Autor: Jorge garcia

  • Lacan y la libertad

    Lacan y la libertad

    Daniel Gerber

    En la elaboración lacaniana el sujeto del inconsciente nombra una paradoja: efecto de una estructura –la del lenguaje- en tanto no creado desde él mismo, es a la vez aquello que nunca se integra plenamente en ella, el elemento radicalmente inadaptable.

    La falacia del empirismo conductista es suponer un sujeto que tiene siempre la posibilidad de adaptarse. Desde Freud, el sujeto se define más bien como ese punto que hace imposible cualquier funcionamiento armónico. El análisis de las ideas de Lacan debe partir de esta afirmación esencial de Freud: «La pulsión reprimida nunca cesa de aspirar a su satisfacción plena, que consistiría en la repetición de una vivencia primaria de satisfacción; todas las formaciones sustitutivas y reactivas, y todas las sublimaciones, son insuficientes para cancelar su tensión acuciante, y la diferencia entre el placer de satisfacción hallado y el pretendido engendra el factor pulsionante, que no admite aferrarse a ninguna de las situaciones establecidas, sino que, en las palabras del poeta, ‘acicatea, indomeñado, siempre hacia adelante’» 1.

    El sujeto es efecto del lenguaje, no se engendra a sí mismo. Pero esto no significa que se defina como simple pieza de una maquinaria simbólica –la estructura- que puede cumplir eficazmente con una función precisa dentro de ella. Por el contrario, el sujeto es allí lo que falla, lo que no responde, lo imprevisible e incalculable. Si del lado de la ciencia no se ha dejado de pensar en un sujeto totalmente calculable que podría reducirse a algún coeficiente, el psicoanálisis revela la imposibilidad de dicha reducción. En este sentido se hace eco de las palabras que Sófocles ponía en uno de los coros de Antígona 2500 años antes de Cristo: «Nada que sea más asombroso que el hombre»; asombro como reacción inevitable ante el único de los seres que siempre rebasa todo cálculo y previsión.

    De ahí que el tema de la libertad no pueda ser ajeno al psicoanálisis, más allá del determinismo al que están sometidos todos los actos, comportamientos y pensamientos. Es sabido que Freud sostuvo que no existe ninguna clase de libre albedrío para el sujeto; su afirmación más contundente señala: «no hay en lo psíquico nada que sea producto de un libre albedrío, que no obedezca a un determinismo» 2. Pero esto no exime al sujeto de la responsabilidad por sus actos, como lo sostiene en un texto que aborda la cuestión de la responsabilidad moral por el contenido de los sueños: «Si el contenido del sueño no es el envío de un espíritu extraño, es una parte de mi ser; si, de acuerdo con criterios sociales, quiero clasificar como buenas o malas las aspiraciones que encuentro en mí, debo asumir la responsabilidad por ambas clases, y si para defenderme digo que lo desconocido, inconsciente, reprimido que hay en mí no es mi «yo», no me sitúo en el terreno del psicoanálisis, no he aceptado sus conclusiones, y acaso la crítica de mis prójimos, las perturbaciones de mis acciones y las confusiones de mis sentimientos me enseñen algo mejor. Puedo llegar a averiguar que eso desmentido por mí no sólo «está» en mí, sino en ocasiones también «produce efectos» desde mí» 3.

    Hay pues determinación inconsciente pero también responsabilidad. Así, el psicoanálisis nos presenta un sujeto que no puede considerarse amo y señor de sí mismo, de sus discursos y sus actos, pero que tiene que hacerse cargo de aquello que lo determina como algo que también es «suyo», le concierne. Ajeno a toda ideología de la absolución, el psicoanálisis considera que uno siempre es responsable de lo que le acaece, como lo expresa Lacan: «Decir que el sujeto sobre el que operamos en psicoanálisis no puede ser sino el sujeto de la ciencia puede parecer paradoja. Es allí sin embargo donde debe tomarse un deslinde a falta del cual todo se mezcla y empieza una deshonestidad que en otros sitios llaman objetiva: pero es falta de audacia y falta de haber detectado el objeto que se raja. De nuestra posición de sujeto somos siempre responsables. Llamen a eso terrorismo donde quieran. Tengo derecho a sonreír, pues no será en un medio donde la doctrina es abiertamente materia de compromisos, donde temeré ofuscar a nadie formulando que el error de buena fe es entre todos el más imperdonable» 4. El señalamiento es importante: la ciencia excluye –forcluye- al sujeto en tanto lo considera mero objeto de un cálculo; de este modo lo desresponsabiliza porque hace de él un puro lugar de determinaciones biológicas, sociales, psíquicas, que son las «causas» a considerar. Para Lacan, esto sólo puede facilitar que el sujeto se escude en la posición paranoica del «alma bella» que denuncia el desorden del mundo sin poder advertir su implicación en ese desorden. De ahí su necesidad de problematizar el determinismo freudiano –efecto sobre el fundador del psicoanálisis del discurso de la ciencia del siglo XIX- y su interés por abordar la cuestión de la libertad.

    Es preciso analizar el determinismo a la luz de la relación entre la estructura y el sujeto, tema central en la reflexión lacaniana desde los años 50 cuando formula su conocido aforismo: «el inconsciente está estructurado como un lenguaje». El inconsciente y por lo tanto su sujeto están estructurados desde un orden que es exterior a ellos, pero la estructura del lenguaje contiene también lo indecible que abre el margen de «libertad» que permite escapar a una determinación absoluta y plantea la posibilidad de una transformación del sujeto en la medida en que está no-todo en el lenguaje.

    Ya antes de 1950 aparece en Lacan la reflexión en torno a la libertad. Esta se inscribe, desde 1936 –año de la presentación de su ponencia sobre el «estadio del espejo»- en un análisis de «lo social» que trata sobre los lazos de identificación internos en la organización de los grupos humanos en general. La pregunta que allí se formula no dejará de reiterarse de manera constante por más de cuarenta años: ¿Cuál es la esencia del lazo social que hace posible al grupo y al sujeto?. Ahora bien, la existencia misma de ese lazo como condición de posibilidad del sujeto plantea la pregunta respecto de la libertad; es así como en el texto de 1945 titulado El tiempo lógico y el aserto de la certidumbre anticipada: un nuevo sofisma, Lacan va a reflexionar sobre la libertad a partir de un sofisma propuesto por él. Se trata de una reflexión en la que formula una crítica radical a la concepción sartreana de la libertad, tal como se acababa de expresar en A puerta cerrada pues afirma: «no nos contamos entre sos recientes filósofos para quienes la opresión de cuatro muros no es sino un favor más para el cogollo de la libertad humana» 5. La aclaración es breve, pero marca un deslinde que merece un comentario que intente aclararla. La situación que Lacan describe en el sofisma se parece a la de la pieza teatral de Sartre, pero mientras que éste pone en escena tres personajes, tres «conciencias muertas» encerradas para la eternidad entre cuatro muros por haberse ellos mismos condenado a nunca romper sus cadenas, Lacan expone la situación de tres hombres que llegan a liberarse colectivamente gracias a la lógica de un razonamiento cierto.

    A puerta cerrada ilustra la teoría de la libertad que Sartre había enunciado en El ser y la nada. Para él, lo primordial en el hombre es el hecho de que existe y que debe inventarse a sí mismo, sin estar predeterminado por ningún tipo de esencia de carácter inmutable. El hombre no es nada sino la disposición permanente de elegir y revocar lo que quiere llegar a ser. Nada nos determina a ser tal o cual cosa, ni desde fuera ni desde dentro de nosotros mismos, siempre estamos abiertos a transformarnos o cambiar de camino. Siempre se es libre » dentro de un estado de cosas y frente a ese estado de cosas». La libertad humana es la vocación de negar todo lo que nos rodea en la realidad y de proyectar otra realidad alternativa a partir de nuestros deseos y pasiones libremente asumidos. Podemos fracasar en el intento –de hecho siempre fracasamos, siempre nos estrellamos de alguna manera contra lo real, «el hombre es una pasión inútil»- pero no podemos dejar de intentarlo ni renunciar a tal empeño pretextando la necesidad invencible de las cosas. Lo único que los humanos no podemos elegir es entre ser o no ser libres: estamos condenados a la libertad pues esta nos define en cuanto humanos. Así, la libertad es el campo de batalla de un combate dialéctico donde se oponen dos fuerzas antagónicas, la alienación y la intencionalidad existencial. Por esto escapa a la simple certeza de un sujeto que podría elegir su plena responsabilidad. Es la virtud mayor de la conciencia, a condición de saber que ésta se encuentra atravesada por procesos mentales que le escapan: los que abrigan al sujeto detrás de una pantalla engañosa de mala fe, término que forja para reemplazar la noción de inconsciente freudiano, juzgada por él demasiado biologista y mecanicista. La mala fe se integra a la conciencia para producir una patología de la ambivalencia: la que condena al sujeto a unir en un solo acto una idea y la negación de esta, una trascendencia y una facticidad. En esta perspectiva Sartre niega al psicoanálisis que llama «empírico» (el de Freud) para oponerle un psicoanálisis existencial. Acusa al primero de negar la dialéctica y de desconocer la esencia de la libertad a nombre de una afectividad primera del individuo –»cera virgen antes de la historia»- mientras que él reconocía al segundo la capacidad de abolir el inconsciente y afirmar que nada existe antes del surgimiento original de la libertad.

    Lacan se opone a la tesis sartreana: el hombre no es libre, afirma, ni siquiera de elegir sus cadenas, no hay libertad originaria. Esto le exige, para devenir libre, integrarse a la colectividad de los hombres por la acción de una lógica. Dicho de otra manera, solamente la pertenencia a lo colectivo, el lazo social –lo que Freud llamaba el vínculo libidinal- funda la relación del sujeto con el otro, y sólo la virtud lógica conduce al hombre a la verdad que impone la aceptación del otro según una dialéctica del reconocimiento. De este modo, Lacan hace depender toda libertad de una temporalidad que es, para cada sujeto, la de llegar a someterse a una decisión lógica en función de un «tiempo para comprender»; en el sofisma mencionado, cada uno de los presos reconoce el color del disco que lleva colgado en su espalda mirando a los otros porque le es imposible mirarse a él mismo; pero no mirándolos salir del cuarto donde están encerrados sino mirando la vacilación que muestran para salir. «Aserto de certidumbre anticipada» es así el proceso de precipitación que caracteriza a la toma de una decisión «verdadera» que es condición de la libertad humana. Esto significa que, en oposición al existencialismo, Lacan elige una política de la libertad humana fundada sobre el principio de una lógica de la verdad que excluye la conciencia subjetiva como dato de inicio. La incidencia del pensamiento de Hegel en este momento seguramente le hubiera hecho suscribir la sentencia del filósofo de Jena: «ser libre no es nada, devenir libre lo es todo».

    Un año después, en 1946, Lacan participa en el primer coloquio de Bonneval organizado por Henry Ey y presenta el texto Acerca de la causalidad psíquica. En él retoma las tesis anteriores pero en el contexto de un cuestionamiento de la concepción de Ey quien sostiene la noción de una libertad originaria que llama psicogenética. Lacan cita textualmente a Ey: «las enfermedades mentales son insultos y trabas a la libertad, dado que no son causadas por la actividad libre, es decir, puramente psicogenética» 6, y señala que a este planteamiento se le escapa la verdad del psiquismo y la de la locura porque «el fenómeno de la locura no es separable del problema de la significación para el ser en general, es decir, del lenguaje para el hombre» 7. Es preciso entonces analizar la locura a partir de la relación del sujeto con el lenguaje, que es considerado ya como instrumento de la mentira y la verdad del sujeto, es decir en un registro que implica lazo social y lógica: «la locura es vivida íntegramente en el registro del sentido» 8.

    Lacan retoma aquí ciertos conceptos de Hegel como los de ley del corazón y delirio de presunción, junto con el de alma bella, para señalar una locura virtual del ser humano en tanto que hablante en la medida en que en la locura el sujeto «se cree»: la ley del corazón impone un revestimiento libidinal del yo que implica el borramiento del orden del mundo para constituir ese polo de la libido narcisista que Freud llamó megalomanía. Dice Lacan: «este desconocimiento se revela en la revuelta, mediante la cual el loco quiere imponer la ley de su corazón a lo que se le aparece como el desorden del mundo, empresa «insensata» –no por ser un defecto de la adaptación a la vida (…) sino más bien porque el sujeto no reconoce en ese desorden del mundo la manifestación misma de su ser actual y lo que experimenta como la ley de su corazón no es más que la imagen invertida, así como virtual, de ese mismo ser. La desconoce pues doblemente para desdoblar en ella la actualidad y la virtualidad. Ahora bien, sólo puede escapar a dicha actualidad mediante esa virtualidad» 9. La locura es así un riesgo que amenaza a cualquiera en la medida en que existe una atracción ejercida por una imagen de yo ideal que apunta a una captura negadora de toda mediación de orden simbólico. En la medida en que el yo primordial está en discordancia con el ser y esta discordancia marca la historia toda del sujeto, siempre está abierta la posibilidad de producir una resolución de ella por una coincidencia ilusoria del ideal con la realidad, cuya consecuencia será siempre conmover en sus cimientos mismos al sujeto, desencadenando la agresión suicida narcisista.

    La locura es pues un riesgo que amenaza a todo sujeto en la medida en que es efecto de la atracción que ejercen esas identificaciones con el ideal narcisista que vendrían a resolver la falla inherente al ser mismo al precio de una absoluta pérdida de toda libertad en el afán de liberarse. Por esto Lacan afirma: «Porque el riesgo de la locura se mide por el atractivo mismo de las identificaciones en las que el hombre compromete a la vez su verdad y su ser. Lejos pues, de ser la locura el hecho contingente de las fragilidades de su organismo, es la permanente virtualidad de una grieta abierta en su esencia. Lejos de ser «un insulto» para la libertad, es su más fiel compañera: sigue como una sombra su movimiento. Y el ser del hombre no sólo no se lo puede comprender sin la locura, sino que ni aun sería el ser del hombre sino llevara en sí la locura como límite de su libertad» 10.

    La virtualidad de la locura depende para Lacan de la estructura del narcisismo, dimensión inherente a la existencia del sujeto que puede generar la locura del alma bella y de la ley del corazón como precio a pagar por el intento de eliminar la grieta que es propia de todo ser hablante por ser efecto de la acción del orden simbólico. Por este camino se pretende alcanzar la libertad plena con el desencadenamiento de la agresión suicida del narcisismo; es el recurso extremo de la búsqueda de imponer la ley del corazón en un mundo que necesariamente lo limita. El efecto paradójico que resulta de esa búsqueda radical de libertad es la captura por una imagen mortífera que produce la «negación perdida de sí mismo».

    ¿Existe otra posibilidad que no fuera esa estasis letal de la identificación ideal, otra posibilidad que permita no ser presa de ese efecto mortal y lograr lo que Hegel resume de este modo: «el hombre debe realizar en una serie de crisis la síntesis de su particularidad y de su libertad, llegando a universalizar esa particularidad misma (…) su libertad se confunde con el desarrollo de su servidumbre» 11? La producción del ternario imaginario, simbólico, real, la definición del sujeto como lo que el significante representa para otro significante y la postulación de una falla en la estructura del lenguaje que es llamada significante de una falta en el Otro, permiten a Lacan arribar, en 1964, a una nueva postulación donde el término libertad reaparece cuando afirma que el deseo es «función de la libertad» 12.

    Se trata de una formulación que muestra los efectos de la falla, la falta en el orden simbólico –el Otro- que en su primera definición aparecía como un universo completo. La estructura que produce al sujeto es una estructura incompleta o, dicho de otra manera, la falta no está solamente del lado del sujeto sino que también está en el Otro. Esto determina la existencia de dos operaciones contrapuestas en la constitución del sujeto: la alienación y la separación. La alienación indica la constitución del sujeto en el campo del Otro como captura por el significante que, a la vez que le da la posibilidad de vivir como ser hablante, induce un efecto letal, mortífero: efecto de desvanecimiento, de petrificación en el significante. Pero no solamente hay incidencia del Otro sobre el sujeto porque también del lado del sujeto hay respuesta, y esta respuesta vendrá a producirse cuando el Otro revela inevitablemente su falta. Es el momento en que surge la pregunta por esa falta, ese enigma del deseo del Otro para el cual la primera respuesta, el primer objeto que se propone es la propia falta que se localiza en él: la respuesta que afirma «puedes perderme», que equivale a «te hago falta», en los dos sentidos en que esto se puede escuchar. Aquí aparece lo que Lacan llama «función de la libertad»; no de la libertad entendida como libre albedrío, posibilidad de hacer «cualquier cosa «, sino de «fantasma de libertad» 13, libertad fantasmática –es decir, respuesta a lo que se produce en el Otro- en que encarna el intento de desembarazarse del efecto mortífero –»afanístico»- del significante y hacerse un lugar, un lugar allí donde en la cadena significante se abre el intervalo, la grieta que denota su incompletud.

    Por un lado está entonces la alienación como captura del sujeto, subordinación, posibilidad de ser al precio de no ser; por otro la separación como función de liberación de esa captura. La función de la libertad se materializa en el hacer-se un lugar en la cadena significante; pero esto requiere como condición la previa captura en ella. La separación no se realiza de una vez y para siempre porque, en términos estructurales, el sujeto está siempre tomado en y por la dialéctica de la alienación y la separación. La importancia de indicar la relación entre ambas es que el sujeto no es entonces un simple siervo de una estructura, un puro efecto de ésta al quien no lo quedaría más posibilidad que cumplir puntualmente con la demanda del Otro. La separación señala ese momento de libertad que es el de decir no a esa demanda para procurarse otro lugar. No hay pues libertad absoluta porque no hay sujeto sin sujetamiento al significante; hay solamente, como dice Octavio Paz, «libertad bajo palabra» -o, en términos de Lacan, «libertad fantasmática»- como efecto de la aparición de la falla de ésta última, lo que abre la posibilidad de la separación. Separación que conjuga el se-parare (separarse) con el se-parere, parirse, engendrarse, darse un estado civil, siempre a partir de la falta del Otro.

    En el anuncio de esta jornada que conmemora el centenario del nacimiento de Lacan se cita una afirmación suya íntimamente relacionada con esta dialéctica de la alienación y separación: «Sean ustedes lacanianos si quieren, yo soy freudiano». Es una frase que evoca otras conocidas como «yo no soy marxista» (Marx) o «ahora les mando que me pierdan y se encontrarán ustedes y sólo cuando hayan renegado de mí volveré yo entre ustedes» 14..Todas podrían converger en esta última –dicha por Lacan- que indica las paradojas de la libertad pero también su posibilidad: «Hagan como yo, no me imiten».

    Notas

    1 S. Freud: Más allá del principio de placer. En Obras completas, tomo XVIII. Buenos Aires, Amorrortu, 1979, p. 42.

    2 S. Freud: Psicopatología de la vida cotidiana. En Obras completas, tomo VI. Buenos Aires, Amorrrotu, 1978, p. 236.

    3 S. Freud: Algunas notas adicionales a la interpretación de los sueños en su conjunto. En Obras completas, tomo XIX. Buenos Aires , Amorrortu, 21979, p. 135. Las cursivas son mías.

    4 J. Lacan: La ciencia y la verdad. En Escritos 2. México, Siglo XXI, 1993, p. 837. Las cursivas son mías.

    5 J. Lacan: El tiempo lógico y el aserto de la certidumbre anticipada. Un nuevo sofisma. En Escritos 1. México, Siglo XXI, 1994, p. 188.

    6 J. Lacan: Acerca de la causalidad psíquica. En Escritos 1, op. Cit., p. 148..

    7 Ibíd., p. 156.

    8 Ibíd., p. 156.

    9 Ibíd., p. 162.

    10 J. Lacan: Ibíd., p. 166

    11 G.W.Hegel: La phenoménologie de l’esprit. Paris, Gallimard, 1970. Tomo II, p. 188.

    12 J. Lacan: Le Séminaire. Livre XI. Les quatre concepts fondamentaux de la psychanalyse. Paris, Seuil, 1973, p. 200.

    13 Ibíd., p. 200.

    14 F. Nietzsche: Ecce homo. México, Fontamara, 1988, p. 10.

  • El enfoque hermenéutico de la interpretación

    El enfoque hermenéutico de la interpretación

    Agustín Palacios López

     

    «Una presentación que no es puesta en palabras,
    un acto psíquico no hipercatectizado,
    permanece en el Ic. en un estado de represión»

    (Freud, 1915 p. 202)

    «Cualquier cosa que surja desde
    el interior (excepto los sentimientos) y,
    que busque volverse consciente,
    deberá tratar de transformarse en
    percepción externa,; esto se logra
    gracias a las huellas mnémicas»

    (Freud, 1923, p. 20)

    Cuando abordamos ciertos aspectos de la teoría de la técnica, al igual que cuando deliberamos sobre la teoría analítica, suele imponérsenos la conveniencia de repensar el estatuto científico del psicoanálisis según podemos ubicarlo en ese momento de nuestra vida profesional. Hoy no podemos hacer excepción.

    Una ciencia es el cuerpo de doctrina metódicamente formado y ordenado que constituye el conjunto de conocimientos acerca de una parte de la realidad. En el caso del psicoanálisis y otras ciencias afines se caracteriza por la transubjetividad y por alguna posibilidad de predicción acerca de los datos registrados. No es preciso contar con exactitud cuantitativa siempre que accedamos a la exactitud cualitativa puesto que el objeto de conocimiento ni lo requiere ni lo admite (Nicol, 1965). Pues, como afirma Nicol

     

    «es incorrecto reservar la exactitud para las ciencias popularmente llamadas exactas, es decir, las lógico-matemáticas y las que emplean el método matemático de representación simbólica. La exactitud como ideal del conocimiento la persiguen por Igual todas las ciencias. El error en el que habitualmente se incurre es equiparar la exactitud con la cuantificación. Hay una exactitud cualitativa aparte de la exactitud cuantitativa, aunque no es inferior a ésta. Cada una es específica (p. 11)».

    Las anteriores afirmaciones aluden, desde luego, a la validez y confiabilidad del método científico y resultan claramente aplicables al psicoanálisis. Por su parte, Coderch (1995) al referirse a la interpretación que es el asunto que nos ocupa hoy, afirma que el analista siempre organiza sus ideas con base en una teoría. Por definición, al hacerlo, renuncia al positivismo lógico dado que no acepta la interpretación pura como exigía Descartes. Este autor catalán establece una diferencia entre las ciencias formales y las fácticas; éstas últimas son «aquellas que se consagran a la descripción de los hechos de la experiencia e intentan describirlos en un lenguaje propio dentro del dominio al que se refieren.» (p. 53). «El debate se da en aclarar si aquello que creen los psicoanalistas que observan en sus pacientes es realmente lo que ven y oyen de ellos o lo que interpretan de acuerdo con sus conocimientos y concepciones previas» (p. 55).

    Más afines a mis asomos actuales está la precisión de Kolteniuk (1976) quien afirma que el psicoanálisis no es una ciencia natural sino una en formación, así como la postura de Ricoeur (1983) en el sentido de que el psicoanálisis es una ciencia hermenéutica. A mis ojos surge un marcado contraste epistemológico entre la metapsicología Freudiana y la teoría de la técnica o, como algunos autores prefieren llamarla en sus aspectos más pragmáticos, la Teoría Clínica.

    La metapsicología, tal como fue desarrollada por Freud cabría, no sin cierto apuro, dentro del orden de las Ciencias Naturales, en especial los aspectos económicos, que estaban conceptualmente adscritos a la Física de ese tiempo y, los aspectos genéticos que entraban en una concepción evolutiva necesaria en el desarrollo de su pensamiento. El error ha consistido en que los psicoanalistas, en particular los que procedemos de la Medicina, queremos darle al psicoanálisis una respetabilidad congruente con el pensamiento de las Ciencias Biológicas y las Sociales, como lo demostrarían, entre muchísimos otros, los analógicos datos empíricos aparentemente corroborativos, como los recogidos por Mahler, Kardiner, Spitz, y Emde.

    Un modelo de esta falacia epistemológica es el libro editado en 1960 por Pumpian-Mindlin En cambio, la práctica parece corresponder a la hermenéutica que es una ciencia perteneciente a otro universo epistemológico no menos válido.

    Hagamos una obligada disgresión semántica en abono de la precisión, Hermeios era una forma de referirse al sacerdote del oráculo de Delfos. La raíz semántica de la palabra hermenéutica es el verbo hermëneuein que significa interpretar, ambos vocablos aluden a Hermes, el mensajero de los dioses que se imaginaba dedicado a transmutar lo que quedaba fuera del alcance de la comprensión humana a una forma accesible a los mortales. Es decir, hacía comprensible lo que era ininteligible. De allí que la interpretación siempre se ha considerado como el método para hacer evidente lo críptico.

    Tradicionalmente, la hermenéutica se liga a la interpretación de las Sagradas Escrituras, pero en 1761 Ernesti declaró que el sentido de las escrituras sagradas debería develarse igual que otros textos y, a partir de esa fecha, la Hermenéutica pasó a ser una metodología filosófica general para comprender tanto los libros sagrados como los legales. Schleiermacher, al principio del siglo XIX, expandió el campo de la hermenéutica y le otorgó el estatus de ciencia y arte de la comprensión en general.

    Por su parte, el término interpretar es uno compuesto por el prefijo latino inter, entre, y el vocablo sánscrito prath, que significa divulgar, propagar, etc. En latín, intérprete (intepres) significa mediador. Es decir, en su mixto origen semántico, hay coincidencia en definir al intérprete como aquel que descifra lo no evidente y lo propaga.

    Volviendo a lo nuestro, es posible afirmar que Freud podría ser catalogado como un hermeneuta en tanto desarrolló una Taxonomía y un código para descifrar los significados de las relaciones humanas en el sentido inconsciente e histórico (Klein, 1976). Es decir, Freud inventó un método para evidenciar el sentido no aparente de significados pertinentes, especialmente aquellos exiliados de la percepción consciente, para comprender el comportamiento, primero de los síntomas neuróticos y luego del comportamiento en general. La exégesis fue la argamasa de la Teoría Clínica y sólo en un segundo momento fue integrada en una Metapsicología que se encontraba en concordancia con las leyes de la Física y la Biología conocidas hasta entonces.

    El psicoanálisis en su vertiente aplicativa está dedicado al estudio de los signos y símbolos, verbales o no, que son susceptibles de descifrarse o comprenderse mediante la aplicación de las reglas de una exégesis específica (sueños, síntomas, chistes, lapsus, mitos, etc.). Ciertamente, es también una disciplina intersubjetiva, en tanto que el analista, lejos de eliminar su propia subjetividad, la pone al servicio del desciframiento de manera consciente y controlada puesto que la contratransferencia cumple una función discursiva complementaria.

    En última instancia, la postura hermenéutica en psicoanálisis aspira a corregir las distorsiones internas e irracionales y otorgarles un sentido coherente y comprensible. Por cierto, es indispensable dejar sentado que el esclarecimiento analítico se centra en los significados y no en los hechos históricos o sus causas factuales (Saks, 1999). En la experiencia analítica intentamos otorgar precisión secuencial a la experiencia personal. Pero en lo inconsciente el tiempo es duracional, trasciende a lo pasado y estrictamente histórico para permanecer en un presente inmodificable en lo esencial. Lo genético sigue vigente en lo dinámico y por ello Freud pudo afirmar que el inconsciente es atemporal. En la construcción del sueño, por ejemplo, se combina lo efímero que se resiste a serlo (resto diurno) y lo permanente (lo reprimido) que pugna por expresarse aun cuando más no sea en una gratificación ilusoria.

    Reiteraré en resumen, la Teoría Clínica ubica al paciente como un sujeto creador de significados, en tanto que la metapsicología lo considera un ente natural sujeto a las leyes de la Física y a los avatares de la Biología. En la práctica clínica intentamos descifrar los » por qués» mientras que, al teorizar, tratamos de darle coherencia epistémica a los «cómo».

    Aspectos específicos de la interpretación

    En la vida cotidiana nos entendemos unos a otros en términos de interpretación cuando desciframos el sentido y la intención ocultos en los sonidos, gestos y movimientos de nuestro interlocutor. Tal interpretación incluye lenguaje e intención y constituye lo esencial de la interacción e interrelación social y es inherente de nuestra forma de pensar. Todos somos hermeneutas por designio evolutivo.

    En la postura hermenéutica de la teoría de la técnica se buscan significados no causas, puesto que se pesquisan propósitos conscientes e inconscientes, deseos y tendencias; no antecedentes neurofisiológicos del comportamiento. Las interpretaciones psicoanalíticas son válidas dentro de una teoría de correspondencia verídica. Si nos colocamos en un enfoque de historicidad hemos de precisar que intentamos esclarecer significados en cuanto puedan ser historias comprensibles que le otorguen sentido a la vida de las personas sin importarnos si son verdaderas. Para hacerlo tratamos de encontrar isotopías del campo semántico y no simples homofonías (por ejemplo, validar la interpretación en construcciones anagramáticas). En la isotopía sustentamos la verosimilitud de la interpretación.

    Claro está que, en nuestro trabajo, debemos develar la intencionalidad discursiva no manifiesta, lo que en semiótica se suele llamar intentio operis en oposición al intentio autoris, que correspondería al lenguaje. Por cierto que a este, el lenguaje, lo definió Heidegger como un tono articulado de significados.

    La práctica psicoanalítica puede considerarse una disciplina hermenéutica puesto que intenta develar el sentido no aparente del comportamiento del analizado. Tal sentido no depende de los estados psicológicos (conscientes o inconscientes) que subyacen en la conducta sino de la pertinencia histórica del discurso (visto como un texto) puesto que es precisamente la historia lo que le otorga sentido coherente al comportamiento. El darle significado y coherencia histórica a la conducta resulta terapéutico porque la incertidumbre, en especial su forma más extrema, la confusión, debilita al aparato psíquico. Cuando las piezas del rompecabezas se acomodan en su lugar se produce una sensación de alivio, especialmente en el paciente psicótico o muy regresivo.

    Por lo anteriormente escrito, debe resultar evidente, porque no intentamos encontrar la verdad sino la congruencia y no me refiero solo a la reconstrucción de la historia infantil, sino al sentido, en cierta medida causal, cuando pretendemos actualizar lo histórico en el aquí y ahora. En última instancia, estamos pesquisando huellas descifrables mediante las redes simbólicas de significados construidas en la díada analítica.

    La verdad histórica es inasible porque el evento queda inscrito dentro de una intrincada madeja de fantasías, impulsos, cambiantes percepciones del objeto, distorsiones producto de experiencias previas, etc. Por eso la verdad que buscamos es la discursiva, la que habita en el ámbito de la realidad psíquica. De allí que nos importe más el efecto que produce la interpretación (y su corroboración ulterior en las asociaciones y movilización de derivados) que su precisión histórica factual. La verdad, en consecuencia, es relativa y sólo válida para ese espacio analítico. Tal reflexión podría sonar a solipsismo e incluso a delirio compartido si se desconoce cómo opera el psiquísmo y el proceso de su reestructuración analítica.

    Una interpretación útil abre avenidas nuevas de exploración para el proceso aunque no sea estrictamente exacta. Para algunos, tal común desacierto incrementa las resistencias. Pero lo adecuado de la interpretación deriva de su consistencia interna, su coherencia en la cualidad discursiva. En resumen, la verdad de la interpretación no yace en la descripción precisa de un hecho histórico ni de un suceder intrapsíquico, sino en la continuidad de algo que cobra sentido (Steele, 1979).

    A diferencia de las Ciencias Naturales cuya aspiración es el dominio de la naturaleza mediante el emp leo de técnicas científicas, la meta del psicoanálisis es la comprensión, no el control ni la utilización. Esto se lleva a cabo mediante la creciente incorporación de la autoreflexión sistemática, hecho característico de toda disciplina hermenéutica. El método de verificación no es el experimental, sino la consecuencia de una coherencia narrativa que le otorga sentido al paciente.

    Al interpretar intentamos descorrer el velo que el presente arroja sobre el pasado, pero el analista no da información inédita sino que se limita a proponer opciones y a abrir nuevas interrogantes. Al hacerlo, se va tejiendo una urdimbre de reorganización de significados. Para Freud interpretar era darle sentido al material. No descubría realmente causas sujetas a corroboración factual sino que las creaba, estableciendo una causalidad retrospectiva que no era hallazgo sino interpretación post hoc. La interpretación, a partir del derrumbe de la teoría de la seducción, no alude a algo real, especialmente cuando se refiere a la vertiente genética, lo real no es exterior sino interno. Tal vez por todo lo anterior Liberman (1970-72) consideraba que al interpretar se le otorga un segundo sentido al material asociativo. La interpretación psicoanalítica no alude a los hechos sino a lo que el analizado piensa que son los hechos. Por eso el propio Liberman solía enunciar la interpretación diciendo: «Yo pienso que usted piensa que…».

    En el mismo orden de ideas se ha afirmado que la enfermedad mental surge cuando se da una regresión de lo real a lo imaginario en el diálogo (Foucault, 1954). Es en ese ámbito donde se da el proceso analítico.

    Ahora bien, pasando a otros aspectos más formales de la teoría de la técnica bien resulta insistir que la realidad del diálogo analítico sólo es ponderable cuando se introduce el concepto de transferencia que es cuando la segunda persona (el ) hace su presencia en ese discurrir. Sólo así los «yo« del paciente y los «él« del relato cobran sentido. Visto desde esa óptica el analista no es solamente alguien que llena los espacios creados por la represión y la censura onírica para integrar una narrativa coherente; no sólo alguien que infiere lo explícito de lo implícito, sino alguien cuya atención se centra en los pronombres, los «yo» y los «» que emplea el paciente en su discurso.

    La función del analista no se reduce a escuchar, sino que parafraseando a Teodoro Reik debe oír con el tercer oído convirtiéndose en el auditor privilegiado del paciente. Pero en el proceso el auditor es colocado como el otro; por ello las interpretaciones intentan develar la naturaleza precisa de ese «« al que se dirige el paciente y, en consecuencia, el lugar histórico desde el cual ese «yo « está hablando (Forrester, 1990).

    Al escuchar los derivados de lo inconsciente el analista ignora la sintaxis sólo para restituirla en un orden coherente, al interpretar. El analista debe hacer también caso omiso de las inflexiones directas o indirectas del lenguaje. El analista escucha como si todo estuviera dirigido a él. Sólo desde esa posición puede intentar comprender el lenguaje de lo inconsciente que deambula en otro ámbito sintáctico donde no hay negación, contradicción, no hay tiempos de conjugación, etc. Las proposiciones hipotéticas del lenguaje común son verdades incontrovertibles para lo inconsciente; las citas son afirmaciones y todo ello debe reducirse a la sintaxis nueva de la interpretación.

    El lenguaje proporciona un sistema denominacional que unifica y concretiza las experiencias previas en una forma que no existe en el inconsciente del analizado, sino tan sólo en el espacio analítico gracias al lenguaje que le otorga sentido (Viderman, 1979). Al nombrar o renombrar con ese lenguaje integrativo el pasado, sentamos las bases semióticas, por así decirlo, de un futuro mejor organizado (Schafer, 1992).

    Desde su aspecto semiótico, la interpretación es una praxis de asignación de significados. El material manifiesto tiene relaciones de significación con el latente; es decir, lo manifiesto simboliza lo inconsciente que pertenece a otro orden lógico. El signo suele denunciar el significado, como el humo al fuego; gracias a ello los signos permiten la interpretación de los significados. En el proceso analítico aprendemos a conocer los signos que, al principio, nos permiten barruntar los significados y, luego, por la fuerza de la reiteración, a comprobarlos.

    Pasando a aspectos más pragmáticos, a la Teoría Clínica propiamente dicha, debe precisarse que la interpretación es, en primer lugar, un acto de conocimiento, una sentencia declarativa cuya verdad se conocerá más tarde. Es una hipótesis cuyo acierto o falsedad es conjetural. En la observación empírica común se construyen teorías en torno al material detectable y observable. Pero, en psicoanálisis, se interpreta lo inconsciente según un esquema conceptual específico; es decir, se basa no en la observación sino en el aspecto teórico de la realidad estudiada. Tenemos que acceder a lo que no es epistemológicamente directo a semejanza de la observación de las partículas subatómicas o los cuerpos celestes muy remotos. La interpretación no se refiere a los objetos de observación empírica sino a lo que los epistemológos llaman objetos teóricos. Para el psicoanalista lo inconsciente es conjetural e indirecto. Pero la interpretación intenta vincular lo observable con lo conjetural, el dato clínico y su traducción teórica, lo manifiesto con lo latente (Klimovsky, 1991).

    Cuando el paciente asocia, está presentando en su discurso derivados algo inconexos de un conjunto de fenómenos psíquicos lo cual no supone que él mismo tenga una noción consciente de ese conjunto que bien puede ser una descripción de algunas facetas de su carácter; por eso es un error confundir asociación con contenido manifiesto presuponiendo que bajo su apariencia subyace lo latente. Es labor del analista intentar integrar lo disperso en coherencias interpretativas (Busch, 2000). No hay que confundir la superficie psicológica del paciente (asociaciones) con la del analista (comprensión tentativa del material). Esta última frase hace referencia a las aportaciones de Paniagua quien, partiendo de un modelo estructural, ha propuesto la existencia hipotética de tres superficies: la del paciente, la del analista y la del trabajo analítico. La primera se refiere a la porción de lo que cobra consciencia el paciente. La segunda es la amalgama de ideas y sensaciones que el analista percibe mientras intenta comprender las comunicaciones del paciente. La tercera es el plano en el que se puede intervenir que tenga sentido emocional para el paciente, y en consecuencia, asegure la participación del Yo del paciente en el proceso de auto observación (Paniagua, 1991). Este modelo nos parece de utilidad para comprender de manera sencilla el diálogo analítico.

    El psicoanálisis es un método discursivo. Para Schaffer (1983) el analista y el paciente son coautores de un texto a interpretar en el que se entrecruzan espacios temporales, de suerte que el pasado sirve para hacer inteligible el ahora y éste para hacer inteligible el ayer, es decir, más coherente, continuo y convincente.

    Pero en la interacción analítica se da un proceso de creación mientras se intenta descorrer el velo de lo reprimido y lo pasado hecho presente en virtud de la transferencia. Esto alude a las modernas concepciones de la teoría de la técnica en que se ha ampliado el concepto de transferencia que es vista, no sólo como revivencia, sino como producto experiencial nuevo. En el proceso se crea un pasado y un presente más comprensibles, unificados y lógicos. Y, como mencionamos antes, se traza un bosquejo del futuro. Al interpretar damos una nueva versión histórica que es el lecho donde puede descansar más confiado el porvenir.

    El material que nos ofrece el analizado es siempre vasto y multiforme, por ello se nos plantea el delicado problema de elegir lo que hemos de interpretar (Etchegoyen, 1991). Aunque no existe una guía precisa para hacer la elección nos parece que puede buscarse un apoyo confiable en la convergencia de las reiteraciones del material y la contratransferencia. A veces la reiteración ocupa un lapso del proceso lo cual denuncia la presencia intrusiva de la misma fantasía inconsciente. Cuando damos una interpretación nos vemos forzados a dejar a un lado otras posibles y por ello, al hacerlo, se influencia el curso asociativo de la sesión aunque no necesariamente el proceso analítico. Álvarez (1996) ha insistido en que una buena interpretación debe contener una sola hipótesis; es decir, que al elegir no debemos intentar ser abarcativos porque crearíamos confusión en el proceso de ordenamiento interno que se va dando en el análisis.

    Mencionaré de pasada el debatido tema preferido entre los críticos del psicoanálisis, de la dificultad para diferenciar entre aclaramiento de los contenidos yoicos y la sugestión. La descontaminación epistémica del conjunto de las producciones del paciente en el diván del efecto sugestivo de las comunicaciones del analista parece ser completamente utópica, afirma Grünbaum (1984). De ello debería quedarnos poca duda. La desigual relación en la díada analítica produce efectos sugestivos, tanto más cuanto mayor sea la dependencia o la regresión terapéutica del paciente. Pero tal influencia sugestiva no invalida el hecho de que la curación analítica depende de otros factores.

    Por último, dedicaré unas líneas al interesante aspecto de la teoría de la técnica que es la validación o contrastación de nuestras interpretaciones. Wisdom (1967) propuso que la validez de la interpretación en el contexto de una hipótesis clínica depende de que la respuesta asociativa pueda comprobarse con la misma hipótesis, sea esta confirmación o defensa. El paciente, nos dice Etchegoyen (1998) evalúa nuestra interpretación, casi siempre de manera correcta, y suele dar contentación corroborativa en las asociaciones en la propia sesión o en las siguientes (Kubie,1952). Claro está que la validez de una interpretación no se reflejará necesariamente en modificaciones conductuales evidentes salvo en casos excepcionales. La interpretación no es una pócima curativa mágica, ni siquiera las interpretaciones que conocemos como mutativas (Strachey,1934). Es simplemente el hilo con el cual vamos hilvanando, lenta y persistentemente, una nueva estructura funcional del Yo que refuerce, complemente o rectifique la que el paciente tenía cuando se acercó a nosotros.

    Resumen

    La práctica analítica puede considerarse como un método hermenéutico particularmente en lo que concierne a la interpretación que intenta descifrar lo inconsciente patógeno. Pero el esclarecimiento psicoanalítico se centra en los significados, no en los hechos históricos ni en las causas reales. Lo adecuado de la interpretación deriva de la coherencia interna, su consistencia en la cualidad discursiva, en la continuidad de algo que cobra sentido y otorga lógica interior. El diálogo analítico procede de la realidad psíquica y sólo resulta ponderable cuando debuta el «tú» en oposición y complementaridad del «yo»; es decir, cuando surge la transferencia. El analista escucha las iteraciones semióticas y atiende a objetos teóricos, no empíricos. Cuando interpreta propone una nueva nueva sintaxis que abre otras avenidas de exploración y cuya validez será comprobada o no, posteriormente.

    Palabras clave: Interpretación, método hermenéutico, proceso psicoanalítico

    Summary

    The practice of psychoanalysis may be viewed as a hermeneutic method whose influence is most keenly expressed in that which relates to the formulation and structuring of interpretations. Highly supportive of this conjecture is the observation that interpretation per se, represents an attemp at decoding the pathogenic unconscious. Psychoanalytic-elucidation is directly linked moreover, to the emphasis the analyst places on the signifiers rather than on the actual hystorical events or factual causalities. The interpretation´s appropriates derives in turn, from its internal coherency, from the substantiating nature of the discursive’s quality, and from the continuity it provides to something that will permit for enhanced meaningfullness and confer internal logic. The analytic dialogue is born out of the psyquic reality and is conceivable only in the aftermath of the debut of the «you» in opposition to and complementarity of, the «I»; that is with the emergence of the transference. Atuned to the semiotic interactions, the analyst’s focus is on the theoretical objects rather that on the empirical ones. Interpretations as such, offer a proposal for a new syntaxis designed to open up alternative avenues of the exploration that will eventually validate or invalidate the interpretation itself.

    Key words: Interpretation, hermeneutic method, analytic process.

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  • Panorama de las neurosis de transferencia

    Panorama de las neurosis de transferencia

    Sigmund Freud

    Agradecemos a la revista Subjetividad y Cultura y a quienes la hacen (Mario Campuzano, Enrique Guinsberg y Miguel Matrajt), haber cedido gentilmente este texto de Freud para su publicación en Carta Psicoanalítica

    Traducción del alemán: José Luis González Fernández
    Revisión y corrección: Karin Fröde de Gómez

    Sumario

    Luego de hacer un detallado examen, intentar resumir caracteres, demarcando comparativamente cada uno de los momentos.

    Los momentos son: represión, formaciones sustitutivas y de síntomas, contrainvestidura, relación contabilidad función sexual, regresión, disposición. Restringir a los tres tipos neurosis: histeria de angustia, histeria de conversión y neurosis obsesiva.

    a) Represión- Se encuentra en los tres tipos neurosis en la frontera de los sistemas inconsciente y preconsciente. Consiste en la sustracción o negación de la investidura preconsciente, asegurada por una especie de contrainvestidura. En la neurosis obsesiva, en los estados mas tardíos, la contrainvestidura se desplaza hacia la frontera preconsciente-consciente.

    Escucharemos 6 que en el siguiente grupo la represión tiene una tópica diferente, ella luego se amplia también al concepto de clivaje.

    El punto de vista tópico no debe ser sobrevalorado en el sentido de que cualquier relación entre ambos sistemas pueda 5llegar a bloquearse su apreciación por eso. Será así esencial para meditarse, entre que elementos este obstáculo introducirse.

    Éxito y Complementación

    Se encuentran interrelacionados por el hecho de que el fracaso la repres ión requiere nuevos esfuerzos. El éxito varía según las 3 neurosis y según cada uno de sus particulares estadios.

    El menor los éxitos está (es produce) en la histeria de angustia correspondiendo al hecho de que no se establece ninguna clase de representación >representanz< preconsciente y (consciente): Más tarde en lugar de la indecente >intolerable< un sustituto se toma preconsciente y consciente. Finalmente la formación de fobias alcanza su objetivo inhibiendo los afectos displacenteros mediante >una< gran renuncia, intentos de escape.

    >El< propósito de la represión es siempre evitar al displacer. El destino de la representación (repraesentanz) es sólo ser señal de proceso. El aparente desmontaje (separación) del proceso de defensa en representación >vorstellung< y afecto (representación) >repaesentanz< y factor cuantitativo). De aquí se produce precisamente, que la represión en >la< denegación de la palabra >wort vorstellung< se sostenga, por lo tanto, el carácter tópico de la represión.

    En la neurosis obsesiva, el éxito >de la represión< es inicialmente completo, pero de ningún modo permanente. Proceso aún menos concluido. Este prosigue luego de una primera fase exitosa a través de dos fases ulteriores. La primera (represión secundaria, formación de la representación obsesiva, >vorstellung< lucha entre representaciones obsesivas) >vorstellungen< así como también la histeria de angustia se conforma contabilidad formaciones sustitutivas, más adelante (terciaria) >se< produce una renuncia y limitación correspondiente a las de la fobia, pero a diferencia de ésta, trabaja contabilidad recursos lógicos. Por lo contrario el éxito >de la represión< en la histeria de conversión es completo desde un inicio, pero adquirido mediante una formación sustitutiva. Este proceso del singular mecanismo de represión tiende a ser más completo.

    Contrainvestidura

    En la histeria de angustia >la contrainvestidura< primero está ausente. Pura tentativa de escape y se dirige luego >a< representaciones sustitutivas >vorstellungen< y se establece especialmente en la tercera fase en un rodeo de las mismas para asegurar desde ahí la liberación del displacer en calidad de vigilancia y atención. Representa la acción del preconsciente, así como del esfuerzo que la neurosis cuesta.

    En la neurosis obsesiva, donde desde el principio se trata de una defensa contra una pulsión ambivalente >se< nos brinda la primera represión exitosa, posteriormente se producen formaciones reactivas gracias a la ambivalencia. Se da entonces en la tercer fase la atención que es característica de la neurosis obsesiva y proporciona el trabajo lógico, así en la fase dos y tres como lo es en la angustia a diferencia de la fase uno en donde la angustia nada produce, en la neurosis obsesiva se produce todo. Ella siempre asegura a la represión una correspondiente acción del preconsciente.

    En la histeria se facilita un carácter más afortunado debido a que las contrainvestiduras buscan desde el inicio un encuentro contabilidad investiduras pulsionales para enlazarse a ella en un compromiso, lo que determina la elección de la representación >Repraesentanz<.

    Formación Sustitutiva y Formación de Síntoma.

    Corresponde al retorno de lo reprimido, y al fracaso de la represión. Por un determinado periodo son diferenciables, más tarde corren juntos.

    La mayor conjunción se da en la histeria de conversión: sustituto = síntoma, nada más que separar. Así mismo, en la histeria de angustia, la formación sustitutiva facilita el primer retorno de lo reprimido.

    En la neurosis obsesiva se diferencian claramente en la circunstancia de que la primera formación sustitutiva proviene de la represión de la contrainvestidura y no es considerada como un síntoma. Sin embargo, síntomas tardíos de la neurosis obsesiva son fundamentalmente >un< retorno de lo reprimido, siendo en ellos menor la acción de la represión.

    La formación de síntomas, de donde parte nuestro estudio, coincide siempre contabilidad el retorno de lo reprimido y se produce contabilidad la ayuda de la regresión y de las fijaciones disponibles.

    Una ley general afirma que la regresión vuelve hasta la fijación y desde allí se fuerza el retorno de lo reprimido.

    Relación contabilidad la Función Sexual.

    Para esto continúa manteniéndose la moción pulsional antes reprimida siempre como un impulso libidinal perteneciente a la vida sexual, mientras que la represión parte del Yo por varios motivos, que se pueden resumir como un Yo poder (a causa de sobrefuerza) o no querer. Esto último se refiere a la incompatibilidad contabilidad los ideales del yo o a un daño de otra índole temido por el Yo. Este aspecto fundamental es opacado por dos momentos: el primero, tiene frecuentemente la apariencia de que la represión fuese estimulada por el conflicto de dos mociones, libidinosas ambas, siendo especialmente frecuentes y claras.

    Esto se diluye tras la consideración de que una de estas es egosintónica y en el conflicto puede solicitar ayuda de la represión derivada del Yo.

    El segundo: entre lo reprimido no solamente encontramos aspiraciones libidinosas, sino que también aspiraciones del Yo claramente y contabilidad frecuencia en estados más largos y desarrollados más avanzados de la neurosis. Esto último se 1ocaliza de tal manera que al moción pulsional reprimida busca imponerse en un rodeo a través de una aspiración del Yo al que le ha prestado un elemento, le transfiere energía y es arrastrada contabilidad aquella >la moción< a la represión, lo que puede llegar a ocurrir en forma masiva. Contabilidad esto no se altera la vigencia de aquella frase >ley general antes mencionada<.

    Se comprende la exigencia de sacar conocimientos de los momentos iniciales del establecimiento de la neurosis, en la histeria y en la neurosis obsesiva, es obvio que la represión se dirige contra la función sexual en su forma definitiva, la cual pretende representar el derecho a la procreación. Nuevamente la mayor claridad se observa en la histeria de conversión ya que no hay complicaciones, en la neurosis obsesiva primero hay una regresión. Mientras no exageremos esta relación, es decir, no lleguemos a suponer que la represión se haga efectiva justo en este estadio de la libido pro lo contrario, la neurosis obsesiva expone que la represión consiste en un proceso más general que no depende la libido, pero dirigido aquí hacia niveles previos. Así como también en la evolución del desarrollo la represión es requerida contra mociones perversas en series simples.

    Pregunta. ¿Por qué la represión aquí es exitosa, y no lo es en otros casos? En la naturaleza de las aspiraciones libidinales hay sustitución posible, así que en la represión de las aspiraciones normales se fortalecen las perversas y viceversa. Sobre la función sexual la represión no tiene otra relación que nos sea el empeñarse en su rechazo, así será en la regresión y en algún otro destino pulsional.

    La relación con la función sexual es menos clara en el caso de la histeria de angustia pro las razones que vimos cuando tratamos la angustia. Parece ser que la histeria de angustia encierra un vuelco, pues la exigencia pulsional sexual, considerada como demasiado grande, es rechazada como peligro.

    No se requiere ninguna consideración de la organización de la libido.

    Regresión

    >constituye< El más interesante momento del destino pulsional. D4esde la histeria de angustia no hay ninguna circunstancia que la adivine. Podría decir que aquí no entra en consideración >en regresión<, probablemente debido a que en toda histeria de angustia se retrocede claramente a una infantil (la disposición modelo de la neurosis) y ésta última se manifiesta en una época temprana de la vida. Por el contrario, las otras dos >neurosis de transferencia< constituyen un mejor ejemplo para la regresión, aunque en este punto a regresión desempeña un papel diferente para la estructuración de cada una de las neurosis

    En la histeria de conversión hay una regresión del ya muy fuerte, retorno a una fase sin diferenciación entre Preconciente e inconsciente, es decir, sin lenguaje ni censura. La regresión servirá empero a la formación de síntomas y al retorno de lo reprimido, la excitación pulsional no admitida por el yo actual, recurre a uno previo donde encontrará una forma distinta de rechazo. Se ha dicho ya que así se llega a una forma de regresión libidinal.

    En la neurosis obsesiva es diferente. La regresión es una regresión de la libido >que< no sirve al retorno >de lo reprimido< sino a la represión, y es facilitada ante una sólida fijación constitutiva o por un desarrollo incompleto. Cabe aquí el primer paso defensivo hacia la regresión, donde se trata más bien de una regresión >propiamente< dicha que de una inhibición del desarrollo, y organización libidinal es sometida en adelante a una represión típica, aunque no exitosa. Una parte de la regresión yoica es impuesta al Yo por la libido, o se produce ante el desarrollo incompleto del Yo, relacionado aquí con la fase libidinal (disociación de las ambivalencias).

    F) (disposición)

    Escondidos detrás de la represión, están los problemas de la fijación y disposición. De la regresión se puede decir, en términos generales, que se extiende a un tipo de fijación, ya sea en el desarrollo del Yo o de la libido, y este punto representa la disposición. Este es entonces el >punto< decisivo, el momento en el que se presenta la decisión por la elección de neurosis. Valdrá entonces la pena extenderse en ello.

    La fijación se realiza a través de fase del desarrollo la cual fue marcada demasiado fuerte, o que quizá también haya tenido una duración demasiado larga como para que en consecuencia se pase completamente a al fase contigua.

    Ideas más claras de donde y cuales variaciones existen en la fijación, mejor no pidamos. Empero digamos algo sobre su origen. Existe la posibilidad de que dichas fijaciones sean tanto traídas consigo netamente como que ellas sean dadas por impresiones precoces, o finalmente, que ambos factores actúen simultáneamente. Aunque se puede sostener que los dos momentos tienen una propiedad de ubicuidad, ya que todas las disposiciones existen son constitucionales en el niño y por otra parte las impresiones eficaces afectarían a varios niños de manera similar.

    Se trata pues de más o de un menos y un eficaz encuentro. Ya que nadie se inclina a poner en tela de juicio momentos constitucionales, le corresponde al psicoanálisis defender contabilidad fuerza los derechos de las atribuciones adquisiciones de la temprana infancia. En la Neurosis Obsesiva el momento constitutivo es por lo demás reconocido más claramente que el accidental en la Histeria de Conversión, esto hay que admitirlo. La distribución detallada es aún dudosa cualquiera que ésta sea.

    En donde el momento constitucional de la fijación es considerado, no por ello se aparta lo adquirido, simplemente se desplaza a tiempos más remotos. Pues también se puede aseverar contabilidad justeza que las disposiciones heredadas son restos de lo adquirido por los antepasados. Aquí se choca contabilidad el problema de la disposición filogenética detrás de la individual u ontogenética, y no se puede encontrar contradicción cuando el individuo a su disposición heredada de base experiencias anteriores añade nuevas disposiciones de la vivencia singular.

    ¿Porqué se debería extinguir el proceso de la disposición en función de una vivencia producida en el individuo cuya Neurosis se explora? ¿o qué crear esta disposición para su descendencia, sin adquirirla para sí mismo?.. Parecería más bien un complemento necesario.

    No es posible esclarecer aún en que medida la disposición filogenética puede contribuir a la comprensión de las Neurosis. Además de ello, es también pertinente que la consideración se extienda más allá del estrecho campo de las Neurosis de Transferencia.

    El carácter definitivo más importante de las Neurosis de Transferencia, no pudo ser apreciado en este panorama, puesto que pro lo común no llaman la atención y sólo a través del contraste contabilidad las Neurosis Narcisísticas tendrían relevancia. (Este carácter se encuentra en apego al objeto. Relación del Yo al objeto) 7.

    Junto a esta ampliación del horizonte avanzaría al primer plano la relación del Yo contabilidad el objeto y la determinación del objeto resultaría el rasgo distintivo común. Aquí se permite cierta preparación.

    Espero que el lector, que además de algún fastidio en muchos párrafos, haya notado también, como todo se construyó sobre una muy cuidadosa y afanosa observación, así mismo que ejerza la indulgencia si alguna vez la postura crítica retrocede ante la fantasía al exponer cosas que sean inciertas sólo por que son incitantes y abren la mirada a lo remoto.

    Es también legítimo llegar a suponer que aún las Neurosis deben aportar testimonio sobre la historia de la evolución anímica de los hombres. Creo haber demostrado en el artículo (sobre los dos principios) que podemos atribuir a las tencias sexuales del hombre otro desarrollo diferentes al de las tendencias del Yo. El motivo esencial es que el primer grupo podía satisfacerse autoeróticamente, en tanto que las tendencias del Yo dependen desde el principio del objeto y contabilidad esto por lo tanto de la realidad.

    A grandes rasgos creemos haber aprehendido cual es la evolución de la vida sexual humana (tres ensayos para una teoría sexual). Es más difícil de comprender el desarrollo del yo humano, es decir, de las funciones de autoconservación y de las formaciones derivadas de ellas. Solamente conozco el intento único de Ferenczi, quien utiliza experiencias psicoanalíticas para ese propósito. Naturalmente nuestro cometido se nos facilitaría si dilucidáramos la historia de la evolución del Yo desde otro lado en lugar de tener que proceder inveso hasta ahora. La impresión que se logra contabilidad ello es que la historia de la evolución de la libido repite una parte de la evolución mucho más antigua que la del Yo, el primero tal vez repita las circunstancias de a familia de los vertebrados, mientras que el otro se inclina hacia la historia de la especie humana.

    Existe ahora una serie a la cual se puede unir diversos y amplios pensamientos. Ella surge cuando las Psiconeurosis (no sólo las Neurosis de Transferencia) se ordenan según el tiempo <cronológico> y el punto en el cual entran en escena en la vida individual. Entonces es la Historia de angustia prácticamente la más temprana, le sigue la Histeria de Conversión (del cuarto año en adelante), un poco más tarde en la prepubertad (9-10) se da paso en los niños a la Neurosis Obsesiva. Las Neurosis Narcisistas <están> ausentes en la infancia. De éstas, la Demencia Precoz en su forma clásica es un padecimiento de la pubertad, la Paranoia se aproxima a los años de madurez, y la Manía-Melancolia también al mismo periodo, por lo demás indefinido.

    La serie sería entonces:

    Angustia – Histeria de Conversión – Neurosis Obsesiva – Demencia Precoz – Paranoia – Mania-Melancolia.

    Las disposiciones de la fijación para estas afecciones parecen resultar también en una serie pero en sentido contrario (obvio) 8 especialmente cuando se considera la disposición libidinal. Por lo tanto, cuanto más tarde la Neurosis entra en escena, tanto más la necesidad de regrediente a una fase libidinal más temprana. Sin embargo esto es válido sólo a grandes rasgos. Indudablemente la Histeria de Conversión se dirige contra el primado de los genitales, la Neurosis Obsesiva contra el estado sádico, para acabar, las 3 Neurosis de Transferencia en primera instancia contra una evolución libidinal consumada.

    Pero las Neurosis Narcisísticas se remontan a fases previas al encuentro del objeto. La Demencia Precoz hace un movimiento regrediente hasta el autoerotismo, la Paranoia hasta la elección de objeto narcisista homosexual, la Melancolía depende de la identificación narcisista contabilidad el objeto. Las diferencias están en el hecho de que la Demencia indudablemente entra en escena antes que la Paranoia por más que su disposición libidinal se retraiga más atrás, y la Manía-Melancolía no permite una clasificación temporal segura. Por lo tanto no se puede sostener que e orden temporal <cronológico> de las Psiconeurosis, cuya existencia es positiva, sea decidida sólo por la evolución libidinal. En tanto que esta relación es acertada, se acentuaría carácter inverso entre ambos.

    Es también sabido que contabilidad el tiempo la Histeria o la Neurosis Obsesiva pueden transformarse en Demencia, nunca a la inversa. Sin embargo, puede formularse otra serie filogenética, la cual tiene realmente el mismo curso temporal de las Neurosis. Sólo que para ello es imprescindible tomar impulso y convenir en establecer más de una hipótesis intermedia.

    El Dr. Wittels fue el primero en proponer la idea de que el animal humano vivía en un medio extremadamente rico en el que todas sus necesidades estaban cubiertas, medio que se conserva reflejado en el mito del paraíso original. Es probable que allí la periodicidad de la libido se haya superado, la cual en los mamíferos está aún adherida.

    Ferenczi, ya en el trabajo rico en pensamientos mencionado, expuso la idea de que la evolución ulterior del hombre primitivo sucedió bajo la influencia de los destinos geológicos de la tierra, y que especialmente la necesidad de las eras glaciales estimularon el desarrollo cultural. Es por lo general admitido que la especie humana existía en la era glacial y ha experimentado la influencia en ese periodo.

    Si tomamos la idea de Ferennczi, estamos muy cerca de la tentación a reconocer en las 3 disposiciones a la Histeria de angustia, la Histeria de Conversión y las regresiones obsesivas, a las fases que se reconoce que antaño la humanidad entera debió haber transitado del principio al fin de las eras glaciales, así que entonces todos los hombres eran entonces como lo son hoy sólo una parte ante la fuerza de las predisposiciones hereditarias y la nueva adquisición.

    Naturalmente que estos cuadros no se pueden asegurar plenamente, pues la neurosis implica más de lo que la regresión en sí misma aporta. Ella es también la expresión de la resistencia contra esta regresión y un compromiso entre lo arcaico y las exigencias de la neurosis Obsesiva. Más que cualquier otra, se encuentra bajo el signo de los contrastes internos.

    La neurosis requiere entonces, en tanto que la represión ha triunfado en ella, reproducir un cuadro arcaico. Con que nuestra primer formulación presupondría que la humanidad, bajo el influjo de las carencias impuestas por la abrupta era glacial, se tornó en general proclive a la angustia. El hasta entonces esencialmente amistoso mundo exterior que daba cualquier satisfacción, se transformó en de masivos amenazantes peligros.

    Ante todo lo nuevo estaban dadas todas las condiciones para la angustia real. Inicialmente en efecto, la libido sexual no perdió sus objetos, que son humanos, aunque se podría pensar que en su propia existencia amenazada, el Yo se desprende de su carga de objeto y manteniendo la libido en el Yo convierte así en angustia real lo que una vez fue libido objetal. Así vemos que en la angustia infantil, frente a la insatisfacción, el niño transforma la libido de objeto en angustia real frente a lo extranjero <extraño>, aunque en lo general también contabilidad eso se tiende a ceder y a angustiarse ante todo lo nuevo.

    Hemos tenido una larga discusión en cuanto a que si la angustia real es anterior a la angustia anhelante , si el niño cambia en angustia real su libido por ser ésta considerada peligrosa y masiva, llegando así a la representación de peligro, o antes bien acceder a una angustiabilidad general y contabilidad ella aprender también a tener miedo de su libido insatisfecha.

    Nuestra inclinación es a aceptar la primera, a dar prioridad a la angustia anhelante , sin embargo nos hace falta para ello una disposición especial. Estamos obligados a explicarla como una tendencia infantil general. La preponderancia filogenética aclara ahora la polémica a favor de la angustia real y nos permite suponer que parte de los niños traen consigo la angustia del inicio de las eras glaciales, y esto los induce además a tratar la libido insatisfecha como un peligro externo. Sin embargo, el relativo exceso de libido escaparía a la misma disposición y posibilitaría la nuestra adquisición de la disposición a la angustia. De cualquier manera, la discusión de la Histeria de angustia ponderaría la disposición Filogenética sobre todos los otros momentos considerados.

    2) Contabilidad el avance de los tiempos duros debió darse en los hombres amenazados en su existencia el conflicto entre la autoconservación y el placer de la reproducción que encuentra su expresión en la mayoría de cualquier caso típico de histeria. Los alimentos entonces no alcanzaban para permitir el crecimiento de las hordas, y la fuerza del individuo no fue suficiente para mantener con vida tantos indefensos. Matar a los recién nacidos seguramente encontró resistencia en el amor, especialmente en las madres narcisistas.

    De este modo, restringir la reproducción se tornó en una obligación social. Las satisfacciones perversas que no conducen a la procreación escapaban de esta prohibición que promovía cierta regresión a la fase libidinal previa al primado de los genitales. La limitación debió afectar más duramente y pronto a la mujer que al hombre despreocupado ante las consecuencias de la abstinencia en la relación sexual.

    Esta situación en conjunto evidentemente corresponde a los requerimientos para la Histeria de Conversión. Por la sintomatología de la misma concluimos que el hombre todavía no hablaba cuando pro una imperiosa necesidad se impuso la prohibición de la reproducción, y por lo tanto, tampoco tenía construido el sistema Preconsciente sobre el Inconsciente. Por eso, a la Histeria de Conversión regresa el que además está dispuesto, especialmente la mujer, bajo el influjo de las prohibiciones que quieren descartar la función genital,, mientras que fuertes y excitantes impresiones tempranas empujan a la acción genital.

    La evolución posterior es fácil de construir …….

    3) al desarrollo ulterior es fácil de construir. Correspondió especialmente al hombre. Luego de haber aprendido a economizar la libido y de haber disminuido la actividad sexual mediante la regresión a una fase anterior, la actividad de la inteligencia tomó para él un papel primordial.

    Aprendió a investigar, a comprender un poco el mundo hostil, y a través de los inventos, a obtener un primer dominio sobre él. Se desarrolló bajo el signo de la energía, elaboró los rudimentos del lenguaje y (seguramente) daba mucha importancia a las nuevas adquisiciones.

    El lenguaje (constituía una) magia para él, sus pensamientos le parecían omnipotentes, comprendía al mundo de acuerdo a su Yo. Es el periodo de la cosmovisión animista y de su técnica mágica. Como recompensa de su fuerza por asegurar la vida a tantos seres desvalidos, se adjudicó el (derecho a un) dominio señorial sobre ellos, (creando) en su personalidad la idea de dos primeras disposiciones: que él era intocable (libre de ser dañado) y que su disponibilidad sobre las mujeres no podía ser discutida.

    Hacia el final de este periodo la especie estaba dispersa en hordas nucleares que eran dominadas (bajo una línea) paterna, por un hombre brutal, fuerte y sabio. Quizá la naturaleza egoísta, celosa y sin escrúpulos que según las consideraciones de la psicología de los pueblos atribuimos al padre primitivo de la horda humana, no existiera desde el inicio sino que se formaría en el transcurso del duro periodo glacial como consecuencia de la adaptación a la necesidad.

    Los caracteres de esta fase de la humanidad son los que repite la neurosis obsesiva, (aunque) parcialmente en forma negativa ya que la neurosis a través de sus formaciones reactivas ofrece una oposición a dicho retorno. La sobreacentuación en el pensar, la gran energía, la fuerza de retorno, la omnipotencia de los pensamientos, son rasgos que se mantienen inmutables.

    Pero contra los impulsos brutales que pretenden sustituir la vida amorosa, se erige la oposición en desarrollos ulteriores, que a partir del conflicto libidinal finalizan paralizando al energía vital del individuo y sólo permite subsistir a los impulsos que sean desplazados a pequeños sometimientos bajo la forma de obsesión.

    Así, este rasgo humano valioso en el desarrollo cultural, a su retorno sucumbe frente a las exigencias de la vida amorosa: del mismo modo que el grandioso tipo de padre primitivo, quien más tarde retorna bajo la forma de divinidad sucumbió en la realidad ante las relaciones familiares que él mismo creó.

    4) Hasta aquí habríamos llegado al cumplimiento de uno de los programas provistos por Ferenczi de ’unificar los tipos de regresión neurótica contabilidad las etapas de la historia de la humanidad’ quizá sin desvíos especulativos demasiado atrevidos.

    Sin embargo, nos falta toda relación para continuar contabilidad las neurosis narcisistas que se manifiestan más tarde, si no nos viene en auxilio el supuesto de que la disposición a estas fue adquirida en una segunda generación, cuya evolución nos lleva a una fase nueva de la cultura humana.

    Esta segunda generación da inicio contabilidad aquellos hijos (varones) que el padre primitivo celoso no admite. Hemos incluido en otro lado (1y1) (Tólem y Tabú) como los expulsa cuando han alcanzado la pubertad. Otra solución más cruel es observada en las experiencias psicoanalíticas, es decir que (el padre primitivo) los privaba de su virilidad. (y) ya inofensivos, podían permanecer en la horda como ayudantes de trabajo.

    Podemos representarnos el efecto de la castración en aquel tiempo primitivo como una extensión de la libido y una detención del desarrollo individual. Este estado parecería repetir(se) (en) la democracia precoz que, inicialmente bajo la forma de Hebefrenia conduce al abandono de todo objeto de amor, al retroceso de todas la sublimaciones y al retorno al autoerotismo. El individuo joven se comporta como si hubiera sufrido la castración incluso la autocastración real no es rara en esta afección.

    No debe tenerse en cuenta para conformar el cuadro filogenético, otras características de la enfermedad como son las alteraciones del lenguaje y episodios alucinatorios, ya que corresponden a intentos de curación, a los múltiples intentos por recuperar el objeto los cuales durante el cuadro de la enfermedad son casi más llamativos en su duración que las propias manifestaciones regresivas.

    A la hipótesis de este trato sobre los hijos, le corresponde una pregunta que puede contestarse de paso ¿de dónde viene el sucesor y sustituto de los padres primitivos si estos se desprendían de sus hijos de esta manera?.

    Ya Alkinson ha indicado el camino al señalar que sólo los hijos mayores debían temer la persecución del padre, pero los otros, el menor –pensando esquemáticamente-, gracias a al mediación de la madre, aunque en esencia debido al envejecimiento del padre y de su necesidad de ayuda, podría escapar a este destino y convertirse así en el sucesor del padre.

    Esta preferencia por el menor fue absolutamente suprimida en las estructuras sociales posteriores y reemplazada por el privilegio del mayor. Aunque claramente en los mitos y cuentos esto se ha conservado.

    5) La transformación posterior sólo podría darse cuando los hijos amenazados por la castración la evitaran huyendo y aprendiendo a asumir la lucha por la existencia aliándose entre sí.

    Esta convivencia generaría sentimientos sociales y podría estar basada en la satisfacción sexual homosexual. Es muy posible que se pueda apreciar en la herencia de esta fase la tan buscada disposición a la homosexualidad.

    Los sentimientos sociales así surgidos de la sublimación de la homosexualidad devinieron patrimonio de la humanidad y base de toda sociedad ulterior. Pero es evidente que esta fase implica una vuelta a la paranoia, o mejor dicho, en contra del retorno de aquella (frase) que la paranoia (rehuye) defiendiendose, sin faltar las alianzas secretas y al perseguidor quien juega un papel fundamental.

    En el intento pro defenderse contra la homosexualidad que está en la base de la organización fraterna, la paranoia tiene que expulsar de la sociedad al atacado y destruir sus sublimaciones sociales.

    6) La integración de la Melancolía-Manía en este contexto parece enfrentarse con la dificultad de no poder establecerse con precisión la edad normal para la aparición individual de esta afección neurótica. Sin embargo es más seguro que pertenezca más a la edad de la madurez que a la infancia.

    Sobre la característica alternancia de depresión y euforia, es difícil no remitirnos entonces a la sucesión similar de alegoría y duelo que compone en forma regular toda la ceremonia religiosa. Duelo por la muerte de Dios, alegría por su resurrección.

    Pero, tal como nosotros lo intuimos gracias a los datos de la psicología de los pueblos ese ritual religioso repite, ahora en sentido inverso, el comportamiento de los miembros del clan fraterno luego de matar y haber vencido al padre primitivo: triunfo sobre su muerte y duelo por él, en tanto todos lo habían venerado como modelo.

    Así pues, este gran suceso de la historia de la humanidad que puso fin a la horda primitiva y la sustituyó por la organización fraterna victoriosa, parecería brindar la predisposición a la particular sucesión de ánimo que reconocemos como una afección narcisista especial, junto con las parafrenias.

    El duelo por el padre primitivo surge de la identificación con él y ya hemos demostrado que dicha identificación es condición para el mecanismo de la melancolía.

    Podemos decir que en resumen; si las disposiciones a las 3 neurosis de transferencia han sido adquiridas en la lucha contra las penurias de la época glacial, entonces las fijaciones que están en la el origen de las neurosis narcisísticas se derivan del hostigamiento ejercido por el padre, quien al término de la era glacial, prosigue en contra de la segunda generación el papel que había asumido.

    Así como de la primera lucha se deriva la fase patriarcal de la cultura, de la segunda la social; pero de ambas se derivan las fijaciones que al retomar milenios más tarde, devienen como disposición para los dos grupos de neurosis.

    Entonces en este sentido también la neurosis es una adquisición cultural. Si el paralelismo que hemos señalado es más que una comparación lúdica y en que medida puede resolver enigmas no resueltos de las neurosis, lo aclararán investigaciones posteriores y nuevas experiencias.

    Ha llegado el momento de pensar en ciertas objeciones que nos advierten que no debemos sobreestimar las deducciones alcanzadas. En un principio se hará evidente que la segunda serie de disposiciones, las de la segunda generación, pudieron haber sido adquiridas sólo por hombres (como hijos varones), mientras que la demencia precoz, la paranoia y la melancolía son producidas también por las mujeres.

    Las mujeres en tiempos primitivos han vivido en condiciones todavía más disímbolas a las de nuestros días. Por lo tanto, estas disposiciones presentan una dificultad de la que está libre la primera serie: parecen haber sido adquiridas bajo condiciones que excluyen la transmisión hereditaria.

    Es evidente que los hijos castrados e intimidados no tienen acceso a la reproducción, de manera que no es transmitida su predisposición (demencia precoz). Pero el estado psíquico de los hijos expulsados, relacionados (a través de) la homosexualidad, no puede tener una influencia sobre las generaciones siguientes, ya que como ramas laterales estériles de la familia se extinguen en tanto no hayan triunfado sobre el padre.

    Pero si este triunfo es alcanzado, constituye la experiencia de una generación a la que no se le debe reconocer la necesaria multiplicación ilimitada. Como puede pensarse, no hay que intimidarse ante los datos de un terreno tan oscuro. En el fondo, la dificultad es idéntica a otra presentada con anterioridad: como se continúa el padre brutal de la era glacial, quien no era inmortal, en una imagen divina posterior.

    Nuevamente surge el hijo mas joven que se convertirá en padre. Sin estar él castrado, sabe del destino de sus hermanos mayores y teme por sí mismo, debiendo sentir la tentación de huir como los más afortunados de ellos y renunciar (también) a la mujer.

    Así, del lado de los hombres estériles desechados, queda una sucesión de otros hombres que siempre llevan en su persona los destinos del género masculino y que pueden transmitirnos como disposiciones (hereditariamente). Se mantiene el aspecto esencial; para él (el hijo menor) la necesidad de los tiempos es sustituida por la coerción del padre.

    El triunfo sobre el padre debió ser planteado y fantaseado en el transcurso de múltiples generaciones antes de que se lograra realizar. La extensión sobre la mujer de las disposiciones creadas por la coerción del padre parecen constituir una dificultad más seria.

    Los destinos de la mujer en esas épocas remotas se mantienen velados por una particular oscuridad. Podrían haber existido incluso condiciones de vida que no hemos reconocido. Sin embargo, el punto que nos permite superar el mayor de los problemas consiste en que no debemos olvidar la bisexualidad humana.

    De este modo, la mujer puede recibir las disposiciones adquiridas por el hombre e incluso ponerlas de manifiesto en sí misma. Con todos estos argumentos queda claro que no logramos en el fondo otra cosa más que haber sustraído nuestras fantasías científicas del reproche de lo absurdo.

    En líneas generales, conservan su valor como saludable desilusión, si tal vez nos hemos encaminado en ubicar la disposición filogenética por encima de todo lo demás.

    El desarrollo no es tal que en proporciones constantes, tal vez reglamentadas, las constituciones arcaicas retomen en el nuevo individuo y que a raiz del conflicto con las exigencias de la realidad se tornen en neurosis.

    Hay cabida a nuevas adquisiciones e influencias que nosotros ignoramos. Así pues, no estamos al final sino al principio de la comprensión de estos factores filogenéticos.

  • Nuevo texto de Sigmund Freud

    Panorama de las neurosis de transferencia (1915)

    José Luis González Fernández

    Los siguientes son los textos de presentación de José Luis González Fernandez (Psicoanalista, profesor de la Universidad-Autónoma- Metropolitana) que antecedieron la publicación de cada una de las tres partes en que fue fraccionada la publicación del texto de Freud, a lo largo de los tres primeros números de la revista Subjetividad y Cultura

    Agradecemos a la revista Subjetividad y Cultura y a quienes la hacen (Mario Campuzano, Enrique Guinsberg y Miguel Matrajt), haber cedido gentilmente este texto de Freud para su publicación en Carta Psicoanalítica.

    A manera de presentación

    Este manuscrito que aparece por primera vez publicado en México (1) fue encontrado en Londres en 1984 anexo a una carta dirigida a Sandor Ferenczi, en la cual Freud hace mención del envío del «borrador del XII»(2), en una clara referencia al libro que sobre metapsicología pensaba publicar y que tendría como fin «aclarar y profundizar las hipótesis teóricas que podrían ponerse en la base de un sistema psicoanalítico».(3)

    Ya desde noviembre de 1914, en una carta dirigida a Lou Andreas-Salomé, apuntaba que «en secreto» se estaba ocupando de «grandes y trascendentales cosas»(4). El 23 de abril de 1915 le comunicó a Ferenczi que «Pulsiones, Represión, e Inconsciente», los primeros tres capítulos, ya estaban listos para ser publicados en el curso del año por la «Internationale Zeischrift für Psychoanalyse».(5)

    Según Jones, los cinco primeros capítulos, es decir, Las pulsiones y sus destinos (1915), Lo Inconsciente (1915), La Represión (1915), Duelo y Melancolía (1917 [1915]), y Complemento metapsicológico a la doctrina de los sueños (1917 [1915]) fueron escritos entre el 15 de marzo y el 4 de mayo de 1915 (6). El libro, le escribe Freud a Abraham justamente el 4 de mayo de 1915, se denominará «Ensayos preparatorios para la metapsicología», y lo entregaría a «un mundo no comprendido en tiempos más tranquilos». Al definirlo -recordemos que hasta entonces sólo tenía escritos los cinco primeros capítulos-, lo clasificó como «de tipo y nivel del capítulo siete de La interpretación de los sueños». Pero con una observación: «En general, pienso que representará un avance».(7)

    Sólo un mes después ya tenía listos diez de los doce artículos proyectados, y el 21 de junio le escribe a Ferenczi: «Es cierto, estoy trabajando muy lentamente , pero con constancia. Diez de los doce artículos están listos. Sin embargo, dos de ellos (conciencia y angustia) necesitan revisión. Acabo de completar la histeria de conversión; faltan todavía la neurosis obsesiva y la síntesis de la neurosis de transferencia».

    Pero esta vez la observación ya no fue la misma que en la ocasión anterior y sugiere que no se sentía totalmente feliz con lo artículos, que les faltaba la conclusión adecuada.(8)

    Según Stratchey (9), dadas las referencias que Freud hace a través de su obra, los dos artículos restantes versan sobre la sublimación y la proyección (o paranoia).

    A decir de Jones, el libro que contendría la colección se llamaría sucesivamente: «Zur Vorbereitung der Metapsychologie» (trabajos preliminares para una metapsicología); «Abhandlungen zur vorbereitung der metapsychologie» (ensayos introductorios para una metapsicología), y, aquí algo interesante para nosotros; «Ubersich der Ubertraggneurosen» (Panorama de las neurosis de transferencia) (10), y surge la interrogante: ¿Por que Jones no hace referencia del envío del «borrador del XII»?.

    El 8 de Julio de 1915 Freud le escribe a Putnam: «Yo estoy aprovechando el claro en mi labor para acabar un libro que contiene una colección de doce ensayos psicológicos».(11)

    El 30 de Julio a Lou Andreas-Salomé le dice que: «La experiencia de los tiempos actuales cristalizará probablemente en un libro que consta de doce ensayos, encabezados por uno que se ocupa de las pulsiones y sus destinos. Más creo recordar que ya le había hablado de ello. El libro está acabado, si se exceptúa la necesaria revisión que exige la distribución y adaptación de los ensayos individuales».(12)

    Diez días después, también en una carta a Ferenzci, escribió: «Los doce artículos están, por así decirlo, listos».(13)

    Jones afirma que Freud destruyó los siete artículos no publicados por representar el final de una época en él, precedente al gran periodo que comenzaría en 1919. ¡En 1919!.

    Sabemos de la importancia que Freud le atribuía a los números y a los ciclos, de modo que es de llamar la atención la coincidencia con una carta dirigida a Ferenczi el 9 de julio de 1913 con motivo del cuarenta cumpleaños del destinatario, donde Freud apunta que desde que él mismo cumplió los cuarenta -a la fecha tenía 56-, ha cambiado la piel varias veces «lo que, como sabemos, ocurre cada siete años», y al finalizar la carta dice: «Las ideas buenas me vienen en ciclos septenales: en 1891 comencé a trabajar con la afasia; 1898-9, la interpretación de los sueños; 1904-5, el chiste y su relación con lo inconsciente; 1911-12, Totem y tabú. Por lo tanto, me encuentro ahora probablemente en la fase estéril y no podré producir nada de importancia antes de 1918-19 (siempre que el hilo no se haya quebrado antes).»(14)

    El cuarto ensayo fue «Duelo y melancolía», y por su oportunidad, presenta a un Freud en una dramática transición, en el drama silencioso y elocuente de un libro nunca publicado. Los

    fundamentos que Freud intentaba asentar de modo definitivo como base del psicoanálisis estaban cambiando en sus propias manos. ¿Y los otros siete artículos, todos aparentemente terminados pero sin proyecto de publicación?. Todos ellos -le dijo Freud a Ferenczi el 11 de noviembre de 1917- merecían la supresión y el silencio.(15)

    Más de un año tuvo que transcurrir para que Freud recibiera una carta de Lou Andreas-Salomé quién le preguntaba «¿donde esta tu metapsicología?» (16), y Freud le contesta el 2 de abril de 1919: «¿donde está mi metapsicología?. En primer lugar, no ha sido escrita aún. No me es posible elaborar el material de manera sistemática; la índole fragmentaria de mis observaciones y el carácter esporádico de mis ideas no me lo permitirían».(17)

    Pero era ya 1919, su «ciclo septenal» había comenzado.

    José Luis González Fernández

    Notas

    (1) Publicado por S. Freud Lta., Colchester and Ilse Grubich- Simitis, Königstein, 1985. Nosotros hemos tomado la versión alemana publicada por la revista «Intercambios».,Bs.As. Argentina., nov-ene 1990.

    (2) Suponemos que se trata de la carta dirigida a Ferenczi el 12 de Julio de 1915.

    (3) Freud, S. «Complemento metapsicológico a la doctrina de los sueños».,Obras Completas, AE-XIV.,Bs.As. 1979.,p.221 n.

    (4) La referencia es de Peter Gay en «Freud..», Ed.Paidós,Bs.As, 1989.,p.408, quien alude a la correspondencia de Freud con Lou Andreas-Salomé del 25 de noviembre de 1914.

    (5) ibid.,p.409

    (6) Jones, E. «Vida y obra de S. Freud», Ed.Hormé, Bs.As, 3a ed, 1981, TII, p.200.

    (7) Gay, Peter. op.cit.

    (8) ibid.,p.414.

    (9)Strachey, James., En «Sigmund Freud». «Obras completas».,AE- XIV, Bs.As.,1979.,p.102.

    (10) Jones, E., op.cit.

    (11) Freud-J.J.Putnam, correspondencia. «S.Freud. Epistolario»., Ed.P&J, Barcelona, 1984. Carta 169.,p.276.

    (12)Freud-L.Andreas, correspondencia. «S. Freud. Epistolario»., op.cit. carta 170.,p.277.

    (13) Gay, Peter., op.cit. p.414.

    (14) Freud-Ferenczi., correspondencia. «S. Freud. Epistolario».,

    op.cit. carta 163.,p.p.268-69.(15) Gay, Peter.,op.cit.,p.420.

    (16) Stracchey, James.,op.cit.,p.103.

    (17) ibid.

    EL BORRADOR DEL XII. PANORAMA DE LAS NEUROSIS DE TRANSFERENCIA (1915).

    Segunda parte

    PRESENTACION: JOSE LUIS GONZALEZ-FERNANDEZ (*)

    Presentamos en esta ocasión la segunda de tres partes correspondiente al XII borrador del ensayo de Metapsicología: «Panorama de las Neurosis de Transferencia», escrito por Freud y extraviado hasta el año de 1984.(1)

    Dada la extensión de este borrador y por haber pretendido dar a conocer simultáneamente la versión alemana y la castellana, nos hemos visto obligados a dividirlo, en forma hasta cierto punto arbitraria, en tres partes. Freud divide, de hecho, su borrador en dos partes; un panorama propiamente dicho (publicado en el número anterior) donde hace una sinópsis de las neurosis en relación a la regresión, las formaciones reactivas, la fijación, la sexualidad y a la propia disposición, punto que da lugar a la segunda sección llamada por Freud «Fantasía Científica» (Wissenschlich Phantasien) o «Fantasía Filogenética» como también se le conoce. Con este trabajo, Freud pretendía hacer un análisis «científico» apoyado en la teoría lamarckiana más allá de «Tótem y Tabú», con el aval y la cooperación principal de Ferenczi. intenta explicar los deseos y angustias modernas como derivados de los primeros tiempos de la humanidad. Freud hace corresponder las diferentes neurosis según una secuencia proporcionada por la propia historia del género humano.

    En esta segunda parte (la presentada aquí), leeremos como Freud, apoyado en la teoría lamarckiana, trabaja la histeria de angustia como una herencia posible de la era glacial, tiempos en los que la humanidad amenazada por las variaciones climatológicas tan severas y por consecuente falta de alimentos, transformó la libido en angustia. Frente a esta situación de terror, los hombres primitivos se formaron la idea de que en aquellas circunstancias la reproducción atentaba a la conservación de la especie. De esta manera, los intentos de control natal con seguridad llegaron a producir la histeria.

    Este interés por la herencia lamarckiana siempre fue constante en Freud. Jones afirma que para los primeros días del año 1897, Freud pretendía hacer un estudio sobre el Malleus Maleficarum (2) impresionado por el hecho de que las perversiones sexuales que el diablo practicaba con sus adictos eran iguales a los relatos que los pacientes hacían acerca de su infancia y a partir de ello sugiere que tales perversiones son repeticiones de una herencia proveniente de algún antiguo culto sexual semireligioso (3).

    Cuando la ciencia genética estaba dando sus primeros pasos y todavía en los círculos científicos predominaba la idea de que los caracteres adquiridos podían transmitirse de generación en generación, Freud escribe Tótem y Tabú; es 1913 y parece probable que la teoría filogenética hubiera encontrado sus fundamentos clínicos en el análisis que estaba desarrollando en «El Hombre de los Lobos», donde las fantasías originarias, la seducción en la infancia y la amenaza de castración, son consideradas por Freud como derivados de la herencia filogenética y complementados con las adquisiciones de la experiencia personal.(4) Así, frente a la clínica, la teoría filogenética, «… ayudaba a completar la estructura teórica del psicoanálisis».(5)

    Haciendo un paréntesis, vale la pena señalar de acuerdo a lo que dice Peter Gay, la ironía representada por el hecho de que «el crimen primordial en modo alguno era esencial para la argumentación freudiana. Los sentimientos de culpa pueden transmitirse mediante mecanismos menos fantasiosos, más aceptables desde el punto de vista científico. (…) La presentación de su asombroso relato, no como un hecho, sino como una fantasía milenaria de los jóvenes enfrentados a los padres, le habría permitido abandonar su tesis lamarckiana. La universalidad de la experiencia familiar, de las rivalidades íntimas y de los sentimientos mezclados -en pocas palabras, el ubicuo complejo de edipo- habría bastado para explicar la recurrencia de los sentimientos de culpa y para hacerlos encajar sin problemas en su teoría de la mente».(6)

    Volviendo al tema que nos ocupa, al inicio de la guerra envía la ya citada carta a Lou Andreas-Salomé (7) donde escribía que en «secreto» se estaba ocupando de «grandes y trascendentales cosas»; decía: «Mi conclusión secreta era: toda vez que sólo vemos la suprema cultura afectada de un hipocresía enorme, no somos aptos orgánicamente para esa cultura. Hemos de dimitir, y el o lo gran desconocido detrás del destino repetirá semejante experimento cultural algún día con otra raza.»

    En 1915, año de los escritos metapsicológicos,escribe «Panorama de las Neurosis de Transferencia», borrador que presentamos aquí.

    En 1917 aún interesado por «la importancia del lamarckismo para el psicoanálisis», Freud escribe a Abraham (8) manifestándole la intención de incorporar a Lamarck al psicoanálisis, haciendo coincidir la idea lamarckiana de «necesidad» con el poder de las ideas inconscientes sobre el cuerpo, poder cuyos restos -según señala Freud- podemos observar en la histeria. Jones afirma que Freud hace una coorelación de este residuo de poder, a saber, la omnipotencia de los pensamientos con la voluntad de poder de Shopenhauer, y esto ponía al animal en condiciones de lograr las adaptaciones, ya sea del cuerpo propio o del ambiente, que procuraría la satisfacción de la «necesidad». (9)

    «Con esto se completaría el psicoanálisis. Dos grandes principios de cambio o progreso surgirían de esto: uno por la adaptación (autoplástica) del propio cuerpo y más tarde otro (heteroplástico) por la transformación del mundo externo».(10) Pese a haber abandonado su proyecto lamarckiano en concreto, su pensamiento seguía influenciado por él, así vemos que hasta el fin de sus días periodicamente salía a relucir; por ejemplo, su «condición de judío» formaba parte para él de una herencia filogenética. En 1922 escribió a Ferenczi que le impacientaba tener que ganar dinero, afrontar un mundo despreciable, aceptar que envejecía. «Extraños anhelos secretos surgen dentro de mí, tal vez de la herencia de mis antepasados del Oriente y el Mediterraneo, anhelos de una vida totalmente distinta, deseos del final de la infancia, irrealizables y mal adaptados a la realidad»(11). Estos «oscuros anhelos» siguieron intrigándolo. Diez años más tarde, en 1932, le escribió a Arnold Zweig, -quien acababa de volver de Palestina- : «y nosostros procedemos de allí (aunque uno de nosostros también se considera germano, el otro no); nuestros antepasados quizá vivieron alli medio milenio, tal vez milenio completo (pero eso, también «sólo tal vez»), y es imposible decir que nos quedó entretanto en la sangre y los nervios (aunque sea una manera incorrecta de decirlo) como una herencia de la vida en ese país». Todo era muy enigmático: «Oh, la vida podría ser muy interesante si uno supiera y entendiera más sobre ella»(12)

    En el Malestar en la Cultura,(1930 ) obra que podemos considerar como un resúmen aplicado de toda su trabajo, introduce la angustia en su análisis de la cultura y del superyo, originándose lo que él llamó KulturÜberich, el superyo cultural (13) defendiendo nuevamente su afirmación de que toda experiencia proviene del mundo exterior. La dotación innata, que incluye la propia experiencia filogenética, desempeña su papel durante las tareas que el complejo de edipo desarrollara en la constitución del policía interior que el individuo -y, con él su cultura- llevará consigo adelante.(14)

    Sin embargo y pese a todo, Freud quería «..hacerse presente de algún modo a los biólogos». (15)

    Notas

    (1) La primera parte y algunos detalles de su hallazgo fueron publicados en el #1 de «Subjetividad y Cultura», junio 1991.pp.35-46

    (2) Elmartillo de las brujas, de J. Sprenger y H. Kraemer, alegato publicado a fines del siglo XV, alentado y acogido por la inquisición. Citado por Jones en «Vida y Obra», ed. Paidós, 3a edición, 1979. Tomo I, p.358

    (3) Ibid ,p.358

    (4) Freud, Sigmund. «El hombre de los lobos», O.C. Ae-XVII, 1981,p.29

    (5) Gay, Peter.,»Freud. Una vida de nuestro tiempo»., Ed.Paidós, 1a edición, 1989. p.378

    (6) Ibid.,p.377

    (7)»El Borrador del XII» presentación, primera parte, «Subjetividad Y Cultura» #1, p.36, correspondencia Freud-Lou Andreas 25 de Noviembre de 1914

    (8) Correspondencia Freud-Abraham del 11 de nov de 1917.Citado por Jones, op.cit. Tomo II. p.210

    (9) Ibid., p.331-32

    (10) Ibid., p.358

    (11)Correspondencia Freud-Ferenczi del 30 de marzo de 1922. Citado por Peter Gay., op.cit., p.667

    (12) Carta a Arnold Zweig el 8 de mayo de 1932. Ibidem.

    (13) Freud, Sigmund.,»El Malestar en la Cultura»., O.C. AE-XXI., p.136-39

    (14) Gay Peter., op.cit., p.613

    (15)En referencia a la carta dirigida a Ferenczi el 25 de enero de 1917. Citado por Jones, Ernest., op.cit., Tomo III, p.331

    EL BORRADOR DEL XII: PANORAMA DE LAS NEUROSIS DE TRANSFERENCIA (1915)

    (Tercera parte y última)

    Presentación: José Luis González-Fernández.

    A MANERA DE PRESENTACION:

    Con la presentación de la tercera parte del borrador de las neurosis de transferencia finalizamos la publicación de este importante trabajo inédito en México.(1)

    En las ediciones precedentes hemos remarcado el sello lamarckiano de este borrador que, como recordaremos, corresponde al libro que Freud pretendía elaborar sobre metapsicología (2), un lamarckismo bajo el cual aun el mismo Darwin estuvo sujeto en su momento. Es de nuestro interés ahora hacer mención de algunas de las corrientes en las que, según varios autores, Freud estaba inmerso en el momento de la elaboración de este documento, así como brevemente señalar de una manera general en esta presentación, los puntos e ideas principales de éstas.

    Quizá lo más conocido, aunque no necesariamente lo más estudiado en nuestro campo, sea la teoría del naturalista francés Juan Bautista Lamarck, quien sostenía que de seres muy simples provienen todos los demás y que, al producirse cambios en el ambiente que les palantean nuevas exigencias, obligan al organismo animal a responder adaptándose a las nuevas circunstancias. Como consecuencia de esto, algunas de sus partes consitutivas cambian morfológicamente haciéndose más largas, vigorosas o gruesas según la necesidad adaptativa, en tanto que aquellas que dejan de tener alguna función se atrofian. Estos cambios, decía Lamarck, se transmiten a los descendientes de generación en generación. Cita el conocido ejemplo de la jirafa, la cual pudo haber tenido como antecedente a un animal semejante al antílope que en cierto momento y por alguna circunstancia comenzó a alimentarse de las hojas de los árboles; para ello tenía la necesidad de estirar el cuello, la lengua y las patas. Al principio estas partes de su organismo se estiraron muy poco, pero la necesidad persistía y tanto la condición como la transformación fueron transmitidas a sus descendientes quienes progresivamente se estiraron más, hasta llegar a la jirafa actual. A este respecto Freud escribía a Karl Abraham: «El propósito es poner a Lamarck enteramente en nuestro terreno y mostrar que su ’necesidad’ que forma y transforma los órganos no es otra cosa que el poder de la representación inconsciente sobre el propio cuerpo, de la cual encontramos los restos en la histeria, en una palabra, ’la omnipotencia de los pensamientos’.»(3)

    Durante cerca de 50 años, la teoría de Lamarck ocupó un lugar preponderante hasta que Darwin y su «selección natural» demostraron que las únicas características que pueden ser heredadas son las «adquiridas» en el lento proceso evolutivo, y no las adquiridas en la vida; sólo las jirafas de cuello largo habrían sobrevivido.

    Sin embargo, en el momento de la redacción de los textos que nos interesan, Freud aún está en plena efervescencia transformista y evolucionista. Habrá que decir que el transformismo parte de la base de que las especies animales y vegetales que conocemos no son iguales a las que existían en épocas remotas. Pero esta concepción todavía no está pensada en términos de evolución sino, como su nombre lo indica, de transformación, lo que en otras palabras querría decir que consideran los cambios como macromutaciones.

    Paul Bercheri (4) nos dice que el evolucionismo resultó de la síntesis de esta teoría transformista y de aquella concepción que se manejaba de índole social en el sentido de que las sociedades avanzan y progresan, que tienen un origen en la barbarie para entonces llegar a la civilización, es decir, las teorías del progreso contínuo.

    Assoun (5) afirma que Freud por esta época estaba además influenciado por la corriente haeckeliana. La ley biogenética fundamental asumida por Haeckel -recapitulación de la filogenésis por la ontogenésis-(6) se encuentra en la idea propuesta por Freud en torno a los esquemas filogenéticos transmitidos que volverán a emerger en la vivencia ontogenética. Las escenas originarias (coito parental, seducción) que Freud encuentra en el orígen de su investigación en el discurso de los neuróticos son consideradas finalmente como «fantasias originarias» (urphantasien) y tienen indisoluble relación con los grandes complejos (edipo, castración): «Es posible -declara audazmente- que todos los fantasmas que se nos cuenta hoy en día en el análisis […] hayan sido antaño, en los tiempos originarios (urzeiten) de la familia humana, realidad, y que al crear unos fantasmas el niño tan sólo colme, con ayuda de la verdad prehistórica, las lagunas de la verdad individual».(7) Hasta tal punto que, «cuando los acontecimientos no se adaptan al esquema hereditario, sufren una modificación en el fantasma». (8)

    En términos muy generales, la importancia de este borrador radica en un sentido epistemológico en la ubicación contextual que nos brinda sobre el pensamiento de Freud en esos tiempos, y más allá, como afirma José Perrés, la necesidad de hacer un estudio profundo de ciertos postulados y de su incidencia en la estructura psicopatológica y metapsicológica de la obra freudiana.(9)

    Para terminar esta presentación una cita de Assoun:

    «pero si bien (Freud) abandona ese proyecto en el que tenía gran interés (libro sobre metapsicología y capítulo XII), podemos decir que se indemnizaba simbólicamente tomando del neodarwinismo el lenguaje que le permitía articular su proyecto, lenguaje de su deseo científico. Préstamo mucho más discreto e inconsciente, pero determinante.»(10)

    Notas

    (1) El largo intervalo que medió entre la primera parte y esta última fue originado por problemas de tipo editorial y de compromiso de publicación con la revista «Subjetividad y Cultura», mientras tanto, llegaron a mis manos varias publicaciones y retraducciones entre las cuales una es digna de mención. Se trata de la edición titulada «Sinópsis de las neurosis de transferencia». Cuya presentación en el original corresponde a Ilse Grubrich-Simitis y la edición al castellano realizada por la Editorial Ariel, S.A., al cuidado de Antoni Vicens, Barcelona, Primera edición, diciembre de 1989. También debo señalar el artículo de José Perrés «Freud, un inédito metapsicológico y su contexto, donde hace un interesante análisis epistemológico de algunos puntos de este vasto texto, publicado en «La Nave de Los Locos» #12.

    (2) Revista «Subjetividad y Cultura» #1 junio 1991 y #2 mayo 1992. México.

    (3) Freud, Sigmund. «Correspondencia». Carta a Karl Abraham, Ed. Gedisa, barcelona 1979, p.292-293.

    (4) Bercheri, Paul. «Génesis de los Conceptos Freudianos», Ed. Paidos, Primera ed., Bs.As. 1988., p.185 y sigs.

    (5) El naturalista alemán E.Haeckel (1834-1919) había popularizado su ley biogenética fundamental, según la cual la ontogénesis repite resumidamente la filogénesis. Es decir, que cada individuo transita por las etapas que precisaron millones de años en la evolución sobre la tierra.

    (6) Assoun, Paul-Laurent., «Introducción a la Epistemología Freudiana», Ed. S.XXI, México 1982.

    (7) Freud, S. «Lecciones Introductorias al Psicoanálisis», Obras Completas, AE-XVI, Bs.As. 1979, p.338.

    (8) Freud, S. «El hombre de los lobos», Obras Completas, AE-XVII, Bs.As. 1979, p.108.

    (9) Perrés, José. «Freud: Un inédito metapsicológico y su contexto»., Artículo publicado en «La Nave de los Locos», #12, p.39., México.

    (10) Assoun Op.Cit. p.204.

  • Ubersicht der ubertragsneurosen

    Ubersicht der ubertragsneurosen

    Sigmund Freud

    Texto original en alemán de «Panorama de las neurosis de trasferencia», de Sigmund Freud. Agradecemos a la revista Subjetividad y Cultura y a quienes la hacen (Mario Campuzano, Enrique Guinsberg y Miguel Matrajt), haber cedido gentilmente este texto de Freud para su publicación en Carta Psicoanalítica.

    XII UBERSICHT DER UBERTRAGSNEUROSEN

    Vorbereitung.

    Nach Detailuntersuchg versuchen Charaktere zusammenfassen, Abgrenzg von anderen, vergleichende Durchführg der einzelnen Momente.

    Momente Sind: Verdrgg 1 Ersatz u Symptbildung, Gegenbesetzung. Verhültnis Sexualfunkktion, Disposition. Beschränken auf die 3 typen Angsthy, Konvhy und Zw 2.

    a) Vdgo, findet bei allen an Grenze des ubw u vbw 3 Systems staff, besteht in abziehung oder Verweigerung wbw Besetzimg. Word gesocjeert dircj Art vpm Gegembesetzimg. Bei Zw späteren Stadien verschiebt sie sich auf Grenze zwischen Wbw u Bv.

    Werden Hören 4, daB in nächster Gruppe die Vdgg., andere Topik hat, sie erweiter sich dann zum Begriff d. Spaltung.

    Topische Gesichtspunkt darf nicht in dem Sinn oberschätzt werden, da etwa jeder Verkehr zwoscjem beodem suste,em dircj soe imterbrpcjem würde. Es wird also wwesentlicher an welchen Elementen diese Schranke eingefür wird.

     Enfolg u Abgeschloenheit.

    Hängen insof Zusammen, als MiBeerfolg zu weiteren Bemühungen nöti g. Erfolg variert bei den 3 Neurosen u in einzel Stadien derselben.

    Erfolg am geringsten bei Angsthy sich beschränken auf, da keine vbw u (bw) Repraesentanz zu Stande 7komt. Später, da anstatt der anstöBingen eine Ersatz vbw u bw wird. Endlich bei Phobieldg erreicht er Zwexk, in Hemg des Unlustaffekts durch groen Verzicht, ausgiebig. Fluchtversuch.

    Absicht der Vdgg. Ist imer Unlustvermeidg. Shicksal der Repraesenntanz isst nur ein Zeichen des Vorgangs. Die scheinbare Zerlegg des abzuwehrenden Vorgangs in Vortellg und Affekt (Repraes u quanntit Faktor) ergiiebt sich eben daraus, da Vdgg. In Veerweigerg 40 der Wortvorstellg besteht, also aus topisch Charakter der Vdgg..

    Bei Zw ist Erfolg zuerst ein voller, aber kein dauernder. Proze noch weniger abgeschloen Er setzt sich nach erster erfolgreicher Phase durch zwei weitere fort, von denen erstere (sel, Vdgg. Bildg der zwvorstellg. Kampf geg. Zwvorstellg) sich wie Angsthy mit Ersetzg der Repraesentanz Begnügt, spätere (tertiäre) der Phobie entsprech. Verzichte u Einscharänkg produzirt aber zum Unterschied mit logisch Mitteln arbeitet. Im Gegensatz hiezu ist Erfolg der Konveersh von Anfang ein ein voller, aber durch starke Ersatzbildg erkaufter. Proze des einzeln Vdggvorgangs abgeschloener.

    Gegenbesetzung

    Bei Angsth fehlt sie zuerst reiner Fluchtversuch, wirft sich dan auf Ersatz vorstellg der Unlustentbindg zu sicheern, als Wachsamkeit Aufmerksamkeit. Repraesentirt den Anteil der vbw, also den Aufwand, den Neurose kostet.

    11 Bei Zw, wo es sich von Anfang um Abwehr eines ambivalent Trieb handelt, besorgt sie die erste glückende Vdgg., leistet dann Reakktionsbildung dank der ambivalennz giebt dann in tertiärer Phase die Aufmerk samkeit, die Zwvorst, auszeichet u besorgt die logische Arbeit, also 2 u 3 Phase ganz wie bei Angst Unterschield in 1 Phase, wo bei Angst nichts, bei Zw alles leistet.

    Immer sichert sie Vdgg. Entsp Anteil des Vbw.

    12 Bei Hy glückl Charakter xdadurch ermöglicht. Da Gegenbes von Anfang an zusammentreffen mit Triebbesetzg sucht u sich zum Kompromi mit ihr einingt, auswalende Bestimg auf Repraesentanz trifft.

    Ersatz u Symptombildgs

    13 Entspricht der Wiederkehr Vogten, Mislingen der Vdgg.. Eine Weile zu sondern, später fliet mit ihr Zusammen. am vollkommensten bei Konvhy: Ersatz = symptom, nichts weiter zu trennen. Ebenso bei Angsth, Ersatzbildg ermöglicht dem Vdgt die erste Wiederkehr.

    Bei Zaw sondert sich schaarf, indern erste Ersatzbildg von verdrgend durch Gegenbesetz geliefert unicht zu Symptomen gerechnet wird. Dafür sind späteren Symptomen der Zw. Oft vorwiegend Wiederkehr des verdrängten, Anteil des Verdrgd an ihnen geringer.

    Symptombildg, von der unser Studium ausgeht, fällt imer mit Wiederkehr des Vdgten zusammen u geschieht mit Hilfe der Regression und der disponieren Fixirungen.

    Ein allgem. Gesetz sogt aus, daB die Regression 16bis zur Fixirg zurückgeht und von dort aus Wiederkehr des Verdrängten sich durchsetz.

    Verbhältnis z. Sexualfunktion

    Für dies xbleibt bestehen, da verdrgte Triebregung stets eine libidinöusdem Sexualleben angehörige ist Während Verdrgg, von ich ausgeht aus verschiedenen Motiven, die sich als ein icht Können (wegen Überstärke) oder Nichtwollen zusammenfassen laBen. Das letztere geht aut. Unverträglichkeit mit den lchidealen oder auf andersartige befürchtete Schädigg des lchs zurück. Das Nichtkönnen entspricht auch einer Schädingg.

    Verdunkelt wird fundamentale Thatsache durch zwei Momente, erstens hat es oft Anschein, als ob Vdgga, durch Konflikt zweier Regungen beide libidinös sind angeregt würde.

    Dies lost sich durch die Erwagg, da die eine davon ichgerecht ist uin dem konflikt die Hilfe der vom lch ausgehenden Vdgg. Anrufen kann.

    Zweitens, indem nich nur libid sondern auch lhstrebg unter den verdrängt angetroffen werden bes, haufig u deutlich bei längerem Bestand und forgeschritt Entwicklg der Neurose. Letztere komt zu Stande, da die vdgte lib. Regung sich auf dem Umweg durch eine lchstrebg, der sie eine Komponente geliehen hat, durchzusetzen sucht, ihr Energie uberträgt und nun diese mit in die Vdgg, reit, was im groBen Umfange geschehen kann. An Allgemeingiltigkeit jenes Satzes wird dadurch nichts geändert.

    Begreifliche Forderg, da man Einsichten aus den Anfangsstadien der Neurosen schöpe, Bei Hy und Zw evident, da sich Vdgg. Gegen die Sexualfunktion in definitiver From, in der es Anspruch der Fortpflanzung repraesentirt richtet. Am deutlichsten wieder bei Konversionshy weil ohne Komplikationen, bei Zw erst Regression. Inde diese Beziehg nicht übertreiben, nich etwa annehmen, da Vdgg. Erst mit diesem Stadium der Libido in Wirksamkeit tritt. Im Gegenteil zeig ja gerade Zw, da Vdgg. Allgemeiner Vorgang, nicht libidinös abhängig weil hier gegen Vorstufe gerichtet. Ebenso in Entwicklg, da Vdgg. Auch gegen perverse Reggen in Anspruch genomen.

    Frage, warum Vdgg. Hier gelingt, sonst nicht , in Natur libid Strebg sehr vertrtgsfähig, so da bei Vdgg. der normal die perversen verstürkt werden u umgekehrt. zur Sexualfunkt. Vdgg. kein anderes Verhältnis, als da sie zu ihrer Abwer bemüht wird Regression u andere Tribschicksale.

    Bei Angsthy ist Verhältnis zur Sexualf, undeutlicher aus Gründ, die bei Behandlg der Angst zum Vorschein gekomen. Scheint, da Angsthy jene Falle umft, in denen Sextriebanspruch als zu gro wie Gefahr abgewehrt. Keine bes.

    Bedingg aus Libidoorganisation.

    Regression:

    Das interessanteste Moment und Triebschicksal. Van Angsthy aus keinen Anlaeszu erraten. Könnte sahen, da hier nicht in Betracht komt, vielleicht weil jede spätere Angsthy so deutlich auf eine infantile regredirt (die vorbildliche Disposition spätere Angsthy so deutlich auf eine infantile regredirt (die varbildliche Disposition der N) und diese letztere so frühzeitig im Leben auftritt. Dagegen die beiden anderen schönste Beispiele von Regression, aber diese spielt bei jeder andere Rolle in Struktur der Neurose.

    Bei Convhy ist es eine starke ichregression, Rockkehr zu Phase ohne Scheiidg von Vbw und Ubw, also ohne Sprache und Zensur. Die Regression dient aber der Symptombildg. u. Wiederkehr des Vdgt. Die Triebregung die vom aktuellen ich nicht akzeptirt, rekurrirt auf ein früheres, von dem aus sie Abafuhr freilich in anderen Weise findet. Da es dabei virtuell zu einen Art Libidoregress kamt, schon wewähnt.

    Bei Zw ist es anders. Die Regression ist eine Libidoregression, dient nicht der Wiederkehr sonder der Vdgg u wird durch eine starke konsist Fixirg oder unvollkomene Ausbildg ermöglich. In der That fällt hier erster schritt der Abweher der Regression zu, wo es sich mehr um Regression alf auf Entwickgshemg handelt, und die regressive libidin Organis unterliegt dann erst einer typischen Verdräng, die aber erfolglos bleibt. Ein St0ck ichregression wird von der Libido aus lch aufgezwungen oder ist in der inviollkomenen Entwicklg des ichs, die hier mit Libphase zusammenhängt, gegeben (Treng d. Ambivalenzen).

    F) (Disposition) Hinter Regression verhüllen sich die Probleme der Fixirung u Disposition. Die Regression kann man allgemein sagen reicht so weit zurück bis zu einer Fixirungstelle, entweder in lch oder Libentwicklg., u diese stellt die Disposition der.Dies ist also das magebendste, die Entscheidg Ober Neurosenwal vermittelnde Moment. Lohnt also daabei zu verweilen.

    Fixirung Komt (**) durch Phase d. Entwicklg zu Stande, die zu stark ausgesprägt war oder vielleicht auch zu lange angehalten hat, um restlos in die nächste obserzugehen.

    Klarere Vorstellg, worin, in welchen Veränderg die Fixirg besteht, wird am besten nicht verlangen. Aber über Herkunft elwas sagen. Besteht sowohl die Möglichkeit da solche Fixirg rein mitgebracht sowie da sie durch früzeitige Eindrücke herbeigeführt und endlich, dass beide Faktoren Zusammenwirken. Unsomehr da man behaupten darf, beiderlei Momente seien eigentlich ubiquitär, da alle Dispositionen Konstitutionell vorhanden sind im Kinde u anderseits die wirksamen Eindrücke sehr vielen Kindern gleicher Weise zu teil werden.

    Handelt sich also um mehr oder weniger um ein wirksames Zusammentreffen. Da niemand Konsist. Momente bestreiten geneigh ist, fällt es zu auch das Anrecht der frühinfantil Erwerbg kräftig zu vertreten. Bei Zw ist übrigens das Konstit Moment weit deutlicher erkannt, als bei KHy das akzidentelle, das ist zuzugeben. Detailverteilg immer noch zweifelhaft.

    Wo das konstit Moment der Fixirung in Betracht Komt, damit Erwerbg nicht beseitigt, sie rückt nur in noch frühere Vorzeit, da man mit Recht behaupten darf, da die ererbten Dispositionen Reste der Erwerbung der Vorahnen sind. Hiermit stöt man an Problem der phylogenetishen Disposition hinter der idividuell oder ontogenetischen, und darf keinen Widerspruch finden, venn das Individ zu seiner ererbten Disposition auf Grund früheren Erlebens neue Disposition aus eigenem Erleben hinzufügt.

    Warum sollte der Proze, der Disposition auf Grund von Erleben schaft, gerade an dem Individ, dessen Neurose man untersucht, erlöschen Oder diese Disposition ür seine Nachkommen schaffen, sie aber nicht für sich erwerben Können, Scheint wielmehr notwendige ErgÄnzung.

    Wie weit die phylogenetische Disposition das Verständnis der Neurose beitragen kann, ist noch nicht zu übersehen. Es gehörte dazu auch, da Betrachtg über enges Gebiet der Ubertraggsneuros hinausgeht.

    Der wichtigste unterscheidende Charakter der übertraggsn konnte in dieser Übersicht ohnedie nicht gewürdigt werden, weil er ihnen ja gemeinsam nich auffällt und erst be Herbeiziehg der narzit Neurose durck Kontrast auffallen würde. (Er liegt in der Festhaltung des Objekts. Verhältnis des ich zum Objekt).

    Bei dieser Vergröerg des Horizonts würde Verhältnis von ich zu Objekt Vordergrund rücken und Festhltg des Objekts sich als gemeinsam Unterscheidend ergeben. Gewie Vorbereitung hier gestatte!.

    Hoffe der Leser, der sonst auch an Langweile vieler Abschnitte gemerkt hat, wie sehr alles auf sorgfältiger u mühseliger Beobachtg aufgebaut, wird Nachsicht üben, wenn auch einmal die Kritik von der Phantasie zurücktritt u ungesicherle Dinge vorgetragen werden blo weil sie anregend sind und Blick in die Ferne eröffnen.

    Es ist noch legitim anzaunehmen da auch die Neurosen Zeugnis von der seelischen. Entwickllgsgeschichte des Menschen blegen müen. Ich glaube nun in Aufsatz (Über zwei Prinzipien) gezeigt zu haben, da wir den Sexualstreben des Menschen eine andere Entwicklg zuschreiben dürfen als den Menschen eine andere Entwicklg zuschreiben dürfen als den ichstrebgen. Der Grund wesentlich da die ersteren ganze Weile autoerotisch befriedigt werden können, während ichstreben von Anfang auf Objekt u damit auf Realität angewiesen sind.

    Welches die Entwicklg des menschlichen Sexuallebens glauben wir in groen Zügen gelernt zu haben (Drei Abhandig z. Sexualtheorie): Die des menschlichen ichs, dh del Selbsterhaltasfunktionen y der von ihnen abgeleiteten Bildgen ist schwieriger zu durchschauen. Ich kenne nur den einzigen Versuch von Ferenczi, der . Erfahrungen zu diesem Zwecke verwertet, unsere Aufgabe wäre natürlich sehr erleichtert, wenn uns die Entwicklgsgeschichte des ichs anderswoher gegeben wäre, die Neurosen zu verfahren müben. Man bekommt dabei den Eindruck, da die Entwicklgsgeschichte del Libido ein weit älteres Stück der Entwicklg wiederholt als dies des lchs, erstere vielleicht Verhältnie des Wirbeltierstammes wiederholt. während letzere von der Geschichte der Menschenpart abhängig ist.

    Es existiert nun eine Reihe, an welche man verschiedene weitgehende Gedanken anknüpfen kann. Sie entsteht, wenn man die neurosen (nicht die Übertrgsneurosen allein) nach der Zeit anordnet, zu Punkt welchem sie im imdivid Leben aufzutreten pflegen. Dann ist die Angsthysterie die fasta voraussetzungslose die früheste, ihr schlietsich die Konvhy (vom 4 J etwa an), noch etwas später in der Vorpubertät (9-10) tritt bei Kindern die Zw auf. Die naezit. Neurosen fehlen der Kindheit. Von diesen ist die Dem pr in klassischer From Eekrankg der Pubertätsjahre, die Por nähert sich den Jahren der Reife, und Mel-Manie auch dems. Zeitabschnitt, sonst unbestimmbar Die Reihe lautet also:

    Angsthy – Kcnv.hy – Zn – Dem pr – Paranoia – Mel – Manie.

    Die Fixirungsdispositionen dieser Affektonen scheinen auch eine Reihe zu ergeben, die aber gegenläufig ist. (Deutlich) bes, ween man libid. Disposition in Betracht zieht. Es ergäbe sich also, je später die Neurose auftritt, auf desto frühere Libidophase mu sie regrediren. Dies gilt inde nur in groen Zügen. Unzweifelhaft richtet sich Khy gegen Primat d. Genitalien die Zw gegen die sadist. Vorstufe, alle 3 Übertragsneurosen gegen vollzogene Libidoentwicklg.

    Die narzi Neuros aber gehen auf Phasen vor Objektfindg zurück, die Dem unzweifelhaft früher auftritt als die Par, obwolhl ihre lib. Disposition weiter zurückreicht und da MelManie keine sichere zeitliche Einreihg gestaften. Man kann es also nicht festhalten, da die sicher vorhandene Zeitreihe der N allein durch die Libenteicklg bestimmt wäre. Soweit dies Zutrifft würde man die umgckehrte Beziehg zwischen beiden betonen.

    Es ist auch bekannt da mit alterfortschritt Hy oder Zw in Dem sich umsetzen kann, nie kommt das Umgekehrte vor. Man kann aber eine andere phylogenet. Reihe aufstellen, die wirklich mit der Zeitreihe der Neurose gleichläufig ist. Nur mu man debei weit ausholen u sich manches hypothetische Zwischenglied gefalen laen.

    Von Dr.Wittels ist zuerst die ldee augesprochen worden, da das Urmenschentier seine Existenz in einem überaus reichen, alle Bedürfnie befriedigenden Milieu hingebracht, dessen Nachhall wir im Mythus vom uranfänglichen Paradies erhalten haben. Dort mag es die Periodizität der Libido überwunden haben, die den Säugetieren noch anhaftet.

    Ferenczi hat dann in der bereits erwähnten gedankenreichen Arbeit die ldee ausgesrpochen, da die weitere Entwicklg dieses Urmenschen unter dem Einflu der geologischen Erdschicksale erfolgt ist, und da inbesondere die Not der Eiszeiten ihm die Anregung zur Kulturentwicklg gebracht hat. Es wird ja allgemein zugegeben, da die Menschenart zEiszeit bereits bestand und ihre Einwirkung an sich erfahren hat.

    Greifen wir die Idee von Ferencz auf, so liegt die Versuchung sehr nahe, in den 3 Dispositionen zur Angsthyt, Konversionsty und Zwangs Regressionen ayf Phasen zu sehen, erkennen, welche dereinst die ganze Menschenart vom Beginne bis zum Ende der Eiszeiyen Durchzumachen hatte, so da damals alle Menschen so waren wie heute nur en Anteil kraft seiner erblichen Veranlagung und durch Neverwerbung ist.

    Die Bilder können sich natürlich nicht völling decken, denn die Neurose enthält mehr als was die Regression mit sich bringt. Sie ist auch der Ausdruck des Sträubens gegen diese Regression und ein Kompromi zwischen dem urzeitlich Alten und dem Anspruch des Kulturell Neven, Am stärksten wird sich diese Differenz bei der Zwneurose ausprägen müen, welche wie keine andere unter dem Zeichen der inneren Gegensätzlichkeit steht.

    Doch mu die Neurose, soweit das Verdrängte in ihr gesiegt hat, das urzeitliche Bild wiederbringen. Unsere erste Aufstellung würde also behaupten, da die Menscheit unter dem Einflu der Entbehrungen, welche ihr die hereinbrechende Eiszeit auferlegte allgemein ängstlich geworden ist. Die bisher vorwiegend freundliche, jefe Befriedigg spendende Auenwelt verwandelte sich in eine Haufung von drohenden Gefahren.

    Es war aller Grund zur Realangst vor allem Neuen gegeben. Die sex Libido verlor allerdings zunächst ihre Objekte, die ja menschliche sind, nicht aber es lät sich denken da das in seiner Existenz bedrohte lch von der Objektbeset zung einigermaen absah und die Libido im lch erhielt und so in Realangst verwandelte, was vorher Objektlibido gewesen war. An der infantilen Angst sehen wir nun, da das Kind die Objektlibido im Falle der Unbefriedigg in Realangst vor dem Fremden verwandelt, aber auch, da es übhpt dazu neigt, sich vor alem Neven zu ängstigen.

    Wir haben einen langen Streit darüber geführt, ob die Realangst oder die Sehnsuchtsangst die ursprünglichere ist, ob das Kind seine Libido in Realangst wandelt, weil es für zo gro, gefährlich betrachter u so übhpt zur Vorstellg der Gefahr Kommt, oder ob es vielmehr einer allgemeinen Ängstlichkeit nachgibt und aus diese lernt, sich auch vor seiner unbefriedigten Libido zu fürchten.

    Unsere Neigung ging dahin das erstere anzunehemen, die Sehnsuchtsangst voranzustellen, aber dazu fehlt uns eine besondere Disosition. Wir nuten es für eine allgemein- Kindiche Neigung erklären. Die phylogenetische Uberlegung scheint nun diesen Streit zu Gunsten der Realangst zu schlichten u lät uns annehmen, da ein Anteil der Kinder die Angstlichkeit vom Beginn der Eiszeit mitbringt und nun durch sie verleitet wird die unbefriedigte Libido wie eine auere Gefahr zu behandeln. Das relative Uberma del Libido würde aber derselben Anlage entspringen u die Neuerwerbung der disponirten Ängstlichkeit ermöglichen. Immerhin würde die Diskussion der Angsthysterie das Ubergewicht der phylogenetischen Disposition über alle anderen Momente befürworten.

    2) Mit dem Fortschritt der harten Zeiten mute sich den in ihrer Existenz bedrohten Urmenschen der Konflikt zwischen Selbsterhaltung und Fortpflanzungslust ergeben, welcher in den meisten Fällen fypischen von Hysterie seinen Ausdruck findet. Die Nahrungsmittel reichten nicht hin, eine Vermehrung der menschlichen Horden zu gestatten un die Kräfte des Einzelnen reichen nich aus, soviele der Hilflosen am Leben zu erhalten. Die Tötung der Geborenen fand sicherlich einen Widerstand an der Mütter narzitischen.

    Somit wurde es soziale Pflicht, die Fortpflanzung zu beschränken. Die perversen nich zur Kinderzeugg führenden Befriediggen entgingen diesem Verbot, was eine gewie Regression auf die Libidophase vor dem Primat der Genitalien beförderte. Die Einschränkg mute das Weib härter treffen Abstinenz als den um die Folgen des Sexualverkehrs eher unbekümmerten Mann.

    Diese gonze Situation entspricht offenkunding den Bedingungen der Konversionshysterie. Aus der Symptomatik derselben schlie wir, da der Mensch noch sprachlos war, als er sich aus der unbezwungenen Not das Verbot der Fortpflanzung auferlegte, also auch noch nich das System des Vbw über seinem. Ubw aufgebaut hatte. Auf die Konvershy regredirt dann auch der dazu Disponirte, speziell das Weib unter dem Einflu der Verbote, welche die Genitalfunktion ausschalten wollen, während stark erregende fr¨hzeitige Eindrücke zur Genitalbetätigg drängen.

    3) Die weitere Entwicklg ist leicht zu konstruiren…..

    Die weitere Entwickig ist lelcht zu konstruiren. Sle betraf vorwlegend den Mann, Nacham er gelernt hatte an der Libido zu sparen und die Sexualtätlgkelt durch Regression auf eine frühere Phase zu erniedrigen, gewann die Betaligg der intelligenz für ihn die Hauptrolle.

    El lernte forschen, die Welt felndilche etwas verstehen und sich durch Erfindungen eine erste Herrschaft über sie zu sichem. Er entwickette sich unter dem Zelchen der Energie, bildete die Anfänge der Sprache aus u muste den Nwuerwerbungen groe Bedeutg zulegen.

    Die Sprache war ihm Zauber, seine Gedanken erschlenen lhm allmächtlg, er verstand die Welt nach selnem lch. Es ist die Zeit der animistischen Weltanschauung u ihrer magischen Technik. Zum Lohn für seine Kraft, so vielen anderen hillflosen Lebenssicherung zu shaffen, ma&te er sich del uneingeschränkte Herrschaft über sie an, vertrat durch seine Persönllchkeit die belden ersten Setzungen, da er selbst unverletlich sel und da ihm die Verfügung über die Frauen nicht bestritten werden fe.

    Zu Ende dieses Zeltabschnitts war das Menschengeschlecht in einzeine Horden zertallen, die von einem starken und brutalen Mann als Vater beherrscgt wuden. Es ist möglich, da die egoistisch eifersüchtige u rückslchtsole Natur, del wir nach völkerspsyologischen Wrwäggen dem Urvater der Menschenhorde zuschrelben nicht von Anfang an vorhanden war, sondem sich im Laude der schweren Eiszeiten als Resultat der Anpassung an die Not herausgebilder hat.

    Die Charaktere dieser Menschheitsphase wiederholt num die Zwangsneurose, einen Teil derselben negativ, da ja die Neurose den Sträuben gegen Reaktionsbildgen diese Wiederkehr mitentspricht. Die Uberbetonung des Denkens, die riesige Energie, die im Zwang wiederkehrt, die Allmaacht der Gedanken, sinduniverwandelte Züge.

    Aber gegen die brutalen lmpulse, welche das Liebesleben ersetzen wollen, erhebt sich der Winderstand später Entwicklungen die Neigung zu unverbrüchllchen Gesetzen, der von dem libidinösen Konflikt aus endlich die Lebensenergle des individuums lähmet und nur die auf Gerinfugiges verchobenen lmpulse als Zwang bestehen lät, übrig.

    So geht dieser für die Kulturentwicklg, wetvollste menschliche Typus an den Ansprüchen des Llebeslebens zu Grunde in seiner Wiederkehr, wie der groartige Typus des Unvaters selbst, der später als Gottheit siederkehrte, an den familiären Verhältnien, die er sich schuf, in der Wirklichkeit zu Grunde gegangen ist.

    4) Soweit wären wur in der Erfüllg eines von Ferenczi vorthergesehenen Programs die neurostischenRegressionstypen nit den Etappen der Stamesgeschichte der Menschheit in Einklang zu bringen gekomen, vielleicht ohne in allzu gewagte Spekulationen abzuirren.

    Für die weiteren und später auftretenden narzitichen Neurosen fehlte uns aber jede Anknüpfg, wenn uns nich die Annahme zuHilfe käme, da die Disposition zu ihnen von einer zweitenGeneration emworben worden ist, deren Entwicklg in eine neue Phase menschlicher Kultur hinüberleitet.

    Diese zwite Generation hebt mit den Söhnen an welchen der eifersüchtige Urvater nicht gewähren lät. Wir haben an anderer Stele (T u T) eingesetzt, da er sie vertreibt, wenn sie das Alter der Pubertät erreicht haben. A Erfahrungen mahnen aber eine andere u grausamere Lösung an die Stelle zu setzen, namlich da er sie ihrer Mannheil beraubt, wonach sie als unschädliche Hilfsarbeiter in der Horde bleiden können.

    Den effect der Kastration in jener Urzeit dürfen wir uns wol als Erl¨¨oschen der Libido und Slehenbleiben in der indiv Entwicklg vorstellen. Solchen Zustand scheint die Dem pr. zU wiederholen, die zumal als Heberphrenie zum Aufgeben jedes Liebesobjekts, Rückbildg aller Sublimirungen un Rückkehr zum Autoerotismus führt. Das jugendliche individ verhält sich so, als ob es die Kastration erlitten hätte; ja wirkliche Selbskastration en sind bei dieser Affektion nicht selten.

    Was die Krankheit sonst auszeichnet, die Sprachverändaergen, u haluzinat Stürme dart man in das phylogenet. Bild nicht einbeziehen, denn sie entsprechen den Heilungsversuchen, den vielfätigen, das Objekt wiederzugewinen, die im Krankheitsbilde beinahe auffälliger Zeitlang sind als die Rückbildgserscheinungen.

    Mit der Annahme einer solchen Behandlg der Söhne h¨ngt eine Frage zusamen, die im Vorübergehen zu beantworten ist. Womt den Urvätern Nachfolge und Ersatz, wenn sie sich der Söhne in solcher Weise entledigen.

    Schon Atkinson hat den Weg gewiesen, indem er hervorhob, da nur die älteren Söhne die volle Verfolgg des Vaters zu befürchten hatten, da aber der jüngste-schematisch gedachtdank der Furbitte der Mutter vor allem aber infolge des Afterns des Vaters u seiner Hilfsbedürfigkeit Aussicht hatte, dem Schicksal zu entgehen und der Nachfolger des Vaters zu werden.

    Dieser Vorzug des Jüngsten wurde in der nächstkomenden sozialen Gestalfung gründlich beseitigt und durch d@ Vorrecht des Altesten ersetzt. Im Mythus u im Märchen ist er aber sehr gut kenntlich erhaiten.

    5) Die nächste Wandlg konnete nur darin bestehen, da die bedrohten Söhne sich der Kastration durch die Flucht entzogen und lernten mit einander verbündet den Kampf des Lebens auf sich zu nehmen.

    Dies Zusamenleben mute sozlalen Gefüle zeiting und konnate auf homosexueller Sexualbefriedigg aufgebaut sein. Es ist sehr möglich, da in der Vererbung dieser Zustandsphase die lange gesuchte hered. Disposition der Homosexualität zu erblicken ist.

    Die hier entstandenen aus der Homosex sublimirten sozialen Gefüle wurden aber zum dauernden Menschheitsbesitz und zur Grundlage jeder späteren Geselischaft. Diese Zustandsphase bringt aber ersichtlich die Par Wieder; richiger gegen die Wiederkehr ders, wehrt sich die Par, bel der die geheimen Bündne nicht fehlen und der Verfolger eine groartige Rolle spielt.

    Die Par, sucht die Homosex abzuwehren, welche die Grundiage der Brüderorganisation war, und mu dabei den Befalfenen aus der Gesellschaft treiben, selne sozladen Sublimirgen zerstören und.

    6) Die Einreihung der Mel-Manie in diesen Zusamenhang scheint auf die Schwierigkeit zu stoen, da eine Normalzeit für das individueille Auftreten dieses neurotischen Leidens nicht sicher anzugeben ist. Doch steht es fest, da sie eher dem Alter der Reife angehört als der Kindheit.

    Fahrt die man charakterist. Abwechslung von Depresion und Hochstimung ins Auge, so ist es schwer sich an nicht die so ähnliche Aufeinanderfolge von Trlumph und Trauer zu erinnern, welche regelmäigen Bestand religiöser Festlichkeiten bildet. Trauera über den Tod des Gottes, Triumphfreude über seine Wiederaufstehung.

    Dieses religiöse Zeremoniell wiederholt aber nur, wie wir aus den Angaben der Völkerpsycchologie erraten haben, in umkehrender Richtung das Verhalten der Mitglieder des Brüderklans, nachdem sie den Urvater überwältrigt und getödtet hatten: Triumph über seinen Tod und dann Trauer darüber, da sie ihn doch a

    Vorbitd verehrt hatten. So gäbe dieses groe Ereignis der Menschengeschichte welches der Urhorde ein Ende machte und sie dirch die siegreiche Brüderorganisation ersetzte, die Praedisposition für die eigentümliche Stimungsfolge, die wir als bespmdere narzitische Aftektion neben den Paraphreinen anarkennen.

    Die Trauer um den Urvater geht aus der ldentifizirung mit ihm vor, und solche ldentifizirg haben wir als die Bedingung des melancholischen Mechanismus nachgewiesen.

    Zusamenfassend können wir sagen. Wenn die Dispositionen zu den 3 Ubertraggsneurosen… Kampf mit der Not der Eiszeiten erworben wurden, so stamen die Fixirungen, welche den narzitischen Neurosen su Grunde liegen aus der Bedrabgung durch den Vater, welcher nach Ablauf der Eiszeit deren Rolle gleichsam gegen die zweite Generation übernimt, fortsetzt.

    Wie der erste Kampf zur patriarachalischen Kulturstufe führt, so der zweite zur sozlalen, aber aus belden ergeben sich die Fixirungen, die in ihrer Wiederkehr nach Jahrtausenden zur Disposition der zei Gruppen von Neurosen werden.

    Auch in diesem sinne ist also die Neurose ein Kulturewerb Ob die hier entworfene Parallele mehr ist als eine spielerische Verglelchung, In welchem Mae sle die noch nicht gelösten Rätsel der Neurosen zu beleuchten mag, darf füglich ferneneb Untersuchungen und der Beleuchtg durch neue Erfahrungen überlassen werden Nun ist Zeit Reihe.

    Einwendungen zu denken, die mähnen, da wir die errelchten Zurückführgen nicht uberschatzen sollen. Zunachst jedem aufdrängen, da die zweite Reihe der Dispositionen, die der zweiten Generation, nur von Männera (als Söhnen) erworb werden konnten, während Dem pr. Paran u Mel ebensowol von Frauen prduzirt werden.

    Frauen in Urzeiten unter noch mehr verschliedenen Bedingg gelebt als heute. Sodann haftet an diesen Dispositionen eline Schwierlgkeit, von der die ersten Relhe frei sind: Sie scheinen unt er Bedinggen erworb zu werden, die Vererbung auschlieen.

    Es ist evident, das die um astrirten u eingeschüchterten Söhne nicht zur Fortpflanzg komen, also ihre Disposition nicht forsetzen können (Dem pr). Aber ebensowenig kann der Zustand der ausgetriebenen in Homosex verbundenen Söhne Einflu auf die nächsten Generationen nehmen da sie als unfruchtbare Seitenzweige der Familie erlöschen, so lange sie nicht über den Vater Triumphirt haben.

    Bringen sie es abaer zu diesem Triumph, so ist es Erlebnis einer Generation, dem mandie notwendige unbegrenzte Vervielfätigg absprechen mu.

    Wie sich denken lät, braucht man auf so dunkeln Gebleten um Auskünfte nicht verlegen zu sein. Die Schwierlgkeit fällt ja im Grunde mit einer früher autgeworfzusamen, wie sich der brutale Vater der Eiszeit, der ja nicht unsterblich war wie sein göttliches Nachbild, fortgesetzt.

    Wlelder bletet sich der jüngere Sohn, der später zum Vater Wird, der Zwar nicht selbst kastrirt wird, aber das Schicksal seiner älferen Bründer Kennt u für slch befürchtet, an den die Versuchung herangetreten sein mu wie die gluclicheren von lhhen zu fliehen u auf das Welb zu verzichten.

    So bliebe neben den als unfruchtbar abfallenden Männern lmer eine Kette von anderon, die an ihrer Person die Schicksale des Männergeschlechts durchmachen u als Dispositionen vererben können. Der wesentliche Gesichtspunkt blelbt bestehen, da sich für ihn die Not der Zelten durch den Druck des Vaters ersetzt.

    Der Triump über den Vater mu ungezälte Generationen hindurch getplant u phantasirt worden sein ehe es gelang ihn zu realisiren. Die Ausbreltg der duch den Vaterdruck erzeugten Dispositionen auf das Weib scheint selbst groere Schwierigkeit zu bereiten.

    Die Schicksale des Weibes in diesen Urzeiten sinduns durch besonders Dunkel verhüllt. So mögen Lebensverhaitnie inetracht komen, die wir nicht erkannt haben. Der gröbsten Schwierigkeit uberhebt uns aber die Bemerkg, da wir der Bisexualit des Menschen nicht vergeen dürfen.

    So kann das Weib die vom Mann erworb Dispositionen übrnehemen und selbst an sich zum Vorschein bringen. Inde marachen wir uns klar, da wir mit dlesen Auskünften im Grund nichts anderes errelcht als unsere sissensch. Phantasien dem Vorwurf der Absurdität entzogen zu haben.

    Im Ganzen behalten sie lhren Wert als heilsame Ermüchtergen, wenn wir viellicht auf Wege waren, die phylogent. Disposition über alles andere zu setzen.

    Es geht also nicht so zu, da in viellelcht gesetznäig festgestelliter Verhältniszal archallische Konstitution an den neuen lndiv wiederkehren und sie durch den Konflikt mit den Ansprüchen der Gegenwart in Neurose drängen.

    Es blelbt Raum für Neuerwerbg und für Einflüem die wir nicht kennen, lm Ganzen sind wir nicht am Ende, sondern zu Anfang eines Verständnies dieses phylogenet, Faktors.

  • De historia del movimiento psicoanalítico

    La cuestión del padre y la del fundador

    Entre lo inconsciente y lo impensado en las instituciones

    Fernando M. González

    Introducción

    Como el título lo indica, en este escrito trataré de diferenciar el estatuto del padre y el del fundador, situándolos en sus respectivas lógicas. Simultáneamente, intentaré mostrar el traslape y la confusión que la problemática del padre tiende a ejercer sobre la del fundador.

    Para reflexionar sobre estos dos temas, los aportes del creador del psicoanálisis serán de suma utilidad. Éstos se pueden agrupar en: 1) los teórico-clínicos, que hacen referencia al estatuto de la figura del padre, y 2) los estratégico-políticos, vividos por Freud como fundador de la institución analítica y como miembro del pueblo judío. Dichos elementos deben pasar por la criba de una crítica que permita extraerles algunas posibilidades, y que ayuden a entender los procesos fundacionales.

    En relación a los aportes teórico-clínicos, la conceptualización freudiana acerca de la estructura edípica introduce, con la cuestión de la centralidad del padre, no sólo un obstáculo que tiende a volver impensable una parte de lo que pretende analizar, sino también algunas alternativas para desarmarlo en sus posibles efectos psíquicos. Con respecto a los planteamientos estratégico-políticos, las posiciones asumidas por Freud tienden a ser antagónicas.

    Es decir, cuando el creador del psicoanálisis se decide a escribir como productor de una doctrina que anima un dispositivo metodológico-técnico y como fundador de una institución, refuerza y confunde al máximo la figura del fundador-productor con la del padre, y no admite la más leve relativización de esas posiciones. El ejemplo paradigmático de esta actitud lo encontramos en Contribución a la historia del movimiento psicoanalítico (1914). En cambio, cuando emprende el análisis y la crítica sobre el fundador de la religión del pueblo judío —en el Moisés y el monoteísmo (1934-1938)—, es abiertamente iconoclasta.

    La fuerza del texto de 1914 radica, en buena medida, en un productor-fundador que se cree homogéneo, y en una causa a la que hay que defender de las contaminaciones y desviaciones.

    Con pertinencia, Jacques Derrida señala:

    […] desde que hay lo Uno, hay asesinato herida traumatismo. Lo Uno se guarda de lo otro […] Se protege contra lo otro, más, en el movimiento de esta celosa violencia, comporta en sí mismo, guardándola de este modo, la alteridad o la diferencia de sí [la diferencia consigo mismo] que lo hace Uno. […] Lo Uno olvida volver sobre sí mismo, guarda y borra el archivo de esa injusticia que él es. De esa violencia que hace. 1

    En contraparte, en Moisés el suelo identificatorio y purificatorio se resquebraja radicalmente; también, el supuesto de una institución con un fundador homogéneo. El libro de 1938 introduce la división en el corazón mismo de la figura de Moisés y, por lo tanto, provoca, literalmente, el estallido de la identidad judía del fundador de los judíos, a quien convierte nada menos que en egipcio y, además, supone que fue asesinado por los propios judíos. Se podría decir que Freud, como judío y psicoanalista, ignora al judío fundador de la institución psicoanalítica.

    En el escrito de 1914, Freud —como el creador autorizado del análisis y fundador— se sorprende de las «resistencias» de algunos de sus discípulos a enfrentar las duras verdades del análisis, porque no suponía que alguien, «habiendo comprendido el análisis hasta una cierta profundidad, renunciara a esa inteligencia, volviera a perderla». 2

    Él, que se ve como alguien que ya superó el punto de no retorno y que, por consiguiente, estaría por encima de esas resistencias al análisis, se siente compelido a poner los puntos sobre las íes resistenciales de sus no pares, aunque todos se enteren de las disidencias que habitan a los que pretenden analizar las pulsiones y los destinos de éstas. Y compartiendo con los lectores una confidencia sobre el malestar de una escritura no psicoanalítica, emprendida en esas circunstancias.

    No es tarea fácil ni envidiable escribir la historia de estos dos movimientos separatistas [los de Adler y Jung]; en efecto, por un lado, no me asisten fuertes motivos personales para ello [denegación mediante…] y, por otro, sé que así me expongo a las inventivas de los oponentes poco escrupulosos y ofrezco a los enemigos del análisis el espectáculo que tanto anhelaban: ver cómo los ‘psicoanalistas se despedazan entre ellos’.3

    En esta «historia», Adler aparece como el reduccionista del psicoanálisis, poseído por «una desaforada manía de prioridad» 4 que no soporta la sombra de Freud; y Jung, como atrapado en su «prehistoria» teológica previa y, por lo tanto, dispuesto a todas las concesiones necesarias para edulcorar los postulados psicoanalíticos —y más que eso, tergiversarlos—, con el fin de que el gran público los acepte.

    También en el texto de 1938, Freud deja entrever que la escritura no es para él una operación envidiable, aunque sea por razones, en buena medida, inversas. Esta vez decide situarse al otro lado del espejo y con la plena conciencia de quien busca aplicar una batería de conceptos psicoanalíticos a la historia de un supuesto crimen suprimido, que retorna transfigurada como leyenda. En Hamlet reaparece como espectro (Michel de Certeau).

    El acto de quitarle a un pueblo el hombre al que honra como el más grande de sus hijos no se emprende gustosamente o a la ligera, menos aún si uno mismo pertenece a ese pueblo. Sin embargo, ninguna ejecutoria podrá movernos a relegar la verdad en beneficio de unos presuntos intereses nacionales, y menos cuando del esclarecimiento de un estado de cosas se espera ganancias para nuestra intelección. 5

    Freud parece suponer que su análisis es pertinente, que los datos son en buena medida incontrovertibles y que, sin duda, logrará con ellos nada menos que «quitarle a un pueblo el hombre al que honra como el más grande de sus hijos». Es obvio que exagera y que magnifica su lugar de escritor implicado. Magnificación que quizás le sirve de compensación a la tarea que se ha propuesto. No obstante, más allá de lo cuestionable de los datos en los que se basa su operación histórica psicoanalítica, el modelo ofrecido en ella me parece rescatable. Primeramente, por la voluntad desacralizadora e iconoclasta que ahí practica frente al fundador, y ante la identidad judía y los intereses nacionales. 6

    Parafraseando a Freud, se podría decir que hay que hablar francamente y sin remilgos no sólo del sexo y del dinero, sino también de las figuras con vocación a la reverencia y a la sacralización, y tratar de entender la mezcla de fascinación y temor que algunas de ellas producen. Sobre todo porque, más allá de la voluntad iconoclasta, esta actitud nos da pistas que ayudan a entender esos pasados que no terminan nunca de pasar y que «retornan» de diferentes maneras.

    En cambio, el escrito de 1914 presenta un modelo de ajuste de cuentas con los colegas realmente criticable, además de una sociología espontánea para uso psicoanalítico que deja mucho que desear. Esto trae también como consecuencia que obvie el análisis de la representación del fundador, en su doble aspecto de creador de un paradigma y de una institución. Es decir, Freud procede a la inversa de un analista, quien trata, primero, de entender los investimentos libidinal-transferenciales y las pasiones purificadoras. Más adelante retomaré algunas de estas cuestiones.

    Paso ahora a la hipótesis general que me guiará en el intento de analizar algunos aspectos de las problemáticas del padre y del fundador. Parto de algo que puede sonar muy elemental y que, sin embargo, en cuanto se despliega muestra dificultades nada despreciables. La hipótesis es la siguiente. La cuestión de la centralidad de la figura paterna en psicoanálisis es contigua a la del fundador —siempre plural—, es por ello que a veces tienden a traslaparse y a confundirse. Y si es necesario pasar por la primera para entender parte de la segunda, no hay que pensar que la representación fundacional es un puro apéndice de la figura paterna, sino que posee sus propias condiciones de producción e inteligibilidad, tanto psicoanalíticas como sociológicas.

    Por otra parte, la concepción del inconsciente que el psicoanálisis descubre en el conflicto edípico no puede sin más trasladarse a la cuestión de las instituciones, ya que en ellas operan otras estrategias. Entre otras, lo impensado, la lógica de la práctica, el «poder normativo de lo fáctico», y diversos planos de lo no dicho.

    Por lo tanto, pensar el inconsciente en las instituciones resulta bastante problemático. En primer lugar, porque las instituciones no tienen inconsciente, sólo los sujetos. Y estos últimos, grupalizados, apelan a una teoría de las manifestaciones del inconsciente en esas condiciones, lo que no es fácil de encarar. Y en segundo, porque no todo lo que resulta opaco debe ser atribuido al citado inconsciente. Este reflejo condicionado conceptual es difícil de erradicar del psicoanálisis, y es aplicado a los textos, las pinturas, novelas e instituciones.

     

    1. La genealogía familiar (engendrar)

    El acceso a la paternidad/maternidad implica —como pertinentemente lo señala Pierre Legendre— una operación de «permutación simbólica». Pero, ¿qué se entiende por ella? Por lo pronto,

    […] no se trata de una cuestión de reciprocidad entre dos personas, sino de una disimetría entre dos lugares referidos ambos a la referencia absoluta, es decir, al axioma que funda la división y por consecuencia, el orden genealógico de las clasificaciones […] la permutación simbólica nos enseña en qué consiste […] el cambio de registro de las identificaciones en el espacio subjetivo del ego. 7

    El cambio de los lugares no tiene que ver con la reciprocidad contractual, porque la filiación «implica la asimetría de los lugares indemenageables, aquélla de padre y aquélla de hijo» (301). Y aunque no está exento del modelo del duelo —»quítate tu para ponerme yo»—, no es precisamente desde ahí que se «resuelve» la citada permutación simbólica.

    Según el psicoanálisis, la llegada de un niño implica que, potencialmente, está llamado a jugar un papel esencial en la vida de sus padres; a colocarlos en la vía de desanudar sus identificaciones con sus propios padres, y renunciar «de una cierta manera a su condición de hijo para garantizarla a su (propio) hijo». 8

    Por supuesto que no se trata de «renunciar» a ser hijo —como si esto fuera posible— o de convertirse en «medio hijo», sino de permitirse ser padres, desmarcándose de una filiación sin apertura a una tercera generación. Este ser hijo estaría relativizado por dos posibilidades: «yo puedo ser padre como mis padres y tener hijos como yo lo soy» . No se puede ocupar un lugar en la cadena genealógica sin esta transversalidad de las relaciones que la configuran como tal. 9

    Resumiendo, en el orden genealógico familiar y en relación con «la referencia absoluta», el desdoblamiento de lugares y su ocupación no suprime la irreductible diferencia entre éstos. Existen temporalidades diferentes que configuran ese orden; la de la sucesión, que implica la no reversibilidad —y que no tiene por qué implicar jerarquización—, y la de la simultaneidad, por la cual se puede —en un momento dado— ser a la vez padre e hijo. Esto sin que se confunda necesariamente el hecho de ser padre con el de serlo en el lugar del propio padre. Menos cuando la «lógica magmática» del inconsciente se permite el lujo de introducir el supuesto de la reversibilidad de las posiciones, y de la confusión entre éstas. En este caso sólo habría un lugar para ser padre o hijo, dominando «a sus anchas» el modelo del duelo con su mortífero «o tú o yo», o el más «edípico» «yo en tu lugar con mi madre o con mi padre».

    Por ello, la «permutación simbólica» familiar es problemática, las relaciones entre la lógica del inconsciente y la nomenclatura jurídica genealógica son ríspidas y están sujetas a toda clase de «accidentes» de travesía, que luego muestran sus amargos frutos en los consultorios y en los despachos de los notarios.

    Freud piensa inicialmente este proceso de permutación en función de los efectos de la castración, distinguiendo la manera cómo los vive cada sexo.

    […] mientras que el complejo de Edipo del varón se va al fundamento debido al complejo de castración, el de la niña es posibilitado o introducido por éste […] La diferencia entre varón y mujer en cuanto a esta pieza del desarrollo sexual es una comprensible consecuencia de la diversidad anatómica de los genitales y de la situación psíquica enlazada con ella; corresponde al distingo entre castración consumada y mera amenaza de castración. 10

    Las consecuencias de esta diferente manera de asumir la cuestión de la representación «castración» desde una teoría fálica de la sexualidad —en donde las niñas ni siquiera sufrirían la supuesta «amenaza» porque cuando se dan cuenta ya están «castradas»—, trae como resultado que —en la concepción freudiana— las niñas y las mujeres quedan colocadas en un supuesto «nivel de lo éticamente normal», diferente al de los varones, debido a que

    […] el superyó nunca deviene tan implacable, tan impersonal, tan independiente de sus orígenes afectivos, como lo exigimos en el caso del varón. 11

    Si, finalmente, nadie las amenaza con la contundencia del objeto desprendible, les sería supuestamente más complicado desinvestir a la madre y al padre como objetos incestuosos. Además de la trilogía edípica y este cuarto término —la representación de la castración—, que circula de diferente manera, Freud entrelaza la bisexualidad constitutiva en la hembra y en el varón, y se ve obligado a atenuar su tajante juicio acerca de las mujeres y la ética, y a reconocer que «la masculinidad y feminidad puras siguen siendo construciones teóricas de contenido incierto».12

    La cuestión del padre –simbólico, imaginario y empírico- aparece abiertamente en la amenaza de castración, como aquél que tiende a cumplir un papel de separador de la madre para ambos sexos. 13 Aunque para Freud la autoridad se comparte entre ambos progenitores, el padre sigue teniendo la primacía.

     
    La autoridad del padre o de ambos progenitores, introyectada en el yo, forma el núcleo del superyó, que toma prestada del padre su severidad, perpetúa la prohibición del incesto, asegurando así al yo contra el retorno de la investidura libidinosa de objeto. 14

    El punto es si la salida o sepultamiento del Edipo se paga sólo erigiendo la figura del padre castrador-separador como base del superyó. Si fuera así, el precio es demasiado alto porque implica levantar un mausoleo viviente a la figura paterna, severamente feroz y omnipotente. En este caso, los que estarían en desventaja serían los varones, pues quedarín marcados por la cicatriz de un sometimiento a cualquiera que quede investido de esta supuesta potencia prestada a la figura paterna y su cadena de clones. En cambio, las mujeres tendrían más posibilidades de no someterse a esas figuras feroces, aunque —según Freud— tratarían de obtener un equivalente simbólico de lo que supuestamente les falta en la realidad, un hijo que desearían que el padre les otorgue. ¿Se trataría de otro tipo de sometimiento a través de la seducción?. Tal pareciera que sí.

    En el caso de Lacan, este supuesto —que Michel Tort llama «el fantasma originario del padre separador»— que vehicula la amenaza de castración, llega a su paroxismo.

    […] un aspecto de la fantasmagoría teórica de la teoría fálica es la atribución al padre de la castración materna, gracias a su pretendido poder separador. Decir que la atribución de la separación al padre es un fantasma originario, es decir, que es una representación transitoria y que esta separación imaginaria, fantasmatizada, no debe ser confundida con la separación efectiva de la resolución edípica, en la cual un aspecto notable consiste, al contrario, en el abandono de ese poder prestado al padre. 15

    En síntesis, como certeramente lo señala Tort:

    […] la atribución fálica en general […] no puede en ningún caso ser tenida por el resorte de la resolución edípica. Al contrario, el esquema de atribución al padre de la separación con la madre, si no es el mecanismo de resolución del Edipo es, en revancha, la base de eso que yo denominaré la «solución paternal».

    […] La solución paternal representa el fantasma edípico de salud por el padre. Es una formación del inconsciente de una importancia cultural determinante, fundamentalmente en la constitución de las religiones. Cuando Freud considera la religión como la neurosis obsesiva de la humanidad, él identifica con mucha exactitud la diferencia entre la solución paternal —la salud por el padre— y la resolución del Edipo, que no tiene nada que ver con la salud. Al menos, si no se quiere convertir al psicoanálisis en la última y más sofisticada de las religiones de salud.16

    Hablar del «sepultamiento» del edipo implica aceptar que parte de lo sepultado sigue vivo y activo; el «fantasma de la salud por el padre», el cual no puede ser enfrentado por el infante —por obvias razones—, sino, mucho tiempo después, sólo por aquéllos dispuestos a analizar los fundamentos en los que se sostiene, y así librarlos de la represión. Este enfrentamiento implicaría, entre otras cosas, la separación de lo incestuoso de la carga de omnipotencia y miedo, y esta separación, a su vez, ayudaría a discriminar al padre de otras figuras de autoridad.

    Ahora, podemos pasar a la cuestión del fundador, que se entrelaza con la del padre, entre otras razones, por la intermediación de este fantasma edípico de la solución paternal.

     

    2. La genealogía institucional (fundar)

    ¿Acaso en las instituciones y en los actos fundacionales de éstas rige la misma lógica que conforma a las familias? A esta pregunta no se puede responder, de manera tajante, afirmativa o negativamente. Sin embargo, es posible adelantar que entre uno y otro caso se dan diferencias sustanciales, y también ciertas analogías. Gracias a esta última posibilidad, las imbricaciones o traslapes entre una dramática familiar y la institucional están siempre a la orden del día, en la medida en que dichas analogías tienden a tornarse en identidades para los actores institucionales. Con lo cual se convierte a las instituciones en una simple extensión del universo familiar.

    En este sentido, el modelo propuesto por Freud en Totem y tabú al mismo tiempo que ayuda a pensar la dramática familiar que se hace presente en las instituciones, termina por constituirse en un obstáculo a la «permutación simbólica institucional», si no se lo contrasta con la operación iconoclasta a la que apunta el creador del psicoanálisis en el Moisés y el monoteísmo. Esto lo veremos más adelante.

    2.1 La totemización de la institución o la figura compuesta del padre-fundador

    El dominio del modelo totémico para pensar el acto fundacional y las relaciones institucionales parece habitar acríticamente a los actores inmersos en estas formas sociales. Es notable la claridad con la que se muestra, en la primera generación de psicoanalistas. Veamos algunos ejemplos.

    Si se puede decir que de alguien ayudó a solidificar el modelo edípico familiar para pensar las instituciones, éste fue sin duda Sandor Ferenczi, en 1910. Voy a citarlo in extenso porque me parece un caso paradigmático.

    Las asociaciones, tanto en su principio como en su estructura, conservan ciertas características de la familia. Existe el presidente, el padre, cuyas declaraciones son indiscutibles y cuya autonomía es intangible. Los restantes responsables: los hermanos mayores, tratan a los pequeños con altivez y severidad, rodeando al padre de lisonjas, pero dispuestos a derrocarlo para ocupar su lugar […] La vida del grupo proporciona el terreno donde se descarga la homosexualidad sublimada en forma de odio y adulación: Parece que el hombre apenas puede escapar a su características familiares. […] Por mucho que se aparte con el tiempo de sus costumbres y de la familia de la que ha recibido la vida y su educación, acaba siempre por restablecer la situación antigua: halla un nuevo poder en cualquier superior, héroe o jefe de partido respetado: encuentra a su hermano en sus compañeros de trabajo. […] No se trata de una analogía forzada, sino que es la estricta verdad. […] Nos proporciona una prueba de ello la regularidad con que cualquiera, incluso nosotros, los analistas indisciplinados y desorganizados, unimos en nuestros sueño la figura paterna con la de nuestro jefe espiritual. Yo mismo durante el sueño, he aniquilado y enterrado a mi padre espiritual, de forma más o menos disimulada, al que respetaba en gran manera, pero que en el fondo me cerraba el paso debido a su propia superioridad espiritual, y que además presentaba siempre algunas características de mi propio padre. Numerosos colegas me han referido sueños semejantes. Parecería que violentáramos la naturaleza humana si, en nombre de la libertad, quisiéramos a cualquier precio evitar la organización familiar, pues, aunque estemos desorganizados en cuanto a la forma, no dejamos de construir por ello una comunidad familiar con todas sus pasiones: amor y odio hacia el padre, inclinación y envidia entre los hermanos [etcétera]. 17

    De la objetivación de esta fantasmática, que constituye uno de los hallazgos analíticos del psicoanálisis, 18 muy rápido se pasaría a la imposibilidad de violentar esto que parece estar inscrito —como afirma Ferenczi— en la «naturaleza humana». La representación padre convierte al fundador y al líder político, etcétera, en simples subrogados, hecho que apenas disimulan y vehiculan con otra piel. Y ni los analistas —no sólo en sueños—, a pesar de sus herramientas de dilucidación, pueden aparentemente escapar de esta representación relacional que se generó en las experiencias familiares. De esta manera, la teorización acerca de los subrogados del padre instaura un punto ciego e imposible de analizar.

    Ciertamente, escribir acerca de estos temas movilizó a Freud suficientemente 19 como para que el propio Ferenczi interpretara que los titubeos que aquél tuvo para publicar el texto de Tótem y tabú se debían a

    […] un desplazamiento de la sumisión a posteriori a los padres (y a su propio padre), a quienes hace Ud. perder en este trabajo los últimos restos de poder sobre el alma humana. Es que su obra es también un banquete totémico: usted es el sacerdote de Mithra que mata al padre con sus propias manos —sus alumno son los testigos del acto sagrado—. 20

    Supuestamente, Freud destruyó los últimos restos del poder del padre, pero para su discípulo-testigo quedaba convertido en otro más poderoso que el padre: en el supremo sacerdote. Como quien dice: «ya sé que no hay más poder del padre, pero aun así, felizmente, fue sustituido por el magno poder de su asesino». Y al alumno sólo le quedaba contemplar embelesado, o aterrado, la obra del sumo sacerdote, padre, fundador y maestro. Éste podría ser un caso típico de cómo el develamiento de una creencia termina por reforzarla.

    Reforzamiento al que la teorización misma de Freud contribuye, ya que si los «hijos se han coligado para el parricidio, animado cada uno de ellos por el deseo de devenir el igual del padre», 21 van a terminar —vía la culpa— asumiendo la ley de este padre muerto, pero intocable, y habitando de manera irreductible a cada individuo. Ley curiosamente trastocada y transformada, ya que si para este supuesto padre original no había ley que lo limitara —»padre es el que posee sexualmente a la madre y a los hijos, como propiedad» 22—, reaparecería como padre simbólico, sosteniendo una ley que limita y funda la cultura: la ética.

    Finalmente, para esta posición teórica el asesinato no elimina los «últimos restos» de este poder paternal ni al padre, sólo lo vuelve más insidioso e invisible. Seguir hablando de padre muerto o «simbólico» es mantener a ultranza la necesidad de personalizar en una figura masculina esta curiosa ley, que transformó en su contrario la impunidad de ese «padre original». Podemos decir, entonces, que el asesinado siempre retorna, pero ya no sólo como espectro o leyenda, sino como ley transfigurada que atenaza desde la culpa y la deuda.

    Otro ejemplo prístino de edipización de las relaciones institucionales se da en una carta de Jung, que dispara su ruptura con Freud. Éste le había interpretado a aquél, en una carta previa, un lapsus: «incluso los compinches de Adler no quieren contarme como uno de los suyos», cuando era precisamente de éstos de quienes se trataba de desligar Jung.

    ¿Me permite decirle unas palabras en serio? Reconozco mi inseguridad frente a usted, pero tengo la tendencia de considerar la situación de un modo honrado y absolutamente decente […]

    Pero querría llamarle a usted la atención acerca de que su técnica de tratar a sus alumnos como a sus pacientes, constituye una equivocación. Con ello crea usted hijos esclavizados o descarados granujas (Adler-Stekel y toda la desvergonzada banda que se extiende por Viena). Soy lo suficientemente objetivo como para advertir su truco. Hace usted constar en torno suyo todos los actos sintomáticos y así rebaja usted a cuantos le rodean al nivel del hijo y de la hija, que admiten ruborizados la existencia de tendencias erróneas. Mientras tanto, permanece usted siempre allí en lo alto, como padre. Debido a pura subordinación nadie alcanza a tirar al profeta de las barbas e informarse a cerca de qué es lo que le dice a usted a un paciente que tiene la tendencia a analizar al analista en lugar de a sí mismo. […]

    Mire usted, mi querido señor profesor, mientras actúe usted de este modo me importan un bledo mis actos sintomáticos, pues no suponen nada junto a la considerable viga que tiene mi hermano Freud en el ojo. No soy en absoluto neurótico, gracias a Dios. Me he hecho analizar […]

    Ya sabe usted hasta qué punto puede llegar un paciente con autoanálisis, es decir: no sale de su neurosis como usted. Cuando usted mismo se haya liberado completamente de complejos y no juegue ya a hacer de padre con sus hijos, a cuyos puntos flacos apunta usted constantemente, y se preste usted alguna vez atención a si mismo, entonces aceptaré extirpar mi pecaminosa falta de unidad conmigo mismo frente a usted y de una vez para siempre. 23

    Esto que, a primera vista, resulta tan contundente, no deja de te ner sus pliegues y bemoles. Escribirle de esa manera a su «querido señor profesor», desde el lugar del supuesto no «neurótico en absoluto» y perfecto analizado, introduce una aparente lucidez y superioridad que lo exoneraría de lo que está criticando. Y lo situaría en un lugar más allá de las relaciones institucionales, concebidas desde lo edípico-totémico. Sin embargo, si la crítica toca en puntos neurálgicos muy atendibles, por ejemplo, el no tratar a los alumnos como a los analizantes y los límites del autoanálisis —del fundador y productor de la teoría y el dispositivo analíticos—, queda presa de lo que busca desligarse. Veamos. ¿Por qué tratar a los alumnos como a los analizantes convertiría a aquellos automáticamente en «hijos esclavizados o descarados granujas»?, ¿por qué el hecho de usar la interpretación desde un lugar de poder ante los discípulos los «rebajan al nivel del hijo o de la hija…»? ¡Vaya! ¿Por qué volver a introducir lo que se pretende eliminar y, además, de manera devaluada o «rebajada»?

    Los usos específicos de la herramienta interpretativa analítica, utilizados fuera del ámbito en el cual pueden ser pertinentes para otros fines, no tienen por qué decodificarse edípicamente ni reducir a quienes los sufren a «hijos», y menos hacer la equivalencia de hijos con devaluación. Habrá que verlos como lo que son; en este caso, ejercicios violentos para mantener subordinados a los que son alumnos o discípulos «cautivos» en una institución conformada desde un tipo de endogamia singular, en la que los ámbitos para ser analista, fundador, productor de teoría, analizante, discípulo y alumno se traslapan indebidamente. No se trata, pues, de una familia, con el riesgo de desingularizar a la institución a la que se pretende describir.

    Por otra parte, mostrar que en el origen de esa institución hay un punto que hasta ese momento no ha sido tocado, el del autoanálisis del fundador, incide en algo que, desgraciadamente, Jung no explora a fondo. Es decir, que la herramienta inventada por el fundador-productor de teoría, denominado Freud, no compromete a éste de manera radical. Esto debido a que parece existir un presupuesto silenciado: el que construye el dispositivo debe quedar sólo parcialmente sometido a sus normas. O si se quiere, como es tan sobre dotado, no le es necesario, ya que se puede autoanalizar, a diferencia de todos los demás. Ahí se instaura un pacto institucional no necesariamente explícito, 24 cuando se le otorga, en ese aspecto, una superioridad que se suma a las ya acumuladas por el fundador-productor Sigmund Freud.

    Jung, en cambio, enfatiza en la competencia en la que se declara ganador, ya que se siente «liberado completamente de complejos» por haberse hecho analizar. Crítica interruptus que apunta hacia un lugar de conformación institucional que obviamente no se resuelve sólo en el diván de cada uno. Nuevamente, la dimensión institucional parece quedar reducida a la historia edípica diseminada en la relación de cada cual con su analista.

    Bastan estos ejemplos para mostrar abiertamente un obstáculo epistemológico que ha acompañado hasta nuestros días la mirada institucional de la mayoría de los analistas.

    2.2 La construcción del fantasma del fundador

    Como todo iconoclasta he destruido a mis ídolos para consagrarme a analizar sus restos.

    E. M. Ciorán

    Partamos de una constatación: fundar no es lo mismo que engendrar. Fundar implica, en un buen número de casos, que dos generaciones coincidan en el acto instituyente —no siempre es así—, 25 el cual, por esa razón, se convierte en una cofundación. Ambas partes serían, entonces, fundadoras de pleno derecho. Lo que me parece más interesante es el poder objetivar el proceso por el cual, en general, una de ellas —la más joven— tiende a delega3r el acto fundacional en la otra, otorgándole todo el peso de una precedencia que de facto no existió en el «punto cero» 26 —momento en el que la institución se fundó—.

    En ese caso, el hecho que una de las partes tenga mayor edad no es importante porque la precedencia no es pertinente, a diferencia del caso de la paternidad. Un prospecto de padre tiene que haber existido mucho tiempo antes que su futuro hijo, quien lo hará efectivamente padre con su nacimiento. Sin embargo, ciertamente, se le engendra sin su consentimiento. Y más aun, antes de que haya nacido su vástago los padres ya piensan en él. En cambio, en la fundación institucional la generación más joven no queda ajena del acto fundacional, y se supone que se adhiere, en un acto consciente y voluntario, a ella. Por ello mencionaré una serie de precisiones a lo que acabo de señalar.

    Afirmé que en muchas instituciones la generación más joven delega en la otra el peso moral y performativo de la fundación. Esto no es tan misterioso porque, entre otras razones, la precedencia de los más viejos, si bien no se da estrictamente en el momento de fundar, «reaparece» objetivada como disimetría en diferentes tipos de capitales. Capitales que tienen que ver con saberes, recursos económicos, relaciones, o con quienes tuvieron primeramente la idea de fundar o se mostraron más activos en el proceso fundacional.

    Esta asimetría tiende a desplazarse subrepticiamente hacia el acto fundacional, cargando a los que se elige como los fundadores de un prestigio, de un poder y de una precedencia que no les corresponden, con lo cual se termina por convertir una relación que es propiamente igualitaria —la de fundar— en jerárquica y subordinada. Relación a la que se le añade un segundo desplazamiento; volver a los fundadores más viejos en propietarios de la institución.

    De ahí en adelante tiende a instaurarse un sacro temor a no tocar lo que se considera la esencia institucional —que se tiende a confundir con el cuerpo simbólico y material de los fundadores—, para que éstos la administren y protejan de los «asaltos» de los que llegan después. Efecto de intocabilidad que va más allá de la simple propiedad, y que se añade al de precedencia y propiedad. Esta intocabilidad es muy difícil de dilucidar, ya que la representación fundador, al encarnarse en la institución de una manera sacralizada, convoca simultáneamente a todos los fantasmas de transgresión y, consecuentemente, a los temores —y, a veces, terrores— que suscitan.

    Cuando al fundador se le otorga todo el prestigio del acto fundacional, es como si se pretendiera que nada previo ni simultáneo a su acto lo relativiza. Con ello se le sitúa como el productor de un acto ex nihilo, y se termina por equiparlo con el padre totémico omnipotente, quien posee la capacidad de autoengendrarse —como la mercancía que analiza Marx— y de tornarse, en alguna medida, atemporal. O más precisamente, sujeto a una temporalidad diferente a la común y corriente.

    Esta especie de atemporalidad —marcada por un olvido activo o una puesta entre paréntesis de la operación impensada de la constitución de la figura del fundador— tiende a manifestarse en la sobrestimación del mensaje del fundador, al cual se considera capaz de trascender cualquier época y circunstancia, como si éste pudiera prever teleológicamente lo que iba a pasar después. Mensaje que se actualiza sin tocar su supuesta esencia. De ahí los famosos retornos al origen que presuponen que algo se conserva impoluto y que, por lo tanto, se puede volver a exhumar sin grandes costos, una vez recuperadas las desviaciones y tergiversaciones. A este respecto, Michel de Certeau dice:

    La verdad del comienzo no se devela sino a partir del espacio de posibilidades que ella abre. Ella es a la vez eso que muestran las diferencias en relación al acontecimiento inicial y eso que ellas ocultan por nuevas elaboraciones […] en ese sentido ella no aparece sino alienada en eso que permite […] El acontecimiento no está dicho o dado en alguna parte en particular, sino bajo la forma de esas interrelaciones constituidas por la red abierta de expresiones que no podrían ser sin él. 27

    Se trata más bien de una referencia al comienzo fundante-fundador, pero con la conciencia de que no todo estaría contenido en aquél ni en éste, sino en las posibilidades que, al mismo tiempo, abren y cierran alternativas.

    En resumen: 1) antecedencia; 2) propiedad; 3) intocabilidad, y 4) atemporalidad conforman el cuarteto en el cual se instituye la representación jerarquizadora y subordinante del fundador. Representación que tiende a cerrarle el camino a las permutaciones de lugares y a los cambios de vías que se generan en la historia de las instituciones.

    3. Los fundadores y la «sombra de Drácula»

    Es una impresión extraña eso de mirarme y no verme en el espejo. No se ve. No, no me veo, sé que estoy mirándome, pero no me veo […] No obstante, tiene sombra. Es lo único que tengo.

    Quien nos mire, a quien ve, a usted o a mí. Lo ve a usted, o mejor, ve una silueta que no es ni usted ni yo. Una sombra dividida por los dos, No, más bien diría que el producto de la multiplicación del uno por el otro.

    José Saramago,
    El año de la muerte de Ricardo Reis
    ,
    Editorial Seix Barral, España, 1994, págs. 69 y 78.

    La enorme dificultad existente para acotar y discriminar la posición del fundador del lugar sin límites en el que tiende a quedar colocado es una cuestión esencial para la reflexión. Esta ilimitación prospera debido a un pacto establecido entre las partes, y gracias al cuarteto arriba mencionado. Dicha representación se fija a la piel de los fundadores a la manera de la sombra del Drácula de Coppola, en el sentido que de pronto parece tener vida propia, aunque sin abandonar totalmente su liga discordante al cuerpo que refleja.

    Precisamente, la cita de Saramago permite vislumbrar el drama de todo fundador, emitir una sombra de la que, en buena medida, se encuentra desposeído; una sombra «dividida» y compartida por él y los otros. Sombra que, sin embargo, los confunde porque se sostiene en un escotoma que no deja ver a uno ni a otro. Sólo desmontándola en común se puede hacer luz en esa especie de agujero negro, en el que se coloca en una de las partes lo que es en realidad de dos o… tres. Sólo otro tipo de pacto que implique la constitución de lo que podríamos denominar la «zona de lo impersonal institucional» puede lograr desprenderla como elemento indiscriminado y deux ex machina, y neutralizar sus efectos territoriales e imaginarios siempre expansivos.

    Esta zona puede ser habitada por todos los miembros de la institución, sin que ello implique el enfrentamiento mortífero —efectivo o imaginario— con el «cuerpo expandido» de los fundadores. Dicha zona contendría, entre otros elementos: 1) las reglas y normas que, como tercera instancia, estarían por encima de todos, debido a que no son propiedad de nadie. Reglas que no otorgarían privilegio a la precedencia, a la edad, o a los diferentes tipos de capital que circulan en el ámbito institucional. Lo cual no quiere decir que el ideal sea simple y llanamente suprimir el aspecto personal en las instituciones, y 2) una parte en donde se daría la constitución de otras posiciones, como las de director o coordinador, sujetas a una temporalidad acotada y no «para siempre y desde el principio», como la del fundador. «Lugar vacío» (Claude Lefort) en el que el poder que ahí se ejerce no sería propiedad de nadie, y los que lo habitan temporalmente no se confundirían en él. A diferencia del fundador «totémico» que se identifica con el lugar.

    Todos los fantasmas mortíferos y de desplazamiento violento tienden a concentrarse en ese punto, en donde se lucha por la limitación y acotamiento de la posición de los fundadores. Lucha que no necesariamente se da a partir de la construcción de esta zona de lo impersonal, de ahí los desenlaces violentos y repetitivos que sólo buscan sustituir —no acotar— al fundador —y el acto fundacional— por alguien que cumpla las mismas funciones. El escenario «familiar totémico» sirve, pues, como modelo-obstáculo 28 en el que las partes tienden a vivir la permutación simbólica institucional desde la violencia del homicidio imaginario o la usurpación.

    No obstante, el acotamiento y el desplazamiento del fundador y del acto fundacional resultan más angustiantes en la medida que tocan el fantasma de autoengendramiento, del que participan fundadores, cofundadores y fundados. Fantasma que, además, sintetiza el cuarteto ya mencionado de la antecedencia, propiedad, intocabilidad y atemporalidad. La disposición a enfrentar la transferencia institucional con el fundador implica, pues, superar el sentimiento de usurpación y homicidio que el autoengendramiento secreta en su defensa.

    No hay institución que persista sin pagar su deuda con esta necesaria permutación, en donde el para siempre del fundador se historiza y temporaliza cuando se intenta desprenderlo del cuerpo simbólico y material de la institución para constituir esa tierra de nadie y de todos, independientemente del momento en que se insertaron en la institución.

    ¿Qué significaría acotar sin el intento de eliminar el lugar de los fundadores? Por lo pronto, cuestionar la aparente homogeneidad del lugar cuando ya he señalado que es bifásico, dado que lo que es aparentemente uno —el fundador y el proceso fundacional— es (son) en realidad dos —cofundación y, potencialmente, apertura a una tercera referencia: la institución, como elemento que desborda el acto fundacional y al fundador. Si ésta persiste como institución es porque está prometida también a los que no llegaron primero ni inmediatamente después, para los que no asistieron a su nacimiento ni a su bautismo. Pero, sobre todo, acotar y limitar el lugar del fundador implica desligar su representación condensada de esa otra con la que se entrelaza y tiende a confundirse: la del padre y sus supuestos subrogados.

    Aquí es donde la reflexión freudiana acerca de Moisés puede ser de gran utilidad, dado que Freud, en su «escritura histórica» paradójica, inserta en el núcleo duro de la posición de Moisés la identidad egipcia, en la aparentemente homogénea judeidad del fundador de su pueblo. Resulta que lo que aparecía como consistente y unívoco se vuelve equívoco,

    […] la identidad no es uno sino dos […] en el principio está lo plural. 29

    Freud traslada al interior de la identidad de los judíos lo que ellos consideraban como una parte fundamental de su distinción y diferenciación del egipcio. Independientemente de su valor histórico, en esta obra —como ya señalé— se da un ajuste de cuentas con el fundador, de una manera tal que abre la vía al desplazamiento-acotamiento de la figura fundante sin renegar de ella. Para lograr esto, la escritura freudiana —como pertinentemente afirma De Certeau— se coloca en un «entre dos»,

    Nace de una relación entre una partida y una deuda [..] no es ni adhesión a una alianza instituida ni la pretensión de estar desligado […] es un exilio que no se sustrae al malestar genealógico […] La pertenencia no se dice sino desde la distancia, alejándose de un suelo identificatorio […] la escritura comienza con un éxodo […] ella no tiene otro recurso que la elucidación. 30

    La tensión que crea esta escritura en el lugar del «entre dos» nos habla de que el sujeto no está autorizado por una «substancia genealógica y territorial». 31

    Sintetizando, 1) si fundar no es engendrar; 2) si, a su vez, en las instituciones no existe el incesto, por lo tanto, 3) tampoco la figura del fundador separador, ya que —como he señalado— la operación de elucidación y limitación del lugar fundacional no puede analizarse sino colectivamente. En este caso, a diferencia de la fantasmagoría edípica, no existe una supuesta «madre» que tiende a «restituir» su producto, 32 sino se presenta el «padre simbólico», disfrazado de separador y aplicador de una supuesta ley. Más aún, si alguien intenta retener «su producto»y totalizar a la institución, es el fundador empírico. O se busca que lo haga investido imaginariamente por los que se han desposeído de su parte en el acto fundacional. Es por esta razón que no existe, a priori, una posición intra institucional privilegiada.

    Este pasaje doloroso que implica el acotamiento y privación del lugar de omnipotencia del fundador, sólo se puede dar si se discriminan las representaciones «fálicas» 33 y los traslapes edípicos en la dramática institucional. En resumen, se trata de la desedipización y destotemización de la representación del fundador(a), lo que implica desarticular la figura compuesta del padre-fundador, tan cara a los que se atrevieron a tocar el fantasma de la muerte del padre, pero que la restituyeron en lo «simbólico».

    No está por demás señalar que las afirmaciones sobre el tipo de fantasías afectivizadas que se juegan en la representación del fundador sólo aspiran a un cierto grado de generalidad. En la medida en que la sociología y el psicoanálisis son disciplinas contextuales, nada es válido sin hacer referencia a una empiria que limita cualquier afirmación. Es por eso que el siguiente elemento que deberá ser considerado en la continuación de este ensayo será el que describa diferentes tipos de fundadores y fundaciones, lo cual abrirá una amplia gama de matices y redimensionará lo hasta aquí escrito.

    México DF, agosto de 2001

    Notas

    1 Jacques Derrida, Mal de archivo. Una impresión freudiana, Editorial Trotta, Madrid, 1997, pág. 86.

    2 Sigmund Freud, Contribución a la historia del movimiento psicoanalítico (1914), Obras Completas, Amorrortu Editores, Buenos Aires, 1979, pág. 47.

    3 Ibid.

    4 Op. cit., pág. 49.

    5 S. Freud, Moisés y la religión monoteísta (19341938), Obras Completas, Amorrortu Editores, Buenos Aires, 1980, pág. 7.

    6 Gesto que quizás contenía un guiño en dirección a los nazis —como algunos han sugerido— para que éstos no tomaron tan en serio la identidad judía. El caso era que los nazis estaban comprometidos con la pureza de la supuesta raza aria y buscaban defenderla de la contaminación de la sangre judía u otras mezclas «indeseables», y que, por lo tanto, el supuesto mensaje del creador del psicoanálisis no podía llegar. En cuanto a que sólo lo haría por las «ganancias en la intelección» que la operación aporta, puede uno dudar o no que ésta sea la razón fundamental. Sin embargo, esto no importa tanto porque sí ofrece luces a la cuestión del fundador.

    7 Pierre Legendre, L’ínestimable objet de la transmittion, Edition Fayard, 1985, pág. 303. «El ego es la instancia en donde se articula para un sujeto el pasaje de la posición hijo a la posición padre, hijo de su padre y padre de su hijo […] se trata de fabricar la separación genealógica […] Es el espacio subjetivo mismo». Op. cit., pág. 301.

    8 Op. cit., pág. 304.

    9 Gracias a que no todo está asegurado teleológicamente, los «trabajadores de la salud» tienen trabajo.

    10 S. Freud, Algunas consecuencias psíquicas de la diferencia anatómica entre los sexos (1925), Obras Completas, Amorrortu, Buenos Aires, 1979, tomo XIX, pág. 275.

    11 Op. cit., pág. 276.

    12 Ibid.

    13 Con los atenuantes del caso para la niña, vistos desde la castración «efectiva».

    14 S. Freud, El sepultamiento del complejo de Edipo (1924), Obras Completas, tomo XIX, pág. 184.

    15 Michel Tort, «La solución paternelle», en Óu en est la Psychanalyse? Psychanalyse et figures de la modernité, Sous la direction de Claude Boukobza, Editions Érés, Ramonville Sain Ange, 2000, pág. 93.

    16 M. Tort, Ibid.

    17 Sándor Ferenczi, «Sobre la historia del movimiento psicoanalítico» (1910), en Obras Completas, tomo I: 1908-1912, Espasa Calpe, Madris, 1981, págs. 181-182.

    18 Retomada por Freud, poco tiempo después, en Totem y tabú, y transformada en mito. En el mito de los orígenes de Hesíodo aparece de una manera bastante compleja la cuestión del origen del universo entremezclada en el código familiar.

    19 Al grado que cuando le responde a Jones, quien al parecer estaba sorprendido por las dudas que tenía Freud respecto a la publicación, le dice que si bien en el texto de los sueños había descrito «el deseo de matar al propio padre […] ahora he estado describiendo el asesinato mismo: después de todo hay un paso bien grande entre un deseo y un hecho». Citado por Ernest Jones, en Vida y obra de Sigmund Freud, tomo2, Hormé-Paidós, Buenos Aires, tercera edición, 1993, pág. 373. Sin comentarios.

    20 S. Ferenczi, op. cit. , pág. 524.

    21 S. Freud, Totem y tabú (1912), Obras completas, Amorrortu editores, tomo 13, Buenos Aires, 1979, pág. 150.

    22 Sigmund Freud-Carl G. Jung, Correspondencia, Taurus, Madrid, 1978, pág. 573 .

    23 Op. cit., págs. 606-607.

    24 Y, muy probablemente, impensado.

    25 Porque se puede dar el caso de fundaciones entre puros pares.

    26 En realidad, no se trata exactamente de un punto cero, sino de un proceso sujeto a una serie de umbrales de pasaje.

    27 Michel de Certeau, La faiblesse de croire, Coll Esprit/Seuil, París, 1987, págs. 212213.

    28 El mismo Freud tiene este obstáculo, ya que nunca termina de desligar plenamente al fundador del padre y lo considera, en última instancia, como un subrogado de este último. Por ejemplo, en su estudio sobre Dostoievski, señala que el escritor nunca se liberó «de la hipoteca que el propósito del parricidio hizo contraer a su conciencia moral. [Y] determinó también su conducta hacia los otros dos campos en que es decisiva la relación con el padre: hacia la autoridad política y hacia la fe en dios». S. Freud, Dostoievski y el parricidio (19271928), Obras Completas, tomo XXI, 1979, pág. 184.

    29 M. de Certeau, L’escriture de l ’histoire, Editions Gallimard, París, 1975, pág. 319.

    30 Op. cit., págs. 325 y 327.

    31 Op. cit., pág. 328.

    32 En el modelo edípico dominante, lo máximo que se le concede a la madre es que permita que se instaure la ley del «padre simbólico», en general vehiculizada por el padre empírico. Sin embargo, de entrada se supone que lo que desea espontáneamente es quedarse simbiotizada con su producto, cerrándole la vía a una tercera instancia. Una manera de reproducir el machismo, esta vez en la teoría.

    33 Que cruzan a los fundadores, sin importar el género.

     
  • De historia del movimiento psicoanalítico

     

    Martha Bernays: El rostro desconocido de Freud

    Un acercamiento psicoanalítico

    Concepción Rabadán de Ayala

    El siglo XX no puede explicarse sin la presencia de Sigmund Freud. Revolucionó la manera en que nos vemos a nosotros mismos y al mundo. No cabe duda que sus descubrimientos, sus teorías, e incluso sus dilemas y desaciertos, ayudaron a moldear la cultura de este fin de siglo, y que el espíritu de su obra estará presente en el milenio que está por comenzar.

    Ninguno de nosotros actúa solo. Son incontables las fuerzas que nos conducen y desvían por el sendero de lo que llamamos «nuestra vida». En el caso de Freud, Martha Bernays jugó un papel decisivo, no sólo en su vida, sino en su trabajo psicoanalítico, en la concepción de sus teorías y en la búsqueda de nuevas brechas para explicar la complejidad del comportamiento humano. Y, sin embargo, es muy poco lo que sabemos de la mujer extraordinaria que compartió su vida con Freud a lo largo de 53 años de matrimonio. Los datos de Martha se encuentran dispersos entre las biografías de su marido.

    Freud la conoció cuando ella tenía 21 años y él 26. Fue su única novia y se enamoró de ella a primera vista. Martín, el hijo de ambos, y Paula Fichtl, empleada doméstica durante los últimos años del matrimonio Freud, son quienes aportan una mayor información acerca del carácter y la personalidad de Martha. Lydia Flem hizo una breve recopilación de datos sobre ella. Juan Franciso Rodríguez y León Grinberg encontraron y estudiaron la influencia que ejerció Cervantes en Freud, gracias a las cartas que él le envió a Martha. Sin embargo, quedan sin resolver múltiples interrogantes ¿De qué manera la vida íntima y cotidiana de esta pareja influyó en el surgimiento y la evolución del psicoanálisis? ¿Quién fue Martha en realidad como esposa, mujer, madre e individuo? Las pistas a este enigma se encuentran dispersas e incluso olvidadas. ¿No es tiempo ya de que indaguemos más?.

    Martha Bernays Philipp nació en Wandsbek, Hamburgo, el 26 de julio de 1861, un año después de que Abrahám Lincoln fue electo XVI Presidente de los Estados Unidos, y el año en que se publicaron Grandes ilusiones de Charles Dickens y La casa de los muertos de Dostoievsky. Además de Isaac y Eli, sus dos hermanos mayores, Martha tuvo otra hermana, Minna, que nació después. Su padre era secretario2 del famoso economista vienés Lorenz Von Stein por lo que la familia se mudó a Viena cuando Martha tenía ocho años.

    Su madre era escandinava y hablaba sueco. Stone refiere que, al inicio de su noviazgo, Martha le contó a Freud: «Tenía ocho años cuando fui a la escuela por primera vez en Viena. Se me pegó la pronunciación de mis compañeras de clase. Mi padre me reprendió: ‘Pequeña mía, lo que tú hablas no es alemán. Es una corrupción. Nosotros no decimos Sscch-tadt ni Sscc-tein. Decimos Stadt y Stein. Eso es alemán puro.’ Mis compañeras decidieron que yo padecía una especie de enfermedad por la que debían compadecerme, algo así como si yo fuera tartamuda» (Stone, 1972, p.17) .

    Desde niña Martha aprendió a vivir en un ambiente distinto, polémico, como el que tendría que enfrentar cuando Freud hiciera público su descubrimiento del psicoanálisis. Queda clara aquí la importancia de las relaciones tempranas, algo que Freud observaría desde 1895. Los errores, las inhibiciones y la relación con el inconsciente aparecían en Martha. Algo semejante le había ocurrido a Freud con su cariñosa pero severa nodriza quien como recuerda Ayala (1998): «le enseñó checo, lo llevó a las iglesias, le habló de Dios y, poco a poco, le transmitió una opinión elevada sobre sus capacidades» (p.202) . Más tarde Freud descubriría la importancia del vínculo con la madre pregenital.

    Cuando Martha tenía 11 años Isaac, su hermano mayor, murió. A los 18 perdió a su padre y, a los 20, a Jakob, su tío paterno. Dos años más tarde se comprometió en secreto con Freud porque a su madre no le atraía la idea de que un joven médico sin recursos económicos cortejara a su hija. Por esa misma época Minna, su hermana menor, se comprometió con Ignaz Schönberg, filósofo y literato, hermano del famoso compositor.

    Pero Sigmund y Martha se conocieron de una forma curiosa. Eli, el hermano de Martha, estudiaba economía y conoció a Anna Freud, hermana de Sigmund. Al poco tiempo Eli y Anna se comprometieron, lo que obligó a la señora Bernays y a sus dos hijas a visitar la casa de los Freud. Tanscurría una de esas visitas cuando, en abril de 1882, Sigmund entró al comedor y se enamoró a primera vista de Martha. De modo que los hermanos Eli y Martha Bernays estaban comprometidos con los hermanos Anna y Sigmund Freud. ¿Acaso esto tenía alguna relación con el hermano muerto de los Bernays y el hermano muerto de los Freud? Agustín Palacios (1998) ha señalado la importancia que tuvo para Freud la muerte de su hermano Julius. Martha y Minna nunca se separaron pues, cuando murió Schönberg, el prometido de ésta, Minna se fue a vivir con los Freud, donde permaneció por espacio de 50 años.

    Las hermanas Bernays provenían de una familia de intelectuales y revolucionarios destacados. Su abuelo Isaac Bernays (1729-1849) fue líder de la comunidad judía en Hamburgo. Luchó durante la Reforma y fundó la ortodoxia judía moderna. El famoso poeta Heinrich Heine escribió de él que era un hombre extraordinario. Un hermano de Isaac fue uno de los primeros editores en imprimir un poema de Heine en el periódico judío revolucionario Vorwarts desde donde el poeta le envió saludos al señor Bernays, en una carta a Carlos Marx. Otro miembro de la familia, Michael Bernays (1834-1987), era especialista en Goethe y en Shakespeare, y fue profesor de letras modernas en la Universidad de Munich, aunque a cambio de la dolorosa renuncia a su fe.

    Así, Martha se había desarrollado en un medio de intelectuales destacados, además de revolucionarios, y había vivido la apostasía. ¡Justo lo que Freud necesitaba! Sólo ese entrenamiento la podía haber preparado, no sólo para ser madre de seis hijos, sino para enfrentar el mundo de controversias que se desataría con los descubrimientos de Freud sobre el inconsciente, la sexualidad infantil, la fundación del psicoanálisis.

    En una época en que las mujeres usaban rígidos corsés, se bañaban en el mar completamente vestidas y resultaba impensable que una dama hiciera un movimiento rudo como saltar por encima del tronco de un árbol —, Martha y su hermana Minna tenían la costumbre, poco común entre las damas de entonces, de leer literatura. Los libros y la ópera eran las únicas diversiones de Martha y disfrutaba al compartir sus lecturas con su marido. Años más tarde, el descubrimiento de la bombilla eléctrica, la popularidad del cinematógrafo y después la radio, vendrían a revolucionar el concepto de ocio y de entretenimiento. Pero entonces, la única distracción para una dama eran la costura, la lectura y la charla.

    Didier Anzieu comenta que Freud discutió largamente con Martha el Ensayo sobre las mujeres, de John Stuart Mill, que él tradujo al alemán. El mismo autor opina que: «Sigmund aceptó de buena gana a la mujer como igual al hombre, y capaz de compartir sus preocupaciones, pero, sin embargo, diferente y destinada sobre todo a la vida doméstica y a la crianza de la progenie» (Anzieu, 1978, p. 52).

    Durante los cuatro años de noviazgo Sigmund y Martha se escribieron a diario. Freud, incluso, llegaba a escribirle dos o tres cartas al día (Freud, 1978, p. 7). Gracias a que ella conservó esa correspondencia ahora contamos con un material muy valioso que complementa nuestro conocimiento acerca de la vida de ambos.

    Los psicólogos de la segunda mitad del siglo XIX se interesaban por los sueños y Freud le contaba los suyos a Martha. Anzieu considera que la correspondencia con Martha: «Constituyó un ensayo general de la correspondencia ulterior con Fleiss, un alejamiento con respecto a la introspección propia de la adolescencia y un esbozo de autoanálisis en relación con un interlocutor privilegiado» (1978, pp. 49-50).

    Diversos autores han opinado sobre la influencia de Martha en los trabajos de Freud. Anzieu piensa que, ya casados: «Durante mucho tiempo Sigmund discutió por las noches sus casos con su mujer» (1978, p. 57). Xenakis (1985) se pregunta si Martha le ayudó a transcribir el ensayo Más allá del principio del placer, además de que, por esa época, sólo vivía con ellos Anna, su hija menor, que ya tenía 25 años.

    A pesar de la educación judía ortodoxa de su madre, Martha era independiente, a la vez que firme e industriosa, y logró casarse con Freud no obstante el poco entusiasmo de su familia. Fanny Blanck-Cereijido (1994 y 1997) ha señalado la relación de Freud con su propio padre, con su judaísmo y con su escritura del Moisés, y observa que, a pesar de esto, Freud fue un judío laico, ya que nunca fue creyente. Así, Martha logró darles a sus hijos una educación más liberal, lo que para ella significó un rompimiento con sus costumbres familiares.

    Martín Freud escribió:

    «El genio organizador de mi madre no era visible, pero creo que ella había dispuesto que ningún niño podía participar en las excursiones con mi padre hasta que su entrenamiento de esfínteres fuera apto, tanto para la casa como para el bosque. Se consideraba que la presencia de una niñera en aquellos deliciosos paseos con papá significaba una restricción. La necesidad de atender a este detalle se hizo evidente: mi madre nunca hubiese esperado que papá actuara de niñera»(1966, p.57).

    Martha era organizada y limpia en extremo. De nuevo, su hijo Martín comenta: «Mi madre, que ordenaba las ropas de papá, trataba de lograr la perfección absoluta, y se tomaba siempre el mayor de los cuidados en que sus trajes estuvieran siempre bien cortados» (1966, p. 109). Según Baker (1961, p. 50-51), su casa lucía inmaculada y la plata brillaba aún más que en las joyerías. La puntualidad en las comidas, siempre controladas por ella, era una norma impecable (Freud, M., 1966, p. 83). Esta característica de su personalidad fue de gran utilidad para la familia, ya que ésta no sólo iba en aumento, sino que en los primeros diez o quince años de su matrimonio, la situación económica no era la mejor. Sin embargo, al paso del tiempo, y cuado la economía familiar había mejorado significativamente, a decir de Martin, esta actitud resultaba ya innecesaria y parecía más bien mezquina en todo lo que no concernía a Freud.

    Su matrimonio no fue fácil. Desde que contrajeron nupcias el 14 de septiembre de 1886, sus vidas se caracterizaron por una actividad familiar y profesional incesante. Al año de la boda nació Mathilde, su primera hija. Martin nació en 1889, el año en que Freud comenzó a tratar a Emmy Von N. Cuando Oliver nació en 1891, la familia Freud se cambió a una casa más espaciosa en la calle Bergasse y Minna, la hermana de Martha, se mudó a vivir con ellos.

    Para entonces, Freud era económicamente responsable de sus padres y de sus cuatro hermanas solteras (Young-Bruehl, 1988, p.24). Después vinieron otros dos hijos: Ernest y Sophie. En 1894 cuando, a raíz de la enfermedad de su hija Mathilde, Freud reportó sus propias enfermedades, dejó en claro que los constantes embarazos de Martha la tenían desgastada física y emocionalmente, por lo que necesitaba más descanso y recreación que nunca. Hay que recordar que el único método anticonceptivo seguro era la abstinencia. Peter Gay (1988, p. 85) da cuenta de cómo los Freud tuvieron que recurrir a ese método.

    Freud enfermó e ignoraba si sería víctima de un ataque al corazón o si se trataba de un caso de hipocondría (Gay, 1988, p. 104; Young-Bruehl, 1988, p. 24-25). Jones (1960) refiere que durante toda su vida Freud sufrió ataques que lo incapacitaban y eran refractarios a todo tratamiento, pero era un misterio si su origen era orgánico o funcional. Freud describía el dolor como algo externo que no se identificaba con la enfermedad, sino que se mantenía por encima de ella.

    Gay (1988) observa que en sus cartas a su amigo y después terrible enemigo Wilhelm Fliess, Freud le revelaba sus altibajos emocionales y describió su estado como: «alternativamente orgulloso y feliz, aturdido y desdichado.» Por su parte Martha se sentía «renovada«, pues sabía que durante ese año no quedaría embarazada. Pero al cabo de este tiempo concibió a su última hija, Anna. Los Fliess esperaban a la vez su primer hijo. El embarazo no fue fácil. Martha sufría de várices y dolores. En julio de 1895 Freud , cuando Martha llevaba cuatro meses de embarazo, tuvo el «Sueño de la inyección de Irma«, el primero que sometió a una interpretación detallada. En él, Irma, la protagonista, sufre de dolores en el cuello y en el vientre. «No atino a entender la razón por la cual me decidí en sueño a esta selección de síntomas…Sospecho que aquí la he reemplazado por otra persona«, escribió Freud (1979, p. 130). ¿Acaso asoció la preocupación que sentía por el embarazo de su mujer con otros problemas que lo aquejaban entonces? Quizá este es el primer sueño reportado por un hombre durante el embarazo.

    El parto le causó un enorme desgaste físico a Martha. No pudo amamantar a Anna, igual que no había podido hacerlo con su primer hijo varón, curiosamente quienes más se acercaron al psicoanálisis. Además de sus propios problemas físicos, sus exigencias como madre y esposa, y el ánimo fluctuante de su marido, Martha tuvo que hacer frente a las enfermedades de sus hijos: el asma de Martin (Xenakis, 1985, p. 27); la neurosis obsesiva de Oliver (Young-Bruehl, 1988, p. 41); los «baños de spa» de Sophie (Ibid., p. 42); la apendectomía de Anna y la difteria de Mathilde (Ibid., p. 54).

    Anzieu (1978) y Young-Bruehl (1988) piensan que, tras el nacimiento de su hija Anna, en 1896, el matrimonio Freud decidió cancelar su vida sexual, justamente el año en el que Sigmund intentó demostrar la etiología sexual de la histeria en su ensayo del mismo nombre, donde escribió: «No importa el caso o el síntoma del cual uno haya partido,infaliblemente se termina por llegar al ámbito del vivenciar sexual«, (p. 198). En marzo de ese año Freud empleó el término psicoanálisis por primera vez (Anzieu, 1978, p. 146). A partir de 1895 la capacidad creativa de Freud, con los reportes de sus pacientes, y el Proyecto de una psicología para neurólogos, fue forjando un desarrollo, quizá sublimatorio, del que poco a poco emergió la teoría psicoanalítica.

    Tres meses después de nacer Anna, Martha que había ido a visitar a su madre y había estado de visita en Berlín con la familia Fliess— sufrió un bloqueo en la escritura (Freud,1978,p.177). La perfecta letra gótica con la que escribía dejó de fluir. Freud le escribió, en una posdata a Fliess, sobre esta situación ¿Bajo qué circunstancias había ocurrido eso? ¿Durante cuánto tiempo? ¿Con qué lo asociaba ella? Nadie sabe a ciencia cierta cómo acabó ese bloqueo. Freud lo explicaría más tarde en Inhibición, síntoma y angustia:

    «Cuando el acto de escribir consiste en dejar fluir de un tubo un líquido sobre un pedazo de papel blanco, llega a tomar la significación simbólica del coito, o el de un sustitutivo simbólico de pisar el cuerpo de la madre tierra. Se deja de escribir o de andar, porque al hacerlo es como si se realizase el acto sexual prohibido. El yo renuncia a estas funciones para no tener que llevar a cabo una nueva represión, para evitar un nuevo conflicto con el ello ( 1925-6, p.85-86) «.

    Como dice Lydia Flem de Freud: «es justamente de su vida cotidiana, de sus sueños, de sus amores, de sus angustias, que nació el psicoanlálisis» (1996, p. 15). No hay duda, entonces, acerca de la importancia que tuvieron Martha, sus hijos, y la presencia de Minna, en la vida de Freud y, por lo tanto, en el desarrollo del psicoanálisis.

    Pero la pregunta sigue en pie: ¿Quién fue realmente Martha Bernays? ¿Cómo podemos contestar todas las interrogantes que surgen de su vida?

    Jones (1960) cuenta que Martha era una mujer atractiva que incluso tuvo otros enamorados antes de conocer a Freud. Uno de ellos fue Hugo Kadish, un hombre de negocios mucho mayor que ella. Otro fue Fritz Wahle, artista, que había sido su maestro. Y, sin embargo, a pesar de su indudable atractivo, ella no estaba segura de su belleza e incluso llegó a quejarse de la poca atracción física que ejercía sobre los hombres (Simon, 1997). ¿Qué relación guardaba esto con el hecho de ser mujer y con la relación con su madre? ¿Tendría esto que ver con la forma en que se sintió a los ocho años cuando vio a su madre llorar de manera desconsolada por el cambio a Viena? ¿Acaso era un reflejo de aquella sensación del lenguaje «mal pronunciado» o, como explicaría Freud, del lugar donde el inconsciente se hace presente, o donde aflora el dolor?

    ¿Cómo puede explicarse un bloqueo en la escritura en una mujer que veía en ello uno de sus mayores placeres? ¿Sería acaso una ambivalencia ante una sexualidad que, en su caso y en su época, le provocaba embarazos ya no deseados?

    Su hija Anna nació en el mes de diciembre. El padre de Martha murió en diciembre. ¿Se encontraba esta mujer, reprimiendo su sexualidad?

    Dentro de la religión judía el primer hijo varón es el que revalora a la mujer. ¿Por qué entonces Martha no pudo amamantar a su primer hijo? ¿Tendría esto alguna relación con su autoimagen degradada, con un signo de rebeldía, o con un deseo de cambio que sí desarrolló?

    ¿Qué pensar del vínculo de su hermano Eli con la hermana de Freud, y de su propia cercanía con su hermana Minna, quien prácticamente vivió toda su vida a su lado?

    Martha Bernays y Sigmund Freud estuvieron juntos más de cinco décadas. El padeció cáncer durante los últimos tres lustros de su vida. Ella lo acompañaba a sus tratamientos y aprovechaba para viajar. Cuando Freud murió, ella tenía 78 años y anotó en su diario: «Que mi vida ahora haya perdido sentido y contenido es natural» (The Diary, 1922, p.264). Sin embargo, ella sobrevivió a su marido más de una década, hasta que, en 1951, murió a los noventa años de edad.

    A pesar de su fortaleza y de su asombrosa longevidad, la vida de esta mujer que puede compararse en estatura a otras presencias extraordinariamente interesantes como la de Nora Joyce o la de Alma Mahler— es un misterio. Su historia es también la de Freud y la del nacimiento del psicoanálisis. Perteneció a un período estudiado hasta la saciedad, como también lo han sido las vidas de muchos de sus contemporáneos. Quizá ha llegado el momento de descubrir qué hay detrás de esta mujer fascinante y esquiva que merece ser recordada por derecho propio y no sólo como el rostro desconocido de Freud. Después de todo, la vida de Martha Bernays está irremisiblemente ligada a la nuestra y a la historia.

    Nota

    1 Trabajo presentado en el Seventh International Meeting: The Role of Women in the History of Pshychoanalysis Ideas, Practice and Institutions, de la International Association for the History of Psychoanalysis, Londres,16 y 17 de julio de 1998. Agradezco a la Dra. Fanny Blanck de Cereijido , al Dr. Agustín Palacios y al Dr. Jaime Ayala sus comentarios y correcciones. Un agradecimiento a la Dra. Mireya Zapata por todo su apoyo.

    Este trabajo fue leído por primera vez, con los datos que contiene este y otros y con otro título, en el seminario del Dr. Parres, el 30 de enero de 1993, con la generación XXI de la Asociación Psicoanalítica Mexicana (APM).

    Bibliografía

    Anzieu, D. (1978) El autoanálisis de Freud ,trad.Guiñazu, U., México: Siglo XXI,tomo 1

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    Blanck-Cereijido,F.(1994)Freud, su padre y la Biblia, Cuadernos de Psicoanálisis, XXVII (3 y 4) : 281-307

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    Young-Bruehl, E. (1988) Anna Freud, Nueva York: Summit Books

  • Clínica psicoanalítica

    La función enemigo

    Luis Tamayo Pérez

    Introducción

    «Al unir mi nombre a una idea o a una cosa cualquiera ’lo mismo para defenderla que para combatirla, igual da’, la distingo y le rindo un verdadero homenaje».

    F. Nietzsche.

    Después de largos años desentrañando el discurso cristiano (y cuestionándolo con frases como: «la moral cristiana «la peor forma de la mentira voluntaria» ha corrompido a la humanidad») Nietzsche escribe en Ecce Homo:

    «Si peleo contra el cristianismo, es precisamente porque nunca me ha molestado. Los cristianos serios, formales, han estado siempre bien dispuestos a favor mío».

    Para Nietzsche su ataque a la cristiandad era «una prueba de bondad», una manera de atender al otro, al enemigo. ¿Podía Nietzsche reconocer su propia imagen invertida en su enemigo? Por momentos así lo parece.

    El enemigo: imagen de sí

    Tal reconocimiento de la propia imagen en el enemigo es poco común en la historia de la humanidad, no obstante que, desde hace siglos, una multitud de pensadores ha apuntado en ese sentido.

    E. A. Poe, por ejemplo, en su cuento titulado William Wilson nos muestra de manera tangible como se construye al enemigo a partir de la propia imagen. Y lo hace de manera directa. En el cuento de Poe, el intruso, ese que poco a poco se apropió de los amigos y espacios de William Wilson, no era otro que un homónimo: William Wilson. Su enemigo era un otro especular, era él mismo en el otro. Y ese enemigo se hacía cada vez más insoportable. Al final del cuento, William Wilson se enfrenta a William Wilson en un duelo a muerte. Y, al clavarle la espada vengadora, que en principio lo liberaría de tan funesta presencia, se encuentra con el hecho de que, al atravesarle el vientre, moría él en el mismo movimiento. Su acto asesino, por estar dirigido a un otro especular, no podía ser sino suicida.

    Por otra parte, Hume, en su Tratado de la naturaleza humana, muestra otra función del enemigo: la de constructor de la identidad nacional. En la obra antes citada indica que el gobierno surge a partir de la guerra, que es a causa de la guerra que hubo necesidad de constituir a las naciones. Para Hume la identidad nacional se construye a consecuencia del embate del otro, es decir, que una nación es lo que es sólo gracias al ataque que un semejante le presenta. En la construcción del Yo no es diferente, es el enemigo, el oponente, el otro, el que me hace consciente de ser lo que soy, de mis aptitudes y límites. El Yo (moi) het/erógeno de Lacan no está muy alejado de la perspectiva de Hume.

    Tales cualidades del enemigo, sin embargo, son habitualmente olvidadas; generalmente no se reconoce al enemigo como una presentación de uno mismo y, a consecuencia de ello, se lucha despiadadamente contra él, se le veja, se le degrada e, incluso, aniquila.

    Tal frèrocité social era conceptuada por Freud con su noción del narcicismo de la pequeña diferencia:

    «De acuerdo con el testimonio del psicoanálisis, casi toda relación afectiva íntima y prolongada entre dos personas «matrimonio, amistad, relaciones entre padres e hijos» contiene un sedimento de sentimientos de desautorización y de hostilidad que sólo en virtud de la represión no es percibido. Está menos encubierto en las cofradías, donde cada miembro disputa con los otros y cada subordinado murmura de su superior. Y esto mismo acontece cuando los hombres se reúnen en unidades mayores. Toda vez que dos familias se alían por matrimonio, cada una se juzga la mejor o la más aristocrática, a expensas de la otra. Dos ciudades vecinas tratarán de perjudicarse mutuamente en la competencia; todo pequeño cantón desprecia a los demás. Pueblos emparentados se repelen, los alemanes del Sur no soportan a los del Norte, los ingleses abominan de los escoceses, los españoles desdeñan a los portugueses.».

    Es tan difícil el reconocimiento de que el enemigo se encuentra constituido a partir de los recortes de la propia imagen que, en múltiples casos, la única posibilidad de terminar con la lucha fratricida es mediante el establecimiento de una nueva guerra en la cual los oponentes iniciales se unen contra un enemigo común, viviendo, por ello, una guerra interminable.

    Función enemigo y movimiento psicoanalítico

    Como bien sabemos, esa frèrocité no es ajena a las sociedades de psicoanalistas y Freud fue el primero que dio constancia de ello. Asimismo, lo que ocurrió después de la muerte de Freud en el movimiento psicoanalítico, lleno de rupturas y luchas de «puro prestigio», es una prueba fehaciente de la ausencia de claridad respecto a la función que un enemigo realiza.

    El poder elegir por el psicoanálisis y no por las sociedades de psicoanalistas a lo cual nos conmina Lacan implica, desde mi punto de vista, un replanteamiento de las características del combate contra el semejante.

    No es lo igual luchar contra otro a quien se le niega todo lazo común con uno mismo que luchar contra otro a quien se le reconoce como semejante.

    En el segundo caso, para refutar las tesis del «enemigo», estamos obligados a algo que me parece fundamental: es menester que demos cuenta de la verdad presente en las afirmaciones de nuestro adversario. Esto no es sino una manera de hacer caso al Hegel que afirma: «el error es un momento de la verdad».

    Sin este paso previo lo único posible es la lucha fratricida, el encuentro a muerte suicida.

    Si desconocemos que de alguna manera somos responsables de las tesis que nos plantea nuestro adversario, es decir, de que «por alguna razón nos las dirige», la comunicación puede imposibilitarse.

    Sólo a partir de la apreciación de que «el otro no me es ajeno» o, como decía Terencio: humani nihil a se alienum putat, es decir, reubicando al enemigo en su lugar correcto «en el del opositor que me obliga a formular con claridad mis planteamientos, que me exige precisión y reconocimiento de mis límites» sólo así se puede establecer un intercambio fructífero de ideas. Pues el enemigo al atacarnos nos ofrece el mayor regalo que puede darse a otro: su propia experiencia del mundo. Al tomar en serio nuestras ideas, estudiarlas y buscarles cuidadosamente el punto flaco para refutarlas no hace otra cosa que regalar su propia experiencia. Por ello, al tomar en cuenta las tesis del enemigo, nuestros planteamientos no pueden sino enriquecerse, pues entonces portan, también, su propia experiencia del mundo.

    tamayo58@hotmail.com

    Cuernavaca, Morelos, 30 de julio del 2001

    Notas

    1 Una versión previa de este ensayo fue publicada en Le furet 5, revista interna de la ecole lacanienne de psychanalyse, Paris, 1996.

    2 Nietzsche, F., Ecce Homo, EMU, México, 1988, p. 32.

    3 Ibidem, p. 156.

    4 Ibídem, p. 32.

    5 Hume, D., Tratado de la naturaleza humana LIII,VIII, Porrúa, México, 1985, p. 347-349.

    6 Es decir erógeno, pero también generado desde el otro (héteros). Cfr, Allouch, J. Lettre pour lettre, EPEL, Paris, 1984.

    7 Con este neologismo ( que une el vocablo frère hermano y el de fèrocitéferocidad) Lacan traduce la Haßliebe amordio alemana.

    8 Freud, S., «Psicología de las masas y análisis del yo» en Obras completas, Vol. XVIII, Amorrortu, Bs. As., 1976, p. 96.

    9 Lacan, J., «Proposición del 9 de octubre de 1967», Ornicar? 1, Barcelona 1981, p. 25.

    10 Hegel, G. W. F., Fenomenología del espíritu, FCE, México, 1982.

    11 «Nada humano le es ajeno».

  • Editorial #01

    Aunque las diferencias entre el calendario Juliano y Gregoriano podrían señalar un cambio de milenio impreciso, para efectos de la historia común,  el impacto psicosocial del fallecimiento de dos mil años de cultura occidental ¾tal y cómo la conocimos hasta ahora¾,  está  en curso. Se anuncia  una nueva época de mezcla cultural total que se encuentra cargada con los fantasmas propios de la incertitud ante el futuro, alimentados en esta ocasión, por las asombrosas perspectivas y prospectivas generadas por el horizonte de la posmodernidad y la globalización, en un escenario en donde la tecnología se promulga a sí misma como Dios ante sus seguidores vehementes… children of a lesser God. Los psicoanalistas hemos observado con interés crítico, desde hace más de un siglo, la marcha  de estos acontecimientos.

    Nunca, como ahora,  resulta pertinente preguntarse: ¿Cuál es la esencia del hombre? Si es que, acaso,  hubiese alguna. La pregunta: ¿Quién soy? Planteada por San Agustín y que introdujo la cuestión antropológica en la filosofía, ha dejado de ser una inquietud metafísica y se ha desplazado a un interés por la subjetividad  que se plantea una reformulación en un contexto antropológico que prefiere mirar al hombre que a Dios para encontrar la respuesta.

    Nos acercamos, a una época en la que el advenimiento de la automatización total se nos presenta casi como un hecho. Utilizamos cómodamente el dinero electrónico que permite al Big Brother rastrear nuestras costumbres y vicios, la toma de decisiones comerciales, políticas y sociales se hace por criterios estadísticos. También, de manera corriente se realizan encuestas para inducir al público a “manifestar su libertad de opinión”, con el propósito de inducir juicios en la población sin ningún valor significativo ¿Y qué diremos de nuestro pensamiento  atormentado por la técnica? Sufrimos de la necesidad creciente de los ordenadores para enunciar nuestras ideas y somos víctimas del consumo de muletas cibernéticas ¾Virilio dix it¾ para expresarnos, en un universo en que las fronteras de la vida pública y privada  son, cada vez, más imprecisas.

    Entre otros beneficios de la civilización, también afrontamos la invención de los virus informáticos, la venta indiscriminada de derivados plásticos, el desarrollo de la bomba de neutrones y el sobrecalentamiento de la atmósfera. Quizás, todos estos males, sean producto de una actitud que sobrepone a la reflexión, la ética y la estética, nada menos que la acción, el trabajo y sus productos. El capitalismo y la ética protestante nos ha sumido ¾¡Quién sino Weber lo hubiese pensado!¾, en un resplandor cegador que produce al ojo, nada más que la oscuridad engañosa en que vivimos. Estamos en una nueva caverna, aislados del mundo Real, pero tocados por las consecuencias de éste.

    El fracaso de la utopía socialista y de la concepción marxista de la historia nos han dejado un camino difícil de comprensión por delante. Tarde, hemos caído en cuenta, del engaño de las certitudes de ese humanismo, que en su aplicación real, constituyó gobiernos que condujeron a los países que sufrieron ese proceso, a la debacle económica y a la dictadura, no de clase, sino de élite. El romanticismo de los años 60’s y 70’s (Woodstock, treinta años después, ha sido un festival que se transmitió, en vivo, por HBO-OLÉ PLUS con el patrocinio de Coca – Cola Company, Columbia y Sony), ha topado con el muro de la realidad que nos ha expuesto, brutalmente, el hecho de que el bienestar del hombre, no depende sólo de la justeza económica, ni de la promulgación de leyes más o menos racionales que regulen a la sociedad y al individuo. Problemas de reflexión son ahora, también, la mecánica del poder y sus efectos en la producción del conocimiento, en los usos y costumbres.

    Las diferencias culturales que la globalización quisiera borrar y la segregación del banquete de la riqueza de muchas naciones, han derivado en una carga brutal de odio y resentimiento acumulado que emerge bajo la forma de sombríos actos terroristas y las guerras fratricidas que parecían haber quedado en el pasado histórico del hombre.

    ¿Cuál podría ser el nombre de las cenizas de esta humanidad complicada en su existencia? ¿Sarajevo, Biafra, Zaire, Jerusalén, Nueva York?  El dolor que de estas regiones del mundo y del alma se desprende, nos deja perplejos, sin palabras, con poca esperanza en la buena voluntad de los seres humanos e inquietos ante la posibilidad de que ¾después de todo¾ hay un Dios que le gusta jugar a los dados.

    No hemos aprendido la lección del Shoah, el hombre sigue siendo el lobo del hombre y ni la educación o el sufrimiento, han enseñado a los pueblos el secreto de la convivencia pacífica y la tolerancia. Los rojos amaneceres gloriosos dónde el hombre se habría liberado de la explotación e incluso del trabajo mismo, merced a los progresos de la  máquina y las  promesas de igualdad entre ciudadanos, han sido substituidos por nuevas ataduras. Nos hemos convertido en impotentes esclavos de los artefactos creados por nosotros mismos y la utilización de la cibernética con fines ideológicos apunta a tratar de que la maquinaria social obtenga el máximo de output con el mínimo de input, trátese de bits de información, sangre, sudor o lágrimas. Heidegger ha señalado, en forma esclarecedora, el cambio de nuestra relación con la naturaleza, a la que hemos dejado de ver como una amiga, una diosa protectora o una compañera, para situarla sólo como un saco del que se toman sin medida productos, olvidando la reflexión sobre su estatuto y las condiciones  de existencia  de nuestra proveedora.

    El lenguaje que usamos, no sirve para comunicar en definitiva, sino para evocar y permitirnos construir fantasías, mundos imaginarios para los cuales el principio del placer se constituye, tantas veces,  en la antesala de la pulsión de muerte. La realidad virtual y los juegos locos de la imaginación a los que induce,  reintroducen la cuestión del inconsciente, a contracorriente de las sirenas del neopositivismo que habían entronizado la objetividad y el empirismo simple sobre todas las cosas. El sujeto reaparece merced a una tecnología que algunos esperaban lo  borrara, aquello que se reprime, vuelve tarde o temprano.

    Hoy los psicoanalistas  tenemos el compromiso de decir sobre esta realidad lo que han callado los filósofos, los eruditos académicos y los políticos. La apuesta no es fácil en un mundo regido por la seducción y situado en un tiempo en que se privilegia sobre todas las cosas, lo aparente.

    Por estas y más razones que se irán explicitando en la vida de nuestro proyecto, un grupo de colegas mexicanos, unidos en un esfuerzo común, hemos querido hacer un pequeño experimento de psicoanálisis en extensión, que revele el curso de nuestros pensamientos a quien quiera tomarlos.

    La primera carta que abre este juego es franca, nos hemos reunido —a título personal—, un grupo de colegas de distintas asociaciones, escuelas e historias, unidos con el sólo deseo de crear un espacio de difusión, discusión  y recepción de los esfuerzos de otros psicoanalistas mexicanos y algunos invitados más, que aporten ideas destinadas a la discusión y a la revitalización de la teoría y práctica psicoanalítica. Vale decir que nos ha juntado, sobretodo, la amistad.

    No funcionamos como una escuela, no somos una institución, ni una organización cerrada, la puerta se abrió para quien quisiera venir. Nuestro proyecto presuponía diferencias y no homogeneidad de horizontes. Es un hecho histórico, que personas de tan diversa genealogía, se reúnan para trabajar por el psicoanálisis tratando de encontrar un lenguaje común que ayude a posicionar de manera diferente ante la opinión pública y la cultura de México, nuestra profesión imposible. Tamayo, en uno de los artículos que componen esta revista nos recuerda a un Lacan que invitaba a sus alumnos a jugarse más por el psicoanálisis que por las instituciones. Sin ser todos lacanianos, los analistas que respaldan esta revista han decidido jugarse por una elección semejante, pues comprenden que son más los intereses en común que las diferencias y confiamos en que este espíritu, posibilite recuperar el lugar que tuvo el psicoanálisis en nuestra sociedad.

    Cada uno de los colegas que aceptó esta propuesta, estuvo al tanto de que hubo una discusión de sus publicaciones en el seno de un comité editorial que revisó cuidadosamente la seriedad  de las tesis sostenidas ¾sólo¾, por el puño y la palabra de quien escribe. El juicio final está en el lector, a quien puede gustarle o no un determinado trabajo. Encontrará este primer número empeñado en la tolerancia a la diversidad de posiciones teóricas, la base que conforma esta estructura, es el deseo de que nuestras diferencias hagan crecer una unidad de espíritu sobre el futuro distinto que esperamos para el psicoanálisis en nuestro país.

    Nos interesa proyectar ciertas obsesiones propias y crear un nuevo espacio para el psicoanálisis. Deseamos que el público, entienda también, que la nuestra es más que una revista mexicana, una publicación de psicoanálisis proyectada desde México.

    Decidimos adoptar el formato electrónico para contagiar nuestra pasión, aprovechando el novísimo medio del Internet que franquea todas las fronteras de la distancia. Desde la red de redes y a través de la palabra, queremos levantar nuestra voz para decir al público que el psicoanálisis no se perdió en las brumas del pasado siglo XX.  Invitamos a los lectores a participar activamente. Pueden mandarnos artículos, escribirnos comentarios, hacer sus críticas a estas primeras letras que, no por el esfuerzo que han costado, queremos se mantengan como verdades sin discusión.

    Hay muchas personas a quienes debo agradecer su ayuda comprometida en este primer número, no puedo sino mencionar sólo algunos de estos amigos y me perdonaran los otros que no mencione sus nombres. Gracias a Enrique Guinsberg y el comité editorial de “Subjetividad y Cultura” que publicaron el inédito de Freud en sus dos primeros números y permitieron se reeditara en exclusiva una versión  electrónica; a George Henri – Melenotte y los colegas que hacen el esfuerzo por procurarnos la interesante revista de psicoanálisis “Me cayó el Veinte” (publicación de la École lacanniene du psychanalyse) quienes cedieron, en un gesto de  simpatía, los derechos sobre uno de los artículos para su versión  digital; agradezco también a los colegas del Instituto  de Investigaciones Psicológicas que me han apoyado, particularmente, a la Dra. Rosa Godeleva Ortiz Viveros que ha apuntalado ¾con espíritu de apertura¾, la labor que realizo cotidianamente. También, expreso mi reconocimiento a Julio Casillas Ledesma (Miembro de la mesa directiva de la Asociación Psicoanalítica Mexicana) quien participó entusiastamente en el proyecto y aceptó con generosidad ¾cuántas veces fue necesario¾ convertir la sala de su casa en el cuartel general del comité editorial de esta revista.

    Muy especialmente hay que agradecer a la gente que hace PsicoMundo y en particular a nuestro amigo entrañable Michel Sauval, psicoanalista pionero del ciberespacio, quien con su experiencia y buenos consejos, trabajo y pasión, nos alentó a todos en este proyecto que, por momentos, parecía imposible.

    Esta primera CARTA está echada… y las cartas siempre llaman…  otras cartas.