Carmen Franco

   

Resumen: Se muestran las diferencias entre lo ominoso y lo horrible. Se destaca su papel como parte constitutiva del sujeto situado donde está la angustia: entre el goce y el deseo. Se ejemplifica con una obra artística de Remedios Varo.

Abstract: The diferences between the ominous and the horrible are shown in the document, their role as a consituient part of de subjet  where the anguish is highligted: between  the enjoyment and the desire. Is exemplified whith a  creation of Remedios Varo.

Palabras clave: ominoso, éxtimo, sujeto, arte.

Hace cien años, Freud nos regaló otra de sus elaboraciones que relacionaron lo estético con el psiquismo en “Lo Ominoso”: En la primera parte indica que el psicoanálisis trabaja con otros estratos de la vida anímica, además de los estéticos. Sin embargo, se interesa por lo Ominoso; que pertenece al orden de lo terrorífico, de lo que excita la angustia y horror.  Pero, ¿cómo es qué está dentro de lo angustioso?

Desde el inicio nos adelanta sus resultados: lo ominoso es aquella variedad de lo terrorífico que se remonta a lo consabido de antiguo, a lo familiar desde hace largo tiempo. Y se pregunta: ¿cómo es posible que eso familiar devenga terrorífico? En las siguientes definiciones sobre lo Ominoso nos hace saber Freud (1919) que: es, evidentemente, lo opuesto de <<heimlich>> {<<íntimo>>}; y puede inferirse que es algo terrorífico justamente porque no es consabido {bekannt} ni familiar.

De su paso por el diccionario de Sanders rescata que: En general  quedamos advertidos de que esta palabra heimlich no es unívoca, sino que pertenece a  dos círculos  de representaciones. Que, sin ser opuestos son ajenos entre sí; el de lo familiar y agradable, y el de lo clandestino, lo que se mantiene oculto. Y que  Unheimlich es opuesto del primer significado del diccionario; utiliza la observación de Schelling señalando que umheimlich es todo lo que estando destinado a permanecer en secreto, en lo oculto, ha salido a la luz. Entonces, llega a la conclusión, que heimlich : es una palabra que ha desarrollado su significado siguiendo una ambivalencia hasta coincidir con su opuesto, unheimlih”. De algún modo, unheimlich es una variedad de heimlich. 

Lo anterior nos da pie para pensar en que la ambivalencia que ya había trabajado Freud, en Tótem y tabú (2013). En una de las aproximaciones al tabú; plantea que tiene que ver con lo sagrado, santificado, ominoso, peligroso, prohibido e impuro. Algo que participa al mismo tiempo de lo sagrado, que se eleva sobe lo habitual y de lo peligroso, impuro ominoso (p.31). Relacionándolo con los síntomas obsesivos donde hay un cierto placer al violar al tabú que subsiste en lo inconsciente. 

Situación que da respuesta a su pregunta de cómo lo más familiar deviene terrorífico. Me parece que lo que está planteando Freud en su disertación es la ineludible ambivalencia; presencia-ausencia, familiar-desconocido y bueno-malo. Más allá de las consecuencias estéticas que tienen que ver con cómo nos toca el arte o el performance. Habla de esa diferencia que nos inserta en el psiquismo. Pero no nos adelantemos. Así, habría que considerar que no es ominoso lo que se considera como terrorífico en la cultura, aunque lo ominoso sea terrorífico y angustiante. Ya que, la experiencia de la que se trate devendrá ominosa.

será ominoso aquello que  confronte al sujeto con lo que “se lo puede reconducir a lo reprimido familiar de antiguo”. Si esto es así querría decir que lo que es ominoso para un individuo puede no serlo para otro, ya que en su origen no estuvo ese elemento como identificatorio. Esto, nos podría llevar a pensar que es válido aseverar que, aunque no sea el mismo elemento para todo sujeto, siempre estará marcado por aquello de lo más antiguo familiar reprimido. Esto es, según el punto de vista de la que escribe aquello que lo ha separado y marcado. Aquello espantoso pero necesario para que el sujeto devenga en tal.

Como podemos ver, Freud es bastante cauteloso en su escrito, plantea condicionalmente que la teoría psicoanalítica cuando asevera que todo afecto es una moción de sentimientos (de cualquier clase que sea) se trasmuda en una angustia por obra de la represión. Entre los casos de lo que provoca angustia existirá por fuerza un grupo que puede demostrar, eso angustioso es algo reprimido que retorna. Esta variedad de lo que provoca angustia sería justamente lo ominoso, resultando indiferente que en su origen fuera a su vez algo angustioso o tuviese como portador algún otro afecto. En ese sentido, la angustia es lo que deviene o hace aparecer las cosas como ominosas, confrontándonos de lleno con la falta.

Otro motivo de efecto ominoso podría ser la presencia de dobles, que refiere inmediatamente en el estadio del espejo. Gracias a lo imaginario, está presente la angustia a través de lo ominoso angustiante. En otras palabras, podríamos decir del sujeto que se mira en el espejo y que mira que es mirado. Y se pregunta; ¿a quién mira ese Otro?, ¿a mi o al otro?, ¿qué tiene ese otro que es mirado?, ¿quién es ese otro al que le dedican tantas sonrisas?  El estadio del espejo nos devela que es a través de la mirada de Otro que el yo deviene como tal.

De esta manera, es necesaria la presencia de otro para que el sujeto mire que es mirado, para que a partir de este punto distinga que él es otro, que existe un yo, desde el registro de lo imaginario. Situación por demás terrorífica que confronta al sujeto con su falta y con la posibilidad horripilante del doble y que siempre está presente en las fantasías de los sujetos.

Sin embargo, como afirma Freud: la representación del doble no necesariamente es sepultada junto con ese narcisismo inicial. En efecto, puede cobrar contenido a partir de los posteriores estadios del desarrollo del yo. En el interior de este se forma poco a poco una instancia particular que pude contraponerse al resto del yo, que sirve a la observación de si y a la autocrítica, desempeña el trabajo de la censura psíquica y se vuelve notoria para nuestra conciencia como <<conciencia moral>> ( p.235) Con ello, afirma a que el carácter de lo ominoso del doble, “solo puede estribar en su formación oriundo de las épocas primordiales del alma ya superadas, que en aquél tiempo poseyó sin duda un sentido más benigno” p.236

Por otro lado, también sitúa a lo ominoso como aquello justamente capaz de recordar la compulsión interior de repetición, a través del caso del hombre de las ratas que le da pie para colegir que; desde la teoría psicoanalítica, todo afecto de una moción de sentimientos se trasmuda en angustia por obra de la represión. Y entre esos casos que provocan esa angustia existirá algo que pueda demostrarse como el retorno de lo reprimido. Esa variedad que provoca la angustia sería justamente lo ominoso, que le permite seguir sosteniendo que lo ominoso no es algo nuevo ni ajeno, sino familiar. Ya antiguo a la vida anímica.

El psicoanálisis, dice Freud, nos ha enseñado que las fantasías terroríficas es la trasmudación de otra que en su origen no presentaba esa cualidad; el prefijo alemán Un, es la marca de la represión. Así, distingue que no es lo mismo lo ominoso que se vivencia y lo ominoso que se representa y que se lee. La vivencia remite a lo más profundo e íntimo de las repeticiones y son revividos por una impresión y somos sometidos por el influjo del material, mientras que  la  lectura  puede ser inclusive humorística o inclusive en el cine. Lo que es terrorífico para unos no lo es para otros, hay una diferencia sustantiva entre ver en la pantalla y vivenciar la experiencia.

Si esto es así, podemos observar lo ominoso en cualquier escena vivenciada que remita a ese horror íntimo constitutivo. Un ejemplo maravilloso es el que nos proporciona Remedios Varo y mucha de su obra. La que es una perla de ejemplo es la de su pintura de 1959 llamada “Presencia inquietante”. El cuadro representa a una mujer -con las características andróginas de las pinturas de Remedios Varo- que está en una habitación que conduce a unas escaleras y a unos pasillos sombríos (mayormente de un azul oscuro donde se aprecian las texturas), la mujer está sentada frente a una mesa pequeña. Como de trabajo de la que surgen unas ramificaciones como de árbol, pero sin hojas, estas ramificaciones se esparcen por el suelo hasta la escalera y las otras habitaciones donde se pierden de vista. Ella está como abriendo la mesa en dos para que pudiera emerger esa ramificación. La silla donde está sentada esa mujer, está forrada con una tela que tiene unas heráldicas flores de lis que se disparan de la silla, de una de ellas salen dos gotas que caerían en el árbol que sale de la mesa. De adentro del respaldo alto de la silla sale lo que sería la presencia inquietante, un rostro que se asoma, que mira hacia la nuca de la mujer sentada y que le saca la lengua. Un rostro de una especie de entre hombre y duende. La mujer no es ajena a esta mirada y mientras parece abrir la mesa para que salga el árbol, desvía su mirada levemente hacia atrás.

Ninguna de las pinturas de Varo producen ese horror íntimo, esta tampoco. Pero, en esta señala en sus apuntes personales que es la representación de un sueño muy vívido que le causó un verdadero horror: “Soñaba que estaba acostada en mi recámara y que un ruido fuerte me despertaba. El ruido venía de arriba del estudio y era como si arrastrasen un sillón. [Venía de arriba, del estudio y era como si arrastrasen un sillón] .Pensé que eso quería decir que alguien intentaba entrar  desde la terraza y que empujaba al sillón que estaba contra la puerta. Estaba asustada y me pareció prudente hacer comprender a quien fuese, que estaba despierta para hacérselo comprender sin que se diese cuenta que yo sabía que era él, para que así se pudiera retirar sin mayores males, me levanté y desde la puerta de la recámara hablé en voz alta dirigiéndome al gato, le pregunté: ¿qué jaleo es ese Gordi?. Di un paso más hacia adelante y en ese momento sentí con horror espantoso algo detrás de mí, que más bien salía de mí misma y simultáneamente comprendí que no era verdad el haber oído ese ruido peligroso arriba, pero que yo había en cierto modo querido haber oído esa amenaza afuera y arriba, pero que en realidad siempre estaba siempre junto a mí, o en mí.

“Esa cosa”, detrás de mí, me produjo un terror enorme y una sensación de sueño pesadísimo del que me esforzaba en despertar totalmente para defenderme, pero la criatura misteriosa me agarró fuertemente de la nuca, metiendo los dedos como intentando juntar estos dos músculos largos y estrechos que hay detrás en el cuello, o me pareció que tenía yo en la nuca y con la otra mano me apretó la frente entre los ojos y al mismo tiempo me decía: esto es para que no te despiertes, no quiero que te despiertes, necesito que duermas profundamente para hacer yo, lo que tengo que hacer. No me hacía daño; ni sentía dolor, pero sentía un terror mucho peor que todo, y no quería dormirme. Él me dio un último apretón más fuerte y al sentir que caía en un sueño profundo, me desperté realmente angustiada y bañada en sudor”.

Sin ánimo de interpretaciones, lo que podemos decir es que el arte ilustra de una manera importante, señalando y tapizando la falta constitutiva que nos remite a lo ominoso de la existencia. Por otra parte,  lo que podemos observar de la representación de la angustia de la pintura, como espectadores, claramente no es ominoso para nosotros, pero sí para ella en su vivencia.

La angustia y lo ominoso.

Desde el lado de Lacan, lo ominoso sería lo que presentó como éxtimo, aquello íntimo de sí mismo desconocido totalmente, que permite en todo caso la ex-istencia. Es decir, lo más internamente profundo que está en lo exterior; el sujeto es ex-céntrico. Diluyendo, basado en Freud el adentro del afuera, lo interno de lo externo. Todo lo que impedirá que el sujeto nunca estará habitado por su yo, es decir, de un solo lado si no pensáramos en la banda de Moebius. Es decir, que esta banda nos permite pensar al sujeto como tal en una sola cara que no es adentro ni afuera y lo es al mismo tiempo.

Si tomamos en cuenta la cita de Lacan (2006) en su seminario sobre la angustia sobre Freud y lo ominoso, lo  Unheimlich:

Como he dicho, la angustia está ligada a todo lo que puede aparecer en ese lugar; y lo que nos lo asegura es un fenómeno al que se le ha acordado tan poca atención que no se llegó a una formulación satisfactoria, unitaria de todas las funciones de la angustia  en el campo de nuestra experiencia. Ese fenómeno es el Unheimlichkeit”

Pero, esa angustia diría Lacan, no es aquella ligada a la prohibición de la madre y por la madre. Es vivido, como presencia del deseo de la madre ejerciéndose en su lugar:¿Qué es la angustia en general en la relación con el objeto del deseo?, ¿qué nos enseña aquí la experiencia   sino que ella  es tentación, no perdida del objeto sino justamente presencia por el hecho del que el objeto  no falta?

Sin embargo, en esa línea de pensamiento, no hay que oponer el goce al deseo ya que son partes constituyentes del sujeto que se producen digamos al mismo tiempo. Sujeto del deseo y sujeto del goce, como compensación de esa herida del narcisismo primario. En donde ya no se es todo para la madre, existen cosas más allá del individuo para ella. Como resultado de esta terrible herida se ve separado y requiere entonces reconquistar al Otro, hacerse amar por él, satisfaciendo sus exigencias. Al momento anterior a ese, podríamos identificarlo con el goce del ser, anterior la palabra. Por ello, con la introducción de esa herida narcisística se instaurará el deseo y también el goce fálico, del que puede hablarse en tanto que perdido. Razón por la cual, el goce y deseo están indisolublemente unidos.

Lo anterior queda señalado en el seminario diez en la misma clase citada con anterioridad. Cuando Lacan habla sobre el advenimiento del sujeto y del objeto a  ,como lo que se pierde para la significación. Ahora bien, dice Lacan, justamente ese desecho; esa caída es lo que resiste a la significación. Viene a constituir el fundamento como tal del sujeto deseante, no ya del sujeto del goce. Sino, del sujeto en tanto que por la vía de su búsqueda en tanto que goza, que no es búsqueda de su goce sino un querer hacer entrar ese goce en el lugar del Otro como lugar del significante. Es allí, por esa vía, que el sujeto se precipita, se anticipa como deseante” .Pero esta entrada al deseo no es para nada sencilla, se produce una hiancia entre el deseo y el goce. Es ahí donde se sitúa la angustia.

La angustia resulta de aquello que permite al sujeto devenir como sujeto deseante, gozante y del amor. Según puede desprenderse del mismo seminario donde éste se encuentra entre el goce y el deseo. Porque si bien entre el deseo y el goce media la angustia, es también en ese seminario donde plantea que sólo el amor permite al goce condescender al deseo. En esa misma línea de pensamiento, podríamos decir que lo que no está en contraposición son el goce y el deseo, sino que son consustanciales. Pero, podríamos pensar también que; si bien goce, deseo y amor vienen juntos, necesariamente debe sumarse la angustia.

Es decir, entre el deseo y el goce pueden y están el amor y la angustia. No el amor o la angustia, sino los dos juntos también. Es más, es la angustia en su ominosidad la que permite acceder a ser sujetos del goce y del deseo. Si este planteamiento es cierto- desde la situación psicoanalítica-, podríamos suponer que es el amor el que permite asumir y abordar de otra manera con todo lo que esto implica, la angustia que provoca la imposibilidad de cubrir esa falta.

Finalmente, quien ha pasado por un análisis puede confirmar que la vida se asume desde un lugar y una manera. Esto no quiere decir que, se trata de tener la visa resuelta ni la suspensión de síntomas. Sino que, el sujeto se ha colocado en un lugar diferente; responsabilizándose de sus actos, de sus goces y de sus deseos.

Notas

Freud, S. (2011). Obras Completas Vol. XVII. En S. Freud, Lo ominoso (págs. 215-252). Buenos Aires: Amorrortu.

2 Ibid. Subrayado de la que escribe indicando  la discusión de la relación de la angustia que se revela en lo ominoso como articulador del sujeto.

3 Aquí podríamos pensar en lo ominoso de los performances, que sitúan al que está presente a una vivencia que deviene ominosa y por lo mismo intolerable

4 Sic. Versión estenográfica de las notas  personales de Remedios Varo

5 Lacan, J. (2006). El Seminario. Libro 10. En J. Lacan, La Angustia (pág. 367). Buenos Aires: Paidós. Clase del 5 de diciembre de 1962.

6 Ibid. Hay que pensar en que es otra forma de preguntar ¿qué pasa si falta la falta?

7 Ibid.

Referencias

Freud, S. (2011). Obras Completas Vol. XVII. En S. Freud, Lo ominoso (págs. 215-252). Buenos Aires: Amorrortu.

Freud, S. (2013). Obras Completas T. XIII. En S. Freud, Tótem y Tabú. (págs. 1-164). Buenos Aires: Amorrortu.

Lacan, J. (2006). El Seminario. Libro 10. En J. Lacan, La Angustia (pág. 367). Buenos Aires: Paidós.