Freud y Lacan en la crítica revolucionaria del lenguaje

Mario Alberto Domínguez Alquicira

Con motivo del ciento cincuenta aniversario del natalicio de Sigmund Freud, durante 2006 se celebraron mesas redondas, coloquios y encuentros en los que se recordó la vida y la obra del creador del psicoanálisis. También aparecieron algunas publicaciones periodísticas para conmemorar el nacimiento de tan genial hombre; entre ellas, hubo una que suscitó enérgicas reacciones dentro de los círculos de psicoanalistas. Se trata del artículo firmado por José María Pérez Gay, publicado en dos partes en el diario La Jornada, titulado “Sigmund Freud en Viena (1856-2006)”. Como su nombre lo anuncia, intenta ser un recorrido por la Viena de 1900 y las diversas manifestaciones científicas y culturales que en ella tuvieron lugar. La apuesta del autor en ese escrito es la de demostrar que el psicoanálisis es un producto vienés que, a pesar de su alcance y sus logros clínicos, representa tan sólo un capítulo de un movimiento más vasto.
Si bien es cierto que Freud fue hijo de su tiempo y que fue Viena el epicentro de toda una crítica y revolución del lenguaje, Pérez Gay parece no haber podido captar en toda su dimensión la magnitud del descubrimiento freudiano, lo cual no deja de sorprender considerando que se trata de un Doctor en Sociología por la Universidad Libre de Berlín en Alemania (país en donde residió durante quince años), miembro del servicio exterior mexicano y autor de uno de los libros más célebres que se hayan escrito sobre la Viena decimonónica —El imperio perdido (Cal y arena, 1991)—. Más reveladoras parecen ser aún sus declaraciones en relación a algunos psicoanalistas: “Una temible severidad puritana gobierna, al parecer, las biografías de los primeros defensores del inconsciente; dentro de esa historia, como es natural, muchos no tuvieron lugar. No obstante, la severidad no sólo se impuso en los discípulos de Freud, sino que está presente en cualquier psicoanalista serio y activo. Al hablar de puritanismo me refiero a la actitud de algunos terapeutas que, para evitar a toda costa ‘la contaminación psíquica’ de sus pacientes, se aíslan del mundo y se atrincheran detrás de una arrogante y sectaria teología ‘científica’ o, en el peor de los casos, de una sabiduría vaga y hermética, donde sólo habitan los iniciados; un metalenguaje que nadie entiende, como el de Jacques Lacan, cuya pasión por las matemáticas, una impostura intelectual, lo llevó a confundir los números imaginarios con los irracionales”.[1]
Como es fácil deducir de estas líneas, aunque bien escrito, el texto de Pérez Gay resulta pobre en conclusiones, y sus graves equívocos no hacen sino reducir la aportación del psicoanálisis a un simple anecdotario. Aunque habla de Freud y de sus teorías más discutidas, nunca lo cita; si acaso lo hace nada más con sus contemporáneos. Decir que la gloria del psicoanálisis es ambigua porque fracasó en su intento de ser llevado a la práctica y que los psicoanalistas, a pesar de haber proclamado que están al servicio de una concepción del mundo que cambió de modo radical la idea del hombre, no dejan de ser un desastre monumental e inimaginable, implica desconocer lo esencial del legado freudiano.

Lo que evidencian en todo caso tales aseveraciones es la falta de conocimiento que su autor tiene tanto de la obra de Freud como de la de Lacan. Porque si algo vino a transformar el psicoanálisis —freudiano y lacaniano— fue precisamente el campo del lenguaje. De ahí que Lacan haya insistido tanto en la importancia de retornar a las fuentes, es decir, a la obra de Freud. Y es nada menos que en la conferencia “Lo simbólico, lo imaginario y lo real”, en la que introduce los tres registros esenciales de la realidad humana, donde el psicoanalista francés enfatiza en el hecho de que es el retorno a los textos freudianos lo que puede darnos una idea cabal de que no hay dimensión más total de la realidad humana que la realizada por la experiencia freudiana. Y es en esa experiencia donde la palabra y el lenguaje cobran su pleno valor.
Esta conferencia, dictada en julio de 1953, es la que dos meses después dará lugar al famoso “Discurso de Roma” —verdadero fundamento de la estructura y obra de Lacan—, que a su vez derivará en “Función y campo de la palabra y del lenguaje en psicoanálisis”. Y es que si para Lacan los fundamentos del psicoanálisis se encuentran en el lenguaje es porque la palabra constituye su único medium: es hablando como el sujeto se introduce en la experiencia analítica. Así, además de propugnar un retorno a la obra de Freud, lo que Lacan hace es proponer una vuelta al estudio de las funciones de la palabra.
Conocer los conceptos que fundan la técnica analítica implica, por ende, aceptar que éstos se hallan orientados en un campo de lenguaje, ordenándose a la función de la palabra —que no es precisamente, dicho sea de paso, la de comunicar. Es la palabra amordazada la que alcanza a ser dicha en el lapsus, sin que el sujeto lo sepa. Todo acto fallido es por eso un discurso logrado: destello del inconsciente que resurge desde la penumbra. Epifanía del sujeto del inconsciente y de la enunciación. Por eso el analista, ese practicante de la función simbólica, hace uso de un método cuyos medios son los de la palabra, su dominio el del discurso y sus operaciones las de la historia.
Y es por no considerar superflua la lectura de Freud que Lacan puede llegar al convencimiento de que tanto el sueño como el síntoma —y hasta el inconsciente mismo— están estructurados, organizados como un lenguaje. Lacan reconoce a Freud el mérito de haber expresado que el sueño tiene la estructura de una frase, de un rébus, es decir de una escritura o de un acertijo gráfico. Y para esto, nos remite directamente a “La interpretación de los sueños”: “El contenido del sueño nos es dado, por así decir, en una pictografía, cada uno de cuyos signos ha de trasferirse al lenguaje de los pensamientos del sueño. Equivocaríamos manifiestamente el camino si quisiéramos leer esos signos según su valor figural en lugar de hacerlo según su referencia signante. Supongamos que me presentan un acertijo en figuras: una casa sobre cuyo tejado puede verse un bote, después una letra aislada, después una silueta humana corriendo cuya cabeza le ha sido cortada, etc. Frente a ello podría pronunciar este veredicto crítico: tal composición y sus ingredientes no tienen sentido. No hay botes en los tejados de las casas, y una persona sin cabeza no puede correr; además, la persona es más grande que la casa y, si el todo pretende figurar un paisaje, nada tienen que hacer ahí las letras sueltas, que por cierto no se encuentran esparcidas por la naturaleza”.[2]

Lo que se plantea Lacan es que no se pueden trabajar las formaciones del inconsciente sino a partir de leerlas como formaciones escriturales del deseo. Si el sueño es un rébus es gracias a que Freud se empeñó en remplazar las figuras por palabras, mismas que, una vez combinadas, revelarían su sentido. A esto Lacan le llamó, no sin acierto, “la poética de la obra freudiana”.[3] Poética que se repite en cada análisis como “creación de un sujeto que asume un nuevo orden de relación simbólica con el mundo”.[4]

El sujeto es hablado más que hablante; sujeto del lenguaje, de la cultura y del lazo social. Esto es: sujetado a y por el lenguaje. No más animal parlante (como ingenuamente pretende hacernos creer Pérez Gay cuando dice que “los seres humanos son, sobre todo y ante todo, animales que hablan”).[5] Es justamente por la palabra que se separa del orden natural, biológico. Es precisamente porque habla que no es animal; porque un animal que habla no es un humano sino un loro. Siendo así, la sentencia aristotélica: “el hombre es entre los animales el único que tiene palabra”,[6] tendría que ser entendida de este otro modo: “es en tanto que hombre que es el único ser dotado de palabra”. O mejor aún: “el lenguaje es absolutamente particular al sujeto”. Y es esa liberación de la naturaleza lo que promueve la producción de la historia. Lo sabemos bien: antes de la escritura no hay historia sino prehistoria. Y si las letras sueltas no se encuentran esparcidas en la naturaleza es porque el lenguaje es la negación de lo natural, y eso tiene que ver con la muerte. ¿Con la muerte de qué? De la cosa. Dicho por Lacan: “Así el símbolo se manifiesta en primer lugar como asesinato de la cosa, y esta muerte constituye en el sujeto la eternización de su deseo”.[7] La palabra es, pues, la muerte de la cosa.

[1] Pérez Gay, José María, “Sigmund Freud en Viena I (1856-2006)”, en La Jornada (8 de mayo de 2006), p. 53.
[2] Freud, Sigmund, «La interpretación de los sueños», en Obras completas, Buenos Aires: Amorrortu, v. 4, pp. 285 y 286.
[3] Lacan, Jacques, “Función y campo de la palabra y del lenguaje en psicoanálisis”, en Escritos 1, México: Siglo XXI, p. 305.
[4] Lacan, Jacques, El Seminario. Libro 3. Las psicosis, Buenos Aires: Paidós, p. 114.
[5] Pérez Gay, José María, “Sigmund Freud en Viena II (1856-2006)”, en La Jornada (9 de mayo de 2006), p. 48.
[6] Aristóteles, Política, México: Porrúa, p. 211.
[7] Lacan, Jacques, “Función y campo de la palabra y del lenguaje en psicoanálisis”, op. cit., p. 307.

[1] Psicoanalista miembro de L’école Lacanienne de Psychanalyse. Vive en México.
[2] . Como Halperin no duda en nombrarlo, en David Halperin, Saint Foucault, Toward a Gay Hagiography, Nueva York/Oxford, Oxford University Press, 1995. Título irónico que implica una práctica contradiscursiva y un modo de ejercitar el discurso en el sentido inverso al establecido. Este autor nos hace ver cómo es que Foucault forja su teoría crítica frente a todas aquellas perspectivas de fabricar una teoría de la sexualidad. Teoría crítica que forma parte de una tentativa estratégica más basta para escapar a esas teorías que pretenden dar con la verdad de la sexualidad. Se trata –nos dice- de desnaturalizar y desrealizar (desubstancializar) la sexualidad con el propósito de impedir servir de fundamento positivo de una teoría de la sexualidad, de impedirle responder a las exigencias funcionales del discurso que debe producir su verdad. Tentativa de destruir la circularidad establecida entre verdad, sexualidad y poder, como esfuerzo por arrancar la sexualidad de las manos de los expertos, y así formar una fuente donde incitar una serie de contra-prácticas para la investigación y la política.
[3] Inserto aquí una nota virulenta que apareció en el texto de Jean Allouch Erotologia de Pasaje (página, 171) y que él mismo nos índica se encuentra en la introducción de Amy Richlin a su Garden of priapus, sexuality and agresión in Roma humor, Oxford, Oxford university press, 1992: Allí se declara que Foucault no cree en la existencia de la sexualidad antes del siglo XIX, que confunde los mundo helenísticos y romanos, que tiene una posición ascética en cuestión del sexo, que es constructivista (opuesto al esencialismo de la autora según el cual hay una esencia femenina) que perjudica a las mujeres, que lleva a la ética a un punto muerto, que es espectador y no partidario, que olvida la experiencia del penetrado (Kinaidos) que mezcla el oprimido y el opresor en una idea casi sadeana, en resumen, y ésa es la conclusión , que es un desalmado. 
[4] L’émergence de la sexualité. Épistémologie historique et formation des concepts. Bibliothèque Albin Michel Idées. París, 2005..
[5] Michel Foucault, Siglo XXI editores, México, 1966.
[6] Michel Foucault, Historia de la sexualidad. La voluntad de saber. Tomo I, Siglo XXI editores, México, 1976
[7] Estudios a los que los psicoanalistas no deberíamos ser indiferentes, cuando menos porque dirigen críticas inteligentes al psicoanálisis. ¿Qué son los estudios gays y lesbianos? Son estudios que se desprenden en una gran mayoría de las ideas promovidas por Foucault y no siempre estando de acuerdo con ellas. Otros estudios se desarticulan y se apoyan fundamentalmente en el pensamiento generado a partir de la revisión metodológica realizada por los grupos feministas y su concepto de género. Estos estudios no se reducen a las tribulaciones y sus reflexiones sobre la homosexualidad, la heterosexualidad es también un tema de controversia como los son los estudiosos S/M, las categorías psicopatológicas, lo que concierne al deseo, a la identidad, al placer y al goce (como se ve, temas nada ajenos al psicoanálisis) su perspectiva sociocultural, histórica es todo un pensamiento de hace una veintena de años, que se encuentran promovidos principalmente en los países anglosajones, integrados casi todos a las universidades estadounidenses más prestigiosas. Por supuesto hay grupos independientes, tales como: Queer Nation, vinculado al grupo anti -sida del grupo ACT UP, etc.
[8] M. Foucault, Historia de la sexualidad. La voluntad del saber. Siglo XXI Editores, México, 1976. p. 14. Las negritas son mías.
[9] M. Foucault, Sei to Kenryoku.  (Sexualité et Pouvoir). En Dits et Écrits, París, Gallimard, T III, 1994, p. 552-570 
[10] M. Foucault, Op. Cit., 553
[11] M. Foucault, Une interview: sexe, pouvoir et la politique de l’identité. En Dits et Écrits,  T. IV, París, Ed. Gallimard, p. 735-752
[12] Sei to Keinryoku. Op. Cit., Pág. 560
[13] Le sexe et l’effroi.   Paris, Ed. Gallimard, Folio, 1994.
[14] M. Foucault, Op. Cit. , p.563
[15]J. Allouch, « Pour introduire le sexe du maître », L’opacité sexuelle. Le sexe du maître. Rev. L’unebévue, Nº 11, Paris, E.P.E.L., OTOÑO, 1998, P.77 (En español, El sexo del Amo, Editorial Epeele, México, , 2004).
[16] El analista jamás supone lo que es bueno para el otro. Se distinguirá de las philias  y de las caritas. Pues la philia  es el amor que uno a los hombres en el saber sobre el bien común que todos tenemos y la caritas implica el saber sobre la salvación y la gracia. El psicoanálisis no tiene como fundamento estas partes ideales de nosotros mismos gracias a los cuales podemos dominar nuestro destino o alcanzar nuestra salvación. Para la philias, Cf. Aristóteles en la Ética nicomaquea, Ed. Porrúa, México
[17] Lacan señala que Freud rehuía con horror el mandamiento “Amaras a tu prójimo como a ti mismo” Freud también decía que no era lo suficientemente sádico para basar su tratamiento en la compasión por el sufrimiento de su paciente. Cf. Sigmund Freud, en “El malestar en la cultura” Obras Completas, Amorrortu Ed. T. XXI, B. A. 1976.
[18] En Dits et Ecrits. T. IV, Editions Gallimard, París, 1994. p. 383-411 y 609 a 631.
[19] Historia de la sexualidad. Op. Cit. , p.72
[20] Ibíd., p. 73. Las negritas son mías.
[21] M. Foucault, Généalogie…. Op. Cit., p. 400
[22] J. Lacan, Lituraterre  (1971) En  Ornicar?  Nº. 41, 1987. p. 13.
[23] Varios autores convergen en decir que en los últimos tiempos Foucault se centró más en la ética. Para Alan Schrif “Concebir la ética desde el punto de vista de las prácticas de sí mismo, permitió a Foucault un enfoque en el que la constitución del sujeto pasa desde la voluntad agustiniana a la idea de la vida como obra de arte. En  Pour considérer le sujet comme un processus de soi: de Michel Foucault a Judith Butler.  L’Unebévue. « Les communautés électives I. Une Subjectivation queer ? Nº 15, printemps, EPEL, París, 2000.
[24] J. Lacan, en « La place de la psychanalyse en la médecine » . Cahier du Collège de Médecine, 1966. p.761-774.
[25] M. Foucault, en Á propos de la généalogie de l’éthique un aperçu de travail en cours. Op. Cit., p. 388
[26] Ibid, p. 401
[27] Entrevista de René de Ceccatty, Jean Daner y Jean Le Bitoux. En Foucault live (Interviews, 1966-1984) , Sylvére Lotringer Ed. Semiotext(e), 1989, p. 206-215
[28] Ibid., p. 206
[29]En el argumento para un Seminario dictado en Córdoba, Argentina en el año 2000. 
[30] Citado en el mismo Argumento Op. Cit Esta sesión del Seminario de J. Lacan se localiza en L’envers de la psychanalyse. (1969-1970).( También publicado en español con el título El reverso del psicoanálisis. Ed. Paidós libro17, Barcelona, 1992. p. 122)
[31] Frank Browning, The culture of Desire: Paradox and perversity in Gay lives today. N. Y. Crown Publisher, 1993, p.103

[1] Se dice de la suspensión, paralización, inmovilidad, en lo moral y/o en lo físico
[2] Término Lacaniano que remite a sustituir el deseo materno (reintegrar simbólicamente al hijo(a) a su vientre) por el deseo paterno (establecer un corte entre la madre y el hijo(a) para entregarlo a la cultura)
[3] Unidad abstracta que comprende el conjunto de grafías de una letra
[4] Objeto “a”: Plus de goce, agalma, resto, fantasma, etc., aparece como el operador que le permite a Lacan elaborar un gran número de articulaciones teóricas y clínicas apoyado en el álgebra, la topología y la lógica.
[5] Término lacaniano que denomina la representación imaginaria del pene y su asociación simbólica con el poder