Autor: Jorge garcia

  • Reflexiones acerca de la violencia fascista, Auschwitz y los nuevos nazis

    Reflexiones acerca de la violencia fascista, Auschwitz y los nuevos nazis

    Carlos Fazio

    En Elogio de la desobediencia, Rony Brauman y Eyal Sivan ¾guionistas del filme Un especialista: el juicio de Eichmann en Jerusalén (Francia, 1999),[1] describen al ex teniente coronel de la Orden Negra (SS) nazi como «un burócrata criminal (…) meticuloso a ultranza (…) organizador metódico y sacrificado, que se consagró por completo a su trabajo con un interés ilimitado y una lealtad a toda prueba».

     De 1941 a 1945, desde su alto cargo «administrativo», Eichmann «organizó la reunión, depuración, evacuación y luego transferencia» hacia diferentes campos de concentración y exterminio, del «material biológico» que le había sido confiado (judíos, polacos, eslovenos y gitanos), como engranaje de una cadena de producción de una industria de muerte masiva. Fue una suerte de jefe de logística de la «solución final» del problema judío y otras minorías consideradas como «parásitos», «insectos nocivos», «ratas» o «piojos» por el régimen del Tercer Reich; él distribuía con exactitud y el «justo a tiempo» (just-in-time), las «piezas» o «mercancías» que salían en vagones del sistema concentracionario nazi en un viaje hacia la nada.

     El 11 de mayo de 1960, tres lustros después de la liberación de Auschwitz ¾símbolo de la Alemania hitleriana¾, Otto Adolf Eichmann fue secuestrado en Buenos Aires por un comando israelí. Trasladado a Israel, fue juzgado en abril de 1961 y después de treinta y dos sesiones condenado por crímenes de guerra y genocidio. Ante el tribunal, Eichmann se declaró inocente. Asumió la posición de un especialista que «no pensaba» y sólo recibía órdenes. Se presentó como una simple «rueda de transmisión», un «instrumento» al servicio «de fuerzas superiores», que nada podía hacer ni decir «contra las directivas dictadas desde arriba»; «un burócrata infatigable, respetuoso ante todo de la ley y de la jerarquía», que se limitó a actuar con «responsabilidad» y a aplicar de manera sumisa «soluciones técnicas» a los requerimientos que bajaban por la cadena de mando.

     El jefe de la división B-4 de la cuarta sección de la Gestapo representó el papel de víctima pasiva de un aparato «monstruoso», para emplear la terminología de Günter Anders en Nosotros, los hijos de Eichmann.[2] La misma palabra utilizada durante el juicio por el propio Eichmann al aceptar, finalmente, que el exterminio de judíos fue un «acto monstruoso».

     No obstante, señaló al jurado que no se sentía «responsable» de nada; que se sentía «liberado de toda responsabilidad», «aliviado», porque, al no ser relevado de su juramento de lealtad al régimen nazi, simplemente, dijo, «hice mi deber, según las órdenes».

     Sólo que la empresa en la que laboraba de manera rutinaria y en la cual se desempeñaba con obediencia ciega el pasivo Eichmann ¾»prisionero» de su trabajo especializado y del deber sentido como una «misión»¾, se dedicaba al asesinato en serie de seres humanos. Era un complejo fabril dedicado a la producción y eliminación institucional e industrial de cadáveres.

     Es decir, más allá de su «buena conciencia», este burócrata criminal participó, como dice Anders, en la administración de un sistema de «campos de la muerte» donde se operaba la «transformación de los hombres en materia prima». Fue parte, pues, como dirigente y ejecutor, de un aparato terrorista totalitario de Estado que, entre otras cosas, se dedicó a la «producción sistemática de cadáveres». Por lo tanto, diría Anders, Eichmann fue un «monstruo burocrático».

    Sobre bestializaciones y desemejanzas

    Primo Levi, sobreviviente de Auschwitz, ha descrito los Lager nazis como parte de un sistema concentracionario cuya finalidad principal era «destruir la capacidad de resistencia de los adversarios (…) un adversario que debía ser abatido pronto, antes de que se convirtiese en ejemplo o en germen de resistencia organizada». En ese sentido ¾dice Levi¾, «los SS tenían las ideas muy claras y bajo ese aspecto hay que interpretar todo el ritual siniestro (…) que acompañaba el ingreso (al campo); las patadas y los puñetazos (…) la orgía de las órdenes gritadas con cólera (…) el desnudamiento total, el afeitado de las cabezas, las vestiduras andrajosas».[3]

     Había un plan racional y una maquinaria de exterminio industrial y científica, donde hombres comunes ¾buenos padres, esposos e hijos como Eichmann¾ llevaban a cabo, con diligencia y meticulosidad, una deshumanización del prisionero y administraban la tortura y la muerte con el fin de eliminar a los adversarios políticos (comunistas, antifascistas, socialdemócratas) y a las llamadas razas inferiores (aquellas que según la comandancia nazi tenían «menos valor biológico»).

     Otra finalidad de ese sistema concentracionario era el trabajo no retribuido, esclavizador, como una forma dedegradación del prisionero antes de morir. A partir de abril de 1942, cuando el sistema de campos de concentración quedó bajo la dirección de la WVHA, la oficina central de la administración y de la economía de las SS de Oswald Pohl, el trabajo, que hasta entonces había sido punitivo y para disciplinar a los detenidos, se transformó en productivo. Se instituyó una lógica de superexplotación y aniquilamiento rápido; de producción y exterminio en constante tensión. Una suerte de esclavitud moderna que Enzo Traverso[4] ha descrito como «una forma de taylorismo biologizado«, donde la mano de obra esclava no estaba destinada a reproducirse, «sino a consumirse hasta su agotamiento, en el marco de un auténtico exterminio a través del trabajo».

     Dice Traverso:

     «Esos campos (…) se transformaron de facto en centros de exterminio por el trabajo. Esa contradicción, vinculada con el sistema policrático de poder nazi, se traducía, por un lado, en la racionalización totalitaria de la economía impulsada por Speer y, por el otro, en el orden racial establecido por Himmler».

     En Los hundidos y los salvados, hay un pasaje en que Levi alude al maltrato que el prisionero recibía de los SS a partir de que era concebido como «bárbaro» y no un Mensch, un ser humano. Dice: «No éramos ya hombres; con nosotros, como con las mulas o las vacas, no existía una diferencia sustancial entre el grito y el puñetazo». En su Teoría del cine, Siegfried Kracauer afirma que, «en el fondo, los Lager nazis eran mataderos en los que se mataba a hombres desplazados del género humano como si fueran animales». Una «transformación de seres humanos en animales» que, según Franz Stangl, ex comandante de Treblinka, tenía como objetivo «preparar a los que tenían que ejecutar materialmente las operaciones», para aminorarles «el peso de la culpa».[5]

     Levi duda que esa transformación o animalización ¾que remite a la idea de «los cuerpos en los campos nazis como desemejantes o seres ajenos a la condición humana»¾,[6] haya sido planificada o formulada claramente en ningún nivel de la jerarquía nazi; dice que no consta en ningún documento, en ninguna ’reunión de trabajo’. Atribuye la inexistencia de registro alguno sobre la decisión para perpetrar el genocidio adoptada por algún órgano soberano, a «una consecuencia lógica del sistema: un régimen inhumano difunde y extiende su inhumanidad». Pero afirma que «había una dirección centralizada».

     A su vez, Traverso dice que el mecanismo de tomas de decisiones en el nazismo sufrió una gran mutación durante la guerra; se pasó de las leyes de Nüremberg (1935) a las directivas escritas pero no publicadas (el juicio oral de la conferencia de Wannsee, 1942) y, finalmente, a las órdenes dadas por vía oral (la puesta en funcionamiento de las cámaras de gas), a través de un lenguaje en código.[7]

    El campo y la dominación totalitaria

    En su artículo «¿Qué es un campo?»,[8] Giorgio Agamben descubre en el sistema concentracionario una suerte de «matriz escondida», «al nomos del espacio político en el que vivimos», según el concepto alemán de un orden de excepción, fuera de la ley, totalitario.

     De acuerdo con varios historiadores, los primeros campos de concentración surgieron en Cuba bajo la ocupación colonial española. Fueron creados en 1896 por el general Valeriano Weyler ¾»un verdadero carnicero», dice C. Wright Mills en su Escucha yanqui¾,[9] como un sistema de «reconcentración» para reprimir a la guerrilla insurreccional alentada por José Martí. Tres años después (1899), el sistema de campo de concentración fue utilizado por los ingleses en Africa austral para reunir a los boers[10]. En ambos casos, se trata de la extensión a una población civil entera de un estado de excepción ligado a una guerra colonial.

     En su obra La violencia nazi,[11] desmitificadora del genocidio como acontecimiento «absolutamente único», «sin precedentes», Traverso señala que hasta principios del siglo XIX la cárcel era un lugar de «encierro» para la «deshumanización» del detenido, de «debilitamiento y disciplina del cuerpo», de «sufrimiento y alienación», de «sumisión a la autoridad» y de «racionalidad administrativa». El trabajo carcelario no perseguía beneficio sino que era utilizado como «castigo» y «método de tortura». Es decir, el trabajo en las prisiones no tenía una finalidad productiva; cumplía con un objetivo de «persecución» y «humillación».

     Todos esos elementos constituyen los antecedentes históricos del moderno sistema concentracionario totalitario, con su rasgo inédito como sistema industrial de muerte en el que la tecnología moderna, división del trabajo y racionalidad administrativa se integraban como en una empresa. «Sus víctimas ya no eran detenidos, sino una ’materia prima’ ¾formada por seres humanos desplazados del género humano¾ necesaria para la producción en serie de cadáveres».[12]

     Cabe recalcar que el campo de concentración nace del estado de excepción y de la ley marcial, no del derecho ordinario. Lo que se hace más evidente en los Lager nazis, cuya base jurídica ¾recuerda Aganben¾ es la llamada «custodia preventiva», una institución de origen prusiano que los juristas nazis calificaban como «una medida de policía preventiva», en cuanto permitía «tomar en custodia» a individuos con independencia de cualquier comportamiento penal, con el fin único de evitar un peligro para «la seguridad del Estado».[13]

     La novedad fue la disolución del estado de excepción sobre el cual se fundaba, y que se la deja en vigor en situación normal. Dice Agamben: «El campo es el espacio que se abre cuando el estado de excepción empieza a convertirse en la regla». Como espacio de excepción territorial, el campo se transforma en una realidad permanente más allá de las reglas del derecho penal y carcelario. Según Hannah Arendt, el sistema concentracionario es el espacio en el que se manifiesta a plena luz «el principio que rige la dominación totalitaria» y donde «todo es posible». Al respeto, Primo Levi definía el trabajo en Auschwitz como «un tormento del cuerpo y de la mente, mítico y dantesco», cuya finalidad era la reafirmación de la “dominación totalitaria»; una concepción disciplinaria y punitiva que era la antítesis del trabajo «creador» exaltado por la propaganda nazi-fascista.

      Todo eso es debido, dice Agamben, a que en el campo el prisionero entra en una «zona de indistinción entre exterior e interior, excepción y regla, lícito e ilícito», dado que ha sido privado enteramente de sus derechos y prerrogativas jurídicas, y de todo estatuto político. En el campo de concentración, agrega, el prisionero ha sido «reducido íntegramente a una vida vegetativa» (nuda vida) y «el poder no tiene frente a sí más que la pura vida biológica sin mediación alguna».

     Agamben destaca el extremo de que, debido a esa «suspensión integral» de la ley, en el sistema concentracionario el Estado puede llevar a cabo «cualquier acción» contra seres humanos desprovistos de todo derecho, sin que sea considerada «un delito». Inclusive puede «matar por decreto», como apuntó Miguel Felipe Sosa en su seminario El cuerpo en la mirada.[14] La excepción se convierte en regla; y como regla duradera, la excepción hace que todo sea posible.

    El limbo de Guantánamo

    En este punto quiero dejar asentada una primera pista sobre la violencia fascista, Auschwitz y los nuevos nazis, con la debida relatividad del caso, dado que no tenemos una terminología o un vocabulario definitivo para calificar hechos que están sucediendo en el actual contexto histórico. Me refiero a la situación de los prisioneros de la guerra imperial y neocolonial librada por Estados Unidos contra Afganistán en 2001.

     Son alrededor de 660 presos ¾entre ellos varios niños¾, originarios de 42 países, que están recluidos en el campamento Rayos X, en la base naval de Guantánamo, posesión militar de Estados Unidos en Cuba. Los presos han sido descritos como «hombres sin voz ni rostro», y según The Washington Post,[15] a dos años de su captura continúan viviendo en un «limbo legal» ¾sin juicio, sin acusación, sin sentencia, sin reconocimiento de derechos, sin abogado¾, porque la administración Bush los considera «combatientes ilegales» o «combatientes enemigos», un estatus que viola de manera flagrante la protección que brinda la Convención de Ginebra a los prisioneros de guerra.

     Capturados a partir de su presunta conexión con actos hostiles en contra de la potencia de ocupación,[16] los presos están hospedados en pequeñas jaulas de 1.8 por 2.4 metros, ubicadas al aire libre, en un área rodeada con alambre de púas y torres de vigilancia;, visten uniforme color naranja fluorecente y para salir al exterior están obligados a usar gafas para esquiar cubiertas con cintas y mascarilla de cirugía en prevención del contagio de la tuberculosis, además de estar esposados de pies y manos. Debido a la situación de elevado estrés propia de sus condiciones de reclusión, al menos 30 internos han intentado suicidarse. Una cifra similar recibe tratamiento psicológico.

     Debido a que técnicamente Estados Unidos nunca le declaró la guerra a Afganistán (como tampoco lo hizo con Irak), la administración Bush arguye que los prisioneros no son soldados y los mantiene en una situación seudojurídica en virtud de poderes especiales concedidos por el Congreso al Presidente. El 10 de noviembre de 2003, la Suprema Corte de Estados Unidos, que con anterioridad había argumentado que no tenía jurisdicción alguna sobre «combatientes extranjeros», aceptó estudiar la legalidad de la detención.

     Como dijo The Washington Post en un editorial,[17] la situación de esos presos amenaza convertir a Guantánamo en «una bodega humana fuera de la ley».[18] ¿Pero cuál es el significado real de ese sistema concentracionario de nuevo tipo que, paradójicamente, como el primer campo de concentración, está en territorio cubano bajo administración colonial? ¿Se trata de un experimento de la potencia imperial de turno? ¿Un globo sonda lanzado por Estados Unidos al mundo que, a la manera de Günther Anders, sobrepasa nuestra capacidad de representación?

     Veamos algunos elementos que guardan cierta similitud en la situación de los presos de Guantánamo con la de los prisioneros de los Lager nazis: fueron capturados en el marco de una guerra neocolonial,[19] imperialista; permanecen sometidos a un estado de excepción propio de un sistema de campo de concentración, con sus zonas de «indistinción» exterior/interior (Agamben); están reducidos íntegramente a una «vida vegetativa», sin mediación alguna entre ellos y el poder concentracionario que los retiene; viven sujetos a una suerte de «custodia preventiva», al margen de cualquier ordenamiento penal («limbo jurídico»), castigados y humillados a partir de la presunción de que mantenían nexos con una organización terrorista (la red Al Qaeda) que atentó contra «la seguridad del Estado». Las condiciones de reclusión, dominadas por un elevado estrés que ha llevado a varios intentos de suicidio, exhibe la concepción punitiva de una «dominación totalitaria» donde «todo es posible» (Hannah Arendt), incluida la muerte sin que signifique delito.

     Pregunto: ¿Puede ser la situación de los presos de Guantánamo una expresión del laboratorio de la violencia de nuestros días? ¿Estaremos de nuevo ante la ley de excepción que se convierte en regla en medio de la silenciosa indiferencia de la sociedad estadounidense, con la complicidad de Europa, El Vaticano y otros gobiernos y la pasividad del mundo?

    Recuerdos del futuro

    En 1986, en Los hundidos y los salvados, Primo Levi se pregunta:

     «¿Hasta qué punto ha muerto y no volverá el mundo del campo de concentración? (…) ¿Hasta qué punto ha vuelto o está volviendo? ¿Qué podemos hacer cada uno de nosotros para que en este mundo preñado de amenazas, ésta, al menos, desaparezca?

     Y más adelante vuelve sobre el tema. Dice:

     «Se nos pregunta con frecuencia (…) si Auschwitz puede repetirse: es decir, si volverá a haber exterminios en masa, unilaterales, sistemáticos, mecanizados, provocados por un gobierno, perpetrados sobre poblaciones inocentes e inermes y legitimados por la doctrina del desprecio (…) Ha ocurrido contra las previsiones; ha ocurrido en Europa; increíblemente, ha ocurrido que un pueblo entero civilizado (…) siguiese a un histrión que hoy mueve a risa (…) Ha sucedido y, por consiguiente, puede volver a suceder (…) Puede ocurrir y en cualquier parte».

     A su vez, Günther Anders llega a la conclusión de que el horror nazi no es cosa del pasado, pues todos nosotros somos hijos del mundo de Eichmann: el de las máquinas de exterminio, cuyos monstruosos efectos sobrepasan nuestra «capacidad de representación». Eso comporta el peligro de que, sin resistencia y sin conciencia, funcionemos cual engranajes de esas máquinas, de que nuestra fuerza moral desfallezca frente a su poder y de que cada uno de nosotros se convierta en otro Eichmann. En su obra Nosotros, los hijos de Eichmann (1988), Anders pronostica la aparición, después de Auschwitz, del «imperio quiliasta[20] del totalitarismo técnico». Dice:

     «(…) Hemos adquirido la dulce costumbre de considerar (…) el Tercer Reich como un hecho único, errático, como algo atípico (…) Pero ese hábito no sirve como argumento, esa actitud no es más que una forma de cerrar los ojos (…) Puesto que el imperio de la máquina procede por acumulación y que el mundo de mañana se globalizará y sus efectos lo abarcarán todo (…) hemos de esperar que el horror del imperio por venir eclipse ampliamente el del imperio de ayer (…) No cabe duda: cuando nuestros hijos o nietos (…) bajen la mirada hacia el imperio de ayer, el así llamado Tercer Reich, sin duda éste sólo se les antojará un experimento provinciano (…) Y, sin duda, en lo que allí sucedió no verán otra cosa que un ensayo general del totalitarismo, ataviado con una necia ideología, al que la historia universal se aventuró prematuramente».

     Cabe consignar que por su magnitud y calidad, el sistema de campos de concentración nazi ¾con su combinación lúcida de ingenio tecnológico, fanatismo y crueldad para el exterminio masivo de vidas humanas¾, continúa siendo un unicum. Un fenómeno único y absoluto. Pero después, de la mano del proyecto civilizador liberal democrático encarnado por la Bomba A, conocimos el horror genocida de Hiroshima y Nagasaki, primeros bocados de un eventual holocausto nuclear. Siguieron el terrorismo de Estado de los franceses en Argelia. Camboya. Las atrocidades de Estados Unidos en Vietnam.

     Hubo otros Lager y aprendices de nazis en Argentina, Chile, Bolivia y Uruguay. Allí también, como en la primera fase del sistema concentracionario nazi, se empleó una tecnología represiva adoptada de manera racional y centralizada contra la disidencia política. El terror nazi y la práctica sistemática de la tortura, como instrumento político de la dominación violenta ejercida por el Estado, con un ordenamiento seudo-jurídico justificador, marcarían toda una época.

     La máquina de torturar, extraer información, aterrorizar y matar funcionó con eficiencia. Los campos de concentración-exterminio contaron con su ceremonia iniciática dirigida a arrasar y quebrar al sujeto. Hubo «especialistas» asépticos, adiestrados en las llamadas «técnicas de interrogatorio» ¾el conocido «tercer grado» de la Gestapo, es decir, la tortura¾, para degradar a la víctima al estatuto de cosa, de objeto, sin historia, enajenado, al borde del aniquilamiento. Hubo «grupos de tarea» y agentes eficientes y soberbios, encargados de regular, normalizar, controlar y castigar al prisionero, como parte de una maquinaria construida por los mandos militares, que llevó a una dinámica de burocratización, rutinización y naturalización de la muerte, que aparecía como un dato dentro de una planilla de oficina. Los militares conosureños también aplicaron la excepcionalidad y recuperaron el derecho soberano de matar «suvbersivos», no personas.

     En la Escuela de Mecánica de la Armada argentina, el campo de concentración La Perla, la «Mansión Seré» y una docena de centros clandestinos más, los detenidos «encapuchados» o «tabicados» (con los ojos vendados), fueron cuerpos sin identidad, sin nombre, apenas un número. Hubo miles de muertos sin cadáver, desaparecidos, que hicieron realidad el sueño nazi de desvanecer a hombres y mujeres en la noche y en la niebla.

     Uruguay tuvo a El Infierno, al Penal de Libertad y a Mitrione, el asesor gringo, émulo de Eichmann. Un perfeccionista originario de Richmond, Indiana, enviado bajo el disfraz de la cooperación técnica de la Agencia para el Desarrollo Internacional de EU (AID) a enseñar la tortura científica a los militares locales. Sus cursos iniciaban por anatomía y el funcionamiento del sistema nervioso humano. Después seguía con la psicología del prófugo y del detenido. Luego demostraba las virtudes de la picana eléctrica y sustancias químicas en pordioseros de Montevideo; todos morían.

     Exacto en sus movimientos, aseado, higiénico, Dan A. Mitrione insistía en la economía del esfuerzo. Ningún gasto inútil. Ningún movimiento fuera de lugar. Consideraba el interrogatorio un arte complejo: «Dolor preciso, en el lugar preciso, en la proporción precisa (…) La muerte prematura ¾subrayaba¾, significaba el fracaso del técnico». Recomendaba, ante todo, eficiencia. No dejarse llevar por la ira en ningún caso. Actuar con la eficacia la limpieza de un cirujano, con la perfección del artista. Decía:

     «Esta es una guerra a muerte. Esa gente es mi enemiga. Este es un duro trabajo, alguien tiene que hacerlo, es necesario. Ya que me tocó a mí, voy a hacerlo a la perfección. Si fuera boxeador, trataría de ser campeón del mundo, pero no lo soy. No obstante, en esta profesión, mi profesión, soy el mejor«.

    Tlatelolco y la obediencia debida

    México también tuvo su «guerra preventiva» en Tlatelolco y la represión de los setenta; sus Lager míticos como el Campo Militar Número Uno. Y tiene sus pequeños Eichmann de la guerra sucia; dadores de vida y muerte como Acosta Chaparro, Quirós Hermosillo, Gutiérrez Oropeza, Cervantes Aguirre, Nazar Haro, De la Barrera y un largo etcétera, que en su lucha contra el «enemigo interno» y el «elemento subversivo» (léase no persona, símil de «rata» en la terminología nazi), torturaron, ejecutaron, desaparecieron y arrojaron prisioneros en vuelos de la muerte sobre el Océano Pacífico para «salvar a la Patria» del «comunismo».

     Como Eichmann, ellos tampoco pensaban. Acataban con disciplina la sumisión a la «autoridad legítima». Eran engranajes del Ejército o de la Dirección Federal de Seguridad. Aplicaron soluciones «técnicas». Torturaron y mataron administrativamente. Alguien tenía que hacer el trabajo sucio. Pero no son culpables; también son «inocentes». Se fabricaron realidades cómodas: «Era el sistema», personificado en Díaz Ordaz y después en Echeverría y López Portillo. Igual que en la Argentina de Videla, donde la Junta Militar centralizó y controló el genocidio para mantenerlo en la clandestinidad. O elaboran un pasado sutil: fueron educados en la jerarquía, en el nacionalismo. En la obediencia absoluta: «las órdenes no se discuten, se cumplen». La única verdad era la palabra del jefe; su Fhürer.

     Aquí tampoco existen documentos ni órdenes escritas y «no hay cuerpo del delito». Por eso, aducen, no son «responsables» y no pueden ser castigados. Hacen una falsificación orwelliana de la realidad; siguen su guerra sucia contra la memoria. Hannah Arendt consignó que según el ordenamiento jurídico nazi Eichmann no cometió ningún delito; fue condenado por «actos de Estado». En México, si existe justicia, deberá ser igual.

    A modo de conclusión

    Más recientemente surgieron «nuevos nazis» en Alemania y Austria. Y asistimos hoy a la «solución final» del problema palestino por el ejército de ocupación de Sharon y al genocidio de iraquíes, víctimas de las operaciones quirúrgicas de liberación de Bush y sus halcones ¾con su culto «abstracto» a la violencia y la aplicación de la técnica militar «neutra» del Pentágono¾, con el aval calculado y cínico de la ONU.

     Pregunto: ¿Estaremos asistiendo al comienzo de una nueva síntesis todavía en fase de coagulación ¾para utilizar la terminología de Enzo Traverso¾, que intenta cristalizar el «imperialismo estadounidense» (según la denominación empleada ahora por los ideólogos militaristas de la actual administración Bush), que carece aún de una denominación apropiada, pero que recupera nociones propias de la violencia del nazismo clásico, con su guerra racial de civilizaciones y sus «espacios vitales» (Lebensraum) de corte geopolítico, en clave de cruzada ideológica emancipadora?

     ¿Son acaso las invasiones neocoloniales de Afganistán e Irak por la superpotencia hegemónica, la situación de los palestinos en los territorios árabes ocupados por el Estado de Israel y los presos de Guantánamo, otras tantas expresiones difusas en la superficie de los nuevos modos de dominación y exterminio, anunciadoras de algo que, para nosotros, contemporáneos de los hechos, se nos representa como «inimaginable» e «incomprensible»?

     ¿Estaremos asistiendo de manera pasiva e inconsciente, al procesamiento de nuevas «soluciones finales» de cuño Occidental ¾iguales o más destructivas que las anteriores¾ que, a la manera de Marc Bloch, llevan «ciertamente la marca de un tiempo y de un medio»?

     Si Auschwitz y el exterminio nazi aparecieron como una de las caras de la civilización cuando los detractores del Iluminismo se aliaron al progreso industrial y técnico, al monopolio estatal de la violencia y a la racionalización de las prácticas de dominación, 60 años después, cuando la producción científico-industrial ligada al desarrollo de sistemas tecnológicos de dominación destruye la biosfera y la vida en el planeta, ¿no estaremos asistiendo a una nueva síntesis totalitaria de rostro todavía elusivo?


    [1] Rony Brauman y Eyal Sivan, Elogio de la desobediencia. Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires 1999.

    [2] Günther Anders, Nosotros, los hijos de Eichmann. Carta abierta a Klaus Eichmann. Paidós, Barcelona 2001.

    [3] Primo Levi, Los hundidos y los salvados, Muchnik Editores, Barcelona 1989

    [4] Enzo Traverso, La violencia nazi. Una genealogía europea. Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 2002.

    [5] La cita es parte de la respuesta de Franz Stangl a Gitta Sereny, que Levi recoge de In quelle tenebre (Milán, 1975) y reproduce en su obra Los hundidos y los salvados, Muchnik Editores, Barcelona 1989, página 108..

    [6] Miguel Felipe Sosa, Seminario El cuerpo en la mirada. Escuela Lacaniana de Psicoanálisis, Museo de Arte Carrillo Gil, México, 20 de septiembre de 2003.

    [7] Traverso indica que «la propaganda y publicidad de las primeras medidas antisemitas (…) fueron desplazadas por el lenguaje en código de las operaciones de exterminio rigurosamente sacado del lenguaje administrativo, en el que el asesinato era denominado ’solución final’, las ejecuciones ’tratamiento especial’ y las cámaras de gas ’instalaciones especiales’.»

    [8] Giorgio Agamben, Medios sin fin. Notas sobre la política. Pre-textos, Valencia 2000.

    [9] C. Wright Mills, Escucha yanqui. La revolución cubana. Grijalbo, Barcelona 1980.

    [10] Para los boers, colonos descendientes de holandeses en Africa del sur, las poblaciones nativas eran simples salvajes que debían ser domesticados por la fuerzas y sometidos al trabajo esclavo. La ideología de la superioridad «blanca» y la discriminación racial era una exigencia del sistema de explotación agraria que practicaban.

    [11] Enzo Traverso, obra citada.

    [12] Traverso, obra citada.

    [13] Agamben, obra citada.

    [14] Miguel Felipe Sosa, seminario El cuerpo en la mirada, ya citado.

    [15] Cable de la agencia Notimex, «Recela prensa de Corte de EU». Reforma, México, 12 de noviembre de 2003.

    [16] Los prisioneros fueron capturados en Afganistán, país invadido por Estados Unidos en octubre de 2001 en represalia al apoyo brindado por el régimen talibán a Osama bin Laden, acusado de los atentados terroristas del 11 de septiembre de ese año en Washington y Nueva York.

    [17] Cable de Notimex, «Recela prensa de Corte de EU», ya citado.

    [18] El 24 de noviembre de 2003, Estados Unidos liberó a 20 prisioneros de la base de Guantánamo, pero según un cable de Reuters encarceló a otros 20 procedentes de Afganistán.

    [19] Uno de los objetivos de la Blitzkrieg alemana de 1941era la conquista del «espacio vital» (Lebensraum) al este de Europa; preveía la colonización de los territorios comprendidos entre Leningrado y Crimea. Para ello se necesitaba una «guerra total». El genocidio se concibió y realizó en el marco de esa guerra total, una guerra de conquista, «racial» y colonial, radicalizada al extremo.

    [20] Los quiliastas o milenaristas confiaban en que la Parusía o Segundo Advenimiento de Cristo era inminente.

  • Auschwitz hoy

    Auschwitz hoy

    Reflexiones en torno al caso Eichmann

     Stephen A. Hasam

    El siguiente texto es una versión revisada de mi participación en el seminario “Auschwitz Hoy”, realizado en el auditorio del Fondo de Cultura Económica el 29 de noviembre de 2003, en torno a la proyección del documental “Un experto” de Rony Brauman y Eyal Sivan, inspirado en el libro de Hannah Arendt, Eichmann en Jerusalén: Un reporte sobre la banalidad del mal, basado en su asistencia al juicio a Adolf Eichmann en Jerusalén en 1961.

    I. El judeocidio como política fiscal

    Adolf Eichmann fue el jefe de la subsección b-4 (judíos) de la sección responsable del combate a las “sectas” (católicos, protestantes, francmasones, Testigos de Jehová) dentro de la Policía Secreta del Estado [Geheime Staatspolizei: GeStaPo], a su vez adscrita a la Oficina Central de Seguridad del Reich, encabezada por el notorio autor del plan de exterminio de los judíos de Europa, la así llamada “Solución Final”, Reinhardt Heydrich, de origen judío[1], quien a su vez formaba parte de las SS, cuyo titular era Heinrich Himmler.

    Dentro de la pirámide jerárquica de las SS y de la policía secreta del Estado Eichmann ocupaba un puesto no muy alto. Había llegado ahí gracias a los buenos oficios de su amigo de juventud, aunque de clase socioeconómica más privilegiada, Ernst Kaltenbrunner, subalterno de Heydrich, y su sucesor en el cargo cuando éste fue asesinado en un atentado en Praga en 1942.[2] El crecimiento en la importancia de la sub sección de Eichmann, y de él mismo dentro del aparato de las SS, resultó del papel cada vez más central que fue ocupando su área de competencia, la así llamada “cuestión judía”, dentro del gobierno del ‘tercer’ Reich, que llegó a convertirse en central en la medida que transcurrió la guerra.

    La “Solución Final a la cuestión judía” alude simultáneamente a dos cosas. Primeramente fue el eufemismo empleado en el ‘tercer’ Reich para la concentración, deportación, después expulsión-exterminio de quienes los médicos al servicio del Estado imperial alemán habían dictaminado “biogenéticamente” como judíos y cíngaros, porque fue la profesión médica la que determinó técnica y científicamente quién vivíría y quien moríría, quién era “judío” o “cíngaro” o “eslavo” (y “ario”[¡persa!])y quién no. La determinación de “lo judío” fue una cuestión “científica”, para la cual las prácticas religiosas eran absoluta y totalmente irrelevantes, y fue por eso que resultaba irrelevante para el nazismo la conversión al catolicismo de “judíos genéticos” (caso Crimea: los “Karaimes” judeopracticantes no molestados y “Krimchakos” ajenos a la confesión judía, deportados por ser judíos “genéticos”).

    El exterminio administrativo ocurrió en tres vertientes: por masacres administrativas mediante fusilamientos masivos, por el exterminio mediante el trabajo industrial (para los pocos) en los campos de concentración [Konzentrationslager], y el exterminio industrial por envenenamiento con gas (monóxido de carbono en un principio, y después con ácido cianhídrico) en los mataderos industriales, en los así llamados “lager de exterminio” [Vernichtungslager] que, por lo general, carecían de infraestructura compleja de alojamiento, gracias al procedimiento del “justo a tiempo”.

    El grueso del exterminio fue realizado en las neocolonias orientales del austro-alemán ‘tercer’ Imperio, sobre todo aprovechando el lugar entonces de por sí más densamente poblado de “judíos genéticos”, la hoy Polonia y, más específicamente, en proximidad de poblaciones que servían de encrucijadas de vías ferreas, de importantes reservas de recursos naturales, de centros industriales, clusters mineros e industriales en la jerga actual, donde las SS operarían sus industrias. (Una de las encrucijadas principales era la zona de Cracovia cercana al complejo industrial-concentracionario-exterminador Auschwitz-Birkenau de aproximadamente 40 km2)

    Eran a esos sitios a los que la “organización Eichmann” y sus “Comandos de Operaciones Especiales” [Sondereinsatzkommandos] tenían la responsabilidad de suministrar, desde Austria y —posteriormente— desde muchos otros países colaboracionistas, millones de seres humanos, según la técnica hoy conocida (y erróneamente atribuida al “toyotismo”, que es posterior a Eichmann) como “justo a tiempo” [just-in-time]. Estos millones de seres humanos fueron encorralados, concentrados, hacinados, rigurosamente contabilizados en sus personas, sus bienes muebles e inmuebles, en encierros urbanos creados ex profeso que, aunque llamados ghettos, no tenían casi nada que ver con los ghettos históricos creados por los cristianos contra los judíos, a partir de la bula pontificia de Pablo IV en 1555. Estos nuevos centros urbanos de concentración eran bodegas de existencia de inventarios de humanos vivientes en almacenamiento transitorio, concentrados en los países de origen, donde, además, sus habitantes tenían que laborar hasta su muerte ahí mismo, o ser despachados a los campos de concentración y a los de exterminio ubicados en las neocolonias de oriente, hacinados en vagones de ganado como suministros “justo a tiempo”. El número de personas despachadas estaba calculado para aprovechar al máximo la capacidad industrial de la máquina del exterminio. Por ejemplo, por cada mil que deberían llegar vivas a las cámaras de gas eran despachadas mil veinte, en virtud de que estaban calculadas veinte defunciones en ruta. Todo esto coordinado y dosificado conjuntamente por la “organización Eichmann” y su correa de transmisión con la población ghettoizada, que eran los “Consejos Judíos” por ella instituidos en cada país, cuyos miembros eran reclutados entre líderes de la propia comunidad. La policía de esos centros urbanos de concentración transitoria, conocida como “policía judía”, tenía la tarea de conservar el orden, evitar que cualquiera se escapara y velar por el orden de los embarques. Donde Eichmann no tuvo éxito en establecer un Consejo Judío funcional, con su correspondiente policía para garantizar el “orden”, donde la maquinaria no funcionaba, reinaba el “caos”, salvándose hasta un 50 por ciento de la población (Holanda), frente a un tres por ciento, promedio, donde hubo “orden”, que fue casi en todas partes. El exterminio administrativo en masacres de fusilamiento fue perpetrado por los llamados Grupos de Tareas bajo el mando supremo de Heinrich Himmler y fuerzas locales colaboracionistas, como las ucranianas. El exterminio industrial en cámaras de gas rodantes era realizado por las SS en colaboración con los presos de los campos de concentración y exterminio, donde éstos mismos eran exterminados. En las fábricas de exterminio, casi todo el “proceso industrial” era realizado por los mismos presos. Así, en la medida que avanzó la “Solución Final”, fue siendo perfeccionado el proceso de exterminio a tal grado que, desde el “trabajo” de los Consejos Judíos” y la policía judía en los llamados ghettos, hasta el exterminio industrial era realizado por las víctimas mismas, y financiado por ellas.

    Comúnmente es mencionada la conferencia convocada para el 20 de enero de 1942 por Reinhardt Heydrich en la sede de la INTERPOL en la calle Grosser Wahnsee 56/58 de Berlin, la así llamada Conferencia de Wahnsee, como el momento en que fue dada la tal orden para la así llamada “Solución Final” [die Endlösung]. En realidad, en esa conferencia, a la que asistió Eichmann con su jefe convocante para llevar el apunte, fueron consensuadas prácticas que hasta esa fecha ya estaban en marcha desde hacía tiempo, pero de manera desordenada. Nunca había estado en cuestión el exterminio de los judíos en los territorios orientales conquistados, ni tampoco que, después de los judíos y cíngaros, vendrían los eslavos, comenzando por los polacos. Los Grupos de Tarea [Einsatzgruppen] para exterminar a la población judía junto con los comisarios políticos soviéticos ya operaban y realizaban masacres masivas tras el frente de avance de la Wehrmacht.

    La decisión para la “Solución Final” (exterminio) de los judíos de toda Europa había sido enunciada por Hitler en realidad cinco semanas antes, en una reunión el 12 de diciembre de 1941 (Christian Gerlach[3]). Para esas fechas, aparte de la emigración forzada, el asesinato social de los “judíos biológicos” dentro del Reich austro-alemán, la población judía exterminada ya había rebasado más de un millón de ejecuciones y cuatro días antes las SS habían iniciado en Chelmno las matanza masiva con cámaras de gas rodantes con motores a Diesel (monóxido de carbono).

    A principios de diciembre de 1941 el gobierno hitleriano vivía la peor crisis desde sus inicios: las ciudades industriales estratégicas de Colonia y Aachen habían sido devastadas por bombardeos aéreos británicos (7 y 8 de diciembre respectivamente); en menos de seis meses, desde el 22 de junio, la Luftwaffe había perdido 2093 aviones en el frente oriental, los motores de los tanques estaban fundidos, los trenes hacia el este atascados en la nieve y hielo (rutas ferroviarias apuradamente colocadas con el avance al Este), 160 mil soldados habían caído ya ante las defensas contraofensivas soviéticas (que la URSS pagaría con 20 millones de vidas), miles se congelaban en los hospitales de campiña y trincheras, el ejército oriental estaba en el límite, en el Reich circulaban rumores acerca de reducciones recientes en las raciones de carne y grasa, y cinco días antes Japón, en vez de atacar a la URSS, como había acordado previamente con Hitler, para abrirle un frente oriental, un segundo frente a Stalin, había atacado en vez a Estados Unidos en Pearl Harbor, por lo que el 11 de diciembre, un día antes de la reunión, el ‘tercer’ Reich tuvo que reaccionar con una declaración de guerra contra Estados Unidos. Para Hitler había comenzado la guerra mundial en el peor momento.

    En los diarios de Joseph Goebbels se lee al respecto de esa junta:

    [C]on relación a los judíos, el Führer está decidido a limpiar la mesa. Está aquí la guerra mundial, el exterminio de la judeidad tiene que ser la consecuencia necesaria. Esta cuestión tiene que ser contemplada sin el más mínimo sentimentalismo. No estamos aquí para tener compasión con los judíos, sino solamente compasión con nuestro pueblo alemán. Si el pueblo alemán ahora ha sacrificado otra vez en la campaña hacia el Este a alrededor de 160 mil muertos, entonces los perpetradores de este conflicto sangriento tendrán que pagar con su vida.[4]

    Dos días después, el 14 de diciembre, Himmler se reunió con Victor Brack, responsable junto con Philipp Bouhler del programa de “eutanasia” a enfermos mentales mediante el empleo de inyecciones y cámaras de gas (monóxido de carbono), el llamado programa T4 [por su sede en la calle Tiergartenstrasse 4, Berlin][5], concebido e implementado por médicos y psiquiatras, programa que tuvo que ser suspendido debido a grandes protestas. Ahora este cuerpo de expertos, que primero exterminaría a más de 200 mil alemanes, (este exterminio comenzó el mismo día en que Hitler invadió Polonia, el 1° de septiembre de 1939), fue enviado a las neocolonias del Este para cumplir con una tarea de “eutanasia” aun mayor en los campos de exterminio ampliados y a ser construidos: exterminar a los judíos de Europa. A las cámaras de gas a base del monóxido de carbono generado por motores Diesel fueron sumadas en Auschwitz-Birkenau, primero de manera experimental, cámaras de gas que empleaban el gas ya existente en los campos de concentración como medio de desinfección, el ácido cianhídrico.

    Este gas,[6] empleado masivamente en el combate a plagas en el agro, cuyas cualidades letales habían sido descubiertas después de la Primera Guerra Mundial por un “experto”, el químico Fritz Haber, director del departamento de guerra química del Káiser durante la Primera Guerra Mundial, Premio Nobel en química al final de la misma, el mismo 1918. Chauvinista alemán en extremo, personalidad autoriario-servil prototípica, inventor del amoniaco sintético, puso al servicio de su patria y Káiser su cuerpo y alma nacionalistas durante la Primera Guerra Mundial. Inventó el gas de cloro, que él mismo aplicó en el frente de guerra, junto con algunos de sus brillantes jóvenes discípulos, otros aspirantes a expertos, futuros Premios Nobel en física como Otto Hahn, James Franck y Gustav Hertz. Max Born rehusó participar. Haber argumentaba que era más humana la guerra química que la de las bombas y balas. Posteriormente vendería sus conocimientos en guerra química también a Alfonso XIII y Primo de Rivera en su guerra contra Abd al-Krim en Marruecos. En 1934 Haber se refugió en Suiza, al serle aplicada en Alemania la interdicción laboral contra empleados públicos, por ser judío. Familiares suyos fueron exterminados en el marco de la “Solución Final”.[7]

    La segunda acepción del eufemismo “Solución Final” (acepción menos conocida) tiene que ver con los fundamentos mismos del proyecto socio-económico-racial nacional popular del nazismo, y su proyecto imperialista. La “Solución Final” fue uno de los proyectos de redistribución de la riqueza más radicales ocurridos en el siglo XX.

    El nazismo había reemplazado el concepto clase por el de raza, como lo ha planteado el historiador Götz Aly. A las mussolinianas democrazia totalitaria y ordine nuovo corresponderían en el nazismo el comunitarismo o comunidad del pueblo alemán, delimitado “científico-racialmente” [Volksgemeinschaft] y la Revolución Nacionalsocialista, tan vitoreada ya en 1934 por el célebre filósofo y rector nazi de la Universidad de Friburgo, Martin Heidegger. Por la raza hablaría el espíritu, y su voz era el caudillo, líder, Führer (führen=liderear). Los enemigos del pueblo y del socialismo nacionalista eran, según el discurso oficial, la “especulación financiera judía” y el “bolchevismo judío”, por muy incompatibles que sean estas dos aseveraciones (Don Dinero judío y el enemigo judío del capitalismo). Himmler habló incluso del “socialismo de la buena sangre” y vale recalcar que el nombre oficial del partido nazi fue Partido Obrero Alemán Nacionalsocialista, y su bandera, la de las huelgas. Las bases sociales del nacionalsocialismo esperaban de su revolución socialista nacionalista un ascenso social masivo.

    Para resolver la cuestión social interna, uno de los instrumentos centrales empleados fue la política expropiatoria (nacionalizadora) y fiscal en un principio, y vinculada con la expansión imperial después. Mientras que durante la Primera Guerra Mundial sólo el 13 por ciento de los gastos del Estado fueron financiados por ingresos regulares recaudados por el fisco, durante la Segunda Guerra Mundial hasta 1944, la cifra fue de 50 por ciento. A los fuertes impuestos sobre la renta aplicados a los empresarios y perceptores de altos ingresos, fue agregado un impuesto de guerra extraordinario del 50 por ciento. Excluidos estaban, sin embargo, quienes tuvieran ingresos menores a 3000 marcos —un techo muy generoso— lo que, según las cifras del año 1937, significaba que la totalidad de los obreros (15,5 millones) y el 53 por ciento de los empleados públicos quedaran exentos. Los agricultores vivieron en un “oasis-fiscal”, pues el rendimiento impositivo en el campo no incrementó ni un centavo durante toda la guerra.

    En los primeros treinta meses de la guerra fueron recaudados doce mil millones (millardos) de marcos adicionales, sólo 2,5 millardos en impuestos dirigidos al grueso de la población, es decir, impuestos indirectos, IVA al tabaco y alcohol, y el resto, 9,5 millardos provinieron de los empresarios y preceptores de ingresos altos. Un año después, en plena guerra, lo recaudado por el Estado proveniente de ingresos empresariales fue de alrededor de 15 a 17 millardos de marcos adicionales, frente a apenas un millardo adicional de otros ingresos privados. La tasa de impuestos a sociedades fue colocada en 50 por ciento y los impuestos a las ganancias en dividendos y beneficios bursátiles fue elevada al 65 por ciento. Los casatenientes, sujetos desde 1942 a un congelamiento en los alquileres tuvieron que desembolsar 7,75 millardos de marcos en impuestos especiales adicionales. El 13 por ciento de los causantes pagaba el 80 por ciento de los ingresos totales recaudados por vía de impuestos que ingresaban a las arcas del Estado. Pese a los reclamos de los expertos gubernamentales en contra de esa política fiscal muy desfavorable para el decil más alto de la población en materia de ingresos, los funcionarios del Partido Obrero Alemán Nacionalsocialista y Hitler se opusieron hasta el final de la guerra a cualquier modificación.

    Sin embargo, con la implementación de ese “comunismo de guerra”, como lo ha calificado Götz Aly, y pese a los enormes impuestos aplicados a ese decil (13 por ciento) más rico de la población, que ponía el 80 por ciento de lo recaudado, los recursos así generados dentro del Reich no cubrían ese 50 por ciento del gasto de guerra (“inversión”), que el Estado, presuntamente, financiaba con ingresos directos a sus arcas. ¿Cómo explicar el faltante, que era más de la mitad?

    Para pagar las deudas de la guerra estaba ya previsto cubrirlas mediante la expansión y conquista imperiales: con recursos extraídos a las economías extranjeras y la ocupación de tierras extranjeras, particularmente Polonia y la Unión Soviética, que pasarían a ser propiedad del Reich; tierras y recursos que, primero nacionalizados por el Estado mediante la conquista, podrían entonces generarle ingresos al Estado al ser privatizados en beneficio del capital. En este contexto los gastos militares no eran vistos como gastos, mucho menos como gastos improductivos, sino como inversión, pues frente a estos gastos-inversión habría que contraponer los enormes beneficios que la guerra generaría en calidad de botín; riquezas “ganadas por la espada [austro]alemana”. Por eso mismo, parte de la propiedad del Reich así obtenida debería ser puesta a disfrute y disposición de los ahorradores austroalemanes, como participaciones en complejos industriales y minas en el Este conquistado y ocupado.

    El recurso a las arcas de países extranjeros, que aparecía en la cuenta nacional bajo el rubro de “otros ingresos” resultó ser “el auténtico factor dinámico” del financiamiento alemán de la guerra. En este rubro fueron ingresados y ocultados los tributos pagados por “costos de ocupación”, que el imperio invasor imponía a cada país que ocupaba. La regla era que el país ocupado tenía que erogar a favor de su ocupante el equivalente al 50 por ciento del último presupuesto nacional total del año previo a la ocupación, en paga por los “costos de ocupación”. Según el entonces Banco Internacional para el Equilibrio Internacional de Balanza de Pagos en Basilea, Suiza, los ingresos a través del saqueo imperial llegaron a 28,1 millardos de marcos en 1943 y a 39, 6 millardos en 1944. Esto quiere decir que el tributo pagado por los países ocupados bajo el eufemismo “costos de ocupación” conformó más de la mitad de todos los ingresos vía impuestos que entraron a las arcas del Reich.

    Cualquier país del mundo tendría que colapsarse económicamente si de un año para el otro, más aún si acaba de ser invadido, tuviera que incrementar su presupuesto anual en un 50 por ciento, para pagar los “costos de ocupación” de su invasor. La inflación que esto desataría sería incontrolable y desestabilizaría al país social y económicamente. Previendo esto, y buscando lograr una explotación sistemática e integral del país ocupado, en colaboración con una administración nativa cooperativa, el ocupante tenía interés y reconoció la importancia de una estabilización macroeconómica. Así, “de manera altamente secreta y, en posible, sin dejar rastro”, el ocupante le insistía a la administración colaboracionista del país ocupado la nacionalización y subsiguiente reprivatización de los bienes expropiados a los judíos ghettoizados y/o en ruta al exterminio en beneficio de los países ocupados de Europa. Este programa de saqueo imperial a favor del “socialismo de la sangre” o “de la raza” en la metrópoli, a través de programas de estabilización macroeconómica en los países satélites, es decir, política de estabilización macroeconómica como instrumento central de saqueo integral de una economía nacional, en un clima de estabilidad y propicio para atraer inversionistas, con la concomitante expropiación, nacionalización/estatización, reprivatización, pago de “costos de ocupación”, fue bautizado, apelando al nacionalismo, según el país, como polonización, rumanización, chequización, magyarización, helenización, etc. En el caso de Grecia, único país donde la ocupación alcanzó a desatar una macroinflación, el plan de saqueo integral de la economía nacional incluyó un paquete de rescate macroeconómico diseñado por los economistas del Reich, que incluyó el envío de oro desde el Reich a las reservas griegas, para estabilizar la moneda local. Según relata el historiador Götz Aly, Eberhard von Thadden, el enviado a Grecia para preparar la deportación [y exterminio] de los judíos, calificó su viaje en un memorándum como “encargo especial del Führer relativo a la estabilización de las condiciones económicas en Grecia”. En Alemania y Austria a la nacionalización se le llamó “arización”, mientras que a la expropiación se le llamó “desjudificación”.

    “Los funcionarios de los gobiernos nacionales de los países satélites y millones de consumidores europeos —acota Götz Aly— se transformaron en co-ladrones y encubridores de hurto. Con todo, los beneficios de lo vendido afluyeron hacia los ministerios de finanzas nacionales en los respectivos países ocupados y, de ahí —bien concientemente y organizado de manera muy encubierta— a los respectivos intendentes de las fuerzas de ocupación, de la Wehrmacht. Estos administraban las cuentas bancarias, en los que eran depositados los “costos de ocupación”. Estaban al final de un sistema perfecto de lavado de dinero”.[8]

    “Cuando uno tiene claro que los soldados alemanes recibían la parte principal de su paga en la moneda del país en el que estaban estacionados, para minimizar la presión inflacionaria sobre el marco, cuando uno tiene claro, además, que las permanencias en los hospitales militares de soldados heridos alemanes en Hungría, Polonia, o en Bohemia eran pagadas en la respectiva moneda local, así como también los suministros de millones y millones de toneladas de víveres, de servicios prestados, de productos industriales y materias primas suministrados al Reich y a la Wehrmacht, se vuelve claro dónde finalmente fueron a parar los bienes de los judíos asesinados de Europa”, señala Götz Aly y agrega que no fueron a parar solamente al gran capital, que se benefició, por supuesto, con los contratos de guerra y el botín creciente proveniente de las neocolonias, sino que los beneficios también “fueron valorizados en beneficio de millones de alemanes. A éstos el régimen no les podía imponer demasiadas cargas de guerra y les pagaba su salario indirectamente de la venta de los bienes de millones de judíos europeos expropiados, en su mayoría asesinados. Estos soldados se aprovisionaban de dinero en los mercados negros de Europa, se compraban cigarros y enviaban millones de paquetes vía el correo militar a casa. El tráfico de paquetes en esa dirección jamás fue restringido, por deseo explícito de Hitler”.[9]

    “La alemania hitleriana se convirtió durante la guerra en el Estado redistributivo par excellence, asevera Götz Aly y señala que “sólo así puede explicarse la gran estabilidad interna, una estabilidad empero que —como en todo Estado redistribuidor— tiene que ser comprada permanentemente de nuevo. Así se desarrolló una unidad de carácter nacional de las políticas racial, social y económica”.[10]

    El hecho de que la “nación judía”, por así llamarle, una de las muchas naciones históricas europeas, hubiera financiado de manera tan significativa la primera fase de la “revolución socialista (etno)nacionalista” y la guerra imperialista del austroalemán “Reich quiliasta”, de mil años, se debe a que, como toda nación, consta de clases sociales, sectores minoritarios muy, muy ricos, sectores medios y una gran base muy trabajadora y explotada con recursos e ingresos muy limitados, como la diáspora mexicana (o salvadoreña), pero que en su conjunto, por su volumen, se ha vuelto la principal fuente de divisas del Estado mexicano (y salvadoreño). Así, el “socialismo nacionalista”, “de la raza”, “de la sangre”, de una población nacional fue financiado por la expropiación/nacionalización (“desjudificación”/”helenización”, etc.) de otra nación europea (en todas sus clases sociales) completa, mediante su exterminio físico a escala industrial. La bomba de neutrones todavía no había sido inventada, menos aún su equivalente biológico, que permitiría exterminar a todos los portadores de un atributo biológico específico, sin rasguñar a los demás, como lo fue el catarro común para los indoamericanos y polinesios en el siglo XV.

    Es en este contexto que tiene que ser entendida la función tan importante que desempeñó en las SS la Sección IV-b4, “secta judía”, de la GeStaPo, encabezada por el experto en cuestiones judías, Adolf Eichmann,[11] en el judeocidio, es decir, en el proyecto “socialista (etno)nacionalista” redistributivo y en el financiamiento de la guerra imperialista del ‘tercer’ Reich austroalemán. El siguiente paso iba a ser el exterminio de los polacos inservibles como esclavos, y la expulsión-muerte de 40 a 50 millones de eslavos hacia Siberia, para que el Reich quiliasta se hiciera de un espacio vital [Lebensraum] “libre de eslavos” del tamaño de Polonia, los países bálticos y todo el occidente de Rusia. Eichmann sobreviviría la guerra, se escondería y, con la ayuda de redes clandestinas, y del obispo Alois Hudal y Edoardo Dömöter, padre de la iglesia de San Antonio en Génova (El nazismo exterminó a más de cuatro mil cuadros del imperio sacro Vaticano entre sacerdotes, monjes y monjas), bajo el nombre Riccardo Klement, formaría parte de la emigración silenciosa nazi a Sudamérica, incluyendo a la Argentina del general Juan Domingo Perón[12], donde residiría hasta su rapto el 11 de mayo de 1960 en Buenos Aires y su traslado a Jerusalén para ser sometido a juicio.

    II. La banalidad del mal

    Adolf Eichmann fue ejecutado en la horca poco antes de la media noche el 31 de mayo de 1962. Su cuerpo fue incinerado y sus cenizas esparcidas en el Mar Mediterráneo frente a la costa de Israel. Pocas horas antes ese mismo día había sido rechazada su solicitud de clemencia —cuatro folios manuscritos— presentada dos días antes al presidente de Israel, Itzhak Ben-Zvi. Había sido sentenciado a muerte el 15 de diciembre de 1961, condena que fue confirmada por la Corte de Apelación el 29 de mayo de 1962.[13]

    Quien había sido responsable del suministro just-in-time de millones de seres humanos a las industrias del exterminio, de la provisión de decenas de miles de esclavos a ser exterminados a través del trabajo [Vernichtung durch Arbeit], opositor en el otoño de 1944 a la orden de Himmler de cesar el judeocidio y parar la industria exterminadora ante la inminente rendición, de concebir el plan “sangre por mercancías” (un millón de judíos a cambio de diez mil camiones) y responsable vía sus subalternos del campo de concentración de Theresienstadt fue a la horca “con gran dignidad”, según narró Hannah Arendt en su libro Eichmann en Jerusalén:

    Caminó las cincuenta yardas de su celda a la cámara de ejecución calmado y erecto, con sus manos atadas detrás. Cuando los guardias ataron sus tobillos y rodillas, les solicitó aflojar los lazos para que pudiera pararse derecho. ‘No necesito eso’, dijo cuando le fue ofrecida la capucha negra. Estaba completamente al mando de sí mismo; no, aún más: era completamente él mismo. Nada podría haber demostrado esto más convincentemente que la grotesca ridiculez de sus últimas palabras. Comenzó aseverando enfáticamente que era un creyente en Dios [Gottgläubiger], para expresar en común usanza nazi que no era cristiano y no creía en la vida después de la muerte. Entonces prosiguió: ‘Despues de poco tiempo, caballeros, nos volveremos a encontrar. Tal es el destino de todos los hombres. Viva Alemania, viva Argentina, viva Austria, no las olvidaré.’[14]

    Arendt añadió en seguida que Eichmann, “de cara a la muerte, había encontrado el cliché utilizado en oratoria funebre”, que bajo la horca, su memoria le había jugado “el último truco”, pues “estaba en un estado de elación y olvidó que éste era su propio funeral”, y que “era como si en esos últimos minutos él estaba resumiendo la lección que este curso largo sobre la maldad humana nos había enseñado –la lección de la temerosa banalidad del mal, desafiante a la palabra y al pensamiento”.[15]

    La noción de banalidad del mal, expresión que acuñó Arendt a resultas de escuchar y observar a Eichmann durante el juicio al que ella asistió de principio a fin, desató una feroz controversia e indignación internacionales al aparecer como Leitmotiv de su reporte del juicio, e incluso como parte del título mismo del libro: Eichmann en Jerusalén: un reporte sobre la banalidad del mal. El nazismo unos lustros antes había denegado a decenas de millones de seres humanos pertenencia a la especie humana declarándoles peste animal y, en el mejor de los casos, infrahumanos que deberían ser esclavizados y/o exterminados. Ahora El fiscal Gideon Hausner en su discurso inicial había señalado que Eichmann, por los crímenes en los que había co-participado, era un monstruo al que le denegó por ello pertenencia a la especie humana. ¿Qué relación pudiera entonces existir entre banalidad del mal y los perpetradores de una monstruosidad que desafió y —parafraseando a Arendt— sigue desafiando a la palabra y el pensamiento?

    Ella aseveró que “el problema con Eichmann era precisamente que había muchos como él, y que los muchos no eran ni perversos ni sádicos, que eran, y todavía son, terriblemente y aterradoramente normales” y que “esta normalidad era mucho más aterradora que todas las atrocidades sumadas juntas, pues implicaba […] que este nuevo tipo de criminal, quien es de hecho hostis generis humani, comete sus crímenes bajo circunstancias que le hacen casi imposible saber o sentir que está obrando mal”. Así, la banalidad del mal, según Arendt, se encuentra en la normalidad de esos muchos, inconscientes e insensibles a que están obrando mal, e imposibilitados incluso de percatarse de ello, al carecer de falta de imaginación, en el sentido de Arendt. Esto y su vigencia actual serían lo más terrorífico de todo. En este sentido, la evidencia que salió a la luz en torno al caso Eichmann, aseveró ella, “era incluso más convincente”.[16]

    Arendt, para someter su propio planteamiento a una refutadora crítica radical, procedió en su análisis a la inversa: intentó encontrar, sin éxito, cualquier indicio en lo manifestado por Eichmann durante el juicio, que externara alguna auto percepción del mal con relación a la monstruosidad en la que co-participó de manera central. El único indicio que encontró fue de carácter somático: un comentario de Eichmann de los efectos sobre su estómago de haber sido testigo directo de atrocidades en proceso durante una de sus visitas a fábricas de exterminio humano, y cuyo único resultado práctico fue que siguiera ejerciendo su oficio con eficiencia y ambición de ascenso escalafonario, pero evitando situaciones que pudieran interferir con su tranquilidad estomacal y el máximo rendimiento en su trabajo. El judeocidio, cingarocidio y eslavocidio mediante masacres administrativas e industrias del exterminio con su concomitante saqueo de bienes muebles e inmuebles (territorios enteros), que debían ser rigurosamente administrados, era trabajo, mucho trabajo. El “trabajo hace libre” rezaba a la entrada del lager-cabecera de Auschwitz.

    Arendt descartó que Eichmann fuera un extraordinario actor y/o cuadro nazi brillante que, consciente del mal del que había sido co-perpetrador, simulara un papel de obediente burócrata durante el juicio: Eichmann, quien no podía hablar sino en clichés, que no podía reflexionar, resultó ser más terrorífico que un monstruo humano, que sería una excepción, por ende, tranquilizadora. Resultó ser la regla, la terrorífica normalidad compartida con tantos otros, un prototipo de la personalidad autoritaria-servil, la banalidad del mal.

    De manera más explícita, y en respuesta a las críticas lanzadas contra su formulación, Arendt escribió que cuando se refería a la banalidad del mal, lo hacía “sólo a nivel de los hechos, apuntando a un fenómeno que le saltaba a uno directamente a la vista durante el juicio”. Ajeno a personajes shakespeareanos como Macbeth y Iago, Eichmann, “excepto por una diligencia extraordinaria en velar por su avance personal, no tenía para nada motivos. Y esta diligencia en sí misma no era en nada criminal; sin duda jamás hubiera asesinado a su superior para heredar su puesto. Él meramente, para poner el asunto en términos coloquiales, jamás se dio cuenta de lo que hacía”.[17] Y acotó que era “precisamente esta falta de imaginación” la que le había permitido desahogarse durante ocho meses ante un judío alemán durante la interrogación policiaca en Jerusalén, que duró varios meses previos al juicio, donde su principal y recurrente lamento era que no había pasado de teniente coronel de las SS y que no era su culpa el que no hubiera sido ascendido. Arendt subrayó que Eichmann sabía perfectamente bien de lo que había sido co-partícipe quince años atrás, y en su declaración final ante el tribunal habló de una “revaloración de los valores prescritos por el gobierno [nazi]”. “No era estúpido”, observó Arendt, “era mera irreflexión [thoughtlessness] —algo para nada idéntico a estupidez— lo que le predisponía a convertirse en uno de los más grandes criminales de aquel período”.[18]

    Cuanto más tiempo uno escuchara a Eichmann durante el juicio, observó Arendt, “tanto más obvio se hizo que su inhabilidad para hablar estaba estrechamente vinculada a su inhabilidad para ‘pensar’, es decir, a pensar desde el punto de vista del otro. Ninguna comunicación era posible con él, no porque mentía, sino porque estaba rodeado de dispositivos más confiables que le salvaguardaban frente a las palabras y a la presencia de otros, y por ende, frente a la realidad como tal”.[19]

    La lección que podía uno extraer del juicio en Jerusalén, según Arendt, que no era ni explicación, ni mucho menos teoría, era que “una lejanía tal de la realidad y tal irreflexión”, como la mostrada por Eichmann bajo la horca, “cuando no fue capaz de pensar en nada salvo en lo que había escuchado en funerales toda su vida, y que esas ‘palabras rimbombantes’ [su cliché de despedida] obnubilaran la realidad de su propia muerte […] puede infligir más devastación que todos los instintos malvados tomados juntos que, quizás sean inherentes al ser humano”[20].

    Serían pues la irreflexión, la falta de imaginación y la lejanía de la realidad, siempre en el sentido de Arendt, lo que da pie a la banalidad del mal, es decir, a las muchas terribles y aterradoras personas normales como Eichmann. Pero, ¿bajo qué condiciones proliferan masivamente la irreflexión, la falta de imaginación y la lejanía de la realidad?

    III. Auschwitz Hoy

    Otro filósofo y ensayista, Günther Anders, primer esposo de Arendt, empleó una noción que pudiera ser vista en cierta medida como sinónimo de la banalidad del mal: lo monstruoso. Para Anders “las repeticiones de lo monstruoso no son sólo posibles […] sino probables”[21] y, por lo tanto, era necesario ir a las raíces.[22] En esa búsqueda radical Anders se ocuparía también del estreno atómico mundial, el lanzamiento de la bomba sobre Hiroshima (y después Nagasaki) por Claude Eatherly.[23] Identificó dos raíces de lo monstruoso que, además, calificó como más profundas que las políticas: lo que llamó la desproporción y la naturaleza maquinal del mundo de hoy.

    Con desproporción se refería Anders a la brecha que se ha abierto entre lo que los seres humanos pueden hacer y “lo que puede ser psicológicamente verificable”, algo similar a la falta de imaginación de Arendt. El triunfo de la técnica ha hecho “que nuestro mundo ya sea ‘demasiado’ para nosotros”. Explicó que “lo que en adelante podemos ‘hacer’ (y lo que, por lo tanto, hacemos realmente) es más grande que aquello de lo que podemos ‘crearnos una representación’; que entre nuestra capacidad de ‘fabricación’ y nuestra facultad de ‘representación’ se ha abierto un abismo”[24] cada día mayor. Agregó que mientras la capacidad de fabricación de los seres humanos, nosotros, es incontenible e ‘ilimitada’, “nuestra facultad de representación es, por naturaleza ‘limitada’”. Es decir que “los objetos que hoy estamos acostumbrados a producir con la ayuda de nuestra técnica imposible de contener; así como los efectos que somos capaces de provocar, son tan enormes y tan potentes que ya no podemos concebirlos, y menos aún identificarlos como nuestros”.[25] Anders alertó que lo mismo ocurre con relación al proceso de trabajo, donde ocurre lo que llama una ilimitada mediación:

    Tan pronto como se nos da un empleo para que ejecutemos una de las innumerables actividades aisladas de las que se compone el proceso de producción perdemos no sólo el interés por el mecanismo en tanto totalidad y por sus efectos últimos, sino que se nos arrebata la capacidad de crearnos una representación de todo ello. Una vez sobrepasado cierto grado de mediación —y esto es la norma en la forma actual de trabajo industrial, comercial y administrativo— renunciamos, o mejor dicho, ya no sabemos siquiera que renunciamos a lo que sería nuestra tarea: contar con una representación de lo que hacemos.[26]

    Según Anders, ya no podemos imaginarnos el cuadro completo. Y lo mismo ocurre con nuestra percepción:

    [E]n el momento en que los efectos de nuestro trabajo o de nuestra acción sobrepasan cierta magnitud o cierto grado de mediación, comienzan a tornarse obscuros para nosotros. Cuanto más complejo se hace el aparato en el que estamos inmersos, cuanto mayores son sus efectos, tanto menos tenemos una visión de los mismos y tanto más se complica nuestra posibilidad de comprender los procesos de los que formamos parte o de entender realmente lo que está en juego en ellos. […] Nuestro mundo, al sustraerse tanto a nuestra representación como a nuestra percepción, se torna cada día más ‘oscuro’ Tan oscuro que podríamos calificar nuestra época de dark age.

    Quien cree que la ilustración de los seres humanos iría de la mano del desarrollo tecnológico no sólo se equivoca sino que cae víctima “de los actuales grupos de poder: de esos hombres oscuros de la época técnica cuyo máximo interés es mantenernos en la oscuridad en con la realidad del oscurecimiento de nuestro mundo o, mejor dicho, producir incesantemente esa oscuridad. Pues esta es la ingeniosa mistificación de la que hoy son víctimas quienes carecen de poder”. Y acotó Anders que “si ayer la táctica consistía en ‘excluir’ de toda ilustración posible a quienes carecían de poder, hoy consiste en ‘hacer creer’ que tienen luces quienes no ven que no ven”. La técnica y la ilustración hoy día avanzan en direcciones inversas, son “inversamente proporcionales”: “cuanto más trepidante es el ritmo del progreso, cuanto mayores son los efectos de nuestra producción y más compleja la estructura de nuestros aparatos, tanto más rápidamente pierden nuestra representación y nuestra percepción la fuerza de avanzar al mismo ritmo, cuanto más rápidamente se eclipsan nuestras ‘luces’, más ciegos nos volvemos.[27]

    Advirtió que “si aquello a lo que propiamente habría que reaccionar se torna desmesurado, también nuestra capacidad de sentir desfallece. Ya afecte esta ‘desmesura’ a proyectos, logros productivos o acciones realizadas, el ‘demasiado grande’ nos deja fríos, o mejor dicho, ni siquiera fríos (pues la frialdad sería también una forma de sentir), sino completamente indiferentes: nos convertimos en ‘analfabetos emocionales’ que, enfrentados a ‘textos demasiado grandes’, son ya incapaces de reconocer que lo que tienen ante sí son textos”.[28] Es debido a esto que el exterminio de seis millones de seres humanos nos resulta “un simple número”, mientras que la evocación de una matanza de pocas personas o la aniquilación de una sola persona todavía nos puede horrorizar. Así, como ha observado Primo Levi, “una sola Anna Frank despierta más emoción que los millares [escondidos en Holanda] que como ella sufrieron”.[29] Así también, en el mismo en Auschwitz-Birkenau, relata Primo Levi, el descubrimiento por los miembros de un Sonderkommando [“escuadra especial” de presos[30]] dentro de la cámara de gas de una joven de 16 años aún viva debajo de un cerro de cadáveres humanos exterminados motivó a aquellos a llamar a un médico para reanimarla mediante una inyección. Una vez reanimada, un militante de las SS de nombre Muhsfeld fue llamado para decidir qué hacer con ella. Decidió que, como ella era testigo vivo de algo que nadie había sobrevivido y que nadie debiera saber, debería morir (como sucedía cada tanto tiempo con los mismos miembros de las escuadras). Un subalterno fue ordenado a matarla de un golpe en la nuca.

    La insuficiencia de nuestro sentir y el desfallecimiento de nuestra facultad de representación y de nuestra percepción, “[hacen] posible la repetición de lo peor; facilita su incremento; convierte incluso en inevitable su repetición y su incremento. Pues entre los sentimientos que desfallecen no sólo está el del horror; el del respeto o el de la compasión, sino también el ‘sentimiento de responsabilidad’ […] este sentimiento se torna tanto más impotente cuanto mayor se vuelve el efecto que nos proponemos lograr o que ya hemos logrado; que se hace igual a cero —y esto significa: que nuestro mecanismo de inhibición queda totalmente paralizado— tan pronto como se sobrepasa cierto umbral. Y dado que esta regla infernal es efectiva, hoy lo ‘monstruoso’ tiene vía libre.”[31]

    Ante la desproporción, según Anders, “existe todavía la posibilidad de parar el monstruo”, en virtud de que “la experiencia misma de nuestra impotencia representa […] una experiencia moral positiva”, que puede “activar un mecanismo de inhibición”. Y explica que, “en el shock de nuestra impotencia habita, por así decirlo, un poder de advertencia”, lo que nos advierte que “hemos alcanzado ese límite último tras el cual los caminos de responsabilidad y del cinismo se bifurcan irremediablemente”.[32]

    Señaló Anders que, quien ha intentado alguna vez “representarse”, visualizar o imaginarse “los efectos de la acción por él planteada” y, “tras fracasar en su intento, reconoce verdaderamente el fracaso, le invade el miedo; un miedo salvífico ante lo que se proponía hacer realidad”. “De este modo —acotó Anders— se siente llamado a reexaminar su decisión” y a “hacer depender desde entonces su colaboración de su propia decisión”. Y así “ya ha dejado atrás la zona de riesgo en la que le podría ocurrir algo eichmanniano y en la que podría convertirse en ‘un Eichmann’”.[33]

    Anders sintetizó:

    ‘No puedo representarme el efecto de esta acción’, dice.

    ‘Luego se trata de un efecto monstruoso.

    Luego no puedo asumirlo.

    Luego he de revisar la acción planeada, o bien

    Rechazarla, o bien combatirla’.[34]

    Eichmann evitó correr el riesgo de debilitarse, de fracasar, ejercitando su voluntad para evitar representarse los resultados de sus acciones. Esa autocensura de la vista la ejercitó hasta que se convirtió en un mecanismo automático del inconsciente, hasta convertirle en un estúpido, que no era estúpido. La represión —como categoría psicológica— ejercitada por Eichmann antecedía a la acción. Su experiencia como testigo directo de la comisión de atrocidades cuando fue enviado a visitar los campos de exterminio en el Este le llevó a la renovada determinación de evitar a cualquier costo cualquier representación hasta el día mismo en que fue ejecutado en Jerusalén. Es más, Eichmann quiso mantenerse lo más posible en la ignorancia acerca de las monstruosidades de las que fue activo co-partícipe. La ignorancia buscada activamente fue la falta en sí, pues quería negarse a saber lo que hacía, negarse a saber lo que sabía, negarse a ver el cuadro completo; un atributo de la personalidad autoritaria-servil. Para eso se refugió en el alibi, en la coartada de estar en otra parte como engrane receptor de órdenes [Befehlsempfänger]a nivel medio de una insaciable megamáquina, que operaba jerárquicamente, sin (querer) representarse el cuadro completo. Estas personalidades autoritario-serviles, omnipotentes hacia abajo e impotentes hacia arriba, personas perfectamente normales, “estaban —y están— hechas de nuestra misma pasta” (Primo Levi), y abundan en las corporaciones privadas, organismos internacionales, y burocracias estatales de hoy. Piénsese en la ejecución por “expertos” de devastaciones de países, no, de regiones enteras del mundo, de cientos de millones de personas hoy día por los Eichmanns preocupados ante todo por su ascenso escalafonario en los gobiernos de los países, en los organismos internacionales, en las corporaciones privadas de la economía formal y criminal. A las tiranías gubernamentales se suman hoy las tiranías privadas, que muchas veces van juntas, como en el caso de las SS en el nazismo. Así el principio de acción tipo Eichmann lo formula así Anders:

    ‘Yo no reconozco en absoluto lo monstruoso.

    Debido a la ‘desproporción’, soy absolutamente incapaz de reconocerlo.

    Luego nada se me puede imputar.

    Luego puedo hacer lo monstruoso’.

    O

    ‘Yo no veo a los millones de personas que ordeno llevar a las cámaras de gas.

    Me es totalmente imposible verlos.

    Por tanto, puedo ordenar tranquilamente que los lleven a las cámaras de gas’.[35]

    La segunda raíz o de lo monstruoso, según Anders deriva de que el mundo actual “está en camino de convertirse en una máquina”. Ahora bien, la razón de ser de las máquinas, explicó Anders, es el máximo rendimiento. Por lo tanto, todas y cada una de las máquinas “necesita ‘mundos en derredor’ que garanticen este máximo. Y lo que necesitan, lo conquistan”.

    “Toda máquina —señaló Anders— es expansionista, por no decir ‘imperialista’; cada una de ellas se crea su propio ‘imperio colonial’ de servicios (compuesto por personal auxiliar, de servicio, consumidores, etc.) Y de estos ‘imperios coloniales’ exigen que se transformen a su imagen (la de las máquinas); que ‘jueguen su juego’, trabajando con la misma perfección y seguridad que ellas; en una palabra: que aunque localizadas fuera de la ‘madre patria’ […] se conviertan en co-maquinales. La máquina originaria, pues, se expande, se convierte en ‘megamáquina’. […] La autoexpansión no conoce límites, la ‘sed de acumulación de las máquinas es insaciable”.

    Al proceso maquinal de exclusión humana lo describió Anders así:

    “Las máquinas arrinconan como carentes de valor y nulos todos aquellos fragmentos de mundo que no se pliegan a la co-maquinización por ellas exigida; o que expulsan y eliminan, como si de desechos se tratara, a quienes, incapaces de prestar servicios o reacios al trabajo, sólo desean haraganear, constituyendo así una amenaza para la extensión del imperio de las máquinas. […] Naturalmente este proceso de co-maquinización no es solamente una lucha de las máquinas ‘contra’ el mundo, sino que es siempre, al mismo tiempo, una lucha ‘por’ el mundo, una competencia que las máquinas ávidas de botín despliegan ‘unas frente a otras’. Pero este hecho […] no disminuye en absoluto la claridad del objetivo final […] ‘conquista total’. Lo que desean las máquinas es una situación en la que ya no haya nada que no se pliegue a ellas, nada que no sea ya ‘co-maquinal’, ninguna ‘naturaleza’, ninguno de los así llamados ‘valores superiores’ ni (puesto que para ellas nosotros sólo seríamos ya personal de servicio o de consumo) tampoco nosotros, los seres humanos. Sino solamente ellas.[36]

     Así Anders llegó a su concepto de “máquina mundial”, o “imperio quiliasta del totalitarismo técnico”: “El mundo en tanto que máquina, es realmente el estado ‘técnico-totalitario’ al que nos dirigimos” y al que nos hemos dirigido “desde siempre, pues esta tendencia deriva del principio de la máquina, esto es, el impulso de autoexpansión. Por esta razón podemos afirmar tranquilamente: el mundo en tanto que máquina es el imperio quiliasta que soñaron todas las máquinas, desde la primera de ellas; y que hoy tenemos realmente ante nosotros, pues desde hace un par de décadas esta evolución ha entrado en un accelerando cada vez más vertiginoso”.[37]

    Cuando se realice el imperio quiliasta del totalitarismo técnico, acotó Anders, “sólo existiremos como piezas mecánicas o como materiales requeridos por la máquina: ‘en tanto que seres humanos’, seremos eliminados. Por lo que respecta al destino de aquellos que ofrezcan resistencia a su co-maquinización, después de Auschwitz no es difícil adivinarlo. Éstos no serán eliminados ‘en tanto que’ seres humanos, sino materialmente. El parecido de este amenazador imperio técnico-totalitario con el monstruo de ayer es evidente”.

    Es necesario dejar el autoengaño, diría Anders, pues “hemos adquirido la dulce costumbre de considerar el imperio que hemos dejado atrás, el ‘tercer’ Reich, como un hecho único, errático, como algo atípico en nuestra época o en nuestro mundo occidental. Pero este hábito, evidentemente no sirve como argumento, esta actitud no es más que una forma de cerrar los ojos. Puesto que la técnica es hija nuestra, sería tan cobarde como estúpido hablar de la maldición que le es inherente como si esta se hubiera colado casualmente en casa por la puerta trasera. Esta maldición es ‘nuestra’ maldición”.

    Alertó Anders en todas estas reflexiones que datan de 1962 que en el futuro el ‘tercer’ Reich sería visto meramente como un “pequeño experimento provinciano”:

    “Puesto que el imperio de la máquina procede por la acumulación, y puesto que el mundo de mañana se globalizará y sus efectos abarcarán todo, propiamente hablando la maldición se halla todavía ‘ante’ nosotros. Es decir: hemos de esperar que el horror del imperio por venir eclipse ampliamente el del imperio de ayer. No cabe duda: cuando un día nuestros hijos o nuestros nietos, orgullosos de su perfecta co-maquinización, desde las alturas de su imperio quiliasta bajen la mirada hacia el imperio de ayer, el así llamado ‘tercer’ Reich, sin duda éste sólo se les antojará un experimento provinciano, que, pese a su enorme esfuerzo por ser ‘mañana el mundo entero’, y a su cínico exterminio de lo no utilizable, no logró mantenerse en pie. Y sin duda, en lo que allí sucedió no verán otra cosa que un ensayo general del totalitarismo, ataviado con una necia ideología, al que la historia universal se aventuró prematuramente.[38]

    Son pocos los países, escribió Primo Levi en 1986 poco antes de morir, “que pueden garantizar su inmunidad a una futura marea de violencia, engendrada por la intolerancia, por la libido del poder, por razones económicas, por el fanatismo religioso o político, por los conflictos raciales”.[39] Ciertamente “hay muchas señales —acotó Levi— que hacen pensar en una genealogía de la violencia actual que, precisamente se deriva de aquella que dominaba la Alemania de Hitler”.[40] Levi hizo hincapié en rechazar la “teoría de la violencia preventiva”, como la llamó: “Tampoco puede aceptarse la teoría de la violencia preventiva: de la violencia sólo nace la violencia en un movimiento pendular que va ampliándose con el tiempo en lugar de disminuir”.[41]

    En la actualidad hay alarmantes indicios de que diferentes ejes están convergiendo con aceleración exponencial en una nueva síntesis de viejas y nuevas formas de violencia, de opresión y de exterminio, que se anuncia unívocamente con el desecho al basurero de la historia de los principios del derecho internacional derivados de la paz de Westfalia de 1648 y con la declaración por la cúpula gobernante del núcleo imperial actual, Estados Unidos de América, de un estado de excepción planetario que conlleva la supresión integral de los derechos inalienables del ser humano y su reducción a la nuda vida, como lo ha formulado el filósofo Girogio Agamben: una especie de mundialización de la Doctrina de Seguridad Nacional del núcleo imperial estadunidense y sus satélietes, aplicada y adaptada al mundo actual, que fue experimentada como plan piloto en el Cono Sur latinoamericano en las décadas de 1960 y 1970. La nueva convergencia (¿nuevo imperio técnico-totalitario?) si no es detenida por las fuerzas sociales, promete trascender con mucho a síntesis que le antecedieron, como lo fueron el proyecto quiliasta del ‘tercer’ Reich austroalemán y el lanzamiento de la bomba atómica sobre Hiroshima y Nagasaki.

    Esto ocurre no sólo porque el imperativo de la megamáquina nos empuja a que hagamos con la técnica todo lo podemos hacer, al tiempo que no podemos crearnos la representación de las consecuencias de todo lo que hacemos, la brecha señalada por Anders, sino porque simultáneamente para su consumación es fomentada masiva y sistemáticamente la cultura de la racionalidad de “la velocidad, flexibilidad y eficiencia”, encarnada en el nuevo hombre que necesita la máquina de Anders: el “hombre flexible” que, como ha analizado el filósofo berlinés Horst Kurnitzky, no es sino la ya conocida personalidad autoritario-servil.[42] Los Eichmann y sus hijos: la banalidad del mal.

     

    [1] “Mitad-judío” [half-Jew], en la formulación de Arendt. Hannah Arendt, Eichmann in Jerusalem: A Report on the Banality of Evil, (Revised and enlarged edition), Penguin Books, New York, 1992, p. 133.

    [2] El atentado contra Heydrich el 4 de junio de 1942 fue perpetrado por dos guerrilleros checos de la resistencia, Jan Kubis y Josef Gabelik, quienes murieron con otros 120 guerrilleros más, dentro de la iglesia de Karl Borromaeus, donde los sacerdotes les habían dado refugio. La iglesia fue tomada y todos pasados por las armas de las SS. Entre las represalias de las SS cuenta el borrado de la faz de la tierra del pueblo entero checo de Lídice, cercano a Praga. 

    [3] Véase Christian Gerlach, „Die Wannsee-Konferenz, das Schicksal der deutschen Juden und Hitlers politische Grundsatzentscheidung, alle Juden Europas zu ermorden“, Werkstatt Geschichte, Heft 18 (6. Jg., November 1997).

    [4] Götz Aly, „Der 12. Dezember 1941“, Berliner Zeitung, 13. Dezember 1997. Merece mención que la revelación invaluable de los entretelones previos a la Conferencia de Wannsee, un tema largamente debatido por historiadores, fuera iluminado de manera tan contundente por la tenaz investigación de un entonces joven doctorante en historia, Christian Gerlach, que es la que dio pie a la nota de Aly, en la que me he basado.

    [5] Sobre T4 puede consultarse el libro: Götz Aly, et al., Aktion T4: 1939-1945: Die „Euthanasie“-Zentrale in der Tiergartenstrasse 4, Edition Heinrich, Berlin, 1987.

    [6] Fue el químico sueco Karl Wilhelm Scheele quien, en los 1770s, descubrió el ácido cianhídrico; en sus estudios no aparece mención sobre las cualidades venenosas de este ácido. Scheele fue, además, el descubridor de arseno, arsenita de cobre, glicerina, los ácidos úrico, múcico, molíbdico, túngstico, y arsénico. 

    [7] Sobre Fritz Haber puede consultarse el ensayo biográfico de M. F. Perutz, “The Cabinet of Dr. Haber”, The New York Review of Books, Vol. XLIII, Nr. 8, 20 de junio de 1996, pp. 31-36.

    [8] Götz Aly, „Hitlers Volksstaat: Anmerkungen zum Klassencharakter des Nationalsozialismus“, Rede zur Verleihung des Heinrich-Mann-Preises der Akademie der Künste 2002.

    [9] Ibíd..

    [10] Ibíd..

    [11] Sobre la “Organización Eichmann” (Subsección IV-b4), véase Hans Safrian, Die Eichmannmänner, Europaverlag, Viena, 1993, 358 pp.

    [12] Sobre la emigración nazi a la Argentina bajo Perón véase el reciente libro de Uki Goñi, La auténtica Odessa: la fuga nazi a la Argentina de Perón, Paidós, Buenos Aires, 2002.

    [13] El juicio a Eichmann quedó registrado en 160 horas videograbadas. Rony Brauman y Eyal Sivan editaron el material a dos horas y titularon el documental “Un especialista”. El guion completo está incluido en Rony Brauman & Eyal Sivan, Elogio de la desobediencia, Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires y México, D.F., 1999.

    [14] Hannah Arendt, op. cit., p. 252.

    [15] Ibíd., p. 252.

    [16] Ibíd., p. 276.

    [17] Ibíd., p. 287.

    [18] Ibíd., pp. 287-288.

    [19] Ibíd., p. 49.

    [20] Ibíd., p. 288.

    [21] Günther Anders, Nosotros, los hijos de Eichmann, Paidos, Buenos Aires, 2001, p. 24.

    [22] Ibíd., p. 26.

    [23] Günther Anders, Más allá de los límites de la conciencia, Paidos, Buenos Aires, 2003. El título del libro en alemán es Hiroshima ist überall, que quiere decir que Hiroshima está en todas partes.

    [24] Anders, Nosotros, los hijos de Eichmann, p. 27.

    [25] Ibíd., p. 28.

    [26] Ibíd., p. 28.

    [27] Ibíd., pp. 28-30.

    [28] Ibíd., p. 32.

    [29] Primo Levi, Los hundidos y los salvados, Muchnik, Barcelona, 1989, p. 49.

    [30] Las escuadras especiales de presos eran las responsables de llevar a cabo, en las palabras de Levi, “el horrendo trabajo cotidiano de desenredar la maraña de cadáveres, lavarlos con mangueras y transportarlos al crematorio” (Levi, Op. cit., p. 48). Los integrantes de estas escuadras, portadores y co-consumadores del secreto del exterminio, vivían en un área aparte y aislados, bien vestidos y bien alimentados. Después de un tiempo determinado sabían que serían exterminados y sustituidos por nuevos presos, y así sucesivamente.

    [31] Ibíd., p. 32.

    [32] Ibíd., p. 37.

    [33] Ibíd., p. 38.

    [34] Ibíd., p. 38.

    [35] Ibíd., p. 43.

    [36] Ibíd., pp. 53-54.

    [37] Ibíd., pp. 55-56.

    [38] Ibíd., p. 58.

    [39] Levi, Op. cit., p. 173.

    [40] Ibíd., p. 174.

    [41] Ibíd., p. 174.

    [42] Véase Horst Kurnitzky, Retorno al destino: la liquidación de la sociedad por la sociedad misma, (Capítulo V: “El nuevo hombre: flexibilidad en el nuevo orden mundial”), Editorial Colibrí-Universidad Autónoma Metropolitana-Xochimilco, México, D.F., 2001, pp. 65-74; y más explicitado en Horst Kurnitzky, Die unzivilisierte Zivilisation: wie die Gesellschaft ihre Zukunft verspielt, Campus Verlag, Frankfurt/M, 2002, pp. 115-132

  • Testigo, silencio y censura

    Testigo, silencio y censura

     Lilia Ruiz Jiménez

    La primera idea que me surgió después de leer la aseveración de Elizabeth Costello, sobre escribir de la experiencia de crueldad, fue que era necesario decir algo al respecto. Costello no es sujeto real, sino el personaje creado por J.M. Coetzee y lo que dice es lo siguiente: “Hoy ésta es mi tesis: que algunas cosas no es bueno leerlas, ni escribirlas.”[1] Tampoco es la única que lo plantea. Ya un escritor real, Theodor W. Adorno, dijo en los años cincuentas, que después de Auschwitz, escribir poesía era un acto de barbarie. Pero es que yo había leído a Levi. Más aún, me había acercado a la poesía testimonial de Paul Celan, y no podía estar de acuerdo.

    Por ende, mi postura era esta: que no sólo es permisible escribir sobre la experiencia de crueldad. Si no que de lo leído, se puede de nuevo escribir y con ello, hacer un ejercicio de testigo sobre el testimonio de otro.

    Si ello lo concluía a partir de las obras de estos testigo; era importante mencionar que, por otro lado, no sólo Costello y Adorno, me provocaban un planteamiento contrario, sino uno de esos encuentros peculiares con otros, que aún pareciendo molestos, resultan tener utilidad.

    Sucedió que hace unos días: Me recibe en su oficina, un funcionario público. Después de ponerlo brevemente en antecedentes sobre el trabajo realizado, prosigo a explicarle el motivo de mi visita – conseguir un espacio para proyectar la película de “El especialista”-. Me sorprende su reacción.

    Solicita de manera insistentemente, un resumen, diciéndome: “¿pero, que se ve en esa película?”. Le respondo -“fragmentos sobre el juicio a Adolf Eichmann en Jerusalén”, él insiste -“¿si pero, que se va a ver, quién lo puede ver?”. En este momento, debo confesar que no me esperaba un interrogatorio así. Porque ni siquiera había reparado en la necesidad de que la cinta tuviera algún tipo de clasificación.

     Traté de ser precisa; no había imágenes cruentas de sobrevivientes o cadáveres de los campos, y ese es su temor. Mas debía advertirlo, era necesario, vería la “terrible normalidad”, (como lo dice Hannant Arendt)[2] de un hombre. Acusado de contribuir a la aniquilación de miles de individuos, atestando con ellos, vagones de trenes. A sabiendas de que eran conducidos hacia una de las más desgarradoras experiencias, sufridas por un ser humano. Y no solamente, también debía soportar que ese hombre “de carne y hueso”, no manifestara en su rostro una sola señal de arrepentimiento. Por el contrario, gestos de incomprensión ante las imputaciones del jurado. Pareciendo no entender la dimensión de su culpa, por considerar que no la tenía. No era un torturador sanguinario, o una bestia, como lo califica en algún momento el fiscal, era, simple y llanamente un burócrata, cumpliendo minuciosamente las ordenes que sus superiores le había encomendado.

     El funcionario miró sin entenderme, percibí su desconfianza. Posiblemente esta considerando que yo le estaba tendiendo una trampa, para que pasara dos horas de angustia frente a una pantalla. Acto seguido, condicionó la proyección de la película, a recibir una copia con antelación, misma que sería vista y comentada por sus superiores. Le dije que no era posible. Pidió entonces, un documento con membrete oficial, que incluyera la sinopsis de la aterradora película. Huelga decir, que no intenté más obtener el espacio en su institución.

    Considero que en el funcionario, había un interés genuino de protegerse, pero ¿de qué? Quizás de la vulnerabilidad que le haría sentir, ver lo que el hombre puede ser capaz de hacerle al hombre, y cuestionarse realmente sobre ello. Pero también, ¿porqué no? tenía la buena intención de proteger a los posibles espectadores – la protección es su trabajo-. Aunque con esto acabara recurriendo a la sutil censura, sobre el derecho de otros a ver la película.

    Costello hace por su parte otro tanto. Como escritora, tiene la capacidad para llegar a otros e influirlos, pero y como lectora, corre el riesgo de ser influida. Si todo escrito está a merced del lector[3], como dice Cornaz, valdría agregar que en ocasiones, el lector llega a estar a merced del escrito. Y eso tendría que ver con la vulnerabilidad que se experimenta ante un testimonio sobre crueldad. Hecho que le ocurre a cualquiera, en algún momento.

     “Permítanme no ver”, parece ser la súplica. Por eso, Elizabeth Costello considera que su colega Paul West, ha pasado un límite permitido, la ha hecho sentir horrible con su relato. ¡obsceno! Es el calificativo que le da. Porque West, se atreve a narrar los últimos momentos de unos hombres en total indefensión, a punto de ser ejecutados, por oponerse al régimen nazi. Y eso, según su dicho, no se debería de saber, debería estar oculto, como los mataderos del mundo, en beneficio del equilibrio mental.

    Primo Levi, pareció anticipar, que su testimonio sobre Auschwitz y los campos, se toparía con la resistencia es escuchar, o a recordar. Incluso, tuvo un sueño de angustia al respecto. Que no solamente se repitió en muchas ocasiones, sino que además, era compartido por otros habitantes del campo. El sueño básicamente comenzaba con el retorno a casa. Está con su hermana, algún amigo indeterminado y otras personas. Todos ansían escucharlo, y él comienza con lo que está viviendo en ese momento: el silbido de las tres de la madrugada, la cama dura, el hambre, los golpes. Pero también el inexpresable placer físico que representar estar ahora en su hogar, entre amigos y con tanto que contarles “pero no puedo dejar de darme cuenta de que mis oyentes no me siguen. O más bien se muestran completamente indiferentes: hablan confusamente entre sí de otras cosas, como si yo no estuviese allí. Mi hermana me mira. Se pone de pie y se va sin decir palabra.” [4].

    Este sueño, era algo que, hacía despertar a Levi, sobresaltado. Porque, después de irse diluyendo como ser humano; con la pérdida de las pertenencias, de los personas, incluso del mismo nombre. Si existía una posibilidad de salir del campo, era para poder testimoniar. Por él y por los otros. Por quienes no vivirían para contarlo.

    Y es que ya lo habían sentenciado los soldados alemanes. No importa de cómo terminara la guerra, porque ellos la habrían ganado. No importaba si algunos historiadores buscaban un indicio de la existencia de los campos, no encontrarían nada. Porque las pruebas eran esos hombres que no podrían salir de ahí. Y si por alguna razón alguien lo lograba, los hechos a relatar serían tan monstruosos, que no se querrían escuchar y tampoco se podrían creer.

    La experiencia de los campos, ha sido acompañada muchas veces, con un silencio que raya lo sagrado de no hablar sobre el Shoa, incluso, denominarlo Holocausto, que implicaría más bien, un “sacrificio supremo”, y no una devastación, una catástrofe. Pero por desgracia, esto termina siendo un silencio cómplice de los deseos del nazismo. “La actitud dominantes es la del silencio” dice Enzo Traverso en su “Historia desgarrada”[5]. Pero en tampoco está de acuerdo con eso. José Saramago, que fue criticado por hablar sobre Auschwitz y la matanza de los palestinos, dice no participar en una especie de sentimiento religioso, que impida pronunciar algo, un nombre, sea el de Dios, sea el del Holocausto. Las palabras se han creado para ser dichas y pensada.

    Y eso era lo que intentaba hacer Levi al salir del campo: decirlo, todo y a todos. Pero entonces, ve materializado aquel sueño que le angustiaba, el “La Tregua”, narra un largo y tortuoso viaje de regreso a Italia. Su tren, para en la estación de un pueblo polaco y decide bajar un momento. Es uno de los primeros vestidos de “cebra” que veía la gente y pronto se reúne un nutrido grupo en torno a él. De ellos sobresale un hombre elegante y afable. Levi concluye que se trata de un abogado, quién le da la confianza para romper el largo silencio, después de años de sufrimiento y contar su historia. El abogado traduce a los demás, pero Levi en su pobre comprensión del idioma, se da cuenta de que su dicho no es respetado y enfrenta al hombre. Éste le da a entender que la gente no quiere historias tristes, la guerra aún no ha terminado, “siempre estamos en guerra”. Y se queda parado en la estación, viendo como el círculo de gente se desvanece, dejándolo solo. [6]

    Y es que lo acontecido en Auschwitz, se recibió en su momento con incredulidad, incluso indiferencia. No hubo quién alzara voces de protesta contra el exterminio; no había indignación. Entonces, los testigos se enfrentaron a una sociedad, devastada por la guerra, que no tenía momentos para reflexionar. Más bien, iban en busca del olvido y la reconstrucción. Por eso el primer testimonio de Levi, escrito relativamente, poco tiempo después de su liberación, pasa casi desapercibido por los lectores de la época.

    ¿Quién podría reprocharles, que no quisieran mirar atrás, si incluso, muchos sobrevivientes, decidieron guardar silencio al respecto? Si alguien tenía ese derecho, esos eran los testigos, que después de lo vivido, se habían ganado hablar de ellos, de los “musulmanes”, y de los muertos.

    Testimoniar, entonces, se convierte en razón de vida para sujetos, que han pasado por los campos de exterminio. No debería haber nada que lo prohíba. Y sin embargo, surge la sentencia de Adorno, de no escribir poesía después de Auschwitz. Por el temor a “domesticar” el horror con lo producido. Pero el silencio nunca ha sido la vía y por ello,  quince años después, Adorno hace una rectificación, declarando que “el sufrimiento perenne tiene tanto derecho de expresarse, a pesar de todos los pesares (…)” [7] Y en Paul Celan existía ese sufrimiento perenne que buscaba una vía de tramitación.

    Hay en la historia de vida de este poeta, aspectos importantes a destacar. Aquí hablaré solamente de los que me parecen oportunos para darle a Celan, el status de testigo que sostengo, le pertenece. Parte importante, es lo que relata su biógrafo John Felstiner, sobre el episodio donde Celan, ese día de 1942 cuando los nazis se presentaron en su casa, llevándose a sus padres y a él deportados a un campo de concentración. Los separaba una alambrada. Paul, logró tocar la mano de su padre, por un momento, hasta que un guarda se la muerde y tuvo que soltarla “imaginaos, solté su mano y salí corriendo”. Dice en 1960, dieciocho años después, con la misma angustia.[8] Lo importante de este relato, es que nunca existió. Celan no se separó así de sus padres, estos queriendo salvarlo, le piden que se refugie en la fábrica de cosméticos de un amigo, a donde se resisten a acompañarlo, después de haber pasado en varios ocasiones la angustia de la posible deportación. Después de es noche Paul, no resiste más y va en busca de ellos, encontrando la puerta clausurada y la casa vacía. Finalmente sus padres habían sido deportados.

    Si esta falso recuerdo, surgió para amainar la culpa que tenía de haberlos dejado. Sin embargo, es lo que menos importa. Para él es vivido como algo verdadero: estuvo en el campo, vio a donde llevaban a su padre. Sabía lo que les iba a pasar. Estuvo ahí, supo lo que era, lo vivió.

    Por eso se puede incluir en el “nosotrosde su poesía “Fuga de la muerte”.Cito: “Leche negra del alba, te bebemos en la tarde/ te bebemos al mediodía y en la mañana, te bebemos de noche/ bebemos y bebemos”. [9]

    Y es que la poesía fue el medio que Celan utilizó para tramitar sus pérdidas, pero también hablar del dolor de su pueblo. Todesfuge o Fuga de la Muerte, surge como el poema más representativo del Shoa. En él, se da testimonio de lo que constituía vida y muerte en los campos, de la música que se obligaba a tocar a un grupo de prisioneros, mientras otros eran asesinados.

    Un fragmento más: “ Grita toquen más dulce la muerte, la muerte es un maestro de Alemania/ y grita toquen más oscuro los violines luego ascienden al aire/ convertidos en humo/ sólo entonces tienen una tumba en las nubes / donde no están encogidos”.[10]

    ºCelan no es el sobreviviente de los campos. Pero aún así, fue quien escribió la poesía más profunda sobre lo ocurrido. Decía en ella acerca lo que se consideraba indecible. Contaba con la licencia del creador artístico. Como poeta, tenía el beneficio ganado, de vivir lo que literalmente, no ha vivido, y el derecho de decir sobre ello.

    Paul Celan. Paul Antschel (antes de la guerra) el poeta rumano nacido en Czernowitz, el poeta judío que escribía en alemán, la lengua de los verdugos, el testigo que no estuvo. Con la culpa de sobrevivir y la necesidad de la escritura para decir por él y por los que no pudieron. Y con la genuina licencia del dolor de haber perdido a sus padres, antes de que éstos pisaran los campos.

    Innegablemente, se transmite la fuerza de los versos de Celan. Leerlo recrea las imágenes de las vivencias del campo. Remite a las cámaras y las fosas, al humo y a la estrechez. Sin embargo, la transmisión, se logra a través de un contexto. Porque finalmente ¿qué conocía yo de Auschwitz como para acercarme a Celan?. Lo que la mayoría de la gente sabe: poco y mal. Desde mi subjetividad, Todesfuge (o “Fuga de la muerte”) no hubiera tenido, el mismo impacto, sin la lectura precedente de la obra de Primo Levi. El testigo que está y toma distancia, el “testigo perfecto” como lo califica Giorgio Agamben.[11]

     Levi que dice tratar de no ser protagonista y contar todo con la mayor objetividad, sin artificio literario. Y de quién pude sacar muchos momentos de verdadera riqueza literaria. Bastaría recordar su inolvidable relato de Hurbinek, el niño de tres años, el de las piernas paralíticas, delgadas como hilos, el hijo del campo, porque llevaba en su pequeño brazo el tatuaje que lo ratificaba. Ese que como él dice, murió “en los primeros días de marzo de 1945, libre pero no redimido”[12] y agregaría yo, sin haber podido nombrar.

    Y al recordar a este niño. Me viene la reflexión de que si por un lado esta planteada la posibilidad, el derecho de escribir sobre el Shoa. También surge la interrogante de ¿porqué tendría que leerse?, incluso,¿por qué sentarse en una sala y ver una película al respecto, porqué dar vuelta a la hoja, aunque lo que la antecedió aún nos sigue estremeciendo? ¿porqué habría un sujeto de someterse al suplicio de ver algo cruel? -En el supuesto de que esto le pudiera implicar un suplicio-. Quizás porque, como dice Agamben, “el infrahombre debe de interesarnos en mayor medida que el superhombre”[13] Porque coincido con Enzo Traverso y Hannah Arendt en que “el exterminio de los judíos por el nazismo constituía “un ataque contra la diversidad humana (…).  [14]

    Se habla y se sabe de Auschwitz por su lamentable vigencia. Por ser triste relato de sucesos vueltos cotidianos. Por buscar acercarse a la idea de que no se trata de un fenómeno ajeno, sin antecedentes y consecuencias posteriores. Por que se trata de un hecho humano. Levi lo puntualiza así: “la aversión contra los judíos, impropiamente llamada antisemitismo, es un caso particular de un fenómeno más vasto: la aversión contra quien es diferente de uno” [15]

    En el inicio de este trabajo, mi permití plantear las posturas de Adorno de no escribir evitando volver común el horro. Y de la ficticia Elizabeth Costello, quién no quería leer para resguardarse de sufrir. También he tratado aquí, se rescatar que la Literatura tiene permiso de expresar cualquier fenómeno humano, por terrible que éste sea.

    Pero hay un punto más. Desde la experiencia vivida por Celan, existiría entonces, el testigo que no estuvo. Si consideramos al testigo como el que puede hablar de otros. Nos da la oportunidad de realizar, lo que pretendo con este escrito, testimoniar acerca del testimonio, sin censura, ni silencio. Y de verdad espero haberlo logrado. Muchas gracias.


    [1] Coetzee, J.M, Elizabeth Costello y el Problema del Mal, Revista Letras Libres Año V, Número 60, Diciembre 2003. pp. 21

    [2] Traverso, Enzo, La historia desgarrada, Cap. III, Ed. Herder, 1997 pp 105

    [3] Cornaz, Laurent, La escritura o lo trágico de la transmisión, Ed. Psicoanalítica de la Letra, A.C. México, 1994 pp. 13

    [4] Primo, Levi, Si esto es un hombre, Muchnik Editores, Barcelona 2000 pp. 64.

    [5] Idem pp. 17

    [6] Levi, Primo La Tregua Muchnik Editores, Barcelona 1997 pp. 51 

    [7] Pérez Gay, José María, Cicatriz que no cierra, Revista electrónica “Nexos Virtual”.

    [8] Felstiner, John, Paul Celan: Poeta, superviviente, judío, Ed. Trotta, 2002 pp. 41

    [9] Celan, Paul, Fuga de la Muerte, Traducción de José María Pérez Gay, Revista electrónica, “Nexos Virtual”.

    [10] idem

    [11] Agamben, Giorgio, Lo que queda de Auschwitz, Ed. Pre-Textos, Valencia, 2000.

    [12] Levi, Primo La Tregua Muchnik Editores, Barcelona 1997 pp. 21 

    [13] Idib. Pp. 20

    [14] Traverso, Enzo, La historia desgarrada, Cap. III, Ed. Herder, 1997 pp.103

    [15] Primo, Levi, Si esto es un hombre,  Muchnik Editores, Barcelona 2000 pp. 201

  • La verdad del artificio

    La verdad del artificio

    El testimonio como literatura

     Raymundo Rangel Guzmán

    Es cierto que la Segunda Guerra Mundial no es únicamente los campos de concentración nazis, y por supuesto que tiene muchas más aristas que las que podemos contar con los dedos de las manos. Sin embargo, son los campos quienes dan a esa guerra su carácter más específico, que permite diferenciarla de manera particular frente a otros acontecimientos a lo largo de la historia. Igualmente, me parece que el testigo de Auschwitz no es el testigo de los frentes de batalla. Por lo que atravesaron cada uno de ellos fue de orden distinto, y no me atrevería a plantear que una experiencia haya sido más terrible que la otra. Fueron simplemente diferentes, y lo mismo podría decirse de los prisioneros en los campos de trabajo y exterminio. La experiencia de cada exdeportado depende tanto del campo al que se vio conminado, como de las razones por las llegó ahí.

    Advertidos de lo anterior, habremos de decir que hay algo sin precedentes en la industrialización de la muerte en los campos de concentración, y es a los testimonios de sus sobrevivientes que quisiera referirme durante esta disertación, para tratar de bordear una problemática en torno a eso que dichos testigos podrían o no transmitir a todos aquellos quienes, afortunadamente, no atravesamos por tal experiencia concentracionaria, pero que heredamos la responsabilidad de mantener vigente la memoria, con la esperanza de que la historia no vuelva a repetirse.

    Mi encuentro con la escritura testimonial tuvo lugar a través de las obras de exdeportados como Primo Levi, Imre Kertész y Jorge Semprún, principalmente, quienes han alimentado sus creaciones, en mayor o menor medida, de su estancia en los campos de concentración nazis. ¿Qué hay de especial en lo que ellos han hecho? Diría que han renunciado a escribir una “objetiva” enumeración y descripción de los detalles del horror, en favor de una forma diferente de contarlo. Han convertido su testimonio en obras literarias, cada uno en su estilo personal.

    La discusión en torno a la forma que habría que dar a los testimonios sobre los campos nazis está especialmente presente en uno de los autores antes mencionados y con cuya obra he tenido mayor acercamiento, Jorge Semprún, español exdeportado de Buchenwald, militante de la resistencia francesa y llevado ahí como prisionero político a finales de 1944, y donde permaneció hasta su liberación en 1945. Una buena parte de su producción, la medular para mí, gira en torno a la experiencia de los campos. La relación de Semprún con la escritura, como en cada uno de aquellos que han testimoniado desde el lugar de escritor, tiene ciertas peculiaridades. No ocultan sus producciones cierto carácter autobiográfico, puesto que la gran mayoría de sus personajes están basados en personas concretas, así como en experiencias propias. En La escritura o la vida (1995), uno de sus más conmovedores relatos en torno al tema que nos ocupa, habla de ello:

    …me siento incapaz, hoy, de imaginar una estructura novelesca, en tercera persona. Ni siquiera deseo meterme por ese camino. Necesito pues un ‘yo’ de la narración que se haya alimentado de mi vivencia pero que la supere, capaz de insertar en ella lo imaginario, la ficción…[1]

    Asimismo, en este libro expone la gran dificultad a la que se enfrentó a su regreso de los campos, su lucha entre la necesidad de escribir y la imposibilidad para hacerlo, y la dificultad para elegir entre la escritura o la vida, es decir, entre una angustiante reconstrucción de su experiencia en los campos y una vida basada en el olvido de ellos. De alguna manera, La escritura o la vida representa una vuelta al horror de Buchenwald casi cincuenta años después.

    A lo largo de toda su obra encontramos que Semprún defiende la idea de que los testimonios sobre la experiencia de los campos tienen que pasar por el artificio literario si se quiere que algo sea transmitido a todos aquellos que han sido ajenos a dicha experiencia. Representa una parte central de su proyecto, y se niega a la representación sin más del horror, a la exposición de los detalles desnudos, de los datos e imágenes sin mediación alguna. Habría que contarlo de manera distinta. Una vez más, en La escritura o la vida, encontramos el siguiente fragmento, en el que narra una discusión entre compañeros prisioneros recién liberados:

    Estábamos preguntándonos cómo habrá que contarlo, para que se nos comprenda. Asiento con la cabeza, es una buena pregunta: una de las buenas preguntas. –No es ése el problema –exclama otro enseguida–. El verdadero problema no estriba en contar, cualesquiera que fueren las dificultades. Sino en escuchar… ¿Estarán dispuestos a escuchar nuestras historias, incluso si las contamos bien? […] Contar bien significa: de manera que sea escuchado. No lo conseguiremos sin algo de artificio ¡El artificio suficiente para que se vuelva arte! […] La verdad que tenemos que decir (en el supuesto que tengamos ganas ¡muchos son los que no las tendrán jamás!) no resulta fácilmente creíble… Resulta incluso inimaginable…[2]

    De acuerdo con Semprún, el testimonio habrá de ser contado de manera que sea escuchado, y para él, la forma de lograr tal propósito es a través de un artificio literario, de una ficción. Pero surge entonces la pregunta ¿y cómo distinguiremos lo que es o no verdad? ¿acaso no miente quien hace ficciones? Para tal efecto, quisiera retomar una breve reflexión planteada por Mario Vargas Llosa en su libro de ensayos literarios titulado La verdad de las mentiras. En su introducción, éste autor se interroga ¿de qué depende la verdad de una novela? A lo cual responde:

    De su propia capacidad de persuasión, de la fuerza comunicativa de su fantasía, de la habilidad de su magia. Toda buena novela dice la verdad y toda mala novela miente. Porque «decir la verdad» para una novela significa hacer vivir al lector una ilusión y «mentir» ser incapaz de lograr esa superchería. La novela es, pues, un género amoral, o, más bien, de una ética sui géneris, para la cual verdad o mentira son conceptos exclusivamente estéticos.[3]

    Así, la literatura dice la verdad en tanto que cuenta una historia con verosimilitud, es decir, que logra que el lector sea capturado por el relato y se vea transformado por éste. No haría falta ir a la realidad –lo que el término signifique– para corroborar si hay o no verdad en el artificio literario. Precisemos que entiendo por artificio aquella habilidad o mecanismo implícitos en la creación de toda forma artística. El arte literario, pues, implica un artificio. Y más aún, un artificio amoral en el que verdad o mentira pertenecen al plano estético.

    ¿Qué se busca entonces haciendo del testimonio una novela? No, ciertamente, reproducir la realidad. Esta, como tal, se nos escapará siempre, como la zanahoria al burro. Pero es posible cercar, rodear dicha realidad y construir en sus márgenes una verdad. Más bien, entonces, creo yo que a eso apunta la escritura novelesca, hacia la construcción de mundos posibles, no reales, sino verdaderos, y sobre todo, habitables para nosotros, que estamos hechos, en gran medida, de palabras.

    La película proyectada con motivo de esta reunión, realizada por Brauman y Sivan sobre el juicio de Adolf Eichmann en Jerusalén, es ella misma un artificio. Sus autores, a partir de las filmaciones llevadas a cabo en aquel año de 1961, han creado un objeto artístico, han «mentido» para tratar de decir una verdad que no podría ser dicha de otra manera, sino seleccionando momentos, enfatizándolos aquí y allá con música, con acercamientos y tantas otros recursos que, infinitamente mejor que yo, un especialista en cine podría exponer y analizar. La filmación no es el juicio de Eichmann. No es lo que ocurrió, sino una reconstrucción, con algo más.

    Claude Lanzmann, autor del filme “Shoah”, en un artículo escrito para la revista francesa Le Nouvel Observateurdeclara con respecto a su trabajo cinematográfico:

    Yo representé la Shoah durante nueve horas y media de cine, y de la única manera posible, inventado una forma nueva, adecuada a la Cosa.[4]

    La única manera posible para Lanzmann quiere decir creación, no simplemente tomar los elementos y mostrarlos tal cual están. Hay que recrearlos y hacerlos pertenecer a una nueva forma que se adecue a aquello que busca representar. Más adelante continúa su reflexión diciendo que:

    «Shoah» responde al desafío de lo imposible y muestra eso que no se puede ver.[5]

    En este sentido, la película “El Especialista” ¿qué nos muestra? O mejor dicho ¿qué no nos muestra? Ante todo, no muestra cientos de cuerpos amontonados siendo arrastrados por un buldózer hacia las fosas comunes; no muestra tampoco las cámaras de gas, ni los crematorios, ni las promiscuas y pestilentes barracas en las que hacinaban a los deportados. No hay imágenes de los montones de zapatos y ropas, listos para ser reutilizados, de los miles de niños que no supieron ni cómo ni por qué encontraron la muerte de esa manera. Aún más, explícitamente, esas imágenes, que ciertamente durante el juicio sí se exhibieron, no se muestran en la película, es decir, vemos que ocurre su proyección en la sala de tribunales, pero no alcanzamos a discernir qué están viendo los jueces. ¿Por qué hacerlo de tal manera? ¿No eran acaso esas imágenes las pruebas irrefutables por las habría sido posible sentir aversión por aquel sujeto dentro de la caja de cristal? ¿No tendrían ellas que estar en el pináculo de las evidencias de su culpabilidad? ¿No dirían ellas más que los miles de palabras contenidas en las diatribas de la parte acusadora? ¿No se desprende de ellas la verdad?

    En este momento histórico de predominio de la imagen como prueba última de realidad, resulta más que pertinente un señalamiento de Semprún con respecto a ella como forma privilegiada de transmisión, situándola en otro nivel, no descartándola, sino reubicándola dentro de una trama de ficción, supeditada a un tratamiento artístico. Dicho autor describe el momento de la proyección, en un cine de París, de una serie de imágenes filmadas por los ejércitos aliados apenas llegados a los campos de concentración:

    Las imágenes, en efecto, aun cuando mostraban el horror desnudo, la decadencia física, la labor de la muerte, eran mudas. […] Mudas sobre todo porque no expresaban nada preciso sobre la realidad mostrada, porque sólo daban a entender retazos mínimos de ella, mensajes confusos. […] …se tendría que haber tratado la realidad documental como una materia de ficción.[6]

    La imagen en sí misma es problemática. Algunas consideraciones en relación a la fotografía, en tanto objeto paradigmático de la imagen como prueba de realidad, permitirán ilustrar en qué consiste dicho problema. La imagen, tal como nos recuerda Semprún y al contrario de lo que comúnmente se piensa, es muda. Quienes hablamos por ella somos nosotros. La fotografía, en este sentido, ha problematizado desde su invención la distancia existente entre la realidad y lo que la imagen impresa representa. Philippe Dubois, en su ensayo titulado El acto fotográfico nos ofrece un panorama bastante claro de la discusión. Ahí encontramos la siguiente cita de Roland Barthes con relación a la fotografía:

    Una fotografía se encuentra siempre al final de este gesto; ella dice ¡esto, es esto, es así! pero no dice nada más (…). La fotografía nunca es más que un campo alternado de “Vean”, “Ve”, “He aquí”; señala con el dedo. [7]

    Al respecto, Philippe Dubois comenta lo siguiente:

    En virtud de este mismo principio, la foto llega a funcionar también como testimonio; ella atestigua la existencia (pero no el sentido) de una realidad. […] …la foto-índex afirma ante nuestros ojos la existencia de aquello que representa (el “eso ha sido” de Barthes), pero no nos dice nada sobre el sentido de esta representación; no nos dice “esto quiere decir tal cosa”. El referente es presentado por la foto como una realidad empírica, pero “blanca”: su significación permanece enigmática para nosotros, a menos que formemos parte activa de la situación de enunciación de donde proviene la imagen.[8]

    Vemos, entonces, por qué la imagen aislada no puede funcionar como única forma de transmisión. Le haría falta inscribirse en un discurso que le reconstruya la mencionada situación de enunciación.

    En relación con lo anterior, Georgio Agamben retoma, al inicio de su libro Lo que queda de Auschwitz, dos palabras latinas para referirse a la figura del testigo: testis, que es aquél que se sitúa como tercero en un litigio, y superstes, que se refiere a quien ha atravesado una determinada situación y se encuentra en posibilidad de decir algo sobre ello[9]. Si estamos de acuerdo con Dubois, la fotografía, en tanto que atestigua sobre la existencia de una realidad pero no sobre su sentido, lo hace como un testis, como un tercero que da fe de que algo ha existido y lo señala; haría entonces falta aquél que además pueda dar sentido a eso señalado y que no puede ser otro que el testigo como un superstes, ése que ha formado parte activa de la situación de la enunciación. ¿No es esta la dificultad que Jorge Semprún propone rodear por intermedio de la ficción literaria? Él va incluso un poco más allá y propone una regla moral para la literatura testimonial:

    Exagerar el horror del detalle para hacer comprender el horror del conjunto es un procedimiento humano, demasiado humano, demasiado habitual, que habría que evitar a toda costa, en la literatura testimonial de los campos nazis. Tal debería ser una regla moral de la escritura, en este caso preciso.[10]

    Regla que podríamos extrapolar a las diversas evidencias sobre los campos de concentración, es decir, las fotografías, los objetos, las edificaciones, los datos duros. Todos éstos, fuera de una reconstrucción que les otorgue sentido, que les impregne una forma verdadera, no son más que entes mudos, que hacen muecas pero tienen pocas posibilidades de contar. Leemos en Semprún lo siguiente:

    No obstante, una duda me salta sobre la posibilidad de contar. No porque la experiencia vivida sea indecible. Ha sido invivible, algo del todo diferente, como se comprende sin dificultad. Algo que no atañe a la forma de un relato posible, sino a su sustancia. No a su articulación, sino a su densidad. Sólo alcanzarán esta sustancia, esta densidad transparente, aquellos que sepan convertir su testimonio en un objeto artístico, en un espacio de creación. O de recreación. Únicamente el artificio de un relato dominado conseguirá transmitir parcialmente la verdad del testimonio.[11]

    Queda claro pues que, para Jorge Semprún, la creación artística, y de manera más específica el relato literario, es la forma ideal para la transmisión del testimonio. Ahora bien, ¿habría que establecer entonces que dicho artificio tendría que ser elaborado por el superstes para estar autorizado a construir la verdad de los campos de concentración? ¿Una vez desaparecidos todos ellos, no habrá más que decir? No lo creo así. Si bien es cierto que nadie estaría más cerca de la experiencia de los campos que el testigo, pueden no ser ellos directamente quienes se encarguen de llevar su testimonio a los otros. Bien podría hacerlo aquel que se ubique ante el testigo en la función del secretario que toma nota, y que hablará, creará en el nombre de aquél, no en el propio. Será el instrumento de la transmisión, alguien que logrará que el testigo sea escuchado ahí donde él no sabría cómo hacerse escuchar. ¿No es esto pues lo que intentan los autores de “El Especialista”? ¿No es también lo que Claude Lanzmann, creador de “Shoah”, busca con sus nueve horas y media filmación de testimonios?.

    De nuestra parte, entonces, habría que saber prestar oídos a aquellos que, directamente, o por intermedio de otros, tienen algo que contarnos, ya que como Semprún nos advierte, se ve próxima la desaparición de todo testigo:

    Ya nadie más podrá aventurarse a describir lo que fueron las enfermerías de los campos, las barracas de los inválidos; a intentar hacer comprender, al menos sugerir, por el rodeo del artificio narrativo, eso que fue el olor de los hornos crematorios, de sus nubes de ceniza imperceptibles sobre los campos de Alemania y de Polonia. Y sin embargo, ¿qué recuerdo más contundente, más emblemático, que este olor del crematorio, evanescente pero imborrable; indescriptible mas reconocible entre todos? En efecto, es probable, es casi cierto que la literatura secundaria, de comentario, proseguirá su trabajo. Pero no habrá ahí memoria verdadera, viva, si la ficción novelesca no se ocupa de esta materia.[12]

    Me parece, finalmente, que la problemática que aborda Semprún no es trivial. Por el contrario, creo que, con respecto a una transmisión posible de la experiencia concentracionaria, tiene un lugar central. Y la forma marca una enorme diferencia. Como vimos, todo aquello que se presenta como unidad perceptiva inmediata, como totalidad instantánea, tiene la característica de actuar de golpe, tiende a “comprimir” la dimensión temporal en un eterno presente. La imagen produce el efecto en el espectador de hacerle creer que ella habla, puesto que “exige” un decir del espectador, le exige ser puesta en perspectiva con lo ya conocido. Y el mismo efecto tendrán el dato crudo, los objetos sensibles conservados. Por supuesto que no se pretende que tales entidades sean inútiles y que más valdría deshacerse de ellas. Por el contrario, son importantísimas siempre y cuando sea posible sacarlas de su mutismo, de su inmovilidad temporal para ponerlas en un movimiento discursivo que reconstruya su sentido.

    La escritura testimonial sobre los campos de concentración tendrían entonces dicha función de tratar de dar un sentido a toda vivencia, a todo objeto, a toda imagen que, si bien da fe de la existencia del suceso, no resulta ni suficiente, ni adecuada para tratar de transmitir, en la medida de lo posible, eso implicado en lo que Claude Lanzmann prefirió referirse como a “la Cosa”. Desde mi punto de vista, todas aquellas instancias que den testimonio de la existencia de Auschwitz adquirirán su verdadero valor si logran ser insertadas en un discurso que hable con ellas, de ellas y por ellas. Para acercarnos a la verdad de Auschwitz, no solamente hay que hacer el “tour” por los hornos crematorios y las cámaras de gas, no únicamente hay que ver todas las imágenes existentes y saber a pie juntillas todos los datos estadísticos. Esto ciertamente es importante, mas no suficiente; soy de la idea de que tendríamos más bien que acercarnos a aquél que habla entre líneas y nos pide, angustiosamente, que sigamos dando vuelta a las páginas.

     

    BIBLIOGRAFÍA:

    AGAMBEN, Georgio, Lo que queda de Auschwitz
    Ed. Pre-Textos, 2000, Valencia, España.

    DUBOIS, Philippe, El acto fotográfico. De la Representación a la Recepción.
    Editorial Paidós Comunicación, 1986, Barcelona, España.

    SEMPRÚN, Jorge, La escritura o la vida
    Tusquets Editores, junio de 2002, Barcelona, España.

    VARGAS LLOSA, Mario, La verdad de las mentiras
    Editorial Punto de Lectura, mayo de 2003, Madrid, España.

    Revista Le Nouvel Observateur “La mémoire de la Shoah”
    Edición diciembre 2003 / enero 2004, París, Francia.

     

    [1] Semprún, Jorge, La escritura o la vida, Ed. Tusquets, pp. 181-182.

    [2] Semprún, Jorge, La escritura o la vida, Ed. Tusquets, p. 140.

    [3] Vargas Llosa, Mario, La verdad de las mentiras, Ed. Punto de lectura, p. 21.

    [4] Lanzmann, Claude, Représenter l’irreprésentable, Revista Le Nouvel Observateur Dic. 2003/Ene. 2004, p.6.

    [5] Ídem, p. 8.

    [6] Semprún, Jorge, La escritura o la vida, Ed. Tusquets, pp. 217-218.

    [7] Barthes, Roland, citado por Philippe Dubois en El acto fotográfico, Ed. Paidós, pp. 50.

    [8] Dubois, Philippe, El acto fotográfico, Ed. Paidós, pp. 50-51.

    [9] Agamben, Georgio, Lo que queda de Auschwitz, Ed. Pre-Textos, (p.15).

    [10] Semprún, Jorge, L’écriture de l’Anéantissement, Revista Le Nouvel Observateur Dic. 2003/Ene. 2004, p. 36.

    [11] Semprún, Jorge, La escritura o la vida, Ed. Tusquets, p. 25.

    [12] Semprún, Jorge, L’écriture de l’Anéantissement, Revista Le Nouvel Observateur Dic. 2003/Ene. 2004, p.37.

  • Del odio al acto

    Del odio al acto

     Saúl Hernández Rico

    En este trabajo pretendo mostrar como el fenómeno de los campos de concentración ocurrido durante la segunda guerra mundial, responde a una situación social cultural de un país que lleva a cabo el exterminio y tortura de millones de personas, que en muchos casos, antes de ser asesinados fueron objeto de torturas propias del odio, y que muchas de ellas finalmente terminaron en la muerte, en su mayoría judíos. La culpa no es de una persona como pudiera ser Hitler o Eichmann, sino que en ella participa toda una sociedad. El fin de la guerra no acabo con algunas de las metas de esta, que se ven reflejadas en las sociedades actuales a través de una cultura de odio, la cual no se encuentra muy lejos de vivenciar un hecho de similar apariencia pero con mayores atrocidades, Así, la segunda guerra mundial se nos presenta dice Carl Amery, en su libro Auschwitz, ¿comienza el siglo XXI? Como “una anticipación primitiva de una opción posible del siglo que comienza”[1] Mostraré además a través de Robert Antelme sobreviviente a los campos de concentración como vivenciaron el odio, tanto en los campos como en su transportación por trenes a ellos.

    Durante el servicio social los compañeros nos vimos involucrados en el estudio de bibliografía que comprendía algunos testimonios de sobrevivientes de los campos de concentración, entre ellos Primo Levi, Jorge Semprún, Robert Antelme, Paul Celan y Jean Amery; así como escritos que hacen un estudio referente a la segunda guerra mundial. De esto les presento un resumen de la óptica de Carl Amery sobre las causas de este desastroso evento.

    Nos presenta a Hitler como un líder de una autoreferencia absoluta, un sujeto incapaz de empatía, monologador obsesivo; ya que desde su juventud no conoció el intercambio racional de argumentos, lector de Nitzsche, Chamberlain, Ranke, Treitschke, Marx y más. Finalmente “Su ideología, su metafísica se alimento de los residuos del espíritu de la época de Viena y de Munich”[2]

    En ese entonces Alemania era el pueblo más culto y alfabetizado de Europa, y es eso mismo lo que permite que en ese lugar se haya llevado a cabo la creación del nazismo. Ya que en ese entonces el antisemitismo era ya algo común y de todos los días , esto combinado con el desarrollo del conocimiento científico, que aportaba un darwinismo social materialista, la teoría genética, ayudados de la filología y craneometría, en una sociedad impregnada de imperialismo, ansia de poder y racismo explicito, crean como producto final un racismo científico, que Hitler obtuvo, y que además lo supo leer en la sociedad y plasma en su libro “mi lucha” cuyo contenido no se encontraba fuera del discurso común del pueblo alemán, es decir, Hitler en su libro refleja el sentir del pueblo, por supuesto que con sus variantes y con sus opositores pero que una ves instalado en el poder supo dominar, manejar o bien reprimir. Resulta entonces que la propuesta de Hitler no esta muy alejada de lo que la sociedad alemana vivía por así decir en el aire.

    Más aún, lo que une a Hitler con otros fascistas que llegaron a tener cierto éxito como Mussolini, o Franco, con los intentos fascistas de Pilsudski, Pétain, Salazar, Antonescu, o como se llamen todos, esta claro: “Un desprecio radical de la democracia mayoritaria, la aniquilación del derecho objetivo, y en consecuencia, la desposesión de todo derecho del enemigo político, junto con el poder paralelo ejercido por formaciones militares y paramilitares. Pero todos estos dictadores entendían y practicaban este tipo de política entendiéndola como fortalecimiento del estado, erigiendo, o recuperando, su carácter excelso y su poder basado en el terror.”[3] Sin embargo también existe lo que diferencia a Hitler de estos fascistas y es la idea de Especie o más bien su concepción de ella. Para él solo existe una raza civilizadora, la Aria, así divide la existencia humana en tres categorías: la Aria como creadora de cultura; animal de carga, aquellos que no son Arios y que no son Judíos; y por último la Bacteria, lugar que le correspondía a los judíos, a quienes consideraba como elementos destructivos, saqueadores concientes, traidores a la patria, en fin seres que ponen en peligro a la raza creadora de cultura y por ello había que exterminarlos.

    Con todo esto y otras cosas más en las que no voy a adentrar como son la nordificación del pueblo alemán, la eugenesia y la apropiación de mayor territorio, es que comienza lo que Amery califica como “el genocidio masivo mejor organizado y más frío de la historia”[4] Cuya finalidad principal volcó en la conservación de la especie más que en la de estado.

    Cabe señalar que los primeros en ingresar a los campos de concentración no fueron judíos, en el caso de Auschwitz fue gente de la inteligencia polaca. Sin embargo durante los doce años de régimen del tercer reich en los que aplico una política de poder, retomando la expansión del suelo, siempre se mantuvo y nunca se alejo de su meta principal, la exterminación física de los judíos. Que tomo mayor fuerza en 1942.

    Pero esto no ocurrió totalmente así, al menos no de forma inmediata. Ya que el judío no era asesinado en su captura, este era sometido a un proceso clasificatorio, que ya mucho sabemos de ello, la separación de sus familiares, filas de hombres y mujeres, división por edades, el despojo de sus bienes, el corte de todo cabello, la desnudez, el cambio de un nombre por un numero el cual les era tatuado en alguna zona de su cuerpo, generalmente el antebrazo. Muchos murieron en su primer encuentro nazi, pero la mayoría fue deportada a los diferentes campos de concentración, estos traslados llegaron a ser tan terribles como los campos de concentración, al grado que nada tenía que envidiarse el uno al otro. Y si bien es cierto que en los campos de concentración se asesinaba a la gente en forma masiva, rápida y dolorosa; también se dieron muchos los casos en que la eliminación no llegó, o que más bien se iba dando poco a poco, y otros que no llegaron a ella porque que finalmente fueron rescatados, algunos de ellos han dejado su testimonio escrito y podemos ver que el plazo a la muerte estaba acompañado de terror, de sufrimiento, de experiencias a las cuales hemos llamado límite, donde lo que se manifiesta no es la urgencia por terminar con la existencia de los judíos, sino también y de alguna forma el ejercicio del odio.

    Y para mostrar un poco más esto les presento algunos pasajes que escribe Robert Antelme, sobreviviente de los campos de concentración nazi. Que cabe señalar no es judío, pero que como parte de la resistencia francesa fue capturado en 1944 a sus 25 años de edad y liberado en 1945 Fue deportado en Buchenwald (3 meses), Gandersheim (7 meses) y Dachau (1 mes) dos años después de su rescate publica su libro “La especie Humana” en el cual da su testimonio en los campos de concentración en los que estuvo.

    En su testimonió no habla de su estancia en Buchenwald, comienza describiendo su estancia en Gandersheim, y aunque me gustaría relatarles con detalle su experiencia, me tengo que limitar solo a ciertos pasajes que muestran el sufrimiento que se vivía en esos lugares, de los cuales comenta “El horror allí no es gigantesco. En Gandersheim no había ni cámara de gas, ni crematorio. Allí el horror era oscuridad, falta absoluta de referencias, soledad, opresión incesante, aniquilamiento lento.”[5]

    Respecto al hambre:

    “Hoy de noche, habrá que ir a dormir así, mañana también, con esta bolsa en medio del cuerpo, que chupa, que chupa, hasta la mirada. Con los puños cerrados, solo abrazo el vació, siento los huesos de mi mano. Cierro las mandíbulas, sólo huesos, nada para triturar, nada blando, ni la más mínima partícula para poner entre ellas. Mastico, mastico, pero es imposible masticarse a sí mismo. Yo soy el que mastica, pero lo que se mastica, lo que se come, ¿dónde existe?, ¿cómo comer? Cuando no hay nada, ¿no hay realmente nada? Es posible que no haya realmente nada. Sí, es eso lo que significa: no hay nada. No hay que divagar. Calma. Mañana de mañana habrá pan, no es para siempre que no hay nada; hay que calmarse. Pero ahora, es imposible que sea de otra manera, no hay nada, hay que admitirlo. No puedo crear algo que se coma. Eso es la impotencia. Estoy solo, no puedo hacerme vivir a mí mismo. Sin hacer nada, el cuerpo despliega una prodigiosa actividad solo en gastarse. Siento que eso se desprende de mí, no puedo detenerme, mi carne desaparece, cambio de envoltura, mi cuerpo se escapa de mí.”[6]

    Respecto a los piojos:

    Están en la camisa, en el calzón. Los seguimos aplastando. Las uñas de los pulgares están rojas de sangre. A lo largo de las costuras duermen racimos de liendres, hay más, más, es grasiento, inmundo. Tengo sangre en la camisa, en el pecho colorado de picaduras despellejadas. Empiezan a formarse cascaritas, me las arranco y sangran. No puedo más, voy a gritar. Soy mierda. Es cierto, no soy más que mierda.”[7]

    Respecto al nivel de sufrimiento:

    “Aquí habremos conocido las estimas más íntegras y los desprecios más categóricos, el amor por el hombre y el horror de él, con una certeza más completa que en ninguna otra parte.” [8]

    Antelme nos cuenta el dolor por el cual pasaron al abandonar Gandersheim, debido a que las fuerzas aliadas se encontraban cerca “los SS huyen, pero nos llevan con ellos”[9] Caminaron cargando las pertenecías de los alemanes durante diez días, dos de ellos con tres cuartos de bola de pan y los demás a base de croquetas para perro, las cuales les causaban problemas de diarrea.

    “Cambio la valija de mano. Me estoy ahogando, es eso, busco aire, ya no soy más que muecas. Si me detengo vienen los golpes. Si caigo, una ráfaga. Puede ser muy rápido. Dejo la valija de nuevo. Es SS no me vio. Me escabullo a la derecha de la columna y no oigo hablar más del asunto.

    Ahora se que un esfuerzo como ése, si se hubiera prolongado, habría sido suficiente para matarme. Ya me sentía en las últimas, no podía cerrar la boca, no distinguía a los compañeros unos de otros. Mis fuerzas se agotan enseguida; la cabeza puede forzarse todavía, decir “tienes que”, “tienes que”, pero no mucho tiempo, ella también se agota, no quiere nada más. Aguante nueve meses. Si, además, me obligan a cargar una valija, estoy liquidado.” [10]

    En su traslado a Dachau por tren, el viaje duró trece días, los cuales estuvieron prácticamente encerrados todo el tiempo, acompañados de los piojos, calor y frió, desorientados del tiempo, alimentados por un poco de pan dos bolas y un pedazo más, un plato de sopa, y algunas semillas que lograron recoger; con un mínimo de agua que les llegaba más de forma afortunada que propiciada. Todo eso durante trece días. De los 450 presos que salieron de Gandersheim a Dachau solo llegaron unos 150. Los demás murieron en la carretera y el tren.

    “No sabemos todavía cuanto tiempo estuvimos en el vagón. Todo esta unido. Separamos solamente la luz y la oscuridad. El tiempo era el hambre, el espacio, era la rabia.”[11]

    Al ser liberado, pesaba 35 kilos y sufría de delirio toxico por tifoidea

    Hay muchas más cosas que puedo mostrarles, y necesitaría horas para decírselas, ¡solo las de un hombre!, pero mi intención no es sensibilizarlos a dolor al cual estuvieron sometidos, más bien es lanzar una pregunta ¿Por qué tenían que sufrir todo eso? Cual era la razón si se supone que se trataba de matarlos, ¿Por qué hacerlos sufrir? Esto no concuerda con los planes del régimen, a saber: la eliminación física de los judíos. La respuesta que encuentro a ello es el odio. El odio de una sociedad encontró el camino por el cual deleitarse (los deportados). Ya que en palabras de Lacan “Si el amor aspira al desarrollo del ser del otro, el odio aspira a lo contrario: a su envilecimiento, su pérdida, su desviación, su delirio, su negación total, su subversión”[12] Y me pregunto ¿no es acaso eso lo que encontramos en las experiencias de los deportados, ya sea en los campos de concentración o en muchos de los casos durante su transporte a ellos?

    Una de las misiones nazi era matar, y mataron, pero hubo un lugar donde antes de matar se odio, y ese odio finalmente se llevo al acto, es decir se mato, y es aquí donde encuentro un problema, ya que ”el odio no se satisface con la desaparición del otro […] el odio, como el amor, es una carrera sin fin”[13] Es decir el odio necesita de otro, sin este otro no puede existir, problema que queda marcado e la actualidad, y es que, el movimiento nazi muestra al mundo: como se puede pasar del odio a la eliminación del otro en la muerte, y esto a través de un mecanismo ¡la sociedad!

    El odio practicado en los campos de concentración no es un odio que se dé, de uno a otro, es el de muchos enmascarado, respaldado, por un régimen por un aparato piramidal, donde la responsabilidad va pasando de mano en mano hasta llegar a uno (Hitler) y de ahí ser devuelta a todos “Pero es una vida, nuestra verdadera vida, no tenemos ninguna otra que vivir. Pues es así mismo que millones de hombres y su sistema quieren que vivamos y otros lo aceptan”[14]

    Así que nombrar a Adolf Eichmann, como lo fue en su juicio, culpable , como enemigo del genero humano, que por sus actos no merece ser considerado hombre, me parece que no es del todo falso, pero si insuficiente, ya que eso no asegura que no vuelva a ocurrir algo similar al holocausto, porque como ya lo he tratado de decir, la culpa o responsabilidad es de toda una sociedad. Y Eicchmann como parte de este mundo aporta lo suyo a los demás, que si no culpable y a la vez sí, al menos mostrador de una posibilidad, que Amery localiza en la justificación al plan nazi: la preocupación por el crecimiento geométrico de la población que llegaría a superar la base alimenticia. Idea que en nuestros tiempos esta mucho más cerca de la realidad, así para Amery la posibilidad de que ocurrá una crisis hitleriana en el siglo XXI existe en tanto exista la posibilidad de una crisis material, es decir, el mundo de hoy ha cambiado la idea de especie de Hitler, por la idea de materia. Además de que según Amery «Este mundo del bienestar esta mucho menos preparado para rechazar la oferta básica de la formula hitleriana de lo que lo estaba la sociedad de 1933”[15] continuo citando “entonces quedará claro qué clase de acontecimiento histórico fue Auschwitz; no una catástrofe natural sin vinculo alguno con el devenir ordinario de la historia, sino una anticipación aún primitiva de una opción posible del siglo que comienza.”[16]

    Y ya para terminar cito nuevamente a Lacan “hoy, los sujetos no tienen que asumir la vivencia del odio en lo que éste puede tener de más ardiente. ¿Por qué? Porque ya de sobra somos una civilización del odio”[17] Así que pregunto, si es cierto que hoy en día estamos menos preparados para rechazar una propuesta hitleriana como la llama Ameri, y si es cierto que vivimos en una cultura de odio, como lo señala Lacan, y si ya vimos que el odio puede llegar a matar, y a matar sin sentimiento de culpa, entonces ¿que sigue?


    [1]CARL AMERY, “Auschwitz, ¿comienza el siglo XXI?” Trad. Cristina García Ohlrich, Edit. Fondo de cultura Económica, España 2002, Pág. 181

    [2] Ibidem, Pág 52

    [3] Ibidem Pág. 61

    [4] Ibidem Pág. 9

    [5] ROBERT ANTELME “La especie Humana” Trad. Laura Masello, Edit. Trilce, México D.F. 2002, Pág 23.

    [6] Ibidem Pág. 175

    [7] Ibidem Pág. 148

    [8] Ibidem Pág. 117

    [9] Ibidem Pág. 450

    [10] Ibidem Pág 264

    [11] Ibidem Págs.337 y 338

    [12] LACAN, “seminario I” los escritos técnicos de Freud, Clase XXII, “El concepto de análisis”, Edit. Paidos Pág. 403

    [13] Ibidem, Pág. 403

    [14] ROBERT ANTELME “La especie Humana” Trad. Laura Masello, Edit. Trilce, México D.F. 2002, Pág. 159.

    [15] CARL AMERY, “Auschwitz, ¿comienza el siglo XXI?” Trad. Cristina García Ohlrich, Edit. Fondo de cultura Económica, España 2002, Pág.  177

    [16] Ibidem Pág. 181

    [17] LACAN, “seminario I” los escritos técnicos de Freud, Clase XXII, “El concepto de análisis”, Edit. Paidos, Pág. 403

  • Adolf Eichmann, un canalla sin culpa: ¿»subjetividad» posmoderna?

    Adolf Eichmann, un canalla sin culpa: ¿»subjetividad» posmoderna?

    Alberto Sladogna

    Por cierto que de este mundo no podemos caernos.
    Estamos definitivamente en él

    Christian Dietrich Grabbe

    Presentación del caso

    El horizonte de este estudio se dibuja a partir de la culpa, un tema presente en el caso de Adolf Eichmann, un gris jerarca de la maquinaria de producción de cadáveres montada por el régimen nacionalsocialista de Alemania desde el año de 1933 hasta la finalización de la 2da. Guerra Mundial. Este funcionario era un hombre normal con una familia bien constituida, dedicado con esmero y ahínco a montar el sistema de transporte ferroviario de judíos, gitanos, polacos, homosexuales, italianos, franceses, niños, ancianos, mujeres, hombres hacia los campos de exterminio nazi instalados en Alemania y los territorios de la Europa ocupada.

    El tema de partida esboza hechos que proponemos desplegar, argumentar y sostener: Eichmann presenta un paradigma de las condiciones actuales posmodernas de instalación de una nueva “subjetividad” donde la exclusión y eliminación de la diferencia con el semejante implica operaciones de múltiples consecuencias. Se denomina subjetividad al hecho mínimo de que alguien cuando está frente a un error, un lapsus, un síntoma, un sueño, eso le presenta algo: el sujeto presente en cada una de esos acontecimientos. Luego cada quién verá qué hace frente a ese sujeto, y a partir de allí, sostendrá, de acuerdo al psicoanálisis las complicadas relaciones con sus semejantes en la sociedad.

    El paradigma de este caso al desarticular nuestra relación con la culpa, afecta la memoria con la consiguiente alteración de la tradición y de la historia[2]. Y en principio eso afecta la subjetividad tal como lo habíamos conocido hasta ese momento. La nueva “subjetividad” concierne al psicoanalista pues ella y la cultura donde se instaura modifican, alteran y borran con intensidades diversas la construcción psicoanalítica del inconsciente y la subjetividad desprendida de él. Esos cambios pueden o no afectar los caminos para que un sujeto por la senda del amor y del odio logre desprender del goce obsceno que lo aplasta un fragmento de causa para mantener un deseo. Estos interrogantes no encuentran fácil acomodo en los componentes de la doctrina analítica que correspondían a otras circunstancias.

    Adolf Eichmann nos muestra una de las consecuencias posibles de vivir en un lazo cultural posterior a la caída de los dioses[3]. ¿Cómo ubicar la cura analítica ante los combates de la posmodernidad contra el anterior orden subjetivo? En el hemisferio occidental estamos viviendo una era posterior a la cultura cristiana. Ese hecho fue señalado entre otros por un psicoanalista, Jacques Lacan (1960), Jean C. Bailly, un historiador del arte y Peter Sloterdijk, un filósofo. Nuestra era no encuentra ya en las Sagradas Escrituras de la tradición judeocristiana dispositivos para orientarse en esta nueva sicopatología de la vida cotidiana. Conviene precisar el psicoanálisis no tiene por objetivo criticar a la posmodernidad, mientras que esa forma cultural por su novedad tiende a eliminar los mecanismos de formas culturales previas. La subjetividad y el sujeto tal como lo vive la cura analítica quedan afectados[4]. Otto Petras señalaba en 1935:

    El cristianismo, el movimiento histórico más poderoso de nuestro planeta, ha agotado su fuerza configuradora y nosotros vivimos post Christum en un sentido más profundo que el del calendario[5].

    Hoy, la muerte de Dios, anunciada por Hegel y Nietzsche pasó de ser una proclama a su realización cotidiana, impactando a cada miembro de la sociedad. Trataremos de seguir ese impacto en un tema en particular: la culpa, y localizar cómo Adolf Eichmann presenta y muestra[6] este nuevo desorden “subjetivo”. ¿Por qué un hombre normal es capaz de exterminar a millones de personas y no estar afectado por ello? Para responder ese interrogante seguiremos de cerca el caso; luego, recorreremos los marcos mínimos y necesarios para una intervención psicoanalítica. Y por último, localizar qué componentes de la clínica y la doctrina analítica pueden quedar en estado crítico ante esa novedad.

    Un hecho clínico nuevo nos interroga.

    ¿Qué interrogante lanza la posición de Adolf Eichmann?  Para encontrar respuestas es necesario tomar distancia con cualquier intento de aplicar una sicopatología previa. Algo oscuro es claro de entrada, en forma dramática y trágica, su testimonio revela que estamos ante un hombre normal construido por la sociedad del pato. A un pato el agua, p.e., les resbala por sus plumas, no lo moja. La lengua coloquial mexicana designa con la frase “hacerse pato“una de las formas de la indeferencia o del alma bella que intenta desentenderse del desorden del mundo donde vive. Nuestra cuestión a dilucidar es si se Eichmann es indiferente o si estamos ante el producto de una fábrica de patos como horizonte cultural “subjetivo” compartido. Él es un producto de la cultura que albergó al campo de concentración, a la cámara de gas y a los hornos crematorios.

    El Occidente y Oriente sostuvieron una indeferencia activa ante el campo de concentración y sus prácticas de exclusión. Ambas formaciones sociales hicieron suya una vieja destreza ante lo nuevo localizada por el psicoanálisis en las mejores familias: la “bella indeferencia materna”. En casos de psicosis con años de despliegue suele localizarse a una madre, p.e, la madre de Daniel P. Schreber (caso analizado por Freud), que se mostraba indiferente ante el internamiento de su hijo. Ella, quizás, ante el tamaño del dolor suscitado por las condiciones de su vástago, enfrenta esa situación con indeferencia. La indeferencia articula la histeria, en más de un caso, con la causa de diversas formas de la psicosis. Los actos públicos locos son exageraciones destinadas a quebrar la indeferencia.

    Eichmann, hizo lo que hizo de manera pública y notoria, y sus contemporáneos, entre otros, la mayoría de sus víctimas, recibieron esos anuncios con indeferencia. Sigamos el decir de Eichmann, de los testigos, y de sus acusadores. Cuando es interrogado acerca de su “empleo” responde:

    Fiscal.-Usted nos declaró que su trabajo en Austria fue el que le dio las mayores satisfacciones y le hizo saborear las alegrías de la creación. ¿Es exacto?

    A. Eichmann.-Sí, es cierto

    Fiscal.- Usted me confirma que, en la práctica, lo que hacía en Austria en esa época consistía en la expulsión forzada de los judíos

    A. Eichmann.- Se trataba de una emigración controlada y metódica

    Fiscal.- ¿Es exacto que declaró usted,…, que se trataba de una “emigración forzada”?

    A. EICHMANN.- La emigración forzada significaba la emigración acelerada; sí.

    Fiscal.- Y en el curso de tal emigración los judíos perdían sus bienes, ya que no podían llevar nada consigo. ¿Es realmente así?

    A. EICHMANN.- Es exacto, pero no es culpa mía.

    Fiscal.- Sea como fuere, los judíos jamás recuperaron un céntimo ¿no es cierto?

    A. EICHMANN.- Es enojoso, pero no es culpa mía

    Fiscal.- Para todo cuanto tiene que ver con la organización de la emigración forzada, ¿usted era considerado por sus superiores como un especialista confirmado?

    A. EICHMANN.- Sí. La emigración es un terreno muy complicado porque los judíos…Yo no tenía nada que ver ni con las unidades especiales ni con los comandos[7] en Polonia. No hacía ese tipo de cosas, no era mi misión. Pero en el marco de las nuevas consignas del comisario del tercer Reich para el refuerzo del pueblo alemán, debía programar desde Berlín los planes de transporte ordenados…Esa era mi misión…Que la gente fuera ejecutada o no, había que obedecer las órdenes según el procedimiento administrativo [8]

    En este breve intercambio Eichmann no saca los dedos del renglón, reitera en tres ocasiones “No es culpa mía” o “no tenía nada que ver”. La culpar era del otro o de los otros o de las condiciones de la guerra, él no se hacía cargo de los efectos de su trabajo. ¿En que lugares de nuestra actual vida cotidiana encontramos desplegada esta posición? En todos aquellos lugares donde operan los especialistas y las estructuras impersonales que la especialización demanda, desde una clínica médica, donde se evita o reduce al mínimo cualquier contacto “personal” con los pacientes hasta las boleterías de las nuevas cadenas cinematográficas que proliferan en el país. Allí el vendedor de boletos responde “¡Qué se divierta!”, más allá de que a él le interese o no que el comprador se divierta o más allá del tema de la película para la cual vendió el boleto. El especialista se limita a aquello para lo cual fue requerido y no se siente comprometido por las consecuencias. Se borra para él la posibilidad de un sujeto que surja de esa acción.

    ¿Cómo puede Eichmann sostener ese lugar de especialista? La posición no se sostiene por su “carácter invididual”, ni se explica por las configuraciones de sus complejos, sea de Edipo, sea de castración, allí no participan pues fueron excluidos de la jugada. Él sostiene como individuo los atributos del colectivo al cual pertenece. Verbigracia., la sociedad alemana instauró para y entre sus miembros, con su consentimiento, tres elementos contemporáneos a la actividad desplegada por él:

    a.- la figura del homo sacer;

    b.- Una norma de eugenesia social

    c.- La cautela preventiva o prevención cautelar o prisión cautelar.

    El homo sacer

    Es una antigua institución del derecho romano, según la cual las personas tomadas por esa institución ya no pueden ser objeto de un sacrificio y pueden ser matables sin generar ninguna condena o culpa por ese acto. Son consagrados a los dioses del infierno que se alimentan de malditos, y execrables. Sin ir más lejos, en varios países de América Latina, el más notorio fue y es Brasil, se mata a los niños de la calle como tratamiento al síntoma que ellos muestran. Son matables pues esos crímenes no son tales al no constituir delito alguno. Es la misma estructura desplegada para eliminar a una plaga, no se persigue a quien que elimina insectos pues son una materia matable[9]. Ofrecer como sacrificio a los dioses una cucaracha o un homo sacer, sería ofenderles, y matar a cualquiera de esos elementos no provoca culpa alguna pues no se trata de un crimen. Eichmann transportaba al homo sacer al lugar donde recibía su tratamiento: matarlo[10]. Los judíos, los gitanos, junto con miembros de diversas nacionalidades eran los “objetos” transportados por Eichmann en los trenes hacia la muerte.

    En la actualidad bastará con que el lector busque una respuesta a la siguiente pregunta: Las legislaciones de América Latina aceptan la declaración de “inimputable” cuando consideran loco al criminal; declararlo “inimputable” implica que ya no es sujeto de derecho, pierde su condición de ciudadano. ¿Qué ocurre con un crimen cuando el ejecutor es declarado inimputable? ¿Qué ocurre si alguien mata a un inimputable?[11] Subrayo un efecto: asistiríamos a la realización de actos, un “crimen”, sin la producción de un sujeto de los mismos.

    La eugenesia social

    Gozaba en la Alemania previa al nazismo, y en el resto del mundo, de los favores del conjunto social, en particular de la cultura, de la ciencia, y de la política de la izquierda o de la derecha. Los sectores comunistas sostenían programas eugenésicos para proteger al proletariado de las impurezas de la burguesía. Los partidos de derecha querían proteger la pureza de la raza de la propagación de determinados “virus”: alcoholismo, retraso mental, locura, homosexualidad. Ambos tomaban apoyo en teorías “científicas” que procedían a efectuar una mezcla de ingredientes tomados de la agricultura, de la ganadería y de la veterinaria[12]. En México la Revista Mexicana de Eugenesia (1944,V, 49) declaraba: “Los poderes de la Nación residen en la salud de sus habitantes; está verdad incontrovertible será la base de una planeación hacia el futuro para que desaparezcan los presidios y las casas de orates, por ser inhumanos reproches que hieren nuestra sensibilidad”. En el estado de Veracruz fue aprobada en esos años una ley para el tratamiento eugenésico de débiles mentales, alcohólicos, homosexuales, esquizofrénicos. No hay constancias de su derogación.

    La cautela preventiva o prevención cautelar o reclusión cautelar

    Sus nominaciones dan cuenta de una institución jurídica basada en la siguiente lógica: los prisioneros quedaban bajo la protección carcelaria del Estado para proceder a su reeducación, defender a la sociedad de sus actividades y proteger al prisionero de los efectos nocivos para él mismo de sus actividades y así como de las respuestas de la sociedad ante ellas. El prisionero era puesto en prisión para cuidarlo –prevenirlo- de él mismo a pesar de que él no lo solicitara. El primer modelo médico de tratamiento a los “alienados” inspiró, como una de sus fuentes a esta institución. Los enfermos ordinarios reconocen su enfermedad, mientras los alienados no lo hacen, y entonces, para curarlos se les da un tratamiento a su pesar[13]. Los judíos eran embarcados en los trenes organizados por Eichmann para protegerlos enviándolos hacia territorios donde establecerían su nueva residencia. Se los ubicaba en el más allá de la sociedad para cuidarlos a ellos de ellos mismos y a la sociedad que los expulsaba. Al respecto él declaraba:

    Dr. Servatius [Defensor del acusado].-…Un informe personal no fechado…lo define como un especialista reconocido ¿Cuáles eran esas cualidades que aquí recibieron un reconocimiento especial?

    Adolf Eichmann.- Sí, es cierto. Son las capacidades que adquirí en este período, en el sector de la organización de la emigración, que es un sector muy complejo…Por eso, en esa época, yo podía ser considerado como un especialista en la materia. Pero, en mi opinión, era una cualidad beneficiosa para ambas partes. Yo prestaba oídos a las quejas y a las demandas incesantes de ayuda y sostén hechas por los funcionarios judíos, que la legislación social había excluido de la vida social y que se hallaban en muchos aprietos. Yo traté de ayudar a esos funcionarios judíos. Juntos pensábamos en soluciones…Mi deseo y mi idea eran participar en la creación de un territorio donde los judíos pudieran vivir[14].

    La posición de Eichmann estaba organizada a partir de estos elementos compartidos y sostenidos por la sociedad en la que él nació, vivió y a la que pertenecía. A sus transportados: la legislación social [los] había excluido de la vida social y que se hallaban en muchos aprietos. Su posición ante la culpa revela un trastrocamiento sustantivo del anterior orden subjetivo: yo no soy culpable, la culpa es del otro o de los otros. Desde los diversos guetos de Europa –zonas aisladas donde eran obligados a vivir los miembros de la comunidad judía- eran transportados hacia los campos de exterminio. Se trasladaba a 1000 personas en tren, y se añadían 20 o 30 personas más para cubrir la cuota fijada pues era culpa de ellos si algunos morían en el camino. Ante los “muchos aprietos” de esas comunidades el jerarca ferroviario se esmeraba por apretarlos para transportar más cantidad hacia la muerte, de allí que él sostuviera que “Que la gente fuera ejecutada o no, había que obedecer las órdenes según el procedimiento administrativo[15].

    Cuando la culpa pasa del lado del otro, en este caso de los “transportados”, y eso se instala en el lazo cultural, el sujeto de la culpa queda sustituido por la víctima, se pasa a un orden de la culpabilidad modificado: las “víctimas” reciben ese tratamiento a consecuencia de lo que son, mientras que el ejecutor del mismo es sólo una “víctima” de las circunstancias. Es la diferencia entre las posiciones inconscientes del sujeto localizadas por el psicoanálisis y la culpa establecida por el orden jurídico; de una a la otra hay un resultado: se pierde el sujeto de la culpa ¿Qué queda en su lugar? El psicoanálisis demostró que la culpabilidad se revelaba, en la clínica, como una protección ante la angustia[16] Al perder la culpa perdemos una protección ¿Qué nos queda entonces frente a la angustia?

    La acción de Eichmann se inscribía en una cultura donde fue cambiada la articulación con la culpa. Esa comunidad selectiva –elegían quienes sí, quienes no serían sus integrantes- se organizaba mediante la inserción de elementos científicos. Poco importa si esos elementos “científicos” poseían una carga importante de mitología y delirio, como los estudios sobre las razas. Una vez elegidos sus miembros ya no cargaban ni cargan con la culpa ante el Otro pues ahora el culpable es otro, por ejemplo: los psicóticos, los “débiles mentales”, los judíos, los comunistas, los gitanos, los homosexuales, los polacos, los soldados rusos hechos prisioneros, eslovenos y hasta los considerados estéticamente “feos”. Inclusive hoy, la tercera generación de habitantes de Alemania, posteriores a esos acontecimientos, suelen manifestar su molestia ante la culpa que otros les endilgan por acontecimientos de sus predecesores.

    La religión católica ofrecía a los padres de niños con capacidades diferentes, el consuelo de que “Así lo quiso Dios” con lo cual podían encarar la situación de ellos ante su prole, cargaban con ese peso y así enfrentaban una situación que toca las fibras nodales de la constitución subjetiva. La ciencia a partir de su funcionamiento y ante la muerte de los dioses fue ganando como terreno propio espacios de la religión, p.e., la explicación del origen del mundo. Con la práctica de transportar gente y su empleo para llevar a cabo experimentos médicos se abrió la vía a otra respuesta: aquello que es considerado una falla, un error o un defecto biológico o un virus, será eliminado sin culpa. Es una respuesta objetiva alejada de la gracia o desgracia divina.

    El sistema del campo de concentración y la sociedad nazi cambiaron la gracia o predestinación divina. Cuando a los candidatos a la eliminación se les daba la gracia para seguir viviendo les aplicaban medidas eugenésicas, esterilización forzosa, para proteger la pureza de la raza. La protección cambiaba el lugar de la culpa y de la deuda de una manera que los términos del tema y su disposición fueron modificados pasando al campo de la higiene y del exterminio de una degeneración o de una plaga.

    El Dios oscuro del nazismo elegía a los elementos de su feligresía. Los culpables de lo que ocurría eran los transportados, para su sociedad Eichmann no era culpable de nada, como lo reitero, en varias ocasiones, se limitaba a cumplir lo ordenado por ella, no era sólo una orden de sus superiores jerárquicos. Su caso no guarda la misma posición de quienes aducen la “obediencia debida” a órdenes superiores en las diversas experiencias ocurridas en América Latina. ¿Por qué razón no son iguales? En nuestro continente sólo fracciones de la sociedad ligadas al poder en turno avalaban y consideraban pertinentes esos “tratamientos” para la disidencia política; en la Alemania y Austria la sociedad compartía y daba su consenso a esas actividades.

    La inauguración del primer campo de concentración en 1933, en Dachau, Munich, fue anunciado profusamente en noticias y editoriales de la prensa alemana; los vecinos de la pequeña localidad se agrupaban a sus puertas para presenciar el arribo de los primeros 200 prisioneros, una muestra de cómo el goce de la desgracia ajena tenía amplios vasos comunicantes entre los miembros de la sociedad. Pero ¿se puede hablar del “goce de la desgracia ajena” cuando la “desgracia” le ocurre a un homo sacer? El 21 de marzo de 1933 Himmler dirigente del Estado Nacionalsocialista anunció su inauguración con la siguiente frase: “Campo de concentración para prisioneros políticos”. La prensa comunicaba que los campos ofrecían a los reclusos “una oportunidad para reflexionar sobre sus vergonzosas acciones” y los periódicos de Dachau, afirmaban que la inauguración traía “nuevas esperanzas para el mundo empresarial” de la localidad[17].

    El pastor Wagner, ejemplifica como su vida era premonitoria del futuro de la sociedad donde él vivió. En 1913, en la región Suaba de Alemania, el pastor mató a sus hijos para proteger a la humanidad de una “degeneración” pues siendo ellos hijos de un monstruo, según él, debido a sus prácticas sexuales, no podían sino transmitir esa “monstruosidad” a la sociedad. Se propuso matar a otros miembros de su familia y al no lograrlo los convocaba a suicidarse para impedir la propagación de la degeneración. Al final de sus días en pleno auge del régimen nazi, Wagner comentaba a sus médicos que él fue un precursor de la eugenesia, además fue el primer paciente “paranoico” o “psicótico” o “loco” internado en un hospital psiquiátrico que se afilió al partido nacionalsocialista[18]. Con su afiliación Wagner pone en tela de juicio la supuesta dificultad del paranoico o loco o psicótico para relacionarse con la sociedad, sea o no declarada paranoica.

    Las personas “transportadas” por Eichmann eran consideradas portador de una plaga y recibían el trato de los piojos transmisores del tifus. A causa de eso eran elegidos para recibir su tratamiento, la “eliminación”. El administrador del campo de Auschwitz, no sabía cómo deshacerse con eficacia y rapidez de ellos, tardó en advertir, que la “solución” estaba ante sus ojos: el Zyklon B producido por la compañía Degesch, llevado al campo como desinfectante en el verano de 1941. Fue descubierto por el científico alemán Fritz Haber, Premio Nóbel de Química (1918). El Zyklon B era un poderoso insecticida, muy efectivo sobre animales de sangre caliente y, en consecuencia, extremadamente venenoso para los seres humanos (como tal fue usado en las cámaras de ejecución de la pena capital en Arizona, Estados Unidos a partir de 1920). El 3 de septiembre de 1941 unos 250 enfermos y 600 prisioneros rusos fueron llevados a una celda subterránea donde efectivos de las SS con máscaras antigás dejaron escapar el gas[19]. Luego las empresas fabricantes ofrecieron instrucciones para ventilar las cámaras y acelerar su empleo.

    El verbo “eliminar” aparece hoy en los boletines de prensa de los actuales ministerios de economía y de las grandes empresas: No es lo mismo decir que alguien está desocupado pues no hay empleos a informar de la “eliminación de puestos de trabajo” pues eso ya no provoca desocupación. Entre “desocupados” y “eliminación”, no hay un mero eufemismo del lenguaje, hay un pasaje a otro orden de cosas. Eichmann lamentablemente no era un cínico. No extraña entonces que la empresa productora del Zyklon B, el consorcio Tesch/Stabenow, Desgesch, Degussa, I. G. Farben, continuara sus actividades después de la guerra, desarrollando insecticidas, pinturas y productos complejos, sofisticados y novedosos, uno de ellos de nombre Protectosil. Este producto se usará para proteger de pintas “las columnas del monumento a los judíos víctimas del Holocausto, en Berlín, que se inaugurará en el 2005”[20].

    Si se mata a alguien declarado matable/ eliminable / desechable no hay culpa y tampoco hay crimen pues la noción de crimen sólo tiene consistencia a partir de reconocer a la víctima el carácter de humano que lo “matable” quitó. No se trata de un crimen sin víctima, sino de un crimen no cometido pues sólo se eliminó un desecho.

    La eliminación es una operación toral, cuando algo se elimina no regresa, es un boleto sin retorno. León Poliakov, en La causalidad diabólica. Ensayo sobre el origen de las persecuciones (Muchnik Editores, Barcelona, 1982) indica que al pueblo judío se le dio en la historia de la persecución tres formas de tratamiento: 1.- La conversión, siendo Jesús su paradigma; 2.- Alejarlos de la ciudad, cuyo caso más claro fue la España Medieval; en ambas situaciones podían disfrazarse o regresar; 3.- El traslado al campo de concentración, la cámara de gas y el horno crematorio fue la “solución” pues de allí no hay disfraz ni retorno.

    Esta última “solución” actúa en el conjunto de la vida cotidiana posmoderna; un economista de la escuela de Chicago sostuvo un seminario en México y acusó al país debido de que: “Hay muchas tradiciones, se ven demasiado los murales y se lee a Marx”. Cuando eso se “acabe”, el trabajo nos hará libres ¿o no? “El trabajo os hará libres” era la frase colocada en la entrada de los campos de concentración. Cómo podría Eichmann tener culpa inconsciente al organizar esos trenes si ello aportaba una “solución” para eliminar a los objetos portadores de la culpa. Él reconoce que su trabajo:

    En Austria fue el que le dio las mayores satisfacciones y le hizo saborear las alegrías de la creación.

    Interrogado por el destino de los “transportados”, sólo respondió con la “metáfora” del desplazamiento (“transportados”), mientras los “objetos” transportados, objetos “metonímicos”, eran trasladados de forma condensada –muchos en poco espacio-. A la interrogación responde con énfasis:

    A. EICHMANN.- No ¡es falso!

    F. H.- ¿No es cierto?

    A. EICHMANN.- No, no lo es. “Al exterminio”, eso no puedo juzgarlo, porque no se determinaba de antemano si iban al exterminio o no. La sección encargada de establecer los horarios de transporte no sabía nada de eso…Es posible que imperfecciones locales hayan acarreado ocasionalmente sinsabores[21]

    Aquí nos encontramos frente a una transformación substancial del lenguaje en la posmodernidad, un desajuste de la articulación de la metáfora y la metonimia, de la condensación y desplazamiento de las formaciones del inconsciente, al menos, tal como fueron estudiados por el psicoanálisis. No se puede afirmar que Eichmann manipulaba el lenguaje, no se trata de un cuadro político entrenado para ocultar con “palabras” hechos ocurridos; el lenguaje de su discurso revela algo más, el vaciamiento del lenguaje para constituir un sujeto. Sería semejante a una oración, donde el sujeto no se hace cargo de los efectos del predicado.

    El cambio del lenguaje tiene por correlato la modificación de la memoria. El fiscal se da cuenta que en muchas ocasiones Eichmann consulta documentos para dar una respuesta y entonces lo interpela:

    Fiscal.-Por una vez, ¿es posible hablar sin la ayuda de los documentos, y apelar a su memoria? ¿Es imposible?

    A. Eichmann.- Pero yo querría explicarlo, porque…

    Fiscal.- Sin explicaciones

    Conviene notar que Eichmann es posmoderno avant la lettre, no tiene memoria, y si la tiene es de utilería, de corto alcance, idéntica en su estructura a los medios de comunicación: es fugaz. ¿Será que no quiere acordarse? ¿Será tan fácil la cuestión? ¿Y si se tratará de un mas allá de la memoria y su compañero el olvido? Para qué acordarse, acordarse sólo tiene sentido en un territorio de la memoria, si ella como tal pierde su objeto, no hay lugar para ella.

    El habitante de la posmodernidad está pleno de explicaciones: “Usted mató a su madre y a su padre”,” Un momento, se lo explicó”; estamos plenos de explicaciones ¿tendrá posibilidades algún deseo de sostenerse ante tanta explicación de los especialistas que nos rodean? En tenis, de alto y bajo rendimiento, el entrenador –un especialista-, insiste en un sólo punto, cuando se tiene un error lo primero que se impone es no ejercer la memoria, de eso se encarga él. Cuando hace un par de años se eliminaron los libros “viejos” de la biblioteca del Instituto Francés de América Latina en la ciudad de México o cuando se deja morir a 15000 ancianos por “culpa de la canícula estival” acaecida en el reciente verano francés ¿No se esta eliminando la memoria y junto con ello el olvido? Se sabe que en Occidente y en Oriente, los ancianos eran quienes tenían a su cargo el saber acumulado, cuando uno de ellos muere, muere una fracción de ese saber, claro que cuando el saber anterior es declarado inútil ¿Con qué objeto conservar ese saber y a su portador? Al aumento de capacidad de memoria binaria de la computadora le corresponde una progresión geométrica del alzheimer en el colectivo, por ejemplo, en el colectivo psicoanalítico.

    ¿Tiene alguna consecuencia cambiar el lugar del sujeto de la culpa? Veamos cuál fue uno de esos efectos sobre el caso que nos ocupa. Hablando del “transporte” de niños, el burócrata ferroviario declara:

    A. Eichmann.- La policía francesa también había detenido niños. Paris me preguntó qué haría con esos niños. Yo comuniqué “A partir de la reanudación de los trenes hacia el gobierno general, los transportes de niños podrían rodar” El hecho de que hayan sido necesarios once días para tomar una decisión sobre ese legajo que…Yo no estaba habilitado para tomar la decisión por mi cuenta…Pero si llevaba tanto tiempo, eso para mí es la prueba… [de que] yo no podía tratar el caso. No estaba habilitado para eso[22]

    El especialista autoriza el “transporte” de niños operando con la “misma” posición de un “niño” que no está autorizado a hacer tal o cual cosa, pero, quizás algo distinto se perfila, en ese “Yo no estaba habilitado”. El termino “habilitado” es una de las parejas de un”especialista”. Los especialistas están habilitados para ciertas cuestiones y para otras no, esa habilitación se produce mediante la operación de un conocimiento con un ámbito acotado e implica la “eliminación” de cualquier suposición. Subrayemos, la suposición solía constituir el signo que permitía identificar a un humano, a un semejante. La habilitación requiere de una pareja, la inhabilitación. Un inimputable está inhabilitado para la vida social, asistimos a la construcción de los intelectuales del edificio posmoderno, p.e., los cuadros directivos de una empresa transnacional, unidos por su habilitación junto a su inimputabilidad compartida. Las escuelas para padres de la actualidad confiesan que la inimputabilidad parece afectar esas funciones del parentesco. Existe una amenaza actual de instalar la generalización de la inimputabilidad. En ese estado ¿Será factible localizar alguna posición inconsciente de la que se haga cargo el inimputable? El inconsciente sin un sujeto en condiciones de hacerse cargo de sus formaciones ¿en qué se convierte?

    Si esto es una exageración, Eichmann se encarga de confirmarla y dar su aval pues a renglón seguido de su respuesta sobre el transporte de niños solicita al tribunal permiso para mostrar un “esquema” construido por él de la empresa donde desempeñaba sus funciones. El filme permite observar en el diagrama la descomposición de una tarea única, en múltiples y conectadas o desconectadas funciones y niveles. No se trata de visualizar la ineficacia o no de la administración nazi, al contrario se trata de ver el funcionamiento de una estructura en forma de desarticulación. Ese “en forma de” impedía a un participante de la tarea conocer la extensión de la tarea. ¿Y el saber? Esta salvedad no era el caso de las fábricas de cadáveres nazis, sus miembros conocían el comienzo y el fin de su operación: unos transportaban, otros eliminaban a los culpables y otros convertían en cenizas los restos de una amenaza para su raza. Sin embargo, subrayamos una singular coincidencia formal: el campo de la producción científica en ciencias aplicadas opera con un modelo similar. Sería una ficción como la siguiente: Un joven científico inventa un sistema de cómputo que orienta la lectura de los no-videntes, meses después, encuentra su invento integrado en la cabeza electrónica de la bomba “inteligente” llamada Margarita. En forma de desarticulación un componente queda integrado en otro, sin que su inventor pueda calcular ese destino. ¿Y el saber? Los dramas vividos por muchos científicos son un síntoma trágico de esa situación cuando el saber los alcanza.

    La reunión de Wannsee: Eichmann escriba

    Para situar el “discurso” de Eichmann abordaremos un tema delicado: el testimonio de su participación en una reunión efectuada en 1942, en el Barrio de Wannsee con un lago del mismo nombre, conocida luego como “la conferencia de Wannsee”[23].

    En la reunión participaron quince jerarcas con altos cargos en el régimen nazi: oficiales de las SS, funcionarios de la administración civil, en particular del aparato jurídico y miembros del Partido Nacionalsocialista. Allí, Eichmann redactó el protocolo de la reunión a petición de Heydrich, responsable del Servicio de Seguridad Nazi (SD) y Jefe de la Policía Secreta del Estado (Gestapo). Heydrich impulso la”solución final” al problema judío (se le han descubierto sus orígenes judíos[24]); fue ejecutado por la resistencia checoeslovaca, los nazis en respuesta borraron de la faz de la tierra al pueblo de Lídice[25]. El método se ha extendido al conjunto de los ejércitos modernos.

    Robert Kempner encontró el ejemplar número dieciséis del total de treinta copias del protocoloco[26] , ex funcionario germano emigrado a los EEUU en la época de los treinta y fiscal en 1947 de enjuiciar en Nuremberg a los encargados de los diversos ministerios del gobierno nazi. Kempner ante el hallazgo le pregunta, a su superior, el general Telford Taylor: “¿Habrá sucedido esto en realidad?”. Él no tenía a su alcance una imagen verosímil de aquello y entonces, podía poner en tela de duda la posibilidad de que haya ocurrido. Era tal la desmesura que el imaginario no lograba orientar el objeto real que tenía ante sus ojos. Eichmann participó y presenció los debates “sin perífrasis” –comenta él- sobre la “solución final”:

    A. Eichmann.- Me sentí satisfecho al analizar mi situación con respecto a las consecuencias de la conferencia de Wannsee. En esos momentos experimenté un poco la satisfacción de Poncio Pilatos, porque me sentí virgen de toda culpabilidad…

    Juez Raveh.- Pero yo siempre creí que, para Poncio Pilatos, lavarse las manos era una actitud introspectiva

    Eichmann.- Es precisamente lo que quería decir, señor juez…Era un instrumento en las manos de fuerzas superiores. Yo – y permítame que lo diga vulgarmente- debía lavarme las manos con total inocencia, por lo que concernía a mí yo íntimo. Por lo que a mí respecta, no se trata tanto de factores exteriores como de mi propia búsqueda interior

    Juez Raveh- Entonces, cuando usted se lavó las manos en 1942, ¿era una forma de…reserva mental?

    Eichmann – ¿En 1942? 

    Juez Raveh- Sí, Wannsee, la conferencia de Wannsee

    [Cara de asombro del acusado mostrada por el filme. El acusado permanece silencioso y parece no comprender la pregunta[27]]

    Seguimos las huellas del testimonio. El juez no sabe lo que dice al preguntar ¿era una forma de…reserva mental?, dejemos de lado el parentesco racial, racista, un eco lógico de la “reserva” con el campo de concentración, del cual la primera fue su antecedente. Eichmann introduce un determinativo a su mención de Poncio Pilatos: “me sentí virgen de toda culpabilidad “. Por no estar afectado queda en un estado de inocencia extrema que revela el substrato de ella: en su nombre y gracias a ella se pueden ejecutar sin obstáculos las tareas de un especialista. Su “intimidad” no fue intimidada por ninguna de las consecuencias de sus actividades. ¿Se trata sólo de una escisión del Yo?

    Si sólo se tratará de un caso aislado no tendría mayor alcance, sin embargo, algo similar –salvando las distancias- ocurrió en sectores intelectuales contemporáneos de Eichmann: la “escisión” vivida por el filosofo Heidegger o el director de la sinfónica de Berlín, Wilhelm Furtwänglen o la directora de cine Leni Riefenstahl o el arquitecto Albert Speer. Nótese que esas “escisiones” guardan colindancia con la situación de empresas beneficiadas: la firma automotriz Wolkswagen, continuó la fabricación del “bochito” o “escarabajo”, su carro más famoso diseñado por Hitler; los laboratorios Bayer productores del gas Zyclon continuaron su actividad. Se puede objetar que habría una distancia entre las personas y las frías instituciones industriales. Rene Spitz llamó la atención sobre la institución del cunero, lugar donde quedan los infantes recién nacidos en el hospital, allí la ausencia de personas singulares provoca en los neonatos el marasmo neurológico y mueren[28]. Un niño sobrevive y vive a partir de que una persona singularizada, p.e., tal o cual enfermera se dirige a él.

    La objeción mencionada no tiene valor en este caso: Eichmann no consideraba que transportaba “personas”; en las cámaras de gas se gaseaba a un virus productor de un contagio racial. El transporte y los campos son un cunero trastocado: las personas –los funcionarios nazis- tenían delante de sí la nuda vida, biología desprovista de la semejanza. El marasmo es una forma de la nuda vida pues el “bebe” al quedar sin los pañales y las chambritas de la humanidad es reducido a sólo un cuerpo biológico. La humanidad viene siempre desde el lugar de los otros. Eichmann indicó que el equipaje de los transportados no viajaba con ellos, se trataba del primer paso para retirarles las envolturas personales ¿Qué ocurre cuando la vida de la institución se instala en la vida cotidiana?

    Primo Levi prisionero en Auschwitz rechazó la “interpretación” del campo como una “experiencia de envilecimiento y de impotencia infantil”, según la cual la vida del deportado sería asimilable a una “regresión infantil”. Esta interpretación fallida tomaba a las SS como unos padres intentando educar a sus hijos, Levi notaba que los padres no se comportan con su prole como lo hacían las SS, incluso en el caso de darles órdenes, de obligarlos a comer a una determinada hora y, a veces, a castigarlos[29].

    Eichmann con su asombro y su “discurso” ilustra aquello que constituyó el tema de una investigación a cargo de un filólogo alemán, Victor Klemperer, quien observó un aspecto del lenguaje imperante en la época:

    La segunda Guerra mundial nos mostró en múltiples ocasiones este proceso: una expresión todavía muy viva hace poco, aparentemente destinada a una existencia inextinguible, de pronto enmudece. Desaparece con la situación que la creó y en un futuro dará testimonio de ella como lo hace un fósil [ LTI. La lengua del Tercer Reich, Apuntes de un filólogo, editorial minúscula, Barcelona, 2001, p.12]

    ¿De qué fósil se trata? Quizás se trate de la fosilización del lenguaje, cuyo ejemplo, son los llamados lenguajes básicos de las computadoras. Preguntamos ¿a qué queda reducido el lenguaje cuando ya no transporta una deuda? Una deuda pues cuando los humanos hablan siempre dicen menos de lo que quieren o hablan más de la cuenta. A veces, una dificultad o falla del sistema simbólico impide organizar una imagen, un sentido. Tener una “reserva mental” no estaba en la construcción que dio lugar a Eichmann. Aquí conviene recordar un análisis de la posición de Eichmann ante el habla, efectuado por Hannah Arendt:

    Tanto más obvio se hizo que su inhabilidad para hablar estaba estrechamente vinculada a su inhabilidad para ‘pensar’, es decir, a pensar desde el punto de vista del otro. Ninguna comunicación era posible con él, no porque mentía, sino porque estaba rodeado de dispositivos más confiables que le salvaguardaban frente a las palabras y a la presencia de otros, y por ende, frente a la realidad como tal.[30]

    La salvaguarda frente a las palabras y la presencia de otros incluye un componente: las palabras y algunos otros no le dicen nada. Y en eso no estaba sólo. Tal era el lugar del habla, del lenguaje ante los objetos destinados a la eliminación. Otro ensayista, Günther Anders ubica las raíces de esta banalidad compartida en la desproporción y la naturaleza maquinal del mundo de…hoy[31]. La desproporción genera una insuficiencia en la imaginación ante hechos que vayan más allá de, por ejemplo, una víctima. Una víctima causa impacto, cuando se trata de 6.000.000 no hay imaginación posible, sólo es una cifra más aún, veamos lo que dice Eichmann cuando su defensor lo interroga:

    Dr. Servatius.-…Aunque un tren no pueda recibir más que setecientas personas, había que amontonar a mil judíos. ¿No se trata de una complicación inútil, de la que usted era responsable?

    Eichmann.- No…Pero, que yo recuerde, la cifra de setecientos era una cifra totalmente habitual en esa época, teniendo en cuenta la cantidad estándar de vagones, que desdichadamente aquí no es aclarada, porque, de ser así, sería fácil hacer el cálculo…En un transporte militar, cada soldado debía transportar su equipaje consigo. Pero, en el caso presente, los equipajes viajaban en vagones de mercancías de apoyo que eran enganchados a los trenes [El público reacciona ruidosamente]…de tal modo que los que debían partir no conservaban sus equipajes consigo…La capacidad de los vagones, pues, fue llevada, de acuerdo con un cálculo del Ministerio de Transportes del Reich, de setecientos a mil[32].

    La relación práctica de Eichmann con el lenguaje y la palabra deja ver la naturaleza de ese lenguaje y su forma de operar: se trata de un cálculo de números con números y entre números, no se trata en ningún momento de información sobre personas y entre las mismas, ellas, las personas no cuentan. El fiscal sobreactuando su lugar introduce, de manera indebida, la frase “Cuántas personas eran deportadas”, Eichmann y su sistema no transportaban personas, sólo números. La presencia numérica elimina la imagen de las personas transportadas, en Auschwitz no había espejos[33]. Los deportados eran tatuados con un número en el campo; esos números componían series, luego, eran enviados a la cámara de gas los números tales y cuales, no hay imagen de personas, no hay personas, sólo una operación numérica. Este mecanismo “lingüístico” está documentado en las licitaciones de empresas ofreciendo a la SS hornos crematorios, ofertas de una capacidad mayor de ahorro de combustible, todo era cálculo matemático (Ver, Jean- Claude Pressac, Les crématoires d’Auschwitz, CNRS Editions, Paris, 1993). Un testigo relata estas operaciones:

    Testigo Melkman.- El comandante informaba a la dirección judía del campo de Westerbork que al día siguiente debía ser despachada cierta cantidad de gente. Se necesitaban mil, dos mil, o tres mil…Se necesitaba un poco más que cada cuota, ya que siempre era posible que algunos de ellos murieran en el camino, y era siempre necesario que al llegar a Auschwitz hubiera la cantidad exacta. Entonces, si hacían falta mil, se enviaba veinte más[34].

    Un número no es un símbolo, tampoco es una imagen, de ahí que en el psicoanálisis la estadística sólo está reducida al caso por caso, identificado con un nombre y un apellido. El filme, Un especialista, muestra a Michel Goldman, asistente del fiscal, a quien se le ve el número grabado en su brazo; él le explicaba a su hijo que se trataba de “un número telefónico de su trabajo”[35]. ¿Se puede localizar una definición tan intensa de lo ocurrido a la subjetividad en los campos?

    El “asombro” de Eichmann ante una posible reserva mental se enlaza con el lenguaje que habitaba en él. Las dudas al respecto las aclara el testimonio de Franz Meyer, un hombre de 50 años, quien como representante de la comunidad judía de Viena tenía tratos con él. El fiscal interroga a Meyer por la conducta del acusado

    Franz Meyer.-…Y como entonces pensaba que era una persona capaz de entender nuestras tribulaciones, como entonces parecía que podía comprender nuestra situación y nuestros problemas…En esa época era una persona tranquila, que se comportaba normalmente. Por supuesto, no había nada personal en nuestras relaciones. Simplemente eran frías, pero correctas[36].

    Aquí subrayo un matiz el “Por supuesto” de la conclusión final pues de manera tajante anula la suposición y no permitía a los involucrados ver la posición en juego ¿Se le puede suponer algo a un especialista? ¿Cómo puede valorarse el frío de correcto? ¿Qué implica para las formas de la normalidad que no haya nada personal en las relaciones entre los humanos? Un contestador telefónico suprime la voz de una persona. ¿Cuál es el mecanismo para suprimir lo personal?

    Meyer da una respuesta, Eichmann era y fue un hombre normal, si sucedió una transformación fue en las condiciones de su normalidad y eso es más delicado que considerarlo normal o no. Meyer pasa de testigo al lugar de testimonio. Testimonio de lo ocurrido a amplios sectores de la comunidad judía que no vislumbraban el horizonte que les esperaba, todavía le suponían cosas a burócratas como Eichmann ¿Acaso tenían elementos para hacer otra cosa? Las condiciones de su sociedad los involucraban a ellos, sin que ellos lograran orientarse por un saber sobre eso. El contexto compone tal o cual clase de normalidad, la inversa sólo revela el texto. La variación histórica de las formas de la normalidad y anormalidad son eso y sólo eso. El cambio de época o de lazo social da cuenta de un cambio, no da cuenta del valor y de los valores, en tal y cual época. Los transportados eran parte de una época de la cual ellos serían eliminados y no lo sabían. ¿No lo sabían? El saber, a diferencia del conocimiento, remite a su estatuto singular: un saber no sabido, definición mínima del inconsciente. Muchas de las víctimas conocían a los nazis y no lograban saber lo que les harían los nazis. Max Weber en 1919, para citar sólo un ejemplo, daba una muestra de ese saber premonitorio: Lo que nos espera no es la floración del verano, sino ante todo una noche polar, glaciar, sombría y ruda. Esa imagen premonitoria describe hasta en sus mínimos detalles el atardecer de un prisionero en los campos durante el invierno nazi. Hoy afirmamos su carácter premonitorio luego de lo que les ocurrió a esos prisioneros y transportados. Una de las obras de Kafka, La colonia penitenciaria, es una radiografía del porvenir: una colonia que vivía en un régimen penitenciario[37].

    El testimonio de Meyer al declarar que Eichmann era “En esa época era una persona tranquila, que se comportaba normalmente “ nos conduce a una conclusión: Eichmann de manera normal como cualquier ser humano es la realización de esa condición llevada hasta sus últimas consecuencias. Sólo un animal humano puede hacer lo que él hizo, en el mundo animal, el tigre al matar por matar, sin gusto y sin objeto, ejerce un hecho instintivo cuyo objeto no es la muerte sino el ejercicio del instinto. Eichmann hizo y participó de algo peor al matar sin gusto, sin amor, sin odio, revela el nudo de su caso con un paradigma épocal: matar para hacer desaparecer a una “especie” sin amor y sin odio. No hay criterios válidos para aislar a Eichmann del género humano, él realiza esa condición, es un caso límite. Aislarlo de nuestra especie es no quedar advertidos de que con facilidad seremos las víctimas de sus emuladores contemporáneos. Retornemos al comienzo del juicio donde el Fiscal Hauser afirma:

    Nació como hombre, pero vivió como una fiera en la jungla. Cometió actos abominables. Actos tales que quien los comete no merece ya ser llamado hombre. Pues existen actos que se hallan más allá de lo concebible, que se ubican del otro lado de la frontera que separa al hombre del animal.[38]

    El fiscal deja flotando una pregunta que concierne al psicoanálisis: ¿Cómo se transforma un hombre en una fiera? Su formulación da por hecho la diferencia entre un hombre y un animal, y entonces, se produce la transformación de uno en el otro. Su posición deja fuera de juego el componente feroz de cada hombre, sólo estos convierten a un animal en salvaje, p.e., un perro entrenado para atacar a los humanos. Esa ferocidad a partir de Eichmann contiene un nuevo ingrediente: la trama objetiva de orden numérico y sus cálculos respectivos. Declarar que no merece ya ser llamado hombre, es una buena receta para alentar la bella indeferencia y dejarnos desprevenidos ante la reiteración de eso que habita y acecha nuestras vidas. El neoteno en su límite se devora a sí mismo, de ahí la terca insistencia de Freud en sostener el mito de la antropofagia, el género humano está en condiciones de hacer eso y mucho más. ¿Acaso no fue ante esa ausencia de límites que se implantó el nazismo? Si necesitamos de una confirmación de tales proezas a cargo de humanos, veamos las conclusiones que derivó el profesor Louis Bolk al descubrir la estructura de neoteno del humano. Lo hizo en el curso de una conferencia en 1926 ante la Sociedad de Anatomía de Freiburg, allí designaba al hombre “como un feto de primate llegado a la madurez sexual”, esa condición propicia para nuestra especie las siguientes conclusiones:

    Cuanto más progrese la humanidad en el camino de la “humanización”, tanto más se acerca al punto fatal, rebasarlo significa aniquilación[39] 

    La estructura humana al tratar de su estado de fetalización orgánica, su neotenia, alcanza el despliegue de un componente salvaje que se sitúa más allá del animal: la barbarie civilizada. Sigue en pie la pregunta ¿cómo dar cuenta de esa transformación? Aquí para intentar una respuesta, conviene poner en claro que analizar es sólo analizar, para justificar, comprender, compartir, solapar existen otros instrumentos. Claro que analizamos hoy, luego de que han transcurrido las necesarias tres generaciones entre los hechos y la actualidad para permitir sostener una posición de análisis.

    En los documentos que Eichmann elaboró de la reunión Wannsee, los historiadores y los estudiosos del tema en el campo del derecho, de la criminología, de la filosofía, de la sociología se encontraron con un hecho inaudito: el documento de la reunión no contiene una sola frase que dijera: “Los vamos a matar”. El protocolo nos muestra un fenómeno mayor: un crimen ordenado sin que se haya dado la orden y sin que haya una o varias personas responsables de esa orden y de su ejecución. Un crimen perfecto pues el ejecutor se disuelve en una entidad que carece cuerpo. Asistimos a la instalación y experimentación de un ejercicio del poder del orden fantasmal, inaprensible e intangible, salvo en sus consecuencias. Es una forma de funcionamiento que organiza la economía globalizada de nuestra vida cotidiana: la acción de los mercados, una institución evanescente; difícil de ser aprehendida por las manos humanas, sólo se viven sus efectos. El mercado cambiario y el mercado de capitales encerraron a los habitantes de Argentina en un corralito[40] durante la crisis que viven y de la cual sufren los efectos.

    La transformación operada a partir de Eichmann y sus coterráneos afectó la muerte humana en los campos y en la modernidad. Afectada pues se puede morir a consecuencia de una estructura impersonal, junto con ello el duelo por la muerte ha dejado de recibir un trato personal, como lo fueron los ritos fúnebres, cada día más reducidos en el tiempo, por la prisa de conducir el cadáver a un horno crematorio. El Ingeniero Prüfer capturado por el ejército americano es liberado pues los “convence” de la utilidad “no criminal” de los hornos, construidos por él y su compañía; les señaló el “alto interés” que tendrían para “el porvenir”. Auschwitz cambió la posición de Occidente ante la muerte y el duelo; ese cambio produce más que una dificultad para la erótica desplegada en el curso de tal o cual duelo singular. Philippe Ariès subrayó la fecha de 1939-1948 como reveladora para los cambios producidos ante la muerte, la aparición de su rechazo y el intento de suprimirla (escribiríamos su eliminación). Pese a las fechas él no tomó nota de la coincidencia de esos años y la maquinaria nazi. Los Funeral Homes americanos distribuidos a escala planetaria tienen un origen preciso: la fábrica de cadáveres del campo de concentración y su horno crematorio, que en las funerarias reciben el nombre de incineración[41].

    Hannah Arendt llamó la atención del caso de Adolf Eichmann en su estudio, La banalidad del mal[42]. El mal ya no era propiedad de los malos sino que la maldad se compartía y era un aspecto trivial de la normalidad compartida. Ella localizó un dato sospechado sólo por uno de los jueces: Eichmann tomaba apoyo en la filosofía de Kant y sus formulaciones del imperativo categórico. El imperativo tiene un carácter incondicional y categórico, “Debes por que Debes”, se tratar del deber impuesto por una ley y no por tal o cual persona. Y todo somos iguales ante la ley, por ello el régimen nazi eliminaba a los diferentes. La posición del jerarca nazi se articuló con los postulados del siglo de las luces. Si eso es así, y en efecto lo es ¿cómo afecta a la clínica, a la doctrina psicoanalítica, que el mal se convierta en un elemento común del imperativo categórico para eliminar al semejante? ¿A qué forma de constitución “subjetiva” dará lugar? ¿Tiene sentido alguno el mal en esas condiciones?

    Situación del psicoanálisis ante el orden social

    En fin, lo que se llama “práctica discursiva”…es un conjunto de reglas anónimas, históricas, siempre determinadas en el tiempo y el espacio que han definido una época dada, y para un área social, económica, geográfica o lingüística dada, las condiciones de ejercicio de la función enunciativa.

    Michel Foucault, La arqueología del saber.

    El filósofo Theodor W. Adorno decía del psicoanálisis:” En el psicoanálisis todo es falso salvo la exageración”[43] ¿Qué es la exageración? El diccionario de Maria Moliner nos informa:

    Exageración: hipérbole. Femenino; alguna vez se ha usado como masculino. Circunstancia de un relato, descripción o noticia que presenta las cosas como más graves, importantes o grandes de como en realidad son: ‘Hay algo de hipérbole en esa descripción’. Relato, expresión, etc., en que hay hipérbole. Figura retórica o de pensamiento consistente en el uso de una hipérbole.

    La exageración es amplificar un elemento pequeño y hacerlo visible a un nivel mayor, p.e., exagerar un elemento micro para hacer ver su componente macro. Está hipérbole es una lupa que aumenta los contornos y revela propiedades no visibles a simple vista. El caso individual – micro- del psicoanálisis con su hipérbole permite ver, mostrar y revelar las singularidades constitutivas de la situación macro que lo contiene, sea macro económica, sea macro social, sea macro cultural, sea macro erótica, sea macro sexual. Con esa lente se constata que cada caso individual es real y por ese carácter pertenece a lo social en todos y cada uno de sus rasgos. Todo lo real es social, no hay un elemento social sin su real pegado a las suelas de sus zapatos. Así la lupa micro de cada caso de psicoanálisis muestra la estructura subjetiva de una época.

    La exageración vive en las enseñanzas de Sigmund Freud, Anna Freud, Melanie Klein y Jacques Lacan. Sus casos son una lente de aumento que localiza el malestar de la cultura donde se despliegan. El caso clínico muestra la crisis sexual, erótica, deseante, cultural de su continente macro. Lo micro revela los trazos silenciosos del componente macro. Entre uno y otro se establece una articulación plástica, reversible, transformable entre ambos componentes. Su formulación en el lenguaje cotidiano es sencilla: no hay del uno sin el otro.

    Esta articulación es mostrada por un acto, el suicidio del campesino coreano Lee Kyun Hae, en la ciudad de Cancún, México (10/09/2003). Esa muerte realizaba el destino de un sector social, los campesinos coreanos, ante la nueva comunidad internacional del comercio agrícola y la instalación de los cultivos transgénicos: su eliminación del mundo posmoderno. Ese caso individual ilustraba de forma trágica la desaparición de la antigua tradición campesina no sólo de Corea.

    El componente individual es el sujeto del colectivo que vemos operar en los siete casos que integran el canon clínico de Sigmund Freud:

    1.- Edipo recrea las condiciones de la paternidad vigentes en el Imperio Austro Húngaro, se trata de la caída del padre en ese lazo social; la referencia retórica a la tragedia de Sófocles no constituye su base ni mucho menos da cuenta de su estructura[44]. En ese imperio Freud inventó el psicoanálisis y el complejo de Edipo;

    2.- Ida Bauer, conocida bajo el seudónimo de “Dora” permite observar el ascenso de las clases medias, la ruptura de sus lazos de tradición con la clase social de origen y los horizontes del socialismo en ciernes; Ida era hermana de Otto Bauer, un importante dirigente socialdemócrata de la II Internacional Socialista, con él realiza la escena del goce entre la succión de “su” pulgar y el frotamiento del lóbulo de la oreja de “su” hermano; el caso permite estudiar el saber de las mujeres sobe la crisis de la paternidad, un saber conservado por ellas en reserva; ella pescó al vuelo la crisis profunda que afectaba al padre y al sistema monárquico de la Austria que comenzaba a sacudirse de la permanencia del imperio Austro-Húngaro[45];

    3.- El nacimiento de Herbert Graf (“Juanito”) le permite a Freud jugar con las fuerzas del origen para que un sujeto se sostenga ante la vida. El padre de “Juanito” intentaba quitarle su origen judío para “protegerlo” del racismo imperante en Viena, maniobra recusada por Freud con una claridad insospechada; la hermana de “Juanito” origen de su temor a la castración murió en los campos de concentración nazis. Freud sostenía que sin ese origen ese niño quedaría sin fuerzas para afrontar los avatares de la vida, incluido la persecución antisemita; será demasiado observar en la figura del caballo, motivo de la fobia de Herbert, una imagen muy en boga difundida por el antisemitismo europeo[46];

    4.- Ernest Lehrs, la literatura analítica, nos habla de él bajo el seudónimo de “El hombre de las ratas”, el tormento de las ratas que invadían las trincheras de la sociedad industrial moderna. El abogado murió en las trincheras de la Primera Guerra Mundial, lugar por donde circulaba una gran cantidad de esos animales alimentándose de los cadáveres fragmentados por las explosiones; nos permitimos la hipérbole de indicar que su fantasía de la introducción de una rata por el ano a un prisionero es un fresco surrealista de la voracidad capitalista en su búsqueda desenfrenada de aumentar sus dineros. No es sólo un invento del psicoanálisis descubrir la serie que va desde el dinero hasta su origen, la mierda[47];

    5.- Daniel Paul Schreber anunciaba a través de su delirio la crisis de la diferencia de los sexos afectada por la medicina, y la ascensión del biopoder[48], en particular en el terreno de la reproducción sexuada y la construcción de hombres nuevos de espíritu schreberiano. Ese proyecto fue puesto en acto por el nazismo a partir de 1933; hoy, ese proyecto, ya sin cruces gamadas, sin notorias alambradas de púas, avanza en su concreción social y da a lugar a la eclosión del movimiento transgénero. Aquello que en Schreber era un delirio pospuesto en el tiempo para su concreción, en los transgéneros, gracias a los avances biológicos, es ya una realidad. Notemos una diferencia, Schreber buscó a alguien, el Dr. Flechsig, con quien hablar de los tormentos de sus experiencias, entre otras cuestiones pues cuestionaba las enseñanzas de la medicina; el cambio de sexo efectuado por los miembros del movimiento transgénero sólo mantuvo un encuentro con la ciencia biológica y sus agentes, un cirujano, y los esteroides anabólicos. El movimiento transgénero es heredero de aquellas cuestiones abiertas por el delirante Schreber ¿Tendremos condiciones para colocarnos a la altura de esas cuestiones?;

    6.- La situación clínica de Serguei Constantinovich Pankejeff, el “hombre de los lobos”, muestra la crisis que vive una sociedad y sus miembros al destruirse un tipo de lazo social, cultural, económico e ideológico: la caída del Zar, apodado el “Padrecito” y los comienzos de la revolución rusa de 1917; sus envolturas culturales fueron perforadas por estos acontecimientos en forma sincrónica con una gonorrea que perforó su camisa fetal a los dieciocho años; esta perforación lo llevó al análisis con Freud[49];

    7.- Margaret Csillag, una adolescente vienesa tratada por Freud, ingresó a la tradición del psicoanálisis bajo el nombre de “la joven homosexual; ella mostraba los efectos de que tanto su madre como su padre habían renegado, una por discriminación social y el otro por sobrevivencia económica, de sus orígenes judíos; a tal grado que ya se insinuada la barbarie nazi, ella sostenía no tener ningún problema al respecto pues “los judíos eran otros” ¿Cómo operaba esa renegación en el hecho de que ella sólo logró revelar una vida erótica ante la muerte de su mascota?[50];

    En el caso de Jacques Lacan subrayemos dos de los casos abordados por su clínica:

    1.- Las hermanas Lea y Cristina Papin sirvientas conocidas por la opinión pública francesa cuando en la ciudad Le Mans, Francia asesinaron en febrero de 1933 a sus patronas –madre e hija; el proceso judicial convocó la atención del joven Lacan cuando ya era motivo de intensos debates, donde participaban los surrealistas, los intelectuales del partido comunista. Las hermanas permitieron localizar la estructura social y cultural de los años treinta[51];

    2.- Adolfo Hitler, el tema es tratado por Lacan con la lectura del libro del líder nazi, “Mi lucha”; allí localiza el lugar asignado por el nazismo a la madre en el complejo familiar y la crisis de la institución matrimonial, ambos elementos articulados a la caída del Imperio Austro-Húngaro[52];

    Jacques Lacan abordó, de manera “marginal”, como maniobra de disimulación honesta, un tema: el discurso del capitalista (1972)[53]. La fecha de 1972 y la ciudad de Milán, Italia, donde pronuncia ese tema ¿son ajenas a los movimientos sociales y políticos que hacían temblar a la Italia de esos años? Conviene retener un dato, Lacan desde sus inicios dejo muy clara la falta de distinción entre lo “individual” y lo”social, debido a ello coloca el tema del campo de concentración como uno de los organizadores de su proposición para acceder al título de psicoanalista:

    Esta exclusión posee una coordenada en el real, a la que se dejó en una profunda sombra. Se trata del advenimiento, correlativo a la universalización del sujeto procedente de la ciencia, del fenómeno fundamental cuya erupción puso en evidencia el campo de concentración. Quién no ve que el nazismo sólo tuvo aquí el valor de un reactivo precursor. El ascenso de un mundo organizado sobre todas las formas de segregación…Ningún remedio habrá que esperar, en tanto que estos problemas no hayan sido abiertos…[54]

    Este breve recorrido nos muestra un hilo conductor con el caso Eichmann: las situaciones clínicas mencionadas se sitúan en los prolegómenos de la instalación del nazismo en el poder en Alemania, el inicio de la Segunda Guerra Mundial. Ese hilo permite constatar que la práctica del psicoanálisis junto con su doctrina articula los casos singulares con la sociedad donde esos casos ocurren. Adolf Eichmann pertenece a esa serie, más aún, sería la “solución” de varios de los problemas formulados para los protagonistas de esos antecedentes clínicos. Estos casos son indicios, huellas, trazos que articulan lo individual con el entorno del cual forman parte. Estudiar, seguir y leer los son parte de una conjetura conocida en la historia de la humanidad[55]. La practica indiciaría del psicoanálisis incluye elementos de la cartografía: la presentación en escalas micro –un mapa, un caso- de la geografía macro. El psicoanálisis es una cartografía caso por caso de las formas de la subjetividad[56].

    Enseñanzas del caso

    Adolf Eichmann un jerarca del sistema nacionalsocialista permite estudiar la estructura micro de la nueva “subjetividad” que dibujó el horizonte de la actual posmodernidad. Esa actualidad es refractaria al estudio de los orígenes, rechaza activamente la historia, pues considera que ella llegó a su fin, pese a ello tiene un origen situado en un tiempo histórico, la inauguración del primer campo de concentración nazi en el año de 1933, en la localidad de Dachau, Munich, Alemania. De todas formas juguemos el juego de la posmodernidad, nada de historias, sólo el texto de su testimonio ¿Para qué más? El afirmó y sostuvo que la culpa no estaba a su cargo, estaba a cargo del otro.

    Sigmund Freud estableció una brújula para contener los delirios “teóricos” del psicoanalista: cada caso sólo puede ser recibido siendo un nuevo caso y no se le puede aplicar un “conocimiento” o un “saber extraído de otro”. El analista, en su práctica, aceptará que ese nuevo caso le cuestione el conjunto del saber teórico previamente adquirido. En este punto el caso de Eichmann incluye un suplemento específico para nuestra práctica: la experiencia de la actual concentración sin campo, quizás haga vacilar no sólo nuestro saber previo. Tal es el caso de la situación de culpa ante las novedades de este caso.

    La culpa desde la religión monoteísta al psicoanálisis

    Freud en La interpretación de los sueños (1899) recoge una observación destinada a ubicar la posición del soñante con los deseos inconscientes presentes en sus sueños:

    En resumen, entendemos en este sentido, difícilmente impugnable, las palabras de Cristo: «Del corazón vienen malos pensamientos» [Mateo, 15:19]; y entonces no podemos sustraernos de la convicción de que todos los pecados cometidos en sueños conllevan al menos un oscuro mínimo de culpa.

    Las tres religiones monoteístas -el Cristianismo, el Judaísmo y el Mahometanismo- hicieron de la culpa el fundamento de la relación humana con Dios. El hombre y la mujer eran culpables desde su concepción hasta la muerte; ese peso se instala en la espalda de cada creyente, se hacen cargo de él y con eso a cuestas lograban enfrentar la experiencia de la vida que les toca vivir. Dios respondía tomando a su cargo los interrogantes vitales (nacimiento, sexo, muerte), los creyentes suponen, con grados relativos de certidumbre, que él sabe sobre eso ¿Cómo lo hace? ¿Cuáles son los componentes de ese saber? Esas preguntas no pertenecen al creyente.

    La organización de la culpa es pesada y al mismo tiempo ofrece a los creyentes un lugar en el mundo, en la vida, en la sexualidad, la procreación, en la moralidad, en la ética, en cierta jurisprudencia, hasta en la economía.

    El psicoanálisis descubrió que no se trataba sólo de la culpa ante Dios sino de una culpa más delicada: la culpa por tener deseos reprimidos ante Dios, unos deseos que conciernen al soñante más allá de su voluntad. Esa culpa contiene un plus: la deuda por haber nacido llevando el apellido de un padre y traído al mundo en el cuerpo de una madre. Hay una articulación estrecha entre culpa y deuda. Freud recordando a Shakespeare escribía Tú le debes una muerte a la Naturaleza. La culpa surgida del deseo le permite a cada sujeto, sea cual sea su forma de vivir la vida, singularizarse, organizarse y vivir. La paradoja es que se puede vivir con la culpa de llevar adelante un deseo, de ahí que, en más de una ocasión, la culpa surge cuando el sujeto llevado por su deseo lo realiza y actúa de acuerdo con él, da un paso gracias a él. En ese punto ocurre que salde su deuda y siga viviendo con culpa o sin ella, pero ya dio un paso vital impulsado por la causa del deseo.

    Estos hallazgos clínicos dejaban al descubierto los elementos mínimos que sostenían la función de la culpa inconsciente: un sistema simbólico y sus correspondientes sustituciones – Dios, Rey, Presidente, Padre-; el sistema de la historia, la tradición, y la memoria; una imagen que envuelve y oculta la estructura de neoteno del cuerpo humano. Esos elementos se articulan entre sí y todo lo contrario, más el síntoma de cada vida.

    ¿Qué ocurre cuando uno de esos elementos está en riesgo de ser eliminado? En el psicoanálisis no hemos sacado el conjunto de consecuencias derivadas de la muerte de Dios y de una declinación paterna con tendencia a desaparecer, como lo revela entre otras cuestiones, la creciente separación del sexo de la reproducción, el despliegue de las prácticas de inseminación artificial y el horizonte sin padre inaugurado por la clonación[57]. Esos cambios cimbran la organización de la autoridad…paterna. Hannah Arendt escribió “El hecho de que la autoridad ha desaparecido del mundo moderno nos incita y funda nuestro esfuerzo por subrayar esta cuestión[58]”. La autoridad perdida no es una “autoridad en general”, sino una forma de autoridad bien específica que estuvo en curso a través de todo el mundo occidental: el Cristianismo y las culturas monoteístas instalaron un sistema piramidal en cuyo vértice superior se asentaba la autoridad.

    Esa autoridad perdida no era un paraíso, y si lo fue, por ser el paraíso ya está pérdida; su ejercicio no descansaba en el puro ejercicio del poder, tampoco sobre una medida común entre quien manda y quien obedece ni sobre la fuerza de uno sobre otro. Ella descansaba en el establecimiento de una jerarquía compartida cuya justeza no es puesta en duda y los partícipes aceptan la legitimidad de esos lugares establecidos. La autoridad se distingue del ejercicio puro de la fuerza y de la persuasión por medio de argumentos. La vieja autoridad paterna orientaba a los humanos por ser parte de una jerarquía compartida, luego ejercía o no la fuerza, ese ejercicio era secundario a su jerarquía aceptada; una autoridad paterna no se ejerce convenciendo a las hijas e hijos con argumentos de la escuela para padres. Con esta “desaparición” algunos elementos organizadores del sistema de la deuda y de la culpa como habían sido estudiados, han cambiado o están en transe de extinguirse.

    En el psicoanálisis simplemente subrayamos un dato: el parricidio fundador en Occidente de la sociedad, la ética y la moral, según Freud, ha perdido su carácter de Crimen en el Derecho Penal a partir de 1970. En México la figura fue reemplazada por los “crímenes por motivos de parentesco”, mismos cuya condena acepta atenuantes, justificaciones y circunstancias, lo cual viene a decirnos: matar al padre o la madre es un crimen ordinario, semejante a cualquier otro[59].

    Este universo de la culpa, de la deuda, del sistema simbólico hasta la formas de la muerte y el duelo fueron tocadas, trastocadas y modificadas por la experiencia que transmite el caso Eichmann. Y entonces ¿cómo se sostiene el deseo ante un lazo social donde gobierna la autoridad impersonal de la justicia y las formas institucionales se propagan como modos de relación con el semejante? Hoy, cuando nuestros cuerpos están en una extrema tensión debido a que cada humano tiene frente a sí el horizonte de recibir el tratamiento dado a los judíos: la condición de homo sacer, tiende a generalizarse. Estos son los desafíos que la causa de un deseo y el deseo mismo afrontan para subsistir en el intento.

     

    [1] Este texto es el resultado de la presentación del tema en las jornadas Auschwitz, hoy, efectuadas el día 29/11/2003, en el auditorio del FCE, México, DF.

    [2] Reyes Mate (ed.), La filosofía después del Holocausto, Riopiedras, Barcelona, 2002; Reyes Mate, Memoria de Auschwitz. Actualidad moral y política, Editorial Trotta, Madrid, 2003.

    [3] Jean Christopher Bailly, Adiós. Ensayo sobre la muerte de los dioses, Libros de Artefacto, México, 1998,

    [4] En las enseñanzas de Jacques Lacan, el sujeto ha sido definido como una operación del orden simbólico. Si ese orden es afectado en su corazón, el sujeto y la subjetividad sufren el impacto. ¿Qué ocurre con el orden imaginario, el orden real y el orden sintomático?

    [5] Citado por Peter Sloterdijk en Eurotaoísmo. Aportaciones a la crítica de la cinética política, Seix Barral, Los tres mundos, Barcelona, 2001, p 57.p.

    [6] La actividad, Auschwitz, hoy, efectuada el sábado 29 de noviembre del 2003, en México, DF., incluía la proyección de la película: Un especialista, de los directores Rony Brauman y Eyal Sivan. FCE editó el argumento de ese filme con el título de Elogio de la desobediencia, México, 1999. Estos elementos serán tomados para presentar el caso.

    [7] Las “unidades especiales” y los “comandos” eran fuerzas militares sean del ejército, sean de las SS que asolaban a las poblaciones conquistadas con sus matanzas, incluidas en ellas los “transportados” a cargo de Eichmann.

    [8] Rony Brauman, Eyal Sivan, Elogio de la desobediencia. Guión de la película Un especialista. El juicio de Eichmann en Jerusalén, FCE, México, 2000, pp.110-111.

    [9] El filme “Amén”, del director Costa Gravas comienza por el tratamiento dado a los niños afectados por el síndrome de Down o algunas de sus variantes. Un tratamiento previo a la apertura oficial de los campos de concentración de 1933. 

    [10] Ver el estudio e investigación de Giorgio Agamben quien localizó esa institución del derecho romano, Homo sacer. El poder soberano y la nuda vida. Véase la nota del traductor cuando explica su traducción, del italiano al castellano, de “uccidibile” como “matable” para dar cuenta de la definición del homo sacer .Él obtiene ese término al ser informado del tratamiento dado en Colombia a los marginados extremos llamados “desechables”, los desperdicios sociales. 

    [11] Carmen Cuellar, Las nociones jurídicas de responsabilidad e inimputabilidad frente a la locura, y María C. Sacristán, Construyendo la nación en el México independiente: una experiencia desde la locura, en Artefacto, 8, febrero, 2001, México, DF. El texto de María C. Sacristán es parte de su investigación sobre el primer caso de declaración inimputabilidad en la historia de México.

    [12] Paul Windling, L’hygiène de la race, Editions de la Decouverte, Paris, 1998 ; R.J. Lifton, The Nazi Doctors, New York, 2000 ; Guy Bechtel, Délires racistes et Savants fous, Plon, Paris, 2002.

    [13] H. Legrand du Saulle, Le delire des persecutions, GREC, Paris, 1989. Capítulo destinado a la secuestration(internación) de los enfermos mentales.

    [14] Elogio de la desobediencia, Op.cit., pp.111-112.

    [15] Ibídem, p.116.

    [16] Paolo Caruso, Conversaciones con Lévi-Strauss, Foucault y Lacan, Colección Argumentos, Anagrama, Barcelona, 1977.

    [17] Robert Gellately, No sólo Hitler. La Alemania nazi entre la coacción y el consenso, Crítica, Barcelona, 2002, pp. 77-102.

    [18] Anne – Marie Vindras, Ernest Wagner, ¡Ecce animal!: pastor, maestro, masacrador, dramaturgo, con presentación del Dr. Héctor Pérez Rincón, Monografía clínica, Colección de Libros de artefacto, México, DF / Edelp, Buenos Aires, 2002

    [19] Peter Sloterdijk, Temblores del aire. En las fuentes del terror, Pre-textos, Valencia, 2002. Fritz Haber, era de origen judío debió abandonar Alemania, en los años 30, no sin antes pronunciar un discurso público donde no dudó en declararse nacionalista y defensor de Alemania, su familia fue aniquilada en Auschwitz.

    [20] ver: Zyklon B, artículo del periódico Página12, de Buenos Aires, Argentina en http://www.pagina12.com.ar

    [21] Op. cit., p.121.

    [22] Ibídem, p.128.

    [23] Mark Roseman, La Villa, el Lago, la reunión. La conferencia de Wannsee y “la solución final” (RBA Libros SA, Barcelona, 2002), además está el filme, La conspiración (sólo está disponible en los videocentros de México).

    [24] Ver la presentación de Esteban Hasam, El contexto histórico del caso Eichmann, leído en el Coloquio Auschwitz, hoy, el 29/11/2003 luego de la exhibición del filme “Un especialista”.

    [25] El atentado contra Heydrich el 4 de junio de 1942 fue perpetrado por dos guerrilleros checos de la resistencia, Jan Kubis y Josef Gabelik, quienes murieron con otros 120 guerrilleros más, dentro de la iglesia de Karl Borromaeus, donde los sacerdotes les habían dado refugio. La iglesia fue tomada y todos pasados por las armas de las SS. Entre las represalias de las SS cuenta el borrado de la faz de la tierra del pueblo entero checo de Lídice, cercano a Praga

    [26] “Protocoloco” el lapsus coloca protocolo y locura en continuidad, dando ya una imagen de la mencionada reunión.

    [27] Ibídem, pp. 129-132.

    [28] Rene Spitz, El primer año de vida del niño, FCE, México, 1977.

    [29] Myriam Anissimov, Primo Levi o la tragedia de un optimista, Editorial Complutense, Madrid, 2001, p. 523. Bruno Bettelheim sostenía esa “interpretación”, fue prisionero en Dachau y Buchenwald, en momentos previos al despliegue más allá de Alemania de los campos. Esa interpretación se ha vuelto contra él después de su muerte y se le acusa de utilizar esos métodos en su famosa Escuela Ortogénica de Chicago, EEUU.

    [30] Ibíd., p. 49.

    [31] Auschwitz, hoy: reflexiones en torno al caso Eichmann, presentación y texto de Esteban A. Hasam, quien cita los estudios de Günther Anders. 

    [32] Elogio de la desobediencia, Op. cit., pp.124-125.

    [33] Mario Betteo Barberis, El insoportable horror de la música, Artefacto,9, México, diciembre, 2001

    [34] Op.cit. p.134.

    [35] Elogio de…, p.32.

    [36] Ibídem., p.109.

    [37] Enzo Traverso, La historia desgarrada. Ensayo sobre Auschwitz y los intelectuales, Herder, Barcelona, 2001, pp.52-53.

    [38] Ibídem., p. 108.

    [39] Louis Bolk, La “humanización” del hombre, en Referencias en la obra de Lacan, 14, Buenos Aires, 1995.

    [40] Corral: Sitio cercado y descubierto, adosado a una casa, donde se tienen los animales domésticos: aves, conejos, etc. El diminutivo “corralito” era el nombre de una andadera para los infantes cuando comienzan a caminar, los pedíatras estudiaron los efectos desastrosos para el cuerpo del empleo de esos correctivos o andaderas.

    [41] Philippe Ariès, El hombre ante la muerte, Taurus Humanidades, Madrid, 1987.

    [42] Hannah Arendt, Eichmann en Jerusalén. Un estudio sobre la banalidad del mal, Lumen, Barcelona, 1999. En ese estudio la banalidad es la forma generalizada de la normalidad, de lo común y compartido entre los sujetos normales. El libro de Arendt – una filosofa alemana de origen judío- fue severamente criticado y hasta censurado en el Estado de Israel y por los “Comités” de algunas comunidades judías, en particular, la de los EEUU.

    [43] Martin Jay, La imaginación dialéctica. Una historia de la Escuela de Frankfurt, Editorial Taurus, Madrid, 1989. Adorno es citado como epígrafe del capítulo III: La integración del psicoanálisis, p.151.

    [44] Jacques Lacan en varios momentos de su enseñanza no ha dejado de señalar la ausencia de coincidencia entre el texto de Sófocles y el mito elaborado por Freud, mito que califica de ser último de la cultura occidental. Para más detalle ver: Miguel F. Sosa, El complejo de Edipo, la publicidad del psicoanálisis y una pifia de Fromm; Alberto Sladogna, Transmisión freudiana: la experiencia de Erich Fromm, en Artefacto, 5, mayo, 1995; Freud ante el parricidio: un sueño doctrinario, Artefacto, 6, julio, 1998, México, DF; La caída de la referencia, Fractal, 26, febrero, 2004, México, DF.

    [45] Hannah S.Decker, Freud, Dora y la Viena de 1900, Asociación Psicoanalítica de Madrid, Biblioteca Nueva, Madrid, 1999, en particular el capítulo IX: Tiempos locos.

    [46] Alberto Sladogna, Desplegado del Santhoma, en Artefacto, 1, marzo, 1990, México, DF; Marie-José Mondzain, Image, icône, économie. Les sources byzantines de l’imaginaire contemporain, Seuil, Paris, 1996, capítulo: Juif, face et profil. La intervención de Freud provenía de su propia experiencia en Cartas de amor (Premia Editores, México, DF, 1981) narra un episodio donde al hacerse cargo de su origen logra enfrentar un ataque antisemita en un medio de transporte público.

    [47] Lydia Flem, Freud et ses patients, Hachette, 1986. El texto en su primera edición tenía un título interesante: La vida cotidiana de Freud y sus pacientes.

    [48] Michel Foucault, Historia de la sexualidad, (tres tomos) Siglo XXI Editores, México, DF, 1977; Giorgio Agamben, Homo Sacer. El poder soberano y la nuda vida, Pre-Textos, Valencia, 1998; Lo que queda de Auschwitz. El archivo y el testigo. Homo sacer III, Pre-Textos, Valencia, 2000; Ricardo Forster, Crítica y sospecha. Los claroscuros de la cultura moderna, Espacios del saber, 31, Paidós, Barcelona, 2003. 

    [49] Karin Obholzer, Entretiens avec l’homme aux loups – un psychanalyse et ses suites, NRF, Gallimard, Paris, 1987.

    [50] L’Unebévue, 19, 2001, en particular el artículo: Margarete Cs. et la “la jeune homosexuelle” de Sigmund Freud

    [51] Jean Allouch, Eric Porge, Mallete Viltard, El doble crimen de las hermanas Papin. La “solución” del pasaje al acto, colección Libros de Artefacto, Epeele, México, DF, 1995; Gérard Gourmet, L’ombre double. Dits et non dits de l’affaire Papin, Éditions Cénomane, Paris, 2000. En el último festival de cine de la ciudad de Mar del Plata, Argentina (2001) fue galardonado un filme dirigido por Claude Ventura destinado al tema de las hermanas Papin y su crimen. 

    [52] Jacques Lacan, La familia [ 1938], Editorial Argonauta, Biblioteca de psicoanálisis, Barcelona, 1979. Lacan demostró ser si no el único al menos el psicoanalista que se ocupó con insistencia de ese caso: 25/05/1955; 29/04/1959; 6/07/1960; 28/06/1961; 20/01/1971, así como en la trascripción titulada Psicoanálisis. Radiofonía y Televisión, Editorial Anagrama, Barcelona, 1977.

    [53] Lacan in Italia, Milano, 1978. 

    [54] Jacques Lacan, Proposición del 9 de octubre de 1967, primera versión, en Ornicar?,1, Campo Freudiano, Barcelona, Editorial Petrel, 1981, pp. 26-27.

    [55] El historiador Carlo Ginzburg desplegó el paradigma del indicio y demostró su activa participación en la obra clínica y doctrinaria de Sigmund Freud al documentar sus articulaciones literales con el método indiciario desplegado por Giovanni Morelli y Sir Arthur C. Doyle, véase: Carlo Ginzburg, Mitos, emblemas, indicios. Morfología e historia, Gedisa Editorial, Barcelona, 1989.

    [56] Bernard Lepetit, Architecture, géographie, histoire: usages de l’échelle, Genèses, 13, Automne, 1993, pp. 118-138.

    [57] En la semana de escritura de este texto fuimos sorprendidos por el anuncio de la primera clonación de un bebe, en Londres, Inglaterra.

    [58] Hannah Arendt, La crise de la cultura, Folio Essais, Paris, edición 1972, edición original 1954 con el título de Between past and future,

    [59] Artefacto, 6, julio, 1998, México, DF cuyo tema monográfico es El parricidio

  • Reflexiones del mito de Lilith: La Creación, una ficción de la diferenciación

    Reflexiones del mito de Lilith: La Creación, una ficción de la diferenciación

     Laura Mejorada de la Mora, Marco Antonio Dupont Villanueva

    Una de las preocupaciones entre los que ejercemos el psicoanálisis ha sido el planteamiento de si éste es una ciencia, si contiende un método científico, por lo que queremos tomar la descripción de Arnaud y Lancelot en su Grammaire générale et raisonné de Port-Royal [1] donde describe al método científico y a la ciencia como el «arte de disponer la sucesión de pensamientos ya para descubrir la verdad que ignoramos, ya para probar a otros cuando la conocemos».

    Partiendo de la anterior concepción del método y tomando en cuenta el hecho de que Sigmund Freud, fundamenta su teoría (Teoría de la segunda tópica) en un mito, consideramos que los mitos son una de las bases teóricas del psicoanálisis. En este trabajo también acogemos la definición del Dr. Juan Vives del mito: “es el prototipo de la creación grupal, es el destino final de una fantasía inconsciente que ha sido elaborada por generaciones y generaciones de seres humanos” [2]. El mito, tiene como función el trasmitir lo prohibido y lo temido, o temer lo prohibido, es, finalmente, una forma de insertar la ley. Si convertimos el temor en culpa, es la forma de trasmitir la moral. Además, no podemos dejar de mencionar la fórmula freudiana según la cual los mitos son para las fantasías inconscientes de la humanidad, lo que los sueños son para el individuo.

    Esta concepción coincide con la «idea del pueblo», teoría defendida por Adolf Bauer[iii] que supone la existencia de pensamientos elementales. De tal modo que la conciencia unánime de los mitos sería resultado necesario de la disposición uniforme de la mente humana y del modo de su manifestación que dentro de ciertos límites, son idénticos en todo tiempo y lugar.

    El mito empleado por Freud es Edipo Rey, donde, en especial, aparecen tres componentes que se encuentran en todos los mitos: el incesto, el parricidio y el filicidio[iv].

    Por otro lado, los mitos, al igual que la tradición, están basados en una serie de costumbres a través de las cuales se ha trasmitido la sabiduría y se ha creado una identidad. Esta afirmación nos obliga a pensar especialmente en el judaísmo, además, no hay que olvidar que Sigmund Freud fue judío.

    Tanto las tradiciones como los mitos trasmiten normas que están en función de la conservación de la especie y de la identidad de una comunidad, condenando el asesinato en las formas de parricidio y filicidio así como el incesto[v], que terminaría con la especie por las deformidades y enfermedades genéticas y congénitas que éste ocasiona, según lo ha constatado la ciencia.

    Lo que permite suponer que existe una necesidad de preservación porque existe la posibilidad de extinción, es decir, de hacer conscientes nuestras pulsiones tanáticas. Otto Rank ha establecido como patrón, en El mito del héroe, el “abandono”. Lo que nos lleva a recordar lo planteado por Fidel Tubino quien sostiene que el mito se halla en conformidad con el tipo de conocimiento primigenio que el hombre adquiere de sí mismo y del mundo circundante, el hombre se percibe integrado en el cosmos de la naturaleza y en un nosotros colectivo, donde la vivencia mítica tiene un carácter indiferenciado y sintético[1]. Partiendo de esta concepción, planteamos en este trabajo como origen de todo mito la fusión y el difícil proceso de “separación”, y diferenciación, en especial, en la forma como la plantea Piera Aulag

    Aquí coincidimos con la postura de varias psicoanalistas[vi] que cuestionan la envidia al pene, como Annie Anzieu, para quien la envidia al pene sería una frustración que da sentido y coherencia al sentir erótico confuso localizado en el interior de la niña, a lo innombrado de su cuerpo el no-pene, es una envidia pero una envidia confusa como soporte de la evolución que va de la sexualización a la sexualidad, la niña no ha perdido nada, no tiene nada que perder, ella está más directamente sumergida en la rivalidad y la reivindicación.. Kristeva tampoco niega la envidia al pene pero no la concibe como Freud, sino como una fijación engañosa y como regresión respecto de la sexualidad genital. Ella articula tres planos en la sexualidad femenina; la relación primera con la madre; La organización genital infantil bajo el primado de lo fálico donde no se reconoce verdaderamente como mujer y la organización genital adulta posterior al reconocimiento de la vagina la mujer reconoce lo que le es propio y constituye el verdadero símbolo de su identidad.

    Lo anteriormente expuesto nos hace pensar que la figura femenina es amenazante al hombre ya que le recuerda la incompletud en la que se encuentra, estado que es resuelto por la figura femenina a través de la procreación. Por lo tanto, consideramos que esta incompletud en la mujer se ve compensada cuando tiene un hijo, el hombre no puede trascender a través del hijo como lo hace la mujer, esto explica porqué de una manera compensatoria el hombre marca al hijo con su apellido, de acuerdo con lo que establece Safouan: se marca al hijo con el apellido para lograr una identidad como padre. De la misma manera que el apellido paterno nos da una identidad de hijo, en el catolicismo la figura de Dios nos da una identidad de hijos. Todo esto nos hace pensar en una explicación del paso de religiones politeístas a monoteístas y de matriarcado.

    Como ejemplificación de lo anterior presentamos un mito de origen judío – hebreo El mito de Lilith, tiene su origen en el estudio del Génesis, donde aparecen elementos contradictorios, ya que en la parte primera se lee que Dios al séptimo día creo al hombre y a la mujer a imagen y semejanza de él.

     “Por lo tanto el Señor Dios hizo caer sobre Adán un profundo sueño y mientras estaba dormido le quito una de las costillas y lleno de carne aquel vació, y de la costilla aquella que había sacado de Adán formo el Señor Dios una mujer, La cual puso delante de Adán y Dijo y Exclamo Adán: Esto es hueso de mis huesos, carne de mi carne, llamarse ha, pues, Varona porque del varón ha sido sacada”.

     Este pasaje nos lleva a reflexionar sobre lo incompleto e indiferenciado del ser humano del ser humano y sobre cómo se intenta dar solución llenando el vacío ya sea creando y autoengendrando hijos, o con la mujer que Dios le da a Adán. Además podemos observar lo indiferenciado y fusional en la bisexualidad, en donde Eva es Varona hombre y mujer, teniendo su origen en el hombre lo que nos hace pensar en lo expuesto en el articulo Las distintas interpretaciones del discurso mítico de Barbosa, Rigo y Prates quienes consideran que el mito muestra la imposibilidad de una sociedad de pasar de la creencia en la autoctonía del hombre al reconocimiento del hecho de que uno nació de un hombre y de una mujer, asimismo intenta establecer un puente entre el problema de origen ¿nacemos de un único o de dos? y el problema derivado ¿el mismo nace de el mismo o de otro? ”[2]

    Hay elementos que han dado pie a la suposición de la existencia de una mujer previa a la sumisa Eva y que correspondería al :

    MITO DE LILITH

    Yahvé Dios formó a Lilith, la primera mujer, de la misma manera que lo hiciera con Adán, pero en vez de utilizar polvo la formó de inmundicia y sedimento[3] nunca hallaron la felicidad, ni mucho menos la armonía, en especial, por esos momentos en los que Adán deseaba yacer con Lilith; ella se sentía ofendida y sometida por la postura que Adán le exigía, la cual consistía en colocarla siempre reclinada. Como Adán insistía en someterla, Lilith encolerizada pronunció en voz alta el nombre mágico de Dios, quien al escuchar su nombre enunciado por Lilith, le otorgó alas, tal vez para que con ellas volara hacía él, pero en vez de eso, voló para abandonarlos y para ver hacia abajo.

    Adán recurrió a Yahvé Dios para quejarse: «Mi compañera me ha abandonado» por lo que Dios Yahvé mandó a tres ángeles: Senoy, Sansenoy y Semangelof, para que fueran a buscarla y la convencieran de volver al lado de Adán. Lilith se encontraba a las orillas del Mar Rojo, morada de los demonios lascivos, con quienes ella había engendrado alrededor de cien de ellos al día. A los hijos de Lilith se les llama lilim. Los ángeles le dijeron: «Regresa con Adán de inmediato o te ahogaremos». Lilith preguntó: «¿Cómo puedo regresar con Adán a vivir como una esposa honesta después de vivir en las márgenes del Mar Rojo?», A lo que los ángeles le respondieron: «Si te niegas, te ahogaremos». Lilith preguntó: “¿Cómo puedo regresar con Adán y vivir como esposa honesta después de mi estancia en el Mar Rojo?”, A lo que los ángeles respondieron: “¡Si te niegas, morirás!» A lo que Lilith respondió: «¿Cómo puedo morir, si Dios me ha condenado a que me haga cargo de todos los recién nacidos: de los niños, hasta el octavo día, día de su circuncisión, y de las niñas, hasta el vigésimo día?” Y después dijo: “No obstante, si alguna vez veo vuestros tres nombres o vuestras figuras en un amuleto sobre un recién nacido, prometo perdonarle la vida”. Los ángeles aceptaron el trato, pero Dios Yahvé, castigó a Lilith haciendo que un centenar de sus hijos demoníacos perecieran cada día y cuando ella no podía destruir la vida de un infante, debido al amuleto angelical, se volvía con rencor contra los suyos propios, además de terminar chupándoles la sangre y comiéndose la carne de los hombres a los que seducía. Otra versión refiere que el verdadero motivo por el que Lilith no puede volver al lado de Adán, es por haber copulado con samaelm el ángel caído, Alias Satán, y que el castigo impuesto por Dios Yahvé a Lilith, fue el de nunca poderse mirar al espejo, a no reflejarse como el vampiro o como aquel que ha vendido su alma al diablo, porque para ella el mirarse equivale a desaparecer. Por su nombre Lilith se emparienta con el viento, por su materia con Dios de la cintura hacia abajo, Lilith esta hecha de fuego ardiente y este elemento la constituye como el lado rigurosos y severo de Dios ambivalente bueno y malo a la vez.

    Los cabalistas conciben a Lilith como la ninfa vampírica de la curiosidad que a voluntad pone o quita sus ojos, habita en las profundidades del mar y la censura procura que de ahí no salga para no alborotar la vida de los hombres y de las mujeres

    Lilith, al cohabitar con Adán su hermano, está cometiendo incesto, y al pronunciar el nombre de Dios lo reta y lo desconoce, siendo ésta una de las diferentes formas de parricidio. La condena impuesta por Dios a Lilith de “hacerse cargo» de todos los niños que no tuvieran nombre y que, cuando no lo lograra, su rencor se volvería contra los suyos, es una sanción que implica llevar a cabo un filicidio. Lilith se ha asociado con lo demoníaco, con lo temible, incluso en varias versiones se le asocia con el vampirismo e incluso las pocas imágenes que de ella se tienen se le representa con alas como la de los murciélagos. Y en otras representaciones se le muestra con características canibalescas: “Les chupaba la sangre y se comía la carne de los hombre”.

    Este personaje, por cierto, poco conocido por la mayoría de la gente y entre aquellos que lo conocen, negado, ha trascendido a nuestra cultura a través de ciertas costumbres que se tienen, como son: el atar un cordón al brazo del bebe y/o colgarle una semilla llamada «ojo de venado», para evitar que el bebé sea víctima del mal de ojo, que se traduce como: “protegerlo de la envidia de otra mujer” –la representante de Lilith—. La costumbre de colocar el amuleto al niño demuestra el constante temor que tiene la madre de perder al bebé: el gran temor a la separación, y a sus impulsos destructivos reactivados por la relación fusional vivida con su madre, a través del hijo, que es nuestro argumento como origen de los mitos.

    El mito de Lilith nos habla del origen y la creación, del hombre y de la mujer autoengendrados por un Dios hombre mujer madre padre que intenta darles forma diferencianda y separanda masculino y femenino, sin éxito alguno emergiendo así el odio y la violencia derivado de este intento. De acuerdo a este mito el hombre tiene su origen en el polvo que se define como masa de partículas de tierra seca y de otros sólidos, que se levantan en el aire y se posa sobre los objetos y en el lenguaje vulgar significaría copula sexual, unión sexual, lo que nos remitirá a pensar que el origen planteado en este mito, del hombre sería en la unión sexual procedente de una madre tierra seca carente de vida portadora de la muerte, evanescente y difundida por el aire.

    Lilith en cambio creada de sedimento, de residuos que yacen en el fondo, siendo sinónimo de poso madre- alcantarilla y de inmundicia definida como suciedad basura, impureza y deshonestidad lo que nos llevaría a pensar el origen de Lilith en una madre alcantarilla en donde caen todos los residuos, los deshechos relacionada a una concepción del origen y de la sexualidad materna como inmunda y deshonesta,

     Green menciona que debido a la etapa de indiscriminación y fusión tan íntima del bebé, respecto de la madre, tanto física como psíquicamente, en donde “la madre no puede sino ser portadora de los mensajes sexuales para su bebé, aun cuando son mediatizados y tamizados por la acción de la represión”, dejando una huella y una manera de concebir la sensualidad y la ternura, hay un repudio, no de lo femenino como Freud argumentaba, sino de lo materno en ambos sexos, “ no terminamos de repudiar aquello que de la impronta materna permanece en nosotros”, dice Green. Así en la creación de Adán y de Lilith se observa este repudio, en el primero la madre es evanescente, y en el caso de Lilith la madre es suciedad refiriéndose al repudio de la fusión materna donde se pierde la alteridad y la diferenciación “El incesto no espera el complejo de Edipo, se adivina durante la relación con el pecho, en el compartir las emociones sexuales desde el comienzo” es por esta razón que resulta necesario repudiar lo materno. Y tal vez sea en este repudio, que emerge el imperio narcisista del cual Kristeva menciona que esboza y domina la vida psíquica y que protege el vació constitutivo de la psique humana que es intrínseco de los comienzos de la función simbólica, sin esta solidaridad entre vacío y narcisismo no habría posibilidad de distinción de huella ni de simbolización, provocando la confusión de los limites del cuerpo de lo simbólico de lo real de las palabras, vació y narcisismo sostenidos uno en otro constituyen el grado cero de lo imaginario y que aparece como la separación entre lo que todavía no es un yo y lo que todavía no es un objeto. , situación que podemos observar en este mito de creación y de origen donde todo es confusión caos, e in diferenciación, y donde Lilith intentando escapar a esta fusión aniquilante se recluye en el mar rojo ya que una forma de muerte es la ausencia de distinción.sin embargo el narcisismo la lleva a percibir la existencia de Adán como problemática ¿Cómo elaborar la necesidad y el odio que de esto se desprende?, de acuerdo a Freud la elección de un objeto de amor resulta satisfactoria siempre y cuando asegure una relación con el narcisismo del sujeto, esto se puede apreciar en el mito de Lilith que al no someterse a las demandas de Adán sumisamente, le muestra una diferencia,(yo-no yo) no son uno solo, por lo tanto Adán tendrá que someterla y controlarla para asegurarse de que la angustia de desamparo y aniquilamiento no aparezcan, fusionándose con Lilith substituta de ese objeto primario, de necesidad, Lilith reacciona con odio ante este sometimiento y desilusionada por la disolución de la fusión narcisista e impedida para asumir su rol femenino por la precariedad de su estructura es presa de un malestar ante la amenaza de retorno al desamparo, y tiene necesidad de evacuar el odio, Adán resulta culpable de su malestar.

     Dios le otorga alas, y ella en lugar de volar hacia él huye e intenta librarse de esa madre Dios todopoderosa dadora de la vida y la muerte matando a cada hijo y con éste la relación primigenia fusional y enloquecedora, engendrar, procrear, pero nunca crear vida, todo esto de una manera maniaca y persecutoria, Omnipotentemente ella ahora es mas poderosa que su creador, engendra 100 hijos diarios a los que también destruye. Piera Aulagner al hablar del proceso originario menciona que el autoengendramiento es el funcionamiento que característico de esta época, todo lo que existe es auto engendrado, lo natural es desconocer la necesidad y conocer sólo el estado que el psiquismo desea encontrar, la representación pictográfica del encuentro ignora la dualidad infante objeto externo, lo representado se presenta ante la psique como la obra de su trabajo autónomo, engendra.

     Lilith queda condenada a no ver su imagen en el espejo, a no unificarse y a no encontrar su identidad, a la no alteridad ni diferencia, huyendo de la fusión, se desvanece. Ya que el objeto materno es el primer contenedor, es el objeto mirado e interiorizado integrado en una parte del yo, la niña citando a Annie Anzieu intenta entrar en la mirada materna para preservar la primera estructura narcisista que todavía no puede rechazar ni transformar.

    También aparece la figura de la mujer vampiresa, seductora que causa horror, fuego ardiente, sexualidad y diferencia repudiada, “la visibilidad restringida del sexo de la mujer provoca temores evidentes en el hombre, las fantasías paranoides descriptas por M. Klein se reactivan por la anatomía femenina y son proyectadas sobre el interior del cuerpo femenino y su funcionamiento sexual, el hombre sólo percibe lo que es visible, embarazo y parto, la mujer es finalmente confundida con la madre, mezcla de admiración y de terror, el interior de la mujer representa la omnipotencia sobre la vida y sobre la presencia del sexo del hombre, que se siente atraído.

    La multiplicidad de representaciones de la acción de devorar, de la mutilación y de la transformación que suscitan la gestación y el nacimiento son fuente de idealización, de odio, de rivalidad y de adoración[4].

     El mito anterior ejemplifica y da pie a nuestra postura teórica de que el origen del mito es la fusión, y deja entrever el odio, el dolor y el deseo de venganza, ocasionados por la intolerancia ante la incompletud, la falta, la existencia del otro, el cual tiene que ser borrado y aniquilado. Lilith transforma la creación en destrucción (transformación en lo contrario) y destrucción y el odio se vuelve hacia ella (la vuelta hacia la persona propia), Lilith sería la representante de una pulsionalidad incontrolable, del odio, de lo fragmentado escindido, de lo primitivo e indiferenciado del ser humano lo cual es solucionado en este mito al ser enviada a vivir en las profundidades del mar donde la censura procura que de ahí no salga para no alborotar la vida de hombres y de la mujeres, alude a esta parte reprimida pero latente tanto en hombres como mujeres y que corre el riesgo de emerger lo que nos recuerda las palabras de Aulagner “ Desde su surgimiento la feminidad comparte con el pene el privilegio de ser el objeto por excelencia de la envidia, por lo tanto todo ser humano hará a disgusto y en defensa propia la experiencia perturbadora de la alteridad con el corolario de comprobar que le falta lo que el otro posee y ello en una relación de reciprocidad”. [5]

    La mujer gozando al hombre como Otro- el Padre, fácilmente se vuelve histérica si no tiene hijos y por el otro si no es nada más que madre no sale de su narcisismo y se vuelve parasicótica, puesto que le falta el Otro, si no conoció y amó a su padre real está en peligro de no conocer nunca el orgasmo y si no supo que amaba a su madre corre el riesgo de no poder procrear”[6]. En esa oscilación de lo imaginario a lo real es donde puede instalarse lo simbólico, gracias a la remoción de la represión arcaica con la procreación y el encuentro del hombre en el coito.

    [1] Delalain, 1830, Pág. 524

    [2] Vives R Juan. José Luis González: Un estudioso de los mitos. Revista de Análisis Grupal, Psicoanálisis – Grupo Familia – Institución. Vol. V. Nos 1 y 2. México 1988.

    [3] «Die Kyros Sage und Verwandtes», Sitzb Wien. Akad, 100. 1882

    [4] El orden de la enumeración no implica una jerarquía de importancia.

    [5] En varios países europeos, el incesto sólo se contemplaba con los padres y con los hermanos, no así con la figura de los abuelos.

    [6] Inicialmente Helene Deutsch y Karen Horney.

    BIBLIOGRAFIA.

    Anzieu Annie, La mujer sin cualidad. Biblioteca Nueva, Madrid 1993.

    Aulagner, El deseo y la perversión, Editorial sudamericana, Buenos Aires, 1968

    Eugiene Lemoine Luccioni. La partición de las mujeres. Editorial Amorrortu

    BION, W.R 1972 Volviendo a pensar.. Buenos Aires. Ediciones Horme,.

    BULFINCH T. 1975 Mitología. Leyendas de dioses y Héroes. México. Editora Latino Americana..

    BUNGE M. (1973) La investigación científica. Barcelona. Editorial Ariel-

    ————–. (2001) La ciencia, su método y su filosofía. Editorial.. México. Nueva Imagen

    CASTORIADIS-AULAGNIER (1975).La violencia de la interpretación. Del pictograma al enunciado.. Buenos Aires. Amorrurtu Editores

    FEDER, LUIS y Vives J. (1994) «El Edipo en los mitos latinoamericanos, más algunos mitos y realidades sobre Latinoamérica». En Revista Latinoamericana de Psicología, Federación Psicoanalítica de América Latina.

    GRAVES R. (1960) Dioses y héroes de la antigua Grecia. Editorial Lumen Barcelona.

    ———– (1985) Los mitos griegos. Vol. I. Alianza Editorial. Madrid

     ———- (1985) Los mitos griegos. Vol. II. Alianza Editorial. Madrid 1985

    MAHLER. M.S. (1977) El nacimiento psicológico del infante humano. Ediciones Marymar. Buenos Aires.

    SAFOUAN M. (1989) La transferencia y el deseo del Analista. Paidos. Buenos Aires.

    SAGRADA BIBLIA, sexta Edición Editorial Apostolado, Madrid, 1956, Gen 2; 21,22,23

    YALQUT REUBENI ad. Gen. 2, 21;4,8

  • Dignas de pensarse

    Dignas de pensarse

     Felipe Flores Morelos

    Creo que voy a hablar un poco de todo y no mucho de nada en particular. Finalmente mi intención hoy aquí es invitarlos a leer las Memorias de un enfermo de nervios. Mi intención es referirme en general a varias cosas, a variasDenkwürdigkeiten. Y es que las cosas que dice Schreber son dignas de pensarse, y desde luego, de leerse, y de leerse una y otra vez, desde una y otra perspectiva, desde uno y otro momento de la historia de la cultura y, desde luego, desde uno y otro momento de la construcción de la teoría psicoanalítica. De hecho así ha sucedido.

    Como los libros que se hacen clásicos, referencia obligada de los estudiosos, como las obras fecundas que se reflejan en los más diversos campos de la cultura, esta también ha provocado múltiples lecturas, no solamente de los psiquiatras o de los psicoanalistas, sino de los estudiosos de la cultura, la política, la pedagogía, las tradiciones mitológicas, las religiones, etc., e incluso por quienes ven en Schreber al primer “postmo”, al “darketo” mayor de algunas páginas de la Web. Y, sin embargo, nada curioso ni sorprendente dada la índole del texto al que nos referimos, permanecen todavía muchas cosas sin esclarecerse, sin abordarse, de tal manera que esta tela tiene todavía mucho de dónde cortar.

    Era una lástima que texto tan importante fuera tan difícil de conseguir hasta que los entusiastas emprendedores decidieron lanzarse a la aventura de reeditarlo, con lo cual en vez de caer, como sugiere el “logo” de su editorial, se levantaron no uno, ni dos, sino seis niveles por encima de otros más interesados en el comercio que en la cultura, y probablemente más alto todavía.

    Los estudios sobre Schreber y la construcción de la teoría psicoanalítica van a la par con los cambios en la filosofía y la cultura, los cuales van moviendo el acento o el interés en diversos aspectos del tema: así, en general, se observa un desplazamiento del interés temprano en los procesos naturales (biológicos, fisiológicos, energéticos) a los procesos culturales pasando por la fenomenología y el estructuralismo; es decir, de los aspectos propiamente pulsionales, fantasmáticos y de defensa, pasando por el interés en el yo del paranoico, para centrarse más recientemente en lo social y político (Schatzman, Escuela de Frankfurt: Adorno, Mitscherlich), y después de un periodo de enfoque fenomenológico, en lo propiamente estructural: en el lenguaje (Morenon) y en las determinaciones significantes (Lacan), y en la estructura del Edipo. A lo largo de este proceso, además, se ha pasado de una convicción pesimista según la cual no habría cura psicoanalítica para estos casos, a la postura más optimista que en la práctica y desde hace ya varios años viene intentando seriamente el tratamiento psicoanalítico de las psicosis y su teorización. Mucho contribuyeron a esto los trabajos de la escuela Inglesa, con los kleinianos, Bion y Searles a la cabeza, y recientemente las aportaciones de Lacan y la escuela francesa principalmente. A lo largo de estos años, como se puede constatar por la bibliografía de casi 10 páginas que he logrado reunir siguiendo el texto de Calasso, el de Prado de Oliveira y las referencias proporcionadas por mi querido amigo y siempre fuente de interesante y sorprendente información Dr. Alfredo Valencia, se ha hablado de sexualidad, homosexualidad, proyección, masturbación, de lo masculino y de lo femenino, en fin, de las pulsiones y sus destinos en las psicosis y en particular en la paranoia, de la estructuración del psiquismo psicótico y del paranoico, del destino de lo representacional en él en su relación con lo pulsional y con el lenguaje, de las interpretaciones de diversos aspectos del delirio, de los mecanismos o factores constituyentes como la forclusión y el asunto de la metáfora paterna, de los tres registros y su funcionamiento en la paranoia, etc. Poco se ha dicho sobre la madre de Schreber (aunque P. Aulagnier en sus reflexiones sobre la función materna venga a ayudarnos mucho en este punto), un poco de las relaciones fraternas de Daniel Paul, y mucho, pero no suficiente de la cuestión paterna. Se ha escrito también acerca papel del testimonio y de la escritura. En uno de los más interesantes y bellos textos que he leído sobre esto, Green compara la escritura de Schreber con la del psicoanalista, por ejemplo. Recientemente, en una tesis de Mónica Vazquez publicada en Cartapsicoanalítica, se ha hecho hincapié en el aspecto transgeneracional del delirio. También se ha tratado el asunto en relación con la perversión (difícil no relacionar estas memorias con “Un niño es golpeado”). Más recientemente se ha puesto atención en la relación del caso Schreber con la pedagogía, la personalidad autoritaria, el tema del poder y lo social. Se ha relacionado el asunto también con la tortura (De Certeau). Está también el problema del cuerpo. Está también el problema de la verdad, de la verdad del delirio. En particular se han relacionado los antecedentes del caso –me refiero a la cuestión paterna- con los orígenes del nacionalsocialismo y el contexto cultural e ideológico de la Alemania del siglo XIX. Sin embargo aún queda mucho por pensar y por decir en este punto. ¿Qué relación hay, por ejemplo, entre Nietsche, Wagner, y los Schreber, padre e hijo? Un aspecto sobre el que poco se ha escrito, que yo sepa, es sobre los aspectos religiosos y mitológicos de la cosmología y la cosmogonía schreberianas.

    Un aspecto que yo encuentro de interés muy actual, coincidente con las preocupaciones de muchos otros tiene que ver con el problema del mal. Yo creo que este texto es un testimonio sobre los efectos de la tortura en el sujeto. De una tortura constante e institucional ejercida por el padre en nombre del amor, de la educación y la superación física y espiritual del pueblo alemán. ¿Cómo es que un autor así, el padre de Daniel Paul, con un proyecto que hoy se nos antoja delirante, pudo ser tan leído, tan admirado y reconocido a tal punto que el mismo Freud no considera útil relacionar el contenido de su proyecto con su paciente? Todavía nos hace falta un estudio a fondo de los escritos de este famoso pedagogo cuyo delirio fue tan compartido.

    Decía yo, que todo esto tiene que ver con el problema del mal. No es este un tema menor, abordado desde la filosofía, la teología, las politología y recientemente preocupación de muchos pensadores y psicoanalistas. ¿No habrá que hablar hoy del mal como privación del ser debido o esperado, o de la “banalidad del mal”, de la crueldad inevitable de la naturaleza o de la verdad como dice Clement, o de lo que nos queda de Auschwitz (el día 29 nos espera un coloquio sobre el tema)? Pero sí habrá que referirse a la pulsión de muerte, por lo menos, o a un texto excelente de André Green, “Pourquoi le mal?” en el número 38 que la Nouvelle Revue de Psychanalyse dedicó al tema. Abordar el tema de la pulsión de muerte, de la desintrincación pulsional, del masoquismo, de la reacción terapéutica negativa, de la perversión, de la perversidad, etc., sería sin embargo, insuficiente, piensa Green, pues los malvados no suelen llegar al consultorio y la teoría psicoanalítica no suele abarcarlos generalmente. Y sin embargo el mal, la maldad, está. La relación o no entre la agresividad y la erotización no alcanza a explicar el asunto. La relación entre el placer y el dolor que Green relaciona, siguiendo a Freud, con la pulsión de muerte, atraviesan todo el texto de Schreber: placer y dolor, que para San Máximo el Confesor –notable escritor bizantino del siglo VII que, desde luego, no era psicoanalista- están juntos en las raíces de la maldad y a un lado de la muerte. Por cierto que para este interesante pensador bizantino, como para Green que sigue a Freud, no conviene confundir el placer con la vida y el dolor con la muerte, pues hay placer de muerte y dolor de vida, y generalmente la pulsión de muerte está relacionada con los dos. ¿Pero qué es esta muerte que no es erotizada? ¿Qué es esta crueldad sin erotización que no llega tampoco a la agresión caliente, como dice Safranski, sino que se queda fría, indiferente en su búsqueda de destrucción de aquello que ni siquiera se reconoce como otro, esto que ya no sé si podemos seguir llamando “sadismo”? ¿Qué es la maldad separada de la sexualidad? En el caso del padre de Daniel Paul se ejercía la crueldad erotizadamente, se provocaba el dolor por placer en nombre de los ideales de la moral y del espíritu; pero esto se pudo hacer en un contexto que dio origen a una perversidad diferente que todavía hoy tratamos de entender.

    Para contestar estas preguntas probablemente haya que leer varias veces el texto de las Memorias que hoy es reeditado en el contexto de las preguntas sobre el mal.

    Referencias

    (1903) Pelman, C. “Comentario a Dr. Jur. Daniel Paul Streber [sic] Denkwürdigkeiten eines Nervenkranken“, enAllgemeine Zeitschrifft für Psychiatrie“ LX, 1903, p. 657.

    (1904) Pfeifer, R. “Comentario a D.P. Schreber, Denkwürdigkeinten eines Nervenkranken” en Deutsche Zeitschrifft für Nervenheilkunde“, XXVIIU, 1904, pp. 352-53.

    (1906-1909) Freud, S. Jung, C.G. Correspondance, 1906-1909, Gallimard, 1975.

    (1907) Jung, C.G. Ueber die Psychologie der Dementia praecox (1907) en Gesammelte Werke, Vol. III, Olte-Freiburg, 1971.

    (1906-0908) Les premiers psychanalystes. Minutes de la Societé Psychanalitique de Vienne, Vol. 1, 1906-1908, Gallimard, 1976.

    (1910) Honegger, J. Ueber paranoide Wahnbildung, en Jahrbuch für psychoanalytische und psychopatologische Forschungen, II, 1910, pp. 734-35.

    (1911) Freud. S. „Psychoanalistische Bemerkungen über einen autobiographisch beschriebenen Fall von Paranoia (Dementia paranoides)“ (1911), en Studienausgabe, Vol. VII, S. Fischer Verlag, Frankfurt am Main, 1973.

    (1911) Spilrein, S. Ueber den psychologischen Inhalt eines Falles von Schizophrenie (Dementia praecox), en Jahrbuch für psychoanalytische uns psychopatologische Forschungen, III, 1911, pp. 396-97.

    (1912) Bleuler, E. „Recensión de Freud, Psychoanalytische Bemerkungen über einen autopiographisch beschreiebenen Fall von Paranoia (Dementia paranoides)“ en Zentralblatt für Psychoanalyse, II. 1912, p. 346.

    (1908-1914) Jung. C.G. Der Inhalt der psychose, en Gesammelte Werke, Vol. III, cit. P. 207.

    (1908-1914) Freud, S. Ferenczi, S. Correspondence 1908-1914, Cálman-Lévy, 1992.

    (1936) Ritter, A. Schreber: Das Bildungssystem eines Artztes, Erfurt, 1936

    (1939) Spring, W.J. Observations on World Destruction Fantasies, en Psychanalytic Quarterly, VIII, 1939, pp. 48-56.

    (1940) Knight, R.P. The Relationship of Latent Homosexuality to the Mechanism of Paranoid Delusions, Bulletin of the Menninger Clinic, IV, 1940, pp. 149-159

    (1949) Katan, M. Schreber’s Delusion of the End of the World, en Psychoanalytic Quarterly, XVIII, 1949, pp. 60-66. Publicado en castellano: Baumeyer, Katan, Kitay, Niederland. Los casos de Sigmund Freud. 2. El caso Schreber. Bs.As. Nueva Visión, 1980.

    (1950) Katan, M. Schreber’s Hallucinations about the “Little Men” , en International Journal of Psycho-analysis, XXXI, 1950, pp. 32-35 Publicado en castellano: (1950). Publicado en castellano: Baumeyer, Katan, Kitay, Niederland. Los casos de Sigmund Freud. 2. El caso Schreber. Bs.As. Nueva Visión, 1980.

    (1951) Niederland, W.G. Three Notes on the Schreber Case, en Psychoanalitic Quarterly, XX, 1951, pp. 469-504. (2003) Publicado en castellano: Baumeyer, Katan, Kitay, Niederland. Los casos de Sigmund Freud. 2. El caso Schreber. Bs.As. Nueva Visión, 1980.

    (1951) Waelder, R. The Structure of Paranoid Ideas, en International Journal of Psycho-Analysis, XXXII, 1951, pp. 167-77.

    (1952) Baumeyer, F. New Insights into the Life and Psicosis of Schreber, en International Journal of Psycho-Analysis, XXXIII, 1952, pp. 23-62,

    (1952) Katan, M. Further Remarks about Schreber’s Hallucinations, International Journal of Psycho-Analysis, XXXIII, 1952, pp. 429-32. Publicado en castellano: Baumeyer, Katan, Kitay, Niederland. Los casos de Sigmund Freud. 2. El caso Schreber. Bs.As. Nueva Visión, 1980.

    (1952) Klein, M. Notes on Some Schizoid Mechanisms, en Klein, M., Heimann, P., Isaacs, S., Rivière, J.Development in Psycho-Analysis, Londres, 1952, p. 317.

    (1953) Katan, M. Schreber’s Prepsychotic Phase, en International Journal of Psycho-Analysis, XXXIV, 1953, pp. 43-51. Publicado en castellano: Baumeyer, Katan, Kitay, Niederland. Los casos de Sigmund Freud. 2. El caso Schreber. Bs.As. Nueva Visión, 1980.

    (1954) Katan, M. The importantce of the Non-Psychotic Part of the Personality in Schizophrenia, en International Journal of Psycho-Analysis, XXXV, 1954, pp. 119-28.

     (1955) Baumeyer, F. Der Fall Schreber, en Psyche, IX, 1955, pp. 513-16 (publicado de nuevo en la edición de lasDenkwürdigkeiten… de P. Heiligenthal y R. Volk de Wiesbaden, 1973, pp. 341-66).

    (1955) Macalpine, I., y Hunter, R.-A. Estudios introductorios a D.P. Schreber. Memoirs of my Nervous Illnes. Londres, 1955.

    (1955-56) Lacan, Jacques. Le Seminaire. Livre III. Les Psychoses, 1955-1956. Paris, Du Seuil, 1981.

    (1956) Niederland, W.G. River Symbolism, Part. I, en Psychoanalitic Quarterly, XXV, 1956, pp. 469-504

    (1959) Katan, M. Schreber’s Hereafter, en The Psychoanalytic Study of the Child, XIV, 1959, pp. 314-82.

    (1959) Niederland, W.G. Schreber: Father and Son, en The Psychoanalitic Qarterly, XXVIII, 1959, pp. 151-159. Posiblemente es el mismo referido a continuación. Publicado en castellano: Baumeyer, Katan, Kitay, Niederland. Los casos de Sigmund Freud. 2. El caso Schreber. Bs.As. Nueva Visión, 1980.

    (1959) Niederland, W.G. River Symbolism, Part. II, en Psychoanalitic Quarterly, XXVIII, 1959, pp. 151-69.

    (1959) Niederland, W.G. The Miracled-up World of Schreber’s Childhood, en The Psychoanalytic Study of the Child, XIV, 1959, pp. 383-413. Publicado en castellano: Baumeyer, Katan, Kitay, Niederland. Los casos de Sigmund Freud. 2. El caso Schreber. Bs.As. Nueva Visión, 1980.

    (1960) Niederland, W.G. Schreber’s Father, en Journal of the American Psychoanalytic Association, VIII, 1960, pp. 492-499. Publicado en castellano: Baumeyer, Katan, Kitay, Niederland. Los casos de Sigmund Freud. 2. El caso Schreber. Bs.As. Nueva Visión, 1980.

    (1960) Canetti, E. Der Fall Schreber I/II, en Masse und Macht, Hamburg, 1960, p. 501. Trad castellana: Canetti, Elias. « El caso Schreber » en Masa y Poder, vol. 2. Madrid, Alianza Editorial, El libro de bolsillo 932, 1983, p. 432ss.

    (1961) White, R.B. The Mother-Conflict in Schreber’s Psychosis, en International Journal of Psycho-Analysis, XLII, 1961, pp. 55-73

    (1963) White, R.B. The Schreber Case Reconsidered in the Light of Psychosocial Concepts, en International Journal of Psycho-Analysis, XLIV, 1963, pp. 213-21.

    (1963) Carr, A.C. Observation on Paranoia and their Relationship to the Schreber Case, en International Journal of Psycho-Analysis, XLIV, 1963, pp. 195-200.

    (1963) Kitay, P.M. A Note on Dr. Niederland’s Paper en International Journal of Psycho-Analysis, XL, 1963, p. 207. Publicado en castellano: Baumeyer, Katan, Kitay, Niederland. Los casos de Sigmund Freud. 2. El caso Schreber. Bs.As. Nueva Visión, 1980.

    (1963) Kitay, P.M Introduction y Summary del Symposium on “Reinterpretations of the Schreber Case: Freud’s Theory of Paranoia, en International Journal of Psycho-Analysis, XLV, 1963, pp. 191-94 y 222-23.

    (1963) Niederland, W.G. Further Data and Memorabilia Pertaining to the Schreber Case, en International Journal of Psycho-Analysis, XLIV, 1963, pp. 201-07. Publicado en castellano: Baumeyer, Katan, Kitay, Niederland. Los casos de Sigmund Freud. 2. El caso Schreber. Bs.As. Nueva Visión, 1980.

    (1963) Nydes, J. Schreber, Parricide, and Paranoid-Masochism, en International Journal of Psycho-Analysis, XLIV, 1963, pp. 208-12

    (1965) Searles, H.F. Sexual Processes in Schizophrenia, in Collected Paper on Schizophrenia an Related Subjects, London, 1965, pp. 429-42

    (1966) Barande, I. Lecture des Mémoires de Schreber, Revue française de psychanalyse, PYF, 1, pp. 27-39

    (1966) Chasseguet-Smirguel, J. Notes de lecture en marge de révision du cas Schreber, Revue française de psychoanalyse, PUF, 1, pp. 41-61.

    (1966) Lacan, Jacques. « D’une question préliminaire à tout traitement possible de la psychose » en ÉcritsII. France, Du Seuil, Points, Essais 21, 1966, p.9ss.

    (1966) Racamier, P.C. y Chasseguet-Smirguel, J. La revision du cas Schreber, Revue française de psychanalyse, PUF, 1966, 1, pp. 3-26.

    (1968) Niederland, W.G. Schreber and Flechsig, en Journal of the American Psychoanalytic Association, XVI, 1968, pp. 740-48 Publicado en castellano: Baumeyer, Katan, Kitay, Niederland. Los casos de Sigmund Freud. 2. El caso Schreber. Bs.As. Nueva Visión, 1980.

    (1968) Nacht, S. Y Racamier, P.C. La théorie analytique du délire, Revue française de psychanalyse, PUF, 1968, pp. 417-532.

    (1969) Mannoni, O. Clefs pour l’imaginaire, Paris, 1969, pp. 75-79.

    (1969) Rosolato, G. Paranoia et Scène Primitive y Repères pour la psychose en Essais sur le symbolique, Paris, 1969. pp. 199-241.

    (1970) Baumeyer, F. Noch ein Nachtrag zu Freuds Arbeit über Schreber, en Zeitschrifft für Psychosomatische Medizin und Psychoanalyse, XVI, 1979, pp. 243-45. (publicado de nuevo en la edición de las Denkwürdigkeiten… de P. Heiligenthal y R. Volk de Wiesbaden, 1973, pp. 341-66). Publicado en castellano: Baumeyer, Katan, Kitay, Niederland. Los casos de Sigmund Freud. 2. El caso Schreber. Bs.As. Nueva Visión, 1980.

    (1970) Mannoni, O. Le psychiatre, son fou et la psychoanalyse, Paris, 1970, pp. 165-85, 229-31.

    (1942-1972) Canetti, E. Die Provinz des Menschen. Aufzeichnungen, p. 155

    (1972) Benjamin, W. Bücher von Geisteskranken, en Gesammelte Schrifften, vol. IV, tomo II, Frankfurt, 1972, p. 616.

    (1972) Deleuze G. Y Guattari, F. L’Anti-Oedipe, Paris, 1972, p. 66.

    (1972) Wilden, A. Critique of Phallocentrism: Daniel Paul Schreber on Women’s Liberation, en System and Structure, London, 1972, pp. 2787-301.

    (1973) Anónimo. « Une étude : la remarquable famille Schreber », en Scilicet, 4, 1973, p. 287ss.

    (1973) Mannoni, O. Education impossible, Paris, 1973., pp. 21-32, 48-49 y passim.

    (1973) Schatzmann, M. Soul Murder, Nueva York, 1973. Publicado en castellano : Schatzman, M. El asesinato del alma. México, S.XXI, 1994

    (1973) Stoller, R. Faits et hypothèses : un examen du concept freudien de bisexualité, en Nouvelle Revue de Psychanalyse, 7, primavera de 1973, pp. 135-55

    (1974) Enriquez, M. Fantasmes paranoïaques, différence des sexes, homosexualité, loi du père. Topique, 13.

    (1974) Enriquez, M. La realité et ses interprétations. Epi Editeurs, 1974, pp. 23-57

    (1974) Thys, B. La race schrébienne. Le Coq-Héron, 37 a 41/42.

    (1975) Aulagnier, P. La violencia de la interpretación. Bs.As. Amorrortu, 1997

    (1975) Chasseguet-Smirguel, J. A propos du délire transsexuel du Président Schreber, Revue française de psychanalyse, PUF, 1975, Nos. 5-6, pp. 1013-1025.

    (1975) Colas, D. Le despotisme pédagogique du Dr. Schreber, Critique, Éditions de Minuit, 1975.

    (1977) Green, A. Transcription d’origine inconnue, Nouvelle revue de psychanalyse, 16, Écrire la psychanalyse, Gallimard, 1977, pp. 27-63.

    (1978) Mannoni, O. La pathogénèse de la création, en Fictions freudiennes. Le Seuil, 1978.

    (1979) Aulagnier, P. Les destins du plaisir-aliénation, amour passion, Paris, PUF, 1979. Edición en castellano : Petrel, Barcelona, 1980.

    (1979) Saurí, Jorge, J. “Estudio preliminar”, en Daniel Paul Schreber, Memorias de un enfermo nervioso. BsAs. Carlos Lohlé, 1979, p. Iss.

    (1980) Rabian, F. Lectures du “cas Schreber”, Revue française de psychanalyse, PUF, 1980, 2, pp. 229-347.

    (1980) Racamier, P.C. y Chasseguet-Smirguel, J. « El caso Schreber » en Imago, revista de psicoanálisis, psiquiatría y psicología, No. 9, diciembre 1980, p. 60ss. Bas.As,. Letra Viva, 1980

    (1982) C. Barry Chabot. Freud on Schreber. The University of Massachuses Press. 1982

    (1984) Aulagnier, P. El aprendiz de historiador y el maestro-brujo. Del pictograma al enunciado. Bs.As.Amorrortu, 1986.

    (1984) Enriquez, M. L’écriture représentative, Aux carrefours de la haine, Desclée de Brouwer, 1984, pp. 201-220

    (1987) De Certeau, Michel. « L’institution de la pourriture : luder » en Histoire et psychanalyse entre science et fiction. France, Gallimard, Folio, Essais, 1987. p.148ss.

    (1988) Allison, Prado de Oliveira, Roberts, Allen S. Weiss. Psychosis and sexual identity: toward a postanalytic view of the Schreber case. State University of New York Press (SUNY). 1988*

    (1988) Green, A. Pourquoi le mal?, Nouvelle revue de psychanalyse, 38, 1988, Gallimard, pp. 239ss.

    (1989) Han Israels. Schreber: father and son. International Universities Press. Madison, Connecticut, 1989**

    (1990) Allouch, J. Marguerite ou l’Aimée de Lacan, EPEL, 1990.

    (1991) Azouri, C. « J’ai réussi là oú la paranoïa échoue » : La théorie a-t-elle un père ?, Denoël, 1991.

    (1992) Anzieu, D. Beckett et le psychanalyste, ?? Ed. Mentha-Archimbaud, 1992.

    (1992) Ziv Lothane In defense of Schreber: Soul Murder and Psychiatry, The Analytic Press, Hillsdale, N.J., London, 1992***

    (1994) Katz, C.S. Freud e as psicoses: primeros estudos, Xenon, Rio, 1994.

    (1994). Sass. Louis, A The paradoxes of delusion. Wittgenstein, Schreber, and the Schizofrenic Mind. Cornell University Press. Ithaca and London. 1994.*

    (1996) Prado de Oliveira, E. Schreber et la paranoia. Le meurtre d’ame. L’Harmattan, 1996.

    (1996) Santner, Eric L. My own private Germany. Princeton University Press. New Jersey. 1996.***

    (1997) Mier, Raymundo. “Schreber: introspección, negación y delirio”. En Tramas II, subjetividad y procesos sociales, México, Universidad Autónoma Metropolitana Xochimilco, Junio de 1997, p. 83ss.

    (1997) Prado de Oliveira, Luis Eduardo. Freud y Schreber. Las fuentes escritas del delirio, entre psicosis y cultura. Bs.As. Nueva Visión, 1997

    (1999) Fernández, Elida E. Las psicosis y sus exilios. Bs. As. Letra Viva, 1999

    (2001) Coriat, A. Y Pisan, Ch. “Un caso de Sigmund Freud. Schreber o la paranoia” en Nasio, Juan David. Los más famosos casos de psicosis. Bs.As. Paidós, Psicología profunda, 2001, p.45ss.

    (2001) Fernández, Elida E. Diagnosticar las psicosis. Bs. As. Letra Viva, 2001

    (2003) Morenon, Martine. Varios textos sobre “La folie du president Schreber” y las psicosis en http://assoc.wanadoo.fr/martine.morenon/Schreber.htm

    (2003) Vázquez Ávila, Mónica Isabel. El Delirio: una construcción transgeneracional. Tesis para obtener el grado de Maestra en Teoría Psicoanalítica. México, Centro de Investigación y Estudios Psicoanalíticos, Julio 2003. También se encuentra en la biblioteca de www.cartapsi.org.

    Freud, S.

    (1893) Sobre el mecanismo psíquico de los fenómenos histéricos

    (1895) Manuscrito H

    (1894) Neuropsicosis de defensa.

    (1894) Carta 52

    (1893-1895) Estudios sobre la histeria.

    (1895) Carta 57 a Fliess

    (1895) Carta 61

    (1895) Carta 71

    (1896) Nuevas aportaciones sobre las neuropsicosis de defensa

    (1896) Manuscrito K

    (1896) Carta 91

    (1897) Manuscrito N

    (1899) La interpretación de los sueños

    (1905) El chiste y su relación con el Inconsciente

    (1906-1908) El delirio y los sueños en la Gradita de W. Jensen.

    (1908) Las fantasías histéricas y su relación con la bisexualidad.

    (1909) El hombre de las ratas.

    (1909) Cinco Conferencias sobre Psicoanálisis.

    (1914) Introducción del Narcisismo

    (1915) Complemento metapsicológico a la doctrina de los sueños.

    (1917) Conferencias de introducción al psicoanálisis.

    (1919) Pegan a un niño.

    (1905-1920) Tres ensayos sobre la vida sexual

    (1921) Algunos mecanismos neuróticos en los celos, la paranoia y la homosexualidad.

    (1923) Neurosis y psicosis

    (1923) El Yo y el Ello

    1924) Presentación autobiográfica

    (1924) La pérdida de la realidad en la Neurosis y Psicosis.

    (1925) La negación.

    (1927) El porvenir de una ilusión

    (1930) El malestar en la cultura

    (1933) Nuevas conferencias de introducción al psicoanálisis.

    (1937) Construcciones en el análisis

    (1934-1938) Moisés y la religión monoteísta.

    Otras

    Chevalier, L. Entrada “Torture” en Dictionnaire de Théologie Catholique, cols.1293-1314.

    Larchet, Jean-Claude. La divinisation de l’homme selon saint Maxime le Confesseur. Paris, Du Cerf, 1996.

    Lasbax, M.E. Entrada : « Mal », en Dictionnaire de Théologie Catholique, cols 1679-1704.

    Rosset, Clément. El principio de crueldad. Valencia, Pre-textos, 1994.

    Safranski, R. El mal o el drama de la libertad. Barcelona, Tusquets. 2002

     

    [1] Presentación de la nueva edición de la obra de Daniel Paul Schreber. Memorias de un enfermo de nervios. México, Sexto Piso, 2003. en el Museo Zumaya, el 13 de noviembre del 2003.

  • El gusano del fruto

    El gusano del fruto

     Carlos Fernández Gaos

    Trabajo presentado en la mesa redonda “Testimonios de la clínica” Organizado por Yot’an, clínica psicoanalítica y el Círculo Psicoanalítico Mexicano A.C. en la Casa de las Humanidades, el 28 de noviembre de 2003.

    El término “testimonio”, aparentemente preciso, parece vaciarse de sentido cuando se cuestionan las premisas que le atribuyen su estatuto de constatación, pero sugiere hablar de lo acontecido que podemos constatar. Pero ¿estamos, verdaderamente, en condiciones de decir algo respecto a ello? Somos testigos, sí, pero de otra especie de testimonio que proviene de un proceso que ignoramos y que construimos teóricamente, “a posteriori”, con base, ahora, en nuestras propias premisas. Lo paradójico es, entonces, que la condición para que algo suceda es, precisamente, tan sólo acotarlo con unas premisas que permiten otorgarle un sentido. Paradójico por que son las mismas premisas que lo construyen como proceso las que posteriormente permiten dar cuenta de él. Así pues, testimonio, ¿para qué? ¿Qué es lo testimoniable? ¿Qué estatuto puede tener tal testimonio? ¿De qué se habla en el testimonio? Aún más ¿Quién es el que habla en el testimonio?

    El analista es testigo silencioso de su propia ignorancia. Tendrá que resignar su saber para que algo nuevo se produzca en él y en su paciente. Dejarse con-mover por las resonancias de la tragedia que atestigua que, de algún modo, también es la suya. En el análisis se trata, para paciente y analista, de crear; de crear sentidos siguiendo el camino opuesto a los sentidos ya ensayados y fracasados. Los socorridos refugios en la complacencia del saber y de lo sabido, no son sino expresión de una herencia que procede de un testamento al que se habrá de abjurar.

     Como dijera Paul Valéry, “…Devolver las luces, una adusta mitad supone en sombras”.[2] En efecto, en la clínica, las sombras presiden el curso de lo que acontece, y es desde ellas que algo debe crearse. Algo de Yo debe morir y será otro Yo el que escriba el epitafio. No hay lugar a concesiones. El síntoma, el acto, o, la enfermedad, denuncian la necesidad de no sortear este suicidio reinaugural. La imposibilidad de asumirlo deviene en melancolía o en perversión.

    El Yo solo puede advenir siendo su propio biógrafo”, decía Piera Aulagnier, pero la construcción de esta biografía requiere de alguien que la atestigüe de modo permisivo, mejor aún, sorprendiéndose. Yo sólo puede ser ante otro, somos, admítaseme el neologismo, “Yotro”, a modo de singular del nos-otros. La biografía, entonces, siempre es compartida. En su soledad, en tanto que únicamente Yo, es melancólico o perverso. Es un Yo doliente, es un Yo en duelo, en el doble sentido, de dolor y de duelo a muerte[3]. La biografía no es, pues, un mero recuento del pasado, sino su escritura como un nuevo proyecto vital que exige en pago el sepultamiento de la ilusión de unidad. “…advenir siendo su propio biógrafo” comporta un acto asesino de otros biógrafos y otras biografías, y requiere de un testigo que, dando fe de ese acto, asuma con él la sentencia que conlleva.

    Sólo puede ser testigo de un acto de creación quien se aventura en la errancia. Tal es un testamento invaluable del itinerario freudiano. Sólo el errante comete errores. Errar viene de errancia[4] y es sinónimo de equívoco solamente si se pretende que hay un lugar de la verdad; de lo correcto. Renunciar a saber, es errar y es la coincidencia de estos dos errantes, analista y paciente, lo que, aún siendo creación en sí misma, produce algo nuevo. No se trata, por cierto, de llegar a un lugar, sino más bien, de llegar siempre a nuevos lugares. Así entiendo lo interminable del análisis.

    La construcción de una nueva historia produce un vértigo que es vivido como renuncia y no como posibilidad. El aferramiento a los fragmentos de «verdad» que han garantizado lo que el sujeto ha logrado y que son el basamento de sus utopías, se erige como verdadero dique en contra de las ansiedades que provoca asomarse al vacío que deja entrever su deconstrucción. En palabras de Heiddeger: “…resolverse a ir al encuentro de la muerte hace posible vivir el tiempo futuro para ser en el presente; lo que va siendo es lo que con conciencia auténtica, con el «estado de resuelto», se ha sido en el pasado, de modo que el futuro surge del pasado, del mismo modo que el pasado sólo es auténtico en vista de un futuro comprendido; el «ser ahí» vive en el presente como ser tendido entre el pasado y el futuro, con conciencia de su finitud, su facticidad, su angustia y su «ser para la muerte»”

    Ocasión del engaño, de la quimera, del encubrimiento, de todo aquello que crea la ilusión de conjurar lo irrecusable. El “paciente”, término que sugiere la palabra “clínica”, padece, en última instancia, de lo mismo de todo ser humano. Y es que está arrojado a ser con el sino del no ser. Encarnación de su propia imposibilidad, en los inicios de su existir construirá como exterioridad las representaciones que podrá forcluir, renegar o reprimir, aunque éstas, como dice Assoun, “…no procede(n) simplemente del exterior sino del propio imposible que el sujeto lleva en sí mismo, como el fruto lleva dentro de sí al gusano…( ) El texto del inconsciente no es otro que el de la castración.. …( ) Ella se manifiesta por esa falta que el sujeto se representa con ocasión de la percepción de las diferencias anatómicas, y más específicamente en el cuerpo de la madre.[5]

     “No sé que quiero” es el dramático testimonio que, en boca del “paciente” denuncia el anudamiento en el que se encuentra atrapada su existencia. Saber y deseo. Parafraseando a Piera Aulagnier, si “Todo deseo de saber no es sino deseo de saber sobre el deseo”, entonces, agregamos: “no hay nada que el saber pueda saber sobre el deseo”. Desear saber qué desear, precipita al sujeto en las miasmas de su condición como tal, esto es, como sujeto, en el sentido de sujetado. El deseo impugna siempre al saber, mientras que el saber únicamente intentará renegar del deseo que lo moviliza.

    Es muy diverso lo que nos propone la novela del paciente, verdadero ágape de identidades posibles. Se trata, en última instancia, de optar por el modo más soportable de ocultar la falta, en un doble sentido, como delito implícito en la reivindicación de su lugar y como pedazo del Ser que le fue arrancado a sus espaldas. No obstante, la diversidad misma del festín renueva la condena. ¡No se puede recurrir a lo sabido como conjunción de acontecimientos que perfilan un lugar en el mundo! ¡La razón no es tampoco el recurso para dar cuenta del sentido que tiene ese lugar! Y es que no se trata de detectar el sentido del haber sido, sino de crearlo siendo, como puente entre el sido y el seré. Dice Cioran: “No podemos ser tan generosos con nosotros mismos como para despilfarrar la libertad que nos otorgamos. Si no nos pusiéramos impedimentos, ¡cuántas veces cada instante no sería sino un sobrevivir! ¿No sucede a menudo que seguimos siendo nosotros mismos sólo por la idea de nuestras limitaciones?”.[6]

    La libertad de crearnos en el mundo de modo que nos complazca, no es un privilegio, sino una condena. Arrojado al desfiladero de su propia posibilidad, el sujeto se anuda a las certezas que obtiene de su saber, a modo de límite que le impedirá abismarse en la innovación del sentido de su historia. Sin embargo, la condena es inapelable. El gusano que lo habita en las entrañas terminará haciendo hueco en el cascarón que lo recubre.

     

    [2] .- Citado por Anzieu, D. “El autoanálisis de Freud y el descubrimiento del Psicoanálisis”. Vol. I. Siglo XXI, México. 1980.

    [3] .- Esta manera de escuchar la palabra duelo, en tanto duelo a muerte, me fue revelada por un amigo y colega, Alejandro Salamonovitz, durante un intercambio de opiniones con respecto al trabajo “Duelo y melancolía”.

    [4] .- Esta reflexión se la debo a la Dra. Graciela Mota. Amada compañera de muchas errancias.

    [5] .- Assoun, Paul-Laurent. “Los grandes descubrimientos del Psicoanálisis”, en Historia del Psicoanálisis. Vol. I, Barcelona, Ediciones Juan Granica, 1984, p. 159.

    [6] .- Cioran, E.M. “El ocaso del pensamiento”. Tusquets Eds. Barcelona, 2000. p. 29

  • Carlota: un amo para Maximiliano

    Carlota: un amo para Maximiliano

    Un estudio psicoanalítico sobre la articulación duelo locura

     Marco Antonio Macías López

    Cuando los autores escriben sobre Carlota ya sea en un discurso novelado o histórico, he observado a partir de la revisión que he efectuado que cada uno de ellos se inclina por un rasgo o episodio que cautiva su atención y considero que terminan hablando de más, al presentar sus conjeturas como un hecho dado. Otros entran en minucias del contexto y sobre las reacciones de los personajes, como si ellos hubiesen estado presentes. A excepción por supuesto, de aquellos que pudieron testimoniar sobre lo que observaban, como fue por ejemplo el caso de José Luis Blasio (secretario particular de Maximiliano).

    Lo que a continuación expondré, tiene como base la revisión de varias fuentes y se pretendió teorizar a partir de lo que los datos sobre el personaje aportan, cuidando de no imponerle la teoría al caso. Presentaré entonces, algunos datos del personaje de la emperatriz Carlota, esposa de Maximiliano, en especial aquellos que me permiten sostener el argumento de cómo Carlota se ubica en el lugar de amo para Maximiliano. En otro momento, se podrá presentar la propuesta teórica que desarrollé en mi investigación en relación con la función del duelo y su posible articulación con el caso de Carlota. Propuesta en la que se plantea cómo, la pérdida del objeto amado, es susceptible de provocar la locura.

    Niñez y adolescencia de Carlota.

    Sobre el nacimiento de Carlota, Reinach-Foussemagne señala: “El 7 de junio de 1840, a la una de la madrugada, hacía su entrada en este mundo la Princesa María Carlota Amelia Victoria Clementina Leopoldina de Bélgica, que habría de ser, por su matrimonio, Archiduquesa de Austria y después Emperatriz de México. Algunas horas más tarde, veintiún cañonazos anunciaban el acontecimiento a los súbditos del Rey Leopoldo I. Los edificios públicos fueron empavesados inmediatamente. En la noche, toda Bruselas se ilumina y, en los barrios populares, se festeja con bailes y rondas alegres, la venida de la pequeña princesa.”[1] Considera Reinach-Foussemagne que a efecto de que Leopoldo I pudiera asegurar mejor su dinastía, hubiera deseado un tercer hijo varón, y que no supo disimular su decepción.

    Continuando con esta breve descripción de la niñez y adolescencia de Carlota, Reinach-Foussemagne, refiere que: “La princesa Carlota aparece, en un encantador retrato, a la edad de seis años como una preciosa niña de apariencia despierta, de mirada asombrada e ingenua, ‘la boca más pequeña que los ojos’ y de un dibujo muy puro, los brazos y las manos admirablemente modelados y su pequeño talle bien ajustado por su sencillo traje. Pero es, sobre todo, en la conmovedora correspondencia de la Reina Luisa con la Reina María Amelia, donde revive a nuestros ojos la que su madre consideraba graciosa como un “pequeño silfo de cuento de hadas”, viva, petulante y parlanchina, con un buen humor y una alegría habituales, tierna y afectuosa para los que la rodeaban, notablemente inteligente, y deseando de una manera absoluta, desde los dos años y medio, aprender a leer, y expresándose para todo ‘como una persona grande, con los más bellos giros en las frases’; un poco voluntariosa sin duda, pero disimulando este defecto por una cualidad: el celo que, desde sus primeros años, puso en todo lo que hacía y en todo lo que aprendía.”[2] 

    Comenta la autora que a partir de 1848, la Reina Luisa comenzó a decaer mucho en su salud, año en que su padre Luis Felipe de Orleáns habrá de abdicar a su reinado en Francia, éste habrá de tolerar mal el destierro y dos años después en 1850 morirá un 26 de agosto. El estado de salud de Luisa María madre de Carlota, habrá de empeorar a partir de ese momento. Es llevada de Bélgica a Inglaterra para ser atendida médicamente, los errores de diagnóstico y la mala atención la van acercando a la muerte. Al regresar a Bélgica, Carlota su hija, enferma de tos ferina, las noches pasadas a la cabecera de su hija le fatigaron en exceso, su tuberculosis avanza, la distancia con su esposo Leopoldo crecía cada día. Al recibir entonces la noticia de la muerte de su padre, Foussemagne comenta, que sería un golpe del que no se reharía más. De tal suerte que muere el 11 de octubre de 1850,[3]¡Cuarenta y cinco días después de la muerte de su padre! Por ello se dice: ¡La muerte llama a la muerte!

    Este es un acontecimiento relevante que dará cuenta, de una de las primeras pérdidas más importantes en Carlota a la tierna edad de 10 años.

    De todos modos, la transformación súbita que se presenta desde esta fecha en el carácter de Carlota, es demasiado profunda y será demasiado durable para que se pueda explicar por la sola privación de las ternuras de una madre. Se encuentra, en este cambio, lo que no había escapado a la perspicacia maternal: la orientación del carácter de la joven en el sentido del de su padre, de un padre al que “se parecía tanto que se hubiera dicho su miniatura”[4]. Respecto a este acercamiento con el padre comenta la autora: “Con una buena voluntad conmovedora, con su presencia asidua al lado de su padre en todas las ceremonias oficiales, por el interés que pone en sus obras de caridad y misericordia, se esfuerza por llenar el lugar que la muerte de su ‘querida mamá’ ha dejado vacío y que se siente llamada por Dios a ocupar. Pero lo que, por encima de todo, domina en esta niña, “es una voluntad firme y casi podríamos decir viril”[5]

    En todo este tiempo diversos autores (Kervoorde, Iturriaga, de Grecia, entre otros), coinciden que Carlota ha sido educada para gobernar; se desplegará más adelante este elemento y se comentará como uno de los hechos estructurales en su vida.

     Matrimonio de Carlota y Maximiliano.

    Veamos ahora la época en que se va a efectuar su matrimonio. Reinach-Foussemagne comenta que: “Al cumplir la princesa dieciseis años solicitaron su mano dos pretendientes: el Príncipe Jorge de Saxe y el Rey de Portugal, Pedro I. Don Pedro tenía sobre el Príncipe de Saxe la ventaja de ser sobrino de Leopoldo I, la de ofrecer un trono a Carlota y, sobre todo, la de ser el candidato, tanto de la Reina Victoria como del Príncipe Alberto”[6]. Carlota sin embargo, habrá de enamorarse de Maximiliano, precisaremos, del Príncipe con sangre de los Habsburgo perteneciente al Imperio Austriaco, que era uno de los imperios más importantes del momento.

    Para Villalpando, el matrimonio que se habrá de consumar entre Carlota y Maximiliano está cifrado en el interés económico de éste. Comenta el autor que el castillo de Miramar que mandó construir Maximiliano, se financió con el dinero que le dio el rey Leopoldo I de Bélgica, por haberse casado con su hija Carlota.

    El rey Leopoldo era uno de los hombres más acaudalados de su época, pero al mismo tiempo, tenía fama de avaro. Maximiliano, en plenas negociaciones, llegó a llamarlo “tacaño”. Negociar un matrimonio real implicaba mucho más de cuestiones financieras que de amor”[7].

    Revisando la tesis que presenta Villalpando, considero que se puede sostener, pero sólo en parte. Si él mismo cita que el rey Leopoldo tenía fama de avaro, esto obviamente no era desconocido por Maximiliano, ¿Por qué entonces decide el matrimonio con Carlota, si había pretendientes de otras Cortes que hubieran podido sufragar las deudas de Maximiliano? Mi propuesta es que el interés económico está precedido por el hecho de que Maximiliano es tomado por esa presencia de Carlota que ya tenía de gobernante (en el sentido de haber sido educada para ejercer el poder); su inteligencia y su don de mando, debieron de haber ejercido gran atracción en Maximiliano, pues serán características que él habrá de elogiar tanto en su estadía al frente del virreinato Lombardo-Veneto, como en su estancia en México.

    Otro elemento que me parece importante mencionar, aunque este tiene el carácter de una conjetura, lo es el nombre de Carlota: María Carlota Amelia Victoria Clementina Leopoldina. Destaco el nombre de María Amelia, porque es el nombre de aquella mujer de quién se dice, que Maximiliano amó profundamente. El mismo Villalpando, cita: “El gran amor de Maximiliano fue la princesa María Amelia de Braganza, hija del difunto don Pedro, emperador del Brasil”. La conoció cuando visitó Lisboa a mediados de 1852, Maximiliano dijo de ella en su Diario que era una “princesa distinguida, cumplida cómo no se ven muchas”. Bajo el cielo de Portugal nació el idilio, y “el archiduque se declara”, dicen poéticamente Suzanne Desternes y Henriette Chandet. “La joven corresponde a su amor. Ambos deciden desposarse secretamente”. La madre de ella, la emperatriz viuda del Brasil estaba en el secreto y dio su consentimiento. A su retorno a Viena, según André Castelot, un feliz Maximiliano obtiene de Francisco José y de Sofía la autorización para casarse con María Amelia, pues “si este matrimonio no es muy brillante a los ojos de la familia imperial, a lo menos María Amelia es una princesa auténtica”. La fecha de la boda se fija para el siguiente año de 1853, pero el día de la boda nunca llegó. María Amelia, enferma de tuberculosis, fue enviada a Madeira a pasar el invierno y a tratar de restablecerse. Murió “del pecho” el 14 de febrero de 1853. Años después, Maximiliano la seguía llorando. En 1859, visitando Funchal, en las Madeira, escribió en su Diario que María Amelia era una “criatura perfecta que dejó este mundo ingrato, como un ángel puro de luz, para volver al cielo, su verdadera patria”. Luego, visitó la casa donde ella había muerto, el lugar “donde el ángel amargamente llorado dejó la tierra y permanecí por largo tiempo abismado en pensamientos de tristeza y de duelo”[8]. El mismo autor comenta, que un dato revelador que demuestra que Maximiliano nunca la olvidó y que hasta los últimos momentos de su existencia pensó en ella, es la carta que envió a la archiduquesa Sofía (su madre), en junio de 1867, a punto de ser ejecutado: “…un amigo le llevará, querida mamá, junto con estas líneas, el anillo que usé diariamente, con el cabello de la bienaventurada Amelia de Braganza, como recuerdo para usted…”. Interroga entonces Villalpando: “¿Un anillo que usaba “diariamente”? ¿Con el “cabello de la bienaventurada Amelia”?[9].

    Por medio de estas citas y la observación que hago de cómo Maximiliano es tomado por el nombre: María Carlota Amelia, es que considero, que Maximiliano habitado por la muerte de María Amelia, elige a María Carlota Amelia como esposa. De tal forma que, si existe engaño en la relación, éste es uno de los primeros. Por supuesto que aparejado con el de Carlota, pues si sabemos que para que se pueda dar el enamoramiento, que es un estado de fascinación imaginaria, es necesario que exista un engaño. Es tiempo de considerar entonces, la disparidad de la que habla Lacan entre el amante y el amado, pues el amado no sabe qué es lo que el amante encuentra tan amable en él. Y el amante no sabe de qué manera el amado se constituye para él, como un objeto imaginario que se haya de algún modo en posición de condensar en él, lo que se puede llamar las virtudes o la dimensión del ser, y convertirse en un señuelo, que es el objeto del deseo humano.

    ¿Qué es entonces lo que ve Carlota en Maximiliano?, ¿Qué puede leer en la mirada de su padre cuando se encuentran frente a Maximiliano? Si ella ha sido educada para el poder, no está frente a cualquier príncipe, al menos así parece hacérselo saber su padre, es un príncipe con sangre de los Habsburgo. Este príncipe con sangre de los Habsburgo representa un blasón. Uno puede leer que la imagen de Maximiliano para Carlota, tiene el carácter de ser la imagen del otro que puede absorber al que la contempla, a manera de un paroxismo de la absorción imaginaria. Sin embargo, en el preciso punto donde el objeto toma su máximo valor, para aquél que le hace una serie de atributos, es ese punto el que queda debidamente oculto. Pienso que en este caso, y lo voy a desplegar un poco más adelante, lo es el que Maximiliano le habrá de prestar a Carlota su cuerpo de hombre para gobernar. No hay que olvidar que en este nivel de personajes, los matrimonios son debidamente arreglados. Es en ese saber no sabido que seguramente Carlota, conocerá hasta el mínimo detalle, los atributos de su futuro consorte.

    Referencia a uno de los hechos estructurales en la vida de Carlota.

    Entendemos por hecho estructural, cada dato histórico importante que hemos podido distinguir en nuestro estudio clínico del caso. Veamos cada uno de ellos:

    — Carlota: Educada para gobernar.

    Iturriaga, comenta que: “Biógrafos más recientes –Desternes y Chandet- identifican cierta formación masculina en la princesa. Leopoldo decía: «Mi pequeña Carlota es la flor de mi corazón». Viéndola inteligente, seria, hace que le den una instrucción parecida a la de sus hermanos. Y una educación viril que se aplica más a fortalecer la voluntad que a cultivar la sensibilidad”[10].Ya comentábamos también, que Reinach-Foussemagne decía que se parecía tanto a su padre desde niña, que se hubiera podido decir que era él en miniatura.

    Igler, toma una cita de la novela de Fernando del Paso Noticias del Imperio, que dice: “Cuando Carlota se quedaba como Regente en México, era cuando se hacían las cosas”[11] , para evidenciar las cualidades políticas de Carlota. Igler comenta que el derecho divino, fue una convicción adquirida como fruto de su educación como hija de reyes y, que por tal motivo, se creía hecha para gobernar. Cita una obra de Solana y Gutiérrez titulada Maximiliano de Habsburgo en la que se menciona que la mujer que pisó tierra mexicana como emperatriz recién coronada por la gracia de Napoleón III definitivamente no carecía de decisión o voluntad, ni de instinto de mando similar al de Isabel la Católica. Menciona también citando la obra de Taylor, Maximilian and Carlota. A story of imperialism, que en abierta contradicción con el tradicional papel femenino de su época, ella superaba en su energía y firmeza en asuntos políticos a Maximiliano. De la obra de la condesa Kolonitz, Un viaje a México en 1864, cita que el emperador confiaba en la habilísima pluma, el saber y la exquisita cultura de su joven mujer y la dejó con regularidad como regente en México cuando se iba de viaje por el país o a cazar mariposas en el idilio de Cuernavaca, en franco abandono de sus responsabilidades gubernamentales. Igler menciona además, que: “no sólo durante la ausencia del emperador, sino también en su presencia, Carlota intervenía habitualmente en las reuniones del consejo de ministros y, como se quejó el monárquico Francisco de Paula y Arrangoiz, desgraciadamente en todos los negocios públicos. Además, en la ausencia de Maximiliano la resuelta soberana se mostraba bastante autoritaria, porque no sometía los asuntos a discusión, sino presionaba su aprobación en el consejo de ministros, el cual presidía”[12]. Iturriaga, por su parte, menciona que: “Llegados a México, ella revela cómo su espíritu de predestinación o mesianismo tenía mucho de ocio o spleen: «la actividad nos sienta bien. Somos muy jóvenes para no hacer nada». No ocultaba sus ímpetus de mando: «si fuera necesario, iría a la cabeza de un ejército», comentaba Carlota. Como a Europa llegaban noticias acerca de quién llevaba la batuta en el imperio mexicano, Carlota creyó necesario explicarse ante su abuela y asegurarle que ella no gobernaba, agregando que «me toman como una especie de marimacho» que en la forma no lo era, pero de fondo un poco”[13]. El mismo autor comenta, que no sabe qué pudo pasar entre Carlota y Maximiliano, pues durante el primer año de gobierno, Carlota intervenía habitualmente en las reuniones del consejo de ministros y a partir del segundo año se constriñó a los asuntos de educación, asistencia social y beneficencia. Comenta que no sabe si la causa fue alguna disputa matrimonial con Maximiliano, o si se trata de la primera señal de su trastorno mental, el cual se había manifestado a finales de 1865 en su cambio de actitud y en el paulatino aislamiento hasta llegar a “una especie de autismo patológico”, que, según el doctor Agustín Caso Muñoz, podría ser el primer síntoma de una surgente esquizofrenia, cuyo desencadenador podría haber sido la muerte del querido padre Leopoldo I de Bélgica o “la revelación de los amores secretos de Maximiliano con la bella jardinera de Cuernavaca”[14].

    Respecto a los comentarios anteriores, considero que se puede descartar la tesis de la disputa matrimonial por celos, ya que en mi opinión, Maximiliano le sirve a Carlota como el cuerpo de hombre que como secretario, le permite realizar su deseo de gobernar. Y en este sentido concuerdo con el relato novelado de Usigli (1994), cuando en un diálogo de Carlota con Maximiliano ésta le dice: “No siento celos, Max –no hablo por eso. He dejado de ser mujer para no ser ya más que emperatriz. Es lo único que me queda”[15].

     — Maximiliano, secretario de Carlota. 

    A partir de la investigación realizada, se propone la tesis de cómo Maximiliano realiza con Carlota la función de secretario. De una manera más evidente, a partir del momento en que acepta la postulación del Imperio en México. Si bien se dice que era un soñador y que como príncipe segundón, no le venía mal el ofrecimiento; sabemos que él postergó la decisión por tres años y que incluso, cuando su hermano Francisco José, emperador de Austria, pone la condición de que él renuncie a todos sus derechos sobre el Imperio Austriaco, si acepta gobernar en México, en ese momento Maximiliano está completamente vacilante y a punto de rechazar el ofrecimiento. Sin embargo, es Carlota quien toma la iniciativa. Sobre este suceso nos comenta Reinach-Foussemagne: “¿El hecho de aceptar Maximiliano el trono de México sería un acto debido a su propia voluntad o le sería impuesto por la Archiduquesa? Los partidarios de esta última hipótesis, que son la mayoría, invocan algunas anécdotas que se relacionan con la ceremonia del 10 de abril. La víspera, delante de una persona de su familia. Maximiliano había dejado escapar estas palabras: ‘Por mí, si alguien viniese a anunciarme que todo el proyecto se ha desbaratado, me encerraría en mi alcoba para saltar de alegría! ¡Pero Carlota….! La noche del 10, la Emperatriz preside, radiante de entusiasmo, un gran banquete, en tanto que Maximiliano, enfermo, se retira a uno de los pabellones del jardín, el “Garten Haus” en donde permanece por tres días acompañado del doctor Jilek, su médico particular. El día 11, a la hora del almuerzo, la Emperatriz le lleva un despacho de felicitación de Napoleón III. Maximiliano deja caer bruscamente su tenedor sobre la mesa: «Ya te he dicho que no quiero que se me hable de México por ahora», exclamó levantando la voz”[16]. Corti, por su parte, comenta: “Al día siguiente, 11 de abril, hubiese debido tener lugar la partida; pero, dado el estado moral y físico del emperador, fue imposible. Hubo que aplazar la marcha hasta que el emperador se repuso un poco. La emperatriz Carlota representó a su marido en todas las ocasiones; recibió las innumerables personalidades que fueron a felicitarles, las comisiones de Venecia y de las ciudades de Austria que expresaban el pesar por la partida de la patria del emperador. Ella daba las gracias, saludaba, recibía sin cesar y sin cansarse, llena de entusiasmo por su nueva posición, poseída por el deseo de realizar ya ahora, tan perfecta y tan celosamente como fuese posible, su nueva misión en la vida”[17]. Es en este momento en que observo que Carlota ya se encuentra instalada en el lugar de amo. La propia Reinach-Foussemagne comenta:

    “Las manifestaciones verdaderamente conmovedoras de simpatía de que fueron objeto los dos esposos, el 14 de abril, fecha de su partida de Miramar, dejaron a la Emperatriz tan «calmada y gozosa», que la desmoralización de Maximiliano llegó a su límite. Su emoción era tal, que tan pronto como embarcó en la fragata austríaca La Novara, a la que acompañaba la fragata francesa Thémis, y en la que debería viajar hasta México, corrió a encerrarse en su camarote para dejar correr libremente sus lágrimas”[18].

    Tenemos entonces que Maximiliano cubre perfectamente los atributos, que se consideraban en los siglos XV y XVI, debía tener quien ejercía la función de secretario. Por ejemplo, se dice que el secretario era llamado hombre privado, precisamente porque debía ser privado de su voluntad, de todos sus afectos, de todas sus pasiones, y no podía sino consagrarse al servicio de Dios y de su amo. Al aceptar la corona del Imperio, aparece como privado de su voluntad en una posición de servidumbre frente a Carlota. Veíamos la referencia que se hace de lo que dijo Maximiliano: “Por mí, si alguien viniese a anunciarme que todo el proyecto se ha desbaratado, me encerraría en mi alcoba para saltar de alegría! ¡Pero Carlota……!” (El subrayado es mío). El secretario se presenta también, como el instrumento del espíritu y la voluntad de su amo.

    Torquato Tasso, citado por Costo y Benvenga, escribía que el secretario en funciones debía impregnarse de los sentimientos de su amo y así, en el caso de Maximiliano, se observa, cómo en la continuación del trayecto hacia México, se empieza a impregnar del alborozo presente en Carlota y elabora un proyecto de ceremonial de corte, que comprendía un tomo de no menos de 600 páginas impresas con numerosos planos y dibujos[19].

    Carlota no habrá de perder su estatuto de amo, se sabe desde la Grecia Antigua que cuando el deseante es un amo no puede consentir a su sexo sino perdiendo su estatus de amo y Carlota cede muy poquito ante Eros, tal vez en el primer encuentro con Maximiliano y en el principio de su matrimonio, pero no pierde el dominio y no se habrá de rendir a la invitación del sexo, por ello es que pienso además, que no se puede sostener el argumento de que tuvo unos affaires amorosos con algunos personajes como el teniente coronel Van der Smissen, el capitán francés Charles Loysel, su compadre Miguel López de quien se dice traicionó a Maximiliano en el sitio de Querétaro, su caballerizo (de quien se dice, pudo estar embarazada), o el coronel Feliciano Rodríguez. Es evidente a través de la correspondencia de Carlota y del análisis histórico de sus intervenciones en el Imperio y aun antes de su llegada a México, que el interés de Carlota esta puesto en el ejercicio del poder. Hay un planteamiento de Quignard, que me parece muy acorde al lugar en el que esta situada Carlota y es cuando señala, cómo es que el poder no puede estar ligado al amor, sólo puede estar ligado al deseo, así él se pregunta: “¿Cómo podría la dominación ser dependiente de la dependencia?[20].

    Otro momento en cual se puede observar a Carlota, plenamente instalada en el lugar de amo, es cuando el Imperio se esta viniendo abajo, no quedándole a Maximiliano otra salida más que abdicar, y ella le ordena a Maximiliano que no lo haga. Hay una memoria de Carlota que ella redacta en la inmediatez de su viaje a Europa, para intentar conseguir que se sostenga el apoyo brindado por Francia y que, hace llegar a Maximiliano, en el momento en que él está pensando renunciar a la corona.

    En el trayecto de su viaje a Veracruz para embarcarse hacia Europa, Miguel de Grecia, comentará que Carlota le vuelve a escribir a Maximiliano para insuflarle su propia fuerza: “Jura que no renunciarás… Se me partiría el corazón si me enterase de que has renunciado… Afortunadamente te conozco bastante bien para no creerlo de ti, y eso me será de gran consuelo al otro lado del océano”[21].

    A través de un escrito de Iturriaga, puedo ver nuevamente como su lugar de Amo se observa en unas cartas que se encontraron de ella, estando ya en París y preparándose para su visita a Napoleón III con quien habría de negociar. Estas son algunas de las órdenes que le dicta a Napoleón III: Le ordena que pague hasta fines de 1867, veinte mil hombres para las tropas en México. Que debe enviar al mariscal Bazaine a un cuerpo del ejército de Francia o de Algeria, es decir, retirarlo inmediatamente del mundo de las fuerzas armadas de México, porque ella lo ordena. Y lo que es más, puntualiza en una de estas órdenes: “Yo declararé que me reservo la ratificación del emperador Maximiliano y permanecerá en secreto”[22]. Ante tales palabras se puede decir: ¿No es éste el lugar de Amo?

    Iturriaga habrá de comentar que las pretensiones de este escrito empiezan a revelar la locura de Carlota. No lo considero así, las últimas jornadas de la emperatriz no son sino la prolongación de los actos de una mujer fálica que desempeñó maravillosamente su papel, ante un lánguido emperador que había cedido su vida casi desde el momento mismo de su matrimonio. Estos argumentos, permiten sostener la tesis de cómo es que Maximiliano cumple para Carlota la función de secretario, amo y mano dentro de su cuerpo de títere, funciones de las que no pudo abdicar, aún en el fracaso del Imperio mexicano, y que cumplió hasta sus últimos días.

    BIBLIOGRAFIA

    Corti, E.C. (1997). Maximiliano y Carlota. México: Fondo de Cultura Económica.

    Costo y Benvenga. (1992). La main du prince. Paris: E.P.E.L.

    De Grecia, M. (1999). La emperatriz del adiós. Barcelona: Plaza & Janés.

    Igler, S. (1998). “Cuando Carlota se quedaba como Regente en México, era cuando se hacían las cosas”: La vocación política de la emperatriz reflejada en la literatura. Seminario Internacional. La definición del Estado Mexicano 1857-1867. México: Archivo General de la Nación.

    Iturriaga, J.N. (1992).  Escritos mexicanos de Carlota de Bélgica. México: Banco de México.

    Quignard, P. (2000). El sexo y el espanto. Argentina: Cuadernos de Litoral.

    Macías, M.A. (2002). Un estudio psicoanalítico sobre el duelo.El caso de la emperatriz Carlota. México: U.A.Q.

    Reinach-Foussemagne, H. (1995). Charlotte de Belgique, imperatrice du Mexique. Paris: Plan-Nuvrit.

    Usigli, R. (1994). Corona de sombra. Corona de fuego. Corona de luz. México: Porrúa.

    Villalpando, J.M. (1998). Maximiliano íntimo. Seminario Internacional. La Definición del Estado Mexicano 1857-1867. México: Archivo General de la Nación.

     

    [1] Reinach-Foussemagne, H., Charlotte de Belgique, imperatrice du Mexique., Paris, Plan-Nuvrit., 1995. p. 9-10.

    [2] Reinach-Foussemagne, H., Charlotte de Belgique, imperatrice du Mexique, p. 11.

    [3] Reinach-Foussemagne, H., Charlotte de Belgique, imperatrice du Mexique.

    [4] Ibid., págs. 17,18.

    [5] Ibid., p. 22.

    [6] Reinach-Foussemagne, H, Charlotte de Belgique, imperatice du Mexique, p.30.

    [7] Villalpando, J.M., Maximiliano íntimo. Seminario Internacional. La definición del Estado Mexicano 1857-1867, México, Archivo General de la Nación, 1998, p. 6.

    [8] Ibid., p. 3.

    [9] Ibid.

    [10] Iturriaga, J. N., Escritos mexicanos de Carlota de Bélgica, México: Banco de México, 1992, p. 22.

    [11] Igler, S., Cuando Carlota se quedaba como Regente en México, era cuando se hacían las cosas: La vocación política de la ermperatriz reflejada en la literatura, Seminario Internacional, La definición del Estado Mexicano 1857-1867, México, Archivo General de la Nación, 1998.

    [12] Ibid., págs. 5-6.

    [13] Iturriaga, J. N. Escritos mexicanos de Carlota de Bélgica, p.116.

    [14] Igler, S., Cuando Carlota se quedaba como Regente en México, era cuando se hacían las cosas: La vocación política de la emperatriz reflejada en la Literatura, p. 6.

    [15] Usigli, R., Corona de sombra. Corona de fuego. Corona de Luz, México, Porrúa, 1994, p.25.

    [16] Reinach-Foussemagne, Charlotte de Belgique, imperatice du Mexique, p.115.

    [17] Corti, E. C., Maximiliano y Carlota, México, Fondo de Cultura Económica, 1997, p. 263.

    [18] Reinach-Foussemagne, H., Charlotte de Belgique, imperatrice du Mexique, p. 116.

    [19] Costo y Benvenga, La main du prince, Paris, E.P.E.L., 1992.

    [20] Quignard, P., El sexo y el espanto, Argentina, Cuadernos Litoral, 2000, p.94.

    [21] De Grecia, M., La emperatriz del adiós, Barcelona, Plaza&Janés, 1999, p. 223.

    [22] Iturriaga, J.N., Escritos mexicanos de Carlota de Bélgica, p. 370