Autor: Jorge garcia

  • La Dora de Freud: ¿El primer gran caso psicoanalítico es un fracaso?

    Julio Ortega B.

    RESUMEN:

    El trabajo investiga el material proporcionado por Freud y más tarde su alumno Félix Deutsch sobre Ida Bauer (Dora), analizando los aciertos y errores cometidos en este análisis considerado fundamental y aún estudiado en todos los institutos de formación de psicoanálisis en el mundo. Examina a detalle algunos aspectos del caso, haciendo una precisión de ciertos hechos, que quizá Freud no pudo considerar al estar envuelto en la dinámica y los prejuicios familiares de la paciente, amén de la ideología de época que abarcaba una visión patriarcal sin cuestionamientos. También considera como posible que los fallos en su posición como terapeuta, se debiesen a una construcción incompleta de aspectos clave de la teoría. Hace énfasis en la veta homosexual de Dora, y cómo ésta no fue colegida sino hasta después del tratamiento, insinuando que muchas de las interpretaciones de Freud dieron como resultado un acoso interpretativo que conduciría al acting out que le llevaría al abandono de la terapia. Hace también un repaso de los aspectos clínicos y contratransferenciales implicados, a la luz de autores contemporáneos.

    PALABRAS CLAVE:

    Histeria, transferencia, contratransferencia, identificación, homosexualidad.

    SUMMARY:

    This work researches the material provided by Freud and later by his student Félix Deutsch on Ida Bauer (Dora), analyzing the hits and mistakes made in this analysis considered fundamental and still studied in all the psychoanalitic training institutes in the world. It examines in detail some aspects of the case, making a precision of facts that perhaps Freud could not consider for being involved into the dynamics and family prejudices of the patient, in addition to the ideology of the time that embraced a patriarchal vision without questioning. It also considers as possible that the flaws in his position as a therapist were due to an incomplete construction of key aspects of the theory. It emphasizes Dora’s homosexual vein, and how it was not understood until the end of treatment, implying that many of Freud’s interpretations resulted in an interpretative harassment that would lead to an acting out that caused the abandonment of therapy. It also makes a review of the clinical and counter-transference aspects involved, at the light of contemporary authors.

    KEY WORDS:

    Hysteria, Transference, Countertransference, Identification, Homosexuality.

    Probablemente uno de los casos más conocidos, controvertidos y citados del profesor, es el de una jovencita de nombre Ida Bauer publicado en 1905 y tratado muy posiblemente en 1899[i], que fue traída a consulta por su padre, que ya había sido paciente de Freud antes, por causa de sífilis y tuberculosis. Ella va un poco en contra de su voluntad, y es sólo la autoridad del progenitor, al que ella parece muy cercana, la que decide su visita. Freud acepta ver a la jovencita de 18 años sin reparar en que ya había atendido antes a su progenitor como médico, el gran industrial Phillipp Bauer –derivado por el personaje que luego denominará Sr. K–que vivía en la misma calle y quien, además, le había enviado como paciente a su hermana que murió finalmente debido a una caquexia. Debe considerarse que el método clínico del psicoanálisis estaba en construcción y no era infrecuente que Freud en algunos casos que trató, tuviese una relación cercana con algunos de sus pacientes, recordemos el caso del Pequeño Juanito, dónde él había tratado antes a su madre, e incluso intervenido directamente en el casamiento de ella con su alumno Max Graff, asistiendo a su boda en el momento preciso y regalando a Juanito un caballo durante su niñez. Los escritos sobre técnica vendrán unos años después para puntualizar la distancia que debía guardarse tanto con los pacientes, como los familiares de los pacientes, distancia que no siempre han conservado muchos analistas prestigiados, como es el caso de Lacan con Catherine Millot.

    Se trata de uno de los cincos casos mayores de Freud publicados y el único en realidad donde se examina con minuciosidad el caso de una mujer, a pesar de que todos los casos de los Estudios sobre la Histeria corresponden al sexo femenino siendo que la teoría no está en su forma más avanzada y el análisis no es lo suficientemente profundo, lo que lo hace de singular importancia en la obra del creador del psicoanálisis, además de que tenemos el testimonio clínico de Félix Deutsch[ii] quien trató en los Estados Unidos a la misma paciente que se identificó de una manera quizá exagerada con esa Dora de la que escribió Freud. Roudinesco[iii] remarca en su biografía de Freud que éste consideraba la historia del caso Dora como la primera cura psicoanalítica que había efectuado, cuestión que tendremos oportunidad de repensar en el curso de este trabajo.

    Su madre Katharina, pertenecía al igual que su marido a la comunidad judía, era poco instruida y hasta podría decirse tonta. Padecía dolores abdominales permanentes, que su hija había aparentemente heredado, y aquí no tenemos sino que reconocer la marca de la identificación como un rasgo clínico. Nunca parecía haber mostrado demasiado interés en sus hijos, y a partir de la enfermedad de su esposo parecía sufrir lo que podría llamarse una psicosis del ama de casa que Ramas[iv] interpreta como una forma de intentar controlar el destructivo poder fálico del padre. Tenía un hermano de nombre Otto, que en los conflictos familiares solía ponerse del lado de la madre y que destacaba por su inteligencia; llegó a ser Secretario del Partido Social Demócrata de 1907 a 1914 y luego adjunto de Viktor Adler en el Ministerio de Asuntos exteriores en 1918, llegando a ser una de las grandes figuras intelectuales de tendencia marxista dentro de la Austria de entreguerras.

    Previamente, en octubre de 1900, cuando ella tenía apenas 16 años ya había acudido a la consulta de Freud[v] y antes aún a hidroterapia y tratamientos eléctricos sin ningún resultado, aquejada de tos y afonía que había desaparecido espontáneamente. Al año siguiente había padecido de cuadros febriles tras la muerte de una tía muy querida (en algún momento también paciente de Freud), y en casa de la fallecida, al convivir con su familia[vi]. También había una serie de síntomas que venía sufriendo antes, a causa del acoso sexual del Sr. K quien a los 14 años le había tendido una trampa en su oficina, abrazándola de súbito y besándola apasionadamente en los labios.

    Al presentarse con Freud, sufre una desazón y angustia que deviene en una alteración total de su carácter. No está satisfecha consigo misma ni con los suyos, no simpatiza con el padre y menos con la madre que quiere jalarla para hacer tareas domésticas y aliarse con ella en contra del padre. Evita el trato social, pero acude a conferencias para damas y se cultiva tanto como puede hacerlo. Incluso debe mencionarse que tiene un trato estrecho en un momento dado con una institutriz que supuestamente le proporciona lecturas aparentemente “no apropiadas” para su condición femenina y su edad, quien será la encargada de ponerla al tanto de un affaire de su padre con una mujer que llevará el pseudónimo de la Sra. K, una dama que se había ganado su confianza, substituyendo incluso a la figura materna, y que convivía familiarmente junto con su esposo, en el ambiente de casa. Su cansancio, su dispersión mental pero sobre todo una carta suicida le hacen al padre llevarla al Dr. Freud, con el fin de normalizarla y volverla una jovencita burguesa del montón, alejada de pensamientos extraños y fantasías sexuales, que pueda conseguir un hombre con el cual casarse y tener hijos que logren perpetuar el apellido.

    La cura dura aproximadamente once semanas siendo interrumpida súbitamente por el abandono de la terapia de la paciente y son pieza central del tratamiento, dos sueños: uno relativo a un incendio de su casa, y otro a la muerte del padre. Lacan en su Intervención sobre la transferencia[vii], dentro de los Escritos, hace notar que el efecto Zeigarnik viene muy bien a colación, en lo que se refiere al caso Dora, implicando con ello que el Caso Dora habría sido inacabado, por lo tanto, objeto de reflexión para el mismo Freud durante los años siguientes. Para Lacan el caso es un ejemplo sobre el dispositivo de la transferencia y de cómo la cura analítica es dialéctica hasta sus últimas consecuencias, en la que se hace entrar en juego todos los hilos de la dinámica familiar y social. Esta propuesta de caso ejemplar será jugada por Lacan a lo largo de toda su enseñanza, y encontramos citas en los seminarios uno, tres, cuatro, ocho y diez.

    Ahora bien, el camino que toma Freud es en principio, muy distinto al que espera Bauer de él, quien le pide la haga entrar en razón; Freud hace una serie de inversiones dialécticas que darán una completa reinterpretación al boceto que se le presenta, dando lugar a la emergencia de cierta verdad oculta tras el escenario familiar.

    La situación es muy particular, el padre a pesar de las dificultades propias de su enfermedad y que muy probablemente le empujen a una sexualidad de rasgos perversos, ha entrado en un amorío muy pasional con una mujer llamada Peppina Zellenka, que arrastra a su esposo Hans en su aventura, llevándolo a aceptar su relación con el señor Bauer. La relación no es casual y el amorío dura muchos años. El arreglo es simple y complejo a la vez, el Sr. K (Hans Zellenka) cede a su esposa al industrial a cambio de conseguir una seguridad económica, permite la entrada de Dora a su casa para que conviva con sus hijos y una vez que esto sucede, el tener de cerca esa hermosa chica que va pasando de la adolescencia a la juventud, irá depositando en ella su mirada e incrementando su deseo.

    Entonces se convence de que tiene derecho a apropiarse de ella plenamente – en un intercambio que a él le parece justo – y procede a cortejarla, tratando de conseguir su amor. Esta situación no es ajena para nada a los padres de Dora. Los dos hombres están muy plenamente al tanto de las relaciones sexuales tanto de Bauer con la mujer de K. como del galanteo del Sr. K con la hija del capitalista. En un momento dado, Hans envía durante todo un año a la jovencita Ida, un ramo de flores todos los días[viii], amén de hacerle costosos regalos y no desaprovechar oportunidad para estar en su compañía. Los padres de Ida no dicen nada de todo esto, aparentemente la situación les es indiferente o la consideran normal, la tercera posibilidad es que aceptan dicha situación, pues así conviene a la estabilidad familiar.

    Todos los “adultos” mienten y se engañan a sí mismos, sobre lo que sucede en esa casa que arde como la del primer sueño analizado. La institutriz que pone al tanto del incidente a Dora, ha tenido o por lo menos anhelado tener un amorío con el Sr. Bauer y el resentimiento de que no se cumpla su deseo, la lleva a denunciarlo con su hija, poco antes de perder el empleo a causa de sus indiscreciones. La Sra. K se ha acercado a Dora y ganado su afecto y la amistad, sólo por el interés de atraerse a la hija de su amante y con esto su anuencia ante la infidelidad; no cuenta con la raya homosexual de Dora. De un tirón, ha sido traicionada por dos mujeres que le muestran que no es importante su cariño y que ella sólo es un medio hacia una meta más alta, en este caso, su padre.

    La madre de Dora cuando es interrogada por ella acerca de cuál es la relación de la Sra. K con su padre, le cuenta una historia que ni ella misma cree, el papá estaba deprimido, era un desdichado a punto de suicidarse y fue hacia el bosque a cumplir con su propósito, ella lo siguió y con sus súplicas lo convenció de que siguiera viviendo. Lo que Dora ve es que su madre permite que su padre visite a Peppina en su casa cuando no está el marido, y que ella en unas vacaciones sitúa su habitación frente a la de su padre sin ninguna objeción por parte de la esposa. Todo esto a la vista de su todos y sin que nadie proteste de ninguna manera. Se da el caso de que la Sra. K. ha cambiado totalmente su forma de vida pequeño burguesa, y se permite hacer grandes gastos y vivir de una manera que no lo permitiría la economía de su marido. De tener una salud quebrantada se ha convertido en una mujer, bella, sana y rozagante[ix]. El padre decide cambiar su domicilio a Viena y tres semanas después los Zellenka se trasladan a esa ciudad, es más que evidente el lazo económico.

    Cuando Dora se decide a hablar con franqueza de lo que está sucediendo con su padre, él toma por cierta (y para su conveniencia), la negación del Sr. K respecto a su actitud de acoso sexual hacia su hija, y escucha a la Sra. K en sus argumentos que desautorizan la actitud de ella, basándose en su exaltada imaginación, sus impulsos desbocados provocados por lecturas impropias – se siente traicionada por ella, con quien había hablado del contenido del libro de Mantegazza sobre sexualidad humana –,  todo para proseguir su conducta sexual adúltera y el enredo novelesco en que ha metido a su familia digno de Strindberg o Ibsen. Para Freud, es claro que hay un cuarteto en el que se quiere integrar a Dora, en un juego en el que ella ha sido el importe que ha sido pagado a un hombre maduro casado, a cambio de su esposa, mujer joven por mujer vieja: ¿Quién podría negarse a un trato así? Una especie de swingingménage a quatre, le llama Mahoney[x] – favorable a los varones implicados en el que las damas son sólo objetos de intercambio. Ahora bien, hay algo más que eso, se trata de dos familias en las que la infelicidad y la enfermedad juegan un papel fundamental – así lo esclarece Mahoney[xi] – y que encuentran una fórmula para sobrellevar su situación. Peppina está enferma, abandonada por los continuos viajes de su marido para negocios, Katharina obsesionada con la limpieza, Bauer cada vez más decaído, y en medio de toda esta soap opera, Dora tiene muy pocas posibilidades para crecer sin conflictos.

    Recordemos que en su seminario 3 Lacan[xii] hace una interpretación muy interesante de este juego, donde intercambia los términos del esquema L para hacer aparecer a Dora en el lugar del Moi (incluyendo la cuestión de: ¿Quién desea en Dora?, más allá de: ¿qué desea?) identificada con el Sr. K y jugando en la balanza una pregunta hacia la Sra. K sobre ¿Qué quiere una mujer?, siendo el Padre el gran Otro que sostiene con sus manos el string game, dependiendo de él todos los puntos de presión y las líneas de juntura. También, hay una dimensión más profunda que haría alusión más allá de los sujetos implicados en este juego, a la interrogante que se formula una jovencita jalonada entre una madre pasiva e infecunda y una mujer dinámica hermosa, amante del padre, sobre el tema del deseo femenino.

    Un cambio en la clínica psicoanalítica se introduce, Hewitson[xiii] lo hace notar: la cuestión del diagnóstico cede su lugar al estudio de la dinámica familiar y al rastreo de las motivaciones de los actores de ese pequeño teatro doméstico.  No es un cambio menor, porque los síntomas pasan a segundo término para intentar comprender la dinámica inconsciente que está en el fondo de este caso de histeria. Dora trata de entenderse a sí misma como mujer, reconocer su propia feminidad, pero eso requiere que Dora asuma su cuerpo como propio, y al inicio del tratamiento, está completamente en manos del deseo del Otro. Su incapacidad para asumirlo, también queda reforzada por los síntomas de conversión – la tos, la afonía – que, contrariamente a lo que opina Freud, están menos animados por el deseo de felación que por la identificación a una figura masculina, en este caso, el hermano, y antes al padre con su asma que más que una substitución del coito o la masturbación, parece una imitación de su tuberculosis. Existe una confusión entre dos términos que habitualmente se enredan: amor e identificación.

    Hay también, por parte de Freud una determinación obsesiva para que Dora acepte sus soluciones interpretativas, que durante todo el tratamiento van en el camino de una pulsión heterosexual reprimida. Una ruta que el mismo Freud admite –en un segundo momento de reflexión– que no puede ser fructífera, dada la inclinación sexual oculta de la paciente.

    Pero hay algunas otras cosas que faltan en este panorama y ciertos errores que comete Freud, en su afán por imponer sus interpretaciones y validar su método, a costa del mismo discurso de Dora y en contra de lo que ella le está mostrando.

    No se trata de negar la validez de su trabajo, aún hoy el caso Dora es un objeto de estudio en todos los Institutos de psicoanálisis del mundo. Pero el psicoanálisis no es una fe religiosa, y basarse en un argumento de autoridad sea de Freud o Lacan siempre será un camino desviado del verdadero análisis.

    Dora revela a Freud que ha sido medular en su relación con K. una escena que sucede en el verano junto a un lago. Los dos pasean disfrutando de ese paisaje, y entonces K. procede a hacer franca ante ella una propuesta amorosa. Ella se sorprende de esta acción y le pregunta al enamorado qué significa esto, tomando en cuenta que él está casado, responde: “Mi mujer no significa nada para mí[xiv]. A lo que ella responde con un bofetón en su rostro y una escapada que pone fuera de lugar sus intenciones.

    A Freud le resulta importante tratar de resolver rápidamente el enigma de esta acción, porque aparentemente ella ha buscado jugar el papel de madre de los hijos de K., no ha eludido recibir sus elogios y consideraciones, incluso una prima suya – con más sentido común – le ha dicho a ella que está loca por ese hombre.

    En el primer sueño[xv] analizado, su casa se incendia, y el padre frente a la cama, le despierta, ella se viste con rapidez. Su madre pretende salvar su alhajero y él le dice: No quiero que yo y mis dos hijos nos quememos a causa de tu alhajero. Descienden de prisa por las escaleras, y una vez abajo, Dora se despierta. Freud le pregunta cuándo tuvo el sueño por primera vez, puesto que es recurrente y la fecha la establece coetánea a la escena del lago. Entre los recuerdos de su paciente aparece también, el intento del Sr. K de penetrar a su dormitorio para atacarla y cómo ella lo larga, lo que no evita que él se robe la llave del cuarto. Freud procede a interpretar directamente la cajita con alhajas con los genitales femeninos, y le explica que su padre la salva del acoso de K y de su propia tentación de ceder a sus impulsos sexuales por Hans. De hecho, en una segunda sesión dedicada al sueño le insinúa que la quema de la casa, podría traducirse por un enamoramiento, y por mojar la cama, aludiendo a la excitación y el orgasmo femenino. Muchas objeciones podemos hacer ahora a una interpretación como esa, sobre todo porque hoy sabemos que la veta homosexual de Dora llevaría la aclaración del sueño en una cuesta muy diferente. Pero también, es cierto que la casa de Dora se está incendiando y no es ninguna metáfora, es una fragua de pasiones en la que todos los actores tienen intereses involucrados y la madre de Dora quiere preservar su alhajero que podría significar su sexo, pero también su estabilidad familiar, recordemos[xvi] que en 1896 los Bauer han tenido una fuerte disputa por una pieza de joyería que falta y probablemente ha sido regalada a otra mujer. Y el esclarecimiento de Freud respecto a la presencia del Padre es completamente erróneo; justamente éste ha ofrecido al Sr. K a su hija y su actitud no es nada protectora hacia ella. En el sueño aparece una inversión de la posición del padre que está comerciando con su hija, quizá en este punto también se explique lo angustioso del sueño, la escena real es que su padre la intercambia por Peppina.

    En el segundo sueño procede Freud al esclarecimiento de la escena onírica ante Dora de una forma un tanto brutal, a través de diferentes significantes (como el alhajero en el primer sueño, y las vías ferroviarias, el cementerio y el vestíbulo en el segundo) están involucrados sus genitales y la fantasía de desfloración, que harían innegables el deseo de ella por K. Freud le revela a Dora su supuesto interés sexual por el señor K, y también visualiza un interés por él mismo a través de una transferencia intensa, cosa que había previsto en el análisis del primer sueño por el uso del tabaco por parte de K, su padre y él mismo.

    Asimismo –en el segundo sueño también–, en el símbolo de la muerte de su padre adivinada en el sueño, Freud ve el deseo de Dora de no ser más vigilada o restringida por su padre en su forma de cómo y a quién querer. Así que la explicación al acto del lago, revelaría la culpa de Dora por su deseo ante el mismísimo K. Nuevamente el empuje interpretativo va en dirección de la heterosexualidad.

    Thompson[xvii] nos dice que probablemente Freud esperaba que su libro tuviese rechazo, anticipaba críticas, sátiras, condena y diatribas varias. Fue la primera vez dónde topó de manera frontal con el obstáculo que puede representar la transferencia y, ¿por qué no decirlo?, también con la contratransferencia, que no analizada ni esclarecida se convierte en un obstáculo para el tratamiento. Es un tema arduo y complejo que no afrontará Freud sino por la insistencia de Ferenczi y hasta 1908, es decir, tiempo después de acontecido el caso.

    Little[xviii] definía a la contratransferencia como:

    a. La actitud inconsciente del analista hacia su paciente.

    b. Los elementos reprimidos no analizados del propio analista que coloca sobre el paciente de forma idéntica a la forma en que el paciente «transfiere» sobre su analista los afectos sentidos hacia sus padres o los objetos de su infancia: el analista considera a su paciente (momentáneamente y de manera variable) como consideraba a sus propios padres.

    c. Cualquier actitud o mecanismo específico mediante el cual el analista llega a conocer la transferencia de su paciente.

    d. La totalidad de las actitudes y comportamientos del analista hacia su paciente, conllevando esto todas las actitudes conscientes e inconscientes.

    La actitud de Freud hacia Dora, estaría más bien comprendida en los dos primeros incisos; el primer error que cometió fue el considerar a Dora una mujer adulta completamente, sin considerar que sólo era una jovencita adolescente de 18 años, podrá argumentarse que las mujeres llegaban a casarse más jóvenes entonces, más no deja de subsistir la idea de que hay una inmadurez sexual en ella, sobre todo por la actitud de pánico y espanto que le aportan todos los temas sexuales. Renunció al título original del trabajo “Sueño e Histeria”, quizá porque estaba disconforme con el resultado final del trabajo y el énfasis en que fuese un análisis fragmentario, también le involucraba como autor, él confiesa ante el lector que su comprensión de los hechos complejos ha sido incompleta.

    Según Gay[xix], Freud creía insuficiente para el establecimiento de su histeria el acoso sexual respecto al Sr. K, quizá él mismo haya tomado un poco partido como hombre con los otros dos hombres de la historia, haciéndose cómplice inconsciente de ellos. Incluso pensaba que era natural en ella cierto grado de excitación pues había conocido al fulano en cuestión y le parecía un hombre agradable y atractivo. Hélène Cixous y Catherine Clément[xx] han subrayado la actitud de protesta y llena de síntomas de Dora, la revuelta en su propio cuerpo en contra de una sociedad basada en un poder sexista y patriarcal. Recordemos que este rechazo a los hombres y a la posibilidad de contagio sexual no era del todo infundado, aunque seguramente el panfleto de 1905 publicado por la sufragista femenina Christabel Pankhurst sobre el tema en The Suffragette[xxi] es un poco exagerado: allí afirma que entre 75 y 80 % de los hombres ingleses estaban infectados de sífilis en un tiempo en que no existía aún la penicilina. Su padre, nada menos, sufría de esta nefasta enfermedad y Nietzsche (entre otros grandes de la época) murió a causa de este mal que había ocupado el sito que en la imaginación antes correspondió a la peste negra y a la lepra.

    También su patología es producto de una serie de traiciones de hombres y mujeres en los que confiaba y la incredulidad con que se tomaba su testimonio, todo esto le pareció menor a Freud en relación con los deseos que le atribuía a Dora respecto a K, e incluso más tarde, respecto a la Sra. K.  

    Las mismas objeciones a sus interpretaciones tomaban un matiz de resistencia y hay una batalla establecida con la paciente para que acepte sus numerosas, largas y complicadas intervenciones. Aún no había llegado a escribir Construcciones en Psicoanálisis[xxii] dónde critica a aquellos analistas que imponen su interpretación a como dé lugar, frente al paciente con la lógica: Cara tú pierdes, Cruz yo gano. Quizá si hubiese tratado a Dora en los años veinte el caso habría tenido una deriva muy diferente y mejores resultados.

    Pero en el tratamiento de su paciente, desdeña sus más evidentes e íntimas pulsiones y sólo hasta el final del caso en una nota muy posteriormente agregada dice: No atiné a colegir en el momento oportuno y comunicárselo a la enferma, que la moción de amor homosexual (ginecofílica) hacia la Sra. K. era la más fuerte de las mociones inconscientes de su vida anímica[xxiii]. También en la misma nota, observa que la información sexual que tiene Dora procede de la Sra. K quien de alguna manera la hace partícipe de las actividades que lleva a cabo con el padre. La inclinación a ser madre de Dora será un deseo que no excluye su rechazo posterior a los hombres y su deseo homosexual, se casa con un músico de nombre Ernest Adler que al principio trabaja como todos en la familia para el gran padre, potentado textil que suple su impotencia sexual con un dominio de la vida de quienes le rodean.  

    El asunto de la transferencia, según Freud, corre a través del humo del tabaco que flota en el aire camino del padre al Sr. K y de ahí a Freud. Él piensa que la paciente se encuentra atraída hacia él y para ser sinceros, no es difícil que él mismo se haya sentido inclinado en su afecto hacia ella en una contratransferencia que no pudo analizar, ni siquiera descubrir, hacia quien describe como: “una floreciente muchacha, de rostro inteligente y agradable[xxiv]. Pero lo que sí es completamente cierto es que como dice Gay[xxv], se sentía poseído por una furia curativa que no sólo expresó en este caso, uno de sus primeros análisis verdaderos, sino en muchos casos de su primera etapa. Es curioso como en filosofía se habla, por ejemplo, de un primer Wittgenstein y luego de un segundo Wittgenstein pero en el caso de Freud se mantiene la idea de que hay una coherencia interna desde sus primeros escritos hasta los últimos, sin razonar que el psicoanálisis es una teoría que se construyó poco a poco, no sin contradicciones ni errores.

    Freud[xxvi] atribuye el fracaso del caso a su imposibilidad para prever y manejar la transferencia, viéndose sorprendido por ella al final con la identificación de Dora entre el padre y K, luego su persona. En el mismo escrito, introducirá como parte de la comprensión del fracaso del caso, el término agieren[xxvii] que hoy conocemos como acting – out, en dónde expone cómo la transferencia cuándo no es hablada – efectuada en la palabra y llevada a la representación simbólica – pasa al acto. Pero justamente habría que preguntarse aquí, qué es lo que no puede ser hablado, más allá de las interpretaciones freudianas que hablan de su deseo por K, el padre, y el terapeuta lo que está en esa actuación, es una situación de protesta que derivará en el abandono del tratamiento por parte de la paciente ante el intento de imposición de interpretaciones forzadas apoyadas más en conjeturas que en la escucha puntual. Por parte de Herr. K hubo un acoso sexual, de un modo diferente, pero igualmente en un afán de reconocimiento de sus intervenciones y de verificación de su teoría, hay un acoso interpretativo en Freud. Tomemos como ejemplo sólo un fragmento: Dora[xxviii] le dice a su terapeuta que la Sra. K sólo tiene relaciones amorosas con su padre porque era un hombre de recursos (acaudalado), y él infiere que tras esa frase se oculta su contraria, el padre es un hombre sin recursos, o sea impotente. Si no supiésemos que Freud ha tratado al padre por sífilis, quizá podríamos creer en sus capacidades interpretativas al estilo Sherlock Holmes, pero la realidad es que el profesor sabe que el padre es impotente pues ha sido su paciente, y esa posibilidad que no anularía una práctica sexual alternativa no tiene por qué negar tampoco la verdad de lo que declara Dora.

    Esta vertiente ya había sido mencionada antes por Sachs[xxix] en un comentario a un trabajo de Patrick Mahoney que derivó luego en su libro sobre la Dora de Freud[xxx]. Allí cuestiona la visión que tenía Freud de su paciente, y considera que ante todo se trata de un caso de neurosis traumática, y no de represión sexual. Apoya a Mahoney sobre el hecho de que Freud podría haber impuesto sus valores y teorías a su analizada, sin haber tomado demasiado en cuenta su participación, objeciones y rectificaciones, reduciendo a cero su participación. Todo bajo la subyacente suposición positivista que supondría que el observador (en este caso, el analista), es objetivo en su posición hacia el observando. Allí sugiere que Dora abandona el análisis para escapar de la imposición de una narrativa histórica falsa y la presión que impone Freud para que ella la acepte, no sería como sugiere Freud una venganza en contra de los hombres jugada a través de la transferencia, sino un movimiento de rechazo hacia ellos, desde su posición de víctima; ha sido antes objeto de intercambio sexual, y ahora se rehúsa a ser tratada como un objeto  de certificación de la teoría por su terapeuta y también de un chovinismo conservador y machista en Freud.

    Sachs sostiene que la identificación de muchas generaciones de analistas con Freud y también la formación médica, han generado no sólo el desprecio del trauma sino de la seducción que desde Laplanche es un elemento de suma importancia a considerar en los tratamientos. Esa idea de que el médico es “científicamente objetivo” y que las quejas de los pacientes son superficiales, consistiendo en un simple camino hacia las “causas reales” a través de la creencia de que se causa dolor para curar, ha derivado en una desconexión del analista con su paciente durante muchos años.

    Ella se presentó una última vez ante Freud en abril de 1902. Dora consulta a su terapeuta por una neuralgia facial que está sufriendo, que la acosa día y noche. la Según su terapeuta, se pretendía poner en cuestionamiento su autoridad, pero ella aprovecha la cita también para indicarle personalmente que se casaría con el hombre que la cortejaba – Ernest Adler, con quien se casa en 1903 – y estaba lista para empezar completamente una nueva vida. Freud como curiosamente ha hecho ante el primer abandono del tratamiento de su paciente, no insiste en que ella prosiga en análisis, quizá porque de alguna manera quiere dar por cerrado el expediente. El profesor duda de la sinceridad de su ex – paciente, y entiende este síntoma como un auto castigo por el abandono del tratamiento, y la escena del lago, donde habría propinado una bofetada a Hans, cuatro años antes.

    Para 1923 afectada por vértigos, zumbidos, insomnios y las mismas migrañas acude a ver a Félix Deutsch[xxxi] a quien cuenta una historia dónde se presenta víctima del egoísmo de los hombres. Se identifica como la Dora de Freud y se dedica a discutir las interpretaciones del profesor a sus sueños, lo cual tiene el curioso efecto de hacer retroceder sus síntomas que comprendían acentuados indicios del síndrome de Menière: tinitus, disminución de la audición en el oído derecho, mareos e insomnio debido a continuos ruidos en ese oído. Sufre de frigidez y asco ante la heterosexualidad, y está sumamente celosa de que al hijo le gusten las mujeres. Algunos de sus síntomas habían tenido continuación como el flujo vaginal, y había adquirido un cojeo que era la continuación física de una conversión histérica que ya había identificado Freud en relación a dar un mal paso. Muere por causa de sus dificultades estomacales que derivan en un cáncer de colon y prefiere morir antes de volverse a casar.

    En su trabajo, dice Freud que al final del tratamiento hace confesar a la Sra. K que tiene trato sexual con el padre y al Sr. K que la escena del lago ha sido verídica. Agrega que la relación entre las dos familias cesó completamente a partir de ese punto, lo que no es cierto, pues la misma Peppina le ayuda, más tarde, a salir de Europa cuando las cosas se complican a causa del ascenso del fascismo, la persecución a los judíos y la 2ª Guerra Mundial, información a la que no tendrá acceso tampoco Deutsch pero que es fundamental. No es que Freud mintiese sobre el asunto sino que el hecho es que perdió contacto con la familia después del tratamiento.

    La versión de su curación y rectificación de su vida para encontrar bienestar que le contó a Freud en 1902, no sucedió y difiere completamente de la nota que su alumno escribió, ella se convirtió en una ama de casa, profundamente infeliz con su marido, que se queja de sus infidelidades, y agrega que ella se siente sola y descuidada también por su hijo que contrariamente a lo que ella espera tiene éxito en su profesión de músico. Recuerda Deutsch[xxxii] que ella afirmó ante Freud: “Los hombres son tan detestables que preferiría no casarme. Esta es mi venganza”. Así que según Deutsch, su casamiento sólo había servido para cubrir su aversión a los hombres.

    Mahoney[xxxiii] critica este artículo diciendo que en él, Deutsch exime a Freud de todo error y alaba su perspicacia. El agregado al escrito de Freud contiene muchos errores o faltas voluntarias. La entrevista la pone en 1922, cuando hay evidencia de que sucedió en 1923, le adjudica a Dora una edad distinta a la que tiene, omite la muerte de Otto y durante todo el escrito tiene una actitud poco crítica hacia el trabajo de Freud, más bien, está orgulloso de recibir a la famosa paciente en su consultorio. Escribe Deutsch, sin embargo, a su esposa en 1923; que Dora “no tenía nada bueno que decir del análisis”.

    Así pues, el asco hacia los hombres en Dora, sus síntomas diversos que Freud lee como producto de una excitación reprimida que se manifiesta en su cuerpo, no son necesariamente la conversión de su pulsión sexual hacia el Sr. K o el impulso edípico hacia el padre que parece haber sido muy importante en su primera etapa infantil. Muy diferente podría ser la lectura de esos impulsos desde la reinterpretación del mismo Freud, que le atribuye más importancia a su homosexualidad que la que originalmente entrevió. Sus impulsos ya adolescente más bien iban hacia su gobernanta y la Sra. K quienes le traicionan por su padre, y la hacen enfermar. Su acercamiento a la familia K es un intento de estar cerca de Peppina y no de Hans. Por eso la declaración del segundo despreciando a su mujer en el lago, cómo lo hace notar Lacan[xxxiv], implica que ella lo castigue por semejante falta y crimen: ¿cómo puede rechazar a su mujer, siendo ella una italiana radiante y sensual?

    En este sentido, Freud ha cometido una y otra vez un mismo fallo, al intentar que ella acepte sus impulsos heterosexuales hacia K. Por otro lado, su bisexualidad está presente, pero hay que hacer notar que la contratransferencia de Freud es la que prevalece sobre la situación y ¿por qué no?, como afirma Gearhart[xxxv], su propia identificación con el señor K. Cierto es que sus impulsos sexuales pueden haber sido trasladados a la figura de Freud en un momento dado, pero no por ser hombre, sino por su posición analítica. El mismo Freud cuando escribe la Psicogénesis de un caso de Homosexualidad[xxxvi] está muy consciente de esta lección, aunque no deja de ver a la homosexualidad como un escollo que le cuesta entender o tratar, y al que sólo atisba desde su mirada suponiendo que se trata de una alienación narcisista.

    Luce Irigaray[xxxvii] subraya que hay una serie de inconsistencias en el caso Dora debidas a la posición de Freud, dónde: “prisionero de sí mismo y de cierta economía del lenguaje, de cierta lógica, que notablemente implica el “deseo”, “malinterpreta su vínculo a la filosofía cayendo en una ideología.”

    Maria Ramas[xxxviii] dice de manera muy directa que el análisis de Freud es fragmentario, porque está estructurado alrededor de una fantasía de femineidad y sexualidad femenina que deja incomprendido el problema, incluso reprimido. Según ella, abandona su propia propuesta de que el síntoma es una formación de compromiso para desarrollar un argumento ideológico que defiende al patriarcado. Su actitud terapéutica niega la posterior teoría de la pulsión dónde es claro que la sexualidad no es algo solamente natural sino creado alrededor de la educación y la historia familiar. También al hacer énfasis en el aspecto sexual, descuida que esa relación entre hombres y mujeres está ligada a términos de dominancia y sumisión, dejando de lado entonces la vertiente de que es una relación de poder. Ida Bauer se revela frente a este orden, pero al mismo tiempo intenta cumplir con las leyes paternas. Según Ramas no es sino hasta 1897 que Freud descubre el Complejo de Edipo y que su elucidación se refiere más bien al modelo masculino, no siendo sino hasta más de 20 años después que intentará abordar el problema de la feminidad y siendo que ya ha muerto su madre, con un esquema que será controversial pues la estructura triádica padre / madre / hijo (a) será desplazada por una más elemental y primaria que refiere a la díada madre / hijo (a). Además, la significación fálica no está completamente relacionada con el pene masculino, sino más bien ligada a significaciones sociales y un mundo patriarcal, lo mismo sucedería con las relaciones sexuales y sus fantasías que pondrían énfasis en esa cultura a través de tendencias sado-masoquistas. Dentro de este marco social, el Edipo femenino retendría mucho de la bisexualidad femenina (a favor de la mujer) y el deseo a la madre no sería completamente abandonado. Un problema del caso clínico Dora, es que, contrario de lo que después para Freud será esencial en otros análisis, nos proporciona muy poca información sobre la primera niñez de Dora, sólo dice que adivina que su actividad masturbatoria cesó hasta que se presentó el asma, hay también una ligera mención a su ansiedad a los 8 años, pero faltan quizá los detalles más importantes.

    Son juicios muy duros que aunados al de otras feministas, empujan a una imagen del creador del psicoanálisis como ideológicamente conservador y antifeminista. Personalmente, me parece que si alguien colaboró al cambio social de la mujer fue el mismo Freud. Su visión incompleta del problema de la sexualidad femenina y sus límites culturales de una Viena de finales del siglo XIX, no deben de ser un obstáculo para reconocer su posición valiente para reconocer el poder de la sexualidad reprimida en la histeria que aquejaba principalmente a las mujeres y hacer lo posible para que esa fuerza saliera al exterior y se expresara.

    Lo que sin duda podemos decir es que Lacan ve este caso como una muestra del uso correcto del método –a pesar de sus críticas y chanceos–, pero limitado por los prejuicios de la época y las limitaciones personales del autor. Incluso habría que replantearse la interpretación del segundo sueño como la expresión de un deseo muy poco disimulado de que el padre muera, sin mayores complicaciones, y ese impulso de que pueda querer a alguien que ella elija se refería a un objeto homosexual y no a algún hombre como parece de empujarla a razonar su analista. Por ello, la importancia del análisis didáctico que después recomendará Freud a sus alumnos a fin de librarse de sus prejuicios, la obsesión del analista de Dora por hacerle entender a su paciente su inclinación hacia K, deja incompleto el rompecabezas, que mucho más tarde y sí, debido al efecto Zeigarnik, intentará completar el profesor su interpretación del caso, o más bien reinterpretación, apuntando a la homosexualidad de su paciente. 

    La actitud de Dora es compleja: por un lado se queja de la infidelidad del padre, y por otra parte cuida a los niños para que la pareja romántica pueda pasar largas horas juntos. Parecería ser una actitud contradictoria, pero no lo es tanto si consideramos que en ella podría estar presente el deseo de complacer al padre y de mantener cerca a la Sra. K. La inestabilidad de Dora en tal caso, quizá procede del acoso de K quien una y otra vez la agrede con sus requiebros y cortejo.

    Hay una veta más que aparece poco explorada en los artículos revisados y es la de la bisexualidad en Dora. Mahoney[xxxix] sostiene que esta raya asusta y al mismo tiempo apasiona a Freud, quizá sea por lo mismo que no insiste ante su paciente la continuación del tratamiento en las dos fases. Es posible que Dora no desdeñe los galanteos de K del todo, porque está investigando su propia sexualidad y el tema de la bisexualidad está presente en esta bella adolescente. Freud topa con un caso al que le quiere abrochar todas las fórmulas que han tenido éxito con sus pacientes histéricas, intenta la aplicación de interpretaciones textuales – apegadas al significante – que deriven en alusiones sexuales a la desfloración, al pene, a los genitales femeninos. Escucha desde donde quiere escuchar, presta poca atención a las objeciones de su paciente, atribuyéndolas a resistencias surgidas de la transferencia. Intenta imponer su deseo de normalización heterosexual a Dora, haciendo realidad inconscientemente los sueños del padre que aparece poco cuestionado. Se equivoca, y quizá no deba descartarse que, con su autoridad, empuja a la paciente a un matrimonio infeliz en contra de sus verdaderos impulsos sexuales.

    ¿Es entonces un contraejemplo de un análisis el caso Dora? ¿Es un fracaso? Creo que el mismo Freud acepta finalmente en este proceso, haberse equivocado en puntos fundamentales y reconoce movidas erróneas en su partida, incluso una parte del propósito de la publicación del caso es mostrar públicamente sus desviaciones y errores, en este sentido su conducta es ética y es ejemplar para quienes practicamos el análisis en el siglo XXI.

    BIBLIOGRAFÍA:

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    – Freud Sigmund (1905 (1901)). Fragmento del análisis de un caso de histeria. Obras completas. Tomo VII. Amorrortu editores. Buenos Aires, 1976.

    – Freud Sigmund (1920). Psicogénesis de un caso de homosexualidad femenina. Obras completas. Tomo XXIII. Amorrortu editores. Buenos Aires, 1976.

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    – Lacan Jacques (1971). Intervención sobre la transferencia. Escritos 1. Ed. Siglo XXI. México.

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    – Little Margaret (2003). Counter – transference and the patient’s response to it . Steven T. Levy . Influential Papers from the 1950s. International Journal of Psychoanalysis. Key papers series. Karnac Books, London.

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    – Ramas María (1985). Freud’s Dora, Dora’s Hysteria. En: Bernheimer and Kahane. In Dora’s case. Freud –  Hysteria –  Feminism. Columbia University Press. NY.

    – Roudinesco Elizabeth (2015). Freud. En su tiempo y en el nuestro. Debate. Barcelona.

    – Sachs David (2005). Reflection’s on Freud’s Dora case after 48 years. Psychoanalytic Inquiry, vol. 25. No. 1. Analytic Press. – Thompson Guy (1994). The truth about Freud’ technique. The encounter with the Real. New York University P


    [i] Marcus Steven (1985). Freud and Dora: Story, History, Case History. P. 79. En: Bernheimer and Kahane. In Dora’s case. Freud –  Hysteria –  Feminism. Columbia University Press. NY.

    [ii] Deutsch Félix (1957). Una nota a pie de página al trabajo de Freud “Análisis fragmentario de una histeria” The Psychoanalitic Quarterly, 1957. XXVI. Versión española en Revista de Psicoanálisis, 27, No. 3, 1970, p. 595.

    [iii] Roudinesco Elizabeth (2015). Freud. En su tiempo y en el nuestro. Debate. Barcelona. Ed. Kindle. P. 17.

    [iv] Ramas María (1985). Freud’s Dora, Dora’s Hysteria. En: Bernheimer and Kahane. In Dora’s case. Freud –  Hysteria –  Feminism. P. 149. Op. Cit.

    [v] Freud Sigmund (1905 (1901)). Fragmento del análisis de un caso de histeria Obras completas. Tomo VII. Amorrortu editores. Buenos Aires, 1976.

    [vi] Ídem. P. 21.

    [vii] Lacan Jacques. Intervención sobre la transferencia (1971). Escritos 1. Ed. Siglo XXI. México. P. 204 – 215.

    [viii] Freud Sigmund. Fragmento del análisis de un caso de histeria (1905 (1901)).  Op. Cit. P. 32

    [ix] Ídem. P. 31.

    [x] Mahoney Patrick (1996). Freud’s Dora: A Psychoanalytical, Historical and Textual Study. New Heaven: Yale University Press. P. 14.

    [xi] Ídem. P. 10.

    [xii] Lacan Jaques (1984). Seminario 3. Las Psicosis. Primera edición. Argentina. P. 249.

    [xiii] Hewitson Owen (2014). The Dora Parallax. Lacanonline.com Agosto 24.

    [xiv] Freud Sigmund (1905 (1901)). Fragmento del análisis de un caso de histeria. Op. Cit. P. 80. Nota 10.

    [xv] Freud Sigmund (1905 (1901)). Fragmento del análisis de un caso de histeria. Op. Cit. P. 57.

    [xvi] Ver Cronología del caso en: Mahoney Patrick (1996). Freud’s Dora: A Psychoanalytical, Historical and Textual Study. Op. Cit. P. 18.

    [xvii] Thompson Guy (1994). The truth about Freud’ technique. The encounter with the Real. New York University Press.

    [xviii] Little Margaret (2003). Counter – transference and the patient’s response to it . Steven T. Levy . Influential Papers from the 1950s. International Journal of Psychoanalysis. Key papers series. Karnac Books, London. P. 35. 

    [xix] Gay Peter (1996). Freud. Una vida de nuestro tiempo. Ediciones Paidós. España. P. 288.

    [xx] Moi Toril (1985). Representation of Patriarchy: Sexuality and Epistemology in Freud’s Dora. En: Bernheimer and Kahane. In Dora’s case. Freud –  Hysteria –  Feminism. Op. Cit. P. 181.

    [xxi] Pankhurst Christabel (1905) The Suffragette. Citado por Ramas María. Op. Cit.

    [xxii] Freud Sigmund (1937). Construcciones en Psicoanálisis. Obras completas. Tomo XXIII. Amorrortu editores. Buenos Aires, 1976.

    [xxiii] Freud Sigmund (1905 (1901)). Fragmento del análisis de un caso de histeria. Op cit. P. 105.

    [xxiv] Ídem. P.  22.

    [xxv] Gay Peter (1996). Freud. Una vida de nuestro tiempo. Op. Cit. Pág. 294.

    [xxvi] Freud Sigmund (1905 (1901)). Fragmento del análisis de un caso de histeria. Op. Cit. P. 103.

    [xxvii] Ídem. P. 104.

    [xxviii] Freud Sigmund (1905 (1901)). Fragmento del análisis de un caso de histeria. Op. Cit. P. 42 – 43.

    [xxix] Sachs David (2005). Reflection’s on Freud’s Dora case after 48 years. Psychoanalytic Inquiry, vol. 25. No. 1. Analytic Pres. P. 45 – 53.

    [xxx] Mahoney Patrick (1996). Freud’s Dora: A Psychoanalytical, Historical and Textual Study. Op. Cit.

    [xxxi] Deutsch Félix (1957). Una nota a pie de página al trabajo de Freud “Análisis fragmentario de una histeria”. Op. Cit.

    [xxxii] Ídem.

    [xxxiii] Mahoney Patrick (1996). Freud’s Dora: A Psychoanalytical, Historical and Textual Study. Op. Cit. P. 16.

    [xxxiv] Lacan Jacques (1971). Intervención sobre la transferencia. Escritos 1. Op. Cit.

    [xxxv] Gearhart Suzanne (1985). The scene of Psychoanalysis. The unanswered questions of Dora. P. 105. En: Bernheimer and Kahane. In Dora’s case. Freud –  Hysteria –  Feminism. Op. Cit.

    [xxxvi] Freud Sigmund. Psicogénesis de un caso de homosexualidad femenina (1920). Obras completas. Tomo XXIII. Amorrortu editores. Buenos Aires, 1976.

    [xxxvii] Citada por Gearhart Suzanne (1985). Op. Cit.

    [xxxviii] Ramas María (1985). Freud’s Dora, Dora’s Hysteria. Op. Cit.

    [xxxix] Mahoney Patrick (1996). Freud’s Dora: A Psychoanalytical, Historical and Textual Study. Op. Cit. P. 29.

    [1] Puede encontrarse también en la página de Hugo Arce: https://discursividadanalitica.com

    [1] Marcus Steven (1985). Freud and Dora: Story, History, Case History. P. 79. En: Bernheimer and Kahane. In Dora’s case. Freud – Hysteria – Feminism. Columbia University Press. NY.

    [1] Deutsch Félix (1957). Una nota a pie de página al trabajo de Freud “Análisis fragmentario de una histeria” The Psychoanalitic Quarterly, 1957. XXVI. Versión española en Revista de Psicoanálisis, 27, No. 3, 1970, p. 595.

    [1] Roudinesco Elizabeth (2015). Freud. En su tiempo y en el nuestro. Debate. Barcelona. Ed. Kindle. P. 17.

    [1] Puede encontrarse también en la página de Hugo Arce: https://discursividadanalitica.com

    [1] Marcus Steven (1985). Freud and Dora: Story, History, Case History. P. 79. En: Bernheimer and Kahane. In Dora’s case. Freud – Hysteria – Feminism. Columbia University Press. NY.

    [1] Deutsch Félix (1957). Una nota a pie de página al trabajo de Freud “Análisis fragmentario de una histeria” The Psychoanalitic Quarterly, 1957. XXVI. Versión española en Revista de Psicoanálisis, 27, No. 3, 1970, p. 595.

    [1] Roudinesco Elizabeth (2015). Freud. En su tiempo y en el nuestro. Debate. Barcelona. Ed. Kindle. P. 17. 

  • Diálogo con Ricoeur sobre el psicoanálisis (24 de enero de 1964) Cahiers de philosophie – UNEF – FGEL, Vol. 2 n° 8

    Traducción: Gordillo, Ignacio Ariel (UBA/CONICET), Herbert Mainero, Arturo Herbert (UBA/Universidad de Mondragón). Con autorización del Comité editorial del “Fonds Ricoeur”.

    Estas son algunas páginas preparadas por los estudiantes e intituladas « DIALOGUE AVEC M. RICOEUR SUR LA PSYCHANALYSE » (24-01-1964) estaban puestas a disposición de los estudiantes inscriptos en el curso dentro del juego de copias de los “Cahiers de philosophie – UNEF – FGEL”, vol. 2, n° 8. En consecuencia, ellas no deben considerarse como un texto de Paul Ricoeur, sino más bien como eco de su diálogo con los estudiantes.

    Diálogo con Ricoeur sobre el psicoanálisis (24 de enero de 1964)

    Cahiers de philosophie – UNEF – FGEL, Vol. 2 n° 8

    Ricoeur: Voy a responder a sus preguntas. Ustedes saben que nosotros no somos muy competentes en este tipo de experiencia. En Francia, no tenemos el hábito ni del seminario ni de la discusión. 

    Contesse: Usted dice que del psicoanálisis no se puede dar una transcripción fenomenológica, que ella no tiene lugar, o más bien que su Discurso es un Discurso mixto, ambiguo. Solamente para decir esto, le es necesario situarse en alguna parte, dentro de una cierta dimensión, aquella de un cogito que opera un desciframiento, como diferencia repetida de la apodicticidad y de la adecuación. Es este el lugar desde donde usted habla. Esta es la razón por la cual usted puede pensar el psicoanálisis como el pasaje de una filosofía abstracta de la reflexión a una filosofía concreta, es decir de un cogito abstracto a un cogito concreto, habiendo operado una meditación reflexiva.

    Pero si se intenta restituir la simbólica de la experiencia instituida por Freud, de resituar –digo yo– lo que Freud quiere decir, más allá de una conceptualización que, a veces es ciertamente defectuosa, nos podemos preguntar si la hermenéutica llega a este lugar del Discurso psicoanalítico, que existe y que es propiamente el Otro (l’Autre) en tanto que el problema de la realidad, esto es reconocer que no se posee en sí mismo el manejo del Otro. En otras palabras ¿el discurso filosófico no pone en cuestión el despliegue mismo de una hermenéutica, de una filosofía de la voluntad que buscaría integrarlo o incluso comprenderlo? ¿El cogito concreto no es él mismo una forma de sujeto del enunciado? ¿No se puede llegar al seno de este cogito concreto por una dialéctica lo suficientemente alerta del significante y del significado? Relacionando la transposición con el tema de una apropiación novedosa de nuestro esfuerzo por existir, en un estilo ético también alerta, ¿de dónde la restitución del sentido? ¿Finalmente esa restitución del sentido desemboca en otra cosa? Esta sería en todo caso la tesis que estaría implícita allí ¿Ella lleva a otra cosa que a una teoría intencional del inconsciente?…

    Paul Ricoeur: Hay verdaderas y falsas preguntas en su intervención. (…..). Pero la acepto porque pone en cuestión mi empresa. Es por esto que acepto hablar de manera un poco desorganizada de esto que yo quisiera hacer.

    Acepto enteramente la crítica, efectivamente, la interpretación freudiana es un cuestionamiento del Sujeto de la fenomenología, del sujeto de la reflexión. Este es el motivo por el cual yo no he hablado en mi curso de la interpretación fenomenológica, sino del fracaso de aquella. Y yo intentaré mostrar que justamente se puede ir al encuentro de los hechos y de las teorías de la conceptualización psicológica con los conceptos tomados de la fenomenología. Incluso la fenomenología más tirada del lado del psicoanálisis, aquella de Merleau Ponty y de De Waelhens. Pero yo creo que no coincide con el psicoanálisis. Por lo tanto, acepto completamente que el psicoanálisis quiebra el primer sujeto que tenemos “al alcance de la mano” y, por ello, la relación que el psicoanálisis puede tener con la reflexión es en primer lugar negativa, ya que sólo puedo dar con los conceptos psicoanalíticos al precio de una cierta ascesis del sujeto, el desprendimiento del sujeto de la conciencia. Yo iría tan lejos como usted quiera en ese sentido, y es por ello que no estoy de ningún modo satisfecho con las interpretaciones idealizantes, ni con aquellas del tipo Politzer, ni con aquellas del psicoanálisis existencial de Sartre en su primera época, al final de El Ser y la Nada. Yo no creo que se pueda capturar en una teoría del sentido, la cual tendría como modelo la conciencia, el contenido de la psique. Allí donde yo intentaría defenderme es en donde yo no puedo pensar en el inconsciente, la Tópica, los conceptos económicos, separados de toda especie de sujeto. Y mi tarea precisamente es encontrar cual es el sujeto del psicoanálisis. Por esta razón, pienso que este desprendimiento no puede ser más que un episodio para reconquistar finalmente otro Cogito. Un cogito más maduro, menos naíf.

    En caso lo contrario, creo construimos una mitología ¡Y entonces Alain junto con todos los adversarios intelectualistas del psicoanálisis tenía razón! Finalmente, haríamos pensar al inconsciente. Yo creo que yo pienso, no hay más que yo (moi) que pienso, yo pienso. Eso que pasa en un inconsciente no es “yo pienso” (je pense), pero acepto la fórmula de tipo lacaniana: “eso habla” (ça parle). Puedo vincular “eso habla” a “yo pienso”, pero esto no es otro Genio Maligno. Si no queremos duplicar la conciencia en una otra conciencia o dar una conciencia al inconsciente, hace falta elaborar el sujeto de pensamiento como el enigma-sujeto.

    ¿Cómo hacerlo? Hace falta utilizar,  complementar simultáneamente el método de la epojé fenomenológica a un sujeto y, por otra parte, la crítica de la conciencia, es decir, la empresa por la cual descubro la “falsa conciencia” debe siempre estar aparejada al proyecto por el cual yo recupero el Yo (Je) del “yo pienso”. Si desconecto estos dos proyectos, construyo el “monstruo filosófico” de un inconsciente que piensa.

    Hay evidentemente otra posibilidad: esto sería un discurso sin sujeto. Yo pienso por ejemplo en las intervenciones de Mannoni. Pero esto no es en absoluto el problema….esto es lacaniano, si se quiere….el discurso anónimo.

    Este problema que yo había encontrado igualmente en Lévi-Strauss me parece filosóficamente insensato (1). No entiendo que sería un sentido que no sería el sentido por el cual un sentido se comprende. Finalmente, este sería tal vez el divorcio más radical.  

    Contesse: Usted dice que busca un sujeto; esto es una empresa loable…pero

    Ricoeur: ¡Gracias!

    Contesse: Pero la pregunta era: ¿este sujeto una vez encontrado es eso que se situará en lugar del Otro (l’Autre)?

    Ricoeur: Ah ¡sí!

    Contesse: Yo entiendo al Otro (l’Autre) con una gran A.

    Ricoeur: Sería tan gentil de explicarlo, para sus compañeros….

    Constesse: En el “eso piensa” (ça pense) del inconsciente se da a la vez, más dentro de un mismo movimiento, el sujeto del enunciado y el sujeto de la enunciación, es decir, el sujeto que insiste. Esa es la cuestión.

    Ricoeur: Yo no pienso separar uno del otro. Esto es lo que quiere decir Husserl, en las Meditaciones cartesianas, en el parágrafo 9, cuando él dice que la apodicticidad del “yo pienso” y la inadecuación del yo pienso van a la par (2). Porque si no hay apodicticidad de un yo pienso, tampoco sé lo que significa la inadecuación de la conciencia. En fin, una historia que sería la historia de nadie, yo no sé lo que eso quiere decir….

    Contesse: Pero el yo  del “yo pienso” no está en el psicoanálisis en primer lugar al interior del pensamiento, él también está en el interior de la palabra. Y por ello Lacan dice “yo pienso donde yo no soy”.

    Ricoeur: Si, pero eso no resuelve la cuestión del sujeto.

    Contesse: Pero….

    Ricoeur: Porque yo pienso en la interpretación Thevenaz del cogito cartesiano, por lo menos en una interpretación bastante escolar, según la cual es una primera verdad (4). En todo caso Descartes, la entendió como una verdad después de la cual vienen otras. Pero tal vez hace falta decir que el cogito no es jamás la primera verdad, sino siempre la última verdad: voy hacia el punto de partida de la filosofía, no lo he alcanzado nunca. Alcanzarlo sería justamente haber hecho coincidir el Otro (l’Autre) con el sujeto. Dicho de otro modo, el cogito es siempre una búsqueda, de ningún modo es originario.

    ………………………………………………………………………………………..

    Estudiante A: ¿Usted piensa que se pueda realmente hablar dentro del análisis de acceso a un discurso verdadero o verídico? Porque el propio término “verídico” me parece implicar ciertos criterios de verdad. Usted habló ahora mismo de “puesta en disponibilidad” ¿Pero ella puede ser neutra? ¿Ella no debe estar ligada a un criterio de verdad?

    Ricoeur: Yo no veo la oposición entre disponibilidad y verdad. Es una verdad que se permanece libre, como en San Juan.

    Estudiante A: ¿Pero cuál verdad?

    Ricoeur: Usted quiere decir: ¿qué verdad está engendrada por la libertad? Pero entonces retomemos las Epístolas. Es el reconocimiento: “yo soy este hombre que”… Esto no es la verdad sobre la totalidad del cosmos. Es la verdadera situación del deseo en el campo intersubjetivo. Yo no sé si es el lenguaje de Contesse…..pero en los términos que el empleaba hace un momento no haría falta decir que esto sería la “integración verdadera”. Pero es el momento del tercero como reconocido en otras relaciones duales. Yo no sé si aquello le satisface. A mí no me satisface en absoluto.

    ………………………………………………………………………………….

    Estudiante B: A propósito de su traducción de Wunscherfüllung ¿usted considera como equivalente traducirlo por voeu (voto) o por désir (deseo)? ¿No hay de todos modos un cierto matiz e incluso dos niveles? ¿El Wunsch no es una cierta formulación del deseo que resta desconocido?

    Ricoeur: Si, estoy bastante confundido. Por un lado, la palabra désir (deseo) no es freudiana. Freud habla de la pulsión, de necesidad, y las distingue, la necesidad infantil es una noción biológica, mientras que el Triebe (que se traduce por pulsión) es una noción de ciencias humanas ¿Entonces cuál es la relación entre el Triebe y Wunsch? En un texto del capítulo VII de la Traumduetung, Freud aproxima ambos términos.

    Estudiante B: Esto pone en juego la cuestión de la relación entre proceso primario y proceso secundario, en la medida en que el deseo (désir) está siempre vinculado a los procesos primarios, mientras que el Wunsch, una vez formulado, lo está a los procesos secundarios. 

    Ricoeur: Y, por otra parte, Wunscherfüllung, es la definición misma de los procesos primarios.

    Estudiante B: Por eso mismo es que hice la pregunta.

    Ricoeur: Yo no estoy seguro que el vocabulario freudiano sea preciso. Hay épocas en que el lenguaje de Freud, Wunsch pertenece al ciclo de la interpretación de los sueños, mientras que Triebe pertenece al ciclo de los escritos de metapsicología ¿Se trata de la misma cosa en épocas diferentes? Wunsch es un concepto popular rectificado, mientras que Triebe es un concepto científico. Si usted quiere Wunsch es tomado del lenguaje ordinario y toma una carga analítica deliberada, mientras que Triebe es tomado más bien en el lenguaje de la biología pero transferido al dominio psicoanalítico ¿En este caso, ellos se diferencian por otra cosa más que por su origen? Es cierto que Triebe tiene una extensión mucho más grande que Wunsch. A decir verdad Wunsch solo existe en Wunscherfüllung, mientras que Triebe tiene todo tipo de vicisitudes, de destinos: por ejemplo ¿la represión y la sublimación son cosas que llegan con frecuencia al Wunsch? Se podría decir que yo he disimulado esta dificultad del vocabulario tomando una palabra –désir– que viene de la filosofía y que tiene un tercer origen que acoge más o menos a las otros dos. ¿Pero usted? ¿Cómo resuelve usted la cuestión? Yo no quiero de ninguna manera devolverla para liberarme de ella, pero…

    Estudiante B: Yo diría tal vez que es útil distinguir ambos niveles. Manteniendo la formulación que yo daba de Wunscherfüllung, hablar de una realización del deseo que es puramente inconsciente y del cumplimiento del voeu (voto) que desborda la formulación. Porque evidentemente el voto es siempre formulado; mientras que el deseo que pertenece al inconsciente nunca es formulado. En la Traumduetung hay efectivamente ambigüedad: las formulas freudianas no concuerdan.

    Ricoeur: El capítulo III de la Traumduetung se llama Wunscherfüllung. Todo sueño, dice Freud es realización de un Wunsch. Esto vale por lo tanto para todos los sueños posibles. Pero como usted sabe, él dice: Todos los sueños de temor son sueños de deseo (désir): Wunsch insiste sobre lado positivo del deseo, es el deseo opuesto al temor. Por otra parte, no olvide que voeu (voto) no se traduce exactamente como Wunsch. Wunsch no se traduce rigurosamente en francés, es lo posible en general, es eso que deseamos ver llegar. Si usted quiere, se corresponde en la Ética de Nicómaco de Aristóteles con la “boulesis” y que se ha traducido precisamente por souhait (anhelo).

    Contesse: Tal vez se podría retomar aquí la cuestión de la relación pulsión-deseo. Usted sabe que Freud dice que la sola aspiración de la pulsión es la satisfacción y que la pulsión es sin objeto. La pulsión entonces apunta a la satisfacción, mientras que el deseo (désir) concierne a la presencia de la satisfacción. A partir de allí se podría reinterpretar el conjunto de la obra de Freud (revuelo en la sala). Ver la relación del deseo (désir) con el advenimiento del Otro a partir de una situación arcaica de la pulsión que es realmente, no quizás como se lo ha dicho una contingencia del objeto, sino más bien sin objeto. 

    Ricoeur: Yo no conozco ningún texto donde él diga eso. En los “Tres ensayos para una teoría sexual”, el texto donde elaboró realmente la cuestión, él dice esto: el objeto es variable pero hay meta, toda pulsión tiene una meta.

    Ricoeur: Hace falta reconducir a Freud dentro de sus límites: él ha dicho que hay numerosas pulsiones, yo he estudiado una porque es lo más práctico, es aquella que encuentro en todos los enfermos, a saber, la pulsión sexual. Trabajamos con ello. A las otras las llamo “pulsiones del yo (moi)”, y finalmente hablaremos de ellas algún día. Un día él ha hablado del narcisismo. Decimos: Freud, es el deseo (désir). Pero él ha tratado un problema bien particular, por un lado, su estudio de la sexualidad infantil, por otro, el de las perversiones y, en último lugar, aquél de las neurosis –este es el triángulo sobre el cual está construida la teoría de los tres ensayos–; lo han llevado a decir que la sexualidad no es eso que se creía, es decir más exactamente la forma genital del viviente, la convergencia macho/hembra; sino que ella era un puñado de tendencias entre las cuales había algunas que eran destructivas, etc., y que ella es errante. Yo creo que esta es la errancia de la que él ha hablado. Es porque ella siempre debe alcanzar su objeto. Se puede decir que ella es sin objeto…..pero entonces es una especie de pequeño deslizamiento que tantos pensadores, en fin, que todos nosotros damos en un momento u otro al freudismo para comprenderlo mejor. Pero yo no creo que Freud nos autorice a decir eso. Hay una meta determinada, hay un objeto parcial. Que esa meta pueda ser sin objeto, ello es una proposición de otro orden.  

    Contesse: En “Tres ensayos de teoría sexual”, Freud llega a decir que la experiencia y la observación de la sexualidad de la pequeña niña, muestran que no hay que más que una libido marcada del signo mezclado con la actividad.

    Ricoeur: Ahora bien, Freud dirá al final de su vida que hay una cosa que él no ha resuelto, la sexualidad femenina. Y él lo repite (5).

    Contesse: ¿Qué quiere la mujer? He allí la cuestión.

    Notas de la redacción:

    -1-Cfr. J. Cuisiner, N. Ruwet, M. Gaboriau y P. Ricouer (1963). “La pensé savage et le estructuralisme”, en Esprit, n° 322, noviembre 1963.

    -2- Husserl, Edmund (1996). Meditaciones cartesianas (trad. de José Gaos y M. García Baró), México, F.C.E., § 9, pp. 64-65]: “la adecuación y la apodicticidad de una evidencia no tienen por fuerza que ir mano a mano. Quizás se hizo esta observación justamente para el caso de la experiencia trascendental del yo. En esta experiencia es el ego originariamente accesible a sí mismo. Pero esta experiencia sólo ofrece, en todo caso, un núcleo de realidad experimentada de un modo «propiamente adecuado». A saber: la actualidad viva del yo, que expresa el sentido gramatical de la proposición ego cogito, mientras que más allá de esta actualidad sólo se extiende un indefinido horizonte universal y presuntivo, un horizonte de realidad propiamente no experimentada, pero necesariamente coasumida. A este horizonte pertenece el pasado del yo, las más veces completamente oscuro, peí o también la facultad trascendental propia del yo, y las cualidades habituales en cada caso”.

    -3- Lacan, Jacques (2003). “La instancia de la letra o la razón desde Freud”, en Escritos I, Buenos Aires, Siglo XXI, 2003, pp. 473-503: “pienso donde no soy, luego soy donde no pienso”. Pero Lacan también dice (ibíd., “La agresividad en psicoanálisis”, pp. 94-116): «Soy un hombre» lo cual en su pleno valor no puede querer decir otra cosa que esto: «Soy semejante a aquél a quien, al fundarlo como hombre, fundo para reconocerme como tal».

    -4- Thevenaz, Pierre (1952). “Réflexion et conscience de soi: La question du point de départ radical chez Descartes et Husserl» en H. L. Van Breda (ed.), Problèmes actuels de la Phénoménologie, Paris, Desclée, pp. 9-30. Thevenaz, P. (1956). L’homme et sa raison, Neuchâtel, Éditions de la Baconnière. También: Ricoeur, Paul (1957). “Un philosophe protestant: Pierre Thévenaz” en Esprit, n° 246, enero 1957, pp. 40- 53.

    -5- Freud, Sigmund (1980). “Análisis Terminable e Interminable” (trad. José L. Etcheverry), en Obras Completas, Tomo XXIII, Amorrortu, Buenos Aires, pp. 219-254.

  • DIACRONÍA DE LA ANGUSTIA DE FREUD A LACAN

    DIACHRONY OF ANGUISH FROM FREUD TO LACAN

    LUCY MARLÉN OROZCO HERNÁNDEZ

    Resumen

    Freud plantea por primera vez su teoría de la angustia en los trabajos sobre metapsicología, en los cuales esta es concebida como un afecto que se presenta debido a la variación de la tensión en que entran en conflicto descargas de energía disímiles. Esta concepción da un vuelco enorme en su posterior escrito Inhibición, síntoma y angustia (1986), pues, aquí la angustia ya no es entendida como resultado de la aparición de la represión, sino como causa, surgiendo como señal de un peligro proveniente de otro lugar. Lacan retoma la angustia de la segunda concepción de Freud y se sirve de este concepto que va de la mano con  la pulsión de muerte que plantea en su escrito más allá del principio del placer, correspondiente a su segunda tópica, para crear una explicación a este afecto como lo define en el seminario X titulado La angustia, la cual sitúa en el intermedio entre el goce y el deseo, haciendo énfasis en ese “otro lugar” que Freud sugiere como el alojamiento del peligro. 

    Palabras clave: Angustia, trauma, represión, objeto a.

    Abstract

    Freud raises for the first time his theory of anguish in his works on metapsychology where it is conceived as an affect that arose due to the variation of the tension in which dissimilar discharges of energy come into conflict. This conception gives a huge shift in its later written Inhibition, symptom and anguish (1986), because here the anguish is no longer understood as a result of the appearance of repression, but as a cause, arising as a sign of danger from another place. Lacan retakes the anguish of the second conception of Freud and uses this concept that goes hand in hand with the death drive that arises in his writing beyond the pleasure principle, corresponding to his second topic, to create an explanation to this affection as defined in seminar X entitled Anxiety, which places the intermediate between enjoyment and desire, emphasizing that «other place» that Freud suggests as the accommodation of danger.

    Keywords: Anguish, trauma, repression, object a.

    Para comprender cómo Lacan llega a describir la angustia en el Seminario X, es indispensable hacer un retroceso a los inicios del psicoanálisis para dar cuenta de las modificaciones del concepto de angustia al paso en que la teoría psicoanalítica iba construyéndose y reconstruyéndose de la mano con la clínica freudiana.

    Metapsicología

    Freud construye su teoría a partir de la incógnita que generaba cierto tipo de pacientes frente al campo de la medicina que lo vio formarse, son estos síntomas llamativos que no encontraban explicación dentro del método científico, la histeria, es entonces que Freud se sumergió al campo de lo no observable, la metapsicología, así comienza a describir e indagar los procesos psíquicos en la neurosis, en un trabajo teórico-práctico o mejor dicho práctico-teórico pues sus aseveraciones se sustentaban a partir de su práctica clínica; durante este recorrido se encontró con diversas manifestaciones que fue teorizando, uno de los conceptos que surge a partir de este trabajo es la angustia, en esta primera etapa dentro de la explicación que Freud propone se logra vislumbrar el énfasis que hace sobre lo sexual como base de la angustia, haciendo la aclaración de que con sexual me he de referir a genitalidad, podemos encontrar información referente a este primer paso en Las conferencias de introducción al psicoanálsis (III).

    Freud en sus escritos sobre metapsicología muestra la organización que realiza respecto a lo normal y lo patológico, sin dejar de lado la concepción de la angustia, pues si bien plantea la angustia como lo que se manifiesta a partir del advenimiento de un peligro, marca una división entre la angustia realista y la angustia neurótica, cabe destacar que sus manifestaciones se enmarcan en el campo de los fenómenos observables. Identificada, según Freud, por la sudoración, palpitación, mareos, lagrimas, perdida del eje, aceleración del ritmo cardiaco, náuseas, vomito, sentimiento de estarse muriendo, características que actualmente entran dentro de la descripción de un ataque de pánico. La angustia realista hace referencia a la normalidad, pues si bien sus manifestaciones son similares a la patológica, esta se identifica por presentarse debido a un peligro externo evidente mientras que la angustia neurótica se caracteriza por no tener una razón aparente, ya que sus orígenes provienen no de estímulos externos sino de un peligro interno pulsional.

    Freud llamó a esta angustia patológica “neurosis de angustia”, la cual explica como el resultado de la imposibilidad para que la excitación somática pase a libido psíquica transformándose en angustia (libido transmutada), esto sucede debido a la denegación del paso hacia la consciencia; la represión, por su parte, hace de barrera a las mociones pulsionales parciales resultantes del complejo de Edipo. Esto quiere decir que la angustia es un efecto de la represión, la cual da pie a la amenaza de castración, esta angustia se muda hacia representaciones diversas, ejemplos de esto son: el coitus interruptus, la castidad forzada, o la impotencia, esta neurosis entraba dentro de la clasificación de neurosis actuales.

    Más adelante, Freud en su nueva concepción sobre la angustia, si bien hace grandes modificaciones, acuñará el termino angustia de castración a esta manifestación que se da frente a un peligro.

    Inhibición, síntoma y angustia

    En su primera concepción Freud entiende la angustia como resultado de la represión, ahora en 1926 da un giro e invierte los lugares en donde se posiciona cada concepto, es decir, que la angustia antecede a la represión, se posiciona como causa y no como efecto de este mecanismo de defensa; entonces la angustia es algo que surge en el yo como una forma de displacer, un quantum de energía que viene a romper con la homeostasis del aparato psíquico que motiva a la defensa.

    Para comprender de donde surge la nueva concepción de la angustia es preciso profundizar en la segunda tópica, pues se desarrollan conceptos que serán claves en la configuración del sujeto; es en el escrito Más allá del principio del placer (1920) en donde nace el nuevo concepto de pulsión de muerte, y con él, las modificaciones de toda una teoría que se sirvió del trabajo con los sueños.

    Es importante tener en cuenta los dualismos pulsionales que plantea Freud, en 1905 en sus Tres ensayos sobre una teoría sexual presentael primer dualismo pulsional el cual oponía la pulsión de autoconservación y pulsión sexual, en 1907 modifica la pulsión de autoconservación y pasa a llamarse pulsión yoica, entiéndase como pulsión yoica versus pulsión sexual. Más tarde, en 1920, en más allá del principio del placer aparece el segundo dualismo pulsional, pulsión de vida (Eros) versus pulsión de muerte (Thanatos).

    La pulsión sexual, que estaba dirigida al objeto, junto con las pulsiones yoicas, que anteriormente fueron concebidas como en contraposición puesto que son de naturaleza libidinosa, pasaron a convertirse en Eros. Es decir, pulsión de vida, que está regida por el principio del placer, la cual entra en contraposición con la pulsión de muerte, que vendría a ser el nuevo concepto, el más allá del principio del placer, ya que existía algo en oposición con las pulsiones libidinosas; la tesis plantea:

    “(…) resolver del enigma de la vida mediante la hipótesis de esta dos pulsiones que luchan entre sí desde los orígenes. Originariamente llamamos así a todas aquellas orientaciones pulsionales que nos resultaban menos conocidas (…)” (Freud, 1920-1922, p.59).

    Para comprender eso que está más allá del principio del placer es preciso entender qué es el principio del placer, aclarando que el aparato psíquico entraría del lado del principio del placer, el cual, se encarga de evitar el displacer que surgiría por la aparición de lo reprimido, es decir, que la resistencia del yo consciente y preconsciente está al servicio del principio del placer, esta pulsión reprimida llega a desestabilizar el aparato que se encontraba hasta entonces en homeostasis, y es cuando entra Eros a estabilizarlo. A su vez, la pulsión reprimida va a buscar constantemente su satisfacción, la cual consistiría en la repetición de una vivencia primaria de satisfacción, el camino en retroceso para alcanzar la plenitud generalmente es retenido por las resistencias y así es como la represión sigue en vigencia constante manteniendo el equilibrio.

    La pulsión de vida se encarga así mismo de conservar la vida por lapsos más largos. Contrario a los objetivos de la pulsión de muerte, pues Thanatos avanza con fervor por el camino que implica la vida, con prisa para llegar al cierre, al fin de la existencia, mientras que la pulsión de vida da pasos en retroceso hacia puntos específicos sobre los cuales retomar el trayecto y así prolongar la duración del sendero.  

    ¿Qué es entonces esa pulsión de muerte? Esta surge a partir de la observación de la repetición y de los sueños traumáticos, los cuales se explicarán más adelante, lo que la compulsión a la repetición hace es vivenciar infinidad de veces mociones que causan displacer en el yo, ¿y qué es entonces este repetir?, es el intento que hace la pulsión de vida por encadenar a una representación eso no ligado perteneciente a la pulsión de muerte, es decir que lo que no tiene representación, eso que no está permitido que acceda a la conciencia, es la pulsión de muerte, lo incomprensible, lo que la represión intenta ocultar muchas veces con éxito y otras tantas sin él.  

    Freud nuevamente identifica dos tipos de angustia:

    Angustia traumática o automática: Surge ante una situación de peligro vivenciada, frente a un trauma, pero ¿qué es el trauma? este tuvo igualmente sus modificaciones respecto a la segunda tópica pues inicialmente en la época de Estudios sobre la histeria Freud plantea los orígenes del trauma de la sexualidad y este se constituye con el paso del tiempo del après-coup, es decir, que el trauma se desarrolla, como tal, en el momento en que se vuelve posible la simbolización de la segunda experiencia que se relaciona con la primera experiencia de vivencia, que podría decirse como el momento de la escena sexual infantil (vivencia de satisfacción prematura traumática). En 1920, con el más allá del principio del placer Freud invoca el trauma desde el término neurosis traumática que se explica bajo la concepción de neurosis de la guerra y a diferencia del trauma en dos tiempos, ésta se sitúa en el momento propio de la experiencia, se enmarca dentro de acontecimientos suscitados inesperadamente con efectos devastadores, accidentes graves que no tienen familiaridad con conflictos sexuales, por ejemplo. Si bien, en las dos concepciones del trauma este resultaba de la no preparación del aparato psíquico ante algún peligro, ya no es el ataque sexual lo disruptivo, si no la pulsión, más específicamente la pulsión de muerte.

    Es entonces este trauma de la segunda tópica un suceso que viene a irrumpir, es algo inesperado, una perturbación pulsional que desequilibra al aparato psíquico que antes se encontraba en homeostasis, es decir, una pulsión contraria al principio del placer que toma como paradigma la pulsión de vida, es así que el advenimiento del trauma deja al aparato psíquico desvalido, debido a lo abrupto del suceso, es un monto de afecto proveniente del  más allá del principio del placer que no logra encadenarse a una representación, es decir que carece de contenido psíquico.

    Freud plantea la pulsión de muerte como el núcleo genuino del peligro, pues es eso desestabilizante, provocando el devenir de la angustia, ya que la angustia se encuentra dentro del paradigma de la pulsión de muerte, debido a que no cuenta con objeto, no se encadena a ninguna representación.

    Freud observó claramente en los sueños la manifestación de la angustia pues llega a romper la pantalla del sueño, afirma que el sujeto afectado de neurosis traumática vuelve una y otra vez a rememorar la situación penosa mediante el sueño, esta repetición de los sueños entra en contradicción con su afirmación anterior en donde los sueños son realización de deseos reprimidos y a partir de esto surge la necesidad de crear un nuevo dualismo pulsional el cual modificará gran parte de la teoría, aclarando en la siguiente cita de donde surge esta modificación:

                Los sueños de angustia no son tal excepción (…) tampoco los “sueños punitorios”, puesto que no hacen sino remplazar el cumplimiento de deseo prohibido por el castigo pertinente, y por tanto son el cumplimiento de deseo de la conciencia de culpa que reacciona frente a la pulsión reprobada. Pero los mencionados sueños de los neuróticos traumáticos ya no pueden verse como cumplimiento de deseo; tampoco los sueños que se presentan en los psicoanálisis, y que nos devuelven el recuerdo de los traumas psíquicos de la infancia. Más bien obedecen a la compulsión de repetición, que en el análisis se apoya en el deseo (promovido ciertamente por la “sugestión”) de convocar lo olvidado y reprimido. Así, no sería la función originaria del sueño eliminar, mediante el cumplimiento de deseo de las mociones perturbadoras, unos motivos capaces de interrumpir el dormir; sólo podría apropiarse de esta función después que el conjunto de la vida anímica aceptó el imperio del principio del placer. Si existen un “más allá del principio del placer”, por obligada consecuencia habrá que admitir que hubo un tiempo anterior también a la tendencia del sueño al cumplimiento de deseo. (Freud,1920-1992, p.32).

    Es decir, que mientras soñamos se presenta una irrupción la cual es imposible de representar, y viéndose el aparato psíquico en esa imposibilidad, resuelve despertar, como una forma de resguardar el equilibrio, a esto se le llama sueños traumáticos, pues es el fracaso del cumplimiento de deseo, que es la función del sueño. Este fracaso es debido a que se coarta la satisfacción y se ve en la necesidad de interrumpirse; por lo general este tipo de sueños se repiten constantemente (sueños de repetición) pues su fin es encadenarse a una representación y despojarse de la angustia, ya que por definición la angustia carece de representación, siendo que la emergencia de lo no ligado es sentido como ataque de angustia, esto no ligado proveniente de la pulsión de muerte. 

    Angustia señal: se puede decir que esta angustia es expectante, pues está en espera del peligro, como su nombre lo indica, surge como señal frente a este y llama a la represión, una vez que surge la represión la angustia desaparece automáticamente, pues este mecanismo de defensa se muestra cuando el monto de energía o libido se logra encadenar a una representación siendo entonces un anticipo, dando paso a la construcción de un síntoma y la encadenación a la pulsión de vida.

    La angustia señal muestra un vínculo con la expectativa, la espera de peligro, angustia ante algo que no se sabe, es por eso que Freud marca por definición la angustia sin objeto, adhiriéndole un carácter de indeterminación, pues, es eso que no hay. Sin embargo, Lacan (1963-1964) va a trabajar sobre este punto planteando que “la angustia no es sin objeto” (p. 173).

                Lo que provoca la angustia, retomando las ideas de angustia señal de Freud, a es lo que nos anuncia, nos permite entre ver, que volvemos al regazo… lo demuestra el hecho de que el niño se complace en renovar este juego de presencia-ausencia. La posibilidad de la ausencia es eso, la seguridad de la presencia. Lo más angustiante que hay para el niño se produce, precisamente, cuando la relación sobre la cual él se instituye, la de la falta que produce deseo, es perturbada, y ésta es perturbada al máximo cuando no hay posibilidad de falta, cuando tiene a la madre siempre encima (…). (Lacan,1963-1964, p.64).

    Se retoma esta cita para mostrar cómo es que Lacan extrae piezas clave de las teorizaciones freudianas para explicar el concepto de angustia de la mano con sus elaboraciones, más adelante se profundizará al respecto. 

    Siguiendo esta lógica freudiana, una vez que surge la existencia de un objeto, es decir, que se liga a una representación y la angustia es sustituida por el miedo o fobia, los cuales poseen un objeto específico ya que se tiene miedo a algo, hay como llenar ese vacío.

    La angustia como señal permite al yo utilizar el “principio del placer” para lograr su objetivo. El principio de placer se basa en el funcionamiento del aparato psíquico, es decir que siempre va a procurar el placer que hace referencia al equilibrio y evitar el displacer el cual sobreviene cuando hay una subida y tensión de energía que no puede ser procesada. Cuando el yo identifica el advenimiento de un peligro externo o interno, genera la señal de angustia para movilizar al organismo a la preparación de la defensa ante este la satisfacción de pulsiones las cuales son percibidas como contrarias al bienestar en el sentido homeostático puesto que la satisfacción de las pulsiones no son un peligro en sí, lo es porque conlleva un peligro autentico el cual proviene del exterior y es la castración.

    La angustia es entonces el móvil de la represión y otras defensas, así como a la resistencia al tratamiento psicoanalítico.

    La cronología sería la siguiente:

    Angustiaà represión à síntoma

    ¿Y a qué se refiere la castración como un peligro auténtico? Así como se muestra en el esquema anterior, la angustia es previa a la represión, y este mecanismo de defensa es propio de la neurosis, es decir, si no hay angustia no hay neurosis, es constitutiva del aparato psíquico, debido a que la primera manifestación de esta fue nombrada por Freud como angustia de castración, la cual, se instaura en el complejo de Edipo, pues es esta angustia señal la que alerta del peligro sobre la castración que implica una pérdida real que se representa gracias a la ecuación simbólica del pene, esto es, que por una amenaza proveniente del exterior que va dirigida hacia la pérdida del falo que se representa como falo=pene. El niño se angustia por la pérdida y la niña se angustia por la falta, esta amenaza de castración es el único motor de los procesos defensivos que llevan a la neurosis, los síntomas entonces son creados para evitar la situación de peligro que es señalada por la angustia.

    Seminario X

    Ya se han descrito puntos de enlace entre planteamientos freudianos y lacanianos a partir del recorrido por las conceptualizaciones de Freud, ahora se explicará a profundidad esos eslabones referentes a las formulaciones que hace Lacan. En el seminario X titulado La angustia, Lacan expone su concepto de angustia el cual toma como referente la segunda tópica freudiana con la adaptación al nuevo término, pulsión de muerte, que hará de anteojo para ver eso que a simple vista no se puede observar, ni pensar, mucho menos decir, pero su manifestaciones son la que lo descubre, enmarca, a un sujeto diferente al de Freud, un sujeto en falta, puesto que, es a partir de la pulsión de muerte que la angustia se replantea y Lacan contrasta este Thánatos con el registro de lo real, eso que Freud explicaba como lo que no tiene representación y que Lacan subraya como no encadenado a un significante, en donde la pieza esencial es el objeto a, aportación fundamental al entendimiento de la psique, tachando entendimiento para dejarnos arrastrar por lo incomprensible.

    Lacan retoma la angustia como afecto, tomando en cuenta que este es un concepto muy usado por Freud puesto que explica que el afecto puede ser susceptible a la transformación (conversión o desplazamiento) debido a que no necesariamente está ligado a una representación, es así que Lacan nombra la angustia como afecto pero hace una separación entre esta y otros afectos, pues dice que la angustia es propia del sujeto, es decir, de ese producto simbólico y que otros afectos como el amor y el odio son afectos del yo, los cuales están dentro de la cadena significante, es así que enfatiza la concepción de Freud al decir que el afecto no necesariamente está ligado a una representación, es por eso que Lacan nos presenta la angustia como el único afecto que no engaña, pues a pesar de presentarse disfrazado, desplazado o invertido, aclarando que puede ser modificado bajo estas distintas modalidades, nunca será reprimido, ya que lo que se reprime son los significantes y por estar la angustia dentro de lo real, esta carece de significantes, es decir que no hay red, no hay significantes encadenados, hay un vacío de significación, dice entonces Lacan “(…) trabajar sin red evoca al funámbulo.” (1963-1964, p.18). Que traslada el límite con lo real, al objeto a.

    El objeto a se entiende como ese resto que queda del baño del lenguaje, eso que el lenguaje no logra cubrir al momento de recaer sobre el sujeto, de constituirlo como tal, es por tanto que está fuera del campo simbólico, es indecible, pues no hay un significante que se pueda significar, es un borde que rodea a lo real, al significante de la falta en el otro S(A/), a esas preguntas sin respuesta, esa nada sin vacío ni llenura.

    Lacan toma el concepto freudiano de angustia señal y lo define como “lo real, pues, del modo irreductible bajo el cual dicho real se presenta en la experiencia, de eso es la angustia señal.” (Lacan, 1963-1964, p. 174). Plantea que la angustia no es la señal de una falta, sino como bien la concebía Freud, es angustia sin objeto la cual se transfiere en términos lacanianos a “la angustia no es sin objeto” especificando que el objeto al que se refiere es el objeto a, que viene a ser eso que no está dentro de la cadena significante. Lo cual, no difiere de lo que Freud plantea puesto que es esta falta de representación, este lugar dentro de la pulsión de muerte que se asemeja al registro de lo real de Lacan, así formula la angustia como la falta de falta, en otras palabras, la carencia de esa falta estructural que se forma a partir del baño del lenguaje, ese objeto a como resto, entonces es la falta del objeto a, es llenar ese vacío que por estructura tenemos, sabiendo que “la angustia no es sin objeto”, en concordancia con la angustia y su relación con el objeto que Freud plantea, pues, con objeto se refiere a algo específico, por lo tanto, se encuentra encadenado a una representación, de tal modo que, propone que la angustia es la reacción-señal ante la pérdida de un objeto, es decir, del objeto amado, pérdida de la madre como primer objeto de amor, pérdida del pene, a diferencia del objeto a que formula Lacan, en donde este carece de significante.

    Señal de peligro, el peligro que viene con una etiqueta cargada de adjetivos que rozan lo exuberante y a la vez abyecto, el trauma. En el seminario X, Lacan hace una alegoría al trauma explicándolo atreves del teatro, en donde el trauma es eso que no estaba dentro del guion, que rompe la escena agregando algo que no tenía lugar, algo que faltaba, es decir, llenando la falta y es así como surge la angustia, pues como se dijo anteriormente el trauma llega a llenar ese vacío que por estructura tenemos, falta algo y ese algo es la falta.

    El lugar en donde se posa la angustia es precisamente en ese límite, “al filo de una lúgubre media noche”, como el maestro del terror, Poe, narra ese momento de elucubraciones atravesado por un incognito, pero no es terror lo que nos provoca esa oscuridad que se puede dibujar en nuestras mentes al pensar en la nada, pues lo que se esconde detrás de ese término es la no significación, intentar comparar la angustia con el terror es una tarea infructuosa ya que el terror se encuentra dentro del campo significante, posee un objeto específico al que está dirigido,  pero si no hay objeto o mejor dicho, si hay ese objeto a, si hay ese borde que circunda lo real hay angustia. Ahí es precisamente de donde viene el ominoso cuervo angustia, con su “nunca más” indescifrable al que nosotros desesperadamente buscamos darle sentido, así pues, neuróticos ávidos de respuestas y explicaciones; pero que sucede con esta caracterización del objeto a, ¿es entonces el vació oscuro o el blanco vacío? La ambigüedad nos desconcierta, ¿es pues uno o es el otro?, todo depende de quien lo esté imaginarizando, y esto implica hacerlo desde registro especular y así nos alejamos de la angustia, pretendiendo dar sentido a lo que no es.

    Para comprender más a profundidad el planteo de Lacan respecto de la angustia, es preciso referir una de sus definiciones y desarrollarla a partir de la esquematización propuesta por él:

    “La angustia entre el goce y el deseo”. (Lacan,1963-1964, p.189).

                A    S     Goce

                                                              a     /A Angustia       

                                                             /S           Deseo

    En una primera instancia entendemos el A como el gran Otro que goza,  pero en el instante en el que el sujeto del goce, ese sujeto primitivo que está previo a la construcción del sujeto como tal, quiere meter el goce en ese Otro como lugar del significante, surge un resto, este momento pleno en donde el Otro y el sujeto gozan se marca como un momento mítico, quiere decir que la constitución del sujeto como tal sucede cuando se busca la significación, baño del lenguaje, en donde el sujeto es cubierto por éste pero no en su totalidad, siempre queda un resto fuera del campo simbólico, algo que no tiene significación, es ese el objeto a que muestra la falta en A, una división, algo que no se puede significar:

    “El a que es resto, ese residuo, ese objeto cuyo estatuto escapa al estatuto del objeto derivado de la imagen especular, es decir, a las leyes de la estética trascendental. Su estatuto es tan difícil de articular que se constituyó en la puerta de entrada de todas las confusiones en la teoría analítica”. (Lacan, 1963-1964, p. 50).

    Y ya que el sujeto se realiza por la vía del Otro, como bien aclarará Lacan, más tarde, en su siguiente seminario afirma: “El deseo del hombre es el deseo del Otro” (Lacan, seminario XI, p. 46) sirviéndose de la concepción de Hegel en donde plantea que “El deseo humano debe dirigirse sobre otro deseo.”(Kojève, 1892, p.2).

    Entonces, el sujeto deviene igualmente como barrado, debido a que su realización es a través del Otro que surgió como tachado junto con la presencia del objeto a y es ahí cuando aparece la angustia, frente a lo indecible, inimaginable, sin significación, ¿y qué sucede con el sujeto ante esta falta? Este empieza a desear, pues no hay deseo sin falta, no se desea algo que se tiene, y lo que soporta este deseo es el fantasma el cual es la relación entre el sujeto barrado y el objeto a, “relación cuya polivalencia está suficientemente definida por el carácter compuesto del losange, que es tanto disyunción v, como conjunción ^,  que es tanto lo mayor como lo menor.” (Lacan, 1963-1964, p. 189). Para Lacan el Otro está allí como inconsciencia construida en cuanto tal:

    “El Otro concierne a mi deseo en la medida de lo que le falta. Es en el plano de lo que le falta sin que él lo sepa donde estoy concernido del modo que más se impone, porque para mí no hay otra vía para encontrar lo que me falta en cuanto objeto de mi deseo. Por eso para mí no sólo hay acceso a mi deseo, sino tampoco sustentación posible de mi deseo que tenga referencia a un objeto, cualquiera que sea, salvo acoplándolo, anudándolo con esto, el $, que expresa la necesaria dependencia del sujeto respecto al Otro en cuanto tal.” (Lacan, 1963-1964, p. 32).

    La formación del sujeto se hace a partir de la inscripción a la lógica fálica, es decir que tanto $ como a se encuentran del mismo lado, el lado de la barra, el lado de la castración, del lado de la ley del Otro, es decir que el fantasma ($<>a) se encuentra inmerso en esta lógica que constituye el inconsciente, ese en donde el sujeto atravesado por la barra es afectado por el deseo como bien se explica anteriormente, deseo de esa falta que puede ser llenada de distintas maneras pero no por eso implica su infinitud, más bien es finito pues está enmarcado por el fantasma, el cual puede vislumbrarse como una escena, como bien hizo la analogía Lacan, y ahí las posibilidades del deseo de… están predeterminadamente escritas, esa relación imaginaria que figura la imagen del deseo del sujeto pero que sin embargo no es visible para este.

    Entendiendo que el sujeto se encuentra dentro de la lógica fálica en donde el fantasma viene a hacer de velo frente a la angustia, a eso producido por el objeto a, es decir a eso que constituye un vacío pues no tiene inscripción dentro de esta lógica, está si se puede decir de alguna forma, dentro del (- phi), como también llama Lacan a la angustia, es el lugar mismo en el que algo falta y es la falta.

    Bibliografía

    Allan Poe, E. (2006). Narraciones extraordinarias. Madrid: ED.

    Freud, S. y Breuer, J. (Ed. 2ª 1985). (1893-1895). Estudios sobre la histeria. Obras completas, volumen II. Buenos Aires: Amorrortu.

    Freud, S. (Ed. 2ª 1984).(1916-1917). Conferencias de Introducción al Psicoanálisis. Parte III: Obras Completas, volumen XVI. Buenos Aires: Amorrortu.

    Freud S. (Ed. 2ª 1986). (1985). Inhibición, síntoma y angustia. Obras Completas, volumen XX. Buenos Aires: Amorrortu.

    Freud, S. (Ed 1ª 1978). (1901-1905). Tres ensayos de teoría sexual, y otras obras, «Fragmento de análisis de un caso de histeria» (Caso «Dora»). Obras completas, volumen VII. Buenos Aires: Amorrortu.

    Freud, S. (Ed. 2ª 1986). (1920-1922). Más allá del principio de placer, Psicología de la masas y análisis del yo, y otras obras. Obras completas, volumen XVII. Buenos Aires: Amorrortu.

    Lacan, J. (Ed. 3ª 2007). (1963-64). El Seminario, Libro 10: La angustia. Buenos Aires: Paidós.

    Kojeve, A. (1892).  La dialéctica del amo y del esclavo en Hegel. Buenos Aires: La Pléyade.

  • ANALOGÍA ENTRE LACAN Y DESCARTES

    Daniela González Guzzi

    RESUMEN

    El artículo contrasta la postura de Lacan frente al filósofo René Descartes, el punto de enlace es la subjetividad psicoanalítica versus la objetividad decartiana, la primera según Descartes estará del lado del engaño mientras que la segunda es la certeza que garantiza la verdad de los conocimientos. Se expone como el psicoanálisis desarticula la propuesta filosófica de Descartes desde el cogito, pues lo subjetivo es su fuente de conocimiento y la objetividad es lo más difícil de estudiar a nivel psíquico.

    PALABRAS CLAVE: DESCARTES, LACAN, VERDAD, OBJETIVIDAD, SUBJETIVIDAD. 

    This article constrasts Lacan’s posture with René Descartes posture on the linking point about psicoanalytic subjetivity agaisnt cartesian objetivity. The first one, according to Descartes, sides on the the deception whereas the second sides on certainty, which garantees the truth of knowledge. It is exposed how psychoanalysis desarticulates cartesian philosophical proposal since subjetivity is the source of knowlegde and objtetity is the hardest part to study at a psychic level.

    KEY WORDS: DECARTES, LACAN, TRUTH, SUBJETIVITY

    El presente ensayo estará dedicado a confrontar los elementos analógicos

    entre la propuesta científica descartiana y la teoría psicoanalitica de Lacan; también intentará reflexionar acerca de la validez de dichos contrastes.

    Se señala tradicionalmente a René Descartes como el padre de la modernidad aunque bien valdría la pena exponer como se entiende desde la filosofía occidental dicho hito histórico. Para tal cuestión me basaré en el autor Ramón Xirau[1], esto sólo es debido a que tengo dicha bibliografía a la mano y sus comentarios se homologan al discurso tradicional dentro de la historia de la filosofía. Es así que, proverbialmente se dice que el filósofo francés encontró EL MÉTODO científico por excelencia, a partir del cual se pretende llegar a la certidumbre completa; tomando a la duda tan sólo como un paso inicial más dentro de dicho procedimiento metodológico, será el deseo de superar todas las dudas lo que inaugura el pensamiento moderno. Pero, no podemos detenernos en esta primera idea, hemos de seguir avanzando para profundizar.     

             “El buen sentido es la cosa mejor repartida del mundo”. Con estas palabras se inica el Discurso de Método. Xirau señala que por ‘buen sentido’ Descartes entendería, la razón, es decir, la capacidad de distinguir lo verdadero de lo falso, y que existe algo innato en el pensamiento de todos los hombres, lo cual lo ubica en la misma línea melódica tanto de Platón como de San Agustín, los cuales también abogan por la existencia de las ideas innatas, mismas que en realidad son una ‘capacidad de razonar’. Es decir, por esencia todos los hombres poseen el mismo grado de razón, pero no todos pueden o quieren aplicarla correctamente[2]. Entonces necesitamos de la meditación adecuada para potencializar dicha forma de razonamiento, tal cavilación enarbolará el método y sus respectivas reglas:

    La primera era no recibir jamás nada por verdadero que no conociera serlo evidentemente; es decir, evitar cuidadosamente la precipitación y la prevención, y no incluir nada más en mis juicios sino aquello que se presentará tan claramente y tan distintamente a mi espíritu que no tuviera ninguna ocasión de ponerlo en duda.

    La segunda, dividir cada una de las dificultades que examinara en tantas partes como se pudiera y fuera requerido para mejor resolverlas.

    La tercera, conducir mis pensamientos en orden, empezando por los objetos más simples y más fáciles de conocer para subir poco a poco y como por grados al conocimiento de los más complejos, suponiendo incluso orden entre aquellos que no se preceden naturalmente entre sí.

    Y la última, hacer por doquier enumeraciones tan complejas y revisiones tan generales que estuviera segura de no haber omitido nada.[3]

    Lo anterior, siguiendo la lectura que ya hemos apuntado, permite decir al autor que es necesario ‘poner en duda la realidad para alcanzar la verdad’, aunque lo que al parecer el autor está debatiendo son a los prejuicios: a aquél saber que se conoce previamente y que nos acompaña en todo discernimiento. Por lo que propone ‘analizar’  individualmente, lo que es verdadero y para eso la educación y raigambre recibida estarían de sobra. La invitación descartiana es adoptar una actitud crítica personal, prescindiendo de la tradición para comenzar de cero.

    Ahora, antes de Descartes comúnmente se consideraba que la verdad es una correlación entre concepto y esencia de la cosa. Lo que él inaugura es un nuevo tipo de concepción de la verdad que no se refiere a las cosas ni a su esencia sino a nuestro aparato epistemológico, siendo a partir de éste último desde donde se generan las ideas claras y distintas que señalábamos atrás.  Dichas nociones provienen del análisis pormenorizado que se supone que nuestro pensamiento ejerce sobre el exterior, al separar todas las cosas por vectores geométricos, tal como si el mundo fuera un plano. Posteriormente, aquél descuartizamiento ha de conducir a una síntesis o reconstrucción de las partes una vez que se han vuelto claras y distintas por medio del análisis. Por último, hay que repetir muchas veces tal proceso para que ahora sí estemos seguros de la veracidad de la investigación. De este examen conceptual se desprende la ciencia moderna: donde ningún fenómeno es inexplicable racionalmente, debido a que si se secciona en muchas partes el todo, se estudian y luego se sintetizan de nuevo, el conocimiento objetivo vendrá por añadidura. Aunque, hacen falta también dos procedimientos del pensar: la intuición y la deducción.

    La primera significa tener la idea inmediata de un objeto, siempre prescindiendo de los sentidos, o sea, la intuición cartesiana es meramente racional, como las intuiciones matemáticas o axiomas que no necesitan ninguna prueba, o las de la física que sólo se comprueba con los hechos mismos, es de allí y sólo de allí de donde proceden las verdades racionales, las cuales concuerdan con las ideas innatas que describía Platón, mismas que están escondidas u olvidadas en nuestro espíritu.

    Por tanto, la intuición es un grado de conocimiento inmediato que se concluye necesariamente de la certidumbre de los axiomas matemáticos y a consecuencia de largas cadenas de razonamiento podemos llegar a otro grado de conocimiento llamado deducción. Para el filósofo francés éste último sería una creación, que sale de lo tautológico, que descubre verdades nuevas.  Así, para Descartes no existe verdadera diferencia real, sino tan sólo de uso, entre la intuición y la deducción. Lo que él viene a decirnos es que la intuición es el motor y la función misma de la deducción y que la deducción es, en cada uno de sus pasos, una forma de descubrimiento inmediato y a la vez una creación[4].

    El lector disculpará que me extienda un poco más exponiendo al autor modern, empero, es hora de adentrarnos en el corazón de su filosofía y hallar el modo de ponerlo a dialogar con su paisano francés.

    Bien, de la breve introducción previa ingresaremos a la metafísica cartesiana que comienza, como lo dije antes, con la duda metódica. Desde donde se inicia el camino a la ‘verdad’, así que es preciso dudar de todo: de Dios, de los sueños y de los sentidos por sobre todas las cosas. Los segundos los acepta como ciertos para poder negarlos posteriormente; los terceros son despreciados totalmente, y el primero es su hipótesis que lo lleva del escepticismo total a la certidumbre. Su línea de pensamiento es que si puede pensar en algo perfecto como lo es Dios, dicha deidad ha de ser buena y no puede engañarnos como lo hacen los sentidos, aunque pensar claro y distinto no nos garantiza que lo que pensamos no sea un sueño o un engaño, es necesario salir de éste atolladero. Para salir de allí, Descartes desarrolla una metafísica basada en al razón pura que viene a sostener la esencia del ‘yo’, la existencia de un Dios perfecto que no puede permitir ni engaños ni errores, y finalmente la existencia de dos sustancias que constituyen el universo: la extensión y el pensamiento.

    Una vez establecida la duda y su disolución por medio del Dios-garante, el autor encuentra un punto de apoyo indudable: la existencia del yo, por medio del pensamiento. A pesar de las dudas, engaños y sueños, todos ellos significan que estoy pensando y por lo tanto existo como pensamiento. Aunque realmente el saber es lo menos importante para existir, la preponderancia se encuentra en el pensar, es decir no es una relación de causa-efecto, el pensamiento no es la causa de mí existir, sino que al pensar me doy cuenta que existo. El solipsismo que se genera ha de ser roto, mi pensamiento me encierra, ha de haber un mundo extenso del cual Dios será garantía de existir, mis sentidos no me engañan ya pues dicho mundo es matemático, geométrico y espacial. El pensamiento y el espacio son los componentes de la realidad, en el humano dichas sustancias son la mente y el cuerpo respectivamente. Se logra así la separación conceptual del espíritu y la materia, se afanó en describir al cuerpo como un sistema nervioso mecanicista y a la mente como una sustancia inmaterial independiente del otro.

    A la sazón de toda esta palabrería metafísica se deducen varias aseveraciones: la primera es la objetividad del conocimiento científico vs. la subjetividad humana, la cual estaría del lado del engaño y el error, ya que no ha sido sometido al ‘análisis metódico’, por tanto deforma la realidad matemática. Desde el punto de vista freudiano la cosa no parece ser así, para el vienés lo objetivo no es más que algo engañoso, es decir, está lo subjetivo más cercano a lo real que la objetividad. Esto es debido a que según Lacan[5] la significación siempre será algo diferente al significante de las cosas, o sea que lo que se piensa, se dice y se escribe no tendrían ninguna correspondencia real. La significación sería una especie de engaño, en ella estará basada la objetividad, entonces, todo lo que puede decirse a partir de ella esconde lo real que está mucho más del lado de lo subjetividad.

    Será la objetividad la que tiende a retornar al equilibrio, a la certidumbre clara y distinta diría Descartes, y jamás pretenderá acercarse al desasosiego:

    La instancia de la subjetividad en tanto que presente en lo real, es el recurso esencial que hace que digamos algo nuevo cuando distinguimos esa serie de fenómenos, de apariencia natural, que llamamos neurosis o psicosis[6].

    Es la objetividad la que estudia la naturaleza y/o los hechos referenciales,  articulando conceptos nuevos basados en el análisis de los fenómenos físico-naturales, tales conceptos constituyen la realidad matemática científica desde la cual la ciencia puede explicar cualquier cosa, de tal manera que se trata siempre de defender un significante garante de toda ciencia: la universalidad o causa final. Nos dice Lacan en la clase 15 del seminario sobre la psicosis que:

    ‘el descubrimiento analítico no es simplemente haber encontrado significaciones [referenciales], sino el haber llegado mucho más lejos que nunca en su lectura, es decir, hasta el significante. El de este hecho explica los impasses, las confusiones, círculos y tautologías que encuentra la investigación analítica.’

    En consecuencia, el significante debe considerarse como diferente de la significación, en primera porque carece de ésta última propiamente, ni tampoco tendrá un origen arquetípico, ni ningún otro. A pesar de que el pensamiento occidental está basado justamente en un presunto orden de significantes matemáticos que dan forma a la realidad, la verdad incómoda es que la realidad tiene forma humana o no geométrica, la realidad tendrá estructura subjetiva o de ficción, y con esto quiero decir que estará vacía de toda esencia. Incluso Lacan comenta que el pensamiento mágico de los pueblos es visto como primitivo porque precisamente tiene muy a flor de piel su humanidad, por ello es colocado lejos de la ciencia, pues incluye y expone el deseo de forma explícita. Justo ahí donde el científico deja de preguntarse comenzará la indagación subjetiva que plantea el psicoanálisis; es decir, hay ciertas significaciones que estarán prohibidas, la labor del psicoanalista será, entre otras, responder a los que si se preguntan por dichas significaciones, que en todo caso serían los neuróticos. Siendo así, la duda metódica no revela los sinsabores de la subjetividad, más bien intenta lanzar su mirada hacia la convencionalidad  y la buena conciencia, dónde el progreso y la razón son patentes, dejando al pensamiento ‘primitivo’ en las sombras; apelando a la objetividad conquistada desde el descubrimiento del cogito. El contraste, la pregunta del sujeto psicoanalítico procede de allí donde no hay significante, desde la falta, por lo que, de lo que se trataría  es de hacer ostensible dicho hueco, lo cual no implica que debe ser rellenado por algo, ni siquiera por una certeza.

    Lacan nos dice al respecto:

    No se trata entonces de lo que vagamente se llama realidad, como si ésta fuese idéntica a la realidad de las murallas contra las que chocamos; se trata de una realidad significante, que no sólo presenta topes y obstáculos, sino una verdad que en sí misma se verifica y se instaura como orientando este mundo e introduciendo en él seres, para llamarlos por su nombre. Antes de intentar resolver estos problemas, quisiera hacerles notar como se manifiesta la aparición de la pregunta formulada por la falta del significante. Se manifiesta por fenómenos de franja donde el conjunto del significante esta puesto en juego. Una gran perturbación del discurso interior, en el sentido fenomenológico del término, se produce, y el Otro enmascarado que siempre está en nosotros, se presenta de golpe iluminado, revelándose en su función propia. [7]

    Siguiendo el trazo antes dibujado, el mismo autor en ‘La instancia de la letra en el inconsciente o la razón desde Freud[8] de 1957 expresa que no hay ninguna significación que se sostenga sino es en referencia a otra significación, por lo que el campo del significado resulta un instrumento incompleto para dar ilustraciones de lo real. Y que nadie dejará de fracasar si sostiene la ilusión de que el significante responde a la función que representa el significado o que el significante deba responder a razón de una significación cualquiera. La función significante es metonímica, desplazamiento de la significación hacia otra, y metafórica donde se sustituyen palabras por otras poéticamente:

    Es pues entre el significante del nombre propio de un hombre y el que lo cancela metafóricamente donde se produce la chispa poética, aquí tanto más eficaz para realizar la significación de la paternidad cuanto que reproduce el acontecimiento mítico en el que Freud reconstruyó la andadura, en el inconsciente de todo hombre, del misterio paterno[9].

    Ahora, se comprende que la letra es lo que instaura el sentido, es decir, será por medio de ella que el espíritu cobrará vida, aquél espíritu decartiano que existía per se y que daba cuenta de la existencia al sujeto, se vuelve verbo por medio de la letra, situación no menos que contrastante pues no es el espíritu el que ayuda a que aparezca la letra sino la letra la que ayuda que aparezca el espíritu; siendo los sueños la primera inscripción de aquél pensar. Lacan apunta:

    Las pretensiones del espíritu sin embargo permanecerían irreductibles si la letra no hubiese dado pruebas de que produce todos sus efectos de verdad en el hombre, sin que el espíritu intervenga en ello lo más mínimo.

    Esta revelación, fue a Freud a quien se le presentó, y su descubrimiento lo llamó el inconsciente.[10]

    Bien, como lo escribimos antes, las palabras o significados de las mismas no son suficientes para aprehender lo real, incluso le lenguaje hablado es una puesta en escena como lo serán los sueños, los errores, los chistes, todos ellos representan un teatro mudo que debe ser interrogado, es decir, las formaciones del inconsciente no son sólo mímica sino escritura, no se trata de imágenes de ideas, cosas o acciones, sino de un texto a descifrar. En contraparte, cuando Descartes afirma ‘cuando pienso, allí estoy yo’ circunscribe mi ser al pensar, pero a un pensar consiente, que duda preguntando cosas claras y distintas, que contiene ideas innatas de axiomas matemáticos y posee un aparato epistemológico que a partir de estas y otras cadenas de pensamientos generan ideas nuevas o científicas, el psicoanálisis en cambio advierte que cuando un sujeto duda y habla de sí mismo no es signo de existencia pensante, es signo de que desconoce su lugar en la cadena significante. Y que cuando habla de lo que él es, es muy probable que ni esté hablando de él mismo, por tanto, el cogito no es el punto de partida del conocimiento sino de desconocimiento absoluto de la realidad, más bien la fórmula se invertiría diciendo que pienso donde no soy, luego soy donde no pienso. También, que estoy imposibilitado para pensar en mí sino es en función de otro, no existe tal solipsismo realmente, estoy atrapado y sujeto al pensar del otro para conformarme. Y que de mi pensamiento soy tan sólo un juguete, pues donde verdaderamente soy ni siquiera pienso en pensarlo, es justamente lo que me conforma de lo que no quiero saber nada:

    Ese juego significante de la metonimia y de la metáfora, incluyendo y comprendiendo su punta activa que clava mi deseo sobre una carencia de ser y anuda mi suerte a la cuestión de mi destino, ese juego se juega, hasta que termine la partida, en su inexorable finura, allí donde no soy porque no puedo situarme.[11]

    Anudado a lo anterior, donde no soy yo ¿Quién está entonces? Si hay una fractura entre lo que soy y lo que no soy: ¿No es necesario reconciliarme? He aquí la impertinencia de Descartes para el discurso lacaniano, pues nada tiene que decir ante esto. Es cierto que para ser yo necesito un garante, que no será bondadoso como el Dios descartiano, sino que será puro engaño: será el Otro. El inconsciente estará estructurado por el otro, cuya demanda no es otra más que el reconocimiento de éste:

    Dicho de otra manera, ese otro es el Otro que invoca incluso mi mentira como fiador de la verdad en la cual él subsiste. Para esto es necesario el engaño y la ficción, en el cual es en función de una regla cómo engaño a mi adversario, pero entonces mi éxito es apreciado en la connotación de la traición, es decir en la relación con el Otro que garantiza la Buena Fe.

    Tal vez este imperio de la confusión que es simplemente aquel donde se representa toda la ópera bufa humana merece que nos detengamos en él, para comprender las vías por las cuales procede el análisis no sólo para restaurar allí un orden, sino para instalar las condiciones de imposibilidad de restaurarlo. [12]

    Pero ufanarse de todo esto no es la labor de un psicoanalista, perderse en la empatía con el loco, o aceptar la imposibilidad de restaurar un orden inexistente no es lo propio del trabajo del analista, al parecer, la filosofía tampoco da respuesta a tal desconcierto, por lo que el psicoanálisis tampoco puede tener pretensiones de, ni ser una filosofía, pues a pesar de los intentos de la primera de ligar a la metáfora con la cuestión del ser y a la metonimia con su falta, no se ha escrito más que palabrería filosófica sin poder verdaderamente ayudar a los otros a encontrar su propio camino, que es finalmente lo que pretendería un análisis. En esto último no profundizaré debido a que excedería los objetivos del presente ensayo.

    Agradezco al profesor Fernando Azcárate por las valiosas enseñanzas que dieron lugar a este artículo.

    BIBLIOGRAFÍA

    Diccionario de la lengua española. Vigésima segunda edición. http://www.rae.es

    LACAN, Jacques. Seminario 3.  Clase  14. El significante, en cuanto tal, no significa nada. 11 de Abril de 1956.

     Clase 15. Acerca de los significantes primordiales y de la falta de uno.

                18 de Abril de 1956.

     Lacan. Jacques. / Los Escritos de Jacques Lacan / Escritos 1 / Cuatro.

    INFOBASE. 2006.

    XIRAU, Ramón. Introducción a la historia de la filosofía. UNAM. México, 2005.  pp. 211-231.


    [1]           XIRAU, Ramón. Introducción a la historia de la filosofía. UNAM. México, 2005.  pp. 211-231.

    [2]           C/f Ídem p. 216.

    [3]           Descartes René  ‘El discurso de método, II’ en Xirau, Ibíd., p. 217

    [4]           C/f Ibíd. P.222

    [5]           LACAN, Jacques. Seminario 3.  Clase  14. El significante, en cuanto tal, no significa nada.

                 11 de Abril de 1956.

    [6]           Ídem. Clase 15. Acerca de los significantes primordiales y de la falta de uno.

                18 de Abril de 1956.

    [7]           Ibídem.

    [8]           Jacques Lacan / Los Escritos de Jacques Lacan / Escritos 1 / Cuatro.

    [9]           Ibídem.

    [10]          Ibídem.

    [11]          Ibídem.

    [12]          Ibídem.

  • El narcisismo de Enrico Caruso, una cadena que funde la sangre en las venas

    Ana María Terán Olin

    Resumen

    El objetivo principal del texto es alumbrar los caminos por los cuales el Narcisismo busca insistentemente revivir los gloriosos días del “yo ideal”, con el enamoramiento, el narcisismo busca una y otra vez el reencuentro con la persona amada, y con este hecho, la experiencia de completud.

    Por otra parte, el “ideal del yo”puede hallar fuerza en la experiencia estética. El arte y la belleza pueden ser un oasis en las aguas inmensas de la realidad, que inspiran contemplación, goce y disfrute de las innumerables experiencias de la vida. 

    Intentaré ilustrar este tema con una breve biografía del Tenor Napolitano Enrico Caruso y con la historia de la composición del aria “Caruso” del compositor Lucio Dalla. Al parecer este tema se basa en la historia de la última declaración de amor de Enrico Caruso a una joven a la que enseñaba canto en el puerto de Sorrento, en los últimos meses de vida del tenor, a consecuencia de una enfermedad de cáncer terminal en la garganta.

    Palabras clave: Narcisismo, yo ideal, ideal del yo, experiencia estética.

    Summary

    The main objective of this text is to reveal the paths by which Narcissism insistently seeks to relive those glorious days of the «ideal self» with falling in love, narcissism seeks again and again the reunion with the beloved, and with this fact, the complete experience.
    On the other hand, the «ideal of the self» can find strength in the aesthetic experience. Art and beauty can be like an oasis in the immense waters of reality, which inspire contemplation and enjoyment of the innumerable experiences of life.
    I will try to illustrate this subject with a brief biography of the Napolitano Tenor Enrico Caruso and with the story of the composition of the aria «Caruso» by the composer Lucio Dalla. Apparently this theme is based on the story of the last declaration of love of Enrico Caruso to a young girl who taught singing in the port of Sorrento, in the last months of the tenor’s lifte, as a result of a terminal cancer disease in throat.

    Keywords: Narcissism, ideal self, ideal of self, aesthetic experience.

    Biografía de Enrico Caruso

    El Tenor Enrico Caruso nació el 25 de febrero de 1873 en Nápoles, Italia, en el seno de una familia humilde, fue el tercero de siete hermanos, hijo de Marcellino y Ana. Los padres de Caruso tenían diferentes expectativas sobre el futuro de su hijo, el padre quería que fuera mecánico como él y la madre quería que asistiera a la universidad.

    En vista de que cada uno tenía un plan diferente para su hijo, acordaron de manera cordial y amistosa que Caruso ayudaría a su padre en el taller mecánico, mientras que por las tardes estudiaría la primaria en la escuela de San Juan. El director de la escuela era Sacerdote y se distinguía por enseñar canto a sus estudiantes y llevarlos a participar en los coros de las iglesias, la voz de Enrico destacó rápidamente entre el coro infantil, motivo por el cual fue el más solicitado para cantar en algunas iglesias de Italia.

    Cuando el cantante contaba con 15 años, fue invitado a ser titular del coro en una boda en la iglesia de San Severino, la iglesia más grande y reconocida por los habitantes de la ciudad, sin embargo, en esa ocasión el chico no estaba interesado en cubrir el evento, él quería quedarse en casa para cuidar a su madre enferma, la cual lo convence de ir y cumplir con su responsabilidad.

    Caruso obedece la instrucción de su madre y mientras él cantaba en esa imponente iglesia, frente a esas imágenes alargadas, estáticas, frías, virginales, con semblantes blancos en esa representación del sufrimiento, misericordia y compasión para el ser humano, su madre muere, este suceso pudo haber marcado la vida de Enrico, representando mediante el canto el sufrimiento que le causó la muerte de su madre.

    ¿Qué habrá sentido Caruso?, intentemos por un momento imaginar en el aire, los versos y las notas musicales que flotaban en un baile armonioso alrededor suyo, entre los rayitos de sol que se colaban por los altos vitrales de la iglesia, sus sentidos y su piel estimulada, evocaban las emociones del cantante, fantaseando con la vida que en ese momento escapaba del aliento de su madre y la muerte que silenciosamente la acogía en sus brazos; marcando así el lugar, el momento, el sentimiento, el placer por los cantos que emanaban de su garganta, fluyendo el miedo y él sufrimiento por no estar al lado de su adorada madre.

    A causa del inesperado fallecimiento de Ana, Enrico decide colocar sobre la cabecera de su cama su foto, pudiendo haber sido esta la persona más importante de su vida. Por su parte, Marcelino volvió a casarse al poco tiempo de haber fallecido su esposa.

    A pesar de que el tenor sufre por un largo tiempo el duelo de la lamentable muerte de su madre, sale a las calles de Nápoles a pedir oportunidades para cantar, en iglesias, fiestas privadas, serenatas y bares, tal vez motivado por la ternura y consuelo que encontraba en las mujeres para las cuales cantaba. Corría el verano de 1897 cuando comienza sus estudios de vocalización musical con el maestro Guglielmo Vergine, consiguiendo audicionar para el compositor Italiano Giacomo Puccini en una de sus obras más representativas, la Boheme, Caruso soñaba representar el papel principal de Rodolfo, cuentan que cuando Caruso termina de cantar para la audición, Puccini pregunta, “¿quién te envió a mí? ¿Dios?”.

    A partir del papel de “Rodolfo” en la Boheme, la vida de Caruso da un giro y comienzan los éxitos: las óperas, el glamur y el dinero que le acompañara toda su vida, quizás para el tenor la recompensa más dulce fue el seducir a las actrices que cantaban con él, así conoce a la soprano Ada Giachietti, juntos representaban los papeles de dos amantes en la Boheme, Rodolfo y Mimi. Enrico se sintió atraído por la belleza de Ada, sin embargo, la soprano era casada, así que el tenor voltea sus ojos hacia Rina, hermana menor de Ada, la cual es soltera y a la vez, tan hermosa y talentosa como su hermana mayor.

    Sin embargo, la magia de la ilusión, los sueños, las esperanzas de la emoción del primer beso, el ardor de los celos, la nostalgia y la pérdida en la obra de Puccini, la Boheme, propiciaron el ambiente perfecto para que Ada y Caruso se enamoran, la pasión con la que se fundían en el teatro se continuab en casa, naciendo entre ellos una turbulenta relación amorosa.

    En síntesis, Enrico y Ada se conocen en el teatro y se gustan, pero Ada es casada así que el tenor comienza a cortejar a Rina, hermana de Ada, sin embargo, la fantasía por el amor prohibido (2) triunfa llevando a Ada y Caruso a mantener una relación extramarital, donde cabe mencionar que el esposo de Ada por razones personales que desconocemos no defiende su honor. Al cabo de un año del romance nace el primer hijo de Caruso y Ada, a quien le nombran Rodolfo, por el personaje de la Boheme, la ópera donde se conocieron y se enamoraron.

    Como se ha dicho Caruso triunfaba en todas las óperas que representaba, el público en Nueva York amaba su poderosa e inigualable voz, estremecía y emocionaba a todo aquel que lo escuchara. Los elegantes y suntuosos teatros se llenaban de vestidos largos, joyas y elegantes esmóquines, los asistentes aclamaban su voz y su actuación, en especial en el teatro Metropolitan Opera House donde Caruso protagonizaba espléndidamente el dolor de la tragedia operística en obras como Rigoletto, la Boheme, Carmen, Madame Buterfly entre otras, enmarcándola con su casi perfecta voz salida de lo más profundo de su alma.

    En contraste con lo que sucedía en América, algo pasaba con su Nápoles querido. En una ocasión fue contratado para cantar en el faustoso teatro de San Carlo, el público comenzó a abuchearlo, tal vez sus compatriotas nunca dejaron de ver a Caruso como aquel chico que por las tardes recorría las iglesias y las calles en busca de una oportunidad para cantar, en consecuencia, por la falta de apoyo del púbico que lo vio crecer, el tenor promete no volver a Nápoles para cantar, solo regresaría para comer espagueti.

    Deseo subrayar que el tenor no se detiene ante este suceso, él continua su camino y sus viajes con rotundos éxitos en América, Ada lo acompaña en estos viajes y aunque no eran casados, la gente los nombraba con cariño y respeto “señor y señora Caruso”. Por lo que se refiere a la industria de la música, Caruso marcó una nueva era, sus canciones quedaron grabadas por primera vez en un disco de 78 rpm en RCA Victor; además de la voz del cantante, Enrico también era reconocido por sus dibujos, hacia caricaturas que dejaba en camerinos, utilizando servilletas, paredes y mesas, dando rienda suelta a su imaginación, los bocetos eran temas libres sobre situaciones que en ese momento vivía el cantante.

    Mientras tanto, después de una gira, ya de regreso a Europa, recibe la terrible noticia que su padre había muerto, y se entera también que Ada, la madre de sus hijos, huyó con el chofer, (3) debió haber sido un terrible golpe para Caruso, por un lado, la muerte de su padre y por el otro, el abandono de su mujer. Así que, ante esos sucesos, el tenor lleva a Rina a su casa para que le ayude con el cuidado de sus hijos, mientras que él se dedica con más ahínco a su carrera, decía que “se había convertido en una máquina para hacer dinero”, no percibía que valoraran al hombre atrás de la voz,  probablemente sentía que solo veían en él a su garganta, la cual ya había vendido a los empresarios, así como Fausto se vendió a Mefistófeles.

    En cuanto al dolor que sentía por la decepción y el abandono de Ada, lo transmitía representando como nadie el dolor del payaso de Canio, en la obra  Pagliacci,(4) en una ocasión lo vieron llorando en su camerino y le preguntaron ¿qué le pasa maestro?, él contestó, “Caruso siente demasiado” (5), sentía que tenía pocas oportunidades para ser feliz.

    Por el contrario, el 20 de agosto de 1918, a la edad de 45 años, en una de sus largas giras por América conoce a Dorothy Park Benjamín una joven de 20 años que había vivido durante casi toda su vida en un convento, al conocerla Caruso ve en ella la posibilidad de tener una sola mujer (5), y sin pensarlo mucho, decide abruptamente casarse con ella. Regresa de la gira ya casado con Dorothy, a su hogar con sus hijos.

    En definitiva, su vida había cambiado, no sólo tenía el amor de su nueva esposa, la gente lo quería como actor y cantante, y no solo eso, también lo querían como hombre. Es posible que el tenor se ganara el respeto y cariño de las personas, ya que, al regreso de sus giras, pedía camiones de arroz, frijol y despensa para repartir entre sus seguidores.

    A pesar de esta buena etapa para Enrico y de que él sonreía mucho, comenzó a sufrir fuertes dolores de cabeza, al poco tiempo una parte de sus pulmones se vio infectada como consecuencia de un resfriado mal cuidado, así que, el 3 de diciembre de 1920 mientras entonaba un aria del primer acto de la ópera comenzó a toser de manera extraña, por lo cual su staff de producción le pasaba pañuelos, mismos que regresaba bañados en sangre, sin querer interrumpir la actuación, continuo hasta terminar la gira con tres presentaciones más. Como consecuencia de este hecho, en los siguientes meses fue operado siete veces a causa de abscesos pulmonares, su salud estaba fuertemente agravada y al poco tiempo, ya no pudo cantar más, nuestro gran tenor había desarrollado un cáncer en la garganta, y pasa sus últimos meses en el Hotel Excelsior Victtoria, en el puerto de Sorrento, sin embargo, quiso continuar haciendo lo que más le gustaba, cantar, así que, durante este tiempo dio clases de canto a una joven de procedencia desconocida.

    Finalmente, una tarde, se encontraba muy cansado y débil por los estragos de la enfermedad, sin embargo algo lo llenó de fuerza y lo impulsó para salir al balcón y cantar, tal vez el reflejo de unos ojos verdes brillantes llenos de amor y admiración por aquel hombre que tantas veces le cantó al amor dándole vida a todos aquellos personajes de la opera que interpretó.

    Pidió que le colocarán el piano en el balcón del hotel, Caruso amaba cantar y esa tarde esos ojos llenos de luz, fueron su inspiración; al fondo el cielo, en un atardecer, con esos matices de color rosa, azul, naranja, el sol escondiéndose y la luna respingando; el mar maravilloso, inmenso e interminable mar, como fuente de vida, las olas meciéndose en un vaivén y los pescadores a la orilla con manos gruesas, ásperas, lanzaban sus redes para capturar la escena.

    Enrico canta, como nunca, a aquella joven, liberando según la canción “Caruso” estas palabras “Te quiero mucho, pero mucho, mucho, sabes… es una cadena ahora que funde la sangre en las venas”. (6)

    Diálogo con el Narcisismo

    ¿Narciso, oh narciso. qué miras en el fondo del agua? será tu reflejo que te conecta a tu “YO”, a ese “Yo”, que no fuiste tú, ¿qué fue de tu primer amor?, con estas interrogantes pretendo decir que Enrico Caruso posiblemente resignó el vínculo de la realidad a raíz de la muerte de su madre, cancelando el vínculo erótico con ella, pero conservándolo en la fantasía, a través del canto; sustituyendo los objetos reales como su madre, su primera espectadora, esos ojos enternecidos, soñadores, que lo miraban y lo admiraban, fueron cambiados por los objetos “imaginarios”, la música, el arte, el drama operístico y el dibujo para perseverar su recuerdo, como aquellas imágenes virginales de las iglesias para las que él cantaba, mezclando, por un lado lo imaginario; y por el otro, las personas con las cuales iba relacionándose.

    Además, los padres de Caruso discutían sobre el futuro de su hijo, mecánico decía el padre, la madre quería que asistiera a la universidad y él; decide cantar, la palabra tenor viene del latín tenere “sustentar”, es la voz más aguda de las voces masculinas con un timbre claro y brillante; tal vez desde su pecho resonaba lo que  él quería ser, pero ¿quién él?, ¿el otro?; Acaso nuevamente él de afuera, ¿el del primer amor?, como paradoja defendiendo lo que el tenor pensaba que era solo suyo, su pasión por la música.

    Consideremos esta hipótesis, es probable que el deseo por el canto, pudo haber nacido a expensas del deseo de sus padres, la libido sustraída del mundo exterior, mecánico o universitario según los deseos de los padres para cambiar su condición de vida, fue conducida al “YO”, a fin de satisfacer ese estado de completud, y como resultado, surge un narcisismo con un poco de delirio de grandeza, posiblemente desde el comentario de Puccini cuando pregunta, “¿quién te envió a mí?, ¿Dios?”.

    Por otro lado, la experiencia estética consigue en la música la liberación de la libido por la palabra de los cantos, en ese tono de voz peculiar del tenor, entre masculina y aguda como si al interpretar sostuviera a sus padres y los soltara, dejándolos fluir mágicamente en su garganta, en armonía. De igual manera en la actuación, es probable que Enrico relacionará el canto con la muerte de su madre y como consecuencia pudo interpretar de manera precisa esas obras de drama y tragedia operística, sus padres fueron sin duda, los ideales y la inspiración para el tenor.

    De manera semejante en el amor, su madre, el primer y único amor, y de ahí, como dijo en su canto, “es una cadena ahora que funde la sangre en las venas”, teniendo en cuenta que la cadena o ruta, son esos años de reencuentro con el amor de Caruso, pongamos por caso que cada una de esas parejas que compartió la vida con el tenor le permitían entrar a esa dimensión de recuperación, igualmente al cumplirse esa serie de condiciones libidinales, como el aplauso, el reconocimiento, el éxito, la fama, la elegancia y la opulencia, saciaba su potencial curativo por la pérdida de su primer amor.

    Hay que mencionar, además que Ada Giachetti lo miraba con admiración, Rina también queda atrapada, en un juego prohibido, Dorothy Park Benjamín, la toma como esposa argumentando que “quería sólo a una mujer para él”, como si recalcara desde su interior la idea de que solo pensaba en su primer amor, no obstante la última dama de procedencia desconocida, la de la canción en el puerto de Sorrento, con esos ojos en los que se sumía y encontraba el dulce néctar del amor primario, posibilitando al Narcisismo a ese reencuentro con la persona amada y por la sensación de haberlo recuperado.

    Conclusión

    Al parecer albergamos siempre el sufrimiento de la pérdida de ese gran y único amor, así mismo para mitigar el dolor de la falta, nos vemos incitados a relacionarnos una y otra vez motivados por el impulso del poder curativo de nuestra herida narcisista y por otro lado sentir por un instante que se recupera a ese primer amor. En este sentido, puede resultar una gran paradoja, ya que el narcisista en el amor se enamora del propio “YO” y no de la pareja que se tiene enfrente.

    Por eso dice Freud, “Si amas sufres y si no amas enfermas”, S. Freud, (1914), amar para restaurar, aunque en la perdida se sufra como dice Botho Strauss, en la película infiel, Ingmar Bergman, “No hay ningún fracaso ni la enfermedad ni la ruina profesional o económica que afecte tan cruelmente al subconsciente como un divorcio, penetra hasta el núcleo de la angustia resucitándola, la herida provocada es más profunda que toda una vida”.

    Notas al pie.

    • ARIA, Composición musical para voz solista, generalmente con acompañamiento instrumental, que es independiente o que forma parte de una composición mayor, como una ópera, un oratorio o una cantata.
    • No es tema de este trabajo, pero podríamos detenernos a pensar un poco en el texto de Freud “sobre la más generalizada degradación de la vida amorosa”
    • Aparece nuevamente el tema de Freud “sobre la más generalizada degradación de la vida amorosa”
    • Pagliacci, La obra relata la tragedia de un esposo celoso y su esposa en una compañía teatral de la comedia del arte.
    • Siente demasiado, podemos traducir esta expresión a sufre demasiado
    • Video https://www.youtube.com/watch?v=tRGuFM4DR2Y

    Bibliografía

    Bergman, I. (Dirección). (2000). infiel [Película].

    Dalla, L. (1986). Caruso [Grabado por L. Pavarotti]. Italia.

    De la Llera, G. (s.f.). Muerte de Enrico Caruso, historia de un error médico . Obtenido de Facultad de Ciencias Médicas: http://www.sld.cu/galerias/pdf/uvs/cirured/muerte_de_enrico_caruso.pdf

    Freud, S. (1914). Introducción al Narcisismo. Buenos Aires, Argentina: Amorrortu.

    Maquet, J. (1999). La experiencia estética. Madrid, España: Celeste ediciones.

    Mayoral, M. (25 de Febrero de 2013). Caruso y Lucio Dalla. Obtenido de http://www.dantezaragoza.com/2013/02/25/caruso-y-lucio-dalla/

    Pérez, C. (23 de Mayo de 2017). «Caruso” La cancion .. una fascinante historia de amor. Obtenido de https://cuandolamusicaesmagia.wordpress.com/2017/05/23/2216/

    Caicedo, Geovanny. [Geovanny Caicedo]. (2015, agosto 04). Biografía Enrico Caruso [Archivo de video]. Recuperado de https://www.youtube.com/watch?v=pYX_ASmwoVc

  • El Psicoanálisis aplicado al feminicidio como acto, no como delito

    Marion Estévez López

    RESUMEN

    El feminicidio como acto cometido por el individuo, de género indistinto, para liberarse de una realidad-sociedad violenta, subsumida en la necropolítica del neoliberalismo actual, representada por el cuerpo materno agresivo, amenazante y persecutorio.

    PALABRAS CLAVE

    Feminicidio, agresión, mundo interno, cuerpo materno, objetos parciales.

    ABSTRACT

    Feminicide as an act committed by the individual, of indistinct genre, to get rid of a violent reality-society, subsumed in the current neo-liberalism necropolitics, represented by the aggressive, threatening and stalking maternal body.

    KEYWORDS:

    Feminicide, aggression, internal world, maternal body, partial objects.

    RÉSUMÉ

    Féminicide comme un acte commis par l’individu, du genre indistinct, se débarrasser d’un violent réalité-société, englobé dans la necropolitics du néolibéralisme actuel, représenté par le corps maternel agressif, menaçants et le harcèlement criminel.

    MOTS CLÉS:

    Féminicide, agression, interne monde, corps maternel, objets partials.

    Nuestro país experimenta una degradación social originada por la desigualdad, marginación, corrupción e impunidad, orquestada por el Estado y contagiada a la población día tras día, noticia a noticia sobre hechos atroces sin investigación, sin juicio ni sentencia, culpables que parecen no existir pero al mismo tiempo están en el ambiente como una flotante incitación a romper las leyes, a desafiar los límites heredados por una civilización que se extingue con la crueldad humana proclive a salir cuando hay ríos revueltos; la cual permea a las instituciones federativas y a la población civil; del gobierno-padre negligente que permite de todo a su plebe, dentro de un espacio-madre peligroso; de la cara patriarcal de la sociedad en la que priva la violencia machista, a la matriarcal cuya violencia sutil y velada no necesita de un cuerno de chivo para imponer sus designios y someter tanto a hijos como a hijas; de familias con padres fríos, distantes o ausentes que endilgan su responsabilidad a madres agobiadas por el trabajo, la casa, la calle; del individuo que manifiesta su parte primaria latente en el momento necropolítico más álgido de una nación que involuciona a pasos agigantados.

    De ahí que fenómenos como Las muertas de Juárez y Los feminicidios del Estado de México – internacionalmente conocidos por la cantidad de mujeres asesinadas y la saña con que fueron ultrajadas y botadas como desecho en el desierto, tiraderos o la vía pública – llevaron a los medios de comunicación masiva a suponer una epidemia, como si se tratara de un hecho agudo sin antecedentes ni contexto político, económico y social, sin considerar que no se trata de una enfermedad sino del síntoma de un padecimiento grave, ignorado y auspiciado por las autoridades cuya inacción manda el mensaje literal en el sentido de que «en este país no pasa nada…», es decir, puedes no pagar impuestos -como muchos poderosos- y el SAT no te persigue; puedes robar y mentir –como diputado o gobernador– y desaparecer sin dejar rastro; puedes ser narcotraficante, escapar de la cárcel y no ser encontrado; puedes matar mujeres -o a tu madre- ya que el sistema criminaliza a las víctimas y no pasa nada.

    Este problema ha captado el interés de organizaciones preocupadas por los derechos humanos, activistas internacionales y medios de comunicación; de tal suerte que personas interesadas en el tema como el ensayista, narrador y crítico Sergio González Rodríguez, publicó en 2002, Huesos en el desierto, pesquisa sistemática durante la década de 1990 en Ciudad Juárez –lugar donde convergen la industria multinacional, la migración, el crimen organizado, el narcotráfico y las adicciones; tierra de nadie fronteriza con un vecino perverso– en la que el desierto otorga anonimato a asesinos, cuyos crímenes son descubiertos y documentados con nombre, apellido y averiguación previa. La actriz Jennifer López protagonizó en 2006, al lado de Antonio Banderas, la película Bordertown –titulada en México acertadamente como Verdades que matan– bien documentada sin mayor propósito que el hollywoodense, no obstante escenifica algunas de las líneas de investigación que las autoridades se negaron a seguir. Los periodistas Humberto Padgett y Eduardo Loza –con prólogo de Lydia Cacho, periodista y víctima de la corrompida justicia mexicana– publicaron en 2014 Las muertas del Estado, extraordinaria obra que concatena una larga lista de mujeres desaparecidas con madres, hermanas o hijas golpeadas, violadas, descuartizadas, quemadas en el Estado de México –entidad gobernada por el hombre que aspiraría y llegaría a la presidencia con el voto de las mujeres– y que supera no solo en cantidad y brutalidad sino en impunidad a los feminicidios de Ciudad Juárez.

    Se ha vuelto objeto de estudio de diferentes especialidades, el hecho en sí mismo rebasa cualquier planteamiento unilateral, se necesita un análisis multidisciplinario para abarcar su complejidad ya que los hallazgos de los criminalistas y criminólogos se limitan a la escena del crimen y sus implicaciones jurídicas dejando de lado la naturaleza del asesino; el punto de vista de los derechos humanos con la perspectiva de género se avoca a la relación de poder entre el presunto culpable y la víctima para una adecuada diligencia que le procure justicia a ésta; la perfilación criminal, instrumentada y realizada por diversas agencias para localizar a peligrosos criminales se queda corta al aportar una especie de lista de mercado o DSM-criminal de los aspectos conscientes de la personalidad o psicopatología del sujeto feminicida.

    México no es el único lugar donde esto sucede, pues este fenómeno afecta a cualquier sociedad, cultura, economía, latitud o raza, se debe dirigir la mirada hacia los individuos –su historia, su ambiente y su psique–, criados en culturas diferentes con raíces primitivas comunes de pulsiones agresivas cuyos retoños vencen una y otra vez la represión, de por sí endeble, que termina por sucumbir ante la seducción de la impunidad hegemónica en sociedades subdesarrolladas como las de América Latina, Africa y Medio Oriente en las que en ocasiones la muerte es la panacea para otros males (sobrepoblación, enfermedades, pobreza). De ahí que en la clínica, mujeres y hombres agresivos refieran un black out entre el clímax del impulso destructor y los gritos o esfuerzos del otro por escapar de los golpes o el ahorcamiento, es decir, se produce un instante en que la represión cede y se comete el acto al mismo tiempo que deja de haber contacto con la realidad, en el mejor de los casos la conciencia entra a tiempo y no pasa a más; en el peor, la conciencia opera hasta que ya no hay más que hacer salvo huir de la escena del crimen, entregarse o suicidarse por no tolerar la culpa.

    Ello conlleva a peguntarnos qué hay en los vericuetos del inconsciente de quien comete feminicidio puesto que el argumento de matar a la mujer por el hecho de ser mujer resulta inconsistente para comprender casos como el de Juana Barraza Samperio, la famosa “Mata viejitas”, a quien se atribuyen por lo menos 42 ancianas asesinadas, o aplicaría si se toma en cuenta la definición etimológica [la resultante de matar a la mujer], como sustantivo del acto y no como la tipificación del mismo, sin la perspectiva de género – promovida por Derechos Humanos – que lo circunscriben a una relación de poder entre el hombre (activo-victimario) y la mujer (pasiva-victima), y deja de lado las relaciones universales emanadas de la dinámica familiar, en la que los roles de víctima y victimario alternan así como el género de los mismos, cuya psique es gobernada por el inconsciente como bien señaló (Freud, 1917).

    El psicoanálisis proporciona una amplia gama de teorías para saber acerca del funcionamiento mental del feminicida en cuestión -de género indistinto-; considerando al individuo como ente bio-psico-social y que una de las posibles explicaciones está relacionada con el espacio vital que Klein (1930) sugería -durante el devenir del mundo entre guerras- como equiparable al cuerpo materno, y advirtiendo la cruenta realidad, expuesta por Zavala (2018), en la que nuestra sociedad está sometida a los intereses del neoliberalismo necropolítico de administración de la muerte para acumular capital, cobijado por las reformas del presidente Enrique Peña Nieto, he desarrollado la idea de que el mundo externo –realidad y sociedad– es una extensión del mundo interno del individuo –donde la ausencia, falta o deficiencia de experiencias buenas que neutralicen la agresión constitucional vuelve altamente persecutorios a los objetos parciales– y viceversa, en la que antropología y psicoanálisis se complementan en tanto que según Lévi-Strauss (1987) las relaciones dentro de la estructura social son más importantes que el individuo, empero dichas relaciones dependen de las pulsiones de vida y de muerte en el inconsciente de éste, según Freud (1920).

    La descomposición sufrida por el país es el resultado de un sistema político–económico que no provee sino que ignora, quita e incluso agravia, lo que genera la sensación de un ambiente (sociedad-madre) persecutorio y amenazante del que hay que defenderse para sobrevivir, al menos psíquicamente, atacando para alcanzar la homeostasis o en casos más perturbados el principio de placer, de un Yo altamente narcisista con nula tolerancia a la frustración, también causado por el mal funcionamiento del ambiente familiar del individuo, el cual debió auxiliarlo en sus procesos de simbolización y sublimación de impulsos agresivos para conformar un mundo interno con objetos totales capaces de dar y dosificar la ambivalencia amor-odio, y no solo agresión, amenaza, persecución, retaliación.

    La autora mencionada sostiene que hay una etapa del desarrollo temprano en que el sadismo alcanza su punto culminante y que el objeto de éste y del impulso epistemofílico es el cuerpo de la madre y su interior –esta noción de etapa alude a la oscilación entre periodos así como entre la posiciones esquizo-paranoide y la  depresiva, independientemente de la edad cronológica– y que «las fantasías sádicas dirigidas contra el interior del cuerpo materno constituyen la relación primera y básica con el mundo exterior y con la realidad» (Klein 1930, p. 226); en otras palabras, es posible que la violencia con que el asesino trata a su víctima y la saña con que veja, golpea, cercena o quema su cuerpo provenga del sadismo hacia el cuerpo de su madre que no pudo trasladar a la fantasía y mucho menos sublimar a consecuencia de la interacción con un entorno deficiente y/o sádico; quizá el feminicida inconscientemente ve en la mujer-madre no solo un poder materno asfixiante sino una realidad de la que necesita escapar, de la que debe defenderse, a la que debe atacar o aniquilar. La realidad externa del mexicano, representación inconsciente del cuerpo materno, se ha tornado amenazante e incluso cruel y para salvarse tiene que matar a la madre transferida a otras mujeres con las que ha tenido o tiene algún tipo de relación.

    Pese a que la teoría kleiniana se utiliza básicamente en la clínica con niños y patologías graves como la limítrofe o la psicosis, también sirve para entender el funcionamiento mental de adultos neuróticos que podrían llegar a experimentar un quiebre psicótico, bajo condiciones de extrema ansiedad; limítrofes que experimentan el mundo como el útero engolfante del que deben liberarse; psicóticos con un delirio especifico contra las mujeres-madres; o psicópatas criminales (Garrido Genovés, 2004), sujetos con personalidades narcisistas (sobrevaluados) que seducen a mujeres para poder aislarlas (ponerlas presas) de su gente (indefensas), manipularlas de manera sádica y finalmente acabar con ellas por considerarlas inferiores (omnipotente), por lo que se infiere de los casos presentados por Guerrera en #NiUnaMás (2018).

    Más que etiquetar hay que tratar de ver este fenómeno social como el resultado de la interacción psicodinámica de individuos violentados con un entorno que sufre los embates de tendencias globales de las que no puede escapar debido a la posición geopolítica del país, pero de las que se debe vacunar atendiendo su proclividad constitucional a la violencia puesto que el costo social ya está siendo devastador –dado el trauma, el duelo y el rencor de las víctimas hacia el sistema– con el mensaje intrínseco de que los ciudadanos-hijos le «valen madre» al Estado-padre, desencadenando una fase terminal prácticamente irreversible.

    Probablemente este enfoque psicoanalítico no agrade a determinados sectores, sin embargo el fin no es un like sino atreverse a encarar otra perspectiva de análisis de un hecho mal abordado por las autoridades, de un fenómeno con varias aristas que requiere de las diferentes disciplinas de estudio pero sobre todo de no minimizar una realidad compleja como su sociedad, así como del inconsciente de los individuos que la conforman.

    REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS

    Freud, S. (1917). Una dificultad del psicoanálisis. Obras Completas, 17. Buenos Aires: Amorrortu (1994).

    Freud, S. (1920). Más allá del principio de placer. Obras Completas, 18. Buenos Aires: Amorrortu.

    Garrido Genovés, V. (2004). Cara a cara con el psicópata. México: Ariel. 

    Guerrera, F. (2018). #NiUnaMás. México: Aguilar.

    Klein, M. (1930). La importancia de la formación de símbolos en el desarrollo del yo. Obras Completas, 1. Barcelona: Paidós (1990).

    Lévi-Strauss, C. (1987). Antropología estructural. Barcelona: Paidós.

    Zavala, O. (2018). Los cárteles no existen. Narcotráfico y cultura en México. México: Barcelona: Malpaso.

  • En los límites del consultorio.

    Análisis de caso clínico de una paciente con Síndrome de Down

    Clinical Analysis of a patient Down Syndrome

    Bertha A. Jonguitud Moreno

    Lo que necesita una persona con discapacidad para crecer y desarrollarse son referentes de normalidad, por lo tanto necesita lo mismo que cualquier otro bebé

    Montobbio, 1955

    RESUMEN

    Realicé el estudio de un fragmento del tratamiento terapéutico de una paciente con Síndrome de Down. Abordé algunos datos históricos y actuales sobre el diagnóstico y relaté algunas viñetas clínicas. Se propuso como eje teórico el psicoanálisis. El modelo de intervención se derivó desde la interdisciplina en el trabajo de los problemas en el desarrollo.

    Palabras clave: Síndrome Down, psicoanálisis, modelo interdisciplinario, problemas en el desarrollo.

    ABSTRACT

    It’s related a study of a therapeutic treatment of a patient with Down´s syndrome, presenting some historic and actual facts about the diagnosis and I reported some clinical vignettes. Psychoanalysis was proposed as theoretical axis. This model intervention was realized of interdisciplinary for clinical work with development problems.

    We performed the study of a fragment of the therapeutic treatment of a patient with Down Syndrome. I covered some historical and current data on the diagnosis and related some clinical vignettes. Psychoanalysis was proposed as the theoretical axis. The intervention model was derived from interdisciplinary work on development problems.

    Keywords : Down´s syndrome, psychoanalysis, interdisciplinary, development problems.

    Introducción

    Al final del imperio romano, una persona con discapacidad era considerada como un monstruo de la naturaleza. La única opción social que tenía la familia era la de matarles. Siglos después, el niño con discapacidad se consideró como un hijo del pecado al que había que internar en instituciones religiosas. En el siglo XIX, la discapacidad se asoció a la desviación social y se construyeron centros psiquiátricos, en los cuales el paciente con “retraso mental” quedaba aislado y tratado como un loco (Montobbio, 1955).

    En la actualidad la imagen de la persona con discapacidad es la de niño eterno al que se debe proteger y cuidar. En ocasiones se nombran como “niños ángeles” con propósitos divinos o personas con capacidades diferentes. Sin embargo, si en la antigua Grecia los niños discapacitados eran lanzados desde las alturas del monte Taigeto, en nuestra civilización suelen ser también arrojados a un vacío de significancia desde las alturas de la Ciencia (Jerusalinsky, 2005).

    El motivo de este artículo es exponer dentro de un marco recortado, algunos momentos del tratamiento clínico de una paciente con Síndrome de Down y su abordaje desde el psicoanálisis. Cabe aclarar que toda información acerca de los nombres propios y algunas otras particularidades del caso han sido cambiadas por motivos de confidencialidad hacia la paciente y su familia.

    Recibí en mi consultorio a la madre de Cora. Era la primera entrevista. La psicóloga escolar me solicitó estar presente en la entrevista ya que después de un largo proceso de sugerencias por parte de ella, la madre había accedido a llevar a su hija a un espacio de análisis. No fue una derivación sencilla, la psicóloga escolar de alguna manera se colocaba de puente con su presencia para acompañar a esta madre a otro espacio que no era ya la oficina escolar sino mi consultorio. Se trataba de una madre a la que le costaban mucho los cambios.

    Para mí, era algo nuevo, un encuentro distinto ¿dos profesionistas en la entrevista? ¿una escucha de a dos era posible? Estas y muchas preguntas surgieron antes de realizar la entrevista, sin embargo, mi deseo por escuchar a esta madre y a su hija me colocaron en ese sillón con las orejas abiertas dispuesta al encuentro. Inicié la entrevista. Le pregunté a la madre como se encontraba, me dijo que bien, hizo una pausa y continúo:

    M: – Corita tiene Síndrome de Down es muy inteligente, muy bien portada, hace todo lo que le indico, sólo hay varias cosas que me desespera que haga, pero nosotros convivimos bien, casi nunca salimos, vamos a la iglesia todos los fines de semana, pero hay un tema que le digo que deje en paz, es que le gusta un compañerito del salón, está bien si son “noviecillos” de mentiras, nada serio, son compañeritos, yo sé que algún día va a poder tener novio pero ahorita yo creo que no es momento, yo no estoy cerrada a eso, en la escuela me dicen que a veces se ve triste o deprimida, yo a veces creo que sí, también he notado que habla todos los días con un angelito. Que haga eso me da mucha ansiedad, también se pone a vaciar en la sala las cosas que tiene en su mochila y las acomoda en la mesa y luego las guarda una por una, pasa todas la tardes haciendo eso, en la escuela se le dificulta tener amigas, casi no habla con nadie”.

    Durante la entrevista, la psicóloga escolar y yo le señalamos que el espacio de terapia le permitiría a su hija platicar sobre las situaciones que le angustiaban y que obturaban la socialización, su desarrollo escolar y laboral.

    La madre nos escuchaba, se veía seria, debatiéndose si eso era algo que le podía ayudar a su hija o no, sin embargo, el saber que la psicóloga escolar y yo trabajaríamos de cerca, le tranquilizaba, no era sencillo para esta madre arribar a un nuevo espacio.

    ¿Por qué en este caso iniciamos dos profesionistas la entrevista? Nos servimos de una práctica interdisciplinar como medio para poner en juego diferentes tipos de intervención, que consigan entretejer en este caso los detalles y sus dificultades, las limitaciones de su cuerpo y la disposición de su deseo para hallar la manera en que los conceptos de las diferentes disciplinas se coloquen al servicio de un sujeto que aun siendo portador de un síndrome demanda ser persona (Jerusalinsky, 1994). Difícilmente la madre de Cora hubiera buscado un espacio de análisis para su hija. A esta madre había que acompañarla muy de cerca y la presencia Real de la Psicóloga escolar al menos durante la primera entrevista fue necesaria.

    Después de haber hablado con la madre recibí a Cora yo sola. Entró de inmediato a mi consultorio. Desde la sala de espera, las indicaciones de la madre la acompañaron “dile las cosas a la licenciada, ve al grano, no te pongas frente al clima porque andas enferma, licenciada le encargo que no le dé el clima porque trae tos”.

    Cora entró al consultorio, caminaba muy lento. Se sentó en el sillón y comentó:

    C: – ¿Quisiera saber qué puedo hacer yo como mujer? Tengo varia información que darle. Inició la primera sesión. Pasó toda la hora hablándome sobre la difícil relación con sus compañeros de clase, el chico que le gustaba y no le hacía caso, el angelito y bruja que le hablaban. No sabía porque le ocurrían estas cosas y eso la angustiaba muchísimo.

    Las sesiones posteriores me hablo sobre su vida cotidiana. Transcurría de la misma manera. Al despertarse por las mañanas la madre le preparaba todo; el desayuno, el baño, la ropa, en ocasiones comía diariamente lo mismo porque la madre la tenía en un régimen nutricional, tenía que ser todo lo mismo, sin variaciones.

    Los actos de la madre no armonizaban con el discurso de la hija. Le compraba bolsitas y plumas de princesa mientras en las sesiones Cora hablaba sobre los besos que se daban sus compañeros en el salón de clases y lo mal que le caían las chicas que tenían novio. Su madre creía que el tema del noviazgo estaba demasiado lejos y Cora lo añoraba en silencio.

    Algunos padres, menciona Jerusalinsky, mantienen al hijo en demorada regestación, literalmente hasta que no caben más en sus brazos, en repetidas ocasiones continúan llamando chiquitos a los adultos con alguna deficiencia, expresando su retención del hijo en un lugar protegido; el de la infancia (Jerusalinsky, 2005).

    La madre de Cora mantenía bajo estos términos el vínculo con la hija y entonces, ¿cómo ser mujer ante esta madre que infantiliza todo el tiempo?

    Cora no usaba celular, computadora, ni hablaba por teléfono con nadie. Cuando la invitaban a salir los compañeros de la escuela no acudía, la madre no la alentaba a salir y tampoco ella lo pedía. Los fines de semana cumplían con ir a la iglesia en donde era monaguilla, ya que la madre le había dicho que era un angelito de Dios y tenía que servirle.

    La vida de Cora estaba pegada a la de la madre. Siguiendo a Jerusalinsky “aquella vida pesada del adulto niño que siempre lleva a otro en sus espaldas” (Jerusalinsky, 1994).Cora cargaba a todos lados una bolsa donde llevaba una carta con palabras de la madre, un rosario y un libro de dios, bajo ninguna circunstancia se separaba de ella.

    Cora tiene 37 años. Llegó a una familia que no esperaba a un hijo con Síndrome de Down, era la hija mayor de dos mujeres. Tras varios años de noviazgo de sus padres decidieron tener un hijo. Ambos padres lo esperaban con ilusión, aunque la madre resaltaba la gran diferencia del padre y ella, un hombre que se había emocionado por saber que tendría un hijo pero poco tiempo después la madre lo percibía “distante”.

    Nacer tras él o los “diagnósticos” a veces lleva a los padres a ser clientes frecuentes de los médicos y éstos al enunciar algún diagnóstico terminan por ponerles una lápida a los niños junto con sus padres. Y es que si un médico le dice a los padres desde su lugar de “saber” que “su hijo sólo será capaz de hacer esto y no lo otro, o su hijo jamás aprenderá a leer ni a escribir o yo no le doy mucho tiempo de vida” ¿cómo quedan los padres después de escuchar esto? En ocasiones no sólo quedan devastados sino que dejan de mirar ahí a su hijo y comienzan a ver sólo el diagnóstico.

    Señala Esperanza Pérez de Plá que no se pueden sustituir los sentimientos que le surgen a cada madre o padre ante el nacimiento del hijo por un montón de recetas sacadas de los

    libros, ya que sobre el deseo materno/paterno también influyen la ruptura y la depresión que produce la discapacidad, pero eso puede ser superado (Pérez, 2016).

    Recibir a esta hija no resultó sencillo, la madre escondía un dolor profundo y se sentía incomprendida. Cada que tenía oportunidad enunciaba que nadie puede entender a los padres que tienen hijos con alguna discapacidad, salvo otro padre con un hijo “así”. Se sentía muy sola. La mayor parte del tiempo estaba angustiada y nerviosa, le gustaba acudir a rezar los fines de semana a la iglesia y pasar tiempo en silencio con Dios, el santísimo y su hija. Durante todos estos años se dedicó a cuidar la vida de su hija, no realizaba ninguna otra actividad a excepción de sus propias consultas médicas y las de su esposo. Era una madre a la que le se le dificultaba cualquier cambio, le gustaba tener todo planeado en cuanto al tiempo, a los días, a los traslados. Lo improvisado o inesperado le generaba mucha angustia. La madre de Cora aplicaba la ley del nada cambia (Aulagnier, 2014). Infantilizaba a su hija apoyándose en su saber absoluto de madre: “yo soy la única que sé qué quiere, yo sé que necesita”, esta madre “sabía” los pensamientos de la hija.

    El padre, un hombre mayor, profesionista, trabajó durante muchos años hasta que sufrió una embolia que le impidió caminar. Pasaba la mayor parte del tiempo en casa en una silla de ruedas y se hacía acompañar por su computadora durante las tardes. Se encontraba en tratamientos médicos que lo llevaban a acudir frecuentemente a consultas y su esposa lo llevaba ya que él no podía manejar. En muy pocas ocasiones acudía a los eventos escolares de su hija. Realizaba pocas salidas. Le gustaba llegar a sus consultas 30 minutos antes, presionaba a su esposa para que lo llevara con tiempo. Se pasaba largas horas frente al televisor y en ocasiones le decía a Cora que le ayudara acercándole algunos objetos que él necesitaba. Cora lo llamaba “el campeón”.

    La hermana menor se había mudado a otro país para estudiar la universidad y mantenía muy poca comunicación con la familia, particularmente con su hermana. Se le dificultaba acercarse. En repetidas ocasiones le decía a la madre que le aburría hablar con Cora porque no le platicaba nada nuevo, “siempre me cuenta lo mismo, repite y repite lo mismo”.

    Desde el nacimiento Cora había presentado algunas complicaciones médicas. Las convulsiones la llevaron en aquel tiempo a internamientos en el hospital, fueron tiempos

    difíciles para los padres; el cuerpo de la hija era nombrado por la trisomía veintiuno por parte de los médicos, anunciado con aquella frialdad que desprende las ilusiones.

    El contraste entre el hijo esperado y el que acaba de nacer no es sencillo de asimilar. Si bien, en ningún caso resulta el hijo idealizado. Sin embargo, donde no hay un problema en el desarrollo los padres se reconcilian con la imagen que el bebé les devuelve y con la que se pueden identificar. Pero cuando ese bebé tiene un problema en el cuerpo, los padres ya no saben qué hacer con ese que sí, tiene dificultades constitucionales, pero a su vez tiene resonancias todavía más extrañas en el factor materno (Jerusalinsky, 2005).

    La relación de Cora y su madre sostiene un trasfondo de muerte negada que es disfrazado de amor sublime, la madre en las entrevistas decía: “nos amamos demasiado que dormimos juntas”. Cora no puede despegarse de la madre ni ésta de su hija. Cora no lograba tener pensamientos propios, no había lugar para el secreto. Sentía que su madre podía saber lo que ella pensaba incluso antes de decirlo.

    C: “Mi mamá me dice que ella tiene que ser mi única mejor amiga y yo no puedo

    contradecirla, ella sabe todo sobre mi”.

    La madre hecha para dar la vida puede sentirse dueña de la muerte del propio hijo que le hace imposible toda proyección humana (Mannoni, 1987). Tanto Cora como su madre hablaban del padre como el hombre pegado al sillón. Sólo miraba la televisión y su computadora.

    C: ¿Mi papá? Él opina lo que mi mamá diga, siempre es lo que mi mamá dice.

    ¿Qué había ocurrido con la función de este padre? Cuando el bebé nace, pasado algún tiempo, busca y encuentra las razones de la existencia del padre en el ámbito de la madre. Ese “otro” lugar deseado por la madre es el que representa el padre en escena y es ese deseo el que le confiere su poder. En un segundo momento el padre ocupa el lugar de quien tiene derecho a decretar lo que el hijo puede ofrecer a la madre como placer y lo que le está prohibido proponer debido a que el padre desea a la madre y se presenta como el agente de su goce (Aulagnier, 2014).

    Cora no fue expulsada de la cama de los padres, desde el nacimiento fue el lugar que la pareja parental proporcionó. La madre no puede admitir sin gran dificultad la intrusión de un tercero, es preciso que el niño escape a la ley del padre, es la madre sola quien le asigna un lugar.

    Cora tiene los mandatos de su madre enquistados: “no vale la pena tener novio”, “jamás vas a casarte, los hombres generan muchos problemas”, en otras palabras, no seas mujer, no crezcas. La madre proseguía una gestación eterna, dejando a esta hija que no podía liberarse de ella por agresividad, en un estado adinámico, como menciona Mannoni “el pájaro empollando el huevo que jamás podrá abrirse” (Mannoni, 1987).

    Durante el análisis Cora presentó episodios de una verdadera angustia. La perseguía una mujer demonio que siempre la estaba viendo, se le aparecía, sabía sus pensamientos. En ocasiones no podía dormir por el temor a que la mujer demonio se la comiera. Las proyecciones de Cora mostraban aquello que había quedado sin tramitar, esta relación materna que engendraba algo viscoso y en donde no había entrada de un tercero. La posibilidad que tiene el niño de ser contenido, refiere Bion, está por una parte vinculada a la capacidad de la madre de actuar como contenedor del hijo y sus sensaciones, y por otra está en relación con las características de este hijo.

    El niño bien recibido interioriza buenas y repetidas experiencias de su relación con la madre, esa capacidad estructurante que da la madre de contener. Pero en el momento en el que el niño encuentra el lado sufriente de la madre y es acogido de forma incompleta, proyecta hacia adentro las partes destructivas de la relación. Para Cora en su casa no sólo aparecía la mujer demonio que quería hacerle daño, sino que pensaba que vivía muy cerca de ella. Una parte de su mundo era vivido persecutoriamente, asumiendo los colores de su mundo interior, aquellos cuerpos extraños no digeridos e irrealizables que aparecían cargados de miedo.

    En el análisis no se trataba de suprimir el delirio, sino de ir encontrando la manera de dejar un registro, algo del orden simbólico. A la madre le resultaba complicado entender por qué la hija tenía estos pensamientos y sus demandas giraban en torno a que yo le desapareciera esos pensamientos: “Quiero que se los quite, que se le borren de la cabeza, que ella entienda que eso que está diciendo no existe”.

    En una sesión Cora le escribió una carta a la bruja diciendo: “No me molestes y déjame en paz, ya no vivo en monterrey, me mudé”. Carta que quiso guardar en su bolsa para que la acompañara siempre.

    A Cora se le dificultaba encontrarse con sus propias agresiones y enojos porque no eran permitidos, le resultaba ajeno enojarse, sentir celos, ponerse furiosa. Conforme fuimos hablando sobre ello, iba devolviéndole a Cora palabras, significantes que pudieran darle un sentido a lo que le ocurría y a los que pudiera conocer como propios. En una sesión comentó:

    C: Nunca había pensado que yo podía estar celosa o enojada con L porque ella quiere ser novia de ese chico que a mí me gusta.

    Durante las sesiones me iba hablando sobre su relación con Dios y la iglesia.

    C: En la iglesia siempre dicen que uno debe ser bueno y no enojarse con los padres ni desobedecerlos pero a mí, me sudan las manos cada que me siento así, pero es que, mi mamá está siempre encima, me harta, a veces debo hablar despacio aquí contigo porque no quiero que ella escuche, me molesta que no me deje en paz.

    Cora en verdad estaba enojada y no dé a mentiritas, empezaba a pedirle a la madre que la llevara a alguna plaza comercial con compañeros de la escuela, la madre en algunas ocasiones accedía, pero en otras no, se le complicaba poder despegarse de su hija.

    Jerusalinsky subraya la importancia de la capacidad de las personas que rodean al paciente de escuchar su risa como risa, su enojo como enojo, su dolor como dolor, darle importancia a lo que tiene que decir (Jerusalinsky, 1994).

    Durante el análisis ella iba construyendo un decir sobre sí misma, su origen, sus pensamientos; es decir iba historizándose.

    C: Yo soy especial pero no nací especial, yo nací normal, a mí me dio una fiebre muy fuerte de bebé y eso me hizo especial, yo fui fuerte porque pude sobrevivir a eso.

    Habilitar un dispositivo en donde Cora pudiera apropiarse de su voz, generar un vínculo de confianza que le permitiera nombrarse y la posibilidad de tener un proyecto de vida eran caminos que en el análisis transitábamos. Sin embargo, las enormes resistencias maternas, las trasgresiones de la madre al encuadre, el periodo de vacaciones, eran elementos en los que había que detenerse, hacer un corte para la producción de lo diferente.

    Intervenciones fuera del consultorio

    Se acercaba la época de las vacaciones escolares, en la cual, la vida de Cora trascurría en un gran aislamiento y silencio, el repliegue con la madre se acentuaba, las salidas que empezaban a extenderse con los compañeros de clase eran limitadas, sólo se acudía a la Iglesia para rezar en silencio. Cora quedaba pegoteada ante el deseo materno, que, a su vez, arrojaba al padre real en su función (el que no puede “moverse” porque está pegado a la silla de ruedas). Durante estos periodos, la madre prefería que la hija no saliera de casa porque no consideraba que fuera importante.

    Cora no tenía con quien hablar, sus pláticas se volcaban hacia un objeto en forma de angelito, con éste platicaba la mayor parte del tiempo y también la madre se lo prohibía. No quería llevar a su hija al análisis en los periodos vacacionales porque le costaba “moverse” al consultorio. Cora no se trasladaba sola a ningún lado.

    Tuve una ocurrencia. Le propuse a Cora vernos algunas sesiones fuera del consultorio durante las vacaciones siempre y cuando ella lo quisiera. Ella me respondió que creía era una buena idea, pero primero tendría que aprobarlo su madre ya que no podía contradecirla ni traicionarla. El mandato de obediencia hacia la madre le provocaba una angustia terrible.

    Cora desea lo que la madre desea. Sin embargo, me pidió que entre ambas habláramos con la madre acerca de estos planes. La madre estuvo de acuerdo. El encuentro sería en su domicilio. Las sesiones posteriores fueron de suma importancia para el tratamiento de Cora.

    La familia me recibió en su hogar cálidamente, la madre me presentó de inmediato al padre con el que tuve una charla breve mientras ella terminaba de maquillar y peinar a su hija. Se le ocurrió que en ese tiempo que Cora no estuviera podía ir de compras. Se sentía rara, pero a la vez emocionada al poder darse un tiempo para ella. El padre me comentó que le parecía muy buena idea que su hija conociera algunos lugares y que se “distrajera”. Ambos padres confiaron en que la hija podría estar bien sin la madre y a su vez la transferencia hacía el análisis se habitaba de afecto y confianza.

    En la primera salida Cora decidió ir a comer. Eligió un restaurante que estaba de camino sin saber qué tipo de comida vendían y parecía no preocuparle. Durante la comida decidió lo que comería sin dificultad, mencionaba que nunca había probado ese tipo de alimento pero que parecía gustoso. Cuando el mesero se acercaba a nosotras parecía que Cora no existiese, ya que el mesero me preguntaba las cosas a mí para que respondiera por las dos, sin embargo, ante cada pregunta del mesero yo introducía a Cora preguntándole que era lo que ella quería elegir, enseguida el mesero tuvo a bien hacer lo mismo. Cora era escuchada por otros. Durante la comida quiso comentarme algunas cosas:

    C: Quiero decirle que yo me aburro en la casa, mi mamá esta encima siempre, me fastidia que no me deje comer lo que yo quiero, como ella siempre come puras cosas sin grasa yo también tengo que hacerlo, pero ella me ama y quiere lo mejor para mí.

    Cora hablaba con propia voz y aunque tenía temor hacia el regaño de la madre por lo que había pedido para comer, eso no le había impedido probar nuevos alimentos. Durante las salidas que tuvimos el discurso de ella hacía alusión a lo que le gustaba y no le gustaba, no se le dificultaba pedir en las plazas comerciales lo que quería comer y disfrutábamos caminar y charlar, en el trascurso en el automóvil le gustaba ir platicando sobre las situaciones que le preocupaban en la escuela y de las cuales ella formaba parte, ya no eran sólo los otros los que hacían o decían cosas sino ahora también ella misma podía hacer referencia a las ocasiones en que se enojaba con algún compañero o cuando ella misma no

    les hablaba en el salón de clases, empezaba a describir cómo le gustaría físicamente un novio.

    El deseo de Cora iba dibujándose, como señala Esteban Levin: “si un niño por la discapacidad que porta y por la posición simbólica que ocupa está siempre en un mismo lugar frente a esa realidad inamovible, frente a lo imposible de modificar, ya no podrá más que reproducir siempre lo mismo. Justamente para producir un nuevo sentido, una diferencia, una alteridad, algo tendrá que no estar en su lugar” (Levin, 2003).

    No sólo estábamos fuera del consultorio, sino que construíamos un espacio de confianza para que Cora se animara a dar ese paso, que iba desde su solitario mundo a la realidad subjetiva y compartida. Mi presencia fuera del consultorio servía como puente transicional que apuntaba hacia la posibilidad de crecer, entre su mundo interno y externo, colocándome en su vida como aquel acompañante lúdico al que puede usar para sostenerse en sus pasos (que no eran los primeros) hacia la individuación.

    Desde ese lugar había sido pensada la intervención terapéutica, no era con objetivos determinados ni planeados , pero sí con la apertura de dar lugar a aquello que sólo se produce en el encuentro, esa presencia que permitiera lograr ese puente que va del uno al dos y de ahí al tres y a la continuidad de la serie de significantes, una intervención apuntada a sostener y organizar esa cotidianeidad en el sujeto para no abandonar sus lazos sociales construidos, los cuales no habían iniciado en la infancia, sino hasta ingresar a la escuela en la que actualmente estaba, en la que los semblantes ofrecidos por los otros, le permitían pertenecer a un espacio social.

    No fue una intervención pensada desde el inicio del tratamiento. El recorrer del análisis me fue colocando en ese lugar que permitía aquella experiencia intersubjetiva, un devenir en movimiento y en interacción con otro. Citaré a un autor: “Al acompañar se crea en el vínculo con el paciente, un espacio transicional; un espacio entre la desolación y la esperanza, la desconexión y la pertenencia, el silencio estratégico y la palabra orientadora. Transicional porque funda un espacio temporal entre lo que hubo y lo por venir, donde un futuro puede ser concebido como posible” (Kuras, 1985).

    Al ponernos de acuerdo sobre el siguiente encuentro, la madre me hizo un pedido: quería comprarle ropa a su hija que no estuviera “infantil” y deseaba que yo pudiera ayudar a su hija a escoger algunas prendas. Por primera vez la escuche decir que ya no quería escogerle la ropa a su hija y que además no sabía qué ropa necesitaba puesto que ya no le podía seguir comprando de princesas. Cora pudo decirle a la madre: “¡No más! Ya no te metas al probador conmigo”. Así que desde afuera la madre y yo contemplábamos cómo la hija iba escogiendo la ropa que quería y salía muy contenta a mostrárnosla. Este encuentro fue muy importante porque a partir de ahí Cora pudo pasar de las princesas a los colores de su elección, de tener a la madre en el probador con ella a la madre en el sillón esperándola, de la certeza de la madre a la duda y a la pregunta: ¿qué quiere mi hija?

    La sexualidad y el cuerpo

    La sexuación se diferencia de la sexualidad en el hecho de que la sexuación no es un fenómeno sino una operación. La sexuación consiste en el procedimiento inconsciente del que se valen los padres y la cultura para situar al niño en cierta posición psíquica sexual (Jerusalinsky, 2005).

    Es importante distinguir la sexualidad de la sexuación y diferenciar las cuestiones anatómico-funcionales de la inscripción que produce en el sujeto su identificación sexual. La posición desde la que va a ejercer su modo de gozar en el mundo cultural al que pertenece, ya que no es algo heredado genéticamente, sino que es algo transmitido inconscientemente, es decir algo que se inscribe en el sujeto.

    El pequeñito que acaba de nacer no sabe cómo gozar, alguien tiene que venir a decírselo, y es la madre quien le presenta el mundo. Como señala Piera Aulagnier: “en el momento en que la boca encuentra el pecho, encuentra y traga un primer sorbo del mundo” (Aulagnier, 2014). Si un niño no es pensado por sus padres como capaz de gozar en el campo de lo simbólico, queda librado a su naturaleza, siendo que su naturaleza nada le dice, ya que no hay ningún saber natural acerca de cómo gozar. ¿Cómo era pensada esta hija en cuanto a la sexualidad? La madre le decía que tenía que usar ropa interior muy apretada porque nadie debía tocarla, incluso ni ella misma.

    Marcel Mauss indica que los ritos sociales son extremadamente importantes, porque son los que ofrecen garantía a los sujetos que componen un grupo, ya que nos enseñan qué actos tendrán culturalmente una significación social. Los rituales sociales permiten gobernar, establecer, anticipar y administrar la distancia entre las personas, una distancia en el campo de las significaciones (Mauss, 1905).

    La relación sexual es algo complicado para los seres humanos. Es necesario un conjunto de significados en los que se amase la posibilidad de la relación sexual y esta posibilidad se conjunta desde antes que el bebé nazca. Esta masa de palabras que aproxima y distancia, que puede abrir vías en la relación sexual o puede cerrarlas, se va inscribiendo en una red que captura ya al bebé. Y entonces, ¿qué ocurre cuando un niño que recibe un diagnóstico de discapacidad desde muy temprano, ni es concebido, ni se le habla como si él no fuese a transformarse con el tiempo en alguien capaz de ejercer a pleno su sexualidad?

    Su diferencia no estará inscripta en la diferencia sexual, el síntoma que él padecerá será entonces de anulación de su posición sexual. Es ahí donde los padres de este pequeño niño discapacitado no lo conciben capaz de gozar y de llegar a constituir una posición sexual plena, lo eximen de los ritos sociales relativos a la distancia entre los cuerpos simbolizada por el lenguaje.

    La madre de Cora durante todos estos años le había prohibido a la hija el placer de tocarse. Desde pequeña le colocó unos guantes para que cuando se bañara y tallara “sus partes” no fuera a “ensuciarse”. No había espacio para lo privado, para lo íntimo.

    Nos volvimos a encontrar en el consultorio, Cora acudía contenta después del periodo vacacional, relató que participó un poco más en algunas tareas domésticas y estaba entusiasmada porque su hermana le había mandado un celular que ya había empezado a usar para hablar por WhatsApp con algunos compañeros de la escuela. Surgían nuevas preguntas. El tema de la sexualidad era un agujero para Cora, relataba el temor que sentía de que alguien pudiera tocarla porque la madre siempre le repetía que nadie debía hacerlo.

    C: Nadie debe tocarme “aquí” (abriendo las piernas y señalándose la vagina).

    A: ¿A qué te refieres con “aquí”?

    C: Aquí, en la orina. Recuerdo que en una vez hace tiempo tenía un uniforme que era de falda y estábamos en el salón, un compañero pasó a lado de mí y me levanto la falda y se fue corriendo.

    A: ¿Cómo te sentiste?

    C: Muy mal porque había sufrido abuso sexual, porque me levantó la falda.

    A: ¿Qué es abuso sexual para ti?

    C: Que te levanten la falda y te toquen la pierna.

    Jerusalinsky señala que los genitales en un bebé con algún problema en el desarrollo suelen ser ignorados o silenciados en su significación. (Jerusalinsky, 2005). Ante el vacío del significante vagina, aparecía el de orina. Este significante orina además era ligado al afecto de culpa. Era culposo hablar de la vagina y mucho menos pensar que alguien pudiera tocarla. La madre de Cora le había trasmitido a la hija que debía tener temor siempre ante los hombres, principalmente a los desconocidos, porque había la posibilidad de que ese hombre quisiera abusar de ella. Cora se sentía enojada cuando alguna compañera de su escuela decía tener novio, les dejaba de hablar, se enfurecía que se tomaran de la mano en la escuela. Cora desea tener un novio.

    En una entrevista con la madre relató cómo desde la adolescencia el tema de los hombres y los tocamientos la había acompañado. Cuando tenía que trasladarse en trasporte público en algunas ocasiones algunos hombres recargaban su cuerpo al de ella y no sabía qué hacer. Recordaba haberse quedado paralizada y sin decírselo a nadie, no podía preguntarles a sus propios padres sobre estos temas porque no se podía hablar con ellos. Señalaba: “Imagínese si yo no pude decir nada y me quedé callada tantos años, tan boba y bruta, ahora Cora menos va a poder defenderse si llegara a salir sola”.

    Como menciona Jerusalinsky, los aspectos más perturbadores para la familia están constituidos por asustadoras imágenes con respecto al futuro de este niño, se observa la presencia de temores de perversión sexual del hijo deficiente mental durante la adolescencia, atribuyéndole una naturaleza particularmente impulsiva, una incapacidad de control o una ingenuidad que lo transformará en fácil víctima de inescrupulosos aprovechadores (Jerusalinsky, 1994). Los padres se preguntan acerca de la maduración sexual, con la secreta, pero apreciable esperanza de que ésta pudiese no ocurrir a causa de las alteraciones biológicas que su hijo padece.

    El mandato de la madre hacia su hija era: está prohibido el placer. Una vida sin placer es una vida sin deseo. Las promesas de una futura realización sexual quedan suprimidas ante esta hija en la cual la madre no encontró aquel intercambio gozoso que se produce en el nacimiento, tal vez por la sensación que produce el recién llegado no coincidente con el hijo esperado. Sin embargo, el placer es el movilizador de gran parte de nuestro actuar, como bien señala Jerusalinsky, el sujeto con algún problema en el desarrollo no puede quedar totalmente excluido a priori de este proceso, a menos que se pretenda dejarlo excluido a la condición de persona y de toda circulación social (Jerusalinsky, 2005).

    Cora presentaba periodos donde el delirio se incrementaba, relataba que ella había tenido relaciones sexuales con un artista con el que además había tenido un hijo. Sin embargo, había otros momentos en donde el interés por los jóvenes de su salón, el deseo de que le dieran un beso y la posibilidad de tener un novio podían nombrarse. Su interés por continuar estudiando se hacía presente. El delirio iba cambiando de personajes, en ocasiones eran artistas de la televisión, en ocasiones mujeres demoniacas, pero todas con un mismo fin: querían echarle a perder los deseos que ella tenía. Principalmente; tener un empleo, un novio y un hijo.

     

    Conclusiones

    La autonomía para Cora no ha sido un asunto sencillo. La alimentación, el baño y el vestuario se han ido transformando en actividades propias-privadas, sin embargo, en algunas aún aparece la presencia materna.

    Asomarse fuera del límite protector del hogar ha sido complicado. La simbiosis que mantienen madre e hija es muy fuerte. Las intervenciones que he realizado intentando hacer algunos cortes han sido pensadas quirúrgicamente puesto que ante la angustia de la madre el repliegue en ocasiones se ha incrementado con manifestaciones en el delirio de Cora. Lo que Cora siente es lo que dice su mamá.

    Retomando a Piera Aulagnier, lo que es deseado para la madre es la no modificación de lo actual, esta madre que siempre se ha “sacrificado por su hija” mientras que el devenir de esta hija señalaba sin lograrse hacerse oír el abuso de poder. Lo que la madre no querría perder es el lugar que nadie puede acordar, el de aquel que da vida, que posee los objetos de la necesidad y que cuenta con todo aquello que para el otro constituye una fuente de placer, de tranquilidad y alegría (Aulagnier, 2014).

    Sin embargo, Cora ha ido manifestando algunos cambios. Ahora se interesa por algunos paseos escolares, reuniones con compañeros de la escuela, ha iniciado el uso del celular y del correo electrónico y empezó con prácticas profesionales en una empresa.

    Por momentos le puede decir a la madre que no está de acuerdo en algunas cosas y le ha hecho saber que de “algunas cosas no quiere hablar con ella” situación que a su madre le genera mucha angustia.

    A medida que va dando pasos hacia la vida adulta la madre se siente perdida y con mucha resistencia al tratamiento. El futuro le es angustiante. Las preguntas sobre lo que sí podrá o no lograr su hija la acompañan. Comenta: “¿por qué tendría que soltar a mi hija en este mundo tan malvado?”.

    El trabajo con los padres es de suma importancia en el tratamiento de los jóvenes, no sólo con los que tienen alguna discapacidad. Pensar junto con ellos a su hijo les permite sentirse acompañados en los momentos de duelo que van atravesando al irse encontrando con aquel hijo añorado que no nació, para dar nacimiento a este otro hijo.

    Se abre un camino con alternativas que van dando paso a la subjetivación de ese hijo que estaba enterrado bajo el diagnostico. Sin embargo, no es un recorrido sencillo. No siempre la pareja parental está dispuesta a pensar al hijo, como en el caso de esta paciente. El padre se mantenía al margen de la hija y la madre a su vez lo mantenía fuera.

    El trabajo de un equipo interdisciplinario le ha brindado a la paciente la posibilidad de desplegar una serie de encuentros significativos que han venido abonando a su vida experiencias. Cora ha ido creciendo. Crecer duele. Ha sido un tratamiento de aproximadamente dos años que nos ha permitido algunas inscripciones, cortes, experiencias y una transferencia que le permite encontrar su propia voz sin ser aplastada por el Otro.

    Tanto maestros, psicóloga escolar, acompañamiento laboral, directora de la escuela y yo, vamos acompañando a esta madre y a Cora en su camino hacia la individuación. Cora me ha enseñado mucho y el trabajo que realizamos juntas me ha permitido plantearme la clínica desde mis propias limitaciones y las del psicoanálisis.

    Pensar en la clínica psicoanalítica de los problemas del desarrollo es pensar en una clínica viva y en construcción, en donde las interpretaciones de diván en ocasiones quedan a la distancia. Se transita en otros terrenos.

    No es con una actitud sólo observadora o en silencio como los analistas nos enfrentamos diariamente a nuestro quehacer; la neutralidad es para no inmiscuirse en los destinos del sujeto, para no juzgar ni imputar, pero no es neutralidad para permanecer pasivos ante las acechanzas de muerte o aniquilación que vive el sujeto (Bleichmar, 2010).

    Bibliografía

    Aulagnier, P. (2014). La violencia de la interpretación.

    Bleichmar, S. (2010). Psicoanálisis extramuros. Buenos Aires: Entreideas.

    Jerusalinsky, A. (1994). Lo posible y lo imposible en la cura del Sindrome de Down. Escritos de la infancia 3, 3-7.

    Jerusalinsky, A. (2005). Psicoanálisis en problemas del desarrollo infantil. Buenos Aires: Nueva Vision.

    Kuras, S. (1985). ACOMPAÑANTES TERAPEUTICOS Y PACIENTES PSICOTICOS. Manual introductorio

    a una estrategia clínica. Buenos Aires: Trieb.

    Levin, E. (2003). Student and Instructor Beliefs and Attitudes about Target Language Use, First Language Use, and Anxiety: Report of a Questionnaire Study. The Modern Journal , 343- 364.

    Mannoni, M. (1987). Un saber que no se sabe. Barcelona: GEDISA. Mauss, M. (1905). Sociologia y Antropologia . Madrid: TECNOS.

    Montobbio, E. (1955). El Viaje del Sr. Down al mundo de los adultos. Barcelona: Mason. Pérez, E. (2016). Intervención en la clinica con bebés. Monterrey.

    [1] Egresada de la Maestría en Clínica Psicoanalítica, Licenciada en Psicología por la Universidad Autónoma de Nuevo León. Colaboradora del equipo interdisciplinario en problemas en el desarrollo en Monterrey. Colaboradora del grupo de formación de Acompañantes terapéuticos de Monterrey. Trabaja como terapeuta en su consulta privada. Correo de contacto bertha_jm@hotmail.com

  • Editorial #24

    Nuevos horizontes

    JULIO ORTEGA B.

    Las esperadas elecciones presidenciales en México en 2018, ocurrieron con un resultado lógico pero no del todo previsto por muchos. El electorado harto de más de 70 años de prianismo decidió por una tercera opción que es la del partido MORENA fundado por López Obrador a partir de su escisión del PRD; en parte por convicción, también como una forma de protesta frente a la corrupción, el crimen y la falta de otro proyecto político convincente. Con el 50 % de los votos y protagonizando una elección sin ninguna duda, Andrés Manuel López Obrador llegó al poder de una forma espectacular, arrasando a sus competidores.

    La antes oposición está ahora en el poder y parece que no acaba de asimilar el hecho, aún falta que acaben de tomar piso y se acomoden en sus sillas para empezar a gobernar, es una función que se hace no sólo con conocimientos sino con experiencia, y muchos de ellos no la tienen lógicamente.

    Los problemas iniciaron desde el principio con la clausura de la construcción del aeropuerto, en base a una consulta popular y no en función de estudios técnicos de especialistas. De cualquier manera AMLO ya había anunciado durante su campaña que cancelaría la construcción del aeropuerto y precisamente es lo que hizo, demostrando que tiene las agallas para cumplir un cometido. Muchos lamentaron las pérdidas por la no construcción, pero también se acaba de descubrir un presunto desvío por más de 17 mil millones de pesos, que parece involucrar al director de obra y al director administrativo, lo que verifica la deshonestidad y mala ejecución del proyecto.

    Se trata de un aeropuerto que nunca debió empezar a edificarse en el lago de Texcoco por razones ecológicas que hoy aparecen como altamente preocupantes, pues el hundimiento del terreno lo que ha sacado a luz es irresponsables fallos técnicos que derivaron en un drenado insensato que ha ocasionado daño al subsuelo de Texcoco y que si no es paliado dará como resultado consecuencias verdaderamente nefastas en un próximo temblor. El daño está hecho por los dos lados, no había forma de elegir una buena alternativa, la decisión política igual ya había sido tomada demostrando el poder de este mandatario que es sin igual al que otros han tenido en muchos años. Su figura levanta un fervor casi religioso entre algunos de sus seguidores, eso no es precisamente una seña a su favor.

    El día después de las elecciones fue un día festivo para los electores cómo no se había visto en más de 60 años. El entusiasmo era similar al de la expropiación petrolera, sin que el motivo fuese quizá equivalente. En 1938 se trataba del apoyo del pueblo a un acto del presidente Cárdenas que nacionalizaba el petróleo. Hoy en 2018 es el júbilo por la posibilidad de la promesa. El problema es que AMLO ha prometido en los 18 años que lleva de campaña muchas cosas, y seguramente no podrá cumplir todas.

    Su decisión del establecimiento de la Guardia Nacional apoyándose en el ejército, es una medida fuerte y que no podemos aún establecer sus alcances. Quizá lo mejor en este corrupto país sea apoyarse en una organización como el Ejército o la marina, pero también es cierto que estas estructuras han sido corrompidas en momentos claves del combate al narcotráfico. Incluso los Zetas han surgido de organizaciones militares y precisamente esa disciplina las ha hecho crecer y fortalecerse en contra del Estado. Así que queda por preguntarse si un ejército renovado pueda establecerse como un enemigo que pueda acabar con lo que parece ahora un mal endémico difícil de combatir.

    Un soldado no está hoy, capacitado para imponer el orden en la ciudadanía, orientar y conducirse educada, civilmente, su especialidad es seguir órdenes sin chistar, defenderse y matar, no es una crítica es simplemente una descripción. Hace poco, en Querétaro, vi en EL Lobby de un cine dentro de un centro comercial irrumpir una docena de soldados armados hasta los dientes, con chalecos blindados, botas, cascos y armas de alto poder. No decían nada a nadie, parecían buscar algún sujeto, pero su aspecto era verdaderamente escalofriante. ¿Qué habría pasado si encuentran a su presa? ¿Habrían abierto fuego sin más? ¿Les habrían importado los transeúntes y niños en medio? Los ciudadanos transitaban comprando helados y palomitas, jugando juegos electrónicos, parecía no importarles nada de lo que estaba sucediendo, lo cual a mí me parece más grave todavía. Nos hemos acostumbrado al horror al punto de considerarlo común y corriente.

    Nuestro presidente hiperactivo tiene una serie de rasgos particulares que levantan tantas críticas como simpatías. Su conferencia de prensa mañanera de todos los días, su falta de escolta formal, su descuido para dejar que la gente se le acerque, sus proyectos educativos que proponen universidad para todos los jóvenes, su autobaja de salario aplicable a la mayor parte de los funcionarios, la amnistía a delincuentes arrepentidos, su promesa de liberar a los presos políticos, la viable liberación del delito de posesión y hasta cultivo de marihuana, la legalización del aborto, una posible la reactivación del sistema ferroviario, son motivos para congeniar con él de principio, pero hay que recordar que el dicho dice que de buenas intenciones está empedrado el camino al infierno.

    También está su promesa de someter a la mitad su mandato a un plebiscito, que hacen dudar a muchos que pueda llegar al final del sexenio, lo que pondría en crisis al país inútilmente. Es una promesa que estaba de más, y que sólo manifiesta una confianza en el pueblo y en la democracia que raya en populismo.

    Antes que el narcotráfico, decidió atacar a los huachicoleros, demostrando que el robo de combustible que se realizaba era desde arriba cobijado por los mismos funcionarios, con un monto calculado de 60 mil mdp. al año. Las autoridades de PEMEX, colaboraban en este enjuague no sólo abriendo ductos ilegales, o permitiendo almacenes en instalaciones de la entidad, sino proporcionando camiones y pipas, promoviendo y regulando el tráfico de barcos de diverso tipo a las instalaciones en alta mar. Ahora los partidos opositores se quejan del desabasto en 9 estados, pero el asunto es que quienes provocaban este enredo eran los mismos políticos involucrados en la administración y regulación de PEMEX, el nuevo acomodo es incómodo para el usuario, pero la idea es que pueda lograrse la interrupción de esta pérdida atávica, del robo descarado que creció sin ninguna traba en los gobiernos del PRIAN. Dicen los opositores que la distribución vía camiones cuesta mucho más que la apertura de los ductos, pero el saqueo sin duda costaba más, y debe evitarse a toda cosa.  

    Era un sistema de robo y reconducción de combustible a gran escala que sexenios atrás conocía bien el PRIAN gobierno y frente al que no hizo nada. El siguiente enemigo del estado y la sociedad será más difícil de combatir, pues sus raíces están muy arraigadas en el conjunto nacional. Tanto así que la plataforma de Netflix está llena de las aventuras de los maleantes, secuestradores y narcos, que constituyen una de las principales atracciones para los espectadores.

    Así las cosas, no cabe duda que nos enfrentamos a un intento de cambio, que habrá que esperar a que transcurra tiempo para que podamos sacar un balance adecuado. Por lo pronto, nos enfrentamos a rarezas sociales como el EZLN que apoyó al senador Roberto Albores Gleason candidato del PRI y PANAL en su intento fallido por obtener la gubernatura de Chiapas. El mundo al revés, prueba que las diferencias entre izquierda y derecha son hoy cada vez más confusas.

    ¿Cuarta transformación? Habrá que ser más cauto con este tipo de juicios históricos, y las frases publicitarias. Hay que tener fe pero no perder la distancia crítica. Sólo esperemos y confiemos en que el PRI nunca vuelva a levantarse, si algo positivo puede salir de todo esto, será este resultado histórico que mi generación anheló con verdadero ahínco para poder ver hacia delante un nuevo México. También conviene recordar que el progreso no es un aparato sin falla, ahí está Bolsonaro en Brasil y Trump en los EUA para probarlo.

    Por lo pronto, nosotros seguimos trabajando en CARTA PSICOANALÍTICA, cambiamos en el No. 23 el formato tomando el riesgo de bajar en posicionamiento dentro de la WEB, pero nuestra necesidad de ofrecer una nueva imagen era inaplazable. Les rogamos que busquen con detenimiento nuestra nueva plataforma: www.cartapsi.org/new Pronto estaremos en los lugares que ocupábamos, de eso estoy bien seguro. Estamos de nuevo en el aire, con leve retraso, pero los artículos del No. 24 son muy variados e interesantes, esperamos que nuestra apuesta por la difusión y extensión del psicoanálisis en nuestra cultura mexicana se conserve por mucho más tiempo. Sabemos que hay muchos espacios hoy en la red y muchas instituciones ¨formativas¨ fuera de las tradicionales, no nos asusta esta ola, si queremos prevenir a quienes recién se acercan a nuestra disciplina que muchos que se autonombran analistas e inventan instituciones, no necesariamente lo son, ya ha habido más de un escándalo al respecto en 2018. El psicoanálisis es un sinónimo de cultura, interés humano, sentido crítico y arquitectura social en beneficio de nuestra colectividad, precisamente ingredientes que está necesitando nuestro país en estos momentos para protagonizar un verdadero cambio, la reestructuración del CONACYT tiene sus prioridades y por supuesto, nos excluye de ellas, no nos extraña pero tampoco nos asusta. El psicoanálisis ha ido ganando terreno fuera de los cauces gubernamentales en este nuevo siglo dentro de nuestro país, no necesita de muletas para andar

  • Entrevista al Dr. Juan David Nasio Por Francisco M. Anguiano Castillo

    Entrevista al Dr. Juan David Nasio

    Por Francisco M. Anguiano Castillo

    Yo conocí a Juan David Nasio hace poco más de 15 años. Gracias a una recomendación de mí ahora analista y mi supervisora compré dos sus libros en la Feria Internacional del Libro en Monterrey, en octubre del 2000. “Cómo trabaja un psicoanalista” fue el primer libro que leí, y el otro, “El placer de leer a Freud”, lo dejé para otro momento, y no fue sino hasta la noche del 31 de diciembre de ese mismo años que empecé a leerlo, y así, leyendo, brinqué al año 2001. Así lo conocí. Después de los clásicos que uno estudia en la universidad, Nasio fue el primer autor que leí mucho. El gran “El dolor de la histeria”, el complicado “Los gritos del cuerpo”, los esclarecedores “Cinco lecciones sobre la teoría de Jacques Lacan” y “Enseñanza de 7 conceptos cruciales del psicoanálisis”, el interesante “Los ojos de Laura”, “Un psicoanalista en el diván”, “Los casos más famoso de psicosis”, entre otros. La lectura de Nasio me marcó en mis inicios en mi lectura, en mi concepción teórica y en mi práctica clínica. Luego conocí a otros autores y fui complementando mi formación con diversas posturas teóricas, de diferentes escuelas, pero Nasio, de una manera u otra, siempre estuvo ahí.

    Después de quince años después de haberlo conocido a través de sus libros, pude finalmente hacerlo personalmente en un viaje que realizó en el mes de noviembre a México, específicamente a Toluca, en donde iba a dictar varios seminarios y a recibir un Doctorado Honoris Causa por parte de la Universidad Autónoma del Estado de México.

    La experiencia de ver y escuchar en persona al Dr. Nasio en Toluca fue como reencontrarme con un viejo amigo. Escucharlo fue como volverlo a leer, y en varios sentidos, ya que verlo dictar un seminario es como leerlo, ya que así como escribe, tal cual, habla, sólo que más didáctico. Si de por sí, su forma de escribir es muy didáctica, su forma de hablar, de moverse, de expresarse, de trasmitir su conocimiento, lo es aún más. Es un profesor en toda la extensión de la palabra. Explicaba las cosas una y otra vez, y al finalizar, hacía un resumen de lo dicho. Utilizó un pizarrón para poder expresar gráficamente sus conceptos, repartió copias de sus esquemas y lo supervisó personalmente, ¡e incluso se bajó del estrado y caminó entre los pasillos cuando veía que el cansancio o la somnolencia aparecía en algunos de los participantes después de la hora de la comida!

    Desde un inicio fue notorio que el Dr. Nasio preparó minuciosamente su seminario. Cada palabra, cada frase, cada secuencia estuvo determinada por los meses de trabajo previo. Su experiencia de más de 40 años como clínico, como profesor y escritor estuvo presente en cada momento del seminario. Sin dificultad alguna pudo hablar de su experiencia clínica, cosa que no es frecuente en la mayoría de los psicoanalistas, y esto lo hizo con un sumo respeto hacia los casos que mencionaba.

    Vi a un hombre con una gran pasión, y con mucha energía. A manera de broma comentaba con los amigos con lo que viajé, que primero se le acabó la pila al micrófono que al Dr. Nasio, ya que después de que estuvo, el primer día, dictando el seminario por 7 horas, con una hora de comida, durante el cual siempre estuvo parado, pasó más de 4 horas firmando libros, tomándose fotos, contestando preguntas y saludando a los participantes de su seminario. En algún momento durante el día comentó: “quiero conocerlos personalmente a todos y cada uno de ustedes”. Y lo cumplió. Esto lo hizo el primer y el segundo día.

    Fue evidente que el Dr. Nasio es una persona brillante, con una lucidez mental extraordinaria, con una gran sensibilidad (que fue notoria, por ejemplo, al agradecer los aplausos que le dio el auditorio al finalizar su seminario, una ovación cálida y sincera, que recibió con una gran sonrisa y voz entrecortada), con un muy buen sentido del humor (que en muchas ocasiones provocó una carcajada en el público) y también un carácter fuerte y determinante cuando se trataba de darle la importancia debida al tema que estaba tratando y pedía que se hiciera algo con el ruido del aire acondicionado o con la música de otro salón contiguo: “¡No puedo hablar del dolor una mujer que perdió a su hijo con esa música de fondo!”

    Lo que ha trasmitido el Dr. Nasio a través de sus libros no solamente ha sido su conocimiento y su experiencia. Va más allá de eso. Y esto fue evidente al ver a más de 700 personas reunidas en este seminario, personas que viajaron desde el Distrito Federal, Monterrey, Guadalajara, Hidalgo, Veracruz, Tijuana, Michoacán, entre otros estados de la república. Las muestras de cariño que tuvo la gente con el Dr. Nasio, fueron muchas. Gente de todas las edades escuchaban atentas su exposición, salían satisfechas, hicieron una fila de varias horas para sentarse su lado, para saludarlo, para darle un beso, hacerle una pregunta, dedicara un libro (o varios) o tomarse una foto. El Dr. Nasio recibió hasta la última persona (ya cerca de las 9:30 de la noche), siempre con gusto, dispuesto a platicar, a responder, interesado, sonriente. Ese fue el Nasio que yo conocí en Toluca, en el noviembre del 2015.

    Entrevista hecha el domingo 3 de enero. 1 PM hora Monterrey, México, 8 PM hora París, Francia.

    Mtro. Francisco M. Anguiano: Antes que nada, quisiera agradecerle por aceptar la entrevista para la Revista Carta Psicoanalítica en México. El pasado mes de noviembre estuvo en Toluca, Estado de México, dando un seminario y recibiendo un Doctorado Honoris Causa por la Universidad Autónoma del Estado de México.

    Dr. Juan David Nasio: Así es.

    Mtro. Francisco M. Anguiano: ¿Fue la primera vez que visitó nuestro país?

    Dr. Juan David Nasio: No, es la segunda vez. La primera vez fui invitado al Distrito de México. Fue en el año 1978-79, hace ya muchos, muchos años.

    Mtro. Francisco M. Anguiano: En esta ocasión tuve la oportunidad de viajar de Monterrey a Toluca para estar presente en este seminario y pude ser testigo que muchas personas viajaron desde distintos Estados de la República para verlo, para escucharlo, y algo muy grato fue ver el gran cariño que le tiene a usted la gente de México.

    Dr. Juan David Nasio: (Risas) Es verdad, es verdad.

    Mtro. Francisco M. Anguiano: Vi muchas muestras de afecto de la gente

    Dr. Juan David Nasio: Así es.

    Mtro. Francisco M. Anguiano: ¿Cuál fue su experiencia por acá?

    Dr. Juan David Nasio: Extraordinaria, extraordinaria. Una gran emoción sentir el cariño y el interés que tienen los mexicanos, no sólo, bueno, por mi sí, pero no es tanto yo, sino lo que yo represento, y lo que yo represento es el psicoanálisis actual, y lo que represento es el empuje para que el psicoanálisis siga abriendo caminos, y siga sintiéndose renovado y renovador. Es eso, sobretodo, y además, lo que más me impresionó, y esto va dirigido a los lectores de Carta Psicoanalítica, lo que más me impresionó, y lo digo con toda autenticidad y sinceridad, es la sed de saber de los mexicanos. Me impresiono, verdaderamente, esas ganas de aprender, de saber, de querer viajar y todo para tratar de escuchar un seminario, o aprender, o leer libros. He tenido una persona que ha venido para que le firme, por ejemplo, veinte ejemplares de los libros míos, porque los tiene todos en su biblioteca, y los lee uno por uno, es decir, hay una sed de saber y unas ganas de avanzar y de progresar extraordinaria. Eso fue lo que más me impresionó en México.

    Mtro. Francisco M. Anguiano: Yo he leído sus libros desde hace más de 15 años, pero nunca había tenido la oportunidad de escucharlo y verlo en persona, y en este seminario en Toluca, pude ver en usted a un ser humano muy cálido, muy afectivo, rompiendo con esa caricatura que a veces se tiene del psicoanalista como un ser frío. Vi una persona congruente con lo que enseña, ¡habla como escribe! Un psicoanalista como pocos, hablando de su clínica; un profesor en toda la extensión de la palabra, que sabe perfectamente cómo trasmitir su saber. En general, escuché y vi una gran pasión en usted. ¿Esa pasión ha estado desde su origen, en Rosario, Argentina? ¿Empezó en su formación en Buenos Aires, en París?

    Dr. Juan David Nasio: Es en Bueno Aires. Yo en Rosario era muy niño. Eso empezó en Buenos Aires. Yo tenía ya formación de posgrado, después de haber sido médico, cuando aprendí a ser psiquiatra, ahí empezó, en los años ’64, y esa pasión ha ido acrecentándose cuando descubrí a Lacan, y luego se acrecentó de nuevo cuando vine a Francia, y se ha acrecentado aún más cuando me siento responsable de libros, y de formación. Y me doy cuenta que, bueno, que la juventud está esperando, gente como no, no soy el único, hay muchos colegas que trabajan como yo con mucha pasión, con muchas ganas, y nosotros lo que hacemos es, de hecho, retomar la tradición del psicoanálisis. El psicoanálisis existe, Francisco, porque los psicoanalistas de la época de Freud, todos, han estado tomados por esta pasión de transmitir y de enseñar, desde la época de Viena, mucho antes de nosotros, y eso ha sido así y ha pasado a países europeos, y luego pasó a países americanos, al norte de América, luego pasó a Latinoamérica, en Latinoamérica empieza en países como la Argentina, como Brasil, luego va a otros países, llega a México, y cada vez hay un incendio que se produce, una llamarada, una pasión. Y México en un ejemplo extraordinario, en los años ‘53 viene Erich Fromm, funda una primera escuela, analiza a la gente en Cuernavaca, si no me equivoco, y luego va a fundar con el doctor Ramos, en México también, en los años ‘56, funda la Asociación Psicoanalítica Mexicana, y a partir de ahí, y además están los editores, como dije, Fondo de Cultura Económica, esta Siglo XXI, y todo eso ayuda, y todo un cultivo, una tierra muy fecunda, y por eso yo no hago más que retomar ese mismo espíritu, y esa misma fuerza, esa misma impulsión. El que yo haya venido a México no es más que dar a México lo que yo he recibido, lo que yo he recibido de mis maestros, y bueno, ahora al trasmitir aquello, lo que trasmití en esos seminarios en Toluca, es seguramente, eso va a tocar a mucha gente, como a usted seguramente, Francisco, u otros que usted no conoce, y que pueden estar tocados, y que van a querer también ellos, mañana, ser unos eslabones de una continuidad psicoanalítica, y yo diría, más allá que psicoanalítica. Lo importante que he trasmitido en ese seminario, en esos dos días, ha sido una actitud frente al saber. Como usted lo dijo, es mi calor, es mi generosidad, es mi apertura, esto es lo fundamental. Lo que se trasmite de eso, no se dice, desgraciadamente, no hay palabras para decir. Uno enseña la teoría pero trasmite una actitud.

    Mtro. Francisco M. Anguiano: Y es esa pasión, me parece, la que se pudo ver en ese seminario.

    Dr. Juan David Nasio. Exacto. Y eso era lo que yo quería, eso me pone muy contento, que se hayan dado cuenta, que usted me lo diga, es muy importante para mí, que se den cuenta y que me lo digan, que es verdad, que es así como hemos avanzado.

    Mtro. Francisco M. Anguiano: Algo que me llamó mucho la atención también fue que nunca se sentó, ¡que todo el tiempo estuvo usted parado!

    Dr. Juan David Nasio: (Risas) Es así. Hay que decir que yo prefiero estar parado, porque me dirijo… usted vio que en un momento (risas) bajé del estrado y me mezclé con la gente.

    Mtro. Francisco M. Anguiano: Claro. Cuando estaban repartiendo las copias.

    Dr. Juan David Nasio. Exacto. Me mezclé, y a veces hablaba mezclado porque estaba entusiasmado. El orador, que yo soy, está determinado por los auditores. Son los auditores los que hacen al orador. El orador hace los auditores pero los auditores hacen al orador. Y bueno, me pasaba que estaba muy fuerte, muy entusiasmado, entonces el hecho de que poder hablar de esa forma, era que hablaba parado, bueno, para expresarme era lo mejor que podía, era la mejor manera de expresar.

    Mtro. Francisco M. Anguiano: Y hablando de oradores, en algún momento leí de aquella vez que usted escuchó en el anfiteatro de la facultad de medicina en Buenos Aires a Rascovsky, creo que fue la primera vez que escuchó del psicoanálisis.

    Dr. Juan David Nasio: Así es, así es. Y que yo entré en el anfiteatro porque había chicas bonitas (Risas).

    Mtro. Francisco M. Anguiano: (Risas).

    Dr. Juan David Nasio: Entonces en el anfiteatro, mi primera conferencia que escuché, la de Rascovsky, que la dio en el anfiteatro de la facultad de medicina, porque pasé por el anfiteatro y había mujeres lindas, muy jovencitas, muy lindas. Y yo ¿qué pasa acá? ¿Quién está hablando que hay chicas tan lindas? Y bueno, ahí me senté, y de pronto, yo que venía por las chicas, de pronto me interesó lo que decía, pero lo olvidé completamente. No es ahí donde empezó el psicoanálisis para mí, completamente me dedique a otras cosas que eran más importantes, como la política, la ideología de izquierda, y durante mucho años el psicoanálisis estaba totalmente olvidado de esa conferencia, y fue luego, mucho más tarde, cuando empecé a estudiar a Lacan y a Freud, que me dije: ¡Ay, pero esto yo ya lo había escuchado! Y me vino como un recuerdo, como una reviviscencia.

    Mtro. Francisco M. Anguiano: Y usted busca a Oscar Massota para hablar sobre Lacan.

    Mtro. Francisco M. Anguiano: Exactamente, yo lo busqué a él para hablar de Lacan, él me propuso que hiciéramos un grupo, fue en el año ‘67-‘66, debe ser en el verano del ‘67, a principios del ‘67, debe ser, o ‘66, no me acuerdo muy bien, y yo fui a buscarlo para hacer un grupo sobre Lacan. Y bueno, y así, empezamos a trabajar en un grupo, pequeño, fue el primer grupo lacaniano de Massota, luego se agregó otro inmediatamente, muy rápido. Y así fue, y así empezó, y yo luego decidí irme de Buenos Aires para ir a Paris, para trabajar directamente con el maestro, con Lacan, y fue así como vine con mi señora con una beca, una beca de la embajada, de Francia, para París, para trabajar en la escuela freudiana de Lacan. Y bueno, y así fue que me quedé luego porque mi señora se embarazó, tuvimos la primer hija, aquí en Paris, y, bueno, ya ahí, ya estamos, ya me sentía muy reconocido, por los colegas, y en particular por un gran maestro del psicoanálisis francés, que es Serge Leclaire, el que me propuso sacar un artículo mío en una conferencia, de sacar una conferencia en un libro de él, que fue en ese momento, un inmenso reconocimiento para el jovencito que yo era. Era inimaginable.

    Mtro. Francisco M. Anguiano: Claro. Usted ya tenía ciertos conocimientos del psicoanálisis

    Dr. Juan David Nasio: Si, yo ya conocía bien Lacan, había estudiado mucho Lacan, eso me ayudó mucho para cuando yo llegué acá. Realmente me sentía muy bien, ya bien, ya formado.

    Mtro. Francisco M. Anguiano: Ya había terminado su análisis en Argentina

    Dr. Juan David Nasio: Claro, también, yo ya había terminado mi análisis, ya era psiquiatra, en realidad, cuando vine acá era de posgrado. Y bueno, después luego, lo más extraordinario, como lo dije en la conferencia de la ceremonia… ¿usted estuvo en la ceremonia?

    Mtro. Francisco M. Anguiano: En la ceremonia no porque yo llegué hasta el día siguiente al seminario.

    Dr. Juan David Nasio: Claro, bueno, en la ceremonia yo contaba… Esta la ceremonia en película, eh, en film…

    Mtro. Francisco M. Anguiano: Ah, qué bueno, para buscarla.

    Dr. Juan David Nasio: Eh, sí, en Youtube está, así que la puede encontrar en Youtube. Y en esa ceremonia hablo de la historia de cuando trabajé con Lacan.

    Mtro. Francisco M. Anguiano: Usted supervisó con él

    Dr. Juan David Nasio: Yo supervisé, pero antes de supervisar con Lacan, enseguida, digamos, al año de haber llegado, Lacan me pidió que si podía corregir los escritos, en español, que había publicado Siglo XXI, en la traducción de Suárez, de… ¿cómo se llama este hombre? No de Suárez, de Segovia. Entonces, Siglo XXI había publicado eso, no le gustó a Lacan porque el título le pusieron Lectura Estructuralista de Freud, y entonces Lacan me pidió si yo me podía ocupar de corregir ese libro, y así fue que, fue una corrección, que fue hecha con Lacan, sentados los dos, lado a lado, solos, varias veces nos hemos visto, en restaurantes, en la casa de campo de él, y todo eso ayudó mucho, todo eso ayudó mucho para que poco a poco yo fuera conocido por diferentes colegas y dentro de la Escuela Freudiana de Paris.

    Mtro. Francisco M. Anguiano: ¿Y nunca le surgió el deseo de analizarse con Lacan?

    Dr. Juan David Nasio: No, no, no. Porque yo era, me sentía… No, yo no quería, estaba todo el mundo analizándose con Lacan, y yo no sé por qué, este… preferí no hacerlo, en cambio sí supervisar, pero no me acosté en el diván de Lacan. No.

    Mtro. Francisco M. Anguiano: ¿Y tuvo alguna vez contacto con la gente de la IPA o de la Sociedad Psicoanalítica de París?

    Dr. Juan David Nasio: Bueno, no mucho. Con la Sociedad Psicoanalítica de París no, pero con la Sociedad Psicoanalítica de Argentina sí. Cada vez que iba a Argentina era sobretodo la APA la que me pedía venir. Era una relación muy buena, y sigue siéndola. Y aun hoy me piden que por favor vaya a hacer seminarios a la IPA de Argentina, es muy diferente de la IPA de acá, pero tengo contacto con la IPA, no de acá, pero la IPA de diferentes países. Ya ve, en la ceremonia, del lunes en la noche, el día anterior al seminario, estaban presentes dos representantes de la IPA. A mi gran sorpresa. Pues yo no me lo esperaba. Pero así fue, y eso muestra que, bueno, que no hay tanta diferencia y que hay un respeto por la posición del otro.

    Mtro. Francisco M. Anguiano: Y luego, me parece que en el ‘86 usted abre sus Seminarios Psicoanalíticos de Paris

    Dr. Juan David Nasio: Exactamente. En el ‘86 abro el Seminario Psicoanalítico de París. Lo fundamos; primero hubo un Coloquio sobre el silencio en el año 1985. Y luego fue la fundación del seminario directamente.

    Mtro. Francisco M. Anguiano: ¿Y cuál era la intención de abrir estos seminarios?

    Dr. Juan David Nasio: Poder difundir el psicoanálisis con la actitud que usted conoció, es decir, con una apertura de espíritu, y de sentir que el psicoanálisis no es una teoría seca y alejada de la vida, que los psicoanalistas somos humanos, y que, bueno, ese espíritu que usted se añadió recién, de que le impresionó en este seminario, era el que yo quería también imponer o que ver con la fundación.

    Mtro. Francisco M. Anguiano: En la actualidad ¿qué hace el Dr. Nasio?

    Dr. Juan David Nasio: Bueno, voy a México (risas), y ahora estoy escribiendo un libro que va a ser la primera conferencia que di sobre el conflicto…

    Mtro. Francisco M. Anguiano: Entre el sí y el sí mismo.

    Dr. Juan David Nasio: Exacto. Esa conferencia va a dar lugar a un libro que estoy escribiéndolo ahora justamente, y bueno, vamos a ver.

    Mtro. Francisco M. Anguiano: Usted escribe, supervisa, ve pacientes, da clases…

    Dr. Juan David Nasio: Mi actividad es pacientes, escritura y enseñanza. Son las tres cosas

    Mtro. Francisco M. Anguiano: ¿Todos los días trabaja?

    Dr. Juan David Nasio: Todos los días salvo el sábado y el jueves descanso en la mañana. Pero el domingo es el día de escritura.

    Mtro. Francisco M. Anguiano: Es cuando se dedica a escribir

    Dr. Juan David Nasio: Claro. Ahora que usted me acaba de llamar estaba escribiendo.

    Mtro. Francisco M. Anguiano: Para terminar, doctor, cómo ha visto la evolución del psicoanálisis en estos más de 40 años de ser psicoanalista.

    Dr. Juan David Nasio: Como ya le dije, como le dije recién hoy, usted me empezó a preguntar y yo le respondí esta pregunta. Lo veo como una renovación, la prueba, fíjese, había 700 personas en el seminario. Ese es el psicoanálisis, ese es el psicoanálisis en el 2015 en México. Es extraordinario. Y ahí estamos, renovándonos y produciendo libros, las cosas siguen, lo veo muy bien, lo veo muy bien al psicoanálisis, depende de países. Hay países donde se ha borrado un poco, como Estados Unidos, pero otros está muy pujante como en América Latina, en Brasil, en México, en Argentina, en Francia, en España un poco menos, en Italia también un poco menos, pero el psicoanálisis esta pujante. Mientras estemos vivientes el psicoanálisis está.

    Mtro. Francisco M. Anguiano: En algún momento leí en alguno de sus libros, que decía, que leer a Freud es como leerse a sí mismo.

    Dr. Juan David Nasio: Claro, exactamente

    Mtro. Francisco M. Anguiano: Yo creo que es parte de que esto siga vivo. Bueno, pues muchísimas gracias Dr. Nasio. Feliz año.

    Dr. Juan David Nasio: Gracias, igualmente. Un abrazo grande, Francisco.

    Mtro. Francisco M. Anguiano: Un abrazo desde México. Hasta luego.

    Dr. Juan David Nasio: Muy bien, hasta luego.

  • Escuchar en lugar de observar. Sobre el cambio de postura para la averiguación clínica del síntoma y la subjetividad que la experiencia freudiana inaugura

    Escuchar en lugar de observar. Sobre el cambio de postura para la averiguación clínica del síntoma y la subjetividad que la experiencia freudiana inaugura[1]

     

    Por: Marco Antonio Macías Terríquez[*]

    La relación con el saber subjetivo

    La relación establecida entre la medicina y el malestar subjetivo en el paso del siglo XIX al XX fue dirigida por la mirada del médico, signada por el pensamiento científico y matizada por la ideología moral. Cuando Sydenham, Charcot, Babinski o Kraepelin escrutaron con la mirada su objeto de conocimiento organizaron y jerarquizaron el orden de lo encontrado basados en la certeza que concedían a la información que el procedimiento observacional les proporcionó.

    Sin embargo esa mirada no puede ser tomada como ingenua de la manera en que lo pretende el empirismo. La mirada no sólo escruta; sino que de igual forma consigna, reflexiona, discrimina, hace conexiones, critica, teoriza y sanciona; pues está dirigida por quien la ejerce; la mirada se amplía más allá de lo espontáneamente ofrecido a ella.[2] La mirada del médico, al estar suscrita al conocimiento acumulativo y sostener las contigüidades de la enfermedad, subordinó al sujeto y el malestar que porta a quien lo examina dejando fuera el valor de la palabra y el saber sobre el síntoma de quien padece. De tal manera el modelo anátomo-clínico de Charcot o el degeneracionismo en que estuviera instalado Kraepelin –en tanto procedimientos que enseñan a observar– dejan fuera cualquier saber que provenga del sujeto. Uno de esos malestares observados y mostrados al ojo del médico de la mente ha sido la histeria.

    A esos médicos mostradores se les escapó otra cara de la moneda: el sujeto histérico es alguien que se deja mostrar. La histérica no es sólo observada; también en ella hay una disposición a ser vista por alguien más. Esta cualidad de mostrarse a un otro, al médico, está íntimamente enlazada a la dificultad de establecer una taxonomía de la histeria. Si se coloca esta reflexión en su sitio es palmaria la injerencia del lugar que ocupa ese Otro de la ciencia ante la histérica, pues no sólo se trata del polimorfismo de la histeria. Al médico le llega una demanda atravesada por el sufrimiento subjetivo y aquél la traduce en el único registro en que, en calidad del lugar que ostenta para con quien demanda, la puede recibir: como una enfermedad. Pero no se piense que lo histérico, en tanto dirigido al médico como posibilidad, se subordina al campo de la medicina; es el campo médico quien pretendió subordinar a la histeria. En este sentido otras formas de ejercicio de poder o de discurso han procedido de símil manera con las distintas formas de malestar subjetivo. Tal abstracción acaso sea válida para analizar las maneras de relación que el sujeto histérico establece con el otro; ya esté en calidad de médico, sacerdote, amante o cualquier otra posición.

    Corolario de lo anterior es el temprano texto de Freud Observación de un caso severo de hemianestesia en un varón histérico. Un 26 de noviembre del año de 1886, con la influencia de Charcot a toda vela, el joven neurólogo colocó ante la mirada de sus maestros de la Gesellschaft der Ärzte en Viena a un hombre histérico. En este paciente se registraban (entre otros muy variados) síntomas de orden corporal y perceptual; accesos de pérdida de consciencia en los que presenta alucinaciones y delirios donde representa un conflicto de carácter emotivo con su hermano a raíz de una disputa; “terroríficas apariciones y sueños” al dormir, “música en los oídos”; así como una débil capacidad mnémica para el recuerdo de estos accesos.[3] Lo que interesa es acotar el estilo clínico cuando la presentación del varón histérico.

    Después de la descripción clínica, Freud se esfuerza por hacer evidente ante la mirada de sus maestros la realidad objetiva de los síntomas:

    “Por lo tanto, existe aquí un alto grado de anestesia. Pero esto no sólo es válido para la piel; también para las mucosas, como se los muestro en los labios y la lengua del enfermo […]

    Como ustedes ven, puedo atravesar con una fina aguja cualquier pliegue de la piel sin que el enfermo reaccione […]

    ”ello no se debe a alguna perturbación de la mano derecha, utilizada por él para palpar, pues ustedes ven cuán segura y rápidamente se toca los puntos que yo le indico”[4]

    . El aguzado ojo clínico descubrió lentitud y torpeza en el movimiento del brazo izquierdo del paciente. Sin embargo a lo que a la mirada se escapa es el lugar que ocupa el otro ante el síntoma. La presencia del tratante configura singularmente la relación del paciente con su padecimiento; está mencionado, pero no se analizan aún todas las implicaciones: los movimientos de esta extremidad pueden ser ejecutados mientras el varón histérico no ponga su atención en la parte del cuerpo y únicamente siga la meta del movimiento. Sin embargo:

    “Muy otro es el resultado si le ordeno ejecutar con su brazo izquierdo movimientos separados […] Entonces el brazo izquierdo se muestra mucho más inhibido que antes, el movimiento se efectúa con suma lentitud, de manera incompleta, por etapas, como si fuera preciso vencer una gran resistencia…”[5]

    El cuerpo responde de manera incoherente –valga decir alocadamente– a la demanda del otro. Pero la forma loca de responder es susceptible al interés de Freud por su paciente. Él sabe de eso, pues la cura únicamente puede darse por vía de la relación tratado-tratante. Ante los maestros de la universidad de Viena el pupilo dice basar su “esperanza de devolver al enfermo en breve tiempo su sensibilidad normal” en “la labilidad de la perturbación”.[6] Extraño procedimiento en sí mismo: atender a la incongruencia de la histeria es lo que posibilita su cura.

    El campo de la mirada, sostenido por la urdimbre creencial de la Ilustración, entró en una crisis que dio paso a un registro distinto al de la visión. Este procedimiento, que no se sustenta en la metáfora de la luz, recurre a otra manera de indagar: la escucha. La utilización del oído en lugar de la vista no es únicamente un cambio de vía más o menos adecuado a un supuesto objeto de conocimiento; no es un mero artificio técnico. Implica una sacudida sin parangón para los considerandos epistémicos de la Modernidad.

    El oído recibe y articula desde lo que el otro expresa; necesariamente a partir del habla, de la recepción del saber del hablante. A diferencia de la mirada que inevitablemente invade, el oído está presto sólo a lo que el otro diga; en vez de invadir, recepciona. En este sentido, en la clínica psicoanalítica, hay relación de saber entre sujetos únicamente en tanto uno habla y otro escucha; si no hay oído que esté dispuesto a la palabra del sujeto no hay situación clínica.

    El saber que proviene de la histeria se origina de un campo distinto al de la Razón o al del positivismo; no pasa por los criterios de una epistemología de la razón cartesiana. Ante la entrada de la escucha freudiana el paciente releva de su lugar al médico en el saber, no es éste quien determina la certeza del padecimiento; si no el paciente quien hablando inscribe su palabra y construye una verdad subjetiva. Tal circunstancia imprime a la doctrina freudiana una complejidad que sobrepasa su afiliación a las Naturwissenschaften (lo que no obstó para que Freud se sostuviera en el monismo científico).

    La práctica hipnótica y la práctica analítica

    En este tenor son cuestionables las tesis de tipo genealógico donde se afirma que el mesmerismo o hipnosis es un antecedente contiguo del Psicoanálisis o que éste es un consecuente de aquél. Por ejemplo en Chertok y de Saussure desarrollada en el texto Nacimiento del Psicoanalista.[7] Cronológicamente aparentemente se situaría así. No obstante si se prescinde del factor de la ubicación temporal y se acotan los dispositivos desde sus bases, procedimientos y fines, el asunto cambia.

    La práctica hipnótica en la clínica se establece desde el ejercicio de una influencia externa que ejerce sobre el sujeto. En tanto destinada a la modificación de su objeto de intervención es una técnica. Las bases teóricas varían desde Mesmer con la idea de los fluidos y el magnetismo animal hasta los argumentos de determinados discursos postmesmeristas, que acuden a explicaciones neuropsicológicas de la afectación de los estratos corticales para explicar los fenómenos hipnóticos. No discutiré aquí cuál de esas explicaciones es delirante; a su tiempo cada una se ha llamado a sí misma racional. Lo que pongo en controversia se basa en las mismas reflexiones de los autores citados: La hipnosis ubica la explicación de su tratamiento desde factores ajenos al sujeto; el intercambio de fluidos magnéticos o la biología del aparato neuronal nada dicen de lo subjetivo en este sentido. El hipnotista no procede mediante la escucha, sino mediante la observación; el recuento de Chertok y de Saussure narra cómo el hipnotizador elude y coarta la expresión verbal en sus experimentos. La intervención, al apelar a lo sugestivo, posee carácter manipulador; quien tiene tomada la palabra es el hipnotista. Por último, a consecuencia de su mismo proceder, el hipnotista excluye de su práctica a la subjetividad. ¿Acaso no es un contrasentido al modo del Psicoanálisis? Parece que el problema de historiografía del tipo señalado reside en la idea de “relación terapéutica”; que es el rasero con el que los autores tratan de tazar a tan dispares disciplinas. Lo “terapéutico” no es un concepto homologable a todas las prácticas clínicas.

    Con Charcot la hipnosis estaba en términos de técnica clínica. Pero para el maestro de la Salpêtrière ésta era utilizada para la confirmación de su doctrina: sus experimentos reproducen los síntomas que él mismo ha catalogado, le hace evidente a sus espectadores el fenómeno histérico, prueban la realidad de lo que él ya había visto. En Bernheim la hipnosis era un medio terapéutico en su carácter de sugestión: es en sí un fenómeno del que el médico de Nancy analizaba sus consecuencias clínicas; pero no un medio de elucidación de lo psíquico per sé.[8] Charcot habría declarado en relación a la cura de la histeria por terapia sugestiva que:

    “Los histéricos presentan un estado eminentemente favorable a la faith-healting [curación por la fe], pues son sugestionables en el más alto grado, sea que la sugestión se ejerza mediante influencias exteriores, sea, sobre todo, que ellos mismos presenten los elementos tan poderosos de la autosugestión”[9]

    Lo relativo a las formas de relación que el tratamiento establece entre tratado y el tratante no entró en la consideración de estos médicos franceses.

    Aquí vale la pena retornar a la lectura de la indagación de Chertok y de Saussure pues no todo será crítica para estos autores.[10] Hay una reiterada consideración en el texto que habrá que tomar en su peso: Desde Mesmer los hipnotistas se esforzaron por dejar fuera (al menos por evitarlo en nombre de una práctica científica y moral) un factor que se presenta sin buscarlo (en apariencia): el establecimiento de una relación erotizada entre el hipnotizado y el hipnotista. Los mesmeristas no pretendían –es de suponer que no todos– seducir; según ellos el fin de su tratamiento era eminentemente curativo y humanista. De esto que se reglamentara la práctica hipnótica con la necesaria presencia de un tercero en la escena; ese tercero podía ser la referencia a la cientificidad. Charcot, Bernheim, Babinski o Janet son ejemplos de lo anterior pues su clínica se cierne al ideal científico; su explicación última apunta sancionar la normalidad o la anormalidad del individuo.

    Elisabeth Roudinesco (1986) precisa que el obstáculo para el reconocimiento de la sexualidad en la etiología de las neurosis en la escuela de la Salpêtrière es una necesidad teórica para una concepción específica de la neurosis. Ya en la época de Charcot los especialistas conocían de las implicaciones que tradicionalmente se habían señalado respecto a la sexualidad en la histeria y otras afecciones neuróticas. Sin embargo la teoría de Charcot se sostiene en la concepción neurológica, la búsqueda de regularidades en el padecimiento y el establecimiento de una nosología. Lo mismo vale para las teorías de los clínicos alemanes imbuidos en la doctrina de la degeneración.[11] Una de las cuestiones que se desprende del texto de Chertok y de Saussure es que el ideal cientificista de una práctica clínica sega la subjetividad (situación de la que el psicoanalista puede no estar exento); el asunto de la sexualidad –esa cara del deseo–, al ser eminentemente subjetiva, queda excluida.

    A pesar del ideal cientificista la posición del que se ostenta como científico también es un asunto de subjetividad; las urdimbres son siempre cosa de transmisión de discurso. A Freud no tardó demasiado en revelársele el asunto. Cuando se enfrenta a la histeria el entonces neurólogo inquietado por la práctica clínica de Charcot, pero cargado de la especificidad y rigidez de la universidad vienesa, no escapaba a la huella que su subjetividad tenía respecto a lo que registraba de la histeria:

    “Cuando yo empecé a analizar a la segunda enferma, la señora Emmy von N., bien lejos me encontraba de esperar una neurosis sexual como suelo de la histeria; acababa de salir de la escuela de Charcot y consideraba el enlace de una histeria con el tema de la sexualidad como una suerte de insulto –al modo en que suelen hacerlo las pacientes mismas–”[12]

    Breuer comenta en Estudios sobre la histeria el caso de una mujer que padecía “a causa de su escrupulosidad patológica de la conciencia moral”. Al anoticiarle que su afectación era “sólo nerviosa”, situación que desmintió a un previo diagnóstico de afectación orgánica, la mujer se abatió en angustia. La expectativa de un padecimiento orgánico le había dado una sensación de “redención”. La enfermedad orgánica puede ser vivenciada como algo ajeno: eso (la enfermedad, el accidente) pasa, pero ninguna implicación se tiene con lo sucedido.[13] Breuer anota: “El afán de estar enferma brota del ansia de la paciente por convencerse a sí misma y a los demás acerca de la realidad objetiva de su dolencia”.[14] Si a esta acotación se le aplica la experiencia de Freud (se coloca en el lugar de la subjetividad a quien se sustenta en la ciencia), la necesidad de certeza, de “realidad objetiva” del científico, adquiere carácter de compromiso; desde una lectura psicoanalítica es una cuestión de formación sintomática del actualmente llamado profesional de la salud mental.

    Una temprana reflexión respecto a lo que influye en el caso del tratamiento psíquico coloca las bases para lo que vendrá. No es ya el discurso sobre un misterioso fluido o la interacción psicofísica lo que sostiene el tratamiento y permite la cura; es la palabra lo que media entre tratante y tratado; el habla es “el instrumento esencial del tratamiento anímico”. No tardó en establecer que en el tratamiento anímico “el éxito de la terapia” no está asegurado por el uso de la hipnosis o toda la parafernalia de la catarsis; no es la sofisticación del aparato terapéutico lo que posibilita la cura. Es la comunicación del relato del paciente: aquello que el sujeto tenga para decirle al psicoanalista y el que éste sepa recibirlo lo que devendrá en cura.

    Es introducido disimuladamente, como “observación al pasar”, eso que da lugar a la relación tratante-tratado; la cura vía la palabra únicamente se gestiona mediante el establecimiento de un vínculo caracterizado por el amor:

    “una actitud semejante de la vida anímica de un individuo hacia otra persona con un sometimiento parecido, tiene un único correspondiente, pero válido en todas sus partes, en muchas relaciones amorosas con entrega plena”[15]

    Freud no descartó de su experiencia el vínculo erótico que la relación subjetiva con la histérica puede traer con sigo; por el contrario, le dio lugar al deseo histérico.

    La escucha del malestar

    La manera de freudiana no es una “escucha comprensiva”

    Una revisión del discurso que sostiene la idea de entidades neuróticas o psicóticas como se organizaron desde el discurso de la medicina mental permite localiza varios ejes referenciales: la teoría de la enfermedad funcional para la neurosis y del origen degenerativo para el caso de las psicosis (que en realidad es base de ambas); la personalidad como unidad del individuo constituida en un proceso de desarrollo; la psicogénesis fungiendo como eje transversal en una temporalidad longitudinal para determinar, en un momento específico, el origen del trastorno; y por último la doctrina de la comprensión como vía de entendimiento de la disposición psicopatológica del individuo.

    Teorías basadas en estos ejes (todas comparten al menos uno) proponen conceptos muestras de esos entendimientos son el automatismo mental de Baillarger, la disociación de las ideas según Janet, la disolución de la personalidad para Kraepelin o la sensibilidad de complejo desde Jung y la escuela de Zúrich. Estos conceptos provenientes del procedimiento observacional llevaron a la distinción estricta entre dos entidades básicas: las neuróticas y las psicóticas. Entidades para las que trataron de establecer una explicación diferencial; pero que desde lo psicopatológico únicamente distan por el nivel de perturbación o afectación, una cuestión de grado entre lo funcional y lo disfuncional.

    Saurí propone dos cambios que la utilización de la escucha produjo en la clínica: el cuestionamiento al modelo epistémico y “la Palabra del psiquiatra”. Quede acotado que para este autor no hay distinción entre psicoanalista y psiquiatra; pues concibe al Psicoanálisis como un modelo al cual el practicante teórico-clínico se adhiere. Aquí postulo que hay una efectiva distinción entre el psicoanalista y el psiquiatra. Sin embargo vale la pena tomar al pie de la letra la argumentación de Saurí pues da elementos al cuestionamiento que se está formulando.

    Para este autor permanecer dispuesto a la escucha es “estar-a-disposición y hacer saber a quien ha hablado que su decir es importante y significativo”. Lo que sigue es lo que entra en discusión: “…lo cual exige, en el momento oportuno, la intervención de la Palabra hermenéutica”.[16] Esta “Palabra hermenéutica” se establece por la relación que se constituye desde el paciente hacia terapeuta y viceversa; una relación de “vinculación” entre “intenciones y relaciones”: “todo lo dicho y todo lo callado –gestos, fantasías, etc.– concurren a significar la interrelación entre los partícipes”.[17] La palabra que surge de la situación clínica sería producto de la comunicación de significados entre paciente y tratante; puesto que en el caso del tratante es una “Palabra hermenéutica” se trata de una palabra encascada en un discurso desde el cual se interpreta. Parece válido deducir que ésta es justamente la disposición del procedimiento comprensivo.

    José Luis Etcheverry (1978) expone que en la situación de análisis se trata de “un proceso de conjetura, intelección y corroboración o desestimación” que el psicoanalista emprende en su labor. A diferencia de Saurí que propone un intercambio de significados, Etcheverry indica que se trata de un trabajo de “colegir” (erraten) los movimientos de lo inconsciente en ese sujeto en particular; merced a “la identidad estructural entre ambos aparatos psíquicos”. En otros términos, el psicoanalista prosigue, “colige”, lo inconsciente en el paciente guiado por una suerte de intuición que se arraiga en el propio inconsciente del analista.[18] Como se ve, colegir y comprender no son sinónimos.

    Abundaré un poco más en el texto de Saurí. Este estudioso argentino expone que el ocaso del Naturalismo tiene lugar en el tránsito de la Mirada a la Escucha; lo que vocacionó a la psiquiatría dinámica (para distinguirla del psicoanálisis que acá nombro como freudiano) a ubicar el desarrollo de la psicopatología en base al establecimiento de la dialéctica de la interacción tratante-tratado; conocimiento que resulta de la síntesis de ambos individuos. En palabras más llanas, el procedimiento comprensivo:

    “Aquello que guía ahora la intención cognoscitiva es descifrar una significación, no ya de describir una figura. Las anécdotas importan, más que como contenido, como eslabones de una cadena de sentido que, quebrada por la alteración mórbida, es necesario reconstruir”[19]

    En un artículo de Flavio Meléndez “La inexistencia de la psicogénesis: el gran secreto del psicoanálisis” se menciona una necesaria cuestión preliminar en torno a la lectura del texto freudiano: Freud ubica al psicoanálisis como una ciencia natural (Naturwissenschaften) que procede a la manera de las ciencias duras. Esto implica que los elementos doctrinarios del Psicoanálisis se constituyen a partir de los hechos clínicos; si la clínica contradice la explicación teórica, esta cambiará obedeciendo a la experiencia:

    Ciencia empírica aparece entonces como una modalidad de saber en movimiento, inconcluso, cuyos conceptos tienen un carácter provisional y están sujetos a una revisión continua”[20]

    Si el Psicoanálisis es por su forma una Naturwissenschaften, por contraste al procedimiento de las Geisteswissenchaften, en su intervención está excluido del sentido hermenéutico. Consecuentemente también está desmarcado del procedimiento comprensivo.

    En segunda instancia, para el psicoanálisis freudiano las operaciones inconscientes (meollo de los síntomas) le son ajenas al sujeto:

    “El sentido de las operaciones inconscientes es desconocido por el sujeto, pero se expresa en lo que él dice sin advertir que lo dice. Se trata de un sentido oculto que para nada tiene el carácter de una evidencia inmediata, como lo propone la concepción psicogenética”[21]

    En contrapunto al procedimiento comprensivo, Freud no parte de una evidencia basada en la historia fáctica del sujeto. La cuestión de la vivencia tiene un sentido distinto al “vivenciar psíquico” de Jaspers. En este último, el vivenciar remite a la impresión de las sensaciones fácticas en la memoria; lo que en Freud se puede leer como Erfahrung (experiencia); aquello que se hace con algo objetivo. Cuando en el texto freudiano aparece la “vivencia” este vocablo remite a la forma en cómo un sujeto vivenció subjetivamente (Erlebniss) algo; sea el recuerdo-evento (Geschehen) infantil o inmediato. El “trauma psíquico” se formula desde la vivencia según el sentido que Freud le da; no desde una “experiencia real”;[22] sino según el lugar que ocupa desde lo inconsciente.

    Al tomar forma desde lo inconsciente, los síntomas están fuera de la posibilidad de ser captados por el tratante vía del simpatizar; ya que el sentido del síntoma, al no ser inmediato a la experiencia (consciencia-yo), es imposible de co-vivenciar por otro sujeto. Lo que de paso deja sin lugar a la regularidad y por ende a la disquisición de orden comprensivo pues el quid de cada síntoma es singular. En este sentido no hay tal “comunicación de significados” si no sólo un significado posible: el del analizante.

    La idea de psicogénesis carece también de asidero desde los considerandos de la doctrina psicoanalítica; puesto que se postula la existencia de un Inconsciente. Meléndez puntualiza:

    “Esta división (Spaltung) subjetiva es el punto de partida de la experiencia analítica; por tanto, tampoco encontramos aquí un punto de síntesis que cumpla el papel que la psicogénesis le asigna a la personalidad”[23]

    De lo que se desprende que “personalidad” no es un elemento doctrinario dentro del psicoanálisis. Si aparece es acaso como una forma corriente del lenguaje para nombrar a un sujeto en particular; mismo estatus que se le puede adjudicar a los vocablos persona o individuo cuando aparecen en el texto freudiano.

    Resta un elemento asaz lioso que la disertación de Meléndez aborda. El término “psicogénesis” o “psicógeno” aparece efectivamente en los trabajos de Freud. Según Meléndez la presencia de este vocablo es resultado del interés por establecer un origen referente o escena histórica que dé base para una “construcción simbólica”; que por ser una construcción no necesariamente remite a una realidad histórica o de hechos fácticos. El “trauma psíquico” se constituye en base a una operación de retroactividad (Nachträglichkeit); que se presenta al sujeto como sin referencia directa con el síntoma o el conflicto “de origen”:

    “la referencia a la biografía no va acompañada de la evidencia inmediata de la comprensión; el trauma revela, al contrario, una división subjetiva que no puede encontrar un punto de síntesis”[24]

    Para la doctrina freudiana en lo inconsciente no hay referente temporal de pasado. Todo sucede sin determinación estacional; no hay el nominativo tal que la idea de “estadios” encierra. El ubicar una “escena” tiene en el analizado el efecto clínico de dar sentido al síntoma actual. Se puede concluir que la noción de “psicogenético” en el texto freudiano está en coordenadas distintas a la conceptuación de la psicopatología o la psiquiatría.

    La histeria escuchada por Freud

    Una de las cuestiones que ocupó a Freud con la histérica (y que le concernió durante todo el trayecto) fue el problema de la verdad. Paul Bercherie (1983) es insistente al argumentar que el nudo del encuentro clínico con lo histérico, cuando Charcot, está en la objetividad de los síntomas histéricos. La demostración de la realidad de los síntomas que Charcot proveyó sería el punto de arranque para la construcción de una doctrina que fuese más allá de las rancias concepciones alienistas y las tesis psiquiátricas.[25] Es innegable que el conocimiento científico de la época le dio a Freud la condición de posibilidad para formular al psicoanálisis; pero el lugar desde donde aquél se ubicó respecto a su “objeto de estudio” le llevó a encontrarse con una forma de verdad que no se cierne a los criterios de “objetividad”. De lo anterior que hablar del Inconsciente como “objeto de estudio” no solo es problemático, sino hasta paradójico.[26]

    El lenguaje de Freud en el momento de la formulación del psicoanálisis, con el que se esfuerza por traducir la clínica a una teoría, es de carácter eminentemente neurológico. Los síntomas “objetivos”, tales como los trastornos psíquicos observables, son interpretados bajo la noción de una cantidad de energía almacenada en el sistema nervioso:

    “Se trata de alteraciones en el decurso y en la asociación de representaciones, de inhibiciones de la actividad voluntaria, de acentuación y sofocación de sentimientos, etc., que se resumirían, en general, como unas modificaciones en la distribución normal, sobre el sistema nervioso, de las magnitudes de excitación estables[27]

    El síntoma tendría origen en la desestabilización de dicho quantum constante. En ese momento estaba tomando forma una noción de los procesos mentales que se empezaba a diferenciar de la concepción psicofísica cara al modelo del automatismo mental; pero notablemente influida por la enseñanza de Charcot.[28]

    Tal concepción de los procesos mentales adquiere luz si se disciernen sus significados: el modelo psicofísico identifica lo mental (ya sea consciente o no-consciente) con lo orgánico (tal como lo dictaba la mitología neurológica de la instrucción de Meynert). La declarada objetividad de los síntomas se basaba en el paralelismo al modelo neurológico. La posibilidad del procedimiento sugestivo (a la manera de Bernheim), nuevamente su “objetividad”, se respaldó en el mismo principio: el tratamiento procuraría un movimiento en la disfunción de la comunicación de los centros neurológicos corticales superiores con los inferiores; la acción desbloquearía el libre flujo de asociaciones-estímulos neurológicos, dando lugar al normal funcionamiento mental.

    El aún neurólogo habría buscado un procedimiento terapéutico causal que le distanciase del hipnotismo y su carácter de tratamiento sintomático. Siguiendo a Bercherie, las resultas teóricas destacables del encuentro en la clínica vía el Método catártico entre Breuer y Freud son: 1. Toda histeria posee estructura idéntica: el trauma psíquico. 2. El olvido de los recuerdos acontece por reacción al suceso cargado de afectos; las formas de los síntomas están representadas por actos psíquicos característicamente contrarios pero vinculados por asociaciones de ideas. 3. La disociación de ideas está presente en todos los casos. 4. Los estados de histeria aguda representan un advenimiento de lo disociado hacia la consciencia. 5. Lo disociado se re-enlaza con la consciencia, como efecto del tratamiento catártico, merced la hipnosis.[29]

    Para Bercherie el inicio de la originalidad de Freud pende del postulado de la defensa. El “mecanismo de la defensa” sería el parteaguas con las tesis que van desde Charcot hasta Janet.[30] De tal importancia resulta que es menester colocarlo más allá de donde Bercherie le da referencia. Como idea princeps del Psicoanálisis, junto con el neologismo del Gegenwillen, la defensa es la primera piedra colocada para la formulación de lo que será el Inconsciente freudiano. Pero también un rompimiento con la doctrina del automatismo mental y por ende con el entendimiento psicofísico vigente en la urdimbre médico-científica de la época.[31]

    En este punto tomo un sesgo con respecto a la tónica del texto de Bercherie. Éste centra su discusión en torno al impacto que tuvo la realidad objetiva de los síntomas histéricos demostrada por Charcot. Acá me planteo resaltar otra faz de las cosas: En Informe sobre mis estudios en París y Berlín, se lee en par de párrafos la habitual derivación de los médicos a la simulación respecto de los síntomas histéricos:

    “…en los consultorios externos de Berlín he visto que estos signos somáticos de la histeria eran poco menos que ignorados, y pronunciar el diagnóstico de «histeria» parecía significar que ya no se quería tratar más a la paciente”[32]

    Charcot habría tenido el mérito de “reconocer como real y objetiva” la sintomatología histérica; pero “sin descuidar la cautela indispensable a causa de las insinceridades de los enfermos”.[33] La “insinceridad” fue un elemento considerado a salvar dentro de las características de lo histérico desde el procedimiento observacional científico.

    Breuer también se cuestionó acerca de la verosimilitud de Anna O. (mejor conocida como Bertha Pappenheim); pero la cosa se encaminó por otra ladera. La relación entre tratante y tratado que estos sujetos inauguraron tuvo en una de sus condiciones de posibilidad el crédito irrestricto que Breuer dispuso en el decir de su histérica:

    “Es que yo hallé a la enferma siempre enteramente veraz y confiable; las cosas relatadas se entramaban de la manera más íntima con lo que era más sagrado para ella; […] El carácter nimio de tantas ocasiones, lo irracional de muchas tramas, abogan por su realidad. La enferma no entendía cómo la música bailable podía hacerla toser: algo demasiado disparatado para ser una construcción deliberada. Para mí, en cambio, era bien concebible que cualquier escrúpulo de su conciencia moral le causara su notorio espasmo de glotis y que los impulsos motores que sentía esta muchacha muy amante del baile se mudaran en una tussis nervosa. Considero, pues, enteramente confiables y veraces las indicaciones de la enferma”[34]

    Dos elementos de la disposición de Breuer resaltan: la apelación a la subjetividad y la toma por verdad del acto histérico en base a su irracionalidad. Si cree en su histérica, es porque hace caso a lo que para Anna O. (y sólo para ella) es importante, “sagrado”. Son sus escrúpulos y su moral, su manera subjetiva de conducirse en el mundo, lo que certifica la verdad y da sentido al conflicto que se revela en el síntoma.

    No se trata de la previsión egoísta de sus propios deseos o un juego difícil de discernir entre el dominio de los síntomas y la insinceridad tal como en alguna ocasión lo sancionaran Kraepelin o Babinski; ese tipo de calificativos proceden de una normativación de la moral heredada del Alienismo. En las palabras que Anna O. dirige a su médico hay un asiento de verdad; con lo que Breuer hace un procedimiento terapéutico: el Método catártico. Por el mismo medio la histeria se hará del interés de Freud; por vía de las palabras que Breuer le dirige y a las cuales adjudica veracidad. Recuérdese que Freud nunca observó el tratamiento catártico con Anna O.; éste le fue transmitido vía la palabra. Es que esa palabra transfería una verdad. Si se atiende a esto, al encuentro con la histérica le antecede la escucha a la mirada; en tanto, para la escucha freudiana tiene primacía la verdad subjetiva sobre la certeza objetiva.

    Propongo un punto de lección respecto a la postura en que Freud se pudo ubicar a este respecto: el procedimiento basado en la escucha permitió dilucidar que la “insinceridad” de la histérica no es una cuestión de falsedad; sino que es una forma de hablar con verdad. Esta lectura implica acrisolar ciertas significaciones. La temática que a desplegar corresponde a la paridad que, desde el registro de lo subjetivo, en el texto freudiano adquieren las nociones de saber, verdad y deseo.

    El deseo histérico: Lo que se dice de otra forma

    En un escrito de comienzos de la década de 1890,[35] se relata el caso de una mujer con serias dificultades para ejercer la maternidad. Esta joven señora lucha cada vez con todos sus arrestos por satisfacer un deseo: amamantar a su prole; lo que sin embargo no consigue. Tras algunas sesiones de hipnosis, Freud logra que la paciente amamante a sus criaturas en cada ocasión. El efecto sugestivo utilizado no es lo que interesa resaltar; en cambio, sí lo son las consideraciones que a partir del texto se pueden formular para la forma del deseo.

    Encuentra que el designio, la disposición consciente, resulta impotente ante el síntoma histérico; una voluntad contraria (Gegenwillen) comanda por sobre los designios del yo, avasallándolo. Está expresado claramente: encuentra a una mujer “yacente en la cama, las mejillas muy encendidas, furiosa por su incapacidad para amamantar” y “enojadísima consigo misma por no poder eliminar con su sola voluntad la anorexia y sus otros síntomas”.[36] Lo que ella se propone hacer, de la manera en que lo desea hacer, la coloca en la imposibilidad del deseo histérico.

    Cundo arribó investido como tratante, esta madre histérica desdeñó su posición. Seguro él no podrá hacer lo que ella no consigue. De hecho un par de médicos; por cierto más prestigiosos que el (ya no tan joven) hipnotista –uno de ellos era Breuer–; habían fracasado previamente. En el relato aparece la figura de un hombre: el esposo; quien sin más acata el no-poder de su mujer. De hecho toda la casa parece estar vuelta loca por el no-poder de esta dama (en una de esas no únicamente la servidumbre, sino hasta la abuela resultó reprendida). Notó que el marido comparte el desdén con el que fue recibido y la desconfianza en su tratamiento. El no-poder es la clave del poder de esta mujer (cosa bastante loca).

    La cura estuvo posibilitada al atender a la contradicción del deseo histérico; trocar el ejercicio del poder sustentado en el no-poder por su contrario. La cosa es clara: la única manera en que ella podría satisfacer su deseo por maternar era aceptando que su no-poder es la clave para poder. Sin embargo, para eso se requería un otro que la descolocara como la única capaz de poder; regresarle su mensaje invertido. Lo logrado está en la declaración de la, ahora, realizada madre:

    “«Me daba vergüenza –me dijo la señora– que algo como la hipnosis saliera adelante donde yo, con toda la fuerza de mi voluntad, resulté impotente». –y comenta Freud– Empero, no creo que ni ella ni su marido hayan vencido su aversión hacia la hipnosis”[37]

    El meollo no es la hipnosis; tampoco lo es un juego de locuciones paradojales; sino Freud en su calidad de un otro que supo moverse al compás del deseo histérico.

    Freud colige que en esta mujer se presenta un conflicto entre dos mociones; a una le llama designio y a la otra expectativa. La primera es una representación consciente; la segunda una representación que actúa desde un estrato no-consciente (“expectativa contraria” al designio). Las expectativas penosas contrastantes se componen de todas las posibilidades que pueden suceder en un acto, de las que el sujeto puede estar consciente; “salvo una –menciona Freud–, la que yo deseo”. El deseo, esa posibilidad, es lo que está excluido de lo consciente “como representación separada” que se realiza al momento del acto:

    “La representación contrastante se establece, por así decir, como «voluntad contraria», al tiempo que el enfermo, asombrado, es conciente de una voluntad decidida pero impotente”[38]

    Lo excluido en el caso de la madre histérica es el deseo de no amamantar; su deseo se configura en todos aquellos síntomas subjetivos que convoquen la justificación a la indisposición de lactar. El asombro y el enojo es el producto de la escisión que lucha en su interior.

    Hay otro punto sugerido al pasar: el regaño a la abuela. El hecho es mencionado en estos términos:

    “Al marido le había parecido un poco ominoso que la noche anterior ella exigiera alimento con tanto arrebato apenas yo me hube ido, y dirigiera a la madre unos reproches que nunca se había permitido antes. Lo cierto es que desde ese momento todo anduvo bien”[39]

    La intervención dio lugar a la emergencia de lo no dicho: “unos reproches que nunca se había permitido antes”. Los reproches fueron dirigidos a la madre; hay un conflicto expresado con quien representa lo que esta mujer no podía ser: una madre. Freud es testigo de la multiplicidad de elementos que conforman el síntoma; pero resalta que la dimensión en que entra el síntoma, su carácter de deseo, no es un asunto del “individuo”; el síntoma se configura en las relaciones subjetivas con el otro.

    Una verdad en el saber del recuerdo incierto

    Al inicio de la “Comunicación preliminar” de Estudios sobre la histeria se narra que el examen clínico de los casos de histeria no revela el punto de inicio del padecimiento. Esto debido a que por lo general el paciente calla ante el interrogatorio:

    “…suele tratarse de vivencias que al enfermo le resulta desagradable comentar, pero, principalmente, a que en realidad no las recuerda, y hartas veces ni vislumbra el nexo causal entre el proceso ocasionador y el fenómeno patológico”[40]

    Sea que lo omite o lo olvida, la histérica guarda un saber sobre sí misma del que no sabe decir nada. El síntoma es un asunto del hablar, del lenguaje; lo no dicho hace síntoma.

    El hecho se expresa en términos de un mecanismo: ante todo evento el sujeto está en posibilidad de reaccionar de una manera más o menos adecuada; la reacción física es generalmente acorde a la circunstancia que se experimenta. Pero todo acto está matizado por una moción afectiva; de hecho los afectos son los que determinan el cariz del acto-respuesta. Ocurre el caso donde el lenguaje es “un sustituto de la acción”; es la vía de salida de los afectos. Acá se puede puntualizar: no hay acto del sujeto que no esté trazado por el lenguaje. Si el habla no obra en acto, el hecho queda enlazado en el recuerdo al afecto que produjo.[41] Breuer y Freud lo indican en múltiples lugares, el síntoma histérico es un hecho de lenguaje:

    “Lo que sobre todo importa es si frente al suceso afectante se reaccionó enérgicamente o no […] Si esta reacción se produce en la escala suficiente, desaparece buena parte del afecto; nuestra lengua testimonia este hecho de observación cotidiana mediante las expresiones «sich austoben» {«desfogarse»}, «sich ausweínen» {«desahogarse llorando»}, etc. Si la reacción es sofocada, el afecto permanece conectado con el recuerdo”[42]

    El resultado de empatar lo no sabido con lo no hablado y que al ser dicho adquiera estatus de saber pleno juega un papel sustancial en la elaboración de la Doctrina. En eso es palmaria la ruptura con el automatismo mental.

    Se recordará que los automatismos son concebidos como subproductos de la interacción neurológica; en tal calidad carecen de significado o finalidad para el actuar. Cuando Breuer y Freud afirman “el histérico padece por la mayor parte de reminiscencias[43] apelan a un sentido en el acto. El síntoma no es más una conducta producto de un aparato neuronal viciado; es un acto psíquico de igual o mayor complejidad a los actos conscientes.

    Si para el psicoanálisis los actos no-conscientes poseen sentido es porque, a partir de la lógica sintomática, se postula la existencia de representaciones inconscientes eficaces que afectan los procesos conscientes desde un estrato escindido en la psique. Una vez establecida la presencia ignorada por el paciente de un sentido en el síntoma y la premisa de la escisión psíquica, Freud no tardará en formular los procesos mentales bajo la égida del determinismo psíquico. Pero aún falta para llegar a esto. No he de desviarme de la cuestión sobre saber, verdad y deseo; sumando ahora el recuerdo en el síntoma histérico.

    El “trabajo” del recordar

    La idea del trabajo psíquico o trabajo del pensamiento (Denkarbeit) es recurrente en el texto freudiano. Se pueden encontrar las nociones de un “trabajo de pensar” desde la correspondencia con Fliess (por ejemplo en el Proyecto) y en numerosos escritos publicados (Las neuropsicosis de defensa, La interpretación de los sueños, el caso Schreber, etcétera); además de diversas nociones de la actividad psíquica consideradas como formas de trabajo (trabajo de sueño, de neurosis, de síntesis, de delirio, etcétera). El nominativo “trabajo de recuerdo” aparece tal cual en Estudios sobre la histeria o en Cinco conferencias sobre psicoanálisis; además de cantidad de ideas análogas diseminadas en otras obras.

    Nachträglichkeit

    En la “Epicrisis” del caso Miss Lucy R. de Estudios sobre la histeria, se señala que “el momento genuinamente traumático” es cuando “la contradicción se impone al yo y éste resuelve expulsar la representación contradictoria” que no es aniquilada; sino sólo esforzada a lo inconsciente; representación que en lo subsiguiente formaría el “grupo psíquico divorciado del yo”. La escena del trauma es un evento sin mayor afectación psíquica visible; solo supletoriamente es efectiva cuando un segundo momento, por una suerte de analogía, repite lo esencial de la primera vivencia. El resultado es que el segundo síntoma encubre al primero, del que ahora la histérica no sabe nada.[44]

    Una enunciación explícita respecto a la forma de operar del trauma psíquico según la doctrina del psicoanálisis se encuentra en la publicación Nuevas puntualizaciones sobre las neuropsicosis de defensa. Ahí se expone que la naturaleza de las vivencias no puede ser en sí misma el factor propiciatorio de la neurosis; puesto que no todo el que hubiese tenido experiencias sexuales tempranas resulta neurótico. De hecho la experiencia sexual tampoco explica por qué un sujeto contrae (“elije”) un determinado tipo de neurosis y no otro.

    Si el “desarrollo” de la neurosis fuese progresivo (como la enfermedad orgánica) el lastre debiera evidenciarse a lo largo de toda la biografía del sujeto. No obstante las neurosis se presentifican en un determinado momento de la vida. La resulta del trauma se ostenta como “efecto póstumo”; únicamente cuando el sujeto está en condiciones de “poner en vigor” el recuerdo, cuando sanciona de inaceptable representación y contenido (la “huella mnémica”): “Los traumas infantiles producen efectos retardados {nachträglich} como vivencias frescas, pero entonces los produce inconcientemente”.[45]

    Ya en el Proyecto le había comunicado la formulación a Fliess. No es indistinto el que sea en la clarificación de una resolución de síntoma vía el análisis: el sujeto padece por un síntoma y la única ligazón que encuentra con éste es un suceso que no se justifica como causa. Es que el histérico ignora la existencia de una representación antecedente que influye en su vida anímica. Mediante el análisis, al ligársele con el afecto actual, la representación queda vinculada como origen del mismo afecto. Al ubicarse la asociación que sustituye el evento actual por el original el sujeto puede actuar sobre ésta. El suceso actual (consciente) sustituye al original (inconsciente) al establecerse como símbolo de aquel: “Aquí, el símbolo ha sustituido por completo a la cosa del mundo”.[46] La causa del proceso es ya conocida: la represión (esfuerzo de desalojo, Verdrängung): “Dondequiera se descubre que es reprimido un recuerdo que sólo con efecto retardado {Nachträglich} ha devenido trauma”.[47]

    No obstante, el trauma psíquico ocasionado por una vivencia de corte sexual resulta ser una tesis acabada. La información que proviene de las histéricas (además de obsesivos y de fóbicos) le corroboraron al investigador la etiología por su regularidad; la experiencia traumática hace comprensible el estado patológico actual. Sin importar el grado de afectación; ya sea que delire, alucine, somatice o todo a la vez; la etiología es la misma: un trauma sexual.

    ¿Pero acaso no se ha planteado que el procedimiento freudiano no es del orden comprensivo? La formulación del Nachträglichkeit había establecido una diferencia doctrinaria con la psicología comprensiva. Sin embargo la exigencia de entendimiento llevó al callejón común de la comprensión psicopatológica. El escrito de 1896 La etiología de la histeria es paradigmático en este sentido. Ahí se expone el hallazgo etiológico del trauma sexual como “el resultado más importante” de su indagación; que reza:

    “No importa el caso o el síntoma del cual uno haya partido, infaliblemente se termina por llegar al ámbito del vivenciar sexual. Así se habría descubierto, por vez primera, una condición etiológica de síntomas histéricos”[48]

    Condición que se dispone en un determinado momento de la historia del sujeto; la pubertad según los recuerdos accesibles a la consciencia de muchas de las pacientes analizadas. No obstante, esas escenas de la pubertad le parecieron a Freud insuficientes como motivo efectivo de la condición actual. La escena efectiva debe estar más atrás; en la infancia. Ya se sabe que la cosa del síntoma es de efecto Nachträglichkeit. Para el momento de elaboración doctrinal es válido enunciar que el contenido de la vivencia es lo consiguientemente traumático: son “experiencias sexuales en el cuerpo propio”; llanamente un “comercio sexual” tildado de “prematuro”.[49]

    Lo que no es explicado en la comunicación pública sobre la etiología histérica es quién perpetra el acto sexual en el infante. La aclaración del enigma está en las misivas a Fliess: “La histeria se me revela cada vez más como consecuencia de perversión del seductor; la herencia, cada vez más, como seducción por el padre”;[50] que consecuentemente lleva a una explicación degeneracionista: es una cadena de perversidades en el seno familiar.

    Ahora bien, a los textos hay que analizarlos en sus contextos. Por la Nota introductoria de Strachey uno se anoticia de que el artículo La etiología de la histeria es la versión escrita de una conferencia dirigida a la Verein für Psychiatrie und Neurologíe, en un probable 21 de abril del 1896; ante una de las eminencias de la psiquiatría y la sexología del momento: el profesor Krafft-Ebing (quien por cierto habría pronunciado el famoso veredicto que ciertos epistemólogos en la actualidad opinan del Psicoanálisis: “sonaba como un cuento de hadas científico”). Querrá decir que ese artículo, como discurso o texto, estaba dirigido al otro de la ciencia de la enfermedad mental y la sexualidad figurado en Krafft-Ebing; ante quien Freud desea comunicar lo que la clínica le hace saber. A la ciencia no le interesó lo que el psicoanálisis tenía para decir. Strachey cita un par de cartas donde Freud se lamenta con Fliess de la “fría acogida” de la audiencia.[51] Claro que es de suponerse que todo aquel que quiera hablarle a otro de las cosas del eros y éste lo reciba con “frialdad”, la relación entre ambos no durará incólume. Suena como historia de amor que no era correspondido; acaso un loco deseo histérico.

    Resulta de interés para quien busca establecer el andar del pensamiento freudiano, que este trabajo puede considerarse como el capítulo culminante de la serie de textos que sostenían la tesis del trauma psíquico provocado por el ataque sexual de un adulto durante la tierna infancia; suceso que realmente habría ocurrido. El padre en todo caso era el artífice de la fechoría. Culmen y declinación de una “teoría psicológica”, que al plantearse como acabada, era al fin de cuentas comprensiva.

    …no creo más en mi neurótica…

    Habrá que puntualizar aún otro deslinde de lo que va articulando la noción del Nachträglichkeit; pues el modelo neuronal del Proyecto y la “teoría psicológica” son rebasados por la clínica. Con esto quiero decir que la noción dio pie a la discusión interna que en Freud se debatía. Sólo se sostiene la afirmación contra el procedimiento comprensivo a condición de que la doctrina se revise como una continuidad producto de discontinuidades teóricas.

    En una carta a Fliess de fines del 1896 es rearmada la teoría sobre el funcionamiento psíquico. El mecanismo debe generarse “por superposición de capas”; las huellas mnémicas son susceptibles de reordenamiento según “nuevas concernencias”. Esas concernencias son las condiciones a las que el vivenciar del sujeto adulto está constreñido: la sexuación de la vida anímica. Ahora la memoria ya no es de registro simple, sino que está constituida por variedad de signos inscriptos; como escrituras superpuestas.[52] Verdrängung es ahora una imposibilidad de traducción de la escritura. Como si se buscara leer un código utilizando otro que le es ajeno:

    “La denegación de la traducción es lo que clínicamente se llama «represión» […]

    ”una defensa patológica, en cambio, existe sólo contra la huella mnémica todavía no traducida de una fase anterior”[53]

    En esta misiva ya se expone una singularidad a tratar: el síntoma –tomando como modelo a la crisis histérica, el estado de Locura histérica– es una vivencia de goce: “El ataque histérico no es una descarga sino una acción y conserva el carácter originario de toda acción: ser un medio para la reproducción de placer”.[54] La defensa se presenta como un mecanismo “normal” de evitación del displacer. La “defensa patológica” no engendra la represión (desalojo) por el displacer en sí mismo ligado a la representación; sino a la recurrencia de la presentificación del displacer que no se puede inhibir: “El recuerdo se comporta entonces como algo actual”. ¿Por qué la insistencia en lo sexual? La experiencia del placer sexual es la única carente de ligazón con la temporalidad; siempre es actual. El registro del goce incestuoso vigente; sea un deseo de vida o un deseo de muerte para el padre; es lo imposible de inhibir.[55]

    En la carta del 6 de abril de 1897 hay una comunicación que reestructura nuevamente el postulado teórico. Ante la complicación de resolver la histeria aparece “una nueva fuente” de lo inconsciente:

    “Me refiero a las fantasías histéricas, que regularmente, según veo, se remontan hasta las cosas que los niños oyeron tempranamente y sólo supletoriamente comprendieron”[56]

    Al mes siguiente el asunto se ponía en claro: se trata de la reproducción de escenas; ya sean vivencias directas o anteposiciones vía la fantasía que “desde luego son auténticas en todo su material”: “Son edificios protectores, sublimaciones de los hechos, embellecimientos de éstos, sirven al mismo tiempo al autodescargo”. Lo que surge como inédito en el panorama es la conjetura de que no son recuerdos los afectados por la represión (desalojo); sino impulsos derivados de las escenas.[57]

    Bajo esta intelección, el trabajo del recordar en la formación del síntoma histérico está caracterizado por falsificaciones que se producen vía una condensación de los factores temporales, lo percibido y lo fantaseado; con ello queda perdido el nexo originario.[58] Ahora la reminiscencia, a diferencia del postulado general de Estudios sobre la histeria, ya no es el motivo del síntoma; pues en realidad sólo es “un camino, un modo”; valga decir, una forma de trabajo psíquico. Lo que motiva el síntoma es la libido; la vivencia en el cuerpo, lo que acá se puede leer como el goce. Por tanto, el síntoma es “un cumplimento de deseo como en el sueño”.[59]

    En Sobre los recuerdos encubridores (texto publicado un par de años después de la comunicación con Fliess inmediatamente referida), se anota que la fantasía es la vía para el cumplimiento de deseo; y que con relación al recuerdo infantil ésta no es un producto ubicable en la temporalidad: “La fantasía no se recubre entonces por completo con la escena de infancia, sólo se apuntala en algunos puntos de ella”; es decir que la fantasía es el enlace entre la escena infantil y la moción de deseo actual. De hecho fantasía y recuerdo son indisociables; el recuerdo infantil resulta ser una reelaboración propensa “a los fines de la represión”. No habría tales “recuerdos de infancia”; si no únicamente “recuerdos sobre la infancia”; formados en la tramazón de lo experimentado con lo fantaseado.[60]

    Si el recuerdo no es el motivo; pues es en sí un proceso psíquico que está a merced de superposición de nuevas escrituras, que toma forma desde un inconsciente que no obedece a instancias temporales como pasado o presente y que los signos de realidad son indistinguibles de los de fantasía; la teoría de la seducción, el ataque sexual infantil, se derrumba. Pero no sólo la estructura psíquica lo revela; también el encuentro del propio Freud con su deseo termina por echar por tierra la teoría:

    “…la sorpresa de que en todos los casos el padre debiera ser inculpado como perverso sin excluir al mío propio, la comprobación de la inesperada frecuencia de la histeria para la cual debería repetirse esta misma condición cuando es poco probable que la perversión en perjuicio de niños esté tan difundida”[61]

    Movimiento que tiene dos efectos: la renuncia a “la plena solución de una neurosis”, dimisión al emparentamiento con la cura médica y la abdicación “al conocimiento cierto de su etiología en la niñez”; dimisión a cualquier signo de comprensión en el Psicoanálisis.

     

    Hablar y recordar

    El síntoma es un hecho del lenguaje. Breuer lo notó con su histérica y de ahí el Método catártico. A partir de lo freudiano, el síntoma y la cura sólo son descifrables desde de la multiforme relación con el otro.

    Todo el tratamiento basado en el apalabrar el recuerdo con la Señora Emmy von N. se dirime en la relación con Freud: los recuerdos no accesibles aparecen posteriormente a que el tratante los solicita; curiosamente nunca en el momento de la petición. Como histérica, ella podría dar lo que se le pedía; pero al pedírselo de otra forma. En una charla de cotidiano, es inquirida a la Señora Von N. por el nombre de cierta flor y cierto lugar; el recuerdo es inaccesible:

    “Le digo entonces: «No reflexione más; mañana entre las cinco y las seis de la tarde, más cerca de las seis, se le ocurrirán de pronto en el jardín».

    ”Al anochecer del día siguiente, durante una charla que no tenía absolutamente nada que ver con las catacumbas, prorrumpió: «Cripta, doctor; y columbario». – «¡Ah! Son las palabras que ayer no hallaba usted. ¿Cuándo se le ocurrieron?». – «Hoy a la tarde en el jardín, antes de subir». – Noté que de esta manera quería indicarme que observó de manera estricta el tiempo prescrito, pues su costumbre era abandonar el jardín hacia las seis de la tarde”[62]

    Ella recuerda, pero no por causa de la sugestión; si no porque Freud establece las condiciones para que se cumpla la petición: se dará cuando ya no sea requerida. Acaso se puede decir que la histérica cumple el deseo del otro cuando ese deseo deja de ser el de aquél para ser el suyo. Se escucha como un asunto de amor.[63]

    La alucinación de Miss Lucy era un “símbolo” de la vivencia; un recordar en el cuerpo:

    “La desazón era acaso el afecto correspondiente al trauma, y debía de ser posible hallar una vivencia en la cual estos olores, ahora devenidos subjetivos, hubieran sido objetivos; esa vivencia tenía que ser el trauma, y las sensaciones olfatorias se repetirían como un símbolo de él en el recuerdo”[64]

    Si la única forma en cómo el sujeto se puede relacionar con sus sensaciones es enunciándolas ¿Se puede decir que el sentir sea cosa distinta al hablar?

    Del caso de “psicosis expiatoria histérica” que aparece en una nota al pie de página en Estudios sobre la histeria, se explica que la paciente experimentaba “las más llamativas lagunas” en su memoria; de lo que la tal Cäcilie M. se quejaba de tener una vida “como fragmentada”. Cuando un recuerdo apareció en su mente, toda la serie de eventos desalojados volvieron a presentificarse; constriñéndola a revivir los “traumas”. Únicamente el alivio le fue posible “dándole la oportunidad de apalabrar” el recuerdo martirizador.[65]

    Para la escucha freudiana hablar y recordar están en un mismo registro: si la cura analítica es posible, es por vía de una reestructuración del registro de lo vivenciado a través del habla. En la histeria, el mecanismo de la defensa asocia el afecto al cuerpo; al hablar la histérica traduce su sufrimiento subjetivo en el deseo no aceptado. Así apreciado, la reconstrucción del recuerdo no es sino el reverso de la defensa. Expresarlo como una recodificación de un lenguaje ajeno a la consciencia, no es distinto a departir sobre los efectos de cura que tiene el “apalabramiento” de lo inconsciente.

    En Sobre el mecanismo psíquico de la desmemoria, se afirma que la cotidiana experiencia del olvido (la incapacidad de traer en palabras un nombre desde el recuerdo), como proceso, es del todo análoga a la formación de síntoma en las psiconeurosis:

    “Aquí como allí, los mismos elementos, e idéntico juego de fuerzas entre estos. De igual manera, y por medio de unas asociaciones de parecida superficialidad, una ilación de pensamiento reprimida se apodera en la neurosis de una impresión reciente inofensiva, y la atrae hacia abajo, junto a ella, a la represión”[66]

    Al igual que en el síntoma, el esfuerzo por recordar lo escindido le procura al aparato psíquico un malestar; que únicamente se distiende ante el acceso al habla de la palabra vedada; lo que para la cura analítica es nombrado como “la reintroducción del objeto psíquico genuino”.[67]

    Hay un par de cuestiones que no se deben pasar por alto: por una parte, tanto en el olvido de nombres como en el síntoma, el alivio de la “tensión psíquica” tiene lugar ante la comunicación hacia un otro (de ahí la imposibilidad de abstenerse de proferir el voz alta el nombre de lo olvidado); por otra, la situación de no poder pronunciar el nombre buscado exige al sujeto un trabajo psíquico, que mientras tiene lugar causa displacer. Esa desazón es la falta de sentido: el sujeto no sabe por qué es incapaz de recordar; las generalmente fallidas estrategias para recordar son un intento de producción de sentido.

    Ante la presencia del síntoma, de la emergencia de lo inconsciente, en el sujeto se establece un requerimiento de sentido:

    “Parece haber una necesidad de poner fenómenos psíquicos de los que uno se vuelve conciente en un enlace casual con otro elemento conciente. Toda vez que la causación efectiva se sustrae de la percepción de la conciencia, se ensaya sin vacilar otro enlace en el que uno mismo cree aunque es falso”[68]

    La necesidad de sentido es también necesidad de verdad. Lo “inconciliable a la conciencia” no es un absurdo de la sinrazón; es algo de lo que el sujeto se extraña y de lo que busca una explicación en términos de sus singulares vivencias. De ahí que el síntoma sea cuestión de la reminiscencia; pero al mismo tiempo del cómo se relata el recuerdo. Lo que constituye para la doctrina que el recuerdo no es cosa del pasado; sino de lo presentificado al hablar.

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    [*] Psicoanalista. Responsable del Área de Psicología Clínica en Organización Puente de la Institución a la Sociedad A. C.

    Correo electrónico:     maciasterriquez@gmail.com

    [1] Este ensayo, con algunas modificaciones, se deriva del texto “Formaciones de Alucinación y delirio en estructuras no-psicóticas: La Locura histérica”, Tesis profesional (no publicada) presentada por quien suscribe el presente para la obtención del título de Maestro en Psicología Clínica en la Universidad Autónoma de Querétaro en Agosto de 2010.

    [2] Cf. Saurí, J. (1894) Las histerias pp. 67 y ss.

    [3] Cf. Freud, S. (1886d) Observaciones de un caso severo de hemianestesia en un varón histérico pp. 28-9.

    [4] Ibid. pp. 29-31. Los subrayados son míos.

    [5] Ibid. p. 32.

    [6] Cf. ibid. p. 34.

    [7] Chertok, L. y de Saussure, R. (1973).

    [8] Cf. Roudinesco, E. (1986) La batalla de cien años pp. 47-8. Freud se refirió a la sugestión, según la terapia de Bernheim, como un “influjo pedagógico” (cf. Breuer, J. y Freud, S. [1893-1895] Estudios sobre la histeria p. 96). Llama la atención que esta reflexión de Freud está entonada como una desilusión de la intención pedagógica en la psicoterapia; quizá un temprano deslinde de cualquier finalidad re-educativa o correctiva para lo que será la cura psicoanalítica.

    [9] Charcot, J-M. (1893) “La foi qui guériti”; apud Bercherie, P. (1983) Génesis de los conceptos freudianos p. 96.

    [10] De hecho la investigación de estos psicoanalistas da muchos datos que vale la pena seguir. Es que estos autores aplican ciertos vocablos surgidos de la clínica psicoanalítica, particularmente el de “transferencia”, a la situación del hipnotismo; acto que no deja de tener sus asegunes.

    [11] Cf. Roudinesco, E. (1986) op. cit. pp. 27 y ss. También Bercherie, P. (1983) op. cit. p. 113.

    [12] Breuer, J. y Freud, S. (1893-1895) op. cit. p. 267.

    [13] Médicamente, quien padece una enfermedad “heredada” (p. ej. diversos tipos de cáncer, malformaciones físicas o discapacidades) no hace por originársela; la transmisión de condiciones biológicas nada tiene que ver con quien las porta. La madurez del organismo, las condiciones del ambiente o la forma de vida del sujeto quizá sean lo que da pie a la forma de manifestación de la enfermedad. Claro está que es cosa muy distinta el registro de la vivencia de enfermedad; el cómo se padece no es condición orgánica, es cuestión subjetiva.

    [14] Cf. ibid. p. 233. El influjo de discurso médico sobre el sujeto es algo que está patente en las actuales relaciones donde, por ejemplo, entre profesionista y usuario está dispuesto un diagnóstico de esquizofrenia o cualquier otro trastorno mental. Aquél que escuche atentamente el discurso del diagnosticado puede constatar cómo su subjetividad se torna en relación al diagnóstico médico. Al mediar un diagnóstico la relación del tratante hacia el tratado se basa en todo momento en el rotulo científicamente impuesto al sujeto.

    [15] Freud, S. (1890a) Tratamiento psíquico (tratamiento del alma) p. 127.

    [16] Cf. Saurí, J. (1984) op. cit. pp. 201-2. El subrayado es de mi autoría.

    [17] Cf. idem.

    [18] Cf. Etcheverry, J. L. (1978) Sobre la versión castellana (Presentación de las Obras Completas de Sigmund Freud) p. 42.

    [19] Saurí, J. (1984) op. cit. p. 203.

    [20] Meléndez, F. (2004) p. 46.

    [21] Ibid. p. 46.

    [22] Cf. Etcheverry, J. L. (1978) op. cit. p. 39.

    [23] Meléndez, F. (2004) art. cit.

    [24] Idem.

    [25] Cf. Bercherie, P. (1983) op. cit. pp. 277 y ss.

    [26] Acaso esto es a lo que Assoun llama “la paradoja de la epistemología freudiana”; una paradoja del saber incognoscible (unerkennbar) o cosa en sí kantiana que para Freud es el Inconsciente (cf. Assoun, P-L. [1981] Introducción a la epistemología freudiana pp. 68 y ss.).

    [27] Freud, S. (1888b) Histeria p. 54.

    [28] Cf. Freud, S. (1888 [1888-89]) Prologo a la traducción de H. Bernheim, De la suggestion y Bercherie, P. (1983) op. cit. pp. 280 y ss.

    [29] Cf. ibid. pp. 288-9.

    [30] Cf. ibid. pp. 294-6.

    [31] El resultado de tal disidencia sin duda sería un complejo trabajo manuscrito dirigido a Fliess y póstumamente nombrado Entwurf einer Psychologie.

    [32] Freud, S. (1956 [1886]) Informe sobre mis estudios en Paris y Berlín Realizado con una beca de viaje del Fondo de Jubileo de la Universidad (octubre de 1885 – marzo de 1886) p. 11.

    [33] Cf. idem.

    [34] Breuer, J. y Freud, S. (1893-1895) op. cit. pp. 66-7.

    [35] Freud, S. (1892-93) Un caso de curación por hipnosis, con algunas puntualizaciones sobre le génesis de los síntomas histéricos por la “voluntad contraria”.

    [36] Cf. ibid. pp. 153-4.

    [37] Ibid. p. 154.

    [38] Ibid. p. 156.

    [39] Ibid. p. 155. Subrayado mío.

    [40] Breuer, J. y Freud, S. (1893-1895) op. cit. p. 29.

    [41] Cf. ibid. p. 34.

    [42] Idem.

    [43] Ibid. p. 33.

    [44] Cf. Breuer, J. y Freud, S. (1893-1895) op. cit. pp. 139-40.

    [45] Cf. Freud, S. (1896b) Nuevas puntualizaciones sobre las neuropsicosis de defensa p. 167 y n. 12.

    [46] Freud, S. (1950a [1895]) op. cit. pp. 396-7.

    [47] Ibid. p. 403.

    [48] Freud, S. (1896c) La etiología de la histeria p. 198.

    [49] Cf. ibid. pp. 201 y ss.

    [50] Freud, S. (1985) Cartas a Wilhelm Fließ (1887-1904) Carta del 6. dic. 96 (carta 112) p. 224.

    [51] Strachey, J. “Nota introductoria a La etiología de la histeria” en Obras Completas Sigmund Freud Tomo III p. 188. Al cuento de hadas después le llamaron “pseudociencia”; para el caso es lo mismo.

    [52] Cf. Freud, S. (1985) op. cit. Carta del 6 dic. 96 (carta 112) pp. 218 y ss.

    [53] Ibid. p. 220. Los posibles acercamientos del Psicoanálisis con la Lingüística son por demás evidentes.

    [54] Ibid. p. 224.

    [55] Ibid. p. 220. En el “Manuscrito N” (anexo a la carta 129) se cuestiona la existencia de “impulsos hostiles hacia los padres”: “Parece como si este deseo de muerte en los hijos varones se volviera contra el padre, y en las hijas mujeres, contra la madre” (cf. p. 268). Según el apunte de Ernst Kris es la primera referencia al Edipo (idem. n. 2).

    [56] Ibid. Carta del 6. 4. 97 (carta 123) pp. 249 y ss. Subrayados míos.

    [57] Cf. ibid. Carta del 2. mayo 97 (carta 126) p. 254.

    [58] Cf. “Manuscrito M” (anexo a la carta 126) en ibid. p. 264.

    [59] Cf. “Manuscrito N” en ibid. p. 269.

    [60] Cf. Freud, S. (1899a) Sobre los recuerdos encubridores pp. 310 y ss.

    [61] Freud, S. (1985) op. cit. Carta del 21. set. 97 (carta 139) p. 284. En una nota a pie de página de La interpretación de los sueños es tajante en la aseveración de la función de la fantasía en la estructuración del síntoma histérico: “…los histéricos (…) junto a lo que realmente les ocurrió, se crean inconcientemente en su fantasía unos sucesos atroces o disolutos, construidos sobre el más inocente y trivial material de vivencias. Y de estas fantasías dependen los síntomas, no de los recuerdos de los hechos reales, sean estos graves o igualmente inocentes” (1900a [1989] La interpretación de los sueños pp. 230-1 n. 46).

    [62] Breuer, J. y Freud, S. (1893-1895) op. cit. p. 116.

    [63] Aunque sea un amor que se ofrece, pero no se entrega. Al final del caso, Freud habla de un nuevo médico de la Señora Von N. quien le dice que la historia se repitió una y otra vez con otros tratantes; cosa a la que Freud llama: “la verdadera «compulsión de repetición»” (cf. ibid. p. 122 n. 51).

    [64] Ibid. p. 124.

    [65] Cf. Breuer, J. y Freud, S. (1893-1895) op. cit. pp. 88-91 n. 25.

    [66] Freud, S. (1898b) Sobre el mecanismo psíquico de la desmemoria p. 286.

    [67] Ibid. p. 287.

    [68] Breuer, J. y Freud, S. (1893-1895) op. cit. pp. 88-91 n. 25.