad Nacional de México (después UNAM, al establecerse su autonomía) sobre psicopatología; también una tesis para obtener el grado de médico elaborada por Manuel Guevara Oropeza en 1923, titulada Psicoanálisis; además de cursos, traducciones de textos de Sigmund Freud y discusiones sobre el psicoanálisis o temas vinculados a este (donde se encuentra una insistente presencia de nociones propuestas por Alfred Adler o Carl Gustav Jung).[2] Un psicoanalista de apellido Gonzáles Pineda formó parte de la Sociedad Mexicana de Neurología y Psiquiatría a poco de ser fundada en 1937.[3]

    En medio de ese proceso de institucionalización académica,[4] el referente generalizado se ha ubicado en la presencia de Erich Fromm en la UNAM en 1949, entonces ya conflictuado con la International Psychoanalytical Association (IPA), fundador del Instituto Mexicano de Psicoanálisis (IMP); a quien se le adjudica la difusión de literatura humanística en el campo de la atención psi en el país.[5] Después Ramón de la Fuente encabezó tanto la extensión académica, editorial como la política de asistencia en las instituciones de atención a la salud, con su ecléctica propuesta de la psicología médica que daba cabida a los planteamientos psicodinámicos.

    Prácticamente a la par, en los años del cincuenta, aconteció el retorno de los primeros psicoanalistas formados en el extranjero, como Gustavo Quevedo, José Luis Gonzáles, José Remus, Rafael Barajas, Ramón Parres o Santiago Ramírez, entre otros; quienes emigraron a países como Argentina, Uruguay, Francia o Estados Unidos y que desavenían de la concepción frommiana del psicoanálisis; formando grupos y asociaciones: la Asociación Psicoanalítica Mexicana (APM), la Sociedad Mexicana de Psicoanálisis o la Sociedad Psicoanalítica de Monterrey, establecimientos ligados a la IPA. Aunque de manera no exclusiva, el eje teórico en boga era kleiniano.

    Un campo adyacente fue el de la criminalística, particularmente el interés por la determinación de la responsabilidad legal de los actos del loco. Ramón Carrancá, un jurista y criminalista, en 1934 escribió un ensayo donde elogia al psicoanálisis como herramienta para conocer la mente de los criminales, publicó un libro, aplicó psicoanálisis silvestres a reclusos y sostuvo correspondencia con S. Freud.[6]

    Desde otros costados el psicoanálisis se introdujo por vía de las inquietudes de escritores e intelectuales en la década del veinte. Personajes como Salvador Novo o Samuel Ramos se interesaron por las doctrinas de S. Freud. Respecto a estos primeros lectores y sus peculiares interpretaciones, Rubén Gallo los menciona respectivamente como: “un dandi gay, un filósofo conservador […] Novo usó a Freud para reivindicar las experiencias marginales de la sexualidad; Ramos, para diagnosticar las neurosis colectivas del país”.[7]

    En Guadalajara hay antecedentes con los médicos Carlos Corona Ibarra y Sergio Gorjón Cano, en contemporaneidad a los primeros freudistas agrupados desde el cincuenta en la región centro del país; en Monterey Rafael Barajas; en Veracruz Fernando Díaz.[8] Lo anterior es indicativo de que el psicoanálisis estuvo presente en otros espacios de la república en tanto práctica clínica; situación que en la historiografía del mismo ha quedado de lado por el centralismo. Juan Capetillo menciona que C. Corona, quien fue uno de los fundadores de la APM, a diferencia de algunos de sus contemporáneos sí había pasado por la experiencia del análisis.[9]

    Los gremios se han caracterizado por escisiones y desencuentros ante las discusiones y procesos sobre la teoría, la práctica, la formación y la habilitación de un sujeto como psicoanalista; de esto que las historias sobre el psicoanálisis estén escritas desde visiones partidistas.

    Fernando Gonzáles señala que las pugnas entre los psicoanalistas estaban centradas en la cuestión de la legitimación: ¿Quién autoriza al psicoanalista? ¿Cómo se autoriza a sí mismo un grupo para determinar lo que es o no el psicoanálisis?; lo común de los grupos en pugna es que desde los diversos frentes el psicoanálisis tenía que ver con lo extranjero: importar a algún personaje o formarse en otro país.[10] En la actualidad, además de un considerable número de asociaciones y grupos, el psicoanálisis tiene un lugar como materia de transmisión y discusión también en algunas universidades.[11]

    El que historiografías del psicoanálisis en México hayan ignorado la extraterritorialidad de éste, es un eje de análisis que José Velasco hace en su texto Génesis social de la institución psicoanalítica en México; de ahí que proponga una “análisis transversal” de la “génesis social”. Esa transversalidad “inconsciente” de lo político en los psicoanalistas y sus instituciones, como se verá, ha sido determinante para las posibilidades del psicoanálisis en la asistencia pública al loco.

    ¿Ha existido atención psicoanalítica a las “psicosis” en la institución pública mexicana?

    1. Pérez-Rincón en Breve historia de la psiquiatría en México abarca la relatoría de la atención a la salud mental en México hasta fines de la década de 1970, sin que aparezca ningún dato que vincule al psicoanálisis en la práctica institucional.[12] Guillermo Calderón dedica media página al final de Las enfermedades mentales en México al psicoanálisis y sólo comenta la conformación de grupos y sociedades psicoanalíticas durante el cincuenta y el sesenta, pero ninguna mención a la intervención analítica en la asistencia pública. Estos y otros relatores nada señalan respecto a dispositivos de atención basados en el psicoanálisis como alternativa al cierre de La Castañeda.[13] Por ejemplo sobre las Granjas de recuperación (uno de los proyectos que se dispusieron para desalojar el Manicomio general) no aparece ninguna alusión al psicoanálisis, pero sí a una lógica más ligada a las posturas organicistas como lo son el uso de fármacos, el electroshock, la psicocirugía, el encierro o la terapia de trabajo u ocupacional; tecnologías utilizadas en los establecimientos hospitalarios del Estado que relevaron al Manicomio general.

    No obstante la hegemonía organicista en la psiquiatría mexicana y la práctica institucional, el psicoanálisis ha tenido presencia e influencia en varias generaciones de quienes tienen relación de asistencia con sujetos “psicóticos”. S. Ramírez aseguró que:

    “la influencia que el movimiento psicoanalítico ha tenido en la psiquiatría mexicana es indudable. Gran parte de los miembros de la asociación [APM] ejercen influencia técnica y científica en diversas instituciones oficiales y privadas”.[14]

    Dicha influencia estaría presente también en diferentes áreas de la UNAM (el Colegio de Psicología, el Departamento de Métodos Clínicos de la Psicología), el personal psiquiátrico del Instituto de Neurología y Psiquiatría o el Pabellón de Psiquiatría del Hospital Militar. Lamentablemente en su “reseña panorámica” S. Ramírez no explicita en qué consiste y cómo “El personal psiquiátrico del Instituto de Neurología y Psiquiatría sustenta, orienta y encausa en el orden de una psiquiatría dinámica” en términos de una praxis o dispositivo de atención a las “psicosis”.[15]

    Según R. de la Fuente, en la década del cincuenta, los “avances terapéuticos” (es decir el cambio de disposición del médico hacia el loco, el acercamiento entre ambos) ahondaron la separación entre los clínicos interesados en el psicoanálisis y quienes sostenían la postura médico-psiquiátrica (léase organicista).[16] En su libro Psicología médica[17] –texto de divulgación que intenta sintetizar un amplio margen de posturas que integran lo llamado bio-psico-social, estableciendo una suerte de discurso estándar de las disciplinas psi– postula a lo psicodinámico como uno de los ejes para una medicina más comprensiva de la problemática de los padecimientos orgánicos y mentales. Respecto a la intervención de los psicoanalistas en el diseño de políticas públicas, en otro lugar indicó:

    “con algunas excepciones, los psicoanalistas han restringido su trabajo a la práctica privada, se han mantenido alejadas de los foros académicos y no han mostrado interés en el trabajo hospitalario ni en la salud mental pública”.[18]

    En un artículo de 1988 R. de la Fuente y coautores señalaban que de 1,108 médicos psiquiatras en activo 170 practicaban el psicoanálisis en México, la gran mayoría en el Distrito Federal (145); según datos de la APM y del IMP. De los psiquiatras con estudios complementarios, 50 tendrían alguna formación nombrada específicamente como “psicoanálisis”, otros tendrían formación como “psicoterapeutas”.[19]

    Posiblemente esa divergencia entre quienes eran nombrados como “psicoanalistas” o “psicoterapeutas” desde una formación académica fuese parte de las desavenencias entre los grupos y asociaciones. Para lo que interesa en este documento desafortunadamente no se menciona cuál es la injerencia de los psiquiatras orientados psicoanalíticamente en las instituciones públicas.

    Rafael Velasco también ubicaba al “advenimiento de la psicodinámica, que inspiró la creación de diversos métodos psicoterapéuticos” como uno de los factores que produjeron cambios en la práctica de la medicina mental mexicana tanto privada como institucional; los otros dos factores serían la práctica de la psicología clínica y los psicofármacos modernos.[20]

    1. Calderón aseveró que con la aparición del psicoanálisis la psiquiatría sufrió una completa transformación:

    “El entusiasmo por esta novedosa orientación de la psiquiatría, hizo que muchos especialistas abandonaran los viejos manicomios y se dedicaran a practicar el nuevo procedimiento terapéutico en sus propios consultorios”.[21]

    Cambio en los agentes de la salud mental ante los padecimientos subjetivos; que sin embargo no se reflejó en beneficio de una amplia población:

    “ya que los profesionistas al abandonar las gruesas murallas de los asilos, se refugiaron en los pequeños recintos de sus consultorios particulares, persistiendo el tradicional enquistamiento de la psiquiatría”.[22]

    En el 2014 Juan Ramón De la Fuente señaló:

    “El psicoanálisis dejó una huella profunda en la cultura occidental, sin embargo, el descubrimiento de los medicamentos psicotrópicos y el establecimiento de la psiquiatría moderna cambiaron la visión en la enseñanza, remarcando su importancia en la carrera de medicina y en la especialidad. Por otro lado, el desarrollo de las neurociencias y de las ciencias sociales en las últimas décadas ha traído consigo un avance en la clasificación de las enfermedades mentales y su tratamiento”.[23]

    En base a los autores citados pareciera fácil concluir que: o bien los psicoanalistas mexicanos de la época de la modernización del sistema de salud mental en el país no mostraron interés en la atención al loco “psicótico”, o bien que se autoexcluyeron de una lógica manicomial que se contrapone con la política del psicoanálisis.

    Pero desde otras narrativas se advierte que esos desenlaces sugeridos no dan cuenta cabal de la situación. El psicoanálisis siempre ha mantenido un interés vivo por la cuestión de las “psicosis” en los lugares donde se les localice, se les aloje o se les restrinja (que en muchas ocasiones ha sido en las instituciones de salud mental). En otras latitudes –pese a que la medicina mental por lo general ha llevado la batuta en el diseño de políticas públicas– existen ejemplos donde el psicoanálisis ha acompasado el transcurso de las lógicas y procedimientos de atención a la población, particularmente a sujetos considerados “psicóticos”. Esto ha seguido vaivenes, tenido sus momentos de auge y no ha sido un proceso homogéneo ni constante; que cada vez de difumina más con el avance de las prácticas para la normativación de la subjetividad. Se pueden mencionar en el conteniente americano a ciertas regiones de Estados Unidos y a la Argentina; pero el freudismo ha tenido presencia en prácticamente toda Latinoamérica.[24]

    Un escenario clave para ubicar la entrada del psicoanálisis a México es La Castañeda. El Manicomio General no sólo recibió la visita de E. Kraepelin y P. Janet (la presencia de este último habría propiciado la formalización de la psiquiatría como materia universitaria a partir de 1926), sino que se ha encontrado una vena de conexión entre la llegada del freudismo, cambios en las prácticas asistenciales y la psiquiatría en general. Cristina Sacristán menciona que José Mesa Gutiérrez, el primer director de aquel manicomio, impartía una cátedra de clínica psiquiátrica con lecturas de S. Freud.[25] El alienismo mexicano de la segunda década del siglo XX fue un suelo donde surgiría el freudismo en México, su protohistoria.

    Desde el análisis de J. Velasco el requerimiento de la atención al sufrimiento subjetivo y la necesidad de entender lo que se atiende como una “demanda” signa que alienistas mexicanos apelaran al psicoanálisis al revelarse como rebasada su disciplina por el loco y la locura; desborde que implicó un “desdoblamiento de demandas”:

    “ante el sufrimiento psíquico aparecido en un hospital psiquiátrico, en un espacio universitario, en una cárcel, en un barrio o comunidad marginados, hay quienes convocan el saber psicoanalítico, para transformarlo en otra cosa. La demanda va cobrando cuerpo.”[26]

    La doble demanda –tanto social como teórica– que puso en crisis al asistencialismo institucional de inicios del siglo XX.

    Según J. Capetillo el discurso del psicoanálisis llegó al país ante dos circunstancias:

    “1) La ausencia de historización en la percepción, cuidado y tratamiento de la locura en México en los últimos años del siglo antepasado y los primeros del pasado [siglos XIX y XX, respectivamente] y 2) El fracaso de La Castañeda como institución terapéutica de la locura”.[27]

    La primera situación denota una práctica asilar o manicomial, previamente existente a lo ejercido en La Castañeda, que carecía de registros sobre la historia de los sujetos de los cuales se ocupaba. En los primeros diez años del Manicomio General el único registro fue la marca del diagnóstico y la clasificación, basados en las significaciones del alienismo, lo que se estableció para sancionar al loco.

    Es hasta 1922 que la historia clínica se instituyó como una obligatoriedad en el expediente de los internados; época donde se localiza la presencia del freudismo, doctrina que habría entrado como guía para una psiquiatría de campo, para procurar entender el “fenómeno mental” más allá de la biografía del sujeto;[28] pero también como muestra de la afectación de algunos psiquiatras ante la insistencia de los internados en exponer una narrativa de su padecimiento contra la tecnificación diagnóstica.[29] J. Capetillo lo nombra “Tipología psiquiátrica contra relato del Sujeto”.[30] Ahí, en el Hospital General, en el Pabellón 16 se fundó un grupo denominado Estudios Sigmund Freud; que habría tenido participación también en el Hospital Infantil en la Ciudad de México.[31]

    Esa inquietud por sacar del atraso o inoperatividad de la atención asistencialista habría impulsado el interés de los médicos psiquiatras; provocando en los años del cuarenta la migración para buscar formarse en el extranjero y al regreso implementar cambios, ligados al psicoanálisis, en la institución de salud mental del país. La nueva generación de psiquiatras:

    “tomó consciencia del notorio atraso de la psiquiatría en México, de la falta de normas y requerimientos que regularan su ejercicio, de la incapacidad de recibir una preparación adecuada en el país; también adquirieron conciencia de la necesidad de que en el futuro existiera una escuela sólida, capaz de brindar preparación y entrenamiento, fue así como en los años de 1947 a 1950 muchos de sus miembros salieron al extranjero a recibir las enseñanzas correspondientes”.[32]

    A su retorno se fundaron los mencionados grupos y asociaciones orientados por el discurso psicoanalítico, que estuvieron ligados a la psiquiatría institucional del país.

    Pese a lo anterior, cuando se posibilitó una práctica clínica con el loco desde el psicoanálisis en la institución pública, una progresiva desligazón con la medicina mental institucionalizada sucedió dada la convergencia de las complejas problemáticas adyacentes y posteriores al movimiento revolucionario, del relevamiento del modelo del gran manicomio que era La Castañeda por la construcción de los Centros de Salud regionales en las crecientes urbes del país, así como la tecnificación de la práctica médica; situación coadyuvada por la migración en la década del cuarenta de los psiquiatras organicistas de España a México, generación de médicos en exilio que albergó a muy pocos adeptos al psicoanálisis.[33]

    También confluyeron las políticas sobre la regeneración u homogenización de las etnias del país que los regímenes postrevolucionarios reimplementaron (pues ya estaban latentes desde antes del porfiriato) y la migración de los mexicanos interesados en el psicoanálisis a otros países en busca de formación al término de la década del cuarenta. El entendimiento organicista de la locura convergió con el ideario postrevolucionario: durante el cardenismo se creó la Secretaria de Asistencia Pública y los locos entraron en la categoría de “débiles sociales”; situación que siguió dando camino a la práctica tutelar.[34] Las décadas posteriores se caracterizaron por la adopción de modelos de intervención provenientes del pragmatismo organicista norteamericano (modelos normativos elaborados para la masificación de la atención a la salud mental, por ejemplo el de la psiquiatría preventiva).

    Dato significativo es el contraste ocurrido en tiempos de Lázaro Cárdenas: la política médica de concepción organicista, en gran medida, bloqueó la emergencia de la práctica analítica en la institución de salud mental; mientras que el exilio de los republicanos españoles allegados a la filosofía, la literatura y el arte –en convergencia con los movimientos culturales autóctonos– abonó el ambiente que posibilitó la instauración del psicoanálisis como ligado al campo de la cultura y las humanidades: Octavio Paz, Rodolfo Usigli, Héctor Azar, José Luis Cuevas, Frida Kahlo, Mariano Azuela, entre muchos otros, se vieron influenciados por el discurso freudiano.[35]

    De los años del treinta a los del cuarenta, tanto en el ámbito intelectual como a nivel de la institución de salud en el país, personajes con fuerte capacidad de liderazgo como Raúl Gonzáles, Guillermo Dávila y Alfonso Millán eran a quienes se ubicaba en la “corriente psicoanalítica” de la psiquiatría mexicana (que posteriormente fundaría la corriente frommiana). Empero sus actitudes respecto a la locura desentonan con la política del psicoanálisis freudiana: sostenían concepciones degeneracionistas-eugenésicas (A. Millán participó en materia de legislación hacia el control del loco y en la práctica del narcoanálisis).[36] No obstante, según J. Capetillo, R. Gonzáles parece merecer una deferencia respecto a esto último, pues mostró madurez en el entendimiento del psicoanálisis y a diferencia de sus contemporáneos plateó una crítica al degeneracionismo (situación que evidenciaría un efecto del discurso freudiano).[37]

    Son localizables situaciones específicas de cómo en México se fueron desvanecido las condiciones para el ejercicio clínico psicoanalítico con las “psicosis” en las instituciones públicas: En el Pabellón 16 de La Castañeda, cuando se organizaba un servicio de atención psicoterapéutica con orientación psicoanalítica a iniciativa de R. Parres y S. Ramírez, el proyecto habría sido abortado por los ejecutivos del Consejo del hospital, los médicos A. Millán y Raoul Fournier (del grupo de los frommianos).[38] Otra oportunidad de orientar la atención desde el psicoanálisis en la Clínica de Neuropsiquiatría del Seguro Social se habría perdido cuando R. Gonzáles retornó de su formación en Nueva York y la admisión fue aplazada por R. Parres; súmese la subsecuente muerte accidental (o quizás trágica) de R. Gonzáles.[39] Una más habría acontecido alrededor de 1958, cuando Jorge Velasco fue candidato a ocupar la plaza de psiquiatría infantil en la Academia Nacional de Medicina, pero R. de la Fuente presionó políticamente para quedarse con dicha plaza (situación que E. Fromm respaldaría); circunstancia que propiciaría una primera ruptura del grupo de los frommianos.[40]

    En los mencionados casos el motivo subyacente sería el mismo: la pugna por la ostentación de lo que legítimamente es el psicoanálisis; pero también una lid por el monopolio de la atención clínica y hasta la asunción de la toma de poder político en la medicina mental. Esta cuestión se revela como uno de los elementos específicos, de cariz político, que han incidido en el lugar que el psicoanálisis ha tenido ante la atención del loco en el país.

    Cuestionamientos al discurso y la praxis psicoanalítica

    Para tomar ejemplos en los que el psicoanálisis ha tenido participación en espacios de discusión sobre el loco, la locura y su atención, se pueden citar un par de textos producto de congresos y discusiones que en los años del setenta y el ochenta se llevaron a cabo en México relativos a la cuestión del trato al “enfermo mental” y a los grupos vulnerables: El libro Razón, locura y sociedad recopila las ponencias y el debate del ciclo de conferencias de 1975; donde intervinieron Franco Basaglia, Marie Langer, Igor Caruso,[41] Thomas Szasz, Eliseo Verón, Armando Suárez y Guillermo Barrientos. En las transcripciones puede encontrarse el debate sobre el lugar del psicoanálisis respecto al marxismo, la ideología, la opresión, la liberación, la enseñanza de Jaques Lacan y otros tópicos; asuntos que en esa década estaban en auge. En las intervenciones resuenan señalamientos al psicoanálisis como práctica burguesa (alejada de la población con carencias) y la crítica a lo embotado del psicoanálisis institucionalizado. Se discierne que el psicoanálisis no tiene un lugar concreto en la atención a las “psicosis” más allá del consultorio particular.[42]

    En otro libro titulado Manicomios y prisiones, del I Encuentro Latinoamericano y V Internacional de Alternativas a la Psiquiatría celebrado en 1981, pueden revisarse discusiones y participaciones de Félix Guattari, Robert Castel o Franco Rotelli, entre otros; así como de psicoanalistas, psiquiatras y psicólogos mexicanos críticos a la institución de salud mental. Sylvia Marcos señalaba como métodos de opresión de la sociedad las tecnologías “psiquiátrica (electroshocks y fármacos)”, “psicológica (el condicionamiento operante)” y el psicoanálisis: “la tecnología psicoanalítica (identificaciones, transferencias a figuras paternas)”; denunciando el uso de estas técnicas para “extraer información y para torturar mejor […] como tecnología de control político y como medio de destrucción”. Advertía del uso del psicoanálisis como un poder utilizado para manipular, mediante “el amor filial de una pobre mujer latinoamericana”, para que esta “delate y traicione su adhesión y fidelidad a una causa”; el uso de “las terminologías psiquiátricas, psicológicas y psicoanalíticas para denominar los efectos de la explotación, del hambre y de la masacre en nuestro continente” o para la fabricación de caracterologías al servicio de la alienación social desde “la interpretación sociológica burguesa”.[43]

    A esas imputaciones se le podría señalar que mientras se habla de la libertad de la persona, paradójicamente se ubica al sujeto como objeto dependiente de las maniobras de cualquier técnico; prácticamente incapaz de ejercer crítica o tomar postura a partir de su situación. Como si el adherirse, militar, abstenerse o ser reaccionario ante determinada “causa” (lo que a fin de cuentas es una postura política) no fuese circunstancia también debida a la historicidad y la ubicación discursiva que disponen respuestas; se puede hablar entonces de sujetos no advertidos de su posicionamiento político. Igualmente se puede indicar sobre la circunstancia de solicitar, someterse o ser sometido a algún tipo de atención psi; no es un asunto que se reduzca en el ejercicio del poder. Aquí el sujeto está en juego y cada situación es específica; hasta en el caso de quienes son tomados como objetos de atención tienen que ser considerados desde la condición ética del semejante, en los límites que una “discapacidad” disponga. A este respecto la cuestión del loco “psicótico” puede ser particularmente complicada.

    No obstante, entre aquellos señalamientos (que reflexionarlos no significa desestimarlos) la autora declaraba: “psicólogos, psicoanalistas y psiquiatras latinoamericanos rechazamos esta ideologización de la miseria en nuestro continente”. Acusa la utilización de las disciplinas por los regímenes de control; pero al tomar la voz por los sujetos que las practican distingue a estos del uso manipulante.[44] La crítica igualmente fue sostenida por R. Castel: mientras el psicoanálisis y las múltiples derivaciones psicoterapéuticas contribuyeron para la modernización de la psiquiatría pública, a la vez habrían favorecido la psicologización de la vida cotidiana; para lo cual concurriría un tipo de cliente “movido por un hambre de psicología”. Asimismo criticaba la aparente postura apolítica del psicoanálisis.[45]

    Las referencias citadas hacen cavilar que ciertas prácticas y discursos que en México se nombraron psicoanálisis –como ha ocurrido en otros países– han tenido una relación con los pasajes cuestionables de la historia de la medicina mental en tanto estrategia de control social. Piénsese en las tipologías o caracterologías del mexicano: empresas de orden normativista que dan lugar a procesos de exclusión social; de lo cual F. Gonzáles puntualiza:

    “Pero lo que me parece más importante es que a un problema de poder [la pugna por el monopolio institucional de la legitimación del psicoanalista] se le intente recubrir con un discurso que hace alusión a un tipo de nacionalismo mexicano, o a una supuesta «psicología del mexicano», la cual no es ni psicoanalítica ni sociológica ni histórica, sino una especie de sociohistoria espontánea”.[46]

    Construcción de la que eran participes tanto agremiados de la APM como frommianos de aquellas épocas.

    Otra es la higiene mental, ideología y práctica regidora de las maneras adecuadas de vivir o preventivas de la “enfermedad mental”, la disciplinarización del cuerpo y de la mente por vía de la persuasión o sugestión; discurso del que los psicoanalistas mexicanos no han sido ajenos, pues en el momento del despliegue de los programas de salud mental basados en la higiene mental hubo la presencia de médicos vinculados al freudismo[47] (por cierto que el llamado psicoanálisis humanista o frommiano tuvo su nicho en el Departamento de Higiene mental de la UNAM). J. Velasco comenta el devenir e influencia en las políticas públicas, tanto de salud como educativas, del movimiento higienista en México; el interés de los higienistas se había centrado en los campos de la regulación de la sexualidad, la alimentación, la práctica del deporte, el control de los adictos a drogas o la civilidad de la población en general, haciendo énfasis en la vigilancia de la infancia y la moralidad de los adultos.[48] El mismo autor señala:

    “Ese papel protagónico tiene que ver con el enorme apoyo que tuvieron los médicos a partir de del siglo XIX por parte de gobierno mexicano, para que ellos se hicieran cargo de la salud mental […] los médicos tienen el encargo formal de emplear todos sus recursos teóricos y prácticos para hacer frente a la locura […] los médicos son protagonistas del movimiento higienista que impulsan bajo la tutela del gobierno […] En ese recorrido el psicoanálisis se va haciendo visible de manera contundente”.[49]

    Si lo anterior se concatena con las lógicas y finalidades de “reingeniería social” en los programas de gobierno para la modernización del sistema de salud, el efectivo lugar del psicoanálisis como discurso y práctica subversivos queda problematizado. Los señalamientos críticos hacia el psicoanálisis siempre aparecen cuando este es utilizado como una psicología normativista: aplicación de nociones teóricas para determinar el “carácter” o “personalidad” del mexicano o sancionar comportamientos como anormales; con lo que queda alineado a los objetivos de las ciencias de la conducta y la psiquiatría organicista. Algunos de esos ejercicios sobre el establecimiento de la “idiosincrasia del mexicano” fueron de lectores de S. Freud: Ezequiel Chávez y el ya mencionado S. Ramos, que revelan peculiaridades en sus elucidaciones no acordes con lo freudiano; en el caso de E. Chávez una apelación a la espiritualidad o mística en el ser humano; con S. Ramos resuena el discurso higienista. Lo común es que ambos suponen como su interlocutor al Estado mexicano –pues no hablan a un sujeto o grupo de estos, sino a la estructura de poder–, asumiendo una misión: la buena intención de la comprensión de aquello que está mal en el mexicano para su reencause, o quizás su salvación.

    Aparece una divergencia que necesariamente incide en el lugar que ha tenido el psicoanálisis en relación a la atención al loco “psicótico”. Por una parte como un tratamiento alterno al manicomio, que hace crítica del poder sobre los sujetos; por otra como una teoría y técnica utilizada por el propio sistema de control gubernamental para la manipulación de la gente ¿Cómo entender esta contradicción? Para continuar habrá que hacer una localización del sentido que el vocablo “psicoanálisis” ha tenido en el país.

    ¿A qué se le ha nombrado “psicoanálisis” en México?

    Como en otras latitudes, lo que se ha denominado en el país “psicoanálisis” ha pasado por una serie de interpretaciones, lecturas en ocasiones parcializadas, en otras confusas y hasta equívocas. Historiadores de este campo han mencionado cómo en la década del veinte y subsiguientes, durante los inicios de la psiquiatría profesionalizada en el país, las alusiones al psicoanálisis pasaban por las discusiones entre S. Freud/P. Janet, S. Freud/A. Adler o S. Freud/C.G. Jung; constituyendo una arenga teórica ya debatida desde el discurso freudiano (por ejemplo el uso de las nociones de “subconsciente”, “síntesis mental”, “degeneración”, “complejo/sentimiento de inferioridad” o “utilidad social”); así como las lógicas que sostienen los discursos y prácticas de la eugenesia o de la higiene mental. Pero también a cuestiones sobre la legislación e interdicción de los alienados o hasta posturas políticas basadas en circunstancias de afinidad ideológico-racial ante los conflictos bélicos.

    Durante los últimos años del auge de la higiene mental en México el psicoanálisis habría sido convocado como componente comprensivo para la implementación del higienismo; no sólo en el campo de las “neurosis” o “psicosis”, sino también en la intervención con procesos educativos, sociales y cultuales. La orientación psiquiátrica se estableció entonces en la psicosomática y la noción de “personalidad” se tornó eje del discurso. En esta situación se llegó a nombrar como psicoanalistas a psicómetras, orientadores educativos o a participantes en la corrección de sujetos con “comportamientos agresivos y deficiencias de la personalidad que tenían como base ‘alguna deficiencia orgánica’”.[50]

    Hasta la década del cuarenta otro factor es la ausencia de uno o varios actores específicos que sostuvieran el discurso y la práctica psicoanalítica en términos de una enseñanza doctrinaria (como en otras latitudes sucedió, que alguien se encargaba de fundar y sostener el psicoanálisis en determinada ciudad o región del orbe); pues las pequeñas agrupaciones de estudiosos del psicoanálisis tenían un carácter informal y los pocos intelectuales mexicanos (que no fueron psiquiatras) que tuvieron contacto con textos de S. Freud no buscaron establecer una práctica clínica analítica.

    Como se señaló, después de La Castañeda (donde se dieron los primeros acercamientos al freudismo) y de la extensión de la influencia psiquiátrica fuera del hospital con el proyecto higienista, una de las vertientes que se denominó psicoanálisis tuvo nicho en la Facultad de Medicina de la UNAM. Ya se ha mencionado la presencia de E. Fromm y su psicoanálisis humanista, después rebautizado como dialéctico.

    Pero es menester preguntarse: y en el humanismo frommiano, ¿cuál es el lugar a la cuestión del tratamiento a las “psicosis”? Víctor Saavedra en La promesa incumplida de Erich Fromm cuestiona la existencia de una técnica de abordaje clínico –congruente con los postulados teóricos– elaborada por E. Fromm; puntualiza que dicha elaboración quedó sin consecución, situación condicionada por los mismos resortes que mueven el pensamiento frommiano: la elaboración de una Weltanschauung, la no utilización del método psicoanalítico, el rechazo de la metapsicología, de la formación y función del síntoma, una lectura confusa de la transferencia –por ende rechazo de la formulación freudiana del inconsciente–, así como una suerte de ostracismo que llevó a dicho autor a no dialogar con los psicoanalistas que le fueron contemporáneos, ente otros factores.[51] Desde el discurso y tónica frommiana es difícil ubicar lo concerniente a la atención analítica de las “psicosis”, pues la formación se dirigía a la intervención educativa y social con un cariz trascendentalista; además de que, como Guadalupe Rocha señala, resulta confuso que quien se formara en el psicoanálisis humanista –considerado ciencia psicosocial– recibiese un grado académico de ciencia médica.[52]

    Una posibilidad es que el llamado a E. Fromm fuese la respuesta (formación de compromiso) ante otra demanda transversal adjudicada a la psiquiatría: el control de los “anormales”. Sujetos problemáticos no clasificables como “enfermos mentales”: los vagos, los alborotadores, los disidentes sociales y políticos, etcétera; aquellos que desde la infancia debían se cooptados en la familia, lo social, la institución de educación y los sistemas de producción de alimentos, bienes y servicios (que ya estaban en proceso de industrialización en el país). Tómese nota de hacia dónde apunta el discurso frommiano y que éste llegó justo en el momento del declive del discurso de la higiene mental a fines de la década de 1940 (que da cuenta de la caducidad de las nociones adlerianas y jungianas; pero sobre todo de un desplome de los efectos de la conducción de los sujetos vía la sugestión); quizás a manera de relevo ante el inminente fracaso higienista; y que dio paso al modelo de la “salud mental” como política de intervención psico-social protocolizada, establecido globalmente desde organismos internacionales en torno a la década de 1950.

    Posterior al retiro de E. Fromm, la psicodinámica (que amalgama las perspectivas interpersonales o culturalistas, la fenomenología, el existencialismo, etcétera) se academizó con el Departamento de Psicología Médica de la UNAM en 1955. Desde el ámbito de la psicología universitaria la psicodinámia se incluyó hasta los años del setenta; precedida por una década de psicólogos conductistas y en medio del debate académico sobre la base epistémica y aplicación de la psicología. Es de resaltar que lo psicodinámico generalmente ha sido un eclecticismo; por ejemplo en R. de la Fuente la psicodinámica tiene una resonancia más bien en P. Janet que en S. Freud.[53]

    Entre los disidentes a lo frommiano, entre los cuales estaban algunos clínicos de La Castañeda, aparece el tema del tratamiento a la “enfermedad mental”; varios de ellos habían tenido una experiencia clínica orientada psicoanalíticamente con las “psicosis” en otros países e impulsaban cuestionamientos al discurso organicista en la década del cincuenta.[54] G. Rocha cita a R. Parres, quien menciona que fue la exclusión del psicoanálisis en el tratamiento de las “enfermedades mentales” por parte de la psiquiatría oficial el motivo de la migración al extranjero; pero G. Rocha señala que, respecto al tal conflicto con la “psiquiatría oficial”, no queda claro a qué se refiere R. Parres con tal denominación.[55] Quizá R. Parres aludió a los médicos del grupo de los frommianos, con quienes se sostuvo la pugna por la legitimidad.

    Por otra parte, la medicina mental organicista, aunque no siga sus postulados, nunca ha sido del todo ajena al discurso psicoanalítico; y eso ha sido desde el comienzo con los escritos de S. Freud. Hay que tener en cuenta qué vertiente del psicoanálisis se difundía en la enseñanza psiquiátrica en general. No todo lo que se ha nombrado psicoanálisis ha sido necesariamente disidente a la medicina mental. Renato Alarcón señaló que el psicoanálisis (después de la Segunda Guerra Mundial) en América latina entró bajo la lectura anglosajona:

    “los psiquiatras latinoamericanos vemos a Freud y a la psiquiatría freudiana como un fenómeno típicamente norteamericano y, más específicamente aun, estadounidense […] la influencia norteamericana sobre la psiquiatría en Latinoamérica fue originalmente de naturaleza psicodinámica”.[56]

    Zenia Yébenes indica:

    “la visión orientada hacia la psicoterapia y el psicoanálisis en México los declaró [a los diagnosticados como “dementes precoces” o “esquizofrénicos”] irrecuperables […] Se propuso un modelo en el que la esquizofrenia era el fruto regresivo del surgimiento automático de las fuerzas primarias del ello, en un yo debilitado que sufría irremisiblemente sus efectos”.[57]

    En ese manejo de nociones resuena al entendimiento “psicodinámico” y fenomenológico. El siguiente apunte de Z. Yébenes es fundamental: una continuidad de las ideas de degeneración y regresión en diferentes marcos conceptuales (que para fines de esta exposición se pueden centrar en las vetustas distinciones de psicogenetistas u organogenetistas) que darían el aval de legitimidad científica para distinguir a los pacientes curables de los incurables:

    “el psicoanálisis y la psicoterapia que, tal como fueron comprendidos en México, suponían una prolongación de los antiguos anhelos del alienismo por la regeneración moral del nación”.[58]

    El psiquiatra Carlos Rodríguez mencionó en 1981 que las orientaciones psicoanalíticas en México han seguido influencias sucesivas: “ortodoxas frommianas, grupales, lacanianas u otras de mayor delimitación heterodoxa”; práctica clínica que ubica como “psiquiatría de ricos”; por ende la psiquiatría para los pobres sería la atención institucional masificada, aquella terapéutica de la hospitalización, de una lógica asistencialista. Pero aclaraba que tal divergencia no fue pura; las posturas de las terapias organicistas se confundirían con las psicoanalíticas.[59]

    Ejemplo de esto último podría ser el ya citado texto de R. de la Fuente Psicología médica. Cuando en dicho libro se hace referencia a la doctrina psicoanalítica se insistente en apelar a la supuesta falta de comprobación para las tesis sobre el lugar y la importancia de la sexualidad, calificándolas como especulativas o ya rebasadas. Un lector atento encontrará alusiones a las nociones y teorizaciones freudianas; pero sin empacho en mezclar proposiciones de E. Fromm o de C.G. Jung con las de S. Freud; posturas que en múltiples puntos y en sus consecuencias tanto clínicas como doctrinarias son divergentes. En no pocas ocasiones las referencias a lo freudiano son toleradas, pero con la condición de suprimir (o al menos difuminar) lo sexual; lectura muy influida por la ego psychology y vertientes interpersonales (culturalistas y humanistas). En un texto posterior del mismo autor, La patología mental y su terapéutica, aparece radicalmente la exclusión de lo freudiano del campo de la atención psiquiátrica (por tanto institucional):

    “las formulaciones psicodinámicas no metapsicológicas son válidas como aproximaciones a la verdad y a mi juicio deben mantener un lugar en el marco de la psiquiatría moderna”.[60]

    Si se hace un cruce de lo anterior se deduce entonces la existencia de varias orientaciones llamadas psicoanálisis, relacionadas con la atención clínica en instituciones públicas de salud mental:

    • En La Castañeda los alienistas/psiquíatras lectores de S. Freud.
    • Los agentes o profesionistas psi de la época de la higiene mental; ante la inexistencia del discernimiento de lo específicamente freudiano.
    • La perspectiva frommiana. Que fue relevada por la ecléctica psicología médica encabeza por R. de la Fuente; que daría el matiz psicodinámico (pero no freudiano) a la formación de psiquiatras en la UNAM.
    • En la que se formaron psiquiatras que buscaron hacer la especialidad en Estados Unidos, con una orientación nombrable como “psicodinámica”; para la época serían las vertientes interpersonales y la ego psychology (que seguiría la estructura de una postura tendiente a la positivización teórica y estandarización de la práctica, orientación que enarboló la profilaxis social y el higienismo). La frommiana quedaría ligada y fusionada a esta, perdiéndose sus límites en el eclecticismo.
    • Otro frente lo conformaron las “escuelas” argentinas (kleinianas) y francesas (previas a la escisión encabezada por J. Lacan) fomentado en grupos y asociaciones fundados por otros clínicos que emigraron del país para formase como psicoanalistas; cuyos sujetos de atención en buena medida serían de clases sociales con solvencia económica (a excepción de la atención dirigida a población abierta, que por lo general las asociaciones y agrupaciones ofrecen con cuotas módicas; una suerte de servicio social[61]).
    • Una serie de circunstancias se agregaron dada la irrupción de las mujeres en el escenario del psicoanálisis, con la formación de la Asociación Mexicana de Psicoterapia Analítica de Grupo (AMPAG) en los años del sesenta. A partir de la década del setenta hacia el ochenta la formación de otras asociaciones no supeditadas por la IPA, como el Círculo Psicoanalítico Mexicano; un nuevo frente editorial que difundió la literatura psicoanalítica dirigido por Armando Suarez; así como la llegada de los psicoanalistas exiliados por la represión y persecución de las dictaduras sudamericanas, muchos de ellos lacanianos, que se incluyeron en universidades y la atención asistencial institucional. Estas condiciones progresivamente abrieron el panorama de la formación y el ejercicio del psicoanálisis en México.[62]

    No son las mencionadas todas la orientaciones, vertientes, escuelas o sociedades que se han gestado en el país; como tampoco se pretende especificar la formación que hayan recibido los clínicos de este amplio periodo que comprende varias décadas;[63] pero ya estas reseñas permiten ubicar una heterogeneidad respecto a lo que ha sido nombrado o vinculado al psicoanálisis en la atención al loco “psicótico”.

    Además la situación de aislamiento entre agrupaciones no habría sido tan tajante como se desprende de los decires de algunos de los citados autores. Se sucedieron intercambios entre los implicados en determinados niveles (esto si se tienen en cuenta las discusiones y disputas por la determinación de la legitimación del psicoanalista); como lo sucedido en Guadalajara, donde Manuel Fernández (frommiano) y Enrique Torres (de la APM) participación en la fundación de la Asociación Psicoanalítica Jalisciense, o la inclusión de las discusiones sobre J. Lacan en los diversos gremios.

    1. Capetillo ha planteado seguir la dirección tomada por Hugo Vezzetti y diferenciar entre “freudismo” y “psicoanálisis” a partir de incluir la práctica psicoanalítica únicamente en el segundo término.[64] Lo enuncia así: “consideramos como freudismo: la mera función enunciativa del discurso, mientras que: psicoanálisis, incluiría esta función y, además, el ejercicio de la clínica psicoanalítica”. Propone la aparición del freudismo en La Castañeda y como inicio de la práctica psicoanalítica la década del cincuenta. Este acontecer lo establece en tres etapas: Recepción (1920-1931), implantación (1932-1948) e institucionalización (1949-1957).[65]

    Sin embargo, aunque facilite una distinción, la diferenciación freudismo (discurso) – psicoanálisis (práctica + discurso) no solventa completamente la situación. La propuesta admite ubicar al freudismo como una utilización de la doctrina psicoanalítica a manera de una Weltanschauung o concepción de mundo, característicamente acrítica y con fines de comprensión; como una ideología (lo que, en efecto, ha ocurrido; piénsese en los primeros acercamientos de los años del veinte en adelante, que buscaron una orientación para la aplicación de medidas preventivas-correctivas de las patologías mentales o la creación de mistificaciones de una mexicanidad); situación que supondría una contrariedad a la doctrina proveniente de S. Freud. Por otra parte llamar psicoanálisis a la práctica “ortodoxa” convoca a la discusión sobre qué es lo legítimamente designable como psicoanálisis y quién es psicoanalista; quién es freudiano y quién no (el debate más bien pasional de aquellos grupos psicoanalíticos en pugna). Aparecen preguntas que pueden tornarse bizantinas: ¿Hay psicoanalistas no freudianos? y su inversa ¿Freudianos que no sean psicoanalistas?, ¿Kleiniano, lacaniano, pero no freudista?, y n cantidad de combinaciones. Súmese los psicoanalistas que no se han formado en asociaciones o agrupaciones ni convergen con estas.

    Paul-Laurent Assoun ubica que el freudismo –su estructura y su procedimiento, sus resortes– está formulado para nunca convertirse en una Weltanschauung:

    “el ‘freudismo’ es lo que impide que el ‘psicoanálisis’ se reduzca a sí mismo, a su propia objetividad. Construir una etiqueta doctrinal añadiendo el sufijo ismo a un nombre propio no es algo raro. Lo que sí es singular es haber hecho coexistir esa ‘doctrina’ extrapolada de un nombre propio –el de Freud– con la ‘disciplina’ cuyo inventor fue el propio Freud, es decir, el psicoanálisis. Es un hecho histórico que el término ‘freudismo’ ‘duplicó’ muy pronto al término ‘psicoanálisis’ y que ha tenido una vida singularmente dura”.[66]

    Lo freudiano del psicoanálisis es una “huella crónica material e innegable de su acta constitutiva de fundación […] genealógica y arqueológicamente inseparable”.[67] El ser freudiano requeriría asumir el supuesto del inconsciente; reconocer la represión y la resistencia; apreciar la sexualidad edípica.[68]

    No obstante estos componentes han sido y siguen siendo materia de debate. En los años del setenta Gilles Deleuze y F. Guattari cuestionaban tanto el dispositivo como la doctrina freudista. Por ejemplo, de la denominada sexualidad edípica señalaban que era “El chantaje freudiano [que] consiste en esto: o bien reconoces el carácter edípico de la sexualidad infantil, o bien debes abandonar toda posición sobre la sexualidad”;[69] dando lugar a su propuesta no freudiana del esquizoanálisis.

    El ya referido R. Castel era categórico cuando, a contrapelo de los psicoanalistas (y las sociedades y agrupaciones que constituyen) que han postulado lo freudiano como contrario a las ideologías (particularmente crítico y subversivo con la medicina mental), definía lo que nombró psicoanalismo como: “un proceso de ideologización producido por el psicoanálisis”.[70] Consideraba que, a la vez que los psicoanalistas mistifican al psicoanálisis, eluden o llanamente callan sobre los problemas sociopolíticos y su relación con los sistemas de poder, absolviéndose con discursos retóricos de la responsabilidad de su práctica. Según el sociólogo francés, el psicoanalista:

    “Modifica la imagen característica de esa institución [el hospital] y con ella su eficacia social; inculca a los subordinados una doctrina y promueve una manera de tratar los problemas a partir de una relación de poder en la institución; interviene modificando el destino social de algunas personas al entregar diplomas y firmar certificados; alimenta el mercado de trabajo y quizás, cosa horrible a los ojos de algunos, hasta ‘cura’ enfermos”.[71]

    Eso no sería ni bueno ni malo; la insistencia está en no sostener al psicoanálisis como una práctica neutral, ingenua y ascética (¿o aséptica?) respecto a las formas del poder y la captación del sujeto y de lo histórico-social. R. Castel ejerció su estudio en los tiempos de una fuerte presencia del psicoanálisis en Francia y posteriormente en los Estados Unidos, cuando en lo institucional (universidad y sistema de salud) los psicoanalistas tuvieron espacios de tomas de decisión para orientar la práctica de atención pública en dichos países.

    Con lo ya revisado se puede establecer que en México no habría sucedido tal fenómeno de hegemonía del discurso y la práctica psicoanalítica en la institución pública de salud mental que asiste a sujetos considerados psicóticos. Sin embargo hay que tomar nota de los efectos de la extendida aparición de grados académicos ofertados por asociaciones o agrupaciones, donde se ofrece capacitación para el ejercicio del psicoanálisis; situación que justificaba a algunas de las hipótesis de R. Castel para ubicar al psicoanalista o al psicoterapeuta como un profesionista participe de un mercado de servicios.[72]

    La valoración de qué formas discursivas y prácticas llamadas psicoanálisis –que puedan ser consideradas como tales– no resulta obvia. Por no ser el objetivo de este ensayo la determinación de a qué sí y a qué no resulta válido nombrar psicoanálisis en lo acontecido en las instituciones de salud mental del país, no se aplicó la distinción freudismo/psicoanálisis (aunque ha sido inevitable que algunos personajes y situaciones mencionadas requirieron ser cuestionados respecto a esto); por la misma razón tampoco se han utilizado otros prefijos como post (que resulta redundante, ya que todas las alternativas son postfreudianas) y para o seudo (parafreudiano/seudofreudiano).

    Algunas coordenadas que pueden ser pertinentes (y debatibles) para ubicar la efectividad de lo nombrado psicoanálisis son: que aquellos quienes han postulado hacer psicoanálisis han partido de una orientación crítica en la Doctrina (no como una teoría finiquitada, sino como un saber en construcción); el requerimiento de pasar por la experiencia de acudir con un psicoanalista y ser analizante; dar cuenta de su práctica y los efectos de ésta; así como una postura ética hacia la singularidad del otro, que admite la paradójica relación entre síntoma y deseo. A lo anterior hay que agregar la utilización exclusiva del Método psicoanalítico (la no aplicación de medicamentos, técnicas del campo psicológico, hipnosis, homeopatía, masajes, adivinación, coerción, etcétera). Lo que en suma establece una determinada política del psicoanálisis que se ve reflejada como postura ética hacia el sujeto, pero también respecto a las lógicas institucionales o de control social. El análisis de esta índole tendría que hacerse situación por situación y caso por caso.[73] Un dispositivo para la atención del sujeto loco “psicótico”, que estuviese orientado psicoanalíticamente, asumiría en conjunto una ética y política analítica.

    En este punto se pueden señalar elementos que han condicionado el lugar del psicoanálisis ante la atención al loco y la locura en instituciones públicas de salud mental en México:

    • Las políticas públicas de control social para la modernización del Estado mexicano que dieron lugar a la institución de salud mental; que son incompatibles con la política analítica.
    • La respuesta de algunos personajes que fueron ligados al psicoanálisis a los fines de establecer una caracterología del mexicano; convocatoria proveniente del proyecto nacionalista.
    • Ante el fracaso del manicomio, la apelación al psicoanálisis como intento de comprender al loco, cuando la locura ya había rebasado los marcos y procedimientos del alienismo.
    • El interés de los clínicos en atender la locura, que les llevó a traer una figura reconocida o a salir del país para buscar formación como psicoanalistas.
    • El reforzamiento de la siempre presente postura organicista y la migración de médicos provenientes del exilo español.
    • El afianzamiento de los dispositivos de salud mental que siguen las políticas de atención masificada.
    • La disputa entre los grupos antagónicos; cada cual asumía ser quien legitimaba a los psicoanalistas; lid que provocó un continuo boicot de los proyectos de tratamiento orientado psicoanalíticamente en instituciones públicas.
    • Una diversidad de orientaciones llamadas psicoanálisis; en muchos casos desavenientes con los resortes de la clínica psicoanalítica; que además no necesariamente se orientan hacia la atención a las “psicosis”.
    • Las prácticas, también nombradas psicoanálisis, que han sido cuestionadas como comparsas del control social (la higiene mental).
    • La orientación de la medicina mental apostada en el organicismo y el control-normativación del pensamiento y la conducta; que al suponer un conocimiento científico sobre la “enfermedad mental” omite el cuestionamiento acerca del loco y de la locura.

    Todos esos elementos se articulan transversalmente con los momentos de la política y las condiciones de lo social que desde el Estado mexicano han tomado forma durante el fin del siglo XIX y el siglo XX.

    La situación de inadvertencia de las condiciones políticas en que estaban inmersos o que asimilaron los sujetos actores de cada circunstancia y momento histórico habrá que sumarla como componente de lo inconsciente que ha trastocado la posibilidad de un dispositivo clínico en lo institucional. El psicoanálisis en México, como las rivalidades entre grupos muestran, ha emulado “inconscientemente” el sistema político mexicano en diversas épocas; contexto que J. Velasco puntualiza: construcciones sobre el carácter del mexicano, a la par de los requerimientos del proyecto nacionalista; conformación de agrupaciones en pugna por la legitimidad, a la manera del corporativismo; justificación pública para el uso de la psicoterapia, al modo de los servicios institucionales que decretó el régimen postrevolucionario.[74]

    Una cuestión a profundizar es cómo en México los discursos y prácticas llamados psicoanalíticos (queden validados o no como freudianos) han participado en el sostenimiento de ideologías y del control social. Se trata de no hacer caso omiso a los reproches de los críticos al psicoanalismo y las psicoterapias. La historiografía crítica de la medicina mental ha procurado desentramar las lógicas discursivas que han sostenido las prácticas para el control social. Pero resultaría ingenuo pensar que el psicoanálisis no participa de la transformación y creación de los sentidos de lo singular, lo social, lo cultural, la salud y las formas de malestar subjetivo; por ejemplo el loco y la locura.

    Empero, hay psicoanalistas que atienden a sujetos “psicóticos” en México

    A pesar de los intentos fallidos en las instituciones del Estado, se puede afirmar que el psicoanálisis en México ha producido modificaciones análogas a lo sucedido otras latitudes. Siguiendo a Charles Brisset, se trata de dos efectos en la relación con el loco: “el quebrantamiento de los marcos de referencia y el acercamiento al enfermo”.[75] Si se pone atención en que quienes practican el psicoanálisis se ven cuestionados por su relación con la locura, en tanto el contacto con el nombrado “psicótico” afecta en la propia subjetividad –de ahí el distanciamiento con las políticas manicomiales–, no es sostenible alguna sugestión de una mera indiferencia de los psicoanalistas mexicanos (al menos no de todos) a las prácticas y políticas para el tratamiento del loco y la locura.

    Otro factor en juego es una actitud, en ocasiones cerrada al diálogo, de algunos profesionistas y titulares de instituciones de salud mental o asistencial hacia el psicoanálisis. Con el pretexto –nunca argumentado ni evidenciado– de que el psicoanálisis no serviría para “enfermos mentales” se ha llegado a coartar la posibilidad de la atención orientada analíticamente. Este tipo de actitudes tienen como una de sus raíces la divergencia respecto al entendimiento del psicoanálisis sobre malestar, el síntoma o las formas de la locura (su función en la subjetividad), que determinan la orientación y fines del dispositivo analítico; una disparidad con los determinantes del discurso de la psicopatología que estipulan los procedimientos de las disciplinas o terapéuticas del campo de la salud mental, emuladores del modelo médico.[76]

    Con la diversidad respecto a lo que se ha nombrado psicoanálisis se han creado espacios para la atención al loco y la locura que han declarado seguir una orientación psicoanalítica. Algunos ejemplos: Silvia Radosh e Irene Lenz mencionan que en la AMPAG “Se trabajaba con niños, adolescentes, adultos, parejas, familias y psicóticos” en la clínica.[77] Otro antecedente es la Comunidad Terapéutica del Estado de Michoacán (fundada por egresados del Instituto Mexicano de Psicoterapia Psicoanalítica de la Adolescencia) que estuvo en funciones durante el periodo de 1982 hasta 1987. A instancias de psicoanalistas como Juan Carlos Plá y Esperanza Pérez de Plá, entre otros, se creó el grupo Teseo; en 1987 se fundó la Asociación Mexicana para el Estudio del Retardo Mental y la Psicosis, en la primera década del 2000 el Espacio de Desarrollo Infantil e Intervención Temprana; también el Centro psicoanalítico Monte Albán para Adultos con psicosis.[78]

    Cambios en el trato al sujeto institucionalizado han sido efecto de generaciones de profesionistas del campo psi (psiquiatras, psicólogos, trabajadores sociales, enfermeros, cuidadores, etcétera) que se vieron concernidos por el psicoanálisis, así como de los movimientos antipsiquiátricos y el auge de trabajos sociológicos en la materia. Valga un caso en una institución pública: habría sido durante la jefatura del periodo entre los años del ochenta y del noventa del siglo pasado que se abrieron las puertas del Servicio de psiquiatría del Hospital Civil de Guadalajara (entrada que había estado cerrada de antaño), se reduce el espacio físico del pabellón y se propone un modelo de Comunidad terapéutica que no logró consolidarse por la incompatibilidad con el funcionamiento del mismo hospital.[79]

    Los anteriores se mencionan para ejemplificar, pues no es viable hacer aquí el recuento de todos los espacios fundados que han estado orientados para la atención al loco “psicótico” (o al menos generaron algún movimiento tendiente hacia la desmanicomiación). Lo que destaca es que los dispositivos han sido fundados por fuera de la institución gubernamental; situación que se discierne como motivada en buena medida por la incompatibilidad con las políticas asistencialistas. Es de notar que con la pérdida de la hegemonía médica en las agrupaciones psicoanalíticas, a partir de la década del setenta –emparejado con el auge del discurso lacaniano–, analistas empezaron a hacer incursiones en establecimientos psiquiátricos;[80] como en su memento sucedió en la Clínica San Rafael en años de esa misma década, en que se instauró un servicio de Salud Mental Comunitaria donde participaron psicoanalistas como integrantes de un equipo interdisciplinar.[81]

    Practicar el psicoanálisis es abrir una puerta para contactar con el loco y la locura. El psicoanalista –aquél que esté advertido de las formas en que la locura se hace presente– puede ubicar con criterios disimiles a los de la psicopatología médica la condición de un padecimiento subjetivo severo. A los consultorios de los analistas (sean particulares o en servicios públicos) llegan o son llevados sujetos en dicha condición; es inevitable que la actividad del psicoanalista, en cualquier situación que se despliegue, llegue a ponerlo en contacto con el loco y la locura (familiar, social, institucional) que lo circunda.

    En seminarios, coloquios, conferencias, publicaciones y demás dispositivos de transmisión los psicoanalistas –agremiados o que sostienen una práctica independiente de las asociaciones y agrupaciones– continúan dando cuenta de su labor con estos sujetos. Evidencias de que existe una práctica psicoanalítica con el loco y la locura; que dada la estructura y condiciones del dispositivo analítico (la confidencialidad, los criterios de orientación sobre las condiciones del sujeto, el tiempo necesario para el despliegue del tratamiento, las contingencias de cada situación, etcétera) no puede verse reflejada en estadísticas de atención, como en el aparato institucional médico. Como se mencionó, hacer el rastreo de todos los psicoanalistas que en cada consultorio, en la institución u otros dispositivos atienden a sujetos locos o que portan locura es inviable y hasta desaconsejable. La atención analítica al sujeto “psicótico” existe, pero como una práctica en la confidencialidad.

    CONCLUSIONES

    Las siguientes conclusiones se proponen como provisionales, dado lo limitado del material consultado. Este escollo puede deberse, como se mencionó previamente, a que la literatura psicoanalítica elaborada por autores mexicanos o aquella que sea referente a la materia de elucidación del presente ensayo, está muy dispersa y es relativamente inconstante en su elaboración o que no ha estado al alcance del autor del presente documento. Es posible que haya hecho falta una producción y difusión mayor de documentos que abordasen la práctica psicoanalítica en instituciones públicas del país o que éstos ya no son fácilmente asequibles.

    En México, no obstante que los primeros clínicos ligados al psicoanálisis fueron psiquiatras y trabajaron en instituciones públicas de salud mental, el psicoanálisis y la medicina mental institucional han transitado por senderos diversos respecto a la política pública establecida de atención a las “psicosis” en el proceso de modernización de la institución asistencial.

    La literatura consultada sugiere que en las instituciones públicas la práctica clínica del psicoanálisis no ha tenido un lugar específico como dispositivo; no se encuentran sistemas de atención, orientados en el psicoanálisis, en las instituciones del Estado mexicano. A lo sumo ha habido experiencias de atención analítica sostenidas por clínicos o por agentes que tuviesen afinidad al psicoanálisis.

    Eso no es un aspecto de menor importancia. En el ámbito de la atención al loco los cambios se han dado por iniciativas de sujetos cuestionados por la locura; no así desde las políticas sanitarias o los avances de la tecnología, como la apariencia de lo que se supone condiciona el abordaje científico de las “enfermedades mentales” podría indicar. Martha Mancilla lo menciona respecto a los manicomios: “Los pocos cambios registrados al interior de estos establecimientos fueron producto de la iniciativa personal de los directores en turno, y no de una política médica generalizada”;[82] lo que hace conjeturar que se trata, en cada ocasión, de una singularidad para el trato al loco en el país.

    Un elemento toral es que tanto en su “génesis” en el marco de la atención a la locura a principios del siglo XX como en subsiguientes situaciones, el psicoanálisis ha sido convocado por aquellos que tiene una práctica con otros sujetos; ahí donde los marcos de referencia teóricos y las intervenciones protocolizadas son rebasados por las demandas, donde la subjetividad apremia. No así donde prima el componente ideológico, la normalización y el control social tomado como científico; lugar desde donde frecuentemente se diseñan las políticas estandarizadas de atención en materia de salud mental dirigidas a la población, que por lo general no toman en cuenta la voz de los sujetos sobre los que se ejercen.

    Recapitulando: Donde se le ha dado cabida el psicoanálisis ha permeado en instituciones públicas y tenido resonancia según las condiciones determinadas por las épocas y el entendimiento de lo freudiano. Ha generado cambios en la forma de la relación de asistencia, propiciado un acercamiento al padecimiento y logrado moderar la objetivación de los sujetos atendidos. El primer cambio sería consecuencia del freudismo convocado ante la desilusión del no-poder curar la locura desde la segunda década del siglo XX, fracaso que J. Capetillo apostrofa como “médico-psiquiátrico”; una subsecuente apelación al psicoanálisis en los años del treinta fue para la comprensión de algo que puede llamarse la locura de lo social (que si bien supuso la ingenua intención de guiar a los sujetos hacia la higiene mental o “lo bueno”, da cuenta del fracaso que supone utilizar al psicoanálisis como una teoría comprensiva para el control social), que sentó las bases para el llamado al psicoanálisis humanista desde la década del cincuenta; otro freudismo se tejió en las décadas del sesenta y setenta con la afluencia de orientaciones psicoanalíticas críticas al sistema político y las instituciones del Estado. Junto al caleidoscópico discurso genéricamente llamado antipsiquiátrico y la crítica social, la llegada del lacanismo supuso otras coordenadas para el cuestionamiento sobre el loco y la locura, así como el discurso y la práctica del análisis.

    No obstante que un dispositivo analítico no fue localizable como modelo en el diseño de las lógicas y programas institucionales públicos, en algunos lugares ha habido quien lo practique y su influencia ha marcado cambios en el trato al loco y la locura. La práctica ha sido desplegada en su mayor parte en consultorios particulares, grupos o asociaciones y en algunas universidades públicas, que en buena medida han fungido como alternativa a la dominante postura normativista sobre la locura y otras problemáticas subjetivas. Por un carácter de aplicación masiva, pragmática y cortoplacista (es decir, un criterio que ha pretendido economizar en materia de recursos financieros la atención a la salud mental) se han privilegiado otras opciones de tratamiento en los sistemas de salud pública del Estado.

    La cuestión de si el psicoanálisis y los analistas han estado o han sido relegados de la atención pública al sujeto loco “psicótico” en México no sólo concierne a los discursos y las políticas hacia el loco, sino a los actores de dichas políticas encausadas hacia el asistencialismo y el control de la locura. Pero la insistencia del psicoanalista con el loco se corresponde a lo que J. Lacan señaló como el no retroceder ante la psicosis, que es también no retroceder ante la locura; incluida la institucional y la del Estado.

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    [*] Psicoanalista. Maestro en Psicología Clínica por la Universidad Autónoma de Querétaro. Responsable del Área de Psicología Clínica en Organización Puente de la Institución a la Sociedad A. C. en la ciudad de Guadalajara, México.

    e-mail: maciasterriquez@gmail.com

    [1] Una versión previa de este trabajo se presentó en el Coloquio “Locura y lazo social. Diálogos acerca del malestar subjetivo”; realizado en la ciudad de Guadalajara, México, los días 28 y 29 de abril de 2016.

    [2] Cf. Capetillo, J. (2008) “CUERPOS SIN HISTORIA. DE LA PSIQUIATRÍA AL PSICOANÁLISIS EN MÉXICO” p. 208, Capetillo, J. (2010) La emergencia del psicoanálisis en México. 1910-1957; tesis doctoral, pp. 118-122.

    La tesis de Guevara Oropeza puede consultarse en Villaseñor, S., Rojas, C. y Garrabé, J. (2011) Antología de textos clásicos de la psiquiatría latinoamericana.

    [3] Cf. Dupont, M. “Breves noticias sobre la Asociación Psicoanalítica Mexicana y el psicoanálisis en México” en Reynoso, M. (2012) Historia del psicoanálisis en México. Pasado presente y futuro p. 79.

    [4] Para la contextualización de la situación política y los conflictos con el régimen de Estado por los que atravesaba la entonces UNM, que concluyeron con su declaración de autonomía –época en que converge la introducción del psicoanálisis a ese campo de lo universitario– cf. Velasco, J. (2014) Génesis social de la institución psicoanalítica en México pp. 158-177.

    [5] Datos de las vicisitudes del periodo en que Fromm estuvo en México y el grupo que se conformó entorno a él son señaladas en Saavedra, V. (1994) La promesa incumplida de Erich Fromm.

    [6] Cf. Gallo, R. (2010) Freud en México. Historia de un delirio pp. 211-245 y cf. Gallo, R. “Freud y Stalin en México” en Reynoso, M. (2012) Op. cit. pp. 21-42.

    También Velasco, J. (2014) Op. cit. pp. 132-145; donde se narra sobre otro abogado José Dávila y el criminólogo Alfonso Quiroz, también interesados en las tesis freudianas. En este mismo tenor Cf. Ríos, A. (2016) Cómo prevenir la locura pp. 157-191.

    [7] Gallo, R. (2010) Op. cit. p. 19.

    [8] Cf. Villaseñor, S. (2006) Voces de la Psiquiatría pp. 243-275 y cf. Velasco, J. (2014) Op. cit. pp. 271-272.

    [9] Cf. Capetillo, J. (2010) Op. cit. pp. 159 y 174.

    [10] Cf. Gonzáles, F. (2011) Crisis de fe. Psicoanálisis en el monasterio de Santa María de la Resurrección, 1961-1968 p. 66.

    [11] Sobre hechos histórico-sociales, políticos y científicos en derredor del surgimiento del psicoanálisis en México –que caracterizan su tardía implantación y la presencia de grupos antagónicos de origen–: Capetillo, J. (2010) Op. cit. Para más datos sobre la situación de las agrupaciones se puede revisar Rocha, G. (2001 [1998]) Las instituciones psicoanalíticas en México (Un análisis sobre la formación de analistas y sus mecanismos de regulación). En el artículo de Susana Rodríguez “Ensayo historiográfico del psicoanálisis en México” también se localizan acotaciones y referencias de las vicisitudes de los movimientos psicoanalíticos (Rodríguez, S. [2011] Trabajos del psicoanálisis). Lecturas testimoniales de las cuestiones referentes a las asociaciones y grupos psicoanalíticos en Reynoso, M. (2012) Op. cit.

    [12] Cf. Pérez-Rincón, H. (1995) Breve historia de la psiquiatría en México.

    [13] Cf. Calderón, G. (2002) Las enfermedades mentales en México: desde los mexicas hasta el final del milenio.

    [14] Ramírez, S. (1971) “HISTORIA DEL MOVIMIENTO PSICOANALÍTICO EN MÉXICO” pp. 42-43. El corchete es mío.

    [15] Cf. Ibid. p. 43.

    [16] Cf. De la Fuente, R. “Historia de la psiquiatría en México” en Mariátegui, J. (1989) LA PSIQUIATRÍA EN AMÉRICA LATINA p. 144.

    [17] Idem. (1992) Psicología médica.

    [18] Idem. “Historia de la psiquiatría…” en Op. cit. p. 147.

    [19] Cf. De la Fuente, R. et al (1988) “La formación de psiquiatras en la República Mexicana” p. 4.

    [20] Cf. Velasco, R. (1974) “El futuro de la psiquiatría institucional en México” p. 122.

    [21] Calderón, G. “La salud comunitaria en México” en Sánchez, H. (1974) La lucha en México contra las enfermedades mentales p. 18.

    [22] Idem.

    [23] De la Fuente, J-R. y Heinze, G. (2014) “La enseñanza de la Psiquiatría en México”.

    [24] Cf. Galende, E. (1994) Psicoanálisis y salud mental. Para una crítica de la razón psiquiátrica y cf. Mariátegui, J. (1989) Op. cit.

    [25] Cf. Sacristán, C. (2010) “La contribución de La Castañeda a la profesionalización de la psiquiatría mexicana, 1910-1968” p. 474.

    [26] Velasco, J. (2014) Op. cit. pp. 31-32.

    [27] Capetillo, J. (2008) Art. cit. p. 212. El corchete es mío.

    [28] Cf. Ibid. p. 219.

    [29] Cf. Rivera, C. (2010) La Castañeda. p. 162.

    [30] Capetillo, J. (2010) Op. cit. p. 89.

    [31] Cf. Rocha, G. (2001 [1998]) Op. cit. p. 488 y cf. Capetillo, J. (2010) Op. cit. pp. 157-162.

    El servicio cerró en 1970 por repetidos y no elaborados conflictos de poder entre los actores.

    [32] Parres. R. y Ramírez, S. (1966) “Historia del movimiento psicoanalítico en México”, citado en Velasco, J. (2014) Op. cit. p. 45.

    [33] Cf. Pérez-Rincón, H. (1995) Op. cit. p. 96.

    [34] Cf. Sacristán, C. (2001) “Una valoración sobre el fracaso del Manicomio de la Castañeda” pp. 111-118.

    [35] Cf. Capetillo, J. (2010) Op. cit. pp. 201-203 y cf. Gallo, R. (2010) Op. cit. pp. 89-127.

    [36] Cf. Capetillo, J. (2010) Op. cit. pp. 135-156 y 162-168.

    [37] Cf. Ibid. pp. 168-171.

    [38] Cf. Ibid. p. 231.

    [39] Cf. Ibid. p. 232.

    [40] Cf. Saavedra, V. (1994) Op. cit. pp. 148-149.

    [41] Sobre la participación de I. Caruso en el programa de exterminio del Estado nazi, así como las conmociones y el cisma que provocó esa develación en el Círculo Psicoanalítico Mexicano: González, F. (2015) Igor A. Caruso: Nazismo y eutanasia.

    [42] Basaglia, F. et al (1978) Razón, locura y Sociedad.

    Respecto a la burocratización y la esclerosis de la atención y la producción doctrinaria, Saavedra menciona que esa parálisis institucional en el psicoanálisis comenzó en la década del veinte, en el Instituto Psicoanalítico de Berlín; fenómeno que se habría repetido en el frommiano IMP (cf. Saavedra, V. [1994] Op. cit. pp. 61-62).

    [43] Cf. Marcos, S. (1983) Manicomios y prisiones.

    [44] Cf. Marcos, S. “INTRODUCCIÓN AL PRIMER ENCUENTRO LATINOAMERICANO DE ALTERNATIVAS A LA PSIQUIATRÍA” en Marcos, S. (1983) Op. cit. pp. 13-20.

    [45] Cf. Castel, R. “SOCIEDADES TRANSNACIONALES, PSIQUIATRÍA Y APARATO DE ESTADO en Ibid pp. 36-38). El desarrollo de esta tesis se puede localizar en Idem (1973) El psicoanalismo. El orden psicoanalítico y el poder o Idem (1977) El orden psiquiátrico. La edad de oro del alienismo.

    [46] Gonzáles, F. (2011) Op. cit. p. 66. El corchete es mío.

    [47] En Ríos, A. (2016) Op. cit. puede encontrase las bases discusivas, prácticas y alcances de la higiene mental en México. En Ibid. pp. 40-85 aparecen referencias sobre psiquiatras mexicanos en la época de auge de la higiene mental.

    [48] Cf. Velasco, J. (2014) Op. cit. pp. 146-157.

    [49] Radosh, S. y Velasco, J. “Diálogos en torno a la génesis social de la institución psicoanalítica en México”, en Reynoso, M. (2012) Op. cit. pp. 182-183.

    [50] Cf. Ríos, A. (2016) Op. cit. pp. 106-124 y 131-156.

    [51] Cf. Saavedra, V. (1994) Op. cit.

    [52] Cf. Rocha, G. (2001 [1998]) Op. cit. p. 529.

    [53] Cf. De la Fuente, R. (1997) La patología mental y su terapéutica p. 40.

    [54] Cf. Velasco, J. (2014) Op. cit. pp. 196-276.

    [55] Cf. Rocha, G. (2001 [1998]) Op. cit. p. 485.

    [56] Alarcón, R. “LA PSIQUIATRÍA EN AMÉRICA LATINA: LAS PROMESAS Y LOS RIESGOS” en Mariátegui, J. (1989) Op. cit. p. 213. El subrayado es mío.

    [57] Yébenes, Z. (2014) Los espíritus y sus mundos p. 250. El corchete es mío.

    [58] Ibid. pp. 254-255. El subrayado es mío.

    [59] Cf. Rodríguez, C. “PRÁCTICA INSTITUCIONAL PSIQUIÁTRICA EN MÉXICO” en Marcos, S. (1983) Op. cit. p. 52.

    [60] De la Fuente, R. (1997) Op. cit. pp. 14-15. El subrayado es mío.

    Otros botones de muestra: el tema de los sueños y su lectura ecléctica cf. Idem. (1992) Op. cit. pp. 399-401; al hacer referencia a la transferencia, el componente amoroso de la relación tratado-tratante es mencionado de manera singularmente diluida (cf. Ibid. pp. 177-221); respecto a la angustia no aparece mención a la libido (cf. Ibid. pp. 429-430).

    La postura general de R. de la Fuente a las tesis freudianas puede revisarse en el capítulo “XV. La psicoterapia en la medicina” (Ibid. pp. 495-509); también Idem. (1997) Op. cit. pp. 17-62 y 325-373.

    Lo psicodinámico, con la apelación a una energética desexualizada, la interpersonalidad y a una relación médico-paciente sin advertencia de la relación de amor y la cuestión de la erótica, aparece como ad hoc a una Weltanschauung humanitarista, así como a la buena conciencia y blancura de un ropaje médico.

    1. Saavedra es aún más categórico y señala a quien llegó a ser el “líder de la psiquiatría en México” como alguien “con una postura acaloradamente antipsicoanalítica” (cf. Saavedra, V. [1994] Op. cit. p. 29).

    [61] Por ejemplo en la década del sesenta el IMP destinaba un espacio para la atención a población abierta, particularmente a personas sin recursos, al lado de la UNAM (cf. Pérez-Rincón, H. “México” en Postel, J. y Quétel, C. [1994] Nueva historia de la psiquiatría p. 529). Pero es de señalar que al momento de elaborar el presente documento no se encontró mención a que atendiese sujetos considerados como “psicóticos”.

    [62] Se pueden encontrar datos sobre las escisiones, conflictos y demás divergencias políticas en Gonzáles, F. (2011) Op. cit. Así mismo cf. Velasco, J. (2014) Op. cit. pp. 298-399. También la crítica a la implantación de lo considerado freudiano o lacaniano en Sosa, M. (coord.) (2016) Freud y Lacan en México El revés de una recepción.

    [63] Cf. Velasco, J. (2014) Op. cit. pp. 179-276 y 339-399; donde se reseña el amplio margen de materias que conformaron la orientación clínica de varios de los implicados, así como el marco político y de discusión que signaron a los psicoanalistas emigrados del cono sur.

    [64] Cf. Vezzetti, H. (1996) Aventuras de Freud en el país de los argentinos.

    [65] Cf. Capetillo, J. (2010) Op. cit. pp. 13 y 28 y sig.

    [66] Assoun, P-L. (2001) El freudismo p. 31.

    [67] Ibid. p. 33. El corchete es mío.

    [68] Cf. Ibid. pp. 14-15.

    [69] Deleuze, G. y Guattari, F. (1972) El Anti Edipo p. 106. El corchete es mío.

    [70] Castel, R. (1973) Op. cit. p. 9.

    [71] Ibid. p. 30. El corchete es mío.

    [72] Esta última cuestión es abordada en Capetillo, J. (2011) “Las asociaciones psicoanalíticas como integrantes del mercado y la sociedad civil. Una discusión”; donde el autor ofrece líneas de pensamiento para el abordaje de la sui generis situación de las asociaciones civiles psicoanalíticas.

    [73] Un ejemplo de análisis de una práctica llamada psicoanálisis, gestada en México, se puede revisar en: Hernández, M. (1995) “A propósito de Erich Fromm, algunas consideraciones acerca del psicoanalista”.

    Otro puede ser la experiencia sui generis de psicoanálisis grupal con monjes de un monasterio benedictino, en la década del sesenta, que advendría en la formación de lo que se llamó Centro psicoanalítico Emaús; y que ha sido objeto de documentación y discusión: Rocha, G. (2001 [1998]) Op. cit. pp. 488-497. Gonzáles, F. (2011) Op. cit. Otras referencias en: Litmanovich, J. “Un monasterio en psicoanálisis. Coordenadas sobre las operaciones psicoanalíticas gestadas en el monasterio benedictino, Ahuacatitlán, Cuernavaca, Morelos, México (1960-1967)” en Reynoso, M. (2012) Op. cit. pp. 43-69; Gallo, R. (2010) Op. cit. pp. 129-162. También en Velasco, J. (2014) Op. cit. pp. 280-298.

    [74] Cf. Velasco, J. (2014) Op. cit. pp. 273-276.

    [75] Brisset, Ch. “El oficio de psiquiatra y la enseñanza de la psiquiatría” en Postel, J. y Quétel, C. (1994) Op. cit. p. 395.

    [76] Si bien el psicoanálisis tiene como característica ser una práctica del caso por caso, en la que el analista da cuenta de su accionar con un sujeto en cada ocasión, existen ejercicios que buscan dar cuenta de la eficacia de los tratamientos orientados psicoanalíticamente con las “psicosis”. Por ejemplo se puede consultar Gottdiener, W. “PSICOTERAPIA PSICODINÁMICA PARA LA ESQUIZOFRENIA. Apoyo empírico” en Read, J. et al (2006) Modelos de locura pp. 371-385.

    Otras referencias se pueden consultar en: http://psychoanalysis.org.uk/resources/evidence-base-of-psychoanalytic-psychotherapy

    [77] Radosh, S. y Lenz, I. (1986) “Breve historia de la Asociación Mexicana de Psicoterapia Psicoanalítica de Grupo”, citado en Velasco, J. (2014) Op. cit. p. 63. El subrayado es mío.

    [78] Cf. Pérez, E. “Pinceladas sobre el lugar de la infancia en la historia del psicoanálisis en México. El grupo Teseo, AMERPI y EDIIT” en Reynoso, M. (2012) Op. cit. pp. 165-174.

    Raquel Radosh comenta una labor de asesoría en intervención terapéutica por integrantes del Instituto Mexicano de Psicoterapia Psicoanalítica de la Adolescencia en los Centros de Integración Juvenil cf. Radosh, R. “El Instituto Mexicano de Psicoterapia Psicoanalítica de la Adolescencia, IMPPA” en Reynoso, M. (2012) Op. cit. pp. 137-138.

    [79] En términos técnicos el resultado fue que el Servicio se convirtió en un área de consulta e interconsulta con los demás Departamentos con el modelo de psiquiatría de enlace; con un espacio para internaciones que se han hecho más breves: de 28 a 45 días, llegando a los 8 a 14 días. Cf. Villaseñor, S. (2006) Op. cit. pp. 165 y sig.

    [80] Cf. Radosh, S. y Velasco, J. “Diálogos en torno a la génesis…” en Op. cit. p. 187.

    [81] La estructura de ese programa de salud mental comunitaria está descrito en Calderón, G. (1981) Salud mental comunitaria. Un nuevo enfoque de la psiquiatría pp. 135-226.

    [82] Mancilla, M. (2001) Locura y mujer durante el porfiriato p. 243.

  • El supuesto saber psicosomático

    El supuesto saber psicosomático

    El supuesto saber psicosomático

     

    ALBERTO PALACIOS BOIX

    www.ocells.wordpress.com

    Correo: dr.apboix@icloud.com

     

    La experiencia clínica nos demuestra cotidianamente que el cuerpo habla cuando faltan las palabras. Es un lenguaje siniestro, desde luego, que permite la descarga pulsional, siempre a un costo inefable.

    Territorio enigmático para la Medicina tanto como para el Psicoanálisis, la Psicosomática tiene pocos asideros, se escurre entre los huecos de la teoría y escribe su propio dialecto, intraducible, inefable.

    A diferencia de mis colegas, reclinados en los polos del conocimiento de tales trastornos, tengo la fortuna de tratar enfermedades autoinmunes desde hace tres décadas y, forzado por la marea psicopatológica que promueven, haber estudiado psicoanálisis de forma limitada – siempre insuficiente – para adentrarme en sus derroteros.

    Hace años veo cómo debutan las dermatitis, las tiroiditis y las artritis como sucesos que de alguna manera permiten elaborar o sublimar la carga de afectos que no pueden pronunciarse. La muerte de la madre, un divorcio trepidante, el distanciamiento de un hijo que se tenía por rehén, la propia incapacidad para hacer frente a un vuelco afectivo. Todos ellos impactos de lo innombrable que el cuerpo reclama.

    De otro lado, está la convicción de que toda enfermedad autoinmune se inscribe en la narrativa emocional del sujeto. No se puede superar un brote de Lupus (que atañe a cualquier órgano, si quisiéramos mapearlo con ayuda de la Medicina Ayurvédica o Tradicional China) sin recurrir al carácter, la entereza psíquica o a los sucedáneos de ambos en la vida relacional.

    Para quienes hemos atestiguado la oscilación y el impacto de estos padecimientos en la esfera afectiva, y su discurrir en paralelo a la evolución somática y sus complicaciones inmunopatológicas, no queda duda que la interdependencia del cuerpo y el alma bajo tortura es innegable. No obstante, ha resultado difícil convencer a los fisiólogos y a los puristas que no se requiere de conexiones endocrinas o moleculares para explicar este vínculo. Así como no es necesario trazar un mapa neuronal para descubrir el Ello o las vertientes de una fobia.

    El cuerpo – que aquí es carne de cañón – habla, grita, solloza.

    Una dermatitis eccematosa que aparece durante la lactancia es testimonio de una diada fragmentada o interrumpida, donde la madre no hace eco de la descarga afectiva (ambivalente de suyo) del hijo y este reclamo, recurrente y sordo, busca salida ahí donde podrá atraer la atención constante o donde servirá para aliviar la angustia que no ceja. En mayor detalle, habla del continuo, de lo no diferenciado que conecta la piel con un otro que no puede sacudirse. Estamos ante una fenomenología de lo amorfo, ante la violencia esparcida en un cuerpo que no puede dar cuenta del sujeto, de la individuación.

    Me permito un ejemplo para ilustrarlo.

    Una joven paciente con esclerosis múltiple me relata cómo, durante la cesárea de su segundo hijo, consciente pero muda por falta de una anestesia profunda, escucha durante minutos que parecen interminables como sufre su bebé por acopio de oxígeno, mientras ella se desangra ante el espanto y las órdenes imperiosas del equipo quirúrgico. Me atrevo a imaginar que en tal estado de indiferenciación y alarma psíquica, todas las terminales nerviosas, paralizadas por el efecto del bloqueador neuromuscular, sufren una descarga brutal, chispazos delirantes, que producen una denudación de la mielina en placas.

    Probar lo anterior, sin embargo, requiere de cierta audacia técnica y una propuesta experimental con serias implicaciones éticas. De modo que quienes tenemos la fe puesta en ello, seguiremos predicando para los escasos acólitos que nos escuchan.

    Ahora bien, pensemos en profundidad y tratando de esquivar los lugares comunes, cómo conectar el saber psicosomático desde una perspectiva fresca, libre de prejuicios y que no requiere justificar su campo de acción y de influencia por oposición o por petulancia.

    Es claro que la conformación del sujeto parte de ese primer intercambio pulsional (es decir, instintivo empero adosado de afecto) que nos distingue de otras especies.

    Pensemos en todos los mecanismos y estímulos que se suscitan a esa temprana hora. La piel de la madre en los labios hipersensibles del lactante; sus dedos tersos que sujetan el cuerpo, que así otorgan peso gravitacional y entallan los músculos. Un mensaje recurrente y modulador: la derrama tibia de leche nutricia que distiende la boca, que desciende por el esófago, alcanza la cavidad gástrica que al distenderse, dispara los péptidos vasoactivos que a su vez despiertan los jugos biliares y pancréaticos. Con ello, adviene la rotunda respuesta autonómica de placer y suficiencia.

    Además, como cobijo recién descubierto y anhelado, el calor y las caricias sobre la piel finísima del lactante, que permiten aplacar y sosegar los continuos estímulos del entorno. Todo este escenario ambientado por una melodía permanente; el ritmo cardiaco de mamá que evoca la seguridad y la inmersión acuosa, donde toda excitación – que no fuese simbiótica – permanecía mitigada.

    Es un periodo fundacional. El cuerpo expresa toda la subjetividad, desde el grito de hambre hasta el placer anal de la evacuación periódica. El olfato, sentido arcaico por excelencia, permite rastrear el perfume natural de mamá y el elixir de sus pechos, así como la descomposición – extraña aún y para siempre – de las excretas propias. Poco a poco el horizonte visual se va abriendo en un estallido de luces y reflejos: los ojos de mamá, apareados con su voz (ese murmullo exquisito y sedante) se asoman entre sombras y son constancia, porque anteceden a la saciedad, y gradualmente dan forma al deseo y al binomio placer/displacer.

    Esa imagen, apropiada y complementaria, pero que por razones que cada vez son más inquietantes, viene y se va, constituye toda perspectiva, toda voluntad incipiente y todo discernimiento. El bebé aprende a contramano a esperar, sujetarse a distintos tiempos, anhelar, ver cumplido su deseo y a la par, reducir el montante de ansiedad que surge repetidamente de sus órganos ávidos y huecos.

    Casi imperceptiblemente, el susurro, la voz tenue de la madre se vierte en afecto y acompaña la gratificación somática. Se acopla con el calor de su abrazo, con el placer cálido de su sustento, con la caricia de los orificios cuando se limpian o con la suavidad de su tacto cuando cae el agua y refresca como antaño, remedando el vaivén de los sueños prístinos.

    La inserción de la fantasía y del deseo, como sabemos, es producto connatural de este proceso. Como lo es – análogo al dios Jano que abre toda compuerta – la angustia y la sensación de abandono. El decurso nutricio ocurre simultáneamente en la esfera somática y en la dimensión psíquica del infante. Tan amorfa y tan maleable una como la otra. Tan susceptibles – ambas – de rasgaduras y mudanzas.

    Esta plasticidad se ve espejeada una y otra vez en el escenario psíquico de la madre. Su contención como un lugar donde todo cabe y se anticipa el orden. Su titubeo como un desaplomo, una hendidura en la carne. Su rechazo como una ruptura en la consistencia orgánica o en la materialidad psíquica del sujeto.

    El eje, no obstante, está en conciliar esa precocidad del ente, que todavía es carne, con el devenir ulterior del sujeto. Nuestra hipótesis de trabajo es justamente que lo psicosomático es lo no inscrito, el remanente, la falta cárnica – por así decirlo – que no llega a verterse en cuerpo, mucho antes de la integración especular e imaginaria.

    Ante este postulado, podemos agregar que es tan atávica tal inscripción en la vida que se requiere relativamente poco para despertar los fantasmas y alterar el oleaje del sistema inmunológico que subyace a toda nuestra identidad biológica. No en balde se le ha designado a la Inmunología como “The science of self non-self discrimination” (la ciencia que discierne lo propio de lo ajeno). Lo mismo podría decirse del psicoanálisis.

    Introduzco aquí una digresión, para explicarme.

    Hace poco más de cien años, se tenía por válida la noción de «horror autotoxicus«. Es decir, el cuerpo sano evita atacarse a sí mismo. Pero la intuición científica ha derogado este supuesto.

    El ataque autoinmune es una aberración, un delirio que subvierte la homeostasis. No así el reconocimiento de lo propio, que es indispensable para mantener un balance funcional y una anticipación contra los intrusos. Nuestros anticuerpos y células inmunorreguladoras “ven” e interactúan con el endotelio vascular y el tejido linfático de forma continua a partir de la séptima semana de desarrollo intrauterino; pero no es hasta que abrimos la boca y entra, bajo presión negativa, la primera bocanada de aire extraño que suscita nuestro alarido, en que todo el sistema de verificación se pone en marcha. A partir de ese momento, todo antígeno externo desencadena una secuencia de señales de proliferación celular y acomodo que irán constituyendo lo que se ha dado en llamar el “repertorio antigénico”. Una suerte de impresiones moleculares que se adosan al bagaje genético heredado de ambos padres. La memoria inmunológica es, ante todo, una huella mnémica en la carne.

    Hemos alcanzado por consenso la idea de que, una vez traspuesto el umbral de lo fisiológico, todo embate autoinmune deriva en inflamación, perpetuación del daño tisular y, por ende, en padecimiento autoinmune. Los melanocitos de la piel son escanciados, los islotes de Langerhans avasallados por linfocitos citotóxicos, las cavidades articulares se pueblan de anticuerpos dirigidos contra otros anticuerpos en un desconcierto que sólo puede materializarse en daño, desgarro, destrucción, desviación de la normalidad y de la homeostasis.

    Sin embargo, pensado en un sentido teleológico, la autoinmunidad es una sobrecarga en proporción directa a la magnitud del estímulo interno que se inscribe en los genes y que no puede expresarse contra el entorno (contra el otro, contra lo ajeno). Responde necesariamente a un desequilibrio entre las fuerzas expresivas del cuerpo.

    Más aún, cuando es patológica, produce inflamación, que es el único mecanismo innato que tiene el organismo para frenar la proliferación aberrante de células o señales disociadas. Repito: disociadas. Es decir, que han desconocido lo propio o lo designan escandalosamente como un extravío o una perversión. Algo que ha mutado y deja ser parte discernible de la propia naturaleza, pero no obstante, está inserto en el microcosmos interno y exige atención.

    Sigamos esta línea de pensamiento. La enfermedad psicosomática es, entonces, la manifestación anormal (fuera del orden) de un afecto que no ha podido verbalizarse, sea por inmadurez psíquica o por negación acaudalada, y que busca su cauce en la carne, en los confines más recónditos del soma. No resulta insólito, conceptuado así, que encuentre su vocablo en tejidos envolventes (el yo-piel) o aquellos que están cerca o auxilian como canales de la motricidad; léase tiroides, pulmones, articulaciones o músculos.

    La metáfora es exacta. Así como el trastorno psicosomático expresa la insolvencia, la no diferenciación; la enfermedad autoinmune describe con claridad la falta de una discriminación – al nivel de los receptores antigénicos – entre lo propio y lo que procede del exterior.

    Trataré de elaborar con más detenimiento esta tesis.

    El epítome del padecimiento autoinmune es el Lupus Eritematoso. Se han descrito más de cuarenta loci en el genoma humano que transcriben para la producción de anticuerpos, el desequilibrio de los linfocitos T, la expresión defectuosa de ciertas citosinas, etcétera. Articulados como una colección filatélica o como un rompecabezas, estas constantes genéticas deberían ser suficientes para invocar la enfermedad. Pero no bastan, se quedan en lo descriptivo. Igual que el predominio del sexo femenino no se justifica por la carga hormonal, como se pudo deducir por los estudios en Klinefelter.

    Lo físico-químico no explica cómo se detona esa transcripción aberrante que produce autoanticuerpos sin control, que – a fuerza de abundancia y persistencia – terminan por bloquear los glomérulos, erosionarlos alveolos pulmonares o rasgar las arteriolas del sistema nervioso central.

    Hace treinta y cinco años se acuñó el concepto de «trastorno de la inmunorregulación» al descifrarse la insuficiencia de interleuquina-2, la oligoclonalidad idiotípica y más tarde, los distintos artilugios que tipifican la inmunopatogenia del lupus.

    Pero nadie sabe dónde radica el Big-Bang, dónde se pierde – en la inmensidad del universo subcelular – eso que denominamos tolerancia a lo propio.

    Debo insistir, se tolera lo propio porque se sabe distinto de lo extraño.   Memoria inmunológica, registro inconsciente. Cuando esa función elemental se debilita o se desintegra, todo es difuso, incluso espectral. Las enfermas de Lupus (en su mayoría mujeres) se ven obligadas a inscribir el padecimiento en su propia narrativa. Su vida se ve puntuada por los avatares de su sintomatología y el complejo tratamiento. Su feminidad, su fecundidad y su integridad en más de un sentido están seriamente afectadas. Hacen sustancia con la enfermedad, son las mariposas procurando no marchitarse prematuramente.

    Las he visto sufrir, caer, renacer y también morir. He aprendido a escucharlas y hacerme parte de su predicamento. A cuidar su aspecto, sus despropósitos y su maternidad en riesgo. Desde ese lugar me intriga si a tanta ruina subyace un odio primigenio: ¿Contra la herencia, es decir, su linaje? ¿Contra su médula, que desconocen en esencia?

    Pero es menester evitar las tautologías. En el desorden psicosomático lo que prevalece es una identidad no diferenciada, un furor que se resiste a la fusión, que no distingue, que no se sabe. El individuo puede asomar apenas como un otro, como un barrunto de sujeto. Pero ese remanente que no se ha disociado, el residuo de lo que no era todavía, de lo inexistente, sirve de plataforma para expresar lo impronunciable.

    Llegados a este punto, no debe sorprendernos que en territorio cutáneo figuren como paradigmas el vitíligo – dispersión de melanocitos, mancha indeleble, ausencia – o bien el eccema atópico – descamación, escozor, desprendimiento.

    De interés es que las características epidemiológicas de estos dos padecimientos refrendan nuestra hipótesis vinculante. A saber, el vitíligo se detona comúnmente tras un impacto emocional muy perturbador; en las manos, alrededor de la boca, los genitales o el ano. Y la inmensa mayoría de las dermatitis eccematosas (más del 70%) ocurren antes de los cinco años de edad, sugiriendo que más que una alergia en el sentido clásico, son un rechazo a la carne infectada de extrañeza.

    Otro ejemplo esclarecedor, que se anida en el tracto digestivo, sustrato prístino de las emociones, es la enfermedad inflamatoria intestinal (CUCI o Crohn). A diferencia del síndrome de colon irritable, que evoca un clamor histérico, la ulceración intestinal presupone un daño orgánico que remeda al llanto; duelo con sangre, derrumbe interno, desamparo. Las biopsias de colon muestran intensa inflamación y devastación del epitelio, pero nunca se ha demostrado una causa exógena ni un perfil inmunogenético constante.

    Ésta es, en efecto, la encrucijada a la que aludo. Una hidra de varias cabezas, que repta por los órganos, envenenándolos, mordiendo lo innato y horadándolo.

    En contrate con la experiencia de deseo, el soma no es tan versátil. Se queja en una sobrecarga de angustia que ya no habla, que se derrama en impulsos autonómicos o movilización celular que desconoce lo originario y promueve inflamación como subterfugio.

    Tal es el denominador común de los padecimientos autoinmunes que, por su naturaleza arcana, tienden a atribuirse a presagios divinos, estigmas genéticos o estéreos microorganismos.

    Si hemos de aceptar – ¿porqué no? – la existencia de síndromes que surgen del horror a la manera de Joseph Conrad, como una vesania que se instala en la materia porque no puede ser expresada, porque evade el lenguaje; tendremos que reconocer también que una vez detonada la enfermedad, solamente se reconoce mediante signos biológicos. No deja traza, precisamente porque se origina más allá de lo discernible.

    No es sino hasta que asoma en la carne, que delata su existencia y sus derroteros. Duelen las articulaciones, se fatigan los músculos, sangra el intestino, yerran las terminales nerviosas o los riñones se fracturan al paso de proteínas. Si uno indaga más a fondo, son evidentes los marcadores de inflamación, los autoanticuerpos pueden cuantificarse y las variantes hematológicas dan cuenta del fárrago.

    Aún más, si se pregunta intencionadamente – como solemos decir en Semiología -, acaso queda algún vestigio. El sujeto parece recordar que estuvo sujeto a un sibilino desamparo, murió la compañera, le privaron de la libertad, un hijo ha desaparecido…

    Son hipótesis de trabajo, que orientan a seguir la pista hasta donde alcance la represión y lo perdido. Pero nadie tiene la respuesta. Teorizar como lo he pretendido hacer en esta tarde, no es un ejercicio fútil porque refrenda la convicción aristotélica de que el alma es inmanente al cuerpo, es actualidad y potencialidad inseparable, aquello que rige antes que el sustento nos confiera la vida.

    Si quisiéramos concluir en qué radica el saber psicosomático, tendríamos que admitir que nuestros impulsos inconscientes, nuestra fantasía incestuosa – ahí donde aún no hay diferencia ni singularidad – quedan como un resto, una flagelo rezagado y desatado contra el sí mismo que todavía no es otro. Un vestigio que, a falta de vocablos, se encarna, se inscribe en pictogramas y, de manera perentoria, deviene organicidad y perjudica en aras de hacerse maleable y revelarse.

    Nuestra intervención terapéutica, en cualquier caso, debe orientarse a provocar el llanto, rastrear la falta entre los entresijos del sueño o los recuerdos encubridores y, cuando eso sea posible, devolver – como en el trabajo de psicosis – un metalenguaje que sirva de molde, una suerte de argamasa para imprimir el rostro perdido del deseo.

    Sugerencias bibliográficas.

    Assoun, Paul-Laurent. Corps et Symptôme. Leçons de psychanalyse. Economica, Paris 2015.

    Kumar R, Yeragani VK. Psyche and soma: new insights into the connection. Indian J Psychiatry 2010. 52 (suppl. 1): S233 – S239.

    Marty, Pierre. Le psychosomatique de l’adulte. Presses Universitaires de France, Paris 2011.

    Marty, Pierre; de M’Uzan, Michel & David, Christian. L’investigation psychosomatique. Presses Universitaires de France, Paris 2015.

    Mazeran, Silvana & Mazeran, Vincent. Les déclinaisons du corps. Champ Social Editions, Paris 2014.

    McDougall, Joyce. Theaters of the body: a psychoanalytic approach to psychosomatic illness. W.W. Norton & co., New York 1989.

    Nasio, Juan David. Los gritos del cuerpo. Paidós Ibérica, Madrid 1997.

    O’Sullivan Suzanne. Is it all in your head?: true stories of imaginary illness. Other Press, New York 2017.

    Palacios Boix, Alberto. Las voces del cuerpo. Litoral, México 2014.

    Sami-Ali, Mahmoud. Corps réel, corps imaginaire: pour une épistémologie psychanalytique. Bordas Editions, Paris 1991.

    Sami-Ali, Mahmoud. Penser le somatique. Imaginaire et pathologie. Dunod, Paris 1987.

  • LETRA POR LETRA: UNA CLINICA DEL ESCRITO

    LETRA POR LETRA: UNA CLINICA DEL ESCRITO

    LETRA POR LETRA: UNA CLINICA DEL ESCRITO

    Clara Yáñez Contreras

    Veinticinco años después de la primera edición de Letra por letra, Jean Allouch nos dice: “Hay pequeñas historias que, por locales, triviales y anodinas que sean, siguen siendo portadoras de una enseñanza. Así ocurre con el camino recorrido por el manuscrito Lettre pour Lettre…1_/

    Convencida de esa enseñanza, que no sólo me parece vigente, sino incluso pertinente, intento pensar la clínica y la doctrina psicoanalítica con las tres operaciones propuestas por Allouch: traducción, transcripción y transliteración, las cuales retoman en el plano operatorio los registros de real, simbólico e imaginario.

    La clínica psicoanalítica es una clínica de lo escrito, de lo escrito en el inconsciente y, cuyo texto, si hay un lector, en transferencia, permite pasar a otra escritura. Lo escrito se regula por dicha triada, operando de manera articulada y no aislada, aunque en algún momento, cada una de las operaciones tome la delantera sobre las otras, definiendo distintos modos de lectura.

    ¿Cómo es que Allouch define cada una de estas operaciones?

    La traducción está ubicada en el registro imaginario y privilegia el sentido único, además de permitir buscar decir “lo mismo” con otras palabras o en otra lengua. Es esta operación la que se ha privilegiado en la práctica analítica, haciendo una clínica del sentido, pero el riesgo es que en ella, el analista, al traducir, ponga en juego aspectos de su propia subjetividad y que se aleje de la lectura del deseo a la letra.

    La transcripción, no se apoya en el sentido, sino en el sonido. Está ubicada en el registro real. Con esta operación se pasa de un sistema de caracteres a otro de manera literal, haciendo intervenir elementos fonéticos. Por ello, la idea esencial en la transcripción, es que ya no sólo importa el sentido, sino también como suena, es decir “un sonido por letra, una letra por sonido” 2_/.

    Tomemos como ejemplo el nombre del escritor austriaco Leopold von Sacher-Masoch, autor de la novela “La venus de las pieles”. El escribió su obra en alemán y la diferencia de sonido entre alemán y español conduce a dificultades en la transcripción, muestra de ello es que, en el apellido Sacher-Masoch la ch se pronuncia como jota en alemán y en español con el sonido sh, de ahí que mucha gente pronuncia Sacher con el sonido de la ch y no con el de la jota. Por ello, existe el problema de no nombrar a Sacher-Masoch tal como se pronuncia su apellido.3_/

    La transliteración, tercera operación que regula el escrito, no se apoya ni en el sentido, ni en el sonido, sino en la letra y por ello está ubicada en el registro simbólico. Es ésta operación a la que Allouch le da énfasis y sostiene que el ejercicio del analista es la de una transliteración, es decir, ir más allá de la letra, para pasar de un modo de escritura a otro.

    La práctica analítica se relaciona con la lectura de los textos de cada una de las formaciones del inconsciente, aquello que de inscribirse no cesa de no inscribirse y, la lectura que de ello realiza el analista constituye a su vez escritura.

    En la transliteración, lo que se escribe pasa de una manera de escribirse a otra. Es esto lo que sucede en el sueño y en cada formación del inconsciente. El sueño translitera, escribe en figuras elementos literales. Es un texto cifrado que Freud compara con la escritura de los jeroglíficos y por lo tanto, debe leerse como una escritura ideográfica, es decir, tal y como se leen los jeroglíficos egipcios.

    Allouch nos dice que “trans-literando el sueño escribe y al escribir, el sueño lee y, antes que todo lee lo que en la víspera no pudo ser ligado, es decir, no pudo ser leído, y leído como un escrito”. 4_/

    Tomemos como ejemplo, un sueño ficticio señalado por el psicoanalista argentino Michel Sauval 5_/ en el que un soñante escucha: “una serie de notas sueltas, mientras lee una revista Ñ, donde figura la publicidad de las tres barras y un artículo que comienza con una letra A grande”. (LAMINA 1)

    La interpretación en función de asociaciones del soñante podría ser “Notas añadidas”, en la medida en que dicho texto escriba aquello que en la víspera no pudo ser leído.6_/

    La imagen de la “Revista Ñ, no viene más que a traer la letra ñ y las tres barras solo “traducen” la marca Adidas para aportar ese significante a la composición de la palabra “AÑADIDAS”.

    Es posible observar, con este ejemplo, el uso de la traducción en el desciframiento, el cual aporta significante a la transliteración por la vía de la homofonía, es decir, por la identidad de sonido.

    Una escucha analítica, sensible al surgimiento de alguna homofonía, es la que permite producir la transliteración y con ello el significante, cuando la lectura le concede una voz. Veamos ahora un ejemplo citado por el psicoanalista argentino Daniel Rubinsztej 7_/

    Analizante: “Me gusta ir en el coche y que me digan piropos”.

    Analista: ¿Por qué le gusta Irene?

    Analizante: “Irene fue mi amiga de infancia algo mayor que yo, fue ella la que me avivó, manteníamos juegos sexuales”

    El significante que se produjo de la transliteración es Irene. Podemos ver que entre literalidad, o leer a la letra y homofoniá existe consubstancialidad, es decir, la misma sustancia. La homofonía es la dimensión donde la letra se manifiesta en el inconsciente. De allí la propuesta de Lacan de tomar, leer, el deseo a la letra.

    Tomemos ahora otro ejemplo de un analizante de Lacan. Se trata de Gerard Haddad, psicoanalista francés, que escribió la experiencia de su análisis en el libro El día que Lacan me adoptó. El relata que: “había concurrido al consultorio de Lacan luego de una noche particularmente penosa, dividida entre sueños agitados y horas de insomnio. Por eso, dice, mi sesión del día siguiente comenzó con estas palabras:
    ‘¡Pasé una de esas noches!’ (J’ai passé une de ces nuits!)

    Lacan le contesta:-¿Qué? ¿Cómo? ¿Usted está con leucemia? (Vous avez la leucémie?).

    Lacan pronunció esas palabras como si hubiesen sido arrancadas de la somnolencia de su tarde. ¿Qué bicho le habrá mordido? ¡Yo nunca había hablado de leucemia! Protesté.
    ‘¡Bueno, hasta mañana!’, lo despidió Lacan.
    Haddad cuenta que salió aturdido de la sesión. Se le imponía la idea “tengo leucemia”. Como estaba cercano a uno de los exámenes cruciales en su carrera de médico, se metió de lleno a estudiar hematología y más específicamente, las leucemias. Unos días más tarde se dirigió a rendir el examen sin haber estudiado prácticamente otra cosa, y para gran sorpresa le tocó en el sorteo concurrir a darlo en el servicio de hematología. Aprobó con soltura el mismo y fue a lo de Lacan a comentarle lo ocurrido.
    “‘¡Sabe, me tocó leucemia, me tocó leucemia en las pruebas clínicas. Es magia! Lacan dejó entonces su mutismo para soltar estas pocas palabras que para mí permanecerán para siempre enigmáticas”, dice Haddad: “No se trata de magia sino de pura lógica” 8_/

    Esta lógica a la que alude Lacan es la que encadena los significantes en forma de saber, pero solo aquellos que representan a un sujeto para otro significante.

    En este caso, observamos que la homofonía de “de ces nuits” (de ce nui) (de esas noches) y “leucémie” (leucémi) (leucemia), permite la transliteración e introduce un significante nuevo: leucemia. El azar del sorteo, resignifica este significante abriendo un nuevo campo de significación.

    Cabe destacar, sin embargo, que este ejemplo en el medio psicoanalítico sigue siendo muy perturbador, pues: ¿Cómo explicar la confluencia entre sus significantes y lo que ocurrió objetivamente? A Lacan eso no le sorprendió pero: ¿Cómo es que la “lógica” subjetiva confluye con el evento objetivo? No es el objetivo de esta exposición profundizar en ello, pero es un tema para pensar.

    Hasta aquí, entonces, podemos, observar esta forma de hacer clínica en la que no se privilegia la traducción o búsqueda de sentido o una interpretación del analista. Es la lectura del texto, su transliteración y el deseo a la letra.

    Veamos ahora otro ejemplo de la intervención de Lacan con una de sus analizantes. 9_/

    Ella, “…médico especialista, había escogido abandonar su profesión, en cierto momento de su análisis con Lacan para instalarse como psicoanalista”.

    Algún tiempo después de la puesta en acto de su decisión, anuncia a su psicoanalista que va a participar esa misma noche, en una reunión de la Escuela Freudiana:

    Respuesta.

    -No aparezca más (ne paraissez plus) en la escuela.

    Está completamente perturbada ¿Habría cometido un error al comprometerse como lo había hecho? ¿Lo había hecho prematuramente?… No fue sino seis meses más tarde cuando la iluminación le llegó.

    Lacan, aquel día, le había dicho:

    -No holgazanee (ne paressez plus) más en la escuela” 10_/

    Hay varios aspectos de este caso que me interesa mencionar, uno de ellos, es el de la autorización del analista.

    Cuando Lacan hace su intervención, provoca que se despliegue: Ne paraissez pluz a Ne paressez plus. La homofonía permite la transliteración “no holgazanee” más.

    No es lo mismo “aparecer” que “no holgazanear”. Es decir, pasar de una posición pasiva a una posición activa. La transcripción se da en el cuerpo de la analizante. Ella está completamente perturbada y ahí se despliegan sus preguntas, que, desde mi punto de vista tienen que ver con su autorización como analista. La traducción, la hace ella misma, cuando tiene el efecto de la iluminación (efecto de sentido- pas-de-sens) y lo lee como una indicación. Ella lee su propia huella… en las palabras de Lacan y entonces cambia de posición, autorizándose efectivamente. Los significantes del analizante también pueden ser enunciados por el analista.

    Dentro de los aspectos señalados por Allouch, también se encuentra la transliteración del nombre propio. El nombre propio intranscriptible, pero también no traducible como tal, despliega su literalidad con la transliteración. La transliteración del nombre propio le toma la palabra a la fonía o la voz. El siguiente ejemplo es de una intervención de Lacan con uno de sus analizantes:10_/

    “J.M. Ribettes, menciona, en ocasión de su primera entrevista, una fobia suya de animales.

    Lacan:

    -Es un hecho: las bestias (bettes =bêtes) que lleva su nombre no le hacen reír (ri)”.

    Observamos cómo con la transliteración que hace Lacan del nombre propio, puede leer que en el significante del Nombre-del-padre, en el apellido, está el objeto de la fobia.

    En Psicopatología de la vida cotidiana Freud va a conceptualizar el acto fallido como una de las formaciones del inconsciente, se trata, al igual que el síntoma y el sueño, de una escritura, ahora en acto, del sujeto. El fundamento del acto es significante y escritural. Veamos su desciframiento en un ejemplo:

    “Un colega de edad avanzada a quien no le gusta perder a las cartas desembolsó cierta velada una gran suma sin lamentarse, pero con un talante curiosamente envarado. Una vez que hubo partido, descubrió que había dejado sobre su asiento casi todo cuanto llevaba encima: anteojos, tabaquera, pañuelo. Esto pide la evidente traducción: “¡Eh, ustedes, ladrones! Me han desplumado bonitamente.11_/

    En este ejemplo, la escritura en acto es haber dejado todo lo que llevaba encima y que no quiere decir más allá de lo que translitera: “Dejar sobre su asiento casi todo cuanto llevaba encima”, cuya traducción es haber sido desplumado.

    Pasemos ahora a ver cómo se articulan estas operaciones en la lectura de un caso clínico. Una clínica de lo escrito se apega al caso. La primacía del caso tiene que ver con la misma exigencia formulada por Freud a propósito de la interpretación de las imágenes del sueño. Así como estas imágenes deben ser tomadas una por una, de la misma manera se procede con el caso.

    Me interesa comentar cómo es que Allouch, como lector de Lacan, nos va mostrando el análisis del “pequeño Hans”. No es el objetivo de este trabajo desplegar toda la riqueza del mismo, sino el modo en que, en su lectura, se articulan las operaciones de traducción, transcripción y transliteración.

    Lacan leyó el testimonio doblemente indirecto de este caso, es decir, el del padre de Hans y el de Freud e hizo una lectura literal del testimonio del “pequeño Hans”. Lo siguió huella por huella y casi día por día. Puso en una continuidad, cronológicamente ordenada las fantasías del “pequeño Hans” y fue puntuando el texto de su análisis. Distinguió en él elementos que son a su vez conjuntos de elementos y nombró a cada uno.

    Su lectura se inscribió en un tiempo de su enseñanza en la que introdujo la triada castración/frustración/privación y renovó la problemática de la “relación de objeto”. La resolución del Edipo y acceso a un objeto heterosexual, sabemos que, implica la puesta en juego de las operaciones de: castración simbólica, frustración imaginaria y privación real.

    En el “pequeño Hans” hay crisis porque no es tomado como metáfora del amor de la madre por el padre, sino como metonimia de su deseo de falo y no hay un padre real que pueda hacer don de su castración.

    La fobia suple la falta de un padre que no está en posición de arriesgarse a la castración y que no se comporta como es debido con su mujer. El riesgo del “pequeño Hans” es ser devorado por esa madre.

    El objeto fóbico introduce una fractura en el universo del “pequeño Hans”, porque se constituye con una metonimia, es “a causa del caballo”, según recuerda en la sesión del 9 de abril, estando en Gmunden, cuando “le dio la tontería”, o sea la fobia.

    Hans le dice a su padre que el caballo proviene de su primer libro de figuras, del dibujo de un caballo que herraban. Ese dibujo es un significante.

    Lacan en su forma de leer este caso, primero le da una vuelta en la que da un cifrado conceptual. Después, en una segunda vuelta, introduce el mito con las coordenadas definidas por Lévi-Strauss en su artículo de 1955 “La estructura de los mitos”, en el cual define al mito como “modelo lógico para resolver una contradicción”.

    Con la propuesta de Lévi-Straus, Lacan hace una transcripción del listado de las fantasías del “pequeño Hans” y recorta cada una de ellas en calidad de un “elemento alfabético” y, en una tercera vuelta de lectura, escribe lo que liga unos con otros a esos elementos alfabéticos, utilizando una serie de fórmulas, cada una de las cuales corresponde a un recorte dado de la fomentación mítica del “pequeño Hans”.

    De los tres niveles de lectura hechos por Lacan, Allouch nos muestra la articulación de las tres operaciones:

    1. El cifrado conceptual en el nivel de la traducción.
    2. Una transcripción de las fantasías del “pequeño Hans” en una serie, de elementos alfabéticos, ordenada temporalmente.
    3. Una transliteración de cada uno de esos elementos, tomados uno por uno, y formalizados en otra escritura,

    Cabe destacar que, es la transliteración la que da cuenta del surgimiento de la fobia y del tiempo en que cae en desuso y la que permite situar la función del síntoma.

    Allouch se lamenta de que este abordaje de la clínica psicoanalítica no haya encontrado resonancia y que no exista un trabajo que haya hecho suyo el modo de la lectura puesto en práctica en este caso.

    Consideraciones finales

    Del recorrido hasta aquí realizado, se refrenda lo ineludible de la puesta en práctica en la clínica psicoanalítica del ternario propuesto por Allouch, particularmente la transliteración, sin menoscabo de las otras dos operaciones, sino puestas en operación en el caso por caso.

    Aquí me remito a aspectos fundamentales de la trans-formación del analista. El fin de análisis que implica una transformación subjetiva y con ello, como analista, la posibilidad de dejarse caer y estar abierto a la escucha del deseo a la letra.

    ¿Qué es la salud mental? le pregunta un amigo a Allouch y éste contesta “pasar a otra cosa”, es decir, escribir sus modos de relación con el Otro y su tachadura y, en algún momento, también nos recuerda que “El psicoanálisis opera a partir del hecho de que, basta que un ser pueda leer su huella, para que pueda reinscribirse en un lugar distinto de aquel donde la ha tomado”, pero, la pregunta que hace, también es absolutamente pertinente. ¿qué se necesita que sea esta lectura para que se produzca una reinscripción del ser hablante en un lugar distinto?: poder leer a la letra, en transferencia, para su desciframiento y que ello tenga efectos de escritura.

    En el síntoma, el cuerpo deviene textual, su textura está hecho de letra.12_/ El sueño también es texto, un texto cifrado que se lee, se descifra. Los lapsus, los chistes, los actos fallidos, los olvidos, también son escritura que deben leerse a la letra y la lectura que de ello realiza el analista constituye a su vez escritura

     

    Citas:

    1_/ Allouch, Jean. Letra por letra transcribir, traducir, transliterar. Ed. EPEELE. México, D.F., 2009, pág.9.

    2_/ Ibíd, pág. 68

    3_/ De la Mora Espinosa, Rosa Imelda. Abordaje clínico psicoanalítico del caso Sacher-Masoch. Tesis. Universidad Autónoma de Querétaro. Doctorado en Psicología y Educación (2010), pág. 33.

    4_/ Allouch, Jean. Letra por letra transcribir, traducir, transliterar. Ed. EPEELE. México, D.F., 2009, pág.69.

    5_/ Sauval, Michel. La letra invisible de la cultura digital. http://www.sauval.com/articulo/digital.htm

    6_/ Ibid.

    7_/ Rubinsztejn, Daniel. Negro sobre Blanco. www.imagoagenda.com/articulo.asp?idarticulo=128

    8_/Del Carril, Alejandro. El día que Lacan me adoptó de Gerard Haddad (Letra Viva, 2006) http://imagoagenda.com/articulo.asp?.

    9_/ Allouch, Jean. Hola… ¿Lacan? Claro que no. Ed. EPEELE. México, D.F., 1998, pág. 117.

    10_/ Allouch, Jean. Hola… ¿Lacan? Claro que no. Ed. EPEELE. México, D.F., 1998, pág. 99

    11_/ Freud, Sigmund. Psicopatología de la vida cotidiana. Obras completas. Vol. Vi. Ed. Amorrortu. Buenos Aires, 1998, pág.209.

    12_/ Allouch, Jean. Letra por letra transcribir, traducir, transliterar. Ed. EPEELE. México, D.F., 2009, pág.24.

    13_/ Bercovich Hartman, Susana. Las escrituras del sujeto. En compilación Escritura y psicoanálisis. Coloquios de la Fundación. Ed. Siglo XXI, pág. 33

  • REFLEXIONES ACERCA DE LA OBRA DE FREUD Y MELANIE KLEIN

    REFLEXIONES ACERCA DE LA OBRA DE FREUD Y MELANIE KLEIN.

    Dr. Fernando Valadez, Médico, Psiquiatra, Psicoanalista, AMPAG 4ª generación.

    XIII CONGRESO NACIONAL DE AMPAG – UIC. Octubre 2013, México.

                RESUMEN.

    Inicié la lectura “seria” de Freud en 1969, cuando en Madrid, todavía bajo la dictadura de Franco se aprobaron sus Obras completas. A partir de ese momento tuve una fascinación, que con los años se ha convertido en reflexiones y tal vez en algunas críticas, la docencia me ha dado oportunidad de releer la obra y repensar.

    La obra de Klein primero la vivencié en mi primer psicoanálisis grupal con José Luis González y luego inicié su lectura, que tampoco he dejado nunca, gracias a la actividad más constante de mi vida profesional: el proceso enseñanza aprendizaje.

    Si bien estos dos autores se centran más en el mundo interno, dan bases fundamentales para la comprensión de la intersubjetividad. Hago desde reflexiones teóricas acerca de si nacemos con superyó o no, hasta si la teoría psicoanalítica que con frecuencia es colocada en el positivismo y las ciencias naturales, puede también ser considerada desde la dialéctica. Retomo las inquietudes de Freud de proponer una “psicología científica de los procesos normales” y propongo que nuestra disciplina sea puesta al servicio de las mayorías no patológicas, como preventiva de una gran cantidad de aspectos de la vida cotidiana en la familia, como es el colecho tan solo para mencionar uno en este resumen. Doy mi marco de referencia al considerar a la teoría psicoanalítica como una sola, con diversos desarrollos (Klein, Lacan, Kaës y muchos más) y con múltiples prácticas (clínica individual y grupal, educativa, institucional, familiar, de pareja y muchas más).

    INTRODUCCIÓN

    Inicié la lectura “seria” de Freud en 1969, cuando en Madrid, todavía bajo la dictadura de Franco se aprobaron sus obras completas. A partir de ese momento tuve una fascinación, que con los años se ha convertido en reflexiones y tal vez en algunas críticas, la docencia me ha dado oportunidad de releer la obra y repensar. La obra de Klein primero la vivencié en mi primer psicoanálisis grupal con José Luis González y luego inicié su lectura, que tampoco he dejado nunca, gracias a la actividad más constante de mi vida profesional: el proceso enseñanza aprendizaje. Si bien estos dos autores se centran más en el mundo interno, dan bases fundamentales para la comprensión de la intersubjetividad. Realizo elaboraciones teóricas diversas, desde reflexiones teóricas que involucran pensar si nacemos con superyó o no, hasta si la teoría psicoanalítica que con frecuencia es colocada en el positivismo y las ciencias naturales, pero que fundamentalemnte debe ser considerada desde la dialéctica.

    Retomo las inquietudes de Freud de proponer una “psicología científica de los procesos normales” y propongo que nuestra disciplina sea puesta al servicio de las mayorías no patológicas, como preventiva de una gran cantidad de aspectos de la vida cotidiana en la familia, como es el colecho tan solo para mencionar uno en esta introducción. Doy mi marco de referencia al considerar a la teoría psicoanalítica como una sola, con diversos desarrollos: Klein, Lacan, Bion, Kaës y muchos más y con múltiples prácticas: clínica individual y grupal, educativa, institucional, familiar, de pareja y otras.

    La obra de Freud es muy extensa, este es un pequeño ensayo muy lejos de ser exhaustivo, sin embargo, da cuenta de algunas de mis reflexiones. La obra de Klein aunque de menor extensión también es abundante, tomo solo algunos textos ejemplificadores. En ocasiones me refiero a los autores como “Sigui” y Melanie, me imagino en un Pub de Londres dialogando con ellos de tú a tú, en un afán iconoclasta y de acercamiento, no olvidemos que las idealizaciones tienen su par antitético de devaluación.

    DIALECTICA DE LAS EMOCIONES, PREDOMINANCIAS.

    Diversos aspectos de la obra de Freud a mi manera de ver podríamos considerarlos como aspectos dialécticos, más que ambivalentes como se tienden a calificar por el mismo Sigui. Cuestiones como amor odio, placer displacer, son aspectos que conllevan de manera inherente e inseparable su par antitético, no hay amor puro, hay predominancia de amor hacia cierto objeto, no hay displacer puro, hay predominancia displacentera frente a cierta situación de la vida cotidiana, hay predominancia de deseo pero siempre aparece su par antitético el miedo.

    En Pegan a un niño (1919) [1]. “Co-vivenciar escenas reales de paliza en la escuela provocaba en el niño espectador una peculiar emoción, PROBABLEMENTE UNA MEZCLA DE SENTIMIENTOS en la que la repulsa tenía una participación considerable” (Las mayúsculas, cursivas, negritas y subrayadas son mías y serán en lo sucesivo para destacar los textos seleccionados). Continúa la cita del mismo texto: “Bajo estas condiciones, al comienzo no fue posible decidir siquiera si EL PLACER adherido a la fantasía de paliza debía caracterizarse como sádico o como masoquista” Le contesto a Freud diciendo que son ambos, con predominancia sádica.

    En “Tres Ensayos de una Teoría Sexual”[2] dice Sigui: “Un sádico es siempre también al mismo tiempo masoquista, aunque uno de los dos aspectos de la perversión, el pasivo o el activo, puede haberse desarrollado en él con más fuerza y constituir su práctica sexual prevaleciente”. “Así vemos que algunas inclinaciones perversas se presentan regularmente como pares opuestos…” más adelante escribe “… puede tener gran significación teórica”. “… estaríamos tentados de poner en relación la PRESENCIA SIMULTÁNEA DE LOS OPUESTOS con la oposición de lo masculino y lo femenino, conjugada en la bisexualidad…” En la nota a pie de página habla de la ambivalencia, sin embargo, ese término siempre me ha dado la impresión de algo que oscila, y no algo bivalente, por eso yo creo que en muchas ocasiones es mejor la palabra dialéctica.

    Aunque Sigui utiliza en alemán la palabra “ambivalenz” y siempre se ha interpretado como ambigüedad, en sus raíces latinas quiere decir “con dos valencias” en español podríamos usar “bivalencia”, palabra que no existe en alemán. En el análisis de la obra de Freud he llegado a la conclusión que hay elementos dialécticos, bivalentes, por ejemplo amor odio, digamos que hay una tesis de amor una antítesis de odio una síntesis de amor odio. Luego vendría la palabra predominancia, que es fundamental en la teoría psicoanalítica, la niña nace con una predominancia de amor por la madre y una predominancia de odio por el padre, sin embargo, también hay momentos de odio por la madre y amor por el padre, luego en el Edipo positivo de la niña hay un cambio predominando el odio por la madre y el amor por el padre.

    Múltiples ejemplos encontramos en la extensísima obra de Freud: instinto de vida instinto de muerte; miedo deseo; latente manifiesto, sadismo masoquismo, femenino masculino, homosexual heterosexual y otros. Ninguno de estos aspectos acciona solo, siempre esta su par antitético con predominancias variables.

    INICIO DEL SUPERYO Y LA SEXUALIDAD.

    Dice Freud en pegan a un niño[3]. “En el período de la infancia      que abarca por vez primera los factores libidinosos congénitos son despertados por las vivencias y ligados a ciertos complejos”. Hoy sabemos que la sexualidad esta desde el nacimiento, por tanto esos factores aparecen desde el inicio de la vida y no a los dos años, baste tocar el pene de un niño recién nacido al ser amamantado por la madre para percibir la erección y observarlo después de ser amamantado con una facies de placer post orgásmica.

    En el mismo texto[4] cito: “Así pues, la fantasía ha devenido masoquista; por lo que yo se, siempre es así: en todos los casos es la conciencia de culpa el factor que trasmuda el sadismo en masoquismo” (Pág. 186). Aquí yo simplemente agregaría la palabra predominancia, no desaparece nunca el par antitético. En Tres ensayos[5] (Pág. 120). “Pero los que no son médicos, y por tanto no ejercen el psicoanálisis, no tienen ningún acceso a este campo, ni posibilidad alguna de formarse una opinión no influida por sus propias aversiones y prejuicios”. Se equivocó completamente con Melanie Klein que no era médica, y con muchas y muchos psicoanalistas que actúan en su práctica clínica sus “aversiones y prejuicios”, ya que, entran en juego los aspectos ideológicos a los que nadie escapa. Todavía hace algunos años algunas organizaciones psicoanalíticas no permitían la entrada de psicólogas y psicólogos, es decir convirtieron esta aseveración en dogma. En el mismo texto[6] dice: “La investigación psicoanalítica se opone terminantemente a la tentativa de separar a los homosexuales como una especie particular de seres humanos” (Pág. 132) aunque Freud se adelanta a su tiempo con esta posición, todavía se ven algunos aspectos de prejuicio hacia los “invertidos” como él les llamaba. En la Pág. 137[7] reconoce lo poco que pudo explorar la sexualidad femenina. Hoy sabemos gracias a la embriología que el clítoris no es un pene atrofiado, al contrario, es un tejido más desarrollado en el proceso embrológico. Que la mujer no es un macho castrado, que la envidia del pene, los testículos, la fuerza muscular y el poder son envidiados por las mujeres, sin embargo, M. Klein en envidia y gratitud y en otros textos, y mujeres psicoanalistas posteriores, nos hablan de las envidias de los hombres hacia las mujeres: la procreación, la matriz, los senos, la leche, sangrar sin morirse, las nalgas, el clítoris, la multiorgasmicidad y la mayor capacidad de mostrar los sentimientos, estamos pues ante envidias mutuas, y, gratitudes mutuas cuando podemos poseer temporalmente lo que envidiamos.

    Freud habla de la “angustia de castración”, vemos el sexismo en el lenguaje del maestro, hoy sabemos que es angustia de muerte y en todo caso hay angustia de pérdida de partes del cuerpo en hombres y mujeres. Tal vez la ansiedad que siente el niño al ver algo que no tiene (la vagina) o la niña el pene, es generada por el miedo a lo desconocido, mas que la castración.

    Abundaré más adelante en las envidias y gratitudes mutuas, pero lo dejo planteado de una vez: si bien la envidia del pene, testículos, fuerza muscular y poder es una realidad en la vida intrapsíquica femenina; la envidia de la procreación, de la matriz, de los ovarios, de los senos, de la producción de leche, de sangrar sin morirse, del clítoris, de la vagina, de la multiorgasmicidad, de la mayor capacidad para expresar emociones es una realidad intrapsíquica masculina. Se envidia lo que no se tiene.

    Aunque en muchos aspectos fue adelantadísimo para su época: por ejemplo cuando habla del erotismo anal: (3 ensayos[8], Pág. 138), nos comunica: “El papel sexual de la mucosa anal en manera alguna se restringe al comercio entre hombres…”, sin embargo, no escapa a ciertos prejuicios sobretodo en relación con las mujeres. En la nota 22 a pie de la página 141 de 3 ensayos[9], hablando del fetichismo de zapatos y pies: “En ese proceso los genitales femeninos se imaginaron, de acuerdo a la expectativa infantil, como masculinos”. Yo digo que en todo caso va a depender si se trata de un niño o una niña. En la Pág. 144[10] habla de la pasividad y actividad, como características femenina la primera y masculina la segunda, aspecto que hoy ha cambiado.

    Luego hace una magistral recomendación técnica: “Si los hombres supieran aprender la observación directa de los niños, estos tres ensayos podrían no haberse escrito.” Es lo que hizo la señora Klein, como la llamaba Sigui, quizá un poco despectivamente. Y es lo que recomiendo como materia práctica obligatoria, observar niñas y niños en diferentes ámbitos, de diferentes edades. Además recomienda[11]: “…conseguir una información exhaustiva y certera acerca de la vida sexual de los llamados psiconeuróticos…” Con estudiantes y aún con colegas me he encontrado con la desagradable sorpresa de exploraciones muy pobres o incluso nulas de la sexualidad femenina y masculina en las entrevistas iniciales.

    OTRAS CUESTIONES DE GÉNERO.

    Freud establece los aspectos fundamentales de su teoría predominantemente, tomando como ejemplo al niño y la madre, quedando las niñas y los padres menos involucrados en sus desarrollos teóricos. Yo propongo que constantemente hablemos de Madre Padre con predominancias, como en el Edipo positivo o negativo en el que nunca desaparece la figura del otro otra, la niña que nace en un Edipo negativo predominantemente ama a la madre pero también la odia y predominantemente odia al padre pero también lo ama. Toca a las nuevas generaciones mayores desarrollos teóricos psicoanalíticos acerca de las mujeres y el padre.

    LO DESCONOCIDO.

    En pegan a un niño[12] dice: “De manera simultánea con este proceso represivo aparece una conciencia de culpa, también ella de origen desconocido, pero inequívocamente anudada a aquellos deseos incestuosos y justificada por su perduración en lo inconciente” (Pág. 186)

    El origen de la culpa es conocido, es el superyó, son los padres introyectados transmisores de la cultura y las prohibiciones. Yo creo que hay un superyó heredado.

    Hay algunos aspectos que Sigui plantea como desconocidos, ya que en su época no había los adelantos y conocimientos actuales.

    OTROS ASPECTOS TEÓRICOS.

    El psicoanálisis con frecuencia se hace equivalente a la técnica clínica individual, sin embargo se trata de una teoría con múltiples técnicas clínicas, educativas y otras. En tres ensayos en la nota 50 agregada en 1924[1] dice “La doctrina de las pulsiones es la pieza más importante, pero también la más inconclusa, de la TEORÍA PSICOANALÍTICA (negrita, cursiva y subrayado míos).

    Con gran frecuencia y tal vez debido a la ignorancia de la epistemología o al narcisismo de las y los colegas o de sus seguidoras y seguidores, con frecuencia se nombran “teorías” a los desarrollos teóricos, ejemplos: “teoría de las relaciones de objeto”, “teoría lacaniana”, “teoría de la cloaca”, “teoría kleniana”, “teoría del yo”, “teoría vincular” y muchos más, por cierto Lacan siempre dijo que era freudiano no lacaniano. Por supuesto que hay que tener una lectura crítica no dogmática de la obra de Freud, él mismo la promovía al criticarse a sí mismo, sin embargo, las leyes fundamentales persisten, por ejemplo: la estructura psíquica única y universal.

    Nuestra teoría tiene múltiples aplicaciones preventivas en la Salud Mental, en la educación de las niñas y los niños, en la sexualidad, en las relaciones de pareja y familia y tantas más. Nos hemos dedicado principalmente a una minoría patológica, para no hablar de clase social en este momento, tal vez ya es tiempo de poner más atención en las mayorías no patológicas y en la prevención.

    Freud en muchos momentos se refería a la “psicología normal”, tal vez debemos trabajar más en la fisiología del aparato psíquico, ¿Cuáles son las fantasías universales, las reacciones emocionales normales frente a un estímulo? el funcionamiento normal de la psique al que ningún ser humano escapa, independientemente de su extracción de clase social, de su origen cultural, étnico o de nación.

    LA “SEÑORA” KLEIN.

    Hay aportaciones técnicas y teóricas de esta autora que de alguna manera contravienen algunos de los postulados de Freud, como son: la constitución del superyó   a los 6 meses de edad, yo creo que ya nacemos con estructura psíquica completa y el neuropsicoanálisis cada día se acerca más a probarlo, bástenos observar en un cunero las diferentes reacciones de bebés en hospitales que les dan alimento a la misma hora. Desde la técnica contravino al maestro con: el psicoanálisis de niños y de psicóticos, son cuestionamientos a postulados freudianos, aunque muchos de los casos de Freud eran psicóticos y trató a Hans a distancia.

    Algunos de sus conceptos básicos de situación esquizoparanoide y depresiva se refieren al infante, sin embargo, dieron lugar a los desarrollos posteriores para la comprensión de fenómenos grupales universales, hoy sabemos que toda sesión psicoanalítica de grupo inicia en una situación de fragmentación y desconfianza, para después, a veces, pasar a una situación depresiva elaborativa. Plantea aspectos que se reproducen el grupo y que dan luz en los aspectos de transferencias laterales. En varios momentos se refiere al nacimiento de un hermanito, que también ya lo hacía Freud, aspecto que se reproduce cuando incluimos en un grupo psicoanalítico abierto a un nuevo miembro. Dice Melanie en Análisis temprano[2]: “Sin embargo, la ocasión de la irrupción de su neurosis fue el nacimiento de su hermanito. Poco después de esto se manifestaron dificultades aun mayores que aumentaron rápidamente”. Si no interpretamos adecuadamente en un grupo este aspecto puede ser causa de deserción.

    Más adelante nos habla del “temprano sentimiento de culpa” que aparece en los juegos infantiles. Los católicos piensan que los niños nacen con un “pecado original” es decir que ya hay su correspondiente culpa heredada. Sin entrar en disertaciones religiosas, yo creo que el niño ya nace con su estructura psíquica completa, es decir con ello, yo y superyó. Hay demostraciones de la fortaleza de infantes, por ejemplo los niños que quedaron sepultados una semana en un hospital después del temblor de 1985, ¿eran puro inconsciente, eran puro ello? Yo creo que no. En aspectos prácticos nos hereda la técnica de juego con niños, que si bien la aplicó en casos individuales, hoy en día se aplica grupalmente en AMPAG, y en diversos consultorios privados de colegas. Muchos de los aspectos planteados técnicamente por Klein para el psicoanálisis individual de niños son válidos para el trabajo con grupos de adultos y con psicóticos. Dice en principios psicológicos del análisis temprano[3]: “En su juego los niños representan simbólicamente fantasías, deseos y experiencias. Emplean aquí el mismo lenguaje, el mismo modo de expresión arcaico, filogenéticamente adquirido con el que estamos familiarizados gracias a los sueños. Sólo podemos comprenderlo plenamente si lo enfocamos con el método que Freud ha desarrollado para descifrar los sueños. El simbolismo es sólo una parte de él; si queremos comprender correctamente el juego del niño en conexión con todo su comportamiento durante la sesión, debemos tener en cuenta no sólo el simbolismo que a menudo aparece tan claramente en sus juegos, sino también todos los medios de representación y los mecanismos empleados en el trabajo del sueño, y tenemos que tener en cuenta la necesidad de examinar el nexo total de los fenómenos (incluyo la nota 6 al pie), 6: “Mis análisis revelan una y otra vez cuán distintos significados pueden tener las cosas, por ejemplo muñecos, en el juego. A veces representan el pene, a veces el hijo robado a la madre, a veces al paciente mismo, etc. Es sólo examinando los mínimos detalles del juego, y su interpretación, que pueden hacérsenos claras las conexiones y eficaz la interpretación. El material que los niños producen durante la sesión, a medida que pasan de juego con juguetes a dramatizar en su propia persona y a jugar con agua, cortar papel, o dibujar, el modo en que hacen esto, la razón por la que cambian de un juego a otro, los medios que eligen para sus representaciones, toda esta miscelánea de factores, que tan a menudo parece confusa y sin sentido, es vista como coherente y plena de significado, y se nos revelan las fuentes y pensamientos subyacentes, si los interpretamos exactamente como los sueños. Además, los niños a menudo representan en su juego lo mismo que ha aparecido en algún sueño que narraron antes, y con frecuencia producen asociaciones por medio del juego que le sigue, y que es su forma más importante de expresarse”.

    Además de que esto sucede con el lenguaje verbal en los grupos, también debemos poner atención a lo corporal y emocional. Actualmente podemos incluir psicodrama y otras técnicas de acción en los grupos que serían equivalentes al juego en los niños y que nos proporcionan material excelente para hacer consciente lo inconsciente. En las clínicas de AMPAG en los grupos de psicoterapia de tiempo y objetivos limitados a dos años se incluye una sesión prolongada en la que se usan técnicas psicodramáticas y otras. Es muy recomendable usarlas en el consultorio privado también.

    Aunque basa sus desarrollos teóricos y técnicos en su trabajo con niñas y niños con patología, nos da pie para plantear aspectos que son parte del funcionamiento normal de aparato psíquico de cualquier ser humano, M.K. dice: en Amor, Culpa y Reparación (1937)[4] Pág 1 Psikolibros: “El primer objeto de amor odio del lactante es deseado y odiado a la vez” tal vez hay una continuación de la idealización de la relación madre hijo hija, sin embargo, hago dos reflexiones: primera: el padre cada vez esta mas incluido en la obra de Klein, en nuestros días, a veces, ya le habla el padre al producto en la vida intrauterina y si bien no da pecho, ya hay padres que intervienen (triangulan) desde el nacimiento. La segunda reflexión es acerca de la doble valencia afectiva amor odio y yo agrego con predominancia de una de las dos dependiendo el momento, por ejemplo vinculado con el hambre.

    Sin embargo, mas adelante (Ibíd. Pág 4)[5] dice: “La lucha entre amor y odio, con todos los conflictos a que da lugar, aparece, como he tratado de demostrar, en la primera infancia y opera activamente durante toda la vida. Comienza en la relación con AMBOS PADRES”. (mayúsculas, negritas, cursiva y subrayado míos). Incluye mucho más que Freud al padre en sus desarrollos teóricos. Desde luego que plantea que la sexualidad es desde el nacimiento. En diversas partes de su obra, que por supuesto parte de los postulados originales de la teoría psicoanalítica creados por Freud, hace alusión a aspectos de envidia y gratitud en la relación hombre mujer. Dice (Ibíd. Pág. 9)[6] “Debido a que en las profundidades de su mente perdura la idea de que su genital es peligroso y podría dañar el del marido – noción que proviene de sus fantasías agresivas contra su padre- parte de la satisfacción que obtiene deriva del hecho de comprobar que sus genitales son buenos, puesto que proporcionan a su marido placer y felicidad”, más adelante, “Esto no solo aumenta su placer sexual, su amor y ternura por la mujer, sino que propicia sentimientos de gratitud y seguridad, los que a su vez incrementan sus poderes creadores en otros campos e influyen favorablemente sobre su capacidad para el trabajo y otras actividades. Al compartir sus intereses (así como su amor y placer sexual), la mujer le prueba el valor de su trabajo”.

    Ya antes hablé de las envidias mutuas y ahora subrayo las gratitudes mutuas. En el pasado se prohibía a los deportistas en las olimpiadas que llevaran a sus parejas y tuvieran relaciones sexuales, hoy lo permiten y promueven.

    Nos habla después de diversos aspectos de la relación madre padres hija hijo, nos advierte de la: “…indulgencia materna exagerada…” que encierra una intensa culpa y una agresión encubierta. En esta obra nos habla de diversos aspectos inconscientes de la relación de pareja, de la elección del objeto de amor, de ser padre, aspectos que son de gran utilidad para la prevención en salud mental. Vuelven a aparecer aspectos idealizados de la relación hijo hija madre cuando dice: “El vínculo primario del niño con el pecho y la leche de su madre constituye la base de todas las relaciones de amor en la vida”. Pareciera que idealiza la díada y no toma tanto en cuenta la tríada, aunque también habla del Edipo temprano y su importancia en el desarrollo psíquico.

    Termina este artículo diciendo: “Y para terminar, una buena relación consigo mismo condiciona el amor, la tolerancia y la buena disposición hacia los demás. En parte esta buena relación deriva, como intenté demostrar, de una actitud amistosa, comprensiva y afectuosa hacia los demás, o sea hacia aquellos que tanto significaron para nosotros en el pasado y cuyo vínculo con nosotros integra nuestra mente y personalidad. Si en lo más hondo del inconsciente logramos superar los rencores contra nuestros padres y perdonarles las frustraciones que debimos sufrir, podremos entonces vivir en paz con nosotros mismos y amar a otros en el verdadero sentido de la palabra”. Coloca al sí mismo en primer lugar, para luego poder relacionarlo de manera más adecuada con la pareja e hijos. Issacs, Heimann y Segal hacen excelentes análisis de la obra de MK, un autor menos conocido, más reciente es Petot.

    REFLEXIONES FINALES.

    He planteado en este breve ensayo de algunas críticas a la Teoría Psicoanalítica original de Freud, tiré un poco de “agua sucia” y reparé la “tina”, el niño se conserva fuerte y sano. Los aspectos fundamentales se mantienen pues es una teoría científica. Destaqué algunos aspectos de los desarrollos teóricos y técnicos de Klein que me parecen importantes para el trabajo grupal con niños y adultos. Tal vez me quedo en que “para muestra basta un botón”, sin embargo son aspectos sintéticos de lecturas y relecturas de las obras mencionadas. Pequeñas reflexiones que hago después de 33 años de práctica psicoanalítica clínica individual y grupal, de docencia y supervisión psicoanalíticas y de otras prácticas fuera totalmente de la clínica y la enseñanza como es el trabajo institucional y de creación colectiva, siempre con mi marco teórico psicoanalítico, con diversas técnicas, algunas muy innovadoras, a veces poniéndolo a dialogar a la teoría psicoanalítica con otras teorías y técnicas.

    La Teoría Psicoanalítica es una ciencia muy joven es un bebé científico, vendrán nuevos y magníficos desarrollos, técnicas aceleradoras del proceso psicoanalítico clínico, pero como toda ciencia, los principios originales se mantienen, hay que volver a releer a Freud y a Klein, encontrán gratas sorpresas. Tenemos una responsabilidad social: poner esta magnífica ciencia al servicio de las mayorías no patológicas que constituyen el 89% de la población mundial, recordemos que en salud en general y en salud mental en particular es mucho mejor hacer prevención, se evitarían muchos padecimientos que luego nos toma tanto tiempo en revertir. Tenemos mucho que decir en la educación sexual, en las relaciones de pareja y familia, en las relaciones humanas en general. Fuera de la clínica considero que nuestra ciencia tiene una técnica contemporánea para el conocimientos del sí mismo, en ocasiones en el encuadre planteo a las personas que buscan psicoanalizarse conmigo, que el trabajo psicoanalítico individual o grupal es una carrera sobre sí misma o sí mismo.

    Además se han desarrollado técnicas grupales de aplicación en la enseñanza como el grupo operativo de enseñanza aprendizaje y otras. Esa es otra responsabilidad la aplicación de la teoría y técnicas psicoanalíticas en otros ámbitos fuera de la clínica. Por último decir que la salud mental es un derecho humano, por lo tanto, también debemos luchar porque nuestra ciencia sea puesta al servicio de toda la población, hoy las instituciones de salud mental están dominadas por la psiquiatría tradicional y el conductismo, tal vez porque nos quedan todavía resquicios de secta. Por eso me da mucho gusto que cada vez son más personas las que se forman en AMPAG, que trabajan en las instituciones de salud mental.

    Se me olvidaba que hay una recomendación de Freud que no todos los colegas cumplen que es el reanálisis, Sigui recomendaba que cada 5 años tuvieran los psicoanalistas un reanálisis, como estamos en México, yo lo recomiendo cada sexenio, nuestra profesión tiene riesgos, no caigamos en que “en la casa del herrero azadón de palo” o ser “candil de la calle y oscuridad de la casa”.

    Muchas gracias.

    BIBLIOGRAFÍA.

    Freud S. Obras completas.

    Melanie K. Obras completas.

    [1] Freud S. (1905), “Tres ensayos de una Teoría Sexual”, Amorrortu Editores, 5ª Edición, Argentina, 1993.

    [2] Klein M. “Principios del Análisis Infantil” (1923 1930), remitirse a las obras completas, ya que hay diversas ediciones, incluso ahora en Internet.

    [3] (Ibíd.)

    [4] Klein M. “Amor, Culpa y Reparación” (en algunas ediciones esta traducida como Odio en vez de Culpa), psikolibro.blogspot.com

    [5] (Ibíd.) Pág. 4

    [6] (Ibíd.) Pág. 9

    [1] Freud S. (1919) “Pegan a un niño”. Obras completas, en algunas notas daré las páginas de la edición de Amorrortu, sin embargo, dado que hay diversas ediciones, incluso en “Psikolibros” de Internet me limitaré a citar la obra.

    [2] Freud S. (1905), “Tres ensayos de una Teoría Sexual”, (Pág. 145), Amorrortu Editores, 5ª Edición, Argentina, 1993. Pág. 145.

    [3] Freud S. (1919) “Pegan a un niño”. Obras completas

    [4] (Ibíd.) (Pág. 186)

    [5] Freud S. (1905), “Tres ensayos de una Teoría Sexual”, (Pág. 132), Amorrortu Editores, 5ª Edición, Argentina, 1993.

    [6] (Ibíd.)

    [7] (Ibíd.) Pág. 137

    [8] (Ibíd.) Pág. 138

    [9] (Ibíd.) Pág. 141

    [10] (Ibíd.) Pág. 144

    [11] (Ibíd.) Pág. 148

    [12] Freud S. (1919) “Pegan a un niño”, (Pág. 186), Amorrortu Editores, 5ª Edición, Argentina, 1993.

  • Dos semblanzas de psicoanalistas

    Dos semblanzas de psicoanalistas

    Dos semblanzas de psicoanalistas.

     

    Alfredo Stefano Castro Enríquez[1]

                                                             ATRIBUIR LAS PROPIEDADES: AGUSTÍN PALACIOS.

     

    Por eso el psicoanalista tiene que funcionar, en el trasfondo de la contratransferencia que funge como ambiente facilitador del desarrollo progresivo del enfermo, como una madre relativamente sana que cobija la marcha extemporánea de ese ego que quedó detenido cuando niño

     

    El psicoanálisis es tan sólo una ventana de observación, no la mejor ni la peor, pero ciertamente valida y muy aplicable al estudio de la conducta normal y anormal del ser humano. No es, ni necesaria ser, una ciencia exacta; tiene la variabilidad caleidoscópica que es privativa del hombre, de allí lo apasionante de su práctica y lo incierto de su descripción

    Agustín Palacios López

    Contaba sobre él una paciente suya: “Lo recuerdo no solamente por sus atinadas y cálidas interpretaciones, lo evoco también por su sabiduría, su brillantez. También está presente en mi memoria su elegancia manifestada en todos sus movimientos, en su arreglo personal, en sus palabras, en su cultura, también lo recuerdo por lo interesante de sus clases, sus libros y su profundo conocimiento de la teoría y la técnica individual y de grupo, se sabía de memoria los textos y le tenía una gran pasión a Freud, siempre respetándolo”.

    México tierra de cosas enormes, objetos, lugares, joyas arquitectónicas, hotel del resto del mundo. En planas sobre el conocimiento no es la excepción, intelectuales de todas tallas y temas han surgido de este bello país, soy fanático de los homenajes, semblanzas y biografías de los grandes, tal como hoy me toca a mí hacerlo, sin que mi conocimiento sobre tal tema pueda extenderse para muchas hojas. Digamos que este escrito es la cáscara de la vida de este hombre extraordinario.

    El doctor José Cueli refiere: “es uno de los más destacados maestros del pensamiento latinoamericano, e internacional”. Sus libros, trabajos y nombramiento, lo atestiguan: Vicepresidente de la Asociación Psicoanalítica Internacional, presidente de la APM y de la Sociedad Mexicana de Neurología y Psiquiatría, ha sido maestro, analista didáctico, supervisor, investigador y cofundador de AMPAG (Palacios, 1991). El presente es un homenaje para el Dr. Agustín Palacios López, homenaje realizado por una persona que no fue alumno directo del psicoanalista mexicano, simplemente un lector honesto de su vida y obra.

    La obra de Palacios, a grandes rasgos, se puede dividir en dos campos: la técnica, y la psicopatología (específicamente la detención del desarrollo emocional). Siendo así un autor original sobre técnica psicoanalítica, en términos grupales e individuales, no sólo escribió libros enteros sobre ellos, sino que, realmente hizo contribuciones y abonos hacia lo mismo.

    Bajo este mismo tema de la técnica, el autor propone dos tipos de psicoterapia: una restitutiva y otra reparativa. Todo esto, según sean las ambiciones, objetivos y, recursos tanto del terapeuta como del paciente, así como del programa institucional o privado, según se encuadre (Palacios, 1991).

    Su estudio y dominio sobre el tema lo llevó a proponer una nueva entidad psicopatológica llamada seudosimbiosis. Así, reafirma aquella propuesta de que la detención del desarrollo emerge – según Mahler – en la subfase de re-aproximación. Mientras tanto continúa estudiando puntualmente las contratransferencias dichas por Racker. Esto lo dejó apuntado en su monumental obra, psicoanálisis de la detención del desarrollo emocional.

    El doctor José Cueli al referirse al estudio sobre psicopatología limítrofe escrita por Palacios, comenta: “Agustín enfatizaba que gracias al inconsciente entrenado y preparado del terapeuta, éste se conectaba con el del paciente, determinando un ritmo sincrónico que permitía la diferenciación y organización de algunas variantes y funciones, problema de gran dificultad ya que el lenguaje debe también integrarse a ese ritmo, puesto que en estos trastornos tiene formas particulares de expresarse: hablan sin explicarse, pero dando por sentado que siempre son comprendidos”.

    Las palabras, más que la expresión de una comunicación simbólica, son vehículos de una solicitud de simbiotización y expresión de un vínculo muy análogo al balbuceo del bebé cuando juega con la madre; por eso la necesidad de hablarle al paciente desde él y si es posible utilizando sus mismas palabras, tonos y ritmos, hasta conseguir que progrese de una fase pseudosimbiótica a la diferenciación en la que es capaz de “hablar con el analista”, dejando el monólogo para hablar de nosotros. O sea, tener conciencia que al no tolerar la separación gradual, quedó fijado en una comunicación preverbal de una manera siniestra, carente de significado simbólico. La tesis de Palacios era que los enfermos con trastornos de detención del desarrollo, acercamientos y alejamientos, son complejos. Los contactos terapéuticos espontáneos y propositivos en la búsqueda de que los intentos de resimbiotización no obstaculicen el libre discurso de la urgencia biológica del individuo de crecer de forma libre y separada (Cueli, 2012).

    En 1998 escribe La formación del psicoanalista, libro a mi juicio de gran valor, por su enfoque local y quizá único en este país, un libro que cubre los requisitos para ser un clásico en el tema de análisis didáctico. También, compilador de un libro en conmemoración de cien años de la aparición del psicoanálisis, gestado por el Museo Sigmund Freud de la APM, en donde demuestra ser un estudioso de la vida y obra Freudiana, en el cual, también, escriben colegas suyos entre los que destacan la Dra. Pontón, Del Valle, los Drs. Valencia, Castro, Césarman, Cueli. Otro libro de vasta relevancia es: Técnica de grupo en psicoanálisis, en que realizará una crónica del desenvolvimiento de la psicoterapia grupal, sin embargo, nunca menciona quienes nombres, lo cual, para mí, es muy original, ya que a la par de que relata lo sucedido, el doctor elige explicitarnos los eventos a través de la teoría. Dicha teoría remonta a autores del análisis grupal como: Zetzel, Schilder, Zimmerman y, desde luego el legado del doctor José Luis González.

    Palacios tiene la inteligencia de realizar sus propias contribuciones teóricas tomando como base los autores mencionados. Aquellos que hemos tenido la dicha de pertenecer a un grupo tanto como facilitadores o como integrantes, pudimos percatarnos de que se describen un sinfín de fenómenos que ahí toman lugar, me sentí plenamente identificado con lo allí descrito, y varias veces dije: “eso a mí me paso”.

    Su labor intra societaria fue incansable, culminando grandes ambiciones. Docente de varias generaciones de analistas, psicoterapeutas y psiquiatras. Colegas de enormes personalidades, supervisor y analistas de personas pilares hoy en día. Autor de alrededor de siete libros, coautor de algunos más, escritor de numerosos artículos publicadas por instituciones médicas y psicoanalíticas.

    El Doctor Agustín Palacios López fue Médico egresado del IPN, psiquiatra, psicoanalista de grupo e individuos, formado en la Universidad de Texas, APM y AMPAG, instituciones en las que también fue docente. Fue un fiel seguidor de las ideas, en primer término de Freud, Klein, Winnicott, Bion, Mahler y, otros más contemporáneos como Searles, Racker, Greenacre, Giovachini, entre muchos más. Bien pudiéramos considerarlo un psicopatólogo, y sobre todo, un autor sobre técnica.

    El maestro fue maestro de maestros, creador además, de los siguientes libros: Psicoanálisis, la técnica; Teoría de la técnica psicoanalítica; El divorcio y los segundos matrimonios; y Temas dialécticos en psicoanálisis. Cabe destacar que el doctor Palacios perteneció a la primera generación formal del Instituto de psicoanálisis de APM, sus compañeros fueron los doctores: Luis Moreno Corzo, Arizmendi, Jaime Cardeña, Ricardo Díaz Conti, Díaz Infante, Roger H. García, Mendizabal, Guillermo Montaño, Héctor Prado Huante, Mauro Torres y Gregorio Walner.

    Por si fuese poco, siempre se mantuvo al margen de ciertas tareas con el objetivo de que el psicoanálisis siguiera existiendo y su extinción no se llevará al acto, así mantuvo una faceta activa en la tarea de futurólogo, dejó apuntado: “Los tiempos han cambiado en corto lapso y es posible que nuestros ojos curiosos no deban confinarse al consultorio, sino contemplar fenómenos masivos que nos agobian y que sólo parecen ser ajenos a nuestro dominio conceptual”.

    Continúa: “la revolución psicoanalítica está en peligro de sufrir el destino de otras tantas revoluciones: caer en el estatismo de lo establecido”. Concluye: “al afiliarse a la intelectualidad conservadora, el psicoanalista ve restringida su capacidad de cuestionamiento” (Palacios, 1978).

    Quiero terminar con algunos versos que le escribió la doctora Griselda Sánchez Zago el día de su partida, versos que dimensionan los horizontes de la personalidad en cuestión:

    El Dr. Agustín Palacios López falleció en la ciudad de México, la misma que lo vio nacer, el pasado 16 de Noviembre, en plenitud de facultades y preparado para salir a dar su entrañable Seminario de los miércoles.
    Siendo un niño, perdió a su padre por apendicitis aguda, evento que lo signó para seguir la carrera de Medicina. Fue un alumno brillante en el Instituto Politécnico Nacional, el primero en ganar una beca para seguir una formación de posgrado en la Universidad de Texas en Galveston.
    Ahí, entre 1950 y 1954 se hizo Neuropsiquiatra bajo la tutela del Dr. Titus Harris -nombre que lleva el Instituto de Psicoanálisis- ,un agudo clínico que lo orientó a buscar la cura de la psicosis más allá de las fenotiazinas y los electrochoques, cuando apenas debutaban.
    Su gran inquietud intelectual lo trajo de regreso a México, y encontró, en las voces de Frida Zmud, José Luis González, Ramón Parres y José Remus, el eco de su propia búsqueda en el Psicoanálisis.
    Formó parte de la segunda generación de analistas de APM, su hogar y su Alma Mater, de la que siempre mantuvo el rumbo y la lealtad. Fue su Presidente de 1978 a 1980 y durante su gestión, se integraron a la formación analítica a los Doctores en Psicología, un gran logro que permitió capitalizar al Centro de Estudios de Posgrado como la gran veta que es hoy día en el crecimiento del Psicoanálisis en México.
    Con el corazón puesto siempre en APM, aspiró y alcanzó la Vicepresidencia de la IPA, donde impulsó el Psicoanálisis latinoamericano con una pasión y un compromiso sin precedentes. Ningún  cisma, ninguna disidencia lo hicieron dejar de confiar en su institución y en sus compañeros y alumnos, y murió soñando con verla crecer en todos los sentidos. Como sentenció un analizando suyo y analista didáctico: «Lo malo es que nos deja el ejemplo». (Zago, 2012).

    El doctor Palacios falleció en noviembre del 2011, al año siguiente, en el 2012, en la Asociación Psicoanalítica Mexicana rindieron un cálido y merecido homenaje al doctor. “Honor a quien honor merece”, fue el común denominador del sentir de los integrantes en la mesa redonda durante el homenaje. Dicha mesa estuvo conformada por los Dres. Griselda Sánchez, José Cueli, José Luis Islas, Salvador Rocha, José Luis Salinas y Alfredo Valencia. En este espacio se recordó las cualidades del doctor no sólo como el gran psicoanalista, supervisor y maestro que fue, sino por sus gran humanidad y enorme sensibilidad que lo llevaron a ganarse el respeto, admiración y cariño de todos quienes lo conocían (APM, 2012).

    REFERENCIAS

    Asociación Psicoanalítica Mexicana. (2012). Homenaje al doctor Agustín Palacios. Extraído el día 6 de marzo del 2017 de http://boletinesapm.blogspot.mx/2012/06/homenaje-al-dr-agustin-palacios.html

    Cueli, J. (2012). Agustín Palacios, terapeuta. La jornada semanal. Extraído el 6 de marzo del 2017 desde: http://www.jornada.unam.mx/2012/02/05/sem-jose.html.

    Palacios, A. (1975). Técnica de grupo en psicoanálisis. México. La prensa Médica.

    —————- (1978). Carta del presidente de la APM. Cuadernos de psicoanálisis. Volumen XI. Números 3 y 4.Julio-Diciembre. Asociación Psicoanalítica Mexicana. México. D.F

    —————- (1998).La formación del psicoanalista. Asociación Psicoanalítica Mexicana. México. D.F

    —————- (1998). Freud: su legado un siglo después. Sansores y Aljure. APM. México. D.F.

    —————- (1991). Psicoanálisis de la detención del desarrollo emocional. México. D.F. Hispánicas.

    Zago, G. (2012). Recordando a nuestro querido Dr. Agustín Palacios. Boletín Electrónico de la APM. http://boletinesapm.blogspot.mx/2012/01/recordando-nuestro-querido-dr-agustin.html

    CONJUGANDO LA VASTEDAD DE UN REFORMADOR

     

    Memorando al doctor Dupont.

     

    Sinopsis: Pretendo exponer una semblanza del Dr Marco Antonio Dupont Muñoz, recalcando su creatividad, mismas que van desde lecturas específicas hasta proponer modalidades de tratamiento psicoterapéuticas, sin dejar de lado su especial modo de literatura y, desde luego, su labor societaria e institucional.

     

    La metabolización de los contenidos en el continente deberán ser elaborados más avanzadamente, menos motivos y más racionales

    Marco Antonio Dupont Muñoz.

    PREÁMBULO

    Cuando un ser querido se va y dice adiós a la vida, plantea una situación pesada para nuestro andar, ver aquella persona que ya no está dónde suponíamos estaría siempre, deja un vacío, un vacío interior y exterior, una confusión entre ausencia y presencia cotidiana, este partir, actúa como una confusión real e imaginaria que contiene tristeza, angustia e ironía, entre algunos otros sentimientos inefables. Por ahora pienso en un homenaje hacia este gran clínico, el doctor Marco Antonio Dupont Muñoz. Estas líneas son mera representación, símbolo de aquellas personas que se han ido.

    Este trabajo intenta dar constancia de su capacidad de interrelación, de interjuego, de constancia. Vastedad como concepto de grandeza, de suficiencia, de riqueza y, reformador protagonista de la revolución de pensamiento, diferencia, inclusión.

    México tierra de enormes cosas, objetos, lugares, joyas arquitectónicas, hotel del resto del mundo. En planas sobre el conocimiento no es la excepción, intelectuales de todas tallas y temas han surgido de este bello país. Digamos que este escrito es la cáscara de la vida de este docto.

    CONCEPTOS, OPINIONES E HIPÓTESIS

     

    Dejo apuntada la idea de que algunos de los fenómenos que son la raíz de la cultura, como el proceso creativo y el de la simbolización, encuentran su fuente original en el esfuerzo de recuperación del objeto perdido, pero en forma genérica y prospectiva (Dupont, 1976). Es de esta manera que el doctor Dupont constituye su teoría clínica, ocupando un lugar especial de lo suscitado en el setting, de inmediato se lee el interés hacia el fenómeno de la identificación proyectiva, concibiendo a ésta más abarcativa y dimensional, como una ruta de comunicación, es decir, como una teoría de la comunicación, siendo ambiciosos, una ontología del lenguaje.

    El maestro siempre vio al interior, recogía sus afectos y cogniciones según avanzaba la hora analítica. En él, era siempre constante el registro interno que dictaba la unidad dialéctica entre lo propio y lo externo, es decir, pensó con los ojos, a la vez que, oía con la mirada. Ello lo podemos constatar con su estudio e implicación del ECRO, estas tópicas pueden desembocar en su propia contratransferencia, o en lo que en terapia familiar llamamos: cibernética de segundo orden, ubicándose en los sistemas que observan, lo anteriormente mencionado enmarcado en lo que denominó Higiene mental, compuesta por análisis, supervisión y experiencia acumulada en años (Dupont, 1976,1988).

    Un modelo ejemplar del suceder en la hora analítica, lo expuso mediante la siguiente ecuación: “A — B (b bn) – A”, pienso yo, que el doctor continuó con las enseñanzas matemáticas de Bion, así como en el espiral de Pichón Riviere, ya que esta dinámica analista-paciente, es interminable, dinámica, de ida y vuelta, mutuo, correlativo, intercambiables y que tiende a. (Dupont, 1976,1988,2007, 2013).

    A continuación ofrezco ciertas premisas que lo relatado:

    Fase A” posición completa de integración con predominio de raciocinio y lógica.

    Fase B” Relajación.

    A” transformación de experiencias, de emociones a pensamientos. Con la ayuda de otras transformaciones se podría concluir con una interpretación.

    Fase A punto de partida asociativo del paciente, ocupa una disposición del terapeuta a acompañar al paciente en sus vivencias, también, si el analista no trasforma lo anterior, no induce a la regresión del paciente.

    Fase B parcial y temporal, facilita el ingreso del yo terapéutico,

    Este vaivén, refiere Dupont, es un proceso en espiral, se puede repetir en varias ocasiones en una misma sesión, es estructural y dinámico.

    La primera parte pertenece a lo racional, lógico y al juicio, la segunda a la empatía, intuición, a lo subjetivo y al curso emocional.

    El doctor centró cierta atención considerable a temas clínicos y teóricos, los renovó, perfeccionó y nombró, por tanto, asignó un valor especial, por ejemplo al yo terapéutico (organizador universal), al tercer oído, tercer ojo, a lo autocurativo, al furor curativo, al factor tolerancia del terapeuta (conocerse) y cura sintomática, desde luego al ECRO que él también llamó metafóricamente llavero. Dichos conceptos ofrecen, incuestionablemente, un valor considerable de alarde de versatilidad psicoanalítica, que hace sentir la faceta clínica de este autor.

    Dicho sea de paso que el factor tolerancia lo interrelacionó con el yo terapéutico que a su vez es útil para: planear la ruta terapéutica, prevención de puntos ciegos, prevención de contraidentificacion complementaria y analizar las defensas tanto primarias como secundarias (Dupont, 2007).

    EL OTRO LADO DEL DIVÁN Y LA RELACIÓN ANALISTA-PACIENTE

    Reza Dupont: “La aceptación de un continente tolerable y tolerante también parece condición indispensable para el desarrollo estructural” (Dupont, 2007). En sentido metafórico, se gradúo con honores a la hora de hablar “del otro lado del diván” – como lo mencioné arriba – bajo este ejercicio fue honesto, crítico, desafiante y abierto a lo que esto podría traer como resultado. Respondió a muchas necesidades de los teóricos a la hora de hablar acerca de los fenómenos transfero-contratransferenciales, es muy probable que en este rubro se convirtiera en un maestro del tema. Un factor poco estudiado en este proceso es el hecho de que las creencias y las teorías del analista determinan, de forma inevitable, la evolución y contenidos del proceso (Dupont, 2007).

    Continúa: La realidad psíquica del analista no puede ser estudiada si no se incorporan a la investigación los efectos interactuantes con la realidad psíquica del paciente. Es decir, la noción misma de realidad psíquica del analista debe incluir, en su definición, su dependencia funcional con la realidad psíquica del paciente (Dupont, 1988).

    Posteriormente junto con otros colegas los Doctores Tubert, Vives, Kolteniuk, Parres y Mendoza presentan un congreso de la IPA en Estados Unidos, resultado de una investigación, en el cual propone que el análisis es un “espacio interconstruido” proveniente de dos fuentes: realidad psíquica del analista y realidad psíquica compartida. Agrega: El espacio interconstruido es un campo operacional que se crea en cada encuentro. El espacio interconstruido no data más que del psicoanálisis relacional.

    PEDAGOGÍA PSICOANALÍTICA DEL PSICOANÁLISIS

    Estudiarlo, es sinónimo de algo peculiar y especial, debido a que no existe algo semejante, probablemente estudiar música tenga tintes parecidos, ya que la experiencia personal, es decir, lo que has vivido influye de manera directa, contundente y decisiva. El percibir obtiene un lugar especial en la formación analítica, esto sumado a varios años de análisis didáctico y todo el vínculo terapéutico paciente-analista, en donde las tormentas del ayer y las promesas y proyectos por venir, toman inclinación hacia una funcionalidad del sujeto analizado.

    En la pedagogía del psicoanálisis, apreciar es un verbo muy presente, dicha apreciación no tiene lugar en libros, seminarios y teóricos, se va construyendo de manera intangible, inefable y difícil de explicar y comentar. Creatividad, asertividad, invención y hermenéutica son solo algunos pre-requisitos para ingresar a la candidatura, el talento transferencia-contratransferencia se hace más que necesario, es sus dos facetas; analista (alumo)-paciente, y didáctico-paciente (alumno), esta doble modalidad se vuelve interesante en demasía, pocas disciplinas pueden presumir ser artista y espectador a la vez.

    Lo referente a la educación, formación, y transmisión del psicoanálisis y sus psicoanalistas, ha sido un tema interesante y demasiado especial, ya que ésta disciplina así lo dicta, desde los requisitos para formarse, hasta los años que lleva estudiarlo, sin dejar a un lado la manera de enseñar lo que se sabe y que en algún momento también fue enseñado.

    Ya durante su estudio, a estas avanzadas horas de su trabajo Dupont, piensa, escribe y deja por sentadas una serie de hipótesis sobre los enseñajes y transmisiones de la teoría psicoanalítica, es aquí en donde vemos un perfil docente-pedagógico del maestro Dupont.

    Refiere que la verdadera fuente original del analista es constituido por: vocación, análisis, entrenamiento, identidad profesional, apego al ejercicio de la profesión analítica (Dupont, 1988, 2007). A su vez, fue un incansable estudioso de la formación del psicoanalista desde la selección de candidatos, pasando por la enigmática relación analista-alumno

    ESTÉTICA DE LA PRAXIS EN DOS TIEMPOS: HISTORIA Y FUTURO

    La temporalidad histórica está inscrita en los conjuntos de la experiencia que como memoria se mantienen preconscientes, más no en sus partes cuando se hallan desligadas del conjunto y reordenadas en el inconsciente. Recordar es dirigir las catexias de atención hacia el pasado y actualizar en la percepción de la conciencia eventos de la experiencia anterior (Dupont, 1976). En una idea filosófica abstracta, Dupont en entrevista con Bion, refería que el tiempo no existía más que como pensamiento de los eventos en la realidad interna y externa (Dupont, 1988).

    Sin embargo, el tema del “tiempo” fue una constante en su obra, sobre todo, en el tiempo del vivir humano, ya que todas las etapas de la vida fueron atractivas para su estudio, el maestro se interesó en la primera infancia hasta la senectud, la muerte y los moribundos, o mejor aún desde lo pre conceptivo hasta lo post mortem. Lo podemos constatar en su libro Desarrollo humano: siete estudios psicoanalíticos (Dupont, 1976) en donde a través de una línea espacio-temporal, realiza una serie de ensayos sobre los avatares espinosos que vamos transitando.

    Pensando en la supervivencia del psicoanálisis fue partidario de otras prácticas psicoterapéuticas de origen psicoanalítico, por tanto, mostró flexibilidad en la técnica y praxis psicoanalítica. La sentencia condenatoria de que: eso “no es psicoanálisis”, suele alcanzar también a quienes practican con espíritu analítico todo otro orden de psicoterapias, grupo, pareja, familia, etc (Dupont, 2007).

    Dupont es co-autor de Psicología para casos de desastre (Dupont et al, 1987) los autores plasman sus experiencias en la catástrofe del 1985, los escribe juntos con sus colegas: Juan Tubert, Alberto Siniego, Rosa Doring, Mario Campuzano, José Antonio Mendizábal, Isabel Díaz Portillo y el doctor Carrillo y un grupo de psicólogas quienes también intervinieron. En él nos exponen la majestuosa riqueza de la teoría psicoanalítica en cuanto a fenómenos medioambientales y macrosociales. Experiencia sin precedentes, cabe mencionar que el prólogo fue a cargo Elena Poniatowska, hecho de sobrado interés para el psicoanálisis.

    Escribió también: Los fundadores. Historia testimonial de la APM (Dupont, 1997) un libro simplemente único que habla sobre la historia y desarrollo del psicoanálisis en México, en el cual nos percatamos del carácter epistemológico del autor. Data de la trayectoria de los pioneros y sus viajes que dieron arribo al psicoanálisis en nuestro país, estos fueron: José Luis González, Santiago Ramírez, Ramón Parres, Francisco González, Rafael Barajas, Manuel Aiza, Estela Rémus, José Rémus, Fernando Cesarman, Carlos Ibarra, Luis Feder y Avelino González.

    DUPONT GRUPÓLOGO

     

    El psicoanálisis mismo y la tarea psicoanalítica no pueden considerarse asequibles sin el concurso de la comunicación secundaria, la palabra hablada, como instrumento básico (Dupont, 2007). Así como la comunicación humana y la psicoterapia confluyen, como resultado y actitud valiente, Dupont propone GIN-GAP, el cual contiene tres elementos básicos: juego, cuerpo e interpretación. Los párrafos siguientes representan el transcurrir histórico de la realización de un descubrimiento: GIN-GAP. Proyecta un tratamiento único por ser grupal en primer término, en segundo – pienso yo – porque involucra a los padres, lo considero una propuesta sin precedentes, una invención de la psicología orgullosamente Mexicana, en modalidad de tratamiento psicoterapéutico orientado psicoanalíticamente y no dudo en que es el mejor. Cabe decir que toda esta propuesta terapéutica la realizó con su colega Adela Jinich de Wasongaz, Alberto Siniego y Silvia Benenati, entre muchos más colaboradores.

    En estas líneas, intento plasmar en una línea del tiempo el quehacer GIN-GAP, que como bien dejaron dicho los autores “aún falta mucho por hacer”. Posteriormente, comparto algunas ideas que extraje de este hermoso e inhóspito texto que, dicho sea de paso, luego de algunos años editaron un nuevo libro con pequeñas modificaciones que titularon: Una alternativa para el tratamiento psicoanalítico grupal de niños y padres GIN-GAP (2007).

    Se enfocaron más en la observación empírica que en la deducción a partir de un esquema previo. Estudiaron tres niveles de internalización – Klenianos desde luego – incorporación, introyección e identificación. Para la comprensión del grupo terapéutico se requiere tomar en cuenta: campo, texto y contexto, así como tres momentos; acción, pensar y poner las cosas en su lugar. Mencionan mecanismos de defensa novedosos: provocación, confusión de roles, huida a la soledad y permisividad.

    Al inicio del proceso los pacientes niños se consideraban como alumnos y a los analistas como maestros. Cuando se canalizaban inversamente pacientes de lo individual a lo grupal, se gestó un fenómeno que llamaron comunidad incestuosa. Una encomienda del terapeuta será vencer la resistencia que provoca la regresión al rol de niño. El analista se singulariza en su aptitud para ejercer una disociación relativa y una reintegración inmediata (Dupont, 2007).

    Aquí mismo leí conceptos nuevos como el calentamiento grupal, escenas secuenciales e interpretación marginal.

    El grupo de padres en un inicio se llamó grupo de orientación luego – como sabemos – GAP. En el mismo énfasis se poseen dos tareas en ésta propuesta: lo lúdico-placentero y lo analítico-terapéutico. En el GIN-GAP también intervinieron psicoterapeutas familiares y también se canalizaban con ellos. El modelo GIN GAP implica el pasaje del diván al sillón, lo cual involucra la ruptura de la prohibición y la acción. En el tema técnico pensaron que la hora de pensar era igual a una desregresión, por su parte en la hora de la acción, se rompe la idealización.

    Frases agradables que yo escuché: “El Edipo no resuelto de los padres transforma a la familia en un caldo de cultivo de la psicopatología al que retornan nuestro pacientes”, “En el caso del análisis infantil es imprescindible el tratamiento familiar”.

    Historia/Fechas.

    • 1974 Adela Jinich y Marco Antonio Dupont Muñoz realizan la primera experiencia, GIN O se llevó a cabo en el consultorio de la doctora Adela, a los padres los canalizaban con colegas.
    • GIN I modelo institucional 1978 en CIJ de Naucalpan.
    • GIN II Los Doctores Marco Dupont, Héctor Socorro y Adela Jinich en 1979 en la clínica de AMPAG.
    • Luego crearon GIN´S por edades el A de 3 a 6 años, el B de 6 a 11 años, el C de púberes y el D de padres y acompañantes.
    • GIN II B Raquel Springer y Marco Antonio Dupont.
    • GIN II C Grupo de padre Juan Guadarrama y Alberto Siniego.
    • GIN III Marco Antonio Dupont, Zita Chao y María Elena Castro en 1986.
    • GIN IV Marco Antonio Dupont, Cesar Garza, Juan Guadarrama, Malena Juárez, Matilde Guerrero y Alberto Siniego en 1982 en el IMPPA niños de 8 a 11 años y sus padres. Encargados del GIN principalmente Silvia Benenati y Alberto Siniego.

    DESPEDIDA

    Fungió como maestro de los “procesos psicoanalíticos” aquello que abarca desde la cosa hasta la palabra, desde la fecundidad hasta la mortalidad, del cero hasta el sinfín, desde lo prenatal hasta lo post mortem. No echemos de menos su papel protagonista de papeles específicos en lo institucional, idiosincrático, político y cultural del psicoanálisis.

    Sus escritos, a mi juicio, son el espejo de la cultura psicoanalítica mexicana que tanto valen, fue una persona diferente, especial, innovadora, emprendedora, rompió con el estatus. Pionero, líder, investigador, mentor, ídolo, ícono, varias idealizaciones vieron luz en su persona, fue estructura y estructurante, fue constituido y constituyente. Era buen escritor, manejaba un amplio vocabulario y lograba emitir varios mensajes fáciles de captar. Lo catalogo como un verdadero epistemólogo, en sus vertientes de biógrafo e historiador.

    El Doctor publicó un sinfín de artículos en revistas especializadas en neurología, psiquiatría, psicoterapia y psicoanálisis, pero sobre todo, en Cuadernos de psicoanálisis revista oficial de APM, como: La primera hora analítica (Notas a la iniciación del tratamiento en dieciséis casos), La mentira en la transferencia, La crisis adolescente interpretada como fase de mutación del pensamiento, La personalidad terapéutica. Análisis de un concepto básico en psicoterapia, Un factor crítico en el acierto o el error, el éxito o el fracaso en la terapia analítica, Sobre algunas formaciones mentales pseudo-religiosas en la psicosis, La interpretación marginal, Normalidad y patología del desarrollo, Breve relación histórica del movimiento psicoanalítico en México, Psicoanálisis, libertad y liberación, Gerontofilia a la luz del mito de Edipo, Desde la Preconceptología hasta el Psicogenoma de Luis Féder, De la incertidumbre a la certeza y del pensamiento a la acción, La homosexualidad verdadera y la homosexualidad como defensa.

    Se agregan muchos más trabajos que presentó en congresos y que oficialmente no fueron publicados en sí, en agrupaciones como APM, AMPAG, IPA, FEPAL, SMPN, ARPAC, entre algunas más. De igual modo escribió como colaborador en algunos otros libros como en el de su hijo, “Manual clínico de psicoterapia” en donde escribió sobre intervenciones psicoterapéuticas en el paciente con enfermedad terminal, ya que tenía experiencia en esta población como su primer libro lo demuestra.

    Sus actos lo llevaron a recibir la distinción “Doctor Honoris Causa” en el 2012 por la Universidad las Américas. Fue una personalidad con influencias desde luego de Freud, Klein, pero también citaba a Winnicott y ampliamente a Bion, no dudó en estudiar a Erickson, Racker, no dejó a un lado a autores como Grinberg, Rosenfeld, Bick, Meltzer, Abraham, Heimann, Riviere y Rackovski por mencionar solo algunos.

    Ocupó diversos cargos administrativos, fue supervisor, analista, analista didacta, médico especialista, profesor, su interés abarco todo, individual y grupal, niños, adolescente y adultos, con una mira especifica: el psicoanálisis. Su legado arribo, desde luego, en la ciudad de México, el estado de México, Jalisco, Guanajuato, Zacatecas, Querétaro. Falleció a días de presentar su octavo libro “Aventuras psicoanalíticas. Telepatía”. Ahí estudia la teoría de comunicación de Donald Meltzer, la comunicación primaria y secundaria, aparte, expone algunas atravesamientos clínicos grupales e individuales, acá su literatura psicoanalítica era ya, catedra Kleniana y Bioniana.

    En la ciudad de León Guanajuato en donde el psicoanálisis ya es una realidad, tengo la fortuna de tener conocidos y maestros que estimo, que a la vez guardaron relación con él, como maestro, supervisor, analista, y colega, los doctores: Antonio Hinojosa, Augusto Vásquez, Antonio Luna, Malena Fuentes, Enrique Fernández, y Alberto Siniego. Se graduó de Médico especializado en psiquiatría egresado de la UNAM, psicoanalista de grupos titulado en AMPAG y, psicoanalista individual formado en APM. Termino citándolo: “Con tranquilidad, se puede decir que la psicoterapia es un viejo arte a la par que una ciencia nueva” (Dupont, 2013).

    REFERENCIAS

    Libros.

    Dupont, M.A. (1976). El desarrollo humano: siete estudios psicoanalíticos. México: Joaquín Mortiz.

    —————— (1987). Psicología para casos de desastre. México: Pax.

    —————— (1988). La práctica del psicoanálisis. México: Pax.

    —————— (1993). Psicoterapia grupal para niños. México: Universidad de Guadalajara.

    —————— (1997). Los fundadores. APM. México: Tesis económicas profesionales.

    —————— (2007). El ser psicoanalista. México: Lumen.

    —————— (2007). Una alternativa para el tratamiento psicoanalítico grupal de niños y padres GIN-GAP. México: Plaza y Valdez.

    —————— (2013). Telepatía. Aventuras psicoanalíticas. México: Lumen.

    Artículos en cuadernos de psicoanálisis.

    Dupont, M.A. (1981). Un factor crítico en el acierto o el error, el éxito o el fracaso en la terapia analítica. Cuadernos de psicoanálisis. Asociación Psicoanalítica Mexica. México. D.F: Plaza y Valdes.

    ——————— (1991). Normalidad y patología del desarrollo. Cuadernos de psicoanálisis. Asociación Psicoanalítica Mexica. México. D.F: Plaza y Valdes.

    ——————— (1991). Breve relación histórica del movimiento psicoanalítico en México. Cuadernos de psicoanálisis. Asociación Psicoanalítica Mexica. México. D.F: Plaza y Valdes.

    ——————— (1992). Psicoanálisis, libertad y liberación. Cuadernos de psicoanálisis. Asociación Psicoanalítica Mexica. México. D.F: Plaza y Valdes.

    ———————- (1992). Gerontofilia a la luz del mito de Edipo. Cuadernos de psicoanálisis. Asociación Psicoanalítica Mexica. México. D.F: Plaza y Valdes.

    ——————— (1997). Desde la Preconceptología hasta el Psicogenoma de Luis Féder. Cuadernos de psicoanálisis. Asociación Psicoanalítica Mexica. México. D.F: Plaza y Valdes.

    ——————— (1997). De la incertidumbre a la certeza y del pensamiento a la acción. Cuadernos de psicoanálisis. Asociación Psicoanalítica Mexica. México. D.F: Plaza y Valdes.

    ——————— (1998). La homosexualidad verdadera y la homosexualidad como defensa. Notas clínicas. Cuadernos de psicoanálisis. Asociación Psicoanalítica Mexica. México. D.F: Plaza y Valdes.

    [1] Lic. Alfredo Stefano Castro Enríquez, psicólogo de Bachillerato Comunitario SEP Guanajuato, psicólogo.alfredo@hotmail.com. 4771550769

  • Madres e Hijas como figuras de lo ominoso.

    Madres e Hijas como figuras de lo ominoso.

    Madres e Hijas como figuras de lo ominoso.

    María Fernanda García Rojas Alarcón

      Mi madre está muerta La conservo como las lágrimas que no puedo verter. Anise Koltz.   [1]   A lo largo de mi experiencia como psicoterapeuta me ha inquietado el devenir de las mujeres. Desde luego mi género me implica, ser hija y madre de dos hijas, pero además la afluencia en mi consultorio de mujeres adolescentes y adultas que presentan distintas manifestaciones del inconsciente. Mi trabajo clínico ha dejado intuiciones y dudas que hoy pretenderé responder de modo provisorio.   Un aspecto fundamental que he observado en el mundo de algunas mujeres es la búsqueda de la imagen de sí mismas. Alucinante fenómeno de enajenación donde las mujeres, de una u otra forma, se ven atrapadas e invierten gran parte de su libido. Como preguntándose siempre algo que no terminan de contestarse jamás, una moneda echada una y otra vez al aire y cuyo resultado no convence.   Nada más extraño que atestiguar de espaldas la imagen de dos mujeres en apariencia idénticas: (por ejemplo) pelo rubio pintado, alaciado, delgadez extrema, pantalones ceñidos, blusa escotada y tacones demasiado altos. Nos acoge la duda de si estamos en presencia de “dos gemelas, o dos hermanas, la mayor y la menor, o no, ¿tal vez sean madre e hija?” Al girar el rostro de ambas se nos aclara el panorama y hacemos juicio de realidad. Son madre e hija, emulándose: “Espejito espejito…” Este aspecto de la identificación imaginaria en el mundo femenino nos enfrenta a varias preguntas:
    • ¿Cómo se estructuran y qué distintas formas discursivas encuentran las mujeres en los caminos de la apropiación del falo?
    • ¿Qué maneras de ser, hacerse y estar de las madres, favorece o no la subjetivación?
    • ¿Qué implica, en el desarrollo de las niñas, la larga estancia en la diada libidinal con la madre y el posterior cambio de objeto de amor?
    Veamos qué advirtió Freud. En 1931[2] sostiene que a diferencia del varón, en la niña existe una duración de la ligazón-madre que llega bien entrado el cuarto o quinto año y que por tanto abarca la parte más larga, con mucho, del florecimiento sexual temprano. “Más aún: era preciso admitir la posibilidad de que cierto número de personas del sexo femenino permanecieran atascadas en la ligazón-madre originaria y nunca se produjera una vuelta cabal hacia el varón.” Admitía que la fase preedípica de la mujer alcanzaba una gran significación y que parecía necesario privar el carácter universal al Complejo de Edipo como núcleo de las neurosis. Sostiene que esta fase con la madre “…deja conjeturar un nexo particularmente íntimo con la etiología de la histeria… y ambas, la fase y la neurosis, se cuentan entre los caracteres particulares de la feminidad, además de que en esa dependencia a la madre se encuentra el germen de la posterior paranoia en la mujer… la angustia… de ser asesinada (¿devorada?) por la madre.”[3]   La madre devoradora es un fantasma arcaico descrito también por Melanie Klein como la angustia femenina más profunda debido a la dependencia total frente a la madre omnipotente. La presencia y la ausencia de la madre va haciendo representaciones y se pasa al reino de la fantasía. Pero ante la posibilidad de la separación aparece la ansiedad de fusión. Momento de aporía: Devorar o ser devorada. Aquí entran en juego las formas de apropiación y el control del objeto deseado y es este momento de la posición depresiva de Melanie Klein. Dice Freud que a menudo “esta angustia frente a la madre se apuntala en una hostilidad inconsciente de la madre misma, colegida por la hija”[4] y que la intensa ligazón de la niña pequeña con su madre debió de haber sido muy ambivalente y justamente por eso, con la cooperación de otros factores, habrá sido esforzada a extrañarse de ella”[5].   Winnicott y Lacan[6] nos esclarecen también este momento fundante del sujeto con el tema del narcisismo y la función del espejo. Lacan plantea que en el Estadio del Espejo se da la identificación imaginaria, se asume una imagen intuitiva total del cuerpo y de la relación de ese cuerpo con la realidad circundante. En este punto (segundo tiempo del estadio) “el sujeto se ve duplicado: se ve como constituido por la imagen reflejada, momentánea, precaria, del dominio, se imagina ser humano sólo a partir de que se imagina”.[7] El infante anticipa imaginariamente la forma total de su cuerpo por medio de una identificación y establece el primer esbozo del yo, que será tronco de las identificaciones secundarias. Esto gracias a una madre cuya mirada y cuyo rostro, diría Winnicott, lo mira, “le devuelve al bebé su persona”   [8], lo narcisiza. Esa imagen total será una imagen en disparidad pues su posibilidad de desenvolvimiento infantil es muy distinta a aquella del espejo. Aparece la madre que sostiene el deseo, que ofrece el seno y la leche, que procura la vida, pero también ofrece con ello la cultura y desarrolla la capacidad del deseo. El infante necesita del amor, sentirse deseado, único; necesita que la madre sea capaz de donarle un mundo nuevo. El rostro de la madre que lo mira, le permite a éste verla y verse a sí. La constitución de nuestro propio rostro imagen, dependerá del rostro de la madre. La mutualidad define: “yo soy porque ella es”. El “complejo del semejante” tendrá aquí su materia prima. El reconocimiento de la madre en un “ése eres tú”, deriva en un “soy yo”. Pero aquí, la lectura que hace Lacan de Freud en relación con la doble raíz libidinal de la mujer deja claros varios elementos. La sexualidad femenina enraizada doblemente, en un primer amor al Otro inigualable de la prehistoria omnipotente, y posteriormente al amor por el padre.   “Las hijas nunca fueron las verdaderas novias de su padre Las hijas fueron en un inicio novias de su madre Después novias de cada uno de ellos bajo una distinta ley.”[9]   El lazo con la madre se resignifica cuando la niña entra en el “Complejo de Castración” y en tal imagen lo decreta “como un hecho ya consumado”[10] lo cual obliga a una relación más directa que el hombre con esta falla en el Otro. El momento fundante de la identidad imaginaria donde la madre dice “ése eres tú” y el infante dice “soy yo”, trae aparejado el trazo o el rasgo unario, que es el signo de reconocimiento de la madre a su hijo como un ser deseado y diferente. Es el precursor del Ideal del yo. En este momento las mujeres quedarían con el trazo incompleto. En este momento se da el “no ser” de la mujer, ya que “no toda” queda sujeta a la ley edípica del padre y permanece en un lazo de dependencia originaria con la madre. “No toda” se sujeta, por decirlo así, al significante fálico. Queda una vertiente libidinal atada a su madre.   “Allí donde el significante fálico se deshace… dejando al sujeto sin recursos en un mundo sin referencias en los que los límites y las formas se disuelven… Fragilidad de la identidad de la mujer, falta de un trazo que la defina, siendo no-toda determinada por la ley fálica del padre. La no destitución del Otro de su posición ideal fálica, omnipotente, provoca en la mujer estar sujeta al goce materno cuyos efectos son devastadores.” [11] La famosa frase de Eva a su madre en la película “Sonata de Otoño” de Ingmar Bergman: “¿Mamá, es mi dolor tu placer secreto?, hace referencia a ese goce en y con la madre. Estas conjeturas de la ligazón de las hijas con sus madres, permiten que Lacan llegue al concepto del “ravage[12], traducido como estrago o devastación. Es un lazo persistente de una mujer con su madre originaria, capaz de sometimientos o ahogamientos psíquicos. Esto se refiere a la madre bárbara preedípica y “el peso de esta madre real se correlacionará con su omnipotencia, a la cual las mujeres son más sumisas pero con la que el individuo no terminará jamás de desligarse”.[13]   En la clínica he observado que cuando hay un duelo (por ejemplo, la menarca, la maternidad, una separación o un divorcio, la viudez, la partida de los hijos) existe la posibilidad regresiva de que emerjan fenómenos ominosos. Para ilustrarlo, valga un ejemplo clínico. Raquel es una mujer en sus treintas que ha anhelado mucho un embarazo. Al tener a su primera hija y pararse junto a la cuna siente que la observa el espectro de una mujer asesina detrás de la puerta. Cuando elaboramos, durante varias sesiones, la posibilidad de que la asesina fuera su propia madre y con ello, ella misma, esta fantasía paranoide dejó de presentarse. Figura de la identificación proyectiva que confunde lo propio y lo ajeno.   En la Antigüedad, a la Madre con la Hija se les veía como una imagen de fusión o unidad de la mujer fértil y de la virgen doncella (en plural Deméteres, las Deméter), que sin embargo quedaba como una misma representación de dos edades de la mujer.[14] A la Madre con el Hijo varón sí se les reconocía como dos entidades separadas (en el hijo encontraba la madre a su Otro).[15] Es decir, que esta unión primigenia de madre e hija era vista como UNO en plural.   Para seguir con nuestra argumentación, la relación Madre/Hija devendrá en madre e hija como identidades separadas gracias a la interdicción paterna. No obstante, el vínculo entre ellas estará siempre jaloneado hacia el Hades o el Más Allá, hacia la indiferenciación; encadenado por la dificultad de enjuiciar la identidad y procurar la diferencia. La con-fusión con la imago donde el yo se colapsa y aparece la duda entre lo propio y lo ajeno.   En suma, la madre se ofrece como un yo reconocido, a posteriori, fuera de mí, pero en un inicio el espejeo materno hace de mirada y con ella la comparación, lo diferente, lo compartido entre madre e hija es un territorio especular inabarcable. Toda la fantasía materna estará al servicio de ese cuerpo listo para significarse. El fenómeno especular -de la identificación imaginaria- entre madre e hija toma una fuerza, digamos que se integra un enigma narcisista en el terreno de la identidad ulterior. Freud nos enseña en “Lo ominoso”, que se trata de “…la aparición de personas que por su idéntico aspecto deben considerarse idénticas y el acrecentamiento de esta circunstancia por el salto de procesos anímicos de una de estas personas a la otra… de suerte que una es co-poseedora del saber, del sentir y el vivenciar de la otra. La identificación con otra persona hasta el punto de equivocarse sobre el propio yo o situar al yo ajeno en lugar del propio… Y por último, el retorno de lo igual, la repetición de los mismos rasgos faciales, caracteres, destinos, hechos criminales, y hasta los nombres a lo largo de varias generaciones.” [16]   La estructuración psíquica – junto con los fenómenos ominosos que acarrea – son los precursores de la conciencia moral que derivará en Yo ideal, Ideal del yo y en el Superyó, como escisiones del yo (doble) que no necesariamente se reprimen junto con el narcisismo inicial. Una instancia así, que trata como objeto a parte del yo, hace que en la clínica observemos el vínculo madre/hija plasmado, por ejemplo en el cuerpo, en el acto de comer o no comer (trastornos de alimentación), en las relaciones de sumisión o de las escisiones del yo. Como si ese cuerpo fuese otro (semejante) pero no un sí mismo. Las voces maternas del superyó que escuchamos como dictums y sentencias del destino de las hijas, de lo que tienen y deben de hacer son un ejemplo claro del Doble, ominoso, portador del destino y de la muerte. Como ejemplo, una paciente me decía: “Vengo muy angustiada porque mi madre se enteró que estoy saliendo con Raúl. Como ella sabe de antemano que nuestra relación no va a funcionar, estoy convencida de que vamos a fracasar.” Aquí rompe en llanto, para concluir entre sollozos: “Y yo anhelaba tanto estar con él!”   Ahora bien, “en la relación madre e hija el uso de la identificación como modo prevalente de relación ocurre sin límite… el espejeo infinitamente repetido de la identificación proyectiva pone el sello de un vínculo entre madre e hija de dimensiones femeninas y maternales condensadas… la madre inconscientemente proyecta a su propia madre o a su hermana en su hija …”[17] (y yo agregaría que se proyecta también la madre misma). Podemos señalar también que el sentido de identidad de una hija se consigue por una mezcla sutil de compartir y escindir con respecto a la madre… y como cada madre ha sido hija y cada hija será tal vez una madre, la mezcla materna y femenina va y viene. A fin de cuentas, toda madre es hija de su madre.[18] La trampa especular de la comparación; lo igual, lo distinto, más o menos que; aquello que es indisoluble desde su origen con lo siniestro y el doble; hacen que todo este bagaje se acarree en la suma de las ulteriores etapas psicosexuales. A tal complejidad debida al fenómeno especular femenino en la diferenciación subjetiva, tendremos que atender la diferenciación sexual posterior.   El descubrimiento freudiano del yo inconsciente hace que las certidumbres terminen y muestran a un sujeto constituido por algo que no puede saber y excéntrico respecto de su yo. No podemos negar que aquellas primeras mociones libidinales poseen una intensidad superior a toda las posteriores, y en verdad puede considerarse un punto de fijación inconmensurable. La hija quedará libidinalmente atada a la imago materna, a pesar de la metáfora paterna posterior y con una pregunta inefable siempre abierta en relación con su identidad. Se orientará en el firmamento de esos destellos imaginarios pero permanecerá la duda constante: ¿Dónde empiezo yo y dónde acaba ella?     REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS:   Chemama, R., & Lecman, T. P. (1997). Diccionario del psicoanálisis: diccionario actual de los significantes, conceptos y matemas del psicoanálisis (1st ed.). Buenos Aires: Amorrortu Editores.   Freud, S. (1996) Conferencia 33: La feminidad. (1932) en Obras Completas de Sigmund Freud. Vol XXII. Buenos Aires: Amorrortu Editores.   Freud, S. (1996). Lo ominoso.(1919). En Obras Completas de Sigmund Freud. Vol. XVII. Buenos Aires: Amorrortu Editores.   Freud, S. (1996). Sobre la sexualidad femenina.(1931). En Obras Completas de Sigmund Freud. Vol. XXI. Buenos Aires: Amorrortu Editores.   Freud. S. (1996). El yo y el ello (1923). En Obras Completas de Sigmund Freud. Vol. XIX. Buenos Aires: Amorrortu editores.   Green, A. (1986). Narcisismo de vida, narcisismo de muerte. Argentina: Amorrortu editores.   Guignard, F. (2006). Maternity and Feminity: sharing and splitting in the mother-daughter relationship. En Motherhood in the Twenty firts century. Editado por Alcira Marian Alizade. Nueva York: Karnac.   Lacan, J. (1949). El estadio del espejo como formador de la función del yo. En XVI Congreso Internacional de Psicoanálisis. Zurich.   Lauret, M. (2011). Le sujet et la toute-puissance maternelle. En Figures de la Psychanalyse. Francia: ERES.   Loraux, N. (1992). Historia de las Mujeres. Tomo I. La Antigüedad ¿Qué es una diosa? La Madre, la Hija. En Historia de las Mujeres de Georges Duby y Michelle Perrot. Madrid: Taurus.   Pickmann, C. (2001). L’hystérique et le ravage. En Actualité de l’hystérique. Editado por Michels, A. Toulouse: ERES.   Rich, A. (1978). Sybling Mysteries: Dreams of a common language. Nueva York: Norton.   Winnicott, D. (1991). La experiencia de mutualidad entre la madre y el bebé. (1969). En Exploraciones Psicoanalíticas I. Compilado por Winnicott, C., Shepherd, R., & Davis, M. Argentina: Ediciones Paidós Psicología Profunda.   Winnicott, D. (1999). Papel de espejo de la madre y la familia en el desarrollo del niño. En Realidad y Juego (2nd ed.). Barcelona: Gedisa Editorial.                 [1] Koltz Anise. Cantos de rechazo. Hiperión, España, 1998. [2] Freud Sigmund, “Sobre la Sexualidad Femenina” (1931), O.C. Tomo XXI: Amorrortu, Argentina, 1976. p. 228. [3] Ibid, p. 229. [4] Ibid, p. 239. [5] Ibid. p. 236. [6] Winnicott en “Papel del espejo de la madre y la familia en el desarrollo del niño”. Y Lacan en “El Estadio del Espejo como formador de la función del yo”. [7] Lacan en el Seminario XI, 1964. “Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis”. En Roland Chemama. “Diccionario del Psicoanálisis”, p. 137. [8] Winnicott en “Papel del espejo de la madre y la familia en el desarrollo del niño” en Realidad y Juego, p. 155. [9] Adrienne Rich, “Sybling Mysteries: Dreams of a common language.” NY: Norton, 1978. [10] Freud Sigmund, “Conferencia 33: La feminidad” (1932), O.C., vol. XXII: Amorrortu, p.117. [11] Lauret Monique, “Le sujet et la toutte-puissance maternelle”, en Figures de la Psychanalyse No. 22. p. 31. France, 2011. [12] Lacan Jaques. “El Seminario”, Libro 5. Paidós. Argentina, 2011. [13] Lauret Monique, “Le sujet et la toutte-puissance maternelle” Op. Cit. p. 21-22. [14] Esto me recuerda el cuadro de Gustav Klimt “Las tres edades de la mujer o de la vida”. [15] Loraux Nicole, “Historia de las Mujeres.” Tomo I. La Antigüedad ¿Qué es una diosa? La Madre, la Hija, en Georges Duby y Michelle Perrot, Historia de las mujeres en Occidente, 5 vols., Taurus Minor/Santillana, Madrid, 2000. p. 74. [16] Freud Sigmund, “Lo ominoso” (1919), O.C. Tomo XVII: Amorrortu, p. 234. [17] Guignard, Florence. “Maternity and Feminity: sharing and splitting in the mother-daughter relationship”, p. 107-108. En: “Motherhood in the Twenty firts century” Edited by Alcira Marian Alizade. Karnac, NY 2006. [18] Como la imagen de la muñeca rusa “matrioska”, que contiene una igual dentro de la otra. Es una especie de imagen fractal o droste, recurrente, que se contiene en sí misma hasta el infinito.
  • Consideraciones posmodernas sobre el “Fort Da”

    Consideraciones posmodernas sobre el “Fort Da”

     Julio Ortega Bobadilla

    (Trabajo presentado en el XLII Congreso Nacional de Psicoanálisis de la Asociación Psicoanalítica Mexicana. Veracruz 2003.).

    Hace poco tiempo, encontré en los pasillos de la Universidad Veracruzana, un filósofo académico de buena reputación y partidario del enfoque hermenéutico al estilo Gadamer, lanzando hacia sus colegas y amigos, un desafío curioso. Decía: “Yo no sé qué es dentro, ni qué es afuera”. Lanzaba con orgullo al aire sus palabras e intentaba que otros doctores en filosofía presentes, le siguieran el juego hacia una discusión interminable sobre el tema.

    También en la Facultad de Humanidades —por la no sé si mala adquirida costumbre de frecuentar a mis amigos filósofos—, fui interpelado por el profesor en cuestión: “A ver: ¿Qué nos puede decir el psicoanalista?”. Requerido de improviso, tomé el camino menos propio para un analista, no el uso de cierta filosofía cínica que me podría haber llevado a preguntarle desde cuándo sufría de estreñimiento, sino el de la cortesía. Le pregunté si acaso no soñaba. Su respuesta fue argumentativa, guiada por la razón y desdeñosa del campo de lo subjetivo, argumentando sobre la conveniencia de la desaparición de los falsos problemas en filosofía, y para ahorrarles el desarrollo de la discusión, confesaré que terminé por perderme en un sinnúmero de palabras acomodadas en el mejor estilo sofista.

    Sin embargo, la expresión de su punto de vista, me movió a reflexionar sobre algunos cambios en nuestra cultura contemporánea, que conducen a pensar en una tendencia al borramiento de los bordes psicológicos y el problema que representa no sólo para nuestra vida cotidiana, sino para el quehacer teórico de los psicoanalistas.

    Quiero ser manifiestamente demostrativo y presento a ustedes la obra de dos artistas plásticos contemporáneos, estetas de la pulsión de muerte y ¿por qué no? del horror, cuyas imágenes son verdaderamente fascinantes porque causan todo, menos indiferencia: Joel Peter Witkin y Günther Von Hagens, a quienes no los conocen, les sorprenderán estas imágenes que los criterios más conservadores han calificado de atentado al pudor y hasta pornografía.

    Pueden ver las imágenes en la Red, máximo reservorio del inconsciente, diríamos el verdadero inconsciente colectivo:

    Günther Von Hagens:

    http://www.plastination.com/ 

    Joel Peter Widkin: http://www.zonezero.com/exposiciones/fotografos/witkin/jpwdefault2.html

    Para Witkin, la fotografía representa el problema de cómo plasmar sombras. Concibe el encanto de su arte en la fijación de imágenes extrañas, lo propio de su enfoque estético es la absorción del instante, fijarlo a una imagen, que más que registrar, rememora lo misterioso e intraducible. Trabaja con seres humanos, pero tiene un gusto especial por retratar cuerpos sacados de la morgue. Le fascina hacer retratos “artísticos” de cadáveres, asiste a la disección forense y sigue el trabajo en la plancha, pide que se coloque a los restos humanos en distintas posiciones y les agrega un pescado, una flor, etc. Acciona su cámara mientras el cuerpo se va volviendo pedazos y capta una mano desgajada del cuerpo, una cabeza, unas manos. ¿Que más puede decirse de él? Es considerado genio, tiene gran reconocimiento internacional y sus obras se venden a precios altísimos. Una parte importante de su trabajo lo ha realizado en México aprovechando las facilidades en este país para disponer de cadáveres sin que nadie reclame nada.

    Von Hagens desarrolló en 1978 la técnica de la plastinación, dónde se reemplaza el agua del cuerpo y los lípidos, por polímeros que van, además de conservar el cuerpo, a darle una consistencia lábil que permite tratarlo como un muñeco flexible. Parte de su obra, se puede observar en la exposición «Mundos Corporales» que muestra con gran éxito internacional, a los visitantes: el cuerpo de un hombre que juega ajedrez, otro cuerpo fantasmal que cabalga sobre un caballo que es sólo músculos, etc. Ha recibido fuertes críticas de la iglesia católica frente a las que declara que su trabajo se realiza con voluntarios y respetando su dignidad desde todos los ángulos. La técnica es un gran aporte a la docencia médica, pero Von Hagens declara que ni él sabe en que punto ha pasado de la ciencia al arte, rompiendo el mito de la intangibilidad de la muerte y los cadáveres. Recientemente en Inglaterra originó un escándalo por vender los derechos de una autopsia a cierta cadena de medios que hizo pública la primera disección live, a miles de televidentes que rompieron récords de audiencia.

    Estas dos concepciones artísticas se basan en el mo (n) stramiento de las entrañas más oscuras del hombre, no son imágenes exactamente bellas pero ejercen la fascinación de situar al espectador ante lo prohibido y lo siniestro, en términos freudianos: “lo unheimlich”. Son imágenes que sólo pueden calificarse de posfreudianas y posmodernas, tienen por común denominador la confusión entre pasado, presente y porvenir, además de la ruptura de los límites entre sueño y realidad. Es como si nuestras pesadillas se desplegaran sobre el mundo. Una estética así, desafía la lógica cotidiana: los límites de lo posible y lo imaginado se borran. Dentro y fuera, vida y muerte se plegarán en un rizo, para formar una dialéctica antes no imaginada. Obras como ésta son una campanada de las nuevas tendencias estéticas y nos hacen preguntarnos ¿cuál será el imprevisible rumbo del arte futuro? Sobre todo, nos pica como avispa la pregunta: ¿Cómo llegamos a esto?

    Freud en la segunda parte de “Más allá del principio de placer”, nos hace transparente un enigmático juego que repetía, una y otra vez, su nietecito de año y medio. Tras una observación detenida del chico que, no presenta un “precoz desarrollo intelectual”, da cuenta de un juego:

     El excelente chiquillo mostraba tan sólo la perturbadora costumbre de arrojar lejos de sí, a un rincón del cuarto, bajo una cama o en sitios análogos, todos aquellos pequeños objetos de que podía apoderarse, de manera que el hallazgo de sus juguetes no resultaba a veces nada fácil. Mientras ejecutaba el manejo descrito solía producir, con expresión interesada y satisfecha, un agudo y largo sonido, o-o-o-o, que, a juicio de la madre y mío, no correspondía a una interjección, sino que significaba fuera (fort). Observé, por último, que todo aquello era un juego inventado por el niño y que éste no utilizaba sus juguetes más que para jugar con ellos a estar fuera.

    Más tarde presencié algo que confirmó mi suposición. El niño tenía un carrete de madera atado a una cuerdecita, y no se le ocurrió jamás llevarlo arrastrando por el suelo, esto es, jugar al coche, sino que, teniéndolo sujeto por el extremo de la cuerda, lo arrojaba con gran habilidad por encima de la barandilla de su cuna, forrada de tela, haciéndolo desaparecer detrás de la misma. Lanzaba entonces su significativo o-o-o-o, y tiraba luego de la cuerda hasta sacar el carrete de la cuna, saludando su reaparición con un alegre «aquí». Este era, pues, el juego completo: desaparición y reaparición, juego del cual no se llevaba casi nunca a cabo más que la primera parte, la cual era incansablemente repetida por sí sola, a pesar de que el mayor placer estaba indudablemente ligado al segundo acto.

    La interpretación de Freud del juego —además de la valoración de su nietecito como un niño excelente— da como resultado una serie complicada de ideas que nos informan del intrincado manejo simbólico y del espinoso proceso de pensamiento que tiene lugar en un pequeño de corta edad. El carretel representa primerísimamente a la madre y lo que se repite es el juego de su partida a placer por el niño, lo que resulta en: 1) Obtener una satisfacción narcisística: “Yo manejo a mi madre”; 2) Conseguir una posposición y renuncia de la satisfacción instintiva que tiene como resultado que el pequeño aprenda a esperar y posponer a través de la realización imaginaria de su deseo; 3) Realizar una exteriorización de la pulsión de muerte y agresividad ante el objeto amado, que es torturado, en compensación de la realidad angustiosa vivida por el pequeño, quien depende totalmente de los dioses que constituyen sus figuras paternas; y por último, que no al último 4) La anticipación del regreso de la madre constituye un ensayo de ilusión que se convierte en método para paliar futuras frustraciones. Así, el carretel, la sonaja arrojada fuera de la cuna, el chupón aventado, se convierten en el primer juguete que figura la extensión de la realidad simbólica y corporal del niño: Símbolo y cuerpo en este pequeño juego, se suponen el uno al otro, remitiéndonos al hecho de que cuerpo, no sólo involucra la anatomía orgánica.

    En este sentido, nos parecen equívocas las tesis de Didier Anzieu (1994) expresadas en su libro El Yo-Piel. Según este autor, el Yo se constituiría primariamente a partir de la experiencia de superficie del cuerpo y la función de la piel establecería un límite a la noción de Yo. Leamos directamente de su obra estos planteos:

    La instauración del Yo-piel responde a la necesidad de una envoltura narcisística y asegura al aparato psíquico la certeza y constancia de un bienestar básico. Correlativamente el aparato psíquico puede intentar las catexias sádicas y libidinales de los objetos (…) [Anzieu, P. 50].

    Y más adelante:

    Con el término de Yo-piel designo una figuración de que el niño se sirve, en las fases precoces de su desarrollo, para representarse a sí mismo como YO que contiene los contenidos psíquicos a partir de su experiencia de superficie de cuerpo. Esto corresponde al momento en el que el Yo psíquico se diferencia del Yo corporal en el plano operativo y permanece confundido con él en el plano figurativo. [Anzieu, P. 51].

    Pensamos completamente diferente, el Yo, cómo podemos ver en el ejemplo del carretel no se agota en la piel, sino que se prolonga en el mundo de los objetos. Más aún, el pequeño seudópodo que constituye el corazón del narcisismo no sólo se extiende con sus brazos en el mundo, sino que se nutre y es traspasado por él en una relación parecida a la expresada por objetos como la Botella de Klein.

    Usando de manera aguda los conceptos psicoanalíticos, Lyotard (1990) ha entrevisto la verdadera naturaleza de nuestro “cuerpo libidinal”, un objeto que es totalmente contrario a un armazón, porque es abierto y extendido en su única cara sin reverso, una cara que nada oculta y hecha de:

     (…) las texturas más heterogéneas: huesos, epitelios, hojas en blanco, tonadas que hacen vibrar, aceros, cristalerías, pueblos, hierbas, telas para pintar. Todas esas zonas se empalman en una banda sin dorso, banda de Moebius, que no interesa porque está cerrada, sino por tener una sola cara, piel moebiana que no fuera lisa (…) por el contrario, que estuviera cubierta de asperezas, recovecos, pliegues, cavernas que lo serán en la primera vuelta, pero que en la segunda serán quizá protuberancias. Pero nadie sabe ni sabrá en cuál vuelta estamos: en la vuelta eterna.

      [Lyotard, P. 10].

    Dos mitos atrajeron la atención de Freud centralmente: Edipo y Narciso. Anzieu utiliza como ejemplo paradigmático de sus tesis el mito de Marsias, quien poseedor de la flauta mágica de Atenea toca una música celestial que le compara a los dioses y le empuja a la soberbia, en consecuencia, es retado por Apolo a una justa musical que tras largo rato pierde con el dios, quien al resultar vencedor decide desollarlo y apoderarse de su piel, y/o fragmentos de su cuerpo. Lo interpreta según un desarrollo trágico que entendemos así: la envoltura musical será causa de envidia para los dioses. Apolo quiere poner las cosas en su lugar justo y le reta. Su propósito central es quitarle no la música sino la envoltura piel. Conserva al final la piel tras del desollamiento y su preservación se convierte en motivo de una vuelta a la armonía, el mantenimiento de la fecundidad y la prosperidad del país. La piel vuelve a su lugar de origen, el mundo de la naturaleza ligado a los dioses.

    Objetamos, la fantasía de una piel común que caracteriza las variantes del mito de Marsias y para el cual Anzieu toma en cuenta los estudios de Frazer no es sólo una fantasía, vivimos en/de la piel del Otro, la noción del Yo está inextricablemente ligada a la del Otro. La obligación de los sacerdotes aztecas de usar durante algún tiempo sobre su cuerpo, la piel de sus víctimas desolladas, expresa no sólo una fantasía optativa sino un riguroso pensamiento cósmico en el que la noción de prolongación en el otro es sólo una fracción de la convicción de pertenencia a la Naturaleza: hecho profundamente simbólico.

    Aproximaciones como la de Anzieu, en nombre del regreso a una supuesta esencia corpórea, reducen el psicoanálisis a una biología, cuando precisamente el propósito de la teoría freudiana es constituir una refutación al determinismo biológico: el psicoanálisis no es una teoría sobre los instintos, pues el ÀNÁgje [necesidad], sólo constituye un Diktat [orden] ciego. La realidad humana refiere —más bien— al registro e interjuego de lo simbólico y a un orden que no puede caracterizarse sino de específicamente humano.

     No pensamos que pueda concebirse en el hombre ninguna etapa pre-simbólica referida a lo corporal. Yo y Otro, dentro y fuera son procesos que no son perfilados a través de sensaciones propioceptivas o exterioceptivas, son consecuencia de una refinada actividad simbólica. El problema que recorre el libro de Anzieu es clavar al lector en imágenes que demuestran sus tesis, olvida que la imagen no es sino representación en los mitos. Siguiendo a Barthes y a Lacan, opinamos que esa comunicación se basa en una naturaleza lingüística que llama a una significación, lo simbólico prevalece sobre la imagen, no existe ningún preludio corporal que anteceda al orden humano. La anticipación misma de lo que será el cuerpo sucede a través de un proceso simbólico profundo que nos mostró Lacan (1980) en su artículo sobre el Estadio del Espejo, allí nos indica irreversiblemente a los analistas que el cuerpo es una construcción surgida en relación con el Otro.

    A medida que el niño crece, va a incrementar su arsenal de objetos a manipular, que cumplen básicamente la misma función: manejo de sus ansiedades internas primarias y realización optativa de sus deseos. Éste es uno de los objetivos principales del juego en el niño y todo analista que haya explorado la clínica infantil lo sabe, pero hay un corolario más, en estas acciones el niño va demarcando fronteras entre lo propio y lo extraño, lo que corresponde a su Yo y lo que toca a los otros.

    En el artículo de 1925 conocido como La Negación, Freud nos hacía notar que el Yo se constituye primariamente por un proceso de exclusión e inclusión. El yo primitivo, regido por el principio del placer, se introyecta todo lo bueno y expulsa de sí todo lo malo. Pero también en base a esa lógica binaria placer — displacer, procede a juzgar la existencia real de los objetos en el mundo, tomando como base no la percepción simple, sino la posibilidad de que las bondades del objeto en el mundo lo hagan pasible de ser introyectado, empezando a conformarse en esta tesitura los bordes de lo real y lo imaginario, lo exterior y lo interior. Si algo es acogido en el Yo se constituye como representación y sirve de base para su reencuentro en la realidad. Si algo no existe en el Yo, entonces no será buscado en el exterior. El planteo freudiano es completamente radical: No existe antítesis entre lo objetivo y lo subjetivo en un principio, más aún: sujeto y objeto se confunden en las primeras aproximaciones de comprensión al mundo. La más inmediata finalidad del examen de la realidad no es, hallar en la percepción real un objeto, sino reencontrarlo y compararlo con la representación correspondiente primeramente introyectada, convencerse de que aún existe.

    Poco a poco, el principio de placer va cediendo su lugar a otras consideraciones. La experiencia le enseña al niño que cualquier cosa de la realidad puede ser utilizada —independientemente de su cualidad inmediata como buena o mala— para obtener un dominio del mundo que asegura poder sobre su entorno. No sólo eso, el manejo del lenguaje constituye la construcción misma de las cosas del mundo. Derrida en su libro De la gramatología (1998) va más lejos, y enfatiza esta situación, poniendo el acento en la imposibilidad de separar el lenguaje hablado del escrito y la importancia de éste último, para enladrillar el edificio científico que opera en los fenómenos, nos ofrece como ejemplo, la obra de Husserl (1990) El origen de la geometría, dónde éste refiere cómo el lenguaje matemático es la condición de posibilidad de ciertos objetos ideales y, por tanto, de la mismísima objetividad científica.

    La comprensión de este modelo nos lleva a una noción epistémica antipositiva: la realidad no es restituida al hombre puntualmente por sus sentidos. Esta concepción la había empezado a desarrollar Freud a finales del siglo pasado, aún antes de inventar el psicoanálisis. Es la base de las ideas que expresa en su Proyecto de una Psicología para Neurólogos (1897). Dicho en términos kantianos, nuestra relación con la realidad se establece, a través de la aplicación de juicios a priori, que nos proporcionan la base sobre la cual podemos interpretar el mundo a través de una ficción que es inevitable y a su vez, necesaria.

    Lacan, en su seminario sobre la Ética, hace una cuidadosa lectura del Proyecto. Allí distingue entre Realität y Wirklichkeit: La primera es la realidad Psíquica y específicamente humana, esa que engendra la imaginación y la creatividad, la fantasía y la verdad; la segunda es la realidad concreta, mecánica y a la vez impenetrable, el dominio del noúmeno.

    Para reforzar y aclarar estas ideas, podríamos quizá, releer a Jacques Monod (1986), premio Nóbel en Fisiología y Medicina, quien nos ha hecho patente en sus investigaciones, que dados los adelantos de la Neurofisiología y de la Psicología experimental, es evidente que el sistema nervioso central no puede y sin duda no debe, expedir a la conciencia más que una información codificada, transpuesta, encuadrada en normas preestablecidas que tienen como función protegernos del mundo que nos rodea.

    La realidad es una construcción de sentido, un sistema de signos que se elabora primeramente en lo subjetivo. El mérito de Freud ha sido revitalizar el cuidado por el estudio del sujeto que había estado dormido desde Kant en el pensamiento teórico y que había sido relegado a la literatura, la pintura y todas las formas de expresión artística.

    Foucault (1999) en una entrevista con los japoneses Shimizu y Watanabe, tras de calificar a la filosofía como el lugar de una elección original y bordar sobre el dominio de las elecciones de Parménides, Platón, Aristóteles, Descartes, Kant y Hegel, nos dice: “Freud no era filósofo y no tenía ninguna intención de serlo. Pero el hecho de que haya sacado a la luz las características de la neurosis y de la locura muestra que se trata de una elección original. Pensándolo bien, una elección como la llevada a cabo por Freud es bastante más importante para nuestra cultura que las elecciones filosóficas de sus contemporáneos, como Bergson y Husserl”. Siguiendo su razonamiento, agregamos a esa lista: Heidegger y Wittgenstein, también Kraft Ebing y Havelock Ellis. Ninguno de ellos ha pesado tanto en la cultura contemporánea como Freud. Liberación sexual, derrumbamiento de la estética victoriana, feminismo y neofeminismo, nuevas sexualidades, desplazamiento de la conciencia de clase por la autoconciencia, todos constituyen fenómenos colaterales echados a andar después del descubrimiento del psicoanálisis.

    Voy a formular dos preguntas que requieren ser respondidas para el desarrollo ulterior de nuestro trabajo:

    La primera: ¿En qué consiste la propuesta freudiana y cuál su mérito?

    Nuestra respuesta: Toma una noción indefinida nombrable como Inconsciente, que sólo fue atisbada como sospecha y noción poética, y le otorga precisión, convirtiéndola en el fundamento de una psicología que revela luces en el replanteo de la pregunta antropológica por el hombre.  Asimismo, delimita, especifica los contenidos y orígenes de esa entidad llamada Inconsciente y los medios por los cuales se manifiesta y pugna por expresión. También, diseña el dispositivo mediante el cual puede realizarse el máximo acercamiento a ese objeto de estudio. Una observación última sobre este acercamiento: la poesía vence en el estilo de Freud y desplaza sus conocimientos médicos hasta el punto de hacer imposible toda búsqueda de un referente corpóreo a su psicología.

    La segunda pregunta, que ya apuntamos hace un momento:

    ¿Cuáles son los efectos que produjo la difusión de los descubrimientos psicoanalíticos en la transformación subjetiva del hombre?

    La popularización de sus tesis deformadas ha invadido todo nuestro presente. Es difícil hoy, rastrear los orígenes de la filtración del psicoanálisis en nuestra cultura. Los primeros en acercarse a Freud no fueron los científicos, sino los artistas surrealistas. La lectura de “La Interpretación de los sueños” causó en ellos un impacto enorme que les llevó a desarrollar una teoría de la creación que traspuso la asociación libre al terreno de lo estético. Breton le llamó «el azar objetivo» y tuvo diversas manifestaciones: la escritura automática, los cadáveres exquisitos, y la elaborada pintura surrealista.

    Sería exagerado considerar todo el arte contemporáneo como producto de la lectura de Freud. El empuje hacia el miramiento por la subjetividad es también un producto histórico que tiene como circunstancias notables el siglo XVIII y la declaración de los derechos del hombre, empero, Freud se agregó a la corriente espiritual del individualismo burgués, con un aporte completamente fundamental. El creador del psicoanálisis estaba muy conciente de los cambios que llevaría a la sociedad su descubrimiento y se llegó a comparar, a sí mismo, con figuras históricas tan significativas como Copérnico y Darwin.

    La elección freudiana, como dice Foucault, devino una lección que consistió, en que, podíamos dar salida a nuestro demonio interno y vomitarlo en la realidad para liberarnos de él. Cómo toda lección mal entendida sirvió para pasar el examen y hoy sufrimos sus consecuencias que no dejan de ser gozosas: no sólo arte contemporáneo, sino una moda más libre, obsesión por el striptease corporal y emocional, invasión de terapias psi y self – help, creación y desarrollo de una publicidad loca que alude más al sueño que a la realidad, búsqueda sin freno de la autoconciencia. En suma: explosión del espacio privado que se había ensanchado después de la segunda guerra mundial y cambio en la moral cotidiana de la búsqueda de utilidad colectiva por el de la expresión individual simple, con la consecuencia de que se destruyen los ideales de la cultura generada por la Ilustración y el modernismo.

    Nuestra cultura posmoderna es descentrada y heteróclita, legitima la afirmación de la identidad conforme los valores de una sociedad personalizada en la que lo importante es ser uno mismo, en la que ya nada parece imponerse de modo imperativo y duradero, todas las opciones parecen cohabitar sin contradicción.

    La obra de Freud, constituyó una invitación abierta para exceder los límites de la razón y profesar el ejercicio de la imaginación en contra de las reglas hasta ese momento establecidas. El saldo de la asimilación de la realidad del Inconsciente, se vertió en la cultura imponiendo nuevas reglas, debemos —en más de una manera— a Freud el ímpetu de nuestro tiempo.

    ¿Quiere esto decir esto que debido al psicoanálisis vivimos una era menos represiva? La respuesta freudiana es un tajante: NO. Volvamos a las conclusiones del artículo sobre La Negación:

    (…) la función intelectual se separa (…) del proceso afectivo. Con ayuda de la negación se anula una de las consecuencias del proceso represivo: la de que su contenido de representación no logre acceso a la conciencia. De lo cual resulta una especie de aceptación intelectual de lo reprimido, en tanto que subsiste aún lo esencial de la represión.

    La función del estallido social de libertad que vivimos en el neocapitalismo es paradójica, nunca hemos estado más atados a las decisiones tomadas en la pirámide social que ahora. Vemos más de cien canales a través del televisor y desechamos la lectura, elegimos políticos que ofrecen el “cambio”, consumimos Coca – Cola vainilla y Rock, instalamos gratis todo tipo de software en nuestra computadora, votamos en las encuestas diarias de los noticieros, nos hollamos el cuerpo con percings, personalizamos nuestro Yahoo, preferimos el chat a la conversación, todo esto, como expresión de nuestra “libre voluntad”. Nuestro deseo se ha convertido en un perro domesticado.

    Gilles Lipovetsky (1986) le ha nombrado a nuestra época con el terrorífico título de: “La era del vacío”. Una época en que lo que priva es el individualismo, la indiferencia, la seducción de los medios, la “despolitización”, la atención dispersa del estudiante, la obsesión por la salud. Nos dice:

    A cada generación le gusta reconocerse y encontrar su identidad en una gran figura mitológica o legendaria que reinterpreta en función de los problemas del momento: Edipo como emblema universal, Prometeo, Fausto o Sísifo como espejos de la condición moderna. Hoy Narciso es (…) el símbolo de nuestro tiempo.

    [Lipovetsky, P. 49]

    Según el autor, esta detonación de la ideología individualista perfila un nuevo sujeto en el contexto de un capitalismo autoritario que cede su lugar a un capitalismo hedonista y permisivo. La revolución a nivel político y artístico ha terminado. Asistimos a un individualismo puro, desprovisto de los últimos valores sociales y morales del modernismo. La res pública está desvitalizada, las cuestiones filosóficas, políticas o militares despiertan la misma curiosidad que los últimos escándalos de Michael Jackson. Se trata de vivir en el presente, sólo en el presente y no en función del pasado y el futuro. La revolución informática sólo exacerba el materialismo, la ética hedonista, la realización personal y las nuevas religiones. La sensibilidad política cede su lugar a la sensibilidad terapéutica: gestalt terapia, bioenergía, rolfing, masajes, reiki, jogging, tai – chi, feng shui, Silva Mind control, hipnotismo ericksonniano, Neurolingüística, contranálisis, Zen, sexología, vivimos —en suma— una época de inflación terapéutica.

    El inconsciente y la represión ocupan una posición estratégica, por el desconocimiento radical que han instituido sobre la verdad del sujeto, se han vuelto operadores del narcisismo. Cito a Lipovetsky:

    El narcisismo es una respuesta al desafío del inconsciente: conminado a reencontrarse, el Yo se precipita a un trabajo interminable de liberación, de observación, de interpretación. Reconozcámoslo, el inconsciente antes de ser imaginario o simbólico, teatro o máquina, es un agente provocador cuyo elemento principal es un proceso de personalización sin fin: cada uno debe «decirlo todo», liberarse de los sistemas de defensa anónimos que obstaculizan la continuidad histórica del sujeto, personalizar su deseo por las asociaciones libres y en la actualidad por lo no-verbal, el grito y el sentimiento animal. Por otra parte, todo lo que podía funcionar como desperdicios (el sexo, el sueño, el lapsus, etc.) se encontrará reciclado en el orden de la subjetividad libidinal y del sentido.

    [Lipovetsky, P. 54 y 55]

    Curiosa manera de valorar el aporte freudiano. Parece que el psicoanálisis ha constituido el remedio y después la enfermedad para nuestra martirizada subjetividad: Medicina y peste en un solo frasco. No deja de tener su lado cómico el asunto y su apreciación no debe desecharse por los que nos dedicamos a esta profesión imposible.

    A los psicoanalistas nos corresponde ahora, demostrar a la sociedad que aún podemos aportar más a la historia del hombre y que el aguijón de este invento no se dobló o rompió en el siglo pasado.

    Bibliografía:

    Anzieu Didier (1994). El Yo-Piel. Ed. Biblioteca Nueva. España.

    Derrida, Jacques (1998). De la gramatología. Siglo XXI, México.

    Foucault (1999). “Entrevista con los japoneses”. Publicada originalmente el 12 de diciembre de 1970. Obras esenciales. Tomo I. Entre filosofía y literatura. Ed. Paidós. Barcelona. 

    Freud Sigmund (1995). Obras Completas. Versión Hipertexto. Freud Total 1.O. Ediciones Nueva Hélade. Argentina .

    Husserl Edmund (1990). Origins of Geometry. University of Nebraska Press. U.S.A.

    Lacan Jacques (1980). «El estadio del espejo como formador de la función del yo (’je’) tal como se nos revela en la experiencia psicoanalítica». Escritos I. Siglo XXI. México.

    Lipovetsky Gilles (1986) La era del Vacío. Ed. Anagrama. Barcelona.

    Páginas Web:

    Joel Peter Widkin: http://www.zonezero.com/exposiciones/fotografos/witkin/jpwdefault2.html

    Günther Von Hagens:

  • Dios no ha muerto, es inconsciente

    Dios no ha muerto, es inconsciente

     Luis Tamayo Pérez

    “[…] la palabra Dios ha muerto significa: el mundo suprasensible no tiene eficacia. No prodiga vida. La metafísica, es decir, para Nietzsche, la filosofía occidental entendida como platonismo ha llegado a su fin”.

    Heidegger

    Hacia el final de la Crítica del juicio, I. Kant establece aquello que dio origen a sus tres críticas, es decir, el intento de demostrar filosóficamente la existencia de Dios y la inmortalidad del alma:

    “No podemos pensar la finalidad que debe establecerse en la base de nuestro conocimiento de la posibilidad de muchas cosas naturales mas que representándonoslas a ellas y al mundo entero en general como obra de una causa inteligente (de un Dios)”.[2]

    Afirmación que, Kant indica, sólo puede sostenerse a nivel del juicio teleológico, pues al nivel del juicio determinante, como sostuvo al final de la Crítica de la razón pura, ni la existencia ni la inexistencia de Dios son demostrables.

    Contrariamente a esa afirmación kantiana, que indica los límites de la razón humana para decidir sobre la existencia de la divinidad, tanto Hegel como Nietzsche afirmarán la muerte de Dios.

    Así, leemos en el apartado Der tolle Mensch (El loco) de La gaya ciencia de Nietzsche —en la versión de A. Yánez— (formulación que luego se reiterará en el encuentro de Zaratustra con el anciano eremita y con el jubilado de Also sprach Zaratustra):

    “No oyeron hablar de aquel loco que, en pleno día, corría por la plaza pública con una linterna encendida en la mano, gritando sin cesar: ¡Busco a Dios! ¡Busco a Dios! Como estaban presentes muchos que no creían en Dios sus gritos provocaron risas –¿se te ha perdido? decía uno –¿se ha extraviado como un niño? preguntaba otro –¿Se ha escondido? ¿Tiene miedo de nosotros? ¿Se ha ido de viaje? ¿Ha emigrado? Así se gritaban los unos a los otros. El loco saltó en medio de todos y los atravesó con la mirada: ¿Donde está Dios? Se los voy a decir. Nosotros lo hemos matado, ¡ustedes y yo! ¡Todos nosotros somos sus asesinos! Pero, ¿como hemos podido hacerlo? ¿Como pudimos bebernos el mar en un solo trago? ¿Quién nos dio la esponja para borrar el horizonte? ¿Qué hacíamos al desprender la tierra de su sol? ¿Hacia dónde se mueve ahora? ¿Lejos de todos los soles? ¿Caemos sin cesar? […]¿Flotamos en una nada infinita? […]¿No oyen el rumor de los sepultureros que entierran a Dios? ¿No percibimos aún nada de la descomposición divina? ¡Porque los dioses también se descomponen! ¡Dios ha muerto! ¡Dios permanece muerto! ¡Y nosotros lo hemos asesinado! ¿Cómo podremos consolarnos, nosotros, asesinos entre asesinos? Lo más sagrado, lo más poderoso que había hasta ahora en el mundo ha teñido con su sangre nuestro cuchillo. ¿Quién borrará esa sangre? ¿Qué agua servirá para purificarnos? ¿Qué expiaciones, qué ceremonias sagradas tendremos que inventar? ¿La grandeza de ese acto no es demasiado grande para nosotros? ¿Tendremos que convertirnos en Dioses o, al menos, parecer dignos de ellos? Jamás hubo acción más grandiosa. Y los que nazcan después de nosotros pertenecerán, a causa de ella, a una historia más elevada de lo que fue historia alguna”[3].

     Ahora bien, si Dios murió es porque antes vivió, antes existió y, ¿por qué no?, quizás nosotros somos su obra, lo continuamos, quizás perdura en alguna parte de nosotros, quizás bajo la forma de la negación superada (conservada y levantada).

    La fórmula nietzscheana no es atea, como deja perfectamente claro en su tesis Nietzsche y Dostoiewsky. Tres áreas filosóficas de convergencia y divergencia el Mtro. Armando Ortega Pérez de León, la experiencia de lo sagrado y la experiencia de lo infinito no estaban, de ninguna manera, ausentes en la filosofía de Nietzsche:

    “Aspirar a lo infinito, siempre y cuando éste sea inaccesible. Alcanzar el mediodía de la vida, ciertos de que la decadencia y, más allá, la extinción son inevitables. Abrevar el instante en su plenitud, sabedores de que desaparecerá y no quedará de él más que su estela luminosa. Estas son las únicas fórmulas posibles que la vida ofrece, mismas que conforman su carácter trágico que Nietzsche experimenta y exalta”[4].

    Pero, volviendo a su formulación “Dios ha muerto”, si bien es cierto que no puede llamársele atea, si puede llamársele hereje, pues vuelve a las fuentes del pensamiento cristiano, recuerda lo que para ellos es un hecho, que Cristo murió…aunque resucitó al tercer día. Nietzsche escande, detiene el tiempo de la frase para hacer alusión al hecho de que los hombres lo mataron. Quizás por ello afirmó en Ecce homo:

    “Si peleo contra el cristianismo es precisamente porque nunca me ha molestado, los cristianos serios, formales, han estado siempre bien dispuestos a favor mío”[5].

    J. Lacan, por su parte, sostiene en el seminario Los conceptos fundamentales del psicoanálisis: la verdadera fórmula del ateismo no es “Dios ha muerto” sino “Dios es inconsciente”[6].

    Ahora bien, qué quiere decir “Dios es inconsciente”? Lacan, al señalar la fuente inconsciente del pensamiento sobre la divinidad hace de Dios un concepto, una idea. Lacan se sitúa en la misma línea de Kuhn cuando afirmó: “los verdaderos ateos son los teólogos pues hacen de Dios un objeto de conocimiento”.

    Lacan no niega la existencia de la divinidad, simplemente la redefine como una concepción, un síntoma humano, uno que el hombre requiere para que su estúpida existencia encuentre un soporte, para que su narcisismo no se pierda en el vacío.

    Contrariamente al “Dios ha muerto” nietzscheano, el “Dios es inconsciente” lacaniano no es una expresión romántica, una del orden de la mirada al Dios desaparecido pero esperado, del encuentro con la cuenca vacía del sueño de Jean Paul.

    “Dios es inconsciente” es la expresión de la ausencia de esperanza, de la asunción de la imposibilidad del apoyo, lo cual obliga a cada uno a marchar con las propias fuerzas. Sin esperanza alguna pero con la finitud.

    La fórmula nietzscheana “Dios ha muerto” no es de ese orden, mantiene el lugar de lo sagrado, la aspiración de infinitud. Y en ello radica una buena parte de su fuerza poética.

    Ello ha sido interpretado, como ya lo he referido, habitualmente como ateísmo. Así indica Colomer:

    “El ateísmo de Nietzsche es todo lo contrario de una actitud fácil y confortable. Importa un esfuerzo sobrehumano y, acaso, por eso mismo, inhumano. Nietzsche sucumbió por haber querido demasiado”[7].

    Lacan, al contrario, revela que la fórmula nietzscheana no es atea, que el verdadero ateísmo implica reconocer que Dios no es sino una creación humana, una solicitud de infinitud por parte de un ser finito, una esperanza vana. Sin embargo, Lacan no puede dejar de reconocer que tal esperanza, en su desgarramiento, ha sido la fuente de nuestra mejor poesía.

    No termino sin plantear una pregunta: ¿se podrá hacer poesía desde el “verdadero ateísmo”, es decir, sin la referencia a Dios –o a su ausencia– y a lo sagrado?


    [1] Heidegger, M., “Nietzsches Wort Gott is tot” en Holzwege (Sendas perdidas), Frankfurt, Klostermann, 1950, p. 200, versión castellana de A. Yañez, El nihilismo y la muerte de Dios, UNAM/CRIM, 1996, p. 114.

    [2] Kant, I., Crítica de juicio, Austral, Bs. As., p. 377.

    [3] Yánez, A. El nihilismo y la muerte de Dios, UNAM/CRIM, México, 1996, p. 105-107.

    [4] Ortega Pérez de León, A., Nietzsche y Dostoiewsky. Tres áreas de convergencia y divergencia, tesis de Maestría en filosofía, UNAM, México, 1999, p. 168.

    [5] Nietzsche, F., Ecce homo, EMU, México, 1988, p. 32.

    [6] Lacan, J., Seminario Les concepts fondamentaux de la psychanalyse (inédito), sesión del 12 de febrero de 1964.

    [7] Colomer, E., El pensamiento alemán de Kant a Heidegger, vol. III, Herder, Barcelona, 1990, p. 281.

  • 2009 y la década prodigiosa que nos aguarda

    2009 y la década prodigiosa que nos aguarda

    Nuestro futuro según Kurzweil, con algunas predicciones complementarias de JOB

    Julio Ortega Bobadilla

    Los cambios tecnológicos han alterado hasta tal punto la convivencia, que los humanos han extendido su cuerpo hasta las máquinas, de modo que, las previsiones del autor hacen pensar en la utilización de más de 100 ordenadores en la vida cotidiana de cada persona.

    Los ordenadores se esconden en anillos, alfileres, tarjetas y resultan necesarios para realizar tareas que no sabemos cómo realizaban los hombres del siglo pasado. Algunas de ellas: escoger un producto en el supermercado, hablar con los semejantes, tener sexo y caminar por la calle.

    Las bases de datos cubren todos los aspectos de la vida social. Nadie sale a la calle sin al menos un ordenador que no es sólo un teléfono que le conecta a la red de redes y le proporciona información sobre tráfico, finanzas y encuentros personales… sino una pequeña conciencia superyoica que como Pepe Grillo les informa a los Pinochos del siglo XXI si lo que hacen está bien o mal.

    Los softwares de dictado han substituido a las asistentes y mecanógrafas relevando a los humanos de tareas secretariales, tales como: contestar el teléfono y pasar llamadas, tomar dictado sobre las piernas del jefe, llevar el café al ejecutivo y ofrecerle buscar archivos en las noches de los viernes.

    Los humanos usan ahora gafas, a contrapelo de las predicciones de la ciencia médica del siglo XX que había logrado corregir los defectos de la vista por medio del rayo láser. Los anteojos modernos son ordenadores que proporcionan alucinantes sensaciones tridimensionales al usuario, reservadas en el pasado sólo a los psicóticos.

    La gente prefiere quedarse en casa que salir a la calle. La educación se ha transformado a tal punto que la mayor parte de las experiencias educativas se realizan frente al ordenador prácticamente ha hecho desaparecer el antiguo teclado. Todavía hay maestros humanos pero éstos se han convertido en porristas que alientan a los escolares a usar las máquinas, verdaderas maestras del saber que han enseñado ya a leer y escribir a los niños antes de entrar a la primaria, pero sobre todo a usar las máquinas.

    Las voces sintéticas y los lectores de texto se han desarrollado de tal forma que ya nadie lee en voz alta por gusto, sino como parte del entrenamiento avanzado de toast-master, que desarrolla habilidades para seducir al oyente.

    Las cocineras androides no han sido tan aceptadas como las niñeras eléctricas que están a la orden del día, cambian al bebé, le cantan, lo alimentan y lo mejor de todo es que ya no necesitan comprarse sino que se toman en plan de arrendamiento con la SONY o la RCA VICTOR. Se han introducido en el mercado las femmebots, pero el público aún tiene sus dudas sobre la calidad del producto, a pesar de que la empresa SAMSONG promete satisfacción garantizada.

    El aprendizaje a distancia es ahora habitual y los cursos seminarios, maestrías y doctorados son opciones cómodas para el desarrollo de los nuevos estudiantes que engordan casi hasta estallar y mueren de infartos a temprana edad.

    La tecnología se ha enfocado a suplir incapacidades físicas que atormentaban y causaban complejos y traumas a los chicos discapacitados. Los aparatos de navegación para ciegos, las máquinas de sordera que también traducen y las máquinas de caminar hacen parecer ñoño, a un personaje antes misterioso como Charles Xavier. De hecho, los niños que nacen normalmente desean fieramente usar las máquinas y aditamentos de sus superdesarrollados amiguitos, antes los inválidos de la escuela. Se reportan casos de niños y adolescentes que se inflingen daños corporales graves y permanentes con tal de conectarse para siempre a las novísimas máquinas que todo lo pueden. La tecnología no es sólo la gran niveladora como imaginaba un tal Kurzeil, sino que con sus adelantos provoca un nuevo desnivel que no beneficia a los estudiantes que nacieron en parto normal y sin patología. Los padres empiezan a desear que el niño nazca con defectos para que pueda tener mayores oportunidades en la vida.

    La tecnología de la comunicación está tan desarrollada que los libros en vez de fotos fijas, ilustraciones en blanco y negro, aburridas letras y secas páginas de papel son tablillas que van leyendo la información al usuario incluyendo imágenes con movimiento. Heidegger, Dostoievsky, Saramago, Paz y Hegel yacen en las bodegas y bibliotecas que ya sólo existen en los Países Exteriores, antes llamados del Tercer Mundo. Los nuevos autores se preocupan por crear libros interactivos que produzcan emociones al espectador que ve los libros como si fueran la vieja televisión. Hay gente que duda de la existencia de los países exteriores, se dice que es un cuento para asustar a los niños, una leyenda urbana que ha inventado la compañía Macrosoft.

    Los Estados Unidos de Norteamérica son, gracias a las máquinas espirituales, el líder indiscutible del mundo civilizado. Los demás países van a la zaga de los americanos que ahora ya no son WASP (white, anglosaxon and protestant) sino chaparritos, morenos y con caras aztecas y redonditas, que pueden ocultar al tener sexo virtual con sus trajes especiales que los hacen imaginar blancos, rubios y de proporciones plásticas parecidas a las de Barbie y su pareja Ken. Por cierto, se ha puesto de moda últimamente tener sexo con una pareja, adoptando una identidad virtual merced al programa Cupido. Otros ciberprogramas que se venden bien: Psicoanálisis con Freud, Cambio de sexo reversible, Viajeros en el tiempo y En la Cama con Madonna.

    Todo se compra y se vende por Internet. La vida social se ha transformado a tal punto que un criminal después de ser juzgado virtualmente es condenado a una celda de prisión que merced a las nuevas tecnologías es un paraíso que abre la puerta a más aventuras. Juliette o la clé de sognes, La isla de la Fantasía son hoy, una majestuosa realidad. Hay gente que comete crímenes para ir a la prisión de Almoloya que se ha convertido, merced a la nueva tecnología, en el lugar más deseado de visitar, después de los Club Resorts. Se habla de que la próxima década podremos casarnos con una pareja virtual a nuestra medida y gusto, que nos complazca en todo… hay gente que ha decidido esperar a los adelantos y suspendido sus compromisos actuales.

    Hay una preocupación continua por una subclase de personas que en la escala de habilidades para ejecutivos ha quedado atrás. Sin embargo, el tamaño de esta subclase parece estable y políticamente neutralizada. Se cuenta la historia, que el heredero del tirano industrial de Metrópolis, antes llamada New York, ha bajado a las profundidades de la ciudad y se ha enamorado de María una obrera adorada por la subclase. El padre ha encargado que una réplica robotizada de la joven tome su lugar y destruya todo.

    Los músicos sintéticos se mezclan con los humanos. Las posibilidades son infinitas. La creación musical está ahora a disposición de personas que no son músicos. Los discos más vendidos: Cara Bobo y sus macozotes, Los locamangos despedazan Bach, Los Beatles se juntan de nuevo (versión Akkustic).

    Los traductores han sido substituidos por máquinas. Pessoa en la traducción de MZX24, El seminario de Jacques Lacan (¡Por fin una traducción sin cortes!) según CMON 66, Edgar Alan Poe en la versión de AKK77 y Shakespeare en la versión de MBX55 están en las librerías virtuales para todo aquel que quiera comprarlos y leerlos.

    En el campo filosófico los analíticos demuestran, indefectiblemente, la razón de sus propuestas filosóficas inspiradas en el primer Wittgenstein, merced al último libro escrito por la máquina filosófica Averroes 33-38.

    Un rejuvenecido Michael Jackson, lanza su nuevo disco acompañado por sus hijos enmascarados que componen su banda de rock. Arnold Swarzennegger se postula para presidente de los Estados Unidos.

  • Lenguaje en los testimonios de guerra: entre la evocación poética y la sequedad

    Lenguaje en los testimonios de guerra: entre la evocación poética y la sequedad

    Andrés Velázquez Ortega

    Para que la rueda de vueltas para que la vida sea vivida hacen falta las impurezas, y las impurezas de las impurezas; y pasa igual con el terreno, como es bien sabido, si se quiere que sea fértil. Hace falta la disensión, la diversidad, el grano de sal y de mostaza. Yo soy la impureza que hace reaccionar el zinc, soy el grano de sal y de mostaza.

    El Sistema periódico. Primo Levi. Pág. 40

      En el transcurso de esta investigación una de las preguntas que constantemente hemos escuchado es: ¿Por qué y para que estudiar los testimonios de los sobrevivientes de los campos de concentración? ¿Por qué acercarnos a ellos en México y a casi 60 años de la finalización del conflicto bélico? Si bien estas preguntas se podrían hacer a todos los oficios y para cada una de las investigaciones en curso, en nuestro caso tienen un tono de: eso habría que archivarlo, revivir el sufrimiento es morbosidad que impide dar vuelta a la hoja, eso sucedió en otro continente y poco o nada tiene que ver con México. Pese a tal tonalidad considero que lo ocurrido en los campos de exterminio, a la mitad del siglo pasado, es un trazo central del paisaje contemporáneo, lo es porque aquellos acontecimientos presentan aún hoy, dificultades para ser representados, lo es también, aunque suene paradójico, por la multitud de formas (fotografías, novelas, poesía, cantos, testimonios) con las que se ha tratado de bordear esas dificultades de representación. Auschwitz le ocurrió al mundo, sus efectos se hacen evidentes en la clasificación contemporánea de la vida y la muerte humana, clasificación determinada por un signo que al mismo tiempo que identifica al sujeto, lo segrega.

    Que esta actividad se celebre el último día de abril no deja de ser algo con sentido y con memoria, en abril se suicidaron Primo Levi (11 de abril de 1986) y Paul Celan (abril de 1970), los dos escritores y los dos tocados por la experiencia del campo de concentración. En cierto sentido ambos fueron afectados por el traslado de trenes, por el uso que a las vías ferroviarias se dio durante la denominada segunda guerra mundial, uso en el que Adolf Eichmann estuvo directamente implicado y que se relata en la película que hemos tenido oportunidad de ver. Segunda guerra mundial, predominio del nazismo y seis años que, como lo comenta Carl Amery, proyectan su sombra e incluso dan apertura al siglo XXI, es así porque si bien esa suma de sangre, culpa y víctimas sucedió en Europa e involucro, en sus distintas Zonas Grises,  a toda Europa, no por ello puede reducírsele a una experiencia europea, Auschwitz, vale la pena reiterarlo, le ocurrió al mundo no como una catástrofe natural o como algo sin vínculo con el devenir de la historia. Esto se muestra muy claro y está muy cercano a nuestros oficios (escritores, psicoanalistas, psicólogos) en la emergencia en distintos ámbitos de la pregunta: ¿Qué hacemos con la crueldad y con el horror? ¿Lo escribimos, lo representamos en los escenarios de lo psíquico, lo mitificamos como algo indecible e inenarrable, lo lanzamos al campo del silencio y pretendemos, con ello, inhalar nuestras propias cenizas?

    Lo que inicialmente llamo mi atención no fue tanto la geopolítica, ni la estrategia bélica de la conflagración mundial, fue, más bien, el hecho mismo del campo, es decir, de un territorio cercado, de una arquitectura construida para llevar a cabo labores, trabajos, trabajos de eficiente producción pero también trabajo inútil. Circunscribir a los seres humanos a un espacio físico choca con la aparente libertad que los medios de transporte brindan: viajar, ir de un lado a otro, moverse. A esa contraposición en el uso del espacio se le agregaba un dato radical: pese al horror de lo allá vivido, de eso se escribía, incluso había una urgencia ineludible de la escritura y de la narración, cuarenta años después de finalizada la guerra, Primo Levi decía que de las experiencias vividas en Auschwitz se le habían quedado grabadas frases, grabadas como en una cinta magnética, una fijeza de las impresiones que le harían decir Por algún motivo que ignoro me ha pasado algo muy extraño, diría que algo semejante a una preparación inconsciente para testimoniar[1].

    Más allá de que nunca he encontrado otra relación más directa entre Inconsciente y decir, entre inconsciente y narrar , vale la pena subrayar que tal resto urgente por decir y por narrar, que en Levi tomo la forma de escritura, no sucedió igual en todos los sujetos que vivieron la experiencia, Levi mismo subraya la casi inexistencia de escritos testimoniales hechos por los integrantes de las escuadras especiales que eran prisioneros a los que se había asignado todo el trabajo que los crematorios implicaban, ellos no suelen escribir; sin embargo en el centro mismo de esa experiencia, extrema dentro de lo extremo, se ha localizado escritura, hojas de papel enterradas en los alrededores de los crematorios de Auschwitz, ante lo cual solo cabe preguntarnos, ¿para que esa escritura?, ¿dirigida a quien?. Así pues, la urgencia por testimoniar corresponde a aquellos sujetos perplejos por la experiencia y por lo que el lenguaje podía decir o no decir de lo allí vivido, en 1946 Primo Levi escribió: Entonces por primera vez nos damos cuenta que nuestra lengua no tiene palabra para expresar esta ofensa, la destrucción de un hombre. En un instante con intuición casi profética se nos ha revelado la realidad: hemos llegado al fondo[2].

    La urgencia por testimoniar condujo a la escritura, la experiencia de los campos de concentración, experiencia de la que Agamben dice que representa la experiencia devastadora en que se hace que lo imposible se introduzca a fuerza en lo real[3], me lleva a preguntarme sobre tres cuestiones en torno al lenguaje, cuestiones presentes en los testimonios de Levi y en el film sobre Eichmann: la primera refiere a los efectos subjetivos de su resonancia, la segunda remite a sus límites y, por último, a lo que podríamos denominar su sequedad. Resonancia, límites y sequedad del lenguaje serán vistos en distintos momentos y en hombres que, en posiciones diametralmente distintas, vivieron la guerra y sus aparatos.

     En diferentes lugares de los testimonios de Levi se puede advertir la importancia que el lenguaje tuvo para él, importancia, si se puede decir así, con dos caras, con dos riberas, por un lado era eso que al resonar, que al volver a traer recuerdos le permitió atar un nudo entre el presente del campo y el pasado de su historia, de su historia de gustos y placeres; la otra cara del lenguaje esta hecha por sus límites, por su pobreza para representar lo que se vivía en el campo. Azorado y observando meticulosamente Levi se dejo, por lo menos en un momento de su estadía en el campo, llevar por la evocación poética de Dante[4] haciendo con ello un elogio del lenguaje, elogio que sin embargo no impidió su cuestionamiento radical: las palabras no podían representar la experiencia hecha cuerpo sufriente en el campo, tampoco terminaban de registrar el tiempo del hombre convertido en cosa para el hombre, forma en como Levi definió la experiencia de los campos de concentración. De esta manera Levi presentó lo que es una encrucijada contemporánea: si bien el lenguaje es lo único que tenemos, ello no es suficiente.

    En el agujero negro de Auschwitz algo quedaba excluido en el plano del tiempo, el antes y el después no presentaban enlaces, lo vivido se remitía a un presente en el que signos y referentes simbólicos habían caído. Claude Rabant[5] llega a decir que allí ni siquiera la muerte es un instante propio que escanda el último instante del instante precedente, se trataba entonces de un presente sin la alteridad que el tiempo implica. A pesar de que eso era la vida en común en el campo, se pueden, sin embargo, reconocer momentos en que la trama de una historia volvía a tejerse. Levi le llamó, en 1986, atar un nudo. Se refiere con ello al efecto que tuvo en él la conversación que sostuvo, más de 40 años antes en Auschwitz, con Jean Samuel joven prisionero francés con el que tomó contacto un día en que raspaba y limpiaba el interior de una cisterna subterránea, aquel día acompañó a Jean Samuel por el cazo de sopa que serviría de alimento a los prisioneros del Kommando Químico, en el trayecto Jean Samuel impresiona a Levi porque habla alternada y naturalmente en francés y en alemán, Levi piensa entonces que le gustaría enseñarle italiano, se lo propone a Jean Samuel y ante su aceptación Levi recuerda, sin saber porque, el Canto XXVI del Infierno de Dante, El canto de Ulises. Con esa materia inicia un momento de transmisión, de pasaje, del italiano al francés, de Levi a Jean Samuel, de ambos a la situación que Dante evoca: la petición de que se considere la ascendencia, de que no se ha nacido para vida animal sino para adquirir virtud y ciencia, y el verso final: “y nos cubre por fin la mar airada”; todo esto, frente a la dura mirada del kapo vigilante y a la formación en fila para recibir la ración de sopa diaria. El recuerdo de la secuencia del canto de Dante contiene agujeros, olvidos, equivocaciones. Agujeros en la memoria que, precisamente por ello, hacen recuperar la deriva de una historia. Se trata de un momento puntual en que una trama se restablece.

    De este momento, Jean Samuel pudo decir, recién en 1996: “¿Por qué escogió a Dante, por qué El canto de Ulises? Sin duda fue una iluminación. Estoy más que seguro que yo no pude más que seguir sus esfuerzos desesperados por reencontrar el texto, por descubrir una lectura nueva en un Infierno que incluso Dante no habría podido imaginar[6]”. Cuarenta años después refiriéndose a los recuerdos que tenía del campo y a los recuerdos que tuvo allí de Dante y del italiano, Levi escribió: Entonces y allí valían mucho. Me permitían volver a atar un nudo con el pasado, salvándolo del olvido y reforzando mi identidad[7] . No se necesitan demasiadas luces para reconocer que no es lo mismo atar un nudo con el pasado que atarse al pasado o atar al pasado. Las consecuencias, políticas y subjetivas, de estas tres variaciones son distintas.

    Pero si en los testimonios de Levi el lenguaje, a veces, evoca y hace nudo es, en su otra cara, una estructura a la que la experiencia de Auschwitz hace mostrar su incompletud, incompletud que empieza en la nominación de las sensaciones, una y otra vez encontramos en los testimonios revisados palabras como éstas: “nuestro modo de tener frío exigiría un nombre particular”; después de la imposibilidad de nominar sensaciones la incompletud del lenguaje encuentra su plena crudeza en el intento de descripción de la experiencia de aquellos prisioneros llamados musulmanes, hombres que habían sucumbido a la regla del campo, convertirse en desechos, para Levi no eran la excepción del campo sino su regla, habían visto a la Gorgona y no podrían volver para contarlo, él escribió: Se duda en llamarlos vivos. Se duda en llamar muerte a su muerte, ante la que no temen porque están demasiado cansados para comprenderla.[8]

    En la experiencia del musulmán y su imposibilidad para contarla se inserta la función del testigo y del testimonio, se trata de una función paradojal porque el testigo queriendo registrar y transmitir lo vivido se topa con algo que siendo existente no encuentra autor, ni sujeto que lo pueda enunciar, se topa con una laguna intestimoniable que, sin embargo, define su función. La experiencia del musulmán es el límite y la esencia del testigo. Frente a este límite del lenguaje, tan presentes en los testimonios de los sobrevivientes de los campos, es necesario, sin embargo, diferenciar tres cosas: no se trata de las dificultades para transmitir a otros una experiencia que por propia es única, se trata, más bien, de un límite de la estructura misma de la lengua que tampoco habrá que confundir con la mitificación, advertida por Agamben, en que caen aquellos que afirman que lo ocurrido en Auschwitz es inenarrable, mitificación que podría tocar los mismos hilos que los oficiales nazis arrojaban a la cara de los concentrados cuando les decían: no saldrán vivos del campo pero si sobreviven nadie les creerá lo que pudieran contar.

    En su estudio sobre Auschwitz, Agamben sostiene: Decir que Auschwitz es indecible o incomprensible equivale a Euphemein, a adorarle en silencio, como se hace con un dios; es decir, significa a pesar de las intenciones que puedan tenerse, contribuir a su gloria. Nosotros por el contrario, no nos avergonzamos de mantener fija la mirada en lo inenarrable. Aún a costa de descubrir que lo que el mal sabe de sí, lo encontramos fácilmente también en nosotros. Esta triple diferenciación, transmisión de la experiencia propia, lagunas en la propia estructura de la lengua y efecto político del mito de lo indecible me lleva a sostener que frente a la desproporción de la maquinaria que se instalo en Auschwitz, desproporción que, como lo señalo Gunther Anders[9], crea un abismo en la posibilidad de la representación humana, frente a ello la escritura testimonial y su lectura, van construyendo referentes que permiten hacer consistente un cuerpo, bordear el horror, es decir hacer funcionar un real dentro de los carriles imaginarios y/o simbólicos, por ello es que es preciso seguir hablando y narrando.

    Ahora bien a los dos aspectos en los que Levi encontró un límite del lenguaje, la nominación de las sensaciones por un lado y la experiencia del musulmán por el otro, habría que agregarle un tercer elemento: el horror a la normalidad asumida del campo. Con normalidad no nos referimos precisamente al transcurrir de la vida diaria o a la excelente descripción de tal transcurrir que Levi llamo la Zona gris. Nos referimos, más bien, a puntos de la experiencia relatada donde lo habitual y corriente, salir del “trabajo”, por ejemplo, se hacía, y se hablaba de ello, casi como si el horror circundante no existiera. Esos puntos están claramente mostrados en las palabras de Nyiszli, integrante de las escuadras especiales quien presenció un inusitado partido de Fútbol jugado entre las escuadras especiales y los miembros de la SS. Un partido que contó con su público, sus porras y sus apuestas. Ese partido no fue, ni es, un oasis en medio del desierto, a la inversa podríamos decir que es el desierto del acostumbramiento a la crueldad extendiéndose. Al respecto y en primera persona Agamben dice: Pero para mí, como para los testigos, este partido, este momento de normalidad, es el verdadero horror del campo. Podemos pensar, tal vez, que las matanzas masivas han terminado, aunque se repitan aquí y allá, no demasiado lejos de nosotros. Pero ese partido no ha acabado nunca, es como si todavía durase sin haberse interrumpido[10].

    Así al horror de las masacres se le sumaba el horror de la normalidad, y para mí esos hechos que emergieron allá son de vital importancia para nuestros oficios, porque, en efecto nos podemos preguntar, ¿Cómo escribir, y acaso tendríamos que agregar, cómo enfrentar clínicamente, pintar, filmar, dibujar el horror de lo normal? Paradójicamente lo monstruoso, por su desmesura, por su desproporción, invita a intentar capturarlo en las redes de los signos, a usar frente a ello el pincel, la cámara y/o el alfabeto. Pero la normalidad del horror ¿cómo escribirla? Esta pregunta me permite pasar al segundo punto de mi intervención: el retrato de un criminal moderno.

     En 1961 tras su captura, un año antes, en Buenos aires, Adolf Eichmann encargado, durante el régimen Nazi, de las deportaciones hacía los campos de concentración y exterminio fue juzgado en Jerusalén y condenado a muerte. Hay que recordar aquí que, en casi todos los testimonios de los sobrevivientes de guerra revisados, el traslado en tren ocupa un lugar fundamental en los horrores vividos y en el quiebre del mundo que estos efectuaban. Si bien en la mayoría de los casos, está el alarido y la angustia de los trasladados, hay también quien ha hablado de la forma de operación y de organización que los traslados implicaban, operación y organización en las que Eichmann trabajaba, uno de esos testimonios es el que hizo el historiador Raúl Hilberg[11] para Claude Lanzemann: Ésta es la orden de ruta no. 587, típica de los trenes especiales. Debajo decía reservado para uso interno. Y, el hecho que sobre este documento relativo a los trenes de la muerte, no aparezca la palabra secreto me resulta muy extraño. Pero, pensándolo bien, el término secreto hubiera inducido a los destinatarios a preguntarse, a plantear, tal vez más preguntas; hubiera llamado la atención. Ahora bien, la clave de toda operación en el plano psicológico estaba en no nombrar jamás lo que estaba a punto de realizarse. No decir nada. Hacer las cosas. No describirlas. De ahí, el: “reservado para uso interno”.

    Cuando Agamben se pregunta sobre la comunidad que vendrá menciona a Eichmann como un hombre que buscando servirse de su propia impotencia fue  tentado por el mal propio del poder del derecho[12] con ello hace alusión a una nueva figura del mal, ya no la del demonio propia del siglo XIX, sino otra hecha de una mezcla arriesgada y terrible de aniquilación de la impotencia por la vía de la obediencia absoluta a la ley y al derecho. Hannah Arendt por su parte en su estudio Eichmann en Jerusalén. Un estudio sobre la banalidad del mal, estudio que sirvió de referente a la película que nos ocupa, hizo notar que Eichmann era verdaderamente incapaz de expresar una sola frase que no fuera un cliché[13]. Clichés que, según la autora citada, no lo abandonarían ni en la hora de su muerte. Sobre esa tentación y esos clichés trata el film de Rony Brauman y Eyal Sivan.

    La gente que acudió al juicio de Eichmann buscando encontrar en él la figura clásica del monstruo, desmesurado, desproporcionado, con la irracionalidad desorbitándole los ojos, debió haber sentido por lo menos una punzada de decepción porque Adolf Eichmann no correspondía a tal óvalo, aunque suene risible él no es buena materia para el horror gore. Pulcro y seco, ajustadito a su esqueleto y poco intrusivo con sus manos y su cuerpo en el espacio inmediato, Eichmann parece más el portero de cualquier edificio de lujo que el firmante de las ordenes de deportación que llevo a millones al exterminio.

    La palabra cliché remite a la producción en serie de palabras y a la posibilidad infinita de reproducción de copias. Las palabras sufren dos movimientos que se pueden catalogar de inversos. Por un lado se vacían de sentido y se fijan estereotipadamente, por otro adquieren el tono de formulas que, de boca en boca, parecieran decir el todo de lo que enuncian. Cuando Arendt habla de Eichmann como alguien que se sostiene en clichés se refiere a varias cosas: a su constante respuesta de que él sólo obedecía ordenes, a la utilización constante de frases celebres, al insistente machaqueo sobre frases hechas que guardaba en la memoria y que remitían siempre a acontecimientos importantes para él. Un poco más allá del lenguaje Arendt encuentra el cliché en un molde que la persona de Eichmann reproducía, un molde plano y sin caras diversas, una especie de vacuidad sin fondo, Arendt subraya: Lo más grave en el caso de Eichmann, era precisamente que hubo muchos hombres como él, y que estos hombres no fueron pervertidos, ni sádicos, sino que fueron, y siguen siendo, terrible y terroríficamente normales[14].  Seco en su lenguaje, Eichmann ve pasar frente a él a los ciento once testigos que desfilaron en el juicio de Jerusalén. La lluvia de palabras escuchadas y expuestas no cambio en nada su actitud, como si entre él y los testigos hubiera algo más que el gabinete de cristal que lo resguardaba o porque, continuando con Arendt, estaba rodeado por la más segura de las protecciones contra las palabras y la presencia de otros, y por ende contra la realidad como tal.

    Esa protección implicaba que las razones de estado imperantes en el momento de los crímenes constituían una razón total y absoluta. Eran una especie de negación de cualquier otredad, eso le servía de resguardo porque al no haber otros deducía que todos los alemanes actuaban igual, que no había uno que se diferenciara, no existía, a los ojos de Eichmann, el rebelde que al protagonizar su revuelta trazara huecos, separaciones, trazos de diferencia en su conciencia y en su mentalidad. Una ley era una ley que no admitía excepciones, así el panorama adquiría la forma de un “todos somos iguales”, y por lo tanto, no había que justificar los actos y la obediencia. Pieza de un engranaje donde a nadie se le reconocía como autor de sus actos Eichmann ignoro las pequeñas historias de desobediencia civil, de rebeldía y colaboración que algunos alemanes tuvieron con las victimas de la persecución nazi, e incluso le era imposible imaginarse situaciones de supuesta incapacidad administrativa hechas para impedir que los trenes y las leyes funcionarán. Todos esos actos implicaban la posibilidad de elegir, nombraban la fractura en el mal absoluto, había, los hubo, momentos donde otra acción, otra decisión se hizo posible.

    Párrafos arriba mencione que Arendt aseguraba que Eichmann era incapaz de hablar sin clichés refería con ello a la afirmación que el propio Adolf había hecho: “mi único lenguaje es el burocrático”, dijo en el transcurso del juicio. Tal afirmación y tal sequedad del lenguaje me obligan a una pregunta. ¿Pero acaso hay alguna subjetividad en juego detrás del lenguaje burocrático? ¿Hay un atrás de sentido o sin sentido, un anverso y un reverso en el cliché? No se trata solo de la pobreza de lenguaje advertida en algunos medios, se dice que hablamos con muy pocas palabras, pero en el cliché eichmanniano no se trata sólo de eso. El asunto hay que situarlo más allá, en el punto en que en una época, aquella de mediados del siglo pasado y esta de las invasiones bárbaras, recordando aquí tanto al cineasta canadiense Denys Arcand, como a nuestro conocido Sigmund Freud, se intentó y se intenta reducir el caos de recuerdos, al signo aséptico y puro, a la maquinaria burocrática y científica.

    Y, a propósito de Freud hay que recordar que desde 1930 señalaba que un prójimo puede ser para otro prójimo muchas cosas: objeto auxiliar, sexual, tentación para la agresividad y el despojo, para el martirio y el asesinato. Frente a lo ocurrido después no se puede más que pensar que Freud se quedó corto porque en él ni lo auxiliar, ni lo sexual desaparecían, tampoco desaparecía el trazo de prójimo a prójimo, como sí parece haber ocurrido en los campos de exterminio. Levi lo escribió así: “Parte de nuestra existencia reside en las almas de quien se nos aproxima: he aquí porque es no-humana la experiencia de quien ha vivido días en que el hombre ha sido una cosa para el hombre”.[15]

    [1] Agamben, G. Lo que queda de Auschwitz. El archivo y el testigo. Homo Sacer III.. Ed. Pre-textos. Pag. 26. Valencia 2000.

    [2] Levi, P. Si esto es un Hombre. Pag, 28.

    [3] Agamben, G. Lo que queda de Auschwitz. El archivo y el testigo. Homo sacer III.

    [4] Alighieri, D. La divina comedia. Canto XXVI del Infierno.

    [5] Rabant, C.  Se soulever contre ce qui est la…Ed. Gallimard. Pag 131.

    [6] Samuel, J. Primo Levi:l’compagnon,l’ami.l’homme. Ed. Harmattan. París 1997.

    [7] Levi, P. Los hundidos y los Salvados. Ed. Muchnik, Pag 119.

    [8] Levi, P. Si esto es un hombre.  Ed. Muchnik. Pag, 96.

    [9] Anders, G. Nosotros los hijos de Eichmann. Carta abierta a Klauss Eichmann. Ed. Paidós.

    [10] Agamben, G. Op. Cit. Pag. 25.

    [11] Lanzmann, C. Shoah. Ed. Tiempo al tiempo. Pag, 143. Madrid 2003.

    [12] Agamben, G.  La comunidad que viene. Ed. Pre-Textos. Pag. 25. Valencia, 1996.

    [13] Arendt, H. Eichmann en Jerusalén un estudio sobre la banalidad del mal. Ed. Lumen, Pag 79. Barcelona 1999.

    [14] Ibidem, Pag 417.

    [15] Amery, C. Auschwitz, ¿comienza el siglo XXI? Hitler como precursor. Ed. Turner/Fondo de cultura económica. 2002